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Campamento

Una interminable danza de destellos se desprende de las brasas y suben al cielo contrastando con
el negro fondo de la noche. La consigna de la patrulla es mantener viva la fogata y ofrecer café
caliente a los integrantes del siguiente grupo. Rocío, saca una mano de su chaqueta y observa la
hora en su reloj de pulsera; faltan diez minutos para las dos de la madrugada y es tiempo de
realizar el cambio de guardia. Ella, reúne a su grupo frente al fuego, y pregunta si existen
novedades que reportar de los recorridos realizados, o sin han visto o escuchado algo extraño,
anotándolo en su libreta de bolsillo; luego, ordena a su equipo desplegarse por los refugios para
despertar a los integrantes del siguiente turno, quienes han dejado a propósito, un zapato en la
salida de sus guaridas como distintivo de su grupo.

Con los primeros rayos de sol, se despierta la vida con la sinfonía de gallos, grillos, pájaros, sapos, y
de lejanos ladridos de perro. El reloj marca las 6:15 de la mañana y los campistas se encuentran
formados en dos filas en el campo bandera. Una voz firme y dulce, expone los datos del parte de la
mañana: 2 instructores, 3 socorristas, 12 aspirantes y 20 novatos, listos para trabajar. Es la voz de
Rocío, ella lleva un pantalón del dril gris con grandes bolsillos casi ceñido a su cuerpo, una
camiseta blanca estampada con el perfil de américa donde resaltan rostros con diferentes tonos
de piel y rasgos faciales, unos zapatos de montaña desgastados e impecablemente limpios, una
whipala semitransparente abrazándose a su cuello, y una gorra negra con varias escarapelas
sujetas al frente, que son las insignias de su esfuerzo y dedicación.

Jorge, sigue con su mirada como la bandera con diseño inverso al emblema suizo llega lentamente
al mástil, mientras en su cabeza intenta deducir ¿cómo una mujer pequeña y delgada, de aspecto
común, que podría confundirse en el tumulto de una mañana de mercado o a la salida de su
colegio, sea quien dirija un campamento de hombres y mujeres, incluidas personas mayores que
ella, y que, además, todos apoyen sus decisiones?

….

Los pequeños refugios se aferran al suelo arenoso y lleno de espinas del lugar que ocupan junto a
las orillas del río Chota, éstos son construidos con palos, ramas y plástico, por parejas de novatos
seleccionados por sorteo. Todas las tareas son encomendadas a las duplas de aprendices, quienes
serán compañeros durante los tres días de campamento, es decir, uno debe cuidar del otro y
viceversa, si alguno comete un error, los dos son responsables y si alguien logra un reto, el triunfo
es compartido.

Rocío camina entre las improvisadas guaridas, revisando que todas estén bien construidas, dando
sugerencias a los novatos. Pasa por detrás de Jorge y se coloca frente a él, y le explica que debe
proteger su reducto de la lluvia, cavando unas zanjas alrededor en forma de canal, para que el
agua pueda evacuarse y no ingrese a su refugio. Jorge se limitó a escuchar las indicaciones de
Rocío, sin preguntar nada, solo murmurando ligeramente un gracias. Hasta ese momento, no se
había percatado de la profunda mirada de Rocío, de los diversos tonos de café almendra de sus
pupilas, ni de la forma rasgada de sus ojos que hacia un juego simétrico con los trazos de sus cejas
perfectamente pobladas. Jorge reflexionó hacia dentro, inclinando su cabeza, se dijo a sí mismo:
¡vamos Jorge, en qué estas pensando, solo es una hermosa mirada, nada más!

La noche cae, trayendo consigo un enorme temporal, el río suena amenazante y el viento silva
como una enorme quena andina, como si las montañas hubiesen formado un enorme tubo, donde
se amplifica la voz de viento. Todos entran presurosos a sus refugios, aunque las gotas que caen
son cálidas, el viento se encarga de hacerlas chocar con fuerza sobre las paredes de los refugios,
provocando cierto pavor entre los novatos. Rocío y los socorristas experimentados, que han
pasado por situaciones similares, se colocan un poncho de agua y toman una tasa de café mientras
la lluvia va cediendo a una noche clara y despejada.

Luego del vendaval Jorge y su boddy, revisan su morada, mirándose mutuamente, incrédulos, al
constatar que al interior no ha entrado ni una sola gota de agua. Inmediatamente, el pensamiento
de Jorge se trasladó al momento en que Rocío les dio la explicación sobre los canales, y reflexiona
nuevamente: ¡ella tenía razón!, es una persona muy capaz, sabía lo que podría pasar, creo que la
subestimé… Además, se ve hermosa con sus cabellos mojados. ¡Ya párale Jorge!, se decía a sí
mismo.

FIN

…….

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