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PRESENTACIÓN DE EL LLANO EN LLAMAS

POR JUAN CARLOS SALAZAR VIDALES

Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre; en las ramas altas, lejanas; en
las ramas que están junto a nosotros, se oye.
Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba.
Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua.

Clara: corazón, rosa, amor...


Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña.
Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida; como se va la muerte de la
vida.
Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida.

Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara.


No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba. Y un corazón que sabe y que presiente
cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada.
¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara?

He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada.
Lo han aprendido ya el árbol y la tarde... y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en
las espigas de los trigales. Y lo murmura el río...

Clara:
Hoy he sembrado un hueso de durazno en tu nombre.

Guadalajara, Octubre de 1944


Juan Rulfo

Es verdaderamente difícil hacerle justicia al trabajo presente y colocarlo en el territorio de las


nociones precisas o adjudicarle un método que deje fuera de esta investigación todo lo que
contamina el proceso de obtener enunciados verdaderos. El terreno en la que se mueve dicha
exploración es en el de la especulación y, claramente, en el de la historia. Se ha dicho que los
acontecimientos históricos son, más que otra cosa, datos que hacen interesante este tema o aquel
otro, pero aquí la relevancia histórica convierte los datos interesantes en los acontecimientos
significativos en los que se formó este o aquel autor, y saber cómo una cosa llego a ser como es, es
el modo con el que se rige el presente trabajo.

Aproximadamente a sesenta y siete años del conocimiento de la obra de Rulfo, hoy,


nuevamente, se trae al momento presente. ¿Cómo es que recibimos su obra? ¿qué percepciones nos
regalan las palabras escritas por el literato mexicano? Para esclarecer nuestra sensibilidad ante la
obra de este autor, quiero hablar de los cuentos correspondientes a esta sección de la clase. Los
cuentos escogidos fueron dos: Diles que no me maten y Luvina.

El cuento Diles que no me maten, versa de manera general, del fusilamiento de Juvencio
Nava, el hombre que mató a Don Lupe Terreros. Durante la narración nos encontramos con Justino
Nava, hijo de Juvencio, pero a más de los hombres, nos encontramos con otros personajes
principales que no requieren de un cuerpo en específico. ¿Qué es del pasado que se vuelve presente,
incluso al pasar los años? Podríamos, toda una vida, alejarnos de los momentos en los que nos
vimos envueltos, pero llega el momento en el que la montaña hecha de tiempo perdido cae sobre
nuestros hombros. O, ¿no será, mejor dicho, que el pasado es el que nos sostiene para lograr vivir?

Este cuento, especialmente hecho de tiempo, olvido y muerte señala de manera profunda el
modo en el que el hombre tiene, forzosamente consigo sus quehaceres ya hechos, pero incluso, con
los actos de quienes no somos nosotros. El pasado, la tradición, ¿nos coloca de anticipo un peso con
el que, sin saberlo, cargamos toda nuestra vida? A raíz de esta pregunta deseo mostrar lo que Rulfo
mantuvo en sus espaldas a lo largo del tiempo. Para comenzar no perteneció a la clase que retrató
muchas veces en sus cuentos; su abuelo poseía una hacienda de tamaño considerable. Su infancia
estuvo marcada por la muerte: el asesinato de su padre cuando Rulfo apenas tenía seis años y el
fallecimiento de su madre cuando cumplió diez.

Rulfo se enamoró de Clara, una mujer mucho más joven que él. Cuando el futuro escrito
conoció a Clara ella contaba con apenas doce años. Juan tuvo que esperar a que Clara fuera mayor
para siquiera escribirle cartas. El grandioso cortejo se llevó a cabo mediante cartas largas y
extensamente amorosas. Una muestra de la expresión de Rulfo a Clara la he leído al comienzo de
este trabajo. Incluso, sin ser las cartas una obra considerada fundamental, se puede notar cómo los
elementos en el mundo no tienen un significado escaso ni una interacción gris con el hombre, sino
que para Rulfo el mundo natural está siendo cómplice del cariño, de la presencia de Clara en su
vida.
De este modo me acerco al siguiente cuento, llamado Luvina. La muerte y el olvido son
sierras recorridas por Rulfo, y cualquier lector podrá darse perfecta cuenta de esto. Sin embargo,
también nos encontramos con un autor sensibilizado ante la naturaleza, como antes lo he
mencionado. Si el cuento Diles que no me maten es un cuento hecho con palabras hechas de tierra
caliente, junto con montículos de pequeñas gridas y gotas de sangre derramadas encima, Luvina es
un cuento que sale del viento, de la cima del monte, de la lejanía apenas visible. La ensoñación, las
imágenes difuminadas por el viento espeso y el movimiento son las sensaciones que llegan a
experimentarse con cuentos estos.

Dibujado en mayor o menor medida los cuentos de Rulfo, quiero especular, ¿por qué no hay
relatos en las grandes urbes? ¿a una indiferencia y desconocimiento? No me parece que sea el modo
adecuado de responder. Tampoco sus cuentos, según entiendo, son una reivindicación de los
pueblos originarios a modo de muestra documental. Rulfo vivió sintiendo la sed que siembran las
largas caminatas por el puriente sol, o el viento polvoso que se impregna en el alma y ensucia la
cara, experimentó lo que era que la naturaleza rigiera el quehacer de los hombres y no al revés. Por
ende, para complementar mis exploraciones hemos decidido mi compañera Karen y yo, mostrar la
serie de fotografías tomadas por Rulfo.

Con las fotografías de Rulfo, nos parece, podemos mostrar hacia dónde dirigía él su mirada.
Mostrar con gran facilidad qué era de gran significatividad para él, qué veía, qué no veía, que
apreciaba, que quitaba de su mirar. Sus fotografías y su literatura, aun como géneros distantes, son
originados por la misma voluntad creadora que es Rulfo. Con sus negativos degustamos una mirada
que se extiende lejana, amplia, casi con deseo de lo infinito. Las fotografías de Rulfo nos presentan
un tiempo lento, a su vez que cada fotografía tiene su propio ritmo, su configuración no sólo de
encuadre y contenido, sino además de espesor y ligereza.

Para terminar, hemos decidido incluir en esta clase la lectura del cuento de Luvina, pero
leído por Juan Rulfo. La lectura lenta del escritor y fotógrafo mexicano, llena de entonaciones
salidas del río de la montaña, nacidas del cactus en medio del ambiente desértico nos regalan,
nuevamente, lo que es la experiencia particular de Rulfo. De este modo, a más de acercarnos a una
novela y cuentos escritos por el autor en cuestión, también hemos apreciado su visión y su voz.
Quizá esto parezca apenas una muestra que se le podría llamar estética, pero a mi modo de ver, su
escritura, su modo de ver y hasta su modo de leer nos dice algo a nosotros de su forma de vida, de
lo que es el hombre en su particular formación. ¿Nosotros estamos en familiaridad con la visión o
lectura de un autor como el que corresponde aquí, o estamos extrañados, pues estamos más
cercanos al concreto gris y a las palabras sin consistencia dichas todas a un ritmo jactado de
“moderno”?

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