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PUNTOS CLAVE
1. Conocer los aspectos legales que rodean al internamiento involuntario
2. Conocer los aspectos generales de la Ley de Autonomía del paciente (Ley 41/2002)
3. Entender aspectos clave de la evaluación de la competencia
1. INTRODUCCIÓN
Una urgencia médica es aquella situación clínica que requiere una atención
inmediata. La gravedad del proceso es variable y no es lo que condiciona la urgencia,
sino más bien la temporalidad y la necesidad de atención más o menos inmediata. La
disponibilidad de medios en el contexto de la urgencia es limitada no solo desde el
punto de vista de medios técnicos sino también humanos. Por tanto, el riesgo de error
es superior a otros ámbitos de actuación.
2. INTERNAMIENTO INVOLUNTARIO
La autorización será previa a dicho internamiento, salvo que razones de urgencia hicieren
necesaria la inmediata adopción de la medida. En este caso, el responsable del centro en que
se hubiere producido el internamiento deberá dar cuenta de éste al tribunal competente lo
antes posible y, en todo caso, dentro del plazo de veinticuatro horas, a los efectos de que se
proceda a la preceptiva ratificación de dicha medida, que deberá efectuarse en el plazo
máximo de setenta y dos horas desde que el internamiento llegue a conocimiento del
tribunal.
En todo caso, la decisión que el tribunal adopte en relación con el internamiento será
susceptible de recurso de apelación.
Los informes periódicos serán emitidos cada seis meses, a no ser que el tribunal, atendida la
naturaleza del trastorno que motivó el internamiento, señale un plazo inferior. Recibidos los
referidos informes, el tribunal, previa la práctica, en su caso, de las actuaciones que estime
imprescindibles, acordará lo procedente sobre la continuación o no del internamiento.
Sin perjuicio de lo dispuesto en los párrafos anteriores, cuando los facultativos que atiendan a
la persona internada consideren que no es necesario mantener el internamiento, darán el alta
al enfermo, y lo comunicarán inmediatamente al tribunal competente.
Otra pregunta que debemos hacernos es sí lo que está ocurriendo y por lo que nos
planteamos un internamiento involuntario es producto de un cuadro psicopatológico
que incapacite para la toma de decisiones o es producto de otros factores del
individuo. Es el típico ejemplo de pacientes con rasgos psicopáticos y que pueden
mostrar heteroagresividad. Si además presentan un cuadro que les incapacite para
decidir (ej. Intoxicación por alcohol o drogas) deberemos actuar de manera
involuntaria pero una vez que ceda el cuadro incapacitante (intoxicación) deberemos
devolverle la autonomía en la decisión por muy peligrosa que sea la conducta que
presente. Esto es típico de la medicalización de las conductas delictivas, que
podemos en alguna ocasión sufrir por la utilización por parte de las Fuerzas de
Seguridad del Estado del criterio de peligrosidad social por encima del criterio de
enfermedad mental. Valga como ejemplo el de un paciente que se le ofrece un
ingreso para desintoxicación en Unidad de Hospitalización de Psiquiatría, ingreso
obviamente voluntario, y que a las pocas horas muestra un episodio de violencia física
y verbal hacia su padre que amplía al personal de la Unidad cuando estos tratan de
socorrer al padre. No se aprecia datos psicopatológicos que justifiquen la violencia
mostrada siendo exclusivamente del ámbito delictivo. Obviamente se procede al alta
médica del paciente por incumplimiento del marco terapéutico, aunque además el
paciente solicitaba el alta voluntaria. Se avisa a Policía Nacional quienes se muestran
contrarios a la detención del paciente alegando que le ven “muy agresivo”. Puestos al
habla con un superior se le explica que el paciente se va de alta inmediatamente y
que ellos actúen cómo consideren oportuno. El propio superior nos pregunta si no nos
parece peligroso, respondiéndole nosotros que “sí, mucho, pero no enfermo”. La
conversación concluye alegándole al Policía que si tenemos que explicarle algo sobre
peligrosidad haciéndole entender que el responsable de la peligrosidad es él y
nosotros de la enfermedad.
Según Simón Lorda podemos definir competencia como “la capacidad del paciente
para comprender la situación a la que se enfrenta, los valores que están en juego, y
los cursos de acciones posibles con las consecuencias previsibles de cada uno de
ellos, para a continuación, tomar, expresar y defender una decisión que se coherente
con su propia escala de valores”.
Existe una escala diseñada por Drane para la evaluación de la competencia que
divide a los pacientes en tres niveles de competencia:
Para cada una de estas categorías existen unos criterios y requerimientos mínimos:
• Requerimientos categoría 1:
o Conciencia: el individuo es capaz de darse cuenta de su propia situación
o Asentimiento: el paciente acepta la propuesta que se le realiza implicita
o explícitamente
• Requerimientos categoría 2:
o Comprensión: el paciente comprende la información que se le
proporciona
o Elección: el paciente toma decisiones basadas en la evaluación
“subjetiva” (emocional) y/o objetiva (cognitiva) de esa información
• Requerimientos categoría 3:
o Apreciación: el paciente comprende reflexiva y críticamente su
enfermedad y sus opciones
o Decisión racional: El individuo toma decisiones basadas en el análisis de
las consecuencias y elaboradas en función de un sistema articulado de
creencias.
La Ley de Autonomía del paciente (Ley 41/2002) regula los derechos de los
pacientes, y en su artículo 8 expresa que “toda actuación en el ámbito de la salud de
un paciente necesita el consentimiento libre y voluntario del afectado, una vez que,
recibida la información prevista en el artículo 4, haya valorado las opciones propias
del caso”. “El consentimiento será verbal por regla general. Sin embargo, se prestará
por escrito en los casos…: procedimiento diagnósticos y terapéuticos invasivos y en
general, aplicación de procedimientos que suponen riesgo …”.
4. ALTA VOLUNTARIA
El alta voluntaria
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