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experimentación del
trabajo en la pandemia
del capital*
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RICARDO ANTUNES
PROFESOR TITULAR DE SOCIOLOGIA DEL TRABAJO (UNICAMP)
E
Primer acto
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Bogotá, Colombia
La simbiosis entre el trabajo informal directores de grandes corporaciones) fueron
y el mundo digital ha permitido a los renombrados CEO (Chief Executive Officer).
directivos soñar con un trabajo aún Después de todo se necesitaría a alguien que
ganara un buen cacao para realizar alguna
más individualizado e invisible. Al caricia espiritual.
darse cuenta de que el aislamiento Y esta nueva verborrea, propagada por la
social logrado durante la pandemia gramática del capital, se añadió a la ya
consolidada y adulteró los verdaderos signifi-
ha estado fragmentando a la clase cados etimológicos de las palabras que todos
obrera y obstaculizando así las acciones conocemos: mantener siempre la resistencia,
colectivas y la resistencia sindical, actuar con mucha sinergia, convertirse en
16 un auténtico colaborador y verdadero socio,
buscan avanzar en la expansión de la presumir de la nueva condición empresa-
“oficina en casa” (trabajo en casa) y el rial, ejercer el voluntariado (de hecho, una
teletrabajo. De esta manera, además imposición “sutil”, ya que el voluntariado
se ha convertido en una condición sine qua
de reducir los costos, abren nuevas non para conseguir un trabajo), entre tantos
puertas a una mayor corrosión de otros vituperios al lenguaje, que le imputan
los derechos laborales, acentuando nuevos “significados”.
Pero lo inesperado hizo que esta nomencla-
la desigual división sociosexual y tura humeante, que parecía tan hermosa, se
racial del trabajo y barajando de una convirtiera en pura tontería. La pandemia del
vez por todas el tiempo de trabajo capital trató de demostrar su impostura: los
“colaboradores” son despedidos por miles, los
y de vida de la clase obrera. “socios” pueden elegir entre reducir los sala-
rios o conocer el desempleo, y los pequeños
empresarios no encuentran consumidores y
ven cómo sus ingresos se desvanecen.
Es bueno recordar, sin embargo, que ya antes
de la explosión de la pandemia, la realidad
cotidiana del trabajo expresaba otra comple-
tamente distinta: toyotización, trabajo
intermitente, subocupación, infrautiliza-
ción, info-proletariado, cibertariado, escla-
vitud digital, profesores delivery, precariado
inflexible, etc., terminología que, con un tono
irónico y crítico, se originaba en el propio
trabajo realizado. Por eso la uberización tiene
hoy en día el mismo rasgo peyorativo del que
se jactaba la walmartización cuando hablaba
de las condiciones de trabajo en los hipermer-
cados.
Si este seguía siendo el escenario en la
Navidad de 2019, con Trump, Bolsonaro,
Orban y otras aberraciones similares, todo
comenzó a empeorar con la llegada de la
pandemia. Con la propagación global del
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coronavirus, lo que era sombrío se volvió desolador. Y la crisis económica que golpeaba dura-
mente a Brasil comenzó a ser amplificada por las crisis del gobierno Bolsonaro-Guedes, una
simbiosis nada extraña entre las concepciones dictatoriales y fascistas y una variante del
neoliberalismo primitivo, devastando aún más nuestro ya desertificado suelo social.
Algunos datos ilustran esta crudeza. En la medición referida al primer trimestre de 2020, el
IBGE presentó una intensificación de las condiciones inhumanas de la clase obrera: llegamos
al contingente de 12,9 millones de desempleados, y la informalidad (un flagelo que se convirtió
en el leitmotiv de la acción del capital) superó el 40%, con cerca de 40 millones de trabajadores
al margen de la legislación social que protege el trabajo.
Cabe señalar que estos datos no reflejan lo que está sucediendo en el presente (segundo
trimestre), dada la expansión exponencial de la pandemia en el Brasil, sino sólo lo poco que
era visible hasta los primeros días de marzo, ya que el desempleo (tanto abierto como desalen-
tado) es en gran medida invisible debido a la parálisis de amplios sectores de la economía,
permitiendo solo un acercamiento sintomático a la realidad. Si incluimos a los subocupados
(que trabajan menos de 40 horas) y a los subutilizados (que, según el IBGE, incluyen tanto a
los subocupados como a los desempleados y a la mano de obra potencial)1, tendremos una idea
más precisa de la magnitud de la tragedia social que no deja de amplificarse en el país que a
finales de mayo se encuentra en el epicentro de la pandemia.
1 Ricardo Antunes, Coronavírus: o trabalho sob fogo cruzado (e-book), Boitempo, São Paulo, 2020.
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Segundo acto
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Que este complejo tecnológico-digital-infor- 9-9-6”, practicado por Huawei (y tantas otras
macional no tiene como propósito central empresas chinas del negocio digital, como
los valores humano-sociales, es más que Alibaba), que significa trabajar de 9 a.m. a 9
una obviedad. ¿O alguien cree que la guerra p.m., seis días a la semana. Fácil, ¿eh?
entre la norteamericana Apple y el Huawei Pero si así es como caminaba el admirable
chino tiene como objetivo principal mejorar mundo del trabajo antes de la explosión
sustancialmente y de forma equitativa las del coronavirus, ¿qué se está manejando
condiciones de vida y de trabajo de los miles en el presente, en medio de la pandemia
de millones de hombres y mujeres, blancos, del capital? ¿Qué experimentos laborales se
negros, indígenas, inmigrantes, que deam- están maquinando en los laboratorios de la
bulan entre el desempleo, el subempleo, la capital, mientras una parte expresiva de la
informalidad y la intermitencia? ¿Puede clase obrera llena las tumbas que, al aire
alguien imaginar que el objetivo de las libre, acogen sus cuerpos?
grandes corporaciones mundiales es propor-
cionarles un trabajo decente, salarios justos, Tercer acto
vidas significativas, plena atención a sus
necesidades materiales y simbólicas? Si nuestro análisis está en la dirección
Una breve mirada a las condiciones de correcta, si estamos aprehendiendo el aroma
trabajo del contratista global Foxconn, en sus de la cuestión, la principal forma experimental
unidades en China donde produce la marca de trabajo postpandémico se encuentra en el
Apple, reveló diecisiete intentos de suicidio trabajo uberizado. Haciendo uso ilimitado de
en 2010, trece de los cuales desafortunada- la informalidad, la flexibilidad, la precariedad
mente ocurrieron. También podemos recordar y la desregulación, rasgos del capitalismo
las rebeliones contra el notorio “sistema en el Sur global (y que se expanden inten-
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Realizando jornadas laborales samente también en el Norte), las grandes
frecuentemente superiores a 8, 10, 12 plataformas y aplicaciones digitales como
o más horas diarias, muchas veces sin Amazon (y Amazon Mechanical Turk), Uber
(y Uber Eats), Google, Facebook, Airbnb,
descanso semanal; percibiendo los Cabify, 99, Lyft, iFood, Glovo, Deliveroo,
bajos salarios que se están restando Rappi, etc., dieron un gran salto con la incor-
durante la pandemia, sin explicación poración de las tecnologías de la información.
Y aquí destacan los algoritmos, ya que son
por parte de las plataformas digitales; programas cuidadosamente preparados para
sufriendo despidos sin justificación procesar un enorme volumen de información
alguna; teniendo que soportar los (tiempo, lugar, calidad), capaces de conducir
20 a la fuerza de trabajo de acuerdo con las
costes de mantenimiento de vehículos, demandas requeridas, dándoles la apariencia
motos, teléfonos móviles y equipos, de neutralidad3 . Junto con la inteligencia arti-
etc., empezamos a develar, en los ficial y todo el arsenal digital canalizado con
fines estrictamente lucrativos, esto ha permi-
laboratorios del capital, los múltiples tido la creación de un nuevo monstruo que
experimentos que pretenden llevar adultera la concreción y la eficacia de las rela-
a cabo después de la pandemia, que ciones contractuales existentes. Los empleos
asalariados se transforman en “prestación de
se pueden resumir en lo siguiente: servicios”, lo que da lugar a su exclusión de
explotación y expolio acentuados y la legislación social que protege el trabajo.
ausencia de derechos laborales. Impulsados por la ideología del empuje, que
les hacía soñar con “trabajar sin jefe”, se
convirtieron en lo que, en El Privilegio de la
Servidumbre, llamé esclavitud digital.
Realizando jornadas laborales frecuente-
mente superiores a 8, 10, 12 o más horas
diarias, muchas veces sin descanso semanal;
percibiendo los bajos salarios que se están
restando durante la pandemia, sin explica-
ción por parte de las plataformas digitales;
sufriendo despidos sin justificación alguna;
teniendo que soportar los costes de manteni-
miento de vehículos, motos, teléfonos móviles
y equipos, etc., empezamos a develar, en los
laboratorios del capital, los múltiples experi-
mentos que pretenden llevar a cabo después
de la pandemia, que se pueden resumir en lo
siguiente: explotación y expolio acentuados
y ausencia de derechos laborales.
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Si la medida empresarial sigue marcando la pauta, tendremos más infor-
matización, “justificada” por la necesidad de recuperación de la economía
posterior a la época de covid-19. Y sabemos que la existencia de una fuerza
de trabajo monumental que sobra favorece esta tendencia destructiva del
capital postpandémico.
También hay otros ejemplos de experimentos del capital en curso. La simbiosis
entre el trabajo informal y el mundo digital ha permitido a los directivos soñar
con un trabajo aún más individualizado e invisible. Al darse cuenta de que
el aislamiento social logrado durante la pandemia ha estado fragmentando
a la clase obrera y obstaculizando así las acciones colectivas y la resistencia
sindical, buscan avanzar en la expansión de la “oficina en casa” (trabajo en
casa) y el teletrabajo. De esta manera, además de reducir los costos, abren 21
nuevas puertas a una mayor corrosión de los derechos laborales, acentuando
la desigual división sociosexual y racial del trabajo y barajando de una vez
por todas el tiempo de trabajo y de vida de la clase obrera 4 .
Los bancos, que han estado ejerciendo una pragmática de enorme aniqui-
lación durante décadas, ya que han estado haciendo un uso intensivo del
arsenal digital, ya deberían estar haciendo los cálculos de cuánto se benefi-
ciarán con la introducción del trabajo en casa y el teletrabajo.
Por último, cabe mencionar otro ejemplo que ha sido emblemático: la EAD
(enseñanza a distancia). Esta práctica, que se ha venido intensificando
durante la pandemia, tanto en la enseñanza privada como en la pública y
especialmente en los colegios privados, además de reducir los costos y
aumentar los beneficios, tiene por objeto fortalecer los grandes conglome-
rados privados “educativos”. Recientemente, como se ha informado amplia-
mente en la prensa, Laureate, que reúne a varios colegios privados, además de
utilizar robots para corregir el trabajo sin el conocimiento de los estudiantes,
ha despedido a más de cien profesores.
Así, a través de estos y otros mecanismos, nuevas formas de corrosión del
trabajo han ido cobrando un fuerte impulso durante la pandemia y se han
expandido en las más diversas actividades económicas, invadiendo también
el espacio público y las empresas estatales. Hace unas semanas, el director
general de Petrobras se unió al coro diciendo que la empresa estatal puede
“trabajar con el 50% de la gente en casa” y así “liberar varios edificios que
cuestan mucho”5 . Vale la pena recordar que justo antes de que el coronavirus
estallara, hubo una gran huelga nacional de petroleros.
En medio de tanta maquinaria, imaginar que el apoyo de 600 reales (durante
tres meses) para los que están en la informalidad es suficiente para reducir el
azote y el vilipendio al que están sometidos, solo es posible para un gobierno
que practica la necropolítica y la necroeconomía, lo que le llevó a “descubrir”
que hay más de 40 millones de trabajadore/as invisibles: dura constatación
del principal resultado de su política genocida.
4 Sobre home office, teletrabajo y sus usos y abusos, ver Ricardo Antunes, Coronavírus…, op. cit.
5 Juliana Estigarribia, “‘Podemos trabalhar com 50% dos funcionários em casa’, diz CEO da Pe-
trobras”, Exame, 15 maio 2020.
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