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INSTITUCIÓN EDUCATIVA POLITÉCNICO ÁLVARO GONZÁLEZ SANTANA

Dirigida por los Hermanos De La Salle

GUÍA DE APRENDIZAJE GA-GAP-F-15


Vigente desde: 30/03/2017

SEDE: CENTRAL JORNADA: MAÑANA PERIODO: TERCERO


AREA /O ASIGNATURA: CIENCIAS SOCIALES CURSO: OCTAVO (801 A 804)
GUÍA DE CLASE x GUÍA EVALUATIVA ACTIVIDADES DE APOYO
NOMBRE ESTUDIANTE: ___________________________________________ FECHA: ___________
GUIA NUMERO UNO

3. AMERICA EN EL SIGLO XIX.

COMPETENCIA: Identificar el proceso de Independencia y la consolidación de los


Estados Unidos y los Países Latinoamericanos.

DBA No. 5: Comprende cómo se produjeron los procesos de la Independencia de


las Colonias Americanas, durante los siglos XVIII y XIX y sus implicaciones para las
sociedades contemporáneas.

Analiza los procesos de Expansión Territorial.

DBA No. 8: Comprende la importancia de las Asociaciones, los Gremios, los


Movimientos y las Organizaciones Sindicales, en la defensa de los Derechos
Humanos.

AMERICA EN EL SIGLO XIX.

Hoy en día, decimos que una revolución está teniendo lugar, muy seguramente
asociamos tal concepto a un cambio súbito, muchas veces de carácter violento. En efecto,
a lo largo de los siglos XIX y XX se consolidó el significado de lo revolucionario como una
transformación, especialmente política- aunque también se llegó aplicar a las agudas
transformaciones tecnológicas que vimos en la unidad anterior con el nombre de
Revolución Industrial.

3.1. INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS.

LA REVOLUCION DE LAS TRECE COLONIAS BRITANICAS EN AMERICA.

ACTIVIDAD No. 1.

1. ¿Consideras que las transformaciones en su historia se dan de manera


súbita? ¿Por qué?
2. ¿Sabías que los impuestos fueron una de las causas de las revoluciones
americanas? ¿Qué debe tener en cuenta un gobierno para crear un
impuesto? Consulta cuatro (4) factores o razones.
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3. ¿Por qué cree que los impuestos son importantes para un Estado? De
cuatro (4) razones.

Las colonias británicas originalmente establecidas en América gozaban de una tradición


de autogobierno surgida en parte por el tipo de colonizadores (peregrinos y líderes de
grupos religiosos en busca de una tierra para poblar y profesar su religión) y por la política
británica con respecto a tales colonias que, si bien no representaban un espacio
importante, en términos de producción de materias primas si eran claves en el intercambio
comercial. Esta tradición de autogobierno fue fundamental para comprender los eventos
de la Revolución de las Trece Colonias Británicas en América.

Al decir colonias se hace referencia a los espacios ocupados por la Colonia británica en
América, establecidos entre 1607 y 1733. A diferencia del Imperio español que intentó
reproducir a un mismo orden político a través de una cuadricula urbana a lo largo de sus
dominios, las colonias americanas se caracterizaban por su diferencia. Por ejemplo, las
colonias de Nueva Inglaterra (Masachusetts, New Hampshire, Rhode Island y
Connecticut) ocupadas por líderes religiosos disidentes, se habían convertido en
importantes puntos comerciales con puertos vitales como Boston. En una línea similar, las
colonias de Delaware, New Jersey, New York y Pensilvania eran centros de intercambio
comercial de gran actividad y de recepción de inmigrantes europeos dedicados, en buena
medida, a las labores agrícolas. Por su parte, las colonias de Chesapeake (Virginia y
Maryland) eran sociedades que giraban alrededor del cultivo de grandes plantaciones,
especialmente tabaco. Del mismo modo, las colonias del sur (Carolina del Norte, Carolina
del Sur y Georgia) eran lugares de extensos cultivos de tabaco y arroz, de intercambio
comercial alrededor de tales productos y grandes cantidades de mano de obra esclava.

Lo anterior significa que las trece colonias contaban con distintas poblaciones y sistemas
económicos; además, las estructuras sociales tenían lazos muy débiles entre sí. De
hecho, eran contados los casos de habitantes de una colonia que entablaran contactos
con la otra, algo que se veía reflejado en la ausencia de sistemas formales de
comunicación entre las colonias y en la centralidad de Londres.

POLITICAS IMPERIALES: GUERRA E IMPUESTOS.

Por otro lado, las disputas del Imperio británico con Francia en América, las cuales se
replicarían a lo largo de África y Asia en el siglo XIX, implicaron un aumento en los costos
de la defensa de las colonias. El interés de la Corona inglesa en aumentar el grado de
control de las colonias americanas y, a su vez, financiar las demandas de su nueva
situación imperial. Con este propósito, el Parlamento inglés expidió el Acta del Azúcar
(1764) que buscaba aumentar los impuestos en las colonias y regular el comercio colonial
proveniente del Caribe, un creciente negocio cuyas ganancias, desde la perspectiva de la
Corona inglesa, debían ser más visibles para la metrópoli.

La reacción de los comerciantes en las colonias no se hizo esperar. Como el historiador


Robert JU. Allison lo recuerda, lo más interesante sobre estas protestas no fueron los
reclamos sino el principio en el que estos se fundaban: El Parlamento inglés no podía
imponer impuestos a los miembros de las colonias sin su consentimiento; ellos no habían
elegido ni contribuido a elegir al Parlamento, así que este no podía imponerles impuestos.
Los colonos ingleses de América señalaban, entonces, que, si tal era el caso y podían ser
grabados sin su consentimiento, ellos eran, de hecho, esclavos del Parlamento inglés.

EL DILEMA DE LA REPRESENTACION.

A pesar de las protestas, el Parlamento siguió adelante con su política de amento en los
tributos y, en 1764, el canciller británico Lord George Grenville propuso una ley de
estampilla fiscal para las colonias americanas en todos los documentos impresos, desde
panfletos hasta licencias matrimoniales. Políticos ingleses como Charles Townshend,
fundamentales poco tiempo después en la promoción de nuevas políticas fiscales para las
colonias, señalaban que era deber de las colonias contribuir con la Corona. En sus
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palabras: “Estos americanos, infames cultivados por nuestro cuidado, protegidos


por nuestros brazos y educados por nuestra indulgencia hasta que, ya mayores,
alcancen un grado adecuado de fuerza y opulencia contribuyen de mala gana con
su parte para colaborarnos a aliviar la pesada carga que estamos soportando”.

Las reacciones de los habitantes de América fueron esta vez más airadas. Diferentes
periódicos atacaron las palabras del político inglés que reflejaban una idea de inferioridad
de las colonias. Más aún, las reacciones de periódicos como la Gaceta de Boston ponían
en duda el principio sobre el que se estructuraba el discurso imperial alrededor de los
impuestos: siendo ellos europeos y parte del imperio, debían participar en las decisiones
del Parlamento a través de representantes que dieran legitimidad a las decisiones
relativas a las colonias.

De otra manera – volvían a insistir periodistas, caricaturistas, autores de ensayos y


tratados morales y políticos –las colonias eran esclavas de las decisiones del Parlamento.
Lo que estaba en juego, en el fondo, era la legitimidad de la metrópoli para tomar
decisiones sobre los habitantes de las colonias.

Si antes del Acta de las Estampillas la comunicación y coexistencia entre las colonias
americanas era exigua, el interés británico de promulgar esta ley pareció ser un punto de
unión. Protestas revueltas y un creciente descontento marcó, casi al unísono, la reacción
de los habitantes frente a las medidas que se intentaban imponer. La oposición contra una
Ley que los colonos consideraban “injusta, infeliz, inconstitucional y opresiva” terminó
entonces por unir a las colonias y forzó a la Corona a reconsiderar su Acta. Benjamín
Franklin, de Pensylvania, desempeñó un papel fundamental al ser convocado por el
Parlamento para explicar las revueltas que estaban teniendo lugar al otro lado del
Atlántico. Finalmente, la Corona derogó la ley, hecho recibido con júbilo por los habitantes
de las colonias. Sin embargo, el Parlamento aprobó, de manera simultánea, una
“Declaratory Act” en la que reafirmaba su plena autoridad sobre las colonias.

Esta Acta abrió una nueva iniciativa del gobierno inglés para grabar distintos productos
que se importaran a las colonias. Principios similares a los anteriores volvieron a articular
la protesta, esta vez con un grado mayor de agitación. Esta nueva serie de Leyes produjo
algunas revueltas hasta 1770 en las que participaron miles de habitantes de las colonias.
En esta ocasión, las tropas británicas intervinieron con resultados nefastos. En lo que se
conoció como la horrenda masacre (horrid masacre), las tropas dispararon a una
muchedumbre civil en Boston dejando cinco personas muertas. Como consecuencia, el
Parlamento derogó de nuevo una buena parte de los impuestos a las importaciones,
dejando solo en pie el gravamen a un producto que luego sería fundamental para el
desarrollo de los eventos posteriores: el té.

EL ACTA DEL TÉ: ¿TRIBUTACION SIN REPRESENTACION?

En la misma línea de las Actas anteriores, la Corona propuso la que sería conocida como
el Acta del Té con la cual la Compañía Británica de las Indias Orientales adquirió el
monopolio del té y el derecho de comerciar directamente con las colonias americanas.
Esto suponía que las colonias compraran exclusivamente el té de la Compañía, que,
además, tenía unos sobrecostos. Como resultado las protestas en las colonias se
incrementaron. Es preciso recordar que lo que estaba en juego no era simplemente un
precio mayor del té, sino lo injusto e ilegitimo que resultaban los impuestos que se
imponían desde un Parlamento en el que no tenían representación.

La llegada de la primea flota, fruto de ese acuerdo entre la Compañía y la Corona a


finales de 1773, dio pie al inicio de nuevas hostilidades y protestas. Más de un millar de
personas se agolparon para protestar contra la llegada del “Darmouth” a los puertos de
Boston. Un movimiento denominado “Los hijos de la libertad” forjado poco a poco en las
protestas de los años anteriores y que empezó a liderar la frágil alianza de las colonias
ante la iniciativa británica, bloqueó el descargue del té. Un mes más tarde cuando era
inminente que las cargas de té importado debían abandonar los barcos, un grupo de
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habitantes de Boston ingresaron a las tres naves y echaron por la borda el té que los
barcos almacenaba, más de 40.000 kilos avaluados en más de un millón y medio de
dólares americanos de hoy en día.

Este hecho se conocería luego como el “Boston Tea Party” y varios historiadores lo
consideran como uno de los pilares de la revolución de las colonias norteamericanas. No
obstante, el hecho mismo de que solo cuatro o cinco décadas éste hecho se nombrará de
tal manera, nos permite recordar que los protagonistas de esta protesta no leyeron el
evento como parte de un “plan” de liberación nacional, pues, precisamente, no existía la
conciencia de una nación en pos de ser liberada.

LAS TENSIONES SE INTENSIFICAN.

Para septiembre de 1774, los representantes de las trece colonias se reunieron en


Filadelfia. Allí los líderes acordaron la creación de un ejército continental. El Congreso y
su brazo armado, el ejército, no pretendía la independencia de la Corona británica. Por el
contrario, el Congreso proclamó su lealtad al rey mientras buscaba deponer un principio
de imposición que consideraba injusto e ilegal. Si tuviéramos que sintetizar en una frase
de grito de batalla podríamos utilizar una de las consignas de los representantes: No
texation without representation o “no a la tributación sin representación”.

Las acciones del ejército continental, la insuficiente presencia de tropas británicas y buena
parte de apoyo popular – aunque colonias como Georgia fueron en algunos momentos
reticentes a las protestas y en todas las colonias había reductos de apoyo a la Corona –
imposibilitaron la recuperación de los territorios americanos por parte del imperio inglés.
Para finales de 1775, Jorge III de Inglaterra declaró oficialmente a las colonias en estado
de rebelión, suspendió las relaciones comerciales y declaró su expulsión de la protección
británica. Con la declaratoria de la rebelión, la Corona comenzó un proceso de búsqueda
de armas, hombres y recursos económicos, para financiar la retoma del control de las
colonias americanas.

LA APARICION DEL SENTIDO COMUN.

Por su parte, la unión continental se asemejaba más a una colcha de retazos débilmente
articulada que a una fuerte unidad en términos culturales y políticos. Las enormes
diferencias, en donde las religiosas tenían un lugar destacado, hacían muy difícil pensar
en la unión de las colonias más allá de su oposición a los impuestos de la Corona y
eliminación de los principios de autogobierno que estos suponían, incluso, no era claro
para finales de 1775, cuál posición debían adoptar los representantes del Congreso:
¿Pactar una reconciliación con la Corona? Y si esto era posible, ¿en qué términos y
condiciones? O, bien, ¿sería mejor declarar, finalmente el rompimiento con el gobierno
inglés? Un panfleto anónimo de enero de 1776, cuyo autor tiempo después sería
identificado como Thomas Paine, articularia como ningún otro algunas de estas
preguntas y brindaría una respuesta contundente: era hora de que los representantes de
las colonias se separaran definitivamente de la Corona inglesa.

El manuscrito de Paine y su extraordinaria difusión fue central en los eventos que tendrían
lugar en la primera mitad de 1776. El segundo congreso continental, en funcionamiento
desde mayo de 1775, promulgó, bajo la pluma de Thomas Jefferson, una “Declaración por
los representantes de los Estados Unidos de América reunidos en Congreso General”.
Esta fue el Acta oficial de independencia” firmada en Filadelfia el 4 de julio de 1776. Sin
embargo, la firma del acta no justificó la aceptación sin más, por parte de Inglaterra de la
independencia de sus colonias. Por el contrario, la guerra se intensificó.

En el terreno militar, los refuerzos británicos se preparaban para llegar al continente. En


Manhattan, una fuerza de más de 25.000 hombres de distinto origen y fruto de
negociaciones interimperiales que Inglaterra entabló con algunos Estados, se apostaba en
calles y puertos para contrarrestar cualquier ataque de las tropas del ejército continental.
George Washington, comandante del ejército continental, enfrentó el desembarco de las
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tropas británicas en Nueva York y la posterior ocupación de la ciudad. Durante varios


meses, Washington resistió un cerco de las tropas británicas y, para diciembre de 1776,
en una acción de gran importancia estratégica y simbólica para las tropas de la unión,
cruzó el río Dalaware tomando por sorpresa a las tropas del coronel alemán Johann Rall
agolpadas en la ciudad de Trenton.

Esta victoria llevó al recrudecimiento de la guerra, por lo que se necesitó de la ayuda


extranjera. Benjamin Franklin, en calidad de representante de las colonias, viajó a Francia
en diciembre de 1777 en busca de ayuda estratégica y militar. Ante esto, el gobierno de
Luis XVI envió armas, hombres y municiones. España (1779) y Holanda (1780) se unieron
a Francia en el poyo a las colonias, dejando a Inglaterra librando una guerra sin aliados
en el contexto imperial. Después de varias arremetidas militares, la Corona inglesa firmó
con los representantes de las colonias americanas el tratado de Paris (1783) en el que
reconocían la independencia de las trece colonias. La firma del tratado suponía, no
obstante, nuevos desafíos, para las antiguas colonias: ¿Cómo mantener una unión
cuando su principal razón de ser – su oposición a Inglaterra y sus políticas – se había ya
disuelto?

EL PANFLETO DE THOMAS PAINE.

Las líneas de este panfleto, con sus llamadas a la “causa” de América y al fin de la
presencia británica en el continente, quizá hubieran pasado desapercibidas por las
páginas de la historia si no hubiera sido por su extraordinaria acogida. En los
primeros meses se vendieron más de cien mil copias del “incendiario” manuscrito
y, a lo largo de 1776, se imprimieron algo más de quinientos mil ejemplares. En
Common sense o “sentido común”, Paine brindó un marco de justificación de las
acciones de los rebeldes americanos, pues dejaba de lado cualquier idea de
reconciliación – discutida por varios representantes moderados – para dar paso a
una independencia total, de rompimiento definitivo con la Corona inglesa. Las
colonias, unidas, debían romper con el lazo colonial; las riquezas de América y el
“carácter” de sus hombres se prestaban para tal desafío, el tiempo había llegado,
continuaba Paine, para que los habitantes del nuevo continente se liberaran de las
“cadenas” de la opresión inglesa.

Una revolucion Inicio como una revuelta


contra una serie de
impuestos considerados
injustos
Implica

Luego de las primeras


Un cambio o trasformación
escaladas militares, decidió
radical, muchas veces de
promulgar el acta de
carácter violento, de las
Como que independencia de 1776 en el
estructuras políticas y La de las colonias
congreso continental
sociales de una sociedad. inglesas de américa

Cuya declaratoria trae


consigo la agudización de
las acciones militares.

Con el apoyo de Francia y


otras potencias, los líderes de
las colonias americanas
logran ganar la guerra y
firman la paz en 1783 en el
tratado de parís
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LAS REVOLUCIONES HISPANOAMERICANAS.

Este tema se estudia para comprender los procesos históricos que llevaron a la
fractura definitiva de buena parte del Imperio español en América e identificar los
principales actores, discursos y escenarios.

COMPRENDIENDO LA TRAMA DEL IMPERIO ESPAÑOL.

El imperio español había gozado de una extraordinaria estabilidad por más de tres siglos.
La monarquía hispánica bajo el mando de Felipe II, III y IV, se había consolidado como el
primer imperio global del mundo, pues se extendía desde las costas del Pacifico
americano – desde el territorio de la actual California hasta el Cabo de Hornos – hasta las
islas Filipinas pasando por territorios en Europa, África y el sur de Asia.

Entre otros factores, el carácter “agregativo” de esta monarquía y el éxito de la Casa


Austria o Habsburgo en asegurar al mismo tiempo un grado de obediencia y legitimidad
con un cierto tipo de autonomía a nivel local, fueron elementos definitivos que ayudaron a
consolidar la presencia del Imperio español en América. Fue un imperio cuya tarea de
conquista y colonización de nuevos territorios se apoyó en una considerable dosis de
violencia con el ánimo de cristianizar y reducir poblaciones indígenas. Así mismo, fue un
imperio que logró negociar con nobles indígenas e instituciones sociales precedentes la
construcción de su estabilidad política; que logró gobernar territorios lejanos y reproducir
la majestad del rey en distantes audiencias, capitanías y ciudades virreinales.

Este complejo entramado entró en crisis a principios del siglo XIX. Aunque quizás algunas
de nuestras miradas sobre el proceso lo asocien como una “lucha” de liberación nacional,
es preciso recordar que las unidades nacionales de hoy día solo se forjaron al calor de la
confrontación revolucionaria y no la precedieron. Es decir, no podemos hablar de un
sentimiento de liberación del “yugo español” de la nación colombiana, pues ni siquiera el
nombre Colombia existía en aquel momento para nominar algún tipo de unidad política
parecido al del actual país.

Bajo el título “revoluciones hispanoamericanas”, entonces, los especialistas se interesan


en describir este proceso de “desestructuración” monárquica y surgimiento de nuevas
unidades políticas en el territorio americano. Un proceso de hondas repercusiones en la
región y de gran impacto para nuestro presente político, pues traza el camino para la
aparición de los Estados nacionales tal y como los conocemos hoy en día.

NACION Y REVOLUCION.

En el caso hispanoamericano, aunque las revoluciones terminaron por crear nuevos


países, es necesario recordar que los territorios contaban con formas de identificación
complejas y variadas, pues no existía un modelo de identidad nacional, como hoy lo
podemos entender. Eran identidades mucho más diversas y atomizadas, relacionadas,
por ejemplo, con el lugar de nacimiento, con las provincias y, solo en pocas ocasiones,
con los virreinatos. Así mismo, las formaciones de identidad variaban, pues en espacios
como el virreinato de Perú y de la Nueva España las delimitaciones administrativas se
habían superpuesto a las civilizaciones prehispánicas, mientras que en el caso de la
Nueva Granada (1739 de manera definitiva) y Rio de la Plata (1776) la fundación se hizo
de manera tardía y con propósitos especialmente comerciales y estratégicos.

1808. UNA CRISIS IMPERIAL.

El surgimiento de Napoleón como emperador vitalicio implicó un proceso de expansión


sin precedentes en la historia francesa, que condujo a la invasión de los dominios
españoles en 1808, lo cual generó una serie de eventos que llevaron a la desmembración
del imperio español y el surgimiento de las unidades políticas hispanoamericanas. Ante la
invasión y la ausencia del rey de España, pues fue apresado por Napoleón, las
revoluciones hispanoamericanas comienzan como un movimiento de fidelidad al rey,
como una solución temporal a su ausencia.
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La invasión napoleónica y la ausencia del rey obligaron a retomar una antigua tradición: el
llamado a juntas provinciales. En la tradición real, el monarca era la figura que permitía
articular los diferentes “pueblos” que componían el orden monárquico. Ante la ausencia
temporal del rey, las juntas permitían, en cierta manera, asumir la soberanía del territorio.
De este modo, en la Península y en las colonas americanas se convocaron juntas en
cabeceras urbanas y provinciales del imperio como Quito, Cartagena, Santa Fe, Santiago
y Caracas.

A finales de 1808 se instaló en Aranjuez la Junta Central y Gubernativa del reino,


proclamándose depositaria de la soberanía de los pueblos de la monarquía. Huyendo de
las tropas napoleónicas, la Junta se trasladó a Sevilla y, desde allí, exigió el
reconocimiento de su legitimidad a todos los “reinos y provincias de las indias”. En enero
de 1809, la Junta Central expidió un decreto en el que pedía a los virreinatos y capitanías
generales enviar nueve representantes a la Junta, uno por cada virreinato y uno por cada
capitanía general independiente. La Junta recordaba algo que las políticas de finales del
siglo XVIII habían tendido a dejar de lado: el reconocimiento de los territorios americanos
como “reinos” y no como colonias, como en el caso británico o el portugués hasta entrado
el siglo XIX en Brasil. Según el decreto de la Junta: “los vastos y preciosos dominios que
la España posee en las Indias no son propiamente colonias o factorías como los de otras
naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española”.

CRIOLLOS, REFORMAS Y RECLAMOS.

El pronunciamiento de la Junta Central al rechazar los territorios americanos como:


“colonias o factorías”, era, a la vez, un acto político tradicional y novedoso. Tradicional,
pues la fundación misma del Imperio español supuso la construcción de los espacios
americanos como virreinatos, y no como colonias, e implicó una gigantesca empresa de
reproducción del orden político a través de espacios urbanos, rituales y prácticas de poder
en los que la legitimidad del rey se reforzaba diariamente mientras que se actualizaba el
lugar de los territorios americanos como parte central de la monarquía. En este sentido, el
pronunciamiento de la Junta solo recordaba algo que había sido parte fundamental de la
dominación imperial.

El pronunciamiento de la Junta era a la vez novedoso, pues se alejaba de una manera de


concebir los territorios americanos que había empezado a tomar fuerza desde finales del
siglo XVIII en pleno auge de las reformas borbónicas, las cuales implicaban una gradual
transformación en la concepción de las posesiones americanas como “colonias”. Esta
transición fue vivida como un debate en torno a la igualdad de los criollos, quienes
asumían como portadores de los mismos derechos que los peninsulares.

JUNTAS, REYES AUSENTES Y RECLAMOS SOBERANOS.

Después de las primeras sesiones de la Junta Central, en 1809, comenzó un proceso de


proclamación de Juntas de autogobierno en los territorios americanos. En esencia, esto
significaba que las Juntas en América desconocían la legitimidad de la Junta de Sevilla,
pues argumentaban que si en la Península se podían convocar Juntas supremas también
era posible hacerlo en los territorios americanos, más aún cuando los representantes
americanos a la Junta habían podido llegar a la Península.

Las primeras Juntas de autogobierno aparecen de manera temprana en 1808 en México,


Montevideo y Chiquisaca y para 1809 en ciudades como Quito y la Paz. En 1810 el
llamado a juntas locales se intensifica y el problema de la representación de los
americanos en la Península se agudiza, dando lugar a la proclamación de juntas de
gobierno propias en Caracas, Cartagena, Buenos Aires, Santa fe, Monpox,y Santiago,
entre otras ciudades.

Al examinar los sucesos, se encuentra que las juntas no proclamaban la independencia


de las ciudades en mención de la Corona. Se asumía más bien como salidas temporales
a la crisis de la monarquía. Mucho menos declaraban la independencia de un “país”, pues
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la soberanía de la junta se extendía a los límites de la ciudad o provincia que


representaba. Se trató, entonces, de una sucesiva cadena de pronunciamientos de juntas
locales que, en grados distintos rechazaban la Junta de la Península y proclamaban su
fidelidad al rey Fernando VII. Además, los tipos de acuerdos entre autonomía,
independencia (de la Junta Central) y lealtad al rey variaban de acuerdo con las ciudades.
En algunas de ellas fueron más radicales y se proclamaba la independencia de la
Península simbolizada en la Junta; en otras, se enfatizaba más en el carácter temporal de
la Junta. En uno y otro caso se trató de un momento muy complejo de explosión de
identidades y filiaciones políticas, de formas de representación y legitimidad en juego y un
momento de gran volatilidad en el que los resultados y las posibilidades estaban en
constante cambio.

A partir de 1812 y 1813 se pasó de juntas de autogobierno provisionales a declaraciones


de independencia absoluta de las ciudades y su constitución en Estados soberanos.
Durante éste periodo se presentan numerosas disputas entre ciudades, villas y gobiernos
provinciales. Esta fue una época de ensayos republicanos, negociación y confrontación
entre distintos tipos de soberanías, pues estaba en juego la construcción de la legitimidad,
es decir, de una autoridad percibida como legitima.

DE LA REVOLUCION A LA INDEPENDENCIA.

Después de varios reveses en el campo militar y diplomático, Napoleón libera al rey


Fernando VII quien retorna a la Corona en marzo de 1814. Dos años antes, las cortes
reunidas en Cádiz, solo con algunos representantes americanos, habían expedido una de
las constituciones más liberales de su época, estableciendo los principios de sufragio
universal, soberanía nacional, monarquía constitucional y libertad de prensa. En esta
Constitución, que no se llevó a la práctica en ese momento, pero que sirvió de modelo a
constituciones en Europa y América posteriormente, se reconocía en el primer Artículo
que “la nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios”. Aunque la
Constitución reconocía los derechos de los españoles nacidos en América y de las
poblaciones indígenas, su posición sobre las personas de origen africano era ambigua.

De todas formas, se trataba de un proyecto que buscaba balancear la fuerza de un


gobierno monárquico con las ideas liberales.

Con la vuelta al trono de Fernando VII, el proyecto liberal de la corte de Cádiz fue abolido
por el rey que reinstaló la monarquía absoluta y se propuso reconquistar las posesiones
ultramarinas. Se trató de un cambio de tono radical con respecto al interés de la
Constitución de Cádiz en negociar y conciliar la posición de los territorios americanos.
Este momento marcó un rumbo definitivo en el paso de la revolución a la independencia,
pues las tropas del trono español desencadenaron una violencia sin precedentes.
Asedios, fusilamientos, escaramuzas y batallas campales marcaron el rumbo de la
confrontación y le imprimieron, de manera indeleble, el sello de lucha contra el trono
español.

Fernando VII lanza, así, una expedición para recuperar las posesiones americanas desde
los territorios del antiguo virreinato de Nueva España hasta los de la capitanía de
Santiago, al sur del continente. Cabe decir que no se trataba simplemente de un ejército y
una retoma externa sin adeptos al interior de las nuevas y múltiples unidades políticas que
habían sido creadas entre 1810 y 1814. Varias disputas entre ciudades y cabeceras
municipales alrededor de la legitimidad del rey, fueron la característica del periodo. Se
insistía, entonces, que, si el movimiento de las juntas había surgido como forma temporal
de gobierno debido a la ausencia del rey, con el regreso de Fernando VII la monarquía
había sido restituida. Por otro lado, los líderes de las juntas veían imposible tal regreso a
la monarquía. La soberanía de villas, ciudades y provincias ya se había reconstruido a
partir de cuerpos colegiados y sistemas republicanos y no era posible tal regreso al brazo
monárquico.
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La violencia desencadenada por el interés real de recuperar los territorios inició una fase
de guerra abierta entre las tropas españolas y los ejércitos americanos, ya identificados
con la consigan patriótica como lucha de independencia. Buena parte de nuestras
imágenes más frecuentes sobre las independencias y las gestas históricas de Bolívar,
José de San Martín, Bernardo Ohiggins y José María Morelos, entre muchos otros,
provienen de este periodo. Igualmente, nuestras imágenes de la grandes batallas,
campañas y confrontaciones, de acciones como las de Policarpa Salavarrieta, en la actual
Colombia y Juana Azurduy en los territorios actuales de Perú y Bolivia, hacen parte de
este momento de luchas militares, tomas y resistencia heroica.

Después de una larga de cadena de confrontaciones militares de distinta escala, la batalla


de Ayacucho, en 1824, marcó el fin de las acciones militares. Esta batalla, de gran valor
simbólico por la dificultad del terreno y por el líder del ejército unido, el mariscal Antonio
José de Sucre, es una de las más recordadas. De igual forma, la ayuda internacional, en
este caso británica, fue esencial en la consolidación de la independencia de los territorios
americanos. El mismo Simón Bolívar consideró fundamental el apoyo internacional y en
busca de este llegó a Kingston (territorio inglés), en donde redactó su famosa CARTA DE
JAMAICA, en 1815. La Corona inglesa, en su interés por debilitar de manera definitiva al
imperio español, apoyó también con dinero y armas a los rebeldes americanos. Una vez
consolidada la independencia, el reconocimiento internacional fue primordial en la
legitimación de las nuevas unidades políticas. Los primeros en hacerlo fueron Estados
Unidos (1822) e Inglaterra (1824). España empezaría a reconocer los nuevos Estados con
la muerte de Fernando VII en 1833.

Las revoluciones

para
Procesos de
son
desestructuración del
El mundo hispanoamericano referente monárquico en
los territorios americanos
Se activan por
La invasión napoleónica

Que para

El caso español llevó al encarcelamiento El caso portugués, obligó al rey a


del rey y generó la creación de una Junta fugarse en Brasil con toda su corte
Central en Sevilla y gobernar desde Río

que lo que

Desembocó en la formación de juntas Convierte a Brasil en parte del imperio


autónomas en las colonias fieles al rey y le da tratamiento de igualdad
ausente
lo cual cambia
lo cual cambió
Cuando el rey regresa a Portugal y
Ante el regreso de Fernando VII, que inició un deja a su hijo como regente, pues le
proceso violento de reconquista de los quita autonomía, por lo que se
territorios americanos, dando pie a procesos declara independiente de Portugal
definitivos de independencia.
INSTITUCIÓN EDUCATIVA POLITÉCNICO ÁLVARO GONZÁLEZ SANTANA
Dirigida por los Hermanos De La Salle

GUÍA DE APRENDIZAJE GA-GAP-F-15


Vigente desde: 30/03/2017

FECHAS DE INDEPENDENCIA:

MEXICO 1821

PROVINCIAS UNIDAS DEL CENTRO DE AMERICA (DISUELTA EN 1823


1839)
HAITI (REPUBLICA DOMINICANA DECLARA SU INDEPENDENCIA DE 1803
HAITI 1844)

NUEVA GRANADA 1819

BRASIL 1822

PERU 1821

BOLIVIA 1825

PARAGUAY 1811

PROVINCIAS UNIDAS DE LA PLATA 1816

URUGUAY 1828

CHILE 1817

Actividad final.

1. ¿Qué es una colonia y que es una metrópoli?


2. ¿Qué significa ser independiente?
3. ¿Cuál es el papel del escrito o panfleto de Thomas Paine? Explique en seis
renglones.
4. ¿Qué diferencia hay para ti, entre revolución e independencia? Explique en 8
renglones.
5. Se dice que las naciones fueron resultado de los procesos revolucionarios y no su
causa. ¿A qué se refiere? Explique en 10 renglones.
6. Dibuja un mapa de los Estados Unidos tal y como lo conoces hoy en día. Identifica
en él las trece colonias que se independizaron de la Corona Británica.

NOTA: DESARROLLAR LA ACTIVIDAD NÚMERO UNO EN EL CUADERNO, A MANO, BUENA LETRA, BUENA
TINTA ESFERO, ENUMERAR SEGÚN SE INDIQUE, ETC.

NO ENVIAR NINGUN PUNTO POR AHORA, ESPERAR INDICACIONES. (A EXCEPCIÓN DE LOS ESTUDIANTES
QUE NO TIENEN CONECTIVIDAD).
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Dirigida por los Hermanos De La Salle

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