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Hoy en día, decimos que una revolución está teniendo lugar, muy seguramente
asociamos tal concepto a un cambio súbito, muchas veces de carácter violento. En efecto,
a lo largo de los siglos XIX y XX se consolidó el significado de lo revolucionario como una
transformación, especialmente política- aunque también se llegó aplicar a las agudas
transformaciones tecnológicas que vimos en la unidad anterior con el nombre de
Revolución Industrial.
ACTIVIDAD No. 1.
3. ¿Por qué cree que los impuestos son importantes para un Estado? De
cuatro (4) razones.
Al decir colonias se hace referencia a los espacios ocupados por la Colonia británica en
América, establecidos entre 1607 y 1733. A diferencia del Imperio español que intentó
reproducir a un mismo orden político a través de una cuadricula urbana a lo largo de sus
dominios, las colonias americanas se caracterizaban por su diferencia. Por ejemplo, las
colonias de Nueva Inglaterra (Masachusetts, New Hampshire, Rhode Island y
Connecticut) ocupadas por líderes religiosos disidentes, se habían convertido en
importantes puntos comerciales con puertos vitales como Boston. En una línea similar, las
colonias de Delaware, New Jersey, New York y Pensilvania eran centros de intercambio
comercial de gran actividad y de recepción de inmigrantes europeos dedicados, en buena
medida, a las labores agrícolas. Por su parte, las colonias de Chesapeake (Virginia y
Maryland) eran sociedades que giraban alrededor del cultivo de grandes plantaciones,
especialmente tabaco. Del mismo modo, las colonias del sur (Carolina del Norte, Carolina
del Sur y Georgia) eran lugares de extensos cultivos de tabaco y arroz, de intercambio
comercial alrededor de tales productos y grandes cantidades de mano de obra esclava.
Lo anterior significa que las trece colonias contaban con distintas poblaciones y sistemas
económicos; además, las estructuras sociales tenían lazos muy débiles entre sí. De
hecho, eran contados los casos de habitantes de una colonia que entablaran contactos
con la otra, algo que se veía reflejado en la ausencia de sistemas formales de
comunicación entre las colonias y en la centralidad de Londres.
Por otro lado, las disputas del Imperio británico con Francia en América, las cuales se
replicarían a lo largo de África y Asia en el siglo XIX, implicaron un aumento en los costos
de la defensa de las colonias. El interés de la Corona inglesa en aumentar el grado de
control de las colonias americanas y, a su vez, financiar las demandas de su nueva
situación imperial. Con este propósito, el Parlamento inglés expidió el Acta del Azúcar
(1764) que buscaba aumentar los impuestos en las colonias y regular el comercio colonial
proveniente del Caribe, un creciente negocio cuyas ganancias, desde la perspectiva de la
Corona inglesa, debían ser más visibles para la metrópoli.
EL DILEMA DE LA REPRESENTACION.
A pesar de las protestas, el Parlamento siguió adelante con su política de amento en los
tributos y, en 1764, el canciller británico Lord George Grenville propuso una ley de
estampilla fiscal para las colonias americanas en todos los documentos impresos, desde
panfletos hasta licencias matrimoniales. Políticos ingleses como Charles Townshend,
fundamentales poco tiempo después en la promoción de nuevas políticas fiscales para las
colonias, señalaban que era deber de las colonias contribuir con la Corona. En sus
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Las reacciones de los habitantes de América fueron esta vez más airadas. Diferentes
periódicos atacaron las palabras del político inglés que reflejaban una idea de inferioridad
de las colonias. Más aún, las reacciones de periódicos como la Gaceta de Boston ponían
en duda el principio sobre el que se estructuraba el discurso imperial alrededor de los
impuestos: siendo ellos europeos y parte del imperio, debían participar en las decisiones
del Parlamento a través de representantes que dieran legitimidad a las decisiones
relativas a las colonias.
Si antes del Acta de las Estampillas la comunicación y coexistencia entre las colonias
americanas era exigua, el interés británico de promulgar esta ley pareció ser un punto de
unión. Protestas revueltas y un creciente descontento marcó, casi al unísono, la reacción
de los habitantes frente a las medidas que se intentaban imponer. La oposición contra una
Ley que los colonos consideraban “injusta, infeliz, inconstitucional y opresiva” terminó
entonces por unir a las colonias y forzó a la Corona a reconsiderar su Acta. Benjamín
Franklin, de Pensylvania, desempeñó un papel fundamental al ser convocado por el
Parlamento para explicar las revueltas que estaban teniendo lugar al otro lado del
Atlántico. Finalmente, la Corona derogó la ley, hecho recibido con júbilo por los habitantes
de las colonias. Sin embargo, el Parlamento aprobó, de manera simultánea, una
“Declaratory Act” en la que reafirmaba su plena autoridad sobre las colonias.
Esta Acta abrió una nueva iniciativa del gobierno inglés para grabar distintos productos
que se importaran a las colonias. Principios similares a los anteriores volvieron a articular
la protesta, esta vez con un grado mayor de agitación. Esta nueva serie de Leyes produjo
algunas revueltas hasta 1770 en las que participaron miles de habitantes de las colonias.
En esta ocasión, las tropas británicas intervinieron con resultados nefastos. En lo que se
conoció como la horrenda masacre (horrid masacre), las tropas dispararon a una
muchedumbre civil en Boston dejando cinco personas muertas. Como consecuencia, el
Parlamento derogó de nuevo una buena parte de los impuestos a las importaciones,
dejando solo en pie el gravamen a un producto que luego sería fundamental para el
desarrollo de los eventos posteriores: el té.
En la misma línea de las Actas anteriores, la Corona propuso la que sería conocida como
el Acta del Té con la cual la Compañía Británica de las Indias Orientales adquirió el
monopolio del té y el derecho de comerciar directamente con las colonias americanas.
Esto suponía que las colonias compraran exclusivamente el té de la Compañía, que,
además, tenía unos sobrecostos. Como resultado las protestas en las colonias se
incrementaron. Es preciso recordar que lo que estaba en juego no era simplemente un
precio mayor del té, sino lo injusto e ilegitimo que resultaban los impuestos que se
imponían desde un Parlamento en el que no tenían representación.
habitantes de Boston ingresaron a las tres naves y echaron por la borda el té que los
barcos almacenaba, más de 40.000 kilos avaluados en más de un millón y medio de
dólares americanos de hoy en día.
Este hecho se conocería luego como el “Boston Tea Party” y varios historiadores lo
consideran como uno de los pilares de la revolución de las colonias norteamericanas. No
obstante, el hecho mismo de que solo cuatro o cinco décadas éste hecho se nombrará de
tal manera, nos permite recordar que los protagonistas de esta protesta no leyeron el
evento como parte de un “plan” de liberación nacional, pues, precisamente, no existía la
conciencia de una nación en pos de ser liberada.
Las acciones del ejército continental, la insuficiente presencia de tropas británicas y buena
parte de apoyo popular – aunque colonias como Georgia fueron en algunos momentos
reticentes a las protestas y en todas las colonias había reductos de apoyo a la Corona –
imposibilitaron la recuperación de los territorios americanos por parte del imperio inglés.
Para finales de 1775, Jorge III de Inglaterra declaró oficialmente a las colonias en estado
de rebelión, suspendió las relaciones comerciales y declaró su expulsión de la protección
británica. Con la declaratoria de la rebelión, la Corona comenzó un proceso de búsqueda
de armas, hombres y recursos económicos, para financiar la retoma del control de las
colonias americanas.
Por su parte, la unión continental se asemejaba más a una colcha de retazos débilmente
articulada que a una fuerte unidad en términos culturales y políticos. Las enormes
diferencias, en donde las religiosas tenían un lugar destacado, hacían muy difícil pensar
en la unión de las colonias más allá de su oposición a los impuestos de la Corona y
eliminación de los principios de autogobierno que estos suponían, incluso, no era claro
para finales de 1775, cuál posición debían adoptar los representantes del Congreso:
¿Pactar una reconciliación con la Corona? Y si esto era posible, ¿en qué términos y
condiciones? O, bien, ¿sería mejor declarar, finalmente el rompimiento con el gobierno
inglés? Un panfleto anónimo de enero de 1776, cuyo autor tiempo después sería
identificado como Thomas Paine, articularia como ningún otro algunas de estas
preguntas y brindaría una respuesta contundente: era hora de que los representantes de
las colonias se separaran definitivamente de la Corona inglesa.
El manuscrito de Paine y su extraordinaria difusión fue central en los eventos que tendrían
lugar en la primera mitad de 1776. El segundo congreso continental, en funcionamiento
desde mayo de 1775, promulgó, bajo la pluma de Thomas Jefferson, una “Declaración por
los representantes de los Estados Unidos de América reunidos en Congreso General”.
Esta fue el Acta oficial de independencia” firmada en Filadelfia el 4 de julio de 1776. Sin
embargo, la firma del acta no justificó la aceptación sin más, por parte de Inglaterra de la
independencia de sus colonias. Por el contrario, la guerra se intensificó.
Las líneas de este panfleto, con sus llamadas a la “causa” de América y al fin de la
presencia británica en el continente, quizá hubieran pasado desapercibidas por las
páginas de la historia si no hubiera sido por su extraordinaria acogida. En los
primeros meses se vendieron más de cien mil copias del “incendiario” manuscrito
y, a lo largo de 1776, se imprimieron algo más de quinientos mil ejemplares. En
Common sense o “sentido común”, Paine brindó un marco de justificación de las
acciones de los rebeldes americanos, pues dejaba de lado cualquier idea de
reconciliación – discutida por varios representantes moderados – para dar paso a
una independencia total, de rompimiento definitivo con la Corona inglesa. Las
colonias, unidas, debían romper con el lazo colonial; las riquezas de América y el
“carácter” de sus hombres se prestaban para tal desafío, el tiempo había llegado,
continuaba Paine, para que los habitantes del nuevo continente se liberaran de las
“cadenas” de la opresión inglesa.
Este tema se estudia para comprender los procesos históricos que llevaron a la
fractura definitiva de buena parte del Imperio español en América e identificar los
principales actores, discursos y escenarios.
El imperio español había gozado de una extraordinaria estabilidad por más de tres siglos.
La monarquía hispánica bajo el mando de Felipe II, III y IV, se había consolidado como el
primer imperio global del mundo, pues se extendía desde las costas del Pacifico
americano – desde el territorio de la actual California hasta el Cabo de Hornos – hasta las
islas Filipinas pasando por territorios en Europa, África y el sur de Asia.
Este complejo entramado entró en crisis a principios del siglo XIX. Aunque quizás algunas
de nuestras miradas sobre el proceso lo asocien como una “lucha” de liberación nacional,
es preciso recordar que las unidades nacionales de hoy día solo se forjaron al calor de la
confrontación revolucionaria y no la precedieron. Es decir, no podemos hablar de un
sentimiento de liberación del “yugo español” de la nación colombiana, pues ni siquiera el
nombre Colombia existía en aquel momento para nominar algún tipo de unidad política
parecido al del actual país.
NACION Y REVOLUCION.
La invasión napoleónica y la ausencia del rey obligaron a retomar una antigua tradición: el
llamado a juntas provinciales. En la tradición real, el monarca era la figura que permitía
articular los diferentes “pueblos” que componían el orden monárquico. Ante la ausencia
temporal del rey, las juntas permitían, en cierta manera, asumir la soberanía del territorio.
De este modo, en la Península y en las colonas americanas se convocaron juntas en
cabeceras urbanas y provinciales del imperio como Quito, Cartagena, Santa Fe, Santiago
y Caracas.
DE LA REVOLUCION A LA INDEPENDENCIA.
Con la vuelta al trono de Fernando VII, el proyecto liberal de la corte de Cádiz fue abolido
por el rey que reinstaló la monarquía absoluta y se propuso reconquistar las posesiones
ultramarinas. Se trató de un cambio de tono radical con respecto al interés de la
Constitución de Cádiz en negociar y conciliar la posición de los territorios americanos.
Este momento marcó un rumbo definitivo en el paso de la revolución a la independencia,
pues las tropas del trono español desencadenaron una violencia sin precedentes.
Asedios, fusilamientos, escaramuzas y batallas campales marcaron el rumbo de la
confrontación y le imprimieron, de manera indeleble, el sello de lucha contra el trono
español.
Fernando VII lanza, así, una expedición para recuperar las posesiones americanas desde
los territorios del antiguo virreinato de Nueva España hasta los de la capitanía de
Santiago, al sur del continente. Cabe decir que no se trataba simplemente de un ejército y
una retoma externa sin adeptos al interior de las nuevas y múltiples unidades políticas que
habían sido creadas entre 1810 y 1814. Varias disputas entre ciudades y cabeceras
municipales alrededor de la legitimidad del rey, fueron la característica del periodo. Se
insistía, entonces, que, si el movimiento de las juntas había surgido como forma temporal
de gobierno debido a la ausencia del rey, con el regreso de Fernando VII la monarquía
había sido restituida. Por otro lado, los líderes de las juntas veían imposible tal regreso a
la monarquía. La soberanía de villas, ciudades y provincias ya se había reconstruido a
partir de cuerpos colegiados y sistemas republicanos y no era posible tal regreso al brazo
monárquico.
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La violencia desencadenada por el interés real de recuperar los territorios inició una fase
de guerra abierta entre las tropas españolas y los ejércitos americanos, ya identificados
con la consigan patriótica como lucha de independencia. Buena parte de nuestras
imágenes más frecuentes sobre las independencias y las gestas históricas de Bolívar,
José de San Martín, Bernardo Ohiggins y José María Morelos, entre muchos otros,
provienen de este periodo. Igualmente, nuestras imágenes de la grandes batallas,
campañas y confrontaciones, de acciones como las de Policarpa Salavarrieta, en la actual
Colombia y Juana Azurduy en los territorios actuales de Perú y Bolivia, hacen parte de
este momento de luchas militares, tomas y resistencia heroica.
Las revoluciones
para
Procesos de
son
desestructuración del
El mundo hispanoamericano referente monárquico en
los territorios americanos
Se activan por
La invasión napoleónica
Que para
que lo que
FECHAS DE INDEPENDENCIA:
MEXICO 1821
BRASIL 1822
PERU 1821
BOLIVIA 1825
PARAGUAY 1811
URUGUAY 1828
CHILE 1817
Actividad final.
NOTA: DESARROLLAR LA ACTIVIDAD NÚMERO UNO EN EL CUADERNO, A MANO, BUENA LETRA, BUENA
TINTA ESFERO, ENUMERAR SEGÚN SE INDIQUE, ETC.
NO ENVIAR NINGUN PUNTO POR AHORA, ESPERAR INDICACIONES. (A EXCEPCIÓN DE LOS ESTUDIANTES
QUE NO TIENEN CONECTIVIDAD).
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