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Plumereros Cronica de Un Desastre Low PDF
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Crónica de un desastre
PLUMEREROS
Crónica de un desastre
SALVADORA LIMA N° 10
PLUMEREROS
Crónica de un desastre
Recopilación Histórica Periodística
Prólogo...................................................................................9
15 de Febrero1931...............................................................13
16 de Febrero1931...............................................................23
17 de Febrero1931...............................................................43
19 de Febrero1931................................................................71
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PROLOGO
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El Cuerpo de Bomberos da oportunidad a cada uno de sus
miembros en nuestro país para unirse al recuerdo que prodigamos los
bomberos, a nuestros compañeros caídos.
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Cap. Juan Acevedo Tnte. Eleazar Blanco
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El Comercio, Lima 15 de Febrero de 1931
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El Comercio, Lima 15 de Febrero de 1931
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Los heridos fueron llevados con toda suerte de cuidados a los
puestos de socorro. Los bomberos que han rendido su vida en el doloroso
suceso de anoche son los siguientes: señores Juan Acevedo, capitán de la
Cosmopolita; Pedro Torres Malarín, sargento de la Salvadora Lima;
Eleazar Blanco, teniente de la Cosmopolita y Julio Ochoa, de la France. La
tragedia de ayer hará meditar y comprender hasta donde llega el sacrificio
de estos hombres desinteresados y altruistas encargados por espíritu
humanitario de combatir los siniestros en la capital. Según se nos informa,
las víctimas que tenemos que lamentar se deben en gran parte al
entusiasmo y a la abnegación desplegados por doquier. Para dominar el
fuego los bomberos no vacilaron en entrar a la hoguera y avanzar hasta los
sitios de mayor peligro. Solo así se explica que el incendio fuera dominado
en pocos minutos.
La tragedia de la calle Plumereros tiene, pues, que provocar el más
profundo y legítimo sentimiento en la ciudad.
Y es natural que esto suceda. Los nombres de Acevedo, Torres Malarín,
Blanco y Ochoa deberán quedar agradecidos en la memoria de todos
como símbolo de abnegación y sacrificio.
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EL INCENDIO
Según se nos informó a las 10 y 30 de la noche, poco más o menos,
algunas personas, entre ellas el policía de facción en la esquina, se dieron
cuenta de la iniciación del incendio.
De la parte interior del edificio signado con los números 345 y 347,
donde hasta anoche funcionaba la firma Freire y Cia, salía gran cantidad de
humo que se expandía en el espacio. Y a poco una insignificante llama que
salía por los intersticios de las dos puertas del establecimiento.
El policía procedió a avisar inmediatamente a sus superiores de lo
ocurrido y a las compañías de bomberos, llegando estas con la presteza del
caso y ya cuando frente al lugar del incendio se había reunido un
numerosos grupo de personas, las cuales, como siempre ocurre en casos
como el que nos ocupa, opinaban respecto a la forma en que se debía
proceder para atacar el fuego.
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de más arriba, la Lima. El trabajo marchaba sin ninguna dificultad.
Cada bombero, en posesión de su pitón, ya sabía como actuaba, qué
escombros refrescaba, hacia adonde dirigía el agua. El humo era denso y
espeso. Muchos de los bomberos provistos como es de costumbre de
toallas empapadas en agua, se liberaban así de la asfixia que produce el
humo encerrado y el característico olor a madera quemada.
Fuera, las demás compañías y su personal respectivo, trabajaban
con todo entusiasmo colaborando con los esforzados y abnegados
compañeros que se encontraban dentro.
Ya expandida la noticia en la ciudad, gran cantidad de curiosos se
habían situado en las esquinas respectivas, curiosos que eran detenidos por
la policía en su deseo de avanzar para estar más cerca del lugar que
momentos antes había sido amagado.
SE PRODUCE EL DERRUMBE
Así las cosas, y cuando, como decimos, ya los jefes de compañías se
disponían a dar órdenes para el recojo del material, avanzaron para dictar
tales disposiciones el comandante de la Cosmopolita, señor Mongrut y el
capitán de la France, señor Lund, quienes iban a dar a su personal las
órdenes del caso. Recorrieron sobre el agua y las mangas el amplio espacio
del primer almacén y llegaron al fondo, donde encontraron a un bombero
que salía en brazos de sus compañeros.
Los señores Mongrut y Lund, avanzaron, con toda decisión y
energía, y cuando llamaban a sus compañeros, se derrumbó el primer
tabique, sepultando bajo sus escombros al comandante de la Cosmopolita
y al Capitán de la France. Los momentos fueron de honda y terrible
impresión ente los bomberos. Además de los señores Mongrut y Lund,
cayeron junto con ellos, otros; los bomberos de la Roma, que actuaban en
el tabique intermedio y enseguida los de la Lima, que estaban encima de
todos.
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deliberadamente, exponen la vida.
Iniciada la labor de salvamento, fueron sacados de los escombros el
comandante Mongrut, privado del conocimiento y a quien se traslado a la
botica más cercana, la “Venecia” donde el propietario, doctor Marino
Canelli, le atendió con todo interés, solicitud y esmero.
A poco se sacó al capitán Lund, quien pugnaba con sus compañeros
para que no le llevaran a la Asistencia Pública, habiendo sido preciso
colocarle a viva fuerza en el carro, donde uno de sus compañeros, el señor
Luis Melena, de la France, yacía en una camilla, semi asfixiado.
Después de no pocos esfuerzos, se logró que el capitán Lund fuera a
la Asistencia Pública, y en tanto que se ponía el carro en marcha, los demás
bomberos buscaban a sus compañeros inquiriendo los unos por los otros.
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presencia de ánimo, tenía la cara y el busto completamente negro de tierra,
lodo y barro. Nos dijo brevemente que él entró con el capitán Lund a llamar
a sus “muchachos”, y que, después de ver pasar en brazos de su compañero
a un bombero que suponía que era el señor Ochoa, de la France, avanzó
junto con el capitán Lund, cuando de pronto se derrumbó el techo y los
sepultó, quedando él preso entre dos fuertes vigas de 12 por 12, lo mismo
que el capitán Lund, que estaba tras de él.
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el primer techo, cayó de plano sobre el señor Acevedo a quien encontró
boca abajo con la nariz sobre el tubo de una cañería, un pesado ladrillo
encima del cráneo y la cara completamente enterrada entre los
escombros. Tenia el casco en la cabeza. Visto así, de frente, daba la
impresión de haber quedado sujeto por la nariz a la cañería, con el cuerpo
colgante y vacilante en el abismo de muerte que se formo debajo de el.
El capitán Acevedo debe haber recibido el desplome del tabique
mortal sobre toda su persona. El peso aquel lo doblegó, lo deshizo, lo
mató seguramente en forma instantánea.
Este esforzado bombero hacía tres o cuatro meses que perdió a su
padre, el señor Juan Acevedo, conocido librero de Lima que tenía varios
establecimientos en diversos sectores de la ciudad.
Sus compañeros de la Cosmopolita, cuando nos acercamos al
cadáver nos facilitaron la luz de sus hachones para verle de cerca, no
podían dejar de manifestar su honda impresión por la tragedia.
OTRO CADÁVER
A poco fue descubierto, a pocos metros del cuerpo del capitán
Acevedo, el cadáver del señor Pedro Torres Malarín, sargento de la
Salvadora Lima. La muerte de este esforzado bombero, debió haber sido
más brusca, rápida e instantánea que la del capitán Acevedo.
Sobre un charco de lodo, ceniza y fragmentos de madera, yacía este
cadáver, del que se veían, tan sólo, un brazo estirado y la cabeza,
sumergida en los escombros.
El señor Torres Malarín estaba sin casco. Sobre su cráneo una de las
vigas de 12 por 12 parecía haber caído pesada y bruscamente. Hacia la
derecha de la cara, enterrada en los escombros como decimos, se veían una
serie de astillas de madera ennegrecida por la acción del fuego.
Junto a este cadáver, dos de sus compañeros, provistos de hachones,
hacían guardia y ayudaban a la labor de los zapadores en la búsqueda del
único de los bomberos que quedaba con vida, el señor Carlos Vidal,
tratando a la vez de sacar los cadáveres de los señores Eleazar Blanco y
Julio Ochoa, teniente de la Cosmopolita y bombero de la France.
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tragedia que aflige a la corporación.
Agregó que la policía había cumplido ampliamente con su deber y
que apenas pidió la ayuda de los zapadores para extraer a sus compañeros
de los escombros, la había encontrado.
Nos dijo, asimismo, que posiblemente los cadáveres de los
bomberos serían velados en los locales de sus respectivas compañías, y
después trasladados al cuartel de la comandancia general, la Bomba Lima,
de donde saldría el cortejo mañana lunes en la mañana.
El comandante Schiaffino concluyó diciéndonos que los señores
Freire, dueños del establecimiento incendiado no habían sido
aprehendidos hasta el momento en que hablaba con nosotros.
EN LA ASISTENCIA PÚBLICA
Los señores Fernando Lund, capitán de la Bomba “France”, Jorge
Gallesio, sargento de la “Roma” y Luis Melena, bombero de la
“Cosmopolita”, en vista de que su estado requería inmediata atención
médica, sobre todo los dos últimos que habían perdido el conocimiento,
fueron conducidos al puesto central de la asistencia pública y atendidos
por el interno de guardia.
Los señores Gallesio y Melena, debido al recio golpe recibido,
tenían una fuerte conmoción cerebral y diversas erosiones en varias partes
del cuerpo.
Luis Melena reaccionó pronto, no así Jorge Gallesio a quien hubo
necesidad de aplicarle una inyección de aceite alcanforado y éter.
El señor Lund, que una vez más ha puesto en relieve sus altas
condiciones morales, de voluntad y espíritu de sacrificio, no obstante que
también pudo perder la vida como sus compañeros, supo alentar a los
accidentados abrazándolos cariñosamente a la vez que impartía órdenes a
los compañeros que atendían a los heridos, para que acudieran al lugar del
incendio para ayudar al salvamento de los que todavía quedaban
aprisionados entre los escombros. El señor Lund, que fue curado de varias
erosiones en la cabeza y en el codo derecho, se dirigió nuevamente al lugar
del incendio, continuando su labor.
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El Comercio, Lima 16 de Febrero de 1931
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El Comercio, Lima 16 de Febrero de 1931
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siniestros ocurridos en Lima. Por primera vez, en efecto, se produce un
número tan crecido de víctimas como consecuencia de un incendio. Estas
son generalmente, por fortuna, las desgracias personales en
caso de siniestro; y, por la misma sorprende, dolorosamente,
que en esta oportunidad se haya elevado a cinco el número de muertos,
como resultado de la fatalidad, porque ni las proporciones del incendio, ni
el hecho de hallarse ya dominado, cuando aconteció la tragedia, podían
hacer presumir que tuviera aquel siniestro tan lamentable epilogo.
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EN EL HOSPITAL “DOS DE MAYO”
Velozmente, turbado el silencio de la ciudad que dormía, ignorantes
sus habitantes de la tragedia que tan profundamente consternara los
ánimos en la mañana de ayer, el carro de la ambulancia, con el sordo y triste
ruido de su característica sirena, se dirigió a toda velocidad hacia el
Hospital “Dos de Mayo”.
En los barrios del Chirimoyo y en la plaza del hospital habían
grupos de muchachos y hombres que celebraban la entrada de este
carnaval que ha sido trágico. Todos corrieron tras el carro, en cuyos
estribos iban unos bomberos y el doctor Herrera, médico de la bomba de
“Lima”, en el asiento contiguo al chofer. Junto al señor Vidal, dentro del
carro, viajaba el interno de guardia de la Asistencia Pública. Siguiendo el
carro, en una motocicleta, marchaba un bombero de la “Roma” y en un
automóvil, atrás varios bomberos de la “Cosmopolita”.
Con sumo cuidado, el señor Vidal fue desembarcado y llevado en la
camilla al tópico, donde se le colocó en una cama, iniciando los médicos el
examen de las piernas y comprobado que no tenía rotura de ninguna clase.
En la pierna derecha el abnegado bombero presentaba serias quemaduras y
una llaga en cada una de las rodillas. El herido pidió agua. Se le aplicaron
dos inyecciones. Sus compañeros, con todo cariño y solicitud, le decían,
haciéndole eco de la opinión de los médicos, que la cosa no era grave.
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El señor Carlos Vidal Berceod, tenía 22 años de edad.
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desgracia y conocida por la esposa de este correcto bombero, la señora
sufrió una grave impresión y, como su estado era interesante, dio a luz en
forma inesperada, muriendo la criatura.
Pedro Torres Malarín ingresó a la Salvadora “Lima” en el año 1922,
y desde entonces tuvo estricto cumplimiento en los actos del deber,
mereciendo el aprecio unánime de sus amigos y superiores. Lo sorprende
la muerte cuando solo tenía 28 años de edad y era único sostén en su casa
materna.
El bombero Vidal tenía 22 años de edad y había conseguido hacerse
acreedor al rango de subteniente en la “Cosmopolita”. Era muy cumplido
con el deber y muy trabajador. Fue hermano del teniente del Luis Vidal,
también bombero de la “Cosmopolita”. El fallecido era muy aficionado a
los deportes.
LA POLICÍA EN ACCIÓN
Desde los primeros momentos, los propietarios del establecimiento
incendiados fueron citados a la primera comisaría, con el objeto de
practicar las investigaciones del caso. Según se nos comunicó ayer, los
señores Freire prestaron su correspondiente declaración, quedando
después en libertad.
De las investigaciones practicadas se sabe que establecimiento
estaba asegurado en la suma de 40.000 soles oro.
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sencillos ataúdes, los cuerpos del capitán Acevedo, del Teniente Blanco y
del seccionario Vidal, en hombros de sus compañeros. En la Plaza de la
Inquisición se había reunido una numerosa muchedumbre, que
demostraba su consternación por la tragedia ocurrida en el cuerpo de
bomberos de Lima. El fúnebre cortejo llegó hasta las calles centrales, con
la nota emotiva y simpática de que el pueblo, asociándose al dolor de los
bomberos y al duelo de la ciudad, se disputaba cargar los ataúdes, a tal
punto que fue imposible, que los compañeros de los fallecidos cumplieran
los turnos establecidos por la superioridad.
Al pasar el fúnebre cortejo por el Palais Concert, donde en esos
momentos se bailaba, se suspendió de hecho toda manifestación de
alegría. El trafico se detenía. La natural algazara de las gentes en estos días
de esparcimiento concluyó, porque aquel desfile de los tres ataúdes, los
hachones, los estandartes enlutados y los acompañantes adoloridos,
poniendo una nota de tristeza en el ambiente de la ciudad ahondaban más la
impresión que se expandió en Lima desde que se ocurrió la tragedia. Una
vez en la capilla ardiente los tres ataúdes de los bomberos de la
Cosmopolita, se procedió a trasladar el del seccionario de la France, señor
Ochoa, refiriéndose las impresionantes escenas a las que nos hemos
referido, sucediendo lo mismo cuando se saco el del bombero Torres
Malarín, para trasladarlo del cuartel de la Salvadora Lima, cito en la calle
Belén, a la de los Pobres, donde funciona la Lima N°3.
LA CAPILLA ARDIENTE
Antes de las ocho de la noche ya se encontraban, los cinco ataúdes
en el local de la Bomba Lima, donde, como decimos, fue arreglada la
capilla ardiente.
Entrando hacia el fondo destacaban los cinco féretros rodeados de
toda clase de aparatos florales: grandes flores, con sendas tarjetas
enlutadas; otras con cintas de diversas nacionalidades y demás.
El ataúd que encierra los restos del capitán Acevedo está al centro.
No ha sido todavía cerrado definitivamente, y a través de la luna se ve el
rostro completamente desfigurado, envuelto en una serie de vendas, y el
cuerpo cubierto con una bandera peruana. A la derecha está el ataúd donde
duerme el sueño eterno el teniente Blanco, la cara del teniente Blanco
enormemente hinchada, esta morada, lo que demuestra que murió por
asfixia. Le sigue la caja mortuoria donde reposa el seccionario de la
Salvadora Lima, señor Torres Malarín, cuyas condiciones eran iguales a
las del teniente Blanco.
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señor Seccionario Carlos Vidal. Lo rodean varios amigos, sus hermanos, y
al lado de este cadáver, como a lado de todos, las escenas que a cada
instante se presentan, son verdaderamente emocionantes, mayormente
cuando llega un miembro de la familia o un amigo íntimo de los caídos.
Finalmente está el ataúd del bombero Ochoa, de la France. Descubierto
todavía, se ve que parte de las ventanas de la nariz sale un hilo de sangre
que se desliza por la boca. Tras de cada ataúd hay un estandarte y, al centro,
delante de cada ataúd, el de la comandancia general del cuerpo general de
bomberos, completamente enlutado.
EL PUBLICO
Desde que los cadáveres fueron llegando al cuartel de la Bomba
Lima y depositados en la capilla ardiente, las gentes no han dejado de
desfilar ni un solo instante.
Al principio la aglomeración de público en la calle de Pobres y
dentro del cuartel era enorme; todos querían acercarse a ver los cadáveres
y a demostrar en esta forma su sentimiento por la magnitud de la tragedia.
Después ya los miembros de las compañías de bomberos
de Lima, Callao y balnearios pudieron, no sin gran trabajo, organizar las
cosas, permitiéndole la entrada. Las personas de ambos sexos, de toda
condición social y edad ingresaban por la puerta principal. Y entrando por
la izquierda daban la vuelta a los cadáveres para salir por la izquierda, todo
en medio del mayor orden y compostura.
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sociedades obreras y deportivas; y toda la ciudad en general.
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general del cuerpo de bomberos ha agradecido a la señorita Giribaldi su
nobilísimo gesto.
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cabeza y golpes también en diferentes parte del cuerpo. Igualmente fueron
extraídos con diversas contusiones y heridas los siguientes bomberos:
sargento Jorge Calessio, Joaquín Ferreyra, Rafael Calessio, y Alberto
Rivaola de la Roma Nº 1, los que fueron salvados por los miembros de la
compañía Lima Nº 3 y Roma Nº 1.
Producido un segundo derrumbe y en mayor proporción que el
anterior, pudiendo ser salvados por sus compañeros, los bomberos:
sargentos Alberto Valentino y Armando Blackadder y seccionario Felipe
Valentino de la Lima Nº 3; Manuel Reátegui, de la France Nº 2 y Luis J.
Melena de la Cosmopolita Nº 6, los que fueron atendidos de primera
intención por el teniente médico de la bomba Lima, doctor J. Herrera O., el
Dr. Marino Canella, de la Farmacia Venecia y por la familia Escribens,
domiciliado en la calle Mantas.
Continuando la remoción de escombros, bajo la dirección del
comandante de la Victoria Nº 4, señor J. Roberto Wakeham, para seguir en
la labor de salvamento de los bomberos que habían desaparecido, labor
ésta que demoró cerca de tres horas consecutivas, se pudo localizar al
subteniente de la Cosmopolita, señor Carlos Vidal, quien se hallaba
aprisionado de las piernas. Después de ruda tarea se logro extraerlo y
conducirlo de primera intención a la asistencia pública y luego al Hospital
Dos de Mayo, por requerirlo así su delicado estado, pues presentaba
quemaduras en los muslos y piernas, además de recios golpes en distintas
partes del cuerpo. Enseguida (4 de la madrugada), fueron hallados sin
vida, el capitán de la Cosmopolita, señor Juan Roberto Acevedo, el
teniente de la misma compañía señor Eleazar Blanco A., el seccionario
Julio Ochoa, de la France Nº 2 y Pedro Torres Malarín de la Salvadora
Lima Nº 5. Los cadáveres de estos abnegados servidores, conforme iban
siendo extraídos eran conducidos por sus compañeros a sus respectivos
cuarteles.
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proseguir en la penosa tarea de salvamento, que duró hasta las 8 y 30 de la
mañana.
En esta aflictiva situación, nos acompañó desde el primer momento
en la abnegada y fatigosa labor de rescatar las víctimas, el soldado José
Vigíl Solís del regimiento de Infantería número 7.
Al terminar esta parte (hora 1 y 15 de la tarde), se me informa que el
subteniente de la Cosmopolita, señor Carlos Vidal, ha fallecido en el
Hospital Dos de Mayo, a consecuencia de contusiones y quemaduras
extensas de 2º y tercer grado, en ambas piernas, en el abdomen y tórax, por
haber permanecido cinco horas aprisionado por los escombros.
Trágico fin a tenido el incendio producido ayer. El cuerpo de
Bomberos de Lima pierde cinco de sus miembros activos cuando,
abnegados y voluntarios como siempre, se presentaban a cumplir su
humanitaria misión; pero a pesar de tan sentida pérdida, tenga usted señor
prefecto, la seguridad de que el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de esta
provincia, velando por el bien y seguridad de los habitantes de Lima, se
esforzará en cumplir la noble misión que se ha impuesto.
Como en anteriores oportunidades, lamento que la señal de alarma
no haya sido dada por la policía, motivo por el que reitero mi pedido a fin
de que esta orden sea repuesta.
Las compañías de bomberos, en medio del dolor que les aflige, se
retiraron del lugar del suceso, después de las 9 de la mañana.
Dios guarde a usted. S.P.
Federico Schiaffino, comandante general.
Néstor A. Díaz, secretario general.
CEREMONIAL
Acordado por el directorio general del Cuerpo de Bomberos de
Lima, en su reunión extraordinaria efectuada a las 12 del día de hoy, para
los honores que de comandante general se atribuirán a los restos de los
bomberos trágicamente muertos en el incendio ocurrido en la noche de
ayer, en la calle de Plumereros.
Domingo 15
A las 6 y 30 de la tarde -Traslación de los cadáveres de los cuarteles de la
Cosmopolita N° 6, France N° 2 y Salvadora Lima N° 5, al Cuartel de la
Comandancia general, sito en la calle Pobres.
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Lunes 16
A las 3 y 30 de la tarde -Las compañías que forman los cuerpos de
bomberos de Lima y Callao, se reunirán en el local de la Comandancia
General (calle pobres), con sus respectivos materiales y estandartes
enlutados. A las 4 de la tarde -Partirá el cortejo, observándose el siguiente
orden: Batidores (un miembro de cada compañía).
Féretros:
1° - Capitán de la Cosmopolita, señor Juan Roberto Acevedo T.
2° - Teniente de la Cosmopolita, señor Eleazar Blanco A.
3° - Subteniente de la Cosmopolita, señor Carlos Vidal B.
4° - Seccionario de la France N° 2, señor Julio Ochoa; y
5° - Seccionario de la Salvadora Lima N° 5, señor Pedro Torres Malarín.
Banda de Música:
Ejército.
Comandantes generales de los cuerpos de bomberos de Lima y Callao.
Secretarios generales de los mismos cuerpos.
Estandarte del Cuerpo de Bomberos de Lima.
Compañías:
Cosmopolita N° 6.
France N° 2.
Salvadora Lima N° 5.
Roma N° 1.
Lima N° 3.
Victoria N° 4.
Internacional N° 7.
Rimac N° 8.
Garibaldi N° 1 (Chorrillos).
Olaya N° 2.
Grau N° 1 (Barranco).
Estandarte y Cuerpo de Bomberos del Callao.
Carruajes: señor presidente de la Junta de Gobierno.
Alcalde de Lima.
Señor ministro de gobierno.
Señor director de Beneficencia.
Deudos:
Comandancia general del cuerpo de Bomberos de Lima.
Comandancia general del Cuerpo de Bomberos del Callao.
Carros oficiales.
Instituciones.
Carros particulares.
En el cementerio:
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Harán uso de la palabra, el comandante general del Cuerpo de Bomberos
de Lima, comandante general del Cuerpo de Bomberos del Callao,
comandante de la compañía Cosmopolita N° 6, comandante de la
compañía France N°2 y comandante de la compañía Salvadora Lima N° 5.
El cortejo seguirá el siguiente recorrido: Partiendo de la calle Pobres,
tomará la Avenida Colmena, plaza San Martín, jirón de la Unión, plaza de
Armas, jirón Junín hasta la plaza de la Inquisición, doblando por la calle
Universitaria y tomando el Colegio Real, Santa Clara, Mercedarias y
Maravillas.
Actuarán de maestros de ceremonia los tenientes señores Vicente
Pace, Félix Enrique Bravo, Leonardo Oberti y Nicanor E. Masaveau.
El Directorio General acordó, asimismo, en homenaje a los bomberos
fallecidos, permanecer de duelo durante 8 días.
Lima, 15 de febrero de 1931.
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defensores de la ciudad, que sin más aliciente que su sentir desinteresado
por ella y por la humanidad llegan hasta el sacrificio.
Sabemos, que quedan en la miseria algunas familias de estos
mártires del deber y se hace preciso una erogación pública, que abrimos
para socorrer en justa proporción a los deudos de las expresadas víctimas
que estén en el caso de necesitar el auxilio público.
Con este fin, la alcaldía ha nombrado una comisión, presidida por el
señor síndico de rentas del consejo provincial, señor don Pedro García
Yrigoyen, y completada por el comandante general de las compañías de
bomberos, señor don Federico Schiafino, y por los comandantes de las
bombas Salvadora, France y Cosmopolita, para que reciba las erogaciones
y proceda en su oportunidad a la distribución.
A las Instituciones propietarias de flores, a los bancos, a los
capitalistas, compañías de seguros y a las personas de bien, les hago este
llamamiento, para que remitan su óbolo generoso, en esta erogación que el
alcalde, personalmente, cumple con su deber y con sus sentimientos al
iniciar.
L. A. Eguiguren, Alcalde de Lima
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seguramente, con el justo deseo de retornar a los hogares y de iniciar los
programas de fiestas, vino la tragedia.
Esta vez no hubo la recompensa de ver el fuego extinguido y de
retornar al lugar con la fatiga del esfuerzo, pero con la tranquilidad del
generoso deber cumplido. El destino se mostró cruel y quiso poner una
nota de dolor en el campo mismo de la acción. Y en los instantes mismos en
que todos se aprestaban, concluida la obra, a abandonar el lugar del
siniestro, un hecho inesperado, pero siempre de posible realización en
estos casos, arrancó impiadosamente de la vida a cinco de esos modestos
grandes héroes.
Y entre los escombros, en medio de los restos humeantes y en
ambiente que debió provocar angustiosa agonía, los cuerpos prisioneros
quedaron. Los compañeros, los camaradas, los hermanos de esta misión
generosa iniciaron la búsqueda angustiosa y el rescate de los muertos
queridos.
Y mientras la ciudad -piadosamente ajena a esta tragedia- festejaban
bulliciosamente la iniciación del Carnaval -del Carnaval que tiene una
visión de fantasía, pero un gran fondo de verdad- los hombres que en
provecho de los demás, en provecho de todos rinden, todos sus
entusiasmos y todos sus esfuerzos, iniciaron y se encuentran en situación
de dolor y de amargura. Para ellos no hay en este año, no puede haber la
alegría de los otros.
Cinco camaradas, cinco compañeros, cinco hermanos de la noble
misión han caído en la brega. El destino les ha castigado impiadosa y
terriblemente.
Cinco modestos grandes héroes; cinco hombres que eran símbolo
de abnegación, de esfuerzo noble, de acción eficaz y generosa. Cinco que
son parte de la gran hermandad del sacrificio y del altruismo. Cinco
víctimas de un humano deber que ellos mismos se impusieron.
No es misión de estas breves expresiones relievar y enaltecer a estos
muertos. Ellos son sólo el motivo para expresar el sentimiento de
abnegación, de sacrifico, de heroísmo de cuantos se alistan en las filas a
cumplir tan elevado deber. Para los que se fueron en la tragedia terrible y
para los que quedan dispuestos a continuar en la brega, llena de sinsabores
y plena de sacrificios, para unos y para los otros, una expresión de
simpatía, de admiración y de fervoroso respeto.
Estas sus horas de luto y ese su justo pesar, son horas de luto y pesar
intenso y bien sentido para todos.
Y si la tragedia irreparable ya, emociona y conmueve, el ejemplo
trazado debe servir para considerar y enaltecer, como se merecen, a los
hombres que tan esforzada y desinteresadamente rinden su acción.
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Acción impagada o impagable, ella dignifica a quienes la cumplen.
Y si en el recogimiento de los hogares, mordidos terriblemente por
el dolor, queda un vacío irreparable; y si en las filas de la gran hermandad
de la abnegación y del sacrificio, queda un inmenso pesar, queda para
consuelo de todos y en todos los hogares y en todos los corazones un
sentimiento o de respeto, de reconocimiento y de admiración.
Acción impagada e impagable la de estos modestos grandes héroes,
es ella para todos, una lección y una enseñanza de generosidad, de
desinterés y de verdadero heroísmo.
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El publico frente a la casa incendiada comentando
en las primeras horas de ayer la tragedia.
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A las puertas de la bomba “Lima”, parte del numeroso publico que
acompaño la traslación de los cadáveres en la tarde de ayer.
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La imponente capilla ardiente en el local de la bomba “Lima”.
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El Comercio, Lima 17 de Febrero de 1931
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El Comercio, Lima 17 de Febrero de 1931
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cumplimiento de su deber, tendrán, no cabe duda el consuelo y el lenitivo
del homenaje rendido ayer a Acevedo, Blanco, Vidal, Ochoa y Torres
Malarín, por todas las clases sociales de la ciudad. Especialmente por el
pueblo, que como un pueblo sano y noble, que conoce la verdad del
espíritu de sacrificio, se une inmediatamente al dolor que suele producirse
cuando en el cumplimiento del deber ocurre un drama como el del Sábado.
El homenaje que ha sido hasta ahora único en Lima, no tiene
precedentes, tanto mas si se toma en cuenta que se ha realizado en los días
propicios para la alegría y el divertimiento, que pone un paréntesis en la
vida cotidiana.
EN LA CAPILLA ARDIENTE
A las puertas del local de la Bomba Lima, montaba la guardia y
abrían calle hasta cada uno de la ataúdes, bomberos de todas las compañías
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de Lima, Callao y Balnearios. Dentro había una gran cantidad de personas,
entre ellas el edecán del presidente de la Junta de Gobierno, el nuncio,
apostólico, el ministro de gobierno, el ministro de justicia, el alcalde de
Lima, el director de Beneficencia, el ministro de México, cónsul y adjunto
militar de México, comisiones de la municipalidad, del partido demócrata
entre cuyos afiliados se contaba con el teniente de la Cosmopolita, Eleazar
Blanco, comisiones de diversas agrupaciones, sociales, obreras
deportivas, etc,. una comisión del pueblo de Vitarte, compuesta por
autoridades y muchísimas otras personas, entre las que se veían
comisiones de todas las comunidades religiosas que conforme entraban al
local rezaban un responso ante los ataúdes. Un poco alejados de todas estas
personas, estaban los deudos de los cinco bomberos fallecidos, que como
es natural, no cesaban de manifestar su dolor y congoja por la trágica e
inesperada muerte de los seres queridos.
Los maestros de ceremonias, tenientes bomberos Vicente Pace,
Enrique Bravo, Leonardo Oberti y Nicanor E. Masaveau, secundados por
miembros de las diversa compañías dictaban las disposiciones del caso, de
acuerdo con el comandante y el secretario generales del cuerpo de
bomberos de Lima, señores Schiaffino y Díaz. Todos los bomberos
llevaban al pecho una banda de crespón negro. Los autos-bombas, carros
de escalas y todo el material, estaban, igualmente, con crespones de luto.
Los comandantes de compañía, así como los comandantes generales de
Lima, y Callao, llevaban asimismo, luto en las cornetas, insignias de su
mando. Igual luto se veía en el banderín de la comandancia general y en
todos los estandartes. Además el material de todas las compañías lucía
paños negros con lágrimas de plata y demás insignias de duelo.
46
descomposición hacia hasta peligroso conducirlo en esa forma.
47
CONTINÚA EL DESFILE
Tras de esta masa de pueblo, eran conducidos en hombros de
miembros de las compañía de bomberos, lo mismo que los otros tres
ataúdes, el del teniente Eleazar Blanco y sucesivamente los del subteniente
Carlos Vidal y seccionarios Julio Ochoa y Pedro Torres Malarin. Como los
deudos de los caídos que seguían las fúnebres cajas, todos los
acompañantes, todo el pueblo marchaba en el más religioso silencio y con
la cabeza descubierta. En la Plaza San Martín gran cantidad de
automóviles particulares y de plaza, ocupados por damas y caballeros
veían el paso de la triste procesión, demostrando la impresión causada en
todos los vecinos de la ciudad por la tragedia de la noche del Sábado.
Seguía a esta masa compacta, que aumentó en la Plaza San Martín,
la banda de músicos del regimiento Nº 7 de infantería y los comandantes y
secretarios Generales de los Cuerpos de Bomberos de Lima y Callao. El
estandarte del Cuerpo de bomberos de Lima con su respectiva escolta y
miembros y material de las compañías Cosmopolita Nº 6, France Nº 2,
Salvadora Lima Nº 5, Roma Nº 1, Lima Nº 3, Victoria Nº 4, Internacional
Nº 7, Rímac Nº 8, Garibaldi Nº 1 y Olaya Nº 2 de Chorrillos; Gráu Nº 1 de
Barranco; estandarte del cuerpo de bomberos del Callao y el personal y
material de la Unión Chalaca, Italia Callao; Garibaldi Callao, Salvadora
Callao, Bomba Callao; y Perú; y, finalmente comisiones y estandartes de
sociedades y agrupaciones obreras. El estandarte y una numerosa
comisión de la Asamblea de Sociedades Unidas, iba junto al ataúd del
capitán Acevedo.
Una serie de carruajes cerraba el cortejo. Y el pueblo, cuyo número
aumentaba cada vez mas y cuya consternación y sentimiento estaban
impresos en el rostro de todos, y lo demostraban con el silencio y el respeto
con que iban adelante, al lado o atrás de los ataúdes, sin demostrar el menor
cansancio y disputándose los ataúdes para cargarlos.
EN EL JIRÓN DE LA UNIÓN
Al entrar el cortejo al Jirón de la Unión por la calle de Boza, de
nuevo se pretendió colocar en el carro fúnebre el cadáver del capitán
Acevedo. Fue Imposible. Y el imponente desfile ingresó a nuestro jirón
principal desde temprano, ocupando ambas aceras esperaban personas de
toda condición social, lo mismo que en los techos, balcones, ventanas y
puertas de las casas y establecimientos comerciales.
A las 5 y 30 de la tarde el fúnebre desfile ingresaba lentamente,
silenciosa y respetuosamente a la Plaza de Armas, que se veía totalmente
ocupada, con mayor razón en el sector por donde debía pasar la triste
procesión. Como en la Plaza san Martín cientos de automóviles esperaban
48
la llegada de la adolorida comitiva.
En la calle de San José, primero y en la Inquisición, después, por
tercera y cuarta vez se insistió en colocar los ataúdes en la carrozas; pero
fue nuevamente imposible. El pueblo no cejó en su deseo de rendir a los
cinco abnegados tan tristemente caídos en el cumplimiento del deber su
postrer homenaje e insistió en llevarlos a pie hasta el cementerio, sin tomar
en cuenta lo avanzado de la hora y el largo trayecto recorrido. Y fue
entonces, que pidieron los maestros de ceremonias cargar ellos los ataúdes
y tomarlos de los hombros de los bomberos; que se habían turnado hasta
allí. Así se hizo y la doliente comitiva siguió su marcha rumbo a la
Necrópolis.
EN EL SANTO CRISTO
Cuando, después de pasar anticipadamente por las calles que
recorría el cortejo, en muchas de las cuales él había jugado inclusive con
agua momentos antes, y se había dado tregua a la alegría, llegamos a la
Plazuela del Santo Cristo, el gentío esperaba en gran número por todo el
recorrido, lo mismo que en la amplia alameda del cementerio, en cuyo lado
derecho habían muchos automóviles y a las puertas del panteón llamado
del Ángel, o sea el primitivo, muchas personas, en su mayoría mujeres.
Hacía mas de una hora que todos esperaban, y esta espera se
prolongó hasta las 6 y 45, hora en el que el cortejo llegó al cementerio,
todavía con luz; pero con luz muy débil ya.
EN EL CEMENTERIO
Al llegar al cortejo al cementerio, las gentes se bifurcaron y se
dirigieron al cuartel de San Juan Bautista, donde debía ser sepultados los
bomberos caídos.
Los muchachos y los hombres todavía ágiles, treparon al techo de
los cuarteles adyacentes y a los mausoleos más cercanos, y se instalaron
allí para oír los discursos.
Mujeres, niños, hombres viejos; gentes de pueblo; gentes de la clase
media, en una palabra, exponentes de todas las clases sociales,
irrumpieron en una masa tan humana como compacta a la Necrópolis.
Corrían, se atropellaban, se apretujaban alrededor de las mesas en
que debían ser colocados los ataúdes. Fue difícil el ingreso con ellos. Hubo
necesidad de que los bomberos, poniéndose enérgicos, despejaran a las
gentes casi por la fuerza y abrieran a las personas que cargaban los ataúdes.
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del teniente Eleazar Blanco y del subteniente Carlos Vidal, de la
Cosmopolita N° 6; del seccionario Julio Ochoa, de la France N° 2 y del
seccionario Pedro Torres Malarín, de la Salvadora Lima N° 5.
50
sacrificio y abnegación, de dignidad y de honor, de valor y de gloria.
Las páginas de la historia nacional ostentan muchas otras
memorables acciones de estos “héroes de la ciudad”. En la última guerra
nacional, siete mártires surgidos de sus filas, en épica jornada regaron con
su sangre nuestro suelo, despertando la admiración de propios y extraños.
Vuestra abnegación, señores miembros del Cuerpo de Bomberos,
lleva consigo el sacrificio del reposo y de la salud y el peligro de vuestras
vidas; y os ofrece únicamente hermosos triunfos espirituales y la
satisfacción de la conciencia que se alcanza por el cumplimiento del deber,
generosamente contraído y noblemente desempeñado. Es así que con el
esfuerzo supremo del héroe en las horas de lucha, con la abnegación
sublime del mártir en las horas amargas del infortunio, que pueden
amargar pero que jamás abaten a las almas fuertes y aceradas, vuestro
Comandante general acaba de proclamar: “El cuerpo de bombero de Lima
pierde cinco de sus miembros activos, pero a pesar de tan sentida perdida,
velando por el bien y seguridad de los habitantes de esta provincia, se
esforzará en cumplir la noble misión que se ha impuesto”. Bello gesto que
es la apoteosis más grande del instante.
La Municipalidad de Lima interpretando fielmente el sentimiento
del vecindario, se ha declarado de duelo, tributando este homenaje a los
bomberos que han sucumbido dando ejemplo de abnegación y solidaridad
y que esclarecen con su gloria la oscuridad de la muerte.
Por salvar la vida e intereses de los demás, estas víctimas del deber
voluntario, han cubierto con el crespón de la orfandad y del desamparo de
sus virtuosos y florecientes hogares. Ello explica esta manifestación sin
precedentes en que se confunden todas las clases y todos los elementos
representativos de nuestra sociedad.
Capitán Juan Roberto Acevedo, de la Cosmopolita; teniente Eleazar
Blanco, de la Cosmopolita; subteniente Carlos Vidal de la Cosmopolita;
seccionario Julio Ochoa, de la France, y Pedro Torres Malarín, de la
Salvadora; en nombre de la ciudad de Lima me inclino consternado ante
vuestros despojos; vuestro recuerdo perdurará eternamente en el corazón
de este pueblo agradecido, como símbolo de heroísmo civil y de supremo
espíritu de humanidad.
51
contra el fuego la vida de miles de seres humanos en el instante del
sacrificio cuando tenemos el corazón llagado, este lugar no representa la
estación de la última despedida, es apenas un alto para confirmarnos aún
más en nuestra fe y hacer promesa de que como han muerto estos que son
nuestros hermanos, también rendiremos nosotros nuestras vidas si las
contingencias a que está sometida nuestra misión nos reclama.
El bombero cuando recibe el uniforme que lo distingue de los demás
hombres, jura olvidarse de si mismo para dedicarse a penetrar a los lugares
de más peligro en los siniestros a fin de salvar mujeres, ancianos y niños,
seres débiles, la pérdida de cuyas vidas heriría a la sociedad y
particularmente a los hogares de que forman parte. El bombero en el
trabajo que voluntariamente se impone disputa pues a la muerte muchas
existencias y juega con ella, llevando en el ambiente una sonrisa optimista
y serena. Y cuando llega la oportunidad debe correr con su bomba para
someterse a un género de disciplina especial que sólo representa
sacrificios y abnegaciones.
Y para entregarse a esta hermosa obra de altruismo, deben dejar a
los suyos, dando el adiós a la madre, esposa y a los tiernos pequeños, quizá
para no volver del incendio que llena de alarma a la ciudad.
Las llamas que devoran insatisfechas con los hogares, tantas vidas;
tantos bienes preciosos para la sociedad, suelen también arrancar de
nuestras filas a los mejores y más queridos compañeros y como ha
ocurrido en este caso se llevan a los más jóvenes y a los más buenos, sin
que nada les importe la congoja ni la triste orfandad en que se quedan sus
familias, faltas algunas de ellas de todo recurso, mientras el luto las
envuelve con sus crespones fúnebres.
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hombres, se perennizan y perpetúan, porque el fuego sagrado que los agita
los ennoblece, los dignifica y convierte en lámparas votivas cuyas luces
tenaces y precisas parecen fijarnos claros senderos que seguir y viriles
ejemplos que imitar. Compañeros: Antes de que os hundáis en la sombra de
todos los silencios, y de todas las lejanías, recibid el doloroso y admirativo
adiós a vuestros despojos de todos los bomberos.
53
de los altruistas fines que perseguimos, son lo bastante suficientes para
reconocer los incalculables méritos adquiridos para con la institución
bomberil y la inestimable consideración a que se habían hecho acreedores
ante la sociedad entera, el comercio y el especial aprecio que siempre
gozaron de sus compañeros y amigos.
Hoy pues, que el Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Lima pierde a
cinco cumplidos compañeros de sacrificio y de labor; que esta desgracia
abate a todos los bomberos que sentimos pesar inmenso y que lloramos
inconsolables la partida de los camaradas queridos a su Hogar Celestial en
donde ocuparán el lugar preferente que el ALTÍSIMO tiene señalado para
los mártires del sacrificio; el Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del
Callao, viene consternado a este santo recinto a depositar ante las tumbas
de nuestros compañeros una corona de siemprevivas que simboliza el
imperecedero recuento de los bomberos chalacos y el hondo pesar y
aflicción que nos embarga; y que sea esta la elocuencia más grande de
nuestra fé con que los compañeros de sacrificios juramos ante los restos
sagrados de estos héroes, imitar la lección de arrojo y de amor a la
humanidad.
Queridos compañeros Acevedo, Blanco, Vidal, Ochoa y Torres
Malarín.
En nombre del Cuerpo de Bomberos del Callao recibíd el postrer
adiós, paz sea en vuestras tumbas”.
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sus gestos de filántropos, para mantener vivo el espíritu que anima a todos
los que forman parte del benemérito cuerpo de bomberos de Lima.
Un siniestro que se produce en la zona central de esta ciudad
amenazando valiosas propiedades y almacenes de lujo, demanda el
esfuerzo de nuestras compañías de bomberos y cuando después de
porfiada lucha el siniestro lanza sus últimos resplandores, un derrumbe de
paredes sepulta entre elementos enrojecidos por el fuego a cinco
esforzados bomberos que sucumben ante la desesperación y el dolor de
todos sus compañeros. Tal señores lo acontecido y tal la perspectiva de
siempre ante esta forma del ejercicio del bien y, sin embargo, frente al
egoísmo general, entre las sonrisas de los que jamás entendieron de
sacrificios humanitarios un puñado de hombres, de bomberos, prosigue
cada día mejor su tarea de bien y acude solicito a prestar su concurso frente
al fuego, hasta dominarlo y si es preciso sucumbir hasta sofocarlo.
Yo cumplo, imperativo deber demandando al respeto de todos por
estos hombres que saben hacer lo que tantos otros apenas saben describir, y
agradezco a los ciudadanos aquí presentes su presencia en este acto
solemne y profundamente triste.
Señores: A nombre de la compañía nacional de bomberos
Cosmopolita, presento sentido homenaje de condolencia a las compañías
France y Salvadora Lima y deposito ante las tumbas de sus malogrados
socios Ochoa y Malarín la expresión del más íntimo pesar.
Capitán Acevedo, teniente Blanco, subteniente Vidal: Habéis
tendido vuestras vidas cumpliendo entusiastas vuestro deber y habéis dado
así un doble ejemplo como jefes y como bomberos. Vuestra memoria
permanecerá siempre entre nosotros que supimos apreciaros en vida.
Desde los más modestos cargos, disteis prueba de ser dignos miembros de
nuestra Cosmopolita y practicando el bien llegasteis a ejercer puestos de
dirección en la lucha contra el fuego. No bastaba sin embargo a vuestros
espíritus saber mandar y quisisteis enseñar como puede irse más allá; a ser
héroes, lo habéis conseguido y nuestra compañía dolorosamente herida os
ve desaparecer, pero se encuentra orgullosa de haberos contado entre los
suyos.
55
Señores:
La segura inexorable que lo mismo hiere al alcázar del rico como a
la cabaña del pobre, ha arrebatado de nuestro personal afecto a diversos
componentes del cuerpo de bomberos voluntarios de la capital, elementos
que con la abnegación inmaculada del deber voluntariamente impuesto,
han rendido su vida en aras de su humanitaria misión.
El dolor que anonada a nuestras instituciones, las innumerables
muestras de condolencia que recibimos de las autoridades locales como de
la ciudad de Lima, vienen a mitigar en parte nuestro inmenso dolor. El
bombero solamente vive en las horas de su intenso dolor en los momentos
en que son amenazadas la propiedad y la vida por la acción destructora del
fuego, y, el pueblo de Lima, emprendiéndolo así, nos acompaña a tributar
este último y merecido homenaje a los bomberos caídos cumpliendo con
su deber; su recuerdo y su ejemplo vivirá eternamente grabado en nuestros
Corazones.
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deber humanitario de sacrificarse para salvar al prójimo en los momentos
de la lucha titánica contra el fuego, que traicionando muchas veces
nuestros deseos trata de vencernos infructuosamente porque nuestra
decisión es de lucha hasta morir, pero habiendo cumplido nuestra divisa
que es humanidad y patria.
Julio Alberto Ochoa Torres, cuyos sentimientos de amor a la causa
que inspiran la doctrina de las almas de los hombres nobles y de bien, con
admiración profunda por la nación francesa, siguiendo los impulsos de su
voluntad, quiso demostrar su amor a Francia vistiendo la casaca del
bombero en la compañía de mi mando. Cumplidor, vehemente en los actos
del servicio, dotado de una actividad sorprendente desafiando siempre el
peligro y se complacía en ser con justicia de los primeros en combatir en
los siniestros con eficiencia que le atraía justamente la admiración de todos
y la felicitación de sus jefe después del trabajo.
Julio Alberto Ochoa Torres, ingresó a la compañía como voluntario
muy joven, y habiendo cumplido el año último la edad reglamentaria
para figurar entre los socios activos, se le concedió este título como justa
recompensa a las demostraciones de competencia que en múltiples
ocasiones había demostrado.
Para todos los bomberos de la France N°2 su desaparición deja una
huella profunda de dolor que sólo será aliviada cuando para cumplir con el
deber se tome su conducta como ejemplo.
Julio Alberto Ochoa Torres, has caído como los héroes, en la acción.
Tú tumba dirá en la lápida que la cubra que has muerto en el campo del
honor.
Descansa en paz.
HABLA UN OBRERO
Antes de que los acompañantes del sepelio se retirarán el obrero
marmolista don Juan Artezana, improviso un sentido y elocuente discurso
en el que elogió en frases cálidas y emotivas la abnegada labor de los
bomberos y la lección del heroísmo y espíritu de sacrificio que habían
dado los cincos caídos al perecer en un siniestro.
57
profunda tristeza en la noche dentro del campo santo.
Y así, a las 8 de la noche, poco más o menos, los bomberos y el
pueblo abandonaban el cementerio, volviendo todos a la ciudad. Unos
dejando allí a cinco compañeros caídos, en el cumplimiento de su deber,
los otros con la seguridad de haber cumplido un deber al tributar en forma
ostensible y sincera, sentida y emocionante su último tributo a los cinco
abnegados que allí quedaban para siempre.
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Arturo Farfán Quintanilla, Compañía de Bomberos “Salvadora Lima Nº
5”, Leonidas Noriega Bernales C.A. Abogado, Luis A. Eguiguren, alcalde
del Consejo Provincial de Lima; Personal de guardia de la Compañía de
Bomberos Cosmopolita Nº 6, Néstor A. Díaz secretario de la Cosmopolita
Nº 6” y del Cuerpo General de Bomberos; Francisco Torres Pino, Esteban
Bevilacqua, comandante de la Compañía de Bomberos de ”Italia” del
Callao, David Alexander, Estuardo Callirgos. Empleados de la Casa
“Victor”, Consejo Provincial del Callao, Alfonso Castellanos Federico W.
Castellano. Humberto Ravettino, Jefe y oficiales de la 2da. División; Jorge
Vidal Herrera, Luis Vidal y hermanos. Compañía Italo-Peruana de
Seguros. Club Social “Vitarte”, Zoila Rosa viuda de Figueroa. Rosalía
viuda de Parodi. Josefina viuda de Dodero, Directora del Instituto Santa
Rosa, señorita Pérez Liendo; Elvira de Sañudo e hijos, Compañía de
Seguros “La Fénix Peruana”. Concejo Distrital de Magdalena del Mar.
Augusto Aboado, Salomón F. Sumar. Jorge Maflug y hermanos, Pedro
Trigo, Benjamin Callirgos, Jorge Callirgos, Compañía Peruana de
Teléfonos, Jefe y oficiales del Gabinete Militar. Compañía de Bomberos
“Olaya Nº 2” de Chorrillos, Ministro de guerra, Ministro de Francia. Casa
militar. Ricardo I. Defillippi. Compañía Nacional de Bomberos
“Mollendo Nº 1”, Mollendo; Adolfo Bayro S., Mollendo; Eleuterio
Cabezas Arancibia, Alberto Aguilar, Juanito Acevedo y hermanos.
Gustavo Michael, Rosa Márquez y familia, Carlos Allén, Rafael Ravettino
y señora, Federación Nacional de Enfermeros, Director de “La Sanción”.
59
que ha originado la muerte de cinco de los abnegados miembros del
Cuerpo de Bomberos de Lima.
La Federación de los Estudiantes del Perú cumple con presentar por
intermedio de usted al Cuerpo de Bomberos, su profundo sentimiento por
tan dolorosa desaparición. Y se siente aunada al duelo de quienes con
abnegación y arrojo cuidan de la vida y los intereses del vecindario.
De usted,
Atentamente:
T. Escajadillo, secretario general
Jorge Enrique Pinillos, secretario del interior.
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Ministerio de Gobierno Lima
15 de febrero del 1931
Señor Federico Schiaffino, comandante general del Cuerpo de Bomberos
de Lima
Ciudad S.C.G. La muerte de cinco abnegados miembros del Cuerpo de
Bomberos de Lima, defendiendo la propiedad ajena, no solo enluta a la
institución a la cual pertenecen, sino también a todas las entidades
oficiales. Quienes caen como símbolo de sacrificio como prueba de valor
moral como trasunto fiel de abnegación, merecen el bien de la república y
el recuerdo de sus hijos.
Este ministerio, al interpretar fielmente el sentimiento de dolor general y
de unánime consternación que produce la desaparición de esos cinco
hombres heroicos ofrece a usted y por su intermedio al Cuerpo General de
Bomberos de Lima. Su condolencia más sincera y las expresiones de su
personal simpatía- Dios guarde a usted.
A- Beingolea
Un sello del Ministerio de Gobierno y Policía.
61
de la calle Plumereros.
Con este motivo nuestros directorio ha resuelto adherirse a la exhumación
de los restos de estos infortunados ciudadanos, por medio de una comisión
que portará nuestro estandarte.
Aprovecho de esta oportunidad para ofrecer a usted las seguridades de mi
mas distinguida consideración.
Jorge R. Gutiérrez, presidente.
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Correspóndase a tan generosa acción, que hoy termina con el
sacrificio de la ida, reemplazando en el apesadumbrado hogar de los
desaparecidos parte de los resultados del esfuerzo que como padre, hijos o
hermanos realizaban.
Agradezco a usted la benévola acogida que de a esta iniciativa,
rogándole la patrocine usted, con su prestigio de hombre de bien.
De Usted, atto. S.S.
E. Harth-Terré
63
algunas personas, entre ellas miembros del alto comercio, han ofrecido ya
su concurso generoso a la formación del fondo que será distribuido entre
los familiares de los bomberos que hallaron el sábado trágico fin,
cumpliendo su noble deber.
“El Comercio”, deseoso también de participar modestamente en
esta significativa manifestación cívica de gratitud a la memoria de quienes
rindieron la vida en defensa de un interés social y de apoyo inmediato a sus
deudos, ha entregado, como pasaporte de nuestra empresa al fondo de
auxilios, la cantidad de mil soles al sindico de rentas del consejo, a cuya
disposición ha puesto también, el cheque de 50 soles que, por nuestro
intermedio, remite para dicho fondo el señor Víctor F. de Albertis, según
puede verse por la siguiente carta:
Barranco, 16 de febrero de 1931.
Señor director de “El Comercio”
Lima
Muy señor mío:
Sírvase Ud. separar del señor de la presente, mi cheque Nº 897955 a
cargo del Banco Italiano por la cantidad de S/. 50.- suma con la que
contribuyo a la iniciativa del señor alcalde de esa ciudad para socorrer a las
familias de los víctimas del incendio ocurrido en la calle de Plumereros.
Aprovecho de esta ocasión, señor director, par ofrecer a usted las
seguridades de mi estimación y suscribirme de usted muy atento
s.s.s.
Víctor F. De Albertis
SUBLIME SACRIFICIO
Honda consternación ha producido en Lima, la horrible tragedia que
ha tenido por escenario una de las principales calles de la metrópoli.
Cinco hombres generosos y abnegados han perecido, cuando fieles
a su misión noble y altruista luchaban por apagar un incendio.
Mientras la ciudad alborozada y radiante de alegría se aprestaba a
recibir al dios Momo, por otro lado la negra fatalidad sembraba la
destrucción y la muerte. ¡Oh sarcasmos de la vida! Muchos hombres
buenos esperaban en la dulce quietud del hogar, la iniciación del efímero
reinado para compartir con los suyos la alegría cuando sonó a lo lejos un
piteo incesante, ¡incendio! Dijeron y veloces partieron al lugar de la
tragedia sin sospechar que en esa noche de alegría loca, contagiosa y
desbordante, la vida los abandonaría y sumiría sus hogares en la tristeza
más grande y el dolor más profundo.
Sin embargo esa fue la última noche. Murieron como héroes,
sepultados entre los escombro de la casa incendiada cuando generosos,
64
Nobles, abnegados, desprendidos trabajaban por contener a la furia del
elemento voraz. Hombres sublimes que abandonaron todo, el dulce hogar
y sus demás obligaciones para acudir prestos donde el deber los llama.
Hombres generosos que aman de verdad a la humanidad cuando
está en desgracia. Hombres que laboran silenciosa y calladamente en las
grandes hecatombes sin exigir jamás la vida por salvar la de sus
semejantes.
Así es el Bombero, sinónimo de bondad, de amor, de los puros
sentimientos. Así fueron los cinco bomberos que en esa noche pletórica de
alegría encontraron en la calle Plumereros, una tumba prematura.
Los nombres de estos heroicos bomberos han de quedar
eternamente grabados en el corazón de todos los habitantes de Lima y el
recuerdo del sublime sacrificio ha de perdurar por siempre en el historial
de la vieja ciudad de los virreyes.
Vaya a las familias de los heroicos bomberos la sincera e intima
expresión de nuestro dolor.
Barranco, febrero de 1931
SIDERAL
LA CATÁSTROFE BOMBERIL
Una nota de dolor y de triste constitución en la ciudad, la tragedia de
la calle de Plumereros. Una alarma, un siniestro y veloces las bombas
cargadas de abnegados voluntarios se constituyen en el lugar del siniestro.
Rápido como la centella, colocan las escalas, tienden las mangas y
se entregan de lleno a combatir el fuego, que con sus enormes lenguas trata
de acobardar a los heroicos bomberos que ni con eso se ahuyentan.
A los 25 minutos el terrorífico elemento, ha sido conjurado, un
clarín de la voz de retirada y el recojo del material. La orden va a ser
cumplida, cuando ¡oh maldito destino!, la parte alta del edificio se
desploma, sepultando entre sus aún humeantes escombros a varios
desinteresado servidores de la humanidad.
Tal es la visión dantesca del incendio del sábado último. Tiembla la
pluma al describir la horrorosa impresión que produjo la escena del
desplome.
El rescate de cuatro bomberos bajo los escombros fue algo fúnebre.
A la temblorosa luz de los hachones y en medio de los tristes ayes de dolor
de los heridos, los cadáveres iban apareciendo uno a uno pero
completamente mutilados y desfigurados. El cuadro era conmovedor.
Algunos bomberos pugnaban por no llorar. La muerte se había
pegado al siniestro con todo su furor. Parece que Momo, en estos días,
65
quiso en gozar con la tragedia de sus momentáneos súbditos.
...Y los escombros fueron devolviendo sus presas, Acevedo,
Blanco, Ochoa y Malarín. Mas tarde murió Vidal. Cinco hombres que no
trepidaron en ofrendar sus vidas por salvar la propiedad ajena.
Dignos son de un grandioso homenaje póstumo no solo de Patria
agradecidos, sino de la Humanidad entera. Los sacrificios de estos héroes
voluntarios no deben pasar inadvertidos. Sin interés de ninguna clase, ellos
a costa de grandes peligros salvan vidas y propiedades ajenas. Por eso el
recuerdo de los cinco mártires de la hecatombe del sábado 14 será
imperdurable en nuestros corazones.
¡Paz en sus tumbas!
ROSS
Lima 17.2.93
66
Disposición de usted, señor Comandante para aliviar económicamente las
familias de los bomberos muertos. También para reclutar mayor fondo
procuraré conseguir gratis objetos de arte que las casas comerciales me
entregarán rematándolos a los mejores postores durante la mencionada
función, cuyo importe irá a incrementar los fondos en beneficio de estas
familias.
La función se podría efectuar el día 21 ó 23 del corriente a las 9 y 30
p.m. como arriba mencioné, en el Teatro Municipal.
Le agradecería, señor Comandante, que al aceptar mi sincera
cooperación, se sirva usted nombrar una comisión para que controle los
boletos y que intervengan en la venta de los mismos para las localidades y
así asegurar el éxito esperado.
Le ruego, señor Comandante, expresar mi sincero pésame a todo el
cuerpo de bomberos por la irreparable pérdida de sus queridos
compañeros.
Esperando la estimada respuesta de esa Comandancia, para
preparar a tiempo todo lo que se requiere para realizar la susodicha
función.
Me suscribo como su S.S.
Silvio Garroni.
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Aspecto de la Plaza San Martín, entrando a la calle Boza.
68
El cortejo y parte de los acompañantes de él, ingresando al cementerio.
69
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El Comercio, Lima 19 de Febrero de 1931
71
El Comercio, Lima 19 de Febrero de 1931
72
Basílica, doctor Chávez Aguilar, tuvo a su cargo la parte musical.
Cuando concluyo la misa de réquiem, el propio obispo monseñor
Holguín entonó el responso de rito delante del tránsito, acompañado del
cabildo metropolitano en pleno, revistiendo este acto gran solemnidad.
Terminada la ceremonia fúnebre de que damos cuenta se despidió el
duelo en la puerta principal, después de las doce del día.
73
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El testimonio del Comandante Mongrut
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El testimonio del Comandante Mongrut
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-Estábamos -agrega- como ocho compañeros dentro de la
habitación, y ninguno de ellos, naturalmente, presentía el desenlace que
iba a tener el asunto... De un momento a otro sentimos el crujido de las
maderas, el ruido peculiar de las paredes que se rajan, y sentimos también,
sobre nuestras cabezas y sobre nuestros cuerpos, una verdadera lluvia de
elementos. Los que pudimos, atinamos a reunirnos. Yo estaba con Lund,
con Molena, con Vidal (Carlitos) y sentí que una viga que pesaba
enormemente me cayó sobre las espaldas y otro sobre el cuello. Encima de
estas vigas cayó una serie de cosas más... El peso me venció y quedamos
todos en cuclillas haciendo el mayor esfuerzo que podíamos para evitar
que nos tumbaran del todo las vigas...
-¡Fue cosa atroz!... ¡pavoroso!.. Yo me di cuenta, desde el primer
momento, que Blanco había muerto, tanto porque me percaté de que él
había sufrido el golpe de la misma viga en la cabeza, como porque no lo
sentí gritar como gritaban los demás... Yo también hubiera gritado... pero
no lo hice porque no tengo ese carácter y porque además, no podía... Quizá
si hubiera podido gritar lo habría hecho... el humo me ahogaba... el peso
que me oprimía las espaldas no me dejaba respirar... Ya recuerdo que oí
gritar a Vidal... ¡pobre compañero mío!... Su cabeza quedó recostada
sobre mi mano y en ella sentía yo toda la presión que hacía sobre su
cabeza, resistiendo a la vez, la fuerza de la viga... Como pude, traté
de auxiliarlo, y aun cuando yo estaba en situación también desesperada,
logré sacar la mano y ponérsela sobre la cara, para defenderlo... El
muchacho estaba inmóvil. No podía hacer nada, así como tampoco los
demás podíamos hacer nada. Después, pude libertar mi otra mano y con
ella abrí un hueco por el cual tratamos de respirar Lund, Molena, yo y el
mismo Vidal.. Pero no podíamos... era imposible. ¡El humo! ¡La tierra...!
- Yo me di cuenta cuando mis compañeros comenzaron a trabajar
activamente por sacarlos. Sentí las serruchadas que jalaban... lo hacían con
una actividad admirable... Primero sacaron a Melena. Yo me alegré de
esto, porque la complexión física del muchacho no es tan fuerte... ¡Sabe
Dios si habría perecido!... Luego sacaron a Lund... En seguida, por el
pequeño hueco que dejó Lund, y escurriéndome en forma que yo mismo no
me doy cuenta, pude escaparme... Ya no recuerdo más... en esos instantes
me desmayé.
-Digamos, señor Mongrut, ¿qué origen cree usted que haya tenido
el incendio? Preguntamos.
-Eso es muy delicado decir. No tenemos autoridad para hacer
declaraciones de tal naturaleza. Y esto mismo me parece inverosímil.
Hasta la fecha nunca la policía nos ha pedido un informe. No nos
consideran palabra oficial, aun cuando la lógica hace presumir que en
77
casos de esta naturaleza los mejores peritos son aquellos que han hecho de
la labor de apagar incendios en profesión sin lucro... Yo me he encontrado
en condiciones de probar, en muchos casos, cuando un incendio es
intencional y cuando no lo es, por la sencilla razón de que los bomberos
somos los primeros en llegar a los incendios, y en darnos cuenta, por
consiguiente, por donde ha comenzado el fuego y cómo... en uno de los
últimos siniestros advertí que el fuego había comenzado por una pared
opuesta completamente a la cual estaban los alambres de luz eléctrica, y ...
si embargo... ese incendio fue atribuido a un cruce eléctrico... ¡Son cosas
originales!... yo tengo la seguridad de que el noventa y nueve por ciento de
los incendios que se producen en casas comerciales, son intencionales... Y
esto no lo digo yo únicamente. Lo decimos todos los que llegamos siempre
en primer lugar a los incendios... En el caso del incendio de Plumereros yo
por desgracia, no llegué de los primeros... pero, no obstante ése, me di
cuenta de que la casa estaba incendiándose en todos lados por igual, lo que
es raro en incendios casuales...ustedes amigos periodistas, tal vez saben
cómo comienzan los incendios casuales... y si ustedes han recogido
versiones sobre el particular, entonces se habrán dado cuenta,
perfectamente, de que en el caso de la calle de Plumereros hay algunas
razones para suponer que no ha sido casual...
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quedamos todos los bomberos en general, y especialmente los de la
“Cosmopolita” por la forma cómo se han portado las autoridades, desde el
Jefe de la Junta de Gobierno, que ha ordenado que las familias de los
fallecidos reciban montepío de la clase de teniente de ejército, y que
dispuso, también, que el gobierno correría con los gastos del entierro,
hasta el guardia de la esquina, que ha prestado, en lo que le ha sido posible,
toda su colaboración tanto en los momentos duramente trágicos del
Siniestro como en lo que ha ocurrido después...
-En tercer lugar, señores reporteros, quiero que dejen ustedes
constancia, también... de que la Compañía de la cual mis compañeros me
han puesto, siente una profunda gratitud para toda la ciudad de Lima, que
se ha portado, en este caso, como siempre se porta en todos los de la misma
naturaleza... ¡a la altura de su deber!... Me cuentan que en el público se ha
sentido una consternación indescriptible. Sinceramente... Eso me
emociona... me doy cuenta de que todos saben apreciar el sacrificio que
hacemos los bomberos sirviendo desinteresadamente los intereses de la
ciudad...
Como notamos que el estado de salud en que se hallaba nuestro
entrevistado no era muy satisfactorio, optamos por suspender el reportaje.
Al retirarnos el señor Mongrut nos pide que excusemos que no haya
hecho presente, con la prelación que el asunto merece, su más profundo
agradecimiento a los periodistas de Lima, que se han ocupado en forma tan
extensa sobre el particular y que han prodigado a los bomberos elogios que
enaltecen a la Institución.
Contestamos al señor Mongrut que los periodistas no habían hecho
más que cumplir con los imprevistos de su misión y nos retiramos. Al
despedirnos, como en un principio, nos estrechó cordialmente la mano.
Nos vinimos con la impresión de que acabamos de conversar con un
abnegado y excelente bombero dispuesto a cumplir con su deber hasta
el sacrificio.
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Se terminó de imprimir
en Febrero del 2002
en los talleres gráficos de
Gráfica Unión
Lima - Perú
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