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“The History of Public Opinion”


Estefanía Porras Barajas

Reporte de lectura 5:
La historia de la opinión pública puede abordarse en torno a dos perspectivas. La
primera de ellas refiere a la historia del pensamiento o intelectuales, es decir, las
propuestas teóricas a través del tiempo. Mientras que la segunda se centra en la
opinión pública a partir de la historia sociocultural y las técnicas para comunicar
opiniones y creencias. Para lo anterior, es preciso tener tres consideraciones: esta
clasificación es una propuesta no definitiva, corresponde a los aportes del
pensamiento occidental y no refiere a conocimientos inmutables, sino que la
opinión pública se encuentra en flujo constante.

En este sentido, la historia teórica de la opinión pública inicia en la Grecia clásica,


con autores como Platón y Aristóteles. El primero de ellos, se caracterizaba por
una excesiva desconfianza sobre el criterio del pueblo; así, para los mejores
resultados, el gobierno debía estar en manos de un filósofo rey. Por lo anterior, era
necesaria la educación para elevar el espíritu y armonizarlo con la opinión pública.
En Aristóteles, en cambio, la opinión del ciudadano común sí importaba. Sin
embargo, eran las instituciones quienes se encargaban de filtrar la opinión,
organizarla y eliminar las irracionalidades para volverla coherente. Pero la
confianza no era absoluta.

Con Nicolás Maquiavelo, durante el siglo XVI, la importancia de la opinión pública


se construía en relación a la naturaleza humana, desde donde se consideraba al
hombre malo. De manera que las decisiones serán dictadas por un dictador
benévolo, aunque de manera inherente no tiene un valor.

Para el siglo XVII, destaca el pensamiento contractual del cual, Hobbes, Locke y
Rousseau, son principales exponentes. Para Hobbes, la opinión pública es un
elemento crucial en la formación del Estado, dado que es el pueblo quien
determina las reglas fundamentales para establecer a un gobierno. En el
pensamiento de Locke, se encuentra un escepticismo sobre la opinión pública.
Mientras que Rousseau considera que la opinión pública es un elemento central
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en la teoría del Estado. Esta opinión se refleja en la voluntad general, es decir, lo


que piensan los ciudadanos como un todo comunitario y, a la vez, como un
agregado de opiniones individuales. En la era de la Revolución Francesa, destaca
el aporte de Jacques Necker, quien veía la opinión pública como el pensamiento
de las clases medias, contra la monarquía imperante.

En el siglo XIX, resalta el pensamiento utilitarista, donde los autores más


reconocidos fueron Jeremy Bentham John Stuart Mill. En general imperaba una
aceptación generalizada de los intereses de la mayoría y, en el caso de Stuart Mill,
el enfoque democrático resaltaba. A estos autores, pero bajo otras corrientes, se
suman pensadores como Marx, Engels, Tocqueville, entre otros, donde contrasta
la opinión democrática liberal con la crítica comunista a la implantación de ideas
que baja desde las élites.

Para la transición entre el siglo XIX y XX, la opinión pública comenzó a


considerarse en relación con los medios de comunicación masivos (periódico) y
las primeras mediciones de la opinión pública en relación con la actividad
partidista. Autores como James Bryce advertían sobre la importancia de los
medios de comunicación para dialogar con las instituciones políticas tradicionales.

Para George Tarde, esta relación se cristalizaba por medio de un modelo


unidireccional en la formación de opinión, que iniciaba en los medios, pasaba a la
conversación, llevaba a la opinión y culminaba en la acción. En la actualidad, no
existe una definición establecida sobre lo que es la opinión pública; sin embargo,
no se reduce a un problema meramente técnico.

Sobre la revisión histórica de las técnicas de expresión y medida de la opinión


pública, destaca la aparición de la imprenta en el siglo XVIII, así como la
existencia de lugares como los coffeehouses y los salons, donde se reunían los
ciudadanos para hablar temas de interés público y formular la opinión imperante.
En el caso de los salons la participación se veía coartada por criterios de clase.
Los medios masivos de comunicación como la radio y la televisión, así como el
internet transformaron la manera de medir la opinión pública.

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