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Cruzadas

Las Cruzadas son las expediciones guerreras que emprendieron los cristianos de Europa Occidental, entre los
siglos XI y XIII, para recuperar de manos de los turcos los Lugares Santos, donde vivió Jesús.
En el siglo XI, después de haber sido objeto de invasiones, Europa se convirtió en invasora, así dio inicio a un
gran movimiento de migración cuyo principal objetivo fue recuperar la ciudad de Jerusalén, que había caído
en manos de los turcos seldjúcidas, que eran musulmanes. Estas peregrinaciones masivas de personas de
todas las condiciones recibieron el nombre de cruzadas, pues sus integrantes se cosían una cruz en la
vestimenta, para identificarse como cristianos y, a la vez, diferenciarse de los musulmanes.
Las cruzadas, que se efectuaron hasta el siglo XIII, no solo se debieron a un motivo religioso. Otras causas de
estas expediciones armadas fueron:
– El aumento de población, que provocó una búsqueda de nuevas tierras y nuevos horizontes.
– La presencia de los turcos en Palestina o Tierra Santa que amenazaba con su expansión tanto al Imperio
bizantino como a los estados de Europa Occidental.
– La necesidad del Papado de afianzar su poder ante el emperador del Sacro Imperio Germánico, y de
canalizar en un sentido religioso el espíritu guerrero de los caballeros, reemplazando la guerra entre cristianos
por la lucha contra los musulmanes.

El Concilio de Clermont
Concilio de ClermontEn el año 1095, el Papa Urbano II convocó
por primera vez a una cruzada para conquistar Tierra Santa en
un concilio efectuado en la ciudad francesa de Clermont. El
principal objetivo del Sumo Pontífice era ofrecer a Bizancio los
refuerzos necesarios para expulsar a los turcos seldjúcidas del
Asia Menor. Con ello el Papa Urbano esperaba que la Iglesia
bizantina, que desde el año 1054, se había separado de la
Iglesia romana, reconociera la supremacía de Roma y, de esta
manera, restaurar la unidad de la cristiandad.
A Clermont acudieron muchos clérigos y un gran número de
nobles de menor categoría a los que también se dirigió el
Papa.
En este concilio, Urbano ofreció recompensas espirituales y
materiales a todos aquellos que se animaran a emprender la
cruzada, la remisión de los pecados y la obtención de territorios en Tierra Santa. Mientras el guerrero
estuviera ausente, la Iglesia se comprometía, también, a velar por sus bienes. A medida que la asamblea se
desarrollaba, sus integrantes presos de la emoción, exclamaron una frase que se convirtió en el lema de las
cruzadas: “¡Dios lo quiere!”. Ese mismo año comenzó la preparación de la primera cruzada con la reunión de
pequeños ejércitos

Jerusalén, Ciudad Santa: Jerusalén fue uno de los mayores centros de peregrinaje en la Edad Media.
Los cristianos acudían ahí por varios motivos. Por un lado, en esta ciudad se encuentra el Santo Sepulcro, que
fue la tumba de Cristo, desde la cual resucitó. Por otro lado, ahí se eleva el Monte de los Olivos, donde el
Señor pasó su última noche y el Monte Carmelo, donde se lo crucificó. Por último, a un par de kilómetros se
encuentra Belén, donde Cristo nació. Jerusalén también es importante para los musulmanes. Para ellos,
Jerusalén es Al Quds, que significa “La Sagrada”, pues, según dice, desde esta ciudad Mahoma ascendió al
cielo montado sobre un corcel. Por eso, para los musulmanes, Jerusalén es la tercera ciudad sagrada después
de la Meca y Medina.
La tradición del peregrinaje a Jerusalén estaba muy enraizada entre todos los cristianos a pesar de que, desde
el siglo VII, esta ciudad había caído en manos de los árabes. Mientras los árabes se habían mostrado siempre
muy tolerantes con los peregrinos cristianos que acudían a ella, los turcos, que ocuparon Jerusalén en el año
1076, adoptaron una actitud hostil. Según las noticias que llegaban a Europa, los turcos se habían convertido
en implacables perseguidores de cualquier cristiano que llegaba a la ciudad. Estas noticias contribuyeron a
movilizar los ánimos de los cristianos para reconquistar la ciudad santa.

La Cruzada de los pobres: Mientras los nobles se organizaban para la primera cruzada, un predicador
francés, Pedro el Ermitaño, comenzó a predicar su propia cruzada montando en un asno.
Pedro logró convocar a más de diez mail campesinos franceses y alemanes, que se encaminaron a Jerusalén
mucho antes que los pomposos ejércitos de los nobles. Casi todos eran pobres y provenían de poblaciones
superpobladas en las que el destino de los pobres era siempre una calamidad. Estos hombres y mujeres
vendieron sus escasos bienes para emprender el viaje. Esta expedición, sin embargo, careció de organización y
preparación militar, los seguidores de Pedro el Ermitaño no llevaban ni armas, no comida, ni agua. Por eso al
principio, vivieron de la caridad. Luego, cuando llegaron a Grecia, los cruzados comenzaron a saquear aldeas
para alimentarse. Como eran demasiado pobres para poder comprar espadas y lanzas, atacaban con cualquier
objeto: palos, cuchillos, hachas o incluso, hondas. De esta manera, esta gran masa humana cruzó las fronteras
del Imperio bizantino convertida en una banda feroz que arrasaba con todo lo que encontraba a su paso.
Los primero encuentros con los turcos fueron favorables. Sin embargo, la cruzada popular dirigida por Pedro el
Ermitaño terminó con un dramático fracaso, sólo se libraron de la muerte los cruzados que renunciaron a la fe
cristiana.
La primera Cruzada
En el año 1096 grandes señores de Francia, Flandes y Alemania partieron con sus ejércitos rumbo a
Constantinopla. Entre estos nobles los más célebres fueron Raimundo de Tolosa, Godofredo de Bouillon y
Bohemundo de Tarento. Cuando todos los cruzados estuvieron reunidos, cruzaron el Bósforo y entraron en el
Asia Menor. Desde este lugar, se dirigieron a Siria, donde se dio el primer enfrentamiento contra los turcos.
Tras seis meses de combate, los cruzados triunfaron en la ciudad de Antioquía y conquistaron Jerusalén el año
1099.
La caída de Jerusalén fue seguida de una gran matanza, todos los musulmanes, hombres, mujeres y niños,
fueron asesinados. Poco tiempo después, los cruzados avanzaron hasta el norte de África y organizaron, bajo
el sistema feudal, los lugares que conquistaron, y establecieron tres estados cristianos o latinos en Oriente y
una en África:

 El principado de Antioquía, en Siria, liderado por Bohemundo de Tarento.

 El principado de Edesa, también en Siria, confiado a Balduino I, hermano de Godofredo de Bouillon.

 El reino de Jerusalén, en Palestina, que se transformo en la capital política y religiosa de los latinos y
cuyo gobernador fue Godofredo de Bouillon.

 El condado de Trípoli, al noreste de África, concedido a Raimundo de Tolosa y que en el año 1187,
después de una crisis interna, quedó anexado al principado de Antioquía.
Para proteger los nuevos territorios cristianos nacieron las Órdenes Militares, caballeros dirigidos por monje
sque tomaron las armas para defender la fe, y que se pusieron al servicio de los peregrinos, procurándoles
alojamiento y seguridad. Las principales Órdenes Militares en Tierra Santa fueron la de los Templarios, los
Hospitalarios, la Orden Teutónica y la de Malta.

Las Órdenes Militares: La potencia militar de los cruzados en Oriente se reforzó con las Órdenes Militares
que se consagraron a la defensa de Tierra Santa: los Templarios, que tomaron su nombre de la fortaleza
situada sobre un antiguo templo de Salomón; los Hospitalarios, que se instalaron en el hospital de San Juan de
Jerusalén; la Orden Teutónica, integrada por caballeros teutones o alemanes, y la Orden de Malta, que se
asentó en la isla de Malta. Cada una de estas Órdenes consistía en un grupo de unos 300 caballeros
preparados fisicamente para el combate y que poseían caballos y armas. Recibían, además, la colaboración de
mercenarios musulmanes. De esta manera las Órdenes adquirieron fuerza y mucho prestigio. En el condado
de Trípoli, por ejemplo, los Templarios mantuvieron 20 fortalezas, y en el principado de Antioquía, los
Hospitalarios poseían un convento en cada ciudad e infinidad de feudos con castillos, abadías, aldeas y tierras.
Las Cruzadas del Siglo XII: Expuestos a los ataques musulmanes, los estados cristianos no podían sostenerse
sin refuerzos. La segunda cruzada se organizó con ese fin, pero no pudo cumplir su cometido, ya que el año
1187, el sultán Saladino tomó Jerusalén. Con ello se perdió la principal ciudad del reino palestino y también, el
principado de Edesa. La tercera cruzada, realizada por mar el año 1187, estuvo encabezada por Federico
Barbarroja, emperador de Alemania; Felipe II Augusto, rey de Francia, y Ricardo Corazón de León, que era el
monarca de Inglaterra. De los tres, sólo Ricardo alcanzó Jerusalén, no logró ocupar la ciudad pero firmó un
pacto con Saladino por el cual éste permitió las peregrinaciones cristianas a la santa ciudad. No obstante, la
estructura del dominio cruzado en Oriente se desmoronó: todos los territorios se perdieron, salvo  San Juan de
Acre y sus alrededores.
Dos reyes, un emperador y una guerra: La tercera cruzada fue organizada por Ricardo Corazón de León, rey
de Inglaterra; Felipe II Augusto de Francia y el emperador alemán Federico Barbarroja. Cuando Federico fue a
la tercera cruzada ya era un anciano. Camino a Palestina, Federico murió ahogado cruzando a caballo un río.
Ricardo, en cambio, era más joven y un diestro militar; se quedó peleando más de dos años en Tierra Santa
pero no venció a los musulmanes. Felipe II de Francia aprovechó la larga ausencia de Ricardo para volver a su
país y, desde ahí, atacar a los ingleses que se habían apoderado de unos territorios en Francia. Los ingleses
fueron derrotados y, con ello, Francia recuperó sus territorios.
Las Cruzadas del Siglo XIII: A diferencia de las primeras cruzadas, las cruzadas del siglo XIII no estuvieron tan
encaminadas a la recuperación de Jerusalén, sino más bien a la conquista de nuevos lugares donde comerciar
y desde donde obtener mayores beneficios en Oriente. Estos movimientos, que se hicieron todos por mar,
perdieron, por lo tanto, sentido religioso. Por eso, los que organizaron la cuarta cruzada en 1204 fueron
comerciantes venecianos, que invitaron a algunos nobles franceses a participar. A cambio de dinero, estos
nobles contribuyeron con sus ejércitos. Sin embargo, en vez de dirigirse a Palestina, los cruzados tomaron
Constantinopla, un importante centro comercial en aquel entonces. Tomada Constantinopla, los cruzados
fundaron el llamado Imperio Latino, el año 1204 y lo mantuvieron hasta el año 1261. Este hecho distanció a
Roma aun más de la Iglesia oficial bizantina; por eso, el Papa Inocencia III excomulgo a los cruzados. La quinta
cruzada comandada por el rey Andrés II de Hungría, se desarrolló entre los años 1217 y 1221. Su objetivo era
tomar Egipto y desde allí avanzar a Palestina. Una vez más, esta cruzada fracasó. La sexta cruzada fue
emprendida en 1227 por el emperador Federico II de Alemania. Este monarca alcanzó a tomar Jerusalén,
Belén y Nazareth. Sin embargo, entró en tratos comerciales con los turcos, lo que provocó un rechazo
absoluto en Europa. Las dos últimas cruzadas, sétima y octava, fueron organizadas en el año 1248 y 1268 por
Luis IX o San Luis, rey de Francia. Estos movimientos recuperaron la finalidad religiosa de las primeras
cruzadas; su objetivo fue dominar el norte de África. Por eso los ataques se dirigieron contra Egipto y Túnez.
Sin embargo, ambas expediciones fracasaron. La octava cruzada fue la última expedición al Oriente; con la
caída de Acre el año 1291, terminó este importante episodio de la historia europea.
Consecuencias de las Cruzadas: Doscientos años de duro combate produjeron una serie de cambios en
Europa. En primer lugar, los señores feudales perdieron poder, pues para armar a los cruzados se endeudaron
fuertemente. Como las cruzadas fracasaron, sus fortunas menguaron. Por otro lado, las cruzadas ocasionaron
un intenso movimiento de personas en el Mediterráneo, que devolvió a este mar el papel relevante que había
tenido en las comunicaciones. El comercio entre Oriente y Occidente adquirió un gran impulso, y los puertos
italianos de Génova y Venecia, que se habían beneficiado con el embarque de los cruzados, incrementaron en
forma extraordinaria sus negocios. En contrapartida, muchas tierras del norte de Europa se vieron
despobladas por la partida de sus habitantes.

FEUDALISMO:
Se le denomina feudalismo a la forma especial que adquirió la organización social de los países europeos,
durante la Edad Media y que consistió en la aparición de dos grandes clases: los Señores y los Vasallos. Tras
la desintegración del Imperio Carolingio, la debilidad de los reyes se hizo evidente. Sus sucesores se vieron
obligados a ceder gran parte de su autoridad a los condes y marqueses, para obtener su apoyo. Para
asegurarse la lealtad de estos nobles, los monarcas les entregaron tierras: los feudos. Por otro lado,
las invasiones de vikingos, sarracenos y húngaros aumentaron la inseguridad general, lo que obligó a los reyes
a encomendar a los nobles la defensa de sus territorios. La crisis del poder y el clima de inseguridad, sumados
a la decadencia del comercio y de la industria, contribuyeron al nacimiento de un nuevo sistema social,
económico y político, el feudalismo, y de una institución: la caballería. El feudalismo se basó en una relación
social característica: el vasallaje. A través de ella, un hombre poderoso ofrecía protección a un hombre más
débil que, a cambio, le juraba fidelidad. El primero era el señor, el segundo se convertía en vasallo. El
feudalismo alcanzó sus formas más características en los siglos XI, XII y XIII.
Características del feudalismo: El feudalismo no
evolucionó de igual manera, ni surgió ni terminó al
mismo tiempo en Europa Occidental. Sin embargo,
este sistema social, económico y político tuvo
características similares en todos los países:

 El poder central desapareció y se fragmentó


en los distintos feudos. En ellos, el señor
acaparó las funciones propias del Estado,
como, por ejemplo, legislar, imponer
impuestos y administrar justicia.

 Los lazos de dependencia se hicieron


personales: desapareció la concepción del hombre ligado a un estado y a unas leyes territoriales y se
originó la dependencia de un hombre con respecto al otro.

 La tierra adquirió una enorme importancia económica al disminuir el comercio y la circulación


monetaria. Por eso, la agricultura fue la base de la economía. La vida rural predominó frente a la
urbana.

 La economía fue de autoconsumo, pues cada feudo consumía única y exclusivamente lo que producía.
 La sociedad, fuertemente jerarquizada, fue dominada por dos grupos sociales privilegiados: la nobleza
y el clero.

 La Iglesia católica se consolidó como una institución de enorme poder religioso, político y económico.
La Sociedad Feudal: La Nobleza Guerrera
El feudalismo se constituyó sobre la base de tres estamentos claramente diferenciados: los nobles, a quienes
les correspondía combatir, los eclesiásticos, destinados a rezar y los campesinos, cuya misión era trabajar para
mantener a los demás. La nobleza feudal estuvo constituida por señores y vasallos que participaban de las
relaciones de vasallaje: a su cabeza estaba el rey, que no era vasallo de nadie y que, teóricamente, era señor
de todos. Entre los miembros de la nobleza había grandes diferencias, aunque todos formaban parte de la
aristocracia. Los grandes vasallos eran los condes, vizcondes, duques y marqueses dueños de extensos feudos.
En el nivel intermedio, se encontraban los vasallos de los vasallos o vasvessores, con feudos más pequeños.
Por último existían los vasallos menores, los caballeros, que eran la mayoría. Éstos no tenían feudo ni vasallos,
pero iban a la guerra a caballo y con un equipo de armas importante. Toda la nobleza feudal era guerrera por
necesidad, por deseo de aventura y por avidez de botín, y se educaba en este espíritu. La guerra representaba
para ella una perspectiva de fama y de fortuna, en tanto la paz era considerada una desdicha.
La morada feudal, el castillo, estaba concebido para las exigencias de defensa y de combate. Las ocupaciones
cotidianas se limitaban a la administración de justicia y a la vigilancia de os subordinados. Los periodos de ocio
eran prolongados, y durante los mismo el señor se dedicaba a las diversiones, sobre todo a la  caza y a
los torneos.
Los castillos
Al comienzo los castillos eran de madera. Recién hacia el siglo XII se hicieron de piedra. El castillo se construía
sobre una cima y era un lugar amurallado y rodeado de un profundo foso salvado por un puente levadizo. En
su interior había un patio que comunicaba con las diferentes estancias del castillos: los pabellones para la
tropa y los servidores, el almacén, los establos y la capilla. La parte más importante era el edificio que servía
de vivienda al noble y a su familia. En ella destacaba la torre del homenaje, la de mayor elevación. La vida en el
castillo resultaba generalmente incómoda e insalubre debido a los rudimentarios medios de que se disponía,
la escasa aireación y la falta de higiene. Asimismo, era una vida monótona, sobre todo para las mujeres, que
apenas salían del castillo.
Los torneos
Para compensar las horas de tedio en el castillo, los señores feudales organizaban con frecuencia cacerías y
torneos. El torneo era la diversión predilecta. Se celebraba en las proximidades del castillo, donde acudían
numerosos nobles de otras comarcas que instalaban sus tiendas ahí. Entonces, los guerreros más diestros y
vigorosos se preparaban para el combate. El torneo duraba normalmente dos días. El primero se dedicaba a
los combates individuales entre los nobles: cabalgando a gran velocidad dos nobles se enfrentaban, armados
con una lanza de madera. El que derribaba a su contendor, era el triunfador. El segundo día, en cambio, se
celebraban enfrentamientos entre unidades completas de guerreros. Con cierta frecuencia, algunas personas
morían en los torneos. Aun así, a lo largo de este peligroso juego se realizaban grandes banquetes y bailes.
El Vasallaje: La vinculación de relación social a la nobleza feudal
se llamó vasallaje. El origen del vasallaje, que fue un vínculo
personal de hombre a hombre, se remonta a los pueblos
germánicos, cuyos miembros se vinculaban al rey por lazos de
fidelidad personal. En los reinos francos, el vasallo ofició de guerrero y fue utilizado por los reyes,
como Carlomagno, para afianzar su poder en el reino. En la época feudal, el vasallaje dejó de ser una práctica
necesariamente vinculada al rey y pasó a convertirse en un contrato o compromiso verbal entre dos hombres
libres: el primero solicitaba protección al señor, y éste, más poderoso, se la daba. De esta manera, se fue
formando una jerarquía social, cuya característica principal consistió en que los hombres libres se convertían
en vasallos de otros más poderosos.
Los deberes y los derechos
A través del contrato de vasallaje, el señor adquiría poder sobre el vasallo, pues éste le prometía  fidelidad,
obediencia y respeto pero este contrato determinaba, también, ciertas obligaciones y derechos por ambas
partes. Mientras el vasallo se comprometía a apoyar a su señor con consejos y ayuda militar y económica, el
señor, por su parte, se comprometía a proteger al vasallo y a entregarle una compensación material que
dependía de su generosidad: caballos, armas, vestidos lujosos y sobre todo,, tierras.
Deberes mutuos entre el señor y el vasallo
Los deberes del vasallo eran llamados auxilium y consilium. El auxilium consistía, principalmente, en cumplir
con un servicio militar 40 días al año. Ciertos vasallos sólo prestaban este servicio personalmente, pero otros
eran ayudados por caballeros: sus propios vasallos, que se convertían en subvasallos de su señor. Al cumplir
con el servicio militar, el vasallo participaba en guerras o vigilaba el castillo del señor. Además, existían otros
servicios propios del auxilium como ayudar económicamente al señor, administrar los dominios feudales,
transmitir mensajes o ser parte de la escolta del señor. A través del consilium, en cambio, el vasallo
aconsejaba a su señor, para lo cual acudía ante él cada vez que éste se lo pedía. Los deberes del señor eran
proteger y mantener a su vasallo. A través de la protección, el señor estaba obligado a defender de us
enemigos y proteger ante la corte a su vasallo, asistirlo con proteger ante la corte a su vasallo; asistirlo con sus
consejos y ser justo con él. A través de la manutención, el señor debía mantener al vasallo en su castillo o
concederle un feudo.
Las ceremonias vasalláticas: homenaje e investidura: El vasallaje se confirmaba a través de dos ceremonias:
el homenaje y la investadura. En el acto de homenaje, el futuro vasallo se arrodillaba ante su señor; le juraba
fidelidad ofreciéndole combatir a su lado y otorgarle toda clase de ayuda, y le pedía que lo aceptara como
vasallo. Si el señor aceptaba se daba paso a la investidura. En la ceremonia de investidura, el señor tomaba las
manos del vasallo entre las suyas y le preguntaba si quería ser su hombre: el pacto se sellaba con un beso en la
boca y con la cesión de parte del señor de una espada, un ramo de flores o un puñado de tierra que
simbolizaba la entrega de tierras o algún otro objeto a su vasallo. Si cualquiera de las partes violaba el
juramento del vasallaje pasaba a ser un felón, o traidor: en la Edad Mediala traición era considerada el peor de
los delitos que un hombre podía cometer. El contrato de vasallaje se mantenía hasta la muerte de una de las
partes. Sin embargo, los herederos podían renovarlo repitiendo las ceremonias. Por otro lado, un vasallo
podía realizar este contrato con varios señores y adquirir, por lo tanto, varios feudos. Cuando esto ocurría, el
vasallo le debía fidelidad total solo a uno de sus señores al
que le entregaba homenaje absoluto: el homenaje ligio.
El Feudo
A través del contrato de vasallaje, el vasallo adquiría de su
señor un beneficio material: diversos objetos, un puesto
de importancia, el derecho a un cobro, a una renta o a
tierras. Al comienzo, esta compensación se
llamó beneficio. Luego se llamó feudo y acabó por designar casi exclusivamente el beneficio en tierra. En
cambio, el feudo desprovisto de toda base territorial fue llamado feudo de bolsa y se presentaba bajo diversos
aspectos: podía consistir en la entrega de una suma de dinero al vasallo, o en una renta fija. Cuando el feudo
era una propiedad de tierra, tenía una extensión variable y albergaba las fuentes de riqueza indispensables:
agricultura, ganadería y explotación forestal. Se trataba de una unidad económica autárquica, en la que se
consumía lo que se producía. El comercio, en cambio, fue casi inexistente. En ese entonces, las relaciones
comerciales se limitaron, por parte del señor, a la compra ocasional de objetos de lujo o mercaderes
ambulantes, y por parte de los campesinos, a pequeños intercambios entre vecinos. Asimismo, la producción
artesanal declinó.

El señorío territorial: Todos los feudos giraban alrededor de la residencia habitual del señor feudal: el castillo
o la abadía. Los nobles raramente cultivaban todas sus tierras. Por eso concedían una buena parte de ellas a
otras personas. Conceder la tierra equivalía a adquirir un poder: el de participar en los recursos de las familias
a quienes se les entregaba. La tierra cultivable se dividía en tres partes diferentes:

La reserva eran las tierras de uso exclusivo de señor: él las explotaba directamente, empleando una mano de
obra en su mayoría servil. Todos los productos de la reserva caían en manos del señor.

Los mansos eran pequeñas parcelas confiadas a campesinos libres, colonos, que a cambio, trabajaban unos
determinados días al año para el señor y le daban una parte de su cosecha o dinero. También a los siervos se
le entregaban parcelas para cultivar, en ese caso se hablaba de mano servil.
Las tierras comunales de aprovechamiento común eran, fundamentalmente, bosques y pastos para el ganado.
La abadía como feudo: Hacia el siglo XI, a los vasallos de gran importancia se les entregó con mucha
frecuencia en feudo una iglesia con su abadía. Con este tipo de feudo, los vasallos percibían todas las rentas
que surgían del dominio de éste o del propio ejercicio del ministerio eclesiástico: los diezmos, que eran la
décima parte de la iglesia, y las ofrendas de los fieles, entre otras rentas más. Estas rentas de naturaleza
eclesiástica y especialmente, los diezmos, figuraron entre los objetos más codiciados para su concesión en
feudo, pues con ellos se podían amasar grandes fortunas.
El derecho sobre el feudo: Uno de los problemas que se plantean los historiadores al estudiar el feudo es el
tipo de derecho que tenían sobre el feudo, el señor que lo otorgaba y el vasallo que lo recibía. Al principio del
periodo feudal, la naturaleza de este derecho no ofrecía dudas: el señor era el propietario y el vasallo sólo
tenía derecho al usufructo del feudo, es decir, a apropiarse de su producción, pero sin hacer ningún tipo de
cambio sobre este territorio. Sin embargo, a lo largo del feudalismo, el vasallo adquirió cada vez más poder
sobre el feudo, pues su servicio era indispensable para las empresas políticas o militares del señor. Por eso, a
la larga, los vasallos dispusieron de sus feudos a su antojo: lo desmembraron para repartírselo a sus hijos y
modificaron sus cultivos según sus propias necesidades.
La herencia de un feudo: El contrato de vasallaje podía renovarse entre los herederos: por eso el feudo
también se heredaba. Para reglamentar esta herencia, en casi todos los países se estableció una costumbre:
la primogenitura. Sin embargo, como el feudo fue cada vez más visto por el vasallo como un elemento de su
fortuna personal, el vasallo intentó beneficiar a todos sus hijos con sus bienes territoriales, y no sólo al mayor.
Por eso, a la larga, los feudos tendieron a fragmentarse enormemente, sobre todo en países como Francia y
Alemania.
La Caballería: Desde el siglo XI, los combatientes a caballo se convirtieron en los protagonistas fundamentales
de la guerra. El auge de la caballería se debió, en gran parte, a algunas innovaciones técnicas como, por
ejemplo, el estribo, que facilitó el movimiento del jinete. En su origen, los caballeros eran campesinos libres
que podían comprar y mantener armas y caballos, lo que era sumamente costoso. Estos hombres se ponían al
servicio de los señores feudales, para formar parte de sus ejércitos privados. Con el tiempo, la caballería se
convirtió en un grupo cada vez más cerrado al que solo podían acceder los nobles.
Ceremonia para ser caballero
Como en la época feudal la gente no sabía leer ni escribir, los contratos escritos casi no se usaban, la gente
confirmaba todo a través de ceremonias.
Mediante una de ellas se ingresaba a la
caballería después de un largo período de
aprendizaje como escudero, sirviendo al lado de
un señor. El acto comenzaba en la noche,
cuando el futuro caballero permanecía
despierto al lado de sus armas, velándolas. A la
mañana siguiente, después de oír misa y
comulgar, se armaba al caballero. Después de
jurar cumplir todas sus obligaciones propias de
tal condición, su padrino le calzaba la espuela
derecha y con la espada, le daba un golpe en la
nuca: el espaldarazo. Así, se ingresaba a la
caballería.

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