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ORACION EN FAMILIA

CAMINANDO CON…
Lunes, 21 Septiembre, 2020
XXV Semana del Tiempo ordinario
FIESTA DE SAN MATEO, APÓSTOL Y EVANGELISTA

Celebramos hoy la fiesta del Apóstol san Mateo, recaudador de impuestos y explotador a sueldo de los romanos,
quien fue sorprendentemente llamado por el Maestro, abandonando su trabajo y marchándose con Él, siendo testigo
de su obra salvadora, de su muerte y resurrección; y pudiendo así anunciar por escrito a todo el mundo la Buena
Noticia de Jesús por medio de su evangelio, haciendo ver, sobre todo a los mismos judíos, cómo en Cristo Jesús se
cumplen todas las promesas del Antiguo Testamento.
Luego de su gran decisión, Mateo invitó a Jesús a su casa, donde organizó un banquete con publicanos y pecadores. A
los judíos les estaba prohibido relacionarse y, menos, sentarse a la mesa con publicanos y pecadores, pero Jesús
confraterniza con ellos, convirtiendo dicha cena en un banquete celestial ya que tuvo la ocasión de alimentar
espiritualmente a los asistentes y prodigar la misericordia de Dios.
Con gozo, reafirmemos hoy nuestra fe en Jesús, la fe que nos ha llegado por el testimonio de los apóstoles, la fe que
también nosotros estamos llamados a vivir y anunciar.
La vocación de este recaudador de impuestos en Cafarnaúm, constituye uno de los episodios sobresaliente del
ministerio de Jesús en Galilea. El Evangelio según san Mateo es el que conecta más luminosamente el Antiguo con el
Nuevo Testamento.
Según Eusebio de Cesarea, predicó durante quince años en Judea, donde escribió su evangelio, alrededor de los años
80.

!Salve apóstol Bendito del Cielo!


sembrador de la espiga más bella
tu palabra de vida y consuelo
San Mateo de la Buena Nueva

Sígueme te dijo Jesús,


sígueme te dijo al pasar
y tu vida, Mateo fue luz
luz y amor

Seguiremos con fe tu destino


Tu mensaje querido patrón
De esta luz seremos testigos
Como tú ya lo fuiste de Dios
Y contigo somos peregrinos
al compás de la flauta y tambor

Sígueme te dijo Jesús,


sígueme te dijo al pasar
y tu vida, Mateo fue luz
luz y amor

De tus labios florece un cantar


Esperanza que alivia el dolor
Mensajeros que buscan la Paz
Por caminos de albero y de sol
Y dichosos te alaban señor
Ofreciendo su vino y su pan
Este pueblo te pide perdón
Y se postra a tus pies a rezar

!Salve apóstol bendito de Dios,


San Mateo Patrón celestial¡
!Salve apóstol bendito de Dios

Animador o coordinador de la celebración: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden: Amén.
La gracia y la paz de Nuestro Señor Jesucristo estén con todos Nosotros

ANTÍFONA DE ENTRADA Cf. Mt 28, 19-20


Id, enseñad a todos los pueblos, bautizándolos, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado, dice el Señor.

Bendigamos al Señor, que ha querido reunir en su Hijo a todos los hijos dispersos, que se ha dignado habitar en toda
casa consagrada a la oración, hacer de nosotros, con la ayuda constante de su gracia, templo suyo y morada del
Espíritu Santo, y con su acción constante santificar a la Iglesia, esposa de Cristo, representada en edificios
visibles, y, en estos tiempos de dificultades sanitarias, quiere que nuestras casas, nuestras residencias, sean
templos, donde nos invita bondadosamente a la oración y a la mesa de la Palabra, como Cuerpo de Cristo, como
Iglesia, que somos y también como familia, Iglesia doméstica, y ser resplandecientes por la santidad de vida.
TODOS: Bendito sea Dios por siempre.

INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO


Oh Dios, que has instruido a tus fieles, iluminando sus corazones con la luz del Espíritu Santo, Amor del Padre y del
Hijo, concédenos obtener por el mismo Espíritu el gustar del bien y gozar siempre de sus consuelos.
Gloria, adoración, amor, bendición a Ti eterno divino Espíritu, que nos ha traído a la tierra al Salvador de nuestras
almas. Y gloria y honor al adorabilísimo Corazón de Jesús que nos ama con infinito amor.
Señor Jesús, envía tú Espíritu, que Él nos asista e ilumine para que tu palabra, escrita en la Biblia, penetre a lo más
profundo de nuestras almas y se convierta en acción, descubramos la presencia de Dios en los acontecimientos
dolorosos de la vida y bebamos esperanza en la fuente de vida y resurrección. Y podamos caminar contigo en medio
de la realidad histórica que nos ha correspondido vivir.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las
personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar en el caminar dentro de la comunidad que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.
Oh Espíritu Santo, alma del alma nuestra, te adoramos: ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los
tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la
Palabra y revélanos sus más íntimos secretos, guíanos, fortifícanos, consuélanos, enséñanos lo que debemos hacer,
danos tus órdenes.
Te prometemos someternos a lo que permitas que nos suceda: haznos sólo conocer tu voluntad.
Espíritu Santo, tenemos necesidad de ti, el único que continuamente modela en nosotros la figura y la forma de
Jesús. Ayúdanos a crecer en la confianza en la Palabra de Dios, que sepamos escuchar y seguir su voluntad sin dudas
en el corazón. Ábrenos el corazón para que sea dóciles a sus caminos. Y nos dirigimos a ti, María, Madre de Jesús y
de la Iglesia, que has vivido la presencia desbordante del Espíritu Santo, que has experimentado la potencia de su
fuerza en ti, que las has visto obrar en tu Hijo Jesús desde el seno materno, abre nuestro corazón y nuestra mente
para que seamos dóciles a la escucha de la Palabra de Dios.

ACTO PENITENCIAL
Animador o coordinador de la celebración: invita a los participantes al arrepentimiento:
Hermanos: El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y nos llama a la conversión. Sabiendo que tenemos
necesidad del perdón de Dios, comencemos la celebración oracional reconociendo todo lo que hay de muerte y de mal
en nosotros, y pidiéndole perdón por nuestros pecados y culpas y porque nuestra fe y confianza con frecuencia se
nos vuelven vacilantes y débiles,
 Tú que fortaleces a tu Iglesia con el ejemplo de los Apóstoles: Señor ten piedad.
 Tú que por medio de los Apóstoles nos has hecho llegar la Buena Noticia: Cristo, ten piedad
 Tú que resucitado de entre los muertos eres vida para todos los que te siguen: Señor ten piedad.
Animador o coordinador de la celebración dice la siguiente plegaria Dios es un Padre misericordioso que, a pesar
de que nosotros nos alejamos de Él, siempre nos espera para darnos el abrazo del perdón. Señor, confiamos en ti;
sabemos que por tu gran compasión nos perdonas. Sostennos en nuestra peregrinación hacia ti, perdónanos nuestra
cobardía y mediocridad. Danos tu determinación y coraje y llévanos en fe y esperanza a las alegrías de la vida eterna.
TODOS: Amén

ORACIÓN COLECTA
Padre de bondad, que por la gracia de la adopción nos has hecho hijos de la luz y que te dignaste elegir a san Mateo
con inefable misericordia, para convertirlo de publicano en apóstol; concédenos el perdón de nuestra soberbia, y
danos la certeza de que podemos contar contigo y con tu amor porque somos débiles y pecadores, vivir fuera de las
tinieblas del error y permanecer siempre en el esplendor de la verdad, ser fortalecidos con su ejemplo e
intercesión, te sigamos y permanezcamos firmemente unidos a ti y sepamos compartir tu mensaje y tu vida Te lo
pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor, tu Hijo que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los
siglos de los siglos.

DIOS NOS HABLA


PRIMERA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4, 1-7. 11-13
Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed
siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la
unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la
vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre
todos, actúa por medio de todos y está en todos.
A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo.
Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y doctores, para el
perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que
lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al Hombre perfecto, a la medida de Cristo
en su plenitud. Palabra de Dios.

Salmo responsorial 18, 2-3. 4-5 (R/: 5a)


R/. A toda la tierra alcanza su pregón.

V/. El cielo proclama la gloria de Dios,


el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

V/. Sin que hablen, sin que pronuncien,


sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje. R/.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO


Aleluya, aleluya. A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos; a ti te ensalza el glorioso coro de los
apóstoles. Aleluya, aleluya.

✠ EVANGELIO
Escuchemos la lectura del santo Evangelio según san Mateo 9, 9-13
En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
“Sígueme”.
Él se levantó y lo siguió.
Y estando en la casa, sentado a la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y
sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:
“¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?”.
Jesús lo oyó y dijo:
“No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y
no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores ”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN
Terminadas las lecturas el Animador o coordinador de la celebración entabla un diálogo con reflexión y respuesta a
esa Palabra proclamada y meditada para provecho de todos. Para ello, leamos personalmente los textos que se nos
proclamado. Y preguntarnos ¿Qué dice el texto? ¿Qué nos motiva hacer?
Después de compartir, leer la siguiente reflexión:
Les propongo unas pautas para interiorizar la Palabra de Dios, y como María, meditarla en nuestro corazón, bajarla
de nuestra mente al centro de nuestra existencia, a nuestra intimidad, y entrando en nuestra existencia, caminar
con Cristo, la Iglesia, la familia, en la situación histórica.
Hoy reflexionamos sobre san Mateo. A decir verdad, es casi imposible delinear completamente su figura, pues las
noticias que tenemos sobre él son pocas e incompletas. Más que esbozar su biografía, lo que podemos hacer es trazar
el perfil que nos ofrece el Evangelio.
Mateo está siempre presente en las listas de los Doce elegidos por Jesús (cf. Mt 10, 3; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1,
13). En hebreo, su nombre significa “don de Dios”.
El primer Evangelio canónico, que lleva su nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con un apelativo muy
preciso: “el publicano” (Mt 10, 3). De este modo se identifica con el hombre sentado en el despacho de impuestos,
alguien que se dedica a sangrar a la gente en nombre de los romanos. Quizá no hubiera nadie más despreciable a los
ojos de los judíos contemporáneos de Jesús. Pero Jesús no pasa de largo frente a aquella mesa, se detiene, le mira a
los ojos y le llama: “Ven y sígueme”. Él se levantó y le siguió” (Mt 9, 9) y le convierte en discípulo.
También san Marcos (cf. Mc 2, 13-17) y san Lucas (cf. Lc 5, 27-30) narran la llamada del hombre sentado en el
despacho de impuestos, pero lo llaman “Leví”.
Los Evangelios nos brindan otro detalle biográfico: en el pasaje que precede a la narración de la llamada se refiere
un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cf. Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12), y se alude a la cercanía del Mar de Galilea,
es decir, el Lago de Tiberíades (cf. Mc 2, 13-14). De ahí se puede deducir que Mateo desempeñaba la función de
recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente “junto al mar” (Mt 4, 13), donde Jesús era huésped fijo en la casa
de Pedro.
Basándonos en estas sencillas constataciones que encontramos en el Evangelio, podemos hacer un par de reflexiones.
La primera es que Jesús acoge en el grupo de sus íntimos a un hombre que, según la concepción de Israel en aquel
tiempo, era considerado un pecador público. En efecto, Mateo no sólo manejaba dinero considerado impuro por
provenir de gente ajena al pueblo de Dios, sino que además colaboraba con una autoridad extranjera, odiosamente
ávida, cuyos tributos podían ser establecidos arbitrariamente. Por estos motivos, todos los Evangelios hablan en más
de una ocasión de “publicanos y pecadores” (Mt 9, 10; Lc 15, 1), de “publicanos y prostitutas” (Mt 21, 31). Además,
ven en los publicanos un ejemplo de avaricia (cf. Mt 5, 46: sólo aman a los que les aman) y mencionan a uno de ellos,
Zaqueo, como “jefe de publicanos, y rico” (Lc 19, 2), mientras que la opinión popular los tenía por “hombres ladrones,
injustos, adúlteros” (Lc 18, 11).
La vida del apóstol y evangelista san Mateo giraba en torno de las mesas. En la primera etapa de su vida disponía de
una mesa en Cafarnaúm para cumplir con su penoso oficio de cobrador de impuestos al servicio del fisco romano. En
la segunda etapa, cuando lo dejó todo para ponerse al servicio del reinado de Dios al lado de Jesús, estaba al
servicio de otra mesa. La que compartiría desde el primer día de su llamado. Una mesa amplía, donde cabían
cobradores de impuestos lo mismo que fieles seguidores de Jesús. La mesa de Jesús estaba abierta para todos. Por
eso su forma de vivir es definida como una comensalía abierta y no cerrada como la que practicaban el resto de los
grupos religiosos en Israel. Desde la mesa que compartió con Jesús, el apóstol Mateo nos sirvió el mejor de los
platillos: el sabroso relato del primer Evangelio..
Ante estas referencias, salta a la vista un dato: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Es más, precisamente
mientras se encuentra sentado a la mesa en la casa de Mateo-Leví, respondiendo a los que se escandalizaban porque
frecuentaba compañías poco recomendables, pronuncia la importante declaración: “No necesitan médico los sanos
sino los enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” ( Mc 2, 17).
Sólo en la narración de algunas llamadas se menciona el trabajo que estaban realizando esas personas. Pedro, Andrés,
Santiago y Juan fueron llamados mientras estaban pescando; y Mateo precisamente mientras recaudaba impuestos.
Se trata de oficios de poca importancia. Así pues, la llamada de Jesús llega también a personas de bajo nivel social,
mientras realizan su trabajo ordinario.
La buena nueva del Evangelio consiste precisamente en que Dios ofrece su gracia al pecador. En otro pasaje, con la
famosa parábola del fariseo y el publicano que subieron al templo a orar, Jesús llega a poner a un publicano anónimo
como ejemplo de humilde confianza en la misericordia divina: mientras el fariseo hacía alarde de su perfección moral,
“el publicano (…) no se atrevía ni a elevar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios, ten
compasión de mí, que soy pecador!’.”. Y Jesús comenta: “Os digo que este bajó a su casa justificado y aquel no.
Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (Lc 18, 13-14). Por tanto, con la
figura de Mateo, los Evangelios nos presentan una auténtica paradoja: quien se encuentra aparentemente más lejos
de la santidad puede convertirse incluso en un modelo de acogida de la misericordia de Dios, permitiéndole mostrar
sus maravillosos efectos en su existencia.
Por ello lo que nos presenta Pablo en la carta: “andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados”. Es una
llamada a revisar nuestra vocación a cristianos, a seguir de Cristo: ¿excluimos? ¿Somos una voz que llama a la
conversión con nuestro actuar cercano a los demás?
Hay otra reflexión que surge de la narración evangélica: Mateo responde inmediatamente a la llamada de Jesús: “Él
se levantó y lo siguió”. La concisión de la frase subraya claramente la prontitud de Mateo en la respuesta a la
llamada. Esto implicaba para él abandonarlo todo, en especial una fuente de ingresos segura, aunque a menudo injusta
y deshonrosa. Evidentemente Mateo comprendió que la familiaridad con Jesús no le permitía seguir realizando
actividades desaprobadas por Dios.
Se puede intuir fácilmente su aplicación también al presente: tampoco hoy se puede admitir el apego a lo que es
incompatible con el seguimiento de Jesús, como son las riquezas deshonestas. En cierta ocasión dijo
tajantemente: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los
cielos; luego ven, y sígueme” (Mt 19, 21). Esto es precisamente lo que hizo Mateo: se levantó y lo siguió. En este
“levantarse” se puede ver el desapego de una situación de pecado y, al mismo tiempo, la adhesión consciente a una
existencia nueva, recta, en comunión con Jesús.
Y Pablo nos hace un recetario de lo que debe vivir el seguidor de Cristo: “Sed siempre humildes y amables, sed
comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor, esforzándoos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de
la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados.
Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en
todos.” Teniendo presente que lo hace por su comunión con Cristo: “A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia
según la medida del don de Cristo.”
Como se dijo anteriormente, la vida del apóstol y evangelista san Mateo giraba en torno de las mesas. Mateo y sus
amigos (publicanos y pecadores) se sientan a la misma mesa con el Maestro. Si hubiéramos sino nosotros fácilmente
hubiéramos dicho que no resulta conveniente para la “causa” que nos vieran en compañía de personas de tan mala
fama, no habríamos ahorrado la crítica, los dimes y diretes. Pero Jesús lo tiene claro, y así quiere mostrarlo, y por
eso llama a Mateo y va a comer con sus amigos: Jesús no ha venido a buscar a los sanos, sino a los pecadores, y les
echa en cara a los fariseos su falta de misericordia, su falta de compasión para con aquellos que reconociendo su
pecado quieren tomar un nuevo rumbo a sus vidas.
El publicano Mateo recibió en alimento “el pan de vida e inteligencia” (Si 15,3); y de esta misma inteligencia hizo en
su casa un gran banquete para el Señor Jesús porque había sido hecho partícipe de una abundante gracia.
Dios había preparado un presagio de este festín de gracia: llamado cuando estaba sentado a su puesto de recolector
“siguió al Señor y le ofreció en su casa un gran banquete” (Lc 5,29). Le ofreció, pues, un banquete, y un gran
banquete, que nosotros llamaríamos, un banquete real.
En efecto, Mateo es el evangelista que nos muestra a Cristo Rey por su familia y por sus actos. Desde el principio,
dice en su obra “Libro de la genealogía de Jesucristo, Hijo de Dios” (Mt 1,1). Seguidamente narra cómo el recién
nacido es adorado por los Magos con el título de rey de los judíos; después, entretejiendo todo el resto de su
narración de gestos reales y de parábolas del reino, al final acaba con estas palabras dichas por este rey ya
coronado con la gloria de la resurrección: “Me ha sido dado toda potestad en el cielo y en la tierra” (28,18). Si
examinas con atención todo el conjunto de su redacción reconocerás que en toda ella se respiran los misterios del
Reino de Dios. Nada de extraño hay todo ello; Mateo había sido publicano, se acordaba de haber sido llamado del
servicio público del reino del pecado a la libertad del Reino de Dios, del Reino de la justicia. Un hombre que no quiso
ser ingrato para con el gran rey que le había liberado, sirvió fielmente las leyes de su Reino
No puede haber un número más grande ni más pequeño de evangelios de los que tenemos. En efecto, puesto que por
una parte, existen cuatro regiones, en el mundo en el cual existimos, y cuatro vientos principales, y por otra, la
Iglesia está extendida por toda la tierra y tiene por “columna y sostén” (1Tm 3, 15) el Evangelio y el Espíritu de vida,
es natural que haya cuatro columnas que soplan la inmortalidad por los cuatro lados y dan vida a los hombres. El
Verbo, artífice del universo, sentado por encima de los querubines y que es quien sostiene todas las cosas (salmo
79,2; He. 1,3), cuando se ha manifestado a los hombres, nos ha dado un Evangelio en cuatro formas, y sostenido, sin
embargo, por un único Espíritu. Cuando David imploraba su venida, decía: “Tú, que estás sentado sobre los
querubines, muéstrate a nosotros” (Salmo 79,2). Porque los querubines, según Ezequiel, (Ez 1,6) son cuatro, y sus
figuras son la imagen de la actividad del Hijo de Dios.
“Así está escrito, el primero de los vivientes se parece a un león” (Ap. 4,7), que es lo que caracteriza el poder, la
preeminencia y la realeza del Hijo de Dios; “el segundo se parece a un toro”, lo cual manifiesta la función de
sacrificador del sacerdote; “el tercero tiene un rostro parecido al de un hombre”, lo cual quiere evocar con claridad
su venida en la condición humana; “el cuarto se parece a un águila en pleno vuelo”, lo cual indica el don del Espíritu
volando sobre la Iglesia. Los evangelios según Juan, Lucas, Mateo y Marco están pues, de acuerdo con lo que
simbolizan los cuatro vivientes sobre los que tiene su trono Jesucristo…
Estos mismos trazos se encuentran en el mismo Verbo de Dios: hablaba según su divinidad y su gloria en los
patriarcas que han existido con anterioridad a Moisés; asignaba una función sacerdotal y ministerial a los hombres
que han vivido bajo la Ley; seguidamente, se hizo hombre por nosotros; finalmente ha enviado el don del Espíritu
sobre toda la tierra, acogiéndonos así bajo sus alas (Salmo 16,8)… Los que refutan la forma bajo la cual se presenta
el Evangelio e introducen, ya sea un número mayor o menor de figuras de las que ya existen en el Evangelio, son
inútiles, ignorantes y presuntuosos.
Los apóstoles se fueron hasta los extremos de la tierra proclamando la buena noticia de los beneficios que Dios nos
regala y anunciando a los hombres la paz del cielo. (cf. Lc 2,14) Ellos poseían, cada uno en particular y todos en
común, la buena noticia de Dios. Mateo precisamente, entre los hebreos, difundió en su propia lengua una forma
escrita del evangelio, mientras que Pedro y Pablo evangelizaron en Roma y fundaron la Iglesia. Después de la muerte
de ellos, Marcos el discípulo e intérprete de Pedro (1Pe 5,13) nos transmitió también, por escrito, la predicación de
Pedro. Asimismo, Lucas, el compañero de Pablo, ha consignado en un libro el evangelio predicado por éste. Por fin,
Juan, el discípulo del Señor, el mismo que reposó sobre el costado de Jesús (Jn 13,25) ha publicado a su vez el
evangelio durante su estancia en Éfeso.
Mateo, en su evangelio presenta la genealogía de Cristo como hombre: “Genealogía de Jesús, Mesías, Hijo de David,
Hijo de Abrahán:…el nacimiento de Jesús fue así:..” (cf. Mt 1,1-18) Este evangelio presenta a Cristo en su condición
humana. Por esto encontramos en él a un Cristo animado siempre por sentimientos de humildad, siendo un hombre
lleno de ternura… El apóstol Mateo conoce un solo y único Dios que prometió a Abrahán multiplicar su descendencia
como las estrellas del firmamento (Gen 15,5) y que nos ha llamado, gracias a Jesucristo su Hijo, del culto a las
piedras al conocimiento del Dios verdadero (cf. Mt 3,9), de manera que “al que no es mi pueblo lo llamaré “Pueblo
mío”, y “Amada mía” a la que no es mi amada.”(Os 2,25; Rom 9,25)
Cuantas veces nosotros actuamos así. Nos sentamos alrededor de la mesa de la eucaristía con Jesús y emitimos un
juicio sobre las personas, y ya es un juicio para toda la eternidad. Nunca nos acusarán de ingenuos porque no nos
fiamos fácilmente de los otros. Esa es la distancia entre Jesús y nosotros, mientras que Él siempre mantiene la
esperanza en las personas y por eso suspende todo juicio, nosotros condenamos eternamente, basados en nuestra
mirada superficial y mezquina.
¿Cuándo aprenderemos el significado de la palabra misericordia?
Acá esta otra llamada de la palabra de este día: ser capaces de compartir la mesa de Jesús para compartir las
actitudes de Jesús.
Nosotros escuchamos su voz, le abrimos la puerta y lo recibimos en nuestra casa, cuando de buen grado prestamos
nuestro asentimiento a sus advertencias, ya vengan desde fuera, ya desde dentro, y ponemos por obra lo que
conocemos que es voluntad suya. Él entra para comer con nosotros, y nosotros con él, porque, por el don de su amor,
habita en el corazón de los elegidos, para saciarlos con la luz de su continua presencia, haciendo que sus deseos
tiendan cada vez más hacia las cosas celestiales y deleitándose él mismo en estos deseos como en un manjar
sabrosísimo.
Nuestro Señor Jesucristo conoce la profundidad de nuestros corazones y siempre nos mira compasivamente y con
misericordia. Él sabe cuándo cada uno de nosotros está preparado para responder con decisión y de manera plena a
su llamado. Él conoce el momento en el que seremos más dóciles a su llamado.
la vocación de seguir a Jesús es una forma divina de sanación del alma, y el que es llamado, es perdonado porque se
acerca y se une al mar de la misericordia infinita de Dios.
Pidamos la gracia del Espíritu Santo para poder amar cada día más y seguir con firmeza a Nuestro Señor Jesucristo.
Así mismo, pidámosle la fortaleza para vencer nuestros prejuicios y tentaciones y dejarnos mirar por el amor y la
misericordia de Dios.
Todos tenemos en nuestro corazón la vocación de seguir a Nuestro Señor Jesucristo, de manera consagrada o laical,
no retrasemos la decisión de seguirlo en nuestras familias, trabajos, estudios, comunidades y como ciudadanos.
Contribuyamos a construir un mundo mejor, un mundo cristiano.

Preguntémonos: Haciendo silencio en nuestro corazón y mirando lo que la palabra de Dios nos presenta,
respondamos:
 ¿Cómo respondemos al llamado de Jesús para seguirle?
 ¿Cómo caracterizamos nuestra vocación de seguimiento a Jesús?
 ¿Actuamos con prejuicios frente a algunos hermanos solo porque tienen pecados diferentes a los nuestros?
 Hoy, en nuestra sociedad, ¿quién es marginado y quién es excluido? ¿Por qué?
 En nuestra comunidad ¿tenemos ideas preconcebidas? ¿Cuáles?
 ¿Cuál es el desafío que las palabras de Jesús plantean a nuestra comunidad, hoy?
 Jesús ordena al pueblo que lea y que entienda el Antiguo Testamento que dice: "Misericordia quiero y no
sacrificios". ¿Qué quiere decir con esto Jesús, hoy?

Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a renovarnos en plenitud, sean beneficiosas para fortalecer nuestra
fe nos ayuden a ser mejores hermanos y cristianos en el amor de Nuestro Señor Jesucristo y comenzar todo con la
novedad de Cristo.

LA PALABRA SE HACE ORACIÓN


Animador o coordinador de la celebración: Después de escuchar la Palabra de Dios, con espíritu de discípulos y
corazón pobre, oremos a Dios Padre para que su Evangelio llegue a todos los hombres y unidos en la fe de los
Apóstoles, y fieles a la enseñanza que de ellos hemos recibido, oremos a Dios nuestro Padre, que tiene poder para
transformar la vida y el corazón de los hombres.
1. Por la Iglesia, comunidad de santos y pecadores, para que nosotros, tanto el Pueblo de Dios como nuestros
líderes, no condenemos a los que han errado, sino que como Dios mismo les demos nuevas oportunidades en la
vida, roguemos al Señor.
2. Para que la Iglesia y el mundo entero acojan con docilidad la palabra de Jesús, a quien san Mateo, en su
Evangelio, nos presenta como nuevo Moisés y el único Maestro. Roguemos al Señor.
3. Por los sacerdotes y religiosos, para que sigan confiando en el Señor que les llamó, a pesar de su fragilidad
humana, para que con Cristo cuiden especialmente a los pobres y a los débiles, roguemos al Señor.
4. Para que haya jóvenes capaces de oír la invitación del Señor a seguirlo más de cerca e ir en pos de sí.
Roguemos al Señor.
5. Para que el mensaje del Evangelio arraigue en el corazón de todos los gobernantes, y los transforme según la
medida del amor de Dios. Roguemos al Señor.
6. Por los hermanos que han fallado y ya no creen ni en sí mismos, ni en Dios, ni en la comunidad, para que
recuperen nueva esperanza cuando experimenten nuestra comprensión y compasión hacia ellos, roguemos al
Señor.
7. Para que san Mateo interceda por los pecadores, por los que no tienen fe o viven como si no la tuvieran, por
los que reciben el anuncio del Evangelio, por los que buscan la verdad. Roguemos al Señor.
8. Para que todos nosotros nos veamos protegidos por la oración de los Apóstoles, e iluminados por sus
enseñanzas sepamos expresar nuestra fe con signos y palabras. Roguemos al Señor.

Animador o coordinador de la celebración: Señor, Dios de nuestros padres, que has querido que el testimonio de
los Apóstoles fuera columna y fundamento del nuevo Israel, la Iglesia de tu Hijo, escucha nuestras oraciones y, por
la intercesión del Apóstol san Mateo, da cumplimiento a nuestras súplicas. Por Jesucristo nuestro Señor.
Animador o coordinador de la celebración: Elevando nuestros corazones al cielo y guiados por el Espíritu Santo,
digamos: Padre nuestro…

COMUNIÓN ESPIRITUAL
Hagamos nuestra oración de comunión:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el santísimo sacramento de altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como no puedo recibirte sacramentalmente, te pido vengas a mí
espiritualmente a mi corazón. Y, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a vos. No
permitas, Señor, que jamás me separe e ti. Amén
Luego de un momento de silencio, después de haber orado con este evangelio, hagamos la promesa individual y
comunitaria revisar nuestro comportamiento y como expresamos nuestro compartir con Cristo su Pasión e ideal por
el Reino de Dios.
Y ahora, como hijos confiados dirijámonos a María Santísima, madre de Dios, diciendo
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén

Después de un momento conveniente de oración en silencio, concluye diciendo, con las manos juntas:
OREMOS
Gracias Señor por tu Palabra de vida eterna. Ella toca nuestra vida por dentro,
Señor Dios nuestro, Padre misericordioso: Por medio de tu Hijo, que está entre nosotros, ayúdanos a ser afables y
compasivos sin condenar a nadie, ya que tú has sido bondadoso con nosotros. Y no permitas que nos jactemos de
nuestros logros y éxitos humanos, ya que todo lo que somos y hacemos lo debemos a tu gracia y a tu llamado,
Y participando, Señor, en la alegría de la salvación que experimentó, gozoso, san Mateo al tener como invitado en su
casa al Salvador, concédenos alimentarnos siempre con la comida de aquel que no ha venido a llamar a la salvación
a los justos sino a los pecadores.
Amado Jesús, concédenos la gracia de conocerte más, de amarte más, de responder plenamente a tu llamado y de
seguirte siempre confiando en tu misericordia y providencia, en nuestras familias, comunidades y por donde vayamos,
perdona todos nuestros prejuicios y haz que siempre detestemos el pecado, pero no al pecador; concédenos los
dones para ayudar a nuestros hermanos a acercarse al océano infinito de tu misericordia, en especial, a aquellos que
se han alejado de tu mirada.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de
disfrutar del gozo eterno; en especial a aquellos que más necesitan de tu misericordia
Mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que te ofrece en nombre de los pecadores y
perdona a los que imploran tu misericordia, a ti nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del “corona-virus”,
consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios,
sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
CONCLUSIÓN
Finalmente, signándose de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho, dice:
El Señor nos bendiga para la misión, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
TODOS: Amén.
CANTAR Ave María o canto a la virgen.
Señor, dichosos los que guardan sus preceptos,
los que lo buscan de todo corazón;
los que, sin cometer iniquidad,
andan por sus caminos. (Sal 119,2-3)

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