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Jesucristo Superstar Andino: La curiosa versión de TVN, en plena

dictadura, con charangos y zampoñas

«Jesucristo Superstar» debe ser una de las propuestas más atractivas en la poca creativa parrilla de
Semana Santa que se ve habitualmente en la TV abierta de Chile. Sin embargo, no es la más utilizada. Es
ya tradicional desde hace décadas asistir a las mismas versiones de películas como «El manto sagrado»,
«Jesús de Nazareth», «Los Diez Mandamientos», «Quo Vadis» o «Ben Hur» en un déjà vu aburrido y
demasiado previsible.

En plena dictadura, TVN tiene a su haber una apuesta que -pasados los años- puede ser considerada -al
menos- kitsh para la época. Se trata de una jugada que busca ser maestra, preparada por un grupo de
productores, músicos y actores que luego le darían el palo al gato con el icónico prograna «Jappening con
Ja».

Corre el año 1977. Sólo cuatro años antes había sido el estreno mundial de la impactante película en la
que la historia de Jesús se cuenta al ritmo del rock. En 1971 había sido su estreno teatral en Broadway.

Se trata, sin duda, de una propuesta con intenso impacto mediático que se cuela con todo en América
Latina cuando en 1975 surge la versión española, encabezada por los grandes Camilo Sesto y Ángela
Carrasco como Jesús y María Magdalena, respectivamente.

Para 1977 la obra es plenamente conocida en Chile, la película lleva casi tres años dándose a tablero
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dictadura, con charangos y zampoñas

vuelto en la potente pantalla Súper Cinerama del antaño cine Santa Lucía (Alameda con San Isidro) y
existen opiniones encontradas sobre ella.

Mientras unos elogian la propuesta de los autores Andrew Lloyd Weber y Tim Rice –los mismos creadores
de «Evita»- otros protestan porque se presenta a un Jesús lejos de su aura divina, temeroso ante lo que se
viene tras llegar a Jerusalén. No por nada la obra pasa tres décadas sin ser aceptada por El Vaticano.

En ese contexto, un grupo compuesto por Jorge Pedreros, Fernando Alarcón y Eduardo Ravani deciden
tomar la «papa caliente» y achuntarle a dos pájaros de un tiro en la TV local: mostrar que se puede hacer
una producción televisiva desafiante en el Chile que se acerca a los 80 y dotar de un gran éxito al principal
programa de TVN.

Se trata del hoy olvidado «Dingolondango», que intenta ser el «Sábados Gigantes» del canal 7, pero en día
domingo. Para eso, la estación repatria al animador Enrique Maluenda, quien en esos años desarrolla una
exitosa carrera en Puerto Rico.

Con una modulación totalmente ajena al común de los chilenos, con una dicción a toda prueba y con un
particular formalismo, Maluenda -sin embargo- consigue el afecto del público. Tal como «Sábados
Gigantes», «Dingolondango» tiene una maratónica duración, se hace en vivo y en directo y termina a la
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dictadura, con charangos y zampoñas

hora de las noticias.

Para darle masividad, el programa se hace desde el entonces Teatro Casino Las Vegas, hoy Teatro
Teletón, con un público entusiasta que se alegra de presenciar versiones locales de obras musicales como
«My Fair Lady», con el propio Maluenda como el profesor Higgins, Gloria Benavides personificando a Eliza
Doolitle y Jorge Pedreros en el papel del coronel Pickering.

Poco a poco el programa comienza a estar presente en atractivos hechos de la época, como la transmisión
en directo de la última parte del récord mundial logrado por el locutor de la entonces radio Minería, Juan
Carlos Gil, quien permanece más de 60 horas frente al micrófono.

El programa va viento en popa en su segunda temporada. Incluso su formato logra ser atractivo para los
televidentes, ya que en cada edición entrega donaciones a diversas instituciones.

En una de las emisiones llega a participar el propio Don Francisco, quien conoce ahí al presidente de la
Sociedad Pro Ayuda al Niño Lisiado, siendo la semilla del proyecto que al año siguiente se conoce como
Teletón.

El éxito de Jesucristo Superstar, cuya versión en cine sigue concitando público, y la llegada de la Semana
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Santa al segundo año del programa elaborado por el trío de productores Pedreros, Alarcón y Ravani hace
que se les ocurra una jugada audaz y curiosa: una versión chilena de la obra que mezcle una parte pre-
grabada y un apoteósico final en vivo.

A eso suman un aspecto que, como se apunta, ubica esta propuesta -al menos- como kitsh: se trata de un
Jesucristo Superstar «andino»…

El director de orquesta y arreglador musical Horacio Saavedra asume la tarea y para seguir a pie juntillas
el «calificativo» suma al grupo Taller en la participación, sumando sonoros charangos y zampoñas, en una
época en que esas propuestas sónicas no eran usuales y -más bien- se consideran de «izquierda».

Para hacerla posible de encajar en un programa de TV, se hace una propuesta reducida de la versión
española, grabándose quince de los veinticinco temas que componen la edición de Camilo Sesto.

Así, por ejemplo, se pasa de la clásica introducción al tema «Todo estará en paz», saltándose la potente
«Canción de Judas», la atractiva «Dinos lo que va a pasar» y la muy funky «Realmente extraño».
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dictadura, con charangos y zampoñas

Es más, en algunas canciones se varía la letra para encajar el concepto «andino». Por ejemplo, en «Palacio
de Pilatos» en vez de cantar “Oh, tú eres Jesucristo/ el que arma tantos líos/ te llaman rey de los judíos” se
cambia a “Oh, tú eres Jesucristo/ el que arma tantos líos/ te llaman rey de los indígenas”.

También, en «Juicio ante Pilatos», en la letra de Caifás que expresa “Roma será quien juzgue a Nazareth”
se canta “Inca será quien juzgue a Nazareth”.

Como todo esto se hace en plena dictadura, en el canal oficial, también se cambian algunas letras que
pueden ser «mal entendidas». En la canción «Todo estará en paz», por ejemplo, en la letra de Judas que
señala “Hay gente con hambre” se varía a un lírico “Hay gente con ansias”.

En la respuesta de Jesús donde Camilo Sesto canta “Siempre habrá pobres y habrá pobreza, no dejarán de
luchar” se suaviza a una muy poco elegante «Siempre habrá pobres y habrá pobreza, no dejarán de
pedir».

Lo raro es que -claramente- se les pasa una complicada segunda estrofa de «Hossana», en la que un
inspirado Jesús le dice al Sumo Sacerdote “No pretenderás al pueblo callar/ nadie podrá nunca
detenerlos”.
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dictadura, con charangos y zampoñas

Las grabaciones se tratan de hacer en máximo secreto, es una «bomba» televisiva que se quiere
presentar en riguroso «vivo y en directo», pero la prensa comienza a darle connotaciones de súper
producción al proyecto, por lo que se genera interés.

En TVN se escogen las dunas de Concón y el cerro San Cristóbal como escenografías naturales, mientras
que el papel de Jesús lo toma Patricio Donaire, cantante que por ese tiempo comienza su carrera. Su
cabello negro pasa a castaño claro para la obra. Aunque puede ser el gran salto de su carrera, lo cierto es
que tras personificar al Hijo de Dios, nunca más se sabe de él.

Como Judas aparece un exitoso Paco Mairena, en ese momento cotizado coreógrafo del canal. A ratos
sobreactuado, la escena de la muerte del apóstol traidor bien puede pasar a la historia como el
antecedente del personaje Evaristo Espina, en el posterior programa «Jappening con Ja».

Judas termina cayendo por un barranco playero, notándose demasiado que se trata de un muñeco, tal
como ocurría -con tintes más humorísticos, por cierto- con el personaje de La Oficina, cuando se auto-
castigaba desde el noveno piso de Mandiola y Compañía.

María Magdalena fue personificada por una potentísima Maitén Montenegro, reconocida show-woman que
hace una performance espectacular. Eso sí, como es una versión «andina», su personaje luce varios
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dictadura, con charangos y zampoñas

ornamentos mapuches.

Poncio Pilatos es personificado por Fernando Alarcón, cuyo registro –hay que decirlo- también tiene rictus
que luego se reconocerían en su clásico personaje Canitrot, de La Oficina. Sobre todo, cuando el santo
patrono de los beodos decía que se transformaba en Canatrán.

Alfredo Herrera, conocido como «El Mulero Solitario» -ya que forma parte del trío humorístico Los Muleros,
quienes alcanzan cierto grado de éxito en los años 70 con un hunor parecido al de Les Luthiers, guardando
todas las proporciones del caso- encarna a Caifás, buscando aprovechar sus tonos bajos tal como en la
versión española. No es una tarea siempre lograda por el chileno.

Y en el papel de Herodes, el mismísimo Eduardo Ravani ataviado con una peluca muy similar a la que
usaría un año después al personificar a la Poti en el «comercial» de «Gargarín», en el «Jappening con Ja».

Lo cierto es que con todos sus errores, la producción concita atención del público y los medios. A los
aspectos citados cabe incluir descoordinaciones entre los bailarines, una estética con marcadas
incoherencias y una precariedad técnica que -a veces- resulta muy notoria.
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dictadura, con charangos y zampoñas

Hay algunas cosas que muestran poca rigurosidad, ya que en la emisión los autores son nombrados de
manera incorrecta (Lloyd Weber y Rice) y sólo como «Música Original».

Para la época, sin embargo, la producción causa real impacto. Tiene momentos interesantes, como el
comienzo, en el que hay un buen manejo de guión y una muy acertada introducción audiovisual. Tiene una
iluminación bastante aceptable, a cargo de Carlos Ruz, el camarógrafo que en 1982 muere en El Salvador
cubriendo el conflicto centroamericano, y tomas que resultan atractivas.

La cobertura de los medios es intensa antes, durante y después del programa, los actores pasan muchas
anécdotas porque para las escenas finales en el teatro -a falta de una mejor producción- deben trasladarse
con los atuendos de la obra en taxis, cuyos conductores no entienden qué pasa y muchos de ellos se
acercan a Carabineros.

El país se detiene para ver la parte final en vivo y en directo. En la prensa se discute por qué los azotes
que recibe Donaire se ven tan reales.

Mientras «Dingolondango» marca un hito con la producción, lo cierto es que a muchas autoridades
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militares del canal no les gusta para nada lo que ven en pantalla.

Demasiados pelos largos, que van contra la estética uniformada de esos años; muchos hombres
personificados de maneras marcadamente femeninas, mucho maquillaje; variadas letras vociferantes por
la justicia. Y por cierto, demasiadas zampoñas y charangos para ser un programa de la TV oficialista.

Los retos se hacen a puertas cerradas, eso sí. El éxito mediático de la versión es notorio. La producción
funciona también como un activo semillero en TVN.

El principal asistente de dirección de la obra es Yuseff Daruich, quien años después dirige el exitoso
programa «Magnetocospio musical». Horacio Saavedra se consagra como un eficiente arreglador musical,
que lo deja con un puesto casi vitalicio en el Festival de Viña del Mar. Y, por cierto, Ravani, Pedreros y
Alarcón demuestran todo su potencial creativo y de producción, lo que les abre las anchas alamedas de
TVN.

Por muchos años se dijo que las grabaciones habían sido mandadas a quemar por las autoridades
militares, como una forma de asegurar que nunca se volviera a ver esta aventura «andina».

La casualidad quiso que, décadas después, alguien vendiera una copia en el persa BioBio y que otra
persona la subiera el año 2012 a internet.
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dictadura, con charangos y zampoñas

La propia estación lo publica en su instancia oficial de Youtube el 13 de abril del año 2017, subrayando
que a «cuarenta años de su estreno, revive en esta Semana Santa el musical Jesucristo Superestrella». El
canal lo suma también a su parrilla internacional.

Pero básicamente es gracias a internet que es posible conocer hoy esta curiosa versión de TVN sobre la
pasión de Cristo que, en plena dictadura, suena con quenas, zampoñas y charangos.

** La inclusión de este video se hace sin ningún afán comercial y tomando el link respectivo de
Youtube para compartir.

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