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Joaquín E.

Meabe

Instituto de Teoría General del Derecho (ITGD)


Cátedra de Filosofía del Derecho
Facultad de Derecho – UNNE
Tucumán 644
CP 3400 - Corrientes
Argentina
jmeabegigaredcom@gmail.com

Platón y los Guaraníes


en la reconstrucción histórica
de José Manuel Peramás
1.- Introducción.

La obra de José Gabriel Peramás De Administratione guaranica


comparate ad Republicam Platonis commentarius (Acerca de la
Administración guaranítica comparada con la República de Platón y su
comentario) constituye un hecho notable y quizá único en el que se
relacionan de manera puntual las doctrinas de Platón con un ejemplo
concreto de organización histórica; y, eso de por sí justifica su atento
estudio, más allá del notorio interés que ofrecen sus informes de cara al
conocimiento de ese formidable experimento de ingeniería social de las
Misiones Jesuíticas.

Por otra parte, la obra de Peramás permite abordar de modo concreto la


relación del programa del filósofo con el dispositivo concreto de
dominación y su eventual vínculo con el derecho y la justicia del más
fuerte; y, solo por eso, no se debería prescindir de su análisis en aquel
terreno temático (cf.: Meabe, 1994). Justamente, en esa línea de
investigación vamos a ocuparnos aquí, en forma sinóptica, del estudio de
esa obra que servirá para una mejor inteligencia de la historia de los
sistemas de pensamiento en la última etapa de nuestra Vitoria colonial.

2.- Perfil biográfico de Peramás.

José Manuel Peramás nació en Mataró, Cataluña, en 1732 y murió en


Faenza el 23 de mayo de 1793. De niño fue llevado a Cartagena para
recibir instrucción con los jesuitas, a cuya orden se incorporó, pasando
después a Tarragona, luego a Marensa y finalmente a Zaragoza donde
inició sus estudios de filosofía que concluyó en la Universidad de
Cervera. En 1754 solicitó que lo enviaran a las Misiones del Paraguay.
Llegó al Río de la Plata en 1755 y en 1758, luego de ser ordenado
sacerdote, se trasladó a San Ignacio Miní. Vivió en las Misiones hasta la
expulsión de los jesuitas en 1767. Obligado a retorna a Europa se instaló
en 1868 en Faenza donde residió el resto de su vida dedicándose a
enseñar y escribir. De su producción intelectual, además de la obra que
aquí analizamos, se pueden mencionar De invneto novo orbe de 1777, De
vita et moribus sex sacerdotum de 1791 y De vita et moribus trecedim
virorum paraguayoroum que estaba en prensa en mayo de 1793 cuando
se produjo su muerte.

3.- Antecedentes y detalle de la obra.

Peramás escribió en latín la obra que estamos examinando, en su exilio


en Faenza (Italia) y la publicó allí, por primera vez, en 1793, el año de su
muerte, con el título de De Administratione guaranica comparate ad
Republicam Platonis commentarius. La obra consta de una Introducción
(19-20 [las páginas que aquí se indican corresponde a la edición
traducida por Juan Cortés del Pino y presentada por Guillermo Furlong
que se detalla en la bibliografía]). Luego el texto se desagrega en XXVII
capítulos a los que se anexan un Epílogo de las Comparaciones (201-
202), un Apóstrofe a los Filósofos Liberales (203-218) y un capítulo final
de Conclusión (219-221). La edición que utilizamos incluye además un
Plano de La Candelaria (entre pags. 22 y 23), al que, de acuerdo al texto,
se ajustaban en sus líneas generales los restantes pueblos guaraníes. En
cada capítulo de la obra Peramás desdoble la exposición en dos partes.
En la primera, titulada simplemente Platón, resume las opiniones del
filósofo sobre el asunto tratado y en la segunda, titulada Los Guaraníes

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explica como se aplicaron esas doctrinas en la Misiones. La obra está
ordenada de manera uniforme en párrafos sucesivos numerados de 1 a
344. Las citas de Platón no son textuales sino adaptadas por el autor que
continuamente interpreta lo que a él le parece que es el pensamiento del
filósofo.

Introducción.

La Introducción consta de 6 párrafos: Al inicio hace el elogio de Platón


y desliza una decidida censura a los filósofos modernos a los que
denomina dementes y rebaño de epicúreos, por que, de acuerdo a nuestro
autor, están impregnados de odio a las instituciones tradicionales que él
considera santas (§1).

Luego sostiene que frente a las falsas instituciones de la época en que


escribe, que no podría en su opinión ser aprobadas por los sabios, porque
son contrarias a la religión y a la felicidad pública, sobresale la república
imaginada por Platón a la que no se puede comparar ninguna de las
existentes en Europa. Y a renglón seguido se pregunta si existió alguna
vez en el mundo y, de inmediato, contesta que entre los indios guaraníes
de América se realizó, al menos aproximadamente, la concepción
política de Platón (§2).

Señala luego que todo lo que va decir en la obra está intimamente ligado
a la Religión Cristiana (§3) y describe el método de trabajo ya descripto
mas arriba (§4). Agrega, tras todo eso, que no ha inventado nada de lo
que dice y mencionada como referencias las obras de Ludovico Antonio
Muratori, Hipólito Angelita, Jacobo Vainère, Pedro Francisco Javier
Charveloix y José Cardiel (§5). Finalmente menciona a otros autores que
también han ocupado de los asuntos que trata (Montesquieu, Haller,
Busching, Pedro Fajardo, José Peralta, José Palos, Manuel Antonio de la
Torre) pero que, a su criterio, no pueden igualar a Platón, el mas
profundo y elocuente los filósofos griegos para el autor (§6)

El cap. I (23)

El cap. I (23) se titula En que lugar debe edificarse una ciudad y su


tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que

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el filósofo indica que debe elegirse una comarca lejos del mar y donde
haya tierra fértil. Se evita con una ciudad portuaria, según interpreta
Peramás a Platón, todo el lujo, los fraudes y engaños que trae aparejado
el intercambio intenso. Sin embargo no debe estar la ciudad muy lejos del
mar a fin de proveerse de lo necesario y menciona en su apoyo los libro
IV y V de Leyes (§7).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que la región guaraní se halla lejos


del mar. Esto evita el trato directo con los marinos extranjeros pero no
impide que los guaraníes puedan proveerse de los artículos que necesitan
a través de los ríos navegables Paraná y Uruguay. La región, agrega, es
selvática y provista de llanuras y montaña, pudiendo producir todo lo
apto para la vida (§8).

El cap. II (24-25).

El cap. II (24-25) se titula Forma que debe tener la ciudad y su


tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que
el filósofo sostiene que la ciudad debe estar colocada en un lugar elevado
y tener forma circular para facilitar su higiene y limpieza debiendo
construirse los templos cerca de la plaza. No deben levantarse muros pero
las casas particulares deben ser uniformes y su estructura en conjunto se
asemejará a un murallón. Cita en su apoyo el libro VI de Leyes (§9).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que la edificación de las ciudades


guaraníticas respetaba aquellas indicaciones. Siempre que era posible se
construían en lugares elevados. La plaza era un cuadrado de 128 metros
de lado. A un constado estaba el templo y contiguo a él el cementerio, la
casa del Misionero y la oficina de los artesanos y en los otros lados
estaban distribuidas en grupos iguales separadas por calles (§10).

El cap. III (26-27)

El cap. III (26-27) se titula Sencillez en las casas y en el ajuar y su


tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que
el filósofo sostiene que las casas no deben ser suntuosos y que basta que
defiendan a sus moradores del frío y del calor; en tanto que el ajuar será
sencillo de modo que no impida al ciudadano ser bueno y no incite ni

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impulse a nadie a perjudicar a otro y agrega que las casas de los varones
principales lo mismo que los depósitos destinados a alimentar la
benevolencia del pueblo estarán abiertos a todo ciudadano. Cita en su
apoyo el libro III de República y el V de Leyes (§11).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que se respetaba ese criterio y que


una sola era la medida para todas las casas que se agrupaban en seis o
siete por manzana (§12). El ajuar era en extremo sencillo: una cama
suspendida llamada hamaca, algunas ollas y cacerolas de barro y unas
calabazas ahuecadas que usaban como vasos. Comían carne asada o
cocida, frutos de la tierra y tortas de mandioca. Como la región no
producía sal había que importarla del exterior y se repartía a los jefes de
familia. No había cerraduras en las puertas pero todos respetaban las
pertenencias de sus vecinos (§13).

El cap. IV (28-30)

El cap. IV (28-30) se titula Unidad de la raza de los integrantes de la


ciudad y su tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a
Platón dice que el filósofo sostiene que todos deben ser de la misma raza
y hablar el mismo idioma, tener las mismas leyes y la misma religión.
Cita en su apoyo el libro IV de Leyes (§14).

En el dedicado a Los Guaraníes dice en los treinta y dos pueblos


guaraníes existía una sola raza, un solo idioma y la religión cristiana
(§15).

El cap. V (31-34)

El cap. V (31-34) se titula Número de ciudadanos y de casas y su


tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que
el filósofo sostiene que el número total que debe integrarse a la ciudad
nunca puede determinarse con exactitud; pero propone el número ideal de
5.040 que deben distribuirse en 12 tribus. Cita en su apoyo el libro V de
Leyes (§16).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que en los pueblos guaraníes el


número nunca fue uniforme y critica a Platón en este punto. En particular

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se pregunta si un lugar que solo puede dar cabida a 2520 ciudadanos
debería por esa limitación permanecer desierto y, si se poblara, vuelve a
preguntarse ¿dejaría de ser una ciudad perfecta? La cuestión le parece a
Peramás absurda (§17). Luego menciona Santos Reyes, llamada
vulgarmente Yapeyú, que era la mayor de todas las reducciones o
pueblos guaraníes y que estaba integrado por 7,974 habitantes. El menor
de todos era San Lorenzo con 1.242. Los demás pueblos oscilaban entre
3.000 y 4.000. Agrega que la población crecía o disminuía por las pestes
(§18).

El cap. VI (35-39)

El cap. VI (35-39) se titula El templo y los sacramentos y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que al fundar una ciudad se debe invocar a Dios y la religión
debe ser estimada por encima de todo, tras lo cual cita Peramás a Ciceron
que dice en el libro III de De natura deorum que no se si suprimida la
devoción hacia los dioses podría subsistir la sociedad humana. Que
Peramás interpreta de este modo: juzgo que si se suprime la religión debe
también suprimirse la sociedad (§19). A continuación anota que Platón
preceptua que cada año se celebrarán 365 sacrificios, es decir uno por día
y que las solemnidades serán 12, una por mes; y que, además, habrá un
solo Sumo Pontífice y que todos asistirán a las ceremonias. Si alguno
cometiere un pecado o una inmodestia contra la religión será castigado.
No habrá más cánticos que los dedicados a los dioses y se expulsara a los
poetas de la ciudad y de toda la región. Cita en su apoyo los libros IV y X
de República y IV, V, VI, VIII y XII de Leyes (§ 20).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que en los pueblos guaraníes el


interés máximo se concentraba en Dios y en las cosas de Dios: templos
magníficos con numerosos ornamentos (§21). El esplendor además
contribuía, según Peramás, a elevar las mentes de los indios y la Casa de
Dios sobresalía no solo respecto de las casas de los indios sino también
de la del Misionero que solo tenía una cama, una mesa y un candelero
(§22). El párroco celebraba misa todos los días y cuatro niños
perfectamente enseñados asistían al que celebraba (§23). Luego elogia el
recogimiento de los indios que era para el autor mucho más grande y
notable que en cualquier otra parte de América y Europa (§24). A

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renglón seguido anota que el Rey Católico Felipe V felicitó al Superior
de la Provincia del Paraguay por el esmero con que cuidaban la Casa de
Dios (§25). Agrega luego que de nada serviría la pompa exterior si no
estaba acompañada de fervor interior y se esfuerza en justificarlo (§26).
Alaba luego la disciplina de los guaraníes (§27) y su constante pedido de
bendiciones cuando emprendía algún viaje, destacando Peramás que
entre esos indios no se conocían los versos profanos y mucho menos eran
tolerados los poetas impuros y o lascivos (§28).

El cap. VII (40-47)

El cap. VII (40-47) se titula La inquisición contra los impíos y su


tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que
el filósofo sostiene que nada, para Peramás, se admira tanto en Platón
como el instituir para su República el tribunal de la Inquisición y agrega
que seguramente no han de aprobarlo en esto los epicúreos y ateos
filósofos liberales (§29). Luego describe como, a su entender, Platón
instituyó ese tribunal de Inquisición y hace una cita que sin duda deriva
de alguna traducción latina: Cuando alguno cometiere - hace decir a
Platón nuestro autor - una acción impía, de obra o de palabra, el que
viere u oyere deberá denunciarlo a la autoridad. Si no lo hiciere,
incurrirá el mismo en reato de impiedad. Una vez demostrada la
culpabilidad, los jueces castigarán al sacrílego con un castigo por cada
delito contra la Religión. Todos los reos de esta clase de culpa serán
recluidos bajo severísima custodia.

Luego se dar su propia versión Peramás la elogia y agrega que Platón


censura a los impíos y a otros perversos, entre los que incluye como
perores a aquellos que son dueños de situaciones de privilegio, que no
tiene temor de nada, a ciertos jefes militares, a los que hacen burla de las
ceremonias religiosas y a los que embrutecen con sofismas (§30). Luego
señala que Platón establece como mínimo 5 años de cárcel para esos
impíos y que si recaen en sacrilegio luego purgar su pena deberán ser
condenados a muerte (§31). Peramás elogia lo que el resume de Platón y
se pregunta si Platón no es más severo que el tribunal de la Inquisición
Cristiana (§32). Agrega luego que algunos dirán que Platón mismo es
también merecedor de cárcel ya que admite la pluralidad de dioses; pero
Peramás lo exculpa porque, a pesar de que en algún momento se dejó

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arrastrar por la costumbre del vulgo de su época a causa de la condena de
Sócrates, en sus enseñanzas más profundas se pronunciaba por la
divinidad verdadera (§33). Agrega Peramás que en público los antiguos
filósofos paganos solían admitir la pluralidad de dioses; pero que, en
privado eran monoteístas y cita la Apología de Sócrates donde el maestro
dice que No creo que el Sol ni la Luna sean dioses, como opina el común
de los hombres (§34). Añade Peramás que todo lo explicado por Platón
acerca de dios parece inspirado en la teología cristiana (§35); y por como
ejemplo la crítica platónica al excesivo amor propio (§36), señalando que
de igual modo discurren Santo Tomás y Francisco de Sales. Cita en su
apoyo respecto de Platón los libros V, VII y X de Leyes (§37).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que los guaraníes y demás indios


fueron exceptuados de la jurisdicción del sagrado tribunal de la
Inquisición cristiana porque en materia de fe sus únicos jueces eran los
obispos. No obstante, dado su escrupuloso cumplimiento de los preceptos
cristianos no hicieron necesario ese tribunal porque, dice Peramás, a esos
indios jamas se les oye blasfemar, ni jurar en vano, ni perjurar, ni abusar
de las cosas sagradas, ni emborracharse, ni pintar cuadros impúdicos
(§38).

Agrega que el filósofo Pauw [Cornelio de Pauw, nacido en Amsterdam


en 1739 y muerto en Xanten en 1799, autor de Recherches
philosophiques sur les Américains y Recherches philosophiques sur les
egiptiens et les chinois] en sus investigaciones sobre cuestiones
americanas sostiene que una cantidad de indios fueron quemados por los
inquisidores dominicanos lo que para Peramás es una gran mentira (§39)
y agrega que no hubieron inquisidores dominicos en América y por otra
parte los indios nunca estuvieron sometidos al tribunal de la Inquisición
(§40) resulta la afirmación de Pauw una patraña en la que coincide con
los filósofos impíos (§41).

El cap. VIII (49-58)

El cap. VIII (49-58) se titula La comunidad de bienes y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que después de su solicitud por la Religión nada fue tan caro
para Platón como la comunidad de bienes, sin la cual - pensaba - de

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ninguna manera podía aquella subsistir. Agrega que en República nada
exige con más intransigencia que la vida común y lo mismo hace en
Leyes. Estima, sin embargo, Peramás fue demasiado lejos en su afán de
hacer todas las cosas comunes y cometió graves errores (§42).

Dice Peramás que Platón pretende, en primer lugar, que aquellas cosas
propias de cada uno - ojos, oídos, pies, manos brazos - sean en cierta
manera comunes pera promover le bien público y además orden que
todos alaben o censuren las mismas cosas, indicando que es un deber de
la sociedad evitar que unos se debatan en la extrema miseria y otros
naden en riquezas. Sin embargo, estableció cuatro tipo de ciudadanos,
dice Peramás: la primera, lo que perciben una renta de cuatro minas; la
segunda, de los que perciben tres; la tercera, dos; y la cuarta, uno (§43).
El lugar lo divide en 5.040 partes iguales y ordena el mismo número de
casas, debiendo ser siempre esa misma cantidad para que esa igualdad no
se vea alterada por la avaricia ya que a nadie se le permitirá mendigar y
al que le llegue a faltar algo a causa de sus vicios será expulsado de la
ciudad. Cita en su apoyo respecto de Platón los libros V, VI, XI y XII de
Leyes (§44).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que entre esos indios unas cosas
eran comunes y otras no. A cada uno se le asignaba una parte del campo
para cultivar. Lo que juntaban era propiedad particular de cada familia.
Los bueyes eran comunes y se prestaban para arar lo mismo que las
barcazas que servían para cruzar el río (§45). Los campos no eran
siempre los mismo porque se rotaban y se resignaban [Peramás no lo dice
pero resulta evidente que el reparto lo hacían los Misioneros] (§46).
Además de los campos particulares había campos comunes en los que se
cultivaba trigo, legumbres y algodón. Lo que producían estos campos se
almacenaba en depósitos públicos y servía para formar un fondo público
para asistir a los enfermos, los débiles, las viudas y losa niños (§47). En
los campos comunes trabajan todos, incluidos el Alcalde y los
magistrados [Peramás no dice que también trabajaban los Misioneros
pero, seguramente lo hacia dirigiendo la labor] distribuyéndose las
jornadas a determinados días y, esto estima Peramás, habría sido
aprobado por Tomas Moro porque se sigue de su libro Utopía. Las casas,
por otra parte, no eran asignadas por sorteo como manda Platón, sino que
las distribuía el párroco (§48). Con ese sistema las familias eran

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prácticamente iguales, dice Peramás, y en todo caso la relativa
desigualdad provenía de la mayor o menor diligencia de cada uno; pero
no había ni un solo mendigo y algunos eran designado para cuidar el
ganado caballar que era propiedad común (§49). En los almacenes
públicos se separaba lo que correspondía para pagar las contribuciones
públicas que se mandaban a Buenos Aires en forma anual que era un
peso fuerte por individuo.

De esta manera, dice Peramás, los guaraníes podrían compararse a las


abejas, todas las cuales tiene su propia miel, su vivienda y alimento, pero
solo después que elaboraron el panal común y concurrieron al trabajo
colectivo en el campo y en la colmena

[Curiosamente también la imagen de la colmena ha servido para


ejemplificar el principio básico del egoísmo como fuente reguladora de la
vida social y del mercado en la obra titulada justamente La Fábula de las
Abejas de Bernard de Mandeville que para nuestro autor no podría sino
calificarse filósofo impío y que seguramente nunca llegó a leer] (§50).

Agrega que el hambre y la necesidad de alimentos fueron el motivo por


el cual se sometieron los mocobies (§51) generosidad que para nuestro
autor era norma de la Iglesia Católica en orden a socorrer a los neófitos
con limosnas (§52).

El cap. IX (59-67)

El cap. IX (59-67) se titula Las bodas y su tratamiento desglosado es el


siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo sostiene que como
todo es común entre los amigos desbarró por completo en los libros de
La República al pretender que las mujeres y los hijos fueran comunes lo
estima que se debe a que el filósofo vivió célibe toda su vida (§53). Sin
embargo, agrega Peramás, que el que lee atentamente República
seguramente advertirá que la comunidad de mujeres solo rige para los
guardianes, pero aún así no parece que haya llegado a comprender que
como dice Horacio todo tiene límite (§54).

Pero los errores de Platón son para Peramás insignificantes al lado de los
desaciertos de lo filósofos modernos (§55), acerca de los cuales censura

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su licencia y desenfreno al que solo pondría límite la sabiduría que
descuiden del Padre de las luces (§56). No obstante, para Peramás, Platón
es más cauto en Leyes que en República porque en aquella obra asigna a
cada varón una sola esposa dando precisas indicaciones sobre el
matrimonio (§57) exhortando a que el mismo sea grato y juicioso (§58),
con una dote apropiada y moderada (§59); debiendo invitar a la boda a
solo a cinco amigos cada uno de los esposos y padres. Cita en su apoyo el
libro VI de Leyes (§60).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que los matrimonios se celebraban


sin aglomeraciones y se aconsejaba la boda a partir de los diecisiete años
para los varones y quince para las mujeres (§61). Cita luego El Reino
Paraguayo de Bernardo Ibañez que censura a los Misioneros por retardar
demasiado las bodas de los guaraníes por el peligro inminente lascivia, y
luego justifica a sus colegas por la necesidad de instruir debidamente a
los indios en las leyes cristianas (§62) y reitera que fueron los Misioneros
muy prudente en este asunto y distingue entre las bodas de muchachas
primerizas o cherembicó y las de las mujeres experimentadas o
cheaguaza a las que, a su vez, distingue de las bodas de los caciques que
reiteradamente repudiaban a sus mujeres dando lugar a controversias que
obligaron a consultar al Papa Urbano VIII (§65).

Vuelve finalmente a examinar el Reino Guaraní para reiterar sus críticas


a Ibañez que, para Peramás, no hacía más que destilar su odio contra todo
lo guaraní, a pesar de haber convivido largo tiempo allí y con el autor que
estamos examinando (§64). Por último anota Peramás que el banquete de
bodas se hacía al estilo platónico y que muchas bodas se hacían
simultáneamente, para lo cita a José Cardiel que en el pueblo de San
Francisco de Borja en un solo día bendijo noventa parejas que celebraron
todo, en cada caso, con extrema moderación (§65).

El cap. X (68-78)

El cap. X (68-78) se titula La Educación y su tratamiento desglosado es


el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo sostiene que ha
enseñado que el alma mejor dotada por la naturaleza si recibe mala
educación se torna pésima y agrega a esto una larga cita de Juvenal (§66).
Después anota que la educación es como la guía de un rebaño que

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necesita un pastor desde los tres años, debiendo las maestras y nodrizas
cuidar su compostura y corregir la mala acción de los alumnos (§67)
debiendo ocuparse de que usen ambas manos. En República Platón
quiere que los niños no estén bajo cuidado de sus padres sino que sean
alimentados y educados en una casa común; pero en Leyes ya no exige
eso y solo prescribe gimnasios públicos para aprender a leer, escribir y
contar. Cita en su apoyo el libro V de República y II y III de Leyes
agregando un etcétera que hace pensar que ha tomado detalles de las
demás partes de esas obras (§68).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que los niños eran educados en


parte en sus casas y en parte por cuenta de la comunidad. Al amanecer se
dirigían a la iglesia, oían la misa, luego se les servía el desayuno y si era
día de labor eran conducidos por una persona mayor y el censor a realizar
trabajos proporcionados a su edad: extirpar hierbas inútiles, limpiar los
caminos (§69); por la tarde se reunía en el templo para la catequesis,
tomaban la merienda y regresaban a sus casas (§70). Las niñas tenían una
labor más liviana como arrancar los capullos de las plantas de algodón,
espantar lo loros y demás aves que atacaban los cultivos (§71). Varones y
mujeres niños se mantenían separados (§72) y no a todos se le enseñaba a
leer, escribir y contar sino solo a los que el bien público [que aunque no
lo dice Peramás, seguramente lo discernía el Misionero] lo aconsejaba y a
estos se les enseñaba español y latín (§73).

Para contar los guaraníes, dice Peramás, solo contaban con cuatro
vocablos petei=uno, mocoí=dos, mohapí=tres, jrundí=cuatro. El cinco lo
expresaban con la mano: peteipo y el diez era moccoipo, y el vente era
dos manos y dos pies. Multitud era hetá y utilizaban ndipapahábi para
decir incontable: (§74). Como los hebreos y los Griegos empezaban el
mes con la luina creciente y como los griegos contaban los meses por
número de lunas y como estos tenía el equivalente del griego tetrámenón
para decir cuatro lunas o cuatro meses (§75). Los domingos se enseñaban
los números en las ceremonias religiosas (§76) y los misioneros
predicaban en guaraní (§77) lo que Peramás justifica como algo
ventajoso para los oyentes y tal práctica, agrega, estaba aprobada por el
propio Rey (§78). Insiste Peramás que nunca se obligó a los guaraníes a
aprender el castellano y cita para mostrar la diferencia el ejemplo de un
obispo que, en Cervera, ordenó predicar en catalán (§79); en tanto que en

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América solo se permitía enseñar castellano a los que voluntariamente lo
quisieran, agregando una referencia a Virgilio acerca de la dificultad de
amoldarse a un idioma extraño (§80). Al igual que Platón tambien los
guaraníes no prohibían a sus hijos el uso de ambas manos, aunque
Peramás no recuerda bien todo esto (§81).

El cap. XI (79-84)

El cap. XI (79-84) se titula La Música y su tratamiento desglosado es el


siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo sostiene que la
música y la danza son muy importantes en la educación de los niños
(§82) igual que el filósofo judío Filón (§83), Marco Fabio Quintiliano
(§84) e incluso Cicerón (§85) y alaba los testimonios antiguos pero aclara
Peramás que puede que la música cure el cuerpo pero, a veces corrompe
el alma. Da como referencia los libros III y IV de República y II y III de
Leyes (§86).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que entre los indios la música era
excelente y que el primero que los adiestró fue Juan Vasseo (§87) y que
la inclinación de los guaraníes a la música era parte de su naturaleza de
modo tal que aprendieron a la perfección lo que se les enseñó y cuenta
que Cayetano Cattaneo, que hizo un viaje desde Italia en 1729 escribió a
sus parientes contándoles que había encontrado a un niño guaraní de doce
años que ejecutaba en el órgano las más difíciles partituras de los
compositores de bolonia sin un solo tropiezo (§88).

El cap. XII (85-90)

El cap. XII (85-90) se titula La Danza y su tratamiento desglosado es el


siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo sostiene que las
danzas y ejercicios gimnásticos que proporcionan flexibilidad y agilidad
deben practicarse y son una preparación militar; mientras que los bailes
afeminados y lascivos no deben permitirse (§89) debiendo las madres y
nodrizas ejercer un recto cuidado al punto de que aconseja que los niños
deben permanecer fajados durante dos años a fin de adquirir una buena
conformación corporal. Cita en su apoyo sin mencionar ningún libro en
particular, República y Leyes (§90). En el dedicado a Los Guaraníes dice
que las danzas, limitadas a temas religiosos, solo tenían lugar los días

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festivos (§91). A veces las representaciones simulaban las luchas entre
moros y cristianos (§92). En cierta oportunidad asistió el ilustre capital
don Pedro Cevallos que había acudido a San Francisco Borja a causa de
un levantamiento de los pueblos cisuruguayos (§93) y en esa oportunidad
se ofreció un espectáculo de danza y música sagrada enseñados por el
padre José Cardiel (§94). El día del santo patrón de cada pueblo se
celebraba una representación de la historia sagrada (§95). Por su parte la
madres guaraníes no seguían la recomendación platónica y vestían a sus
hijos de manera holgada siendo además esa indicación innecesaria por la
buena constitución física de los indios (§96) cuyos hijos eran
amamantados por las madres porque allí no existían nodrizas (§97).

El cap. XIII (91-97)

El cap. XIII (91-97) se titula El Trabajo del Día y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que los ciudadanos deben madrugar luego de dormir de noche
para atender temprano los quehaceres de la casa (§98) y recomienda
dormir poco si se quiere vivir y sentir en grado máximo (§99); indicando
luego que entre los ejercicios que debe practicar el ciudadano comprende
la agricultura, las artes urbanas y la caza (§100).

Platón, dice Peramás, no recomienda la pesca (§101) y por el contrario


prescribe la ejercitación en el manejo del arco y en el lanzamiento de la
flecha para los varones y mujeres (§102). Combina el trabajo útil con
diversiones moderadas y prescribe que los niños sean enviados temprano
al gimnasio. Cita en su apoyo el libro VII de Leyes (§103).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que los indios trabajaban los días
hábiles [no dice pero debe entenderse de lunes a sábado] y se dedicaban a
la caza el día de descanso [domingo] (§104). Los días festivos había
representaciones (§105).

Por su parte los guaraníes nunca ejercieron la piratería pero fueron


victimas de esa práctica de parte de los mamelucos (§106) ante lo cual el
Rey otorgó a los indios el uso de armas de fuego (§107) siendo llamados
muchas veces en auxilio de los españoles (§108). Las mujeres, a
diferencia de lo prescripto por Platón, no participaban de esas actividades

14
militares y bélicas, pero no estaban ociosas porque el cuidado íntegro de
la casa recaía en ellas que, además, ayudaban a los varones en las chacras
particulares (§109). Asimismo toda madre de familia hilaba una cantidad
de algodón suministrado por la comunidad y entregaba el producto a los
ecónomos del pueblo (§110).

Realizaban los indios bien los trabajos como lo detallan los padres
Ignacio Insaurralde y P. Escardon en una obra titulada
Araporuaguiyeihaba [Del recto uso del tiempo] publicada en Madrid
(§111) que para Peramás se asemeja al paidogogos de Clemente de
Alejandría (§112).

El cap. XIV (98-102)

El cap. XIV (98-102) se titula Las Comidas Públicas y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que las comidas deben ser públicas y estar presididas por los
varones principales (§113) que deberán hacerse con moderación y control
(§114) disponiendo que los adolescentes se abstengan del vino que los
demás tomarán con moderación (§115) censurando de manera expresa la
embriaguez. Cita en su apoyo los libros II, VI y VII de Leyes (§116).

En el dedicado a Los Guaraníes dice Peramás que los indios comían en


forma sobria y parcamente manjares simples y frutas silvestres (§117).
Por su parte las comidas públicas solo se celebran en contadas ocasiones
(§118) y en ambiente de moderación muy parecida a los primitivos
ágapes cristianos dice el autor (§119); pero en público solo comían los
indios varones que tampoco usaban vino (§120). Niega en consecuencia
el autor que los guaraníes hayan sido afectos al vino y a la embriaguez
como sostiene el filósofo Pauw (§121) y luego vuelve a citar el
Pedagogo de Clemente de Alejandría indica las comidas honestas y
prohíbe a las mujeres, sobre todo a las solteras, que tercien en asuntos de
comida (§122).

El cap. XV (103-106)

El cap. XV (103-106) se titula Las Artes y su tratamiento desglosado es


el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo sostiene que

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cada artista cultivará un solo arte y que los ediles se ocuparan de su
salario y de las obras (§123). Prescribe, según Peramás, encargados de
velar por las disciplinas y por su cuidado debiendo estos procurar que
cada artesano no se corrompa ni se haga demasiado rico porque de esa
manera se volverá indolente y perezoso (§124). Indica a su vez, de
acuerdo a nuestro autor, que el arte dramático será eliminado de su
República. Cita en su apoyo los libros III y IV de República VI y VIII de
Leyes (§125).

En el dedicado a Los Guaraníes dice eran elegidos los más aptos para
aquellas artes necesarias a la colectividad [no dice pero queda implícito
en el texto que era el Misionero el que seleccionaba y elegía] (§126).
Agrega que entre los indios se cultivaban todas las artes útiles:
carpintería, herrería, metalurgia, albañilería, pintura, escultura (§127) y
señala que los artesanos indígenas trabajaban con igual o mayor destreza
que los artífices europeos (§128).

El cap. XVI (107-111)

El cap. XVI (107-111) se titula Progreso de las Artes y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que hubo un tiempo en la antigüedad en que casi todo el género
humano se extinguió y solo sobrevivieron algunos pastores
desapareciendo casi todas las artes y todo el lujo y el gusto del vestir
(§129) quedando sepultados por el colapso todos los metales (§130) hasta
que la erosión permitió hallar hierro y cobre, calculando el filósofo según
Peramás, mil o dos mil años el tiempo transcurrido hasta que Dédalo,
Orfeo y Palamedes inventaron ciertos artefactos para el uso de los
hombres (§131).

Mientras las artes que se sirven del hierro y del cobre no fueron
cultivadas, según dice Peramás que estimaba el filósofo, no habrían
existido conflictos y la gente habría vivido en armonía (§132) con poco
trabajo y humildes viviendas (§133) resultando honestas las costumbres
por la ausencia de riquezas y de miseria (§134) y rigiéndose por
costumbres basadas en principios de rectitud y orden y respetuosos del
derecho paterno cuya voluntad era tenida por ley [no cita aquí Peramás

16
en su apoyo ninguna sección puntual de las obras que de ordinario
utiliza: República y Leyes ] (§135).

En el dedicado a Los Guaraníes dice los guaraníes antes de la legada de


los Misioneros carecían de hierro, plomo y estaño y estos lo trajeron
consigo primero y luego ocuparon de continuar adquiriéndolo a través de
Buenos Aires (§136). Además de trabajar el hierro y el bronces, gracias a
la intervención de los Misioneros, los guaraníes también practicaron el
tejido (§137) con el algodón que era hilado por las mujeres en sus casas y
confiado luego al Ecónomo que pagaba lo que recibía de cada una. Se
entregaba el algodón y se recibía el tejido que se usaba para las prendas
de vestir (§138).

El cap. XVII (112-124)

El cap. XVII (112-124) se titula Origen de los Pueblos y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que después del colapso los sobrevivientes se agruparon en
tribus (§139) que se reunían en consejos que nombraron árbitros para
evitar la violencia, seleccionado al más inteligente para que actuara como
jefe, lo que habría dado origen a las monarquías, que Peramás dice que el
filósofo consideraba como resultado del designio de dios con lo cual se
habría generado un derecho divino e inviolable (§140) habiendo los
hombres emigrado en esa época a América. Agrega Peramás que cuando
Platón describe la leyenda de la Atlántida en realidad para nuestro autor
el filósofo se estaría refiriendo al Nuevo Mundo (§141) y, en ese sentido
cree hallar ecos o vestigios de ello en el Timeo y en el Critias y también
en el libro III de Leyes (§142) donde dice que se percibe con toda
claridad descripciones de costumbres y géneros de vida de los primeros
pobladores del Nuevo Mundo (§143) en el registro de los conglomerados
que Peramás estima aplicables al caso americano (§144). Agrega
Peramás que le asombra la concordancia entre las afirmaciones del
máximo de los filósofos y lo que dice la sagrada escritura (§145), el
estado primitivo de los indios (§146), sus carencias de hierro de los
guaraníes (§147) a diferencia de los mejicanos y peruanos conocedores
de cobre, oro y plata (§148). Vuelve contra el filósofo Pauw al que
censura que no haya imitado a Platón en sus estudios sobre América
(§149) y concluye que no basta la abundancia de hierro si faltan los

17
artífices y pone el ejemplo del antiguo Israel. Tampoco aquí agrega
indicaciones sobre referencias puntuales de República y Leyes (§150).

En el dedicado a Los Guaraníes dice básicamente los indios tenía una


comunidad de idioma pero sin nexos más allá de cada tribu local (§151),
donde no existe un Rey como los europeos (§152) y su lengua tampoco
les provee de un vocablo semejante (§153) y antes de los Misioneros
andaban prácticamente desnudos protegiéndose en chozas similares a
amplias barracas de acuerdo a lo que refiere Juan Pedro Maffei en sus
Historiarum indicarum (§154) lo que Peramás critica porque estima que
algo semejante no se puede probar ya que, al menos él, jamás ha
encontrado un indio completamente desnudo (§155) y, aunque no tenían
Rey en sentido europeo, nuestro autor no admite como Maffei que los
indios no tuvieran algún tipo de jefe o jefatura (§156).

Relata luego el inicio de la empresa misionera emprendida desde


Asunción (§157) y sus primeros contactos civilizatorios (§158) que
llevaron luego a la conversión (§159) al despliegue de sus rutinas de
poblamiento en lo que él la llama la República Guaraní (§160),
procedimiento que se repitió con otros pueblos brasileños (§161) lo que
para el autor representa un buen ejemplo de la función civilizadora de la
religión cristiana tanto en Europa como en Asia, en África y en América
(§162) y recuerda el caso de los bárbaros germanos en épocas de Tácito
(§163) y Trajano (§164) concluyendo que siempre el Evangelio
contribuyó al bienestar y felicidad de los pueblos, a pesar de que los
filósofos liberales, en su opinión, se empeñaron en relegar al olvido la ley
cristiana y la Religión inspirada por Dios, cosa que, dice, si llegaran a
conseguir, sumiría en el antiguo caos a todas las naciones similares en
otros tiempos a la Germania de tácito y muy parecida a la Germania de
hoy por el goce de los mismos bienes (§165)

El cap. XVIII (125-135)

El cap. XVIII (125-135) se titula El Comercio y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene la prohibición del intercambio innecesario prescribiendo en
especial que no se importe púrpura ni otros objetos precisos más que en
la mínima cantidad requerida para el culto y respecto del trigo, la cebada

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y los demás frutos de la tierra lo mismo que del ganado se reservaran dos
terceras partes para el abastecimiento y el alimento de los habitantes y
solo el resto podrá ponerse a la venta a los extranjeros (§166); y lo que
hay que venderse se negociará en el foro (§167) no admitiéndose
comerciantes extranjeros que sean malos (§168), debiendo además los
artesanos cumplir los encargos en término y, además, ningún ciudadano
deberá tener ni oro ni plata y nadie exigirá interés ni deberá haber usura
por dinero prestado. Cita en su apoyo los libros V, VIII y X de Leyes
(§169).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que el comercio se reducía a la


adquisición de aquellas cosas que no obtiene en sus tierras (§170)
comerciando y vendiendo la yerba en Buenos Aires y Santa Fé. (§171).
Los trabajos de carpintería, escultura y otras artes no se exportaba salvo
algunas pequeñas imágenes (§172). La embarcaciones cargadas de
mercancías eran conducidas por los indios a través de los ríos Paraná y
Uruguay (§173) y se utilizaban para comprar implementos, herramientas
y sal (§174).

Los indios entre sí no usaban moneda salvo para los intercambios con el
exterior (§175) y conforme a los dispuesto por Moisés respetaban la ley
divina del diezmo para el Templo (§176).

Con los vecinos del Paraguay el intercambio era usualmente por medio
del trueque (§177) de acuerdo a la ley 7, del libro IV del Título XXIV del
Derecho Indiano vigente (§178) y el magistrado determinaba los precios
(§179) y los indios no necesitaban dinero porque entre ellos no había
siervos asalariados (§180) ni mercado. (§181) ni mercaderes (§182).

El cap. XIX (136-142)

El cap. XIX (136-142) se titula Los Peregrinos y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que la concurrencia de individuos de diversas nacionalidades
causa la corrupción de las costumbres pero manda respetar la ley de la
hospitalidad (§183) pero prescribe que los ciudadanos solo puedan viajar
al exterior después de cumplidos los cuarenta años (§184) debiendo
además recibirse a los extranjeros y alojárselos fuera de la ciudad, salvo

19
los embajadores que serán recibidos con honores y respetados mientras
mantengan su representación. Cita en su apoyo el libro XII de Leyes
(§185).

En el dedicado a Los Guaraníes dice muchos han acusado a los


Misioneros de no permitir a nadie la entrada a los pueblos guaraníes, pero
esto, agrega, es una mentira (§186) entre otro, para Peramás, del filósofo
Pauw, al que critica reiteradamente (§187) señalando que cualquier
español podía entrar y salir de los pueblos indios (§188) por medio de los
ríos Paraná y Uruguay (§189) permitiéndolo el mismo Rey (§190) cuya
autorización incluía el comercio y el alojamiento de los visitantes en la
casa del párroco (§191) donde habitualmente se alojaban (§192).

Por otra parte siempre que venía un nuevo gobernador desde España los
principales de los indios bajaban hasta Buenos Aires a traer obsequios y
ofrecerle sus servicios (§193) que mas de una vez fueron utilizados para
defender Montevideo y Buenos Aires. (§194).

El cap. XX (143-150)

El cap. XX (143-150) se titula Los Vestidos y su tratamiento desglosado


es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo no se ha
detenido a determinar puntualmente la manera de vestir (§195) para
cubrirse del frío y protegerse del calor sin innovar las costumbres (§196).
Pero sostiene que ha indicado que debe hacerse con sencillez y
moderación (§197) procurando mantener el vigor natural sin cubrir la
cabeza ni calzar los pies. Cita en su apoyo los libros VII y XII de Leyes
(§198).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que los varones vestían pantalones,


camiseta y chaleco, muy sencillo como pedía Platón (§199) con extrema
simpleza (§200) que les permitía montar a caballo con esas ropas (§201).
Las mujeres usaban un vestido de algodón que les llegaba a los talones
(§202) y nadie se cubría la cabeza ni llevaban calzado, salvo en algunos
trabajos que exigían cubrirse la cabeza y calzar algunas medias (§203).
Cita luego Peramás de nuevo a Clemente de Alejandría (§204) que
coincide con Platón en la sencillez (§205) que también nuestro autor
aprueba. (§206) a diferencia del gobernador de Buenos Aires luego del

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destierro que censuró a los Misioneros por permitir a los indios andar con
los pies desnudos (§207) lo que para el autor no estaba mal porque
significaba respetar sus costumbres (§208) que justifica con el ejemplo
comparativo de otros pueblos (§209).

El cap. XXI (151-158)

El cap. XXI (151-158) se titula Los Magistrados y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que aquellos que se han destacado por sus buenas costumbres y
actúen rectamente se desempeñaran como magistrados (§210) debiendo
existir en la ciudad un Pretor, un Edil y Cuestores encargados de las
colectas sagradas e Inspectores rurales y también habrá capitanes de
ejercito y guardianes de las leyes a los que no se les permitirá ninguna
posesión de bienes y serán mantenidos por la contribución pública (§211)
y todos tendrán la obligación de rendir cuentas, debiendo reunirse a la
puesta del sol los sacerdotes y diez ancianos de entre los guardianes de
las leyes junto al censor de costumbres para deliberar y resolver lo que se
deba ordenar o prohibir (§212). Por su parte los jueces y médicos
cumplirán estrictamente sus deberes (§213) y dispone la resolución de los
entuertos mediante el arbitraje público de los vecinos y amigos expertos
en el tema no debiendo tardar ninguna resolución de pleito más de un año
(§214) y los médicos de preferencia atenderán los males antes que los
trastornos ocasionados por el ocio y la pereza. Cita en su apoyo el libro
III de República y VI, XI y XII de Leyes (§215).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que el número de magistrados entre


los guaraníes era el señalado por las Leyes de Indias: un corregidor, un
teniente de corregidor, dos alcaldes urbanos y un tercer alcalde de
hermandad, cuatro regidores, un alguacil mayor, un procurador público y
un escribano, además de un alférez real (§216). La forma de elegir las
autoridades era anual, se inscribían los pretendientes en una lista y todos
deliberaban (§217). El primero de enero de cada año ante el párroco de
leían los nombres y se otorgaba el mando respectivo (§218) pero este
nombramiento no era definitivo porque hacía falta el consentimiento del
gobernador de Buenos Aires que ratificaba las designaciones en nombre
del Rey (§219). Todos los días se presentaba el corregidor ante el párroco
y le informaba (§220) y cualquier litigio, algo poco usual, se resolvía

21
rápida y fácilmente dice Peramás (§221) que contesta las críticas de lo
que algunos calificaron de impropiedades de esos desempeños (§222).
Los párrocos, por su parte, eran los árbitros (§223) que seguía el ejemplo
de San Francisco Javier y eran supervisados por un superior de la orden
que escuchaba todas las quejas contra el párroco se pronunciaba con
criterio de justicia en cada caso (§224) y además eran visitados por un
Provincia de la misma orden cada tres años que tenía el mismo proceder
(§225).

Respecto de los médicos cada pueblo tenia cuatro o cinco que era indios
(§226) que se ocupaban de las curaciones en general y que acudían al
párroco cundo se requerían remedios especiales (§227).

El cap. XXII (159-167)

El cap. XXII (159-167) se titula Las Leyes y su tratamiento desglosado es


el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo sostiene que la
leyes que deben sancionarse para recomendar la práctica de la virtud, si
son buenas y justas (condición necesaria en toda ley) producen para
todos toda clase de bienes. Estos bienes - dice - son de dos clases:
divinos unos, y otros humanos, estando estos subordinados a los
primeros. De ambos debe el legislador preocuparse al ordenar o
prohibir, y sobre ambos habrá de dictaminar con rectitud y prudencia y
cita en su apoyo República y Leyes sin hacer mención puntual (§228).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que entre los guaraníes regía en


primer término la ley cristiana que supera en grado infinito a las normas
de Platón y las de las demás escuelas (§229) ley que explicaban los
Misioneros por medio de un catecismo (§230) con sermones especiales
para los varones (§231) y también algunos indios como el indio Vázquez
del pueblo de Loreto (§232) agregándose a las leyes cristinas las leyes
civiles (§233) que eran observadas escrupulosamente por los indios
(§234) como se probó en la controversia de los gobernadores con las
reducciones donde intervino en favor de los indios el abogado Gaspar
Rodero (§235) en un pleito que duró más de diez años en Madrid (§236)
ante el Rey que después de escuchar a los consejeros expidió un decreto
en diciembre de 1743 ordenando que se conserve como tal el régimen
guaraní, siendo reproducido dicha controversia y decreto en los libros de

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Ludovico Antonio Muratori (Il Cristianesimo felice nelle Missioni del
Paraguay) y Pedro Francisco Javier Charlevoix en su Historia del
Paraguay (§237).

Ni los Reyes ni los obispos jamás prohibieron el dictados de normas


particulares en cada pueblo (§238) que muchos reconocieron como sabias
(§239) y oportunas (§240) libres de odios y de animadversiones (§241)
porque los jesuitas no introducían costumbres extrañas ni inequitativas
(§242) y las autoridades siempre ratificaron la facultades dadas a los
misioneros (§243) que garantizaron la observancia de las leyes cristianas
y civiles con escrúpulo (§244) y no como, según Peramás, dice Pauw con
mala información (§245) cuando sostiene que los indios eran esclavos de
los Misioneros, lo que nuestro autor no acepta en modo alguno
ofreciéndose como testigo de su propia argumentación en contra de aquel
filósofo (§246).

El cap. XXIII (168-173)

El cap. XXIII (168-173) se titula La Recta Disciplina y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que habrá recta disciplina en la ciudad si en lo espiritual se rinde
a Dios el culto debido y en el orden humano se fomenta el amor a los
padres y a la patria, se practica la educación con vigilancia, si las uniones
matrimoniales son honesta, si hay reciprocidad y se respeta la propiedad
individual y se actúa de acuerdo a la recta razón (§247) y dado que el
prestigio de la nación se funda en la educación de sus niños se debe
dedicar a esto el mayor esfuerzo (§248) para que lleguen a ser buenos y
útiles a la patria porque la ruina de los imperios, como el persa empieza
por allí. Cita en su apoyo los libros III y V de República y II y III de
Leyes (§249).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que mucho se ha escrito sobre la


disciplina de los guaraníes y cita a Bergier y Buffon (§250) que han
elogiado en celo y la solicitud de los Misioneros (§251) exponiéndose a
muchos peligros (§252) y miserias para llevar adelante su tarea
evangelizadora y educadora entre los indios (§253) que algunos en
Europa como Ladoucer califican de despótica, dura y autocrática sin
haber visto nada de esa experiencia del nuevo mundo. (§254).

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El cap. XXIV (174-185)

El cap. XXIV (174-185) se titula Opinión del Filósofo Raynal sobre la


Organización de los Guaraníes y su tratamiento desglosado y crítico de
este historiador francés y ex jesuita (1713-1796) volcado al
enciclopedismo es el siguiente: Empieza refiriéndose a la cuestión
relativa al comercio de yerba entre los guaraníes y sus aledaños,
comercio osado que se conecta con la comunidad de bienes en las
repúblicas indias, tras lo cual examina Peramás la calificación de
teocrática asignada por Raynal a esas repúblicas indias (§255) algo que
nuestro autor admite como una verdad relativa en razón de que se
encontraban en la órbita de los religiosos y de las diócesis (§256) pero
anota que la comunidad de bienes que Raynal ensalza procede de la ley
de Cristo y de los libros santos antes que de la naturaleza (§257)`como se
lo ponen de manifiesto los Misioneros (§258) y en especial Lorenzana,
Lizárraga, Díaz Taño (§259), luego Manuel Nobrega y Juan Maffei
(§260) que destaca las tareas llevadas a cabo en brasil (§261) en el trato
con los niños que instruían (§262), lo que ratifica después Lorenzo
Hurtado de Mendoza y el padre Montoya (§263) mostrando que se creo
una organización guaraní con hombres de talento y piadosa que no llega a
percibir bien Raynal, al que nuestro autor censura acremente (§264)
apoyándose en el Evangelio (§265) y en las lecciones de Jesús, cuyas
bienaventuranzas cita en detalle (§266) lo mismo que las demás
indicaciones (§267) y exhortaciones (§268) en las que se inculca el amor,
la fidelidad y la observancia de la ley divina (§269) cuya utilidad destaca
(§270) porque, en su opinión, hace justos a los hombres (§271). Frente a
todo esto señala que Raynal, que escribe en oportunidad de la expulsión
de los Misioneros, no es imparcial (§272) y resulta inexacto cuando
insinúa que los padres jesuitas perturbaron a los pueblos indios (§273) o
desobedecieron al Rey confabulándose malvadamente en su contra
(§274).

El cap. XXV (186-190)

El cap. XXV (186-190) se titula Otros Juicios sobre el régimen Guaraní


y su tratamiento desglosado es el siguiente: Cita aquí Peramás las

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opiniones de algunos que aprueban las Repúblicas guaraníes como la
Historie Impartial des Jesuits de 1768 de un autor que no menciona
(§275), otros anónimo ingles titulado De Paraguayae rebus, traducido al
alemán en 1768 (§276) que destaca con detalle la labor de los Misioneros
con los indios (§277), un libro de Haller escrito en la misma dirección al
que agrega el elogio de los guaraníes y la recomendación de su modo de
vida por parte de Montesquieu en El Espíritu de las Leyes (§278) y la
meritoria mención de Antonio Federico Busching (§279) no siempre
acertada (§280). Ante todas estas cita aprobatoria prevé nuestro autor el
reclamo que pueda hacer alguno diciendo que omite a los críticos que
aunque no desconoce (§281) en general los considera prejuicios y poco
informados (§282).

El cap. XXVI (191-197)

El cap. XXVI (191-197) se titula Los Castigos y su tratamiento


desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que el filósofo
sostiene que se debe reprimir con firmeza al delincuente (§283) porque
ningún crimen debe quedar impune en la República, siendo sobre todo
severo, dice Peramás, con los impíos y sacrílegos, los enemigos de la
patria, los parricidas y los sediciosos e incluso los suicidas que deben
quedar insepultos. Cita en su apoyo los libros IV de República y IX de
Leyes (§284).

En el dedicado a Los Guaraníes dice que solo dos de los castigos


indicados por Platón se usaban entre los guaraníes: las cárcel y los azotes
(§285) pero también regía entre ellos la severidad contra los impíos, los
parricidas, los enemigos de la patria y los suicidas (§286) y rechaza lo
que sostiene el autor de El Reino Paraguayo que dice que los Misioneros
envían a las ciudades a los hombres más criminales para sacárselos de
encima, algo que Peramás rechaza (§287) recomendando prudencia y
lectura de la Biblia al que hace semejantes acusaciones (§288) y da
ejemplos de sensatez en las Misiones (§289) donde nunca se aplico pena
de muerte (§290) sino que al homicida se lo encerró para que expíe su
culpa (§291) de modo que de ninguna manera quede libre sin castigo
(§292) y el ejemplo sirva (§293) para demostración de disciplina y moral
(§294) lo que ejemplifica de nuevo con el caso resuelto por el padre
Francisco Díaz Taño (§295).

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El cap. XXVII (198-202)

El cap. XXVII (198-202) se titula Funerales y Cementerios y su


tratamiento desglosado es el siguiente: en el dedicado a Platón dice que
el filósofo sostiene que el lugar de los entierros no se debe ubicar en las
zonas aptas para la agricultura y estos cementerios deben ser austeros
(§296) y los gastos no deben ser excesivos. Cita en su apoyo los libros
IV, VII y XII de Leyes (§297).

En el dedicado a Los Guaraníes dice la misma simplicidad de costumbres


funerarias reinaba entre los guaraníes (§298) y el cementerio en cada
pueblo estaba dividido en cuatro partes para enterrar separados a los
hombres, las mujeres, los niños y las niñas (§299) estando construida su
entrada con un pórtico al que se adosaba una pequeña capilla y nada más
que las cruces de las sepulturas (§300) al ras de la tierra (§301) siendo las
ceremonias muy breves siendo enterrados en lugar especial lo que
prestaron algún servicio sobresaliente (§302).

Epílogo de la Comparación

El Epílogo de la Comparación sostiene que ha dicho ya todo lo que


correspondía en orden a la comparación de la República de Platón y el
régimen de los guaraníes entendiendo que relatado lo apropiado (§303) y
agrega que, si su discípulo Aristóteles tilda de redundante el estilo de su
maestro en República, para nuestro autor tal juicio no parece acertado y
cita el punto de vista de Cicerón que desaprueba en eso al Estagirita y
encomia a Platón (§304) terminando con una extensa cita de Juan
Bautista Noghera que coloca a la República de Platón como modelo
(§305) que encuentra una admirable similitud con los pueblos de la
misiones que él llama paraguayos y cuyo tenor coincide con Muratori,
Montesquieu, Buffon y Haller. (§306).

Apóstrofe a los Filósofos Liberales

El Apóstrofe a los Filósofos Liberales que Peramás desarrolla una vez


terminada la comparación con la República platónica arranca con el
problema relativo a si esa forma de gobierno es todavía posible en

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Europa, a lo que responde negativamente (§307) señalando que ha sido
posible entre los guaraníes (§308) por el estado primitivo de su
civilización (§309) como bien señala Aristóteles a propósito del rey de
Enotría (§310) y del caso de Eneas. (§311) y de los antiguos galos o
españoles. (§312) y de los germanos descriptos por Tácito (§313) y los
Fenios mencionados por el mismo autor (§314) que precedieron al
ulterior afianzamiento de las sociedades europeas que se dividieron en
clases (§315).

Admite que la comunidad bienes es excelente y la igualdad buena en toda


república pero los sucesos históricos marcan una dirección distinta desde
Adán (§316) que han respetado Pedro (§317) en su predicación entre los
romanos (§318), en Jerusalen y en Alejandría (§319) y que ha repetido
Pablo (§320) en Atenas (§321).

Advierte nuestro autor que son muchas las dificultades prácticas que
origina la comunidad de bienes (§322) en orden a la justicia de los
repartos (§323) y que el mismo Platón no la aplica a la Música (§324) y
que Pablo muestra en sus limitaciones equitativas (§325) con el ejemplo
del cuerpo humano (§326).

Desde luego, dice nuestro autor, nadie ha pretendido levantarse contra los
ordenes y entre los guaraníes también se respetó el grado y la dignidad de
los caciques (§327) y no cree nuestro autor que se deban suprimir esas
jerarquías (§328) que otorgan honorabilidad (§329) e incluso admite que
tengan no solo privilegios sino más bienes (§330), a lo que según
Peramás la iglesia no se opone (§331) lo que no significa que se olvide
los necesitados (§332) y que se dediquen congregaciones para atenderlos
y enseñarles gratuitamente (§333), prestarle cuidados (§334) y piadosas
ayudas (§335) lo que es característicos, según Peramás, de las naciones
cristianas (§336).

Estima finalmente Peramás que la comunidad de bienes no es difícil


implantarla en núcleos humanos reducidos (§337) pero se equivocarían
los filósofos paganos si intentaran establecer en Europa un régimen
similar al Guaraní donde ya hay un orden establecido (§338) y el mismo
régimen guaraní fue precario y necesitó que los diversos pueblos se

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apoyen entre sí (§339) para enfrentar los ataques externos, lo que
mantuvo un precario equilibrio difícil de reproducir (§340).

Conclusión

En su Conclusión sostiene Peramás que cualquier cambio institucional en


Europa provocará una catástrofe y acabara con la felicidad llevando a la
ruina de su sociedad civil por lo que exhorta a sus paisanos a buscar la
justicia y la sabiduría dentro del orden vigente (§341) para lo cual acude
a la autoridad de Santo Romas de Aquino que prescribe que cualquier
cambio debe tener siempre alguna utilidad perceptible para inducirlo
(§342) cosa que no han hecho los filósofos liberales que en la
Convención Francesa, durante la Revolución, han introducido, en opinión
de Peramás nuevas y perniciosas instituciones que promueven la
corrupción de las costumbres, la injusticia y el atropello al derecho a
través de hordas de la plebe que actúan sin control ni moderación y que
dan, desde su punto de vista, un espectáculo propio de fieras llevando sin
proceso a la gente al patíbulo (§343).

Estima Peramás que llegará un día en que los nietos de abuelos tan
crueles se avergüencen de tanta locura, de tanta crueldad y de tanta
perfidia y concluye que jamás entre los bárbaros paraguayos ni entre los
tobas y guaicurues, abipones, mbayas y otros indios semejantes se ha
contemplado tamaño espectáculo de crueldad y por el contrario esos
indios se aman y se perdonan unos a otros y viven más hermanados que
los pueblos europeos que él contempla entregados al desenfreno
filosófico y al libertinaje como caballos desbocados y termina diciendo:
O tempora o mores; pero basta con lo dicho (§344).

4.- El pensamiento de Platón en la obra de Peramás

No hace falta ser demasiado perspicaz para advertir que Peramás no


reproduce de manera estricta y puntual en su obra el pensamiento de
Platón sino que más bien ofrece una versión interpretada que,
previamente, ha pasado por el tamiz teológico de un cristianismo de
sesgo particularmente antiliberal que solo cabría calificar de conservador
o tradicionalista si antes se admite que estas orientaciones, producto del
concilio de Trento, son formas ideológicas propias de la modernidad y

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todavía, en la época de nuestro autor, incompletamente desarrolladas y
cuya madurez recién alcanzaran en el siglo XIX de la mano del conde De
Maistre y de Luis de Bonald en una primera etapa y de los
antimodernistas luego hacia fines del mismo siglo XIX.

En la perspectiva de Peramás, que su prologuista pasa por alto, se


privilegia el orden y la autoridad como un producto divino, en la línea
directriz del cristianismo que profundiza la tradición vetereotestamentaria
del mandato imperativo irrecusable con arreglo al cual se recibe y se
cumple la ley.

Semejante fundamento opera como una suerte de hypokheimenos en toda


la obra de Peramás que suprime el dispositivo argumentativo y crítico
conforme al cual Platón describe primero y luego critica y desmonta
todos los presupuestos y fundamentos de la ley y la justicia del más
fuerte en el Gorgias y en República.

A esta primera limitación debe agregarse, en el discurso de Peramás, otra


subsidiaria de aquella que consiste en el otorgamiento de una decidida
primacía a Leyes sobre República, en todas las referencias e
interpretaciones, en las que se remite a asuntos particulares. De continuo
cita ambas obras de Platón; pero es notorio el predominio de nociones y
criterios interpretados a partir de ideas extraídas de Leyes.

A pesar de todas esas limitaciones anotadas que, sin duda, resulta


imprescindible tener en cuenta en cualquier análisis de la obra de
Peramás, la singular empresa comparativa de La República de Platón y
los Guaraníes es, hasta donde se conoce en la bibliografía del filósofo
(cf.: Lustrum 1959, 1960, 1977, 1983, 1988, 1992), el único ejemplo de
confrontación puntual del modelo filosófico del fundador de la Academia
y un fenómeno histórico de organización institucional con eventuales
semejanzas adaptativas como las Misiones Jesuíticas que, por otra parte,
constituye un extraordinario experimento de ingeniería social de larga
duración en clara sintonía con el programa platónico orientado al
establecimiento de una república ideal.

La omisión de toda referencia al derecho y la justicia del más fuerte en la


obra de Peramás sirve, por cierto, para fijar un modelo de interpretación

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regresiva de la obra de Platón que necesariamente tiene que apoyarse en
Leyes, en desmedro de República y el Gorgias, lo que no hace más que
confirmar la necesidad de prevención en el estudio del pensamiento del
filósofo y el consecuente imperativo de acotamiento y atestación de todo
aquello que en la obra editada por Filipo de Opunte resulta incompatible
con el resto del corpus platonicum o decididamente contradictorio como
de la sección 690a1-690c9 y de su repetición abreviada de 714e3-7.

En la perspectiva de Peramás su presupuesto ideológico justifica la


omisión y el sesgo hacia Leyes, aunque nada de eso desmerece el valioso
trabajo comparativo de detalle que ofrece. Cabe destacar además la
continua formulación explícita de su posición ideológica y de su
finalidad panerética que, de alguna manera, facilita el análisis y permite
la crítica.

Tras esa demarcación se descubre el importante valor heurístico de la


obra de Peramás que permite ilustrar una modalidad interpretativa
derivada de Leyes que condiciona y tiende a desmantelar o, al menos, a
ocultar aquella parte del pensamiento del filósofo donde se localiza el
más intenso y profundo examen crítico de la ley y la justicia.

5. - Peramas, Mandevile y el paradigma de la colmena.

Ya hemos visto que en el capítulo VIII de la obra sobre Platón y los


guaraníes, titulado La comunidad de bienes, dedica una parte del párrafo
50 a los almacenes públicos, donde se separaba lo que correspondía a las
contribuciones que se mandaban a Buenos Aires en forma anual; y allí
justamente introduce el ejemplo del panal sosteniendo, que los guaraníes
podrían compararse a las abejas, todas las cuales tiene su propia miel,
su vivienda y alimento, pero solo después que elaboraron el panal común
y concurrieron al trabajo colectivo en el campo y en la colmena .

Curiosamente también la imagen de la colmena ha servido para


ejemplificar el principio básico del egoísmo como fuente reguladora de la
vida social y del mercado en la obra titulada The Fable of the Bees: or,
Private Vices, Publick Benefits (Fábula de las Abejas: o, Vicios
Privados; Beneficios Públicos) impresa por Bernard de Mandeville 1714
en forma anónima y como ampliación de otra versión también anónima

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del 2 de abril de 1705 titulada The Grumbling Hive: or, Knaves Turn´d
Honest (El panal rumoroso o la redención de los bribones) y que
después se conociera como de su autoría, tras una ajetreada controversia
que llevó la obra ante un Gran Jurado de Middlesex en una denuncia por
indecencia pública en 1723. Mandeville, por su parte, no solo asumió la
defensa del texto, develando su autoría, sino que escribió luego una
extensa segunda parte titulada The Fable of the Bees, Part II by the
author of the First (Fábula de las Abejas, Parte II por el autor de la
Primera) que editó en Londres con su nombre en 1729, desarrollando
largamente la justificación de sus puntos de vista bajo la forma de tres
diálogos sucesivos entre Horacio, Cleómenes y Fulvia, personajes
ficticios que representan las diversas perspectivas de la disputa.

Seguramente Peramás, que no podría sino calificar de filósofo impío a


Bernard de Mandeville, tal vez, nunca llegó a leer The Grumbling Hive
o The Fable of the Bees. Ahora bien, sea cual fuere la eventual o posible
relación entre ambos autores, lo interesante aquí es el punto de conexión
temática para el que sirve de nexo la imagen de la colmena como
representación del conjunto de la vida comunitaria.

Para Mandeville, que había nacido en Dort (Holanda) en 1670 y que


residió la mayor parte de su controvertida existencia en Londres, hasta su
muerte en 1733, ejerciendo como facultativo al tiempo que se dedicaba a
escribir tratados médicos y corrosivas descripciones del agregado
humano, la colmena es el mejor espejo de la vida social, punto con el
cual quizá coincidiría Peramás. Sin embargo las conclusiones de ambos
no pueden ser más decididamente divergentes y hasta antagónicas.

El desafortunado jesuita que rememora en el exilio la utopía de las


Misiones solo ve en la colmena un conglomerado ordenado con una
fuerte adaptación y una singular justicia distributiva organizada al
amparo de una autoridad superior, Dios, a la que todos se someten por
naturaleza: todos tienen lo propio (vivienda y alimento), pero solo
después que elaboran lo común y luego de que concurren al trabajo
colectivo.

En orden al rango de sus valores lo colectivo predomina y es esto lo que


garantiza la convivencia y la conservación. Lo común está por encima de

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lo particular y el orden del trabajo es la garantía del resto. La comunidad
de bienes es así el marco y el límite de los tratos y también de las
virtudes y las oportunidades bajo el amparo protector de Dios.

Así todo es casi como el Cielo en la Tierra: una utopía antes que una
experiencia o, si se quiere, una tentativa de la que no ha quedado más que
su espejismo traducido en un libro tan memorable como la Utopía de
Tomas Moro o La Ciudad del Sol de Campanella.

Por el contrario, para Mandeville la colmena no expresa otra cosa que la


más notable sumatoria de vicios, que, en conjunto, constituyen los
fundamentos de la prosperidad general.

Cada uno en la colmena persigue su propio interés y sus propios deseos y


esta tendencia a sostener las propias necesidades buscando la propia
conveniencia impone un equilibrio recíproco en la conveniencia de las
mutuas satisfacciones. El hambre es una plaga terrible, dice Mandeville,
y agrega que sin ella nadie medra y nadie se alimenta.

Su exhortación es tremenda: dejad, dice, pues de quejaros: solo los tontos


se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado y agrega que
vivir con holgura y sin grandes vicios es vana utopía. Por eso recomienda
el fraude, el lujo y el orgullo mientras se pueda disfrutar de sus beneficios
porque la virtud sola no puede hacer que vivan las naciones
esplendorosamente y a las que quieren revivir la edad de oro les
recomienda que mejor se liberen de la honradez como de las bellotas.

Si seguimos esta línea de pensamiento veremos fácilmente – dice en su


reformulada segunda edición de 1714 - que ninguna sociedad pudo haber
surgido de las virtudes amables y las cualidades apreciables del hombre,
sino, por el contrario, que todas ellas deben haberse originado en sus
necesidades, sus imperfecciones y sus variados apetitos; asimismo
descubriremos que cuanto más se desplieguen su orgullo y vanidad y se
amplíen todos sus deseos, más capaces serán de agruparse en sociedades
muy grandes y numerosas.

El contrate como se advierte no puede ser más tremendo. Pero antes de


caer en la censura o en la ofuscación ideológica conviene distinguir las

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diferencias en orden a los valores y a los criterios de realidad y fantasía
que recíprocamente antagoniza cada imagen de la colmena.

Es evidente que la utopía de Peramás se coloca en el horizonte de la


comunidad mientras que la antiutopia de Mandeville retrocede hasta el
individuo. Pero esto, con ser cierto, es aún bastante trivial.

Hay otra dimensión más compleja donde las posiciones se revierten de tal
forma que, al final, la antiutopía de Mandeville se proyecta sobre la
sociedad privilegiando al conjunto cuyo destino quiere preservar a toda
costa, incluso al precio de sacrificar la virtud en beneficio de la holgura
de conjunto y del esplendor de las naciones.

Menos pretencioso, Peramás imagina que el conjunto o colectivo, el


común para usar su terminología, no hace más servir al sustento y a la
felicidad de los individuos protegidos por el orden que los engloba.

De este modo Mandeville deviene utilitarista y empírico mientras que


Peramás termina siendo un soñador utópico. Y, por cierto, en ambas
imágenes, la colmena no es más que el símbolo de un dilema irresoluble
donde los hechos pretenden inútilmente revocar los sueños y donde las
ilusiones a veces están un paso por detrás como en Edad de Oro y otras
un paso adelante como en las Misiones.

Los resultados de Mandeville son, en ese sentido, tan frágiles como los
experimentos que Peramás registra con nostalgia.

6. - Conclusiones.

El valor heurístico de La República de Platón y los Guaraníes se


considera aquí desde el punto de vista de la problemática relativa a la
determinación histórica de los sistemas de pensamiento, para lo cual - sea
cual fuere la posición teórica y el punto de vista asumido - resulta
indispensable un conocimiento detallado de la obra de Peramás.

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7. Bibliografía.

7. 1. Texto de Peramás.

Peramás, J. G. 1946: La República de Platón y los Guaraníes.


Bs. As. , ed. Emece, 1946.
Prólogo de Guillermo Furlong.
Traducción de Juan Cortés del Pino.

7. 2.- Obras de Platón


Platonis: 1973: Opera (edición de J. Burnet). 5vls.
Oxford. Oxford University Press, 1973.
Platon: 1923 y sig.: Oeuvres Complètes.
París, ed. Les Belles Lettres,
XIV tomos preparados por distintos editores.

7. 3.- Diccionarios, léxicos, repertorios


y revistas especializadas.

Autenrieth, Georg 1963: An Homeric Dictionary


Londres, de. McMillan & Co. Ltd., 1963.
Chantraine, Pierre 1968-77: Dictionarie Étimologique de la Langue Grecque
París, ed. Klincksieck, 1968-1977, 3 v.
Liddell-Scott-Jones1966: A Greek English Lexicon
Oxford. Oxford University Press.
Places, E. des 1964: Lexique de Platon
Forma parte de las Oeuvres Complètes.
París, ed. Les Belles Lettres, t.XIV,1964, 2 vls...
Lustrum 1959-1995: Harold Cherniss, Plato 1950-1957, Lustrum 4 & 5
(1959 & 1960) ; Luc Brisson, Platon 1958-1975, Lustrum
20 (1977) ; Luc Brisson, en collaboration avec Hélène
Ioannidi, Platon 1975-1980, Lustrum 25 (1983) 31-320,
avec des Corrigenda à Platon 1975-1980, Lustrum 26
(1984) 205-206 ; Platon 1980-1985, Lustrum 30 (1988) 11-
294, avec des Corrigenda à Platon 1980-1985, Lustrum 31
(1989) 270-271 ; Platon 1985-1990, Lustrum 35 (1993), et
Luc Brisson, avec la collaboration de Frédéric Plin. Platon
1990-1995. Paris, Librairie Philosophique J. Vrin, 1999,
avec des Addenda aux tranches antérieures, 407-415.

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7. 4.- Bibliografía secundaria
Caturelli, A. 2001: Historia de la filosofía en la Argentina.
Bs. As., ed. Ciudad Argentina-Univ.del Salvador, 2001.
Guthrie, W.K.C. 1975: A History of Greek Phylosophy. Volume IV.
Plato. The man and his dialogues. Erlier period.
Cambridge, Cambridge University Press,1975.
Meabe, J. E. 1994: El Derecho y la Justicia del Más Fuerte.
Corrientes, ITGD, 1994.
Menzel, A. 1922: Kalikles.
Eine Studie zur Geschichte der Lehre vom Rechte
des Stärkerem
Viena y Leipzig, Franz Deuticke Verlang, 1922

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