Está en la página 1de 5

“El Matadero” (1838/1840- publicado en 1871) de Esteban Echeverría

Un pequeño acercamiento biográfico al autor


José Esteban Echeverría Espinosa nació el 2 de septiembre de 1805 en Buenos Aires,
perteneciente, en aquel entonces, al Virreinato del Río de la Plata.
Fue uno de los mayores exponentes del romanticismo rioplatense y
una de las principales figuras de la denominada Generación del
37. Entre sus principales obras se encuentran El matadero, Dogma
socialista y La cautiva. Si bien tuvo un costado literario volcado a
la poesía muy relevante, Echeverría se destacó por una literatura
fuertemente política y partidaria, tal como expresa, por ejemplo, El
matadero, ubicado ideológicamente en las antípodas de la “tiranía
rosista”.
Formado en Francia durante su juventud, regresa a la Argentina en la década del `30 para
publicar uno de los primeros escritos del romanticismo rioplatense. En 1938, fundó la llamada
Asociación de Mayo, opositora al gobierno de Juan Manuel de Rosas, donde confluyeron otros
intelectuales de la generación. Tiempo después redactaría, en compañía de Juan Bautista
Alberdi, otro de los grandes intelectuales del movimiento, el Dogma socialista, uno de los
escritos fundantes considerados inspiradores de la Constitución de 1853, junto con las Bases y
puntos de partida para la organización política de la República Argentina de J.B. Alberdi.

El movimiento intelectual del cual formaba parte era referido por Echeverría como la
“continuación” de la Revolución del Mayo, idea que caló hondo en el imaginario de su época.
De esta manera, entre los tópicos más importantes de sus escritos se encuentran la idea de
progreso, la democracia y la descentralización del poder.

Esteban Echeverría muere el 2 de abril de 1851 por causa de tuberculosis en


Montevideo, Uruguay. El dato de su muerte no es un detalle menor, puesto que Montevideo fue
la ciudad en la que muchos intelectuales de dicha generación eligieron para su exilio durante la
avanzada del rosismo, con epicentro en Buenos Aires. Echeverría vivió su exilio oriental como
un progresivo descenso a la marginalidad y la insignificancia, alejado de los debates públicos y
sumergido en la nostalgia de un movimiento que comenzaba a adquirir otras características.

La fuente
En función de integrar el trabajo de esta fuente en el práctico decidimos plantear una
serie de interrogantes que se encuentran escuetamente contenidos en el siguiente análisis.
Dichos interrogantes se proponen como una guía orientadora.
 ¿Cómo se inscribe “El Matadero” en este práctico?
 ¿Qué tipo de sociedad se está describiendo y cuál se está proyectando?
 ¿Qué ideas se relacionan con el proyecto de país que se está configurando en el período
en el cual se desarrolla la materia?
 ¿Qué ideas que proyecta Echeverría encontramos en diferentes actores que forman parte
de lo que se denomina “La construcción del Estado Nacional”, trabajada a través de los
diferentes autores?
 ¿Podemos integrar “El Matadero” y/o Echeverría dentro del planteo de crisis orgánica
que propone Waldo Ansaldi?
 ¿Qué relación podemos encontrar entre el Matadero y la descripción que Milicíades
Peña hace del Golpe de Septiembre de 1852?
 ¿Cómo podemos pensar la actividad del Matadero en sí con el entramado económico
que desarrolla Panieteri?

Esteban Echeverría formó parte del grupo de élite al cual se conoce como “Generación
del ‘37”, grupo de intelectuales liberales y románticos con pretensiones de liderazgo, los cuales
se presentaban a sí mismos como civilizadores y se concentraban en el problema de la Nación,
cuyo referente era el mundo europeo, defensores de la idea de que el pueblo no puede tener total
soberanía. Las opiniones políticas de este grupo son fundamentales ya que formarán el
pensamiento de las primeras presidencias liberales argentinas, dominando la vida cultural hasta
los años ‘80. Plantándose frente a Rosas en su momento de mayor esplendor, sus proyectos de
país distaban mucho de la realidad argentina que se estaba desplegando, viéndose obligados al
exilio, en el caso de Echeverría luego de su apoyo al levantamiento unitario de Lavalle, el medio
utilizado para plasmar su clara oposición ideológica fue el literario. Es en este contexto que
surge “El Matadero”, escrito originalmente entre 1838 y 1840, permanece inédito hasta su
publicación en 1871. El propósito del grupo era derrocar al régimen rosista, al que oponen la
idea de una sociedad ordenada conforme la razón, a partir de la instauración de patrones de
racionalidad en el conjunto de la sociedad mediante la eficaz acción del Estado. Se presentaban
como hijos de la Revolución de Mayo, promotores de un esquema de valores universales cuya
realización constituía su meta: el progreso económico, social, cultural y político. Pese a su
esfuerzo inicial de separarse de la disyuntiva federales/unitarios, frente a su exilio, sus aliados
naturales pasarían a ser los unitarios, y su propia identidad colectiva tenderá a diluirse en la de
estos últimos, pasando a convertirse en un movimiento político-literario, manteniendo siempre
la noción de sentimiento de nacionalidad, resultado del proceso revolucionario. En su
perspectiva, habiendo terminado la revolución de las armas, ahora ellos debían encargarse de la
revolución de las ideas.
Echeverría, fallecido en 1851, no llega a ver la caída de Rosas y el comienzo del
despliegue de una ideología afín a los postulados de esta generación en la política argentina,
pero justamente su muerte le permitió a sus viejos compañeros elevar su imagen como la de un
“profeta” de la nueva Argentina, pese a que sus últimos años habían sido ambiciosos pero poco
productivos. Para los escritores románticos rioplatenses la presencia de lo que consideraban la
“tiranía” de Rosas era un enigma, un producto monstruoso nacido de la revolución que se
suponía democrática y libertaria. Extremadamente explícito, fiel al estilo de esta generación,
para Echeverría la divisa punzo era la marca con la que el propietario reconoce a su ganado, el
traslado de los métodos de un hacendado al gobierno, Rosas era el gaucho gobernador. La obra
está plagada de afirmaciones con respecto a la docilidad del pueblo de Buenos Aires para
someterse a todo tipo de mandamientos, dejando entrever la irracionalidad que él contempla en
todo el escenario bonaerense, desde la propia figura del Restaurador, pasando por el matarife,
hasta el más pequeño de los niños, el régimen nefasto del rosismo todo lo ha contaminado, no
habiendo ya lugar para la reflexión y la buena fe, todo se trata del egoísmo (no olvidemos la
cercanía de Echeverría a las nociones socialistas) y el desenfreno.
Defensores de la idea de una revolución moral que marcase un progreso en la
regeneración de nuestra Patria, ésta era imposible de plasmarse en la realidad, si al hombre se le
quitaba su voluntad y estábamos simplemente ante marionetas del gobierno y de la Iglesia, en
aquel contexto su visión era que las libertades eran inexistentes y satiriza sosteniendo que
quizás llegue un día que hasta haya que pedir autorización para respirar. Para Echeverría la
patria ya había muerto, había sido asesinada por los federales. Establece un vínculo entre el
régimen y la dominación colonial previa a la Revolución de Mayo, habiendo logrado con la
misma romper con las ataduras para encontrarnos, lamentablemente, de nuevo bajo las órdenes
de un tirano. También allí está presente el desprecio hacia el protagonismo adquirido por la
clase trabajadora en este contexto, quienes, no solo no tienen voluntad propia, sino que
representan todo lo “feo, inmundo y deforme”, la idea de que se trataba de una chusma que
necesita ser adoctrinada. Estos sectores no podían ser protagonistas porque carecían de la
educación propia para serlo, no podían ejercer la soberanía porque se encontraban limitados
para semejante tarea.
Echeverría busca plasmar en todo su esplendor la inmundicia a la que asocia el régimen
rosista, con sarcasmo en cada oración, tilda de paternal al gobierno para dejar entrever que su
palabra era la única directriz, y se burla de sus disposiciones sosteniendo que siempre “se
encontraba bien informado”. Al caracterizar la situación en el matadero busca demostrar que
estos mecanismos estaban presentes en todas partes. El régimen y su cabeza, Rosas, eran
omnipresentes, ese era el escenario del Buenos Aires de la década del ’40, todo lo que se hacía,
todo lo que se pensaba incluso, se ajustaba a las normas de la Santa Federación. Y para el autor
esto era la máxima expresión de la negación de la libertad y la racionalidad. El uso del término
caudillo de forma peyorativa, referido al juez del matadero, deja ver a las claras el repudio a esta
idea de una figura rural con control sobre las clases populares.
La imagen de la sangre en todas partes y ese grotesco que es el proceso de destripar al
animal con su consecuente batalla por hacerse de las partes a desechar, el festejo de la matanza,
es la analogía perfecta para la visión que tenían los unitarios, románticos y liberales de la vida
en la Argentina de esa época, “simulacro en pequeño era éste del modo bárbaro con que se
ventilan en nuestro país las cuestiones y los derechos individuales y sociales”, que corona con la
escena final de muerte del unitario, donde Echeverría destaca una vez más cómo las atrocidades
infringidas por los federales se hacían, cobardemente, en pandilla.
En aquella sociedad toda calamidad que sucediera era obra de los “salvajes e impíos
unitarios”, a quienes el Dios de la Federación declaraba malditos, y por ende la sociedad, fiel a
los valores del federalismo, repudiaba y culpabilizaba.
El niño degollado por el lazo da cuenta de las consecuencias de semejante escenario y la
muerte como algo cotidiano, ya que el foco de la federación, para el autor, estaba en el
matadero.

Vinculación con la bibliografía


A simple vista, esta fuente no parece corresponderse con la materia en cuestión, sin
embargo la vemos contenida en las luchas que tienen lugar en el proceso que dio en llamarse “la
construcción” y luego “la consolidación” del Estado Nacional. José Luis Romero (Las Ideas
Políticas en la Argentina -1946-) considera que la generación del '37 estaba compuesta por
algunos “espíritus únicos” que tenían la solución para descifrar el enigma social que llevaría a la
“salvación”, un proyecto político que triunfó tras la derrota de Rosas e identifica en las
presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Un nuevo orden contrapuesto al descripto por
Echeverría. Por otro lado, el revisionismo de los '60 reivindica la figura del caudillo luego de la
“degradación” hecha por la historia liberal (hay que tener en cuenta que el primer referente de
esta historiografía es el propio Mitre). Si en El Matadero, el caudillo explícitamente es retratado
como despótico y fundando un orden de terror, para el revisionismo fueron vistos como líderes
populares, por lo cual el proceso que tuvo lugar luego de la caída de Rosas no fue de liberación
sino de explotación y dependencia económica.
Milcíades Peña (1975), de acuerdo a su tradición marxista, identifica que el período que
siguió a la caída de Rosas careció de una clase dirigente que impulse una industrialización y un
fomento del mercado interno. Según este autor, tanto Sarmiento como Alberdi, pese a sus
diferencias buscaban una burguesía independiente, proyecto de estos partícipes de la generación
del '37que no se cumplió. Todas estas discusiones tienen como escenario el momento mismo
que Echeverría describe en “El Matadero” y su interpelación posterior. En este sentido, Waldo
Ansaldi (1980) identifica que entre 1806 y 1880 hubo una crisis de hegemonía, es decir que
ninguna fracción de la clase dominante pudo imponer sus intereses particulares como generales.
Un hito de esta crisis fue el “Golpe de Septiembre” llevado a cabo el 11 de Septiembre de 1852.
Milcíades Peña, siguiendo a Alberdi, reconoce que las fuerzas que llevaron a cabo el golpe eran
las mismas fuerzas rosistas pero sin Rosas, la burguesía estanciera comercial porteña y
bonaerense. No es el liberalismo lo que propugnan sino que en palabras de Alberdi: “(…) fue la
restauración del rosismo (…) en el orden económico de las cosas, que contiene el verdadero
poder despótico”. Ansaldi afirma que la resolución de la crisis orgánica sucedió cuando
finalmente venció la burguesía terrateniente y comercial porteña. El peso esencial de esta
provincia y sus actores en la construcción del Estado nacional, y simultáneamente, a la inversa,
del Estado en la construcción de la burguesía bonaerense como clase, también explica el por qué
del repudio hacia el rosismo, frente a la necesidad de controlar un territorio tan importante para
conformar la Nación. Y no cabe duda que la generación del '37 y el ideal liberal fomentado en la
fuente fueron una parte constitutiva del proceso, ¿de qué forma? Es el gran debate que
expusimos previamente.
Por último, nos parece pertinente hacer hincapié en el escenario en el que tiene lugar
esta fuente, “el matadero”, ya que no sólo tiene referencias a lo sanguinario del régimen que se
quiere describir, sino también a una actividad económica que era el sustento de las clases
dominantes de Buenos Aires: la ganadería. Panettieri da cuenta de cómo desde 1860, esta
actividad comenzó a desarrollarse a partir de la mayor entrada del capital extranjero y cómo se
integra en este nuevo Estado Nacional.
En conclusión, el tratamiento de esta fuente nos permite enmarcar el proceso de
formación del Estado y sus luchas dentro de un escenario más amplio.

También podría gustarte