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La
guerra de Washington contra el mundo»
Wiiliam Blum
Pero los oficiales del Gobierno saben mejor que ellos lo que
sucedió en realidad. Un estudio de 1997, llevado a cabo por el
Departamento de Defensa, concluía que «los datos históricos
muestran una fuerte correlación entre la implicación de EEUU en
situaciones internacionales y un aumento del número de atentados
terroristas contra los Estados Unidos».
TORRENTE DE MISILES
Esta cifra no incluye a los que murieron más tarde por heridas de
bomba, o los que fallecieron de frío y de hambre debido a que sus
casas fueron destrozadas durante el bombardeo, o los muertos
también de hambre y de frío entre los miles de refugiados internos
que escapaban del bombardeo. Tampoco incluye a los miles de
muertos militares ni a los cientos de prisioneros que fueron
ejecutados o masacrados por los nuevos aliados de Washington
D.C., «los guerreros de la libertad», conjuntamente con los
operativos del Ejército y la Inteligencia norteamericanos. En el
análisis final, al número alcanzado faltaría añadirle también las
inevitables víctimas de las bombas de dispersión convertidas en
minas y los que perecieron más lentamente de enfermedades
causadas por el uranio.
DAÑOS COLATERALES
SI YO FUERA PRESIDENTE
¿Ha aprendido algo la elite del poder? Aquí están las palabras que
James Woolsey, antiguo director de la CIA, pronunció en diciembre
en Washington D.C., abogando por una invasión de Irak y no
concediendo el más mínimo interés o preocupación a la respuesta
del mundo árabe: «El silencio del público árabe tras las victorias
americanas», dijo, «prueba que sólo el miedo reestablecerá el
respeto por los Estados Unidos».