EL ESPEJO ENTERRADO

Una tarea sobre Carlos Fuentes

Por Rael Salvador

“Un libro es como un espejo: si un mono se asoma

a él no puede ver reflejado a un apóstol”.
Lichtenberg.

Herederos de otras tradiciones milenarias, el Continente Americano es una

mezcla de diferentes culturas.

Así como España es árabe, cristiana y judía, nosotros somos también

mediterráneos.

En nuestro país, México, hay bella y profunda tradición indígena, que es

mucho más evidente que en otras naciones del continente descubierto.

La relación que tenemos con España va más allá de la “conquista” –trágica,

en todo sentido–, sino que está nutrida por su cultura, mosaico que reúne
mitos, leyendas, ideologías y religiones del antiguo continente, Europa.

No es de extrañar que la mezcla de culturas nos haga más ricos, ya que así
podemos gozar de los privilegios del intercambio y la expansión de bienes
humanos, como lo es en la época moderna el cine de Luis Buñuel o lo ya
clásico como los cuadros del pintor Goya, o los poemas de Federico García
Lorca, así como de la “fiesta multicolor” del Cante Jondo, la corrida del toro
— de lomo virgen — y el Flamenco, o todas las demás actividades artísticas
o de orden taurino.

Lo sagrado está manifiesto y lo ritual se vuelve una contaste, así nuestro país
es depositario, heredero genuino, de las grandes tradiciones la Madre Patria,
España, con sus Vírgenes y sus Santos, con sus Celebraciones y sus modos
de vida.
Somos, gracias a todo esto, Hispanoamericanos.
España es Mediterránea, porque empieza y termina en el mar. Su salida la
aprovecho Cristóbal Colón, así como otros viajeros, conquistadores o
mercantes.
Desde nuestro mar (Mare Nostrum), hasta el mar desconocido (Mare
Ignotum), estas son sólo unas cuantas olas, palabras que tienen la obligación
de satisfacer el criterio desfasado y el carácter contradictorio de una
profesora de Secundaria que aplica un bello libro, “El Espejo Enterrado”, de
Carlos Fuentes, como si fuera el peso antipedagógico de una obligación.