CARMEN: Era tarde para su costumbre, pero al abrir las contraventanas
aún pensé que pudiera estar dormido. Me chocó su postura, sinceramente, porque Mario solía dormir de lado y con las piernas encogidas, que le sobraba la mitad de la cama, de larga, claro, que de ancha, a mí cohibida, pero él se hacía un ovillo,dice que de siempre, desde chiquitín, desde que tenía uso de razón; pero esta mañana estaba boca arriba, enteramente normal, igualito que dormido...Pero cuando le toqué en el hombro y le dije: “Vamos, Mario, que se te va a hacer tarde”, retiré la mano como si me hubiese quemado (llora y, cuando se calma, prosigue). Y ahora que empiezan las complicaciones, querido, zas, adiós, muy buenas, como la primera noche, ¿recuerdas?, te vas y me dejas sola tirando del carro. Y no es que me queje, entiéndelo bien, que peor están otras; mira a Transi, imagínate, con tres criaturas; pero me da rabia, la verdad, que te vayas sin reparar en mis desvelos, sin una palabra de agradecimiento, como si todo esto fuera normal. Los hombres, por regla general, una vez que os echan las bendiciones, a descansar, un seguro de fidelidad, como yo digo. Claro que con vosotros eso no rige. Os largáis de parranda cuando os apetece y sanseacabó. Y no es que yo vaya a decir ahora que tú hayas sido un cabeza loca, cariño, sólo faltaría, que no quiero ser injusta, pero tampoco pondría una mano en el fuego, que el verano de la playa bien se te iban las vistillas, que yo recuerdo a la pobre mamá, que en paz descanse, con aquel ojo clínico que se gastaba, que yo no he visto cosa igual, “el mejor hombre debería estar atado” ¿Qué te parece? Mira Encarna, tu cuñada es, ya lo sé, pero desde que murió tu hermano Elviro, ella andaba tras de ti, eso no hay quien me lo saque de la cabeza, que todavía estás por contarme lo que ocurrió entre Encarna y tú el día que ganaste las oposiciones. Que Encarna tiene más conchas que un galápago. Y tú, dale, que estaba sola, que era tu cuñada, valiente novedad, a ver quién lo niega, que tú siempre sales por peteneras, que para todo encontrabas disculpas, querido, menos para mí, esa es la pura verdad...Tú viste la escenita de esta mañana, Mario, cuando se presentó de improvisto ¡qué vergüenza!... “¡Dios mío! ¡Este también se me ha ido! ¡Este también…!” ¡Qué bochorno! No irás a decirme que es la reacción normal de una cuñada, Mario, que llamó la atención, que yo achicada, a ver…¡Si parecía ella la viuda, hijo! CARMEN (CINCO HORAS CON MARIO)
Para serte sincera, cariño, nunca me gustó Encarna. Ni Encarna ni las
mujeres de su pelaje; claro que para ti hasta las mujeres de la vida merecen compasión. Y nada de que ninguna mujer es así por gusto y que son unas víctimas...Palabras, Mario, que a tí siempre te han perdido las palabras; ¿por qué no trabajan, di? ¿Por qué no se ponen a servir como Dios manda? Que el servicio desaparece no es ninguna novedad, Mario, que yo recuerdo en casa dos criadas y una señorita para cuatro gatos, que aquello era vivir; que cobrarían dos reales, no lo niego, pero, comidas y vestidas, ¿quieres decirme para qué necesitaban más? Pues bueno era papá para eso: “Julia, ya está bien, deja un poco para que lo prueben también en la cocina” Entonces existía vida de familia, daba tiempo para todo, y, cada uno en su clase, todos contentos. Ahora, ya lo ves cómo andamos, que aquí me tienes aperreada todo el día de Dios, si no estoy entre pucheros, lavando bragas, ya se sabe; que una no puede dividirse y, por mucha disposición que se tenga, con una asistenta para siete de familia, a duras penas se puede ser señora.