Está en la página 1de 6

II.

INICIACIÓN Y DESARROLLO DEL PROBLEMA

ANTROPOLÓGICO: LOS SOFISTAS Y SÓCRATES.

El destino del hombre y el problema moral en el mito.

Pero ya antes de los problemas cósmicos (como se ha visto) el pensamiento


griego había empezado a plantearse los problemas de la vida humana, extrayendo
precisamente de ellos los primeros conceptos directivos de la concepción del
mundo. Entre estos problemas de la vida comienza a aparecer, ligado a la religión
y al mito, el del destino del hombre, que HOMERO presenta sujeto, mucho más
que a la mudable voluntad de los Dioses particulares, a la inflexibilidad de la
fatalidad: sin embargo, paralelamente a esta concepción, surge ya en él el
problema de la relación entre los males de la vida y las culpas de los hombres, y
la idea de una responsabilidad de la voluntad humana se opone de esta manera a
la otra, que también en su obrar el hombre es juguete de la voluntad de los Dioses
o de la Fatalidad. Con la idea de la responsabilidad humana se vincula en
Homero justamente la de la sanción divina que castiga a los hombres durante su
vida mediante calamidades de toda especie: pero en el mito de las tres sombras
penitentes (Ticio, Tántalo, Sísifo), brilla en Homero también un concepto de
correspondencia de la suerte eterna al mérito, o sea de una sanción divina en una
vida de ultratumba. Semejante retribución de los méritos y de las culpas la coloca
HESÍODO aun en la vida presente, con la representación de Zeus, que distribuye
premios y penas inspirado por su hija, la Justicia. Pero en las creencias del siglo
siguiente, el mito de las Erinias castigadoras hace oscilar la sanción de las culpas
humanas entre la vida terrenal y la infernal; y, en fin, con la difusión de la
religión de los misterios órficos, se llega a una concepción neta de una vida de
ultratumba, por la oposición establecida entre el alma (demonio), inmortal y
divina, y el cuerpo, su cárcel y tumba: la vida verdadera es buscada más allá de la
muerte; el problema del destino último se hace predominante. Como todo en el

mundo es concebido sujeto a un eterno retorno cíclico, así también el alma es


considerada, por los órficos, sujeta al ciclo de los nacimientos (transmigración)
por un pecado original, del cual sólo puede liberarla una larga expiación
purificadora.

La antítesis de alma Estas concepciones, aceptadas y cuerpo, también por varios


de los fi-

sensibilidad e in- lósofos recordados (quizá ANAtelecto. XIMANDRO,


ciertamente los PI-
TAGÓRICOS, HERÁCLITO,

EMPÉDOCLES), desarrollan el concepto de un alma opuesta al cuerpo; y puesto


que la sensibilidad aparece ligada al cuerpo y el intelecto al alma, así la reflexión
sobre los problemas de la vida y del destino del hombre, contribuye también ella
a desarrollar esa oposición entre las dos fuentes y formas de conocimiento
(sensibilidad e intelecto), que también la reflexión sobre el problema del ser
suscita y, como se ha visto, hace afirmar netamente por PARMÉNIDES.

Pero los problemas más acentuadamente humanos, aunque apareciendo


meditados en forma de sentencias por los Siete Sabios y por los poetas gnómicos
—que enseñan particularmente el principio de la limitación humana y la
exigencia de la medida y una visión pesimista de la vida—, permanecen en
segunda línea en las doctrinas de los filósofos, hasta que, en el siglo V, nuevos
factores históricos intervienen para convertirlos en preponderantes.

Ya antes, el desarrollo del tráfico Del naturalismo al humanismo: los y de las


colonias, al poner a los

Sofistas. griegos en contacto con ideas y costumbres muy diversas, los

impulsa a la confrontación y les plantea el problema del valor y de

17

los fundamentos de las creencias y de las leyes. Pero todavía más a mediados del
siglo V estos problemas se desarrollan y llegan a ocupar el centro de las
discusiones filosóficas. Como consecuencia de las guerras persas, que habían
llamado a participar en el sangriento esfuerzo a clases más vastas, excluidas
anteriormente del gobierno del Estado, se tiene, especialmente en Atenas, una
acentuación de la constitución democrática, que confiere creciente vigor a los
intereses y a los problemas prácticos. En las asambleas y en los tribunales,
órganos esenciales de la vida pública, las discusiones jurídicas y morales
adquieren una importancia tan grande que hacen sentir, a los que quieren
sobresalir, la necesidad de una preparación y conquista de habilidades: necesidad,
por ello, de maestros de cultura, que la nueva condición histórica hace surgir y
ejercer un papel necesario a la sociedad, ello es, la preparación de la clase
política y dirigente.

Y así se produce la aparición de los SOFISTAS, maestros vagabundos de los


jóvenes burgueses que les pagan la enseñanza, y de aquí también el carácter
humano y político de los problemas agitados por ellos con preferencia. Del
naturalismo se pasa al humanismo.

Relativismo y es- El mayor de los sofistas, PROcepticismo: Protá- TÁGORAS


(480 - 410), enseña la goras y Gorgias. relatividad del conocimiento: el hombre
es la medida de todas las cosas; para cada uno es verdadero aquello que le parece
a él, y de acuerdo a sus mudables condiciones, por lo cual, no existe un

criterio absoluto de verdad, para distinguir lo verdadero de lo falso, sino que


solamente puede haber un criterio relativo de utilidad. Existe un nú-

18

mero igual de opiniones como de hombres que viven, y cuando estas opiniones se
refieren a las normas de su conducta civil, la opinión que prevalece, o sea la de la
mayoría, se convierte en opinión de la ciudad, es decir, la ley, la cual es, pues,
una simple convención, variable según los lugares, las épocas y los intereses.

También GORGIAS (484 - 375?) concurre a la exclusión de cualquier criterio


absoluto, con las tres tesis de su libro Sobre la naturaleza o sea el no-ser: Nada
existe, y aun en el caso de que algo existiese, sería incognoscible; y aun cuando
algo fuese cognoscible, el conocimiento sería incomunicable.

Naturaleza contra Pero contra tales tendencias convención: Calicles, escépticas,


otros sofistas afir-

Hipias, Anti fonte, man la existencia de un crite-

Pródicos. rio absoluto, jurídico y

moral, con el concepto de una ley natural, constante, opuesto al concepto de


PROTÁGORAS, de que la ley es convención variable. Para algunos esta ley de
la naturaleza es el derecho del más fuerte (que es la clase dominante para
TRASÍMACO, y es el superhombre audaz y tirano para CÁLICLES) ; para otros
(HIPIAS y ANTIFONTE) es principio de igualdad y fraternidad humana por
encima de las diferencias de naciones y de clases.

Semejante concepción de leves no escritas y eternas (naturaleza), opuestas a las


leves escritas y mudables (convención), se vincula en algunos sofistas con una
concepción severa de la vida, en la cual el bien y la virtud están identificados con
el trabajo y la conquista fatigosa, opuesta a los atractivos del vicio y la molicie; y
en estos conceptos, los sofistas ANTIFONTE y PRÓDICOS (que floreció en
430), no estan alejados de la elevación moral de la que se convierte en maestro
SÓCRATES.

Sócrates: la igno- SÓCRATES (469-399) se opone rancia y el examen. a los


sofistas por su concepto de la enseñanza como misión

(que la deriva de una

inspiración religiosa, por la cual hasta afronta la muerte), por su método y por las
teorías sobre el conocimiento y la moral. En contra de la pretendida sabiduría de
los sofistas, él proclama la necesidad de conocerse a sí mismo, de adquirir
conciencia de los límites y de la consistencia verdadera del propio saber: su
sabiduría (dice) no está en el saber más cosas que los otros, sino en el saber de no
saber, mientras que los otros creen saber lo que no saben.

Esta conciencia de la propia ignorancia —o sea de los problemas subyacentes


irresueltos bajo la ilusión de poseer la solución— él quiere comunicarla a los
demás para purificar sus almas del error, fuente de toda culpa. Por eso su
enseñanza es un continuo examen de sus interlocutores, perseguidos con
preguntas por él que, fingiendo querer aprender de ellos, se convierte
verdaderamente en su maestro.

Refutación y ma- He aquí su método de invesyéutica. tigación (la así llamada


ironía socrática), que tiene dos aspec-

tos: 1) negativo o crítico: la refutación de los errores y de la presunción de saber


de los demás, a quienes hace sentir el vacío de la pretendida ciencia vulgar y
sofística, y así purifica el intelecto; 2) positivo o constructivo: la mayéutica, o sea
el arte (que él dice haber aprendido de su madre, partera) de llevar la mente de
sus interlocutores a dar a luz las ideas de que subyacen

20

en el fondo de la razón humana sin que ella se dé cuenta: las interrogaciones


sagaces de Sócrates, por las sugestiones que ofrecen, sin parecerlo, las llevan

a la luz, con sorpresa por parte de quien es conducido a expresarlas por medio de
aquéllas.

Ciencia de los En esta purificación espiritual conceptos y virtud. lo que interesa


es el problema ético. Las cuestiones físicas no son objeto de la investigación
de Sócrates, sino las morales, en las cuales él trata de establecer la esencia
universal y permanente, pensando que no es posible poseer ciencia de lo
mudable, sino sólo opinión falaz. Por eso, con la inducción, él trata siempre de
obtener de los ejemplos particulares el concepto universal, en el cual se hallen
comprendidos todos los casos particulares, y quiere determinarlo por medio de la
definición. El valor de esta ciencia de los conceptos, para él está en el hecho de
que la virtud se identifica con la ciencia. Aquel que se ha formado el hábito de
conocer y evaluar el bien y el mal, en cada caso busca el primero y huye del
segundo: nadie peca voluntariamente; toda culpa proviene de ignorancia, o sea,
no es sino error. Y por ello la educación debe tender a iluminar las mentes,
purificándolas de los errores, porque cuando los hombres se han hecho
conscientes, también se han convertido en virtuosos.

Virtud y felicidad. Ahora bien, para Sócrates los

Las leyes. virtuosos son también felices: el hacer el bien es también vivir

bien: es intrínseca a las leyes morales una sanción natural, por la cual el bueno y
justo es feliz y el malvado o injusto es infeliz. Pero el bueno y el justo, según
Sócrates, no tienen en cuenta solamente el beneficio y la

21

felicidad propias, sino también el propio perfeccionamiento y el ajeno, y en ello y


en la acción desinteresada e inspirada por el amor, encuentran la más alta
satisfacción interior y la mayor aproximación a lo divino.

En cambio, la injusticia representa el mal y la infelicidad mayores, porque no


sólo convierte en peor (y por ello peligroso al injusto) a quien la recibe, sino más
aún porque mancha de la peor manera el alma del que la comete. De ahí que para
Sócrates es un mal menor recibir que cometer injusticia: y cometerla, o sea violar
las leyes, es faltar a una especie de pacto que todo ciudadano ha contraído con las
leyes patrias, de las cuales goza los beneficios, y por ello se empeña en mantener
el respecto y la observancia de ellas.

A este principio, Sócrates le ha

El alma y Dios. rendido homenaje con el rechazo a sustraerse a la condena a


muerte: que no lo atemorizaba tampoco porque él tenía fe en la inmortalidad del
alma y en una vida futura, y en una Divinidad o Inteligencia Suprema que lo
gobierna todo tal como el alma gobierna al cuerpo. La existencia de Dios le
parece demostrada por hallarse todo en el mundo adecuado a un fin, y ser por ello
revelación de una providencia e inteligencia divinas, que él concibe omniscientes
y omnividentes, a las que no les pasa inadvertido ninguno de los actos o de los
pensamientos humanos.

También podría gustarte