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Introducción

La aplicación de la Disciplina de Administración de Proyectos es uno de los medios para salir de


la crisis, imprime método, rigurosidad, un lenguaje común entre los miembros del equipo y
objetivos conocidos y claros. Puede ser una concreta posibilidad de crecimiento formal de los
profesionales, de las organizaciones y de los grupos sociales. Claramente es una guía para
definir y alcanzar proyectos exitosos. Esta disciplina apunta a encarar proyectos viables y
convenientes, a ejecutarlos con éxito, a formar grupos comprometidos con los objetivos, a
generar progreso.

La primer parte de este ensayo discurre sobre por qué, para qué, y qué logramos con la
Disciplina de Administración de Proyectos. En la segunda parte se describe un enfoque para
lograr cosas relevantes con el apoyo de la disciplina.

La disciplina como medio de desarrollo y superación

La Disciplina de Administración de Proyectos permite homogeneizar el lenguaje y la forma de


hacer las cosas, estableciendo los pasos a seguir y la documentación a utilizar en cada fase, de
forma tal de no omitir acciones importantes, tomar los recaudos necesarios y hacer al proyecto
más previsible.

Claramente libera de carga a los líderes para que puedan enfocarse en concretar las metas y
objetivos.

¡Conduce los proyectos con disciplina y libérate!

Si tuviéramos la Disciplina de Administración de Proyectos “internalizada” en nuestro accionar,


podríamos definir y planear, ejecutar y conducir, controlar y apoyar, y disponer del tiempo
suficiente para disfrutar del proyecto. El tiempo suficiente para estar comprometidos con
nuestros objetivos, con nuestro cliente y con nuestra gente. Generando nuevas cosas y
utilizando más tiempo para nosotros, para nuestra familia.

Sabiendo hacer cada uno de los procesos y pasos estaríamos conduciendo y no estaríamos
agobiados por el trabajo. Al salir a dar un paseo con nuestro auto, conducimos sin reflexionar
qué cosa hacer y qué cosa no hacer, conducimos en transparencia, automáticamente, y
tenemos tiempo para disfrutar del viaje. En nuestros proyectos es análogo. Hoy en día estamos
con frecuencia agobiados, analizando y reflexionando qué hacer y qué no hacer, cómo
planificar, cómo motivar, cómo controlar. Saber hacer todo eso debe estar incorporado en
nuestro comportamiento, de la misma forma que tenemos incorporadas tantas otras cosas,
como conducir un auto.

La cantidad de proyectos mal definidos, abandonados y fracasados es grande. Sin mucho error,
podemos considerar que ningún proyecto exitoso es posible si no tenemos un plan integral y no
lo ejecutamos con disciplina. Los hechos lo demuestran. Si como conductores logramos definir y
ejecutar nuestros proyectos siguiendo un método, podremos concentrarnos en la coordinación
de acciones entre todos los involucrados en el proyecto. No estaremos preocupados y
ocupados en qué debemos hacer. Lo que corresponde hacer lo sabremos, sólo estaremos
ocupados en apoyar a las personas y en coordinar las acciones e interrelaciones, que
frecuentemente son muchas. Estaremos “limpios” de compromisos técnicos y administrativos,
estaremos al día con los informes, estaremos al día con nuestra gente. Estaríamos al día con los
objetivos del proyecto. Estaremos disfrutando, observando como la gente está en lo suyo y
cada uno de nosotros en lo nuestro, en la motivación, en el apoyo, en crear nuevas cosas, en
generar las acciones que harán alcanzar los entregables y los objetivos del proyecto.

Es fundamental dejar de "pensar" y "actuar". Dominar una disciplina reconocida mundialmente


nos permitirá "saber hacer", reduciendo la incertidumbre en la definición y en la ejecución de
nuestros proyectos.

Al "organizar las acciones", podremos encarar proyectos posibles y alcanzar los objetivos.

Caos y complejidad

El nivel de complejidad al que nos enfrentamos hoy día es abrumador. El caos es lo habitual y el
cambio es permanente. La cantidad de interrelaciones es inmensa. El cambio nos exige
aprender cosas nuevas.

La complejidad nos agobia. Quizás la solución venga de aceptar convivir con ella.

Un sistema complejo está tan integrado que para entender como trabaja, debemos observar su
complejidad. Cuando tratamos de simplificarlo dejamos de ver su realidad y perdemos la
capacidad de entender cómo realmente trabaja. Un proyecto complejo y una sinfonía tienen
muchas semejanzas. No podemos escuchar una sinfonía escuchando cada instrumento por
separado, no tiene sentido. Solo cuando todos tocan juntos como una orquesta escuchamos
una sinfonía. Escribamos la partitura de nuestros proyectos, sigámosla y disfrutemos de la
música.

Los sistemas complejos evolucionan de reglas simples. El manejo de la complejidad puede venir
de la mano de cosas simples, de la disciplina y la rigurosidad en nuestro accionar.

Planear, evaluar riesgos, desarrollar sólidamente un equipo de personas, comprometernos con


lo que queremos, es simple, sólo debemos querer hacerlo, aprender a hacerlo y, hacerlo.

Gusto por quebrar las reglas

He leído alguna vez: la diferencia entre las sociedades económicamente ricas y pobres no es la
antigüedad del país, ni sus recursos naturales, ni la inteligencia de las personas. Muchos son los
ejemplos que apoyaban esta interpretación. La diferencia es la actitud de las personas. Al
estudiar la conducta de las personas en los países económicamente ricos se observa que la
mayor parte de la población sigue reglas.

En algunas sociedades o grupos encontramos con frecuencia la afección a quebrar las reglas. Se
aplaude al ventajista. Allí, puede decirse que atenerse siempre a las reglas tiene algo de
humillante y abyecto. Este comportamiento genera claramente el rechazo a cualquier conjunto
de reglas y procesos preestablecidos.

En la generación y ejecución de sus proyectos es habitual observar que las personas “inventan”
lo que debe hacerse. Esto sucede frecuentemente, en mi opinión, porque no se conocen y
dominan los procesos a seguir. Porque no fueron entrenadas, o si lo fueron no los han aplicado.
Dada la afección a violar las reglas algunas personas son motivadas por otras a violarlas, quizás
en la creencia de que trabajando por fuera de ellas se logrará mayor velocidad, mayor
eficiencia. Comúnmente sí, se obtiene mayor velocidad, pero para el fracaso.

Otra interpretación es que se quiere todo ya, que no se confía en el avance progresivo, no se
confía en la regularidad. Quizás por estar convencidos que se cambiará de intereses. Se está
permanentemente en la búsqueda o cambios de objetivos, no en alcanzar los comprometidos.
La clave es identificar qué realmente se quiere, comprometerse con ello, y perseverar hasta
lograrlo.

Aprender, conocer, saber

Aprender es adquirir nuevos conocimientos y cambiar la forma de hacer las cosas, es correr
riesgos, es exponerse a cambiar lo que veníamos haciendo, es reconocer que no sabemos. No
es lo mismo conocer que saber. Saber es tener la capacidad de aplicar los conocimientos en
nuestro accionar, en nuestro comportamiento.

Aprender y utilizar una disciplina permitirá a las personas “saber cómo hacer” y disminuir la
incertidumbre en la definición, en la ejecución y en la terminación exitosa de sus proyectos. No
solo los proyectos de sus organizaciones, sino también los propios.

El ámbito de las organizaciones no es ajeno a las circunstancias de la vida. Reuniones de trabajo


poco efectivas, logros costosos en exceso, falta de entusiasmo, mal clima interno,
desinformación, poco tiempo con la familia, falta de iniciativa, actitudes defensivas,
enfermedades por estrés, postergación reiterada de proyectos, frustración profesional.

Hay una cantidad de evidencias sobre errores organizacionales que esconde e inhiben un
enorme potencial de crecimiento humano y económico. Los errores surgen por incapacidad de
realizar acciones positivas entre todos. La capacidad se obtiene, sin duda por el aprendizaje, por
adquirir e incorporar en nuestro comportamiento las mejores prácticas de la coordinación de
acciones.
La Disciplina de Administración de Proyectos orienta y es un soporte para vencer lo que
Nietzche llama “el espíritu de la gravedad”. La metodología guía el accionar y las prácticas más
efectivas para desembarazarse de formas impotentes, para eliminar la pesadez en el
desplazamiento, en el comportamiento diario, en los proyectos.

Saber es pasar a la acción.

Un enfoque metódico que rinde sus frutos

En no pocos escritos leemos que una de las claves del éxito en proyectos es disponer de una
buena administración y aplicación de una metodología homogénea entre todos lo miembros
del equipo.

La falta de metodología lleva a inventar sobre la marcha, muchas veces en base a reacciones
viscerales, más que en un análisis factual y objetivo. Al no disponer de una ruta clara y
detallada, se termina con frecuencia transitando en círculos, perdiéndose y estrellándose
contra múltiples obstáculos. El seguir esta modalidad no estructurada lleva a resultados
inestables e impredecibles pues las cosas muy raramente se ubican en su lugar por sí mismas.
Lograr los objetivos de nuestros proyectos implica necesariamente realizar acciones adecuadas
para hacer las cosas.

Sin método es improbable alcanzar los objetivos de nuestros proyectos y más aún estar
comprometidos hasta alcanzarlos. La razón de ser de una metodología es ser un soporte y guiar
las acciones. Organizaciones exitosas tienen método para hacer las cosas, sus integrantes están
calificados, y su accionar está guiado por esa metodología.

Cada vez son más las organizaciones que están fuertemente dedicadas a mejorar el
rendimiento de sus proyectos y están encarando la formación de sus profesionales en la
Disciplina, como un medio para mejorar el grado de eficiencia en la definición y ejecución de
sus proyectos. Emprendedores de distintas profesiones están capacitándose para “internalizar”
los procesos y herramientas de la administración de proyectos, como ya lo han hecho en los
países económicamente desarrollados.

Como menciona el Project Management Institute, la gente de proyectos tiene un rol


privilegiado hoy día. Las cualidades que se han identificado como convenientes para sobrevivir
y progresar en ambientes complejos y caóticos se asocian a las cualidades que la gente exitosa
de proyectos viene demostrando.

La capacidad de planear, administrar, evaluar riesgos, tomar decisiones y una actitud


fuertemente orientada a resultados hacen que un líder de proyectos tenga cada vez más
posibilidades en el mundo actual.

Clientes cada día más informados y exigentes, plazos de tiempo de ejecución más cortos,
necesidad de rentabilidad en los proyectos y una fuente inagotable de riesgos que amenazan el
éxito del proyecto hacen imperioso trabajar con método y rigurosamente. No hay margen para
el error o la especulación, el mercado exige que se ejecuten proyectos con la más elevada
calidad y excelencia.

Los grupos sociales esperan y demandan de sus líderes y conductores la capacidad de definir
proyectos viables y concretarlos, todos tenemos esa responsabilidad. Nuestro compromiso
debe ser generar un futuro de bienestar, al menos para los grupos en los cuales intervenimos.

Los líderes de hoy día no necesitan dones innatos, ni sobrenaturales, ni sobresalientes, sólo
necesitan “querer” construir cosas y generar el futuro. Con decisión y compromiso. Con
método.

Un método apoya para no quedar perdidos y atrapados en la complejidad de los


acontecimientos, guía el accionar para la definición, ejecución y control.

Un enfoque diferenciador para hacer las cosas

Tenemos el hábito de mirar, señalar, culpar “afuera”, a otros, por nuestros fracasos o angustias.
Somos hábiles razonadores para explicar por qué las cosas no suceden como nosotros
quisiéramos. Somos buenos analizadores del pasado. Esto es una pérdida de tiempo sino lo
completamos con acción inmediata. ¿Qué y cómo hacer? El hacer es el medio para alcanzar
nuestros objetivos. Debemos dejar de “pensar” y debemos “actuar”. Esto es muy simple y
antiguo.

Las cosas no se hacen solas, las hacemos cada uno de nosotros. La transformación viene de la
mano del liderazgo, de la capacidad que cada persona tiene frecuentemente oculta por la
inacción, no descubierta, postergada, no puesta en marcha, desconocida. O conocida y no
puesta en acción por no exponerse, por no correr riesgos, por comodidad.

Fernando Savater en “Ética para Amador” dice: “La única obligación que tenemos en la vida es
no ser imbéciles. La palabra imbécil viene del latín baculus, que significa bastón. No se refiere al
bastón que se usa para apoyarse por alguna deficiencia física, sino al bastón necesario para
soportar al espíritu debilucho, el espíritu que necesita apoyarse en cosas de fuera, ajenas, que
no tienen nada que ver con la libertad y la reflexión propias. Hay imbéciles de varios modelos...
aquel que sabe qué quiere, pero lo quiere flojito, con miedo o con poca fuerza. Termina
haciendo lo que no quiere y dejando lo que quiere para más adelante, a ver si está más
entonado. Otro es el que no sabe lo que quiere ni se molesta en averiguarlo. Imita los quereres
de sus vecinos o quiere lo contrario. Siempre se fija en la opinión de sus vecinos. Es conformista
sin reflexión o rebelde sin causa”.

Paso a paso

De Manuel Vicent, escritor español: “El mar solo es un conjunto de olas sucesivas; igual que la
vida, se compone de días y horas que fluyen una detrás de otra. Si en medio de un gran
temporal el navegante piensa que el mar encrespado forma un todo absoluto, el ánimo
sobrecogido por la grandeza de la adversidad entregará muy pronto sus fuerzas al abismo; en
cambio, si olvida que el mar es un monstruo insondable y concentra su pensamiento en la ola
concreta que se acerca, dedicando todo el esfuerzo a esquivar su zarpazo y realizando sobre el,
una victoria singular, llegará el momento en que el mar se calme y el barco vuelva a navegar de
modo placentero”.

Encuentro una analogía completa entre el enfoque de las olas y la forma de realizar nuestras
acciones para concretar nuestros proyectos. Paso a paso, siguiendo una metodología,
confiando en que cada una de las acciones definidas nos posibilitará alcanzar los objetivos.

Nuestra forma de hablar

Nuestro lenguaje, lo que decimos, influye decididamente en nuestro accionar y en lo que


generamos en nuestro entorno. Es frecuente escuchar: ¡Aquí hay desorden! Aquí falta
coordinación! La manera correcta de hablar es: ¡Aquí nosotros producimos desorden o no
quisimos trabajar en orden! ¡No nos comunicamos adecuadamente para coordinar nuestras
acciones! El problema no se generó solo, lo generamos nosotros con nuestra forma de
comunicarnos y con nuestras acciones. El problema no está afuera, es nuestro. Cada uno de
nosotros podemos hacer que algo cambie, actuando.

Propongo eliminar de nuestro vocabulario frases como: Quiero que...; Debería...; Lo que tienen
que hacer es...; No puedo...; Voy a ver si...; Cuando me sienta mejor, con más ánimo...

Reemplacémoslas por: Me comprometo a hacer...; Estoy haciendo.

Generación de proyectos exitosos

La conjunción de tres factores: Compromiso, Comunicación y Rigurosidad en el


comportamiento, no permite definir, planear, ejecutar y controlar proyectos exitosos.

Compromiso es hacer lo que sea necesario para alcanzar los objetivos propuestos, es aplicar
toda la inteligencia y expertise en obtener los resultados prometidos, es cumplir con la palabra
dada, con otros y con uno mismo.

A través de la comunicación, y sólo a través de ella, podemos generar las actividades necesarias
del proyecto. Una adecuada comunicación surge de comprender, de tener la seguridad, de la
creencia de que las otras personas, actores del proyecto, son importantes, no están a mí
servicio. La comunicación que mantengamos afectará el comportamiento de todos. La
intensidad y calidad de la comunicación que logremos con todos los actores del proyecto hará
la diferencia. Construiremos un grupo de personas que están trabajando en un proyecto más o
un equipo motivado, potente, comprometido. Los propulsores de la Ontología del Lenguaje
postulan que a través del lenguaje generamos el futuro. Comparto esta interpretación.
Consolidar nuestras capacidades de comunicación para la coordinación de acciones nos
permitirá concretar proyectos, anhelos y sueños.

Con rigor me refiero a minuciosidad, a la precisión, a la adherencia a métodos, a la confianza


que paso a paso generaremos resultados. Rigurosidad es seguir un método. Una metodología
es una guía, es una brújula en medio de la complejidad de nuestros proyectos. Cuanto más
rigurosidad apliquemos en nuestro comportamiento, más cerca estaremos de incorporar una
metodología en nuestro accionar. No me refiero a quitar libertad a las personas, a coartar la
creatividad, sino a que las personas estén compenetradas en el hacer y no en el qué hacer y en
cómo coordinar las distintas acciones que llevarán a cumplir con los objetivos.

Si tenemos una Disciplina de Administración de Proyectos incorporada en nuestro


comportamiento, las acciones de “management” las hacemos “inconscientes”, en
“transparencia”, las hacemos automáticamente, tan automáticamente como cuando andamos
en bicicleta, o cuando conducimos un automóvil. Dejaremos de estar preocupados en: ¿qué
cosa debo hacer ahora?, ¿qué viene?, ¿qué conviene?, ¿estará bien?. Estaremos dedicados y
ocupados a crear y generar nuevas opciones, nuevo futuro, el que queremos para convertir un
proyecto en un rotundo éxito.

Palabras Finales

Los proyectos son desarrollo y superación. Las organizaciones basan su competitividad en


proyectos de cambio y generación de nuevos productos y servicios. Las sociedades desarrollan
proyectos permanentemente para mejorar su bienestar. Pocos son los proyectos que finalizan
obteniendo los resultados esperados. Frecuentemente se atribuye a problemas humanos, a
dificultades de conducción y de comunicación, a conflictos entre las personas. Sin duda estas
situaciones existen. Pueden ser minimizadas y resueltas con una coordinación adecuada de
acciones.

La metodología de administración establece las acciones correctas a realizar en la definición, en


la ejecución y en el control de proyectos. Es una guía. Un proyecto definido siguiendo una
metodología probada estarán más cerca del éxito. Las personas estarán más libres, más
comprometidas con alcanzar los objetivos.

La razones del éxito no son sobrenaturales, no son místicas.

Aplique una metodología integralmente y verá los resultados. No habrá salida, el proyecto será
previsible. Aquí y en cualquier parte del mundo.

Yo lo he hecho y sigo haciéndolo.

Que es la GOPR
- La Gestión Organizacional de Proyectos es el marco de referencia o guía que implica la
adaptación y alineación de las prácticas de portafolios, programas y proyectos para el
cumplimiento de los objetivos estratégicos de una organización. Estos portafolio, programas y
proyectos también deben generar valor y al mismo tiempo, ser realistas con los recursos que se
tengan disponibles. Por ello, se necesitan escoger los proyectos correctos y que se hagan de
manera correcta, creando metodologías, normas, estándares, contando con personas que
tengan la motivación y conocimiento disponible, ayudando a estas personas a mejorar y
gestionar su conocimiento para que así sean más eficientes los procesos a llevar a cabo en cada
etapa de la organización.

Relacione y explique 10 razones por las cuales la metodología es necesaria para cumplir la GOPR

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