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Resumen
El presente artículo analiza el mapa normativo resultante de la reforma
laboral de la Ley Nº 20.940, dentro de cuyas coordenadas deberá moverse la
negociación colectiva y la huelga. El resultado puede explicarse en dos grandes
dimensiones. Por un lado, la reforma contempla solo dos modalidades de
negociación colectiva: reglada y voluntaria, cuya diferencia central se encuentra
en la obligatoriedad de la negociación. Por otro, presenta un derecho de huelga
adscrito a la negociación colectiva reglada y sujeto a sus prescripciones, y un
derecho huelga que deriva, directamente, de la Constitución Política de la
República. Este último no operará como una etapa al final del procedimiento
de negociación, sino que cumplirá una función jurídica distinta: actuará
como un mecanismo de presión legítima a el o los empleadores, o a sus
asociaciones gremiales, con el propósito de que, efectivamente, se establezca un
proceso de negociación colectiva de trabajo en condiciones de equilibrio entre
las partes.
Abstract: This paper analyses the legal framework resulting of the Labour
Reform of Law N° 20.090, where the collective negotiation and strike shall
1
Abogado, profesor de Derecho del Trabajo, Facultad de Derecho, Universidad Diego Portales,
República Nº 105, Santiago de Chile, correo electrónico: jose.ugarte@udp. cl.
Introducción
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En segundo lugar, el derecho colectivo que queda vigente después de
la publicación de la Ley N° 20.940, pone a la huelga como una herramienta
fundamental en todos los procesos de negociación colectiva previstos y regulados
en el Código del Trabajo —salvo excepción expresa—.
Con esto, como sugeriremos, se pone a tono la regulación legal con el
reconocimiento de la huelga como derecho constitucional.
Revisemos ambas cuestiones.
2
Para una revisión crítica de la regulación legal de la negociación colectiva en el Código del Trabajo
desde la perspectiva de la libertad sindical, ver Caamaño, Eduardo y Ugarte, José Luis, Libertad
Sindical: un enfoque crítico, (Legal Publishing), 2009, p. 31 y ss.
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una específica posición pasiva impuesta por ley: la obligación de llevar adelante
un proceso efectivo de negociación colectiva planteado por una presentación
formal del sindicato, en conformidad a las reglas legales.
Por lo mismo, no cuentan como modalidades de negociación reglada u
obligatoria —nadie nunca lo ha sostenido así— aquellas modalidades especiales
de negociación previstas por el Código del Trabajo —antes y después de la
reforma—, donde el empleador carece de la obligación de negociar, efectivamente,
con los trabajadores, ya sea porque esa obligación no existe en absoluto, o
bien porque la ley permite al empleador responder sencillamente que no va a
negociar colectivamente.
Entonces, y de este modo, se cuentan como expresión de forma de negociación
colectiva voluntaria las modalidades previstas en el Código del Trabajo que,
después de la reforma, se denominan voluntaria o no reglada con sindicato
de empresa (artículo 314 del Código del Trabajo) o sindicato inter-empresa
(artículo 364 del Código del Trabajo); la negociación colectiva de trabajadores
eventuales, de temporada y de obra o faena transitoria (artículo 365 del Código
del Trabajo); y, la negociación colectiva de confederaciones y federaciones
(artículo 408 del Código del Trabajo).
Queda, en cualquier caso, una duda dando vueltas: ¿en qué situación
legal quedan las eventuales coaliciones de trabajadores que no constituyen
un sindicato?
La expulsión del denominado grupo negociador del Código del Trabajo,
no significa que las coaliciones de trabajadores dejen de existir jurídicamente.
Podrán subsistir en la aplicación directa tanto del derecho de libertad de
asociación (artículo 19 numero 19), como del derecho a negociar colectivamente
(artículo 19 numero 16), ambos reconocidos constitucionalmente. Esto significa
que los acuerdos suscritos por coaliciones de trabajadores no constituidas como
sindicatos tienen validez jurídica, la que deriva del derecho constitucional de
negociación colectiva y cuya titularidad recae en los trabajadores organizados
colectivamente —en este caso, a través de una coalición—. Como se trata de
una proyección directa de la norma constitucional, es necesario que en su
reconocimiento quede acreditado que se trata de una coalición efectivamente
representativa de los trabajadores, y no un mero artificio del empleador para
representar sus propios intereses.
Pero ese acuerdo, que es jurídicamente válido, no constituye un instrumento
colectivo de los que se refiere el Código del Trabajo y, en consecuencia, no
produce los efectos propios que la ley le asigna a esos instrumentos.
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16 de la Carta Magna, del derecho constitucional de la negociación colectiva,
implica —como contenido funcional y necesario de la misma— la herramienta
básica de presión de los trabajadores representada por la huelga.5 Y, por último,
la huelga es clave para la realización del principio de protección del trabajo
previsto en el artículo 19, número 16, párrafo primero de la Constitución,6 en el
entendido que la organización sindical tiene como uno de sus fines legítimos
la protección de los trabajadores como categoría de sujetos sometidos al poder
privado del empleador.
En ese sentido, por las diversas vías señaladas, la huelga como derecho
fundamental expresa el reconocimiento en el orden constitucional chileno
de su valor como expresión del “mecanismo de presión” más relevante con el
que cuentan los trabajadores insertos en una relación de poder, como es la que
da lugar el contrato de trabajo. Se suele sostener que la huelga corresponde
a un derecho que se “perfecciona con la provocación colectiva de un daño,
premeditado e inevitable al empresario”, agregándose que “implica el propósito
deliberado de provocar una lesión económica —y ocasionalmente moral— al
titular de los medios de producción”.7
En rigor, y desde el punto de vista de los efectos de su ejercicio para el
empleador, el derecho de huelga más que un derecho de daño corresponde
a un derecho de presión. Ello porque lo que se reconoce jurídicamente como
relevante no es la provocación de un daño efectivo al empleador, sino el hecho
de poner en manos de los trabajadores una herramienta de presión relevante
sobre los destinatarios del ejercicio de ese derecho.
Se trata de un rasgo hoy generalizado en el derecho contemporáneo. La
huelga ha escalado —básicamente desde la segunda mitad del siglo veinte— al
espacio jurídico más relevante en el tránsito del Estado Liberal de derecho al
Estado Social de derecho. Ese tránsito deja, como resultado, la incorporación
en el catálogo estándar de derechos con reconocimiento constitucional a la
huelga, la que décadas antes era considerada como un hecho ilícito.
5
Refuerza el carácter de derecho fundamental en el derecho chileno su reconocimiento expreso
en diversos tratados internacionales. Como sostiene Irureta “ese reconocimiento no solo emana
de los Convenios N°87 y 98 de la Organización Internacional del Trabajo; también el Pacto
Internacional de Derechos Sociales, Económicos y Culturales lo acoge en la letra d.) del artículo
8.1. Irureta, Pedro, Constitución y Orden Público Laboral. Un análisis del art.19 Nº16 de la Constitución
chilena, (Colección de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Alberto Hurtado), 2006, p. 198.
6
Gamonal, Sergio, “El principio de protección del trabajador en la Constitución chilena”, Estudios
Constitucionales, N°1, (Centro de Estudios Constitucionales de Chile UTAL), 2014, p. 425-458.
7
García, Héctor, Tratado de Derecho Colectivo del Trabajo, cap. El derecho de huelga, (La Ley),
2012, p.559. La huelga implica, agrega ese autor, “un derecho a dañar garantizado al más alto
nivel normativo”.
8
Respecto del contenido de la huelga como principio constitucional ver Ugarte, José Luis. “Teoría
del derecho de huelga, constitución y contenido protegido”, en Revista Trabajo y Derecho, N° 23,
(Wolters Kluwer), 2016, p.23-38.
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Conclusiones