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Guia de estudio II
2018
Perretta, Tromen
thromenp@hotmail.com
N° de legajo: P-2777/4
DNI: 35447867
1.- En Kierkegaard y en Schopenhauer encontramos dos filósofos que, sin
conocerse entre sí, realizan un movimiento muy similar, sin que esto signifique que su
contenido sea idéntico. Esto es así no sólo porque pertenecen al mismo período en un
sentido historiográfico (el segundo tercio del siglo XIX) sino porque responden a unos
verdadero heredero de la filosofía crítica kantiana (puesto que también reclamaba para
heredado de Schelling, con quién él había estudiado (Kierkegaard estudia con el ‘último
Schelling’, esto es, el de la filosofía positiva, que viene a completar lo que falta en la
filosofía negativa, que es la de Hegel). Más importante que sus rechazos explícitos del
sistema hegeliano son sus rechazos a los motivos filosóficos que caracterizaban a la
Modernidad y que Hegel sólo había llevado a su versión más acabada, quedando así
clausurada una época de la filosofía e iniciándose otra, que se extiende a nuestros días.
la filosofía moderna se inicia con unos objetivos que Hegel pretende haber satisfecho.
creencia en una acumulación indefinida del progreso material y espiritual. Hegel no sólo
quiere que en su filosofía esos tres ideales se cumplen del todo, sino que se compenetran
a tal punto que casi se identifican. Este cumplimiento se resume en el filosofema que se
encuentra en el prólogo de su Filosofía del Derecho y que se ha hecho famosa: “lo que
principio metafísico (la identidad de ser y pensamiento), pero también está afirmando
todo, y es así que nada queda fuera de él: esto es lo que le ha valido la acusación de
razón con todo lo que es, y que sostenerla es falsificar parte de lo real, y una parte
central, a ojos de estos filósofos. La razón, por lo tanto, no es adecuada para captar todo
lo que es, hay cosas que deben ser aprehendidas por medios radicalmente diferentes.
en la racionalización del mundo, no sólo se nos escapa algo, y algo importante (que
Así, si la imagen que se tenía en el primer tercio del siglo XIX era la de la razón
victoriosa, esta se trueca luego en la imagen de los monstruos producidos por la razón,
soberanía del sujeto, de una apropiación de sí mismo del ser humano como protagonista
del saber y de la historia, a partir de la crisis del hegelianismo dominará más bien la
1 Hegel, G. W. F., Principios de la filosofía del derecho o Derecho natural y ciencia política, Ed Edhasa,
Barcelona, 1999 (2° edición), p. 59.
sensación de que el hombre se ha enajenado, que la razón lo tiraniza y que el hacerse
realmente humana.
hay algo que se sustrae a la razón como medio de aprehensión. Si la filosofía hegeliana
puede describirse como una filosofía cuyo empuje es la negatividad, en la que, tanto en
negatividad realizada, lo que afirman los filósofos que reniegan de Hegel es que la
afirmativo en la realidad que se resiste a caer bajo los conceptos de la razón, y que si se
insiste en hacerlo caer en ellos, se lo pierde. En otros términos, se trata de una parte de
la realidad que no se deja objetivar, que no es nada objetivo y no se puede atrapar con
Modernidad, que más que una realidad conocida es una realidad vivida.
recapitula y expone en el libro primero de su obra capital bajo el nombre de “el mundo
allí Schopenhauer da cuenta del mundo tal como es conocido, representado, esto es,
aprehendido por la razón, como algo que tenemos enfrente. Ahora bien, al principio del
segundo libro da un giro que aclara su verdadera posición: el mundo no está solamente
ni en primer lugar frente al sujeto, sino que el sujeto está antes que nada y de cotidiano
en el mundo, es parte del mundo, lo vive sin llegar necesariamente a una instancia de
reflexión, y frecuentemente sin llegar jamás a algo así. La teoría del sujeto kantiana le
resulta más importante a Schopenhauer que, por ejemplo, la de Hegel, porque Kant
admite que hay algo que se escapa al conocimiento, que no puede ser aprehendido de
ningún modo por las categorías ni por las intuiciones, en fin, de lo que no se puede
hacer ciencia. Esto es, brevemente, lo que Kant llamó ‘cosa en sí’. Lo que
Schopenhauer intenta plantear al afirmar que hay un acceso al mundo diferente del
racional es que él sí puede aprehender la cosa en sí, aunque ciertamente no como objeto.
representación es el que aparece cuando nos colocamos, por así decirlo, fuera del
mundo, como puros cognoscentes enfrente de él, el mundo como voluntad se nos hace
accesible previamente a esa alienación, cuando somos parte del mundo, estamos en él, y
somos constituidos por él. Es por eso que la vía privilegiada para aprehender la voluntad
es el cuerpo vivo, por decirlo de algún modo, voluntad materializada. Se trata, por
sino el cuerpo vivido, con el que tenemos una relación inmediata y simple, no alienada
conceptualmente.
adecuado para dar cuenta de la existencia humana, pues este es precisamente el aspecto
concreto, por oposición a lo general y abstracto (lo cual se llama esencia o idea). Lo que
2 Schopenhauer, Arthur, El mundo como voluntad y representación I, Ed. Trotta, Madrid, 2009
(segunda edición), §18.
reducción de la vida concreta y real, la vida que cada cual puede decir que es la suya, a
una vida homogeneizada, generalizada, una vida anónima y de nadie. Es así que el
teólogo danés elabora su filosofía existencial a partir de una concepción del hombre en
su afirmación acerca de que la vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás
pero debe ser vivida mirando hacia adelante. Esto es nuevamente un gesto
antihegeliano, pues la razón hegeliana mira hacia atrás y ve el camino que lleva hasta
ella misma. Y en términos más generales, no sólo Hegel piensa esto, sino que es una
objeto de la comprensión sino que junto a la vida conocida, y más importante que ella,
está la vida vivida, la cual no es algo que comprendemos sino que la somos.
3.- Como pensadores que reaccionan ante la filosofía del espíritu absoluto
hegeliana, lo que les preocupa y les parece dañino no es la razón en cuanto tal, sino la
razón ilimitada, librada al dominio de todo lo real. Sin dudas un modo de evitar la razón
razón en general y en cuanto tal. No es ese, sin embargo, el camino que eligen ni
parcela de lo real, pero no sobre todo lo real, sino que lo racional tiene límites, junto a
Kierkegaard considera que aquello para o cual la razón objetiva es inútil y hasta
verdad que no puede lograrse a través del razonamiento objetivo, sino que requiere un
salto de fe. En este aspecto también puede considerarse que Kierkegaard está
pensamiento moderno sobre la fe, a saber, de aquel que quiere conciliar fe y saber y
para quien la religión era un momento más del autoconocimiento del espíritu, un
devenir pensamiento puro, esto es, filosofía. Kierkegaard, por el contrario, afirma la
también hay una segunda naturaleza del mundo, tal vez más relevante, que se aprehende
Schopenhauer recaen casi exclusivamente sobre la voluntad, pero no porque esta sea lo
único que existe, sino al contrario, porque es lo que había venido siendo marginado
en la que tiene una aplicación legítima: así es que toda la primera parte de El mundo
como voluntad y representación es una teoría del conocimiento que hace posible la
en el yo, tanto en la gnoseología como en la teoría política, de modo que podría trazarse
un arco de Descartes a Hegel. Se caracterizaba por buscar un autoaseguramiento y una
soberanía del sujeto sobre sí mismo. Con Descartes queda inaugurada una creencia que
transparente a nuestra interioridad y que somos dueños de nosotros mismos. Frente a esa
Schopenhauer produce probablemente las primeras fracturas en ese ideal del yo.
puesto que se deriva necesariamente de las formas puras que nos permiten la
aplicación fundamental no en el yo sino en los objetos que se nos presentan, pero puesto
que el modo de aprehender la voluntad nos coloca, no enfrente, sino en medio de las
cosas, lo que redunda en una desdiferenciación del yo respecto del mundo y la voluntad.
En un tono tal vez menos lúgubre pero formalmente muy similar, Kierkegaard
anuncia en su tratado de 1849 que la desesperación es una enfermedad del yo3, la cual
el yo. Por supuesto, lo que el danés quiere resaltar en el yo es lo eterno y divino que se
encuentra en el yo, que lo conecta o podría conectar con la divinidad y que le daría al
hombre un suelo firme. Cotidianamente, sin embargo, vivimos con una idea falsa y
limitada del yo, al ignorar esto eterno que hay en el yo, terminamos con una imagen
esta otra parte del yo o en el verdadero yo para establecer la condición bajo la cual la
subjetividad podría llegar a ser sí misma. El resultado más inmediato es, sin embargo,
que habitual y cotidianamente el yo es otro que sí mismo, está como determinado desde
abre la puerta a que se determine por medio de una decisión, pero eso exige el famoso
5.- Junto con los conceptos de razón y de sujeto, el tercer gran concepto de la
Modernidad filosófica había sido el del progreso, que estaba íntimamente conectado con
los otros dos. Este concepto operaba sobre todo en el plano del conocimiento y el de la
historia, y presuponía que, de modo lineal o dialéctico, había una acumulación que nos
iba elevando progresivamente con respecto al estado del que proveníamos, ya sea que se
supusiera que se trataba de un progreso indefinido, cuyo fin se iba alejando conforme
avanzamos, ya fuera que se supusiera que el fin trazado era alcanzable, o como en
la historia de las ciencias sea el progreso, puesto que la mayoría de los filósofos
autojustificación. Por supuesto, esa negación no implica una respuesta positiva unívoca;
decadencia, otras en ver la historia como desastre, otras en negar que haya una
lo real, que no hay una cosa en sí como un resto irreductible a nuestro conocimiento, lo
siglo XIX considera que esto es un optimismo desbordante e intenta una teoría del
justificado, no lo puede todo, hay algo a lo que no alcanza y precisamente este algo es lo
ninguna parte; el ir hacia algo es un juicio que puede hacerse acerca de los fenómenos
del mundo como representación, pero no del mundo como voluntad. La voluntad, más
hacia sí, tratando de encontrar el objeto que la satisfaga y fracasando, puesto que no se
ganando con el paso del tiempo. Según su diagnóstico, nuestra época es rica en
sapiencia, es una época reflexiva, pero pobre en pasiones, lo cual lleva a que nunca se
tome una decisión, que se dilaten las horas deliberando y proponiendo respuestas
ingeniosas pero sin que nunca nadie se resuelva a ninguna de ellas. Así, nuestra edad se
precipita al término medio y al anonimato, una época en la que nadie es nadie y todos
son cualquier otro. El gran peligro que Kierkegaard encuentra en nuestra época, y que
4 Cf. Kierkegaard, Søren, La época presente, Trotta, Madrid, 2012.
avanza progresivamente, es la pérdida de la existencia, de las características salientes
que conforman lo propio en favor de una forma de vida ciertamente más cómoda, pero
no es simplemente una moda o algo que afecte a los seres humanos en su vida privada,
lo que al fin y al cabo no sería tan grave, sino que Kierkegaard lo considera el
desarrollo consecuente y necesario de una tendencia que dirige nuestra historia y funda
disolución de lo real efectivo. Él se siente mucho más cerca de Sócrates, y esto también
ironía de Kierkegaard tiene el sentido de hacer patente la falta de sentido del mundo,
objetivo5, de modo que pueda hacer aparecer la idea de la interioridad. Es así que este
porque conecta al yo con lo eterno e ideal, cosa que se descubre imposible en el terreno
dar por presupuesto el sentido del mundo exterior, la ironía produce una diferencia entre
el mundo o los objetos, por un lado, y la idea interior, por otro. Kierkegaard apunta a
una subjetividad que se funda en sí misma pero es finita, lo cual hace que se tenga que
resolver y decidir desde sí misma. Este resolverse desde sí misma, sin poder recurrir al