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Historia de la filosofía I

(De los presocráticos a Platón)

Dr. Enrique Hülsz Piccone


2017-1

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Alumno: Antonio Salvador Sosa Islas


El átomo.

Sin embargo, toda la ciencia de esta tierra no me dará nada que pueda asegurarme que
este mundo es mío. Me lo describís y me enseñáis a clasificarlo. Me enumeráis sus leyes
y en mi sed de saber consiento en que sean ciertas. Desmontáis su mecanismo y mi
esperanza aumenta. En último término, me enseñáis que este universo prestigioso y
abigarrado se reduce al átomo y que el átomo mismo se reduce al electrón. Todo esto
está bien y espero que continuéis. Pero me habláis de un invisible sistema planetario en
el que los electrones gravitan alrededor de un núcleo. Me explicáis este mundo con una
imagen. Reconozco entonces que habéis ido a parar a la poesía: no conoceré nunca.

Albert Camus

En el presente trabajo se mencionan las ideas principales de Leucipo y Demócrito en torno al


átomo y se discute el problema que surge de la indivisibilidad de éstos, con la finalidad de
encontrar indicios que nos comprueben, o nos desmientan, su correspondencia con la realidad.

A partir del siglo VI a.C., los filósofos empezaron a preguntarse si el universo estaba constituido
por una única materia fundamental. Posteriormente, durante el siglo V a.C., dos filósofos
griegos, Demócrito y Leucipo, sugirieron que todo estaba hecho de partículas diminutas,
indivisibles e inmutables a las que llamaron átomos. A ambos filósofos se les adscribe una serie
de trabajos estructurados sobre la base de una concepción de la realidad que colocaba como
principios a los átomos y al vacío. Para el atomismo, la realidad está constituida por un número
infinito de partículas corpóreas impenetrables, mínimas e indivisibles, de idéntica naturaleza y
que difieren entre sí por sus figuras: los átomos. Ellos se desplazan eternamente en el vacío
infinito, cuya realidad se postula para explicar la pluralidad y el movimiento. Estos principios
básicos, aquí apenas esbozados sirvieron a Leucipo y a Demócrito para elaborar uno de los
sistemas filosóficos más enciclopédicos de la antigüedad; prácticamente ninguna esfera de la
realidad escapó a la consideración de los atomistas (Bailey, 1928; Eggers Lan et al., 1986). Si
bien el atomismo pareció extinguirse como movimiento a comienzos del siglo III a. C., había
tenido en el último tercio del siglo IV un singular florecimiento con un autor que utilizó los
fundamentos «físicos» del atomismo y estableció sobre los mismos un sistema propio: Epicuro.

Mucho ha avanzado la ciencia en estos tiempos, y es precisamente la noción de «átomo» la que


más embates ha sufrido. Hoy, aquello a lo que la física llamaba «átomo», ya no es tal, pues ha
sido dividido. Pero hay quienes creen que Demócrito habría seguido llamando átomo a cada uno
de los resultantes de la división del frustrado «átomo» dividido. Puede inferirse que tal era el
punto de vista de Demócrito a partir de una consideración de Simplicio, quien nos cuenta que,
según Demócrito, sus átomos físicamente indivisibles eran, en un sentido matemático, divisibles
ad infinitum. El atomismo se forjó como arma para vencer las dificultades del continuum
matemático, del cual, Demócrito era conocedor. Para él, el atomismo sirvió de puente entre los
cuerpos reales de la física y las formas idealizadas de la matemática pura. En cierto sentido, el
atomismo ha cumplido esa función a lo largo de toda su historia, la de facilitar nuestro
pensamiento acerca de los cuerpos tangibles. Así pues, el atomismo se ha revelado como una
teoría infinitamente fértil. Sin embargo, uno no puede dejar de preguntarse hasta qué punto se
trata de una teoría verdadera en tanto que corresponda con la realidad (Eggers Lan et al., 1986;
Schrödinger, 2006).

El problema de la indivisibilidad de los átomos.


Átomo, partícula que por ser última es indivisible.

Las preguntas que surgen después de esta definición son las siguientes: ¿existen magnitudes
primeras que sean indivisibles? Y si una magnitud es por su propia naturaleza totalmente
divisible, ¿cuál podrá ser el cuerpo que escape a la división?

La teoría atomista que hoy sigue vigente en la ciencia no tiene nada que ver con el atomismo de
Demócrito, pero hay una matriz que permanece. La ciencia sigue empleando la palabra átomo,
sin embargo, su propia definición la convierte en un término erróneo al haber encontrado las
llamadas partículas subatómicas.

El átomo, como concepto, es el intento de reducir materialmente el mundo a su última expresión.


El problema que aquí surge es el problema del infinito, dado que la pregunta que nos surge es:
¿hasta dónde es posible reducir? ¿Hasta el infinito? ¿Por qué la última pieza no está constituida
por piezas aún más pequeñas? Ese elemento último al que llego, ¿puedo aún dividirlo en partes
más elementales? Me atrevo a asegurar que nadie puede decir que no. ¿Quién puede concebir la
partícula última que en sí misma no pueda ser divisible? El razonamiento que sigue es, que si la
partícula última posee la característica de densidad (propiedad física característica de cualquier
materia), ocupa por lo tanto un espacio, y al ocupar un espacio es lógicamente divisible. Ésta es
la paradoja del atomismo: ¿dónde parar cuando empiezas a dividir buscando la sustancia última?

De acuerdo con Aristóteles: “Si el cuerpo es, pues, totalmente indivisible, supongamos que se lo
divida. ¿Qué será entonces lo que queda? ¿Una magnitud? No, no es posible, porque habrá algo
que no ha sido dividido y él, según se acordó, es totalmente indivisible. Pero, admitido que no
queda ningún cuerpo ni ninguna magnitud, y se prosigue, sin embargo, la división, resultará o
bien que el cuerpo estará formado de puntos y sus constituyentes carecerán de magnitud, o bien
lo que reste no será absolutamente nada. Si se diese esta segunda alternativa, el cuerpo
provendría de nada y estaría formado por nada, y el todo, en consecuencia, no sería sino una
apariencia. Similarmente, si el cuerpo estuviese formado por puntos, no sería una cantidad:
porque, cuando los puntos estuvieran en contacto, formasen una sola magnitud y estuviesen
juntos (en un solo punto), no harían mayor al todo”. Este pasaje de Aristóteles reproduce un
argumento que probablemente emplearon los atomistas para probar la existencia de magnitudes
indivisibles, mostrando que su contrario es falso, es decir, mostrando que la afirmación de que
una magnitud es totalmente divisible lleva a contradicción. El argumento apunta a demostrar la
indivisibilidad teórica y no sólo física de los átomos. Muy probablemente esta demostración se
oponga a los argumentos eléatas contra la divisibilidad, en especial el primero de los argumentos
de Zenón contra el movimiento, llamado de la dicotomía, en el que expresa que toda magnitud
tiene infinitas divisiones. Aristóteles, por su parte, indica que si se afirma que no todo cuerpo es
divisible se entra en conflicto con las ciencias más exactas, porque las matemáticas afirman que
lo inteligible es divisible, y los atomistas no aceptan que todo lo sensible sea divisible debido al
deseo de conservar su teoría (Eggers Lan et al., 1986; Eggers Lan et al, 1986; Mourelatos, 1994).

Epicuro cree que estos cuerpos primeros son indivisibles debido a su inalterabilidad. Por lo tanto,
para él, los átomos son físicamente indivisibles pero teoréticamente divisibles. Como dice
Aristóteles: “todos cuantos asignan una figura a cada uno de los elementos y distinguen por ella
sus sustancias, se ven obligados a afirmar que ellas son indivisibles; en efecto, cuando una
pirámide o una esfera se divide de algún modo, lo que queda no será ni pirámide ni esfera”
(Eggers Lan et al., 1986).

En la actualidad, científicos como Stephen Hawking declaran lo siguiente: “Los átomos están
formados por electrones que giran alrededor de un núcleo compuesto por protones y neutrones,
que a su vez están formados por partículas más pequeñas llamadas quarks. Parecería que
podríamos seguir indefinidamente, y descubrir nuevas estructuras a escalas cada vez más
reducidas. Sin embargo, hay un límite a esta serie. En física, es la llamada escala de Planck. Para
sondear distancias más pequeñas necesitaríamos partículas de energías tan elevadas que se
encerrarían en agujeros negros. No sabemos exactamente cuál es la longitud fundamental de
Planck en la teoría M, pero podría ser del orden de un milímetro dividido por cien millones de
billones de billones. Los aceleradores de partículas capaces de sondear distancias tan pequeñas
tendrían que ser tan grandes como el sistema solar, y por lo tanto no podemos construirlos…”
(Hawking, 2007). Es pertinente recordar lo que Van Melsen dice respecto a los físicos: “todo
físico es un Demócrito, pues trata siempre de comprender la multiplicidad de los fenómenos
mediante la interacción de la menor cantidad posible de elementos primordiales” (Melsen, 1960).

Conclusión
Deducir conclusiones de un razonamiento, inferir resultados a partir de ciertas premisas, es la
manera más utilizada en nuestra sociedad de expresar lo correcto, lo válido. Sin embargo, existen
preguntas donde la única respuesta posible es: no sé, nunca lo podré saber, es irresoluble. ¿Cómo
llegar al mínimo elemento por el cual todo se constituye? Tal parece que ésta es una pregunta
filosófica-metafísica, en tanto que no busca ser respondida de modo definitivo.

Las grandes preguntas filosóficas, con su ambición omniabarcadora, en esencia no han


cambiado, y seguimos hoy en día con las mismas incógnitas que rompen con toda lógica. A
veces, parece que la verdad estigmatiza las alternativas, y es gracias a este tipo de preguntas que
la respuesta recupera su contingencia. Estos cuestionamientos desmontan todo tipo de certezas
con la finalidad de ejercitar nuestro pensamiento. Tal parece que Demócrito lo expresa así en sus
siguientes fragmentos8:

Fragmento 6: Es menester que el hombre reconozca, de acuerdo con esta regla, que se halla
apartado de la realidad.

Fragmento 7: Este razonamiento pone efectivamente de manifiesto que en realidad no sabemos


nada acerca de nada, sino que la opinión de cada uno es azarosa.

Fragmento 9: Nosotros en realidad no conocemos nada verdadero, sino los cambios que se
producen según la disposición del cuerpo y de lo que en él se introduce o le ofrece resistencia.

Fragmento 10: Que no comprendemos cómo es o cómo no es en realidad cada cosa ha quedado
demostrado de múltiples maneras.

Fragmento 46: Grandeza del alma es sobrellevar serenamente el error.

Fragmento 117: En realidad nada sabemos, pues la verdad se halla en lo profundo.

Fragmento 125: Por convención, el color; por convención, lo dulce; por convención, lo amargo;
pero en realidad átomos y vacío. (Hablan los sentidos:) ¡Mente infeliz! Tú que obtienes de
nosotros tus convencimientos, ¿tratas de acabar con nosotros? Nuestra caída será tu ruina.
Sin embargo, es preciso resaltar que la filosofía presocrática, en su búsqueda por el fundamento,
nos ha abierto el campo a una infinita posibilidad de respuestas que han servido a la ciencia y al
hombre en su realización. El atomismo, al cumplir con los requisitos de simplificación, ha sido el
soporte que ha ayudado a la ciencia a explicar fenómenos que parecían inalcanzables. Esto
demuestra el carácter complementario entre la ciencia y la filosofía.

Para terminar, he aquí dos fragmentos, uno de Demócrito y otro de Leucipo, a modo de
homenaje a estos dos grandes filósofos de la cultura griega:

Demócrito. Fragmento 33: La naturaleza y la enseñanza son cosa semejante. Y es que la


enseñanza remodela al hombre y, al remodelarlo, actúa como la naturaleza.

Leucipo. Fragmento 2: Ninguna cosa sucede sin razón sino que todas suceden por una razón y
por necesidad.

Bibliografía:

1
Schrödinger, Erwin. (2006). La naturaleza y los griegos. España: Metatemas.

2
Eggers Lan, C., Poratti, A., Santa Cruz de Prunes, Ma., Cordero, L. (1986). Los filósofos
presocráticos III. Madrid: Biblioteca Clásica Gredos.

3
Van Melsen, A. G. (1960). From Atomos to Atom. Nueva York: Harper and Brothers.

4
Bailey, C. (1928) The greek atomists and Epicurus. New York: Oxford.

5
Hawking, Stephen. (2007). El universo en una cáscara de nuez. España: Planeta.
6
Eggers Lan, C., Olivieri, F., La Croce, E., Cordero, N. (1986). Los filósofos presocráticos II.
Madrid: Biblioteca Clásica Gredos.

7
Mourelatos, Alexander P. D. (1994). The Pre-Socratics. A collection of critical essays.
Princeton University Press. New Jersey.

8
Bernabé, Alberto. (2008) Fragmentos Presocrático. De Tales a Demócrito. Alianza. España.

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