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Extracto

CAPÍTULO IV

EL APEGO EN LA ADULTEZ

1. El salto cualitativo: La Entrevista de Apego para Adultos

¿Cómo aparecen las representaciones mentales de apego en los adultos? Estudiar los
estilos interpersonales de los niños, y las consecuencias que los patrones de apego tienen en
su desarrollo lleva inevitablemente a la pregunta de cómo persisten estas estructuras mentales
en la adultez.
La investigación en el apego dio un paso trascendental cuando George, Kaplan y
Main (1985) propusieron una manera cualitativamente distinta de evaluar las
representaciones de apego. ¿Cómo pesquisar las representaciones de apego en la adultez?
Observar en forma directa la conducta de apego, generando una situación experimental de
estrés, y observando la manera en que la persona busca consuelo en sus figuras de apego,
Inés Di Bártolo
El apego: cómo nuestros vínculos nos hacen quienes somos

como hacemos en la Prueba de la Situación Extraña no es una opción. Tampoco podemos


confiar en la imaginación: lo que una persona adulta dice que haría en una situación
estresante no necesariamente refleja lo que efectivamente haría, no porque mienta, sino
porque hay demasiado juicio conciente involucrado. Mary Main y sus colegas diseñaron un
instrumento nuevo, la Entrevista de Apego para Adultos que constituye una ingeniosa
manera de “tomar por sorpresa al inconciente” (George, Kaplan y Main, 1985).
La Entrevista de Apego para Adultos es una entrevista semiestructurada, muy
demandante, que consta de 20 preguntas. En ella se le pide al entrevistado que describa
aspectos de la relación con sus figuras de apego en la niñez, y luego, que dé ejemplos
concretos que ilustren tales descripciones. Por ejemplo, se le pide que elija cinco adjetivos
para describir su relación infantil con cada uno de los padres, y luego que relate recuerdos
específicos que ilustren cada una de las cualidades elegidas. Se le pregunta también qué hacía
de niño cuando se sentía mal, física o emocionalmente. Se indaga sobre ciertas experiencias
concretas de relación con las figuras de apego, incluyendo experiencias dolorosas, algunas
comunes (e.g. separaciones, enfermedades, rechazo), y otras mucho menos comunes como la
pérdida o el abuso en la niñez. Se le pregunta por qué piensa que los padres fueron con él
como fueron, y se le pide que evalúe la influencia de sus experiencias infantiles en su
personalidad. La entrevista llega al momento presente, ya que hacia el final, se le pide al
entrevistado que describa los cambios en la relación con sus figuras de apego desde la
infancia hasta la actualidad.
Lo extraordinariamente original Entrevista de Apego para Adultos es la manera de
evaluar las respuestas de las personas a la entrevista. La evaluación no está centrada en la
cualidad positiva o negativa de las experiencias de apego, sino en la cualidad del relato. No
importa lo que la persona cuenta sino cómo lo cuenta. Lo fundamental no es lo que vivió con
sus figuras de apego -el contenido de lo que narra- sino cómo puede pensar y narrar sus
experiencias con ellas y cómo las valora: la forma en que organiza su relato, categoriza sus
experiencias, revisa y justifica sus apreciaciones, se conecta emocionalmente, y tomando
perspectiva, puede pensar sobre el efecto de lo que vivió y observarse a sí misma. La
atención no se centra en lo que la persona hacía con sus figuras de apego, sino en en lo que la
persona piensa sobre lo que hacía con sus figuras de apego. Según las mismas autoras, con la
Entrevista de Apego para Adultos se produjo un “movimiento del nivel de la conducta al
nivel de la representación”.
Inés Di Bártolo
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La influencia de este instrumento fue inmensa. Atrajo, y atrae aún, la atención de


todos los especialistas de la salud mental. Abrió el campo de la teoría y la investigación en el
apego, ya muy reconocido por los clínicos de niños, a los clínicos de adultos. Es que esta
entrevista logra capturar un aspecto esencial del funcionamiento mental: la integración. La
integración se traduce en la entrevista como la coherencia, i.e., la capacidad para pensar en
forma organizada, creíble, consistente y valorativa la propia historia vincular.
En la entrevista no sólo indaga sobre las experiencias concretas de apego en la niñez
(e.g. “Describa cómo era la relación con sus padres cuando era pequeño”), sino también sobre
cómo la persona reflexiona actualmente sobre ellas (e.g. ¿Cómo piensa que lo que vivió
cuando era chico influyó en la persona que es hoy? ¿Qué espera que a su hijo le quede de la
experiencia de haber sido su hijo?”). Estas preguntas exigen que la persona tome una
perspectiva mental sobre lo que piensa y lo que siente, i.e., que reflexione sobre sus
pensamientos y sentimientos. Main et al. llamaron a esta capacidad “monitoreo
metacognitivo”; y más tarde Fonagy et al. (1998), la llamaron “capacidad reflexiva”. Alude a
la medida en que un adulto es capaz de observarse a sí mismo, de tomar perspectiva, de
pensar sobre lo que piensa y siente. La evaluación de esta capacidad con respecto a las
experiencias de apego es un aspecto central de cómo es el estado mental con respecto al
apego de una persona.
Otro aspecto fundamental es la coherencia. No necesariamente lo que una persona
dice que piensa y siente sobre la relación con sus figuras de apego es lo que esa persona
piensa y siente sobre la relación con sus figuras de apego. Esto no implica que esté
mintiendo. La información sobre cómo es la relación con las figuras de apego se almacena
simultáneamente en distintos sistemas de memoria. Entre ellos, dos básicos son la memoria
episódica y la memoria categorial. La memoria episódica contiene información almacenada
en forma de detalles autobiográficos, fechados históricamente. Son episodios, y cada uno
tiene su propio lugar en la historia personal. En contraste, la memoria categorial está
conformada por información general sobre el mundo, sobre uno mismo y sobre los otros. Son
categorías, definiciones. Entre lo que está almacenado en uno y otro sistema puede haber
discordancias. Esto daría lugar a inconsistencias entre las descripción general que la persona
produce sobre su figura de apego y lo que recuerda concretamente cuando quiere ilustrar la
descripción dada, en términos de anécdotas, de episodios específicos. Puede ser que describa
a la relación con su padre como cariñosa, pero cuando tiene que buscar un ejemplo en el que
se vea cómo era cariñosa, no pueda encontrar ninguno, o dé uno muy superficial o
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contradictorio. La etiqueta de la caja no se corresponde con el contenido. Este conflicto


indica que los dos sistemas de la memoria, categorial y episódica, funcionan en forma
paralela, disociada. Las inconsistencias son indicadores de falta de integración. La Entrevista
de Apego para Adultos está diseñada para detectar las inconsistencias; éste es uno de los
motivos por los que puede tomar por sorpresa al inconciente. Por ejemplo, se le pide al
entrevistado que dé cinco adjetivos o frases que describan la relación con cada uno de sus
padres. A continuación de le pide que produzca un recuerdo específico que ilustre tal
descripción. No poder respaldar la descripción (“Tenía con mi madre una relación de mucha
confianza”) y después no poder dar un ejemplo donde eso se vea en forma específica, sería un
indicador de conflicto entre ambos sistemas de memoria. Lo mismo sucedería si después de
haber dado esa descripción recordara en otros momentos de la entrevista anécdotas que
entraran en directa contradicción con la descripción hecha anteriormente (“Mis hermanos
mayores me trataban mal y muchas veces me pegaban cuando mi madre no estaba pero nunca
se lo conté. Sabía que mis hermanos lo hubieran negado y pensaba que ella no me habría
creído).
La Entrevista de Apego para Adultos aprehende y mide las representaciones de apego
no a través de la conducta o de la historia fáctica de apego, sino como “un estado mental con
respecto al apego”. Este estado mental se infiere de la manera en que las personas tienen
integrados sus recuerdos y dan sentido, inteligibilidad e importancia a sus experiencias
tempranas. La verdad narrativa importa más que la verdad fáctica. Lo que se evalúa en la
adultez no son las características específicas de la relación con su figura de apego, actual o
pasada, sino algo más abarcador y difícil de aprehender: su forma de pensar y valorar las
relaciones de apego y sus efectos. La relación de un adulto con su figura de apego en la niñez
puede haber sido negativa, pero si su descripción de ella, aunque negativa, es coherente, clara
y consistente, su representación de apego es considerada segura. Del mismo modo, una
persona puede describir muy positivamente a su figura de apego, pero si la descripción es
vaga, confusa, incompleta, o incoherente, su representación de apego se considera insegura.
La Entrevista de Apego para Adultos confirma una de las premisas centrales de la teoría del
apego: que un elemento clave para alcanzar o mantener la salud mental es poder
experimentar, expresar y regular las emociones vinculadas con las figuras de apego. Mientras
que en un niño estas capacidades pueden observarse en su conducta con la figura de apego en
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un momento de estrés 1, en un adulto pueden observarse en la narración de su historia


vincular: en su posibilidad de acceder en forma libre y coherente a los recuerdos
emocionalmente significativos. Se busca evaluar si la persona puede contar la historia sobre
la propia historia vincular experimentando -con acceso a la gama completa de emociones-,
expresando -con la habilidad para transmitir clara y vívidamente- y regulando -con la
capacidad para recordar regulando, sin quedar inundado por el afecto. Desde una perspectiva
psicodinámica, la seguridad en el apego adulto debería reflejarse en una integración
coherente del nivel consciente e inconsciente de la mente (Steele & Steele, 2008), que
resultaría en una historia organizada, clara, consistente y dotada del afecto adecuado.

2. La coherencia y la integración mental

¿Cómo se logra analizar en estos términos la entrevista? Main y Goldwyn (1984;


1998) construyeron originalmente dos grupos de escalas para el análisis de la entrevista: uno
centrado en el análisis de la cualidad de las experiencias, y otro centrado en el análisis de
cómo estas experiencias son narradas. El primer grupo se incluye escalas que intentan
aprehender la probable experiencia infantil de esa persona. Evalúan tres aspectos de la
relación con la figura de apego: (1) amor (2) rechazo (3) reversión de roles. Cada uno de los
puntos incluye definiciones detalladas y se clasifica en forma continua con un puntaje de 1 a
9. La probable experiencia infantil que la persona tuvo con cada uno de sus padres se evalúa
en forma independiente.
El segundo grupo de escalas se centra en la cualidad del relato, en cómo estas
experiencias son narradas y en cuánto la persona puede valorar su importancia. Estas escalas
permiten evaluar el estado mental actual con respecto al apego. Son cinco: (1) idealización,
(2) enojo, (3) desvalorización (4) insistencia en la imposibilidad de recordar, y (5) coherencia
total de la entrevista.
La última escala, la de la coherencia, es el elemento central en el análisis de las
entrevistas. Main señala que un discurso coherente está basado en lo que el lingüista y
filósofo Grice (1975) llamó “el principio cooperativo”. Según este autor, el discurso ideal,

1En la SST con un niño pequeño se puede observar la falta de coherencia en su conducta
cuando luego de una situación que lo estresó -separarse de su figura de apego en un lugar
desconocido- al recuperarla, no la utiliza (evitativo), o no se calma (ambivalente) o se
comporta en una forma extraña o incomprensible (desorganizado).
Inés Di Bártolo
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que permite con éxito el intercambio comunicativo, debe cumplir con cuatro máximas
básicas:

1. Cantidad: Sé completo, pero sucinto. Hay que dar la cantidad necesaria de


información, no más, ni tampoco menos.
2. Cualidad: Sé sincero y ten evidencia para lo que dices. No hay que decir algo falso o
para lo cual no se tienen pruebas suficientes.
3. Relevancia: Di lo que sea relevante. Hay que mantener el foco de la conversación y
evitar las digresiones que apartan del tema del que se está hablando.
4. Forma: Sé claro y ordenado. Hay que evitar las ambigüedades y las expresiones
oscuras o complicadas.

Estos principios forman parte de toda conversación en forma implícita. Sustentan la


comunicación. Damos por sentado que nuestros interlocutores respetarán estas máximas, y
que al hablar darán una información veraz, relevante al tema, que esté expresada con claridad
y que sea completa. Estas normas conforman lo que Grice denominó el principio de
cooperación en el intercambio comunicativo. Se aplican también a las respuestas a la
Entrevista de Apego para Adultos, de tal modo que la cualidad de las respuestas a la
entrevista puede interpretarse desde la violación o adherencia las máximas. Las escalas
originales diseñadas para analizar la entrevista se complementan con el análisis del
cumplimiento de las normas de Grice para el análisis del discurso.
A lo largo de la entrevista la persona se enfrenta con la doble tarea de producir
recuerdos y de reflexionar sobre ellos. Al mismo tiempo que tiene que mantener un discurso
coherente y organizado siguiendo las reglas de la comunicación de Grice.

Básicamente, la clasificación de la entrevista incluye cuatro puntos:


a. ¿Cuán objetivas, realistas parecen ser las descripciones y la evaluación que el
entrevistado hace de esas experiencias?
b. ¿Cuán cooperativo es su discurso?
c. ¿Cuánto valora el entrevistado sus experiencias vinculares de apego?
d. ¿Es capaz de pensar sobre lo que piensa y siente? (monitoreo metacognitivo)?
Inés Di Bártolo
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Como resultado del análisis se clasifican las representaciones de apego del


entrevistado siguiendo las categorías clásicas:

ENTREVISTA DE APEGO PARA PRUEBA DE LA SITUACIÓN


ADULTOS DESCONOCIDA

Libre/Autónoma Segura

Evitativa Evitativa

Preocupada Resistente o Ambivalente

No resuelto-Desorganizada Desorganizada/Desorientada

La Entrevista de Apego para Adultos da acceso a cómo una persona piensa y cuenta
su historia vincular. Las personas cuyas representaciones son clasificadas como
autónomas/libres o seguras logran hacer de sus experiencias vinculares en la niñez un relato
claro, completo, que parece objetivo y es, al mismo tiempo, vívido y fresco. No es un
discurso aprendido o excesivamente racional, sino que parece espontáneo y sincero. La
cualidad emocional está presente, pero no inunda el relato. Frente a lo que sucedió es claro el
paso del tiempo, y la posibilidad de tomar perspectiva y distancia emocional. Esto no implica
que la persona quite valor emocional a sus experiencias tempranas con sus figuras de apego;
muy por el contrario, las personas seguras aprecian fuertemente su importancia. Valoran los
efectos que estas experiencias tuvieron en ellos tanto en el pasado como en la actualidad. El
contenido de lo que cuentan puede ser positivo o negativo, pero a lo largo de toda la
entrevista estas personas logran comunicar con claridad la cualidad de sus experiencias con
las figuras de apego de su niñez. En su discurso se pueden encontrar plasmadas las cuatro
máximas de Grice: su descripción es comprensible, clara y ordenada. Incluye toda la
información necesaria, y puede respaldarse con evidencia. El foco de la conversación se
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mantiene en lo que el entrevistador pregunta, y no hay disgresiones. Las personas de la


categoría segura, pueden enfrentar sentimientos diversos sin que los invadan. Viven en el
presente, pero al mismo tiempo son capaces de valorar el efecto de sus experiencias pasadas
en lo que hoy son. Hay una integración del pasado, y una frontera entre el pasado que es clara
pero que no está defendida. Las personas evitativas, en cambio, se defienden de estar
conectados y conscientes de las situaciones difíciles o dolorosas de su infancia, y minimizan
su importancia. Las personas preocupadas, por su parte, están poco defendidas de los
sentimientos dolorosos de su infancia, y les prestan una atención compulsiva y máxima,
quedando invadidas por ellos (Steele & Steele, 2008).
Por otra parte, las personas seguras a lo largo del relato tienen varias instancias de
reflexión. Es evidente que han logrado tomar una perspectiva mental de sus sentimientos y
pensamientos: no sólo sienten y piensan, sino que además reflexionan sobre lo que sienten
piensan. Pueden hacer disquisiciones como “Ahora veo mi relación con mi madre en forma
distinta a como la veía cuando era chica. Yo pensaba que mi madre me rechazaba a mí; hoy
creo que lo que pasaba era que ella estaba deprimida y se retiraba emocionalmente. No sólo
de mí, sino de todo.” Saben también que lo que piensan no es necesariamente equivalente a lo
que es, y que, para cualquier persona, es limitada la posibilidad de distinguir apariencia y
realidad: “Yo pienso que en realidad sus hijos no le importábamos mucho pero tal vez era
que no podía demostrarlo; los padres de ella eran también distantes, y ella era una mujer muy
limitada en la expresión de cariño. Quizás le hayamos importado más de lo que yo creo.” En
general, en las personas seguras con respecto al apego se observa una forma de perdón hacia
los padres. Aun cuando cuenten relatos de infancias difíciles, intentan, aunque sea
implícitamente, comprender y toman una perspectiva diferente de la que tenían cuando eran
niños. Las personas seguras tienen lo que se considera un estado mental con respecto al
apego libre y autónomo. No están preocupadas por temas pasados, ni necesitan disociarlos o
evitarlos.
Las personas evitativas por lo general hacen narraciones breves, y más incompletas. A
veces las descripciones de sus relaciones tempranas son muy positivas, pero cuando tienen
que fundamentar su valoración no pueden hacerlo, o su fundamentación es general. Por
ejemplo pueden decir: “Mi padre era un gran sostén para mí. Hablábamos poco, pero no
había necesidad de palabras, porque entre nosotros la comunicación fluía por otros carriles.
Yo sabía que él estaba para mí siempre, aunque no me lo dijera. Era suficiente con que me
mirara; y yo sabía que me había entendido.” A pesar de que es una descripción positiva, es
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muy vaga, y parece estar idealizada. No es vívida ni contiene los detalles que permitirían
encarnarla y volverla real y creíble. Viola la máxima de calidad de Grice, ya que no presenta
evidencia para lo que dice. Puede suceder también que a lo largo de la entrevista aparezcan
historias que contradicen la descripción general. Una persona puede haber hecho una
descripción de su madre como una persona siempre atenta y conectada, y luego contar en otra
parte de la entrevista que la madre nunca supo que era discriminado y burlado por sus
compañeros de curso durante dos años en la escuela primaria. Se encuentran discrepancias
internas, tanto cuando los adjetivos positivos no son respaldados o cuando entran en
contradicción con las historias narradas en otras partes de la entrevista. Estas discrepancias
indican idealización Las personas evitativas presentan fallas en la coherencia y en la
integración de los recuerdos. A veces tienen mucha dificultad para recordar, “No me acuerdo,
no puedo precisar algo de hace tanto tiempo”, o directamente son muy generales “Mi infancia
fue muy normal, como todas. No hubo nada relevante o especial.” Son respuestas que violan
la máxima de cantidad de Grice. Son demasiado escuetas, falta información. A las personas
cuya representación es cuesta describir su relación con sus padres, y cuando lo hacen, no
pueden dar ejemplos que ilustren la descripción. La comprensión que tienen de sus
experiencias como hijos es tan incoherente que no pueden recuperar los recuerdos
correspondientes. Entre las personas evitativas también se encuentran muchas veces la
desvalorización de los efectos de las experiencias vinculares tempranas. “Yo soy lo que soy,
más allá de lo que me pasó. Puedo decidir qué ser. En todo caso, lo que tuve que superar me
fortaleció.” Minimizan la importancia de las experiencias de la niñez con sus padres en su
funcionamiento presente, y parecen disociar los afectos. Las descripciones que las personas
evitativas hacen de sus padres y de su infancia, típicamente toman una de tres formas: la
idealización, que frecuentemente está acompañada de pocos recuerdos concretos; la
desvalorización, que frecuentemente acompañada de descripciones de autosuperación y
fuerza personal; y la restricción, en las que el relato en general parece desafectivizado.
Las personas preocupadas con respecto al apego no pueden organizar una historia
clara y ordenada de sus vínculos infantiles. Parecen abrumados por sus experiencias pasadas.
Quedan inundados por los afectos pasados, y sus historias suelen ser intensas. A veces narran
las experiencias infantiles como si fueran presentes. “Algo que no puedo soportar es lo sola
que me sentí siempre. Siento todavía el odio y la impotencia, y si mi madre cree que ya me
olvidé está equivocada. Es algo que me enfurece.” Hablan de la relación con sus padres
cuando eran chicos como si los temas conflictivos estuvieran sucediendo ahora. En vez de
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recordar reviven. Están activa y furiosamente preocupados por las fallas de sus padres.
Parecen enredados en el pasado y en su historia. Están todavía muy involucrados en las
relaciones tempranas con sus padres como para tomar la perspectiva que les permita
describirlas y evaluarlas con coherencia. Una forma más pasiva de preocupación se observa
en algunas narraciones que son largas y disgresivas. En ellas, las personas tienen dificultad en
mantener el foco en lo que se les pregunta y se van de tema. “Lo que le cuento me hace
acordar a una escena que vi en la calle el otro día: había una madre que le estaba hablando
muy mal a su hija. Tuve ganas de intervenir. ¿No se dan cuenta de la diferencia que hay entre
un chico y un adulto?”. Su narración es a veces confusa, llena de frases vagas o de clises
psicológicos. Pueden recordar hechos de su infancia, pero no pueden presentar una
descripción sucinta y clara. En su discurso, estas personas violan las máximas de claridad,
cantidad y relevancia de Grice.
Las personas clasificadas como desorganizadas/no resueltas son personas que
sufrieron pérdidas o traumas importantes, y que no pudieron elaborarlas. El trauma está
presente todavía, y tiene efectos que se traducen en fallas específicas de pensamiento o de la
evaluación de la realidad. Estas personas pueden, por ejemplo, afirmar que un pensamiento
de ellos en la infancia tuvo efectos en la realidad (una persona se lastimó porque yo deseaba
que algo le pasara), o que una persona querida, muerta en la infancia, les hablaba o los
visitaba. Las fallas en el razonamiento se presentan cuando están hablando de las
experiencias de traumáticas, que no están resueltas. Es allí que se produce una interrupción
de la coherencia y la lógica que esa persona presentaba en su descripción hasta ese momento.
Hay un cambio abrupto en el estado y la coherencia mental. Las preguntas de la entrevista los
llevaron a hablar de una situación traumática del pasado, y rememorarla, en vez de
permitirles tomar perspectiva, en vez de dar lugar a la construcción de un sentido coherente
de cómo el pasado influyó en el presente, genera un proceso sin regulación. La persona
cambia de golpe y se activan estados emocionales y mentales no resueltos, que no están
integrados al resto de la corriente de pensamiento. 2 La persona pierde lógica y entra en un
pensamiento caótico, mágico, confuso o incoherente.

2 Una mujer, que había llevado a cabo la entrevista sin problemas, mostró las fisuras en su
monitoreo metacognitivo en el momento de responder a la pregunta por las pérdidas. Contó
que cuando su padre había muerto, a sus 13 años, ella por varios meses había evitado
acercarse a la ventana del edificio donde vivía porque temía ver en la planta baja a su padre, y
que él desde allí la llamara. No quería verlo, dijo, porque sabía que si él me llamaba, yo me
hubiese tirado por la ventana a buscarlo. Esta idea, a pesar de ir en contra del criterio de
realidad, era expresada como un hecho, sin evaluación metacognitiva alguna.
Inés Di Bártolo
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A las entrevistas desorganizadas se les asigna complementariamente alguna de las


otras tres categorías, que corresponde al funcionamiento evidenciado en el resto de la
entrevista.

3. Seguridad ganada: La historia no es el destino

La cualidad de las experiencias infantiles que las personas relatan suele guardar
relación con el estado mental de apego, y por lo tanto, con el estilo que tienen para contarlas.
Las experiencias de las personas clasificadas como autónomas / libres indican que fueron
queridas y bien cuidadas por sus padres. Sin que fueran perfectas, sus infancias contienen
predominantemente situaciones positivas y vínculos satisfactorios. En cambio, la experiencia
de las personas que, a partir de su discurso, son consideradas evitativas incluye haber sido
frecuentemente ignoradas, rechazadas o descuidadas en la infancia, aunque muchas veces las
personas evitativas mencionan esto sólo indirectamente en la entrevista. Por su parte, los
preocupados cuentan infancias en las que fueron poco o mal cuidados, rechazados, atacados
o confundidos por sus padres, a menudo cambiantes, deprimidos, o de otra manera
perturbados. También pueden relatar a veces una reversión de roles en la relación con sus
padres: fueron ellos como niños quienes tuvieron que hacerse cargo de sus padres. Las
necesidades infantiles de apego de las personas evitativas o preocupadas no fueron
satisfechas, y estuvieron solos, desprotegidos o abrumados por sus experiencias difíciles a lo
largo de la niñez. Por último, las personas que se encuentran en la categoría desorganizada /
no resuelta relatan frecuentemente traumas graves en la niñez, como el abuso o la pérdida,
que no han podido aun elaborar.
Además de estas, existe una categoría especial, que resulta del cruce particular de las
dos dimensiones, el contenido de las experiencias, la historia fáctica que las personas cuentan
y la manera en que lo hacen. Algunas personas
describen experiencias infantiles negativas, que La seguridad ganada

generalmente se asocian con las categorías inseguras puede ser definida como o
incluso desorganizada. Pero lo hacen de una manera el proceso a través del

coherente, completa y vívida, y al mismo tiempo con cual los individuos la


suficiente distancia emocional. Logran recordar con superan las experiencias

justeza y claridad sin quedar abrumados negativas con sus padres


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afectivamente. Pueden apreciar el impacto de sus experiencias infantiles y son capaces de


pensar y evaluar lo que piensan sobre ellas. Una persona puede contar experiencias pasadas
muy dolorosas o incluso muy traumáticas, describir a su madre o padre como alguien
distante, amenazante y hasta terrible, pero si puede hacerlo en forma coherente, organizada,
consistente, incluyendo lo emocional pero sin quedar inundada, si es capaz de respaldar con
recuerdos concretos descripciones generales, si responde en forma completa sin perder el
foco en lo que se le pregunta, su modelo interno de vínculo será considerado como libre y
autónomo. Estas son las personas, dentro de la categoría de seguras, que configuran un
subgrupo especial, el de seguridad ganada . Es que para evaluar al cualidad de las
representaciones adultas de apego, es más importante la coherencia narrativa que la verdad
histórica. Pesa más cómo se cuenta que qué se cuenta. No es la historia en sí misma, sino
cómo esta historia se procesa mentalmente. El son los hechos, sino su narración, i.e. cómo
están organizados e integrados Las personas con este tipo de seguridad han logrado
sobreponerse a sus historias. La seguridad ganada puede ser definida como el proceso a
través del cual los individuos superan las experiencias negativas con sus padres. Constituye
así una forma de resiliencia. Notablemente, no son entonces sólo los individuos cuyas
experiencias infantiles fueron favorables los que son clasificados como seguros-autónomos.
Muchos individuos que describen una infancia difícil son coherentes y consistentes cuando
describen y evalúan los efectos de sus historias en su vida actual, y son por eso colocados en
esta categoría.
¿Cómo logra alguien alcanzar la seguridad en sus representaciones de apego a pesar
de las experiencias negativas? Rara vez la seguridad ganada resulta de una cualidad interna;
más bien se asienta sobre la relación con otras figuras de apego alternativas, en la misma
niñez o más tarde. Las personas que son capaces de superar un pasado tomentoso
necesariamente recibieron apoyo sostenido y estable de otra figura, ya sea en la infancia o
más tarde en la vida. Esta persona puede ser alguna otra figura cercana en la infancia o en la
adolescencia, más tarde la pareja, o también muchas veces, un terapeuta.
Aunque las personas con seguridad ganada muestran el mismo estado mental con
respecto a los vínculos que las otras personas seguras, la marca de las experiencias negativas
no se borra totalmente. Algunas investigaciones han demostrado que las personas cuya
seguridad es ganada tienen más posibilidades de presentar malestar, un mayor nivel de
sufrimiento e incluso depresión que aquéllas cuya seguridad no es ganada sino continua, que
deviene de sus experiencias positivas
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(Pearson et al. 1994; Phelps et al., 1998; Roisman et al. 2002). Sin embargo que la seguridad
sea ganada o continua no altera la capacidad de una madre de vincularse en forma empática
y eficaz con su hijo. Las investigaciones muestran que las madres cuya seguridad es ganada
tienen la misma –o incluso mayor- capacidad que las madres cuya seguridad es continua de
generar un apego seguro en sus hijos (Fonagy et al., 1994; Roisman et al. 2002). Aun cuando
lo vivido con los padres en la infancia las vuelva más proclives a estados de tristeza y
malestar, quedan a salvo de repetir las conductas negativas con sus hijos a través de su
capacidad para pensar lo que vivieron con coherencia. Así, los padres seguros son capaces de
responder a sus hijos pequeños de tal manera de dar lugar en ellos a un apego seguro.
Rompen así el ciclo de repetición intergeneracional: vivieron como hijos experiencias
negativas pero son capaces como padres de dar a sus hijos experiencias positivas. Esta
posibilidad lleva a la resiliencia a trascender lo individual; las consecuencias negativas se
amortiguan aun para la generación siguiente.
Un grupo de investigadores (Phelps, Belsky & Crnic, 1998) examinó la seguridad
ganada en relación a la transmisión intergeneracional aun más profundamente: ¿el ciclo de
repetición se rompe aun cuando exista la presión de condiciones adversas? ¿Mantienen bajo
estrés las madres cuya seguridad es ganada la capacidad de responder a sus hijos en forma
positiva de la misma manera que las madres cuya seguridad es continua? Esta investigación
estudió a las madres bajo la presión de condiciones estresantes y comparó la forma de
vincularse con sus hijos de mujeres seguras e inseguras. Sólo si las mujeres con seguridad
ganada eran tan efectivas en el cuidado de sus hijos en condiciones altas de estrés como
aquellas mujeres con seguridad continua, podía afirmarse con seguridad que el ciclo de
repetición intergeneracional de prácticas parentales negativas se había roto. Se estudiaron 97
díadas madre-hijo haciendo observaciones domiciliarias, comparando la cualidad de
respuestas de las madres seguras. Los resultados mostraron claras diferencias entre las
madres seguras y las inseguras. En cambio no se encontró diferencia entre las madres cuya
seguridad era ganada o continua. Aun en condiciones de estrés alto las madres cuya seguridad
era ganada respondían a sus hijos en forma positiva, y equivalente a las madres cuya
seguridad era continua. Así, señalan los autores, puede afirmarse que las mujeres con
seguridad ganada rompen el ciclo intergeneracional y exhiben una parentalidad resiliente aun
bajo condiciones de alto estrés.

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