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Imágenes del Perú virreinal frente a la madre patria

Frente a los múltiples prejuicios de los europeos, ante su desdén, a causa de sus burlas,
encontramos de continuo en el corazón mismo del discurso criollo esa constante necesidad de
afirmarse, de demostrar que, lejos del desprecio con que la abruman, la sociedad de los españoles
de América era, en todos los conceptos, tan digna de elogio como la de la madre patria. De ahí esa
imperiosa e incesante necesidad de subrayar sus éxitos o sus realizaciones.

(Lavallé, Las promesas ambiguas, 139)

Esta intervención se inserta, como se desprende del epígrafe, en una larga serie (propia y ajena)
que interroga el proceso de conformación de la subjetividad latinoamericana. Teniendo presente
el marco del bicentenario, en el que se festeja una descolonización externa, cabe enfatizar la
persistencia de las formas de dominación y el traspaso de los privilegios españoles a la clase
criolla, que es el estamento cuya conformación identitaria (hasta llegar a ser el grupo que
encabece las Independencias latinoamericanas) es objeto de análisis en este trabajo, que,
partiendo de los argumentos y del desarrollo de un trabajo anterior (“Entronizar la propia
excelencia: la exaltación del conocimiento en Juan Espinosa Medrano”, en prensa), se detiene en
algunas modulaciones del discurso de esa clase durante el siglo XVII.

El historiador francés se está refiriendo al “contexto de duda cultural” (Lavallé 2002) en el que
debían moverse los descendientes de españoles en la Colonia; a los prejuicios de que fueron
objeto los habitantes de suelo americano por parte de los peninsulares, quienes, no estando
dispuestos a compartir la administración del virreinato y sus privilegios deslegitimaban a los
criollos con argumentos antiguos como la mala influencia del clima en los ánimos, el contagio con
los indios, etc. (para un detalle de los prejuicios españoles hacia indianos cf. Brading 1998 y Lavallé
1991).

Vamos a ver, entonces, a lo largo de algunos escritos del periodo (siglo XVII peruano) cómo se
manifiesta esa autoafirmación, cuáles son los puntos que se repiten, y de qué manera.

El celo peninsular sobre el poder detentado se manifestaba en todas las instituciones. En este caso
nos detenemos en el interior de la Orden de los Predicadores en Lima. Ésta fue acusada de estar
conformada, en Perú, por frailes jóvenes, indoctos e inexpertos (Lavallé 1991). Si bien una de las
mayores ‘banderas’ que los frailes americanos podían blander era el conocimiento que portaban
de la lengua y cultura indígenas (Mazzotti), esto no era suficiente según los españoles para el
acceso a ciertos cargos. Dice el Virrey Conde del Villar:

Aunque suelen ser expertos en la lengua de los indios, pocas veces tienen aprobación de
costumbres ny las partes que deben tener los que han de dar pasto espiritual (Lavallé 1991:
176)
Se los llamaba incultos,

muchachos criollos que no tienen fuste en cosa ninguna y aunque muestran alguna
apariencia, es de poco momento porque salen someros a la tierra como los árboles de ella
con un poco de vicio y sin fructo, y a los que abían de rregar estas plantas y darles lustre,
que son los que viniendo de España envejecieron acá con los trabaxos, los an arruinado,
tratándoles peor que los egiptios a los hijos de Israel. (178)

Las respuestas de los hispanoamericanos fueron numerosas, y entre los puntos destacados y
rasgos hispánicos exaltados (la religiosidad, la limpieza de sangre, etc) destacaba la riqueza
intelectual. Así en el poco leído sermonario del fraile dominico Fernando de Herrera que preparara
el también dominico Leonardo López Dávalos. Éste último, en su dedicatoria al Presidente del
Consejo de Indias, don Pedro Portocarrero, expresa, refiriéndose a la ciudad de Lima (su Patria):
“siendo los Sabios su mejor cara, es imposible a mis cortas fuerças, siendo ellos tan numerosos, el
trasladarlos en sus personas”1 (Herrera 12). Urgía demostrar que Lima era la forma más acabada
de civilización occidental. Que la imagen bárbara que proyectaba el reino de las Indias era falsa,
que sus tierras exudaban mentes brillantes e ingenios agudos y religiosos. Que, finalmente, podían
hacerse cargo ellos mismos de la administración del virreinato y gozar de los beneficios.

Espinosa Medrano, el Lunarejo, sacerdote cuzqueño de la segunda mitad del siglo XVII, ocupa todo
su prólogo a la Philosophia Thomistica (tratado de filosofía publicado en Roma en 1688, año de la
muerte del autor) para desmentir el juicio de Justo Lipsio sobre la calidad de los estudios en el
Nuevo Mundo. Acude a la autoridad de Santo Tomás, Aristóteles y el poeta romano Manilio para
demostrar que lejos de ser desventajoso el clima y los astros a los habitantes de las Indias, éstos
propician un desarrollo intelectual pleno.

Esto he dicho sólo en recomendación de la Patria, pero no es que haya pretendido reseñar
ni la sombra de los ingenios que en ella florecen, pues ¿quién soy yo como para atreverme a
exhibir una muestra siquiera de tantos y tan grandes hombres que sobresalen en el Perú en
letras, en ingenio, en doctrina, en amenidad de costumbres, y en santidad? (Redmond 78)

La misma mención al suelo patrio encontramos en el “Prólogo” a los sermones de Herrera,


acompañada de otra cuestión recurrente aunque no siempre tan explícita: al amor a la Patria se
contrapone España como espacio de legitimación. Perú es el “orbe retirado”, el teatro vacío donde
tiene lugar una magnífica representación pero nadie puede justipreciarla.

Este pues genial afecto del suelo patrio, me ha tenido en todos tiempos tan deseoso de ver
representar en el teatro de Europa tan eminentes sugetos, è ingenios grandes en todas
ciencias, como aquel cielo produce, quando lastimado de que en tan retirado Orbe
representen solos, y sin testigos talentos tales, sin mas teatro, que su conciencia, aunque
sea este el mejor para el aplauso de su virtud (11)

También el Lunarejo en el “Prólogo”:

1
Los cambios perpetrados en las transcripciones a partir de ediciones príncipe se limitan a normalizar el uso
de “v” y “u”, y a cambiar la “ſ” por “s”.
Finalmente, para no disimular nada, confieso que la única ansia que por esta temporada ha
ahondado profundamente en mi alma, es que estos escritos, valgan lo que valgan, se
manden a España, es decir, al otro orbe, para ser publicados, y (porque estoy lo más lejos
posible de la imprenta) que sean depurados de horribles erratas. (Redmond 80)

La paradoja de siempre es ésta: es deseado, necesario mejor, que un producto cultural llegue a
España para existir como tal. Es la mirada a Europa que desde los inicios caracteriza a la cultura
hispanoamericana. Pero al mismo tiempo hay una denigración y un descuido en la Península (por
ignorancia, por interés, como veremos más abajo) que conviene subsanar porque de otra manera
el letrado americano pasa por bárbaro. Sigue el Lunarejo:

Pues he visto que las obras de no pocos han padecido la suerte de estropearse feamente en
casi todo: períodos mutilados, oraciones desconectadas, silogismos suspensos, palabras
omitidas. Y puesto que nosotros, por vulgar error llamados ‘indianos’, somos considerados
bárbaros, no sin razón me recelo de que tales vicios y solecismos recaigan contra el autor
del libro. (80)

El Angélico, poema dedicado a Santo Tomás de Aquino, escrito por Adriano Alecio y publicado en
España en 1645, adolesce justamente de una imprenta ignorante y perniciosa, hecho confesado en
el “Cuidado” de Bernardo de Torres, español: “Desgracia es general de nuestra nacion, mas
dichosa en ingenios grandes que en Impressores fieles” . Y el peligro, tal como recelara el
Lunarejo, es que los errores corran por cuenta del lejano autor. Dice el autor de El Angélico:

Imprimióse en España (ò y nunca se imprimiera) sin assistencia de confidente amigo, y con


priessa de oficial atento al interes, no el acierto. Y assi no le uvo en la impressión, de que se
a seguido con descredito del original, que a la ignorancia (la que todo lo desluce) le ayan
parecido disparates de obra, los que son defectos de prensa, lo dormido en esta, no lo
desatento en mí; (20)

Riqueza intelectual exacerbada

De esta manera, la atribución a los americanos como doctos y brillantes que fuera
sistemáticamente escatimada será puesta en relieve en los propios escritos coloniales. Si bien la
autoexaltación de las personas y del territorio son parte de una tradición europea antigua, toma
en Indias el matiz de “compensación simbólica” ante los ataques de los peninsulares (Lavallé,
Mazzotti, vid. bibliografía). Entre las diferentes estrategias, los letrados virreinales llevarán a cabo
una equiparación entre las riquezas materiales exudadas por la tierra (que se habían hecho tan
imprescindibles para el reino de España) y los entendimientos privilegiados que la Colonia
cobijaba.

En Fundación y grandezas de Lima, de Rodrigo de Valdés, se justifica su publicación de esa


manera:

Si fuera crimen de lesa Magestad extraviar los preciosos Thesoros de nuestro Perù, que
labran los celebres ingenios del Rico, nombrado Potosì, y el no ponerlos à las Reales plantas
de V. Mag. Quanto mas culpable estravìo fuera el de este Poema, Thesoro de las mas
estimables Riquezas de erudicion, y florida eloquencia […]. Pues siendo de mas precio que el
oro, y la plata, quanto va de ingenio à ingenios de lo vivo à lo inanimado, de lo bruto del
metal à lo entendido, y sutil de la discrecion, no debe ser menor la obligacion de reconocer
nuestro rendido, amoroso, y cordial vasallage à V. Mag. con los Thesoros del alma, que con
los que produce la tierra, unos, y otros à costas de sus venas, ò exaladas en el estudio, ò
rotas en su labor: (f.1)

Desde Europa, Ioseph Gomondradi dice en su “Aprobación” al sermonario de Herrera: “no ha


menester mas prueba la plata del Potosi, que ser de aquellos cerros, ni mas examen el oro de
estas Oraciones, que ser de la fecunda mina de tan gran talento.” (20)

Y en el “Prólogo” al mismo libro se le da un valor curioso, que no deja de tener su importancia en


este enfrentamiento entre peninsulares y letrados americanos o criollos: el que compendia los
sermones explica, citando como ejemplo el “Libro Primero” de las Geórgicas en el que el poeta
Virgilio enumera los frutos que cada tierra puede dar que, mientras la riqueza material que ofrece
el Perú lo sitúa en la esfera del servir, la riqueza espiritual, el “remitir ingenios” ubica al Perú en el
plano del ser:

Reconocì que no les bastava à nuestras Indias embiar su oro para que reverberasse en
España su esplendor, como ni à las Orientales embiar à Roma el marfil, ni à los Sabeos
aromas para difundir su fama, pues nada de aquesto sale de la esfera del servir, como cantò
el gran Poeta [y cita a Virgilio] […] Mientras remitiendo ingenios no se apuesta lo racional en
que se compita el ser. (“Dedicatoria” § 3)

Los letrados son concientes de que “con ninguna cosa se honra mas una Patria, que con los Sabios,
que supieron estender mayores alas, que el nido.” (Herrera 12) La riqueza material sostiene
económicamente el Imperio mientras que la riqueza espiritual lo engrandece.

De esta manera dice Don Francisco Cruzado y Ferrer en un soneto laudatorio a Rodrigo Valdés,
autor de Fundación y grandezas de Lima (Poema heroyco hispano-latino)

tu pluma, en despique, haze Christiana,


Romana à un tiempo, y Española à Lima.
Oh vasallo discreto! O fiel Rodrigo!

‘Despique’, tanto en el Diccionario de Autoridades como en el actual DRAE, es la “satisfacción o


venganza que se toma de alguna ofensa u desprecio que se ha recibido”. Y la satisfacción es plena:
hace cristiana, romana y española a Lima, como las tres características más importantes que la
ciudad debe tener.

Lima aparece, en los escritos revisados, no sólo a la altura de las mejores ciudades europeas sino
aun mayor. El centro de la civilización occidental se encuentra ahora, de acuerdo con la translatio
imperii (que desde Roma llevara la antorcha del Imperio a España, y de ésta a América), en la
lujosa capital peruana. El compendiador de los sermones de Herrera deja asentada esta idea,
valiéndose del modo en que llamaban a la ciudad fundada el 5 de enero:

que preguntando el Rey Pirro lo que era Roma á su Embaxador, le respondiò, que le avia
parecido Ciudad de Reyes: Urbem Regum sibi visam. Pues se vería con esto, que si el parecer
solo Ciudad de Reyes fue tal gloria para Roma, el ser Ciudad de los Reyes en la verdad, puxa
mayor parto en Lima. (12)

Pero siempre aparece, junto con este deseo de emulación y de competencia, el problema
insoluble de la distancia. Sonia Rose nos advierte en un escrito que también Zaragoza y Sevilla se
sentían lejanas a la Corona y por eso mismo desprotegidas. Si bien la diferencia puede ser
sustancial, ya que el rey efectivamente no llegaba a las Indias pero sí a los reinos de la Península,
puede verse un reclamo tópico y tradicional de las letras áureas, que, cuanto más desprovistas del
calor de la Corona, más fuertes y valientes en su vuelo interoceánico.

Así el Lunarejo en el ya citado “Prólogo” al lector de la Lógica:

Falta la presencia del rey; está ausente el benévolo rostro de esa fausta estrella y la
influencia de su persona. Alejados, pues, en el otro orbe, carecemos de aquel calor celestial
con que el príncipe nutre, alienta, fomenta, y hace florecer la excelencia y todas las artes.
Así pues no basta merecer los premios, la gloria, y los honores debidos a esta excelencia (los
cuales hay que buscar prácticamente en las antípodas y aún así llegan tarde o nunca); hay
que ser argonautas también (…)

El vellocino de oro que persiguen los argonautas es el reconocimiento de los europeos, como
vimos más arriba, siempre deseado y buscado por los americanos y siempre escatimado por los
peninsulares. Ante esto, toda una primera etapa del discurso llamado criollista o protocriollista
(Lavallé 2002) hace hincapié, justamente, en una autoexaltación y ubicación al nivel de los
españoles, es un “alegato en favor de la hispanidad sin tacha ni decadencia de los españoles
nacidos en América.” (4)

La imagen que Lima proyectaba de sí misma no encuentra resquicios de mediocridad, y para


terminar leeremos el modo satírico en el que el poeta limeño Juan del Valle y Caviedes nos habla
de ello:

Vieja: ¿Luego todas las plausibles


pompas, que el vulgo celebra
de esta confusa Babel,
de esta fabulosa Creta,
de esta imaginaria Menfis,
de esta fantástica Atenas,
son, según la descripción,
que tu relación expresa,
perspectivas aparentes
de humo que el viento subleva
en ficticios obeliscos
a desvanecida esfera?
Peri: Son eructos sin sustancia
en los faustos que bostezan,
oropel sin fundamento
el del relumbrón que afectan:
todo paja, ningún grano,
cascos vanos, tripas huecas,
mucho ruido, pocas nueces,
muchos dones, pocas rentas.
Bibliografía citada

Alecio, Adriano de. EL / ANGELICO / ESCRIVELO CON / ESTILO DE POETA / LIRICO / EL PADRE FRAY

ADRIANO / DE ALECIO. / DEL ORDEN DE PREDICADORES / natural de Lima. Impreso en Murcia por

Estevan Liberòs / Año de 1645.

Brading, David. Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867.

Traducción de Juan José Utrilla. México: FCE, 1998.

Herrera, Hernando de. Sermones / varios/ que dixo en el Peru / el M.R.P.M. Fr. Hernando de

Herrera / del Orden de Predicadores, Calificador del Santo / Oficio, Doctor y Catedratico de la

Univer- / sidad de San Marcos de los Reyes. Barcelona: Antonio Lacavalleria, 1675.

Lavallé, Bernard. Las promesas ambiguas. Criollismo colonial en Los Andes. Lima: Fondo Editorial

de la PUCP, 1993.

---. “Americanidad exaltada/hispanidad exacerbada: contradicción y ambigüedades en el discurso

criollo del siglo XVII peruano”. En Sobre el Perú: Homenaje a José Agustín de la Puente Candamo.

Tomo II. Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 2002.

Mazzotti, José Antonio. “Oro material, oro espiritual y exaltación de la patria limeña: el caso de

Buenaventura Salinas”. En Desde el exterior: El Perú y sus estudiosos. Lima: Fondo Editorial de la

Facultad de Ciencias Sociales UNMSM, 2006.

Redmond, Walter. “Juan de Espinosa Medrano: Prefacio al lector de la Lógica”. Fénix 20 (1970):

74-80.

Valdés, Rodrigo de. Fundación y Grandezas de Lima. Madrid: Imprenta de Antonio Román, 1687.

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