Está en la página 1de 3

PATROCINIO SCHWEICKART Y EMILIA PARDO BAZÁN

Déborah Ruiz Cedeño

Patrocinio Schweickart utiliza términos que eran desconocidos para mí en la teoría, pero no en la

práctica. “Leyéndo(nos) nosotras mismas: hacia una teoría feminista de la lectura” es un texto

donde se abordan conceptos como ginocrítica e inmasculación dentro de los estudios literarios.

El primero se refiere al estudio de la mujer como escritora, su trayectoria profesional y a la

evolución y establecimiento de reglas -si es que hay reglas- de la literatura escrita por mujeres. O

sea, es una forma de hacer crítica ligada a la teoría de la recepción, donde se cuestiona el objeto

de arte convertido en fetiche, involucrando cuestiones de género y, por lo tanto, políticas.

La ginocrítica parece surgir como respuesta a las carencias de la crítica dominante,

patriarcal y exclusivamente de hombres, por hombres, para hombres; llena de prejuicios en

contra de las escritoras. Schweickart menciona que “un canon androcéntrico genera estrategias

de interpretación androcéntricas, que a su vez favorecen la canonización de textos androcéntricos

y la marginación de los ginocéntricos” (p. 133), de donde viene la inmasculación, proceso donde

la mujer se identifica con el punto de vista del hombre y con su sistema masculino de valores

-misógino-, duplicando la opresión al denigrar lo femenino y al diluir su identificación con otras

mujeres; pero logrando la identificación con esos personajes que parecen más autónomos.

Relacionado con lo anterior, hay una hermenéutica dual en algunos textos masculinos: una

negativa que revela la complicidad con el patriarcado; y la positiva como la recuperación del

momento utópico.

La mujer lectora, entonces, puede colocarse como una lectora resistente que toma

distancia del texto al notar dichas estrategias. Rodeadas de todo ese canon masculino que
estructuran la experiencia de la relación sujeto-objeto, la dialéctica puede ser dual: una puede

someterse a esa lectura o tomar el control de ella haciendo una lectura doble. En la lectura doble

la lectora tiene en cuenta su condición femenina, pero también reconoce a el otro, al sujeto

masculino; lee lo que el texto ofrece, pero también lo que el texto excluye. En cambio, menciona

la autora, mientras las mujeres tienen más cerca la idea de colectividad, de identificación y de

reconocimiento de las otras personas que le rodean, que coexisten, el hombre -tanto en lectura

como escritura- es más egocéntrico e individualista.

Cuando Schweickart menciona a Rich, es interesante cómo resalta su encuentro literario

con un hombre y con una mujer: del primero, toma distancia y es impersonal, se refiere

meramente al texto; en cambio, decide reconocer a Dickinson y comunicarse desde la dualidad

lectora-escritora desde una proyección subjetiva -por la ausencia real de la escritora-, pero donde

no se funden las voces, sino donde Rich deja en claro su interpretación del texto de Dickinson.

En cuanto a la lectura androcéntrica y a la ginocrítica de “Escuchad”, considero que sí

puede haber una lectura androcéntrica y otra ginocrítica. En la androcéntrica, quizá

desaparecerían los conflictos de género, haciendo de la temática de la narración un asunto

religioso, analizando la intertextualidad desde ese mismo punto de vista; de manera más radical y

simbólica, contextualizando la época de Pardo Bazán, el personaje Polilla debe ser la

representación del tipo de hermenéutica androcéntrica: juzga al personaje de Catalina por el

hecho de ser mujer, infiere que son fantasías y que una mujer bella y filósofa no puede existir,

intentando devaluar la inteligencia de la princesa aunque su nivel de conocimiento y retórica

sean superiores a los de los hombres. Entonces, alguien no involucrando en las críticas
feministas, quizá podría pasar por alto las prácticas y comentarios machistas, tanto de los

personajes en la historia marco como en la historia enmarcada.

Desde una lectura ginocrítica, una de las primeras dudas si realmente hay que pensar la

temática desde la religiosidad, o Pardo Bazán hace una crítica disfrazada -porque existen

restricciones sobre temas que la mujer puede o no tocar- al campo intelectual dominado por

hombres y, por ello, elige a un narrador masculino (el eclesiástico) a que cuente la historia de

Catalina, como técnica para desprenderse o despersonalizar esa crítica.

Además de crear un personaje inteligente como Catalina, también la configura dueña de

sí misma: de su cuerpo, de sus decisiones y de su pensamiento. Cuando Maximino quería

desposarla haciéndole elogios sobre su inteligencia, convirtiéndola en “curiosa y deseable”

-como si fuera un caso extraordinario entre las mujeres, denigrando a las otras, enalteciendo a

una-, ella lo rechaza y él queda rencoroso y con el ego dañado.

Una mujer superior a los hombres los ponía en ridículo, según la narración. Al pensar en

el contexto personal y el de la escritora, existe una gran preocupación de los hombres por

sentirse inferiores a las mujeres, en cualquier aspecto -intelectual, político, económico-, así que

puede ser un reflejo de las creencias de la época. No sólo el sentimiento de inferioridad, si no

también los ataques de odio a mujeres brillantes, como el ejemplo que otorga de Hipatia de

Alejandría o la burla de Maximino al tomar como loca a la princesa refiriéndose a su esposo

invisible. Al lado de mujeres inteligentes y curiosas, coloca a hombres como Polilla que se dejan

guiar por los prejuicios de cómo debe ser una mujer, cómo debe comportarse o verse, etc., y,

aunque Catalina “rompa” con los estereotipos, podemos sentirnos identificadas -en mayor o

menor medida- con ella desde la intelectualidad y la toma de decisiones.

También podría gustarte