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DE MOCR ACI A S Y CIU DA DA N Í A S

E N A M É R IC A L AT I N A

Ensayos en honor
de Francisco Delich
DE MOCR ACI A S
Y CI U DA DA N Í A S
E N A M É R IC A L AT I N A
Ensayos en honor
de Francisco Delich

Juan Russo
(Ed.)

ARELA
ASSOCIAZIONE PER LA RICERCA
FLACSO
ARGENTINA EURO L ATINO AMERICANA–ITALIA
Democracias y ciudadanías en América Latina.
Ensayos en honor de Francisco Delich

Primera edición: noviembre 2017

ISBN: 978-607-8559-23-7

© Ediciones y Gráficos Eón, S.A. de C.V.


Av. México-Coyoacán No. 421
Col. Xoco, Deleg. Benito Juárez
México, D.F., C.P. 03330
Tels.: 5604-1204 / 5688-9112
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Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo del Conacyt


y al auspicio académico y colaboración de Flacso y ARELA.

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin la


autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Impreso y hecho en México / Printed and made in Mexico


Índice

Prefacio 11
Juan Russo

Golpes de Estado, manteniendo la democracia política 19


Juan Russo

Ayotzinapa, violencia estructural y golpes de Estado 43


Federico Sandoval Hernández

#YoSoy132: un movimiento en red, post-zapatista


y deliberativo 71
Iria Puyosa

Movilización ciudadana y régimen político:


una mirada desde las contiendas electorales
de México y Rusia (2011-2013) 105
Armando Chaguaceda y James G. M. D’Angelo

7
La tercera ola sudamericana de presidentes dominantes.
La emergencia y consolidación de Hugo Chávez,
Néstor Kirchner y Rafael Correa 133
María Matilde Ollier

La sociedad civil y la evolución del autoritarismo


venezolano 161
Luis Gómez Calcaño

Criminalización racista y la articulación


del Estado cubano 191
Eduardo Luis Espinosa

Democracia, capitalismo y mercado: el deterioro


socioambiental de los recursos hídricos en México 213
Daniel Tagle Zamora y Aleida Azamar Alonso

Democracia y medio ambiente: historia


de un desencuentro. La Sierra Norte de Puebla
y los megaproyectos extractivos 235
Erika Carcaño Valencia

El envejecimiento en México: un nudo gordiano


que no necesita de Alejandro Magno 257
Alejandro Klein

Condición de la mujer chilena en el siglo xxi 275


Vania Marin

8
La construcción social y legal del género
en la prevención y atención de la violen-
cia en México: el caso de Guanajuato 301
Teodora Hurtado Saa

¿Nuevas utopías? Un Estado de derecho


para la democracia en América Latina 331
Azul A. Aguiar Aguilar

Partidos políticos y transparencia: de la norma


a la virtud cívica 363
Carlos Rodríguez Arechavaleta

Comportamiento electoral: teorías del voto


y ciudadanía 381
Edilberto Gallardo Valente y Olivia Leyva Muñoz

Descripción sociológica y “poder” del investigador:


el caso de las data sessions en el análisis visual
multimodal de las interacciones sociales 405
Andrea Spreafico

Sobre los autores 435

9
Prefacio

Juan Russo

E n octubre de 1978, Francisco Delich, secretario ejecuti-


vo de Clacso, junto con Fernando Henrique Cardozo y
Enzo Faletto, organizaron en Costa Rica una conferencia in-
ternacional sobre Las condiciones sociales de la democracia. Esta
conferencia, en la que (como notó Norbert Lechner) presentó
su último escrito Gino Germani, y en la que hizo su prime-
ra aparición internacional Raúl Alfonsín, fue el inicio de un
cambio en el programa de investigación de las ciencias sociales
dominante de la región y que impacta hasta nuestros días: el
análisis de la democracia como eje problemático en América
Latina.
Los trabajos presentados en la conferencia fueron publi-
cados en la revista Crítica y Utopía, pionera publicación lati-
noamericana, junto con Controversia, publicada en México,
que dedicaría sus diversos números a la democratización. La
pregunta central de aquella conferencia, siguiendo las huellas
de Seymour Lipset, apuntaba a indagar sobre las posibilida-
des y condiciones de existencia de la democracia en la región.
La respuesta de Delich, flexibilizando los resultados de Lip-
set que mostraban una fuerte correlación entre desarrollo y

11
democracia, fue que ninguna condición social excluye en prin-
cipio la emergencia de la democracia “si ésta es concebida como
un proceso de socialización e institucionalización a la vez, y no
como una forma jurídica más o menos ritual, como un modo
de organización del disenso y no como la inútil búsqueda de
un consenso a veces imposible, como un medio de realización
práctica de la libertad y la justicia”. Para hacer justicia a la gran
visión de aquella conferencia, basta recordar que 1978 fue un
año de gran escalada de la represión en algunos países (Argen-
tina, por ejemplo). En ese momento, imaginar y discutir sobre
la democracia era entrar en el terrero de la utopía.
Desde aquel nuevo foco sobre la política latinoamericana,
las democracias viven nuevos embates y asumen desarrollos
no siempre previstos. Investigaciones sobre el cambio político,
sobre las democratizaciones subnacionales, sobre populismos
y reproducción democrática, sobre participación y construc-
ción ciudadana, sobre partidos y personalización del poder
han echado luz sobre las democracias de la región. En cual-
quier caso, es claro que las utopías de entonces (ligadas con la
simple existencia de la democracia tout court) se han despla-
zado a demandas de democracias exigentes con producción
de igualdad, participación y libertades garantizadas. También
desde entonces, la comunidad científica de las ciencias sociales
ha crecido y se ha consolidado como un actor innovador en
América Latina, con suficiente solvencia y, en muchos casos,
con capacidad de liderazgo internacional. La mirada hacia
los países centrales para producir conocimiento se ha despla-
zado hacia un diálogo entre investigadores, principalmente
latinoamericanos.
A más de treinta años de instauradas las democracias en
América Latina y de cuarenta de aquel giro protagonizado
por la Revista Crítica y Utopía, queda cada vez más claro que
las democracias reales no obedecen a patrones conceptuales

12
originarios de otros contextos geopolíticos. La democracia
concreta de cada país tiene su génesis a partir de las experien-
cias únicas que conforman el pasado y se transforma entrela-
zada con un conjunto de experiencias históricas y culturales
de cada lugar.
Por otra parte, la democracia política (elecciones periódi-
cas, regulares y libres) puede ensamblar con órdenes políticos
de gran variedad en lo civil y en lo cultural. Esa variedad
va desde situaciones de discriminación sistemática y racista
por parte del Estado (un caso paradigmático es Guatemala,
pero también México y Paraguay) a situaciones con escasas
garantías de democracia civil. El nuevo milenio arrancó con
un continente de democracias políticas pero con muchos in-
terrogantes sobre la evolución de la democracia compleja, es
decir, cómo evaluar al conjunto de subregímenes (democra-
cias civil, cultural y ambiental). Ciertamente, un problema
siempre presente en los procesos de democratización es qué
tipo de democracias se han construido (y se siguen constru-
yendo) en la región. Hablar de tipos de democracia implica
hacer referencia a la identidad y evolución histórica de proce-
sos internos. ¿Cuánto estos procesos se alejan de los ideales de
mayor igualdad, libertad y participación autónoma? El sujeto
de la democracia, sabemos, no es el populus latino (pues éste
lo fue también en regímenes autoritarios populares), sino el
ciudadano con agente igualitario. ¿Cuánto la evolución de los
derechos-deberes se ha expandido hacia nuevas áreas, cuánto
se ha deteriorado, cuánto se ha estancado en rituales jurídicos
que no satisfacen a los ciudadanos?
Este libro está atravesado por problemas científicos comu-
nes y preocupaciones ciudadanas sobre las democracias y ciu-
dadanías de distintos países de la región. La concentración de
poder, las lecciones que deja las experiencias de acumulación
hegemónica de presidentes dominantes, el deterioro de las

13
desdemocratizaciones y los golpes de Estado a espacios civiles
de la democracia, la estructuración de movimientos sociales y
su rol diferenciado en órdenes políticos diversos.
Así, los dos capítulos iniciales (Russo y Sandoval) comien-
zan explorando el deterioro de la democracia mexicana, que
ha llegado a convertirse en algunas regiones en un peculiar
giro al autoritarismo, en un golpe a la democracia y en la cons-
trucción de Estados de excepción. ¿Cuánto esta tendencia se
expandirá hacia el resto del país, evolucionando a nivel nacio-
nal hacia un orden híbrido? Se analizan en los capítulos cuyos
textos están a cargo de Iria Puyosa y Armando Chaguaceda y
James D’Angelo, respectivamente, también tendencias demo-
cratizadoras a partir del surgimiento de movimientos sociales,
que pueden impactar positivamente en la calidad de la demo-
cracia, analizando Puyosa la dinámica, identidad y ciclos de
movilización del movimiento #Yosoy132; y posteriormente,
Chagaceda y D’Angelo, el impacto en dos países (México y
Rusia) del movimiento social, con situaciones de recursos es-
tatales y estructura de oportunidades diferenciados.
La comparación resulta útil para indagar en la secuencia
política de acumulación de poder de líderes, como lo hace
Maria Ollier en su colaboración, hacedores de acumulación
de poder y modeladores de nuevos tipos de democracia. En
el mismo sentido, Luis Gómez Calcaño analiza el proceso de
acumulación de poder en Venezuela y las formas de resistencia-
adaptación de la sociedad civil a fin de reencauzar el proceso
político hacia la redemocratización.
Por su parte, Eduardo Espinosa muestra que el problema
de la discriminación racista está presente en la propia estruc-
tura estatal de Cuba, sin que la revolución haya implicado
cambios en las estructuras de desigualdad asentadas desde la
época colonial.

14
Problemas de ciudadanía ambiental son tratados en los
capítulos a cargo de Daniel Tagle Zamora y Aleida Azamar
Alonso, y de Erika Carcaño. Los primeros autores analizan
el difícil trípode de democracia, lógica capitalista y deficiente
rol del Estado que termina por incorporar al mercado bienes
como el agua potable. En el mismo sentido Carcaño analiza
la penetración de los grupos de interés en las políticas públi-
cas para favorecer megaproyectos extractivos en detrimento de
derechos ciudadanos.
En el capítulo que escribe Alejandro Klein, se presenta una
radiografía de la mutación demográfica ocurrida en México
durante el siglo xx, mostrando los difíciles problemas de ciu-
dadanía social en la tercera edad, así como nuevos roles so-
ciales a partir de reorientaciones subjetivas y de adaptación al
cambio.
Los capítulos 11 y 12 tratan sobre las dificultades en esce-
narios específicos para los derechos de género. Vania Marin
muestra los límites de la democratización chilena en términos
de expansión de los derechos de las mujeres, a pesar de los (aún
limitados) avances recientes. Teodora Hurtado avanza en los
problemas de falta de protección de actores con diferencias
de orientación sexual, analizando las consecuencias (en tér-
minos de violencia) de una conceptualización distorsionada
de género.
¿Es simplemente una utopía lograr que funcione un Estado
que garantice los derechos prescritos en la Constitución? Azul
Aguiar, después de una cuidadosa revisión por la situación del
Estado de derecho en América Latina, muestra la insuficien-
cia de un enfoque institucional abstracto: no es suficiente con
reformas institucionales o controles interinstitucionales; hacen
falta ciudadanos exigentes que vigilen y presionen para que las
normas se hagan efectivas.

15
Las colaboraciones tanto de Carlos Rodríguez Arechavale-
ta como de Edilberto Gallardo Valente y Olivia Leyva Muñoz
prestan atención, a partir de una revisión teórica, a cuestiones
de calidad democrática relacionadas con la rendición de cuen-
tas y con la participación electoral.
Por último, en el texto de Andrea Spreafico, se muestra
cómo la dinámica de poder atraviesa no sólo esferas especí-
ficas de la política, sino la propia investigación y los proce-
sos de construcción de intersubjetividad de la comunidad de
sociólogos.
Las democracias contemporáneas de la región aumentan
y complejizan sus demandas ciudadanas, aunque simultánea-
mente no estén aseguradas las conquistas previas. Así, mien-
tras la ciudadanía reclama derechos ambientales (ciudadanía
ambiental), no hay mejores controles por parte del Estado ha-
cia bienes básicos como el agua. En el mismo sentido, aunque
se trata de una revolución profunda de los vínculos de género,
es claro que queda mucho por recorrer. Se avanza, así, en la
calidad de las demandas y simultáneamente se experimenta
con frecuencia la involución en resultados.
Este libro está dedicado a Francisco Delich, un gran ar-
tesano de la sociología y de la construcción democrática en
América Latina. Francisco, con trabajo sostenido, intentó des-
cubrir la razón histórica de los procesos sociales y políticos;
y sin altisonancias construyó desde la ética democrática ins-
tituciones a favor de la ciudadanía. La ciencia social le debe,
además de sus aportes intelectuales, su reconstrucción institu-
cional en importantes universidades de Argentina, así como
su dedicación en las dos más importantes redes de América
Latina (en Clacso como canal de discusión de la democracia,
y también como salvoconducto y auxilio de intelectuales per-
seguidos por la dictadura; y en Flacso, reflexionando sobre las
complejidades del cambio en el último medio siglo de América

16
Latina). Una mente abierta y valiente que siempre fomentó el
pluralismo intelectual y la honradez como formas de apostar
sin temor por el futuro de la región.
Por último, deseo agradecer a los colegas que desde distin-
tos puntos de América Latina e Italia han aportado importan-
tes reflexiones sobre la difícil construcción de la democracia.

17
Golpes de Estado, manteniendo
la democracia política

Juan Russo

L a democracia es hoy en América Latina, y en una bue-


na porción del mundo, un régimen político incontestado.
Esto es un avance cuando se piensa desde las épocas de au-
toritarismos militares en la región, pero a más de 30 años de
instauradas las democracias políticas, el carácter incontestable
puede también ser un problema para la democracia misma, so-
bre todo si se entiende como sistema complejo. Esto obedece,
como lo testimonia el caso mexicano, a dos razones:

a. La democracia puede ser vista como un conjunto de esferas


asociadas a la ciudadanía (política, civil, cultural y social)
y en tal sentido la democracia política (si bien importan-
tísima y esencial) no es equivalente a democracia, por el
contrario es sólo el ámbito en el que se ejercen los derechos
políticos; y, derivado de lo anterior:
b. La equivalencia entre democracia política y democracia pue-
de implicar un debilitamiento, cuando no la legitimación de
acciones lesivas sobre ese orden político. Así, proclamar la
equivalencia puede conducir al cinismo de actores antide-
mocráticos, que tras la retórica y el argumento de mantener

19
una democracia política, adopta medidas de destitución
de derechos civiles y culturales, llegando al derrocamien-
to de la democracia en esferas cruciales (civil, cultural o
social) sin que se afecte visiblemente a la democracia polí-
tica. Así, en México hay estados que han sufrido un golpe
a la democracia civil y cultural, más que política. Mi po-
sición es que en los casos en que se destituyen derechos
civiles o culturales importantes, la democracia cae (del mis-
mo modo que cuando cae la democracia política, es decir,
cuando se prohíben los partidos políticos, las elecciones
y la prensa independiente). La democracia es un sistema
complejo y, cuando se lesiona la ciudadanía civil y cultural,
es derrocada la democracia tout court, aunque se manten-
gan elecciones políticas periódicas, regulares y universales
(generalmente como un ritual colectivo y legitimador del
orden existente).

Interesa en este texto analizar un fenómeno sobre el que


aún se carece de una explicitación conceptual que permita des-
cribir adecuadamente los casos en que una parte del Estado
(federal o provincial) se opone a la construcción de la demo-
cracia o destituye instituciones democráticas, y al mismo tiem-
po vela por la vigencia de la democracia política. Me refiero a
casos en los que el Estado no peca por pasividad, omisión o in-
eficacia (y en tal sentido no se trata de un Estado fallido) sino
que, por el contrario, cumple con un rol activo en el retroceso
democrático, propiamente en la caída de un área institucional,
de una región o de una provincia.
Presentaré a través del caso de Guerrero, México, los rasgos
de subversión institucional protagonizados por el propio Esta-
do, en un fenómeno que podemos llamar Golpe de Estado civil.
Este tipo de golpe constituye un riesgo que hoy está presente

20
(como lo evidencia el caso catalán) no sólo en América Latina
para la democracia.

¿Qué tipo de golpe de Estado?

En la literatura sobre calidad democrática hay diversos estu-


dios sobre democracias híbridas (Karl, 1995), democracias
defectivas (Croissant y Merkel, 2004), democracias delega-
tivas (O’Donnell, 1991), autoritarismos electorales (Schedler
2013) o simplemente democracias de mala calidad (Morlino
y Diamond, 2004). Respecto de los regímenes subnaciona-
les hay estudios interesantes centrados en la conformación de
áreas autoritarias en el marco de Estados nación democráti-
cos, dando lugar a “autoritarismos subnacionales” (Giraudi,
2015; Eaton, 2004; Gibson, 2006; Snyder, 1999; Sandoval,
2017; Russo 2013, 2017). La democracia es un orden político
que puede evolucionar hacia el logro de sus ideales igualitarios
(políticas sociales de inclusión, mayores garantías de libertades
a los ciudadanos, etc.) e implicar procesos de democratización;
o, por el contrario, puede implicar procesos de desdemocrati-
zación (Tilly 2008). La evolución de la democracia constituye
en ese sentido dinámicas de consensos y equilibrios variables
entre actores relevantes del régimen. Interesa aquí poner el én-
fasis en el deterioro creciente por el que atraviesa la democracia
mexicana.
La democracia mexicana de las últimas dos décadas es la
confluencia de procesos de avance (democratización) en la de-
mocracia política y de deterioro (desdemocratización) de la
democracia civil y cultural. Se trata de un deterioro visible
que impacta sobre el orden político general, en términos de
regresión democrática.
Es pertinente en primer lugar distinguir ese proceso de otros
que han tenido lugar en la historia política de la regresión y

21
caída de la democracia. Los nuevos golpes de Estado cambia-
ron tanto respecto de los actores que los protagonizan como
del mecanismo mediante el cual se llevan a cabo. El único
componente denotativo que ha permanecido invariable en el
tiempo remite a la definición misma: la caída del orden demo-
crático es ejecutada por instituciones del propio Estado.
Respecto de la variación de los actores, se registran al me-
nos tres variedades: el gobernante se hace un autogolpe, los
militares hacen el golpe, o lo llevan a cabo otras fuerzas ins-
titucionales del Estado. Naturalmente, como bien señalaron
estudiosos de estos procesos (Malaparte 1974, Rouquié 1986),
las fuerzas armadas tuvieron apoyo civil y, en algunos casos, la
desestabilización tuvo como protagonistas a los civiles. Así, en
el texto pionero de Gabriel Naudé “Consideraciones políticas
sobre el golpe de Estado” (1639) es el propio soberano quien
lleva a cabo un golpe de Estado para incrementar su poder.
En la época moderna en América Latina, uno de los pri-
meros golpes de Estado fue liderado por los hermanos Carrera
en 1811, cuando dieron un golpe al Congreso para lograr una
conformación más favorable a su bando. En Europa, en 1851
Luis Bonaparte destituye la segunda República de la cual él
mismo es presidente y se consagra nuevo emperador de Fran-
cia. Desde entonces, los golpes de Estado proliferaron y en
algún momento fueron la génesis más frecuente de los órdenes
políticos autoritarios. Durante el siglo XX, cuando se habló
de golpe de Estado se hizo generalmente referencia a la viola-
ción de la Constitución, con intervención violenta por parte
de quienes tienen el poder político. Los protagonistas que asu-
mieron el poder político fueron los titulares de un sector clave
de la burocracia estatal: los jefes militares. El golpe militar se
convirtió, entrado el siglo XX, en la forma más frecuente de
golpe de Estado.

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Respecto de la variedad del “mecanismo”, el modo de in-
tervención del golpista ha sido tradicionalmente sorpresivo a
fin de desarticular las relaciones de fuerza (Malaparte 1974);
sin embargo, también puede tratarse de un deterioro paulati-
no que termina por derrumbar el orden democrático. El golpe
puede implicar discursos de legitimación a favor del nuevo or-
den o simplemente, como en el caso guerrerense, implicar el
no reconocimiento del hecho. De tal modo que la dimensión
“sorpresa” desaparece, porque en realidad se lleva a cabo y se
niega el hecho. También los factores explicativos se modifican.
El golpe de Estado que ocurre en Guerrero no es un golpe
por deslealtad de los actores políticos y sociales implicados,
como fue el de los fascismos en el periodo de entreguerras
en Europa cuando derrumbaron las frágiles democracias de
entonces. Ese tipo de golpes estuvieron basados en acciones
desleales (Linz, 1978) por parte de la oposición y de actores
emergentes de derecha. Se caracterizaron por la difusión de un
discurso antisistema centrado en la deslegitimación de las ins-
tituciones democráticas. En esos procesos fue también impor-
tante la fragmentación, polarización y posterior radicalización
de las fuerzas políticas en disputa (Sartori, 1976).
El nuevo golpe de Estado en Guerrero debe también dis-
tinguirse del típico golpe de Estado sudamericano. Como se
mencionó anteriormente, los golpes de Estado militar fueron
característicos de la segunda mitad del siglo XX en América
latina, obedecieron a una variedad de razones y tuvieron una
heterogénea calidad en términos de estilo, ideología y actores
participantes. En los años setenta, en los países del cono Sur,
funcionó lo que Francisco Delich (1983) ha llamado “la me-
táfora de la sociedad enferma”, consistente en que los actores
intervinientes (las fuerzas armadas y sectores conservadores de
la sociedad) consideraban a la sociedad como un organismo
enfermo que por tener un mal de difícil curación, requería de

23
un remedio tan potente como la enfermedad diagnosticada.
Esa enfermedad social era comparada con la de un tumor, y
por lo tanto sólo podía arreglarse a través de una “intervención
quirúrgica”, que políticamente se traducía en la suspensión de
los derechos constitucionales para rehacer la sociedad; “para
curarla”. En este tipo de golpes (es paradigmático el golpe de
1976 en Argentina) la deslealtad no jugó un rol importante en
los actores políticos, como sí había ocurrido en otros golpes
en la historia de la democracia argentina. Aquí se trató más
bien del declive de un orden de civilidad hasta tocar fondo en
la intolerancia y radicalización del país. Este tipo de golpes se
realizó a veces deslegitimando explícitamente los valores de la
democracia y otras en nombre de la propia democracia. Las
condiciones del golpe de Estado del México de hoy son muy
diferentes a los casos mencionados. Así, el clima político es
favorable a la poliarquía, hay un apoyo general a la democracia
política, hay un sistema de pluralismo moderado y de fuerzas
centrípetas, y predominan los discursos de consenso y unidad
nacional; sin embargo, hay golpes de Estado en la periferia del
Estado nación.
¿Por qué hablar de golpe de Estado en Guerrero? Histó-
ricamente la idea de golpe de Estado (a la democracia) se ha
asociado con golpe a la democracia política. En parte esto obe-
dece a la equivalencia, durante la primera mitad de siglo XX y
hasta avanzados los años setenta, de democracia con democra-
cia política. En ese momento había “opciones” a la democra-
cia política, es decir a la democracia liberal. Llevar a cabo un
golpe de Estado a la democracia era simplemente (y solamente)
anular la democracia política. Desde los años ochenta del si-
glo pasado, el concepto ha cambiado convirtiéndose en una
idea más compleja y exigente de democracia. Hoy se piensa en
democracia como democracia inclusiva, con ciudadanía civil
(por el avance en la concepción de los derechos humanos) y

24
cultural (por la revalorización y politización de grupos y de
comunidades), y con ciertos niveles de ciudadanía social. Por
ello, destituir los derechos de un área (civil, cultural o política)
severamente es producir un golpe de Estado a la democracia.
El tipo de golpe al que me refiero implica la destitución
de la democracia sin que ello suponga la caída de la democra-
cia política. Para desarrollar mejor mi argumento, usaré las
famosas dimensiones de ciudadanía (civil y política) de T.H.
Marshall y agregaré la dimensión cultural. En tal sentido ha-
blaré de esferas de la democracia. La democracia civil consti-
tuye un orden político que regula las libertades personales,
los derechos de religión, de palabra y de propiedad, derechos
relacionados con la ciudadanía civil. Una segunda esfera es la
democracia política constituida por un orden que da garantías
de participación política, construcción de organizaciones y de
opciones que tiene que ver fundamentalmente con las liber-
tades positivas (Berlin, 1958) incorporadas por Marshall en
la ciudadanía política. Por último, un orden político que ga-
rantiza derechos culturales, de reconocimiento, de respeto a la
identidad y de tolerancia. En tal sentido, la democracia es un
orden político con un conjunto de esferas (político-culturales)
que pueden ser destituidas, implicando “caídas” de la demo-
cracia. No hay democracia si no hay derechos civiles, no hay
democracia si no hay derechos políticos, no hay democracia si
hay avasallamiento de la identidad, del origen o discrimina-
ción étnica sistemática por parte del Estado.
Por otra parte, hablamos de golpe de Estado a escala subna-
cional y ello requiere agregar consideraciones relacionadas con
la geografía de la democracia. ¿Qué ocurre con la democracia
cuando no se aplica en todo el territorio del Estado? ¿Aquellos
espacios donde no hay democracia afectan al orden político en
general convirtiéndolo en no democrático o, por el contrario,
sólo no es democrático el espacio donde ciertos derechos están

25
suspendidos de facto? ¿Cuán extensa e importante debe ser
el área no democrática para involucrar al conjunto del orden
político? Estos problemas emergen en particular cuando la de-
mocracia funciona en sistemas de gobierno federal. Es claro
que la democracia no funciona del mismo modo en todos los
puntos de un Estado nación. En algunos espacios hay condi-
ciones más fértiles para el desarrollo de las esferas civil, política
y cultural, y simultáneamente en otras provincias del país los
obstáculos son enormes e incluso puede ocurrir (Guerrero es
un caso) que la democracia nunca llegue a instalarse del todo.
Las razones de esto se encuentran en las heterogéneas historias
y tradiciones culturales y políticas de cada región o de cada
Estado subnacional. Cuando la alternancia partidaria ocurrió
en México en el año 2000, hubo un importante avance en
términos de democracia política. La alternancia de partidos
ocurrió en distintos estados del país; sin embargo, no fue una
garantía para las esferas de democracia civil y cultural, y ello
no dependió del signo político del país alternante, no hubo
garantías ni con gobiernos de centro derecha ni con gobiernos
de centro izquierda. Así, en estados como Guerrero, donde el
Partido de la Revolución Democrática reemplazó al PRI, la
democracia política funcionó con regularidad, con la parti-
cipación de partidos políticos, con medios de comunicación
alternativos, con elecciones correctas universales y periódicas
y se respetaron reglas centrales como la de “quien pierde la
elección deja el cargo y quien gana la elección no persigue a
los que perdieron”. Sin embargo, y a pesar de la alternancia po-
lítica, en Guerrero fue ganando poder un complejo actor hí-
brido. Gradualmente el aparato estatal fue penetrado por una
coalición híbrida compuesta por grupos de interés, partidos y
representantes del orden estatal. El resultado fue la destitución
no de la democracia política, sino de la democracia civil.

26
En democracias como la guerrerense se produce el golpe de
Estado a las esferas civil y cultural de la democracia. Como he
mencionado, la originalidad de este tipo de golpe a la demo-
cracia radica en que ya no se desarrolla un discurso en contra
de la democracia política. Por el contrario, hay una combina-
ción de un ataque efectivo a los derechos ciudadanos con una
defensa verbal de la democracia política. La extinción de la
ciudadanía civil implica un golpe de Estado a la esfera civil de
la democracia y, por tanto, a la democracia tout court. Con el
apoyo de las Fuerzas Armadas de México, los organismos de
seguridad del estado de Guerrero dejaron sin efecto la aplica-
ción de cláusulas de la Ley 701, aprobada por el Congreso del
estado. La Ley fue desconocida por el propio Estado, primero
por parte del gobierno federal y luego por parte del propio
gobierno de Guerrero. Una ley que aseguraba autonomía en
la formación de organismos de seguridad en las comunidades
y la administración de justicia y que fue violentada por las
propias autoridades de aplicación. El caso de Néstora Salgado,
una líder comunitaria de la Montaña de Guerrero, arrestada
sin orden judicial por el ejército mexicano, secuestrada en he-
licóptero, fue una muestra palpable de esa caída de la demo-
cracia civil (y de la democracia). El estado de excepción se
materializa a través de la suspensión de las garantías civiles a
los ciudadanos. Los golpistas no se proponen fundar un nuevo
orden, sino simplemente vaciar la democracia (Russo 2015). A
diferencia de los años veinte y setenta del siglo pasado, estas no
son épocas de discursos.
En Sudamérica, la democracia política ha logrado una le-
gitimidad sin precedentes y nadie, excepto civilizaciones an-
tagónicas a las bases culturales de Occidente, se opone a la
democracia política como un proyecto válido. La democracia
política tiene una gran legitimidad planetaria, y es ahí donde

27
radica su propia fortaleza y también su propio riesgo como
orden complejo.
La particularidad del tipo de golpe de Estado a la demo-
cracia civil es que, a diferencia de los golpes militares, no se
disuelve el Parlamento ni se reemplaza al gobierno con nuevos
actores. En la variedad que analizamos, el golpe de Estado
consiste en mantener los mismos actores, legitimados a nivel
federal, por ello se habla de golpe de Estado civil y subna-
cional. Visiblemente no hay cambio de autoridades ni signos
manifiestos de cambio en el poder, sino que los mismos repre-
sentantes (algunos electos de modo democrático) por acción
u omisión son responsables de cancelar los derechos ciuda-
danos. En este punto surge una pregunta de carácter meto-
dológico: ¿cómo saber que estamos ante un golpe de Estado?
Antes resultará útil mencionar otra diferencia entre el golpe a
la democracia civil y el golpe de Estado tradicional. Los golpes
militares ocurrían de modo abrupto. Por el contrario, el golpe
de Estado civil que analizamos sucede de modo silencioso y
pasa desapercibido como hecho puntual para el conjunto de
la sociedad. En Guerrero, las evidencias de que la democracia
había caído se sostienen a partir de un conjunto de fenóme-
nos (como los mencionados anteriormente) relacionados con el
desconocimiento de derechos civiles, pero será la desaparición
de los 43 estudiantes de Ayotzinapa la revelación de que hubo
un golpe de Estado y, por lo tanto, que regía un Estado de
excepción (ver Sandoval cap. 3 , Russo 2017b). Lo que siguió
después fue una clara consecuencia de eso: la destitucióndel
gobernador (“por licencia”), el nuevo gobierno transitorio, y el
retorno del PRI. El golpe en Guerrero tuvo otras manifestacio-
nes (algunas ya mencionadas): el desconocimiento y violación
de la Ley 701, el encarcelamiento de personas de comunidades
originarias sin proceso previo, la no investigación de los res-
ponsables de decenas de muertos y desaparecidos que ocurre

28
cada día y el encarcelamiento o muerte de líderes sociales y
políticos, por sólo mencionar algunas.
El golpe de Estado civil no supone el nacimiento de un
nuevo orden jurídico, hecho que para Kelsen era fundamental
en el tipo de golpe tradicional (2000: 218). El golpe de Estado
supone a nivel nacional la constitución de un orden híbrido
(democracia electoral y autoritarismo en las otras esferas) con
actores ambiguos que responden a dobles lealtades: la de la
Constitución federal y la del Estado de excepción, no formali-
zado, provincial. Como señalara Edward Luttwak (1969), un
rasgo fundamental del golpe de Estado es la infiltración en
un sector del aparato estatal por parte de grupos civiles. La
”infiltración” estatal en el caso de Guerrero ocurre a través de
sobornos, puniciones potenciales y a veces puniciones efectivas
y ejemplares, y tiene como base de germinación la desconfian-
za vertical y horizontal, una situación de dilema de prisionero.

Sobre ciudadanías y subciudadanías resultantes

Interesa ahora analizar el tipo de ciudadanía que se desarrolla


cuando la democracia civil o cultural cae. Será útil al respec-
to repasar brevemente dos clasificaciones de ciudadanía, por
cierto diferentes, la de T.H. Marshall y la de Stein Rokkan
(Flora 1999: 141 y ss.); por cierto, la primera muy famosa y la
segunda escasamente difundida en América Latina. La dis-
tinción de Marshall respecto de las ciudadanías está basada
en el carácter de los derechos (derechos civiles, políticos y so-
ciales). Para Marshall los derechos civiles atañen a la libertad,
la propiedad y la seguridad e implican una gran posibilidad
del hacer o no hacer en la vida social. Por otra parte, los dere-
chos políticos están referidos fundamentalmente a la organi-
zación de demandas y a la participación política. Por último,

29
los derechos sociales están relacionados con la protección de la
salud y las oportunidades garantizadas de instrucción pública
y de vivienda.
Por su parte, Rokkan (Flora 1999: 230 y ss.) ha hecho una
propuesta más abstracta de ciudadanía, dividida entre rights
to roots, es decir “el derecho al respeto por la comunidad de
origen, como la lengua y la composición étnica”, y rights to
options, “es decir el derecho a las oportunidades de pleno uso
de las capacidades individuales en el interior de la red territo-
rial más amplia”( Rokkan en Flora 1999: 230). Esto implica,
en el primer caso, derechos asociados con tener pertenencia,
vínculos e identidades; y en el segundo caso, los derechos de
elegir el propio proyecto de vida aprovechando las oportuni-
dades del contexto. Para Rokkan las raíces son importantes
porque ayudan a conocerse a sí mismo y a saber en quiénes
podemos confiar; constituyen la savia de la identidad cultural,
y las opciones también son importantes, pues un actor podría
querer salir a escenarios más amplios. Cuando se dan de modo
desbalanceado, los derechos de raíz pueden ocasionar escasez
de opciones y servidumbre social, cultural y económica; y
cuando predominan de modo muy acentuado los derechos de
opción, es decir “cuando hay demasiadas opciones”, pueden
causar anomia, irresponsabilidad y despersonalización (Flora
1999:230 y ss.).
En Rokkan los derechos funcionan con contrapartidas de
deberes preestablecidos. Así, a los rights to roots le correspon-
den obligaciones de tolerancia y respeto, mientras que a los
rights to options, las obligaciones de pagar tasas, participar y
contribuir con la comunidad.
La concepción de ciudadanía es muy diversa en Marshall
y Rokkan. En la perspectiva de Marshall los derechos están
en el centro de la evolución de la ciudadanía. Por el contra-
rio, en la perspectiva de Rokkan, los sistemas políticos im-

30
plican una estructura de normas que vinculan derechos-de-
beres e incorporan las opciones de vida junto al sistema de
pertenencia. Por otra parte, para Marshall la ciudadanía es
un recurso importante para asegurar derechos, mientras que
para Rokkan (por las dimensiones que considera) la ciudada-
nía contribuye al sentido de la existencia. En la perspectiva del
sociólogo inglés, la ciudadanía social es la culminación de un
conjunto de derechos (civiles y políticos), mientras que para
el politólogo noruego lo crucial son los derechos políticos, en
cuanto empoderan a los actores para adquirir otros derechos.
Posiblemente el lugar desde donde se reflexiona sobre derechos
involucra diferentes énfasis. Así, pensar la ciudadanía desde
una democracia liberal como la inglesa favorece considerar a
la ciudadanía social como el cenit. Mientras que reflexionar
desde una democracia social como la noruega supone enfa-
tizar el rol crucial de la ciudadanía política. En gran parte
de América Latina el gran desafío es lograr ciudadanía civil,
relacionada con la protección de libertades básicas inscriptas
en los derechos humanos; y en el caso de México, se agrega
el desafío de la ciudadanía cultural, pues las ciudadanías civil
y cultural son inescindibles. Sin derechos reales relacionados
con el reconocimiento de las raíces, surgen los peores defectos
de instituciones estatales construidas para defender al poder y
a unos pocos contra las comunidades y los actores vulnerables.
Es importante destacar una situación estructuralmente di-
versa entre América Latina y Europa y que consiste en la rela-
ción entre derechos y garantes institucionales de la ciudadanía.
La ciudadanía ha tenido en países como Gran Bretaña y No-
ruega instituciones de respaldo, garantistas del cumplimiento
de los derechos, mientras en varios países de América Latina
esto ha supuesto la utilización clientelar de esos derechos y,
en tal sentido, el condicionamiento de los ciudadanos en su
autonomía y agencia. En el mismo sentido, las instituciones

31
garantes de la ciudadanía civil, como los tribunales de Justi-
cia, en la mayoría de los países latinoamericanos, tienen se-
rios déficits de autonomía y (en nuestro caso de Guerrero) de
profesionalismo, de tal modo que, en vez de constituir una
garantía de derechos civiles, son una verdadera amenaza a los
ciudadanos.
La diferencia entre calidad de garantes en una región y otra
no es una cuestión de extensión del Estado. Como señala Ti-
lly (1984: 38) sobre los derechos políticos en Europa, 1) los
países con mayor estatalidad durante el siglo XIX, fueron
los primeros en extender el sufragio y lo hicieron de un modo
más amplio. Pero por otra parte, 2) los derechos fueron sos-
tenidos durante más tiempo cuando contaron con garantías
mayores en gobiernos con menor estatalidad. Tilly piensa en
derechos políticos en la medida en que son reclamos de actores
y de la sociedad al Estado. Las relaciones entre movilización
política y construcción del Estado dan lugar a pérdida o ad-
quisición de derechos (Tilly, 1984: 40).
¿Cuáles son los elementos que convierten a la ciudadanía
en un conjunto de derechos efectivos, es decir, en lo que he
llamado ciudadanías con candados? (Russo 2017a). ¿Qué fac-
tores conducen a que los derechos civiles, políticos, sociales y
culturales sean verdaderamente ejercidos por el conjunto de
los ciudadanos? La respuesta es que las ciudadanías efectivas
implican dos sistemas de candados:

a. Los candados socio-estatales, es decir los compromisos entre so-


ciedad y Estado, y que dan lugar a un Estado garante regido
por dos propiedades fundamentales:
neutralidad, que supone ejercer la autoridad por igual
para el conjunto de los ciudadanos, y se pone a prueba
cuando se propone el cumplimiento de los deberes de los
actores con mayor poder económico, político y social,

32
y también el aseguramiento de los derechos para quienes
poseen menor poder en la sociedad civil;
efectividad, que permite que se supere la retórica del
marco puramente legal, y consiste en el cumplimiento
de un conjunto de decisiones imperativas sobre la comu-
nidad política; y

b. Los candados individual-comunitarios, definidos por los com-


promisos entre actor y comunidad; es decir,
un sistema de expectativas, donde cada actor prevé por
parte de la sociedad el reconocimiento de los derechos
de los otros. Cada actor sabe que los demás son ciudada-
nos protegidos por derechos, y al mismo tiempo que sus
obligaciones son inalterables por posiciones o recursos
que pueda ocasionalmente poseer. Ello incluye tanto a
actores horizontales (individuos o actores colectivos de
la sociedad civil) como a actores verticales (individuos o
estructuras del Estado), es decir ubicados en posiciones
de jerarquía. Por último, una relación de integración del
actor en la comunidad, es decir
un sistema de pertenencia, cada ciudadano se siente suje-
to de derechos y miembro de una comunidad nacional;
esto es, se percibe como un miembro igualitario.

La ciudadanía que funciona es un sistema de derechos-debe-


res con candados que consiste en un conjunto de compromisos
entre la sociedad civil y el Estado. El enganche entre ambas
esferas se traduce en una fuerte reciprocidad entre derechos y
deberes respecto del acatamiento de los ciudadanos con el Estado,
y, al mismo tiempo, en el reclamo de cumplimiento al Estado
como proveedor y sujeto de reconocimiento de derechos. Los “can-
dados” son estructuras relacionadas con:

33
sistema de deberes
(obligaciones militares, el sistema impositivo) y
sistema de derechos (ej. el voto; dere-
chos sociales, civiles y culturales).

Los candados ligan hacia las estructuras verticales (Estado),


hacia las estructuras horizontales (sociedad) y hacia la estruc-
tura individual. Estos candados se vinculan hacia arriba (Es-
tado) a través de organizaciones colectivas (sindicatos, partidos
políticos, asociaciones civiles) que ejercen presión (suficiente)
sobre el Estado para que se efectivicen las normas; se vincu-
lan hacia abajo a través de la efectividad de normas y sancio-
nes; y se vinculan hacia adentro (dimensión subjetiva), cuando
hay compromisos en el interior de los actores, es decir en los
miembros de la comunidad política, a través tanto de medidas
de control como de valores introyectados por los agentes de
socialización (familia y grupos de pertenencia).
Las organizaciones sociales y políticas pueden tener mayor
o menor peso en el éxito de sus gestiones de reforzamiento
de la ciudadanía, y ello depende de la sensibilidad para ser
presionados por los miembros de base para llevar a cabo ciertas
acciones, así como de la dependencia de esas bases. Cuando
estas organizaciones se debilitan, los candados pierden fuerza
y el sistema de compromisos entre Estado y sociedad pierde
efectividad.
La subciudadanía es un tipo de ciudadanía deficitaria que
tiene lugar cuando el reconocimiento proviene de una sola par-
te (el Estado o la sociedad) y no del conjunto de la comunidad
política. Así, la ciudadanía garantizada por el Estado pero con
problemas de reconocimiento de la sociedad civil corresponde
a la subciudadanía societal. También la ciudadanía reconocida
por una comunidad de pares o por actores de la sociedad civil,

34
pero con déficits de reconocimiento del Estado, es una subciu-
dadanía estatalista. En ambos casos la ciudadanía es sentida
por los individuos como discriminación del Estado o de la
sociedad en general. Ejemplo de subciudadanía societal es el
de los jóvenes afrodescendientes de Francia, que en 2015 pro-
dujeron un movimiento de quema de coches como acción de
rebeldía por la falta de integración social y subjetiva, a pesar
de que poseían garantías por parte del Estado de un tratamien-
to jurídico igualitario. Por su parte, un ejemplo de subciuda-
danía estatalista es el de las comunidades mesoamericanas en
Guatemala o en México, donde el Estado no trata de modo
igualitario a las comunidades, sino que el reconocimiento pro-
viene casi exclusivamente de ellas mismas (Russo, 2017b).
En Guerrero, hay subciudadanía en particular por déficits
de right on roots, que se traduce en intolerancia y desprecio
desde el Estado hacia comunidades con historia e identidades
diversas a las dominantes según el paradigma del mestizaje.
Las subciudadanías producen un tejido social de descon-
fianza y desafección política. Según datos de la Encuesta de
Cultura Política de 2012 en México, “En cuanto a la con-
fianza institucional, las siguientes instituciones resultaron ser
las mejor evaluadas por parte de los ciudadanos: Médicos,
Iglesia, Maestros, Ejército, Televisión y los Militares. Los que
recibieron la peor calificación por parte de los entrevistados
fueron: Sindicatos, Diputados, Senadores, Partidos Políticos
y la Policía”.
65% de los ciudadanos entrevistados declararon tener poco
interés en la política. Los niveles de corrupción que perciben
los ciudadanos en los tres niveles de gobierno resultaron ser
muy elevados; sin embargo, ubican al municipio como el nivel
de gobierno en el que se registra un menor grado de corrup-
ción. Cuatro de cada diez ciudadanos piensan que en el futuro

35
tendrán menos posibilidades de influir en las decisiones de
gobierno.
Sobre la idea que tienen los ciudadanos del rumbo que lleva
el país, 64% contestó que el país no va por el rumbo adecuado.
Sobre la necesidad que tiene nuestro sistema político de
contar con partidos políticos, un tercio de los encuestados los
percibe como poco o nada necesarios (Encup 2012).
Respecto de Guerrero, según un estudio dirigido por el
autor (hoy la situación se ha agravado en términos de deterio-
ro del tejido social, por el enorme incremento de la violencia)
los guerrerenses no tienen confianza en las instituciones en
general, profundizando una tradicional desafección histórica
que no se ha modificado con el advenimiento de un orden
político competitivo. Deben subrayarse tres tipos de orienta-
ción muy claros: los guerrerenses tienen muy baja confianza
en las instituciones estatales (policía, justicia), alta confian-
za en instituciones relacionadas con la educación (escuelas) y
una mayor confianza relativa en los medios de comunicación
y en la Iglesia. Al mismo tiempo, confían mucho en las asocia-
ciones voluntarias, en particular sin fines de lucro y en aquellas
del mundo social privado (Iglesia). Tienen, por último, una es-
casa confianza en las instituciones políticas y administrativas
que representan sus intereses y que gobiernan el estado y la
nación (partidos, sindicatos, gobierno y Congreso). Es como
decir: confiamos mucho en estructuras no politizadas, como
la escuela y las asociaciones que integramos.
Una gran parte de los guerrerenses tiene, pues, relaciones
difíciles con sus paisanos. Los vínculos de amistad devienen
frecuentemente formas de aislamiento y desconfianza hacia
quien no forma parte del propio y restringido círculo de re-
ferencia; muchos individuos no están tampoco interesados en
tener relación con el prójimo, otros miran a los extraños con
sospecha.

36
Un clima general de desconfianza se refleja también en re-
lación con las instituciones de representación. Pero este dato,
si es confrontado con el discutido más arriba, parece el mismo
como fruto de la ambivalencia (o de ambigüedad) de fondo de
la población guerrerense. Si bien las instituciones de represen-
tación no parecen funcionar, los entrevistados declaran que-
rer referirse a las instituciones “autogestionadas” desde abajo,
que están, por otra parte, compuestas por individuos sobre los
cuales –como hemos visto– ellos nutren escasa confianza: a
menos que sean frecuentadas por círculos de amigos. Resulta
así un cuadro no confortable en un Guerrero donde, más allá
de las figuras sociales vinculadas con la educación escolar, hay
confianza –si bien limitada– únicamente a los grupos de ami-
gos y en la familia, en sentido amplio. No por nada la familia
es el valor preponderante para casi la totalidad de los guerre-
renses. La vida cotidiana del guerrerense medio transcurre en
los muros de su casa, en el círculo de los afectos considerados
seguros (Russo, 2015).
Una prueba más contundente que las opiniones de descon-
fianza hacia el Estado, en particular hacia la policía y la justi-
cia, es prestar atención a los delitos no denunciados, lo que se
conoce como la cifra negra del delito.
La ENVIPE (Encuesta Nacional de Victimización y Per-
cepción sobre Seguridad Pública) estima que en México en
2015 se denunció 10.5% del total de los delitos, para los cuales
el Ministerio Público inició Averiguación Previa o Carpeta de
Investigación en 59.6% de los casos. Durante 2015 se inició
averiguación previa en sólo 6.3% del total de los delitos.
La cifra negra del delito es un escándalo, la ENVIPE per-
mite estimar que a nivel nacional en 2015 fue de 93.7%, lo que
implica un incremento respecto de la estimación de 92.8% en
2014.

37
63% de los encuestados atribuye la no denuncia “a razones
vinculadas con la autoridad”. A esto debemos agregar que en
Guerrero 85% considera que es inseguro vivir en la entidad,
encontrándose en el cuadrante de percepción de mayor inse-
guridad del país.
Vemos así que, si bien el Estado de Guerrero está en el cua-
drante superior de deterioro en seguridad y confianza, hay a
nivel federal y estatal datos congruentes. Por ello, a la pregunta
sobre cuánto afecta a la democracia federal que no funcione
o, peor aún, que haya caído la democracia en una provincia
habrá una respuesta que dependa del aspecto específico del
sistema político que esté en juego. En el caso guerrerense la
penetración de los grupos de interés en el estado supone la pe-
netración en el Estado federal. La penetración de grupos de
delincuencia organizada en el estado de Guerrero supone la
conexión a redes de influencia y el debilitamiento del Estado
de derecho a nivel federal.
Guerrero no es un caso aislado de México; por el contrario,
es uno de los tantos estados que muestran la caída de la de-
mocracia (Michoacán o Tamaulipas son también casos de
democracias caídas). Guerrero no podría, además, ser un caso
aislado, por la naturaleza nacional e internacional de los gru-
pos de narcotráfico. La penetración en uno de los estados por
parte de grupos de delincuencia organizada y de sectores de
interés en general implica penetración en el Estado federal,
pues conlleva la conformación de redes intra e interestatales.
Las dádivas políticas, las negociaciones entre elites locales y
federales supone la constitución y refuerzo de canales que
otorgan legitimidad a los estados de excepción constituidos
en México. ¿Cuál es el efecto, cuál el impacto de Estado de
excepción en Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Tamaulipas, Baja
California, Chihuahua, por mencionar sólo algunos casos?

38
¿Cuál es la medida para decidir si el golpe de Estado que can-
cela derechos civiles ha llegado a nivel federal?
¿Cómo retornar de un golpe de Estado civil a los derechos
civiles y culturales en Guerrero? Naturalmente, la instaura-
ción democrática civil no se reduce (como suele ocurrir con
la instauración política) con el llamado a elecciones. En este
caso se trata de reconstruir el Estado. La democracia mexicana
tiene al respecto una discusión pendiente en torno a la rees-
tructuración del Estado. Un Estado con inclusión e institucio-
nalización que asegure los rights on roots, y por lo tanto asegure
el derecho a la ciudadanía cultural plena, a partir de cuotas de
representación ponderadas a favor de comunidades hoy mar-
ginadas. Se trata de un proyecto complejo, por la diversidad
de etnias y grupos culturales. Ciertamente, implica hacer una
revolución por cuanto pone en cuestión la premisa fundante
del Estado mexicano desde el porfiriato y la propia revolución
mexicana, la tesis del mestizaje. Una constituyente para refor-
mar el Estado pondría en la agenda un Estado fundado en el
pluralismo con representaciones políticas segmentadas. Pues,
aunque se niegue (y de hecho se ha negado durante décadas),
la memoria no se apaga con los mitos creados en el centro po-
lítico ni con violencia sostenida sobre los grupos vulnerables.

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41
Ayotzinapa, violencia estructural
y golpes de Estado

Federico Sandoval Hernández

Introducción

L os acontecimientos nada civilizados del 26 de septiembre


de 2014 en Iguala de la Independencia son una muestra
de lo que está sucediendo con la “democracia” mexicana en
esa ciudad, cuna de la bandera nacional y espectro del libera-
lismo y neoliberalismo mexicano, pues ya es menos vigente la
ideología de la Revolución mexicana, el nacionalismo, su Es-
tado de derecho, justicia y libertad. Después de ser un pueblo
masacrado durante centurias por la acción de carácter legis-
lativo, ahora es acribillado por todos los órdenes del llamado
narcogobierno, con políticas de Estado discriminatorias, de
exclusión y exterminio.
Los pueblos originarios de las naciones del mundo son hoy
en día los excluidos, los desplazados, los emigrantes, los discri-
minados, las minorías que hay que exterminar, tarea que han
implementado tanto los gobiernos laicos como las institucio-
nes religiosas, desde las monarquías absolutas hasta las repú-
blicas constitucionalistas, desde el catolicismo hasta el Islam,

43
pasando por el protestantismo y el judaísmo; no quedan fuera
los ideólogos de los procesos civilizatorios y humanistas.
Todos por igual se han adueñado de los territorios de los
pueblos originarios, fundamentados en el asesinato y la igno-
minia de los desplazamientos forzados debido a la falta de tole-
rancia y benevolencia. Todos tienen un denominador común,
ya que con base en mentiras y terror es como han fincado
sus fortunas, sin importar que cada año mueran de hambre
millones de infantes y adultos, que sean expulsados de sus ho-
gares, patrias, terruños, territorios y fuentes de recursos para
sus apremiantes necesidades. Ningún país del mundo queda
excluido de este proceso (Mander, 1992).
La incipiente democracia mexicana amenazada por la falta
de justicia, de consenso, de libertad y de sustento, se vanaglo-
ria en las instancias internacionales de una transición del auto-
ritarismo a la democracia cuando ya después de dos gobiernos
panistas y del último priista muestra la descomposición del
Estado asentada ahora en la guerra, el terror, la ilegitimidad,
la impunidad, la corrupción y la opacidad:

Va tomando lugar la ‘extinción’ de la idea misma de Estado, de


su protagonismo ideológico; digamos, de su condición de apara-
to. El Estado pierde así su centralidad en las decisiones políticas
y económicas, relevando su lugar a la estructura supranacional
del capitalismo mundial denominado en la década de 1990
como neoliberalismo (Victoriano, 2013: 3).

El estado de indefensión y de “hambre en que se encuentran


los pueblos originarios del mundo se ha extendido a más de las
tres cuartas partes de la población mundial, sin distinción de
raza, nivel social, económico y religioso” (Caparrós, 1992).
La economía de guerra, la sociedad del crimen y la política
de exterminio es lo que prepondera en el mundo actual; son

44
límites a los cuales, según se pensó y divulgó, ya no se volvería
a llegar después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo,
“la guerra fría, la guerra de baja intensidad y la guerra de ex-
terminio no sólo continuaron, sino que se acrecentaron con la
guerra sucia y contra la naturaleza, el terror, el calentamiento
global y las tácticas de aniquilación de la población sobrante”
(Torres, 2013).

Algunos referentes teóricos

Una conceptuación inicial la realiza Galtung (1969, citado por


Calderón, 2009: 74) cuando señala que “una teoría de con-
flictos necesita una teoría de la violencia”, la cual se estructu-
ra sobre dos constantes: la violencia vista como el fracaso en
la transformación de conflictos y la violencia como el motor
de las reservas de energía que pueden ser utilizadas para fi-
nes constructivos, no sólo para fines destructivos. Asimismo,
define las dimensiones de la violencia: la directa, estructural
y cultural. La violencia directa es la violencia manifiesta que
es, generalmente, física, verbal o psicológica, mientras que la
estructural es intrínseca a los sistemas sociales, políticos y eco-
nómicos, cuya relación con la violencia directa es proporcional
a la parte del iceberg que se encuentra sumergida en el agua.
Así, la violencia sistémica o estructural es un tipo de violencia
indirecta que, no por eludir el uso de la fuerza física o la afec-
tación directa, deja de producir resultados. Lo anterior lo co-
rrobora Francisco Muñoz cuando en la “Investigación para la
Paz” utiliza y define el concepto de violencia estructural como:

[…] aquella que se produce a través de mediaciones institucio-


nales o ‘estructurales’ y que se identifica también con la injus-
ticia social. La violencia estructural podría ser entendida como
un tipo de violencia indirecta presente en la injusticia social, y

45
relacionada con otras circunstancias que en definitiva hacen que
muchas de las necesidades de la población no sean satisfechas
cuando, con otros criterios de funcionamiento y organización,
lo serían fácilmente (Bautista y Muñoz, 2004: 14).

A partir de estos autores, resulta fácil entender cómo el mal fun-


cionamiento del sistema de responsabilidad penal, bajo un con-
texto de protección integral y justicia restaurativa, puede generar
por sí mismo la existencia de violencias estructurales que no
permiten alcanzar la aspirada protección integral. Es claro en-
tender que si por razones de injusticia social, abandono, pobreza
y desigualdad el Estado no cumple con las necesidades básicas
para que los jóvenes puedan obtener el pleno desarrollo de sus
derechos y garantías, está incumpliendo con el deber de protec-
ción integral. Y si falla en la aplicación de un modelo restaura-
tivo, alejándose del restablecimiento de los lazos quebrantados
con el delito, para aplicar un sistema vengativo, de privación de
la libertad, sin posibilitar establecer las condiciones para que
éstos puedan reintegrarse a la sociedad, claramente existirá una
marcada violencia estructural causada por el mismo.
Otros autores señalan que esta violencia se configura ante
la falta de protección estatal, revirtiéndose en la criminalidad
adolescente, pues éstos se educan, entre muchas causas, en la
violencia y la pobreza: “Los niños expuestos a la violencia ad-
quieren y ejercen el hábito de la violencia en su comporta-
miento ulterior” (Jiménez-Bautista, 2012: 29-30) y encuentran
en el delito su principal sustento, como lo afirma Poklewski-
Koziell: “La violencia es un fenómeno nocivo para la sociedad
y provoca en consecuencia una reacción defensiva. En general
esta reacción adopta la forma de sanciones establecidas en el
derecho penal” (1981: 171). Al respecto, Aguilar llama a esta
violencia estructural “‘caldo de cultivo’ para la indignación,
el inconformismo, la reacción […]” (2015: 1023). Mientras,

46
Daniel la Parra y José María Tortosa (2003) apuntan que pro-
duce daño la falta de satisfacción de las necesidades humanas
básicas (supervivencia, bienestar, identidad o libertad) como
resultado de los procesos de estratificación social, siendo la in-
justicia social, la pobreza o la desigualdad resultados de diná-
micas de tipo económico a partir de la opresión política.
En consecuencia, si el Estado no genera la satisfacción de las
necesidades humanas básicas ni establece las políticas públicas
que permitan mejorar las condiciones sociales, económicas y
políticas, crecerá la violencia estructural afectando a la sociedad
con prácticas como el consumo de sustancias psicoactivas, el
reclutamiento de jóvenes por parte de grupos o bandas delin-
cuenciales con la consecuente deserción escolar, entre otras.

Contexto de la violencia estructural

El enriquecimiento ilícito y el asesinato van de la mano de


los gobiernos que venden a bajísimos precios los recursos y
territorios. Se dice que no hay poder en el mundo que pue-
da parar a las transnacionales, los ejércitos multinacionales, la
policía mundial, la producción de armamentos y drogas y su
proliferación. La única verdad que se ve, se escucha y se hace
respetar es la de los poderosos consorcios, corporaciones, go-
biernos, Estados, agencias de inteligencia y contrainteligencia,
que cuentan con todos los recursos del mundo para ejecutar
su “gran obra civilizatoria” de exterminio, ya no solamente de
los pueblos originarios sino de todos los habitantes del pla-
neta, que se han convertido en una plaga para los intereses
particulares de unas cuantas familias y otros allegados que
están a la cabeza del sistema financiero mundial y que abaste-
cen de recursos a gobiernos, ejércitos y agentes para defender
sus mezquinos intereses de enriquecimiento y poder (Torres,
2013; Girón y Solorza, 2013).

47
México y el estado de Guerrero no quedan excluidos de
este fenómeno, donde en las últimas décadas levantar la voz se
vuelve un pase automático a la fosa clandestina de la desapa-
rición forzada.
Es muy difícil hablar de justicia, libertad, igualdad y fra-
ternidad en territorios donde la indefensión de los pueblos es
común, donde las instituciones responden al poder, la influen-
cia y el dinero, sobre todo en México, país donde la soberanía
popular es letra vacía, donde las garantías individuales se han
visto severamente vulneradas, donde las madres claman justi-
cia y reciben balazos, donde la vida quiere resurgir y la muerte
los espera a la vuelta de la esquina. Donde se deja pasar el auge
de un proceso de respuesta social ante la impunidad, para res-
ponder con la represión policial, parapolicial, militar, parami-
litar y judicial, donde las instituciones no tienen sentido para
el pueblo porque no funcionan para lo que fueron creadas:
estar al servicio del pueblo (Boaventura de Sousa, 2010).

Desde esta perspectiva, la última gran transformación del cam-


po político latinoamericano acontece cuando el Estado es des-
pojado militarmente de su condición histórico-tradicional de
administrador de la vida pública. Una vez que el Estado sea
brutalmente despolitizado, perderá centralidad como articula-
dor de la vida pública, conduciendo un conjunto de reformas
estructurales que lo llevarán hacia su minimización absoluta
(Victoriano, 2013: 3).

Esto ha llevado a que en México el número de delitos sea muy


alto, pues en 2012 de 35,000 pasó a 42,000 en 2015, y de ahí
se estiman 45,000 delitos por cada 100,000 habitantes para
2016 (inegi). El número de asesinatos que reporta Aristegui
Noticias y Sin Embargo alcanza los 57, 899 desde la toma de
posesión de Peña nieto al 2014. Según el Semanario Z, se están

48
ocultando 9,000 asesinatos, es decir, se llegaría a 66,000, de
los cuales destacan Oaxaca con 1,963 y Morelos con 1,463.
Las cifras se han incrementado en los últimos meses, ya que
sólo en el estado de Guerrero, en el gobierno de Astudillo, de
octubre de 2015 al 16 de marzo de 2016, van más de 972 y en
Morelos más de 400 asesinatos de enero a principios de marzo
de 2016.
Datos de Proceso señalan que en el país los desaparecidos
en el gobierno de Peña Nieto llegan a 12,500, que en pro-
medio son 13 diarios. Según cnn México, hasta 2014 hubo
22,322 desapariciones, siendo Tamaulipas el estado con el
índice más alto con 4,865 y el más bajo Nayarit con 11. Por
su parte, Portal Revolución 3.0 reconoce en México 30,000
desaparecidos y señala que se podría llegar a 40,000 al final de
este sexenio. “Por primera vez en la historia política de Améri-
ca Latina, se pone en funcionamiento una máquina global de
exterminio cuya característica más significativa es la coordina-
ción supranacional, el esfuerzo de integración político-policial
para destruir, torturar y ‘hacer desaparecer’ […] Es una guerra
unilateral […] [sin] límites ideológicos” (Victoriano, 2013: 5).
Es por ello que en México no hubo transición a la demo-
cracia, sino a un Estado de guerra y terror donde las bandas
delincuenciales aliadas con los gobiernos y los partidos han
sumido a la economía, la sociedad y la cultura en un basurero
para reciclar, al estilo nazi. Las guerras sí han aculturado a los
poderosos: algunas artes y ciencias, los pseudoactores, produc-
tores y directores de Televisa (con sus honrosas excepciones),
y sobre todo los cientistas de las llamadas ciencias naturales
y exactas, se han puesto al servicio del poder, la corrupción,
la destrucción, el aniquilamiento, la desinformación, el frau-
de y el negocio. Sin embargo, y a pesar de todo ello, muchos
artistas y científicos siguen trabajando para los pueblos, para

49
acrecentar su conciencia, sus derechos y mejorar su calidad de
vida (Meyer, 2013).

Las 43 desapariciones forzadas destapan la gran fosa


común y a quienes ostentan el poder en México

En este México esquilmado por escasas familias pudientes que


practican la nueva esclavitud en contra de los pueblos y ciuda-
danos asentados en este territorio vasto y bello, ahí, en Iguala,
ciudad florida por su clima, sus flores y sus tamarindos, la
muerte acecha: más de cien fosas clandestinas, más de 450
desapariciones, terror en las casas y en las calles, asesinatos
y desapariciones forzadas al día incluso después de los 43, cosa
existente desde el callismo y el figueroismo, pero hoy superada
por los Abarca, los Pineda, los Beltrán, los Aguirre y los llama-
dos Guerreros Unidos y otros, con la anuencia de los partidos
políticos, de Peña Nieto, la pgr, la Suprema Corte y las cáma-
ras de Diputados y Senadores, y no se diga de los medios de
desinformación.
El cinismo del proceso se caracterizó desde el comienzo
por la “ignorancia” del gobierno federal y por hacer recaer en
el gobernador Aguirre Rivero la responsabilidad y así desatar
un ataque contra el prd. Además, hubo encubrimiento del di-
rector de la Policía municipal, responsable de la desaparición
y asesinatos y hoy todavía prófugo, así como de sus pares de
Cocula y de los comandos militares de Iguala y Chilpancin-
go, y no se llevaron a cabo las investigaciones sobre las des-
apariciones hasta después de diez días, conocedores de que
la recomendación internacional, en estos casos, es que las 36
primeras horas son claves para resolver satisfactoriamente este
tipo de problemas. Así, el gobierno federal y estatal no res-
pondieron a pesar de la existencia de más de un centenar de
víctimas y de que el equipo de futbol de Chilpancingo, Los

50
Avispones, fue atacado con balas, y de haber dado muerte a un
chofer, a una cliente de un taxi y a un jugador, y herido de gra-
vedad al director técnico, dejándolos en meses de rehabilita-
ción y sin pensión alguna para resarcir el daño. Se les disparó,
se asesinó a seis, se torturó y desolló a un estudiante y a 43 se
les desapareció. El Grupo Interdisciplinario de Expertos (giei)
fue quien documentó que hubo alrededor de 200 implicados
entre las víctimas.
Una de las “explicaciones posibles” señala que la “confusión
con un grupo del narco o la delincuencia organizada es incon-
sistente con el grado de conocimiento de las autoridades de
los hechos”. Los investigadores aseguran que la hipótesis “más
consistente” de la violencia desatada contra los estudiantes es
que “La acción de tomar autobuses por parte de los norma-
listas, a pesar de que tenía otros objetivos, como era obtener
transporte para que los normalistas provenientes de diferen-
tes escuelas normales pudieran participar en la marcha del 2
de octubre, podría haberse cruzado con dicha existencia de
drogas ilícitas (o dinero) en uno de los autobuses”. Agrega el
informe que, de acuerdo con la información pública, Iguala
“es un lugar de comercio y transporte de estupefacientes, es-
pecialmente heroína, hacia Estados Unidos y concretamente
Chicago. Esta línea de investigación no se ha explorado hasta
ahora”, aseguran los expertos.
Sin embargo, hay otros elementos: las agresiones frente a
testigos pueden ser una muestra de la impunidad que man-
tienen los presuntos perpetradores en la región, pero también
una señal de que su objetivo real era “de alto nivel”, lo que
justificaba cualquier tipo de violencia, “aunque fuera indiscri-
minada y con urgencia de realizar las acciones”. Los expertos
destacan que tuvieron dificultades para hablar con testigos in-
cluso meses después del ataque a los estudiantes (bbc Mundo,
2014: 5; giei, 2015: 311-325).

51
Esta indagatoria transmutó con el informe final del giei,
donde se reporta el quinto autobús y se ejecuta la violencia
coyuntural contra los estudiantes de primer año.

En el expediente oficial se establece que fueron cuatro unidades,


pero el testimonio de las víctimas mencionó siempre a cinco. En
la averiguación de los expertos se determinó que sí existió ese
autobús que los estudiantes tomaron sin permiso en las afueras
de Iguala. El chofer los llevó a la central de autobuses de Iguala,
luego bajó de la unidad y los dejó encerrados. Los jóvenes pidie-
ron ayuda a sus compañeros, quienes fueron al sitio a rescatarlos.
Esa fue la razón por la que viajaron a Iguala, pues originalmente
ellos no querían ir a la ciudad. El autobús pertenece a la empresa
Costa Line. Al inicio de la investigación fue incluido en el expe-
diente, pero luego no se volvió a mencionar su existencia. El giei
obtuvo información de que en Iguala opera una red de tráfico
de heroína hacia Estados Unidos que mueve sus cargamentos en
autobuses comerciales. Los estudiantes tomaron tres unidades
de la central camionera la noche del 26 de septiembre y las agre-
siones en su contra al parecer tenían la intención de impedir que
las unidades abandonaran la ciudad. El negocio que se mueve en
la ciudad de Iguala podría explicar la reacción extremadamente
violenta y el carácter masivo del ataque.
Otros datos señalan, por ejemplo, que ese autobús en par-
ticular no fue atacado, como sí ocurrió con las otras unidades
que tenían los estudiantes. Y cuando el giei solicitó a la empresa
transportista revisar esa unidad, la compañía presentó un auto-
bús distinto. Las autoridades no realizaron investigaciones sobre
ese autobús en particular. Los expertos de la cidh no establecen
responsabilidades, pero creen que la decisión de los normalis-
tas de tomar autobuses en Iguala explica la violencia extrema
contra ellos. El quinto autobús, dicen, podría ser un elemento
clave para explicar los hechos (bbc Mundo, 2015: 2; giei, 2015:
319-325).

52
La desinformación continuó con la aprehensión de la pareja
Abarca-Pineda, asesina y narcogobernante. La primera ver-
sión decía que se efectuó en Veracruz, y la segunda que fue en
Puebla, ambas desaprobadas por la pgr. En cambio, la tercera
versión, aprobada por la pgr, señalaba que fue en Iztapalapa,
delegación con base social de Andrés Manuel López Obrador
(AMLO), por lo que se le intentó involucrar como responsable
en la selección y nombramiento de Abarca como candidato a
la presidencia municipal de Iguala; no sólo a Lázaro Mazón,
como pasó en el primer acto, sino también a AMLO, quien
de alguna manera respondió librándose de las acusaciones, lo
que no implicó que tanto el prd como Morena salieran bien
parados del primero y el segundo actos, donde ya estaba, en
este último, la intervención federal, con claras manifestaciones
de discursos fallidos, grandilocuentes, acusatorios e implicato-
rios que no conllevaban más que la dilación del conflicto, las
respuestas y las investigaciones, así como a ocultar a los verda-
deros autores intelectuales y materiales e implicados.
Durante el proceso salió a relucir la investigación del equi-
po de Carmen Aristegui sobre el patrimonio de la familia
Peña Nieto, donde destacó la información de la “Casa Blan-
ca” con un valor aproximado de siete millones de dólares. En
respuesta, el Presidente ordenó a su esposa que enfrentara a la
opinión pública mediáticamente, lo cual resultó peor por las
declaraciones que hizo al comprometer a Televisa y al due-
ño de la empresa Higa, quien trabajó con Peña Nieto cuando
fue gobernador del Estado de México, situación que hasta la
fecha prevalece y que conllevó la modificación la ley de trans-
parencia y el nombramiento de a un incondicional, Virgilio
Andrade Martínez, como titular de la Secretaría de la Función
Pública, para que investigue y en un futuro no se presenten
este tipo de problemas de transparencia de la gran vida que se
dan los políticos en México y salvaguardar su imagen pública.

53
Sin embargo, salieron a colación otras propiedades en Ma-
linalco del secretario de Hacienda, igual de costosas, lo mis-
mo que un avión de superlujo, mientras que lo del tren bala
DF-Querétaro resultó otro fraude a la vista de todo el mundo
cuando la licitación fue autorizada a la empresa China y al
día siguiente se derogó, implicando una suma cuantiosa para
solventar los gastos realizados por dicha empresa al partici-
par en la licitación, y donde la misma empresa del dueño de
la “Casa Blanca” también está siendo beneficiada (Lizárraga,
2015; Aristegui, 2014).
Este contexto se volvió muy interesante al ampliarse con
la declaración de Obama, quien tomó el caso en sus manos
al ofrecer la ayuda posible para las investigaciones, y lo mis-
mo hizo Peña Nieto, quien manifestó que el gobierno federal
tomaría el caso Ayotzinapa, cuestión reforzada por la declara-
ción del vicepresidente y del embajador de Estados Unidos en
México.
Otro aspecto importante a considerar fue que el procura-
dor Murillo Karam y sus agentes especiales aprehendieron a
supuestos sicarios en Jiutepec, Morelos, quienes declararon
–bajo tortura, por supuesto– que los normalistas fueron re-
cibidos, trasladados, asesinados e incinerados en un basurero
de Cocula, declaración a la que se le dio la mayor credibili-
dad y difusión posibles para cerrar el caso, por primera vez,
aunque sin éxito, y, por supuesto, para parar la búsqueda y
el descubrimiento de nuevas fosas clandestinas, cuando ya se
estaban descubriendo algunas en los alrededores de Iguala,
situación por la que se pudo atraer a la comisión de argenti-
nos, especialistas y confiables en este tipo de desapariciones
forzadas y hacer participar a instituciones austriacas en la
comprobación del adn de los supuestos restos de los estu-
diantes normalistas.

54
Según el estudio de Torero, para incinerar 43 cuerpos se debe-
rían haber usado 30 toneladas de madera y el fuego tuvo que
haber ardido por 60 horas, y no las alrededor de 12 que había
dicho el gobierno con base en la confesión de los inculpados.
Además, la llama tendría que haber alcanzado siete metros y
el humo, 300, lo que habría llamado la atención de la gente de
localidades cercanas. Por todo esto, “el giei se ha formado la
convicción de que los 43 estudiantes no fueron incinerados en el
basurero municipal de Cocula”. La cremación de los estudiantes
es uno de los ejes principales de la investigación de la pgr (bbc
Mundo, 2015: 1; giei, 2015: 128-156 y 329-331).

El denominador común es que desde la primera etapa la soli-


daridad internacional estuvo en ascenso tanto en términos de-
clarativos como de movilizaciones sociales: en Berlín, Nápoles,
Madrid, París, Londres, entre otras ciudades, mientras que en
América Latina y en la mayoría de los estados de la República
Mexicana la solidaridad nacional fue igual. Estos actos culmi-
naron con la convocatoria de suspender el desfile militar del
20 de noviembre y realizar la mayor de las protestas del pueblo
mexicano en contra de todas las arbitrariedades acaecidas en
nuestro país en la última década, en la que ya cínica y abierta-
mente los federales transportaron, provocadores, marinos y ase-
sores estadounidenses, y donde el “inocente” gobernador de la
Ciudad de México desató a su jauría policial para reprimir a un
pueblo que se manifestó pacíficamente, deteniendo a 11 mani-
festantes y torturándolos en el trayecto al reclusorio de Nayarit.
Este acto terminó con la demanda de la renuncia de Peña Nieto
como principal responsable de los acontecimientos en el país, la
cual se mantiene hasta la fecha.
Posteriormente proliferó el rumor de que fue el Ejército
quien desapareció a los 43 jóvenes y que se ocultaba un golpe
de Estado.

55
Los golpistas comenzaron haciendo prodigiosas y vertiginosas
demostraciones de poderío con las cuales vencer todas las resis-
tencias físicas y suplantar el poder. Sin embargo, ese proceder ha
encontrado resistencias sociales e internacionales que han hecho
modificar las técnicas, los procedimientos y los instrumentos a
los golpistas. No se trata de que los militares hayan dejado de
dar golpes (Martínez, 2014: 191-212).

Los nuevos subtipos de golpes de Estado del México contem-


poráneo tienen antecedentes en los fraudes electorales con vie-
ja tradición en el país: desde la contienda de José Vasconcelos,
la del general Almazán, pasando por la de pleno siglo xxi; los
más evidentes son el de Felipe Calderón contra AMLO y el de
Peña Nieto también contra AMLO.

Los ejecutores son un grupo pequeño perteneciente a la élite del


poder que desaloja al Poder Ejecutivo, algo que será complejo al
intentar operacionalizar. Aquí también se está produciendo un
cambio en el destinatario del Golpe y lo que antes era la norma
ha pasado a ser la excepción, y […] en un mundo cada vez más
globalizado y con las economías más conectadas –aunque no así
los poderes ejecutivos que siguen todavía en dinámicas estata-
les–, también puede ocurrir que sea un pequeño grupo, pero de
una élite externa al Estado, el que desarrolle la actividad gol-
pista necesaria para conseguir que alguien, con posibilidad
cierta de llegar, no llegue al poder. Se trataría, por tanto, de un
Golpe desde el exterior y un Golpe de anticipación (Martínez,
2014: 204).

Pero esto es sólo una parte del proceso, ya que no quedan


exclusivamente en los fraudes electorales las formas en que
en México se han configurado los subtipos de golpes de
Estado, sino que una de las nuevas modalidades es la de la
narcodelincuencia gubernamental. Este nuevo subtipo de

56
golpe de Estado no se había presentado hasta que Felipe Cal-
derón inauguró el Estado de guerra y se encomendó al Ejér-
cito salir a las calles a combatir a las bandas delincuenciales,
pero sólo a las que no respondían a la política del gobierno,
dejando en paz a las bandas aliadas al mismo (Estulin, 2013).
Estas secuelas implicaron para la población el incremento de
los desplazamientos poblacionales, la desapariciones forzadas,
el reclutamiento forzado, la trata de migrantes –de cualquier
tono de piel y edad–, así como el incremento de la producción
de amapola, metanfetaminas y otros estimulantes de amplia
circulación en Estados Unidos, Europa, México y el mundo
(Pérez, 2014).
Es importante resaltar el papel de las instituciones supues-
tamente al servicio del pueblo, como el Ejército mexicano y
las instituciones públicas, pues mientras están inmersas en
el proceso de privatización, las secretarías de Estado se han
convertido en secretarías al servicio de las transnacionales, la
oligarquía pública y privada, reforzando un tipo de golpe de
Estado, en aras de su enriquecimiento, acelerado e ilícito, con
base en los escasos ingresos cada vez más menguados de los
trabajadores urbanos y rurales industriales y agrícolas, de ser-
vicios, formales e informales (Estulin, 2014).

De este modo, la instalación regional del neoliberalismo (scie-


lo.org, 2016) describe un acontecimiento político más que
económico, puesto que las llamadas políticas económicas
puestas en práctica a lo largo de este proceso de militariza-
ción, privatización, desregulación, liberalización, descentrali-
zación, constituyen, en rigor, una economía política que tuvo
como principio el desmantelamiento del Estado nacional y su
estructura ideológica como promotor exclusivo del desarrollo
económico. Lo cierto es que en términos efectivos, concretos,

57
constituyen parte esencial de la despolitización del Estado en
América Latina (Victoriano, 2013: 3).

Agudizándose con ello la tendencia a la mayor desigualdad


económica, social y política, llegando a tales extremos que en
un escaso periodo de tiempo el progreso y la igualdad ni si-
quiera han quedado a nivel jurídico y de derechos, sino que se
han convertido en una extrema concentración del ingreso, ya
que no hay límites de crecimiento de la desigualdad con los de
menores ingresos (Piketty, 2014), todo a costa de discrimina-
ción, violencia, inseguridad, abuso e impunidad, ya insoporta-
bles para el pueblo mexicano (Sansores, Youtube).

El Golpe de Estado evolucionó desde un acto ilegal y violento en


defensa del Poder Ejecutivo hasta un acto ilegal y violento que
ataca al Poder Ejecutivo para suplantarlo, y en la actualidad se
ha transformado en un acto pretendidamente legal y no violento
–pues le basta con las amenazas– que sigue atacando y querien-
do desplazar al Poder Ejecutivo. Todo lo que actúe contra la
legitimidad y pretenda usurpar el poder golpea los fundamentos
del Estado de derecho; en definitiva, ataca a la soberanía, que es
el poder. El moderno Golpe de Estado no es un acto de defensa
o protección del sistema, en este caso de la democracia, es más,
es un acto que termina con ella (Martínez, 2014: 203).

En esta tesitura, otro subtipo de golpe de Estado en México


fue el que se presentó después del “atentado” a la torre de
Pemex una vez que Peña Nieto y el gobierno de Brasil con-
certaron la posibilidad de fusión con base en proyectos de in-
versión entre Pemex y Petrobras, lo que llevó inmediatamente
a que Estados Unidos y sus agentes de inteligencia (cuestión
nunca reconocida ni aceptada ni divulgada) fraguaran el
golpe y llevaran las investigaciones, mediáticamente, hacia

58
resultados totalmente faltos de credibilidad, al señalar que no
fue una bomba sino una fuga de gas, tesis que se vino abajo
cuando testificó el jefe de mantenimiento y dijo que en más de
20 años de servicio nunca había existido ninguna instalación
de gas en dicho edificio.
“Tampoco son los golpes actos patrimonio de las élites in-
teriores porque, en un mundo cada vez más globalizado, élites
externas al país, pero con enormes intereses en el interior del
mismo, pueden articular el golpe” (Martínez, 2014: 202-208).
Desde que el servicio secreto mexicano desapareció por órde-
nes superiores, en los años setenta, y se implementó el cisen,
la inteligencia mexicana dejó de serlo para ser parte de la in-
teligencia de Estados Unidos en México (Montemayor, 2012),
por lo que los golpes de Estado en el país ya no provienen
exclusivamente de la embajada estadounidense, como antaño,
sino también de dicho sistema de infiltración.
Las implicaciones de esta variedad de golpe de Estado im-
pactan paulatinamente (Estulin, 2013), manifestándose, por
ejemplo, en el trato discriminatorio, el contexto de violencia,
la tendencia a la pérdida de ciudadanía y del Estado de dere-
cho, manifestada ampliamente, y teniendo que soportar un
permanente estado de terror e indefensión, todo ello reflejado
en los últimos acontecimientos manifiestos de aumento del
tráfico de drogas, de armamento para cárteles del narco y gru-
pos delincuenciales –como el Programa Rápido y Furioso, el
Plan Mérida–, para bandas de criminales, con asesoría esta-
dounidense en términos de la supuesta contranarcoinsurgen-
cia, desapariciones forzadas, desplazamientos forzados, trata
humana para la prostitución de mayores y menores, etcétera
(Solalinde, 2015).
De tal manera que “el Golpe como acto de ilegalidad nece-
saria y legítima […] ha llegado al Golpe de Estado ‘con todas
las de la ley’, a la legalidad forzada” (Martínez, 2014: 201).

59
Aquí es importante resaltar la propuesta, designación y nom-
bramiento del actual magistrado Eduardo Medina Mora, re-
cién aprobado por mayoría priista y panista a propuesta en
terna del Ejecutivo nacional, trastocando el sistema político
y la estructura del Estado, cuando se nombran magistrados
como operadores políticos y no como impartidores de justicia.
Por otro lado, está el caso de Arely Gómez González, quien
quedó como procuradora al mando de la pgr. Ella y Medina
Mora están muy ligados a Televisa. Ambos nombramientos
constituyen otro subtipo de golpe de Estado en México donde
el Ejecutivo nacional se convierte en un operador político de
los especialistas del marketing mediático, con lo que el cuarto
poder se convierte en “primer poder” vía fast track.
Lo anterior refleja que el Senado de la República aprueba
las reformas estructurales antipopulares al servicio ya no del
clásico presidencialismo mexicano ya caduco, sino de Televisa,
las transnacionales y las diversas nuevas formas del ejercicio
del narcopoder. Y en 2015 se presenció el gran show pseudo-
electoral, ya que una gran parte de candidatos fueron levan-
tados, pública y/o privadamente, para advertirles quiénes son
los que controlan y gobiernan los territorios, mientras que los
órganos autónomos electorales mostraron su inoperancia y ca-
rencia de autonomía.
Antes se hablaba de los muchos Méxicos por la diversi-
dad cultural. Hoy existen por la diversidad de cárteles, delin-
cuentes, sicarios, tratantes. Lo mismo se puede decir para los
muchos Estados mexicanos, sistemas de inteligencia, pseudo-
secretarías de Gobernación, destacamentos de hombres arma-
dos, cobradores de derecho de piso, etcétera. Es por ello que
ya no se puede hablar de presidencialismo en México ni de
autoritarismo, ni de pri gobierno ni de clase política. Esto ya
es cosa del pasado y son formas de poder caducas frente a las
nuevas formas del ejercicio del poder basadas en el Estado no

60
de derecho, sino de indefensión; no en la ciudadanía, sino en
la nueva esclavitud urbana, suburbana y rural. Estos aspectos
poco estudiados, muy callados y ocultados por los medios son
los predominantes en las nuevas estructuras de poder de los
Méxicos realmente existentes (Peña, 2009).
Hoy estos viejos y caducos poderes son sólo un espectáculo
más del escenario virtual que mediáticamente se impone a la
sociedad y opinión pública mexicana y mundial, y que justi-
fica su existencia, también virtual, tratando de generar auto-
nomía virtual y no real bajo el inai (antes ifai), transparencia
y la supuesta rendición de cuentas, ya que el presidente del
supuesto órgano autónomo del ine (antes ife) declaró cínica-
mente que con un solo voto hay elección y ganador, mientras
que en otros países latinoamericanos como Uruguay se ha im-
plementado por parte del Senado la segunda vuelta electoral;
es decir, que el candidato que no sume 50% más uno del pa-
drón electoral no puede ser candidato electo.
“Respecto de la aceptación de la violencia, que pese a referirse
a un proceso de sofisticación del Golpe –algo que podría pare-
cer contradictorio– por sus actores para escamotearse con otra
apariencia ante unas sociedades cada vez con mayor cultura po-
lítica y, por ello, menos proclives a entender y santificar el acce-
so al gobierno mediante estas prácticas” (Martínez, 2014: 208),
dice Juan Villoro que la esperanza del pueblo mexicano en
pensar que la alternancia y el tránsito a la democracia era una
posibilidad real se ha perdido ante la realidad descrita párrafos
arriba. Por tanto, el electorado mexicano ya tiene una gran
certeza de que no hay opción política representada por los par-
tidos políticos existentes, sin excluir a ninguno.
De ahí que la posible alternativa que presentan el sacerdo-
te Solalinde, el obispo Raúl Vera, el poeta Sicilia y el artista
plástico oaxaqueño Toledo de conformar un nuevo constitu-
yente ciudadano sin la participación de los partidos políticos,

61
sea una muestra fehaciente de lo que se está argumentando
en este capítulo, lo cual no es producto de la creatividad e
imaginación de estos personajes, sino producto del trabajo a
lo largo y ancho del territorio nacional, levantando la percep-
ción y diagnosticando lo que la población mexicana aporta y
desea para generar las condiciones de un nuevo México, país
que concentra las ilusiones, las prácticas, los trabajos y la crea-
tividad en todos los sentidos de una economía, una sociedad
y una cultura política que realmente responda a los intereses
de los trabajadores, estudiantes, intelectuales, artistas y base
social de una nueva forma de organización que propicie la paz,
erradicando todas las formas anómalas de poder que se han
enquistado y generado desde arriba en México.
Esta tendencia se viene consolidando con las marchas de
las naciones originarias que se realizaron en pro del trabajo, la
vida y el agua en el mes de mayo de 2015, con el fin de confor-
mar el nuevo Plan de Ayala, confluyendo desde las fronteras
hasta la megalópolis.

La última característica es la violencia, se ejerce a un altísimo,


e ilegal, nivel de amenaza materializable, sostenido, si fuera ne-
cesario, con violencia física. En todo caso, estamos más allá de
la presión, estamos fuera de la ley y en escenarios y ante actores
con una elevada capacidad de violencia que antaño se demostra-
ba por si acaso, y que ahora se prefiere mantener latente (Mar-
tínez, 2014: 205).

Con más de 65 millones en pobreza extrema y 25 millones de


pobres qué se podía esperar si no más que un caldo de culti-
vo para la pandemia de la violencia estructural y coyuntural,
auspiciada por el narcopoder, los narcogobiernos, las narcopo-
licías y el narcoejército,

62
Desde la tarde del 26 de septiembre, cuando los estudiantes sa-
lieron de su escuela, sus movimientos fueron monitoreados por
policías federales y militares y fueron una presencia constante.
Testimonios recabados por los investigadores refieren que hubo
agentes de inteligencia del Ejército en al menos dos de los esce-
narios donde los estudiantes que luego desaparecieron fueron
detenidos por policías municipales. También existen testimo-
nios de que uno de los autobuses de donde se llevaron a parte
de estos jóvenes fue detenido por policías federales. Además,
un grupo de soldados interrogó a estudiantes que llevaron a un
compañero herido a una clínica particular. Los expertos de la
cidh solicitaron hablar con integrantes del 27 Batallón de In-
fantería de la Secretaría de la Defensa Nacional. Es el grupo mi-
litar asignado a Iguala y sus alrededores. El gobierno mexicano
no permitió los interrogatorios. Hasta ahora, el papel de policías
federales y militares en las escenas de los ataques y desaparicio-
nes no ha sido investigado por completo.

El nivel de intervención de diferentes policías y escenarios […]


da cuenta de la coordinación y mando existente para llevar a
cabo dicha acción. La necesidad operativa de coordinación en-
tre fuerzas de dos cuerpos policiales municipales diferentes […]
que intervinieron esa noche señalan la necesidad de un nivel de
coordinación central que dio las órdenes [se asegura en el infor-
me]. No hubo un uso adecuado, necesario, racional ni propor-
cionado de la fuerza [dicen los investigadores]. Todo ello supone
que la acción de los perpetradores estuvo motivada por lo que se
consideró una acción llevada a cabo por los normalistas contra
intereses de alto nivel.

El informe señala que entre la noche del 26 de septiembre y las


primeras horas del día siguiente los estudiantes sufrieron nueve
ataques distintos. En algunos casos se realizaron al mismo tiem-
po, e incluso se detectó que varios perpetradores se movieron
de un lugar de agresión a otro. Esto significa que los ataques

63
fueron coordinados y que alguien se encargó de organizarlos.
En Guerrero, como en otros estados del país, existe un área que
concentra las comunicaciones de policías estatales, municipales
y del gobierno federal. Se llama C-4. En el caso de Iguala, los
expertos de la cidh establecen que se mantuvo en operación
continua el 26 de septiembre. Pero extrañamente interrumpió
su funcionamiento “a ciertas horas”. El documento dice que “no
tiene acceso a información a partir del C-4 en ciertos momentos
porque la comunicación está intervenida por Sedena” (Secre-
taría de la Defensa Nacional). El ex alcalde José Luis Abarca
se comunicó más de diez veces con su secretario de Seguridad
Pública, Felipe Torres. Los teléfonos donde se realizaron o reci-
bieron las llamadas coinciden con los sitios y la hora en que se
detuvo a los estudiantes desaparecidos. Abarca dijo inicialmente
que “estaba dormido” en su casa (bbc Mundo, 2015: 4-5; giei,
2015: 314-321).

Desgraciadamente a estos niveles nos han llevado, sin tapujos


ni arrepentimientos. El estado de indefensión se ha ampliado
a los sectores que no están en extrema pobreza, ya que entre
las clases medias pobres, medias y altas es donde están gol-
peando las bandas delincuenciales, y los que están en extrema
pobreza caen con mucha facilidad y son cooptados, levanta-
dos, secuestrados, capacitados y obligados a rendir servicios
incondicionales bajo amenazas de muerte, tortura y represalias
contra sus familiares, de tal manera que el desconocimiento y
la no exigencia de sus derechos es resultado de su condición
socioeconómica desfavorable como supuestos ciudadanos de
tercera, cuarta o última, mientras que los individuos de las
clases medias, a pesar de conocer y exigir sus derechos, pero
al quedar en estado de indefensión por la inexistencia del Estado
de derecho, van perdiendo paulatina y drásticamente su con-
dición de ciudadanos.

64
La inseguridad es transversal y afecta a todos los estratos
sociales. Es como una actividad terrorista antipopular la que
implementan los narcogobiernos y grupos delincuenciales
que han dado este tipo certero de golpe de Estado.
“Hoy lo más frecuente es que todos los golpistas centren
sus esfuerzos ya no en legitimar a posteriori su acción –que
reconocían ilegal–, sino en demostrar la legalidad de todos y
cada uno de los actos que los han llevado a término” (Martí-
nez, 2014: 204). Todas estas características definen la tipología
de golpes de Estado existentes en México, donde no es necesa-
rio suplantar al presidente ni desparecer los poderes Legislati-
vo y Judicial; es suficiente con que se implementen las políticas
y acciones que les exigen tanto los intereses endógenos como
exógenos de narcos, de transnacionales y de Televisa.

Conclusiones

Una vez entregados los resultados de las investigaciones del


caso y que se ventila que hubo un quinto autobús cargado de
enervantes que fue el que se llevaron, por equivocación, los estu-
diantes desaparecidos, es que se exige que sean incluidos estos
resultados en las investigaciones, lo cual generó la creación de
una comisión especial de la Cámara para iniciar los trabajos
de investigación y que la pgr considere a la Sedena para ser
investigada. Ante esto, el general Cienfuegos declaró: “No se
metan con el Ejército. El Ejército no va a ser interrogado por
extranjeros”, lo cual llevó al representante de la cidh, Emilio
Álvarez Icaza, a preocuparse por saber quién toma las deci-
siones finales en México, si el poder civil o el poder militar.
Con ello queda claro que hasta el momento es el poder militar
el que ha dicho la última palabra, lo cual refuerza la tesis del
golpe de Estado.

65
En relación con la aprehensión del “Gil”, presunto respon-
sable de la desaparición y ejecución de los estudiantes de la
Normal Rural Ignacio Burgos y capo de los Guerreros Uni-
dos, en sus declaraciones no ha habido reconocimiento alguno
sobre estos hechos, y todo indica que no está dispuesto a con-
tinuar el juego de la pgr para terminar con el caso de una vez
por todas, de tal manera que los esfuerzos infructuosos de las
instituciones encargadas no van a rendir los resultados espe-
rados por Enrique Peña Nieto y van a generar nuevas posibles
detenciones de sicarios y capos que se presten a su juego.
La conmemoración de la matanza y desaparición forzada a
un año del suceso prendió nuevas inquietudes en la sociedad
nacional e internacional. La gran ausencia del Estado en la
búsqueda de los 43, de los miles de desaparecidos y en la gran
emergencia de los familiares por encontrarlos continúa. El
reinicio de la búsqueda de los normalistas se dio a partir del
3 de marzo de 2016 en Iguala, en tanto que al giei lo despi-
dieron. El miércoles 6 de abril, después de los sismos del 7 y
19 de septiembre de 2017, se cumplen tres años y siguen des-
parecidos los 43 sin tener resultados fehacientes, muestra de la
inoperancia de las instituciones.
Mientras que el asunto del neoliberalismo está asestando
golpes de Estado a escala mundial y avanzada desde su ges-
ta, en México muestra síntomas ambivalentes ya que, frente a
un Estado mexicano cada vez más ausente, las corporaciones
fundamentalmente transnacionales y nacionales, en la toma
de decisiones y la direccionalidad de la economía, la política
y la sociedad se fortalecen, con la implicación del incremen-
to de la vulnerabilidad de la ciudadanía de grandes sectores
bajos y medios. “Se trata de la lógica de la intervención mi-
litar, el despliegue continental de la forma golpe de Estado,
de la expansión de una forma particular de guerra al interior
de un horizonte de intereses estratégicos supranacionales. Una

66
guerra ideológica que se extendió y se libró a un nivel planeta-
rio, global” (Victoriano, 2013: 8).
Sin embargo, por otra parte, emergentemente se ha for-
talecido la participación y organización ciudadana y la ciu-
dadanización de los sectores tradicionalmente discriminados,
marginados y desplazados, así como el reconocimiento de sus
derechos.
Estos aspectos del neoliberalismo, enarbolado y ocultado
por los premios Nobel de economía de los últimos años, no
sólo se ejecutan por la vía militar, sino también por la vía fi-
nanciera y comercial, como lo refleja hoy el Tratado Transpa-
cífico, mostrando que la violencia no sólo es estructural, sino
también coyuntural.

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69
#YoSoy132: un movimiento en red,
post-zapatista y deliberativo

Iria Puyosa

Éramos silencio, éramos dolor, éramos opre-


sión. Quisieron quitárnoslo todo y sólo per-
dimos el miedo. Ya no seremos más una voz
silenciada. Venimos aquí con nuestros cuerpos
que gritan: ¡¡¡Ya basta!!!

#YoSoy132 «Por la democratización de los


medios de comunicación»

E n este estudio examinamos cómo cada una de las diná-


micas fundamentales con las cuales caracterizamos a los
movimientos sociales en red se aplican al caso de #YoSoy132.
Estas 10 dinámicas son: 1) Arranque emocional de la movili-
zación y elaboración de marcos de injusticia; 2) Uso intensivo
de internet y el teléfono móvil para comunicación política
autónoma; 3) Construcción de identidad colectiva y un len-
guaje propio del movimiento; 4) Debates en enclaves delibe-
rativos; 5) Carácter difuso de la estructura del movimiento y
coaliciones fluidas de redes de activistas; 6) Dinámicas de ca-
pital social que combinan vínculos fuertes y vínculos débiles;

71
7) Acción colectiva para la ocupación del espacio público;
8) Acción política de contrapúblicos o contrahegemónica;
9) Conformación de redes con estructura de mundo-peque-
ño; 10) Propagación de ideas por difusión en cascadas o con-
tagio en redes. Del análisis resaltamos la construcción de una
identidad post-zapatista y el establecimiento de un ciclo de
movilización, caracterizado por propuestas de deliberación
para la democratización mediática.
Desde 2014, adoptamos una perspectiva relacionada con la
acción colectiva (Diani, 2003; Edwards, 2014) que aplicamos
al estudio de los movimientos sociales que actúan en la polí-
tica en redes (Puyosa, 2015a; 2017b). Vale anotar que los mo-
vimientos sociales han venido adoptando lógicas relacionales
de acción colectiva, acomodadas en la apropiación de internet
para la comunicación política autónoma desde las movili-
zaciones altermundistas de Ginebra (1998) y Seattle (1999)
(Sandoval-Almazán y Gil-García, 2014; Puyosa, 2015a). Asi-
mismo, la lógica relacional fue crucial para la irrupción comu-
nicacional global del movimiento Zapatista (1994), que puede
ser considerado el primer movimiento social en red (Garrido y
Halavais, 2003; Modonesi, 2014; Puyosa, 2015a).

¿En dónde emergen los movimientos en red?

Los movimientos sociales en red han sido actores principales


de la política contenciosa en lo que ha transcurrido del siglo
xxi. El ciclo global de cambios políticos, generados a partir
de la ocupación de espacios públicos por movimientos en red,
comenzó en 2009, con la “revolución de los potes de cocina”
en Islandia (Castells, 2012). Después vendrían los movimien-
tos prodemocratización en los países del Cercano y el Medio
Oriente, así como del norte de África, que se conocen como
“la primavera árabe de 2010”, en donde destacan los casos de

72
Túnez y Egipto (Lotan, Graeff, Ananny, Gaffney y Pearce,
2011). Luego, en 2011, seguirían los movimientos de Indigna-
dos y Occupy Wall Street (Toret, 2013; Conover et al., 2013).
Mientras que, por su parte, en Latinoamérica, #YoSoy132
en México es considerado el caso más destacado de un movi-
miento en red (Monterde et al., 2015; Rovira Sancho, 2012;
Treré, 2015). No obstante, también se registran casos de mo-
vilizaciones colectivas de activismo, resistencia y protesta que
poseen algunas características de movimientos sociales en
red en Chile (2011), Ecuador (2014), Venezuela (2007, 2014
y 2017) y Brasil (2013-2014) (Coryat, 2015; Puyosa, 2015b,
2017a; 2017b; Sola-Morales, 2016; Vanden, 2017).
En los estudios sobre movimientos sociales en red hemos
identificado factores contextuales catalizadores. Estos elemen-
tos contextuales incluyen: 1) Conflictos entre las élites en el
poder; 2) Disfunción en los mecanismos de integración social
y política; 3) Persistencia de graves problemas económicos para
los cuales los grupos en el poder no ofrecen solución; 4) Ele-
vadas expectativas insatisfechas de cambio social o político; y
5) Apropiación social de innovaciones tecnológicas para la
comunicación política autónoma (Puyosa, 2015a). De estos
factores catalizadores, el más importante para entender el sur-
gimiento de #YoSoy132 es la existencia de elevadas expectati-
vas insatisfechas de cambio social y político (Bizberg, 2015).
En segundo lugar, la disfunción en los mecanismos de integra-
ción social y política (Bizberg, 2016) y, finalmente, la apropia-
ción social de innovaciones tecnológicas para la comunicación
política autónoma (Monterde et al., 2015; Rovira Sancho, 2014;
Treré, 2015). No observamos en este caso incidencia directa de
los otros dos factores catalizadores identificados en los estudios.
Por otra parte, el estudio de los casos indica que los activis-
tas presentes en los debates o los eventos iniciales de los mo-
vimientos sociales en red suelen tener un nivel de educación

73
formal alto o medio, tienden a tener una alta exposición a
información política, viven en centros urbanos, son jóvenes y
suelen contar con experiencias previas de participación en orga-
nizaciones sociales voluntarias no partidistas (Puyosa, 2015a).
Efectivamente, los estudiantes que dieron inicio al movimien-
to #YoSoy132 tienen esas características sociodemográficas.
Resulta necesario recordar la razón por la cual surgió el
movimiento #YoSoy132. El 11 de mayo de 2012, Enrique
Peña Nieto, entonces candidato presidencial, asistió a un even-
to para presentar su oferta electoral en el foro “Buen Ciuda-
dano Ibero”,1 en la Universidad Iberoamericana. En la ronda
de preguntas, un grupo de estudiantes interpeló a Peña Nieto
sobre la represión a las protestas en la población de San Sal-
vador Atenco, hechos ocurridos en mayo de 2006, cuando el
candidato era gobernador del Estado de México. Peña Nieto
intentó responder a los cuestionamientos de los estudiantes
y sólo logró obtener abucheos, por lo que se vio obligado a
retirarse de la universidad en medio de un coro de consignas
en su contra.
El incidente fue grabado con teléfonos celulares por va-
rios estudiantes, y esa noche circuló ampliamente en Twit-
ter y Facebook. Al día siguiente, medios masivos mexicanos
intentaron deslegitimar la protesta estudiantil señalando que
la minoría que voceó consignas contra Peña Nieto había sido
conformada por infiltrados partidarios de sus adversarios en la
carrera presidencial y que el incidente no correspondía con
la aceptación del candidato del pri entre los estudiantes uni-
versitarios. Esas falsas acusaciones causaron indignación entre

1
Es importante destacar que la Universidad Iberoamericana, como ins-
titución de la Compañía de Jesús, mantiene una visión de la educación
que se interesa por la transformación y el bien común (Téllez y Tamayo,
2016).

74
los estudiantes de la Universidad Iberoamericana que habían
participado en la repulsa contra Peña Nieto (Chaguaceda y
Ortega, 2015; Modonesi, 2014; Monterde et al., 2015; Portillo,
2015; Sandoval-Almazán y Gil-García, 2014; Téllez y Tama-
yo, 2016).
En una conversación en Facebook, surgió la idea de ha-
cer un video para desmentir a los medios (Portillo, 2015; Té-
llez y Tamayo, 2016). Los estudiantes de la Iberoamericana
decidieron elaborar el video y subirlo a YouTube para ejercer
el derecho a réplica contra la acusación de los medios. Pos-
teriormente, la etiqueta en Twitter #YoSoy132, con la cual
otras personas se solidarizaron con los estudiantes, llegó a ser
trending topic global. Así arrancó el movimiento, cuyo ciclo se
desarrolló entre mayo y diciembre de 2012. #YoSoy132 llegó
a tener impacto importante en reformas a las políticas de co-
municación en México que se aprobaron en 2013.

Dinámicas fundamentales
de los movimientos sociales en red

A partir del estudio de los casos y la revisión de las investiga-


ciones sobre el tema de los movimientos sociales en red (Cas-
tells, 2009; Castells, 2012; Dalhberg, 2011; Diani y McAdam,
2003; Lim y Kahn, 2008; McCaughey y Ayers, 2003; Rovira
Sancho, 2013; Sádaba, 2012; Sandoval-Almazán y Gil-Gar-
cía, 2014), he identificado 10 dinámicas fundamentales que
caracterizan a este tipo de movilizaciones colectivas: 1) Arran-
que emocional de la movilización y elaboración de marcos de
injusticia; 2) Uso intensivo de internet y el teléfono móvil para
comunicación política autónoma; 3) Construcción de identi-
dad colectiva y un lenguaje propio del movimiento; 4) Debates
en enclaves deliberativos; 5) Carácter difuso de la estructura
del movimiento y coaliciones fluidas de redes de activistas;

75
6) Dinámicas de capital social que combinan vínculos fuer-
tes y vínculos débiles; 7) Acción colectiva para la ocupación
del espacio público; 8) Acción política de contra-públicos o
contra-hegemónica; 9) Conformación de redes con estructura
de mundo-pequeño; 10) Propagación de ideas por difusión en
cascadas o contagio en redes (Puyosa, 2015a). En este artículo,
examinamos cómo cada una de las dinámicas se aplica al caso
de #YoSoy132.

Arranque emocional de la movilización


y elaboración de un marco de injusticia

El ultraje, la vergüenza, la indignación, el orgullo y la espe-


ranza de un mundo nuevo han sido identificados como las
emociones más relevantes en los procesos de activación y mo-
vilización de los movimientos sociales (Goodwin, Jasper y Po-
lletta, 2000). Los estudios de caso tienden a ubicar el inicio de
un movimiento social en red en un evento que constituye un
choque moral (Castells, 2012; Gravante y Poma, 2017). Éste
ocurre cuando un evento o la revelación de una información
genera un sentimiento de ultraje o de indignación, que obliga
a las personas a reflexionar sobre la divergencia entre sus valo-
res y la sociedad en que vive (Jasper, 1998; Gravante y Poma,
2017). Se trata de acontecimientos o informaciones que tocan
temas sensibles y vínculos afectivos, lo que motiva a las per-
sonas a integrarse a alguna acción colectiva de protesta o de
expresión de descontento.
El proceso que permite construir el sentimiento de in-
dignación ante la injusticia como una forma de expresión de
protesta política ha sido conceptualizado en los estudios sobre
movimientos sociales como injustice framing (Gamson, 1992;
Gravante y Poma, 2017). Los marcos de injusticia se articulan
a partir de narrativas, símbolos, consignas y atribuciones de

76
culpa o responsabilidad (Snow y Benford, 2000). El proceso
sigue los siguientes pasos: 1) experiencia del choque moral;
2) reconocimiento de la amenaza contra la forma de vida de
la comunidad de pertenencia; 3) identificación precisa de los
responsables del ultraje; 4) enmarcado cognitivo como una in-
justicia; 5) revisión de los valores en conflicto entre las creen-
cias propias y el sistema de creencias de la élite en el poder
(Gravante y Poma, 2017; Puyosa, 2015a).
Al día siguiente del acto de Peña Nieto en la Universidad
Iberoamericana, Televisa y varios medios impresos difun-
dieron en sus noticias que grupos violentos, entrenados por
partidos políticos adversarios, intentaron sabotear el evento.
Este hecho coyuntural menor provocó indignación entre los
jóvenes universitarios. La viralidad del video inicial hizo que
la indignación se propagara más allá de los estudiantes de la
Iberoamericana y la intuición política de los jóvenes universi-
tarios les permitió armar el marco de injusticia que se expresó
en el tercer video, el Manifiesto #YoSoy132. No obstante, no
se observa en este caso que el incidente haya tenido el nivel de
amenaza a la forma de vida de los estudiantes que inician el
movimiento. Pareciera que la reacción se debió más a la acu-
mulación de ultrajes que a un hecho concreto.

Uso intensivo de internet y el teléfono móvil


para comunicación política autónoma

Los activistas en red desconfían de los medios; por ello, tien-


den a invertir mucho esfuerzo en procesos de comunicación
autónoma, usando preferentemente internet, el teléfono mó-
vil, las conversaciones cara-a-cara y la intervención del espacio
urbano (Puyosa, 2015a). Efectivamente, si algo caracteriza la
emergencia de #YoSoy132 es su enfrentamiento con los me-
dios masivos mexicanos, especialmente con la televisión, y su

77
uso de plataformas de social media para la comunicación po-
lítica autónoma.
De acuerdo con la Asociación Mexicana de Internet
(amipci), en 2012, los usuarios de este servicio en México al-
canzaban la cifra de 42 millones. La penetración de internet se
ubicaba en torno a 35%, por debajo del promedio para Améri-
ca Latina, que era de 42%. No obstante, justo por encima del
umbral de un tercio de la población que se considera el punto
en que se alcanza masa crítica para que el activismo en línea
comience a tener efectos políticos. Según el estudio Hábitos de
los usuarios de Internet en México 2012, la mayor parte de los
usuarios de internet en México se concentraban en las franjas
de edad de los 12 a los 17 años (26.5%), de los 18 a los 24 años
(23%) y de los 25 a los 34 años (17.3%), con lo cual cubre el
segmento de la población universitaria que protagonizó el mo-
vimiento #YoSoy132. El mismo estudio de amipci indica que
en 2012, 90% de los usuarios de internet de México usaban
Facebook a diario, 77% YouTube y 61% Twitter.
#YoSoy132 fue un movimiento que nació en Facebook,
pero entró en la agenda pública a través de YouTube y Twitter
(Portillo, 2015; Téllez y Tamayo, 2016). Luego se consolidó en
las asambleas universitarias locales que se organizaron, usando
grupos cerrados en Facebook como canales de coordinación
logística (Chaguaceda y Ortega, 2015; Sola-Morales, 2016).
Así, el método por el que inició todo fue gracias a que a un es-
tudiante de la Universidad Iberoamericana se le ocurrió hacer
una invitación abierta por Facebook para que los que habían
estado en el foro con Peña Nieto enviaran grabaciones desmin-
tiendo a los medios y reivindicando su identidad de estudian-
tes (Portillo, 2015; Téllez y Tamayo, 2016). En pocas horas, se
recibieron 131 videos, que se montaron en un material único
publicado el 14 de mayo. El video #131alumnosdelaIbero fue
utilizado como una forma alternativa de expresar el derecho

78
a réplica frente a los medios masivos, por parte del grupo de
estudiantes que asistieron a la conferencia de Peña Nieto en
el foro Buen Ciudadano Ibero (Sola-Morales, 2016). La con-
signa de los manifestantes era simple expresión de identidad
personal: “Somos estudiantes de la Ibero, no acarreados, no
porros y nadie nos entrenó para nada”.
Como reacción al video, surge en Twitter la etiqueta
#YoSoy132 con el fin de expresar solidaridad con los 131 es-
tudiantes. La etiqueta #YoSoy132 se mantuvo en el primer
lugar de los trending topics en México y entre los 10 primeros a
nivel global, durante los cinco días siguientes. Posteriormente,
el video “Yo soy 132” fue producido con el fin de expresar las
demandas de un movimiento emergente.2 El video comienza
con un enunciado del sufrimiento de los mexicanos por causa

2
Las palabras expresadas en el video son las siguientes: “Tu país y el
mío está sufriendo; vivimos sumergidos en una crisis profunda; la vio-
lencia desgarradora, la enorme pobreza, la falta de justicia; la desigualdad
social, el limitado acceso a la educación y una democracia ausente que
nos aquejan todos los días. Sobran las balas, sobra la miseria y falta la
conciencia. No soportaremos más esta situación. Unimos nuestras voces
para demandar nuestro derecho a una información imparcial, plural y
transparente. Exigimos competencia real en el sector de los medios de
comunicación, exigimos la transmisión del debate en cadena nacional, a
través de las dos redes de mayor alcance y mayor audiencia. Como movi-
miento, demandamos que todos los candidatos a la presidencia se com-
prometan a terminar con el duopolio televisivo que impide un acceso a la
información efectiva. Exigimos un proceso electoral justo y transparente,
para ello solicitamos el apoyo a la prensa y a los diferentes organismos
internacionales. Hoy los jóvenes de México hemos encendido una luz en
la vida pública del país. Asumamos este momento histórico con valen-
tía, responsabilidad e integridad. No esperemos más. No callemos más.
Unámonos, organicémonos. México nos necesita. No hay ciudadanía sin
libertad de expresión. Por ello mostramos nuestra más firme solidaridad
con todos aquellos que han visto acalladas sus voces y con las causas que

79
de la violencia y la pobreza. No obstante, las demandas del
movimiento, expresadas en este video y en sus mensajes públi-
cos posteriores, se centran en dos temas de las luchas por los
derechos políticos de tradición democrática liberal: 1) garan-
tías de un proceso electoral justo y transparente; y 2) derecho
a la información.
Las demandas concretas expresadas son: a) información
imparcial, plural y transparente en torno a la campaña y al
proceso electoral; y b) compromiso de los candidatos presi-
denciales para acabar con el duopolio televisivo conformado
por Televisa y TV Azteca, para dar paso a una competencia
real en el sector de los medios de comunicación. La elección
de las palabras “competencia real” también apunta a la raíz
democrática y liberal del movimiento, en contraste con los
discursos pro estatización y control político de los medios de
comunicación que eran comunes en esa misma época en paí-
ses suramericanos (Rincón, 2010). La consigna central de este
video: “No hay ciudadanía sin libertad de expresión”, recuerda
la del movimiento universitario venezolano de 2007 contra el
cierre del canal de televisión rctv3 (Casanova, 2009; Uzcáte-
gui, 2014).

defienden los movimientos sociales en pro de la justicia. Nos unimos, a la


voz del movimiento en contra de Enrique Peña Nieto, el pueblo de Aten-
co, los familiares de las víctimas de feminicidios. Las manifestaciones
estudiantiles y juveniles a lo largo y ancho del país que han sido reprimi-
das, los pueblos indígenas en resistencia, los periodistas alcanzados por la
violencia, los trabajadores, obreros y campesinos silenciados y explotados
y la diversidad sexual acallada por el oscurantismo. ¡Por una democra-
cia auténtica! ¡YoSoy132!” (Recuperado de <https://www.youtube.com/
watch?v=t6LgxA-7FiM>).
3
Coincidentemente, el movimiento estudiantil venezolano de 2007, en
defensa de la libertad de expresión y en rechazo a la reforma constitucional

80
En el tercer video, titulado Manifiesto #YoSoy132,4 se am-
plían las demandas en procura del derecho a la información y
la libertad de expresión. Los manifestantes insisten en deman-
dar: 1) competencia real entre los medios; 2) cese del duopolio
televisivo; 3) garantía del derecho al acceso internet; 4) ase-
guramiento del interés social en los contenidos de los medios;
y 5) participación de las escuelas de comunicación en la pro-
ducción de contenidos para canales públicos. Paralelamente,
demandan el cese a la represión contra las manifestaciones
anti-Peña Nieto y la amplia difusión del debate entre los can-
didatos presidenciales que estaba organizando el movimiento.
Finalmente, expresaron solidaridad con otras luchas políticas
y sociales en México, como la defensa de los familiares de víc-
timas de violencia gubernamental, víctimas de feminicidio,
derechos lgbti, resistencia indígena y periodistas atacados por
su trabajo.
Posterior a ello, el movimiento utilizó la cuenta de Twit-
ter @Soy132MX para convocar a actividades de calle como
manifestaciones, asambleas, conferencias y concentraciones,
así como para difundir consignas y contenidos propagandís-
ticos. Al mismo tiempo se usó el recurso de una fan page en
Facebook, identificada como YoSoy132, que fue utilizada
para las mismas actividades (Sola-Morales, 2016). No obstan-
te, el uso principal de Facebook por parte de los activistas de
#YoSoy132 no fue propagandístico sino de coordinación gru-
pal. En grupos cerrados o en chats, los activistas se organiza-
ban por universidades y por asambleas para acordar acciones,

que iba a establecer el régimen comunal, también nació en una universi-


dad jesuita y de allí se expandió a otros sectores sociales.
4
Recuperado de Disponible en <https://www.youtube.com/
watch?v=igxPudJF6nU>.

81
discutir consignas y tomar decisiones logísticas (Chaguaceda
y Ortega, 2015; Treré, 2015). Asimismo, los grupos de Facebo-
ok fueron espacio de debate para los activistas de las distintas
asambleas nacionales (Chaguaceda y Ortega, 2015; Portillo,
2015).
Un hito en el proceso de apropiación de tecnologías para la
comunicación autónoma por parte del movimiento #YoSoy132
fue el debate entre los candidatos presidenciales, realizado el
19 de junio de 2012. Éste fue independiente del organismo
electoral mexicano en un esfuerzo de organización ciudadana.
La acción se realizó utilizando la plataforma Google Hangout
y su impacto llevó a que dos canales de televisión cultural,
Once TV México y 22 Conaculta, lo retransmitieran días des-
pués (Monterde et al., 2015).

Construcción de identidad colectiva


y un lenguaje propio del movimiento

Hemos dicho que en el origen de un movimiento social en


red generalmente se encuentra un choque emocional que
se enmarca para revelar un conflicto de valores entre las élites
en el poder y las víctimas de su injusticia (Puyosa, 2015a).
Pero el choque moral no es suficiente para que se active un
movimiento social, es necesario que se construya una identi-
dad colectiva.
La identidad es la delimitación del sujeto colectivo con res-
pecto a los otros. A partir del fortalecimiento de la habilidad
de reconocerse y ser reconocido (Melucci, 1996), los grupos
emergentes pueden conformar su identidad colectiva. En el
caso de #YoSoy132, la construcción de identidad nace con la
expresión del nombre propio y el número de matrícula de cada
estudiante. Paradójicamente, es una identidad colectiva que
nace con una expresión de individualidad.

82
Lo identitario depende fundamentalmente de la autodefi-
nición en términos de rituales de identidad y lenguaje de con-
testación (Tarrow, 2013). Tal como indica Modonesi (2014),
entre 1994 y 2001, los procesos de participación y politización
juveniles y universitarios mexicanos estuvieron marcados por
la identificación primaria o secundaria con el Ejército Zapa-
tista de Liberación Nacional. La influencia del zapatismo llegó
hasta 2006 con La Otra Campaña, pero no tuvo incidencia
significativa en #YoSoy132 (Bizberg, 2015; Modonesi, 2014).
Por el contrario, el principal referente del grupo #YoSoy132
es el movimiento estudiantil mexicano de 1968 y, en segundo
lugar, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, de
2011, en rechazo a la “guerra contra las drogas” que generó vio-
laciones a los derechos humanos en varios sectores vulnerables
de la población mexicana (Mraz-Bartra, 2017; Monterde et al.,
2015). La asociación con el movimiento estudiantil mexicano
de 1968 es recalcada en el video Manifiesto #YoSoy132. Es lla-
mativo que, si bien los manifestantes reclamaban la memoria
del líder revolucionario Emiliano Zapata, no se identificaron
con el alzamiento zapatista contra el nafta de 1994 (Modo-
nesi, 2014; Monterde et al., 2015). Asimismo, a pesar de ser
un movimiento universitario, tampoco se identificaron con la
huelga de la unam de 1999-2000, que también fue una forma
difusa de zapatismo. De hecho, las brechas ideológicas entre
el zapatismo y #YoSoy132 se hicieron explícitas en los últimos
meses del ciclo de movilización (Modonesi, 2014; Téllez y Ta-
mayo, 2016)

Debates en enclaves deliberativos

De acuerdo con Castells (2012), la organización para la ac-


ción colectiva de un movimiento social en red pasa por: 1) el
establecimiento de flujos continuos de información punto-a-

83
punto (es decir, por la apropiación de medios de comunicación
política autónoma); y 2) la constitución de espacios de auto-
rreflexión. No obstante, en el estudio de casos, observamos
que los espacios de autorreflexión en realidad se construyen en
paralelo o con posterioridad a la acción colectiva. En los as-
pectos analizados notamos que los activistas proponen fines y
medios en un proceso que se articula por la acumulación de
acuerdos para la resolución de problemas coyunturales. Los
procesos de deliberación ocurren en torno a valores y no como
estrategia (Puyosa, 2015a).
La participación en los debates en este tipo de movimientos
suele circunscribirse a enclaves deliberativos. Sunstein (2009)
argumenta que los enclaves en internet proporcionan espacios
para la expresión de opiniones de grupos marginados (invisi-
bles o mudos). Los enclaves deliberativos tienen como aspectos
positivos el quiebre del silencio y el refuerzo de la identidad
de grupos emergentes; mas tienen como aspectos negativos el
favorecer la polarización y fomentar la adopción de posiciones
extremas (Puyosa, 2015a).
En este caso, observamos que, aunque la coyuntura política
favoreció para que se formara una coalición difusa en torno
a #YoSoy132, los debates se mantuvieron en enclaves delibe-
rativos, aunque los espacios de deliberación fueron físicos y
descentralizados como las asambleas locales del movimiento.
Así pues, el 30 de mayo de 2012 se llevó a cabo la primera
asamblea de #YoSoy132 en la Ciudad Universitaria de la Uni-
versidad Nacional Autónoma de México. En ella se monta-
ron 15 mesas temáticas: 1. Espacios públicos en los medios de
comunicación; 2. Postura y posición política del movimien-
to; 3. Elección e información, transparencia en los comicios;
4. Organización del movimiento; 5. Método asambleario de
participación y difusión; 6. Arte y cultura; 7. Políticas educati-
vas; 8. Ciencia y salud; 9. Violencia y represión en movimientos

84
sociales; 10. Democratización de órganos internos dentro de
las estructuras de gobierno en universidades públicas y pri-
vadas; 11. Agenda post-electoral y alcances del movimiento;
12. Agenda nacional para la conformación de un proyecto
político; 13. Medio ambiente. Basura electoral; 14. Historia
y memoria histórica; 15. Participación de los connacionales
mexicanos en el extranjero (Téllez y Tamayo, 2016). Posterior-
mente, las asambleas locales y las mesas de trabajo se reprodu-
jeron en distintos lugares del territorio mexicano a lo largo del
ciclo de vida del movimiento. A pesar de la variedad temática,
el principal aglutinador siempre fue la democratización de las
comunicaciones y su impacto político.
La autonomía de las asambleas permitió operar con liber-
tad, sin que la búsqueda de unanimidad o de consenso limitara
la pluralidad (Modonesi, 2014). La descentralización previno
que el movimiento, en su conjunto, se polarizara, pero a la vez
obstaculizó que se construyera un proyecto compartido por
todos. De hecho, la descentralización de las asambleas hizo
que se pasara de un movimiento con consignas políticas foca-
lizadas a un movimiento con consignas sociales mucho más
difusas, mismas que finalmente no llegaron a concretarse en
un proyecto común (Téllez y Tamayo, 2016).

Carácter difuso de la estructura del movimiento


y coaliciones fluidas de redes de activistas

En general, la acción colectiva de los movimientos sociales en


red posee un carácter difuso, fragmentario, en donde cada
grupo se moviliza de acuerdo con las condiciones y oportuni-
dades de sus espacios locales específicos (Puyosa, 2015a). Ori-
ginalmente, el movimiento #YoSoy132 aglutinó a estudiantes
universitarios sin militancia partidista e incluso antipartidis-
tas (Modonesi, 2014; 2016). Algunos miembros en las etapas

85
iniciales de #YoSoy132 eran estudiantes con experiencias de
luchas socio-ambientales y en derechos humanos. Tenemos la
hipótesis de que el movimiento #YoSoy132 se articuló a partir
de las redes universitarias que anteriormente se habían involu-
crado en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Al
menos, #YoSoy132 comparte con ese movimiento una visión
precisa de la necesidad de visibilizar a las víctimas de la injus-
ticia como personas y concentrarse en la denuncia de agravios
concretos. Aunque algunos activistas de #YoSoy132 se iden-
tificaban con los “indignados” españoles (y los “indignados
mexicanos” de 2011), su movilización tuvo consignas más
concretas y menos ideológicas (Modonesi, 2016).
Posteriormente, se incorporaron a #YoSoy132 las movili-
zaciones anti-Peña Nieto en la fase final de la campaña elec-
toral de 2012, así como grupos juveniles cercanos al pan, al
prd y a la entonces asociación civil (hoy partido) Morena
(Téllez y Tamayo, 2016). No obstante, el carácter apartidista
de #YoSoy132 fue un valor defendido por los estudiantes de
las universidades privadas y otros activistas en las asambleas
locales del movimiento. Los grupos de orientación socialista
revolucionaria se sumaron después, atraídos por la fuerza del
movimiento emergente, la cual evidentemente no tenían los
partidos de izquierda mexicanos y que el zapatismo ya había
perdido (Modonesi, 2014). En las fases finales del movimiento,
se incorporaron grupos anarquistas, simpatizantes del Frente
Popular Revolucionario (de tendencia estalinista), de la Liga
de Trabajadores Socialistas y del Partido Revolucionario de los
Trabajadores (trotskistas) (Téllez y Tamayo, 2016).
En los movimientos sociales en red, los liderazgos deri-
van de respuestas adaptativas a las contingencias que deben
enfrentarse en la acción colectiva (Puyosa, 2015a). Los lide-
razgos carismáticos son infrecuentes y el reconocimiento de
la autoridad es inestable. El #YoSoy132 se caracterizó por el

86
horizontalismo y el asambleísmo (Modonesi, 2014; Modonesi,
2016). La vocería fue plural y rotativa, sin vanguardias con
pretensiones hegemónicas que pudieran controlar el movi-
miento (Modonesi, 2014). El movimiento puso a la comunica-
ción como una dimensión central y utilizó estrategias de redes
para alcanzar una convocatoria amplia, que fue transversal en
sus vínculos con diversos sectores de la sociedad mexicana.

Dinámicas de capital social que combinan


vínculos fuertes y vínculos débiles

En teoría de capital social, la hipótesis de la homofilia postula


que a mayor similaridad en los recursos, mayor probabilidad de
interacción (Lin, 2001a; 2001b). Este postulado es importante
cuando estudiamos procesos de acción colectiva si agregamos
dos hipótesis complementarias: a) a mayor interacción, mayor
expresión de sentimientos y más emociones compartidas; y
b) mientras más emociones se compartan en la interacción,
mayor compromiso habrá para la acción conjunta.
La hipótesis de la homofilia, así como las complementarias
mencionadas, se articulan en modelos de capital social que
se centran en la fortaleza de los vínculos profundos. Redes
densas, cohesionadas, con alta frecuencia de interacción, reci-
procidad y confianza contribuyen a consolidar clichés de per-
sonas con valores compartidos que pueden evolucionar hacia
comunidades o grupos de activismo que estarán en la base del
movimiento social en red (Puyosa, 2015a). Alternativamente,
otra hipótesis de teoría de capital social relevante para el estu-
dio de los movimientos sociales en red propone la fortaleza de
los vínculos débiles (Granovetter, 1973; 1978). Éstos permiten
que un individuo se conecte con sujetos que pertenecen a otros
grupos o clusters y, de esa forma, proporcionen acceso a in-
formación que es crítica para la obtención de nuevos recursos

87
(Granovetter, 1973). En el caso de #YoSoy132, ambos tipos
de vínculos están presentes, por ser un movimiento que nació
localmente en las universidades y se articuló nacionalmente a
través de más de 30 asambleas en todo el país.

Acción colectiva para la ocupación


del espacio público

De acuerdo con Téllez y Tamayo (2016), el movimiento


#YoSoy132 tuvo cuatro fases diferenciadas. La primera, a par-
tir de su origen, el 11 de mayo de 2012 y hasta la Asamblea
de Las Islas, en la unam, el 30 de mayo. La segunda fase es a
partir de ese momento de ampliación del movimiento y hasta
las elecciones presidenciales. La tercera etapa, a partir de las
elecciones y hasta la toma de posesión oficial de Peña Nieto.
La cuarta es de paulatina desmovilización y llega hasta la esci-
sión ocurrida en la Asamblea de Huaxa, Morelos, los días 19 y
20 de enero de 2013. En cada una de estas fases, se usaron dis-
tintos repertorios de protesta y movilización, al mismo tiempo
que se produjeron distintas aproximaciones a la ocupación del
espacio público, de acuerdo con las oportunidades que apro-
vechó el movimiento.
Así, en la primera fase predominó el activismo en línea,
pero durante el último semestre de 2012, los activistas y sim-
patizantes salieron al espacio público en marchas y concen-
traciones en las cuales se estimó que participaron más de 140
mil personas (Mraz-Bartra, 2017; Sandoval-Almazán y Gil-
García, 2014). Sin embargo, no se produjeron ocupaciones
estables del espacio público como las acampadas de los Indig-
nados en España (Toret, 2013) o los campamentos estudian-
tiles venezolanos en 2014 (Puyosa, 2015b). Lo que sí se logró
fue la instalación de diferentes asambleas locales de #YoSoy132 en
la mayoría de los estados del país (Chaguaceda y Ortega, 2015).

88
Dichas asambleas se mantuvieron activas entre principios de
junio y finales de noviembre. En lo que respecta a la ocupación
del espacio público, el incidente más destacado fue el cerco a
Televisa, ocurrido entre el 27 y el 28 de julio (Mraz-Bartra,
2017; Monterde et al., 2015; Téllez y Tamayo, 2016).

Acción política de contrapúblicos


o contrahegemónica

Dahlberg (2011) propone cuatro tipos de acción política de-


mocrática en el contexto de la web: liberal individualista,
deliberativa, de contrapúblicos o contrahegemónica y autono-
mista o comunalista. De acuerdo con sus procesos de cons-
trucción de identidades, sus modalidades de comunicación,
sus prácticas de acción colectiva y sus formas de organización,
los movimientos sociales en red tienden a corresponder con el
tipo de acción política contrahegemónica o de contrapúblicos
(Puyosa, 2015a).
En el marco de una acción política de naturaleza contra-
hegemónica, los procesos de comunicación política autónoma,
mediados por redes digitales, tienen como funciones facilitar
los siguientes aspectos: la formación de contrapúblicos, la
expresión de contradiscursos, el establecimiento de vínculos
entre grupos marginados; así como aumentar la efectividad es-
tratégica de los contradiscursos y mover las fronteras discursi-
vas en la esfera pública dominante. Esas funciones pueden ser
identificadas en los casos de estudio de movimientos sociales
en red, en los cuales se observa un claro esfuerzo por cuestio-
nar a las instituciones de poder, por marcar distancia con las
formas de acción política electoralistas y en exponer demandas
políticas de baja negociabilidad.
¿Fue #YoSoy132 contrahegemónico? En principio, el mo-
vimiento surgió en un enfrentamiento con las instituciones

89
electorales y los partidos políticos. Los jóvenes universitarios
utilizaron las comunicaciones digitales para la formación de
grupos para el activismo y para la expresión de discursos
de protesta, que disputaban las relaciones sociales de inclu-
sión/exclusión impuestas desde el poder político. Sin embargo,
no es preciso caracterizar a #YoSoy132 como un movimien-
to contrahegemónico pues, en realidad, las demandas de
#YoSoy132 eran negociables.
#YoSoy132 fue más bien un movimiento deliberativo, de
acuerdo con la clasificación de Dahlberg (2011). En la política
deliberativa en redes, los activistas intentan constituir una es-
fera pública racional en la que sea posible debatir con una
orientación hacia el bien común. Conscientes o no de su ca-
rácter deliberativo, este tipo de activistas ponen mucho esfuer-
zo en impedir que los gobiernos y las corporaciones coarten
la deliberación pública. El propósito de la deliberación es la
construcción de una opinión pública consensuada, que tenga
incidencia en la toma de decisiones políticas. Los procesos de
deliberación intentan garantizar inclusión y reflexividad.
Como movimiento deliberativo, #YoSoy132 logró llevar
sus demandas a la esfera pública: impulsar un proceso de de-
mocratización mediática y mejorar las condiciones para unas
elecciones competidas, tanto que lograron convertirse en me-
diadores del debate público entre los candidatos. Asimismo,
incidieron en la reforma de telecomunicaciones que llevó a
cabo Enrique Peña Nieto una vez convertido en presidente
(Sola-Morales, 2016).

Conformación de redes con estructura


de mundo-pequeño

Internet ha visibilizado las redes de mundo-pequeño y ha


amplificado su potencial para la acción colectiva. Una red de

90
mundo pequeño (small-world network) es un tipo de grafo en el
cual la mayoría de los nodos no son vecinos entre sí y, sin em-
bargo, casi todos pueden ser alcanzados desde cualquier nodo,
a través de un número relativamente corto de pasos (Watts y
Strogatz, 1998).
Esta definición nos lleva a algunos fenómenos que han sido
observados empíricamente en los movimientos sociales en red:
a) alto grado de clusterización en las comunidades de activis-
tas; b) la dispersión de los clichés de activistas no se traduce
en desconexión en el movimiento; c) pocos “atajos” o personas
que facilitan vínculos de larga distancia son responsables de la
alta conectividad nacional e incluso global, de movimientos
que actúan localmente; d) en la web social se generan compo-
nentes gigantes de conversación en torno a las consignas del
movimiento (Puyosa, 2015a).
Para el análisis de la red de #YoSoy132 usamos aquí la base
de datos construida por Torres-Nabel (2015).5 La matriz de
datos original incluye a los 100 usuarios de Twitter más in-
fluyentes en el uso de las etiquetas #YoSoy132, #Marcha An-
tiEPN y #Anonymous.6
Para este estudio, seleccioné únicamente los usuarios que
utilizaron las etiquetas #YoSoy132 y #Marcha AntiEPN. Este
grafo tiene 179 nodos y 19.559 vínculos, con una densidad
de 0.614 y un average path de 1.39.7 El grafo está configu-
rado por un componente considerablemente conectado y un
componente débil. El análisis de modularidad reprodujo las

5
Agradezco a Luis César Torres Nabel haber compartido la matriz de
datos que recopiló para su estudio: “¿Quién programa las redes sociales en
internet? El caso de Twitter en el movimiento #YoSoy132 en México”.
6
Los usuarios de la etiqueta #Anonymous tienden a ser observadores
externos.
7
El análisis fue realizado con Gephi 0.9.2.

91
dos comunidades (#YoSoy132 en azul y #MarchaAntiEPN en
naranja). En la visualización del grafo se reconocen los nodos
que actúan como brokers o intermediarios entre ambas comu-
nidades (Figura 1).

Figura 1. Grafo de los 100 más influyentes


en las comunidades #YoSoy132 y #MarchaAntiEPN

Éste es un subconjunto de la red de #YoSoy132, pero nos


ayuda a observar si están presentes las características más re-
levantes. Observamos que, efectivamente, existe un alto gra-
do de clusterización en esta red, que se hace evidente en la
existencia de un componente fuertemente conectado. En este
grafo observamos sólo dos clichés o comunidades, así como la

92
presencia de 21 nodos puentes entre las dos comunidades, es
decir que 8.5% de los nodos participan en ambas comunida-
des. No obstante, es necesario recordar que éste es un subcon-
junto de la red que se articula en torno a etiquetas específicas.
Por tanto, podemos hipotetizar que si pudiéramos mapear
la red completa, se generarían muchas más comunidades en
torno a otras etiquetas asociadas y, si tuviéramos datos diná-
micos, podríamos observar cómo varía la densidad o la disper-
sión de la red a lo largo del proceso.
El grafo que analizamos es una red con una densidad mo-
deradamente alta, dado que están presentes 61% de las co-
nexiones potenciales entre los nodos. Debido a que estos nodos
representan, en su mayoría, líderes de opinión en Twitter que
acompañaron el movimiento, sería de esperar una densidad
aún mayor. No obstante, la distancia media promedio entre
los nodos es bastante baja (1.39), lo que indica que es una red
muy eficiente para transmitir información de forma rápida.
Entre los 21 nodos puentes, existen 12 que comparten la
máxima centralidad de intermediación. El grado de interme-
diación es el número de conexiones que pasan por un nodo
para permitir que un actor alcance rápidamente a otro (Free-
man, 1977; 2000). En términos más simples, la centralidad de
intermediación es una medida de capacidad de poner a circu-
lar información en las redes. Por tanto, la centralidad de in-
termediación es la medida que permite identificar con mayor
eficacia a los actores con capacidad de influencia social en una
red (Puyosa, 2017c). Los nodos con alta centralidad de inter-
mediación son los que proporcionan a las redes los llamados
puentes sociales (social bridges) (Burt, 2001). Un puente social
es un vínculo entre actores que conectan dos clusters en una
red, vale decir dos comunidades de activismo, separadas por
ámbitos de acción local o por distintos énfasis en sus objeti-
vos. Los “bien conectados” incrementan la conectividad entre

93
conglomerados, creando vínculos entre distintas comunida-
des, lo que permite la ampliación de la circulación de mensajes
y la captación de nuevos adeptos (Puyosa, 2017c).
En este caso, las dos comunidades en nuestro grafo tienen
objetivos diferentes, aunque complementarios: una comuni-
dad se centra en la movilización contra el candidato del pri
y la otra se centra en potenciar la presencia en la agenda pú-
blica del discurso del movimiento estudiantil. Los 12 nodos
con una centralidad de intermediación de 0.018792 son:
@politicosmex, @el5anto, @jan_herzog, @tapiafernanda,
@claudia_ag, @presuntoc, @cynsol, @calbert57, @fernan
deznorona, @earcos, @ximenamusic y @julietav. Esta lista
de influyentes incluye analistas políticos, ciberactivistas, pe-
riodistas, artistas, fashion setters, animadores de TV, dirigen-
tes políticos y cantantes. Todos estos nodos también tienen
la máxima centralidad de cercanía en esta red, un valor 1.0.
Hay otros 9 nodos que comparten ese valor en centralidad
de cercanía en este grafo: @epigmenioibarra, @julioastillero,
@toliro, @Cocainelil, @monerohernandez, @roblesmaloof,
@sopitas, @erendiritas y @jairocalixto. Estos 21 nodos son
los responsables de darle viralidad a las etiquetas, consignas y
convocatorias de #YoSoy132.

Propagación de ideas por difusión


en cascadas o contagio en redes

En estudios que modelan la propagación de ideas, se obser-


va que deben darse dos condiciones para que se produzca el
contagio de las mismas: grupos densamente conectados y alto
nivel de confianza entre miembros de esos conjuntos (Paran-
yushkin, 2012). Ambas condiciones son facilitadas por las
plataformas sociales en internet. Tales plataformas facilitan

94
que los portadores de nueva información (brokers) puedan es-
tablecer relaciones de confianza y ganar credibilidad en gru-
pos o comunidades cohesionados por intereses comunes o por
identidades, superando brechas sociodemográficas y barreras
territoriales (Puyosa, 2017a).
Existe mayor probabilidad de contagio entre individuos
que interactúan frecuentemente, dado que pueden alinear sus
intereses fácilmente. Asimismo, los individuos que se contac-
tan tienen más oportunidades de ejercer influencia personal
unos en otros (Bakshy, Rosenn, Marlow y Adamic, 2012).
Esto explica la rapidez con la cual se organizan los movimien-
tos estudiantiles. Pero la acción colectiva de un movimiento
social en red implica que un conjunto de individuos se mo-
vilice, en respuesta sincronizada a la información que están
recibiendo de otros individuos a los cuales están conectados.
¿Cómo se produce el contagio que genera esa activación de un
movimiento social en red? La hipótesis más relevante es que
responde a la dinámica de cascadas informativas que afectan
globalmente a la red. A partir de un evento disparador, gene-
ralmente con una fuerte carga emocional, un número relativa-
mente pequeño de nodos crea mensajes movilizadores que se
propagan viralmente y se contagia a la mayoría de los nodos
en una red en un periodo relativamente corto de tiempo (Pa-
ranyushkin, 2012).
Cinco años después de ocurridos los eventos de #YoSoy132,
no tenemos acceso a una base de datos dinámica que permita
modelar cómo se propagaron las ideas del movimiento. No
obstante, en los relatos y en la documentación que hemos po-
dido revisar no se registra ningún incidente en donde se pu-
diera haber dado una cascada informativa que generara un
contagio acelerado del activismo y la movilización.

95
Conclusiones

En este estudio encontramos elementos que permiten identi-


ficar, en el caso #YoSoy132, dinámicas que asociamos con los
movimientos sociales en red. La dinámica que más destaca
es el uso intensivo de internet y el celular para comunicación
política autónoma. El movimiento #YoSoy132, en efecto, usó
intensiva y estratégicamente las plataformas sociales (especial-
mente Facebook y YouTube) para generar tendencias de opi-
nión que irrumpieron en la esfera pública mexicana y tuvieron
impacto político sustancial. La importancia del movimiento
se deriva del logro en la elaboración del marco de injusticia
que se comunica en el video Manifiesto #YoSoy132.
Es fundamental reconocer que la identidad colectiva del
movimiento #YoSoy132 nace con una expresión de individua-
lidad, que innova en el lenguaje y las formas de participación
de los jóvenes mexicanos. Resulta crucial la brecha identitaria
entre #YoSoy132 y las formas del zapatismo, tanto en sus ver-
tientes insurreccional como civil. El movimiento #YoSoy132
busca sus referentes en las luchas por la justicia, la paz y los
derechos humanos, por lo que concluimos que #YoSoy132 es
un movimiento post-zapatista.
Es necesario destacar que el núcleo inicial de activistas de
#YoSoy132 podría ser catalogado ideológicamente como libe-
ral-progresista o liberal-social. Comparten con los “indigna-
dos” la repulsa a la corrupción en las instituciones electorales y
el sentimiento antipartidos. La potencia del movimiento atra-
jo a jóvenes militantes de partidos y de organizaciones univer-
sitarias de izquierda, pero estos aliados no lograron cambiar la
orientación del movimiento. Cuando lo intentaron sólo pro-
vocaron acelerar la disolución del movimiento y llevar el ciclo
de movilización a su fin.

96
La coyuntura política favoreció que se generara una coa-
lición difusa en torno a #YoSoy132. Esto hizo que se abriera
una amplia agenda para el debate en las asambleas locales,
que fueron los espacios de deliberación del movimiento. No
obstante, el principal tema aglutinador en los encuentros del
movimiento fue la democratización de las comunicaciones y
su impacto político-electoral.
En #YoSoy132 se observa la combinación de vínculos fuer-
tes y débiles en la generación de capital social para la movi-
lización. Asimismo, en el análisis del grafo de influyentes en
la conversación sobre #YoSoy132 en Twitter, encontramos la
existencia de un componente relevantemente conectado, una
densidad moderadamente alta y una distancia media que exis-
te en promedio entre los nodos y misma que es bastante baja
(1.39), lo que revela que se constituyó una red muy eficiente
para transmitir información rápidamente.
Entre todas las dinámicas características de los movimien-
tos sociales en red, la que resulta más evidentemente ausente
en el caso de #YoSoy132 es la ocupación estable del espacio
público. Durante los seis meses de movilización hubo, efec-
tivamente, marchas y concentraciones, pero no se instalaron
campamentos ni se dio la ocupación permanente o semiper-
manente de plazas.
Quizá sea debatible, pero a partir del análisis de sus discur-
sos y los documentos asociados, concluimos que #YoSoy132
no es un movimiento de tipo contrahegemónico sino delibera-
tivo. Como movimiento deliberativo, #YoSoy132 logró poner
en la esfera pública sus demandas de democratización mediá-
tica y de necesidad de mejorar las condiciones para lograr que
exista en México una democracia de alta calidad con justa
competencia electoral.

97
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103
Movilización ciudadana y régimen
político: una mirada desde
las contiendas electorales de México
y Rusia (2011-2013)
Armando Chaguaceda
James G. M. D’Angelo

Introducción/marco teórico: factores causales


del florecimiento y de la consolidación
de los movimientos sociales

E ste texto analiza la emergencia y desarrollo de moviliza-


ciones ciudadanas acaecidas en México (2012) y Rusia
(2011-2013), dos países que, pese a su distancia geográfica y
diferencias culturales, comparten rasgos importantes de su
historia y desarrollo nacionales. Son dos pueblos marcados por
regímenes autoritarios de larga vida, con tradiciones estatiza-
doras, rentistas, caudillistas y clientelares en su cultura políti-
ca. Dos potencias medias que, en la actualidad, se asemejan
por el tamaño de sus poblaciones y de los pib per cápita, así
como por ser productoras de maquinaria, alimentos e hidro-
craburos.1 Dos países que, en su desarrollo político reciente,
han transitado por un cuarto de siglo, por una incompleta (en

1
A mediados de 2017, las poblaciones de México y Rusia eran, respecti-
vamente, de alrededor de 125 y 142 millones de habitantes; mientras que
el pib per cápita rondaba ente los 19,000 y 26,000 dólares. Véase <https://
www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/>.

105
México, desde 2000) y otra revertida (en Rusia, desde 1991)
transiciones a la democracia. De ahí que una mirada cruzada
a ambos casos sea más que pertinente.
La política contenciosa (Tilly y Tarrow, 2015) estudia los re-
clamos, interacciones y movilizaciones de ciudadanos comunes
que, expresando reivindicaciones no aceptadas/incluidas por el
orden vigente, encaran a las autoridades políticas –el objeto de
su accionar– e impactan sobre terceros. Este modelo evidencia
la interacción entre mecanismos –compuestos por elementos
como las leyes, instituciones, recursos y conductas políticos
que forman las estructuras de oportunidades políticas (eop)– y
procesos –considerados como combinaciones de aquellos me-
canismos, como la democratización y la desdemocratización–;
proporcionando una valiosa herramienta para analizar cómo
algunos cambios en el entorno político pueden promover la
movilización ciudadana (Tarrow, 2009).
Desde esta perspectiva, los movimientos sociales son de-
safíos colectivos sostenidos por gente común que compar-
te identidades y objetivos específicos para hacer frente a las
autoridades, y que con manifestaciones públicas, caracteriza-
das por la presencia de un número determinado de partici-
pantes y niveles específicos de compromiso, unidad y valor,
defienden ideas. Además, tienen formas de acción colectiva
directa, basadas en marcos culturales consensuados2 y estruc-
turas de conexión densas.3 Según dicho enfoque, la movili-
zación y su éxito dependen de las oportunidades o restricciones
políticas que el contexto externo pueda brindar, además de los
recursos organizacionales, materiales e ideológicos.
2
Estos marcos –presupuestos, ideas, valores e identidades compartidos–
justifican y animan la protesta (definiendo un “ellos vs. nosotros”) ayudan
a generar confianza y cooperación entre los involucrados.
3
Que reúnen liderazgos promotres, grupos específicos involucrados en
la acción directa y redes sociales más amplias.

106
El criterio que permite explicar el surgimiento, la ausencia
y los logros de una movilización es el costo de la “acción co-
lectiva”, que puede aumentar por la represión o disminuir por
la facilitación y la mediación. Desde esta perspectiva, ciertas
variables específicas del contexto impactan a los movimientos
sociales. Puede ser desde el grado de apertura o cierre del ac-
ceso al sistema político formal, la disponibilidad de los aliados
potenciales allende el movimiento, el grado de cohesión o di-
visión en las élites, hasta la tolerancia de estas últimas hacia los
movimientos de protesta.
Las investigaciones sobre movimientos sociales y conten-
ción evidencian que la tipología de régimen y la capacidad del
Estado son factores clave en la determinación de la frecuencia,
la forma y el grado de profundidad de la política contenciosa.
Por esta razón, dicho concepto nos permite analizar los movi-
mientos sociales “de abajo hacia arriba”, no sólo como parte de
un proceso más amplio de lucha por la democratización de la
política, sino como procesos de reclamaciones políticas hacia
un régimen político específico, que deben ser analizados me-
diante un enfoque basado en las interacciones recíprocas entre
Estado y sociedad civil (Cheskin y March, 2015). Desde esos
presupuestos teóricos abordaremos los casos de México (2012)
y Rusia (2011-2013), en las respectivas coyunturas electorales
de 2011 y las movilizaciones sociales desarrolladas.

Los regímenes políticos de México y Rusia

A escala internacional existen diversas formas de organizar el


acceso, ejercicio, ratificación o salida del poder político, en los
marcos de una sociedad y Estado nacionales. Los regímenes
políticos abarcan un continuum que tiene en un extremo la
mayor autonomía y protagonismo ciudadano y en el otro el

107
poder concentrado y no responsivo de caudillos, partidos o
camarillas autoritarios.4
Las democracias contemporáneas5 son regímenes que abar-
can, como elementos básicos, las características –elecciones
justas, libres y competidas; pluralismo político; derechos ciu-
dadanos a la organización, información, expresión y movili-
zación; mecanismos de rendición de cuentas y control de los
funcionarios públicos– que Robert Dahl (1989) ha identifica-
do como constituyentes de las poliarquías –democracias real-
mente existentes–; pero que pueden expandirse hasta alcanzar
a la constitución de democracias de calidad, con ciudadanías
dotadas de amplios derechos (civiles, políticos, sociales) y un
aparato estatal de alta capacidad, en donde se protege y habi-
lita el ejercicio de la ciudadanía (Tilly, 2010).
Las autocracias6 adoptan históricamente diversos ropajes,
siendo los tipos más reconocidos por la ciencia política: la dic-
tadura militar, el régimen de partido único, el sultanismo y
modalidades híbridas de éstas. Dentro de este universo, los
regímenes híbridos (Levitsky y Way, 2010) son aquellos donde
se mantienen elementos formales de la democracia –elecciones

4
Así, dentro de nuestra región, en la zona democrática hallamos a las
poliarquías de alto desempeño o calidad (democracias liberales como
Uruguay), las poliarquías de bajo desempeño y/o calidad (democracias
electorales como México) y, en la frontera, las democracias delegativas
(como Bolivia); del otro lado se ubican los regímenes híbridos (autorita-
rismos competitivos como Nicaragua), los autoritarismos cerrados (como
Venezuela) y, en el extremo de las autocracias, los regímenes totalitarios
(como Cuba, en prolongada e inconclusa fase postotalitaria).
5
Así, la democracia contemporánea reúne tanto las conquistas y deman-
das, orientadas a la mayor equidad y participación en los asuntos públicos,
como a la mejor calidad de la representación y deliberación políticas.
6
Asimismo, a raíz de la experiencia del siglo xx, las autocracias se
subdividen entre una mayoría de regímenes autoritarios –con pluralis-
mo limitado, carácter conservador y mentalidades oficiales– y algunos

108
con un mínimo de competencia, una oposición legal, derechos
a manifestación, medios de información independientes–,
pero dentro de un orden que otorga al oficialismo –a menudo
en la forma de partido dominante y un líder carismático– el
control mayor de recursos institucionales, materiales, comu-
nicacionales, que le permiten inclinar la cancha a su favor en
detrimento de la oposición. Por lo cual han sido denominados
como autoritarismos electorales o competitivos.
En México, el régimen político emanado de la alternancia
a partir del año 2000 puede ser catalogado formalmente como
una democracia electoral, aunque con déficits en dimensio-
nes centrales, tales como el ámbito electoral y la calidad de
la vida partidaria, que le llevan a ser clasificada como demo-
cracia defectuosa (AAVV, 2017). Frecuentemente, sus actores
dominantes (en particular los partidos) operan con modos
oligárquicos, limitando la participación activa de sus mili-
tantes, capturando la agenda política nacional –restringiendo
las demandas y participación ciudadanas– e indiferenciando
sus programas políticos. Asistimos, pues, a nivel federal, a
un pluralismo formal –con escasa diferencia programática y
asimetrías entre partidos y candidatos– que acompaña a una
democracia de baja calidad. En el ámbito estatal, el país es un
mosaico: vemos regímenes políticos subnacionales que oscilan
entre casos exitosos de democracia liberal y electoral –en en-
tornos metropolitanos– , democracia delegativa –con gober-
nadores poderosos que imponen la pauta de la vida política
regional– y expresiones puntuales de autoritarismo electoral,
con su cuota de represión y uso de la violencia. En una parte
de los gobiernos regionales y locales, la alternancia política y

totalitarismos –monistas, revolucionarios e ideológicos–, en ambos ca-


sos opuestos a las repúblicas liberales de masas comúnmente llamadas
democracias.

109
los modos civiles de ejercer el poder se resienten, hay control
de la prensa y de los empleados públicos (Olvera, 2016; Mar-
ti, Ortega, Somuano y Wright, 2014; Loza y Méndez, 2016;
Somuano y Nieto, 2016). Todo ello se traduce en un proceso
mixto de demanda de cambios donde algunos exigen mejoras
del funcionamiento y calidad democrática, y, paralelamente,
crece la desafección con este régimen; fenómeno este último
que, de manera preocupante, acerca el apoyo a las solucio-
nes autoritarias a niveles similares que a los del régimen ruso
(Wike, Simmons, Stokes y Fetterolf, 2017).
Por su parte, en la última década del siglo anterior, el
régimen ruso ha mostrado un cambio de un modelo de-
mocrático a un modelo autoritario competitivo (régimen
híbrido), en el cual formalmente siguen existiendo insti-
tuciones democráticas, pero el Estado utiliza recursos po-
líticos y públicos en contra de la oposición (AAVV, 2017;
Chaguaceda, 2015; Petrov, Lipman y Hale, 2014; Cheskin
y March, 2015; Robertson, 2010; Ross, 2011; Tsygankov y
Parker, 2014). Robertson (2010) define este tipo de regí-
menes como situaciones en las cuales “alguna competen-
cia legítima y pública competencia política coexiste con un
campo de juego organizacional e institucional que vuelve
esta competencia desleal”. Si bien en zonas urbanas es posible
apreciar activismo cívico, mayor diversidad informativa y me-
jor calidad institucional, en las regiones el ejercicio del poder
es mucho más represivo y directo por parte de ejecutivos que
están sujetos al mandato del Kremlin. El régimen descansa,
crecientemente, en la figura de Vladimir Putin, quien ope-
ra no ya como un presidente en ejercicio, sino como el líder
fuerte de una nación eslava –entendida en sus dimensiones
cultural, histórica, étnica y política–, cuya legitimidad rebasa
el desempeño y la ratificación en las urnas. Y los apoyos po-
pulares a semejante modo de ejercer el poder se mantienen en

110
niveles altos (Wike, Simmons, Stokes y Fetterolf, 2017), aun-
que cuestionado –mediática, movilizacional y electoralmente–
en núcleos y actores urbanos, educados y de clase media, así
como en liderazgos y movimientos opositores.
En relación con lo anterior, si revisamos los indicadores
históricos recientes de ambos países, arrojados por los estu-
dios de V-Dem,7 relativos al estado del régimen político (me-
dido con arreglo a los rasgos poliárquicos) y a la participación
de la sociedad civil en las dos naciones, los resultados son los
siguientes:

México y Rusia: evolución del régimen político


Additive polyarchy index
1 México
Rusia
0.8

0.6
Rating

0.4

0.2

0
Higcharts ⏐ V-Dem data version 7
2010.2

2011.2

2012.2

2013.2
2010

2011

2012

2013
2010.4
2010.6
2010.8

2011.4
2011.6
2011.8

2012.4
2012.6
2012.8

2013.4
2013.6
2013.8
2014

Fuente: <https://www.v-dem.net/en/analysis/VariableGraph/>.

El proyecto V-Dem (<https://www.v-dem.net/en/>) es una iniciativa


7

conjunta del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de


Gothenburg (Suecia) y el Kellogg Institute, en la Universidad de Notre
Dame (Estados Unidos). Con más más de cincuenta especialistas princi-
pales/regionales y 2,800 expertos nacionales –uno de los cuales es coautor
de este trabajo– genera una robusta base de datos actualizada anualmente,
que mide siete formas de democracia –electoral, liberal, participativa, de-
liberativa, igualitaria, mayoritaria y consensual– y reconstruye su trayec-
toria desde 1902 al presente.

111
México y Rusia: evolución de la participación
de la sociedad civil
Additive polyarchy index
1 México
Rusia
0.8

0.6
Rating

0.4

0.2

0
Higcharts ⏐ V-Dem data version 7
2010.2

2011.2

2012.2

2013.2
2010

2011

2012

2013
2010.4
2010.6
2010.8

2011.4
2011.6
2011.8

2012.4
2012.6
2012.8

2013.4
2013.6
2013.8
2014
Fuente: <https://www.v-dem.net/en/analysis/VariableGraph/>.

Partiendo de los antecedentes –y utilizando los datos y en-


foque de Freedom House8 para medir el estado de la democra-
cia en diversos países– es posible representar la diversidad de
trayectoria y desempeño recientes de la (deficitaria) democracia
mexicana y del autoritarismo ruso, atendiendo a la evolución
de los derechos civiles y políticos de los ciudadanos de ambos
países, de la siguiente manera:

Freedom House (<https://freedomhouse.org/>) es una organización


8

no gubernamental con sede en Washington D. C., enfocada en la inves-


tigación y promoción de la democracia, la libertad política y los derechos
humanos. Desde 1972 mide el estado de los derechos políticos, las liberta-
des civiles y la libertad de prensa en todos los países del mundo, constitu-
yendo la base de datos más longeva de su tipo en el mundo al desarrollar
su trabajo de forma ininterrumpida por 45 años.

112
Libertad en México y Rusia según derechos civiles
y políticos de los ciudadanos
7
6
5
1 = Mejor
4
7 = Peor
3
2
1
0
1988

2000

2001

2002

2004

2006

2008

2010

2012

2014

2016

2018
Rating Rusia Derechos Civiles
Rusia Rating México Derechos Políticos
México Derechos Civiles Rusia Derechos Políticos

Fuente: Elaboración propia con datos de Freedom House 1998-2016.

Antecedentes y causas del surgimiento


de las movilizaciones

Analizando los antecedentes que llevaron al surgimiento de las


movilizaciones en ambos países, encontramos semejanzas rela-
tivas al hartazgo de un sector de la ciudadanía con escándalos
de corrupción, debilidades institucionales y la manipulación de
los medios de comunicación por actores políticos relevantes.
En el caso mexicano, el Partido Revolucionario Institucional
(pri) –principal partido del país en la era democrática y an-
tiguo partido hegemónico del régimen autoritario– pugnaba
por regresar a la presidencia de la mano de su candidato En-
rique Peña Nieto (EPN). En Rusia, Vladimir Putin apostaba
a elegirse para la primera magistratura del país que controla-
ba, en las funciones alternas de presidente y primer ministro,

113
desde hacía una década, con el apoyo de una élite tecnocráti-
ca-militar-empresarial, y la maquinaria y simpatizantes de su
partido Rusia Unida.

Génesis de las movilizaciones

Las movilizaciones ciudadanas en México y Rusia9 impugna-


ron los valores y objetivos del segmento dominante, y, en cier-
ta medida, del conjunto, de la élite política, así como la forma
como los medios de comunicación intentaban influir en la
conciencia y cultura cívicas de la población de ambos países.
En México, el movimiento surgió de manera espontánea,
como reacción al apoyo que varios de los principales medios
de comunicación y sectores empresariales afines daban a la
candidatura de EPN como presidente. En particular, el deto-
nante fue el rechazo a la descalificación mediática y política
de estudiantes de la Universidad Iberoamericana que, en un
foro en dicha institución, cuestionaron la función directiva de
EPN como gobernador del Estado de México al frente de la
represión de pobladores de Atenco.
Por su parte, en Rusia, fue resultado de la paulatina activa-
ción de la organización y acción colectivas que había caracte-
rizado la última década. Aunque se cristalizó como reacción
anticipada al proceso electoral en el que, con todo y reforma

9
Por razones de espacio no podremos abordar aquí lo relativo a la géne-
sis, desarrollo, características y legado de cada movilización y su contexto;
mismos que se abordan en sendos artículos actualmente en dictamina-
ción. Para un abordaje de las dimensiones y transformaciones organizati-
vas, identitarias, comunicacionales detrás de la experiencia mexicana de
2012 –en particular del caso #YoSoy132– así como de sus estrategias,
errores y legados, véase los textos de Bizberg, I. (2015), Candon-Mena,
J. (2013), Figueroa, J. J.; Hernández, S. A. y G. Macedo (2015), Galin-
do Caceres, J. y J. I. González-Acosta (2013), Mendoza Ibarra, J. F. y

114
constitucional mediante, se autorizaría un nuevo mandato de
Putin, abriendo la puerta a su permanencia indefinida en el
Kremlin. En ambos casos, la movilización se expandió expo-
nencialmente gracias al uso de vías alternas de comunicación
–Facebook, blogs, medios independientes, etc.–, medios socia-
les, la cobertura de algunos medios tradicionales –principal-
mente la televisión– y al trabajo, a partir de las redes personales
de tipo “cara a cara”, ligadas a organizaciones y movimientos
cívicos preexistentes o emergentes en la coyuntura. De modo
que los marcos culturales pro democráticos y las redes sociales
y estructuras conectivas del activismo precedente tuvieron una
función en ambos contextos.

Composición del movimiento: procedencia


socioeconómica y cobertura territorial

En México, la protesta se fue conformando desde las filas del


movimiento estudiantil, con una mayor representación inicial
de estratos socioeconómicos medio-altos, aunque posterior-
mente se fueron añadiendo actores sociales de distinto ori-
gen, aumentando, de esta manera, la pluralidad de demandas

C. Wright (2016), Navarro Montaño, E. F. (2016), Puyosa, I. (2017, 2015),


Welp (2015), Saavedra, M. E. (2014), Ruíz Galicia, C. A. (2013) y Tamayo,
S. y G. O. Téllez (2015). También los documentos del propio movimiento:
#YoSoy132 (2012). Con respecto al caso ruso, ver Baunov (2017), Chaisty,
P. y Whitefield, S. (2013), Cheskin, A. y March, L. (2015), Evans, A. (2012),
Gel’man, V. (2013), Gladarev, B. y Lonkila, M. (2013), Greene, S. (2016a,
2016b), Hemment, J. (2012), Henry, L. A. (2012), Jarrel, A. (2012), Koesel,
K. y Bunce, V. (2012), Lankina, T. (2014), Lavinski, K. (2013), Robertson,
G. B. (2013), Robertson, G. B. (2013, 2012, 2010), Shevtsova, L. (2012),
Smith, R.; Sobolev, A. y Soboleva, I. (2013), Spaiser, V., Chadefaux, T.,
Donnay, K., Russmann, F. y Helbing, D. (2014) y White, D. (2015).

115
avanzadas por los grupos. Las bases del movimiento estu-
vieron en núcleos urbanos de tendencia progresista (como la
Ciudad de México, Guadalajara, en menor medida ciudades
como Monterrey y Xalapa) –no únicamente de izquierda– en
centros estudiantiles, profesionistas liberales y organizaciones
civiles, además en sectores con acceso a información.
En cuanto a Rusia, el movimiento tuvo una fuerte represen-
tación de miembros de las clases medias, con un nivel educati-
vo y acceso a internet más alto que el promedio de la población
nacional; su asiento y accionar se visibilizó en ciudades como
Moscú, San Petersburgo y Ekaterimburgo. Como en México,
en la Federación Rusa el movimiento también mostraba una
amplia pluralidad de orientaciones políticas y sociales, con
una fuerte participación de las nuevas generaciones. En general,
las características del movimiento se mantuvieron constantes,
aunque, con el transcurso del tiempo, se elevó mínimamente
el promedio de edad y la participación de comunistas y na-
cionalistas. Es interesante notar cómo paralelamente hubo
un decrecimiento de participación de los empleados estatales;
como resultado de la estrategia puesta en acto por las autori-
dades, caracterizada por una mezcla de amenazas e incentivos
hacia sus empleados. Muy probablemente en ambos países el
surgimiento de la protesta social fue también influencia del
contexto de crisis económica y las oleadas de movilización so-
cial que se estaban mostrando a nivel mundial: Occupy Wall
Street e Indignados, en Occidente; Revoluciones de Colores, en
el espacio postsoviético; Primavera Árabe, en el Norte de Áfri-
ca, Cercano y Medio Oriente, entre otros.

116
Función de los medios de comunicación:
uso de los ciudadanos y el Estado

La disputa y (re)creación de marcos culturales de (y hacia) los


movimientos tiene una importante presencia en ambo casos.
Tanto en México como en Rusia se evidenció una contien-
da pre y poselectoral, influenciada por la manipulación de los
medios de comunicación de los grupos de poder y por una
respuesta desde la ciudadanía movilizada.
Las percibidas amenazas a la democracia –regreso del pri,
entronización de Vladimir Putin (VP)– y las denuncias de
fraudes sólo emergen a la vista de la opinión pública gracias a
la observación electoral y a la denuncia en medios (fundamen-
talmente) alternativos y redes sociales. En respuesta, utilizaron
los medios de comunicación, aliados al candidato oficial (VP)
o puntero (EPN), para descreditar la protesta social. Las mis-
mas redes sociales también fueron la herramienta principal en
el proceso de movilización social.
En México, a la reacción inicial descalificadora siguió una
cierta apertura de los medios masivos al mensaje de los protes-
tantes. En el caso ruso, además de una propaganda oficial de
deslegitimación de los movimientos sociales “desestabilizado-
res” (Revoluciones de Colores y Primavera Árabe), orientada a
disuadir expresiones de disenso, el mismo gobierno utilizó los
medios sociales para fomentar las manifestaciones de las fuer-
zas pro gubernamentales, y, sobre todo, para obstaculizar la
coordinación de la movilización y distorsionar el discurso del
movimiento. La cooptación, en el caso mexicano, y el silencia-
miento, en el ruso, parecen haber sido las pautas principales
de reacción desplegadas desde el poder (político, empresarial y
mediático) en ambas naciones.

117
Innovaciones y movilización

La función predominante de los medios de comunicación al-


ternativos y redes sociales como herramienta de movilización,
cohesión y coordinación puede ser considerada como un ele-
mento común de los dos movimientos sociales considerados.
En éstos se compartieron y (re)construyeron los presupuestos,
ideas, valores e identidades compartidas por los movilizados,
mismos que definían un “ellos” amenazante y confrontado
(EPN, VP, el gobierno y sus aliados) por definir un “nosotros”
(los liderazgos y activistas movilizados, la ciudadanía simpati-
zante), fomentando la identidad y cohesión en sus filas.
En ambos casos, se denota una tendencia a manifestar un
malestar más generalizado en relación con otros movimien-
tos –anteriores o contemporáneos–, mostrando una actitud
crítica hacia el sistema político del país, más que hacia algu-
nos factores o acciones gubernamentales específicas. Por otro
lado, ambos movimientos logran reunir una amplia variedad
de perfiles, en términos de ideologías políticas y procedencia
socioeconómica; pero un compromiso común con la preser-
vación y ampliación de la democracia. Como elementos pe-
culiares de cada contexto y, en relación con el caso mexicano,
podemos mencionar la capacidad de los grupos de mantener
una estructura horizontal, con rotación de las funciones de
liderazgo; parcialmente ausente en el escenario ruso, donde se
identifican unos líderes con previa experiencia de acción social.
En el mismo caso, la protesta muestra una renovación relati-
va en términos generacionales, además de un mayor grado de
activismo político –con formas más masivas, diversificadas e
innovadoras de manifestaciones callejeras–, así como la capa-
cidad de involucrar a ciertos personajes políticos influyentes,
en general de la oposición.

118
En ambos movimientos hubo una combinación de formas
de acción colectiva directa, innovadora y creativa –plantones
informativos, protestas con uso de performances, ocupación
de plazas– con otras más convencionales –marchas autoriza-
das y reguladas por las fuerzas del orden, peticiones a las auto-
ridades– sin que se produjeran, de forma significativa, hechos
violentos.

Proceso electoral y democratización


como focos del accionar del movimiento

La relación entre movimientos sociales y democracia (Tilly y


Wood, 2012) es un tema complejo y, en sus manifestaciones
y resultados, altamente contingente y accidentado. En gene-
ral, si bien las movilizaciones sostenidas, coherentes y creativas
pueden activar (o aprovechar) procesos democratizadores, el
nivel de cohesión de las élites y el tipo de respuesta del Es-
tado determinan el final feliz de la protesta, su neutraliza-
ción o cooptación. En casos donde los reclamos ciudadanos
se orientan a ciertos cambios político-institucionales –como
los relacionados con la contienda electoral–, la alianza con al-
gunos miembros de la clase política y la inclusión de ciertos
actores y demandas del movimiento en los procesos conven-
cionales puede ser un resultado (reformista) del éxito de las
movilizaciones.
Aunque Tilly y Tarrow señalan que las elecciones pueden
ser coyunturas y procesos mediante los cuales diversos movi-
mientos sociales pretendan influir sobre un sistema político,
no podemos rastrear en ninguno de los casos una estrategia
coherente de inscripción –por las organizaciones y sus pro-
testantes– de candidaturas dentro de los respectivos procesos
electorales. En México, el #YoSoy132 nunca buscó posicio-
narse como opción electoral, manteniéndose al margen y sin

119
expresar apoyo formal (o solicitar apoyo) a ninguno de los
candidatos, en correlación con la diversidad política de sus in-
tegrantes. Sin embargo, en Rusia, el movimiento concentró
su agenda en la contraposición hacia el partido hegemónico y
las aspiraciones releccionistas de VP, pidiendo la apertura del
juego político y más límites al personalismo. No obstante, en
ambos casos, algunos miembros y líderes de las movilizaciones
fueron posteriormente “fichados” por organizaciones civiles,
medios de comunicación y formaciones políticas mayormente
opositoras. Ambos movimientos lograron representar fren-
te a las instituciones gubernamentales y a la opinión pública
una situación de malestar generalizado entre la población, así
como revindicar la necesidad de promover reformas económi-
cas, sociales y políticas.
En México se conformó, por algunos meses, una asamblea
con más de treinta universidades representadas y la redacción
de un primer manifiesto colectivo, así como la realización de
marchas cónsonas con los objetivos del movimiento: derecho
a la información y la expresión en contra del duopolio mediá-
tico (Televisa y TV Azteca), cuestionamiento de la incompleta
democratización de la sociedad. Por su parte, la movilización
en Rusia fue capaz de alcanzar un nivel de popularidad sin
antecedentes en la historia del país; lograron algunas peque-
ñas reformas políticas relativas a las elecciones subnacionales
y a la simplificación de los requisitos para la conformación
de nuevos partidos políticos. En ambos casos se denunciaron
irregularidades en los comicios.10

10
En México, la comisión de vigilancia ciudadana del movimiento
#YoSoy132 identificó 1,100 ilícitos; en Rusia, la organización de vigilan-
cia, Golos, refirió 5,000 denuncias.

120
Reacción estatal a las movilizaciones

Debido al tipo diferente de régimen político en los dos países,


es evidente cómo la respuesta del Estado mexicano al ciclo de
protestas resultó ser más moderada que en el caso ruso. En
México se dio una relativa apertura de los medios de comu-
nicación al inicio de la nueva administración política, aunque
posteriormente se ha continuado vetando –puntualmente– a
medios y periodistas críticos con el Gobierno Federal, sobre
todo en radio y televisión. El mismo gobierno abrió la posibi-
lidad de algunas reformas democráticas para el país, emblemá-
ticamente reunidas en el llamado “Pacto por México”, con el
objetivo de llegar a acuerdos entre el partido en el gobierno y la
oposición. Por otro lado, el Estado mexicano logró controlar a
los sectores radicalizados de los movimientos sociales, aprove-
chándose de la desorganización y desilusión de los mismos, lo
cual le permitió recuperar la iniciativa y el liderazgo político.
En Rusia, la reacción inicial de las autoridades fue bastante
suave; incluso con el ascenso de Putin al poder parecía que se
ampliarían algunas reformas políticas. Pero, al cabo de un in-
tervalo de tiempo muy breve, la postura cambió y generó una
reacción muy rígida en términos de represión de las protestas
y de control de propaganda en los medios de comunicación y
la sociedad civil.
En términos de derrotas, en ambos países la victoria del
candidato presidencial contestado generó sentimientos de des-
ilusión dentro de las filas del movimiento. En el caso mexicano,
la heterogeneidad de su composición y las diferentes posturas
existentes en relación con el tema político-electoral derivó en
una acentuación de las divisiones y de los contrastes políticos
internos. En el caso ruso, el principal efecto fue el decremento
en el número de simpatizantes por un nuevo sentimiento de

121
desconfianza hacia los posibles logros del movimiento, sobre
todo entre las franjas más moderadas del mismo.
Podemos concluir, entonces, que en ambos contextos –
aunque de forma diferente– la ausencia de reformas políticas
significativas, como resultado del proceso electoral y de la ac-
ción colectiva, amplió los sentimientos de desconfianza y des-
ilusión de un sector de la ciudadanía –reforzados, en el caso
ruso, por el incremento del control y represión estatales–pro-
vocando una merma de la movilización social poselectoral, de
acuerdo con el modelo teórico, según el cual la marginaliza-
ción política de los movimientos sociales provoca un proceso
de desmoralización y desmovilización (Tilly, 2008, McAdam
y Tarrow, 2015). Como elementos peculiares de cada contex-
to, cabe mencionar que en México este proceso fue resultado
también de una excesiva fragmentación del movimiento, de la
falta de un adecuado nivel de liderazgo y coordinación, ade-
más de déficits de estrategia y madurez política en lo interno
del mismo movimiento. En el caso ruso hay que resaltar el
papel que desempeñó la represión estatal y el progresivo cie-
rre del sistema político, por encima incluso de las debilidades
intrínsecas del movimiento, como factor relevante entre las
causas de desmovilización.

Tabla comparativa de las movilizaciones


en México y Rusia
Criterios de
México (2012) Rusia (2011-2013)
comparación
Antecedentes Violencia e inseguridad, es- Escándalos de corrupción, ausencia
y causas del cándalos de corrupción, crítica de reformas, crítica al régimen vi-
surgimiento al régimen vigente, ausencia gente, reforma constitucional que
de reformas y manipulación de habilitaba nueva candidatura presi-
medios de comunicación y la dencial de VP y su partido proyecto
noticia del regreso al poder del político hegemónico.
antiguo partido hegemónico y
candidato EPN.

Continúa...

122
Criterios de
México (2012) Rusia (2011-2013)
comparación
Expansión Paulatina (resonancia en me- Paulatina (resonancia en medios al-
dios tradicionales, alternativos ternativos y redes sociales, desarrollo
y redes sociales, y emergencia de de protestas en grandes ciudades).
grupos y protestas locales).
Composición Clase media/estudiantes, am- Clase media/profesional, se man-
en términos pliado a actores sociales diversos tiene estable, aunque se diversifica
socio-político- (organizados o no) de anclaje composición (clase e ideología) y
económicos principalmente urbano. disminuye participacion de emplea-
dos estatales.
Función de Al principio, algunos favorables Presencia limitada en medios pri-
los medios de (Televisa) al candidato/parti- vados, descalificación en públicos y
comunicación do impugnado; después mayor oficiosos. Estrategia del Kremlin de
apertura al movimiento. Presen- desanimar y criminalizar eventuales
cia de éste en otros medios tra- expresiones de disenso, marginar
dicionales, alternativos y redes la protesta y cambiar el discurso
sociales. político.
Elementos Organización interna horizon- Renovación (con respecto a los años
novedosos tal: liderazgos rotativos, poca noventa) en composición, conteni-
jerarquía, integración por re- dos generacionales, renovación so-
des en universidades públicas y cioeconómica y política de protesta
privadas, uso de las ntic para de calle. Uso de las ntic. Inédita
difundir discursos y cohesionar coordinación frente a enemigo co-
alianzas. Actores que involucran mún. Involucran personajes públi-
personajes públicos influyentes. cos influyentes.
Proceso electo- No hay posicionamiento me- No hay posicionamiento median-
ral como foco diante un partido como ins- te un partido como instrumento
del accionar trumento político y electoral, político y electoral, aunque algu-
aunque algunos miembros nos miembros vienen afiliados por
vienen afiliados por partidos partidos políticos. Lo electoral
políticos. Lo electoral como como marco de agenda mayor: (re)
marco de agenda mayor: (re) democratización.
democratización.
Movilización Conformación y rápida ex- Conformación y rápida expansión
pansión del movimiento del movimiento frente a un proce-
frente a un proceso electoral so electoral viciado. Confluencia de
viciado. Confluencia de actores actores diversos en un marco común
diversos en un marco común de de reivindicaciones.
reivindicaciones.

Continúa...

123
Criterios de
México (2012) Rusia (2011-2013)
comparación
Reacción estatal Contener efecto de protestas, Aparente apertura inicial (propues-
(a corto plazo) apostando a desgaste y disper- ta de reformas y actitud condes-
sión del movimiento. Incorpo- cendiente hacia protestas), seguido
ración selectiva de demandas (después del triunfo de VP en pre-
en la agenda política (Pacto por sidenciales) de represión policial,
México, Sistema Nacional An- movilización oficial y restricción
ticorrupción) y comunicacional contra la sociedad civil y los medios
(reforma telecomunicaciones). de comunicación.
Logros/derrotas Logros: Logros:
contingentes, Expresa malestar de sectores de Expresa malestar de sectores de po-
y efectos sobre población ante régimen políti- blación ante régimen político. Emer-
ciudadanía co. Emergen actores sociales y gen actores sociales y mediáticos.
movilizada mediáticos. Cuestionamiento Cuestionamiento a personalismo
a duopolio mediático y demo- y democracia simulada. Reformas
cracia defectuosa. Reformas (muy limitadas) en elección y poder
(limitadas) en ámbito político y local.
comunicacional.
Derrotas: Derrotas:
Triunfo de EPN y escenario Triunfo de VP unido a disputas in-
postelectoral agudiza divisio- ternas y represión estatal disuelven
nes políticas internas, desor- el movilizaciones masivas. Sectores
ganización y desánimo. Fin de mayoritarios de la población man-
#YoSoy132. Sectores populares tienen adhesión o apatía con res-
de la sociedad civil han perma- pecto a la política oficial: efecto de
necido, en gran parte, bajo el anexión de Crimea + clientelismo
control corporativo y clientelar. ampliado.
Incidencia a Alfabetizó políticamente a Alfabetizó políticamente a ciertos
largo plazo ciertos sectores jóvenes como sectores urbanos –sobre todo
sobre sociedad actores clave para el cambio jóvenes– como actores clave para el
civil y régimen político (ecos en movilizaciones cambio político (ecos en movimien-
político por Ayotzinapa). Apertura li- tos urbanos de 2017).
mitada en medios de comuni- Cierre de régimen: iniciales refor-
cación. Reformas democráticas mas en la práctica anuladas. Las
no se han consolidado (Sistema siguientes reformas, en dirección
Nacional Anticorrupción), ni opuesta, debilitaron a la sociedad
revierten desafección ciudada- civil y volvieron menos plural al
na. Emergencia de candidaturas sistema político.
ciudadanas y reacomodo de
fuerzas tradicionales.

124
Incidencia a largo plazo
sobre la sociedad y el régimen político

La literatura disponible (Tarrow, 2009; Tilly y Tarrow, 2015;


Tilly y Wood, 2010) nos muestra que la gente participa en
acciones colectivas –donde construyen identidades y solida-
ridades comunes, así como recursos organizativos y comuni-
cativos– como respuesta a un cambio en la eop, haciendo un
uso estratégico e innovador de la acción colectiva para generar
nuevas aperturas (democratizadoras) del régimen político. Sin
embargo, tanto las características del proceder dominante –en
cuanto a cohesión de la élite, capacidad estatal y apuesta por
la represión/cooptación– como dificultades propias de la ac-
ción colectiva directa –inestabilidad, demanda de altos niveles
de compromiso y creatividad frente a las estrategias estatales–
hacen imposible establecer una correlación mecánica virtuosa
entre más movilización social y más democratización política.
Todo depende, nuevamente, de los contextos, las decisiones de
los actores y el complejo curso de los acontecimientos.
Si comparamos los dos movimientos en términos de los
efectos que tuvieron sobre la sociedad civil y el régimen po-
lítico, podemos señalar varios elementos interesantes. Tanto
en México como en Rusia, las movilizaciones analizadas lo-
graron fomentar una mayor alfabetización y concientización
política de un segmento de la ciudadanía –sobre todo de las
generaciones más jóvenes– aumentando (variablemente) la crí-
tica de la opinión pública sobre las autoridades y las estrate-
gias políticas gubernamentales.11 Este elemento adquiere una

11
Específicamente la creciente sensibilización de la opinión pública en
cuanto a la manipulación de los medios de comunicación y a la capacidad
del gobierno de distorsionar la naturaleza de la protesta social a través de
los mismos medios.

125
importancia fundamental sobre todo en el análisis del caso
ruso, en el que la población, por el proceso histórico del país,
carecía de una amplia visión política y una plena conciencia
de sus derechos como ciudadanos, en términos de libertad de
expresión de disenso y de manifestarse. Al mismo tiempo,
la experiencia contingente en ambos países fortaleció las capa-
cidades organizativas y coordinativas de un grupo de líderes
sociales, gracias a las redes sociales construidas y al proceso de
aprendizaje de aciertos y errores. En cuanto a las diferencias
–derivadas de respuestas emergidas del cruce de las divergen-
tes estructuras de oportunidades y de la capacidad/reacción
estatales– en México se generó una apertura mediática –prin-
cipalmente ligada al incremento de la oferta en el mercado,
no tanto a la democratización de los mensajes– y una reforma
política en Rusia –que modifica el monopolio partidista de la
representación y abre el campo a nuevos actores– se asiste a
una intensificación del control mediático, un progresivo cie-
rre del sistema político y el incremento de la presión sobre
la sociedad civil, que se ha manifestado en la elaboración de
leyes cada vez más restrictivas en cuanto a derechos de ma-
nifestación, de libertad de prensa y opinión, y de actuación
de las organizaciones no gubernamentales. Como evidencia
Tarrow (2009), los movimientos sociales contribuyen a la de-
mocratización –entendida como expansión de relaciones mu-
tuamente vinculantes, amplias y protegidas entre gobernantes
y gobernados (Tilly, 2010)– sólo ante ciertas condiciones de
relativa apertura política; como las vigentes en México. Y
aunque muchas veces la movilización colectiva ha deses-
tabilizado regímenes autoritarios, en los casos donde sus
élites se encuentran cohesionadas y cuentan con apoyo po-
pular –como es el caso ruso–, también puede conducir a la
intensificación de la represión y el consiguiente refuerzo de
aquéllos. De ahí que la correlación movilización ciudadana/

126
democratización (Tilly y Wood, 2010), una vez iniciada la
primera, no sea un proceso mecánico e irreversible, sino in-
fluido por la ideología, estrategia y capacidades de quienes
controlan el estado y específicamente por las oportunidades
que éstos crean o restringen, con su proceder, frente a la
acción ciudadana.

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132
La tercera ola sudamericana
de presidentes dominantes.
La emergencia y consolidación
de Hugo Chávez, Néstor Kirchner
y Rafael Correa*
María Matilde Ollier

Introducción

L a literatura sobre democratización latinoamericana ha


dado prioridad a las investigaciones sobre el régimen, el
Estado, los partidos políticos, el presidencialismo, la relación
entre el Ejecutivo y el Legislativo, el federalismo, entre otros
grandes temas de la transición, la consolidación y la calidad de
la democracia. En el camino quedaron relegados los líderes.
De ahí que cuando el llamado “giro a la izquierda” se desple-
gó en varios países de la región, dando surgimiento a Hugo

* Este texto forma parte del homenaje que la Universidad de Guanajua-


to le hiciera a Francisco Delich en ocasión de que se cumplieron 40 años
de la aparición de Crítica y utopía. Sumo mis palabras a ese evento para
recordar que en aquella larga noche que fue la última dictadura argentina,
hubo intelectuales, como Francisco, que con valor y coraje se animaron
a encender y sostener una luz de esperanza. Lo conocí en ese entonces, y
sólo quienes nos atrevimos a enfrentar, como pudimos, el horror sabe-
mos del valor que alcanzó la palabra crítica en medio de aquel silencio
sepulcral.

133
Chávez en Venezuela, Néstor Kirchner en la Argentina, Evo
Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, aquella ausen-
cia de estudios dejó en claro la necesidad que había de ellos.
Sin embargo, la nueva realidad no dio lugar a que proliferaran
investigaciones centradas en los líderes. Los presidentes del
giro a la izquierda fueron explicados casi de manera exclusiva
por la débil institucionalización democrática expresada en el
derrumbe de los partidos tradicionales, la pasividad ciudadana
y las razones económicas (el boom de las commodities ocupó el
centro de las explicaciones).
El fenómeno no era ninguna novedad. Sudamérica ha atra-
vesado tres olas de los aquí denominados presidentes dominan-
tes (de ahora en más pd), desde que se instala la democracia
de masas a comienzos del siglo xx. La literatura, en general,
los ubica dentro de los denominados regímenes populistas o
neopopulistas. Más allá de la conceptualización que se haga
del sistema político, ningún análisis da cuenta del proceso a
través del cual sucede la emergencia y la consolidación de esos
jefes de Estado como dominantes. Se trata de figuras caris-
máticas que se instalan, repentinamente, debido sólo a causas
estructurales o institucionales. Por tanto, este texto cubre ese
vacío al demostrar que el pd es una construcción política en la
cual el propio presidente interviene activamente.
La importancia del pd radica en tres puntos. Primero, por
comenzar a poner sobre la mesa el impacto de los liderazgos
presidenciales en la política, es decir, considerar que un pre-
sidente hace la diferencia. Segundo, por dejar al descubierto
el tiempo que toma la construcción de un pd y abandonar la
visión de la oposición como víctima de ellos. Y tercero, porque
estudiar la emergencia y consolidación del pd comienza a lle-
nar algunas lagunas en la comprensión de la débil institucio-
nalización democrática que marca la región.

134
El texto, en la primera sección, da una perspectiva con-
ceptual al definir pd, plantear la hipótesis y ofrecer una breve
trayectoria de las dos olas previas. Las secciones siguientes son
empíricas. Analizan la tercera ola poniendo a prueba la hipóte-
sis al describir cómo Hugo Chávez en Venezuela (segunda sec-
ción), Néstor Kirchner en Argentina (tercera sección) y Rafael
Correa en Ecuador (cuarta sección) emergen y se consolidan
como pd. La inclusión de un rioplatense, con antecedentes di-
ferentes en relación con los andinos, lejos de invalidar su cons-
trucción como pd, fortalece el argumento. El texto concluye
comparando los tres casos analizados para captar las similitu-
des y las diferencias.

Perspectiva conceptual y trayectoria


del presidente dominante

La presidencia moderna en América del Norte ha dado exce-


sivo poder al presidente, con opiniones a favor y en contra del
mismo; por tanto, existen numerosas investigaciones (Neus-
tadt, 1960 y 1990; Skowronek, 1997; Manin, 1992 y 2013;
Fabbrini, 1999) que reconocen su impacto en la performance del
gobierno y del presidencialismo. Sin embargo, los estudios
del presidencialismo y la democratización sudamericanos ca-
recen de las perspectivas señaladas. Una razón que contribuye
a la ausencia de sistematización del impacto del presidente se
debe al énfasis puesto en considerar los resultados de la políti-
ca debido a causas socioeconómicas o institucionales, sin pro-
blematizar el impacto de las propias estrategias presidenciales
en aquellos desenlaces. Y cuando lo hace (Weyland, 2001)
presenta severas confusiones como homologar populismo y
estrategias de líder al definir el primero de acuerdo con las
segundas.

135
La primera ola de pd nace previamente a que la transición
hacia la democracia, en apariencia definitiva, se adueñara del
continente. Ocurre cuando todavía los militares gozaban de
una importante capacidad de intervención política. No es ca-
sual que varios pd hayan salido de las fuerzas armadas o con-
tado con su respaldo. La democracia de masas se instala en la
región con una marca de origen que la debilita: la inestabili-
dad política. Al conferirle a las fuerzas armadas la posibilidad
de conducir el Estado vía los golpes militares, aquella marca
arrasó con varias democracias, llevando incluso a los militares
golpistas a conquistar el respaldo popular. Algunos abandona-
ron el autoritarismo y llegaron al gobierno mediante el voto.
Varias figuras, denominadas populistas, se encuentran dentro
de la primera ola de pd en Sudamérica: José María Velasco
Ibarra en Ecuador, Getulio Vargas en Brasil, Víctor Paz Es-
tenssoro y Hernán Siles Suazo en Bolivia e Hipólito Irigoyen
y Juan Perón en Argentina.
La presencia de los pd desde los inicios de la democracia
sudamericana pone en cuestión las bases sobre las que dichas
democracias se construyeron, y se interroga hasta dónde exis-
tió inversión institucional por ese entonces. La intervención
de las fuerzas armadas hace pensar que los liderazgos fuertes,
encarnados por militares o civiles, constituyeron una práctica
corriente. Tanto fue así que la democracia liberal y el Estado
de derecho nunca gozaron de buena prensa en la región.
La segunda ola de pd ocurre cuando democracias, que se
creían consolidadas, ponen en marcha proyectos económicos
neoliberales encabezados por presidentes que, con diferentes
desenlaces, reactualizaron prácticas propias de sus antecesores,
más o menos lejanos según los casos. De distinta manera, y
sobre todo con finales muy disímiles, Alan García, Alberto
Fujimori y Carlos Menem dejaron su marca. Estos presidentes
fueron estudiados dentro del régimen político que O’Donnell

136
(1994) denominó democracia delegativa y Weyland (2013),
regímenes neo-populistas. De distinta forma, los autores des-
tacan que se trató de mandatarios que sortearon las institu-
ciones para evitar la accountability, que buscaron relacionarse
de forma directa con la ciudadanía y que se presentaron como
salvadores o protectores del pueblo.
Finalmente, la tercera ola reinó desde el inicio del nuevo
milenio. Entre sus pd se encuentran Hugo Chávez, Néstor
Kirchner, Cristina Fernández de Kirchner, Evo Morales, Ál-
varo Uribe y Rafael Correa. Algunos de ellos forman parte
del llamado “giro a la izquierda” (Castañeda, 2006; Schamis,
2002). Sin embargo, Álvaro Uribe puso en marcha un modelo
económico neoliberal más similar a los pd de la segunda ola.
Los pd de la tercera ola se consideraron dentro de distin-
tos tipos de regímenes políticos: populismo y neopopulismo
(Weyland, 2001 y 2013); autoritarismo electoral (Schedler,
2006); autoritarismo competitivo (Levitsky y Way, 2010); de-
mocracia invertida (Ollier, 2010 y 2013) y populismo rentista
(Mazzuca, 2013). En todos los casos la interpretación común
es el ejercicio concentrado y personalizado del poder, la perte-
nencia a democracias con mayor inestabilidad de las reglas y de
los procedimientos, y con partidos escasamente formalizados
o altamente fragmentados. Sin embargo, la ola se despliega en
países con diferentes tradiciones partidarias, estructuras socia-
les e incluso diseños económicos. Pero la centralidad presiden-
cial, reforzada por la personalización de la política electoral y
gubernamental, ubica al presidente en una posición de mayor
decisionismo y, en consecuencia, carente de los contrapesos
que restringen el ejercicio arbitrario del poder.
La personalización de la política, por demás está decirlo,
cabe también en las democracias altamente institucionalizadas,
tanto en los presidencialismos estables –el triunfo de Donald
Trump es una prueba de ello– como en los parlamentarismos

137
–el ascenso de Emmanuel Macron es otra muestra–. Hace
ya una década que se habla de la presidencialización del par-
lamentarismo para referirse a la relevancia de los liderazgos
en esos sistemas políticos (Poguntke y Web, 2007). Porque,
además, la personalización política viene acompañada, a esca-
la global, por la metamorfosis de los partidos. Según Manin
(1992 y 2013), los partidos han abandonado la democracia de
masas y las democracias occidentales se encaminan hacia la
democracia de audiencia dado el avance de la tecnología y las
nuevas formas de participación política.
Pese a las diferencias que señalamos en relación con las ca-
racterísticas sociales, políticas y económicas de los contextos
donde se instalan los pd, es posible dar una definición común
de los mismos. El pd 1) surge en elecciones competitivas, lim-
pias y justas; 2) basa su acción tanto en la posesión y/o la con-
quista de una serie de recursos, entre los cuales se encuentra
el apoyo popular, como en la recurrencia al abuso o creación
de poderes formales; 3) el efecto acumulativo de esta combi-
nación lo convierte en dominante cuando consigue disciplinar
o controlar no sólo las instituciones judicial y legislativa y su
partido o coalición, sino otros actores e instituciones, como
sindicatos, movimientos sociales y fuerzas armadas que impac-
tan a su favor en la dinámica presidente/oposición e influyen
convenientemente en el ejercicio personalizado y concentrado
de su poder.
Según la definición, la hipótesis sugiere que la emergencia
y consolidación de un pd se debe al éxito de las estrategias
presidenciales en combinar la obtención de determinados re-
cursos con el abuso y/o creación de reglas formales que le per-
miten crecientemente el ejercicio concentrado y personalizado
del poder presidencial, siendo respaldado por una importante
masa de votantes frente al fracaso de la oposición partidaria
por convertirse en alternativa. La hipótesis merece algunas

138
aclaraciones. Primero, los recursos varían según la morfología
social y política de cada país, y no son pasivos ni estáticos.1 Es
decir, un presidente puede perderlos del mismo modo que los
ha ganado. Segundo, la oposición suele ser mayoritaria, des-
de el punto de vista electoral, pero sus divisiones le impiden
convertirse en alternativa. Por tanto, presidente y oposición
encuentran opciones que incrementan o disminuyen las pro-
babilidades de construir un pd o una alternativa al mismo.
Tercero, ninguno tiene el respaldo ciudadano garantizado.
Chávez enfrenta muchos años de alta abstención, Kirchner
llega a la presidencia con escasos votos y Correa es derrotado
en primera vuelta.
Los estudios sobre regímenes políticos de estos presidentes
otorgan a la oposición un rol de víctima. Por el contrario, aquí
se advierte que la oposición tiene cuatro posibilidades, pues
desde el inicio el pd envía señales sobre el camino que inten-
ta recorrer: 1) continuar fragmentada; 2) armar una coalición

1
Los recursos partidarios remiten a la influencia del presidente sobre el
partido y otras fuerzas. Los recursos parlamentarios constituyen la mayo-
ría, la primera minoría o un bloque numeroso en el Congreso. Los recursos
judiciales refieren al control sobre el Poder Judicial. Los recursos federales
deben ser tenidos en cuenta en países con este formato político-territorial
y dan cuenta del apoyo de los gobernadores al gobierno. Los recursos so-
ciales corresponden al aval de los sindicatos y de sectores sociales organi-
zados. Los recursos económicos comprenden los fondos con que cuenta el
presidente para llevar adelante su agenda. Los recursos ciudadanos confi-
guran el apoyo de la población al presidente y son de dos tipos: electorales,
los votos que respaldan la acción presidencial, y de popularidad, es decir,
su imagen en las encuestas de opinión. Los recursos comunicacionales
refieren al poder mediático de un presidente. Los recursos estatales mues-
tran el apoyo, disciplinamiento o control que un presidente logra sobre
instituciones estatales como las fuerzas armadas, organismos de control u
organismos electorales con autonomía de decisión, entre otros.

139
opositora que le permita ampliar la representación en el Con-
greso e incluso ser alternativa para la elección presidencial, lo
cual es posible dada la polarización y el clivaje presidente/opo-
sición que resultan centrales para la ciudadanía a la hora de
votar; 3) construir un candidato capaz de captar la mayoría
ciudadana obligando a las otras fuerzas opositoras a alinearse
con él; y 4) defeccionar del rol opositor participando del go-
bierno del pd.
Los pd crecen en medio de una notable fragmentación o
debilidad partidaria. Sin embargo, nadie ha advertido que la
misma es representativa de un sector numeroso de la ciuda-
danía, en muchos casos, activamente opositora. Por ello, la
sociedad se divide radicalmente, ofreciendo una competencia
polarizada entre los seguidores del presidente y sus antagonis-
tas. Tal polarización reemplaza a la clásica entre oficialismo y
oposición (Ollier, 2008). Es decir, la ciudadanía se parte en
dos: una franja homogénea apoya al presidente y otra hete-
rogénea respalda distintas alternativas contrarias. Pese a que
la polarización ciudadana y el abultado número de opositores
ofrecen una posibilidad de captar cuantiosos votos, los parti-
dos opositores no sacan ventaja de ello. Aquí se sostiene que la
incapacidad de la oposición para alcanzar el gobierno, pese a
encontrar un escenario ciudadano polarizado del cual obtener
votos, es una de las razones que favorece la emergencia y con-
solidación del pd.
Los tres casos que analizo, Chávez, Kirchner y Correa,
emergen y se consolidan como pd también merced a sus pro-
pias estrategias políticas destinadas al ejercicio personalizado
y concentrado del poder. Por tanto, el artículo traza el proceso
por el cual el presidente despliega sus estrategias para ser do-
minante. En segundo lugar, los tres mandatarios se presen-
tan como outsider de la política partidaria, incluso Kirchner,
pese a su pertenencia al peronismo. En tercer lugar, los tres

140
interpelan a la ciudadanía desde una crítica radical a los viejos
partidos, aunque confrontando no sólo con ellos, sino con-
tra cualquier actor individual o colectivo opositor. En cuarto
lugar, establecen una relación directa con la ciudadanía, vía
distintas estrategias de comunicación, sorteando las institu-
ciones. Aunque para garantizar la gobernabilidad los tres se
apoyan en organizaciones políticas existentes (Kirchner) o
creadas por ellos (Chávez y Correa). En quinto lugar, el ejer-
cicio concentrado y personalizado del poder es un rasgo que
comparten los tres.

Emergencia y consolidación de Hugo Chávez

La emergencia (1992-2000) de Chávez como pd comienza


cuando, siendo opositor, construye su liderazgo desde un lu-
gar de outsider y con una doble raíz: civil y militar. Luego de
su fracasada intentona golpista en 1992, hasta la llegada a la
presidencia en 1998 cuenta con el recurso militar, logrando du-
rante ese periodo el recurso de popularidad. Aquella frustrada
tentativa contó con 80% de la opinión pública favorable. Con-
tra la postura de la Iglesia católica y de la oposición, Chávez
propone una nueva constitución, para lo cual encuentra un
aliado inesperado, alzándose con el recurso judicial. La Corte
Suprema de Justicia dictamina a favor de los poderes supra-
constitucionales para la Asamblea Constituyente (ac), cesando
el funcionamiento de ambas cámaras.
Llamo la atención sobre la alta abstención, desconocida en
Venezuela, comparada con la existente a partir del Pacto de
Punto Fijo en 1958. Los porcentajes de concurrencia en los
comicios presidenciales de 1998 llegan a 63.46% del padrón,
en el referendo de reforma constitucional bajan a 37.90%, en
la elección de constituyentes repuntan a 46.30%, y para la
aprobación de la constitución vuelven a descender a 31.8%.

141
Por ello, cuando Levitsky y Loxton (2013: 124) sostienen
que “the referendum passed with 85% of the vote”, obvian la
bajísima participación que atravesó todo el camino electoral
cuando Chávez no era todavía un pd. Por tanto, la apelación a
los institutos de democracia directa le van a resultar una herra-
mienta de estrategia política para compensar su pobre repre-
sentación. La escasa concurrencia explica (Bilbao, 2002: 29)
por qué Chávez declara que la reorganización institucional se
debió, principalmente, al apoyo de las Fuerzas Armadas.
Siendo Chávez opositor, en las elecciones que lo consagran
presidente, la diferencia de un millón de sufragios a su favor
en un padrón de once millones de inscriptos muestra el mar-
gen con que contaba el entonces oficialismo para captar más
votos. Por tanto, el liderazgo emergente no arrasaba con las
mayorías populares a su arribo a la presidencia. Sin embargo,
la oposición no parece haber calibrado los alcances del poder
que sería capaz de acumular aquel militar, además de carecer
de una estrategia exitosa. Por ejemplo, se comporta de manera
ambigua entre llamar a la abstención y participar solapada-
mente en el referéndum. Desde la ciudadanía, el ascenso de
Chávez se ve signado por una fuerte polarización, alimentada
por los discursos presidenciales y, al mismo tiempo, por una
notable apatía reflejada en la escasa concurrencia electoral.
Pero la oposición partidaria no obtiene ventaja de la actitud
ciudadana y, en consecuencia, no renueva sus estrategias para
atraer a sectores de la población que no se sentían convocados
por la nueva estrella del firmamento político.
Con escasa legitimidad ciudadana, la nueva carta magna
implica reglas que facilitan el ejercicio concentrado y persona-
lizado del poder en manos del presidente, dando al Ejecutivo
un fuerte control sobre el Legislativo, fortaleciendo la institu-
ción militar, estableciendo un claro control presidencial so-
bre ellas y debilitando a los partidos al retirarles los subsidios.

142
Convocadas las megaelecciones de 2000, la participación sube
a 56.31% del padrón, aunque sigue menguada. Esta vez la di-
ferencia a favor de Chávez son 1,400,000 votos en un padrón
de 11,720,971 inscriptos. No obstante que el recurso electoral
lo favorece esquivamente, la megaelección, al iniciar un sis-
tema unicameral y otorgarle al Polo Patriótico 99 sobre 165
escaños y 16 sobre 23 gobernaciones, le da a Chávez los recur-
sos parlamentario y federal. Las siete gobernaciones restantes
quedan en manos de sus rivales.
Desde 2001 hasta las elecciones legislativas de 2005, las
estrategias presidenciales fortalecen los recursos militar y ju-
dicial y suman cuatro recursos: económico, social, comunica-
cional y electoral. Es decir, Chávez llega hasta esta instancia
merced a su voluntad política expresada en sus estrategias de
acumulación de poder y a la escasa capacidad de la oposición
para fortalecerse ante un electorado que alguna vez había sido
más participativo.
Cuando el intento de golpe contra el presidente, en 2002,
demuestra descontento militar, un error cometido por el man-
datario ungido, de disolver los poderes públicos, conduce a las
Fuerzas Armadas a restituir a Chávez. El episodio evidenció la
escasa convicción opositora para construir una alternativa por
la vía democrática, el rol político clave de las fuerzas armadas,
la radical polarización ciudadana expresada en las moviliza-
ciones de esos días y la distribución entre el presidente y sus
opositores de los apoyos sociales existentes. La reacción de po-
derosas organizaciones empresariales y de los sindicatos frente
a ley habilitante para producir cambios en el interior del apara-
to productivo prueba que la oposición cuenta aún con recursos
sociales (sindicatos y empresarios) y comunicacionales, ade-
más del apoyo de la Iglesia. Sin embargo, Chávez aprovecha el
episodio para fortalecer a sus aliados corporativos, otorgando
puestos claves a los militares leales.

143
Con el control de pdvsa, Chávez se garantiza el recurso
económico, el cual utiliza para obtener el recurso social. En su
análisis del populismo rentista, Mazzucca (2013) plantea la
transferencia de ingresos producto de las commodities hacia
las poblaciones humildes. Con las “Misiones Bolivarianas”
implementa reformas en educación y salud, para llegar a las
poblaciones vulnerables; acusa a la administración pública
de ineficiente y corrupta y da a las comunidades la gestión de
los programas. La participación de los militares en las misio-
nes refuerza la unión pueblo-fuerzas armadas, encarnada en
Chávez.
La intentona golpista convence al presidente sobre la nece-
sidad de concentrar mayor poder personal, para lo cual debe
armar un dispositivo mediático capaz de contrarrestar la po-
derosa influencia de los medios opositores (Becerra y Lacunza,
2012: 239). Por tanto, organiza el recurso comunicacional. En
2004, refuerza el recurso judicial al aumentar de 20 a 32 los
miembros del Tribunal Superior de Justicia (tsj); el organis-
mo queda con mayoría oficialista. En tanto, la participación
electoral sigue siendo un desafío que el presidente comienza
a superar: el referéndum revocatorio de 2004 convoca a 70%
de electores y Chávez es ratificado con 41.37 % del padrón,
triunfando en 23 de los 24 estados del país. Recién después
de cinco años en el gobierno, la distancia con la oposición se
incrementa en 19 puntos (59.1% a 40.6%) y Chávez logra el
recurso electoral. Sin embargo, dos meses después, en las elec-
ciones regionales, la participación vuelve a descender a menos
de 50% y el chavismo triunfa en 20 gobernaciones.
La consolidación se produce entre 2005 y 2009. Las eleccio-
nes parlamentarias de diciembre de 2005 llevan a la oposición
a un nuevo error: abstenerse bajo el argumento del fraude. Con
25.26% de concurrencia, el oficialismo se queda con el con-
trol absoluto de la Asamblea Nacional, acentuando el recurso

144
parlamentario. La descomunal abstención vuelve a mostrar un
electorado o bien apático a las fórmulas presentadas, o bien
antichavista en un padrón de 14,272,964 inscriptos. En el
contexto de la fragmentación y el colapso de las fuerzas tra-
dicionales, las desacertadas y erráticas estrategias de la oposi-
ción, su incomprensión de las causas del fenómeno chavista y
su falta de imaginación y de audacia ante el desafío que tenían
por delante fueron desdibujando su viabilidad política para
convertirse en una alternativa de mayorías. Por ello, cuando
en las elecciones presidenciales de 2006 la oposición acuerda
un único candidato, pierde por casi la mitad de los votos. La
alianza opositora llega tarde.
Con las nacionalizaciones de empresas extranjeras efectua-
das entre 2007 y 2009, Chávez afianza el recurso económico.
A su vez, culmina el armado del recurso partidario al formar,
con los integrantes de su coalición, el Partido Socialista Unido
de Venezuela (psuv), y convertirlo en la herramienta capaz de
comandar los recursos necesarios para reformar la Constitu-
ción y conseguir su rehabilitación indefinida al cargo de pre-
sidente. Como para lograrlo precisa el consenso de las Fuerzas
Armadas, fortalece la relación mejorando su armamento y en-
trenamiento y dándole participación en el combate contra la
pobreza y en el poder político (8 sobre 24 gobernadores, en
2005, son militares además de ocupar ministerios [Norden,
2008: 181]). Aunque la oposición vence el intento de reforma
constitucional, la victoria oficial en las elecciones regionales
de 2008 empuja, al año siguiente, a un nuevo intento por la
reelección indefinida. Pero para conseguirla Chávez precisa
aliados, por lo cual convoca a que el premio mayor sea para
el total de cargos electivos del país. Con 70.37% de participa-
ción electoral, la más alta de su década en el poder, el manda-
tario se consolida definitivamente como un pd.

145
El recorrido realizado muestra la secuencia de recursos lo-
grados por Chávez. Los pasos de la emergencia: recurso militar
→ recurso de popularidad → recurso judicial → recurso electo-
ral (parcial) → creación de reglas para el ejercicio concentrado y
personalizado del poder presidencial → recurso parlamentario +
recurso federal → recurso económico → recurso social → recurso
comunicacional. En la secuencia fortalece los recursos electoral,
militar y judicial. Los pasos de la consolidación: recurso parla-
mentario total → recurso partidario. En la secuencia fortalece
el recurso económico.

Emergencia y consolidación de Néstor Kirchner

La emergencia de Kirchner como pd se produce entre 2003


y 2005. Gobernador peronista y activo defensor del mene-
mismo, arriba a la presidencia con 22% de los votos gracias
al aporte electoral del peronismo bonaerense y en medio de
la fragmentación peronista que concurre a esa elección con
tres candidatos a la presidencia. Como demuestran Damill y
Frenkel (2015), el novel mandatario halla encaminada la sa-
lida de la crisis económica que desencadenó la renuncia de
Fernando de la Rúa. Con un crecimiento del pib próximo a
9% anual se alza enseguida con el recurso económico. Al poco
tiempo logra el recurso de popularidad que compensa su escasa
legitimidad en las urnas. Lo hace construyendo una novedosa
figura: outsider, (hiper)activo, pragmático, dispuesto a resolver
problemas, cercano a la gente y al universo ideológico-políti-
co de tinte izquierdista de la década del setenta, dando a su
imagen una impronta generacional referenciada en esos años
(Ollier, 2005). Los diferentes escándalos por corrupción bajo

146
su presidencia, que se incrementan con su esposa, no soca-
van su popularidad.2
La protesta protagonizada por la clase media y los piquete-
ros continúa con lo cual el gobierno divide y coopta a la oposi-
ción política y a un sector piquetero. Kirchner deroga la ley de
flexibilización laboral y de regulación de las negociaciones co-
lectivas de trabajo e impulsa la unidad del sindicalismo. Con
la unificación de la Confederación General del Trabajo (cgt),
en 2004, Kirchner recompone el campo sindicalista tradicio-
nal. Al obtener su respaldo, el de distintos sectores piquete-
ros y el de los organismos de derechos humanos, el presidente
consigue el recurso social.
De manera entrelazada, entre 2003 y 2005, Kirchner co-
secha los recursos partidario, federal y parlamentario, que le
permiten obtener el recurso electoral al tiempo que aprovecha
para abusar de reglas y procedimientos formales que le permi-
ten ejercer el poder de manera concentrada y personalizada.
Veamos.
La batalla por la jefatura partidaria encierra las disputas
entre Kirchner y Eduardo Duhalde, el presidente interino
peronista y bonaerense que lo lleva a la presidencia. La ucr
(Unión Cívica Radical), el otro partido popular, se atomiza y
la ausencia de estrategia unificada la lleva a perder 30% de las
bancas (Pedrosa, 2012: 55). Mientras una tendencia radical se
mantiene en el campo opositor, otra acuerda con el gobierno.
Paralelamente, Kirchner ubica a sus seguidores en las listas de
candidatos a legisladores nacionales en las distintas provincias,
2
Las denuncias contra su secretario de Transporte, Ricardo Jaime, el
caso Skanska, la venta de terrenos fiscales a precio promocional a Néstor
Kirchner y a su esposa; el hallazgo de una bolsa con dólares en el despacho
de la ministra de Economía, Felisa Miceli; el caso de la secretaria de Am-
biente, Romina Picolotti; el caso del secretario de Sedronar, Jose Granero;
el caso de la embajada paralela.

147
a cambio del reparto de fondos que los gobernadores precisan
para anunciar obras públicas en sus territorios. El acuerdo con
los gobernadores se cierra cuando éstos autorizan la unifica-
ción de la fecha electoral en 2004 dando a Kirchner el recurso
federal, que se completa con la subordinación de la provincia
de Buenos Aires, un hecho decisivo en la constitución de un
pd en la Argentina, cuando su gobernador da el salto al kirch-
nerismo en las elecciones legislativas de 2005 (Ollier, 2010).
La defección del rol opositor de distintos dirigentes y su
incorporación a la coalición de gobierno proveen y fortalecen
los recursos partidario, federal, electoral y parlamentario en
manos del presidente, al tiempo que debilita las oportunidades
de una alternativa. El fragmentado sufragio antagonista (in-
cluido el peronismo disidente) alcanza 58.07%. De ahí que la
victoria en las elecciones parlamentarias de 2005, con 41.93%,
otorgue a Kirchner el recurso electoral, no conseguido en su
arribo a la presidencia.
Finalizando 2004, la prórroga de la ley de emergencia eco-
nómica, brindada por el Parlamento, otorga una amplia dele-
gación de poderes del Legislativo en el Ejecutivo, que se suma
a otras delegaciones en el jefe de gabinete –brazo ejecutor del
presidente– que le confieren facultades absolutas en el mane-
jo de los fondos públicos. Las tensiones del presidente con el
Congreso se revuelven en favor de la concentración de poder
en el Ejecutivo vía dos mecanismos: el otorgamiento de super-
poderes y la promulgación de decretos de necesidad y urgen-
cia.3 De este modo, el Ejecutivo queda liberado de contrapesos
institucionales para diseñar sus políticas. Mediante el abuso de
reglas que permiten el ejercicio concentrado y personalizado

3
De mayo 2003 a mayo de 2005, de los 306 mensajes enviados al Con-
greso, 166 son decretos. En el Parlamento, 95 sobre 142 decretos son dnu
(La Nación, 24 de mayo de 2005).

148
del presidente, el Poder Legislativo tiende a subordinarse al
Ejecutivo, cumpliendo dos funciones: sanciona las leyes que
el Ejecutivo envía y sirve para intercambiar favores con los
gobernadores.
En suma, a medida que Kirchner negocia con los goberna-
dores, consigue acuerdos en el Parlamento y se fortalece en el
justicialismo. Del mismo modo, se puede decir que a medida
que gana espacio en el justicialismo, se encuentra en mejo-
res condiciones de negociar con los gobernadores para lograr
acuerdos en el Parlamento. Los tres recursos le son facilitados
por los niveles de popularidad alcanzados y por una situación
económica que le permite distribuir arbitrariamente fondos a
las provincias.
Entre 2006 y 2007 ocurre su consolidación como pd. El ali-
neamiento del pj le da mayoría en diputados y con 41 de las 72
bancas consigue la mayoría absoluta en el Senado. Logra en-
tonces el recurso parlamentario.4 Kirchner asume la presidencia
formal del pj, obteniendo el recurso partidario que en principio
le había sido esquivo y que el presidente había dejado de lado
hasta lograr el poder suficiente que le permitiera disciplinar-
lo. El fantasma de Menem debía ser derrotado en las urnas.
La contracara de la unidad peronista es la fragmentación de
la oposición expresada en: a) la irrupción de fuerzas peque-
ñas (pro, frepobo, ari, paufe, etc.) en torno a un liderazgo
(Mauricio Macri y Elisa Carrió), b) el crecimiento de bloques
unipersonales y c) la merma de bancas de la ucr que pierde
7 senadores entre 2000 (20) y 2007 (13) y 45 diputados entre
1999 (85) y 2007 (40). A pesar de ello, es la segunda minoría
en ambas cámaras.

4
Dirección Nacional Electoral, Ministerio del Interior de la Nación.

149
El Parlamento sanciona cinco leyes que, según Ollier
(2015), propician esa concentración personal del poder pre-
sidencial y prueban el abuso de los poderes formales una vez
conseguidos los recursos enumerados. Kirchner evita el con-
trol legislativo sobre el presupuesto nacional, pese a su rele-
vancia. Esto le facilita el intercambio arbitrario de favores con
los gobernadores. El presidente avanza sobre la justicia a través
de dos leyes: la reforma del Consejo de la Magistratura para
incluir más miembros políticos y otorgar más poder al Ejecu-
tivo y la reducción a 5 del número de miembros de la csj (ley
26.183). Según Gargarella (2011), la ley 26080 distorsionó el
“equilibrio” constitucional reduciendo de 20 a 13 los miem-
bros del Consejo y aumentando a cinco los representantes del
oficialismo. La concentración de poder presidencial continúa
con la intervención del indec (Instituto Nacional de Estadís-
tica y Censos), que falsea los índices de inflación, pobreza,
indigencia y desempleo, y sanciona a quienes difunden otros
números.
Kirchner deja el gobierno siendo un pd con una oposición
fragmentada, con una tendencia que defecciona definitiva-
mente del rol opositor cuando arma la Concertación Plural
con un sector de la ucr, del socialismo y del frepaso.5 Los re-
sultados dan 45.29% a la fórmula de Cristina F. de Kirchner,
acompañada en la vicepresidencia por el radical Julio Cobos.
Mientras la oposición fragmentada suma 54.73%. Las cifras

5
Un pd se ve en: 1) dieciocho gobernadores sostienen la fórmula Cris-
tina Kirchner-Julio Cobos (un dirigente radical), de los cuales hay cinco
radicales y un ex frepasista; 2) en provincias donde triunfa la oposición,
el oficialismo sale segundo e incluso va a ballotage en caba y en Tierra
del Fuego. La fórmula fpv enfrentó 17 candidaturas presidenciales. La
fragmentación opositora incluye el crecimiento de bloques unipersonales
que pasan de 3 (en 2002) a 24 (en 2003) para oscilar entre 28 (2005), 17
(2006) y 22 (2007) (<www.directorio legislativo.org>).

150
muestran una ciudadanía polarizada: un sector homogéneo
sostiene al gobierno y un sector heterogéneo apoya diferentes
opciones opositoras.
Kirchner no necesita crear nuevas reglas para lograr el ejer-
cicio concentrado y personalizado de su poder. Le basta con
abusar de aquellas creadas en tiempos de crisis económicas y
políticas, cuando ya habían sido largamente superadas. A su
vez cuenta con una ventaja en relación con sus pares: una con-
fianza indestructible en su largo matrimonio personal y polí-
tico con Cristina Fernández (CFK). Por ello, a diferencia de
Chávez y Correa que buscan su propia permanencia, Kirchner
pergeña una estrategia de perpetuación en el poder, depositan-
do en el sillón presidencial a su delfín y sucesora, CFK.
El recorrido realizado muestra la secuencia de recursos logra-
dos por Kirchner. Los pasos de la emergencia: recurso económi-
co + recurso de popularidad → recurso social → recurso federal
+ recurso parlamentario + recurso partidario → recurso electoral
+ abuso de reglas para el ejercicio concentrado y personalizado
del poder presidencial. En la secuencia refuerza el recurso econó-
mico. Los pasos de la consolidación le permiten fortalecer los
recursos partidario, federal y parlamentario.

Emergencia y consolidación de Rafael Correa


(2006-2014)

La emergencia de Correa como pd lleva cuatro años (2006-


2010). Al ganar el ballotage (56.67%) con 81.15% de parti-
cipación, pero haber perdido en primera vuelta (22% de los
votos), en medio de una alta fragmentación (13 candidatos
presidenciales), parte de su recurso electoral se dio por descarte.
Por tanto, su éxito inicial no es atribuible a su apelación popu-
lista, como señalan Levitsky y Loxton (2013), pues 78% de la

151
ciudadanía opta por el campo opositor en primera vuelta, por
lo cual, debe conquistar más votantes para su gestión.
Correa promete llamar a una Asamblea Constituyente para
modificar la Constitución y promover una revolución ciuda-
dana; organiza el recurso partidario: la Alianza pais (Alianza
Patria Altiva y Soberana) con 6 partidos que responderán rá-
pidamente a su jefatura política; se presenta como un outsider,
pese a haber sido ex ministro de Economía, y omite ofrecer
una lista para representantes legislativos por el desprestigio del
Congreso.
Sin recurso parlamentario, pues la oposición, que configu-
ra la mayoría anticonstituyente, controla 70% de los escaños,
Correa busca, en 2007, respaldo para convocar una Asamblea
Constituyente (ac), prometida en la campaña, alimentando
la polarización al trasladar la discusión de la reforma desde la
arena legislativa a las calles. Según Machado (2007), compen-
sa su debilidad institucional con un masivo respaldo popular.
Consigue entonces el recurso de popularidad. Pero para convo-
car la Asamblea necesita al Tribunal Superior Electoral (tse),
cuyos integrantes se realinean con Correa, destituyendo a 57
de los 70 miembros de la “mayoría anticonstituyente”. De este
modo se aprueba la convocatoria a la Consulta Popular, mer-
ced a que el presidente se alza con este recurso estatal.
Suceden, entonces, en 2007, los aplastantes triunfos ofi-
cialistas en la Consulta Popular, convocando a la ac (81.72%
por el “sí” y 12.43% por el “no”) y la posterior elección de
asambleístas, donde pais obtiene 69.47% de sufragios (Ma-
chado: 2007).6 Controlada por Correa, la ac se instala con
plenos poderes legislativos, elige presidente a un hombre de la

6
Los 80 sobre 130 escaños de la coalición oficial muestran el debilita-
miento de sus rivales.

152
confianza presidencial, decreta el cese del Congreso y ratifica
en el cargo a Correa.7 En nueve meses, las estrategias presi-
denciales le otorgan el recurso parlamentario y nuevas reglas
que contribuyen al ejercicio personalizado y concentrado de
su poder, reforzando e incrementando su predominio sobre
los otros poderes del Estado (Basabe Serrano, 2009), y dán-
dole atribuciones para decidir por sí solo (legislar por decreto,
convocar consultas populares y vetar legislación).
Según Basabe Serrano y Pachano (2010), la nueva Carta
Política concede inéditas funciones a las Cortes Nacional y
Constitucional a favor del presidente. En cuanto a la primera,
dos innovaciones, periodos fijos y designación de actores aje-
nos a la Corte erosionan la autonomía y estabilidad en el inte-
rior de la institución. Al eliminarse el juicio ante la legislatura,
la segunda se erige en una corporación de jueces de la política
que no rinde cuentas de ningún tipo. Lejos de fortalecer la
administración de justicia, la Constitución la debilita. Desde
1997 existía la posibilidad de revocatoria de mandato presi-
dencial por el Parlamento. Con el nuevo diseño, si el presiden-
te intenta disolver la Asamblea Nacional, o si ésta propicia la
destitución de aquél, la intervención de los jueces de la Corte
Constitucional es decisiva. Correa se ha alzado con el recurso
judicial.
Es difícil observar un actor social detrás de Correa por el
ocaso del movimiento indígena y por su confrontación con
sectores organizados (Confederación de Nacionalidades Indí-
genas del Ecuador, conaie, con maestros, sindicatos públi-
cos y grupos ecologistas). Aunque el presidente fortalece su

7
Hubo reformas importantes: eliminar la tercerización e intermedia-
ción laboral y regular y revisar los contratos mineros otorgados sin crite-
rios ecológicos y sin consultar a las comunidades afectadas.

153
liderazgo argumentando que el gobierno representa el interés
nacional más allá de las corporaciones, movilizando desde
el poder (Oxhorn, 1998), cooptando y dividiendo a los mo-
vimientos sociales y pidiendo que las ong se registren bajo
la tutela estatal. La respuesta de algunos líderes indígenas es
aliarse con pais para asegurarse una carrera política y conse-
guir fondos para hacer política en sus comunidades (De la
Torre, 2010). Esta actitud frente a los actores sociales organiza-
dos se compensa con una política social dirigida a los sectores
más postergados que se convierten en un apoyo electoral im-
portante para el presidente. Aunque Ramírez y Minteguiaga
(2007) y De la Torre (2010) señalan las luces y sombras del
gasto social bajo Correa, éste controla el recurso social.
En 2009 se realizan las elecciones generales para todos los
cargos que serán considerados como primer periodo. Reelecto
en primera vuelta con 52.0% y a 24 puntos del segundo, el
presidente reafirma el recurso electoral con 75.26% de concu-
rrencia. Sin embargo, los opositores suman 48.02%, es decir, 3
puntos menos que Correa, pero, por facciosidad o por razones
ideológicas, la oposición ni se une ni presenta un candidato
atractivo. Incapaz de construir una nueva mayoría pese a su
caudal electoral, logra que pais pierda la mayoría absoluta, ob-
tenida en la ac, en la elección de legisladores para la Asamblea
Nacional. Para que la comunicación no descanse sólo en su
persona a través de la campaña permanente (Conaghan y De
la Torre, 2008) y de los sabatinos enlaces ciudadanos trasmiti-
dos por radio y televisión, Chávez envía a la Asamblea un pro-
yecto de ley de comunicación que establece la censura previa,
y crea un consejo de control de los medios de comunicación
con mayoría del Ejecutivo, siendo el gobierno el anunciante
más grande en televisión. Logra así el recurso comunicacional.
La consolidación de Correa ocurre entre 2010 y 2013. Lejos
de debilitarlo, una sublevación policial, en 2010, que “retiene”

154
al presidente temporalmente siendo luego rescatado por los
militares, sube su imagen, fortaleciendo el recurso de popu-
laridad. En 2011, el Consejo de la Judicatura selecciona los
nuevos 21 magistrados (y 21 suplentes) del cnj, denunciado
por nepotismo e irregularidades. Merced al recurso judicial a
su favor, logra sentencias en contra de los periodistas (Polga,
2013).
La reforma del Código de la Democracia debilita más a la
oposición partidaria, fortalece el control del Ejecutivo sobre
el proceso electoral, penaliza las críticas de los medios duran-
te las campañas, habilita al Ejecutivo a realizar propaganda,
publicidad y utilizar bienes y recursos para estos fines (Frei-
denberg, 2012) y realiza cambios electorales que favorecen al
oficialismo (Basabe Serrano y Polga, 2013; Polga, 2013). Con
el cambio, el presidente apunta a reformar la constitución y ser
habilitado de forma indefinida. De hecho, en los comicios pre-
sidenciales de 2013 obtiene 57.2% de los votos con 81.08% de
participación electoral. Consolidado como pd, la victoria
de una alternativa se torna cada vez más improbable.
El recorrido muestra la secuencia de recursos logrados por
Correa. Los pasos de la emergencia: recurso electoral (ballota-
ge) → recurso partidario → recurso de popularidad → recurso
estatal (TSE) → recurso parlamentario → creación de reglas de
concentración y personalización del poder presidencial → recur-
so social → recurso judicial → recurso comunicacional. En la
secuencia reafirma el recurso electoral. Los pasos de la conso-
lidación fortalecen los recursos popular, partidario, judicial y
electoral.

Conclusión

Este texto destacó que en democracias de institucionalidad


inestable, las distintas estrategias presidenciales para lograr el

155
ejercicio personalizado y concentrado del poder presidencial,
por un lado, y la incapacidad de la oposición para construir
una alternativa de mayoría pese a contar con una ciudadanía
disponible para ser captada, por el otro, llevaron a Chávez,
Kirchner y Correa a emerger y consolidarse como pd. Los tres
comparten la necesidad de lograr el recurso de popularidad,
dado que los tres acceden al poder o con escasos votos (Kirch-
ner), o merced al ballotage (Correa) o en medio de altos niveles
de abstención (Chávez), lo cual prueba el proceso que transi-
taron para convertirse en dominantes. Según cada país y cada
contexto, distintos recursos acompañan el momento de asun-
ción: el recurso económico en Kirchner, el recurso militar en
Chávez y el recurso estatal (tse) en Correa. Si bien la secuencia
de la emergencia cambia también según los casos, en general
tienden a incorporar los recursos parlamentario, federal, judi-
cial y social. En la consolidación, los tres presidentes compar-
ten los recursos electoral y económico, más allá de que éste
haya estado, o no, previamente. A su vez, diferentes recursos
poseen más relevancia para reforzar al pd según el contexto,
las instituciones y los actores de peso en cada escenario: las
fuerzas armadas con Chávez; el sindicalismo, el federalismo,
el Senado y el partido justicialista con Kirchner, y los poderes
Judicial, Parlamentario y Comunicacional con Correa.
Los pd tienen la habilidad de convertir aquello que cons-
tituye un problema de las democracias en las cuales surgen,
la fragmentación y debilidad partidaria, en una fortaleza a su
favor, pues no todos los presidentes que emergen como resul-
tado de la fragmentación llegan a ser dominantes (primera
lección). Los tres presidentes emergen y se consolidan como
dominantes debido a las ventajas que confiere el manejo del
poder estatal por sobre la oposición. De ahí la importancia
de la alternancia para evitar desvíos autoritarios (segunda lec-
ción). En la emergencia, la oposición contó con “alternativas

156
históricamente suprimidas” que pudieron haber debilitado las
oportunidades presidenciales para alcanzar la dominancia. Es-
tas posibilidades se debilitan cuando el presidente consolida su
dominancia (tercera lección). Todos los presidentes estudiados
requieren los recursos ciudadano (de popularidad o electoral)
y económico para convertirse en dominantes (cuarta lección).
Los tres dieron señales claras de su propuesta política, Chávez
y Correa desde sus campañas y Kirchner como gobernador
de una provincia argentina. Por tanto, a nadie pudo tomar
desprevenido, y sobre todo a la oposición, el camino que luego
recorrieron (quinta lección). Al buscar estabilizar y perpetuar
su poder a través de la creación o el abuso de reglas capaces de
permitir el ejercicio personalizado y concentrado de su poder,
los tres mandatarios procuran institucionalizar un modelo de
liderazgo capaz de condensar, en la figura del presidente, un
modelo de democracia (sexta lección).

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160
La sociedad civil y la evolución
del autoritarismo venezolano*

Luis Gómez Calcaño

E l régimen venezolano actual ha sido considerado como


un autoritarismo electoral o competitivo (Levitsky y Way,
2002, 2010; Linz y Stepan, 1996; Schedler, 2002, 2010).1
Dicho régimen, tras unos comienzos difíciles, logró, a partir
de 2004, un alto grado de apoyo electoral y de masas. Ayu-
dándose de un auge petrolero sin precedentes, el liderazgo de
Hugo Chávez se consolidó, pero su desaparición en 2013 y la
debilidad de su relevo comenzaron a erosionar la legitimidad
del gobierno. La caída de los precios petroleros desde 2014
impactó fuertemente a una economía dependiente de las im-
portaciones, sin reservas para enfrentarla.

* Este capítulo es una versión revisada y actualizada del artículo “La


sociedad civil en Venezuela: ¿de la participacion a la resistencia civil?”,
publicado en IX Lectura sociológica de la Venezuela actual, Caracas: Uni-
versidad Católica Andrés Bello, 2015, 59-92.
1
Algunos de estos diagnósticos son los de Arenas (2010), Jiménez Mon-
salve (2012), Gómez Calcaño y Arenas (2012), Brandler (2013), Alarcón y
Álvarez (2014), Chaguaceda y Puerta (2015), entre otros.

161
La disminución del caudal electoral del chavismo, manifes-
tada en las elecciones parlamentarias de 2015, puso en peligro
el carácter electoral del régimen autoritario, ya que el riesgo de
perder el poder por esa vía, si se realizaran elecciones libres y
limpias, era casi una certeza. Por ello, el partido de gobierno
que controla todos los poderes públicos menos el legislativo
impidió tanto la acción de la Asamblea Nacional controla-
da por la oposición, como la realización de un referéndum
revocatorio o las elecciones para gobernadores, procesos que
deberían realizarse en 2016, posponiendo estas últimas para
octubre de 2017.
Las acciones desarrolladas con este fin, que incluyen la anu-
lación de las leyes aprobadas por la Asamblea, la limitación de
sus poderes de interpelación e investigación, la anulación
del mandato de tres diputados, la persecución de numerosos
dirigentes opositores o las tácticas dilatorias para evitar la rea-
lización del referéndum revocatorio y la entrega de amplios
poderes al sector militar, muestran un claro patrón de intensi-
ficación del carácter autoritario del régimen, que lo ha llevado
a convertirse en un autoritarismo pleno, al actuar cada día más
abiertamente al margen de la Constitución y del respeto a la
división de los poderes. Por su parte, la oposición, agrupada en
la plataforma “Mesa de Unidad Democrática”, aunque cuenta
con los votos potenciales para ganar cualquier elección limpia,
no ha logrado que se respeten las disposiciones constituciona-
les y legales que le permitirían acceder al poder e iniciar los
cambios que ha propuesto al país. Aunque el autoritarismo
electoral ha perdido sustentación, ello no se traduce necesaria-
mente en una transición hacia la democracia, ya que el con-
trol de las instituciones, especialmente el respaldo de la Fuerza
Armada, ha logrado frenar parcialmente las diversas estrate-
gias utilizadas por la oposición, aunque no ha podido evitar

162
su avance electoral y su creciente apoyo en la opinión pública
(Alarcón, Álvarez e Hidalgo, 2016).
Ante este equilibrio de fuerzas, en el que la legitimidad
electoral es contrarrestada por el control de la coerción, los
opositores han llegado más allá de las estrategias puramente
electorales para buscar su legitimidad y respaldo activo en la
sociedad. Presencia que no es nueva, ni se debe exclusivamente
a la coyuntura crítica, sino a una característica permanente
de la lucha por el poder en Venezuela, especialmente desde el
intento del régimen chavista por implantar la hegemonía de su
proyecto en la sociedad venezolana como un todo y no sólo en
las estructuras políticas.
El proyecto chavista, bautizado desde 2005 como “socia-
lismo del siglo xxi”, pretende una reorganización profunda
de la sociedad, a la que caracteriza como “revolución”, por
lo que nunca ocultó su ambición de crear, además de nuevas
estructuras jurídicas y políticas, otras formas de producción,
distribución y consumo, nuevas correlaciones de fuerza entre
Estado, capital y trabajadores y, a largo plazo, la creación de
un “hombre nuevo” que forme parte de un pueblo unificado
(Arenas, 2015). Para lograr estos ambiciosos objetivos, se plan-
teó desde sus inicios una redefinición de las organizaciones in-
termedias entre el Estado y la sociedad. Partiendo del supuesto
de que esas organizaciones eran controladas por los partidos
hegemónicos del régimen anterior y por la “oligarquía”, ensayó
diversas formas para desplazarlas y sustituirlas por una nue-
va articulación, dirigida a conformar vastas redes sociales en
todos los campos, bajo el control y la supervisión del Estado
y estrechamente relacionadas con el partido gubernamental.
A pesar de un lenguaje que enfatiza la participación popular
como medio de superación de la democracia representativa, las
formas organizativas ensayadas por el régimen están rodeadas
de un aparato de leyes y reglamentos que hace depender su

163
existencia del reconocimiento del Estado y del partido, co-
piando esquemas ensayados y perfeccionados en el socialismo
burocrático autoritario del siglo xx.
Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en la mayoría de
los casos, en las cuales la sustitución de las organizaciones ci-
viles autónomas por otras convertidas en “correas de trans-
misión” de las órdenes del partido, se produjo en un breve
plazo (Fejtö, 1952; Finkel, 2007, Applebaum, 2012) el carác-
ter híbrido del régimen chavista, el cual impidió realizar esta
tarea con la rapidez y profundidad de otros casos. Aunque el
modelo de control se ha ido perfeccionando y ha desarrollado
instrumentos legislativos y de coerción, no ha podido aniqui-
lar a la sociedad civil.
El “socialismo del siglo xxi” pretende controlar, dirigir y
supervisar el conjunto de la vida económica y social; a tal fin,
el Estado ha ido ampliando su esfera de acción en lo económi-
co, intensificando su control sobre los más diversos sectores.
Si bien no se ha planteado la expropiación completa de los
capitales privados, se les rodea de regulaciones cada vez más
intensas que estrechan sus márgenes de decisión hasta el punto
de convertir la propiedad formal en un poder casi irrelevante,
frente a la capacidad de presión e intervención del Estado.
En lo político, se plantea la construcción de una nueva
hegemonía, entendida como la naturalización del modo de
vida “socialista” hasta el punto de excluir del debate cualquier
proyecto de sociedad alternativo. Pero, dado que el régimen
valora la legitimidad que le otorga su origen electoral y el fun-
cionamiento formal de las instituciones republicanas, necesita
tolerar la existencia de una oposición política y de algunas or-
ganizaciones sociales autónomas, a las que, tal como al sector
privado, se les rodea de un entramado legal para limitar su ac-
ción y se les estigmatiza como ajenos a la voluntad mayoritaria
de la población. Esta tensión entre fines y medios se traduce

164
en intentos de utilizar las instituciones y, especialmente, los
poderes públicos, como agentes del proyecto para acelerar al
máximo su implantación irreversible, pero legitimando esa
utilización en nombre de la voluntad mayoritaria.
En la coyuntura actual, el papel de los ciudadanos de base
puede inclinar la balanza hacia uno u otro de los escenarios.
Estos ciudadanos no necesariamente están organizados por los
partidos ni por la sociedad civil. Aunque el partido gobernan-
te, psuv, cuenta formalmente con varios millones de militan-
tes, es difícil distinguir cuántos de ellos lo son por convicción
y cuáles por motivos utilitarios. Se estima que los partidos
opositores tienen menos militantes que el psuv. Esta escasa
penetración de los partidos en la población les impide tener
aparatos masivos, capaces de amplias movilizaciones.
Aunque la sociedad civil venezolana ha sido tradicional-
mente considerada como débil y subordinada a los partidos
políticos, su resiliencia frente a los mecanismos aplicados por
el Estado para someterla muestra que sus organizaciones han
movilizado recursos para garantizar su existencia autónoma y
resistir los intentos de control. Sin embargo, esta supervivencia
también se debe, en parte, a que el régimen sólo ha aplicado
parcial y gradualmente los instrumentos de control y represión
de los que dispone, lo que forma parte de la necesidad de los
regímenes autoritarios electorales de disimular su carácter; una
radicalización del carácter autoritario del Estado le permitiría
aplicar esos instrumentos en forma rápida y devastadora. Es
por ello que se puede caracterizar la relación entre el Estado y
la sociedad civil en los últimos años como una carrera contra
el tiempo: el primero va avanzando gradualmente hacia su fin
de crear una pseudo sociedad civil a su servicio, mientras que
las organizaciones resisten a la espera de un cambio que les
permita sobrevivir y crecer sin amenazas. La coyuntura socio-
política parece acercarse a un momento decisivo, en el cual la

165
balanza puede inclinarse en una dirección u otra (Chaguaceda
y Puerta, 2015; Alarcón, Álvarez e Hidalgo, 2016). Las expe-
riencias de la sociedad civil en los últimos años pueden aportar
lecciones para ambos escenarios.

Antecedentes

En el régimen liberal democrático que se inició en Venezuela


desde 1958, las organizaciones sociales eran reconocidas como
actores legítimos, aunque algunas, como los sindicatos, per-
manecían subordinadas a los principales partidos políticos.
Con el auge de la expresión “sociedad civil”, desde fines de la
década de los setenta se va normalizando su uso, aunque con
diversas interpretaciones sobre su estructura, funciones y legi-
timidad (Salamanca, 2003). Para las corrientes influenciadas
por el pensamiento gramsciano, la sociedad civil, ligada en el
capitalismo a la legitimación del orden, estaría destinada, por
medio de la lucha ideológica y cultural, a formar parte del
bloque histórico o Estado integral (Pereyra, 1988), que debía
sustituir a la hegemonía del capital por la de los trabajadores
para construir un socialismo preferiblemente democrático.
Este tipo de concepción, cuyo principal exponente en Ve-
nezuela fue el partido Movimiento al Socialismo (mas), fue
perdiendo vigencia en la medida en que esa organización fra-
casó en su proyecto de convertirse en una alternativa a la do-
minación alternada de Acción Democrática y Copei, pero ha
sido retomada con un sesgo crecientemente autoritario por el
régimen chavista, en la medida en que la hegemonía, lejos de
ser el producto de un largo proceso histórico de cambio cul-
tural y sociopolítico, se convierte en la imposición sistemática
de la ideología del régimen por la vía de la saturación de los
medios de comunicación, la educación y otros mecanismos
socializadores, al tiempo que se excluye de esos ámbitos a los

166
discursos alternativos, considerados como instrumentos de los
enemigos de la revolución (Bisbal, 2009). La interpretación
liberal, por su parte, tenía un sesgo fuertemente antiestatista,
ligado a la necesidad de liberar a la sociedad de la excesiva ex-
tensión e intervención del Estado en la vida social. Esta crítica
se extendió a los partidos políticos, considerados como porta-
dores de una mentalidad estatista y populista, cuya fuente de
sustento y legitimidad era el ejercicio de políticas clientelistas
financiadas por la renta petrolera (Grupo Roraima, 1987). Es-
tas dos concepciones de la sociedad civil se han venido enfren-
tando desde los inicios del gobierno de Chávez, y aunque el
uso del término ha sido desplazado en el discurso chavista por
el de la noción de “pueblo”, no se abandona totalmente la idea
de una sociedad civil articulada orgánicamente al Estado.2 Por
su parte, la idea de una sociedad civil antiestatista tiende a pre-
dominar en los partidos y grupos de la oposición, casi como
un sentido común que tiende a confundir sociedad civil con
sociedad a secas.
No obstante, esta contraposición no abarca todo el campo
de la sociedad civil en Venezuela, ya que hay un amplio sector,
formado por organizaciones de defensa de los derechos hu-
manos y de las minorías, de apoyo a la educación, la salud, la
cultura y el desarrollo comunitario, que ha tratado de resistirse
a la polarización sociopolítica. Aunque la actitud hegemónica
del régimen tiende a empujarlas hacia el polo opositor, ellas
hacen esfuerzos para ser conocidas por su acción concreta,
más que por la identificación política o ideológica.

2
Chávez identificó al poder popular como la nueva identidad de la
sociedad civil: “Ahora, un Estado socialista es aquel que se subordina a los
intereses y al mandato de la nueva sociedad civil, lo público, más común-
mente llamado, prefiero llamarlo, más que sociedad civil el Poder Popular,
insisto en el concepto” (Chávez, 2007).

167
El paso de una relación entre Estado y sociedad, basada en
los principios de autonomía y libertad de los ciudadanos y sus
organizaciones a una apoyada en la articulación orgánica entre
ellos y el Estado requirió, desde los orígenes del régimen cha-
vista, debilitar a las principales organizaciones corporativas:
gremios empresariales y sindicatos. Éstas, por su parte, bus-
caron aliarse con los partidos y otros grupos opositores para
resistir la estrategia gubernamental.
La principal federación empresarial del país, Fedecámaras,
había logrado mantener un cierto grado de independencia, en
la medida en que el régimen democrático liberal imponía una
relativa autolimitación al poder económico del Estado (Are-
nas, 2005). En los años iniciales del régimen chavista, la or-
ganización fue uno de los protagonistas del conflicto político.
Gradualmente, el gobierno promovió gremios paralelos, desti-
nados a convertirse en interlocutores privilegiados y receptores
de dádivas oficiales, a cambio de su lealtad al proceso revolu-
cionario. La estrecha dependencia de estos gremios hacia el
Estado indica, según Arenas, el surgimiento de una tendencia
al corporativismo, que vendría a sustituir al semicorporativis-
mo societal del modelo hegemónico anterior (Arenas, 2005:
363-365). Sin embargo, no se logró debilitar la legitimidad de
Fedecámaras entre los empresarios y algunas de las organiza-
ciones paralelas fueron marginadas o sustituidas por otras.
La dependencia cada vez mayor del sector productivo res-
pecto al Estado y la permanente desconfianza ante los em-
presarios hacen difícil establecer procesos de concertación con
Fedecámaras. No obstante, hay importantes cámaras secto-
riales que mantienen relaciones más fluidas con el Estado, ya
que en actividades como el petróleo es indispensable la coo-
peración entre los sectores público y privado. Paralelamente,
ciertos empresarios han establecido relaciones privilegiadas
con el Estado, que les han permitido generar nuevos grupos

168
económicos que constituyen la llamada “boliburguesía” (Ál-
varez, 2008).
Los sindicatos, especialmente la Confederación de Traba-
jadores de Venezuela (ctv), fueron uno de los pilares del régi-
men iniciado en 1958, pero gradualmente se convirtieron en
aparatos burocráticos distanciados de sus bases. La estrategia
del chavismo para dominar el movimiento laboral y sustituirlo
por una burocracia sindical subordinada incluye el control de
las elecciones sindicales por el Consejo Nacional Electoral, la
creación de sindicatos, centrales paralelas y organismos para-
sindicales como los consejos de trabajadores, las patrullas y las
milicias socialistas (Iranzo, 2011: 19-23). Después de varios
intentos fallidos, se constituyó en 2012 la Central Socialis-
ta Bolivariana de Trabajadores. En contrapartida, varias or-
ganizaciones de diverso origen han tratado de recomponer al
sindicalismo como actor autónomo, creando la “Unidad de
acción sindical y gremial” (uasg, 2016). Las organizaciones
sindicales oficialistas, con el respaldo del Estado, han termi-
nado por controlar los sindicatos más importantes del sector
público. Sin embargo, sus acciones y su liderazgo tienden a ser
inestables.
Los conflictos y elecciones sindicales han generado tensio-
nes entre la defensa de los derechos de los trabajadores y la
necesidad del gobierno y su cúpula sindical de intensificar el
control sobre todos los procesos sociales. Por otra parte, el ré-
gimen fue más eficiente para terminar con instituciones exis-
tentes que para construir otras nuevas, lo que generó caos en
lugar de orden. La atomización y desinstitucionalización del
movimiento sindical produjo la formación de “mafias” que
controlan los empleos, venden los puestos de trabajo y resuel-
ven sus diferencias recurriendo al asesinato. En síntesis, el mo-
vimiento sindical, que fue en décadas anteriores uno de los

169
actores más poderosos de la sociedad civil venezolana, vive un
momento de extrema dispersión y debilidad (Díaz, 2009).
El mundo de las organizaciones no corporativas es diverso
y complejo; algunas defienden derechos específicos, mientras
que otras inciden en temas más generales pero no pretenden
representar en forma exclusiva a determinados sectores. Un
ejemplo de ello es el de las organizaciones de Derechos Huma-
nos.3 Un estudio sobre la participación mostró que 23.4% de
los encuestados son miembros activos de alguna organización,
predominando las religiosas con 15.7%; las deportivas o de
ocio con 7.6%; las artísticas, musicales o educativas con 4% y
las de consumidores con 0.5% (tomando en cuenta la partici-
pación simultánea en varias organizaciones).
En las organizaciones definidas como “políticas”, la parti-
cipación sólo alcanza 13.6% en su conjunto, destacándose los
partidos políticos con 7.8%, los sindicatos con 2.1% y las or-
ganizaciones medioambientales con 1.4%.4 (Sinergia-Civicus,
2010: 19). El estudio muestra que la sociedad civil en Vene-
zuela no está formada por grandes organizaciones masivas y
centralizadas, que representen directamente a sectores de la
sociedad, sino por organizaciones voluntarias que reúnen a sus
asociados por una comunidad de intereses y fines sociales o
políticos.
La influencia de una organización sobre su entorno o sobre
las políticas públicas no depende necesariamente de su mag-
nitud, sino del grado de identificación con sus fines que logre

3
Según Salamanca (2003), “Lo que define a la sociedad civil es la
participación, no la representación”.
4
Aunque, en sentido estricto, no consideramos a los partidos políticos
como parte de la sociedad civil, la inclusión de ellos en el estudio mencio-
nado también es defendible en términos teóricos.

170
despertar en la población. Un ejemplo de esta desproporción es
la importancia política que han adquirido las organizaciones
defensoras de derechos humanos que, en términos cuantitati-
vos, ni siquiera alcanzan un porcentaje suficiente para apare-
cer en la clasificación, pero que han logrado hacerse presentes
en la agenda de las políticas públicas. En este sentido, ejercen
“actividades de representación” (Gurza et al., 2005) ya que
practican varias formas de “representación asumida”, como las
relaciones de proximidad, la prestación de servicios a grupos
de sectores o ciudadanos (como las víctimas de violaciones a
sus derechos humanos, civiles o políticos), la mediación entre
individuos o grupos sin representación y el Estado u otras ins-
tituciones políticas y sociales, o las vinculaciones de semejanza
o identidad con determinados grupos sociales, etnias o mi-
norías. Este sector heterogéneo de la sociedad civil se agrupa
en redes para potenciar su influencia; algunas por afinidad de
objetivos, como las de organizaciones de Derechos Humanos,
las dedicadas a temas ambientales, las de género o las de sa-
lud; otras, como Sinergia, alrededor de temas más generales,
como la defensa de los principios democráticos y el ejercicio de
los derechos ciudadanos (Cartaya, 2013). La asociación Civilis
(s/f) identifica en su página Web 28 redes de asociaciones, que
abarcan diversos espacios de actuación.
En el marco del proyecto hegemónico del socialismo del
siglo xxi, la existencia de organizaciones autónomas plantea
una disonancia: no pueden ser simplemente disueltas, ya que
esto haría más visible la afinidad del modelo con el socialismo
totalitario, pero su presencia debilita el propósito de hegemo-
nizar a la sociedad bajo el manto de un pensamiento “socialis-
ta” uniforme. La estrategia para debilitarlas implica redefinir
el campo de la sociedad civil, dividiéndolo en uno “popular” y
nacional, identificado con el proyecto socialista y otro “oposi-
tor” y manipulado por los centros del capitalismo mundial.

171
Se trata de acorralar a las organizaciones que intentan de
mantener su autonomía para que acepten subordinarse al pro-
yecto hegemónico, o se integren al campo opositor, caso en
el cual serán objeto de restricciones y persecuciones tales que
las pueden llevar a desaparecer. El control de todas las ramas
del poder público ha puesto en manos del proyecto chavista
varios instrumentos para el logro de esta estrategia: legislación
restrictiva, decisiones judiciales y políticas públicas dirigidas
desde el Ejecutivo. La asociación Civilis ha seguido el proceso
de construcción de estos instrumentos, que muestran una no-
table coherencia en su intención de restringir la autonomía y la
libertad de acción de las organizaciones de la sociedad civil.
Así, en primer lugar, algunas sentencias del Tribunal Su-
premo de Justicia cuestionaron la representatividad y legiti-
midad de las ong. El origen de estas sentencias está en que la
Constitución de 1999 reconoce en varios de sus artículos
la existenciade la sociedad civil y prevé que ella participe en la
formación de algunos poderes. El artículo 296 establece que
tres de los miembros del Consejo Nacional Electoral serán
postulados por la sociedad civil, pero no aclara qué entiende
por ella ni especifica el procedimiento para su postulación.
Ante un reclamo contra la forma en que se constituyó el Con-
sejo en el año 2000, alegando que sólo se había consultado a
una parte de la sociedad civil excluyendo a otras, se produjo
la sentencia N° 656 de la Sala Constitucional del tsj, del 30
de junio de 2000. Dicha sentencia, alegando la ausencia de
leyes que definieran “quiénes conforman la sociedad civil y
cómo ella hará la escogencia de quienes la representen” trató
de definir a la sociedad civil en términos de exclusión más
que de inclusión, ya que consideró que no sólo debía excluir
a los partidos políticos, sino cumplir con algunos requisitos
adicionales:

172
Es más, la sociedad civil debe ser representada por instituciones
transparentes en cuanto a sus objetivos y su permanencia en el
tiempo en relación con esos objetivos, impidiéndose tal repre-
sentación a grupos advenedizos o a asociaciones o sociedades
civiles que esporádicamente vienen a actuar en la vida con fines
muy precisos, como los electorales, así como a individualidades
que se autopostulan, ya que al así hacerlo denotan carecer de
respaldo colectivo. Los representantes de la sociedad civil son
asociaciones, grupos e instituciones venezolanas (sin subsidio
externo) que por su objeto, permanencia, número de miembros
o afiliados y actividad continua, han venido trabajando desde
diversos ángulos de esa sociedad, para lograr para ésta una mejor
calidad de vida, desligadas del gobierno y de los partidos políti-
cos (Tribunal Supremo de Justicia, 2000a).

En esta sentencia se prefiguran algunos de los argumentos que


serían utilizados para formular leyes y políticas restrictivas de
la acción de la sociedad civil. Al excluir los “grupos advene-
dizos” y exigir que las organizaciones sean consideradas por
su número de miembros o afiliados, asoma una concepción
corporativa de la sociedad civil, que excluye a los movimientos
sociales que se organizan alrededor de coyunturas críticas o
necesidades urgentes y remite la legitimidad a la cantidad de
miembros, lo cual sólo es aplicable a ciertos tipos de organi-
zaciones, como los gremios y los sindicatos y no a muchas
asociaciones voluntarias, cuya legitimidad se basa en otros cri-
terios. El requerimiento adicional de no tener subsidio externo
sienta las bases para deslegitimar a una serie de organizaciones,
como las defensoras de los Derechos Humanos, que muchas
veces necesitan recurrir a la ayuda externa para cumplir sus
funciones.
Otra sentencia de la Sala Constitucional dibuja todavía
más claramente la forma en que los juristas del régimen consi-
deran como inaceptables y generadoras de caos, actividades de

173
las ong que en un país democrático forman parte de su rutina
cotidiana, como hacer peticiones, solicitar información a los
organismos del Estado, o incluso difundir sus ideas y proposi-
ciones en la opinión pública:

La función pública se haría caótica, si cualquier asociación o


grupo de personas, arrogándose la representación de la ciudada-
nía o de la sociedad civil, pretendiere fuese consultada antes de
la toma de cualquier decisión; o exigiere de los poderes del Poder
Público la entrega de documentos, datos o informaciones sin
que la ley los faculte para ello; o quisiera ingresar a dependencias
del Estado a indagar sobre lo que allá acontece sin que ninguna
disposición legal se lo permita. Tal situación caótica se acentua-
ría si estos entes, mediante el uso de los medios de comunica-
ción, tratasen de formar matrices de opinión pública favorables
a sus pretensiones cuando ellas carecen de fundamento legal.
De allí que se hace impermitible para el desarrollo de los de-
rechos de tales organizaciones ciudadanas que la ley establezca
los requisitos y condiciones a cumplir para que puedan ser con-
siderados representantes de la sociedad civil y de la ciudadanía
[…] mientras otras leyes especiales, o una general, no regulen
tal situación. Queda a juicio de esta Sala, teniendo en cuenta su
trayectoria y continuidad en sus objetivos en la materia donde
pretenden actuar, calificar la legitimación activa, cuando dichos
entes obren a nombre de la sociedad civil, la ciudadanía, o de las
organizaciones no gubernamentales, y así se declara (Tribunal
Supremo de Justicia, 2000b).

Queda de esa forma la legitimidad de cada organización de la


sociedad civil sujeta al criterio del tsj, a ser emitido en cada
caso, con lo que ello implica de arbitrariedad y sesgo político.
Dado que en los años subsiguientes no se ha dictado una ley
específica que aclare el status de legitimidad y representati-
vidad de la sociedad civil, la posibilidad de actuar en justicia

174
para una ong estará sometida al riesgo del desconocimiento
de su legitimidad como actor. Pero estas sentencias sólo fueron
un primer paso, que sería complementado con un numeroso
conjunto de leyes restrictivas.
El documento de Civilis sintetiza ese conjunto de leyes:

(a) la Ley de Seguridad de la Nación de 2002 que penaliza


cualquier actividad que pueda perturbar el orden en Zonas
de Seguridad; (b) la Ley de Defensa de la Soberanía Política y
Autodeterminación Nacional de 2010, que puede calificar como
actos “desestabilizadores e insurreccionales contra el Estado” el
hecho de recibir financiamiento internacional o invitar al país a
extranjeros que puedan expresar opiniones críticas a las institu-
ciones de gobierno”; (c) la Ley del Consejo Federal de Gobierno
y su Reglamento, Ley Orgánica del Poder Popular, Ley de los
Consejos Comunales, Ley de las Comunas y Ley del Sistema
Económico Comunal de los años 2009 y 2010, que excluyen a
organizaciones autónomas de los asuntos públicos; (d) la reforma
a la Ley de Partidos Políticos, Reuniones Públicas y Manifesta-
ciones de 2010, la cual atribuye competencia a gobernadores y
alcaldes para prohibir discrecionalmente sitios donde no podrán
realizarse reuniones públicas o manifestaciones; (f) la Ley con-
tra la Delincuencia Organizada y Financiamiento al Terrorismo
de 2012, la cual tiene carácter penal y tipifica de manera ambi-
gua los delitos de actos terroristas, financiamiento al terrorismo
y delincuencia organizada; (g) la Ley de Alistamiento y Registro
para la Defensa Integral de la Nación de 2014, que obliga a to-
das las asociaciones civiles, así como todo ente con personalidad
jurídica, a registrarse en el órgano militar correspondiente para
cumplir tareas de servicio civil; (h) la reforma a la Ley Orgá-
nica de Seguridad de la Nación de 2014, que crea el Sistema
Popular de Protección de la Paz-sppp (denominado sp3), como
el mecanismo de trabajo de las comunidades organizadas con la
Fuerza Armada Nacional Bolivariana (fanb), la Milicia Nacio-
nal Bolivariana, los sistemas de inteligencia y contrainteligencia

175
de cada componente y el Servicio Bolivariano de Inteligencia
Nacional (sebin); y, finalmente, aun cuando no tiene carácter de
ley pero representa una de las normas más severas, (i) la Reso-
lución 008610 de 2015, en la que se establecen Normas sobre la
actuación de la Fuerza Armada Nacional en Funciones de Con-
trol Público, Paz Social y Convivencia Ciudadana en Reuniones
Públicas y Manifestaciones.5

La estrategia para crear un sucedáneo de sociedad civil co-


mienza por dividirla en dos polos enfrentados: uno que trata
de mantener su autonomía y otro creado o estimulado por el
régimen, que se fusiona cada vez más con el partido oficial y
con el Estado para formar un bloque sociopolítico cerrado.
El fortalecimiento de este bloque hegemónico exige ignorar
o atacar a las organizaciones que no acepten subordinársele.
Aunque los ataques y descalificaciones a las osc se han pro-
ducido en todos los ámbitos, ellos son especialmente graves
cuando se trata de las organizaciones de defensa de los Dere-
chos Humanos. Es precisamente contra estas organizaciones
que se han producido numerosos ataques jurídicos, mediáticos
y físicos en los últimos años, lo que indica una intención de
limitar su capacidad de acción, su autonomía y su efectividad
para lograr sus fines (Cofavic, 2011).
Esta actitud culminó con la salida de Venezuela del ámbito
de actuación de la Comisión Interamericana de los Derechos
Humanos, que significó un golpe a la vigencia de esos dere-
chos en el país (Alonso, 2012). Un informe presentado por
17 organizaciones a dicha Comisión en 2015 describe: “una
política de estigmatización, intimidación y represalias contra

5
Para facilitar la lectura no hemos incluido las referencias específicas de
cada ley, pero ellas pueden consultarse en Civilis (2016).

176
defensores de derechos humanos, por documentar, denunciar,
asistir a las víctimas y cooperar con los sistemas internaciona-
les de protección. Esta política incluye a defensores y organiza-
ciones de derechos humanos, activistas, periodistas, abogados
y líderes sindicales de diversas regiones del país.” (Estigmatiza-
ción, 2015). Situaciones semejantes se han producido en otros
ámbitos de acción, lo que evidencia una estrategia sistemática
de acorralamiento y asfixia de las organizaciones civiles autó-
nomas. Sin embargo, el discurso oficial, repetido por medios
y analistas nacionales e internacionales, intenta convencer de
que en Venezuela se ha dado un auge de la participación ciu-
dadana, especialmente entre los sectores populares. ¿Cuáles
son las características de esas formas de participación?
Las organizaciones creadas por iniciativa gubernamental en
los últimos años corresponden a diversos ámbitos: las más co-
nocidas y promovidas son los consejos comunales y comunas,
como base de una nueva forma de organización del territorio
y de representación política; pero también son importantes
la creación de sindicatos y centrales paralelas, la articulación
de organizaciones de base con el partido de gobierno, psuv
y, finalmente, la constitución de grupos de carácter político-
militar conocidos como “colectivos”.
Las leyes del Poder Popular dibujan un modelo de socie-
dad alternativo al “capitalismo”, que se construiría simultá-
neamente desde lo comunitario, lo económico, lo social y lo
político, para culminar en la esperada fusión entre el Estado,
el partido y un pueblo homogéneo, enmarcado en una trama
de organizaciones diseñadas hasta el detalle para cubrir todos
los aspectos de la vida social. En diciembre de 2010, la Asam-
blea Nacional aprobó un conjunto de leyes destinadas a crear
la arquitectura jurídica del llamado “Estado Comunal”. Una
de las que tienen más impacto potencial es la Ley Orgánica

177
del Poder Popular (2010), ya que proporciona un marco ge-
neral para la aplicación del Proyecto Nacional Simón Bolívar
(2007), destinado, en el mediano plazo, a sustituir las institu-
ciones y hasta la organización territorial del Estado por una
estructura más adecuada a la construcción del socialismo. Un
estudio de la asociación Civilis critica esta ley como restrictiva
de derechos básicos:

violando las garantías de los ciudadanos a una soberanía libre,


universal e intransferible, el Estado sólo reconoce como sobera-
nos –con derecho de asociarse y participar en la vida social– a
quienes formen parte de “expresiones organizativas populares,
consejos de trabajadores y trabajadoras, de campesinos y campe-
sinas, de pescadores y pescadoras y cualquier otra organización
social de base, articulada a una instancia del Poder Popular de-
bidamente reconocida por la Ley y registrada en el Ministerio
con competencia en materia de participación ciudadana”. Estas
instancias son los “Consejos Comunales, Comunas, Ciudades
Comunales, Federaciones Comunales, Confederaciones Comu-
nales y las que, de conformidad con la Constitución, la Ley res-
pectiva y su Reglamento, surjan de la iniciativa popular” (Reyna
y D’Elía, 2011: 4).

La Ley establece como el primero de los fines de estas instan-


cias “construir las bases de la sociedad socialista, democráti-
ca, de derecho y de justicia.” También prevé la transferencia
de competencias desde los “entes político-territoriales hacia
los autogobiernos comunitarios, comunales y los sistemas de
agregación que de los mismos surjan”. Las instancias del Poder
Popular deben trabajar coordinadamente con el Estado para
cumplir los fines del Plan de Desarrollo Económico y Social
(lopp, artículo 7).

178
De esas instancias, la que se ha desarrollado más en térmi-
nos relativos es el Consejo Comunal.6 En sentido estricto, los
consejos comunales, aunque pretenden agregar y articular or-
ganizaciones de base funcionales en determinados territorios
para construir instituciones de autogobierno, no pueden ser
calificados como organizaciones de la sociedad civil, ya que
no son autónomas, puesto que su formación y reconocimiento
están estrechamente regulados por el Estado que puede, con
una simple decisión, decretar su existencia o inexistencia. En
este sentido, representan la concreción del modelo de “socie-
dad civil” anunciado por las sentencias del tsj en el año 2000
(Díaz, 2016).
Uno de los mecanismos utilizados por los regímenes au-
toritarios electorales para consolidar su poder sin eliminar
formalmente los derechos políticos es la intimidación de los
adversarios por vías legales o ilegales (Schedler, 2002, 2010).
Ella se ha venido ejerciendo continuamente en los últimos años,
basándose en la acción de grupos armados irregulares a medio
camino entre las bandas delictivas y las brigadas de choque
político. Estos grupos generalmente no ocultan su identidad
ideológica y política con el gobierno, pero tampoco reconocen
estar subordinados a las cadenas de mando gubernamental,
policial o militar. Aunque han operado con amplia libertad en
el conjunto del territorio, tienen sus bases logísticas en algunos
sectores, como la urbanización “23 de Enero” en Caracas, o
en zonas fronterizas, donde el gobierno tiene amplio apoyo
político y débil presencia de sus fuerzas represivas formales. Su

6
Para un estudio muy completo de los orígenes, desarrollo e implica-
ciones para la democracia participativa de los consejos comunales, véase
Briceño y Maingon (2015). Otros aportes significativos son los de Macha-
do (2009), Maingon (2013) y García Guadilla (2016).

179
actividad como brazo armado del régimen ha sido reconocida
por sus dirigentes (Díaz, 2007; Movimiento Revolucionario
Tupamaro, 2011).
Estos grupos no se han limitado a la amenaza verbal, pues
en los últimos años se han producido numerosos ataques con-
tra medios de comunicación, organizaciones gremiales, ma-
nifestaciones o movilizaciones electorales opositoras y otros
sectores de la sociedad, sin que en la mayoría de los casos se
haya dado un esclarecimiento policial ni judicial acerca de los
autores. (Hernández, 2015; efeusa, 2015). Los grupos utilizan
sus armas como mecanismo de intimidación política, pero a
la vez mantienen complejas relaciones con el mundo de la de-
lincuencia organizada y, en especial, con el tráfico de armas
y drogas (Escalona, 2011). Ello hace que a la fusión entre Es-
tado, partido y sociedad que promueve el régimen se agregue
un nuevo elemento: el de la coerción física, que deja de ser el
monopolio de las fuerzas armadas y policiales para dispersarse
en un aparato armado sin unidad de mando ni control verti-
cal, en la frontera entre lo político y lo delictivo.

Perspectivas: de la participación a la resistencia

El régimen impulsa su estrategia de control total de la sociedad


por cuatro vías: legislación dirigida a limitar la capacidad y el
radio de acción de las organizaciones independientes; uso de
esa legislación para intimidar o perseguir a las organizaciones;
campañas de desprestigio contra ellas para que sean percibi-
das como cuerpos extraños a la comunidad política y agentes
extranjeros y, finalmente, utilización de grupos paramilitares
que ejecutan acciones de intimidación. La necesidad de ace-
lerar este proceso se ha hecho más perentoria en razón de la
creciente pérdida de popularidad y legitimidad del gobierno,
ya que se muestra incapaz de enfrentar la crisis económica y la

180
escasez generalizada. El autoritarismo del régimen se ha acen-
tuado después de la derrota electoral de diciembre de 2015,
manifestándose en una escalada de la represión contra oposi-
tores o ciudadanos que protestan.
Por su parte, las organizaciones autónomas de la sociedad
civil también participan en esta carrera contra el tiempo, tra-
tando de enfrentar en el plano jurídico, mediático y de mo-
vilizaciones el intento por reducirlos a actores irrelevantes y
marginados. Sabiendo que el régimen pretende una acelera-
ción y profundización de la carrera hacia la hegemonía, la gran
mayoría de las organizaciones civiles autónomas, con escasas
excepciones, tiende a coincidir con las posiciones y proyectos
de los partidos de oposición agrupados en la mud; más aún,
algunas de ellas, especializadas en el ámbito de los derechos
políticos, han contribuido al esfuerzo electoral opositor de los
últimos años. El desafío para estas organizaciones sociales está
en articularse a una alternativa política que defienda su dere-
cho a existir, sin que ello implique perder su autonomía como
actores de la sociedad civil.
Sin embargo, la intimidación hacia los posibles donantes
nacionales o extranjeros, la escasez de oportunidades de auto-
financiamiento en un contexto de crisis económica, así como
la propia persecución contra las organizaciones, hace más di-
fícil el reclutamiento y permanencia de sus miembros, por lo
que se han venido combinando para mostrar que el proyecto
de sustituir a la sociedad civil autónoma por una puramente
formal tiene una cierta viabilidad a mediano plazo.
En estas condiciones de debilidad, seguir planteando el de-
recho a participar en la vida pública y a ser reconocidos como
interlocutores válidos por el régimen parece un camino ce-
rrado, ya que éste ha dado innumerables señales de que su
proyecto y visión para la sociedad venezolana es incompatible
con la existencia de una sociedad civil autónoma. Es por ello

181
que, tarde o temprano, las organizaciones de la sociedad que
pretendan mantener su autonomía tendrán que asumir esta
incompatibilidad con el proyecto hegemónico y plantearse
modos de supervivencia que no cuenten con la buena voluntad
ni la disposición al diálogo por parte del Estado.
Este tipo de relación con el poder podría ser calificado
como “resistencia”, entendida como respuesta de una sociedad
o un grupo humano que, a pesar de que no cuenta con los
recursos para efectuar los cambios políticos a los que aspira,
no por ello se adapta pasivamente a las exigencias del poder
existente, sino que, por su actitud de defensa de los principios
que la orientan, trata de mantener en el tiempo su identidad
política, social y cultural. En ese sentido, el hecho de conser-
var el funcionamiento de las organizaciones, aunque sea cada
vez más difícil cumplir sus fines, puede ser considerado un
acto de resistencia; aunque el estilo preferido de los autorita-
rismos competitivos para anular la autonomía de los actores
civiles no es la supresión rápida sino el desgaste, la división, la
penetración y la corrupción de sus organizaciones, el objetivo
es el mismo y una visión estratégica de los líderes civiles debe
contemplar la hipótesis de una supresión creciente de la vida
asociativa autónoma.7
En la Venezuela actual, para las osc el sólo hecho de exis-
tir ya es en sí mismo un desafío al poder; en cierto modo,
existir es resistir. Sin embargo, dado el uso poco riguroso que
se ha dado en el país en los últimos años al término “resis-
tencia”, al que se pretende dar connotaciones cercanas a la

7
La resistencia civil, según Adam Roberts, consiste en “Una gama de
actividades amplias y sostenidas que desafían a un poder, fuerza, política
o régimen específico, cuyos fines son ampliamente compartidos en una
sociedad” (Roberts, 2009: 9). Se trata de una acción de carácter no vio-
lento o no militar.

182
insurrección urbana con miras a cambios políticos profundos
alcanzados en el corto plazo, es necesario profundizar en el
tema, para devolverle al término su connotación de práctica y
actitud de largo plazo, caracterizada más por la firmeza de los
principios y objetivos que por el arrojo momentáneo ante las
fuerzas del orden y por la defensa de las instituciones democrá-
ticas más que por la confianza en líderes mesiánicos. Es cierto
que, en innumerables formas, ya muchas de las organizacio-
nes de la sociedad civil venezolana han venido practicando
formas de resistencia y podría objetarse que hasta ahora han
tenido un éxito muy limitado. Sin embargo, es necesario
tomar en cuenta que, precisamente, una de las características
esenciales de los movimientos de resistencia es su carácter de
largo plazo; ello implica que tienen la oportunidad de apren-
der de sus errores y, sobre todo, de sus impaciencias. Por otra
parte, el desarrollo de una cultura y una práctica de resisten-
cia permiten prever los cambios contextuales e intervenir en
ellos; acciones, movilizaciones y prácticas políticas que en un
momento fueron prematuras, ingenuas o aventureras, en otro
pueden ser las adecuadas; aunque parezcan repeticiones de
errores antiguos, pueden ser en realidad acciones eficaces si
han logrado identificar las oportunidades que otorga el nuevo
contexto.
En síntesis, la experiencia acumulada por los largos años de
lento desarrollo de la sociedad civil venezolana, en un contex-
to de instituciones democráticas imperfectas, le ha permitido
hasta ahora sobrevivir al intento más sistemático y poderoso
por destruirla en toda su historia; pero este resultado sigue
siendo provisional y frágil, por lo que debe renovar sus alian-
zas, sus proyectos y modos de acción para mantener su vigen-
cia en el largo plazo.

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190
Criminalización racista
y la articulación del Estado cubano

Eduardo Luis Espinosa

Introducción.
Otra revuelta contra el centro imperialista

E l presente trabajo pretende reconocer la resistencia al reco-


nocimiento de la criminalización de los afrodescendientes
cubanos como parte de una estática del Estado, para perpe-
tuar el modelo de su articulación con la sociedad civil y otros
actores, modelo que ya quedó tan agotado como las transicio-
nes sociales del siglo xx en América Latina.
Al repensar nuestro subcontinente en estos primeros años
del siglo xxi, constatamos evidentemente –desde cualquiera de
nuestras disciplinas y desde cualquiera de los espacios nacio-
nales analizados– que las sociedades de fines del siglo pasado
“agotaron todas las transiciones predominantes de la centuria
[anterior]: sociedades tradicionales a sociedades modernas, Es-
tados autoritarios a Estados democráticos, sociedades rurales
a sociedades urbanas” (Delich, 2004: 100). Sin embargo, por
dondequiera subsiste la obstinación de quienes se aferran a
conservar modelos societales gastados, a tratar de transustan-
ciarlos en las condiciones del presente siglo. Pienso que ha sido

191
así allí donde perviven los viejos corporativismos en torno a
un Estado que continúa con la capacidad para reunir sociedad
civil, intereses privados, organizaciones sectoriales y sindica-
tos; allí donde se perpetúa un Estado que garantiza la falta
de competencia no sólo en los mercados, sino también en las
movilizaciones, que quedan bajo el monopolio de grupos que
en nombre del Estado se convirtieron en los portavoces de los
derechos y deberes de los ciudadanos. Se trata de países que se
han quedado atorados en las transiciones, y con ello en una
multiforme fronda de fenómenos de rechazo social y cultural
que se espera que se empiecen a superar cuando la transición
concluya.
Por mientras, para esa mentalidad resulta más importante
el mantenimiento del “pacto corporativo” en torno al Esta-
do (Delich, 2004: 88). Y desde ese pacto de “unidad nacio-
nal” “en el interior de la comunidad organizada” afrontar los
problemas de rechazo transicionalmente, con una gran dosis
de improvisación, sin reconocimiento de que esos problemas
fueron creciendo a lo largo del siglo xx frente a una sociedad
y a un Estado que los contempló como menores o en vías de
desaparición, que hoy se reavivan con el hostigamiento de la
pobreza y de los pobres; el desprecio y la falta de oportunida-
des para con los sectores de más bajos ingresos; el racismo, la
xenofobia y el confinamiento socioeconómico de los indígenas
dentro de espacios regionales acotados; el rechazo a los inmi-
grantes y el hostigamiento policial hacia los afrodescendientes,
la vigilancia y persecución de los líderes de movimientos por
los derechos humanos y por derechos ciudadanos; la homofo-
bia y la misoginia.
Una de esas naciones que, ya en la segunda década del siglo
xxi, se le ve estancada en las transiciones del siglo xx, ha sido
Cuba. Con ello, también ha quedado empantanada en sus
acciones hacia los problemas de rechazo, especialmente en

192
su actividad en contra del racismo, particularmente en cuanto
a la falta de una postura y acción positiva para tratar el asunto
de la criminalización de los afrodescendientes:

a) El Estado sigue haciéndose cargo de la actividad antirra-


cista, a través de su partido único (Partido Comunista de
Cuba [pcc]) y sus organizaciones civiles corporativas.1
b) No hay autonomía de la sociedad civil: los grupos con acti-
vidad en favor de la no discriminación hacia los afrodescen-
dientes son corporativos, trabajan bajo los guiones (dados
por el pcc, por la policía política y por el Departamento
de la Seguridad del Estado [dse]) que se trazan desde el
Estado.
c) Los grupos que no se alinean a ese guion son tomados
como facinerosos y sometidos a vigilancia, persecución y
detención. Forman parte del amplio rosario de grupos opo-
sitores, de derechos humanos, de partidos sumergidos por
la represión durante décadas. Perseguidos de conciencia,
presentados por el régimen como delincuentes comunes,
incriminados por escándalo público, asociación ilegal, des-
acato a la autoridad, mercado negro, enriquecimiento ilíci-
to, etcétera.
d) El guion estatal revela una política muy curiosa, que es
parte de la perpetuación del viejo concepto de la “depen-
dencia” en medio del siglo xxi. Es un libreto sencillo: se
proyecta hacia el extranjero el mensaje de que en Cuba hay

1
En uno de los últimos trabajos publicados por el tema, Cleanland
(2017) examina la evolución de una ideología que coloca al Estado como
el único agente de la llamada “armonía racial”. Visto a la distancia de los
años, es algo que ya nos había revelado Moore (1988), cuando examina el
tejido de acciones del Estado para impedir que emergiera cualquier actor
que discutiera el problema racista en Cuba de modo crítico.

193
racismo, que hay una amplia acción para combatirlo, pero
que ese fenómeno se ha visto originado por la influencia
de la globalización y el neoliberalismo sobre la isla, y por
el mantenimiento del embargo de Estados Unidos. Esa
actuación también se hace en medios oficiales o en las pági-
nas web de estos grupos, para sentar la base de una difusión
en el interior del país.

Otra vez se lanza una “revuelta contra el centro” imperialis-


ta. Las construcciones del poder, la “hegemonía” de una cúpu-
la política y militar son indiscutidas. El problema del racismo
cubano viene desde fuera; dentro, sólo las disrupciones de la
articulación nacional son las que causan efectos racistas sobre
la mentalidad de la gente, y después de años en que la única
dirección política del país dejó de tratar ese problema para
atender otros más importantes. El guion revela un Estado que,
en materia racial, revive una vieja “forma de articulación”, mu-
cho más persuasiva cuando se expresa a través de esos grupos
que se conciertan con el referido guion. No es algo propagado
por el propio Estado y por sus medios oficiales, éste hace que
sus portavoces sean los integrantes de los grupos antirracistas.
El Estado se conforma con su papel de ventrílocuo, con
un nivel de certidumbre mayor ante las audiencias, si se toma
en cuenta que quienes hablan por él son artistas, escritores,
intelectuales y académicos. Todos son gente pensante, pero
también tienen estómagos que llenar, familia a la cual enca-
minar en un país en crisis, y aunque sea un mínimo techo
que defender. Se trata de intelectuales orgánicos en una ver-
dadera preocupación material: con un estatus que guardar,
con una articulación muy personal dentro de los tejidos del
poder, con pasaporte que proteger para viajar fuera del país,
con patrocinadores extranjeros que pagan por escuchar el dis-
curso de la “revuelta contra el centro” venido de la periferia

194
y que retroalimentan ese tipo de pensamiento. Muchas ve-
ces esa retroalimentación se lleva a cabo con la visita de esos
patrocinadores externos, para que hablen en los medios na-
cionales del Estado acerca del racismo y de otros problemas
que causa el centro de Cuba sobre la periferia oprimida por el
imperialismo.2
A nivel interior, el peso de la difusión del mensaje de “aque-
llos que saben” –así caracteriza un informante a los intelec-
tuales orgánicos y sus patrocinadores extranjeros–, corre por
cuenta de activistas del partido, de las organizaciones civiles
y maestros locales. Quizá mucho más imbuidos del espíritu
de “revuelta contra el centro” imperialista, por ser personas
a las que les ha faltado un conocimiento difundido por me-
dios independientes y críticos, cuya educación en cuestión de
problemas sociales terminó en la lectura de un comentarista
criollo de Marx, en los discursos de Fidel y en los tabloides de
difusión comunista.
No obstante, en los últimos años han aparecido comuni-
dades y personalidades con inquietudes étnicas; quizá la prin-
cipal sea la que han sufrido los afroamericanos en el devenir
de la revolución.3 Los raperos, bloqueros, artistas y periodistas
independientes, las iniciativas de barrios, etc., todo ello repre-
senta un mundo en los límites del activismo de oposición y de
los grupos de personas orgánicas. Son grupos con un carácter
informal, algunas veces difícil de definir, y son estrictamente

2
Uno de esos medios ha sido la televisión, con un programa llamado
“La Mesa Redonda”.
3
Es interesante cómo esto ha salido a relucir por parte de escritores y
artistas negros que han migrado hacia posiciones estables en el extranjero
y que han encontrado un mínimo de independencia –tal es el caso de
Zurbano (2013) y Acosta (2016)–. Se repite el caso que se dio con otros
intelectuales negros desde la primera década de la revolución.

195
monitoreados por el Departamento de Seguridad del Estado
(dse), quien le encarga a algún activista orgánico que lo “do-
mestique”. De ahí se desprenden datos muy importantes a los
que se hace muy poca referencia cuando se menciona el racis-
mo cubano; uno de ellos es el fenómeno de la criminalización
de los afrodescendientes en la Cuba actual. Los medios oficia-
les, sobre todo los dedicados a la educación y a la historia, no
han decidido abordar el tema, aunque sea solamente de una
manera divulgativa antes de la Revolución. Quizá por ello,
después de 1959, se ha tratado mucho menos este tema.

SOLDADURAS que ocultan

La criminalización del afrocubano está asociada con una ne-


cesidad de ocultamiento. Es un tema difícil de expresar para
muchos de los que han estado comprometidos con esa con-
ciencia de unidad nacional y que han llegado a una entrega
total, a eso que Delich llama el “sincretismo” del Estado con
la sociedad civil, con su concomitante deuda moral con la es-
tructura clasista interna y con la batalla del centro contra la
periferia imperialista (2004: 93).
Una frase de un informante –oficial negro de la policía–
podría representar todo lo que significa el ocultamiento de la
criminalización de los afrocubanos. Yo trataba de animarlo
para que se expresara sobre el asunto, pero rehuía al plantea-
miento, hasta que un día, inesperadamente, me dijo: “Impo-
sible, sería como decir que Maceo era delincuente”. Su rostro
quedó demudado. Su actitud y movimiento se hicieron errá-
ticos; yo me aproximé a él. Pensé por un momento que se
iba a caer. Llegó a estar francamente mareado. Poco tiempo
después me enteré de que ese suceso había tenido lugar en
un mal día de trabajo para él, cuando tuvo un incidente con
otro oficial negro, compañero suyo de labor policial, con quien

196
había discutido a propósito de aquel asunto: “¿Es verdad que
a los negros se les acostumbra a tachar de delincuentes?” Pero,
sea como sea, de ahí en adelante evité el tema con aquel buen
amigo. Sentí que le afectaba mucho.
Para muchos, incluidas las nuevas generaciones dentro de la
isla y los cubanos que han emigrado, hablar de ese aspecto en
particular les resulta embarazoso. Por algún punto de la bio-
grafía de estas personas, sino es que por toda, se nota un sólido
engaste con el Estado. Lo hay en lo que respecta al sujeto, pero
también por cómo han estado comprometidos sus parientes.
Es algo que me dejó claro un joven ejecutivo cubano-ame-
ricano de bajo rango en un banco norteamericano mientras
desayunamos juntos en Miami. Me aclara el compromiso con
sus padres, sus abuelos y con la familia de dos hermanos suyos
que viven en la isla. No sólo es un compromiso de remesas,
sino también un respeto a lo que ellos han sido y un respaldo
a las vidas que llevan en la articulación comunista.
Días después de aquel desayuno, escuchaba por los medios
de Estados Unidos que un escritor y preso político exiliado
había decidido reconciliarse con sus antiguos compañeros de
armas en el ejército y la Seguridad del Estado de Cuba, lugares
fuera de los cuales aquel intelectual de reconocido prestigio
mundial no encontraba mejor sentido para ser y actuar.
Hay una soldadura moral de conciencia colectiva con el
Estado, que es, a la postre, quien se encarga del orden interno,
y, por lo tanto, del control del crimen. Hay una soldadura
nacionalista, que lleva indefectiblemente a una vacilación de
mundología para aceptar la contradicción entre la vivencia
de la nación como “comunidad imaginada” (Anderson, 1991)
y la experiencia racista. Hay una soldadura política con la ar-
ticulación del Estado con la sociedad civil. Se trata de una
soldadura porque ese pacto político, a nivel de la persona y las
pequeñas comunidades de sujetos, se ha producido como una

197
“lealtad total”. A esa articulación se le ha cedido toda la base
de poder independiente de la que se ha dispuesto, porque para
sostenerla se ha entregado trabajo, energía, iniciativas, alterna-
tivas de existencia y la vida misma.
Cuando mi amigo el oficial de policía tenía que reconocer
la existencia de una sociedad y Estado racistas, que acostum-
braba a tildar a los negros de ser antisociales y delincuentes,
sentía que todas esas soldaduras de su vida se aflojaban desde
la conciencia misma del reconocimiento de su condición
de negro en aquel país. Por ello, para expresarlo, recurría a
un símil de algo imposible de pensar: que Maceo, afrodescen-
diente y héroe de la independencia, fuese un delincuente.
Las soldaduras morales, nacionalistas y políticas son ba-
rreras para expresar este asunto. Moralmente, muchos sujetos
individuales y colectivos pequeños (entre los que también hay
afrodescendientes) aceptan lo que se rumora de los negros de
la localidad, en el sentido de una posible inclinación por el
delito. Se puede constatar que entre esos sujetos colocados en
una escala microsocial se da un fenómeno de amplio alcan-
ce colectivo, un consenso del potencial transgresor del negro.
Es más, algunos de estos sujetos, ya lejos de Cuba, evocan su
entorno local por la situación infractora de los afrocubanos
frente a la tentativa de que el Estado sea más duro con ellos.
Simbólicamente hablando, siempre hay una representación
chistosa de la criminalidad del negro; es el tipo de chiste racis-
ta que predomina junto con el humor de tema sexual. Tam-
bién la representación mental coloca al afrodescendiente en un
espacio donde abunda el trato deshonesto entre las personas, la
violación de normas, la vagancia, el vicio y la inclinación por
la mentira y el hurto para poder llevar la vida de manera tan
disipada. Uno de los criterios sobresalientes es que el Estado
debería ser más duro con los negros, obligarlos a trabajar más
y mantenerlos más vigilados. Es una continua apelación en las

198
voces bajas de las localidades hacia el alto y articulador poder
del Estado. He ahí donde empieza una soldadura nacionalista
que sale a flote. Una simbolización de rechazo hacia el afrocu-
bano como un sujeto que no se integra bien a la vida nacional,
entre otras cosas, por esa baja calidad moral que se le atribuye,
de no tener una actitud cooperativa y dentro de las reglas de
buena convivencia. Se traduce en un deseo de tenerlo lejos,
de tenerlo aparte, en otro lugar dentro de los espacios donde se
comparte la vida cotidiana.
Los estudios académicos –pese a sus compromisos con la
política oficialista– han ido sacando de la “zona de silencio”
(Morales, 2013) la problemática del racismo por el lado de un
deseado distanciamiento del negro. Esa discriminación (que es
una aspiración segregacionista) y su consecuente prejuicio han
generado a lo largo de la historia la “ambivalencia socializa-
da”, “zonas negras” de la ciudad separadas de esferas blancas,4
como si fuesen islas aparte en medio del régimen de igualdad
y justicia social. Se ha considerado a lo largo de los siglos –sin
ningún dato fiable– que hay espacios (barrios y zonas), donde
priman las personas afrodescendientes, que son lugares de lo
más bajo y peligroso en la ciudad. Las zonas así simbolizadas
son las que hoy se ven más expuestas al deterioro urbano.
Asimismo, los negros están en desventaja en diferentes
áreas de la vida social: en el poder Ejecutivo y sus aparatos; en
las corporaciones mixtas y los negocios con empresarios ex-
tranjeros; en áreas determinantes del ejército y la inteligencia
nacional; en sectores completos de la academia; en el traba-
jo tecnológico y la cultura; en puntos sensibles de los medios
de comunicación y en la emisión de mensajes; en el cuerpo

4
Un cuadro explicativo que Moreno (1986) rescata de entre la antro-
pología clásica.

199
de convicciones, imágenes e ideas propagadas dentro del sis-
tema nacional de educación y en el marco de la socialización
que desarrollan las llamadas organizaciones de masas. Las in-
vestigaciones en el último cuarto de siglo han determinado
prejuicios muy arraigados en la población, los cuales limitan
la “camaradería horizontal” y añaden tensiones a la vida: evita-
ción de matrimonios interraciales; formas corporales, sociales
y culturales de blanqueamiento; la exclusión de los afrodes-
cendientes en las relaciones interpersonales, a lo que se suma
la cuestión de la criminalización.
Una de las primeras cuestiones que podría quitarle tal peso
nacionalista a este asunto de la criminalización es que ni el
Estado ni sus intelectuales orgánicos han difundido que se
trata de un fenómeno de las Américas que sólo se resuelve
con análisis y soluciones inteligentes, y no con actividad de
inteligencia para reforzar uno de los lados más lóbregos del
nacionalismo cubano y que ha derivado de una representación
colonialista y esclavista de la relación interracial: ver a los ne-
gros como una “masa gastable” propensa a causar desorden si
no se le mantiene vigilada.
La vida “transcultural” de la nación, en tanto “comunidad
imaginada”, subsiste con la “ambivalencia socializada”. Hay
una honda tradición, sin prejuicio y con orgullo, de nombrar al
negro. Pero en su reverso es lo contrario y lo que da sentido
al mecanismo de la criminalización. Una cosa convive con la
otra. Eso es tal como sucedía en Brasil en los años cincuenta
(Wade, 2010: 52-60), y demuestra que no existe el paraíso
de “relaciones cordiales” entre las clasificaciones raciales. Es
algo que la soldadura nacionalista con el Estado se niega a
aceptar, mientras que los hechos le contradicen. No es posible
ver sólo la transculturación, mezcla y sincretismo de la vida
afrocubana en la vida nacional, y en nombre de ese fenómeno

200
justificar la “mano dura con el negro para que no se haga un
delincuente”.
Lo transcultural se expresa en un profundo y secular sen-
tido de igualdad, entre ciudadanos con iguales derechos y de-
beres, que se representan perteneciendo a una misma nación.
Se verifican distintas formas de cooperación y de interacción
para participar en áreas de interés público. Se trata de una
ciudadanía que tiene la convicción de que el origen de nuestra
historia está en una mezcla del componente cultural español
y el africano en una sola tradición nacional. Se tiene la sufi-
ciente instrucción para saber que esa síntesis cultural surgió
en las condiciones del colonialismo y la esclavitud, que fue
necesario luchar por la abolición de la esclavitud, los derechos
civiles de los afrodescendientes y el cese de la violencia racial
y la segregación.
Se puede ubicar en Cuba la población afro con mayor nivel
promedio de educación y salud en América (Sawyer, 2007: 93).
En las esferas laboral, educacional y militar existen las mismas
condiciones básicas sin miramiento de raza. Desde sus oríge-
nes y por su planificación, la ciudad capital está estructurada
para que todos crucen por sus espacios abiertos, también –en
el último medio siglo– para que todos interactúen en los inte-
riores y vestíbulos de los recintos públicos. Eso va acompañado
de muestras de “relaciones cordiales”, a veces muy efusivas.
Especialmente en la capital, la propaganda y las publica-
ciones reflejan, de manera natural, esa vida horizontal. Se pro-
paga la diferencia afrocubana sólo en el terreno del folklore.5
Y para darle cimiento a la articulación del Estado, como el
gran vigilante nacional, el nacionalismo no alienta todas esas

5
Véase más sobre el asunto en Morales (2013).

201
cualidades transculturales para la cooperación y el desarrollo
de una vida menos horizontal, más de ciudadanos. Lo que se
quiere lograr con ello es exponer lo agradecidos y controlados
que deben estar los negros con el Estado, al cual se le entiende
(de esa manera) como un vigilante que no debe descuidar la
fiscalización de los negros.
Ya sabemos que lo que el Estado hace es mantener mitigado
el tema racial; lo conserva bajo una inversión ideológica de que
es un problema generado por la relación libertaria (soberana)
que la periferia –lo que realmente es Cuba– guarda con el
centro –el imperialismo en todas sus formas–. También de-
bemos tener en cuenta el hecho de que no existen sistemáticas
relaciones, estadísticas y censos confiables que den cuenta de
esas desigualdades. En la práctica se trata de negar, obviar,
minimizar o justificar la problemática racial, quedando pen-
dientes las soluciones.

Espacio y criminalización

Las situaciones de criminalización se han naturalizado de


modo espacial. Desde el siglo xix, las transiciones a la econo-
mía industrial han fijado el habitus de focalizar la vigilancia
–incluso de un modo obsesivo– sobre aquellos sectores ima-
ginados como “fuerza muscular” de la nación, pero no inte-
lectual; a los que se les imaginaba parte de la naturaleza y la
barbarie, pero no de la civilización, mucho menos de la in-
dustrialización por la inteligencia y tecnocracia en la que se ve
envuelta. Hay una obsesión por conservarlos dentro de una
fracción del espacio como una “masa gastable” de energía de
la que se podría disponer en cualquier momento, no sólo para
trabajar, igual podría ser para alguna movilización política,
social o militar.

202
La criminalización actúa como una presión para mantener
listo el aporte de esa reserva de energías de la nación. Cualquier
cosa, por pequeña que sea, que pueda indicar una tentativa o
una desviación estimula más la atribución de peligrosidad en
un segmento espacial determinado donde se acota la vigilan-
cia. Las situaciones de criminalización ya constituyen parte
de un horizonte común, de la vida cotidiana en Cuba. El su-
jeto que está en otras categorías por sus rasgos físicos y su piel
blanca, pero que sostiene proximidad con el negro, también es
objeto de dicha discriminación.
Al afrodescendiente se le imagina como si fuese un ser con
un potencial peligroso, que lo puede desatar en una parte de la
ciudad. El racista lo caracteriza siempre desde un punto de vis-
ta geográfico-cultural, cargado de símbolos e interpretaciones
de la condición étnica, atribuida por un lugar de descendencia
y procedencia (Wade, 2010: 16-17) que tiene que ver con el
África subsahariana.
Para explicar la significación de lo anterior, recreo la idea de
Fanon (2009: 21) y Hall (1996: 148ss). Para las operaciones
del sentido, son previamente determinantes los índices loca-
les y los símbolos mundiales. Los primeros mezclan falacias y
saberes acerca del empleo de las denigraciones con las que se re-
bajan el cuerpo y la actividad de señalados afrocubanos en sus
orientaciones por el espacio. Los segundos suponen el dominio
de modelos de la educación y de los medios, especialmente
con los que se rebaja el origen ancestral de quien proviene de
África, en una cadena de sintagmas que relacionan la crimina-
lidad con el salvajismo sexual y parental, con la inferioridad de
estadio social, con el primitivismo de la acción y la tecnología,
con la cercanía del animal y el estado de naturaleza.
Los sintagmas y los signos en los que se difunde el signifi-
cado que se le da al afrodescendiente tienen un cuerpo espa-
cial. El espacio aparece en calidad de sustancia, que se toma

203
para dar sentido, para encauzar la acción de los actores y para
perfeccionar dichos sintagmas que aluden a los rasgos bioló-
gicos asignados al afrodescendiente; esto es, con su alto valor
sensorial fortifican la significación de las representaciones de
la determinación somática, física de la conducta humana (re-
presentaciones ya negadas por la ciencia).
La cuestión espacial nos pone persuasivamente ante los ra-
cializados y los motivos racistas del racializador. Es el ámbito
físico que da localización a la imaginada vida delictiva del ne-
gro: le designa calle conocida, casa y emplazamiento a los actos
indeseables. En cuanto a los efectos de la criminalización, el
espacio se sintetiza en una sustancia que se le relata desde una
posición racista como si fuese algo parecido a instalaciones ri-
cas en medios y materias, y a emplazamientos poveras. Esas fá-
bulas dan cuerpo sintáctico a la localización en que se le sitúa
al afrodescendiente para hacerlo un criminal; para conferirle
un espacio donde él es un sujeto que destila olores y sabores
irritantes, texturas, colores y fondos para provocar rechazo,
sensaciones auditivas con las que uno puede sentirse violen-
tado, excitaciones y corporalidades con las que el racializador
siente incomodidad o desasosiego. El rincón, la profundidad
ciega, la oquedad insondable, el escondite, un punto volátil o
un paisaje fuera del ojo escrutador son oscuridades de donde
se cree que sale el negro. Ese espacio físico queda significado
por las leyendas que estigmatizan al negro; donde acude el ra-
cializado criminalizado se trueca en escena simbólica. Se crea
la presunción del círculo que sirve para el arribo, la reunión
y la circulación de maleantes. Es la expansión de los recorridos,
los puntos y la ocupación no sólo por los pasos, sino también
por las voces. Unos y otros amenazantes y escandalosos para
invadir la esfera de los dinamismos y sonidos que se conside-
ran blancos, y, por lo tanto, son catalogados como quietos y
pacíficos.

204
La mítica para la criminalización empieza en los estereo-
tipos envueltos en locuciones muy cortas, formas ocurren-
tes, decires populares y voces con tono de confianza. Son
ilustraciones sencillas y progresan hacia lo descriptivo. Su
fuerza enunciativa es indicial para señalar al negro de modo
inequívoco en el espacio. Por ejemplo, en los casos que Fanon
(2009: 111) analiza, saltan esas voces (en mayor o menor si-
lencio) que dicen de manera indicativa: “¡Sucio negro!, o sim-
plemente ¡Mira, un negro!” Sobresale el ejercicio de señalar o
marcar al afrodescendiente en relación con un segmento es-
pacial. Póngase por caso que en un lugar público, con mucha
afluencia de gente, se registra la siguiente expresión, que tam-
bién se maneja en un chiste racista: “Cuidado con el negro”.
Cuando crece la extensión del enunciado, se trata de fijar en
el espacio la aversión hacia el afrodescendiente, con un modo
jocoso, que facilite el desplazamiento entre la “ambivalencia
socializada” del racismo y la confidencia social de la “transcul-
turación”: “Un negro en un gallinero es un ladrón; un blanco
es un granjero”.6 No obstante, la tendencia final del señala-
miento es como un instructivo para vislumbrar en determina-
do espacio la presencia criminal del afrodescendiente.
Las leyendas de la criminalización se difunden ampliamen-
te, sin ningún impedimento informativo. El asunto llega al
límite de que algunos recursos de difusión de la ciudad, los
propios medios (centralizados y nacionales), y las prácticas de
atención a personas, de un modo no deliberado, comunican
mensajes que criminalizan a los afrodescendientes. Cualquier
leyenda de ese tipo –venga del origen que sea– se propaga sin
contención. Aunque es una construcción característica de
la discriminación que reina en la esfera de la “ambivalencia

6
La presentación descriptiva de narraciones racistas se encuentra en
Guanche (1996: 55-56) y Duharte y Santos (1997).

205
socializada”, se le deja cubierta por formas “transculturales”
de confianza y de “relaciones cordiales”. Empero, no ha ha-
bido una estimulación de las realidades transculturales para
propiciar un activismo centrado en la formación de amplios
sectores de la población en los derechos humanos, para im-
pulsar la ampliación de la educación y el trabajo comunitario,
para introducir la temática africana y afrocubana en el siste-
ma de educación.7 Así, la ciudad es una caja de resonancia de
esas leyendas que conservan sus dos grandes propulsores del
significado,8 la descripción del espacio que ocupa el criminali-
zado, y, con esas caracterizaciones espaciales, el reforzamiento
de la aversión somática hacia el afrodescendiente. Las leyendas
prejuiciosas sitúan a los racializados en segmentos urbanos y
los describen con características que los hacen repulsivos.
Las escenas de criminalización del afrodescendiente, por lo
regular, denotan sensaciones espaciales. Lo anterior se puede
ver en el fragmento de un relato de un informante, quien lo se-
ñala para reprochar la poca acción policial sobre los negros de
su barriada y para impulsar ese tipo de intervención. Tal como
lo examina Hall (1996) a partir de Fanon (2009), concibo que
los sintagmas espaciales consolidan la materialidad del con-
junto de signos con que se representa la propensión del negro
a una condición salvaje y peligrosa. Hay una vinculación de la
vida del negro con factores matéricos (un tipo de color y olor
ambiental, ciertos movimientos, distribuciones de los muebles
y la ropa, y unas funciones del inmueble) “[…] El color no
invita a pasar. Es la guarida ideal. Los negros entran y salen en
turba a pelarse con los del otro barrio. Cuando roban, le llega

7
Ésas son algunas de las deficiencias racistas que nos señala Morales
(2013).
8
Dicho en el mismo sentido que Bajtín (1982) plantea las fuerzas cen-
trífugas del lenguaje.

206
el cargamento por atrás. Dentro nadie decente puede soportar
ese olor del lugar y de la gente. Camas, columbinas, ropa por
todas partes. Parece que singan puerta con puerta, unos al
lado de los otros. Pero eso sí, consigues la bebida [robada] que
tú quieras: ron, terry, whisky, vodka […]”.
La literatura sobre el racismo nos dice que los rumores son
básicos para que el prejuicio se propague, y que parten de sec-
tores pauperizados y llenos de temores sociales.9 Las infamias
y la burla sirven para coligar como camaradas a los actores
que se colocan en una posición racista, en la que unos a otros
se conceden posibilidades para actuar sobre el racializado sin
inquietarse por la existencia de una cortapisa al movimien-
to de información denigratoria. No se imagina necesario que
haya una instancia ética y mucho menos jurídica ante la cual
demandar por esos infundios,10 porque ante un receptor con
alguna actitud de respeto a la otredad, el punto de vista del ra-
cializador hace creer que esas leyendas carecen de importancia
alguna. El argumento es que éstas fluyen recubiertas de jo-
cosidades o mostradas como puntos de vista muy personales,
muy de la vida privada. Más que un argumento verbalizado,
resulta actuado, con muestras exageradas de afecto por lo afro-
cubano o con dramatizaciones jocosas. Con dicha actuación
se trata de que esos cuchicheos son parte de la “ambivalencia
socializada”.
El rumor prejuiciado es una práctica masiva en la que entra
todo aquel sujeto que se ubique en una posición racializadora,
que siempre es relativa y en la que siempre oscila. Además, en
esa práctica encarna la vivencia de sus pauperizaciones sociales,

9
El estudio más ilustrativo al respecto es de Morin (1982).
Sobre la ausencia de una instancia jurídica eficaz, véase Morales (2013)
10

y Dos Santos (2015) en contextos de Cuba y Brasil, respectivamente.

207
vivencia que ocurre en ese escueto escenario de lo cotidiano de
la leyenda racista.
El proceso de pauperización lleva a que el racismo brote
con marcadores espaciales, no sólo en lo social; para ser más
precisos, se le encuentra en todos los ámbitos de la vida de
la gente. Es una perspectiva en la que el sujeto pauperizado
recrea su descenso económico y social por la carencia de opcio-
nes y horizontes para progresar, su aislamiento informativo, su
angustiante situación de todos los días, sin comunicación efi-
ciente con sus semejantes, donde no se ha perfeccionado una
cultura de tolerancia para con la otredad, su desviación en la
ineludible mutación de la sociedad en que vive, y sin la posi-
bilidad de echar mano de los recursos autoritarios de orden y
mando para solventar las circunstancias difíciles.
Por todos esos procesos de empobrecimiento a los que el
racializador se enfrenta con intensidad es que, a diferencia de
la literatura clásica sobre el racismo, aquí no se hace mención
de los llamados “blancos pobres”.11 El fenómeno que aquí se
analiza es masivo, es más amplio. Por encima de todos los
colores (rasgos físicos) está la racialización; por encima de la
pobreza está la pauperización. A lo que aquí nos referimos es
a un fenómeno que incluye a los “blancos pobres”. Pero, por
lo pronto, podemos usar ambos términos. Para el caso, hay
muchos perfiles sociológicos similares.

11
Hablo del término introducido por Myrdal (1944). A partir de su in-
vestigación se han planteado análisis de las tendencias racistas de “blancos
pobres” de las ciudades hacia sectores étnicamente diferentes. Por ejem-
plo, el estudio que desarrolla Van Dijk (1988) se trata de “un enfoque del
racismo de los blancos pobres obsesionados por el fracaso social” (Wie-
viorka, 1992: 39) y por la aprehensión que les produce el ser expulsados de
la modernidad (Wieviorka, 2009: 56-57), envueltos en el “temor de llegar
a confundirse con los negros” (Myrdal, 1944: 199).

208
En las leyendas de los escenarios racistas se condensan cri-
sis de la urbanización y del menoscabo abastecedor del Esta-
do articulador. Uno lo comprende también con los “blancos
pobres”. Ellos fomentan entre sí recelos e intranquilidades por
el detrimento de las construcciones y la instalación urbana;
la decadencia de su entorno físico, en cuestión de limpieza e
higiene; por la erosión de la seguridad; por las expresiones de
indolencia o incapacidad ante esos problemas por parte de los
gobiernos locales. Comparten su ofuscación con otras perso-
nas. Aunque incluso ellos sean afrodescendientes, tienen ese
comportamiento. Recurren al viejo recurso, fijo en la cultura,
de tomar al negro como chivo expiatorio. Distintos pauperi-
zados (“blancos pobres”) estiman que los problemas tienen,
entre otras causas, la entrada de mayor número de negros a la
barriada propia y a las aledañas; no obstante, ese acrecenta-
miento no está fehacientemente probado.12 Al negro se le acha-
ca el trastorno del espacio con sus costumbres, pero también
con su debilidad por el delito. Pareciera que en la mentalidad
racista hay una fórmula que conecta al afrocubano con un
tipo de medio urbano degradado y con el delito.
Es una mentalidad arraigada en los sujetos a los que me he
venido refiriendo. Aunque casi todos tienen un nivel escolar
superior al básico y argumenten en contra de la discrimina-
ción, la practican. Quizá un cuestionamiento en manos de

12
Junto con el rechazo hacia el afrodescendiente hay una reacción de
desagrado citadino hacia los inmigrantes del interior de la país. Pareciera
que son esos inmigrantes quienes más llegan a la capital, a pesar de las
diversas restricciones internas para que cualquier ciudadano pueda insta-
larse en esa ciudad. Sin embargo, no se debe desestimar la migración de
habitantes de la periferia urbana y de las zonas rurales de la ciudad hacia
los centros donde hay más actividad económica y mejores posibilidades
de servicios.

209
los mismos actores, mejor orientados, llevaría a preguntarse
por qué apelar al racismo como estimulación de la actividad
comunitaria, por qué justificar que las cosas van mal porque
alguien es conceptuado como inferior mientras el Estado
continúa en su papel de completo articulador y el racismo es
trasladado a los efectos de la relación centro-periferia.

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for-blacks-in-cuba-the-revolution-hasn’t-begun.html (con-
sultado el 5 de febrero de 2017).

211
Democracia, capitalismo y mercado:
el deterioro socioambiental
de los recursos hídricos en México

Daniel Tagle Zamora


Aleida Azamar Alonso

Introducción

U no de los temas centrales que actualmente roban la aten-


ción en el marco de las políticas públicas es la gestión del
agua. Los múltiples desafíos presentes y futuros del sector im-
plican, en teoría, toda atención y esfuerzo encaminados a ga-
rantizar una gestión ambientalmente sustentable, socialmente
justa y económicamente viable. Lo anterior resulta lo más sen-
sato posible; no obstante, el escenario actual mantiene un ser-
vicio parcial de agua potable y saneamiento para la población,
sobreexplotación de los mantos freáticos y contaminación de
las fuentes de abastecimiento, situación que puede agravarse
por el perceptible cambio climático.
Dada la temática que se maneja a lo largo del presente libro,
el objetivo de este texto consiste en vincular el deterioro de los
recursos hídricos de la democracia representativa para el caso
mexicano, a través de la categoría de calidad de la democracia.
El secuestro de la democracia por el sistema de partidos ha
conducido a consolidar un modelo de democracia represen-
tativa que legitima decisiones disociadas de nuestra realidad

213
ambiental y social, pero relacionadas con a los intereses de
mercado, tal como sucede con el bien hídrico, donde el con-
junto de decisiones no ha sido asertivo para enfrentar los retos
que el sector demanda actualmente.
El texto se estructura de la siguiente manera. En la primera
parte se establece el referente analítico respecto a temas de de-
mocracia, mercado y medio ambiente, y se define la estructura
de la relación inversa entre ecología y calidad de la democracia.
En el segundo apartado se aborda el caso hídrico en México a
partir de las condiciones de crisis que enfrenta el sector, tanto
en la parte social como en la ambiental, vinculando estos dos
componentes con la calidad de la democracia mediante el uso
de categorizaciones sobre el reflejo de las condiciones del sector
agua. Finalmente, se presentan las conclusiones del trabajo.

Calidad de la democracia y medio ambiente

El tema de la democracia representa en la agenda política y


social uno de los componentes de mayor interés debido a las
múltiples implicaciones que tiene en la cotidianidad de
las personas. La organización de la vida política, definida por
una democracia representativa para nuestro caso, merece sin
duda toda la atención del análisis desde las ciencias sociales. La
disputa partidista, a través del voto, por la gestión de la estruc-
tura de las instituciones no sólo da acceso a la gran masa de re-
cursos públicos –especialmente los financieros– sino también
a la capacidad política en las decisiones del gobierno, las cuales
generan ganadores y perdedores dentro del sistema económi-
co. Sin duda, el reto es generar procesos sociales y políticos
que abonen a la calidad de la participación política de la so-
ciedad. No obstante, la realidad nos muestra que la democra-
cia únicamente es una cuestión discursiva ausente de acciones
concretas que abonen al progreso de la anhelada calidad de la

214
misma. Aguilera (2016) señala que el tema está anclado con el
deterioro ecológico y el agotamiento de los recursos naturales.
Al respecto, menciona lo siguiente como deterioro de la cali-
dad de la democracia:

a) la vinculación existente entre las corporaciones empresariales y


los gobiernos que llevan a ambos a tomar decisiones no transpa-
rentes, sino corruptas, y a crear reglas de juego que benefician a
los intereses privados y no al interés público; y b) el maltrato a las
personas y la naturaleza por parte de los grupos anteriores para
los que sólo contamos como simples mercancías de las que ex-
traer el máximo beneficio y, con frecuencia, como estorbos a los
procesos de saqueo y de acumulación de beneficios (2016: 24).

La intención de Aguilera es señalar que actualmente existe


un velo que el sistema de partidos ha colocado en la sociedad
para incidir en los procesos políticos de manera que le favo-
rezcan, logrando una concentración de poder entre las em-
presas privadas y la administración pública. Concretamente,
este fenómeno de desgaste en la democracia requiere analizar
la estructura de distribución de la renta y el papel del Estado
en la protección ambiental, de manera que se pueda vigilar el
cumplimiento de la protección socioambiental.

El indicador más importante de esta pérdida de calidad demo-


crática, pero no el único, es la manera autoritaria con la que
las decisiones públicas son tomadas por los gobiernos, formal o
ceremonialmente, democráticos. Es decir, hay gobiernos elegi-
dos “democráticamente”, léase a través de las elecciones –aun-
que algunos de ellos con muy baja participación electoral–, lo
que les proporciona una legitimidad democrática “de origen”;
no obstante, su toma de decisiones es profundamente autoritaria
–al no aceptar un debate público sobre las decisiones controver-
tidas ni sobre la necesidad de las infraestructuras, ni permitir la

215
participación ciudadana–, lo que invalida esa legitimidad obte-
nida. Esto se puede denominar deslegitimidad democrática “de
comportamiento” o, simplemente, deterioro de la calidad de la
democracia (Aguilera, 2007: 4).

Aguilera (2007) señala que el proceso de elección social me-


diante el voto para el acceso al poder político no es un sinóni-
mo de un gobierno representativo, ya que se requiere establecer
mecanismos que obliguen a los partidos favorecidos a asegurar
la participación ciudadana y fomentar la conciencia de apoyo
social, debido a que éstos son los pilares de la democracia, con-
trario a los intereses económicos que podrían darse al benefi-
ciar la relación con el sector empresarial.

Mercado, capitalismo y medio ambiente

El mercado es un instrumento que la sociedad ha utilizado


históricamente para resolver parte de sus necesidades (Polanyi,
2003). Cuando mencionamos la frase “utilizado por la socie-
dad” quiere decir que el mercado ha estado subsumido a los
intereses sociales y no al revés. No obstante, el capitalismo,
como modelo económico, ha invertido el orden de prelación
entre sociedad y economía, colocando al mercado como el eje
rector de la sociedad y del medio ambiente. Galbraith (2004)
hace énfasis en cómo la sociedad del siglo xix asociaba al ca-
pitalismo con explotación, avaricia y sometimiento, por lo que
sus promotores hicieron los ajustes necesarios para renombrar-
lo como sistema de mercados, el cual se vinculaba con el pro-
ceso modernizador que empezaba a ocurrir en el siglo xx, lo
que permitió liberarlo de cualquier mala reputación. En este
sentido, dice Galbraith (2004), se culpó en adelante a las ten-
dencias de oferta y demanda de cualquier crisis económica y
no a la avaricia de los capitalistas.

216
Esta tesitura da paso a cuestionar qué son los mercados. La
definición académica tradicional menciona que un mercado
es el ámbito geográfico a donde acuden compradores y vende-
dores, cuyas interacciones definen el precio de un conjunto de
bienes y servicios (Mankiw, 1998). Sin embargo, esta acepción
se encuentra muy limitada para explicar los fenómenos tan
complejos de la realidad contemporánea, de forma que se pue-
de recurrir a lo argumentado por Coase (1992), quien señala
que el comercio tiene poco sentido para el análisis de la eco-
nomía. Lo relevante, prosigue, consiste en examinar el marco
institucional bajo el cual el intercambio se realiza, ya que esto
determina las condiciones de producción y consumo, así como
los costos de transacción asociados al intercambio.
Por otro lado, Aguilera (2014), citando a Polanyi (2003),
comenta que lo elemental para comprender las relaciones
comerciales consiste en identificar quién(es) configura(n) el
marco institucional a partir del cual operan los mercados,
así como definir los objetivos de los mismos. Esta idea lleva
a comprender, como se planteó desde el siglo xix con la eco-
nomía clásica, que el estudio de la economía realmente es del
ámbito de la economía política. Los mercados únicamente son
instrumentos, configurados y delineados por actores clave que
atienden intereses privados. El punto central no es qué son,
sino quiénes los construyen y para qué; es decir, el análisis
debe centrarse en profundidad en la arquitectura institucional
que determinará en la realidad ganadores y perdedores del sis-
tema de intercambio.
Lo anterior evidencia que los resultados de este instrumen-
to están en función directa del marco normativo previamente
definido; es decir, de acuerdo con los intereses de quienes lo
delinean. En el capitalismo la regulación de los mercados se
ha definido por los grupos de poder para generar espacios para

217
transferir costos y apropiarse de rentas. Haciendo referencia a
Aguilera:

Parece claro que Galbraith se refiere con precisión al secuestro


de la política pública por parte del sector privado aunque esta
operación sea realizada por los gobiernos. ¿Cómo calificar si no
al hecho de que los intereses privados (lo que necesita la gran
corporación) se transformen en política pública? […] Galbraith
proporciona una descripción mucho más clara y completa de
cómo los gobiernos transforman los intereses privados en inte-
reses públicos; es decir, cada vez vamos conociendo mejor cómo
funcionan los gobiernos y cómo interactúan con los grandes in-
tereses a los que, habitualmente, se someten mientras afirman
que es para salvar lo público y mientras las grandes corpora-
ciones ‘insisten’ en que la eficiencia se encuentra en lo privado
mientras el gobierno no debe intervenir. El problema es que he-
mos sido educados para que no nos atrevamos a ver con claridad
estos vínculos y para que consideremos que eso no es economía
si no tenemos todas las pruebas de lo que decimos. (Es curio-
so que Galbraith no proporcione ninguna prueba estadística de
lo que dice pero, paradójicamente, sabe muy bien de lo que está
hablando y de que es un comportamiento habitual) (2014: 25).

Comprender la complejidad que encierra el mercado remueve


completamente la falsa idea de la supuesta libertad de mercado
y de elección. Primero, mencionando que el libre albedrío está
condicionado por la capacidad económica, lo cual puede ser
mínimo para los grupos vulnerables limitando su autonomía
social. Segundo, señalando que la supuesta libertad en reali-
dad no es más que una manipulación vertical de nuestras deci-
siones por parte de las corporaciones y el gobierno, siendo que
la mayoría de la población no participa definiendo el marco
institucional de mercado en el que intercambia, vulnerando
completamente la cuestión de la democracia.

218
Vulnerabilidad institucional y asimetrías de poder
en la gestión del agua: un reflejo del deterioro
de la calidad de la democracia

El presente apartado muestra cómo se ha dado un severo des-


cuido del estado de los servicios básicos de acceso al agua, así
como un proceso de degradación ambiental de los ecosistemas
hídricos por parte de los responsables de la gestión de este
recurso en México.
Desde los años noventa, se ha creado una ordenanza en uso
que insta a proteger y conservar este bien de manera sustenta-
ble; no obstante, las autoridades responsables han garantizado
un enfoque ajeno al señalado por la Ley de Aguas Nacionales
(lan), dando espacio a vulnerar las leyes y normas emanadas
de la lan, traduciéndose sencillamente en un manejo discre-
cional del agua a favor de los particulares, con altos costos
sociales transferidos y al medio ambiente, algo que se relaciona
con el deterioro de la calidad de la democracia.

Ley de Aguas Nacionales, normatividad ambiental


y Consejos de Cuenca: espacio para la transferencia
de costos ambientales del privado al público

Al abordar el delicado estado ambiental de los ecosistemas


hídricos en México y de la crisis en la prestación de los ser-
vicios básicos de agua potable, alcantarillado y saneamiento,1
como lo señalan las Estadísticas del Agua de la Comisión Na-
cional del Agua (2015), es necesario analizar el marco insti-
tucional de este sector en México que ha generado una serie

1
Actualmente, en México el acceso al agua y alcantarillado público
en el espacio urbano cubre hasta 92% de la demanda, mientras que en el

219
de vulnerabilidades que amenazan la viabilidad económica,
social y ambiental. Esto a pesar de que el acceso al agua es
un derecho internacional, reconocido tanto por la Organiza-
ción de las Naciones Unidas (onu) como por la Constitución
mexicana en el Artículo 4º, que establece que el Estado es un
sujeto obligado para la distribución y acceso general para la
población en virtud de los mecanismos internacionales a los
que se ha adherido (Azamar y Carrillo, 2013).
Por ello, se rescata un andamiaje institucional que coincide
con el componente ambiental, pero vulnerado en su cumpli-
miento, hecho que muestra el deterioro de la calidad de la
democracia y el deterioro hídrico en México.

a) La vulnerabilidad del marco institucional

En México el principal y aún actual órgano legal referente al


uso y manejo del agua es la Ley de Aguas Nacionales (lan),
publicada en 1992, siendo ésta una ley reglamentaria del Ar-
tículo 27 de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos. De esta lan se desprende la Normativa Oficial
Mexicana en el Sector Hidráulico y los Consejos de Cuenca,
ambos de gran importancia para garantizar un manejo susten-
table del agua.
La lan ofrece como parte prioritaria y central conseguir
una gestión integrada de todos los recursos hídricos de la na-
ción, obligando a la protección, conservación, mejoramiento y
restauración de cualquier fuente de agua, además de considerar
los usos domésticos y públicos como prioritarios en su gestión.

medio rural solamente se alcanza 75% de la misma para uso doméstico.


Por otra parte, la distribución del agua para las actividades productivas
se divide en 72% para cuestiones agrícolas, 20% para la industrial y el
restante para la población civil en general (Azamar, 2017).

220
En el Artículo 7 de la lan es considerada la gestión como
prioritaria y asunto de seguridad nacional. En el Capítulo I
del Título Séptimo de la lan se aborda una serie de Artículos,
85 al 96, en los cuales se centra la atención en la prevención y
control de la contaminación del agua con la finalidad de con-
seguir un equilibrio ecológico de los ecosistemas. En la lan se
plantean como usos prioritarios el doméstico y público urba-
no, sin descuidar el ambiental; en el décimo quinto párrafo de
los Transitorios se define el orden de prelación del agua en la
concesión y asignación.
Las normas oficiales mexicanas del sector agua se despren-
den directamente de la lan y velan por el interés de la calidad
de los productos, equipos, maquinarias, materiales y servicios
que se utilizan en la construcción de infraestructura hidráuli-
ca o en el manejo, conducción y distribución de agua en todos
sus usos. La finalidad de la existencia de las normas es con-
seguir y garantizar la eficiencia y preservación de la calidad
relacionada con el sector. Estas normas oficiales abarcan las
cuestiones de alcantarillado, saneamiento y la recarga de acuí-
feros. Su cumplimiento se encuentra a cargo de la Comisión
Nacional del Agua (cna), donde actualmente están vigentes
15 normas oficiales.
Los Consejos de Cuenca también derivan de la lan. Éstos
surgieron ante la incapacidad del gobierno federal para resol-
ver los rezagos del sector hidráulico, tal como lo comenta el
Centro del Tercer Mundo para el Manejo del Agua (2001).
Los Consejos de Cuenca representan un proceso de descentra-
lización del sector hídrico; en él se integran las autoridades de
los tres niveles, representantes de los diversos usos del agua y la
sociedad, con la finalidad de mejorar la administración de este
bien y conseguir la preservación de las cuencas.
En el Capítulo IV de la lan se abordan los Consejos de
Cuenca y se plantean sus objetivos, dentro de los cuales se

221
encuentran: 1) ordenar los diversos usos del agua; 2) sanea-
miento de las cuencas, barrancas y cuerpos receptores de agua
para prevenir su contaminación; 3) promover y propiciar el
reconocimiento del valor económico, social y ambiental del
agua; 4) conservar y preservar el agua y los suelos de las cuen-
cas; 5) eficientar los usos actuales del agua. En esencia, la tarea
de estos consejos implica favorecer el desarrollo sustentable
en relación con el agua y su gestión mediante un proceso
participativo.
La revisión al máximo órgano legal del sector hídrico en
México y sus derivados como las normas oficiales mexicanas
del sector y los Consejos de Cuenca tienen como finalidad el
cuidado y la conservación del agua, colocándolos como temas
de seguridad nacional, tal como lo señala la lan.
En sí, la lan y sus derivados son pertinentes para garantizar
la sustentabilidad del agua en su uso y manejo; no obstante, el
actual modelo de gestión que se está aplicando en los cientos
de municipios y cuencas del país no corresponde y no conver-
ge hacia el cumplimiento de este órgano legal.
Si bien la lan y sus derivados plantean la sustentabilidad
del recurso, existen varias debilidades institucionales que pro-
pician la ausencia del cumplimiento de las leyes y normas del
agua, permitiendo al gobierno y a privados sacar ventaja al
transferir los diversos costos económicos, sociales y ambienta-
les al resto de la sociedad.
En el caso de las normas oficiales mexicanas del sector hí-
drico, el principal problema identificado consiste en que las
normas obligatorias y voluntarias generan confusión entre los
actores sobre los que recae la normatividad. Además, se agrega
el problema de la ausencia de verificación debido al escaso nú-
mero de laboratorios acreditados y de unidades verificadoras
de las normas.

222
En el caso de los Consejos de Cuenca, el Centro del Tercer
Mundo para el Manejo del Agua (2001: 9-10) señala algunos
de los problemas que enfrentan y que los incapacitan para lo-
grar un manejo sustentable de las cuencas. Se identifican al
menos tres puntos que debilitan la función de dichos consejos:

1) No se puede hablar de una verdadera representación de los


usuarios debido a que no se considera la diversidad de ca-
racterísticas que éstos presentan; las necesidades e intere-
ses no son los mismos para los microproductores que para
los macroproductores; la distribución espacial hace que los
problemas sean diferentes para aquellos que se encuentran
en la parte alta de la cuenca en comparación con aque-
llos que están en la parte baja o media; la coerción
económica que los grupos poderosos pueden ejercer sobre
otros distorsiona profundamente los procesos de toma de
decisiones y los procesos de elección de representantes;
paradójicamente, aun cuando los usuarios son parte de la
sociedad, sus intereses no necesariamente representan los
del conjunto de ésta; se debe aceptar que se trata de un pro-
ceso de defensa de intereses particulares, que no sociales, y
en ocasiones antagónicos.
2) La participación de la sociedad civil, las organizaciones no
gubernamentales y las instituciones de educación o centros
de investigación, y de otras instancias de gobierno se en-
cuentran supeditadas a la invitación que les haga la cna,
si ésta lo juzga conveniente (Artículo 15, fracción III del
rlan); de esta forma podemos observar que los Consejos
de Cuenca no son foros abiertos a la participación. La lan
confiere un alto grado de discrecionalidad al facultar a la
cna para decidir quiénes participan y quiénes no. Esta fa-
cultad le permite jugar con el balance de poder y de esta

223
forma poder dirigir las decisiones hacia objetivos o resulta-
dos ya establecidos previamente en otras instancias.
3) En materia de Consejos de Cuenca, la lan los establece
como instancias de coordinación y concertación (Artículo
13 de la lan), por lo tanto, carentes de facultades normati-
vas. Se observa que aun con las reformas hechas a la ley, el
marco para que la sociedad acceda a los niveles de decisión
continúa siendo un espacio muy estrecho, además de que la
última determinación aún está en manos del nivel federal.

Las leyes y normas del sector hídrico se ubican en la direc-


ción pertinente de un manejo sustentable del agua; no obs-
tante, el gobierno no está garantizando el cumplimiento por
parte de los diversos usuarios. La evidencia se da al determinar
el actual estado de deterioro de los servicios básicos del agua
y la salud de los ecosistemas. Los responsables de la gestión
del agua están emprendiendo modelos de gestión preocupa-
dos por garantizar las condiciones del desarrollo económico,
generando condiciones de competitividad. Es decir, el mejo-
ramiento de la estructura productiva de la industria se logra
mediante la transferencia de los costos sociales del sector pri-
vado hacia el público. Se ha colocado en un orden inferior de
importancia el cumplimiento de las leyes y normas del agua,
dando todo el espacio al crecimiento económico, lo cual con-
tribuye a un proceso de construcción social de la crisis que
enfrenta actualmente el sector hídrico en México.

b) Asimetrías de poder y escasez social de agua

La calidad de la democracia se pone a prueba con la presen-


cia de asimetrías de poder político, económico y social, las
cuales generan sesgos en la gestión del agua, dando ventajas

224
a ciertos grupos específicos bajo la categoría del interés ge-
neral, centrando el bien agua en la lógica del incuestionado
crecimiento económico. En esta sección se discute el problema
de la escasez social del agua como resultado de las diferencias de
acceso a recursos públicos, las cuales contribuyen al deterioro
de la calidad de la democracia en el sentido del maltrato a las
personas y el medio ambiente.
Junto con el problema de garantizar los servicios básicos a
los miembros de la sociedad, se agrega el inconveniente de la
existencia de desigualdades de poder entre los diferentes gru-
pos de usuarios pertenecientes a la misma o diferente región
hidrológica. La presencia de estas anomalías altera los procesos
de asignación y distribución del agua entre los miembros de
la sociedad y con la naturaleza. Las diferencias socioeconó-
micas y políticas entre usuarios inducen a que las autoridades
responsables de la gestión favorezcan los procesos de acumula-
ción de capital en el uso y manejo del agua, desatendiendo las
necesidades básicas de los grupos vulnerables y generando un
proceso de degradación ambiental.

La demanda de agua para uso doméstico representa apenas una


pequeña cantidad de agua usada, usualmente menos del 5% del
total de agua usada en el mundo, pero existe una tremenda des-
igualdad en el acceso para agua limpia y para los servicios de
saneamiento a nivel doméstico. En áreas de altos ingresos en las
ciudades de Asia, América Latina y Sudáfrica la gente disfruta
de enormes cantidades de litros de agua por día en sus hogares
a precios bajos y proveídos por el Estado. Mientras en suburbios
y barrios pobres, en las mismas ciudades, tienen acceso limita-
do, en muchos casos, de 20 litros de agua por persona por día,
requiriendo un poco más para cubrir sus necesidades humanas
(hdr, 2006: 2).

225
El problema de poder que señala el documento de hdr (2006)
da espacio a un proceso de construcción social de escasez de
agua y no físico, el cual afecta a los grupos sociales más vul-
nerables; en contraste, el abasto para usos productivos y para
las élites se encuentra garantizado en cantidad y calidad. Esta
forma de gestión lleva a considerar que los gestores, en el ma-
nejo urbano, realizan un proceso de diferenciación entre sus
usuarios para la distribución del agua; esta discriminación se-
lectiva coloca las categorías de usuarios de primera y usuarios
de segunda, generando un maltrato a estos últimos. Un claro
ejemplo de lo señalado hasta aquí nos lo brinda el Valle de
México.
En general, los economistas, ingenieros y políticos en el
sector suponen la escasez de agua. Este planteamiento es atri-
buido, principalmente, a fallas de mercado, elevados consumos
domésticos y a deficiencias en la infraestructura, determinan-
do que la tasa de recuperación de los ecosistemas se encuentra
superada. Ante tal situación, proponen aplicar instrumentos
de mercado para regular la demanda y atender mejor las ne-
cesidades de los ecosistemas o, como actualmente lo hacen,
realizando cortes en el sistema Lerma-Cutzamala.
El Valle de México se encuentra entre uno de los princi-
pales consumidores per cápita de agua en el mundo (Lego-
rreta, 2006a). Tiene un consumo del orden de 72 m3/s para
abastecer a una población de más de 22 millones de personas.
Este gasto se explica por el elevado nivel de fugas en la red
de distribución (25m3/s; es decir, 35% del total), por tomas
clandestinas y por el bajo nivel de agua tratada para su reuso
(8 m3/s; es decir, 10% del total). El consumo promedio de agua
es de 282 litros por persona al día (lpd), existiendo grandes
disparidades en disponibilidad y calidad entre los diferentes
grupos sociales y clases de usuarios (domésticos, comerciales,
industriales y agrícolas).

226
En el caso del consumo doméstico, las disparidades entre
usuarios en zonas distintas son notorias. El consumo mínimo
promedio de agua que se registra en Ecatepec es de 28 lpd,
mientras que en Santa María Insurgentes es de 176 lpd; o bien,
en las Lomas de Chapultepec se registra el mayor consumo
promedio, con 885 lpd, reflejando la marcada inequidad en la
gestión del agua para el consumo humano (véase Legorreta,
2006a). Esto se agudiza aún más por las diferencias de calidad
en el agua entre zonas, imprimiendo aún más un carácter dis-
criminatorio en materia de agua en el valle.
Ahora bien, ¿cuáles son los recursos hídricos de los que
dispone el Valle de México? El valle depende mayormente de
agua subterránea y de la importación de agua de otras regio-
nes: aproximadamente 3,000 pozos surten 50.5 m3/s; otros
20.3 m3/s provienen de la cuenca de Lerma y de las presas de
Cutzamala; y sólo 1.2 m3/s de ríos y presas que se encuentran
en el mismo valle.
El dato de Legorreta (2006a) obliga a cuestionar si real-
mente el Valle de México requiere la importación de agua
de otras regiones. Plantea un escenario de una relativa abun-
dancia y una infraestructura inadecuada, ya que existen en la
ciudad 48 ríos con abundante agua cristalina que es enviada
directamente al drenaje. Catorce conducen agua durante todo
el año y los demás (34), durante el periodo de mayo a octu-
bre. Asimismo, nos recuerda que el Valle de México es una
cuenca lacustre cerrada que recibe abundante agua de lluvia
(precipitación fluvial entre 700 a 1500 mm/año); la mayor
parte es canalizada directamente al drenaje, generando un
gran problema de vulnerabilidad hidráulica por el peligro que
provocan las inundaciones (Legorreta, 2006b). En síntesis, el
Valle de México no presenta el caso de una escasez física del
agua, sino que más bien existe un proceso de construcción de

227
escasez social de agua que favorece a las clases altas, deprime a
las masas populares y desaprovecha el agua.

La escasez, que invariablemente se presenta en determinadas


zonas de la ciudad y en determinados sectores sociales, no de-
pende del volumen del líquido, sino de los criterios y las infraes-
tructuras de su distribución. Más obras y mayor volumen de
abastecimiento de agua no han garantizado ni garantizarán el
suficiente líquido hacia las zonas y sectores de la población que
lo necesitan (Legorreta, 2006a: 109).

La escasez social del agua y la ausencia de supervisión que ga-


ranticen el cumplimiento de la normatividad ambiental y de
la lan son componentes claves del deterioro de la democracia,
abonando a una construcción social de la crisis del agua del
Valle de México. Esta crisis es un ejemplo local de un proceso
de construcción social de la crisis que ocurre a nivel nacio-
nal; las autoridades del agua, al no garantizar el cumplimiento
de las obligaciones y responsabilidades del marco normativo,
dieron paso a desarrollar una construcción social de la crisis
hídrica que padece actualmente el valle y a la que hdr (2006)
llama “escasez manufacturada”, referida de la siguiente forma:

Hay suficiente agua en el mundo para propósitos domésticos,


para agricultura y para la industria. El problema consiste en que
alguna gente –notablemente los pobres– está siendo excluida
sistemáticamente del acceso al agua por su pobreza, por sus li-
mitados derechos legales o por políticas públicas que limitan el
acceso a infraestructuras que proveen el agua para la vida. En
resumen, la escasez está siendo manufacturada a través de pro-
cesos de políticas y de instituciones que ponen en desventaja a
los pobres (hdr, 2006:3).

228
Si bien esta crisis hídrica ha sido construida por las autorida-
des responsables de la gestión del agua, éstas trasfieren dicha
responsabilidad sobre los usuarios, especialmente sobre los
domésticos, tal como se puede apreciar en las campañas de
cultura del agua de la Comisión Nacional del Agua (cna),
pero también en las acciones políticas económicas y sociales
emprendidas para resolver la crisis (geem, 2009).
Una de las medidas para regular al sector doméstico y abor-
dar los problemas del agua urbana ha sido la incorporación de
la participación del sector privado, nacional e internacional,
en la prestación de los servicios públicos del agua. La conce-
sión para la prestación de estos servicios surgió para responder
a los problemas de eficiencia en la prestación del servicio. Sin
embargo, como lo señalan Barkin y Klooster (2006), con la
participación privada sólo se ha visto un incremento en las
tarifas del agua y un impacto en las fuentes, donde además
los términos de referencia no han sido respetados por los con-
cesionarios. Esta participación privada representa una mayor
concentración de poder en torno al manejo del agua, y con
ello, un proceso centralizado de decisiones que repercute en
todos los usuarios, pero de manera inequitativa, tanto en cos-
tos como en beneficios.
Mientras las medidas emprendidas por los gestores se han
orientado en tratar de regular al sector doméstico, se continúa
sin regular a los grandes consumidores y contaminadores del
agua, como los grandes agricultores e industriales, que son los
responsables del mayor consumo de agua y de la utilización
de las aguas residuales; y los industriales responsables de ele-
vados consumos de agua, con mayor impacto en sus descargas
debido a la pésima calidad de ellas (Barkin y Klooster, 2006).

229
Esta construcción social de la crisis y la concentración de
poder en el manejo del agua se ve también reflejada en la dis-
cusión de los problemas y soluciones del sector, en donde la
discusión y las decisiones se dan alrededor de grupos burocrá-
ticos e ingenieriles. El problema no es que se esté politizando
la discusión; en realidad consiste en que dicha discusión se da
exclusivamente alrededor de pequeños grupos, lo cual implica
que las decisiones se basen alrededor de los enfoques, intereses
y visión de país que éstos tienen. Más aún, los que toman las
decisiones del sector son presionados por intereses aún mayo-
res. Instituciones internacionales como el Banco Mundial, el
Fondo Monetario Internacional, constructoras y transnacio-
nales del agua presionan a las autoridades nacionales responsa-
bles para establecer un modelo de gestión del agua acorde con
los intereses del capital internacional. El rol de participación
otorgado por las autoridades a la sociedad, a través del eslogan
de “cerrarle a la llave”, impide que se construya una verdadera
participación ciudadana que politice la gestión del agua y se
encamine hacia un debate que permita el surgimiento de una
gestión social que represente el interés general.

Conclusiones

Garantizar adecuados servicios de agua potable y saneamiento


a la población ofrece amplios beneficios de tipo económico,
social, ambiental y de salud, entre otros más. No obstante, a
pesar de los beneficios que se pueden derivar, éstos no han po-
dido ser asegurados por la mayoría de los gobiernos a sus ciu-
dadanos. La situación a nivel internacional muestra una crisis
en el sector hídrico que afecta a billones de personas respecto a
asegurarles agua potable, alcantarillado y saneamiento.
México enfrenta una seria crisis en su sector hidráulico al
no poder asegurar servicios de agua potable y saneamiento a

230
toda su población, así como al no ser capaz de proteger sus
fuentes de agua. Son diversas las implicaciones de carácter so-
cial y ambiental que han causado la inadecuada gestión del
recurso en el país. El conflicto por la escasez de este bien al
que se enfrenta México se ha originado debido a la falta de
claridad en los mecanismos de regulación y de los alcances
de la responsabilidad política sobre este problema.
Los responsables de la gestión del agua han enajenado el
uso y manejo de este bien hacia las formas en que los gobiernos
y las élites del país han concebido el desarrollo económico.
Esta forma de desarrollo ha favorecido al capital y, al mis-
mo tiempo, ha facilitado el desarrollo de conflictos ecológicos
y sociales cuyos costos son absorbidos por la población más
vulnerable.
A través de la Ley de Aguas Nacionales se está colocando
a este recurso como un bien que puede ser mercantilizado, el
cual queda a merced de la oferta y la demanda, lo que corres-
ponde al criterio capitalista de finitud o asequibilidad y que
le califica como un bien que debería ser controlado, medido,
vendido y distribuido por organismos privados cuyo princi-
pal interés es beneficiarse económicamente, de manera que se
puede despojar a grupos vulnerables y privar a comunidades
enteras que no sean capaces de costearlo.
Esto contraviene el Artículo 4º de la Constitución mexi-
cana en el que se establece como un derecho el acceso, la dis-
posición y el saneamiento del agua para consumo personal
y doméstico, garantizado el cumplimiento de esta obligación
por parte del Estado. En México aún queda camino por reco-
rrer para garantizar que este bien básico, necesario y escaso se
entregue en la justa medida. Además, corresponde al Estado
vigilar para que se evite el abuso de organismos privados que
buscan aprovecharse de las adversas condiciones actuales en
las que se encuentra la sociedad mexicana.

231
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233
Democracia y medio ambiente:
historia de un desencuentro.
La Sierra Norte de Puebla
y los megaproyectos extractivos

Erika Carcaño Valencia

Introducción

E n los últimos años, el impulso que se ha dado en México


a las inversiones en megaproyectos extractivos ha ido de
la mano con el incremento de problemas socioambientales en
diversas regiones del país. La reacción de los gobiernos ha sido
brindar condiciones óptimas de inversión en menoscabo del
medio ambiente y la sociedad. La justificación que subyace a
este actuar, para ellos, es que a través de estas medidas pode-
mos alcanzar el crecimiento económico. Sin embargo, los año-
rados beneficios de la apuesta por el crecimiento económico no
han sido visibles para la mayor parte de la sociedad; por el con-
trario, estamos ante un escenario en el cual la democracia re-
presentativa y las políticas económicas neoliberales responden
a los intereses de determinada clase social. Esta desenfrenada
búsqueda por la acumulación de capital, así como la toma de
decisiones poco transparente y corrupta donde se privilegia el
interés privado sobre el interés público, exacerba los conflictos

235
ecológicos distributivos y, a su vez, muestra el deterioro de la
calidad de la democracia (Aguilera, 2007).
Este deterioro de la calidad de la democracia conlleva
que los impactos socioambientales queden sin resolverse. De
acuerdo con Kapp (1950), los diferentes gobiernos permiten
explícita o implícitamente que las empresas utilicen procesos
productivos en los cuales los residuos recaen sin control sobre
los ciudadanos, como resultado del desarrollo ilimitado de la
actividad económica (Aguilera, 2007). De tal forma que “los
costos sociales” quedan sin compensación o justicia ambiental
alguna sobre la población.
El discurso sobre la gobernanza ambiental (Fuente y Car-
caño, 2016), encumbrado en el desarrollo sustentable, y más
recientemente de la economía verde como las vías para mejorar
los niveles de bienestar de la población resulta paradójico, ya
que no ha renunciado a la lógica del crecimiento económico
en la formulación sobre lo que se considera como progreso
económico.
Lo anterior implica que la gobernanza ambiental está su-
bordinada al mercado, de tal forma que la acumulación de
capital, el individualismo, la eficiencia, la productividad, el
consumo desmedido y el optimismo tecnocientífico terminan
socavando el tejido social y la relación con la naturaleza, ya
que ésta es vista simplemente como un “recurso” que tiene que
ser explotado (Toledo, 2015).
Bajo esta lógica, la división internacional del trabajo cumple
la función, a través de las economías de enclave localizadas en
regiones específicas con presencia de recursos naturales (como
es el caso de México), de abastecer la demanda de los mercados
internacionales con los llamados commodities.1 Esto ha dado la

1
Productos indiferenciados, cuyos precios se fijan internacionalmente,
o como productos de fabricación, disponibilidad y demanda mundial,

236
pauta para que los gobiernos declaren como sectores estraté-
gicos de la economía a aquellos que respondan a los procesos
extractivistas, tal es el caso de la minería, principalmente en la
modalidad de cielo abierto.
En este contexto, a la par se presentan respuestas en contra
de esta embestida por parte del capital. En el caso de Méxi-
co, diversas comunidades indígenas campesinas han puesto de
manifiesto su rechazo en contra de estos proyectos que ellos
mismos llaman “megaproyectos de muerte”. El territorio se ha
convertido en el centro de su lucha, su sistema de gobernanza
ha mostrado que es posible otro tipo de democracia y justi-
cia ambiental. Por ende, el objetivo de este trabajo es anali-
zar cómo a través de la búsqueda del crecimiento económico,
por medio de la implementación de modelos extractivistas, se
pone de manifiesto una pérdida de la calidad de la democracia
que trae como resultado la exacerbación de los conflictos eco-
lógicos distributivos.
Para tal fin, el trabajo se compone de las siguientes seccio-
nes: en el primer apartado se analizará el modelo extractivista
como estrategia de crecimiento económico y las repercusiones
que ha traído consigo. Posteriormente, se señalarán las refor-
mas estructurales y modificaciones a las leyes que han favore-
cido los megaproyectos extractivos, principalmente el sector
minero. En el tercer apartado, se presentará el caso de la sierra
norte de Puebla de México y su lucha contra los megaproyectos

que tienen un rango de precios internacionales y no requieren tecnología


avanzada para su fabricación y procesamiento. Ambas definiciones in-
cluyen desde materias primas a granel, hasta productos semielaborados o
industriales. Para el caso de América Latina, la demanda de commodities
está concentrada en productos alimentarios, como el maíz, la soja y el
trigo, así como en hidrocarburos (gas y petróleo), metales y minerales
(cobre, oro, plata, estaño, bauxita, zinc, entre otros).

237
extractivos. Finalmente, se presentan las conclusiones perti-
nentes conforme a los resultados de la reflexión.

Extractivismo a ultranza como estrategia


de crecimiento económico

Latinoamerica ha sido una de las regiones en las que se han


potenciado los megaproyectos extractivistas, su alta concentra-
ción de recursos naturales la ha convertido en el lugar idóneo
para la implementación de éstos. Una de sus características es
que son economías de enclave, es decir, actividades produc-
tivas destinadas a la exportación y que carecen de una inte-
gración en el mercado local; esta dinámica de expansión de
las economías centrales conlleva el control de determinados
sectores económicos de los países periféricos.
Este tipo de economías, lejos de ser dependientes comercial-
mente, hoy en día se les considera exitosas ya que representan
ventajas comparativas que potencian la exportación (Azamar y
Ponce, 2015). De tal forma que los gobiernos apuestan por este
tipo de modelo, pues consideran que atrayendo la inversión
extranjera directa, incrementado las exportaciones y haciendo
una explotación eficiente de los recursos naturales se puede
alcanzar el crecimiento económico (Gudynas, 2000). Sin em-
bargo, este tipo de proyectos deja a su paso graves impactos
socioambientales.
Algunos de estos impactos se manifiestan en la concesión
de territorios para su explotación sin considerar a las comu-
nidades indígenas-campesinas que en él habitan, violando el
Convenio 169 de la Organización internacional del Trabajo,
el cual menciona que es importante reconocer la cultura
y los valores de los pueblos indígenas; además de que son ellos
los que deben decidir sobre sus tierras y su propio desarrollo

238
(Azamar y Carcaño, 2017). En otros casos, las condiciones de
seguridad se ven mermadas debido a la presencia de tala ilegal,
contrabando o narcotráfico.
Un factor más de conflicto son las significativas construc-
ciones de infraestructura o energía que apoyan el emprendi-
miento, tales como las represas hidroeléctricas o la provisión
de gas. Otra situación que está presente es que el extracti-
vismo condiciona los planes de ordenamiento territorial,
asignación de áreas protegidas y leyes sobre reforma agraria
(Gudinas, 2009).
Por otra parte, la captación tributaria y de regalías otorgada
por los gobiernos es casi nula o limitada:

el Estado puede obtener ingresos por medio de tres vías: 1) por


las regalías de la venta de los productos extraídos, 2) por el pago
de impuestos correspondientes a las actividades que se realicen,
3) por el pago de derechos de explotación (González, 2011). En
México el Estado no cobra regalías por la explotación territorial
y para el caso de los impuestos, existe una condonación de has-
ta el 77%, sin importar el origen de las compañías (Azamar y
Ponce, 2015).

Esta clara manifestación de desigualdad y conflicto nos mues-


tra las relaciones de poder entre los propietarios de los medios
de producción y el Estado. Los dueños de los medios de pro-
ducción se apropian del excedente que, dicho sea de paso, ha
sido obtenido a través de la expoliación de recursos naturales
y explotación de mano de obra, con anuencia del Estado que
asegura el privilegio de quienes tienen poder económico y so-
cial. Pareciera entonces que la desenfrenada apuesta por los
modelos extractivistas por parte de los gobiernos, más allá de

239
entenderla bajo las cadenas globales de valor,2 nos da cuenta
de procesos de acumulación por “desposesión”, es decir, una
renovación del término “acumulación originaria”3 en nues-
tros tiempos, considerando este proceso como una separación
transhistórica de los medios de producción (Harvey, 2007;
Zarembka, 2012).
Esta separación de los medios de producción siempre ha
llevado implícita la violencia y el despojo, tal como lo advertía
Rosa Luxemburgo:

la acumulación del capital, con su capacidad de expansión sú-


bita, no puede aguardar el crecimiento natural de la población
obrera ni conformarse con él, […] el capital no tiene, para la
cuestión, más solución que la violencia, que constituye un méto-
do constante de acumulación de capital en el proceso histórico,
no sólo en su génesis, sino en todo tiempo, hasta el día de hoy
(Luxemburgo, 1967: 336-337).

Es así que la acumulación por desposesión, a través de los


megaproyectos extractivos, se oculta bajo el discurso del cre-
cimiento económico, socavando los vínculos comunitarios y
destruyendo sus ecosistemas:

instala una dinámica vertical que irrumpe en los territorios y a


su paso va desestructurando economías regionales, destruyendo
biodiversidad y profundizando de modo peligroso el proceso de

2
Patrón de producción basado en la deslocalización productiva, con-
dicionado por las estructuras tecnológicas. Se orientan bajo la lógica de
minimización de costos y maximización de utilidades a nivel global.
3
Proceso de separación de la transición del feudalismo al capitalismo,
donde la acumulación del capital incluye en sí misma la separación entre
trabajadores y medios de producción.

240
acaparamiento de tierras, al expulsar o desplazar a comunidades
rurales, campesinas o indígenas y violentando procesos de deci-
sión ciudadana” (Svampa, 2013).

Reformas estructurales a favor


de los megaproyectos extractivos

La lucha contra los megaproyectos extractivos es uno de los


retos a los que se enfrentan las comunidades indígenas-cam-
pesinas en México. La embestida que han tenido por parte
de las políticas desarrollistas y del capital internacional, por
la explotación de los recursos naturales que se encuentran en
sus vastos territorios, ha sido legitimada a través de leyes y
concesiones que favorecen a los grandes capitales (Barkin et
al., 2011).
Estas leyes han sido implementadas gradualmente, princi-
palmente a partir de los ajustes estructurales que se llevaron
a cabo durante las décadas de 1980 y 1990 sentando las ba-
ses para la extracción de recursos a lo largo y ancho del país.
En el caso del sector minero, la Constitución de 1917, en su
artículo 27, contempló medidas para que la nación controlara
este sector. Sin embargo, paulatinamente esta ley ha sido mo-
dificada. En 1990 se promulga una nueva ley minera que per-
mitía mayor participación de inversión extranjera, así como
un mayor periodo de concesión –de 25 a 50 años–, así como
una reducción de los impuestos a este sector (Veltmeyer, 2012;
Delgado, 2012).
La ley de inversión extranjera ha eliminado las restricciones
de participación del capital extranjero, las sociedades mercan-
tiles de carácter minero pueden tener 100% de capital forá-
neo con tal de que se constituyan como sociedades mexicanas.
Otras leyes que repercuten en la minería también han sido

241
estructuradas. Dichas reformas han sido a favor de la Inver-
sión Extranjera Directa (ied) y, en detrimento de los pueblos
originarios, los ecosistemas, la soberanía del Estado y de
los pueblos originarios (Cárdenas, 2013). Entre estas leyes
debe-mos mencionar, principalmente, a la Ley General de Bie-
nes Nacionales, la Ley Agraria, la Ley General de Equilibrio
Ecológico y Protección al Ambiente, la Ley General para la
Prevención y Gestión Integral de los Residuos, la Ley de Aguas
Nacionales, la Ley Federal de Derechos, la Ley de Inversión
Extranjera y al Código Civil Federal (Cárdenas, 2013).
Es así que México se ha convertido en el destino núme-
ro uno en Latinoamérica para la ied en minería. De 2006 a
2012, el número de concesiones otorgadas para la explotación
minera en México se duplicó, de 390 en 2006, a 803 en 2011.
Casi 80% de estas concesiones se asocian proyectos mineros
que siguen en la fase de exploración, mientras que 62% de
ellos se asocian a metales preciosos (se, 2012).
El sector minero, al ser considerado como estratégico para
el desarrollo económico, goza de prioridad sobre cualquier
otro uso de la tierra. El artículo 6 de la ley minera respalda
esta disposición; dicha ley permite la expropiación de tierras
sin importar que éstas sean áreas protegidas. La presencia de
la industria minera se manifiesta en 26 estados de la Repúbli-
ca Mexicana: “el mayor número de proyectos se encuentra en
Sonora; 202 Chihuahua; 117 Durango; 95 Sinaloa; 84 Zaca-
tecas; 62 Jalisco; 54 Oaxaca; 33 Guerrero. Un dato que resulta
alarmante es que la mayor parte de estos proyectos se ubican
en los estados con menos agua4 del territorio nacional” (Cár-
denas, 2013: 53).

4
Cabe resaltar que los procesos para la extracción de metales utilizan el
agua como recurso principal.

242
Actualmente, siete de las mayores minas de oro en México
están concesionadas a las empresas canadienses Goldcorp, Ag-
nico Eagle, Alamos Gold, New Gold, Yamana Gold y Torex
Gold Resourse. La mayor producción de oro se concentró en
Sonora, entidad que aportó 30% del total nacional, Zacate-
cas (16.5%), Chihuahua (17.5%), Durango (13.5%), Guerrero
(9.4%), San Luis Potosí (38.8%), en tanto que Aguascalientes,
Baja California, Guanajuato, Estado de México, Oaxaca y otras
entidades produjeron, en forma conjunta, 7.4% (se, 2015).
Cabe destacar que actualmente se tienen documentados
37 conflictos mineros en México, sólo por mencionar alguno
de ellos, se encuentra: en el Estado de Chihuahua, sierra de
Samalayuca; posible contaminación de agua y desafección
de áreas protegidas a causa de la concesión minera Kaity, de la
empresa Samalayuca de cobre, ya que sus procesos se basan en
lixiviación en pilas con cianuro de sodio (ocmal, 2017).
Estos conflictos se seguirán multiplicando por la dinámica
rapaz de los megaproyectos y la permisibilidad por parte del
gobierno. Por su parte, la depredación de los ecosistemas y la
violación de los derechos colectivos de los pueblos y comuni-
dades indígenas-campesinas están en juego. La lucha perma-
nente que estos pueblos tienen ante esta ofensiva nos permite
visualizar las estrategias y propuestas que están llevando a cabo
a favor de la construcción de un bienestar colectivo en el cual
otro tipo de democracia y justicia ambiental son posibles.

La lucha comunitaria en la Sierra Norte de Puebla


(México) contra los megaproyectos extractivos

En los últimos años, la Sierra Norte de Puebla se ha visto ame-


nazada por diversos proyectos minero-energéticos que afecta-
rán sus tierras y aguas, y por la amenaza de la construcción de

243
ciudades rurales.5 La movilización colectiva de estas comuni-
dades por la defensa del territorio está asociada con una op-
ción de futuro y, por ende, con impulso para la construcción
de sociedades alternativas.
Tales comunidades indígenas no aceptan la concesión de
sus tierras y ríos y exigen cancelar las licencias para explotar
los recursos naturales de sus territorios. Estos proyectos in-
cluyen 27 concesiones mineras a cielo abierto para la explota-
ción de oro, plata, cobre, zinc y plomo; cinco hidroeléctricas
y aproximadamente 50 ciudades rurales. Así, empresas y go-
bierno inician un avance en el logro de sus objetivos, pero,
al mismo tiempo, las comunidades se han organizado y han
llevado a cabo movilizaciones y han conformado una red de
colectivos entre los que se encuentran la organización “To-
sepan Titataniske” y “Maseualsiuamej Monsenyolchicauanij”,
que acompañan los procesos de organización y resistencia de
las poblaciones afectadas, con el fin de detener esta ofensiva
de los llamados proyectos de muerte.
Diversas estrategias organizativo-políticas se han llevado a
cabo como parte de la defensa del territorio: asambleas co-
munitarias en las cuales se informa a la población sobre las
consecuencias del modelo extractivo minero, consultas comu-
nitarias para el ejercicio de la autodeterminación de los pue-
blos, encuentros de pueblos en resistencia para el intercambio

5
Las ciudades rurales se basan en el supuesto de que los indígenas y
campesinos viven dispersos en las zonas rurales, por lo que concentrar a
esta población en una unidad habitacional y proveerla de servicios –agua
potable, electricidad, centro de salud, escuelas, etc.– ayudaría a combatir
la pobreza. Sin embargo, la realidad oculta de estos proyectos es: facilitar
el control de la población fracturando a la comunidad, hacerlos depen-
dientes del mercado, aniquilar su agricultura y, sobre todo, facilitar el
camino para el despojo de sus tierras. El fracaso de las ciudades rurales en
Chiapas es un claro ejemplo.

244
de experiencias contra los proyectos mineros (Fuente y Carca-
ño, 2016).
Uno de los logros que han obtenido las comunidades en
el municipio de Cuetzalan6 ha sido la elaboración del orde-
namiento territorial, el cual fue llevado a cabo con la inte-
gración de la participación activa de la sociedad cuetzalteca,
en su mayoría hombres y mujeres indígenas. El diagnóstico
y las propuestas del modelo se realizaron a través de tareas de
investigación académica, mediante la creación de talleres
de participación ciudadana en asambleas de representación en
las nueve juntas auxiliares, con sectores productivos, organi-
zaciones sociales y autoridades gubernamentales. Este orde-
namiento se ha convertido en una herramienta jurídica en la
defensa del territorio.

Elementos que intervienen en la construcción


de la gobernanza ambiental con justicia

En la construcción de la gobernanza ambiental, las prácticas


que llevan a cabo las comunidades indígenas resultan relevan-
tes, ya que éstas llevan un papel protagónico en la toma de
decisiones y acciones, realizadas para generar bienestar a nivel

6
El municipio de Cuetzalan se encuentra ubicado en la Sierra Norte
de Puebla y los declives de la planicie costera en su región veracruzana.
Este municipio se encuentra conformado por ocho juntas auxiliares: San
Andrés Tzicuilan, San Miguel Tzinacapan, Zacatipan, Reyeshogpan, Xo-
coyolo, Yohualichan, Yancuitlalpan y Xiloxochico. Estas juntas auxiliares
se han desarrollado como un órgano político entre las comunidades in-
dígenas de esta región, conglomerando los barrios, rancherías y parajes.
La región está conformada por pueblos indígenas: nahuas, totonacos, te-
pehuas y otomíes, así como por población mestiza; en el municipio de
Cuetzalan la población nahua abarca 80% de la población.

245
comunitario, a diferencia de los programas gubernamentales
de corte neoliberal para combatir la pobreza y mitigar el cam-
bio climático que, al final, sólo profundizan la dependencia de
estos actores sociales.
La gobernanza ambiental con justicia lleva implícita la par-
ticipación activa de las comunidades para construir sus pro-
pias alternativas de bienestar, esta participación se manifiesta
a través de la autonomía, la forma de organización política y
social, el desarrollo de las fuerzas productivas comunitarias,
la generación de excedentes, la movilización social (Barkin,
Rosas y Fuente, 2009), así como la participación activa de las
mujeres, visibilizando y actuando a favor de las demandas de
género. Todos los anteriores son elementos que potencian este
proceso.
Los sistemas normativos de las comunidades indígenas son
llevados a cabo a través del sistema de cargos conformado de
manera jerárquica por miembros de la comunidad. Este siste-
ma forma parte de los llamados usos y costumbres, los cuales
se refieren a sistemas normativos indígenas que regulan la vida
comunitaria. El sistema está constituido por responsabilidades
comunitarias que se turnan entre los miembros de la comuni-
dad. La asamblea comunitaria es la autoridad máxima colecti-
va, en ella se toman decisiones de forma consensuada a través
de la democracia directa.
En la gobernanza ambiental, la autonomía juega un papel
central, los procesos autonómicos que siguen las comunidades
indígenas campesinas han ido fortaleciendo el ejercicio de sus
derechos colectivos, así como de sus estructuras político ad-
ministrativas. López y Rivas (2012) señala que la autonomía
no es una renuncia a la soberanía estatal nacional, sino una
distribución de atribuciones y funciones que pueden ser com-
plementarias, exclusivas o restrictivas de poderes federales, es-
tatales o municipales.

246
Así, la autonomía se presenta como una de las formas de
ejercicio del derecho libre de determinación, e implica, funda-
mentalmente, el reconocimiento de autogobiernos comunales,
municipales o regionales en el marco del estado nacional. Las
propuestas autonómicas se plantean como una distribución de
competencias en los distintos niveles de la organización del
gobierno y en torno a variadas atribuciones políticas, econó-
micas, sociales y culturales.
El desarrollo de las fuerzas productivas comunitarias, así
como la manera en la que deciden organizar su producción e
invertir sus excedentes se dan por la vía de la organización
comunal y de un esfuerzo colectivo de gobernanza que da la
pauta para la toma de decisiones consensuadas que se mani-
fiestan a través de la democracia directa. Los conocimientos
locales productivos poseen un carácter práctico e innova-
dor, donde lo simbólico y lo ritual están presentes (Barkin,
Fuente y Rosas, 2009; Barkin y Fuente, 2011; Carcaño y
Azamar, 2017).
A este respecto, tanto la organización “Tosepan” como la
“Maseualsiuamej” han desarrollado sus fuerzas productivas
con una alta participación de los miembros de la comunidad.
Dentro de los proyectos productivos que llevan a cabo, destaca
la amplia participación en el ecoturismo, pues ambas tienen
un hotel administrado y atendido por miembros de su orga-
nización. También producen y exportan café, miel, pimienta
y vainilla orgánicos. Cuentan con caja de ahorros, centro de
salud y proyecto de viviendas para los miembros de la agru-
pación. Su estructura organizativa tiene como fundamento la
base comunitaria, ya que a partir de la democracia directa to-
man para sí el esquema de la vida política de la comunidad.
En el caso de la “Maseualsiuaejmonseyolchicauanij” su estruc-
tura organizativa es la siguiente:

247
La asamblea general. En esta instancia es donde se toman
en colectivo las decisiones. Año con año se reúnen todas las
mujeres asociadas para elaborar el plan de trabajo, evaluar los
proyectos y recibir un informe financiero de la organización.
Comité de artesanas. Este comité está conformado por aso-
ciadas de la organización. Son las encargadas del acopio de
artesanías, elaborar planes de trabajo con base a proyectos,
seguimientos de objetivos, así como el diseño de propuestas
para mejorar los trabajos planteados.
Consejo Regional de Mujeres. “Éste es el órgano de represen-
tación y ejecución, éste es elegido de forma democrática y está
conformado por una representante de cada comunidad. En
él, las delegadas informan de las actividades que se realizaron
durante el mes y planifican las próximas actividades. El con-
sejo se encarga […] además de vigilar los acuerdos, de hacer
respetar la organización y de motivarla para seguir adelante”
(Pérez, 1999: 85).
Finalmente, se encuentran las áreas de trabajo, las cuales
tienen una representante de cada comunidad:
Bienestar Social. Esta área abarca distintos programas, los
cuales pretenden mejorar los niveles de salud y nutrición de las
asociadas a través de diferentes acciones colectivas y organiza-
das con el uso de fondos revolventes.
Educación y Capacitación – Desarrollo Organizativo. Para
esta área se crearon espacios que permitieran a las asociadas re-
unirse, discutir e intercambiar ideas respecto a la organización
y otros temas de interés.
Proyectos generadores de Ingresos. Son proyectos productivos
que pretenden generar recursos económicos y fuentes de em-
pleo para las asociadas. Entre éstos se encuentra una tienda de
artesanías y un hotel.
Dichas comunidades, al generar y asignar socialmente el
excedente, obtienen beneficios que se reflejan en la utilización

248
de sus recursos para infraestructuras, rehabilitación de sus
ecosistemas, así como para actividades de orden social y espiri-
tual, tal es el caso de las fiestas, las cuales son un elemento cla-
ve para fortalecer el tejido comunitario (Barkin, et al., 2011).
El excedente, al ser generado y apropiado de forma colecti-
va, da la posibilidad de la elección social para disponer de él.
En este sentido, la producción potencial, a través de la capaci-
dad productiva de las comunidades, tiene mayor posibilidad
de sus alternativas para disponer de ellas. Esta forma de ser
generada y destinada nos revela las relaciones económicas e,
incluso, la justicia social, ya que uno de los puntos fundamen-
tales no es el excedente económico per se, sino la forma en la
que es apropiado, controlado y usado. La existencia del exce-
dente económico para un cambio social socava el silogismo de
la centralidad del mercado, pues en su lugar surge un sistema
de planificación de la producción, un control sobre los fondos
excedentarios y una capacidad de gestión para destinar los re-
cursos hacia áreas que benefician a la comunidad.
El excedente económico, concebido como un fondo para el
beneficio comunitario, replantea la cuestión de la elección so-
cial, es decir, cómo la sociedad decide cuáles son las áreas prio-
ritarias en las que éste debe designarse para crear un mayor
beneficio a nivel comunitario, dicho planteamiento va acom-
pañado de un tipo de democracia y gobernanza tal que ponen
en primer lugar la seguridad de la sociedad antes que cualquier
interés particular. Es importante señalar que una parte de los
excedentes que generan estas organizaciones están destinados
en los procesos por la defensa del territorio, lo cual implica la
movilización social en reuniones informativas y marchas, así
como el pago de abogados que acompañan en la defensa y
lucha por el territorio.

249
Conclusiones

Las políticas económicas llevadas a cabo en los últimos años


han representado un riesgo para la mayor parte de la población
y para los ecosistemas. Los megaproyectos extractivos, vistos
como la panacea para alcanzar el crecimiento económico, han
resultado en una trampa mortal en la que se encuentra la so-
ciedad y los ecosistemas. El papel del Estado como facilitador
para la acumulación del capital nos muestra la fragilidad de la
calidad de la democracia.
Nos encontramos frente a un escenario en el cual el abuso
del poder y la búsqueda por la maximización de beneficios
económicos ha desembocado en ecosistemas devastados, des-
pojo de las poblaciones indígenas de sus territorios, explota-
ción laboral cada vez más ruin (Castel, 1997). En realidad, no
es que estos impactos sean ajenos a los tomadores de decisiones
dentro de los gobiernos; de hecho, una de las salidas la han
encontrado a través del desarrollo sustentable. Sin embargo,
esto plantea grandes retos, ya que, por una parte, se propo-
nen generar estrategias que lleven a promover el bienestar a la
sociedad y menores impactos al medio ambiente y, por otra
parte, se sigue insistiendo en que la vía para alcanzarlo es me-
diante la senda del crecimiento económico.
Lo anterior implica una contradicción, pues la acumula-
ción de capital que caracteriza al sistema económico dominan-
te lleva implícito el crecimiento económico. Esto representa
claramente las contradicciones entre un sistema ecológico su-
jeto a límites físicos y un sistema económico enfocado al creci-
miento ilimitado. En este sentido, la naturaleza es vista como
un conjunto de recursos que pueden ser utilizados, transfor-
mándola de una entidad ecológica a una entidad económica
(Alvater, 2006).

250
La naturaleza, al ser vista como una entidad económica,
implícitamente se orientará a la valoración monetaria de ésta.
De tal forma que este “capital natural” estará al servicio del
mercado, dejando de lado otro tipo de valores que son in-
conmensurables como los valores ecológicos, culturales, espi-
rituales o estéticos. La reducción de la naturaleza como un
componente más dentro del mercado termina diluyendo las
particularidades del funcionamiento de los ecosistemas (Gu-
dynas, 2012).
A diferencia de esta visión mercantilista, las comunidades
indígenas campesinas mantienen un vínculo estrecho con el
territorio, revistiendo de un diálogo de saberes (Argueta, 2011)
que refuerza y recrea nuevas formas de apropiación de la na-
turaleza (Leff, 2004). Estos saberes se transmiten de genera-
ción en generación en los diversos ámbitos de la organización
comunitaria. Se enriquecen a través de la práctica de variadas
formas de trabajo y reflejan una concepción del mundo que nos
obliga a reflexionar sobre la importancia de la participación de
los actores –en este caso las comunidades indígenas– para la
resolución de conflictos. Los valores culturales y sociales que
estas comunidades tienen los movilizan hacia una lucha por
principios de autodeterminación y autogestión.
El control y la defensa del territorio implican la posibilidad
de construcción de futuro, preservándolo como un espacio vi-
tal para continuar con la vida comunitaria. La construcción
de gobernanza ambiental con justicia es posible a partir de la
participación activa de los miembros de las comunidades,
los caminos que recorren en esta búsqueda son sinuosos por las
tensiones derivadas de intereses contrapuestos por parte de
los actores que intervienen en el proceso.
Actualmente, las tensiones continúan por los intereses
del Estado y del capital trasnacional en la implantación de

251
megaproyectos en diversas zonas del país. A su vez, están pre-
sentes las comunidades organizadas que hacen frente a esta
lucha con propuestas alternas a través de su tipo de gobernan-
za, de su andar en procesos autonómicos y de su capacidad de
lucha, resistencia y negociación.
Esta lucha no ha sido pacífica, debido a que tanto el go-
bierno como las empresas han utilizado estrategias coercitivas
para amedrentar a las comunidades indígenas, pero, tal como
lo manifiestan estas comunidades, “la defensa del territorio es
una lucha por la vida”. Es así que los principios democráticos
que han caracterizado a estas comunidades nos dan muestra
de una gobernanza ambiental con justicia.

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255
El envejecimiento en México:
un nudo gordiano que no necesita
de Alejandro Magno

Alejandro Klein

Introducción.
El envejecimiento poblacional

L a población en México sufrió importantes transforma-


ciones a lo largo del siglo xx. Entre las más importantes
se encuentran la llamada “transición demográfica”, producto
del descenso de la mortalidad a partir de los años treinta y
la relacionada con la fecundidad en los años setenta. Como
resultado de estos cambios, la población se ha incrementado,
la estructura por edad de la población se ha modificado y la
cantidad relativa de adultos mayores ha aumentado; esto es, en
México la población está envejeciendo (Conapo, 2013).
Puesto en cifras, en 2010 residían en México poco más de
diez millones1 de adultos mayores (inegi, 2010 y 2011; Conapo,
2013).2 Entre 1990 y 2010, el número transitó de 5 a 10 millones,

1
El dato exacto es 10 millones 55 mil 379 adultos mayores.
2
En México el Artículo 3º de la Ley de los Derechos de las Perso-
nas Adultas Mayores establece que se consideran como tales aquellas

257
presentándose un incremento porcentual respecto al total de
la población de 2.8, es decir, pasaron de 6.2 a 9% de la po-
blación total (inegi, 2011a). La esperanza promedio de vida
al nacer en México de 36 años en 1950, que pasó a 74 en
2000. El Conapo estima que, para 2050, ésta llegue a los 80
años, cifra en el rango de la que se proyecta para los países
desarrollados.3
Los datos anteriores indican claramente que México ha en-
trado en lo que se denomina “envejecimiento poblacional”. Sin
embargo, es importante indicar que a diferencia de los países
desarrollados, en los países no desarrollados el proceso de en-
vejecimiento poblacional se da a mayor velocidad con diversas
variables que hacen difícil la capacidad de adaptación de la
sociedad frente a este proceso, lo que hace que a problemas
sociales ya crónicos se añadan otros nuevos (Ham, 1999) fren-
te a los cuales el Estado se ve urgido a planificar y efectivizar
políticas públicas pertinentes.
Esta gradual transformación de la estructura etaria de la
población altera tanto las demandas sociales como el potencial
para generar condiciones de bienestar. Los datos disponibles
muestran que en algunas entidades federativas de muy avan-
zada transición demográfica –como el Estado de México y la
Ciudad de México– el envejecimiento de la población es ya
un tema prioritario. En otras, si bien el envejecimiento aún no

personas con sesenta años de edad o más. Empero, es importante señalar


que en otros países el criterio para delimitar este grupo de edad son sesen-
ta y cinco años y más o, incluso, setenta y más.
3
Para el primer quinquenio del siglo xxi, la esperanza de vida promedio
al nacer en los países en desarrollo era de 63.4 años y se proyectaba que
llegara a 73.1 hacia 2050. Para los países desarrollados, la esperanza de
vida promedio al nacer era de 76 y se proyecta que alcance los 81 hacia
mediados del siglo (Conapo, 2013).

258
es un fenómeno predominante, resulta fundamental que las
instituciones comiencen a preparar la infraestructura de servi-
cios propia de una población envejecida (Ham, 1999). En un
país con estas características, las políticas públicas en materia
de población y desarrollo deberían modificar cada vez más su
énfasis en función de los niveles y tendencias demográficas
(Villagómez Ornelas, 2009).
De acuerdo con proyecciones del Conapo (2013), para 2020
la población de adultos mayores alcanzará su tasa máxima de
crecimiento (4.2%) con 14 millones de individuos: 12.1% de la
población. A partir de ese año, el ritmo de crecimiento demo-
gráfico comenzaría a disminuir hasta alcanzar un crecimiento
negativo (-1.58%) en 2050, cuando se prevé que habrá cerca de
34 millones de adultos mayores que representarán 27.7% de la
población total (Villagómez Ornelas, 2009).
Pero el tema no es sólo cuantitativo, implica profundas mo-
dificaciones cualitativas de todo tipo que involucran transfor-
maciones no sólo en el plano sociocultural sino también en el
económico y productivo, que apenas comenzamos a esbozar
(Tuirán, 1999).

Procesos de discriminación

Es necesario indicar que la población de adultos mayores sufre


procesos de discriminación diversos. Según los “Resultados so-
bre personas adultas mayores” de la Encuesta Nacional de Dis-
criminación en México (inapam, 2010), 27.9% de las personas
mayores de 60 años han sentido alguna vez que sus derechos
no han sido respetados por su edad, 40.3% describe como sus
problemas principales los económicos, 37.3% la enfermedad,
el acceso a servicios de salud y medicamentos, y 25.9% los
laborales.

259
Diferentes datos muestran que 17.7% de los adultos ma-
yores reside en viviendas con un hacinamiento mayor a 2.5
personas por cuarto, 3.4% habitan viviendas que presentan
carencia por piso de tierra, 1.8% habita en una vivienda con
techos de lámina de cartón o desechos y 1.4% lo hace en vi-
viendas con muros de embarro o bajareque, de carrizo, bambú
o palma, de lámina de cartón, metálica o asbesto, o de mate-
rial de desecho (enigh, 2013).
Casi 20.7% de los adultos mayores habita en viviendas
donde el combustible para cocinar es carbón o leña; ésta es la
más común de las carencias por servicios básicos en sus vivien-
das. Cerca de 9% no cuenta con drenaje conectado a la red
pública o a una fosa séptica. En tercer lugar están las viviendas
sin agua entubada dentro de la vivienda o dentro del terreno
(8.5%), y dada la cobertura casi universal de viviendas con ser-
vicios de electricidad, esta carencia es la de menor porcentaje
con 0.9% (enigh, 2013).

Pobreza

En México la pobreza multidimensional se define como la si-


tuación de una persona cuando presenta carencia de al menos
uno de sus derechos relacionados con el desarrollo social, y
si además sus ingresos son insuficientes para adquirir los bie-
nes y servicios básicos. De acuerdo con el Consejo Nacional
de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval,
2012), en 2012, 43.2% de la población de 60 años y más pa-
decía pobreza multidimensional. En total, siete de cada diez
adultos mayores (72%) padecía vulnerabilidad social, es de-
cir, presenta por lo menos alguna de las siguientes carencias
sociales: rezago educativo, no tiene acceso a los servicios de
salud y tampoco a la seguridad social, además de que presen-
ta deficiencias en la calidad y los espacios de la vivienda, así

260
como en los servicios básicos en la misma y carece de acceso a
la alimentación. Llama la atención que 28.8% de los adultos
mayores presenta carencias sociales, pero su ingreso es superior
a la línea de bienestar.
Por otra parte, uno de cada dos adultos mayores (49.4%) es
vulnerable por ingresos, es decir, su ingreso es inferior o igual
a la línea de bienestar; esta proporción se compone por 43.2%
de adultos mayores que también son vulnerables por carencias
sociales y 6.2% que solamente lo son por ingresos pero no
presentan carencias sociales. Destaca que solamente 21.8% de
los adultos mayores son considerados “no pobres multidimen-
sionales ni vulnerables por ingresos o por carencias sociales y
de ingresos” (Coneval, 2012: 14).
Según la intensidad y profundidad de la pobreza multi-
dimensional, el Coneval (2012) estimó que en 2012 10% de
los adultos de 60 y más años se encuentra en pobreza mul-
tidimensional extrema, es decir, pertenecen a hogares que a
pesar de que hacen uso de todo su ingreso en la compra de
alimentos no pueden adquirir lo indispensable para una nutri-
ción adecuada y presentan al menos tres carencias sociales de
las seis incluidas en el cálculo del Índice de Privación Social.
En conjunto, ocho de cada 10 adultos mayores presenta algún
tipo de vulnerabilidad, ya sea en sus derechos sociales o en su
ingreso.

Estereotipos negativos

Cuando la violencia no es física, se verifica su presencia a nivel


simbólico a través de estereotipos sociales negativos que generan
una sensación de “amenaza” a la integridad personal, así como
menor rendimiento a nivel de la memoria (Levy, 1996), en
el sentimiento de autoeficacia (Levy, Slade y Kasl, 2000), en la
capacidad para la escritura (Levy, 2000), en trastornos de

261
salud (Levy, Slade y Kasl, 2000) y en toda una serie conflic-
tos a nivel laboral y sexual (Iacub, 2003 y 2006). Por el
contrario, el reconocimiento de valor y utilidad social incide
en un mejor nivel de funcionamiento psicológico y de la
calidad de vida, disminuye el riesgo de mortalidad (Ekerdt,
Bosse y Levkoff, 1985) y puede constituirse en un indicador
de un envejecimiento exitoso (Fisher, 1995)
En Francia, un estudio longitudinal realizado en un pe-
riodo de cuatro años demostró que las personas que no se
sienten útiles socialmente tienen mayores probabilidades de
quedar discapacitadas tanto a nivel físico como mental
(Grand, Grosclaude, Bocquet, Pous, y Albarede, 1988).

Ocupación

Hay adultos mayores que aún se insertan en el mercado labo-


ral por una decisión voluntaria asociada con el deseo de seguir
realizándose como personas, en tanto que otros están obliga-
dos por la necesidad de un ingreso insuficiente, ya sea por falta
de prestaciones sociales o porque los montos en las jubilacio-
nes y pensiones son reducidos. De acuerdo con la Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo (enoe, 2013), durante el
segundo trimestre de 2013 la tasa de participación económica
de la población de 60 años y más fue de 33.8%, siendo ma-
yor en los hombres (50.8%) en comparación con las mujeres
(19.5%), y su comportamiento por edad indica que disminuye
conforme ésta avanza: casi la mitad de los adultos mayores que
están en la etapa de prevejez (49.6%) se inserta en el mercado
laboral como personal ocupado o como buscador de empleo y
disminuye a 9.8% en los que están en vejez avanzada.
Por otra parte, las condiciones laborales de los adultos ma-
yores que se ocupan de manera subordinada y remunerada

262
(34.9%) no son muy favorables, ya que la mitad (48.8%) de
ellos no recibe prestaciones (inegi, 2013).
Asimismo, tres de cada cuatro adultos mayores (74.9%)
se insertan al mercado laboral bajo condiciones de informali-
dad. Por grupos de edad, se observa que los adultos mayores
que se emplean informalmente son los que perciben el menor
ingreso, 56.2% gana hasta dos salarios mínimos y 16.4% no
recibe ingresos por su trabajo; en conjunto, siete de cada diez
(72.6%) obtienen ingresos no muy favorables por su trabajo
(inegi, 2005).

El problema sanitario

El aumento en la supervivencia de la población ha provoca-


do que la mayor parte de las defunciones se den en edades
avanzadas: de las 591 mil muertes registradas en 2011, 61.4%
corresponde a personas de 60 años y más. Muchos de los fa-
llecimientos en este grupo de la población se producen por
enfermedades crónico-degenerativas, entre las que destacan la
diabetes mellitus, las enfermedades isquémicas del corazón,
las enfermedades cerebrovasculares, las enfermedades crónicas
de las vías respiratorias inferiores, las enfermedades del híga-
do y las enfermedades hipertensivas. En conjunto, estas seis
causas concentran 54.8% de los fallecimientos ocurridos en
este grupo poblacional. Uno de cada cuatro adultos mayores
que falleció en 2011 (22.6%) no tenía derecho a un sistema de
salud (ops/oms, 2007).
Los datos muestran además que la cobertura de los servi-
cios de salud para la población con 65 años o más sigue siendo
limitada, “pues sólo 43.9% es derechohabiente de alguna insti-
tución de salud” (Mancinas-Garay, 2013: 400). Además de las
limitaciones de cobertura de la salud, “existe evidencia de que

263
la calidad en la prestación de estos servicios es cuestionable”
(Rojas-Ulloa, 2002: 52).

Pensiones y redes sociales

A diferencia de lo que ocurre en sociedades donde el sistema


de pensiones está muy extendido, en México los adultos mayo-
res no siempre pueden ayudar económicamente a los hijos, ya
que pocos disponen de pensiones o capital acumulado.
En 2001, sólo 18% de los adultos mayores que trabajaron al-
guna vez recibía pensión, cifra baja que puede deberse, en par-
te, a la alta frecuencia de la informalidad en el mercado laboral
(Rabell y Murillo, 2013). Por otro lado, en México, “cerca de
50% de la población mexicana con 65 años o más no tiene de-
recho a sistemas de salud” (Mancinas-Garay, 2013: 396).
En especial, cuando las personas llegan a la edad de la jubi-
lación y empiezan a vivir la pérdida de la pareja, de amigos y
de parientes de su mismo grupo etario, las redes generalmente
se contraen. En consecuencia, las redes familiares son cam-
biantes y no siempre proveen recursos (Rabell-Murillo, 2013).
Se trata de un déficit a la dimensión afectiva de la solidari-
dad (Bengtson y Roberts, 1991), ya que casi una quinta parte
declaró no tener ninguna persona cercana fuera de su hogar
(Murillo, 2009). De esta manera, diversos estudios sobre las
“redes sociales” de las personas mayores constatan que la per-
tenencia a una red no garantiza que reciban el apoyo social y
afectivo necesario (Guzmán et al., 2002).

El dilema de las familias

Vivir con familiares, especialmente con los hijos, tiene costos


y beneficios, tal como lo afirman Burr y Mutchler (1992). Los
beneficios para los adultos mayores incluyen apoyos físicos,

264
emocionales y financieros, en tanto que los costos asociados
son la pérdida de estatus, de privacidad y de independencia.
Por otro lado, si analizamos la relación entre los arreglos
residenciales y el estatus socioeconómico, encontramos que
74% de las personas que viven solas están ubicadas en los dos
quintiles socioeconómicos más bajos; este arreglo está asocia-
do a las condiciones socioeconómicas más precarias (Rabell-
Murillo, 2013).
Los hijos constituyen la principal fuente de apoyo prove-
niente de personas no corresidentes. Aun en los casos en que
no conviven con sus padres, éstos asumen obligaciones filiales.
También los hermanos y otros parientes brindan apoyos.
La fuerza de los vínculos basados en la consanguinidad es
notable, “aunque debe destacarse el hecho de que los amigos des-
empeñan un papel nada desdeñable, es decir, que los vínculos
selectivos también tienen fuerza” (Rabell-Murillo, 2013: 329).
Pero aunque los cuidadores hagan esta tarea con amor, no
deja de ser una experiencia agobiante y angustiante (Swagerty
y Takahashi, 1999; Montoya, 1997; González y Nelly, 2006),
por lo que puede generar agresividad e irritabilidad.
Muchas veces, si la familia asume estas tareas es porque
se siente responsable ante la falta de apoyos gubernamentales,
que más que ser secundarios (cepal, 2000) parecen ser fran-
camente prescindentes.

Una sociedad que desampara

La solidaridad es un concepto que enmarca adecuadamen-


te las ayudas afectivas y sociales que analizamos. Tal como
Bengtson y Roberts (1991) definen la solidaridad, ésta tiene
una dimensión estructural aplicada a las ayudas recibidas
provenientes de parientes y allegados no corresidentes con los
adultos mayores, que contribuyen al bienestar de los mismos.

265
Sin embargo, por otro lado, los datos manejados indican cómo
se ha “quebrado” el contrato implícito entre la vejez y la red
social de la modernidad keynesiana (Klein, 2006). Este con-
trato enunciaba de forma tácita, pero no por eso menos vigo-
rosa, que esa sociedad era un espacio amplio y generoso, con
capacidad de “albergar” y proteger a los más desamparados y
desvalidos (Klein, 2013).
Se trataba de un acuerdo entre partes, donde más allá de
probables enfrentamientos, existía una reconciliación inque-
brantable de fondo. La sociedad generaba condiciones apro-
piadas de dignidad y protección, “atenta” a sus integrantes.
No obstante, las cosas se han modificado. La sociedad
mexicana ya no alberga, sino que desampara al anciano. Ya
no tiene lugar ni recursos para todos sus adultos mayores y el
pasaje por distintas experiencias de seguridad se vuelve casi un
imposible.
Es inevitable que estas condiciones de confianza y recipro-
cidad sean sustituidas por otras de desconfianza y paranoia
(Missae, 2002).
Parecería que este orden societario necesita de los inte-
grados y de los expulsados, produciendo un inexistente, “un
desaparecido de los escenarios públicos y de intercambio. El
expulsado perdió visibilidad, nombre […] transitan por una
sociedad que parece no esperar nada de ellos” (Duschatzky et
al., 2002: 18). Sociedad que necesita que algunos de sus inte-
grantes estén en un no-lugar, “por lo que parte de sus miem-
bros y especialmente […] de las clases sociales más carentes,
asumen un lugar de sobrantes” (Coutinho, 2000: 53).

266
Derechos sociales-derechos políticos

El Estado mexicano no cree pertinente encargarse de derechos


sociales, aunque precisa que sus viejos voten dentro de una
población cada vez más envejecida (ife, 2012). En este senti-
do, cabe interrogarse si su participación es como ciudadanos o
como votantes desprovistos de cualquier derecho de ciudada-
nía política (Klein-Ávila Eggleton, 2011).
Aunque el término ya sido muy usado (Bauman, 1999),
nos preguntamos si la ciudadanía mexicana, y latinoamerica-
na en general, no ha pasado de ser sólida a fluida, en función
de la irregularidad crónica de los derechos de ciudadanía, te-
niendo en cuenta que “los derechos ciudadanos se expanden
o repliegan en diferentes momentos históricos, siendo parti-
cularmente vulnerables los derechos políticos y civiles, sujetos
a innumerables suspensiones y atropellos en el marco de los
diversos autoritarismos que ha conocido la región” (Pilotti,
2000: 30).
Estos ciclos de expansión y retracción, con momentos de
suspensión y congelamiento de los diferentes derechos, hace
difícil aplicar la diferencia de ciudadanía formal o sustantiva
de Bottomore (Marshall y Bottomore, 1998) al caso mexica-
no. La ciudadanía formal o la ciudadanía sustantiva probable-
mente no se pueden sostener por sí mismas ni independientes
una de la otra. La “ajenidad” de sentirse parte del gobierno del
Estado-Nación, como ciudadanía política, se acompaña de la
“ajenidad” de poder reclamar derechos civiles y sociales que
se vuelven esquivos o se postergan inalcanzablemente. Como
ya hemos indicado, esta situación se acompaña de enormes
diferencias sociales que anulan las posibilidades de reciproci-
dad social: “Este sistema de redistribución de responsabilida-
des necesita, para su funcionamiento y supervivencia, de la

267
existencia de un amplísimo grado de consenso entre los miem-
bros de la sociedad, pues sin él ninguna política de bienestar
sería factible” (Freijeiro Varela, 2008: 164).
Como ya hemos señalado, es el mercado, pero principal-
mente la familia, las instituciones en las que el Estado mexi-
cano delega la necesidad de cuidar y proteger a un anciano al
que se estereotipa simultáneamente desde el paradigma de la
decrepitud y el deterioro. Es lo que Crouch (2003) ha deno-
minado la “comercialización de la ciudadanía”, lo que puede
ser tomado también como situación de supervivencia desde las
condiciones del mercado (Dahrendorf, 1997).
De esta manera se hacen presentes aspectos de un proceso
de desciudadanización, que se agudiza entre los grupos socia-
les más pobres y desprotegidos, por lo cual el anciano pier-
de marcos de referencia identitarios y de integración social,
con extrema dificultad para que emerjan referentes sociales
sustitutivos.

Alta experimentación subjetiva

Esta situación de ambigüedad entre ciudadanía y desciuda-


danización no deja, sin embargo, de tener consecuencias para
que la tercera edad alcance un nuevo posicionamiento social,
cultural y subjetivo.
Investigaciones recientes (Klein-Carcaño, 2018) dan
muestra de acciones de este colectivo que conllevan procesos
autónomos, rompiendo con los modelos estereotipados sobre
la tercera edad, que insisten en procesos deficitarios y que no
incluyen el papel protagónico y novedoso de los adultos mayo-
res en sus redes sociales, sus familias y su cotidianidad.
La perspectiva de la alta experimentación alternativa pro-
pone tomar en cuenta estos procesos que en realidad ya tienen
su propia historia y que, no obstante, hasta el momento han

268
sido invisibilizados por paradigmas dominantes que terminan
por ser anacrónicos o empobrecedores en su análisis.
Especialmente tenemos en cuenta la necesidad de conside-
rar nuevos escenarios alternativos donde los grupos de la ter-
cera edad, además de combatir y sufrir procesos económicos,
políticos y sociales que les han sido tradicionalmente adversos
y que los han vulnerabilizado como nudos gordianos alienan-
tes, se encuentren en una posición instituyente que los perfile
hacia formas inéditas y novedosas de articulación económica,
cultural y social.

Conclusiones

Los estudios de campo demuestran que es imposible descono-


cer el papel que cumplen los adultos mayores en estos procesos
de alta renovación subjetiva. Por un lado, son despreciados, ex-
cluidos y castigados socialmente; por otro, no dejan de indicar
una sorprendente capacidad de cambio y experimentación sub-
jetiva posicionándose en lugares claves de la cotidianidad cul-
tural y social de sus comunidades, familias y redes sociales.
Estas comunidades de la tercera edad no sólo hacen fren-
te a políticas neoliberales de exclusión y pauperización, pues
generan, además, de forma creativa y contundente, alternati-
vas coherentes que se nutren de posicionamientos subjetivos,
sociales, culturales y económicos que, sin embargo, no han
recibido el reconocimiento adecuado por parte del mundo
académico.

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274
Condición de la mujer chilena
en el siglo XXI

Vania Marin

C hile se compromete desde los años noventa, es decir, des-


de el inicio de su proceso democrático, en la implemen-
tación de políticas de Estado en favor de la equidad de género.
La finalidad es avanzar en cuestiones relativas a los derechos
humanos. Con ese objetivo, comienza un proceso de ratifi-
cación de instrumentos del sistema internacional de derechos
humanos, tales como la Declaración Universal de los Dere-
chos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, la Convención Americana de Derechos
Humanos, entre otros.
El país suscribe a diversas convenciones concernientes a eli-
minar la violencia en contra de la mujer, como la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discrimi-
nación contra la Mujer (cedaw, por sus siglas en inglés), fir-
mado en 1979, cuyo mérito es plantear la violencia doméstica
como un crimen; o la Convención Interamericana de Belem
Do Pará (1994), para la prevención, sanción y erradicación
de la violencia en contra de las mujeres, que busca recono-
cer las múltiples manifestaciones de la violencia, distinguir la

275
diversidad de ámbitos en los que puede ocurrir, e identificar
las conductas agresivas, como conductas basadas en las rela-
ciones asimétricas entre hombres y mujeres. A título signa-
tario, el país suscribe la Conferencia de la Mujer en Beijing
en 1995, la cual incorpora recomendaciones que tienen como
objetivo asegurar una vida libre de violencia para las mujeres
y las niñas.
Desde el marco legal, el país comienza un proceso de pro-
mulgación de leyes relativas a la protección y prevención de
la violencia intrafamiliar y de género. En 1994 se aprueba la
ley 19.325, que establece normas sobre procedimientos y san-
ciones relativas a los actos de violencia intrafamiliar. En 2004
promulga la ley 19.968, que crea los tribunales de familia. En
2005 promulga la ley 20.066 de violencia intrafamiliar, que
introdujo el delito de maltrato intrafamiliar como sancionable
con cárcel. A finales de 2010 se promulga la ley 20.480, la cual
define al feminicidio, en sus artículos 1° y 2°, como un crimen
a raíz de la “muerte violenta de una mujer por el abuso del
poder de género que se produce en el seno de una relación de
pareja, actual o pasada” (bcn, 2010). Con esta ley se modifica
el código penal, introduciendo el femicidio, es decir, amplía el
parricidio a nuevos sujetos, tales como los ex cónyuges o ex
convivientes sin límite de tiempo ni de sexo. Se trata de una
nueva tipificación, ya que figuras que antes eran calificadas
como homicidas, pasan a ser calificados como parricidas. En
el caso de que la víctima del delito de parricidio sea un ex
cónyuge o la actual pareja del autor agresor, el mismo delito
se tipifica como un femicidio. Esta medida extiende las penas
del femicidio de los quince años de cárcel a la prisión perpetua
calificada. La penalidad es mayor que para un homicidio sim-
ple, pues contiene el agravante, al igual que en el parricidio, de
ser perpetrado en el marco de una relación de pareja actual o
pasada, y cuyo principal móvil es el vínculo afectivo.

276
En términos generales, podemos constatar que la ley 20.484
contiene varias limitantes, una de ellas es la definición acotada
de la noción de femicidio, ya que la explicación en sí misma no
aclara si incluye otras figuras criminales; por ejemplo, la trata
de blancas o el infanticidio cometido específicamente contra
víctimas del sexo femenino. Si bien le lay pretende tener cierta
trascendencia legal en relación con la ley anterior (la 20.066),
contiene modificaciones más figurativas que reales. Un ejemplo
es que, desde lo normativo, el parricidio ya estaba sancionado
en las leyes anteriores con las penas de cárcel más severas.
Con la finalidad de aclarar ciertas ambigüedades, en mayo
de 2017 se promulga la ley 21.013, cuyo propósito es aumentar
las penas con respecto a conductas que involucren violencia
o maltrato psíquico o físico en contra de menores de edad o
adultos en situación de vulnerabilidad por discapacidad. Con
este fin se modifica el Código Penal, en especial la ley 20.066
de violencia familiar, y el Decreto ley 645 del Ministerio de
Justicia sobre Registro General de Condenas. En este sentido,
la aprobación de la ley significa un paso histórico para el país,
no sólo porque sanciona el maltrato infantil y los abusos no
constitutivos de lesiones que se cometen en los geriátricos o en
instituciones de acogida de personas en situación de discapaci-
dad; a su vez, notifica que desde la primera acción de violencia
corporal se establece el delito de abuso sin que sea necesario
el daño a la integridad física de la víctima. Sin embargo, la ley
presenta una ambigüedad, ya que no logra definir claramente
el significado de maltrato relevante. Incluso, algunos congre-
sistas catalogaron su contenido legal como una “ley penal en
blanco”,1 es decir, una ley que queda sujeta a diversas interpre-
taciones por parte de la justicia y de sus jueces.

1
Se entiende por “Ley en blanco” la norma jurídica con rango legal,
que remite y habilita a otra norma que regula un aspecto concreto. Esto

277
Más allá de las limitaciones y ambigüedades de las leyes en
contra de la violencia intrafamiliar y de género, promulgadas
durante estos últimos años, es innegable que estamos frente a
estatutos que expresan no sólo la inquietud por parte de los
diferentes gobiernos democráticos, y de la ciudadanía en ge-
neral, de denunciar un aumento alarmante de las cifras de la
violencia, fuera o dentro del ámbito familiar, así como la ma-
nifestación del rechazo social de todas las formas de violencia
y de discriminación dominante.
Los registros y la experiencia en el país indican que la vio-
lencia intrafamiliar se enmarca dentro de un historial de múl-
tiples y frecuentes episodios de violencia que vive la mujer en el
mundo de lo privado, como las amenazas o lesiones graves. De
hecho, en Chile se estima que las mujeres víctimas de violencia
intrafamiliar tardan siete años en denunciar a sus victimarios,
y 73% del total de las víctimas de femicidio nunca denuncian
a sus agresores. Por ello, la ley 20.066 es una respuesta por
parte del Estado a uno de los principales flagelos actuales de
la sociedad chilena, ya que cada semana una mujer muere en
manos de su pareja o ex pareja. Como ejemplo, en el transcur-
so de 2017 se registraron 27 mujeres víctimas de femicidio;
38% levantó una denuncia en contra de quien fue su agresor y
verdugo, y sólo 15% obtuvo una medida cautelar antes de ser
asesinada. El problema de las medidas cautelares dictadas por
los tribunales es que su ejecución depende totalmente de la
voluntad de los sujetos imputados del fenómeno criminológi-
co de retracción de la víctima o situación en la que la víctima
de violencia intrafamiliar, luego de realizada la denuncia y del

significa que el hecho no se encuentra regulado totalmente en la norma


legal, sino que debe recurrirse a otra norma jurídica con rango inferior
para poder completarla. Se recurre a esta técnica cuando la materia a tra-
tar es compleja.

278
inicio del proceso legal, decide no declarar en contra de su
agresor, ya sea durante la investigación o en la audiencia de
juicio.
En 2012, en Chile también se promulgó y legisló la ley
antidiscriminación 20.609, más conocida como Ley Zamu-
dio, que hace referencia a Daniel Mauricio Zamudio Vera
(1987-2012), un joven homosexual atacado y torturado has-
ta la muerte por un grupo homofóbico neonazi. Este ataque
cometido el 2 de mayo de 2012 se convirtió en el símbolo de
la violencia homofóbica en Chile, dando lugar por primera
vez en el país a un debate abierto sobre las acciones discrimi-
natorias y a la urgencia de la promulgación de una ley anti-
discriminación. Dicha ley, cuyo objetivo principal es poner
en funcionamiento un mecanismo judicial capaz de establecer
el Estado de derecho en defensa de las víctimas de actos de
discriminación arbitraria, finalmente fue aprobada luego
de largas tramitaciones en el parlamento. En su artículo 2o, la
ley establece una definición detallada sobre la discriminación
arbitraria; señala que se trata de

toda distinción, exclusión o restricción que carezca de justifica-


ción razonable, efectuada por agentes del Estado o particulares,
y que cause privación, perturbación o amenaza en el ejercicio le-
gítimo de los derechos fundamentales establecidos en la Consti-
tución Política de la República o en los tratados internacionales
sobre derechos humanos ratificados por Chile y que se encuen-
tren vigentes.

Esta norma significa un avance considerable en materia de


discriminación en el país, porque representa un desarrollo le-
gal del derecho a la igualdad ante la ley, además de entregar
una definición más clara y extensa del significado de la acción
discriminatoria arbitraria. La ley considera no sólo la discri-

279
minación por la condición sexual de los sujetos, sino que se
extiende a todos los ámbitos, señalando, en el artículo 2o lo
siguiente:

En particular cuando se funden en motivos tales como la raza o


etnia, nacionalidad, situación socioeconómica, idioma, ideología
u opinión política, religión o creencia, sindicación o participa-
ción en organizaciones gremiales o la falta de ellas, sexo, orien-
tación sexual, identidad de género, estado civil, edad, filiación,
apariencia personal y enfermedad o discapacidad (bcn, 2012).

Se trata de una ley que incluyó el trabajo de distintas mino-


rías (como los transexuales, representando la dignidad de la
diversidad sexual) carentes de recursos y lobbies profesionales,
y cuya participación activa durante su proceso de elaboración
hizo posible la realización del proyecto, y que a partir de ese
momento histórico tuvieron el primer recibimiento formal en
el Congreso. En este sentido, otro gran logro es la modifica-
ción de la viciada vinculación entre homosexualidad o tran-
sexualidad con la pedofilia o la exclusión de la categoría de
identidad de género en la agravante penal.
Sin embargo, y pese a los logros, la ley presenta ciertas li-
mitaciones que imposibilitan su adecuada aplicación fáctica,
una de ellas es, por ejemplo, la falta de medidas afirmativas
para corregir todas las manifestaciones actuales de la discri-
minación; es decir, la falta por parte del poder judicial de un
tratamiento diferenciado sobre la cuestión, de tal forma que
permita eliminar obstáculos cotidianos en el ejercicio de los
derechos de los ciudadanos. Debemos sumar, además, que la
ley no aclara ni especifica los plazos ni los procedimientos que
los ciudadanos deben llevar a cabo para la defensa de sus dere-
chos fundamentales en la materia, y que el principal problema
que enfrentan quienes deben recurrir a esta ley es que deben

280
hacerlo en calidad de persona natural. Esto significa que la
víctima de discriminación debe enfrentar sola todo el proceso
de judicialización, sin el apoyo de ninguna organización que
lo oriente y asista en materia judicial.
Varias organizaciones de derechos humanos concluyeron
que la ley no logra modificar la cultura del país porque no
existe una institucionalidad fuerte que represente realmente
las diferencias del territorio. El escritor chileno y presidente de
la Fundación Iguales, Pablo Simonetti (1961), sostiene que en
esta ley sólo se hace patente la buena voluntad del Estado sin
una real demostración de responsabilidad social de su parte:

Hoy en el país hace falta que se desarrollen políticas públicas


a favor de la diversidad y de la igualdad. Nosotros planteamos
que esta institucionalidad podría ir a parar de buena manera a la
Subsecretaría de Derechos Humanos, porque es una institución
nueva y, en este sentido, puede permitir una mirada holística.
No queremos que los Derechos Humanos se sectoricen en mi-
nisterios, ya que lo que necesitamos es una mirada transversal,
cultural, sociológica. Esto no es solamente llevar casos y reparar
(Simonetti, 14 de agosto de 2016).

Más allá de las ambigüedades en su legislación, en Latino-


américa, Chile ha sido un país pionero en la creación de una
agencia estatal con rango ministerial para tratar las cuestiones
relativas a las desigualdades de género. Fundado en 1991, el
Servicio Nacional de la Mujer (sernam, 1991), actualmente
denominado Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de
Género (sernameg, 2016) es un servicio público creado en
2016, descentralizado, dotado de personalidad jurídica y de
patrimonio propio. Su objetivo es avanzar hacia una formali-
zación de las políticas públicas en materia de derecho de gé-
nero, mediante una erradicación de la lógica patriarcal en la

281
sociedad chilena, en el establecimiento de un reconocimiento
legal de la diversidad, en la creación de espacios de reflexión y
cambios paradigmáticos con respecto a la condición de la mu-
jer chilena y el propósito de pensar las formas de una partici-
pación más activa y dinámica de las mujeres en la vida pública
y en los organismos estatales del país. Se relaciona con el presi-
dente de la República por el intermedio del reciente Ministerio
de la Mujer y de la Equidad de Género (MinMujeryEG), pues
ejecuta las políticas, planes y programas que le encomienda
dicho ministerio.
Sin duda, la incorporación de la perspectiva de género en
las políticas públicas ha tenido como objetivo principal hacer
visible las desigualdades de género existentes históricamente
en el país, poniendo en funcionamiento un compromiso es-
tatal concreto, cuyo objetivo es revertir las diversas formas de
desigualdades presentes en la sociedad, y, a su vez, reformar las
relaciones de género. No obstante, una observación interesante
es que, en los años noventa, sernam se centró principalmente
en cuestiones relativas a la igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres en el campo laboral, y evitó temas conflic-
tivos, como la legalización del aborto y, más específicamente,
la legalización del aborto terapéutico. Una posible explicación
puede deberse a que, desde sus inicios, la entidad fue dirigida
por la Democracia Cristiana (dc), partido político que defien-
de los intereses de la Iglesia Católica y que, consecuentemente,
prefirió evitar estos temas sensibles.
En el transcurso del debate político sobre el aborto en tres
causales, la dc, principal partido de la Nueva Mayoría guber-
namental, se tensionó entre sus propios militantes, los cuales,
en 2007, y mayoritariamente, se definieron doctrinalmente
contrarios al aborto terapéutico. En el V Congreso Ideológico
y Programático del partido, los militantes definen su posición
sobre el tema en el punto cuatro del documento, en donde

282
se afirma el derecho a la vida: “El aborto es un atentado al
derecho a la vida de cada ser humano. Frente al llamado abor-
to terapéutico, postulamos que es innecesaria una legislación
que abra las puertas a la definición desde el Estado acerca de
cuáles seres humanos pueden existir y cuáles no” (Democracia
Cristiana, 2007).
Hay que destacar que el aborto, por motivos terapéuticos o
el aborto en tres causales (entendiendo éstas como la inviabi-
lidad del feto, el peligro de vida de la madre o en caso de una
violación) era un procedimiento legal en Chile antes de1973,
es decir, antes del golpe militar en el país. Su legalización data
de 1931, durante el gobierno del general Carlos Ibáñez del
Campo, quien gobernó con un espíritu liberal de enfoque so-
cial, poniendo particular énfasis en el desarrollo del Estado.
La derogación del decreto se llevó a cabo décadas más tarde,
el 15 de septiembre de 1989, durante la dictadura militar del
general Augusto Pinochet. Pero la propia Constitución Chi-
lena, elaborada en 1980, lo hacía inconstitucional, con base
en el artículo 19, número 1°, de la carta vigente, en donde se
sostiene “el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica
de la persona. La ley protege la vida del que está por nacer”
(bcn, 1980).
Hasta su reciente legalización, el 22 de agosto de 2017, el
Código Penal, en sus artículos 342 al 345, ubicaba el aborto
como “un crimen y delito en contra del orden familiar y de la
moralidad pública” (bcn, 1874), castigando a la mujer con pe-
nas que se estipulaban entre los tres a los cinco años de cárcel,
y hasta los tres años de prisión para la persona que lo practi-
caba. Además de estar sancionado, en su artículo 119, por el
Código Sanitario, en donde se especificaba la prohibición de
ejecutar cualquier acción cuyo fin fuese provocar un aborto
(bcn, 1968).

283
A pesar de las pesadas condenas legales, el número de abor-
tos en Chile se estima en 150 mil por año, es decir, más de
un tercio de los embarazos en el país. Fue la primera causa
de mortalidad materna a raíz de las malas condiciones sanita-
rias en las que se practicaba. En este punto, destacamos que
las desigualdades sociales han sido alarmantes, ya que las mu-
jeres con altos recursos siempre han podido costearse clínicas
privadas o viajar al extranjero para su práctica, mientras que
las de bajos ingresos recurren a parteras clandestinas, ponien-
do inevitablemente su vida en peligro. Además de ser las más
penalizadas legalmente, ya que al sufrir complicaciones en el
proceso son conducidas sistemáticamente a las urgencias del
hospital público, lugar en donde las autoridades sanitarias se
veían obligadas a denunciarlas.
De esta forma, podemos advertir que la legislación chilena,
en materia de derechos sexuales y reproductivos, no había con-
templado ningún tipo de protección en materia de derechos
de salud, de reproducción, de defensa legal y de presunción de
inocencia, además de haber transgredido la obligación del se-
creto profesional. Este contexto social es, sin lugar a dudas, un
indicador de los múltiples vaivenes del proceso legal de apro-
bación de la Ley n° 21.030 o ley del aborto en tres causales,
proceso que se llevó a cabo en diferentes etapas y que estuvo
sembrado de innumerables obstáculos. Se trató de un suje-
to rechazado por los partidos más conservadores e ignorado
por los gobiernos que asumieron el poder después del golpe,
gobiernos de concertación de centro izquierda, actualmente
denominados Nueva Mayoría. En este sentido, el apoyo de
organismos no gubernamentales e internacionales ha sido cru-
cial en el proceso de la promulgación de la ley, como lo fue el
llamado de atención de Amnistía Internacional a respetar los
derechos fundamentales de las mujeres mediante su directora
ejecutiva, Ana Piquer, en 2015: “El Estado de Chile, con su

284
actual legislación, desconoce el sufrimiento y la desprotección
que viven las mujeres. Por este motivo, Amnistía Internacional
ha lanzado la campaña ‘Chile no protege a las mujeres’. La cri-
minalización del aborto viola los derechos humanos” (Piquer,
17 de junio de 2015).
Este llamado se llevó a cabo mediante la advertencia sobre
la vulneración de los derechos de la mujer en materia sexual y
reproductiva en el país, y buscaba puntualizar que el acuerdo
de derechos humanos, al que Chile se adhiere desde 1990,
sostiene que el Estado debe derogar las leyes que criminali-
zan a mujeres y adolescentes con respecto al aborto, como a
los profesionales que lo practican, además de garantizar que
cualquier mujer que sufra complicaciones derivadas del aborto
tenga acceso a los servicios médicos sin ser denunciada, así
como a servicios sanitarios seguros y asequibles de aborto, en
caso de un embarazo fruto de una violación o por causa de
inviabilidad fetal, o si el embarazo pone en riesgo la vida de la
mujer. Este llamado de atención tenía por principal objetivo
que los parlamentarios y parlamentarias de Chile avanzaran
en materia de protección de los derechos sexuales y reproduc-
tivos, y que la legislación chilena se ajustara a las normas in-
ternacionales de derechos humanos. Asimismo, atender a la
opinión de la mayoría de la población chilena que siempre se
mostró partidaria de su despenalización. Según la encuesta-
dora cadem, con fecha del 24 de agosto de 2017, 70% de los
chilenos respaldaba la ley (La Tercera, 2017).
Durante el gobierno de la actual presidente de Chile, Mi-
chelle Bachelet, el país envía un proyecto de ley que propone
despenalizar el aborto en tres causales, y es en 2016 que el
proceso de su legalización toma fuerza. Cabe destacar que la
creación del MinMujeryEG ha significado un respaldo estatal
considerable en el desarrollo, elaboración y promulgación de
la ley sobre el aborto terapéutico. En el transcurso de 2016, el

285
proyecto de ley pasa por diferentes procesos legales, en prime-
ra instancia por la Cámara de Diputados, luego por el Senado
y finalmente por una comisión mixta, instancias judiciales
que lo aprueban. Se observan dos aspectos llamativos: uno, que
la comisión mixta estuvo compuesta casi en su totalidad por
hombres, más precisamente nueve hombres y una mujer; y
dos, que esta última, una diputada del partido conservador
chileno, Unión Democrática Independiente (udi),2 terminó
votando en contra del aborto en tres causales, pese a declarar
públicamente haberse hecho ella misma un aborto terapéutico
(Noriega, 21 de agosto de 2017).
Por su parte, la reacción de la coalición de partidos conser-
vadores chilenos no se hizo esperar, estos últimos optaron por
rechazar el proyecto de ley y llevaron su petición de no dar lugar
a la iniciativa hasta el Tribunal Constitucional. A su vez, histó-
ricamente el Tribunal Constitucional ha sido criticado por los
movimientos feministas y partidos progresistas por su falta de
neutralidad en cuestiones relativas a las políticas reproductivas.
Notablemente, al recordar su reticencia en 2000, en la promul-
gación de la ley que permitía la distribución en los centros de sa-
lud y hospitales de la píldora del día después. Ley que finalmente
terminó siendo promulgada a finales de 2009 (Ugarte, 2008).
De esta forma, se advierte que Chile seguía siendo, hasta el
pasado 22 de agosto de 2017, el único país de América Lati-
na que prohibía el aborto terapéutico, junto con países como
Honduras, El Salvador, Nicaragua y República Dominicana.
También es observable que los debates parlamentarios se han
llevado a cabo fundamentados en una legislación vigente que
otorga a las mujeres un papel ligado a la maternidad y a la

2
Es un partido político de derecha, fundado el 24 de septiembre de
1983 por Jaime Guzmán, Sergio Fernández, Javier Leturia, Guillermo
Elton, Pablo Longueira y Luis Cordero.

286
familia. Resulta paradójico si consideramos que aumenta cada
vez más el porcentaje de embarazos adolescentes de los sec-
tores más vulnerables, jóvenes para quienes resulta difícil el
acceso a los medios anticonceptivos. Prueba fehaciente de un
desfase entre el comportamiento sexual de la población y la
regulación moral que algunos sectores políticos y civiles con-
servadores han querido imponer.
Una posible explicación de la resistencia a los cambios so-
ciales en Chile puede deberse a las raíces autoritarias heredadas
por la dictadura militar en el país. Según el sociólogo chileno
Manuel Antonio Garretón (1943), se trata de mecanismos au-
toritarios o de dominación, cuyas raíces no son sólo de natu-
raleza institucional y jurídica, sino a su vez ética y cultural. La
sociedad chilena sigue rigiéndose por una cosmovisión propia
de un régimen dictatorial totalitario y aún vigente en el nuevo
sistema democrático, el cual está basado en una constitución
política heredada de la dictadura militar: “En efecto, dicha
institucionalidad impide una verdadera democracia, un Esta-
do dirigente y gobiernos con posibilidades de cumplir con los
programas para los cuales fueron elegidos, porque carecen de
los recursos materiales y políticos debido a los enclaves auto-
ritarios o a los poderes de veto de minorías. Pero no sólo la
institucionalidad fue pensada para un país no democrático y
para un modelo neoliberal, sino además todos sus elementos
están concatenados” (Garretón, 2012: 92).
Elaborada en pleno régimen militar, en 1980 la Constitu-
ción Política de Chile sigue manteniéndose casi intacta hasta
la fecha, conteniendo varias disposiciones que no son confor-
me al derecho internacional relativo a los derechos humanos,
notablemente en materia de derechos sexuales y reproductivos
de la mujer. En este sentido, la aprobación de la ley de legali-
zación del aborto en tres causales ha significado un verdadero
logro y desafío legislativo y constitucional para todas las mujeres

287
chilenas. Así lo manifestó la presidenta Michelle Bachelet en su
cuenta de Twitter, destacando que se trataba de un “día históri-
co para las mujeres de Chile” (Bachelet, 2 de agosto de 2017).
No obstante un contexto legal cada vez más empático y
atento a los derechos fundamentales de las mujeres, la realidad
sociocultural del país muestra que se registran cada día más
manifestaciones de violencia intrafamiliar. En lo concerniente
a cifras, sernameg señala que durante 2016 se perpetraron 38
femicidios, y las estadísticas de los últimos años muestran que
no transcurren diez días sin que se registre el asesinato de una
mujer a manos de su pareja. Crímenes perpetrados en 86%
por parejas o ex parejas, y que son la expresión de un proceso
cotidiano de violencia que las mujeres viven de diversas formas
en sus propios hogares, sus trabajos y en los distintos ámbitos
sociales (MiMujeryEG/Gpbierno de Chile, 2017). Las razones
se deben, en gran medida, a una educación machista que es-
tablece una rígida distinción de las funciones de los hombres
y de las mujeres en la sociedad, basada en los estereotipos de
género y en donde las manifestaciones de la violencia sobre el
cuerpo de las mujeres representan la última expresión de una
violencia letal ejercida desde el propio Estado.
Uno de los casos más emblemáticos de violencia intrafa-
miliar registrados, y que pone de manifiesto que el país tie-
ne una justicia demasiado condescendiente en la materia, es
el caso de Nabila Rifo, una joven madre de familia que fue
brutalmente agredida por su ex pareja durante varios días, en
mayo de 2016. El hombre le arrancó los globos oculares y la
dentadura, dejándola en estado crítico. En un principio decla-
rado culpable por delitos de femicidio frustrado y violación
de morada, Mauricio Ortega fue condenado por el Tribunal
Oral de Coyhaique a 26 años de cárcel. Al conocer la senten-
cia, la defensa apeló sosteniendo la inocencia del imputado.
La apelación tuvo lugar y el caso llegó a la Corte Suprema de

288
Justicia en julio de 2017, en donde finalmente se desestima el
femicidio frustrado y se otorga una rebaja de condena al impu-
tado, el cual deberá cumplir sólo 18 años de cárcel. La Corte
Suprema hizo una recalificación: de femicidio frustrado sólo
consideró lesiones graves y gravísimas en contexto de violencia
intrafamiliar. Según el Máximo Tribunal, no existió por parte
del agresor una unidad de acción. Esto significa que las agre-
siones cometidas transcurren en dos momentos diferentes o
independientes: uno, en donde el sujeto incurre en delito grave
cuando torturó a la víctima propinándole golpizas en su cuer-
po, y otro en donde el imputado incurre en lesiones gravísimas
al extraer los globos oculares. Para la Suprema Corte, la ex-
tracción de los globos oculares no imprimió al cuadro general
de salud un riesgo vital adicional, ni tampoco se realizó con
los mismos actos o instrumentos de la primera agresión. Este
cuadro general es lo que permitió sostener a la Corte Suprema
que no hubo intención de dar muerte a la víctima por parte
del imputado. Al darse a conocer el veredicto, cuya sentencia
es inapelable, miles de mujeres salieron a la calle en protesta.
La misma Nabila Rifo, habiendo agotado las instancias legales
en el país, declaró que iniciaría una demanda al Estado chi-
leno ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La
víctima deberá elevar esta apelación como sujeto natural, ya
que el MiMujeresyEG, como la secretaría estatal sernameg
no pueden contraquerellarse, por ser ellas mismas entidades
estatales. Ante esta compleja situación, el gobierno manifestó
que le otorgará a la víctima toda la información disponible
para que pudiera elevar su demanda con éxito. Según su vo-
cera, Paula Narváez, “lo importante en esto es la autonomía
de decisiones de la propia afectada” (Narváez, 2017). En este
proceso, Nabila Rifo tendrá el apoyo de la comisión de dere-
chos humanos de la cámara de diputados, quienes trabajarán
conjuntamente con el abogado de la víctima.

289
Este contexto nos lleva a varias reflexiones. En primera ins-
tancia, la ineficacia de las leyes y de los procedimientos judi-
ciales en Chile, que muestra que la legitimación de la violencia
continúa vigente en la formación de la subjetividad masculina
e incluso femenina, cuando se constata que en este país sud-
americano una de cada dos mujeres afectadas justifica las agre-
siones o acepta el maltrato cotidiano. En segunda instancia,
se pone de manifiesto que la tradición patriarcal atraviesa los
hábitos cotidianos de gran parte de la sociedad chilena.
Esta cruda realidad abre una interrogante de carácter más
filosófico: ¿estamos frente a un Estado legitimador de la vio-
lencia, de un sistema social que, desde sus raíces culturales y
éticas, hace caso omiso de las diversas manifestaciones de la
misma? Por un lado, constatamos que, a nivel protocolar, el Es-
tado chileno se ha comprometido frente al sistema internacio-
nal de derechos humanos a garantizar la libertad y seguridad
de sus ciudadanos; que, a nivel legal, el país ha intentado, sobre
todo en la última década, promulgar una serie de leyes que tie-
nen como propósito proteger los derechos de las mujeres.
Constatamos que desde el regreso a la democracia, los di-
ferentes gobiernos han planificado medidas de prevención, a
nivel estatal, en contra de la violencia intrafamiliar y de las di-
versas formas de discriminación. Con este objetivo se han lan-
zado varias campañas mediáticas (MiMujeryEG, 2017), cuya
finalidad es generar conciencia y sensibilizar a la población
con respecto al problema. Lemas como “Mis hijas crecerán sin
temor”, “No me levantes la mano jamás” (2009) o, más recien-
temente, campañas como Juntos por un Chile sin Femicidios
(2017) están destinados a todo el tejido social y es un llamado
a involucrarse en el problema. A su vez, en los últimos dos
años se han duplicado las casas de acogida para mujeres vul-
neradas por la trata de personas, han aumentado los centros
de la mujer en las comunas con mayores índices de violencia:

290
actualmente, operan más de cien centros en las quince regiones
del país, desde Arica a Magallanes; se ha puesto a disposición
un número telefónico, 0800, para orientar gratuitamente y de
forma confidencial a las víctimas de violencia y sus testigos; se
han creado centros de atención a mujeres víctimas de violencia
sexual; y centros de hombres que ejercen la violencia de pareja,
en los que especialistas, psicólogos, asistentes sociales, entre
otros, intentan reeducar a los hombres que ejercen violencia.
Sin embargo, el aumento permanente de este flagelo social
nos demuestra que aún estamos frente a medidas instituciona-
les insuficientes o de poco impacto sociocultural con respecto
a modificar los hábitos o costumbres de la ciudadanía que se
enraizan en una estructura tradicional patriarcal de privile-
gios y a una resistencia a los cambios. A este fenómeno, la
antropóloga chilena, Sonia Montecino (1954), lo denomina
neomachismo:

Desde nuestras observaciones lo que atisbamos es más bien el


surgimiento de lo que hemos llamado el ‘neomachismo’, una
resignificación de las viejas prácticas del dominio masculino que
obedece a la respuesta de los hombres ante la pérdida creciente
de su propio poder. Es claro que la mayor autonomía de las mu-
jeres, la instalación de discursos culturales que condenan el ma-
chismo y el proceso femenino de ocupación de la casa y la calle
que he descrito anteriormente, comienza a poner en cuestión el
papel tradicional de los hombres (Montecino, 2005: 476).

Paradójicamente, los cambios en las relaciones de género que


le otorgan más empoderamiento a la mujer y vulneran el pa-
pel tradicional masculino de proveedor de familia, resultan
en un aumento en los niveles de agresión y violencia hacia
las mujeres cuando se ponen en tela de juicio las identidades
nacionales. En la época del neomachismo asistimos a diversas

291
manifestaciones en contra de la violencia de agresiones homo-
fóbicas, por ejemplo, o por el rechazo al aumento de suicidios
o de agresiones hacia sí mismos por abusos de sustancias o de
alcohol. Manifestaciones neomachistas que son la consecuencia
de desigualdades históricas y el producto final de una cultu-
ra de la violencia que está impregnada en los espacios privados
y públicos de la sociedad, o a veces encubierta en la práctica
de un destrato hacia las mujeres en sus casas, en la calle o en el
trabajo, prácticas de violencia cotidiana entre los sujetos.
En este contexto, los desafíos para el país son importantes
en materia de derechos fundamentales de la mujer y derechos
humanos en general. Uno de estos desafíos es, sin duda, la
incorporación del derecho a la vida y a la integridad física,
psicológica y sexual en el ámbito público y privado de las mu-
jeres, en la nomenclatura de derechos de una nueva Constitu-
ción Política en el país. Concerniente al ámbito jurídico, urge
una institución o servicio de justicia especializado en temas
de violencia de género, que no adopte sistemáticamente me-
didas alternativas de cumplimiento de sentencia; un sistema
competente que fiscalice eficazmente el cumplimiento de las
medidas cautelares en los casos de violencia intrafamiliar; ade-
más, un sistema integrado de procesamiento informático de la
información que permita unificar y organizar los datos de las
víctimas, para que no tengan que testificar los atroces hechos
en innumerables ocasiones.
En Chile aún son vulnerables los derechos más elementales
de las mujeres y los escenarios sociales de violencia seguirán
recreándose mientras siga vigente un discurso que natura-
liza la concepción de la mujer como objeto y propiedad, y
no como un sujeto de derechos. La violencia intrafamiliar
debe considerarse culturalmente como un problema privado
y no como un hecho social de interés público. Haber otorga-
do un valor preponderante a la intimidad o privacidad de los

292
hechos de familia no permitió que el Estado pudiera regular-
los, ni generar la posibilidad de un espacio público y justo en
donde las mujeres pudieran debatir y defender sus derechos.
En muchos aspectos, la incoherencia persiste entre el discurso
de derechos y los derechos relativos a la igualdad de género,
sobre todo cuando constatamos la apatía y la pasividad de los
parlamentarios y parlamentarias a la hora implementar po-
líticas y leyes capaces de darle una solución a los problemas
relacionados con los derechos de las mujeres. Ello sucede po-
siblemente porque ciertos círculos políticos y ciudadanos re-
crean sistemáticamente la expresión de la violencia simbólica
del sistema vigente, el cual mantiene y reproduce mediante
una multiplicidad de formas diferentes, todas las manifesta-
ciones de una violencia histórica en contra de los sujetos más
vulnerables.
Se constata que más allá de la norma jurídica está la cos-
movisión de una sociedad o la forma en que una comunidad
social concibe su época y su propia historia, compuesta por
determinadas percepciones y valoraciones de la realidad. Esta
cosmovisión de mundo, si bien no es determinante, predispo-
ne y, en muchos aspectos, define el ser y estar en el mundo de
los sujetos. En el caso de Chile, la violencia en las relaciones
de género hunde sus raíces en su estructura tradicional, donde
el hombre es representado en una posición superior y activa
frente a la mujer, pasiva y receptiva. Esta estructura le ha otor-
gado al hombre el recurso a la violencia física y psicológica
para ejercer el mandato cultural de sostener el orden jerár-
quico y ha sido legitimada por el peso de las costumbres, de
los discursos sociales, como de la excesiva permisividad de los
códigos legales y la misma Constitución del país con respecto
al tema.
Como lo afirma la antropóloga Rita Segato (1951), la ley no
basta para combatir la violencia, porque si bien las legislaciones

293
actúan sobre el sistema de contrato –como ella llama a la igual-
dad jurídica que una sociedad establece entre sus miembros–,
eso no necesariamente incide en el sistema de estatus, en donde lo
masculino tiene una legitimidad superior frente a lo femenino:

La ley se quiere igualitaria, una ley para ciudadanos iguales,


pero percibimos la estructura jerárquica del género tomándola
por asalto en sus fisuras. Por detrás del contrato igualitario tras-
parece, vital, el sistema de estatus que ordena el mundo en gé-
neros desiguales, así como en razas, minorías étnicas y naciones
desiguales (Segato, 2003: 131).

Si pensamos en un cambio significativo de la vigente cultura pa-


triarcal, sería necesario un nuevo paradigma social, es decir, un
renovado planteo tanto individual como colectivo del reconoci-
miento de la alteridad, que asegure un estado de justicia a todos
los ciudadanos y ciudadanas. En su libro la Guerra contra las
mujeres (Segato, 2016), Rita Segato sostiene que el ejercicio de la
crueldad sobre el cuerpo de las mujeres, pero también en contra
de la comunidad homosexual, transexual y demás comunida-
des vulnerables, no es más que la expresión del adiestramiento
que las fuerzas patriarcales han impuesto históricamente a toda
la sociedad en contra de todo lo que la desestabiliza. En esos
cuerpos se imprime, ya sea simbólica o materialmente, el men-
saje sancionador de un patriarcado paradójicamente temeroso
de perder los privilegios adquiridos.
Sorprendentemente, las primeras víctimas del mandato de
masculinidad son los propios hombres, ya que estos últimos son
víctimas del propio sistema económico imperante, un sistema
que Segato califica como capitalismo rapiña.3 Se trata de un

3
Se deben pensar las diversas formas de violencia como la expresión
de las estructuras económicas capitalistas de rapiña vigentes en nuestras

294
sistema que precariza la vida, porque vulnera los vínculos afec-
tivos, genera cada vez más desempleo e imposibilita toda pro-
yección de un mejor futuro. Todos estos factores representan las
verdaderas causas de la sensación de impotencia que experimen-
tan los hombres en la actualidad, y que se traduce en el ejercicio
de una crueldad que busca constantemente chivos expiatorios
para desahogar toda su impotencia, sensación que afecta al con-
junto más vulnerable de la sociedad, que a su defecto busca
evitar la marginalización y enfrenta a la misma sociedad que lo
estigmatiza a partir de su propio accionar moral y cultural.
Debemos observar que es la sociedad la que desde sus pro-
pios cimientos socioeconómicos y culturales ofrece a los su-
jetos un futuro incierto. Como afirma el político y abogado
argentino Francisco Delich (1937-2016),

la nueva marginalidad no se encuentra físicamente delimitada,


sino en el interior mismo de las sociedades; se construye a partir
de las incertidumbres de la sociedad en transición y del rápido
vaivén de las posiciones sociales. La movilidad social descen-
dente no debe ser visualizada como un salto sin retorno hacia
el fondo de la sociedad, sino como una fluctuación que priva de
seguridades y abre horizontes inseguros (Delich, 2004: 76).

Indudablemente son indispensables las medidas políticas que


tienen como objetivo la prevención de las formas de margina-
lidad en la sociedad, las legales para prevenir la violencia intra-
familiar y de género, y, más ampliamente, la defensa estatal de
los derechos humanos. Pero, sobre todo, es imperativa la toma
de conciencia de la necesidad de construir una sociedad más

sociedades latinoamericanas, las cuales fomentan una pedagogía de la cruel-


dad para mantener su dominio sobre los sujetos. En este contexto, el cuerpo
de las mujeres se convierte en el chivo expiatorio en el que se despliega todo
el mensaje violento y aleccionador de un sistema económico abusivo.

295
solidaria y más inclusiva, desde lo socioeconómico, una socie-
dad con nuevas bases ético-culturales. Esto último implica un
nuevo paradigma de sociedad, sobre todo con respecto a las re-
laciones de género, en las que es crucial incorporar el sexismo
y las manifestaciones simbólicas y materiales de la violencia
en el diseño de la reforma educacional, así como elaborar pro-
gramas educativos y de formación docente, con un enfoque
centrado en los derechos humanos, que permita un despertar
de la concciencia ético-cívica de los ciudadanos. Se trata de
resoluciones simples, pero que aún no se han concretado y
todavía representan un verdadero desafío para el país.
No basta con verificar que, desde el Estado, los esfuerzos
se lleven a cabo en la práctica, o que el sistema de contratos,
como lo denomina Segato, no es suficiente para contrarrestar
la violencia ejercida sobre la mujer y sobre los sujetos más vul-
nerables de la sociedad. Es necesario tener una voluntad firme
de cambio institucional y educacional que permita sancionar
todas las conductas abusivas. Es una ingente labor la que debe
llevarse a cabo, no sólo por tratarse de un desafío político que
incluya socialmente a los sujetos más vulnerables y vulnera-
dos de la sociedad. Se requiere de una voluntad política real,
consciente de estar frente a un problema de dimensiones cada
vez mayores y cuyas raíces son históricas, pues se trata de la
última expresión de una violencia perversa, ejercida durante
la dictadura militar por casi dos décadas (1973-1990).
En conclusión, se puede decir que la violencia ejercida sobre
los sujetos resulta ser una problemática social que trascien-
de los géneros y que aparece como el síntoma de una sociedad
con una conciencia profundamente dañada de su ser y estar
en el mundo, en donde se han destruido gradual y delibera-
damente los vínculos establecidos con base en la empatía y al
espíritu comunitario. Esta realidad actual se devela, por una
parte, porque faltan políticas públicas realmente eficaces que

296
prevengan la violencia; pero, por otra, por la existencia de una
justicia demasiado condescendiente y flexible en el procesa-
miento y aplicación de las penas: sólo 25% de los imputados
por causas de violencia intrafamiliar o de género son detenidos,
y únicamente 10% tienen sentencias condenatorias. El resulta-
do es un escenario que refleja, sin lugar a dudas, un atropello
en contra de los derechos humanos y de la salud pública, ga-
rantías que deben ser brindadas normalmente desde el Estado.
En este proceso se encuentra el actual Chile; en la reconstruc-
ción de una nueva identidad que nos permita pensarnos como
nación, sanando las heridas aún abiertas que heredamos de un
largo proceso militar, para así proyectarnos hacia un futuro
más prometedor en materia de derechos humanos.

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299
La construcción social y legal
del género en la prevención y atención
de la violencia en México:
el caso de Guanajuato*

Teodora Hurtado Saa

Introducción

L a discusión en torno a la opresión estructural que experi-


mentan determinados sectores sociales por condición de
sexo-género y orientación sexual, es uno de los ejes centrales
de los movimientos sociales en la actualidad. El empuje otor-
gado por las teorías feministas sobre el entendimiento de los
problemas y de las desigualdades de género ha contribuido
a transformar las visiones hegemónicas, que subsisten bajo el
amparo del modelo de relaciones sociales del patriarcado y de
producción capitalista.

* El presente artículo presenta resultados del proyecto de investigación


“Interseccionalidad de sexo-género y orientación sexual: una perspectiva
multi y transdisciplinaria para el estudio de la violencia de género femini-
cida en Guanajuato”, financiado por la Secretaría de Innovación, Ciencia
y Educación Superior (sices) del estado de Guanajuato, en el Marco de la
Convocatoria Apoyos a Proyectos de Investigación en Materia de Desa-
rrollo Social y Humano (2016-2017).

301
Una de las construcciones sociales que más persisten con
base en estos sistemas es la identificación del sexo y del género
como una unidad universal basadas en la biología: se es hom-
bre o mujer porque se nace con un sexo “masculino” o con
uno “femenino” (Butler, 2006). Eufemísticamente, el uso que
se le ha asignado al concepto de género ha sido para describir
las categorías binarias hombre/mujer y, prioritariamente, para
hablar de las “mujeres”. No obstante, desde la sociología del
género y desde las corrientes feministas, en particular desde
las corrientes francesas, afroamericana y del Tercer Mundo, las
condiciones de sexo-género hacen referencia a la construcción
de lo femenino y lo masculino; por ende, se refieren tanto a
los significados objetivos, subjetivos y simbólicos de dicha
construcción, como a las diversas interseccionalidades que se
generan alrededor de las representaciones sociales del sexo,
del género y de estas categorías con la clase, la raza, la orienta-
ción y las prácticas sexo-afectivas, entre otras condiciones de
diferenciación social basadas en la diversidad biológica y cul-
tural, a la vez que encubren e invisibilizan disparidades ligadas
a la noción equívoca y reduccionista de las relaciones sociales
de género (Collins, 2013).1

1
Para Hurtado (2011: 78-79), Collins revela que la explicación para
estos posibles resultados se encuentra en los sistemas sociales. Todas las
sociedades construyen sistemas de opresión que se organizan con base
en cuatro dominios integrados entre sí: el estructural, el disciplinario,
el hegemónico y el interpersonal. 1°. El dominio estructural se compone
de los factores que organizan las relaciones y el acceso al poder en una
sociedad: el derecho, la política, la religión y la economía. 2°. El dominio
disciplinario se encarga de gestionar la opresión que deriva del domi-
nio estructural, a través de las instituciones burocráticas, religiosas, cul-
turales, civiles, educativas, etc., quienes organizan el comportamiento
humano y encubren los efectos negativos de la opresión: el clasismo, el
racismo y el sexismo, bajo el velo de la eficiencia, la racionalidad de los

302
Desde los años de 1990, la cultura religiosa en Occidente,
particularmente el catolicismo y el cristianismo, ha criticado
estas teorías y las han denominado recientemente “ideología
de género” para referirse de forma crítica y peyorativa a los
estudios de género, a las teorías feministas y a los movimientos
sociales en defensa de los Derechos Humanos de las minorías
sexuales y sectores divergentes. Sara Garbagnoli (2014: 250),
en su disertación sobre el tema y crítica a la postura del Va-
ticano, manifiesta que el término “ideología de género” fue
acuñado a inicios del año 2000, en algunos textos de la Santa
Sede bajo el amparo del Consejo Pontificio para la Familia,
con la intención de etiquetar, deformar y deslegitimar lo que
se produce en el campo de los estudios de género. La viralidad
que adquiere la difusión del término “ideología de género” y
su significado sirven de parteaguas para que quienes hacen uso
de este concepto sostengan que las teorías feministas y los es-
tudios de género ocultan un proyecto enfocado en la destruc-
ción de la familia “natural” y de la sociedad, fundada con base
en los principios instituidos por un “orden natural” y “divino”
a la vez, de acuerdo con los líderes del mundo católico.
El problema central en esta discusión es el uso mediático,
religioso y político de este discurso y su mordacidad contra la

recursos, la igualdad y la equidad en la distribución de la riqueza y en


el acceso a derechos. 3°. El dominio hegemónico legitima socialmente
la opresión, aprovechando la confianza que las personas suelen construir
alrededor de los símbolos de autoridad: militares, religiosas, autoridades
de gobierno, presentadores de televisión, escritores, universidades. 4°. El
dominio interpersonal, se compone de las relaciones que establecemos en
nuestras trayectorias de vida y de trabajo. Sin embargo, las personas tien-
den a identificar las formas de opresión de las cuales han sido víctimas, en
tanto que consideran de menor importancia o desconocen otras maneras
de dominación que incluso ejercen ellas mismas sobre otros individuos.

303
implementación de reformas legislativas, destinadas al reconoci-
miento de derechos y reducción de la discriminación sufrida por
sectores de población no heterosexual (Garbagnoli, 2014: 251)
e incluso por las mismas mujeres, sometidas y subordinadas
por este orden. Leyes como: el establecimiento de los dere-
chos humanos, sexuales y reproductivos de las personas con
orientaciones sexo-afectivas no heteronormativas, el matrimo-
nio entre personas del mismo sexo o leyes contra la violencia
transfobica (Hurtado, 2017a y 2017b) son etiquetadas en los
últimos tiempos como legislación antigénero por las corrientes
de pensamiento conservador, las cuales naturalizan la noción
binaria de género (hombre/mujer, masculino/femenino, hem-
bra/macho) y asegura que desde el reconocimiento de estos
derechos sólo se legitima la ideología de género.
En perspectiva, la vulgarización progresiva de los estudios
de género funciona como un dispositivo retórico que ejerce su
poder social y tiene consecuencias políticas y sociales evidentes
al deslegitimar, en momentos clave, los trabajos e investiga-
ciones científicas realizadas desde el movimiento feministas,
lgbtttiaqp,2 defensores de los derechos humanos y de la ciu-
dadanía multicultural para develar, contrarrestar y reducir las
formas de inferiorización, discriminación, violencia material
y simbólica sufrida por las minorías sexuales. Ejemplo de ello
fue el rechazo y ataque a las iniciativas que en mayo de 2016,
en materia de derechos igualitarios y no discriminación, im-
pulsó e intentó decretar Enrique Peña Nieto, como titular del
Ejecutivo en México.3

2
Lesbianas, Bisexuales, Gay, Transexuales, Transgénero, Travestis, In-
tersexuales, Asexuales, Queer y Pansexuales.
3
El 17 de mayo de 2016, Día Internacional de la Lucha contra la Ho-
mofobia, la Transfobia y la Bifobia, el presidente de México, Enrique Peña
Nieto, firmó una iniciativa para modificación el Artículo 4o constitucional

304
El esfuerzo por debelar las discrepancias entre las pers-
pectivas teóricas con las interpretaciones sociales, culturales
y religiosas, como el uso político de la noción de género para
excluir a determinados sectores, ha inducido a que, desde la
producción teórica, el activismo lgbtttiaq y sus aliados lu-
chen a favor de la sensibilización de los gobiernos acerca del
alcance y gravedad que implica estas perspectivas en el fomen-
to de las violaciones cotidianas en materia de derechos huma-
nos, la violencia de género y la construcción de ciudadanía
para las mujeres y las personas con identidades subordinadas.

y reconocer como “un derecho humano el matrimonio sin discriminación


alguna”, iniciativa que garantizaba en la Constitución el matrimonio en-
tre personas del mismo sexo. Una segunda iniciativa contemplaba que
en el Código Civil Federal se asegure el matrimonio entre personas del
mismo sexo, se utilice un lenguaje incluyente y no discriminatorio, se
expidan actas de nacimiento con una nueva identidad de género, se valide
la adopción de niños/niñas por parte de las uniones igualitarias. Asimis-
mo, ordenó a la Consejería Jurídica revisar “los distintos ordenamientos”
que contienen todavía lenguajes discriminatorios, dentro de un paquete
de reformas para fomentar la justicia cotidiana (Excelsior, Recuperado de
<excelsior.com.mx/nacional/> [consultado el 17 de mayo de 2016]). No
obstante, la iniciativa fue rechazada y calificada como no procedente por
sectores conservadores de tipo político, social y religioso: parlamentarios,
partidos políticos, el Frente Nacional por la Familia y sectores de la Igle-
sia católica mexicana, para quienes “No existe ningún fundamento para
asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones ho-
mosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”, texto
firmado por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano
(cem), José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (Milenio).
La iniciativa no procedió y el mandatario se retractó por la presión ejer-
cida por estos sectores religiosos y políticos, pese a que previamente la
Suprema Corte de Justicia consideró inconstitucionales las leyes estatales
que prohíban el matrimonio homosexual (recuperado de <excelsior.com.
mx/nacional/> [consultado el 17 de mayo de 2016]).

305
El reconocimiento de la prevalencia e incidencia de este su-
puesto “orden natural” y “divino” en la misma política públi-
ca, ha fomentado que, en los últimos años, diversos países se
manifiesten sobre el tema.
En el 2011, el Consejo de Derechos Humanos de las Na-
ciones aprobó una resolución histórica contra la violencia
y discriminación dirigida contra las personas a causa de su
orientación sexual e identidad de sexo-género; resolución que
robustece el convenio establecido anteriormente por la Comi-
sión sobre el Estatus Jurídico y Social de la Mujer (csw), en su
57° sesión, aprobada por Naciones Unidas en 1979, y suscrito
por 187 países, entre ellos México, quien lo ratificó en 1984.
En su Artículo 1o, el Convenio establece que la discriminación
facilita la incidencia de fenómenos como la violencia de género
y los feminicidios, la forma más cruenta de expresión de este
fenómeno; entendiendo que la discriminación es “toda distin-
ción, exclusión o restricción basada en el sexo […] en las esfe-
ras política, económica, social, cultural y civil o en cualquier
otra esfera” (Hurtado, 2017a: 5).
Específicamente en México, para garantizar el derecho hu-
mano a la no discriminación, la Constitución Política, en su
Artículo 1o, determina que:

En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán


de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en
los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano es
parte. Por tanto, queda prohibida toda discriminación motivada
por origen étnico, racial o nacionalidad, género, edad, discapa-
cidades, condición social, condición de salud, religión, las opi-
niones, las preferencias sexuales, el estado civil o cualquier otra
forma de marginación que atente contra la dignidad humana
y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y liberta-
des de las personas. Principio que se resume en la interpretación

306
constitucional de que todas las personas, las ciudadanas y los
ciudadanos son iguales ante la Ley sin distinción, diferenciación
o discriminación alguna que afecte la aplicación y el acceso a
sus derechos.

Desde la interpretación que realizo de la Constitución, las


mujeres (específicamente las mujeres biológicas) son más que
incluidas y reconocidas en las normas internacionales, nacio-
nales y locales como sujetos de derecho. Hecho no menor ni
irrelevante si consideramos que las condiciones de exclusión,
pobreza e inequidades sociales afectan particularmente a este
sector de la población a nivel global. Desigualdad que, además
de presentarse como forma de discriminación y opresión de
género en sí misma, se exterioriza como marginación y vio-
lencia estructural hacia las mujeres por el hecho de serlo. La
Constitución se abre así de forma clara y contundente a las di-
rectrices del Derecho Internacional de los Derechos Humanos
y desde la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hom-
bres; consagra en el Artículo 1º su objetivo de regular y ga-
rantizar la igualdad de oportunidades y de trato en ambos, así
como propone los lineamientos y mecanismos institucionales
que orientan a la nación hacia el cumplimiento de la igualdad
sustantiva, en los ámbitos público y privado, encaminada a la
promoción del empoderamiento de las mujeres y hacia la lucha
contra toda las formas de discriminación, basadas, en particu-
lar, en el sexo-género. Disposición de orden público, interés
social y de observancia general en todo el territorio mexicano.
En este marco Constitucional y de ddhh resaltan varios
aspectos de relevancia en torno al problema de la violencia de
género; por una parte, la búsqueda de conciliación de los com-
ponentes jurídicos y humanos contra las inequidades de géne-
ro y, por otro lado, el fomento de acciones coordinadas a nivel
de la Federación, las entidades y los municipios para prevenir,

307
sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Asimis-
mo, sobresalen los principios y modalidades para garantizar el
acceso a una vida libre de violencia para las mujeres y favorecer
su desarrollo y bienestar social, conforme a los preceptos de
igualdad, equidad y no discriminación (Hurtado, 2017a: 6).
El principio de igualdad de género se entiende, entonces,
como un precepto constitucional desde el cual se estipula
que hombres y mujeres son iguales ante la ley y que todas las
personas, sin distinción alguna, tienen los mismos derechos
obligaciones y deberes frente al Estado y la sociedad (Artículo
4° constitucional). Desde la noción de equidad de género se
procura, según la interpretación de la Ley, tratar a cada uno
de acuerdo con su condición, respetando sus diferencias y ne-
cesidades. Por tanto, cuando se habla de equidad e igualdad de
género, con base en las máximas de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, o como se consagra en el Artí-
culo 1º de la Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida
Libre de Violencia, se hace referencia a la justicia para que las
personas, sin importar su sexo, puedan hacer valer sus dere-
chos y posean las mismas oportunidades y responsabilidades.
Por ende, en este artículo parto del supuesto de que si bien
los organismos nacionales e internacionales legislan en favor
de la equidad de género y contra las formas de opresión ha-
cia las mujeres (que, en particular, tienen como problemática
central la violencia en sus distintas formas), existen, por otra
parte, elementos comunes a estos mandatos que guardan am-
bigüedad en la interpretación y en la construcción del enfoque
de género, lo que, sin pretender impulsar o desestimar el con-
cepto “ideología de género”, termina por sustentar el proyecto
la familia “natural”, o, incluso, la noción de un “orden sexua-
do natural y divino” de acuerdo con la interpretación de los
ideales del mundo católico.

308
Considero que conceptos como la noción de mujer y de
género presentan problemas en su definición e interpretación.
Jurídicamente, éstas se encuentran sujetas más a los linea-
mientos de textos religiosos y en los argumentos del Consejo
Pontificio para la Familia, en comparación con la conceptua-
lización amplia que se produce en el campo de los estudios de
género y las teorías feministas, para los cuales la diversidad de
identidades individuales y colectivas de género son resultado
de construcciones sociales que se ligan a las identidades de
clase, raza y orientación. Desde estos estudios se contradice
y cuestiona, por una parte, la idea esencialista de que la bio-
logía es destino y de que existe un orden sexuado. Por otro
lado, desde la legislación se legitiman, pretendidamente o no,
percepciones como la existencia de una “familia divina” y de
“orden natural”. Es así que, desde algunos marcos legales de
las políticas, los programas y los proyectos, considero que:

1° Se parte de una perspectiva patriarcal, heteronormativa y


opresiva que define el género desde una construcción bio-
lógica y sexual, ignorando los aspectos socioculturales y
psicológicos que representan para los individuos sus identi-
dades de sexo-género y orientación sexual.
2° Se limitan, minimizan e igualan la noción de género a la
idea universalista, univoca y homogeneizante de mujer
biológica y cumplidora de los roles tradicionales de sexo-
género.
3° Se desconocen las perspectivas científicas actuales que de-
finen que el género es una construcción social y no una
esencia o naturaleza de orden biológico y de oposición bi-
naria: hombre/mujer, masculino/femenino; por tanto, exis-
ten otros o varios géneros y no sólo dos.
4° Se desconoce que el género como categoría de representa-
ción social e individual parte de la compleja configuración

309
de varios elementos: del sexo como condición biológica, del
género como producto cultura unipersonal y colectivo a la
vez y de la orientación como aspecto psicológico e identita-
rio de carácter individual. Este último incluye las prácticas
erótico-amorosas como base del ejercicio tanto de la sexua-
lidad, como de los derechos sexuales y reproductivos.
5° Se invisibiliza que el género como representación simbólica
de los roles, de lo femenino y de lo masculino, se inscribe
en el cuerpo y se expresa en las diversas personalidades, ya
sean heterosexuales, gays, lesbianas, transexuales, transgé-
neros, travestis, intersexuales, asexuales o pansexuales.
6° Desde la visión biológica, universalista, unívoca y homo-
geneizante se invisibiliza la existencia de las mujeres no
biológicas (y de los hombres no biológicos), a la vez que se
les deja en un limbo jurídico y legal, reduciendo su reco-
nocimiento a la moralidad social o personal cotidiana de
quienes investigan, determinan, juzgan y sancionan delitos
como la violencia de género.
7° Desde ahí, la atención de los casos de violencia y los femi-
nicidios se reducen a las mujeres biológicas excluyendo a las
mujeres trans, quienes se mantienen en un vacío legal, con
el riesgo de no ser atendidos ni tipificados los hechos en su
contra como violencia de género o, por el contrario, son
determinados como asesinatos comunes o crímenes por
homofobia, debido a que la condición biológica de las víc-
timas prevalece sobre la identidad de género, por el estigma
que representa su orientación sexual.
8° Finalmente, la prevalencia de la idea de género, centrada en
la noción de mujer biológica, fomenta la moralización y la
discrecionalidad en los criterios de atención de los casos de
violencia, por ejemplo, la ausencia de protocolos de aten-
ción a las mujeres no biológicas, o los prejuicios valorativos
desde donde la concibe a los hombres sólo como victimarios

310
y a las mujeres únicamente como víctimas.4 Fenómeno que
refleja e igualmente generan vacíos conceptuales, procedi-
mentales y legales en la resolución del problema.

Con base en lo anterior, en este artículo presento un aná-


lisis de la legislación en torno a la construcción de la noción y
el enfoque género para la prevención y atención de la violencia
en México, a partir de un caso específico: el del Estado de
Guanajuato, en materias de derechos humanos y de ciudada-
nía para las mujeres biológicas o no. Para dar cuenta de esta
realidad, recurrí al uso de datos cualitativos, revisión teórica,
lecturas del marco jurídico; asimismo, se analizan los discur-
sos de personas entrevistadas: funcionarios públicos, represen-
tantes de ong pro derechos humanos de grupos lgbttti, e
incluyo testimonios de víctimas de violencia de género, con el

4
El caso de Gabriela Andrade Ríos, cuyo crimen perpetró por otra mu-
jer sucedido en marzo de 2016 en la ciudad de Guanajuato, es emblemáti-
co de la situación que describo. Este feminicidio llamó la atención porque
social y jurídicamente se esperaba que fuera un hombre el victimario o
el responsable de tal delito; por consiguiente, existía la controversia de si
era o no un caso de asesinato por condición de sexo-género. Esta duda la
despejó la Juez de la sala 3 de Oralidad, en el Estado de Guanajuato, pues
vinculó a proceso a la implicada por feminicidio contra Gabriela Andrade
Ríos, bajo el argumento jurídico expresado en la Ley de que existía rela-
ción íntima, de convivencia, confianza, noviazgo, parentesco, matrimo-
nio o concubinato entre la víctima y su agresora. Un segundo argumento
era que su cuerpo estaba expuesto en un lugar público; mientras que la
tercera consideración instaurada en la Ley es el hecho de la identidad de
sexo-género de la víctima. Para determinar si era o no feminicidio, el
acuerdo de Ley establece como relevante la identidad de sexo-género de la
persona afectada, no de la indiciada, dejando sin sustento legal y moral las
interpretaciones de quienes manifestaban que al ser mujer la imputada,
no se podía tipificar como feminicidio dicho crimen (Hurtado, 2017b:
2-3. En proceso de publicación).

311
propósito de identificar los aspectos conceptuales y jurídicos
de la aplicación de este orden sexuado en el caso de la violencia
de género y feminicida en mujeres biológicas tanto como en el
de las no biológicas.
Para ello parto de un concepto amplio de “género”, que me
permite, según Judith Butler (2015: 23), entenderlo como una
construcción cultural que incluye a individuos que conforman
la diversidad sexual, tomando de esta diversidad a quienes es-
tán fuera de la categoría binaria de hombre/mujer, masculino/
femenino para incluir a otras identidades sexuales: personas
travestis, transgéneros, transexuales, queer e intersexuales. En
este sentido, Butler reafirma que el cuerpo es la materialización
del sexo que no necesariamente está determinado con el naci-
miento de las personas (hablando de las identidades “trans”)
y el género como una construcción cultural, que se define con
base en la identidad sexual o al sexo elegido y/o aceptado por
la persona.
No obstante, la noción de género que sirve para tipificar la
violencia de genero responde a la naturalización de la condi-
ción biológico: ser mujer e identificarse como tal a partir del
sexo de nacimiento, dejando sin sustento legal las opciones de
justicia y derechos en los casos de violencia de género contra
mujeres trans. Dado que desde la normatividad jurídica y los
protocolos de actuación la condición de sexo biológico de las
víctimas tiene prevalencia sobre las identidades de género y de
orientación sexual, las cuales llegan a ser incluso ignoradas,
invisibilizadas o motivo de estigmatización y victimización de
las afectadas. Escenario que contribuye a incrementar la situa-
ción de vulnerabilidad de los sectores de población menciona-
dos a través de manifestaciones como el sexismo, la misoginia
y la transfobia, entre otros, que se materializan en crímenes de
odio como la forma más extrema de violencia de género, fo-
mentados y alimentados por algunos sectores de la sociedad.

312
Antecedentes políticos de la construcción social
y legal de la noción de género

Si bien la problemática de la violencia contra las mujeres no es


un asunto nuevo, sí es reciente el tratamiento que este fenó-
meno recibe de parte de los organismos internacionales y del
Estado (Ibarra y García, 2012: 23) tanto a nivel global, como
en la región de América Latina y en México (país de referencia
analítica). Igualmente, son recientes los procesos de moviliza-
ción y denuncia de organizaciones y mujeres, biológicas o no,
que reclaman que la violencia de género contra ellas pasó de
ser un problema privado a ser considerado un asunto oficial,
mediante la legislación e intervención de los poderes públicos
y la violencia por condición de sexo-género; asimismo, exigen
que la orientación sexual reciba la misma relevancia jurídica e
igual tratamiento en las instituciones, programas y proyectos
públicos.
Al demandar el reconocimiento de que la violencia de gé-
nero representa un problema de carácter público, que afecta
no sólo a las mujeres, sino que también a otras personas que
por su orientación sexual experimentan discriminación y ex-
clusión, las ong, los movimientos sociales y feministas ponen
en evidencia la existencia de un “orden sexuado” desde el cual
la condición de género convierte a las mujeres y a las niñas
biológicas, al igual que a las mujeres transgénero y transexua-
les, en personas vulnerables y vulneradas5 (desacreditadas y

5
Para Goffman (2006), el estigma conlleva una doble perspectiva: la
de los desacreditados, cuya calidad de diferentes es conocida o resulta
evidente inmediatamente debido a las señales en el cuerpo, vestimenta,
discapacidad, color de piel o deficiencia visual, y la de los desacredita-
bles. Tal diferencia no es conocida ni inmediatamente perceptible, pero
su existencia es, en sí misma, visible, por lo que se convierte en motivo de

313
desacreditables de acuerdo con Goffman, 2006), situación que
les implica peligro permanente en las sociedades patriarcales.
Sin embargo, la política pública, de manera notoria en materia
de violencia de género, ha legislado y establecido protocolos de
atención a las mujeres. Los avances internacionales han sido:

Discriminación contra la Mujer (cedaw).

contra la Mujer.

Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención Belem


do Pará).

En tanto las nacionales son:

Violencia.

una Vida Libre de Violencia.

En estas leyes y reglamentos no se menciona a las mujeres


no biológicas, pese al hecho de que su objetivo es la prevención
y atención de la violencia de género. Parece que este tratamien-
to de sujetos de derechos en el marco de la ley se supedita, en
sentido minimalista, a la mujer biológica y que cumple con

rechazo y discriminación por la orientación sexual no heteronormativa, la


drogadicción y enfermedades como el vih/sida.

314
los roles tradicionales de sexo-género. El conservadurismo que
se percibe evidencia un orden sexuado, desde donde se invisi-
biliza la presencia de las personas con orientaciones sexuales
diversas y, del mismo modo que a las mujeres, se les mantiene
en una condición de subordinación y victimización constante
(Hurtado, 2017a: 6).
En respuesta, las minorías sexuales han procurado que
los Estados, por cuenta de la presión de los organismos de
apoyo multilateral, adopten reformas legales a favor de la ciu-
dadanía multicultural y diversa y de los derechos humanos.
Del mismo modo, se han movilizado contra las formas de
opresión y discriminación sufridas por las mujeres y las per-
sonas lgbttiaqp, en busca del desarrollo de lo que han de-
nominado “transversalización del género” y promoción de la
igualdad entre los sexos (Garbagnoli, 2012: 257).
La atención desde el Estado al problema de la violencia
contra las mujeres y su posterior evolución a la perspectiva de
género, tuvo sus principales manifestaciones a partir de 1995,
cuando se constituyó formalmente en un asunto de interés
público a nivel nacional e internacional, como producto de las
demandas sociales e individuales (Ibarra y García, 2012: 24).
Tradicionalmente, esta violencia se había interpretado como
un asunto privado, lo que implicaba que sólo era percibida
como un problema doméstico o entre la víctima y victima-
rio, cuya resolución era oportuna resolverla de modo inter-
personal, cotidiana o familiar, conforme lo determinaran los
involucrados. Ibarra y García conciben que al ser entendida
(la violencia de género) como una temática privada, ésta se
naturaliza y el Estado, en su condición de agente regulador
externo, simplemente se desentendió del asunto. No obstante,
desde mediados del siglo pasado, el tema adquiere relevancia
en la agenda pública internacional y, a finales del mismo, el

315
problema de la violencia contra las mujeres se inserta en el
campo de la intervención estatal, en las agendas legislativa,
ejecutiva y judicial.
Desde entonces y hasta hoy, la configuración de la violencia
de género contra la mujer como asunto público ha atravesado
varias etapas: inicialmente, la de ser asumida como compro-
miso de los organismos de apoyo multilateral y de la agenda
pública de los Estados firmantes (desde los años 1990); luego,
la fase de reconocimiento de la importancia del tema, produc-
to de la incidencia y prevalencia social de la violencia contra las
mujeres (desde 2000). En estos periodos iniciales, la discusión
se sustentó y limitó en torno a la noción de mujer.
Por tanto, al analizar el caso mexicano, considero que una
tercera fase la constituye la inclusión de la perspectiva y trans-
versalidad del enfoque de género (desde 2006), cuando en el
marco de la ley se recurre al concepto de género en la política
pública, aunque manteniendo una postura tradicionalista. En
este proceso, el periodo más reciente es el de la lucha social por
la inclusión de las minorías sexuales a la agenda de la política
de género.
Otra propuesta es la que se deduce de los documentos de
la oea (2017), para referenciar históricamente los procesos
de evolución y consolidación de las políticas públicas en ma-
teria de derechos humanos para las mujeres e incorporación
de la perspectiva de género. De acuerdo con este organismo,
los compromisos internacionales a favor de las mujeres, desde
1945, se desarrollaron con base en dos marcos de referencia:
uno jurídico y otro político. El marco jurídico tiene que ver
con las convenciones internacionales e interamericanas, las

316
cuales son disposiciones de carácter legal y obligatorio;6 mien-
tas que el marco político responde a compromisos y acuerdos
entre los gobiernos, pero no contienen fuerza legal,7 es decir,
su cumplimiento es de carácter voluntario.
Pero la política pública nacional e internacional no nece-
sariamente ha sido sensible al tema de género. Naila Kabeer
(1992) elaboró una clasificación sobre las formas en que tra-
dicionalmente el enfoque de género se expresa en los marcos
jurídico y político. Ella realiza una diferenciación entre polí-
ticas “ciegas al género” y políticas “sensibles al género”; mien-
tras las primeras no reconocen diferencias ni desigualdades
entre varones y mujeres, al concebirlas como el resultado de
las históricas relaciones de género, desde donde las mujeres
están subordinadas al poder masculino. En tanto, las segun-
das –las políticas sensibles al género– toman en cuenta estas
desigualdades, las relaciones de poder que las definen y la in-
visibilización de las mujeres como agentes de desarrollo, pese
a que su participación suele estar determinada por patrones
que les impide beneficiarse en igualdad de condiciones que los
hombres de los bienes y recursos del Estado. Lo interesante de
esta clasificación se presenta en el hecho de reconocer, como lo
presenta Kabeer (1992), que pese a que algunos Estados reco-
nocen las desigualdades, establecen leyes que son o neutrales
al género o específicas para las mujeres, cuando lo que se debe-
ría procurar es la promoción de políticas transformadoras del

6
Como la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer (cedaw, por sus siglas en inglés). Fue sólo
hasta 1979 cuando la cedaw se constituyó como el primer tratado inter-
nacional que obligó a los gobiernos a adoptar medidas para promover la
igualdad de género y eliminar la discriminación contra las mujeres.
7
Caso de la Plataforma de Acción de la Cuarta Conferencia Mundial
de la Mujer (1995, Beijing).

317
género. Es decir, políticas dirigidas a modificar la distribución
de poder y de recursos entre varones y mujeres, favoreciendo
no sólo a ellas por su condición sexo biológica, sino también
por su condición genérica y orientación; de modo que dichas
políticas apunten de manera real a los intereses estratégicos de
género.
Al interpretar la noción de género desde la teoría feminista
y desde la laicidad de la política pública, se parte de la eviden-
cia de que biología no es destino: “no se nace hombre ni mujer,
se llega a serlo” (Simone de Beauvoir, 1949). En lo que se re-
fiere al estudio de la violencia de género, Butler menciona que
el feminismo, como movimiento y como propuesta teórica y
política, siempre ha afrontado la violencia contra las mujeres
biológicas y no biológicas, ya que la violencia fóbica contra los
cuerpos es parte del género y uno de los problemas centrales a
ser atendido de parte del activismo antihomofóbico, antirra-
cista, feminista, trans e intersexual (Butler, 2006: 24).
Si se habla de violencia de género, se debe de hacer referen-
cia a las relaciones de dominación en contra de los diferentes
grupos en situación de vulnerabilidad y no sólo de algunos
grupos de mujeres, como por ejemplo podrían ser las muje-
res indígenas, las pobres, las adolescentes y las adultas mayo-
res, sino también considerar al colectivo lésbico, gay y trans,
con sus diferentes construcciones de género (Hurtado, 2016).
Como parte de las interseccionalidades a las que se ven ex-
puestos estos sectores sociales, discriminados no sólo por ser
mujeres (u hombres), también por ser mujeres biológicas o
transgénero, se generan la violencia y los femicidios, delitos
que también deberían ser relacionales y sectoriales. Es decir,
no únicamente se agrede por ser mujeres, pues a esta realidad
se suma el cúmulo de intersecciones por condición de clase y
orientación que las hacen más vulnerables ante sus agresores
y la sociedad que las excluye y domina.

318
La homofobia, la misoginia y la transfobia participan de la
misma lógica de la infravaloración. Bien se trate de ideología
racista, clasista o antisemita, el objetivo perseguido es siem-
pre la deshumanización del otro como sujeto de derechos, ha-
ciéndolo inexorablemente diferente (Borrillo, 2001: 36), pero
sobre todo del otro percibido como desigual, inferior y vulne-
rable: objeto de desprecio, odio y violencia, hasta el punto de
provocar su eliminación. Es aquí donde la violencia de género
hace su aparición para ejercer un control por medio de los in-
dividuos dominantes sobre los dominados, todos ellos con una
constante: no sólo la de ser dominados, sino también ser des-
humanizados; ya sea a través de la injuria (al ser tratado como
un individuo inferior) o aniquilados (a través de los crímenes
de odio) (Eribon, 2000: 55). Es también aquí donde el estigma
juega un papel importante, ya que la persona o el individuo es
construido como el otro desacreditado o desacreditable dentro
del entorno social (Goffman, 2006:14).

Orden sexuado o (in)visualización de la noción


amplia de género desde la legislación

Eric Fassin resalta que el término género se ha empleado mayo-


ritariamente para referirse a las mujeres, una distinción basada
en la biología que deja de lado no sólo a los hombres (Bargel,
2009: 43), sino también a las personas que se definen a par-
tir de otras condiciones de sexo-género: lesbianas, bisexuales,
transexuales, transgéneros, intersexuales y queer. Razón por la
cual Fassin, al igual que otros autores y otras autoras (como
Judith Butler, Jon Scott, Marta Lamas), proponen utilizar la
noción de género con fines más incluyentes, es decir, que se
haga referencia tanto a mujeres como a hombres, pero todo
esto basado en la paridad.

319
Lo anterior con la finalidad de no privilegiar lo masculino
sobre lo femenino o, mejor dicho, erradicar dichas relaciones
de dominación por ser generadora de violencia o de reconoci-
miento de privilegios para un sector de la sociedad, discrimi-
nando a otros. Realidad que en sí misma representa un reto
tanto para el espíritu e interpretación de la Ley, como de los
acuerdos internacionales, de la constitución y de la política
pública, dado que la noción de género desde la biología repre-
senta en sí un orden sexuado. En otros términos, un modo de
discriminación y exclusión donde no se reconoce la pluralidad
de las identidades de sexo-género y orientación, aunque ésta
no sea la pretensión o el objetivo buscado por el gobierno.
La postura de Butler (1990: 43-44) es que el reconoci-
miento y la representación se extienden únicamente a quie-
nes, desde la política y la ley, se distinguen como sujetos de
derecho jurídico (las mujeres biológicas). Dicho de otra forma,
para ser considerado como objeto de la ley, deben cumplirse
algunos requisitos que convierte a las personas en ciudadanos
y a los ciudadanos y las ciudadanas en sujetos de derechos.
No obstante, para poder ser parte o extender la representa-
ción legal a otros agentes sociales o sectores vulnerables de la
población, que comparten la disparidad de género, más que
desde la condición de sexo, se debe de apelar a la noción am-
plia de género que deconstruye la oposición binaria hombre/
mujer, masculino/femenino y permite extender la ley a otras
categorías genéricas.
Las nociones jurídicas parecen regular la esfera de la vida y
de la sociedad en su conjunto mediante la limitación, la prohi-
bición, la reglamentación, el control y la protección de las per-
sonas. Pero, dado que los sistemas jurídicos también producen
a los sujetos a los que más tarde representan (Foucault, 1982),
incluso el no reconocimiento político de que las categorías mu-
jer y género no son condiciones dadas, rígidas y totalizante (al

320
contrario, son identidades socialmente construidas, flexibles y
complejas) induce a desacuerdos en la interpretación de dichas
nociones. No podemos obviar que los sujetos nombrados y
regulados por estas nociones jurídicas son constituidos, defi-
nidos y reproducidos de acuerdo con las imposiciones de los
sistemas socioculturales de los que hacen parte. La política que
representa legal y jurídicamente a las mujeres como sujetos de
derecho también forma parte de las estructuras que simultá-
neamente permiten su dominación. A la vez, estas políticas no
reconocen e invisibilizan a otros sujetos, cuyas identidades de
sexo-género son objeto de estigmatización y que los mantiene
en una posición política y jurídicamente problemática.
En el estado de Guanajuato, por ejemplo, se ha abordado el
tema del feminicidio como un aspecto punitivo que contem-
pla el Código Penal vigente, en su Artículo 153-a, mismo que
establece varios supuestos para que exista el feminicidio; uno
de ellos es que la víctima del homicidio sea mujer y la priva-
ción de la vida se cometa por razones de género. Dicha inter-
pretación se sustenta en un contexto social y normativo desde
el cual se presume que quien comete el hecho delictivo del
feminicidio es siempre un hombre o que el delito sólo aconte-
ce cuando la víctima es una mujer biológica, asumiendo que,
en el caso de las mujeres trans, la condición de violencia de
género por la condición de mujer no procede, lo que evidencia
la interpretación simplista y esencialista desde la biología de
condición de género.

Me llamó la atención en los casos que empezamos a documentar


de chicas (para diferenciar a las mujeres trans de las biológicas)
la violencia muy, muy, muy marcada. Pero si nos vamos a un
escalón más amplio, yo creo que es por la construcción de gé-
nero, ¡sí! que no hemos sido capaz [sic] como sociedad de abrir-
nos ¡sí! y ser más integrales en la construcción de los géneros. Ir

321
trabajando tanto hombres como con mujeres en esta equidad.
Por eso digo que mientras no avancemos en la cuestión de géne-
ro, no vamos a avanzar tampoco en esta cuestión de la diversi-
dad sexual (P.S. Representante de osc, ubicada en la ciudad de
León, mayo de 2017).

En los términos y conceptos de la Ley General de Acceso de


las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (lgamvlv), las dis-
posiciones jurídicas dan cuenta de la realidad que describimos,
de acuerdo con las siguientes atribuciones.

Sexo biológico

Es el conjunto de características físicas, biológicas, anatómi-


cas y fisiológicas de los seres humanos, que los definen como
hombre o mujer. El sexo viene determinado por la naturaleza,
es una construcción natural con la que se nace.

Concepto de género

Es una categoría que se utiliza para analizar cómo en una so-


ciedad se construye y representa la diferencia sexual, aludiendo
a las formas históricas y socioculturales en que hombres y mu-
jeres interactúan y dividen sus funciones. Estas formas varían
de una cultura a otra y se transforman a través del tiempo.

Igualdad de género

La igualdad de género es un principio constitucional que esti-


pula que hombres y mujeres son iguales ante la ley, lo que sig-
nifica que todas las personas, sin distinción alguna, tenemos
los mismos derechos y deberes frente al Estado y la sociedad
en su conjunto (Artículo 4° constitucional).

322
Equidad de género

Tratar a cada género de acuerdo con su condición, respetando


sus diferencias y necesidades.
Cuando se habla de la equidad de género, se hace referencia
a la igualdad y la justicia, en la que las personas, sin importar
su sexo, pueden hacer valer sus derechos y poseen las mismas
oportunidades y responsabilidades. Algunos casos en los que
queda en evidencia la falta de equidad de género son la dis-
criminación al buscar un empleo o en la violencia contra las
mujeres.

Concepto de violencia

Es el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en


grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otras per-
sonas o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas
probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos,
trastornos de desarrollo o privaciones.
Tanto mujeres como hombres pueden convertirse en vícti-
mas y/o agresores de actos de violencia; sin embargo, es la mu-
jer quien constantemente es agredida, porque culturalmente
está en desventaja de empoderarse. Así, la violencia que pade-
cen millones de niñas y mujeres constituye un grave atentado
contra los derechos humanos.

Violencia contra la mujer

Se define como cualquier acción u omisión, basada en su gé-


nero, que cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patri-
monial, económico, sexual o la muerte, tanto en el ámbito
público como en el privado. Tipos de violencia existente son:
física, psicológica, económica, sexual y patrimonial.

323
La visión de género incide en la interpretación de la ley;
sin embargo, su exégesis no procede de la ley misma, sino que
emana de una construcción hegemónica, patriarcal, hetero-
normativa y androcéntrica de relaciones sociales de sexo-géne-
ro, sustentadas en condiciones de dominación de lo femenino,
como se deduce tanto del marco normativo como de los
relatos:

Entonces la mujer tiene varias cualidades que son complemento


con las cualidades del hombre. La mujer tiene cualidades especí-
ficas, determinadas. Sí somos creyentes o no por alguien mayor,
pero, de alguna manera, estamos formadas orgánicamente dife-
rentes al hombre (Sa-Pa 1. Representante de osc, ubicada en el
municipio de Celaya, junio de 2017).
Esto también va relacionado con lo anterior porque, bueno,
igual una persona transgénero que es asesinada por ser trans no
se le considera como un feminicidio. Algunas personas lo ubi-
can como un crimen de odio por homofobia. Entonces tendría-
mos que considerar cuáles serían, cómo debería de clasificarse,
como un crimen de odio por homofobia o como feminicidio
(N-F, representante de osc, ubicada en la ciudad de León, mayo
de 2017).

El concepto de género, desde el cual he abordado la definición


de violencia, apoyándome en la perspectiva de Gayle Rubín
(1989), parte de una perspectiva patriarcal y heteronormativa,
desarrollada en los años setenta, que reduce género a una con-
dición bilógica y sexual; en otras palabras, el género no sólo es
concebido como una identificación con el sexo de nacimiento,
además implica dirigir el deseo sexual hacia el otro sexo (Ru-
bín, 2013: 60). Desde esta perspectiva, el género es determi-
nado por el hecho de ser hombre o mujer desde el nacimiento,
obviando los factores psicosociales y las asimétricas desde
las cuales los machos se sitúan en una relación de poder por

324
encima de las hembras; asimismo, tal definición no da cabida
ni a otros géneros ni a otras orientaciones sexuales (concebidas
como abyectas, enfermedades, disidencias o perversiones).
La diferenciación entre sexo y género plantea una fragmen-
tación en el sujeto, la cual sirve al argumento de que (con inde-
pendencia del descontrol biológico que tenga aparentemente
el sexo) el género se construye culturalmente; por esa razón, el
género y la orientación sexual no son el resultado causal
del sexo, ni son tan rígidos como él. Por consiguiente, la uni-
dad del sujeto ya está potencialmente refutada por la diferen-
ciación que posibilita que el género sea una interpretación
múltiple del sexo (Butler, 1990: 54).

Conclusiones

El reconocimiento de una de las realidades más dramáticas


a nivel global generó que se condenara la violencia contra las
mujeres y se tipificara como femicidio o feminicidio el asesi-
nato de mujeres por condición de género. Entre los países fir-
mantes en la región de América Latina, México fue uno de los
que abanderó la propuesta. Sin embargo, tanto la prevalencia
e incidencia del problema de la violencia de género como las
leyes que lo sancionan, vienen siendo objeto de análisis de par-
te de las organizaciones de la sociedad civil, de la academia, de
los gobiernos y de los organismos de apoyo multilateral. Sec-
tores que están evaluando y dando seguimiento a la aplicación
de los acuerdos y a las acciones emprendidas por los Estados
para fomentar una vida libre de violencia de género, dado que,
independientemente de las bondades e innovaciones de tales
leyes, algunos aspectos como la noción de mujer, de género, de
agresor, la tipificación de los casos y la alerta de género presen-
tan problemas en su definición, interpretación jurídica, social
y en la implementación de los protocolos correspondientes.

325
Pese a los principios de la Constitución, de la ley y de los
acuerdos internacionales, persisten fenómenos sociales donde
queda en evidencia la falta de equidad de género o se hace
manifiesta la discriminación estructural que experimentan las
mujeres biológicas y las trans, como en el caso de la desigual-
dad en el en empleo o de las formas de violencia, ésta enten-
dida como cualquier acción u omisión, basada en el género,
que les cause a las mujeres daño o sufrimiento psicológico,
físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte, tanto en
el ámbito público como en el privado. Lo anterior pese a que
las mujeres no biológicas no son sujetos/objetos de derechos,
ni siquiera mencionadas según lo establece la Ley General de
Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.
Para dar cuenta de estos supuestos, el presente estudio tuvo
como objetivo identificar los aspectos teóricos, conceptuales,
metodológicos y jurídicos que en materia de género existen y
persisten en la legislación mexicana, tomando como ejemplo
el estado de Guanajuato. Parto de una noción amplia de la
perspectiva de género, que toma en consideración tanto las
condiciones de vulnerabilidad de las mujeres biológicas como
de las mujeres transgénero; en consecuencia, concentré el aná-
lisis en los vacíos interpretativos (tanto de orden legal y mo-
ral como de tipo conceptual) que considero existentes en la
legislación.
Asimismo, he buscado contribuir al análisis de la Ley en
favor de una Vida Libre de Violencia y contra los feminicidios
en Guanajuato, a partir de la hipótesis de que, en el caso de
las personas transgénero, los vacíos en la aplicación de la ley
son mayores, debido a que la noción de género, que sirve para
tipificar dichos delitos, responde a la naturalización de la con-
dición biológica: ser mujer e identificarse como tal a partir del
sexo, dejando sin sustento legal los casos de violencia de géne-
ro contra mujeres trans, porque desde la normatividad jurídica

326
y los protocolos de actuación, la condición de sexo biológico
de las víctimas (y de los victimarios) tiene prevalencia sobre
las identidades de género y de orientación sexual, las cuales
llegan a ser incluso ignoradas, invisibilizadas o son motivo de
estigmatización de las víctimas. Escenario que contribuye a
incrementar la situación de vulnerabilidad de los sectores de
población mencionados a través de manifestaciones como el
sexismo, la misoginia y la transfobia, entre otros, que se ma-
terializan en crímenes de odio como la forma más extrema de
violencia de género, fomentados y alimentados por algunos
sectores de la sociedad.

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Resumen Ejecutivo.

329
¿Nuevas utopías? Un Estado de derecho
para la democracia en América Latina

Azul A. Aguiar Aguilar

Introducción

L a relación entre democracia y Estado de derecho es muy


estrecha. Se puede afirmar que sin democracia el Estado
de derecho es una quimera, o bien, existe lo que varios autores
han denominado un Estado por derecho o rule by law (Gins-
burg y Moustafa, 2008). Así se verificó en las autocracias la-
tinoamericanas de los años setenta, donde la justicia estaba al
servicio del poder político y/o militar pues era éste quien deci-
día la igualdad ante la ley. No fue necesario para los autócratas
desaparecer instituciones como el poder Judicial, el ministerio
público o las policías, sencillamente las llenaron con aliados,
crearon instituciones paralelas o diseñaron vínculos de depen-
dencia directa con quien controlaba la vida política.
Con el declive de los regímenes autoritarios en los años
ochenta en la región, las élites y la sociedad civil, pero también
instituciones internacionales, se involucraron en la construc-
ción de gobiernos democráticos que permitieran reorganizar
la convivencia política entorno a la protección de derechos
civiles, políticos y humanos. Asimismo, en varios casos esa

331
reorganización pasó por la instalación de mecanismos de re-
paración, verdad y justicia para saldar cuentas con el pasado
autoritario.
Para dar vida a Estados de derecho que respondieran a im-
perativos democráticos, uno de los primeros pasos que se die-
ron fue poner en marcha reformas a las instituciones del sector
justicia, en particular la reforma judicial, esto es, proyectos
destinados a la transformación del poder judicial en la región.
Asimismo, otro grupo de reformas se enfocó en el cambio de
los sistemas de justicia penal de inquisitorios a adversariales o
acusatorios, así como en la creación o profunda transforma-
ción de instituciones como el ministerio público, la defensoría
pública, centros de justicia alternativa, las policías y los centros
penitenciarios. A casi 40 años de las transiciones a la democra-
cia en América Latina, ¿cómo y en qué medida los procesos de
reforma judicial y al sector justicia han cambiado el Estado
de derecho en la región? ¿Qué desafíos se tiene por delante
para contar con Estado de derecho que abonen a la democra-
cia? En este artículo presento una discusión que nos permite
identificar las transformaciones y los retos principales del Es-
tado de derecho en Latinoamérica.
Para ello, toco dos de las reformas más significativas: la
judicial y la de justicia penal. La primera tiene que ver, sobre
todo, con los cambios en el poder judicial para hacerlo in-
dependiente, profesional, moderno y accountable. La segunda
se enfoca en la introducción de un sistema legal de tipo acu-
satorio que cambió de manera radical la forma en que se im-
parte y administra la justicia desde agencias del Estado como
la defensoría pública, el ministerio público y los tribunales.
El capítulo lo organizo de la siguiente manera: en la segunda
sección presento brevemente una discusión de la relación entre
democracia y Estado de derecho, mostrando cómo este último
es un componente esencial de la democracia, no sólo de una

332
sustantiva, sino incluso de una democracia mínima procedi-
mental. Del mismo modo, analizo los diferentes componentes
de un Estado de derecho que sirva a la democracia, destacando
la dimensión judicial y la de justicia penal. En la tercera parte
utilizo los datos del proyecto Variedades de la Democracia1
y del World Justice Project2 para dar cuenta del estado actual
del Estado de derecho en América Latina. Finalmente, en el
cuarto apartado concluyo con una breve reflexión sobre los
desafíos que enfrentan los países latinoamericanos para con-
tar con Estados de derecho que sean un verdadero pilar de
democracia.

Democracia y Estado de derecho

Definir la relación entre democracia y Estado de derecho obliga


a afirmar que sin éste aquélla no existe. La democracia consti-
tucional implica reconocer la separación de poderes, especial-
mente en sistemas presidenciales como los latinoamericanos,
pues las democracias parlamentarias deben mostrar también
una clara separación entre lo legislativo y lo judicial. En una
democracia, los poderes del Estado deben estar diseñados para
no usurpar la esfera de competencia del otro. Esta idea está
al centro de lo que Richard Bellamy propone como Estado
de derecho, es decir, un “producto de la separación y balance de
poder, en modo tal que ningún grupo o persona ejerza poder
soberano sobre los otros y cada poder consulte los intereses

1
Base de datos que reúne 350 indicadores sobre democracia, entre ellos
indicadores para el Estado de derecho. Los relacionados con este último se
construyeron a partir del trabajo de expertos y análisis de datos primarios
como constituciones o estatutos (Codebook V-Dem, 2016: 31, 198-208).
2
Base de datos que reúne 44 indicadores sobre Estado de derecho, cons-
truidos a partir de encuesta a expertos y a población en general (wjp, 2016).

333
de los otros” (2005: xxix). Este arreglo favorecería, entre otras
cosas, que los derechos de los ciudadanos sean protegidos, así
como la promoción de la libertad individual para planear en
un ambiente predecible y evitar que el poder público se use
con fines privados (Bellamy, 2005: 438).
Si bien la relación entre democracia y Estado de derecho
es estrecha, los estudios dejan ver también que dicha relación
no es tan sencilla, pues implica resolver el dilema mayoritario
y el de quién controla a quién, en particular cuando se reco-
noce que la expresión más empírica del Estado de derecho la
podemos observar a través de la separación de poderes, sobre
todo en el momento en que un poder judicial independiente
funge como contrapeso efectivo del Ejecutivo y el Legislativo
(Ferejohn y Pasquino, 2003). Así, por un lado, el problema
que ven los defensores de la democracia mayoritaria, frente a
un poder judicial fuerte e independiente, es que tendremos
jueces que usurparían el derecho del gobierno a legislar, soca-
vando de esta manera la voluntad del pueblo expresada en las
urnas. Por el otro, el problema que ven los defensores de la ju-
dicialización de la política es que un poder legislativo poderoso,
aunque democráticamente electo, podría aplastar los derechos
de las minorías y terminar en experiencias de totalitarismo
como varias democracias europeas de los primeros años del
siglo xx. Este dilema sobre los límites de la democracia y
del Estado de derecho tiene una vieja historia (los escritos de Sir
Edward Coke en Inglaterra, así como los Ensayos Antifederalis-
tas, escritos por Brutus en Estados Unidos) pero sigue vigente,
sobre todo a partir del surgimiento de cortes constitucionales o
supremas con poderes de revisión constitucional después de la
Segunda Guerra Mundial (Ferejohn y Pasquino, 2003).
La relación entre democracia y Estado de derecho ha sido
ampliamente discutida (Maravall y Przeworski, 2003; Morli-
no 2003; O’Donnell, 2005). Leonardo Morlino, por ejemplo,

334
señala que un componente procedimental crítico para una de-
mocracia de calidad es el Estado de derecho (2003), pues que
existan leyes claras, públicas, no retroactivas, generales, con
consistencia lógica (Fuller, 1967) así como un poder judicial
independiente y profesional, es la base sobre la cual se sostie-
nen aspectos procedimentales y sustantivos de la democracia.
Así, por ejemplo, difícilmente se puede pensar en respeto a la
integridad electoral sin instituciones judiciales (i.e. un tribunal
electoral) que estén listas para decidir, de manera indepen-
diente, si algún partido político reclama que su contendiente
ha incurrido en malas prácticas electorales que ponen en ries-
go la voluntad ciudadana expresada en las urnas.
El que las leyes sean claras y el poder Judicial indepen-
diente son los cimientos sobre los que se construye un Estado
de derecho compatible con la democracia. Sin embargo, una
concepción más sustantiva de Estado de derecho implicaría
también hablar de instituciones, actores y prácticas. Esto es, el
Estado no se construye sólo desde el papel, sino también desde
cómo las instituciones del sector justicia (y no sólo las judicia-
les) están diseñadas, así sobre la manera en que los actores y su
cultura de la legalidad hacen funcionar tanto las instituciones,
como las normas establecidas por el legislador. No hay duda
sobre la máxima institucionalista de que las reglas modelan el
comportamiento (North, 1990), pero para que eso ocurra la
socialización de las normas es un paso importante.
En concreto, un Estado de derecho para la democracia
implica tener instituciones del sector justicia independientes,
profesionales, transparentes, con presupuesto y que rindan
cuentas, así como operadores jurídicos, cuyas actitudes, va-
lores, creencias, ideas y conocimientos del sistema legal estén
orientados a hacerlo funcionar, poniendo al centro los valo-
res de la democracia. Adicionalmente, Barry Weingast apunta
que el Estado de derecho se sostiene si y sólo si “los ciudadanos

335
vigilan al Estado” (2003: 110), esto es, pensar en el Estado de
derecho implica ir más allá de las reglas del juego, logrando
que los gobernantes se apeguen y obedezcan a la ley, lo que
sucede únicamente cuando estos últimos tienen los suficientes
incentivos para hacerlo (Holmes, 2003). Por ello, el problema
fundamental del Estado de derecho es lograr que los ciudada-
nos vigilen de manera cercana y actúen colectivamente cuan-
do los gobernantes transgreden la ley (Weingast, 2003: 110).
Entonces, cuando se habla de tener un Estado de derecho
para la democracia, nos enfrentamos a la necesidad de contar
un concepto robusto, esto es, un concepto cuyos atributos nos
permitan entender en qué medida el Estado de derecho está
contribuyendo o no a sostener los diferentes aspectos procedi-
mentales y sustantivos de una democracia. Para ello, el trabajo
de diferentes agencias internacionales ha sido importante. Por
ejemplo, el World Justice Project (wjp) y Freedom House han
desarrollado una batería de indicadores para construir índices
del Estado de derecho y tener más claridad sobre cuáles son
sus principales fortalezas y debilidades en diferentes países del
mundo. El wjp desdobla el concepto de Estado en nueve fac-
tores y 44 subfactores, mientras que Freedom House lo hace en
cuatro dimensiones y 24 indicadores (Cuadro 1).

336
Cuadro 1
Indicadores de Estado de derecho
World Justice Project Freedom House
Límites a los poderes del Independencia del poder judicial
gobierno -
ferencias del poder ejecutivo u otro
efectivamente limitados por el poder político, económico o religioso.
poder Legislativo. -
dos de forma imparcial.
efectivamente limitados por el
poder Judicial. e imparcial y no dictan veredictos
que favorecen al gobierno o intereses
efectivamente limitados por una particulares a cambio de sobornos.
auditoría independiente.
autoridades del gobierno acatan las
sancionadas por mala conducta. decisiones judiciales y son efectiva-
mente cumplidas.
son sujetos de controles no
gubernamentales. las decisiones judiciales, mientras que
aquellas que van en contra de sus in-
a derecho. tereses son efectivamente cumplidas.
Ausencia de corrupción El Estado de derecho prevalece en
cuestiones civiles y penales
en el poder Ejecutivo no usan
el cargo público para obtener la presunción de inocencia, son
ganancias privadas. protegidos.
-
en el poder Judicial no usan sa legal independiente y competente.
el cargo público para obtener
ganancias privadas. audiencia justa, pública y expedita
por un tribunal independiente e
la policía y en el ejército no usan imparcial.
el cargo público para obtener
ganancias privadas. poder político y su influencia.

en el poder Legislativo no usan intereses privados poderosos, tanto


el cargo público para obtener legales como ilegales.
ganancias privadas.

337
World Justice Project Freedom House
Gobierno abierto
de las fuerzas policiales a través del
gobierno. poder Judicial, Legislativo o Ejecutivo.

influencias de actores no estatales


como el crimen organizado, intereses
comerciales poderosos u otros grupos.
Derechos fundamentales Protección frente al terror político, la
prisión injustificada, el exilio y la
ausencia de discriminación. tortura de grupos que apoyan o se
oponen al gobierno
persona están efectivamente
garantizadas. detenciones arbitrarias sin órdenes de
aprehensión y no fabrican o plantan
acusado. evidencia en sospechosos.

expresión es efectivamente detenidos durante los arrestos e inte-


garantizada. rrogatorios y no usan fuerza excesiva
o tortura para obtener confesiones.
es efectivamente garantizada.
detención preventiva y prisiones son
arbitrarias a la privacidad es humanas y respetan la dignidad de
efectivamente garantizada. los reclusos.

asociación es efectivamente efectivos de petición y reparación


garantizada. cuando sus derechos son violados por
- las autoridades.
mentales son efectivamente
garantizados. grupos específicos de población.

físico, desplazamiento forzado u otro


acto de violencia o terror debido a
conflictos civiles o guerras.

338
World Justice Project Freedom House
Orden y seguridad La ley, las políticas y las prácticas
garantizan un tratamiento igual
controlado. entre los diferentes segmentos de la
- población
te limitado. -
pos (minorías étnicas y religiosas,
para resolver agravios personales. personas transgénero y lgbt o
discapacitados) son capaces de ejercer
efectivamente sus derechos humanos
ejecutan de manera efectiva. en completa igualdad frente a la ley.

son aplicadas y ejecutadas sin extendida, y si lo fuera, los perpetra-


influencia inapropiada. dores son puestos a disposición de la
- justicia.
trativos son desarrollados sin -
retardo innecesario. frentan discriminación legal o de facto
- en áreas como el empleo, la educación
tado en los procedimientos o acceso a vivienda.
administrativos.
la ley en la práctica en comparación
compensaciones adecuadas. con los hombres.
Justicia civil
del país (migrantes e inmigrantes)
justicia civil. disfrutan de los derechos humanos
básicos reconocidos a nivel interna-
discriminación. cional, incluyendo el derecho a no
ser sometido a tortura o malos tratos,
corrupción. debido proceso, derechos de libre
asociación, expresión y religión.
influencias inapropiadas del -
gobierno. tección de asilo y refugio como lo
estipula en Convención de las Nacio-
retrasos innecesarios. nes Unidas sobre el Estatuto de los
Refugiados de 1951.
acatada.

de conflictos son accesibles,


imparciales y efectivos.

339
World Justice Project Freedom House
Justicia penal

es efectivo.

es expedito y efectivo.

efectivo en reducir la conducta


criminal.

imparcial.

libre de influencias del gobierno.

acusado.
Justicia informal

de resolución de conflictos son


expeditos y efectivos.

resolución de conflictos son im-


parciales y libres de influencias
indebidas.

de resolución de conflictos
respetan y protegen derechos
fundamentales.
Fuente: Freedom in the World Report. Methodology, 2016; World Justice
Project, Rule of Law Index, 2016.

Mirar el Estado de derecho desde los factores y subfacto-


res presentados en el cuadro anterior nos acerca a entender el
tipo de leyes, instituciones, actores y prácticas que tienen los
países latinoamericanos en dicha materia, tema que trato a
continuación.

340
Estado de derecho en América Latina.
¿Dónde estamos?

El Estado de derecho en América Latina ha avanzado lenta-


mente desde las transiciones a la democracia. La década de
los noventa fue testigo del inicio de cambios transcendentales
en la manera en cómo la justicia se organiza y es acercada a
los ciudadanos para protegerlos del poder político, el crimen
y resguardar sus derechos fundamentales. Se puede afirmar
que el Estado de derecho y sus componentes tienen hoy rasgos
más democráticos, aunque todavía persisten esas áreas “marro-
nes” de las que hablaba Guillermo O’Donnell (1993), donde la
ley puede negociarse con los amigos y las prácticas informales
ponen en riesgo no sólo el Estado de derecho, sino la misma
democracia. Pero no únicamente eso, varios países latinoame-
ricanos han implementado reformas regresivas, afectando el
Estado de derecho y haciéndolo aún más frágil. De acuerdo
con el índice de Estado de derecho del wjp 2016, en una escala
que va de 0 a 1, donde 1 es amplio respeto o fuerte adherencia
al Estado de derecho, sólo 3 países –Uruguay, Chile y Costa
Rica– superan el 0.50, mientras que todos los demás están en
un promedio de 0.40, con excepción de Venezuela, cuyo índi-
ce de Estado de derecho se encuentra en 0.28.3 Uruguay es el
que mejor Estado de derecho tiene, con un puntaje de 0.72.

3
Los datos para Paraguay no están disponibles en la base de datos del wjp.

341
Gráfica 1
Estado de derecho en América Latina, 2016
Argentina
Venezuela Bolivia
0.55
Uruguay 0.72 Brasil
0.40 0.55
Perú 0.28 0.68 Chile
0.51

Panamá 0.52 0.51 Colombia

0.42 0.68
Nicaragua Costa Rica
0.46 0.47
México 0.42 0.45 Rep. Dominicana
0.44
0.49
Honduras Ecuador
Guatemala El Salvador

Funete: Elaboración propia con datos del World Justice Project, 2016.

Este mapa sobre el Estado de derecho en la región lo pode-


mos entender mejor a partir de las reformas, así como del fun-
cionamiento de las instituciones judiciales y del sector justicia.
Las reformas más importantes fueron la judicial, la penal, la
policial y la referente en materia de derechos humanos. Por
razones de extensión, me centro en los principales cambios en
el sistema judicial y penal.
La reforma judicial se dedicó en otorgar independen-
cia, profesionalizar y modernizar los poderes judiciales
(particularmente las cortes supremas), así como en la creación
de cortes constitucionales (Finkel, 2008). Los datos del pro-
yecto Variedades de la Democracia (V-Dem) muestran que
prácticamente los 18 países latinoamericanos reformaron de
manera importante su poder Judicial entre los años ochenta y
noventa. Sin embargo, las reformas no siempre fueron progre-
sivas, esto es, algunas buscaron también socavar sobre todo la

342
independencia del poder Judicial. Las gráficas que se presentan
a continuación muestran tres escenarios (Gráfica 2). Cuando
los países se acercan a dos se está hablando de reformas insti-
tucionales para incrementar la capacidad del poder judicial en
aras de limitar los posibles excesos de los otros poderes.

Gráfica 2
Tendencias de la reforma judicial
en América Latina 1980-2000
Argentina Bolivia Brasil
2,00 2,00 2,00
1,00 1,00 1,00
0,00 0,00 0,00
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000

1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1984

1984

1986

1994
1996
1984
Chile Colombia Costa Rica
2,00 2,00 2,00
1,00 1,00 1,00
0,00 0,00 0,00 1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
1984

1986

1994
1996
1984
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
1984

Rep. Dominicana Ecuador El Salvador


2,00 2,00 2,00
1,00 1,00 1,00
0,00 0,00 0,00
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000

1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
1984

1984

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1986

1994
1996
1984

Guatemala Honduras México


2,00 2,00 2,00
1,00 1,00 1,00
0,00 0,00 0,00
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1984

1984

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1986

1994
1996

1986

1994
1996
1984

Nicaragua Panamá Paraguay


2,00 2,00 2,00
1,00 1,00 1,00
0,00 0,00 0,00
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
1984

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1986

1994
1996

1986

1994
1996
1984

1984

Perú Uruguay Venezuela


2,00 2,00 2,00
1,00 1,00 1,00
0,00 0,00 0,00
1980
1982

1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
1984

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000

1980
1982

1988
1990
1992

1998
2000
1986

1994
1996

1986

1994
1996
1984

1984

Fuente: Elaboración propia con datos de V-Dem Dataset, 2016.

343
En ese caso, se encuentran sobre todo Bolivia de 1993 a
1998, Brasil en 1988, Colombia en 1991, Guatemala en 1986
y 1993, Costa Rica en 1989 y 1994, Chile en 1990, El Salva-
dor en 1991, Honduras en 1999, México en 1994, Nicaragua
en 1986 y 1995, Panamá en 1994, Perú en 1991 y Uruguay en
1985. Cuando algún país se acerca a otro se está hablando de
que no hubo reforma sustancial para modificar la capacidad de
poder Judicial de limitar los otros poderes vía la revisión cons-
titucional durante ese año. Ése es el caso de Venezuela durante
casi toda la década de los noventa, pero también de República
Dominicana durante los ochenta, Paraguay de 1992 a 2000 y
Uruguay de 1987 a 2000. Finalmente, cuando estamos frente
a un país que se acerca a cero se está hablando de que la ca-
pacidad del poder judicial para limitar los otros poderes fue
reducida. El caso más significativo es el de Ecuador durante
todo el periodo,4 pero también encontramos en este grupo a
Honduras, de 1985 a 1998, Perú, de 1992 a 1997, y Venezuela
a partir de 2000. El caso de Argentina es particular, pues de su
gráfica se deriva que no hubo reformas significativas para em-
poderar al judicial durante el periodo; sin embargo, ésa sería
una lectura equivocada, pues los años de 1984 y 1994 mues-
tran un momento de reforma importante, aunque los datos de
V-Dem evidencien que no supera el uno.
La independencia judicial fue central para la reforma y se
pensó en garantizar tanto la externa como la interna, aunque

4
De acuerdo con los datos de V-Dem 2016, esto es así porque reformas
que empoderaron al poder judicial se llevaron a cabo en 1979 y en 2005.
Dichos años no se ilustran dentro del periodo graficado.

344
la primera fue determinante en la construcción de los nuevos
Estados de derecho en América Latina. En ese sentido, las cor-
tes supremas cambiaron su composición, pero sobre todo se in-
trodujo un nuevo diseño institucional en el cual se garantizaba
(de iure) que los jueces no respondieran a influencias políticas
(independencia externa) mediante la creación de mecanismos
plurales de nominación y destitución, autonomía presupues-
tal para el judicial, así como garantías para la duración de
los jueces en el cargo y que el salario que perciben durante
su cargo no sea reducido por razones indebidas. Asimismo,
otro de los cambios transcendentales fue la creación de conse-
jos de la magistratura, esto es, modelos de gobernanza judicial
(Piana, 2010) para gestionar la rendición de cuentas, la carre-
ra judicial, la capacitación constante de jueces, pero también
para fomentar la independencia interna de la institución, es
decir, que la carrera de los jueces dependiera cada vez más de
su desempeño y no de sus relaciones con otros jueces superio-
res. En el Cuadro 2 se muestran los países que cuentan con
consejos de la magistratura y su año de creación. Como po-
demos observar, casi en todos los países existe un organismo
especializado para la gestión del gobierno judicial. Destacan,
sin embargo, los casos de Chile y Uruguay, en donde no hay
un aparato burocrático como en sus contrapartes judiciales en
otros países, lo que no quiere decir que no exista un gobierno
judicial como tal.

345
Cuadro 2
Modelos de gobernanza judicial en América Latina
Año de
País Nombre del Consejo
creación
Argentina Consejo de la Magistratura 1994
Bolivia Consejo de la Magistratura / 2011 / 1994
Consejo de la Judicatura
Brasil Consejo Nacional de Justicia 2005
Chile No existe  
Colombia Consejo Superior de la Judicatura/ 1979/ 2015
Comisión Nacional de Disciplina
Judicial y el Consejo Nacional
de Gobierno Judicial
Costa Rica Consejo Superior del Poder Judicial 1993
Ecuador Consejo Nacional de la Judicatura 1998
El Salvador Consejo Nacional de la Judicatura 1983
Guatemala Consejo de la Carrera Judicial 2000
Honduras Consejo de la Judicatura 2011
México Consejo de la Judicatura Federal 1995
Nicaragua Consejo Nacional de Administración y  2011
Carrera Judicial
Panamá Instituto Superior de la Judicatura 1993 
Paraguay Consejo de la Magistratura 1994
Perú Consejo Nacional de la Magistratura 1994
República Consejo Nacional de la Magistratura 1994
Dominicana
Uruguay No existe  
Venezuela Dirección Ejecutiva de la Magistratura 1999
Fuente: Elaboración propia con datos de Cociña Cholaky, A. y B. I. Iriba-
rren Ruiz (2016), Cumbre Judicial Iberoamericana (2006) y de páginas
de poderes judiciales, leyes orgánicas y constituciones de los 18 países en
América Latina.

346
Los poderes judiciales también fueron sujetos de reformas
sustanciales con el objetivo de modernizar sus procedimien-
tos mediante, por ejemplo, la introducción de tecnologías de
información para hacer más eficiente y transparente su fun-
cionamiento, pero, de igual manera, a través de reformas a
los códigos de procedimientos penales para introducir meca-
nismos alternativos de solución de conflictos (Sousa, 2006)
que redujeran la carga de casos que llegan a los tribunales.
Finalmente, otra de las reformas determinantes para posicio-
nar al poder judicial en condiciones de equilibrio frente a los
otros dos poderes, pero también para ampliar la protección
de derechos, fue la introducción del mecanismo de revisión
constitucional de las leyes o judicial review por medio de la
creación de cortes constitucionales, o bien, dándole a dichas
cortes supremas facultades para la revisión constitucional.
Para 2015,5 la posibilidad de que tanto cortes supremas como
cortes ordinarias tuvieran autoridad legal para invalidar polí-
ticas gubernamentales (por ejemplo, estatutos, regulaciones,
decretos o acciones administrativas) fue porque contradecían
la constitución, misma que lucía bastante sólida en América
Latina. Para ello, en la Gráfica 3 se muestra cómo la mayoría
de los países se acercan, esto se debe por la capacidad de revi-
sión constitucional de las leyes.

5
El último año para el que se recogieron datos varían entre los países en
la base de V-Dem 2016. Van de 2012 a 2015, siendo la mayoría de 2014
y 2015.

347
Gráfica 3
Facultad legal para la revisión constitucional
de cortes ordinarias y supremas
en América Latina, 2015

Argentina
Venezuela 1.00 Bolivia
Uruguay 0.95 Brazil
0.90
Perú Chile
0.85
Paraguay 0.80 Colombia
0.75
Panamá Costa Rica

Nicaragua República Dominicana

México Ecuador
Honduras El Salvador
Guatemala

Fuente: Elaboración propia con datos de V-Dem, 2016.

En cuanto a la reforma penal, ésta se enfocó en el cam-


bio de un sistema legal inquisitorio heredado de la Colonia a
uno más acusatorio, centrado en la protección de derechos de
las personas y no en los derechos del Estado. Se introdujeron
principios como la presunción de inocencia, la igualdad en-
tre las partes, la separación estricta entre ministerio público y
poder judicial (en algunos países como Chile, la investigación
de los delitos era conducida por un instancia al interior del
poder judicial), derecho de la defensa a conocer con detalle la
acusación y acceder a la carpeta de investigación, la nulidad de
las pruebas obtenidas de manera ilícita, la regulación estric-
ta de la prisión preventiva, así como la oralidad, inmediatez,

348
concentración y publicidad de los juicios (ceja, 2015a). Este
tipo de cambios tocaron de manera radical la forma en la
que el sistema legal funcionaba, obligando a instituciones
como el ministerio público, la defensoría pública, las policías
y a los tribunales a reinventarse, así como a los operadores
jurídicos y litigantes a reeducarse. En el Cuadro 3 se muestra
el avance en la introducción de la reforma en los países de
América Latina.

Cuadro 3
Reforma procesal penal en América Latina
Sin
1992 1996 1998 1999 2001 2002 2004 2008
reforma
Costa Colom-
Argentina Chile Bolivia Nicaragua Perú México Brasil
Rica bia
El República
Guatemala Ecuador Honduras Panamá Uruguay
Salvador Dominicana
Venezuela Paraguay

Fuente: Elaboración propia con datos de ceja (2015a; 2015b), Barrientos


Pellecer (2001).

Estos cambios en el marco legal de los países latinoame-


ricanos para trasformar la justicia fueron trascendentales; sin
embargo, al igual que la democracia, la reforma judicial y pe-
nal todavía tienen promesas incumplidas. Se puede decir que
en varios países las reformas han avanzado más en el ámbito
político y de balance entre poderes que en la protección efec-
tiva de derechos. Por ejemplo, en la Gráfica 4 se muestra el
comportamiento de los datos relacionados con la frecuencia en
que la suprema corte elabora sentencias que reflejan los deseos
del gobierno y no su opinión sincera sobre el asunto, esto es,
el grado con el que la Suprema Corte actúa como un árbitro
independiente en la resolución de conflictos políticos. Los paí-
ses que se acercan a cero reflejan que la corte decide priorita-

349
riamente, mostrando los deseos del gobierno; mientras que los
que se acercan al 4 eligen de manera independiente.

Gráfica 4
Independencia judicial en América Latina, 2015
Chile 3.88
Brasil 3.67
Uruguay 3.48
Costa Rica 3.47
El Salvador 3.36
México 3.01
Colombia 2.88
Argentina 2.64
Panamá 2.57
Perú 2.45
Honduras 2.29
Guatemala 2.19
Paraguay 1.94
Rep. Dominicana 1.91
Bolivia 1.74
Nicaragua 0.63
Ecuador 0.32
Venezuela 0.13

0.00 0.50 1.00 1.50 2.00 2.50 3.00 3.50 4.00

Fuente: Elaboración propia con datos de V-Dem (2016).

Para 2015, las cortes supremas más independientes en


América Latina fueron las de Chile, Brasil, Uruguay, El Salva-
dor y México. De acuerdo con la opinión de expertos, en estos
países las cortes han mostrado decidir de manera más sincera
sus casos cuando los intereses del poder político están invo-
lucrados. Por otro lado, las cortes supremas que han actuado
siguiendo los deseos del gobierno, en particular, del Ejecutivo,
son las de Venezuela, Ecuador y Nicaragua, pero también las
de Bolivia, República Dominicana y Paraguay. De hecho, si
observamos los datos de Venezuela, Ecuador y Nicaragua en la
Gráfica 1 sobre “Tendencias de la reforma judicial”, vemos que

350
en estos países el poder judicial ha sido reformado en los últi-
mos años, especialmente para restarle poder e independencia.
Otro indicador importante para medir el empoderamiento
del poder judicial vis à vis en los otros poderes es el nivel de
cumplimiento con las sentencias que emite. A continuación,
en la Gráfica 5 se muestran datos sobre la frecuencia con la
que el gobierno cumple y obedece sentencias importantes de
la Suprema Corte y otros tribunales del poder judicial con las
cuales no está de acuerdo.
Gráfica 5
Cumplimiento con las sentencias de la Suprema
Corte y tribunales del poder judicial, 2015
4.00
3.50
3.00
2.50
2.00
1.50
1.00
0.50
0.00
Venezuela
Ecuador
Nicaragua
Honduras
Paraguay
Bolivia
El Salvador
Argentina
Perú
Colombia
Guatemala
Rep. Dominicana
Panamá
México
Brasil
Uruguay
Chile
Costa Rica

Cumplimiento con la Suprema Corte Cumplimiento con otras cortes

Fuente: Elaboración propia con datos de V-Dem (2016).

Como se puede apreciar, los niveles de cumplimiento con


las decisiones de los tribunales es más alto en Costa Rica, Chi-
le, Uruguay, Brasil, México y Panamá. En estos países pode-
mos hablar de un balance sano entre poder judicial y gobierno,
aunque en el caso de México y Panamá el cumplimiento que
se muestra con decisiones de otros tribunales es más bajo. Las

351
naciones con poderes judiciales más débiles, en términos de
que los gobiernos no obedecen las sentencias que emanan
de aquéllos, son Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Honduras y
Paraguay. Vemos entonces que, en significados de indepen-
dencia y empoderamiento judicial, se configura un grupo con
claras fortalezas (Chile, Uruguay, Costa Rica, México, Bra-
sil) y otro con debilidades manifiestas (Venezuela, Nicaragua,
Ecuador, Honduras).
Ahora, los datos sobre justicia penal muestran que la mayo-
ría de países latinoamericanos cuentan con sistemas de justicia
endebles. Si comenzamos con el acceso que los ciudadanos tie-
nen a la justicia –pues ése sería el resultado que esperamos ver,
mejorado después de más de 20 años de reforma– podemos
notar que, en general, estamos mal en América Latina. Con
datos de 2015, la Gráfica 6 muestra el acceso a la justicia en
una escala que va de 0 a 4.

Gráfica 6
Acceso a la justicia en América Latina, 2015

Costa Rica 3.74


Uruguay 3.71
Panamá 3.31
Chile 2.88
Rep. Dominicana 2.73
Brasil 2.53
Nicaragua 2.47
Ecuador 2.35
Perú 2.26
Argentina 2.26
Paraguay 2.04
Colombia 2.03
Honduras 2.00
El Salvador 1.94
Bolivia 1.80
México 1.73
Venezuela 1.63
Guatemala 1.38
0.00 0.50 1.00 1.50 2.00 2.50 3.00 3.50 4.00
Fuente: Elaboración propia con datos de V-Dem (2016).

352
Costa Rica, Uruguay y Panamá se ubican entre los puntos
3 y 4 de la escala, respectivamente, lo que significa que “el ac-
ceso a una justicia efectiva y segura es usualmente observado”,
mientras que los peores clasificados son Guatemala, Venezue-
la, México, Bolivia y El Salvador, pues no superan el punto 1
de la escala, es decir, en estos países “el acceso a una justicia
efectiva y segura no está garantizado y no es ampliamente res-
petado”. El resto de los países latinoamericanos se ubica en el
rango 2, lo que significa que “el acceso a una justicia efectiva
y segura es observado de manera inconsistente” (Codebook
V-Dem, 2016: 224-225). Lo anterior quiere decir que en 15
de 18 países se enfrentan problemas en uno de los aspectos
sustanciales del Estado de derecho: el acceso a la justicia. Éste
es un concepto complejo y tiene sustento en variables como la
independencia judicial, pero, sobre todo en el funcionamiento
de otras instituciones y factores del sector justicia.
Por ejemplo, uno de ellos es el sistema penal, las reglas me-
diante las cuales se organiza la justicia y se favorece el respeto
al debido proceso y la igualdad frente a la ley (Gráfica 7). En el
índice de justicia penal del wjp,6 donde 0 es un sistema penal
inefectivo y 1 habla de la efectividad del mismo, los países con
mejores índices son Uruguay y Chile con 0.58 y Costa Rica
con 0.55. Los datos sobre justicia penal ponen bastante mal a
la mayoría de países en América Latina. De nuevo, Venezue-
la es el país que aparece más bajo en la clasificación, con un

6
El índice se compone de los siguientes subfactores: 1) el sistema de
procuración de justicia es efectivo; 2) el sistema de adjudicación de jus-
ticia es efectivo y expedito; 3) el sistema penitenciario es efectivo en la
reducción de conductas criminales; 4) el sistema penal es imparcial;
5) el sistema penal está libre de corrupción; 6) el sistema penal está libre
de influencias indebidas del gobierno; y 7) vigencia del debido proceso
y de los derechos del acusado.

353
puntaje de 0.13, pero también encontramos a Bolivia, México,
Panamá y Guatemala que no superan 0.30. Destaca el caso de
México, que como país con relativamente mayores capacida-
des estatales (sobre todo vistas a partir de la construcción de
independencia judicial revisada anteriormente) se encuentra
entre aquellos que normalmente aparecen en la parte baja de la
escala. Esto es significativo, pues muestra que las élites de este
país no le han apostado a un sistema de justicia que proteja los
derechos, pero sí a un sistema judicial que resuelva disputas y
ponga límites entre los poderes del Estado (véase Gráfica 4).

Gráfica 7
Índice de efectividad del sistema penal, 2016
Uruguay 0.58
Chile 0.58
Costa Rica 0.55
Argentina 0.43
Brasil 0.39
Ecuador 0.36
Perú 0.34
Colombia 0.34
Rep. Dominicana 0.34
El Salvador 0.34
Nicaragua 0.32
Guatemala 0.29
Panamá 0.29
México 0.29
Honduras 0.25
Bolivia 0.24
Venezuela 0.13

0.00 0.10 0.20 0.30 0.40 0.50 0.60 0.70

Fuente: Elaboración propia con datos del wjp (2016).

También es revelador el caso de Uruguay, pues a pesar de no


haber introducido todavía reformas sustanciales –ni judiciales,
ni penales (véase Gráfica 2 y Cuadro 3)– aparece clasificado

354
en los primeros lugares no sólo en el índice de efectividad del
sistema penal, sino también en otros como de la investigación
de los delitos y el respeto al debido proceso (Gráfica 8) o el
acceso a la justicia.
Gráfica 8
Investigación penal y debido proceso
en América Latina, 2016
0.70
0.80 0.66
0.63
0.61 0.42
0.70 0.49 0.43 0.46
0.49 0.30
0.60 0.44 0.44
0.41 0.42 0.43 0.43
0.38 0.31 0.40
0.50 0.34 0.35
0.27 0.30 0.18 0.23 0.18 0.32
0.31
0.40 0.20 0.31
0.32 0.23
0.30
0.20
0.20 0.13
0.10
0.00
Venezuela
Nicaragua
México
Honduras
Brasil
Bolivia
Panamá
Guatemala
Colombia
El Salvador
Rep. Dominicana
Perú
Ecuador
Argentina
Chile
Uruguay
Costa Rica
Investigación penal efectiva Debido proceso
Fuente: Elaboración propia con datos del wjp (2016).

La investigación de los delitos y el respeto al debido pro-


ceso es el núcleo vital del sistema de justicia penal. Si esto no
funciona, entonces las demás partes del complejo de justicia
(incluidas las cortes) están en riesgo. Pierde mucho sentido
la independencia judicial o el poder para revisar la constitu-
cionalidad de las leyes sin una investigación de los delitos in-
dependiente, ya sea positivamente o donde no se respetó el
debido proceso. De acuerdo con los datos del wjp, los países en
donde más se garantiza el proceso y una efectiva investigación
penal son Costa Rica, Uruguay y Chile, mientras que los peor
clasificados son Venezuela, Nicaragua y México.

355
Una investigación penal efectiva habla de la posibilidad
que tenemos los ciudadanos de poder acceder a la justicia y,
en particular, a los jueces para que decidan de manera inde-
pendiente e imparcial. La gráfica anterior nos muestra que ahí
está uno de los mayores desafíos para el Estado de derecho
en América Latina, pues el puntaje más alto (Uruguay) es de
0.46, esto es, no estamos ni a la mitad del camino para contar
con una investigación que pueda ser la base de una sentencia
que haga justicia. Si consideramos los puntajes para países en
otras regiones, por ejemplo en Europa, vemos que naciones
como Reino Unido alcanzan 0.70 (wjp, 2016).

Conclusiones

Pensar en las nuevas utopías para América Latina nos obliga


a pasar por el Estado de derecho que, como en este capítulo
se vio, presenta varios desafíos para los países de la región.
Las reformas judiciales y penales de iure son importantes pero
insuficientes, pues como la democracia, el Estado de derecho
se construye desde la acción de diferentes actores que rebasan
a los operadores jurídicos del sistema. No se niega la impor-
tancia que tienen éstos en el resultado (acceso a la justicia,
independencia, transparencia), pero necesitamos jueces, fisca-
les, defensores, litigantes y policías cuyas prácticas limiten el
poder del gobierno y protejan derechos; sobre todo, necesi-
tamos una ciudadanía activa que vigile y haga funcionar el
sistema de justicia y el poder judicial. Como muestran otros
artículos en este libro, la ciudadanía es un factor clave, pues
son los ciudadanos quienes están obligados a solicitar, recla-
mar y exigir al sistema judicial y de justicia que la igualdad
ante la ley sea respetada. Las reformas ya fueron puestas en
marcha y sería ingenuo pensar que deben ser impulsadas sólo
desde las instituciones y sus operadores.

356
Sirve aquí la reflexión escrita por James Madison en El Fe-
deralista 51 en torno a los controles entre poderes: “Si los hom-
bres fueran ángeles, el Estado no sería necesario. Si los ángeles
gobernaran a los hombres, ningún control al Estado, externo
o interno, sería necesario” (1788). Sin embargo, no sólo es así,
sino que la evidencia ha mostrado que los controles entre po-
deres no bastan para vigilar que las instituciones del Estado
den resultados. Por ello, como señalaba Weingast (2003), es
ineludible que los ciudadanos se embarquen en ese control y
vigilancia de las instituciones judiciales y de justicia, para que
así se resuelva el dilema fundamental del Estado de derecho.
Sobre todo a luz de los datos que refieren ampliamente que
los ciudadanos latinoamericanos no confiamos en el poder ju-
dicial, pero tampoco en otros actores del sistema de justicia
como las policías. Según el Latinobarómetro, alrededor del
60% de los encuestados dijo tener poca o ninguna confianza
en el poder judicial y en la policía (2015). Entonces, si no con-
fiamos en ellos, ¿por qué dejarlos sin controles y vigilancia?
No los elegimos de manera directa, pero sí podemos hacer que
nos rindan cuentas para que las investigaciones penales sean
efectivas, así como que exista el acceso a la justicia o el respeto
al debido proceso y, de esa forma, dejen de ser una utopía y se
conviertan en parte de la realidad que sostiene la democracia.

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361
Partidos políticos y transparencia:
de la norma a la virtud cívica

Carlos Rodríguez Arechavaleta

Introducción

L a implementación del principio de transparencia en los


partidos políticos y su efecto en el complejo proceso de
construcción de ciudadanía es de gran relevancia para la de-
mocratización en México. Dicha cuestión no es sencilla, ya
que, como señalan las teorías más recientes, podría parecer
contradictorio que las instituciones orientadas a maximizar la
influencia electoral y captar “votos” en elecciones competiti-
vas e inciertas, con electorados que están orientados a temas
específicos y volátiles, en formatos comunicativos diversos y
segmentados, y con dinámicas sociales menos cohesivas, pue-
dan implementar estrategias de acción comunicativa basadas
en procesos deliberativos e instaurar mecanismos de control
ciudadano de sus acciones.
De esta manera, el siguiente artículo abordará dicha con-
tradicción, con la intención de clarificar el tema de la trans-
parencia en los partidos políticos. Por ello, se iniciará con un
abordaje conceptual de los partidos políticos, su naturaleza y
funciones, por lo que se reconocerá el escenario complejo para

363
su actividad. Finalmente, se afirmará que la implementación
de la transparencia en los partidos políticos no está determi-
nada solamente por la eficacia de la normatividad que define
a los partidos políticos como sujetos obligados a mostrar sus
decisiones públicas, sino por el conjunto de percepciones y
valoraciones que condicionan las actitudes de los ciudadanos
hacia la política como práctica y cultura.

Los partidos políticos como actores


de la transparencia

Los partidos políticos son organizaciones complejas que “frac-


cionan” –según su etimología–, están orientadas a la confron-
tación y representan minorías activas (Lavau, 1991). Weber los
define como “organizaciones libremente creadas que apuntan
a un libre reclutamiento […] cuyo fin siempre es la búsqueda
de votos para elecciones a cargos políticos” (1974). Para Sartori
(2000), “un partido es cualquier grupo político identificado
por un membrete oficial que se presenta a elecciones, y es ca-
paz de colocar, a través de elecciones (libres o no), candidatos
a cargos públicos”. De tal forma, en una democracia repre-
sentativa la supervivencia de los partidos políticos depende,
por ley electoral, de su fortaleza electoral o de la capacidad de
captar votos. En palabras de Downs (1957), “los partidos for-
mulan propuestas políticas para ganar las elecciones; no tratan
de ganar elecciones para realizar propuestas políticas”. Lo que
distingue al partido político competitivo de otras formas de
organización política es que los problemas de la táctica elec-
toral están siempre presente en un contexto de oportunidades
políticas dentro de un sistema político determinado, es decir,
con puestos disponibles, reglas formales e informales para al-
canzarlos y las actitudes de los hombres políticos hacia esos

364
puestos (Schlesinger, 1994).1 Dichos votos determinan la op-
ción de gobernar en un régimen presidencial como presidente
o como primer ministro en un régimen parlamentario en la
mayoría legislativa. No obstante, es importante reconocer
la complejidad organizativa de los partidos, las interacciones
entre sus miembros, las preferencias intrapartidistas acerca de
las políticas y las conflictivas posiciones sobre los objetivos
y las preferencias (Montero, Gunther y Linz, 2007).2
En términos organizativos, los partidos se adaptan al mo-
delo organizativo-programático más idóneo para alcanzar el
mayor número posible de electores, tomando en cuenta los
límites de los modelos organizativos-programáticos de otros
partidos competidores.3 Asimismo, además de ser actores for-
males de la competencia por el acceso al poder, los partidos
políticos cumplen importantes funciones. Lipset y Rokkan
(1991) definen a los partidos políticos como los principales
agentes de movilización e integración de las comunidades lo-
cales en la nación o en una federación más amplia, lo cual

1
“El partido competitivo no siempre necesita adoptar decisiones en
términos tácticos y, por otra parte, los errores de este tipo son siempre po-
sibles. Pero a largo plazo, si el partido quiere seguir siendo un competidor
efectivo, la finalidad de alcanzar el poder debe ser determinante en sus
decisiones” (Schlesinger, 1994: 63).
2
“El modelo downsiano, y muchos de aquellos que lo han adoptado,
incurren en un grave error cuando simplifica estas dinámicas hasta el
punto de eliminar la política de la competencia electoral” (Roemer, 2001,
citado en Montero, Gunther y Linz, 2007: 27).
3
Son los partidos los que buscan a los electores y, por así decirlo, los
crean, no son los electores los que buscan un partido específico (Pasquino,
2011: 175). En términos weberianos, “más bien los electores son tomados
en cuenta como factores concurrentes sólo en el sentido de que programas
y candidatos son elegidos adaptándolos a las probabilidades que ofrecen
de obtener sus votos” (1974: 707).

365
refuerza las identidades nacionales, constituye canales regula-
res para la expresión de intereses opuestos y permite la estabi-
lidad nacional, al considerarlos una alianza en los conflictos de
los programas y sus compromisos respecto al cuerpo político,
lo cual sirve para cristalizar y explicitar los intereses, las ten-
siones y los contrastes en la estructura social; des esta manera,
obligan a los ciudadanos a “aliarse” más allá de las líneas de
clivajes estructurales y consagrarse en un determinado rol ac-
tual o futuro del sistema. Además, estos programas cumplen
la función de expresión, al desarrollar una retórica que traduce
los contrastes existentes en una estructura sociocultural y la
transforman en demandas y presiones; de igual forma, porque
cumplen una función instrumental y representativa al actuar
como portavoz de múltiples intereses y escalonar las demandas
y presiones (19-21).
Por su parte, Almond y Powell (1991) ven a los partidos
como estructuras intermedias que simplifican y combinan las
demandas, ofreciendo a la estructura de decisión un reduci-
do número de alternativas políticas coherentes, que evitan la
inmovilización del sistema por el grado de fragmentación y
conflicto al que deben hacer frente las élites de decisión, ade-
más de participar en el reclutamiento de las élites políticas
(29-37).
Alarcón Olguín (2000) aporta una conclusión importante
respecto al tema en cuestión: en la medida que la vida mo-
derna se caracteriza por un fuerte individualismo o una gran
desvinculación de actores que se hallan cada vez más atomi-
zados, los partidos políticos se desempeñan como mecanismo
de creación de confianza entre estos individuos dispersos, per-
mitiendo decisiones y acciones que no podrían ser tomadas si
no existiera ese vínculo hacia la acción colectiva. La mediación
ejercida por el partido político inicialmente es imparcial y neu-
tral en su interior, porque formalmente coloca en una situación

366
de igualdad y relativa homogeneidad los intereses propios con
los de otras personas, sin ser minimizado por ello. Posterior-
mente, el partido cumple la función representativa, al generar
un interés colectivo que se consolida mediante mecanismos
de transferencia de autoridad, que van desde los individuos
hasta llegar a construir espacios acumulativos de confianza,
legalidad y legitimidad, lo cual permiten una transformación
cualitativa de la acción y percepción de lo que la ciudadanía
cree poder realizar a partir de las instituciones políticas.
Por otro lado, es muy cierto que el costo de implementar
la transparencia en las instituciones públicas y políticas ha
aumentado. Así, consultar a un público y construir un espacio
de deliberación como fundamento “racional” de una decisión
pública no necesariamente se traduce en el efecto eficaz de la
misma ni en la legitimidad del político. La contingencia de
muchas decisiones inhibe la especialización, tanto del político
como de su público en el tema y, por tanto, elimina los in-
centivos para una práctica cívicamente virtuosa, pero con un
alto costo en los recursos económicos y cognitivos. Asimismo,
las decisiones presidenciales y las negociaciones legislativas
responden a las transacciones contingentes de los resultados
imprevisibles, a los cálculos estratégicos variables de los líde-
res políticos y partidistas, que están cada vez menos vincula-
dos a la identidad o coherencia ideológica del partido y de sus
líderes.
Por ello, los políticos actuales más pragmáticos y menos
ideológicos asumen el ejercicio de su función pública en un
entorno de creciente complejidad e incertidumbre, por lo que
el cálculo de sus decisiones es menos visible en espacios de
deliberación institucional o pública.
En resumen, los partidos políticos son entidades que cum-
plen importantes funciones para la estabilidad y la gobernanza
de un sistema político en una democracia representativa. Las

367
nuevas condiciones de la política están marcadas por fenóme-
nos como: a) los procesos de globalización con efecto sobre la
eficacia de las instituciones nacionales; b) la creciente centrali-
dad del mercado y el retroceso del estado como eje articulador
del orden social; c) la complejidad y segmentación de lo social;
d) el desdibujamiento de las clásicas distinciones ideológicas
izquierda-derecha con las que se configuró la competencia
política en la modernidad; y e) la centralidad adquirida por
las nuevas tecnologías de la información han producido una
pluralidad de espacios más autónomos, regulados por cri-
terios contingentes y flexibles que segmentan los intereses
materiales y minan los principios universales y las creencias
compartidas en las que se anclaban las identidades colectivas
(Lechner, 1995).
Una sociedad secularizada con una mayor diferenciación
estructural y funcional y una tendencia hacia el individualis-
mo ha retado las diversas funciones de los partidos de masas.
En primera instancia, la capacidad de combinar intereses y
agregar preferencias al reducir las alternativas de las deman-
das de quienes toman decisiones resulta cada vez más limita-
do, pues los partidos son cada vez menos sociales, al mismo
tiempo que se han vuelto más pragmáticos y limitados en sus
metas temporales y programáticas. De igual forma, las prác-
ticas internas de los partidos políticos, su forma de negociar y
participar en la consulta para la toma de decisiones internas
y acciones externas cada vez es menos congruente con los prin-
cipios de la ciudadanía que representan. Ante electorados más
volátiles y apegados a intereses específicos, los partidos están
siempre forzados a desideologizarse y moverse al centro (catch
all party) a efecto de poder captar mayores franjas de votantes,
en detrimento de la propia estructura partidaria, cuya mem-
bresía no necesita ser tan amplia ni tan participativa. Así, la
capacidad de interlocución y la mediación de los partidos han

368
cedido ante otras formas de organización y expresión de in-
tereses colectivos como los nuevos movimientos sociales. La
excesiva burocratización ha frenado el reclutamiento de lide-
razgos carismáticos o intelectuales que promueven autoridad
con el discurso y la interacción con las bases; por lo que, como
toda decisión política, se encuentra “sobredeterminada” por
su eventual impacto económico y el cálculo costo-beneficio a
corto plazo predomina sobre la racionalidad comunicativa del
diálogo y el debate.

El espacio público virtual

Los fundamentos comunicativos de la política también han


cambiado. Hoy transitamos de la “teledemocracia” a la “ciber-
democracia” con su respectivo efecto de segmentar y targetizar
la esfera pública (Gandy, 2001). Así, la vasta discusión en la
literatura sobre los efectos políticos del internet oscila en dos
direcciones contrapuestas:

– La optimista ve en el internet un canal para activar el po-


tencial cívico, discursivo y “movilizativo” que escapa a la
influencia de las instituciones políticas formales y las agen-
das mediáticas predominantes, así como la eficacia en el di-
seño de políticas públicas y la interacción de los gobiernos
con sus ciudadanos. Para esta literatura, la transversalidad,
simultaneidad y los formatos convergentes que genera la
interacción virtual y su acento constructivista potencian
un activismo cívico que redefine los condicionamientos
espacios-temporales de la política representativa tradicio-
nal, con un déficit de legitimidad para ciertos sectores. Por
ello, el espacio virtual sería una nueva versión del espacio
público moderno capaz de generar deliberación racional
sobre temas públicos, que son invisibles para las agendas

369
más institucionalizadas; es decir, el esperado retorno a la
idea clásica griega de racionalizar la construcción del or-
den político a través de un espacio deliberativo que dote
de legitimidad a las decisiones públicas. En otras palabras,
un electorado desalineado partidistamente encontrará en
las redes sociales y el internet el espacio para su reincor-
poración activa a la vida cívica, a través de nuevas redes de
solidaridad social y movilización colectiva.
– La visión pesimista observa en el anonimato y en el bajo
costo del acceso a las redes sociales su simultaneidad y
transversalidad, y en la convergencia tecnológica, que per-
mite el predominio de formatos visuales, un efecto negativo
sobre la comunicación política, al desestructurar el proce-
so de interacción interpersonal a través del cual los sujetos
elaboran y concientizan los significados compartidos de lo
público. Por tanto, las redes sociales y el internet limitan
la participación cívica y la relatividad de la información
virtual, por lo que, a pesar de la rapidez y amplitud de su
posible viralización, desacreditan la noción de lo público,
el debate y la deliberación racional. La interacción virtual,
para estos autores, desconecta los referentes compartidos,
limita la capacidad asociativa, afecta la credibilidad de la
información pública y su anonimato elimina factores im-
portantes para la democracia como la rendición de cuen-
tas de las élites, la evaluación de las políticas públicas y
la capacidad de control del ciudadano sobre las agendas
políticas y electorales de sus representantes. Muchas de
estas interacciones virtuales producen redes de respuestas
que no pueden considerarse comunicativas, en el sentido
de producir una cadena de significados compartidos cons-
cientemente que deriven en procesos de negociación y de
construcción de consensos. Ciertamente, las redes sociales
producen mucha información transversal y simultánea, lo

370
que permite que ciertos temas sean replicados, modificados
y reincorporados sin implicar necesariamente una respues-
ta elaborada a temas de interés público ni producir efectos
deliberativos, asociativos, organizativos ni “movilizativos”.
Una noticia de interés público en Facebook puede generar
millones de like y comentarios cargados de ironía, sátira,
burlas, respuestas que son incluso extremistas y violentas,
esto es una ilógica cadena de mensajes múltiples inconexos,
iconográficos y, a veces, contradictorios.

Por tanto, las aproximaciones bibliográficas parecen coinci-


dir en la vinculación de la eficiencia cívica del uso del internet
y los medios sociales con el potencial del capital social de una
determinada sociedad; es decir, el internet es un medio eficaz
de construcción de redes de activismo cívico cuando es diri-
gido desde y hacia un sector con habilidades operativas para
seleccionar, analizar, integrar y construir mensajes con un im-
pacto deliberativo y “movilizativo”, a partir de redes de solida-
ridad horizontal regidas por valores cívicos; y, por el contrario,
en contextos de limitado capital social, el internet presenta un
uso cívico muy limitado.4
Así, al referir la transparencia como un principio fundamen-
tal de un gobierno democrático, generalmente enunciamos la
obligatoriedad jurídica que tiene el gobernante de hacer públi-
ca la información de tal ejercicio, implementar las condiciones

4
El capital social es una variable fundamental de la calidad democrática
y tiene que ver con el potencial de la ciudadanía para socializar, establecer
redes de solidaridad y cooperación, desarrollar confianza en las institu-
ciones públicas y una percepción positiva de la democracia. Estos factores
potencian la capacidad de la ciudadanía para tomar partido sobre temas
públicos y con ello participar de modo comprometido en diversas accio-
nes colectivas disruptivas frente al Estado y las instituciones políticas.

371
para acceder a la misma (archivos, bibliotecas, bases de datos,
etc.), así como los recursos tecnológicos que permitan obtener
y procesar los mismos en tiempo récord. Sin embargo, el én-
fasis en el procedimiento jurídico no prevé que el acto referi-
do es un acto consciente de un sujeto que se asume parte de
una comunidad constituida –o civis en su referencia clásica–.
Por ello, se necesita cierta sofisticación del interés cívico del
político que gobierna –sujeto obligado a transparentar– y
del agente, entendido en su autonomía reflexiva y empode-
ramiento político. De tal forma, transparencia implica una
relación virtuosa –tal vez ideal– entre el gobernante y el ciuda-
dano. Aguilar Rivera reconoce que la transparencia le propor-
ciona a los electores la facultad de obrar con conocimiento de
causa. En este sentido, no es un control ni un límite, sino un
elemento facilitador del gobierno democrático (2006: 29).
Más allá de su institucionalización, transparentar las de-
cisiones públicas como mecanismo democratizador conlleva
modificar no sólo las reglas, sino construir un nuevo espacio de
interacción comunicativa entre los políticos y los ciudadanos.
Esto es, reglas eficientes que reduzcan el costo de información
sobre temas de interés general y estimulen una cultura política
que convierta este ejercicio en una actitud valorada y recono-
cida socialmente. En la institucionalización de la transparen-
cia –como práctica y valor cívico– no debe olvidarse el efecto
correctivo de la sanción para el sujeto obligado –gobernante
o político–. Pareciera un sinsentido referir que un político o
gobernante en un puesto clave de la política nacional, sobre-
expuesto mediáticamente al público y que disfruta de niveles
aceptables de legitimidad para su gestión, conducirse como un
sujeto adverso al riesgo de tal ejercicio. En democracias frági-
les como las latinoamericanas, los gobiernos de orientaciones
ideológicas diversas –izquierda o derecha– han vulnerado el
principio de visibilizar su gestión de gobierno.

372
¿Y la virtud cívica?

Estudios recientes en México han alertado sobre el peligro


latente en repensar el concepto de ciudadanía identificando
los derechos ciudadanos solamente con un grupo de activi-
dades concretas –voto, ejercicio de la libertad de expresión y
recepción de beneficios públicos, entre otros–, pues la idea de
ciudadanía va mucho más allá de los derechos (visión jurídica
moderna) y debe incluir las obligaciones y deberes asumidas
por los sujetos frente a las instituciones políticas y sus comu-
nidades (ine, 2014). Pensar la calidad de la ciudadanía presu-
pone una visión maximalista que trascienda el ámbito legal e
incorpore los hábitos, sentimientos y valores de los individuos
que se traducen en prácticas determinadas. Al reconocer un
contexto de desigualdad estructural previa, la ciudadanía con-
temporánea se define por la participación –entendida como
rendición de cuentas– e influencia en el proceso de toma de
decisiones públicas –ciudadanía desde abajo–.5 De forma in-
tegral, la ciudadanía contiene tanto una base individual cons-
tituida por ciertos derechos como una base relacional, que
surge mediante el contacto con los demás y adquiere funcio-
nes de cohesión, fragmentación e intermediación. La ciudada-
nía activa será definida como un medio para empoderar a los
ciudadanos con el fin de que tengan presencia dentro de sus
comunidades, un sentimiento de pertenencia a la sociedad en
la que viven, la valoración por la democracia y el entendimien-
to de las diferencias de otras culturas (Hoskins et al., citado
en ine, 2014).

5
La ciudadanía se concibe como un proceso de reclamo de derechos, de
lucha por el derecho a tener derechos (ine, 2014: 23).

373
Fernando Escalante ha argumentado que la ciudadanía es
una categoría moral, una manera de entender la vida pública,
que asigna un conjunto de valores y virtudes cívicas (votar,
manifestarse correctamente en el espacio público, etc.) y no
jurídica, por lo que el uso rigurosamente contradictorio de la
palabra ciudadanía, vinculado a partidos políticos, siempre
implica un argumento e induce un juicio de valoración: ciuda-
danizar es dar poder al ciudadano (bueno, deseable, correcto),
mientras que “partidizar” implica descalificar cualquier inicia-
tiva (corrupción, vicios, opacidad).6
Siguiendo la lógica de la perspectiva activa de ciudadanía,
las conclusiones del informe para México reflejan una calidad
ciudadana débil y cooptada por el Estado y los partidos polí-
ticos, con ciudadanos aislados y encerrados en sí mismos (ine,
2014). La percepción de discriminación y trato desigual ante
la ley, los altos niveles de victimización (25%), la percepción
de ineficacia de la policía (más de 40%) y la baja confianza en
las instituciones encargadas de la impartición de justicia (sólo
3.3%), en los jueces y en la policía (4.4%) son un impedimento
importante para la capacidad de acceso del ciudadano a di-
chas instituciones. A pesar de tener una participación electoral
como ocurre en otras democracias consolidadas, la participa-
ción en otro tipo de actividades políticas diferentes al voto
es baja (2% de participación en una huelga) y la explicación
probable se encuentra en la desconfianza y la desvinculación
de los ciudadanos entre sí y entre los ciudadanos y el gobier-
no. Por tanto, los ciudadanos no se sienten representados, no

6
Conferencia “La transparencia y los partidos políticos”, Seminario
Construcción de Ciudadanía y Transparencia: Retos inaplazables de los
Partidos Políticos, Instituto Nacional de Acceso a la Información y Pro-
tección de Datos Personales, octubre, 2016.

374
tienen confianza en los actores clave de la democracia ni en
las instituciones más cercanas y visibles del Estado: los par-
tidos políticos (sólo 19% confía mucho y algo), los diputados
(17% confía mucho y algo) y la policía (32% confía mucho y
algo).
En suma, la desvinculación de los mexicanos presentó ni-
veles muy bajos respecto a la pertenencia a las asociaciones,
puesto que 46% reportó que nunca ha pertenecido a ninguna
asociación y el 65% de ellos no tiene ningún contacto de inter-
mediación para acceder a la justicia, al gobierno o a los recur-
sos políticos o comunitarios. Finalmente, el clima de confianza
social y de cooperación es bajo, pues sólo 27% aceptó que se
podía confiar en la mayoría de las personas y en las institucio-
nes, por lo que la percepción de desencanto sobre la democra-
cia se resume con la siguiente frase: “en nuestra democracia
muchos juegan, pero pocos ganan” (ine; 2014: 199).

A modo de conclusión

Del análisis expuesto anteriormente resulta pertinente pregun-


tar si es posible, ante un escenario político de alta incertidum-
bre y desconfianza, no sólo en las instituciones públicas sino
también interpersonales, hacer que la transparencia se convierta
en una práctica eficiente, regulada por ley, que transforme las
prácticas y dinámicas comunicativas de los partidos políticos
y la ciudadanía. ¿Podrán los partidos políticos, como sujetos
obligados, implementar este importante principio? ¿Tendría
ello algún efecto sobre su desempeño político-electoral? ¿Has-
ta dónde la cultura política en México contribuye al ejercicio
eficiente de la transparencia en los partidos políticos?
Como hemos planteado, la proyección pragmática-electoral
de los partidos políticos en una democracia electiva reduce su
capacidad de generar acciones comunicativas, tanto al interior

375
del partido como en la sociedad en general. Sin embargo, dada
la importancia de los partidos políticos para la funcionalidad
de la gobernanza democrática, convertirlos por ley en sujetos
obligados a transparentar sus procesos internos, financiamien-
tos públicos, reglas de reclutamiento y elección de liderazgos
y candidatos a cargos públicos, debates internos, definición de
agendas electorales, etc., podría modificar la percepción pú-
blica de la ciudadanía sobre éstos y contribuir a optimizar su
influencia política.
Partidos políticos más transparentes internamente pueden
ser más eficientes en la construcción de consensos internos,
basados en procesos dialógicos que cumplan una función in-
tegrativa importante, al darle espacio a los miembros afilia-
dos y convertirlos en sujetos empoderados activos (agentes) en
el proceso de construcción de la agenda política-electoral del
partido. De tal manera, la definición de sus reglas de funcio-
namiento interno podrían ser más eficaces y funcionales, y
la identidad ideológica y programática definiría un posiciona-
miento electoral más visible, lo cual estimularía la identidad
partidista frente a otras opciones electorales en competencia.
La legitimidad del liderazgo del partido, así como del pro-
ceso de selección de candidaturas a cargos públicos dotaría
a los liderazgos emergentes de mayor capacidad de cohesión
e influencia sobre miembros afiliados y electores en general,
minimizando el efecto de la “ley de hierro de la oligarquía”.7

7
Refiere a tesis clásica de Michels (1996), ley de hierro de la oligarquía:
“todas las acciones de los dirigentes están expuestas en teoría, a la siem-
pre atenta mirada de los seguidores, pero el desarrollo de la organización
vuelve dicha posibilidad de control sólo aparente. Los miembros deben
renunciar paulatinamente, en medida cada vez mayor, a tratar o incluso
sólo controlar en persona toda cuestión administrativa […]. La esfera del

376
Externamente, el partido emergería como una organización
política con mayor capacidad de influencia y representación
ante la sociedad, lo que le permitiría rebasar su función mini-
malista de maquinaria electoral orientada maximalistamente a
ganar votos, y podría comenzar a cumplir una función pública
importante de socialización y educación cívica.8
Modificar la percepción actual del ciudadano hacia los
partidos políticos en democracias jóvenes como la mexicana
no será tarea fácil. Pero intentar cambiar las relaciones estruc-
turales y culturales que condicionan el vínculo del partido
político y la ciudadanía podría ser un gran incentivo para in-
cidir positivamente en la calidad de la democracia que aspira-
mos. La transparencia, como práctica y valor político, puede
modificar las estrategias partidistas y los procesos culturales
que condicionan las percepciones, el posicionamiento y el

control democrático se restringe a un ámbito cada vez más estrecho. Se


puede observar que en todos los partidos socialistas las funciones que eran
ejercidas antes por los comités electorales pasan cada vez más a las direc-
ciones. Se forma una poderosa oficina con una estructura compleja”.
8
Rodolfo Vergara resume las importantes consecuencias organizacio-
nales al implementar la transparencia en el contexto gubernamental: “dis-
minuye las asimetrías de información y, por lo tanto, permite una mejor
supervisión interna de políticos y funcionarios, y de esta manera previe-
ne la corrupción y sirve de incentivo a los funcionarios y políticos para
mejorar su desempeño. Al mismo tiempo, también permite una mejor
evaluación interna del desempeño de las diversas dependencias públicas
en los distintos niveles de gobierno. Finalmente, facilita los flujos de infor-
mación entre organizaciones gubernamentales. Un mejor intercambio de
información entre dependencias y niveles de gobierno reduce los costos
de la cooperación, ayuda a erradicar el uso de la información como un arma
política y es condición necesaria –aunque ciertamente no suficiente– para
superar los problemas de coordinación inter-gubernamental” (2006: 33).

377
comportamiento político-electoral de la ciudadanía, al con-
vertirla en sujetos empoderados cuyas motivaciones y referen-
tes de acción en el espacio público estén regidos por valores
cívicos de compromiso y corresponsabilidad. Al respecto, vale
la pena mencionar la Estrategia Nacional de Cultura Cívica
2017-2023, desarrollada en México por el Instituto Nacional
Electoral, con el objetivo de incidir en la formación de valores
cívicos.

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380
Comportamiento electoral:
teorías del voto y ciudadanía

Edilberto Gallardo Valente


Olivia Leyva Muñoz

Introducción

E l análisis del comportamiento electoral en México permi-


te entender la existencia del sistema monopartidista que
gobernó el país por siete décadas hasta que en el año 2000
el electorado decidió abrir paso a la alternancia política, que
duró doce años y precisamente en 2012, de nueva cuenta, el
partido hegemónico volvió a surgir como triunfador en las
elecciones federales.
La alternancia política significó un logro democrático, la
cual estuvo determinada por el desempeño de los partidos
políticos a través de sus candidatos, el comportamiento po-
lítico electoral del votante y las condiciones sociales, políti-
cas y culturales que permeaban en el país. De igual forma,
también es importante el análisis de los tipo de partidos con
que cuentan los ciudadanos y explorar el grado de conflic-
to que pueda suscitarse entre los poderes Ejecutivo y Legislati-
vo, la existencia o no de mayorías parlamentarias, el grado de
competencia interpartidaria, así como otras reglas del juego
que son indispensables para mantener la gobernabilidad de

381
las instituciones políticas, ya que de estos factores depende su
dinámica de funcionamiento y capacidad de dar espacio a los
procesos democráticos (Jiménez Badillo, 2009).
Por tanto, este trabajo, busca exponer las principales teo-
rías del voto que explican, en parte, la decisión del votante
para elegir un determinado partido político. También interesa
analizar la relación entre Estado y ciudadano que determina el
tipo de comportamiento político y electoral que adopta.

Entendiendo el comportamiento electoral

Las sociedades democráticas elijen a sus representantes po-


líticos a través de procesos electorales organizados por insti-
tuciones autónomas facultados para hacerlo. En México, el
Instituto Nacional Electoral (ine) es el órgano que se encar-
ga de planear y organizar las elecciones en el ámbito federal,
mientras que las entidades federativas cuentan con su propia
instancia con denominaciones particulares. En este sentido, el
sistema electoral es el componente importante en todo sistema
político y el comportamiento electoral es influenciado por el
sistema de partidos vigente.
A pesar que “los partidos políticos, reiteradamente se ha se-
ñalado en la literatura politológica, guardan un muy bajo nivel
de confianza ciudadana en la región latinoamericana; son, to-
davía, fuerzas de agregación de intereses en la política” (Jimé-
nez Badillo, 2009: 47). Además, los partidos son el medio por el
cual los ciudadanos interesados en representar a su comunidad
a través de los cargos de representación popular, hacen públicas
sus campañas y tratan de ganar la confianza del electorado.
Desde el surgimiento del Estado hasta la actualidad, las
sociedades son reguladas por el poder de éste, ya sea por coer-
ción, como en los regímenes autoritarios o mediante consen-
so, como en los regímenes democráticos, donde, a través del

382
consentimiento libre y voluntario, los representantes populares
son elegidos mediante un acto de soberanía popular.
El medio para elegir democráticamente a los gobernantes en
México permite al ciudadano participar de manera voluntaria,
a través del voto, en la designación de sus representantes. La
democracia representativa que define el sistema presidencial en
nuestro país permite que los ciudadanos elijan a los individuos
que habrán de representarlos en la toma de decisiones.
El proceso de selección de representantes funciona a tra-
vés de partidos políticos. Así, en 2012 se aprobó la reforma
que permite a los candidatos independientes participar por un
puesto de elección popular sin necesidad de ser postulado por
un partido político. De esta manera, nuestro sistema multi-
partidista permite que el ciudadano elija, dentro de un abani-
co de opciones, a la persona que habrá de representarlo. En los
sistemas de partido único, esto no es posible, porque limita las
opciones para el ciudadano; en teoría, el sistema más democrá-
tico es aquel donde predominan más partidos políticos.
En los regímenes multipartidistas, el análisis del compor-
tamiento electoral del ciudadano adquiere mayor relevancia
porque, a diferencia de los sistemas bipartidistas, en el plu-
ripartidismo el elector se encuentra ante opciones diversas,
pues con alguna de ellas habrá de sentirse identificado. El
comportamiento electoral del individuo permite identificar el
origen de una decisión en el ámbito electoral, ¿qué motiva a
un ciudadano a votar por un determinado candidato? ¿Qué
elementos intervienen para elegir entre uno y no otro aspi-
rante? Estas y otras interrogantes pueden encontrar respuesta
desde el punto de vista sociológico e incluso psicológico: “por
comportamiento electoral se entiende el proceso de formación
y de manifestación de las preferencias individuales respecto de
las alternativas políticas sometidas al tamiz del voto” (Bobbio,
1997: 245).

383
El comportamiento electoral está determinado por diver-
sos factores, algunos atribuibles al ciudadano y otros que no
dependen de él; para ello, prevalecen diferentes teorías que in-
tentan explicar la conducta de los electores en el momento de
emitir su voto. Cuando se utiliza alguna de ellas, siempre está
presente la siguiente cuestión: ¿por qué las personas votan de
una forma y no de otra?
Al intentar responder la interrogante, frecuentemente se
recurre a la observación del comportamiento que tienen los
votantes de forma individual o colectiva, ya desde el proceso
electoral y hasta la decisión del voto a favor de un partido o
candidato. En esta etapa, los votantes tienen básicamente cin-
co opciones: votar correctamente, abstenerse, entregar la bo-
leta en blanco, votar con error e invalidar intencionalmente la
boleta para expresar rechazo o desacuerdo. En la decisión elec-
toral convergen factores de corto y largo plazo que influyen
en el resultado de las elecciones. En los primeros, se encuen-
tran la evaluación que hacen los electores de los programas
económicos implementados, el desempeño del gobierno, las
características de los candidatos y la información de las cam-
pañas electorales; en tanto que, en los segundos, se proyecta
la formación de coaliciones electorales estables, dando forma
y dinámica al sistema de partidos. Ambos determinan quién
gobierna y cuáles son los vínculos que los partidos establecen
con los electores (Moreno, 2009: 9).

Enfoques o teorías del voto

El fenómeno del voto es muy complejo; por tanto, no puede


ser analizado por una sola teoría, por el contrario, es impor-
tante tomar en cuenta las diversas teorías que exponen el com-
portamiento electoral de los ciudadanos. Algunas de ellas se
consideran complementarias porque se desarrollaron de otras

384
como complemento o como críticas. Por esta razón, esboza-
mos los planteamientos centrales de estas teorías, desarrolla-
das por investigadores que contrastaron sus planteamientos
con la realidad social e histórica que vivían.

Enfoque sociológico

Se originó en la Universidad de Columbia en 1944, sostiene


que el comportamiento electoral es una conducta de grupo,
con base en el entorno social del individuo, los procesos de co-
municación y persuasión de las campañas electorales (Lazars-
feld, Berelson y Gaudet, 1944; Berelson, Lazarsfeld y McPhee,
1954, Moreno, 2009: 22). Esto implica que las características
socioeconómicas de los individuos son un factor importante
en la decisión del voto y los ubican dentro de la estructura
social. Supone que los partidos son apoyados por grupos socia-
les específicos y éstos estabilizan al electorado al incorporarlos
para darles una identidad. En consecuencia, los electores se
dirigen al partido o los partidos que históricamente han apo-
yado al grupo social al que ellos pertenecen, en lugar de tratar
de informarse de los temas que se debaten en una campaña
para analizar otras alternativas.
La base de este enfoque es el grupo social y su entorno
más inmediato; por tanto, las tendencias de los votantes se
dan según las clases sociales. El ejemplo más claro es que los
partidos de derecha representan los intereses de la clase con
mayores ingresos; mientras que los de izquierda a los traba-
jadores, en tanto que los partidos de centro representan a la
clase media (Lipset, 1981). Sin embargo, la experiencia de los
procesos electorales ha demostrado que el comportamiento de
los electores es diferente en la realidad. Existen personas
de bajos ingresos que votan por candidatos o partidos de derecha
o viceversa; también se presentan casos de la clase media que

385
votan por partidos de derecha o de izquierda. Esto demuestra
que se pueden tener conclusiones distintas a lo señalado en el
párrafo anterior.
El modelo busca responder la pregunta a nivel micro: ¿quién
vota y por qué partido político? Y a nivel macro: ¿qué partidos
políticos son apoyados y por cuáles grupos sociales?
Cuando se utiliza la teoría sociológica para estudiar el com-
portamiento electoral, se presenta el problema de la informa-
ción tomada de los censos porque en algunas ocasiones no
satisface los requerimientos de una investigación profunda, ya
que los hallazgos resultan ambiguos y pueden ser falsamente
interpretados si los resultados obtenidos se generalizan. Ade-
más, a esta teoría se le critica la incapacidad para predecir
cambios determinados por variables de corto plazo que en una
elección muy competida determinan la victoria, así como tam-
bién la imposibilidad de explicar el voto volátil y la existencia
cada vez menor de una correlación entre voto y características
socioeconómicas en países industrializados.
La conclusión de estos estudios fue que la principal influen-
cia en los votantes proviene de las opiniones de aquellos en
quienes confían, como la familia, los amigos, los compañe-
ros de trabajo y los miembros de organizaciones quienes se
rodean y la información se propaga de unos a otros (Moreno,
2009: 23).

El enfoque psico-sociológico

Esta perspectiva fue desarrollada por un grupo de investigado-


res de la Universidad de Michigan, encabezado por el psicólo-
go Angus Campbell, que en la década de los sesenta publicó
los resultados de un estudio sobre los elementos que el elector
de Estados Unidos considera al momento de tomar la deci-
sión electoral. El autor propuso que la decisión de votar está

386
determinada más por las actitudes y creencias políticas indivi-
duales, que por factores sociales.
Esta teoría pone énfasis en el individuo, porque lo consi-
dera un ente que desarrolla una identificación psicológica du-
radera con un partido a través de un proceso de socialización
(Campbell y Converse, 1960). Los ciudadanos desarrollan
vínculos psicológicos con los partidos, o con ciertas posiciones
ideológicas que adquieren por socialización y que influyen de
manera determinante su comportamiento electoral. De este
modo, el voto se concibe como un acto predominantemente
individual, motivado por percepciones y orientaciones perso-
nales subjetivas, como resultado del proceso de socialización
que se adopta durante la infancia de la persona dentro de la
familia y su formación escolar.
Estos valores y preferencias perduran con escasa variación
a lo largo de la vida adulta, es decir, se observa como un me-
canismo de afirmación pero no de pertenencia a una clase so-
cial, sino que es un proceso de largo plazo que ha llevado al
individuo a identificarse con un partido en particular. Para
esta teoría, la decisión de votar está determinada por múltiples
factores de diferente peso, el más importante de los cuales es
la identidad partidaria, esto es, una relación afectiva entre el
votante y los partidos políticos.
Por tanto, la decisión de votar es básicamente afectiva y no
depende del conocimiento e información política del electora-
do. El elector pone más atención a las campañas, participa en
ellas, vota y se interesa más por el resultado de las elecciones.
Así, los partidos políticos proveen un acortamiento a la deci-
sión racional del voto. Cuando hablamos de actitudes políti-
cas, nos referimos a sentimientos, nociones, creencias, ideas y
convicciones que tiene un individuo acerca de asuntos políti-
cos. Dichas actitudes, impactan en el comportamiento y par-
ticipación electoral; en éstas se han identificado componentes

387
afectivos, cognitivos y de evaluación que predisponen al indi-
viduo para actuar de una forma u otra con diferente grado de
intensidad:

-
miento y funcionamiento de las reglas de juego en el ámbito
político o de los actores y el seguimiento de la información
política.

junto a la identificación ideológica, así como la confianza


en las instituciones políticas.

cambio en las actitudes sostenidas, como la evaluación de


la gestión política, económica o el grado de satisfacción
con determinados elementos e instituciones del sistema
político.

El modelo de Michigan generó varias críticas, algunas


provenientes de estudiosos del voto en Estados Unidos y en
Europa Occidental; sin embargo, el declive del partidismo,
el concepto de identificación partidista y su aplicación a un
número creciente de casos, tanto en democracias avanzadas
como emergentes, refleja la importancia que el modelo de Mi-
chigan continúa siendo preponderantemente relevante en los
estudios del voto (Moreno, 2009: 25-26).
El modelo psico-sociológico ha sido cuestionado porque se
ha encontrado evidencia empírica en relación con el hecho de
que la identificación partidista no es estable, sino que fluctúa
de acuerdo con variables de corto plazo (candidatos, situación
económica, programas, etc.). Tampoco explica el voto volátil
ni la existencia de electores independientes o elecciones en paí-
ses sin antecedentes democráticos, es decir, sin identificación
partidaria.

388
Una variante de la aplicación de este enfoque ha sido el
concepto de cultura política: en situación de monopartidismo,
esta identificación partidaria se sustituye por la “cultura polí-
tica”. Para Almond y Verba (1989) la cultura política puede ser
parroquial (particularista y localista), súbdita (de sumisión)
y ciudadana (de participación) respecto a la percepción que
tienen los individuos de su interacción con el gobierno. La
cultura política es significativa en la medida que contenga va-
lores de participación y haga del acto de votar una obligación
moral, una virtud cívica o un deber ciudadano. La cultura
política estimula u obstaculiza el paso hacia la democracia y es
modificada en cada espacio y tiempo determinado.

El enfoque de expectativas racionales

Este modelo fue construido por Anthony Downs, quien en su


libro Una teoría económica de la democracia (1957) desarrolló
un esquema de comportamiento electoral que inicia con la
racionalidad1 económica de los individuos, partiendo de la pre-
misa de que la decisión del voto es a partir de los beneficios que
les ha proporcionado el gobierno en turno o que piensan recibir
de los partidos y candidatos. Para Downs, el voto refleja un
cálculo que los ciudadanos hacen sobre los beneficios y costos
de su decisión: “Cada resultado potencial tiene un beneficio o
un costo y el votante elegirá aquel que le beneficie más o que le
cueste menos” (Evans, 2004: 70). De esta manera, la perspecti-
va racional se encarga de entender que la decisión del voto está
motivada por la lógica de la “maximización de utilidad”.

1
Por acción racional se entiende aquella capacidad humana que permite
que los individuos piensen, evalúen y actúen de acuerdo con ciertos prin-
cipios coherentes y consistentes para lograr los objetivos deliberadamente
elegidos por el sujeto.

389
En este modelo se espera que el elector calcule la diferencia
de la utilidad que obtendría de uno u otro partido estando
en el gobierno. Aquí la información es decisiva: el elector de-
dica el menor esfuerzo para allegarse a información necesaria
para decidir su voto y la obtiene mediante el uso de fuentes
indirectas y de bajo costo; por tanto, resulta irracional estar
muy bien informado sobre la política, cuando los costos de in-
formarse superan, por mucho, a los beneficios. Por esta razón,
un votante dejará de informarse cuando el precio de hacerlo
exceda todo beneficio (Moreno, 2009: 28-29).
Este modelo se construye bajo el supuesto de que todo go-
bierno trata de maximizar su base de apoyo político, lo cali-
fica como un estudio de racionalidad desde el punto de vista
económico. Supone que el objetivo de todo gobierno es la re-
elección en todos los niveles. En una sociedad democrática, en
donde las elecciones se celebran periódicamente, el partido
en el poder goza de una libertad limitada de acción dentro de
las normas marcadas por la Constitución.
En este modelo, el gobierno persigue su objetivo bajo tres
condiciones: una estructura política democrática que permite
la existencia de partidos de oposición, una atmósfera con di-
versos grados de incertidumbre y un electorado de votantes
racionales. Pretende descubrir la forma racional de comporta-
miento político del gobierno y de los ciudadanos en las demo-
cracias. Asimismo, el voto es considerado un acto individual
que responde a situaciones particulares en las que se emite,
esto es, el sufragio no se explica por variables estructurales
(enfoque sociológico) o por rasgos constantes o permanentes
del elector (enfoque psicológico), sino por factores de corto
plazo como la crisis económica, el desempeño del gobierno,
candidatos, propuestas, etc., frente a los cuales el votante actúa
y reacciona conforme a los movimientos de dichos factores.

390
Los electores son más racionales de lo que suponen los en-
foques anteriores, de forma tal que toman sus decisiones de
la evaluación que realizan de las propuestas y candidatos que
compiten en cada campaña. Dentro de esta concepción, las
elecciones que los individuos hacen no acontecen de la partici-
pación en una clase o grupo social, sino de las percepciones de
los individuos, en relación con las acciones e inocuidades del
gobierno que esté en el poder y en función de la capacidad de
los partidos opositores para generar confianza y credibilidad
en las ofertas que realizarán durante la campaña.
El ciudadano reconoce su interés personal y genera un pro-
ceso de evaluación de cada candidato, de acuerdo con lo que se
adapte de mejor forma a su interés previamente definido. Así,
los electores votarán siempre que los beneficios esperados de su
comportamiento superen los costos. Podemos sintetizar que el
modelo explica la decisión de votar sobre tres parámetros:

1. Los beneficios que obtendrá el votante del partido político


preferido y que pueden ser: materiales, como la reducción
de impuestos, o inmateriales, como la gratificación psicoló-
gica que su candidato sea el elegido.
2. La probabilidad de que su voto determine el resultado de la
elección, aun cuando ésta es minúscula, incluso en eleccio-
nes muy competidas.
3. Los costos de votar, en los cuales se incluye el tiempo y
el dinero invertidos en el proceso electoral y los costos de
oportunidad.

A este enfoque se le cuestiona que si el elector decidiera


su voto sólo conforme a cálculos racionales de corto plazo y
únicamente en función de su interés personal, sería abstencio-
nista, porque su sufragio aislado no decide el resultado de las
elecciones, ni será el beneficiario directo y único de la victoria

391
electoral; en consecuencia, no valdría la pena pagar los costos
de recabar información, analizar opciones, calcular la deci-
sión y acudir a las urnas. También este modelo ignora que
cumplir con los deberes ciudadanos son valores culturales; las
preferencias electorales no son absolutas, son simplemente uno
de los factores que los ciudadanos toman en cuenta cuando
deciden votar. El elector vota con un propósito y es racional
al perseguirlo.

La teoría de los clivajes políticos

Esta perspectiva teórica fue desarrollada a partir de los siste-


mas de partidos en Europa por Seymour Martin Lipset y Stein
Rokkan en su obra Party systems and voter alignments (Sistemas
de partidos y alineaciones de votantes) publicado en 1967,
en donde explica el voto en función de las alineaciones de grupos
de electores con los partidos políticos, en la cual “adoptan una
perspectiva macro-sociológica histórica” (Evans, 2004: 47).
Su planteamiento original consiste en que el voto refleja las
divisiones estructurales existentes, en una sociedad dentro de
un momento dado, conocidas como social clivajes o clivajes
sociales. El objetivo que Lipset (1981) tenía en este trabajo era
indicar el efecto sobre las actitudes políticas de las distintas
poblaciones, de los factores de confrontación de naturaleza
estable y duradera. En palabras del autor: “Rokkan y yo bus-
camos especificar la forma en que los partidos de los sistemas
políticos de Europa occidental emergieron y se estabilizaron
alrededor de ciertos clivajes sociales básicos” (2003: 5). Un cli-
vaje es una divisoria de confrontaciones entre grupos de in-
dividuos que tienden a organizar los conflictos entre ellos. El
término se ha traducido como “clivajes políticos” y se refiere a
la correspondencia que hay entre las diferencias estructurales o
culturales presentes en una sociedad y las lealtades partidarias

392
de un grupo. La formación de los estados-nación y la propia
democratización “contrapusieron a diferentes grupos sociales
en la medida en que el Estado centralizado y secular desafiaba
las lealtades territoriales, culturales y económicas existentes”
(Evans, 2004: 48).
Lipset y Rokkan concluyen que son cuatro las divisorias de
esa naturaleza que explican la especialización de los partidos
políticos modernos o tipos de conflicto social: centro-periferia,
iglesia-gobierno, campo-ciudad y trabajadores-patrones.
En lo que respecta al primero, sus raíces se encuentran en
las disputas producidas durante la Revolución Francesa, cuan-
do se genera un conflicto sobre la organización del Estado na-
cional entre unitarios y federales. Las provincias y periferia
no respondían a los mandos revolucionarios, debido a que las
poblaciones eran distintas étnica, lingüística y culturalmente.
El segundo clivaje, religión-antirreligión, al igual que el an-
terior, tiene sus bases en la Revolución Francesa, a partir del
conflicto que se presenta entre quienes deseaban una mayor
intervención de la Iglesia en los asuntos de Estado y aquellos
que defendían una concepción más laica. Esta polémica oca-
sionó la creación de partidos liberales y conservadores.
El tercer clivaje es el de campo-ciudad, cuyos orígenes
se encuentran en la Revolución Industrial, ante la confron-
tación de intereses entre los terratenientes con la burguesía.
Se refiere, pues, a la línea que divide ampliamente los territo-
rios y población de una comunidad alrededor de los recursos
materiales y el acceso a ellos. En este problema se fundaron
partidos políticos por cada sector. El cuarto clivaje, el de los
trabajadores-patrones, también tiene sus primicias en la Re-
volución industrial, que generó el clivaje entre propietarios de
maquinaria y obreros, que se materializó en el surgimiento
de partidos con intereses enfrentados: los liberales-radicales
y los partidos conservadores-agrarios. Aquí, los votantes, al

393
emitir un sufragio, expresan una opinión a la cual antecede
una evaluación realizada hacia los candidatos de los partidos
políticos contendientes; sin embargo, esta decisión es influen-
ciada por diversos factores que ya analizamos en párrafos an-
teriores. En este sentido, el comportamiento electoral, en una
misma elección, puede influir más de una teoría del voto aquí
expuestas.

Técnicas de análisis del comportamiento electoral

De acuerdo con Bobbio (1995: 245), el estudio del compor-


tamiento electoral se desarrolló históricamente siguiendo dos
directrices fundamentales: la primera tiene como unidad de
análisis el agregado (o sea un cierto conjunto de votos), la se-
gunda el individuo. Estas dos líneas de análisis utilizan diver-
sas metodologías y cada investigador se ajusta de acuerdo con
el tipo de proceso electoral de que se trate.
Desde el punto de vista del subespecie de agregado, o con-
junto de votos, el comportamiento electoral emplea para su
estudio métodos e instrumentos de tipo: 1) estadístico-demo-
gráfico, 2) histórico y 3) geográfico-cartográfico. El procedi-
miento consiste en relacionar los votos de varios partidos de
una cierta área, más o menos vasta, con algunas características
demográficas, históricas, económicas o sociales. El objetivo de
la investigación consiste en descubrir la función de esas carac-
terísticas, o de algunas de ellas, respecto del comportamiento
del voto en el área que se está examinando. Diversos estudios
apuntan que el contexto donde se desarrollan las elecciones
determinan los resultados electorales; por ejemplo, los ciuda-
danos que pertenecen a la clase obrera suelen tener preferencia
por partidos políticos obreros, mientras que la clase empresa-
rial e individuos que pertenecen a la clase media se inclinan
por partidos de derecha.

394
Por otro lado, cuando el estudio se centra en el individuo,
el análisis emplea principalmente dos técnicas: el sondeo de
opinión y el panel. Este último consiste en una serie de entre-
vistas repetidas a través del tiempo (ordinariamente durante
la campaña electoral, aunque algunas veces también con una
entrevista posterior al voto, para verificar si en la casilla electo-
ral se han manifestado desviaciones respecto de las tendencias
presentadas anteriormente) con la misma muestra de entre-
vistados. Los estudios que se centran en el individuo buscan
una relación entre el comportamiento del voto y el estatus so-
cioeconómico de la persona, no obstante, también influyen
otros elementos como los niveles de instrucción, ocupación e
ingreso. Estos elementos distan mucho cuando la objetividad
del sujeto no corresponde a su propia subjetividad. En este úl-
timo supuesto, la psicología social determina, en gran medida,
el comportamiento electoral.
Dicho comportamiento generalmente se centra en el voto;
no obstante, también es motivo de análisis y reflexión la abs-
tención, porque representa una manifestación de la voluntad
del ciudadano. En este sentido, cabe preguntarse por qué no
vota el ciudadano. La sola decisión de no emitir un sufragio
lleva implícita una conducta que ha sido determinada por di-
versos factores, ya sea propios del sujeto o externos. Del mis-
mo modo, cuando nos referimos a comportamiento electoral,
hablamos de aquel ciudadano en quien “los factores sociode-
mográficos y sus orientaciones políticas, junto con la lógica de
la toma de decisiones al analizar su entorno más inmediato”
(Delgado Sotillos, 2012: 157). Por tanto, el eje principal de
análisis es el votante individual, que significó un paradigma
intelectual de estudio de las opciones políticas de los votantes
norteamericanos.
El modelo de Michigan puso de manifiesto nuevos ele-
mentos explicativos de las orientaciones partidistas en los que

395
el ingrediente político, más concretamente la identificación
partidista, tenía la mayor relevancia. Esta obra supuso la con-
vergencia de un número de aproximaciones del análisis de la
ciencia política de la posguerra que incluían cambios en la me-
todología, las estructuras institucionales y los recursos finan-
cieros y fue la fuente de inspiración de los análisis electorales
en el continente europeo, apareciendo como resultado bajo
la autoría de Butler y Stokes en Political Change in Britain
(1969). Estas obras fueron reconocidas como los estudios más
relevantes sobre comportamiento electoral y que han servido
de guía para posteriores análisis centrados en el votante indi-
vidual (Delgado Sotillos, 2012: 159).
Dicho modelo psicosocial explica, a través de indicadores,
el grado de influencia que sobre el voto tienen los factores po-
líticos a corto y a largo plazo. Entre los primeros se encuen-
tran las valoraciones de los candidatos o los problemas más
relevantes que tienen un mayor efecto, tales como: la lealtad
hacia los partidos políticos y la identificación partidista, que
se convierte en concepto clave de este modelo de voto. Las
cuestiones relacionadas con el último indicador, el papel de
las ideologías, la estabilidad de los sistemas políticos y la in-
fluencia de los anclajes partidistas, modificaron, a la vez que
ampliaron, este modelo básico de análisis electoral (Delgado
Sotillos, 2012). Al respecto, Dieter Nohlen (2012) señala que
la eficacia delsistema electoral dependen en tal grado de la
estructura del sistema de partidos, del nivel de estructuración
de éstos, así como de la geografía y del comportamiento elec-
toral, de ahí la importancia en su estudio y reflexion.

Ciudadanía y comportamiento político

Los cambios políticos que han sucedido en el mundo mo-


derno, muchos de ellos inspirados en la Revolución Francesa,

396
ejercieron una importante influencia en México, donde en la
última década se han experimentado importantes cambios
en el comportamiento electoral del votante que trajo como
consecuencia la alternancia partidista en el año 2000. Estas
transformaciones revitalizan el interés por el estudio de la ciu-
dadanía como principal eje promotor de la vida política de la
sociedad.
El concepto de ciudadanía es entendido como un proce-
so de construcción social (Marshall, 1992); de igual forma,
a través de la ciudadanía se establece el conjunto de derechos
civiles, políticos y sociales del individuo como un sentido de
identidad y pertenencia frente al Estado, los cuales también
llevan implícitas un conjunto de obligaciones cuyo cumpli-
miento exige la propia autoridad a través de normas legales
establecidas.
No se conciben las sociedades modernas sin Estado ni ciu-
dadanos, mismos que han sufrido transformaciones impor-
tantes y necesarias a lo largo de la historia y que también han
trastocado a la cultura política democrática que está susten-
tada en la noción de ciudadanía, la cual, para J. Peschard, es
un grupo de individuos racionales, libres e iguales ante la ley.
Por tanto, la idea de ciudadanía implica ir más allá del espacio
privado, que es el área de las necesidades más inmediatas del
hombre y de la lucha para satisfacerlas (2001, 24). Esta idea de
traspasar lo privado hacia lo público favorece la participación
social del ciudadano.
De manera frecuente, las expresiones de los ciudadanos se
relacionan con el término elector (o votante); sin embargo, son
conceptos distintos. Ciudadano, de acuerdo con la Constitu-
ción Política de los Estados Unidos Mexicanos, es aquel indi-
viduo que cumplió 18 años y tiene un modo honesto de vivir;
por tanto, se convierte en elector cuando hace uso de ese de-
recho y acude a una urna a emitir su voto. Al respecto, García

397
Canclini, refiere que ser ciudadano no consiste exclusivamente
en hacer válidos los derechos plasmados en la legislación, sino
también en reconocer las formas de vida de grupos que no es-
tán contemplados en la ley. Asimismo, señala que ciudadanía
es sinónimo de ciudadanos (1995, 20). Ante todo, la ciudada-
nía es una construcción social.
Recurrentemente, los ciudadanos pueden y tienen el dere-
cho constitucional de participar en la vida política de su lugar
de residencia, generando compromiso con la sociedad y ad-
quiriendo obligaciones como autoridad. No obstante, ser ciu-
dadano con capacidad jurídica de emitir un sufragio, adquiere
la decisión para elegir a sus representantes populares, pero
también, busca organizarse en defensa de sus derechos para
ser escuchados por el gobierno, de ahí que la participación
debe propiciarse como un valor que fomente la democracia. La
participación voluntaria incrementa el potencial democrático
de una nación. Por otro lado, el comportamiento político del
ciudadano se expresa a través de las diversas modalidades y
formas de participación, siendo la local una de las principales
formas de expresión ciudadana.
Es por ello que el sentido de pertenencia es muy importante
para definir el tipo de involucramiento político. Participar es
formar parte de una acción; de acuerdo con Mauricio Merino,
se invoca la participación de los ciudadanos, de las agrupa-
ciones sociales, de la sociedad en su conjunto, para dirimir
problemas específicos, para encontrar soluciones comunes o
para hacer confluir voluntades dispersas en una sola acción
compartida (Merino, 2001: 9). El término participación es
muy utilizado en el lenguaje cotidiano para referir a diversas
acciones que realizan los individuos; se puede hablar de par-
ticipación social, política, comunitaria, ciudadana, entre otras
formas.

398
En ese sentido, la participación ciudadana, a diferencia de
la política que está vinculada a aspectos electorales, busca in-
fluir en la administración gubernamental y, con ello, en las
políticas públicas. Al respecto, Cunill explica el proceso de
construcción de ciudadanía y los obstáculos que han surgido;
por tanto, para dar cumplimiento a las obligaciones sociales,
los ciudadanos: “requieren, por una parte, políticas públicas
más justas y equitativas que se traduzcan en el fortalecimien-
to de los derechos. Por otra parte, se requieren políticas que
refuercen los deberes y responsabilidades sociales” (Cunill,
2008: 117). La ciudadanía es una forma de vida democrática
posible (Singer, 2008: 215) siempre que los agentes individua-
les respeten a las personas, las reglas, las leyes, como también a
quienes tienen diferente condición biológica, religión, orienta-
ción sexual, etapa vital, raza, género. La democracia es posible
cuando los ciudadanos de un país, estado o municipio, son
capaces de promover y reproducir estas formas de comunica-
ción que se generan en la vida cotidiana, pero también es im-
portante repensarse “desde la periferia, desde donde vivimos”
(Delich, 2005: 25).

Relación Estado-ciudadano

El binomio Estado-ciudadano es el soporte del entramado


social. En párrafos anteriores explicamos cómo influye el pa-
pel que desempeña el Estado en el comportamiento político
y electoral del ciudadano, es por ello que no podíamos omitir
hablar de esta relación tan estrecha, compleja y necesaria.
El Estado, definido por O’Donnell como “un conjunto de
instituciones y de relaciones sociales (la mayor parte de éstas
sancionadas por el sistema legal de ese Estado) que normal-
mente penetra y controla el territorio y los habitantes que ese

399
conjunto pretende delimitar geográficamente” (O’Donnell,
2004: 149-150). Estas instituciones tienen un mecanismo de
control coercitivo para mantener el orden y control social,
como el uso de la fuerza pública.
Por un lado, el Estado es el responsable de garantizar la
igualdad social y, por otro lado, también debe velar por
la igualdad política; por tanto, el poder político que ejerce el
Estado es determinante para definir la vida política y demo-
crática. Así también, el Estado es el responsable de preservar
el régimen democrático, mediante elecciones competitivas e
institucionalizadas en las cuales existen diversas libertades
políticas, tales como asociación, expresión, movimiento y de
disponibilidad de información.
Por medio de las elecciones, el ciudadano elige a sus repre-
sentantes populares; sin embargo, las instituciones electorales,
que por ley gozan de autonomía propia, como los titulares que
están al frente, son designados por los representantes (diputa-
dos) que ganaron las elecciones, lo cual genera desconfianza y
apatía política por parte del ciudadano. La democracia repre-
sentativa de México limita al ciudadano a involucrarse direc-
tamente en la toma de decisiones políticas de su entorno.
En otro ámbito, la participación del ciudadano está regula-
da por el propio Estado, quien dictas las leyes para definir las
modalidades de participación reconocidas como instituciona-
les en tanto aquellas que la ley no establece como permitidas y
que se ubican al margen, es decir, son formas de participación
no convencionales o no institucionales (Conway, 1990). Por
lo anterior, se expresa que la calidad de la ciudadanía presenta
serias limitaciones, al menos en lo que se refiere a la vida políti-
ca (ife, 2014), donde se requiere que los ciudadanos muestren
interés por los asuntos públicos y participen en la toma de de-
cisiones. Esto conlleva replantear la promoción de una cultura

400
política que involucre a los jóvenes, quienes mayoritariamente
se muestran apáticos. De acuerdo con la Encuesta Nacional
sobre la Calidad de la Ciudadanía (ife, 2013) 70% de los en-
cuestados considera que no es posible confiar en los demás, lo
que da cuenta de un nivel de desconfianza muy acentuado en
la sociedad mexicana.

Conclusiones

La decisión de votar o no hacerlo es determinada por una serie


de elementos atribuibles al ciudadano o al entorno. En este
último, la calidad de la ciudadanía y su relación con el Estado
determinan en gran parte la decisión del elector. Por otro lado,
cuando se intenta explicar el origen de una acción, atribuible
al sujeto, aspectos como la cultura, elementos sociológicos,
económicos y hasta geográficos marcan nuestra elección.
En las sociedades modernas, el deseo y anhelo de lograr
un sistema democrático ha colocado al ciudadano en prime-
ra línea para ser estudiado a través de sus comportamientos,
mientras que los partidos políticos buscan conocer estos resul-
tados para poder influir en ellos. Sin embargo, los ciudadanos
no hemos podido invertir la dinámica y, a pesar de que existe
una serie de estudios que explican el actuar de los partidos po-
líticos, estos investigadores no logran incidir en el elector para
disminuir la influencia de factores externos que determinan la
elección de votar y la opción a elegir.
Las diversas teorías que aquí analizamos explican que el
ciudadano puede definir su comportamiento político y electo-
ral en función de factores internos y externos; no obstante, las
características de la sociedad mexicana indican que hay pocas
posibilidades para que el ciudadano aplique la teoría racional
del voto. Es en este concepto donde cobra sentido el estudio de

401
la ciudadanía y cómo ciudadanizar para la democracia, pen-
sando en lo que Francisco Delich (2005) llamó “repensar el
poder”.

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404
Descripción sociológica y “poder”
del investigador: el caso de las DATA
SESSIONS en el análisis visual multimodal
de las interacciones sociales

Andrea Spreafico

D espués de una breve presentación teórica de lo que supo-


ne la realización de una descripción sociológica, en este
texto trataremos de hacer visible el “poder” de elección in-
terpretativa del sociólogo que va a realizar una exposición
(primero oral, pero con la posibilidad de convertirse en un
ensayo escrito con difusión pública, por tanto, con un impacto
cuando menos potencial) de lo que observa en la videograba-
ción de una interacción social. Para ello utilizaremos la propia
videograbación para mostrar un caso emblemático de trabajo
interpretativo cooperativo: el de un equipo de investigación
que realiza una data session, con el objetivo de averiguar si en
algunas ocasiones llegar a un acuerdo “intersubjetivo” entre
los intérpretes pasa por formas de elección entre opciones con
igualdad de posibilidades o que cuentan con consensos sólo
parciales, pero que se convierten en una elección interpretativa
que luego podría ser firmada por los investigadores en textos
publicables. Darle un sentido a las imágenes podría no parecer

405
una actividad neutra, sino una forma más de llevar a cabo
acciones (cfr. Spreafico et al., 2016).

Tenemos la posibilidad de utilizar distintas formas para des-


cribir y al mismo tiempo producir y realizar (de forma coope-
rativa) una realidad social. Las categorías de nuestro lenguaje
nos permiten poner el mundo en palabras para, de esta forma,
producirlo y conocerlo de una manera determinada y no de
otra. La elección y la definición de cada categoría utilizada
no es indiferente y siempre resulta interesante notar que las
personas utilizan las categorías en su calidad de miembros de
una sociedad con la que comparten el sentido común. Harvey
Sacks (1963) ha abierto el camino hacia esta clase de aten-
ción constante al hecho de que el sociólogo tiene que detallar
las descripciones situadas que los miembros de una sociedad
producen del mundo, aspecto que tal vez tenga más valor si
dichas descripciones son hechas por los estudiosos de oficio,
quienes a menudo las efectúan con la seguridad de que pue-
den hacerlo “objetivamente” (suponen que se encuentran ante
lo que crean y recortan de una forma determinada) o, por lo
menos, más escrupulosamente, cuando simplemente hay múl-
tiples descripciones posibles.
La naturaleza construida, artificial, situacional, convencio-
nal, retórica,1 política, dialógica y polivocal de las descripcio-
nes ya ha sido estudiada a fondo en los trabajos recopilados
en su día por James Clifford y George Marcus (1986 [2005]).
Aquí no nos interesa evaluar los comentarios críticos de los que
fueron objeto estos autores ni tampoco establecer si existen de

1
Sobre los textos como construcciones según procedimientos retóricos
específicos, cfr. también las contribuciones recopiladas en Melliti (2016).

406
alguna manera criterios universalmente compartibles con los
cuales graduar la calidad de una descripción (por ejemplo, si
pragmáticamente nos permite conseguir beneficios de un de-
terminado tipo y que cualquiera pueda considerarlos tales o
entenderlos de la misma forma), lo que nos interesa es aumen-
tar el nivel de conciencia de quien lleva a cabo una descrip-
ción. Es decir, aumentar el grado de reflexividad de este nivel,
sobre todo de los sociólogos, ya sea por el bien de la disciplina
o por un segundo motivo que veremos a continuación.
El uso de las categorías nos permite llevar a cabo algunas
acciones, y las descripciones son una forma de realizarlas,
como expresar un juicio moral (Jayyusi, 1984): de una per-
sona categorizada de una manera determinada cabe esperar
determinados comportamientos, preferencias y creencias que
pueden chocar con su comportamiento concreto. De esta for-
ma podemos establecer, por contraste, una evaluación. Me-
diante las categorías con las que realizamos una descripción,
podemos juzgar además qué es correcto y qué es equivocado,
qué es importante y qué no, y podemos producir el mundo
en el momento mismo en que las categorías que utilizamos se
convierten en dominantes, esto es, adoptadas de forma esta-
ble en una determinada sociedad: tal como recordaba Sacks
(1964-1972 [1992]), lo que las categorías dominantes contro-
lan, empezando por sus propios cimientos, es la forma en que
las personas perciben la realidad, aquéllas ofrecen una pers-
pectiva para mirar al mundo.
Según Ian Hacking (1999), en una sociedad las clasifica-
ciones realizadas por instituciones dotadas de autoridad reco-
nocida pueden modificar la manera en que los individuos se
perciben unos a otros; los plasmarían hasta modificar en parte
sus sentimientos y comportamientos, convirtiéndolos en per-
sonas diferentes. Aunque no nos ocupamos de sentimientos y
percepciones en cuanto eventos que se producen dentro de la

407
mente o de los sistemas neuroperceptivos, sino más bien de sus
manifestaciones concretas, visibles y audibles, no podemos de-
jar de detectar la fuerza de la categorización lingüística, y más
aún si ésta es heteroatribuida, “crucial porque las categorías
crean posiciones privilegiadas a favor del que las decide y po-
siciones desfavorables para los que las sufren” (Caniglia, 2013:
139; cfr. también Fitzgerald y Housley, 2015). Lo que parece
un simple acto de descripción a menudo es una forma de hacer
política (imagínese la diferente evaluación moral que subyace
al uso de una de las dos partes de “parejas categoriales disjun-
tas” –cfr. Coulter (1989[1991])–, como por ejemplo “terrorista-
combatiente” o “invasor-libertador”, tal vez imponiéndole un
nombre, desde fuera, a personas, grupos, eventos, cosas, para
controlarlas en el preciso momento en que se lleva a cabo la
acción de nombrarlas. Por tanto, la “política de las categorías
[…] tiene que ver con cómo se categoriza a las personas, con
el cambio de las propiedades de las categorías, con la modifi-
cación de las reglas de su utilización y con el movimiento de
determinadas categorías de una clasificación a otra” (Caniglia,
2013: 143), teniendo siempre en cuenta que cada descripción
es parte de la actividad durante la cual se está formulando
dicha descripción y que es una herramienta que permite po-
der dirigirla (Lynch, 1993). Es una de las maneras de realizar
una interacción social. Por tanto, la descripción forma parte de
nuestras interacciones y puede contribuir –categorizando– a
producir lo que algunos llamarían “relaciones de poder”, es de-
cir, en este caso, de conflicto práctico entre descripciones, un
conflicto en el que a veces se encuentran aquellos que logran
imponer categorías dominantes y otros que activan formas de
resistencia, mientras nosotros podríamos “usar dichas resisten-
cias como un catalizador químico para sacar a flote las rela-
ciones de poder, localizar su posición, identificar su punto de
aplicación y los métodos adoptados”; y se trata de resistencias

408
contra los que quieren imponernos una descripción de lo que
somos, categorizarnos y fijar desde fuera nuestra subjetividad
(Foucault, 1983 [2014]: 106, 108-109; la preocupación por el
poder era propia también de Delich, 2004: 44-48).2
Sin embargo, puesto que no creemos que nuestra tarea sea
la de proponer descripciones de resistencia ni participar en
la lucha por imponer una visión en lugar de otra, podemos
limitarnos a identificar los puntos donde el cometido de la
descripción sociológica es potencialmente la de llevar a cabo
unas elecciones (una categoría en lugar de otra para describir
“lo que está ocurriendo ahí”, en un determinado tramo de

2
La preocupación por el que intenta fijar desde fuera una descripción
de lo que somos es muy recurrente entre los expertos y fue muy bien ex-
presada por Jean-Paul Sartre (1943 [2014]) en la tercera parte de El ser y la
nada, donde en el cuarto y último largo párrafo del primer capítulo (sobre
“La Mirada”–ivi: 305-358) pone de relieve que cada uno de nosotros no
es sólo percibidor sino que posee un afuera visible que los otros pueden
ver –el filósofo francés habla de “mi posibilidad continua ‘de ser visto’
por otros” (ivi: 309)–; “otros es, fundamentalmente, ‘el que me mira’ ”
(ivi: 310). La mirada de otros “es ante todo un intermediario que remite de
mí a mí mismo” (ivi: 312); “para mí yo soy sólo una pura remisión a otros”
(ivi: 313) y el otro tiene el poder de ponerme la etiqueta de un tipo determi-
nado de objeto, atribuyéndome así determinadas características y no otras,
perjudicando así mi libertad. Yo intento controlar la forma en que el otro
me verá (Goffman había leído y citado a Sartre), pero al mismo tiempo
mi libertad “se me escapa para convertirse en objeto ‘dado’ ” (ivi: 314). “Si
hay Otro, quienquiera que sea, dondequiera que esté y cualesquiera que
fueran sus relaciones conmigo, si bien su forma de actuar sobre mí no es
sino mediante la simple aparición de su ser, yo tengo un afuera” (ivi: 316)
en la situación en la que me capta y de la que ya no soy dueño, es decir,
que se me escapa. Pero sólo en la muerte –agregaba Sartre en “A puerta
cerrada” (1944)– quedamos congelados en la mirada de los otros; ya no
podemos huir de su interpretación, ya no tenemos la libertad de modificar
la impresión que damos de nosotros mismos: quedamos enterrados en los
recuerdos y en la percepción de los otros (cfr. Bakewell, 2016: 244).

409
una interacción social) que acabarían excluyendo las interpre-
taciones alternativas, eclipsando potenciales representaciones
alternativas, para eliminar porciones de lo que quizá estaba
ahí pero que dejará de estar en el informe redactado por los
sociólogos que describen una parte de la realidad social. En el
momento en que describimos-interpretamos lo que estamos
observando, tenemos que elegir, y acaso llegue un momento
en que también tengamos que elegir los procedimientos re-
flexivos y sofisticados, como los etnometodológicos y los de
análisis de la conversación. Y aquí, antes de tratar los aspectos
visuales de nuestro tema –aspectos cuyo propósito es mostrar
algunas elecciones que hay que llevar a cabo en la interpre-
tación de imágenes relacionadas con sonidos producidos por
el comportamiento verbal y no-verbal de actores que interac-
túan, y, tal y como veremos más adelante, en cualquier caso
relacionadas con lo expuesto hasta aquí–, podemos recordar
brevemente que en el marco del análisis conversacional se
habla de “disparidad de poder interaccional” en presencia de
interacciones asimétricas, “es decir, aquellas interacciones co-
municativas en las que no se cumple una igualdad de derechos
y deberes comunicativos entre las interacciones, sino que los
participantes se diferencian por un acceso desigual a los pode-
res de gestión de la interacción” (Orletti, 2000 [2013]: 12; cfr.
también Laforest y Vincent, 20063). Por ejemplo, en las me-
sas redondas puede haber unas figuras guía que actúan como

3
Véase en particular Cooren y Robichaud (2006: 116, 130), quienes
consideran que en la interacción no pueden darse efectos de poder y de
sumisión más que en la medida en que se produzcan efectos de exappro-
priation que abarquen lo local (el aquí y ahora) con lo dislocal (el en otra
parte y el entonces) o lo global (doquier y siempre), atribuyendo o atri-
buyéndose rasgos y acciones que redefinan o confirmen las “identidades”
de los interlocutores, así como las relaciones que se dan entre ellos. La

410
directores de la interacción, controlando la asignación de los
turnos y su duración, o encauzando los temas-objeto de con-
versación, llegando incluso a influir –a veces– en los conteni-
dos, alejando así la estructura de la interacción de la estructura
cotidiana-ordinaria. La “dominación interaccional” se puede
manifestar en el control sobre la organización de las secuencias
(por ejemplo, una pregunta en posición inicial en una secuen-
cia determina la acción siguiente y el marco temático donde
se desarrollará: cabe esperar una respuesta a esa pregunta), así
como en la capacidad de imponer el punto de vista de uno. En
algunas interacciones puede haber directores que establecen el
contexto en el que se actúa, que definen la situación, los roles
de los participantes y las reglas interaccionales (pese a que en
una data session aquel que ha grabado el video sometido al
análisis de grupo, y el que se ha encargado de la transcripción
multimodal, dispone de un mayor conocimiento respecto a
los demás participantes, parece que esto no es suficiente para
colocarle en una posición de dominación interaccional, y tam-
bién porque no está ocurriendo en el marco de una interacción
de tipo institucional. Esto también valdría si se tratara de una
interacción que por lo general tiene lugar en el ámbito de es-
tructuras universitarias, o en cualquier caso en un ámbito de
investigación).
Si, en cambio, tomamos en cuenta que los objetos y los
eventos –más en general un mismo segmento de realidad– son
categorizados y percibidos de forma distinta por observadores

asimetrización de las interacciones sociales se convierte en “dislocal” en la


medida en que éstas movilizan un entonces, un en otra parte, una entidad
ausente (derridianamente espectral), es decir, no presente en el momento
en que comienza la interacción, bajo forma de orientación hacia el pasado,
de anticipación del futuro, de actualización de lo virtual, de considera-
ción de lo potencial.

411
ocasionales y por miembros de determinados colectivos profe-
sionales, es decir, que son plasmados, creados, por las prácticas
discursivas de quienes usan el filtro de sus competencias pro-
fesionales y por tanto adoptan lo que Charles Goodwin (1994)
llama una “visión profesional”, nos damos cuenta de que a me-
nudo (aunque no siempre es así) los participantes de una data
session pueden compartir determinados objetivos profesiona-
les, determinadas competencias e incluso un lenguaje secto-
rial-especializado (por ejemplo el de los cultores del análisis de
la conversación). Es más, si una visión profesional estructura,
fragmenta, categoriza, pone de relieve, articula y recompone
eventos de tal forma que los hace objeto de interés para un sec-
tor específico, también es posible que en una misma data ses-
sion, al menos al principio, lingüistas, sociólogos, psicólogos y
antropólogos vean cosas parcialmente diferentes en un mismo
evento interaccional, guiados por las respectivas curiosidades
profesionales y por los marcos teóricos de referencia (si bien,
según muchos, en el campo de estudios de la interacción social
desde hace tiempo se está produciendo una convergencia de
perspectivas y de herramientas de análisis, generando a veces
un sector en sí mismo). Si ven cosas parcialmente diferentes,
en caso de que los participantes decidan elaborar un infor-
me de investigación común, o redactar un artículo de firma
conjunta, cooperarán para decidir qué descripción se puede
ofrecer de entre las distintas descripciones posibles de lo que
han visto en el video analizado. Pero, ¿cómo establecerán lo
que han visto y qué descripción es la mejor de cara a un obje-
tivo general de decir qué ha ocurrido en distintos segmentos
de interacción? ¿De qué manera se ejecutará la elección? El
caso Rodney King nos dice que sus posibles descripciones no
son indiferentes, pueden tener unos efectos y, en caso de con-
vertirse en dominantes, se trataría de efectos políticos o con
consecuencias en las relaciones de poder.

412
Según las visiones profesionales y los distintos conoci-
mientos que se poseen de la estructura de la actividad que
se desarrolla en la interacción, “conjuntos específicos de es-
quemas inferenciales […] dirigen a los interactuantes en la
interpretación de los hechos relativos al mundo exterior y [de
los] enunciados producidos en la interacción” (Orletti, 2000
[2013]: 36). Sin embargo, no nos encontramos sólo ante enun-
ciados verbales, sino también ante posturas, gestos, miradas,
objetos que forman parte de la interacción y que nos ofrecen
una imagen visual (en el sentido indicado en Spreafico, 2016a:
184; cfr. también Meyer, 2008) de lo que allí está ocurriendo.
Por este motivo puede ser útil hacer una breve puntualiza-
ción, ahondando en la interconexión inextricable entre visión
y lenguaje.
Si, como nos ha enseñado Ludwig Wittgenstein (1950-1951
[2000]), las categorías del lenguaje que utilizamos inciden en
lo que afirmamos que vemos (y que hemos aprendido a ver de
distintas maneras), entonces lo que se afirmamos que vemos
que se ve resulta en cierta medida dirigido por las categorías
a las que se recurrimos.4 Vemos, o afirmamos ver, y luego da-
mos una descripción de algo parcialmente lingüísticamente
predeterminado. También por esta razón no resulta indiferen-
te el lenguaje profesional-especializado posiblemente utilizado
por los participantes de una data session. Se utilizan categorías

4
Para una postura diferente, véase Georges Didi-Huberman (1990
[2016]), donde nos situamos ante la imagen desde un conocimiento pre-
constituido hecho de categorías (aquí del pensamiento) mediante las cua-
les percibirla-captarla-comprenderla-interpretarla; pero esta imagen, una
vez bajo nuestra mirada, puede desbaratar a su vez el repertorio de pala-
bras, esquemas y conocimientos con los que la afrontamos y luego a veces
nos empuja a desestimar y modificar la codificación (no neutra) hasta allí
aceptada como legítima.

413
disponibles para intentar describir lo que afirmamos que se
ve (también a través de dichas categorías) y se constituye de
forma parcialmente limitada por el lenguaje utilizado para ex-
presarse. Se trata también del hecho de que hemos aprendido
precisamente esas palabras (que históricamente se han sedi-
mentado) y no otras, que habrían conformado lo que vemos de
forma distinta, por ejemplo, poniendo de relieve determinados
aspectos en lugar de otros o recortando la percepción con for-
mas nuevas –y esto independientemente del hecho de que a
las palabras les dé sentido la praxis– en los juegos lingüísticos
que logramos aprender. Como dije en otra ocasión (Spreafico,
2017), si no podemos dirigirnos a la naturaleza del mundo
independientemente de nuestro lenguaje, si la gramática de un
lenguaje es una teoría de la realidad y determina la manera en
que se ve y se construye el mundo, también lo que percibimos
visualmente está influido por el lenguaje. “La lógica de nuestro
lenguaje interviene en las evidencias sensoriales y la gramática
del ver wittgensteiniana nos muestra que el dato de la percep-
ción óptica es leído e interpretado tomando en consideración
un conjunto de relaciones lógicas” en un determinado ámbito.
Lo que vemos es identificado en un entorno, es decir, en un
contexto de reglas, conceptos, usos y aplicaciones.

Es la gramática la que nos dice ante qué clase de objeto nos


encontramos. En qué consiste una cosa depende del juego lin-
güístico que se practique según las bases de las convenciones
adoptadas en nuestro lenguaje. El significado de una expresión
que se refiere a lo que hemos visto no se deriva de una vivencia
privada interior del observador, sino del hecho de que éste ha ad-
quirido la capacidad técnica de utilizar las expresiones lingüís-
ticas adecuadas para circunstancias específicas de la vida diaria
(Spreafico, 2017).

414
En el momento en que describimos con palabras las imágenes
que contribuyen a “ilustrar” un fenómeno mientras lo confor-
man, inevitablemente lo producimos de una manera estable-
cida a través de determinadas categorías lingüísticas que, por
tanto, ejercen un poder sobre lo que vemos o conseguimos ver
y conseguimos decir después. La cuestión es que nuestra vi-
sión se encuentra dentro de los límites de nuestro lenguaje, lo
que podemos imaginar como un conjunto de capas: primero
el lenguaje ordinario en el que nacemos y en el que estamos
sumergidos, que condiciona lo que podemos decir y ver en el
mundo y del mundo; luego, tal vez, el lenguaje especializado,
dotado de una gramática propia forjada por los miembros de
la profesión y que incide en lo que vemos y en lo que luego de-
cimos que vemos. Nosotros nacemos en el lenguaje ordinario
del sentido común; sin embargo, el lenguaje especializado te-
nemos que adquirirlo; este último aspecto, una vez más, no es
indiferente porque para participar y entender bien qué ocurre
y qué se dice en una data session sobre el análisis multimodal de
interacciones sociales es mejor haber adquirido las categorías
del lenguaje especializado utilizado por los participantes (por
ejemplo, saber qué se entiende por “participación”, “marco”,
“marco de participación”, “densificación ecológica”, “marcos
de orientación compartidos”, “sistema situado de activida-
des”, “situación social”, “encuentros”, “secuencialidad”, “pa-
reja adyacente”, “marco de inteligibilidad”, “indexicalidad”,
“accountability”, “prácticas de glosa”, “reparación”, “turno”,
“marcador”, “formulación”, entre muchas otras). La construc-
ción de la gramática del lenguaje especializado es una cuestión
de dominio en el sentido de que se imponen (o son impues-
tas por corrientes teóricas que consiguen mayor difusión que
otras) determinadas expresiones en lugar de otras que llevan a
ver determinadas cosas en lugar de otras; pero también en el
sentido de que una vez que se empieza a dominar el lenguaje

415
y a utilizarlo en la interpretación de lo que está ocurriendo en
determinados segmentos del video, nos hallamos como vincu-
lados por el propio lenguaje que nos lleva a ver sólo algunas
cosas (deberíamos abandonar el lenguaje especializado para
adquirir mayor libertad, pero sólo parcialmente). A esto hay
que añadirle el hecho de que a menudo se acaba redescubrien-
do lo que la literatura de referencia nos lleva a ver.
La tercera capa es la capa interactiva-cooperativa de puesta
de relieve y categorización de cara a los objetivos profesionales
que mencionamos antes refiriéndonos a Goodwin. Ya antes
de la visión profesional, nuestro ver está envuelto por lo ge-
neral en los límites de nuestro lenguaje, en nuestra forma de
vida y al mismo tiempo en los usos concretos que se hace
de ellos en los distintos juegos lingüísticos, juegos cuya arti-
culación en cualquier caso se ajusta a una gramática de reglas
convencionales.5

Con arreglo a lo que se ha dicho hasta aquí, y conforme a lo


que anunciamos anteriormente –y a modo de exploración–,
ahora vamos a focalizar nuestra atención en las data sessions.6
No son muchos los estudios de referencia sobre éstas y sobre
cómo se utilizan los videos en la práctica de la investigación que
nos sirvan para alcanzar nuestros objetivos. Vamos a recordar

5
Es uno de los problemas ante los que, en términos más generales, se
encuentra François Jullien (2012[2016]) cuando se propone entrar en un
pensamiento “otro”, como el chino sin permanecer siempre dentro de su
propio idioma.
6
Se escoge este interesante ejemplo tomado del campo de interés de
quien escribe, pero se considera que los comentarios más generales desa-
rrollados en estas páginas valen también para distintos procedimientos e

416
algunos de ellos que, más que ayudarnos a describir el “po-
der” del investigador-analista, nos permitan recordar algunos
aspectos-componentes útiles. René Tuma (2012), Dylan Tutt
y Jon Hindmarsh (2011), Christian Heath, Jon Hindmarsh y
Paul Luff (2010: 156-157), Alexandra Caria (2010) y Charles
Antaki et al. (2008) nos enseñan que estos últimos pueden re-
presentar un excelente ámbito para observar cómo interactúan
los participantes el uno con el otro y cómo producen activa-
mente una comprensión compartida de lo que está ocurriendo
en el video objeto del análisis. Por lo general, en una data ses-
sion en el ámbito de las ciencias sociales, un número reducido
de participantes se sienta frente a una pantalla e interactúan
comentando algunos fragmentos de una grabación relativa a
una interacción social y producen interactivamente una inter-
pretación, a partir también de una transcripción multimodal
previa de la misma. La atención se centra sólo, y cada vez,
en un fragmento de video o en una porción de éste, aprove-
chando las infinitas posibilidades que ofrece la videorrepro-
ducción de volver a ver la grabación, y se toman en cuenta
dichos fragmentos tratando de mirarlos desde la perspectiva
de los protagonistas en el momento en que llevan a cabo las
acciones grabadas, acciones secuenciales y desarrolladas pro-
gresivamente. Nombres y cuerpos/rostros de los participantes
son anonimizados, por ejemplo, mediante pseudónimos, si-
glas, pixelación, interior de los bordes de los cuerpos desdi-
bujado. Podemos destacar –dicho sea de paso– la dificultad

intentos de interpretación y descripción sociológica, incluso teoricamen-


te sofisticados, como por ejemplo la videofenomenografía recientemente
retomada por Marine Kneubühler (2017), al hilo del trabajo de Albert
Piette y de su preocupación por atender los detalles, la especificidad y la
exhaustividad de la descripción, centrada en el ser humano considerado
individualmente en su experiencia encarnada e integrada.

417
que hay –al menos en Italia– en recibir respuestas positivas a
la pregunta de si se puede efectuar una data session (y más si
es videograbada) sobre datos de video que obtuvieron en su
día otros equipos de investigación para otras investigaciones
ya cerradas (y cuyas publicaciones ya fueron realizadas) en un
pasado incluso relativamente lejano. Si esto parece contrastar
con la transparencia y la cumulatividad de la investigación,7
más difícil puede resultar disponer de videograbaciones de
data session de otros, pero éstas son más raras.
Recurriendo a la categoría reenactment (reconstrucción/
reevocación/reactuación encarnada de escenas o eventos pa-
sados) introducida por Jack Sidnell (2006), se puede apreciar
que la parte verbal, los gestos y las miradas son utilizados por
los participantes de la video-based data session para que deter-
minados fenómenos sean visibles para los otros colegas, re-
actuándolos e interconectando constantemente estos aspectos
verbales y no-verbales de la comunicación en el trabajo que
lleva a la interpretación de lo que se está observando en el vi-
deo. Disponer de una videograbación de una sesión de análisis
de datos es muy útil para ver cómo se lleva a cabo el proceso de
interpretación de datos procedentes de otra videograbación en
la práctica concreta de trabajo de un equipo de investigación.
Se trata de un interesante ejercicio de reflexividad. Los fenó-
menos potencialmente visibles en la pantalla pueden ser hui-
dizos o en cualquier caso difíciles de identificar o ver y pueden
ser objeto de discusión (los participantes pueden no estar de
acuerdo). También por esta razón puede ser útil intentar ree-
vocarlos, revivir y utilizarlos para hacer experiencia personal
o mediante la performance del reevocador del momento (que,

7
Si bien en realidad no es posible hacer que un proceso de investigación
y las prácticas relacionadas con éstas sea completamente transparente y
evaluable (Hammersley, 2013 [2016]).

418
al menos al principio, es el que ha realizado o simplemente
aportado el video y la transcripción que se toma como objeto
de la sesión de análisis y que empieza a ofrecer su versión de los
fenómenos que cree haber apreciado) de eventos, afirmaciones,
escenas y conductas. Mientras pone de relieve y representa de-
terminados elementos visibles en la pantalla y los reactúa con
los gestos, el reevocador crea un “espacio del gesto” suyo di-
ferente hacia el que los participantes enfocan su atención a lo
largo de su consulta interaccional (Tutt y Hindmarsh, 2011).
Éste es un ejemplo de los métodos informales utilizados por
los participantes para producir un significado para el segmen-
to estudiado que nos muestra que cada uno de ellos monitorea
la pantalla y al mismo tiempo a los demás, con quienes está
creando un espacio compartido de comprensión a través de la
mirada, la orientación y el movimiento del cuerpo.
La posibilidad de disponer de más cámaras de video o de
smartphones colocados en lugares diferentes y cuyos videos
se pueden recomponer y sincronizar en una pantalla dividida
(split-screen) en partes que se corresponden y unidas por una
única indicación del horario (timecode) (para crear la continui-
dad de un tiempo compartido), puede reducir el “poder” del
que posee información exterior respecto al video (por ejemplo
etnográfica), no compartida o todavía no compartida (siempre
con prudencia), ya que facilita mucha más información útil
para que la interpretación tenga mayor fundamento y tal
vez para evitar posibles condescendencias hacia la opinión que
ha propuesto el autor de la videograbación objeto del análisis y
su transcripción (también la data session es una forma de inte-
racción en la que podría manifestarse la tendencia a favorecer
la buena marcha de la interacción y a preferir las aprobaciones
en lugar de las desaprobaciones). Sin duda el uso repetido del
playback, para luego llegar a señalar a los demás los detalles
que se consideren relevantes para entender qué está ocurriendo

419
en ese punto espacio-temporal añade más cimientos a la inter-
pretación. Sin embargo, el primer reevocador (pero podría ser
también otro participante) que haya visto el video antes de la
sesión de análisis habrá importado su propia interpretación y
conocimiento de lo que ocurre en el video objeto del análisis.
Por ejemplo, podría haber decidido con antelación quiénes son
los protagonistas o quién es la víctima y quién el agresor, es
decir, que a un actor se le atribuye de antemano una categoría
–de esta forma se le caracterizaría de antemano, incluso mo-
ralmente– importando dicha categorización en la data session
y empujando a los otros participantes a que razonen a partir de
dicha importación. En cualquier caso, es precisamente en las
pausas en las que se presiona la tecla “stop” de la reproducción
del video (en el momento en que aparece un elemento relevante
para los participantes) cuando, además de las interpretaciones
de los detalles objeto de atención, de la atribución de signifi-
cados a las secuencias tomadas en consideración, se introduce
más información sobre los protagonistas, sobre el ámbito espa-
cial y demás información que sirve de background.
Todos los elementos hasta aquí reseñados contribuyen, to-
dos ellos, a que se produzca, sea como sea, una interpretación
unívoca resultado de elecciones entre interpretaciones poten-
cialmente diferentes y algunas veces contrastantes en diferen-
tes grados. Es en estas elecciones donde puede agazaparse el
“poder” de uno o más investigadores sobre los demás miem-
bros del equipo de sesión de análisis a los que se les ha conven-
cido o se han convencido a sí mismos; o el “poder” del equipo
de investigación que ha terminado ofreciendo una descripción
compartida “intersubjetiva”, en lugar de otras posibles a ve-
ces tomadas en consideración pero que han sido desechadas
o que no han sido expresadas. Por otro lado, en los informes
escritos, finales e intermedios, se producen todavía “exclusio-
nes sistemáticas y cuestionables mientras se traduce la realidad

420
ajena, como por ejemplo el acallar las voces discordantes […]
[; así como no es posible evitar] el uso de formas expresivas,
figuras retóricas y alegorías que seleccionan e imponen el signi-
ficado en el momento mismo en el que lo traducen” (Clifford,
1986 [2005]: 32). “Los estados de profunda incertidumbre, los
actos o los sentimientos violentos, las censuras, los fracasos,
los cambios de rumbo y los placeres excesivos quedan elimina-
dos en el texto que se publica” (ivi: 40).
Resumiendo: la acción que se está desarrollando en la pan-
talla se revivifica y se vuelve a poner en situación mediante una
reactuación que no sólo prevé un relato verbal, sino también
una reproducción física, corporal, de los movimientos y de la
acción que estén “orquestados” entre sí y con la tecnología del
video en uso, de tal manera que se restituyan también cosas
como la localización espacial de actores y artefactos y su orien-
tación espacial. Así, se elabora progresivamente un esquema
de codificación avanzando en la reconstrucción narrativa e
introduciendo gestos y movimientos, todo ello relacionado
con el objeto de producir una interpretación interaccional
coherente.
El análisis de un video data session tiene además las mismas
características que el video data session: es un video-análisis de
un video-análisis; por tanto, tiene carácter recursivo que po-
dría ayudarnos para enfrentarnos a algunas preguntas plantea-
das por Tuma (2012: 161): ¿qué teoría desarrollan los analistas
sobre las acciones que se están llevando a cabo? ¿Cuáles son
sus supuestos? ¿Cómo se construyen las pruebas? ¿Cómo se
solucionan las ambigüedades y las contradicciones? Preguntas
que una vez más plantean los participantes-intérpretes ante
una elección que excluirá algo que quedará oculto por la des-
cripción que resulte. Es decir, la descripción compartida de lo
que ocurre en un video tiene el “poder” de excluir algunas al-
ternativas. Y no sólo eso: a veces puede parecer que incorpore

421
juicios de valor personales aparentemente emitidos por los
analistas, quienes de esta forma podrían manipular-alterar su
discurso técnico, renunciando por tanto a producir unmotivated
observations. Sobre este último aspecto, cabe recordar que al-
gunos analistas-reevocadores se esfuerzan por no influir en la
interpretación de los demás participantes de una data session,
evitando introducir cualquier información de la que disponen
y que puede ser útil a la hora de presentar los datos, o redu-
ciéndola al mínimo. Este rigor puede estar ligado también al
tipo de objetivos del investigador: tal vez sea más útil para
quienes se propongan describir también el contenido de los
diálogos de la interacción videograbada (el tema del que se está
hablando, por ejemplo el problema palestino) y en cambio lo
sea menos para quienes desean más “formalmente” limitarse a
describir cómo los interactuantes identifican y solucionan de
forma local y endógena unos problemas prácticos movilizan-
do recursos verbales y multimodales, es decir, recurriendo a
métodos interaccionales en la ejecución de sus actividades. Sin
embargo, describir la sistematicidad con la que se cumple el
orden social desde un punto de vista emic (es decir, a partir del
punto de vista de los miembros del colectivo estudiado; por
consiguiente, no desde el punto de vista del investigador que
interpreta sus datos tomando en consideración las categorías
de análisis que haya construido anteriormente) puede instar
igualmente a los analistas a dejar de lado sus presuposiciones e
informaciones y a empezar por una unmotivated examination
de sus videos, poniendo a superficie todo lo que se ha dado
por sentado en una visión superficial de los eventos grabados
en su contexto natural, y descubriendo los distintos proce-
dimientos interaccionales que han permitido realizar dichas
interacciones.
Caria (2010: 191) ha elaborado una lista detallada de las
fases a través de las cuales suele desarrollarse una data session,

422
que parece llegar a la construcción de una comprensión com-
partida de informaciones específicas audiovisuales a partir de
la movilización de categorías y conocimientos disponibles
en la literatura (que podrían incluso jugar un papel no irrele-
vante, tal y como se dijo anteriormente), y a consecuencia de la
constitución de una determinada realidad sociointeraccional
entre los participantes, quienes se dirigen al contexto específi-
co formado por la organización secuencial de los turnos de pa-
labra y de los gestos, miradas y posturas relacionados con ellos.
“A través de la secuencialidad de la acción es posible captar la
‘pertinencia’ de las categorías movilizadas por los miembros
y de su punto de vista. De esta forma es posible encontrar,
en el desarrollo temporal de las acciones, su orientación hacia
determinadas identificaciones y actividades” (ivi: 193). Sin em-
bargo, mediante la propia videograbación, mediante su trans-
cripción multimodal, mediante la descripción-interpretación
utilizando categorías ordinarias y especializadas pertinentes
con relación a la situación local a describir, a partir del punto
de vista de los observados, en cualquier caso, los investigadores
fabrican su objeto de análisis de una manera determinada. Si
luego, en un momento dado de la data session se llega a dispo-
ner de información extracontextual (por ejemplo etnográfica),
esto puede modificar la interpretación de algunos de los par-
ticipantes (probablemente alcanzando mayor exactitud pero,
al mismo tiempo, a raíz de una influencia que ha desbaratado
otras posibles) y/o puede favorecer la convergencia hacia una
comprensión compartida, en la que informaciones etnográfi-
cas exteriores con respecto a la videograbación, una vez des-
veladas, “configuran la interpretación de los conversacionistas,
en el sentido de que constituyen un nuevo documento utiliza-
do por los investigadores para producir interpretaciones hasta
entonces imposibles de plantear” (ivi: 201).

423
4

Hasta aquí hemos intentado poner el foco en posibles pun-


tos en los que puede manifestarse el “poder” del investigador
que recurra a la videograbación del objeto a estudiar verbal y
visualmente en la interacción social. Ahora podemos intentar
“verlos” en la videograbación de una data session que realicé en
2017, gracias al consentimiento de algunos investigadores que,
mediante perfiles disciplinares, procedimientos e intereses
sólo parcialmente diferentes, iban a analizar la videograbación
de una tertulia italiana sobre política de hace algunos años,
que nos facilitó y que transcribió uno de los participantes del
encuentro. Para dar una idea del contexto, véase la Figura 1
(donde, además de la imagen extraída del video –en la que se
han introducido unas flechas para indicar la dirección de las
miradas y se han ocultado parcialmente los rostros–, se ha
añadido la referencia del tiempo y una transcripción multimo-
dal resumida correspondiente al fragmento seleccionado). Los
participantes de la data session, situados delante de una panta-
lla de grandes dimensiones en la que se proyecta el video ob-
jeto del análisis, leen, discuten y toman nota de una parte de
la descripción de la que disponían al principio (el Participante
3 –P3 – acciona el replay mediante otra pantalla más pequeña
que se encuentra en la mesa situada en frente a la izquierda y
de la que se ve un lado, negro, en la figura). El Participante 2
emite un sonido prolongado como de quien está reflexionando
sobre lo que va a decir.
La Figura 2 –que en términos de tiempo es anterior a la
Figura 1– muestra un momento de la escucha y de la visión del
video proyectado, donde P1 y P3 miran a la pantalla y P2 sigue
mirando la transcripción en las hojas que están en la mesa.

424
Figura 1

H: (I) 00:12:52
De izquiera a derecha: ⏐
[P = Participante]
P1: ... ...
mira y apostilla la transcripción
P : ee ::: ::: h
2

mira y apostilla la transcripción


P : ... ...
3

mira y apostilla la transcripción

El filtro tecnológico está activado: la videograbación ofrece


un punto de vista; se ha decidido en qué lugar se va a po-
ner la cámara de video, con una determinada angulación,
un determinado encuadre, un determinado zoom y con una
determinada decisión sobre si moverse y cuándo moverse o
permanecer en el lugar, y por tanto sobre el qué grabar sin
interrupción (cfr. Spreafico, 2016b: 87-125, sin olvidar que a
veces la propia presencia de la cámara de video influye en la
forma de actuar de los interactuantes: cfr., por ejemplo, Buob,
2016; sin embargo, es posible considerar a la vez que los dis-
positivos de videograbación formen parte de las actividades
que se están desarrollando, como encarnados dentro de la

425
Figura 2

H: (T) 00.06.24

organización de la acción (cfr. Mondada, 2006; Tuncer, 2016).


De manera que los analistas interpretan una interpretación de
lo que ha ocurrido.
Lamentablemente, por motivos de espacio, aquí no es
posible ofrecer las transcripciones (que por otro lado puedo
transmitir previo pedido, así como el video completo), pero
es aún más interesante observar que en el momento en que se
suspende la primera reproducción del video, es decir, después
de la primera visión completa del extracto objeto del análisis,
el participante más experto en el campo de la data session
toma el mando de la conversación e intenta establecer un aná-
lisis de lo que se acaba de proyectar utilizando el procedimien-
to y las categorías especializadas que le brinda el análisis de la

426
conversación verbal: se introducen algunas de las categorías8
reseñadas más arriba en este texto, y a medida que transcu-
rre el tiempo los demás aceptan y siguen progresivamente el
camino emprendido, a pesar de algunos intentos iniciales de
introducir su propia perspectiva (por ejemplo, uno de los par-
ticipantes intentó poner de relieve el rol de los gestos y de los
movimientos, es decir, de algunos aspectos visuales, en la in-
teracción –H: (I) 00.10.46, (II) 00.07.47) y de que fuera con-
siderada complementaria en el proceso interpretativo, u otros
intentos de encauzar la discusión hacia un punto de vista en
parte diferente (también sobre quiénes eran los participantes
de la interacción y quiénes eran los participantes relevantes
–H: [I] 00.14.44, [I] 00.18.41, [II] 00.04.05, [II] 00.29.07)
y hacia detalles de tipo diferente y a partir de una transcrip-
ción no aceptada plenamente por el “Participante-experto” (en
este segundo caso, más que de complementariedad se podría
hablar de un conflicto que en parte permaneció latente y don-
de, en parte, prevaleció este último. Aparentemente, aquí no
se ha producido un proceso de convergencia, sino la elección
por parte de los otros participantes de seguir el camino que
les proponía el experto, por consiguiente, la elección de ver a
dónde podía llevar. Sólo hacia el final se toma parcialmente en
consideración la perspectiva, también disciplinaria, que había
sido propuesta por uno de los participantes). Se trata de aspec-
tos que pueden ser captados y comentados mejor mediante la
función de visión repetida que ofrece la videograbación.
Muy pronto se introduce-importa información exterior res-
pecto a lo que está presente en la interacción videograbada.
La mayor parte de esta información es de la misma persona

8
Sobre las prácticas de categorización en las interacciones de un equipo
de investigación véase Housley y Smith (2015).

427
que ha traído el video objeto del análisis y que ha efectuado la
primera transcripción, a menudo a petición o como reacción
a la acción de los otros participantes. De esta manera, parecen
manifestarse dos procesos en parte contradictorios: si por un
lado, gracias a la información recibida, los participantes pudie-
ron realizar una interpretación más meditada y consciente, por
el otro esta información estaba influenciada precisamente
por el tipo de noticias recibidas y por su contenido (esas noti-
cias y no otras). Si se introduce determinada información, ésta
puede orientar a los analistas en el sentido de dirigirlos para
que la consideren especialmente relevante. Esto podría empu-
jarlos a fijar su atención en aspectos específicos relacionados
con dicha información y a dejar de lado otros que acaso están
relacionados con información no introducida (esta introduc-
ción representa, por tanto, una responsabilidad). Además, la
importación de información procedente del exterior a veces se
utiliza como prueba para argumentar la validez de una inter-
pretación personal de la información visual. A eso cabe añadir
que en los momentos de pausa o de estancamiento –es decir,
momentos en que los participantes dudan sobre qué segmento
o información sería útil pasar a tratar– interviene el “propie-
tario” del video, por ejemplo para introducir aspectos nuevos
de debate-interpretación, asumiendo así en esos momentos un
rol de guía y, sobre todo, de selección de lo que podría ser ana-
lizado (y de lo que inevitablemente sería analizado en menor
medida).
Otra herramienta utilizada por los participantes para
mostrar a los otros la solidez de su posición interpretativa es
el reenactment –que se ha podido ver también en la video-
grabación que he realizado y que se puede visualizar en la
Figura 3– llevado a cabo por P3 (H: [II] 00.26.48). Una buena
capacidad mímico-gestual, utilizada a su debido tiempo du-
rante la conversación, es un recurso añadido para hacer valer la

428
fuerza del argumento de uno y hacer que su performance global
sea convincente (cfr. Schechner, 2002 [2013]; Greco, 2017).
Este aspecto merecería un estudio aparte más detallado.

Figura 3

Por último, durante la data session videograbada se pudo


ver que el rumbo que tomaba la discusión de análisis estaba
influenciado por los diferentes objetivos de los analistas pre-
sentes (por tanto la, presencia de determinados analistas en
lugar de otros no es indiferente), objetivos que sólo en parte
están ligados a las disciplinas practicadas por quienes los persi-
guen (aunque en parte sí lo están), pero que contribuyen a que
los participantes lleguen a interpretaciones diferentes en varios
puntos del análisis, aunque seguramente lo hagan discutiendo
sobre lo que está y es percibido en la propia videograbación
objeto del estudio. Después se fueron limando dichas diferen-
cias al objeto de permitir que prosiguiera el análisis y para la
buena marcha de la conversación. El poner de relieve deter-
minados elementos específicos (cfr. Figura 4) y referirse a los
detalles de determinadas secuencias verbales (y no-verbales) ha
ayudado a los participantes a encontrar numerosos elementos
de convergencia y, sobre todo en la parte final, hubo una más
completa convergencia de interpretaciones (no es posible decir

429
a ciencia cierta si este orden final que se produjo era debido a
las señales lanzadas –media hora antes del final del encuentro,
que duró dos horas y media– por al menos dos de los parti-
cipantes, al objeto de recordar que había llegado el momento
más o menos acordado para clausurar la sesión; por tanto, no
es posible saber con toda seguridad si fueron estas señales las
que produjeron parte de esa armonía a la que se aspira en el
momento de la despedida).
De esta manera, pude detectar algunos de los momentos e
instrumentos de “poder” interaccional durante una data ses-
sion recordados en estas últimas páginas; data session en la que,
sin embargo, al final no prevaleció una opinión en detrimen-
to de otras –quizá también porque en esa ocasión específica
los participantes no tenían la necesidad de seguir con su en-
cuentro hasta el punto de redactar un texto común para una
conferencia, un encuentro o un artículo– y que, por tanto, no
contó con un “dominio” interpretativo de una parte de los
participantes sobre la otra, si bien hubiera sido posible.

Figura 4

430
Referencias

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434
Sobre los autores

Azul Aguiar. Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Flo-


rencia, Italia. Es profesora-investigadora en el Departamento de Estudios
Sociopolíticos y Jurídicos del iteso y profesora de asignatura en la Uni-
versidad de Guadalajara. Sus líneas de investigación son: política judicial,
procesos de democratización y política comparada. Sus principales publi-
caciones aparecen en revistas internacionales y nacionales. Es miembro
del Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt. nivel I.

Aleida Azamar Alonso. Doctora en Economía Internacional y Desarro-


llo por la Universidad Complutense de Madrid. Profesora-Investigadora
del Departamento de Producción Económica en Universidad Autónoma
Metropolitana. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (sni).
Sus líneas de investigación son: sustentabilidad, extractivismo, minería,
América Latina, evaluación de proyectos. Entre sus últimas publicaciones
se encuentran: en colaboración con Uribe Sierra (2007), “Ley de minería
metálica en El Salvador, ¿una luz de esperanza?”. Revista de Ciencias Socia-
les y Humanas 10(10); en colaboración con Carrillo González (2017), “Ex-
tractivismo y deuda ecológica en América Latina”. Revista Luna Azul, (45).

Erika Carcaño Valencia. Doctora en Ciencias Económicas por la Univer-


sidad Autónoma Metropolitana. Es miembro de la Sociedad Mesoameri-
cana de Economía Ecológica y del Latin American Research Network on
Ageing (larna) Universidad de Oxford. Ha enfocado sus investigaciones
en Economía Ecológica, principalmente en la línea de conflictos ecológicos
distributivos. Actualmente es Profesora en la Universidad de Guanajuato.

435
Armando Chaguaceda. Profesor-Investigador en la Universidad de Gua-
najuato. Politólogo e Historiador especializado en el estudio de la relación
sociedad civil-democratización-autoritarismo en Latinoamérica y Rusia.
Entre sus textos recientes se encuentran: (2015) “Regímenes políticos y
procesos desdemocratizadores en Nicaragua y Venezuela”, Perfiles Lati-
noamericanos, México: Flacso; (2016) “The Putin System Russian Autho-
ritarianism Today”, Revista Mexicana de Análisis Político y Admnistración
Pública. En colaboración con Iria Puyosa; (2017) “Cinco regímenes po-
líticos en Latinoamérica, libertad de internet y mecanismos de control”.
Retos, Revista de ciencias de la Administración y Economía.

Eduardo Luis Espinosa. Doctor en Antropología. Profesor Titular


Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Sus líneas de inves-
tigación son: racismo en América Latina, perspectiva comparada (Cuba,
México, Colombia). Entre sus publicaciones recientes se encuentran:
(2014) Viaje por la invisibilidad de los afromexicanos, México: cesop;
(2016) “La criminalización entre dos aguas: lo transcultural y la ambi-
valencia socializada, México”; en colaboración con Federico Sandoval y
María Carabe (coords.) (2015) El racismo en contexto. México: Porrúa.

Edilberto Gallardo Valente. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor en la Es-


cuela Superior de Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma de Gue-
rrero. Trabaja la línea de investigación de cultura política y procesos electorales.
Entre sus últimas publicaciones: (2017) junto con Leyva, Olivia, La partici-
pación política de jóvenes mexicanos, (2016) Participación política no institucio-
nalizada de jóvenes en el Estado de Guerrero, comecso, Guadalajara, México.

Luis Gómez Calcaño. Maestro en Sociología en Planificación del Desarro-


llo por la Universidad Central de Venezuela. Profesor-Investigador titular en
el Área de Desarrollo Sociopolítico del Centro de Estudios del Desarrollo en
la misma Universidad. Sus principales líneas de trabajo son: sociedad civil en
Venezuela, relaciones entre Estado y sociedad civil, populismo y autoritaris-
mo. Una de sus publicaciones recientes es (2009), La disolución de las fron-
teras: sociedad civil, representación y política en Venezuela. Caracas: cendes.

Teodora Hurtado Saa. Doctora en Estudios Sociales por la Universidad Au-


tónoma Metropolitana (uam), sede Iztapalapa. Profesora e investigadora de la
División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guana-
juato, Campus León. Sus líneas de estudio son: interseccionalidad de género,
trabajo y sexualidad; trabajo “no clásico” e identidades étnicas/raciales; movi-
mientos sociales, política y ciudadanía; población y salud. Miembro del Sis-
tema Nacional de Investigación sni-I. Entre sus publicaciones se encuentran:

436
“Por una vida libre de violencia. Análisis del nivel de impacto y mercadotecnia
de las organizaciones inscritas a la Red de Prevención y Atención de la Violen-
cia” en Dimensiones del Desarrollo Social y Humano en Guanajuato: Estudios
Selectos, Edición Secretaría de Innovación, Ciencia y Educación Superior/Se-
cretaría de Desarrollo Social y Humano/Observatorio Académico de Desa-
rrollo Social y Humano para el Estado de Guanajuato. “La producción social
del mercado del sexo y de la ocupación de trabajadoras sexuales en España”,
Revista Colombiana de Antropología (en proceso de publicación).

Alejandro Klein. Profesor de la Universidad de Guanajuato, México en


la División de Ciencias Sociales. Faculty Member y Affiliate Research Fel-
low-Oxford Institute of Ageing-Oxford University. Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores de México (Conacyt) y Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores de Uruguay. Oxford Institute of Ageing’s Co-
ordinator of the Latin American Network on Ageing Research (larna) .
Publicaciones recientes: (2013) Subjetividad, Familias y Lazo social. Proce-
sos psicosociales emergentes. Buenos Aires: Manantial. (2015) Del Anciano
al Adulto mayor-Procesos psicosociales, de salud mental, familiares y genera-
cionales. México: Plaza y Valdés.

Vania Marin. Doctora en Filosofía por la Universidad Paris, Panthéon-


Sorbonne. Actualmente Profesora en Ética, Deontología Profesional,
Bioética y Metodología de la Investigación en la Universidad Pedro de
Valdivia-Chile. Entre sus trabajos recientes se encuentran: (2014) “Rele-
vancia de la Cultura en el Desarrollo Sustentable”, Ministerio del Medio
Ambiente-Chile. (2015) “Perspectivas Sobre la Democracia en el Mundo
Contemporáneo”, Universidad Central de Chile.

Olivia Leyva Muñoz. Doctora en Ciencias Sociales. Profesora en la Es-


cuela Superior de Gobierno y Gestión Pública de la Universidad Autónoma
de Guerrero. Miembro de la Academia Mexicana del Derecho del Trabajo
y de la Previsión Social. Trabaja sobre participación política de jóvenes,
ciudadanía y democracia. Entre sus publicaciones se encuentran: (2013).
“Participación política de jóvenes, el caso de la Universidad Autónoma de
Guerrero” en Juan Russo, Guerrero Indómito, México: cesop. (2017) Par-
ticipación política de jóvenes guerrerenses, México: Ediciones Eón. (2017)
Coordinadora de Guerrero, una Democracia Compleja, Plaza y Valdés.

James Giulio Manfredo D’Angelo. Licenciado en Psicología por la Uni-


versidad La Sapienza de Roma (Italia), Máster en Desarrollo Internacional
por la Universidad Politécnica de Barcelona (España). Actualmente es estu-
diante del doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Guanajuato

437
(México). Es docente en la Universidad de Guanajuato (Salamanca, Méxi-
co) y como investigador se ha dedicado a escribir sobre movimientos socia-
les y paramilitares, corrupción, transparencia gubernamental y empresarial.

María Matilde Ollier. PhD en Ciencia Política, Notre Dame. Es decana


de la Escuela de Política y Gobierno, donde es profesora regular y dirige
el doctorado en Ciencia Política. Su principal tema de investigación es la
violencia política, aunque actualmente estudia la política en la provincia
de Buenos Aires y los liderazgos presidenciales en América Latina. Ha
publicado, entre otros: (2001) Las coaliciones políticas en la Argentina. El
caso de la Alianza. México: Fondo de Cultura Económica. (2009) De la
Revolución a la Democracia, México: Siglo XXI. (2010) Atrapada sin sa-
lida. La imbricación de Buenos Aires en la política nacional (1916-2007),
Buenos Aires: unsam.

Iria Puyosa. PhD por la Universidad de Michigan (2009). Profesora de


posgrado en universidades de Venezuela, Ecuador y Colombia (Universidad
Central de Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello, Flacso-Ecuador,
Universidad Externado de Colombia y Universidad de Las Américas). Sus
proyectos de investigación actuales giran en torno a las políticas de control
de internet, campañas digitales y propaganda automatizada, movimien-
tos sociales en red y resistencia cívica. Entre sus publicaciones recientes se
encuentran: (2017). “Bots políticos en Twitter en la campaña presidencial
#Ecuador2017”. Revista Contratexto, (7). (2017) “Cómo llegar al sumak
kawsay en una campaña permanente”, en Ponce, M. y O. Rincón (2017).
Medios de lucha. La comunicación de los presidentes en América Latina. Ma-
drid: Ediciones B/Penguin Random House Grupo Editorial.

Carlos Manuel Rodríguez Arechavaleta. Profesor-Investigador en la


Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Doctor en Ciencias So-
ciales con especialidad en Ciencia Política por la Flacso México. Ha im-
partido docencia y conferencias en posgrados de universidades públicas
y privadas en México, El Salvador, España, Portugal, Cuba y Argentina.
Su línea de investigación versa sobre la historia institucional de la Cuba
republicana, los escenarios de transición y los nexos entre procesos de co-
municación política y la democratización. Publicaciones recientes: (2017)
La democracia republicana en Cuba. Actores, reglas y estrategias electorales.
México: Fondo de Cultura Económica; (2017) “La Reforma de Telecomu-
nicaciones en México 2014. Una aproximación analítica”, en Retos, 8(14).
Juan Russo. Doctor en Ciencia Política por la Universidad
de Florencia, Italia. Ha sido Visiting Fellow en la Universidad de
Chicago, el Luiss de Roma, el cide de México y la Complutense

438
de Madrid. Actualmente es profesor titular de la Universidad de Gua-
najuato. Trabaja sobre política comparada en América Latina, así como
temas de democracia y ciudadanía. Entre sus publicaciones recientes se
encuentran: (2017) La democrazia, percorsi di analisi, Altravista: Pavia.
(2017) En colaboración con Francisco Delich (coords.), Construyendo ciu-
dadanía, construyendo teoría, Buenos Aires: Prometeo. (2017) “On Tran-
sition in Social Science”, Al-Mukhatabat, París: Harmattan.

Federico Sandoval Hernández. Doctor en Ciencias Políticas y Sociales


(cidhem) entre sus líneas de investigación trabaja sobre violencia y terri-
torio, Asentamientos humanos y desarrollo y cambio social y discrimina-
ción y desigualdad. Ex director del Centro de Investigación y Posgrado
en Estudios Socioterritoriales. Actualmente es profesor titular de la Uni-
versidad Autónoma de Guerrero, México. Sus últimas publicaciones son:
(2014) Guerrero Indómito, México, cesop; (2015) El racismo por las escalas
espaciales, Porrúa; (2017) Violencia y Estado, Porrúa.

Andrea Spreafico. Doctor en Sociología por la Universidad de Florencia,


Italia. Profesor en Sociología general en la Universidad de Roma III, donde
enseña Metodología de la investigación social, y Sociología en el Departa-
mento de Cienicas de la Formación. Se ha desempeñado como Visitig Fellow
en el ’ics de Lisboa y en la fmsh de París. Actualmente se ocupa de etnome-
todología, investigación visual, identidades, procesos de categorización y ciu-
dadanía. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: (2016) Tracce
di ‘sé’ e pratiche sociali. Un campo d’applicazione per una sociologia situata
e visuale delle interazioni incarnate. Roma: Armando Editore. (2016) “Su
alcune ambizioni della sociologia”, en Marradi A. (coord), Oltre il complesso
d’inferiorità. Un’epistemologia per le scienze sociali, Milán: Franco Angeli.

Daniel Tagle Zamora. Doctor en Ciencias Económicas por la uam-x.


Profesor del Departamento de Estudios Sociales de la Universidad de
Guanajuato Campus León. Miembro del Sistema Nacional de Investiga-
dores Nivel 1. Sus líneas de investigación son: economía ecológica, eco-
logía política, economía política del agua, gestión de recursos naturales
y cambio climático. Últimas publicaciones: (2017) en colaboración con
Alex Caldera y Juan Antonio Rodríguez, “Complejidad ambiental en el
Bajío mexicano. Implicaciones del proyecto civilizatorio vinculado al cre-
cimiento económico”. Revista Región y Sociedad (68). 193-221; (2015) en
colaboración con Mario Fuente, “Permisos de usos de agua negociables
en el contexto de la nueva cultura del agua: derecho humano al agua y
sostenibilidad”, Revista de Economía Crítica (19), 4-20.

439
Democracias y ciudadanías en América Lati-
na. Ensayos en honor de Francisco Delich se
imprimió en el mes de diciembre de 2017
en los talleres de Ediciones y Gráficos Eón,
S.A. de C. V., Av. México-Coyoacán núm.
421, Col. Xoco, C. P. 03330, Del. Benito
Juárez, México, D. F. Tels.: 5604-1204 y
5688-9112. <www.edicioneseon.com.mx>.
El tiraje consta de 1,000 ejemplares.

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