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El principio del Mago: la regla básica

para toda práctica espiritual o esotérica


Hermetismo
Sobre la concentración sin esfuerzo y el establecimiento de una "zona del silencio" para
hacer de la vida una colaboración lúdica con el cosmos.
Autor: cadenaaurea
junio 28, 2016

En sus Meditaciones sobre los Arcanos del Tarot (uno de los grandes clásicos del
esoterismo del siglo XX), Valentin Tomberg nos presenta un viaje hacia el núcleo del
esoterismo, donde el Tarot es el pretexto para establecer los fundamentos de un sendero
de sabiduría eterno (una Sophia perennis).  En su primera meditación, justamente sobre
el arcano del Mago, Tomberg, quien escribió este libro de manera anónima, revela una
fórmula que servirá como cimiente de toda práctica espiritual esotérica. Nos dice que la
clave consiste en lograr un estado de concentración sin esfuerzo, lo cual a su vez
transforma el trabajo en juego  y finalmente permite que todo yugo que hayas aceptado
sea sencillo y cada peso que llevas sea ligero. Esto es, una forma de caminar en el
mundo que es un acercamiento a un modo de vivir y percibir espiritualmente.

El fundamento es aquí “la concentración sin esfuerzo”, un principio que encontramos en


el taoísmo como el “wu wei” y en el hinduismo y en el budismo, si bien no
exactamente, como el samadhi (y el mismo Tomberg cita a Patanjali quien define el
estado de samadhi como la anulación de las “oscilaciones de la sustancia mental”). Este
samadhi es también uno de los tres pilares del óctuple noble sendero del Buda, la vía
que lleva a la iluminación. La concentración de la mente, realizada sin esfuerzo,
produce un efecto también de purificación. Establece, por así decirlo, un silencioso
templo en el centro del ser. Es parte de “sosegar la casa” para partir hacia el encuentro
de la “amada” en la mística de San Juan de la Cruz. 

A continuación nuestra traducción de un pasaje importante de este libro en el que con


una lucidez que conjuga la simpleza diáctica con al éxtasis místico, Tomberg nos inicia
en el camino del esoterismo.  Recomendamos que el lector saboree la lírica del silencio
y que si le es posible haga una meditación en torno a las  palabras. La tradición de
hermetismo cristiano de Tomberg sugeriría la fórmula de la lectio divina (lectio,
meditatio, oratio, contemplatio). Establecer el santo sepulcro del silencio del alma
puede ser algo sumamente provechoso en nuestras vidas y constituye desde este
momento una poderosa herramienta a la cual podemos regresar desde hoy hasta el día
de nuestra muerte:

La concentración sin esfuerzo es la transposición del centro de mando del cerebro hacia
el sistema rítmico –del dominio de la mente y la imaginación al de la moralidad y la
voluntad. El gran sombrero en forma de lemniscata que lleva el Mago, como su actitud
de perfecta soltura, indica esta transposición. Y es que la lemniscata (el ocho horizontal)
no es sólo el símbolo del infinito, sino también del ritmo, de la respiración y la
circulación –es el símbolo del ritmo eterno o de la eternidad del ritmo. El Mago por ello
representa el estado de concentración sin esfuerzo, i.e., el estado de conciencia en el que
el centro que dirige la voluntad ha “descendido” (en realidad se ha elevado) del cerebro
al sistema rítmico, donde las “oscilaciones de la sustancia mental” son reducidas al
silencio y al sosiego, y ya no obstaculizan la concentración. 

La concentración sin esfuerzo –es decir, ese lugar en el que no hay nada que suprimir y
en donde la contemplación se vuelve tan natural como la respiración y el latido del
corazón– es el estado de conciencia (i.e., pensamiento, imaginación, sensación y
voluntad) de calma perfecta, acompañada de la completa relajación de los nervios y los
músculos del cuerpo. Es el profundo silencio de los deseos, las preocupaciones, de la
imaginación, de la memoria y el pensamiento discursivo. Uno podría decir que todo el
ser se vuelve como la superficie quieta del agua, reflejando la inmensa presencia del
cielo estrellado y su armonía inefable.¡Y las aguas son profundas, tan profundas! Y el
silencio crece, perpetuamente… ¡qué silencio! Su crecimiento se lleva a cabo a través
de ondas regulares que pasan, una tras otra, a través de tu ser: una onda de silencio
seguida por otra onda de silencio más profundo y luego otra vez una onda de silencio
aún más profundo… ¿Algunas vez has bebido silencio? Si tu respuesta es afirmativa,
entonces ya sabes lo que es la concentración sin esfuerzo. 

Con el tiempo, el silencio o la concentración sin esfuerzo se vuelve un elemento


fundamental siempre presente en la vida del alma. Es como el servicio perpetuo en la
iglesia del Sagrado Corazón en Montemartre que se realiza en París mientras uno
trabaja, uno interactúa, uno se divierte, uno sueña, uno muere… De la misma forma que
“un servicio perpetuo” de silencio se establece en el alma, esto continua siempre aunque
uno esté trabajando o cuando uno está conversando. Esta “zona de silencio”, una vez
establecida, es un manantial del cual uno puede tomar tanto para el trabajo como para el
descanso. Entonces tendrás no sólo concentración sin esfuerzo, también actividad sin
esfuerzo. Es precisamente aquí que encontramos la expresión de la segunda parte de
nuestra fórmula:

transformar el trabajo en juego

La transformación del trabajo, que es obligación, en juego, ocurre como consecuencia


de la presencia de la “zona de silencio perpetuo”, de la que uno extrae una especie de
secreta e íntima respiración, cuya dulzura logra ungir el trabajo y convertirlo en juego.
Y es que la “zona de silencio” no sólo significa que el alma está, fundamentalmente, en
reposo, sino, sobre todo, que existe un contacto con el mundo celestial o espiritual, el
cual colabora con el alma.  Aquel que encuentra silencio en la soledad de la
concentración sin esfuerzo, nunca está solo. Nunca carga solo el peso que debe de
llevar; las fuerzas celestes, las fuerzas superiores, están ahí participando de ahora en
adelante. Así en verdad se cumple la tercera parte de la fórmula:

haz que todo yugo que hayas aceptado sea sencillo y cada peso que cargas sea ligero,

se vuelve experiencia en sí misma. Puesto que el silencio es el signo del contacto real
con el mundo espiritual y este contacto, a su vez, siempre engendra el influjo de las
fuerzas. Este es el cimiento de todo misticismo, toda gnosis, toda magia y todo
esoterismo práctico en general.
Todo esoterismo práctico está fundado en la siguiente regla: es necesario ser uno en uno
mismo (concentración sin esfuerzo) y uno con el mundo espiritual (tener una zona de
silencio en el alma) para que pueda ocurrir una verdadera experiencia espiritual o
revelatoria. En otras palabras, si uno quiere practicar algún tipo de esoterismo auténtico
–ya sea misticismo, magia o gnosis– es necesario ser el Mago, i.e., concentrado sin
esfuerzo, operando con soltura como si uno estuviera jugando, y actuando en perfecta
calma. Esta es, entonces, la enseñanza práctica del primer arcano del Tarot. Es el primer
consejo, mandamiento o advertencia en lo que concierne a la práctica espiritual; es el
aleph del “alfabeto” de las reglas prácticas del esoterismo. Y de la misma forma que los
números son sólo aspectos (múltiplos) de la unidad, así también todas las otras reglas
prácticas comunicadas por los otros arcanos del Tarot son sólo aspectos y modalidades
de esta regla básica.

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