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Normalidad: este término tiene una gran carga semántica de valore y actitudes que no es fácil
explicar por qué sigue siendo un tema favorito de la psicopatología. La complejidad del
enfermar humano permite adelantar que ningún concepto unilateral de normalidad es
aceptable.
Sería falso, sin embargo, no tener en cuenta que , si bien en el plano teórico y conceptual
existen graves dificultades para establecer los límites de la enfermedad mental, en la práctica
estas dificultades son mucho menores; y hasta hace relativamente poco tiempo, los
psiquiatras, aún los pertenecientes a distintas escuelas, creían moverse en un terreno
relativamente seguro y común a todos cuando hablaban de perturbaciones de la vida psíquica
y cuando ejercían su actividad profesional sobre dichas perturbaciones. Tampoco existían
desacuerdos notables entre la que podemos llamar “psiquiatría oficial o institucionalizada” y
la sociedad en que esta psiquiatría estaba insertada, sin que sociólogos, filósofos ni escritores
sintieran necesidad de fiscalizar ni cuestionar la labor de la psiquiatría. Al mismo tiempo, los
propios psiquiatras parecían sentirse satisfechos con su papel y con el trabajo que
desempeñaban, sin que entre ellos surgieran voces discordantes que pusieran en tela de juicio
su función. Pero es necesario, de inmediato, advertir que esta avenencia, tanto en el seno de la
misma psiquiatría como en lo que podemos considerar relaciones exteriores a esta, era y
continúa siendo, en lo que persiste, aparente y superficial, fundada en la indiferencia y
desinterés generales, por una parte, y en la resignación y pasividad de los psiquiatras, por otra.
En todas las civilizaciones civilizadas, la sociedad, en sentido amplio, ha mostrado siempre
marcado desdén, repugancia y miedo por las enfermedades psíquicas y ha relegado a la
psiquiatría al último lugar de las atenciones sanitarias dispensadas a la población, siendo
abandonados los que padecen de problemas de salud mental graves o leves, condenados a
padecer con su sufrimiento.
Esta situación de “compromiso” ha sido denunciada muy oportunamente en los últimos años;
y a la par que se advierten los esfuerzos para mejorar las condiciones de asistencia psiquiátrica
y para una más eficaz prevención de las enfermedades mentales, la psiquiatría ha tomado más
conciencia de la necesidad de precisar mejor lo que debe entenderse por normalidad y
anormalidad psíquica. Este aumento en la exigencia de una mayor claridad en lo que
constituye propiamente la materia de estudio y trabajo de la psiquiatría, viene determinado
por tres movimientos que convergen en este punto, aunque no coincidan en muchos de los
restantes:
1. La anti-psiquiatría: Sus máximos difusores han sido R.D. Laing y D.G. Cooper, cuestiona
la existencia misma de la psiquiatría tal y como ha sido concebida hasta el momento.
Algunos de sus representantes dudan de que existan enfermedades psíquicas, sin
embargo la mayoría no llegan a negar la realidad de las enfermedades psíquicas pero
convierten al enfermo mental en víctima de las actitudes patológicas de sus familiares,
y al psiquiatra en cómplice de aquellos al encargarse del cuidado del miembro
supuestamente enfermo, con lo cual, dicen ellos, institucionaliza y consagra la
enfermedad, encerrando al enfermo en un círculo diabólico. No explican si las
denunciadas actitudes patológicas de los familiares del enfermo derivan, a su vez, de
otras actitudes patológicas de sus propios familiares, cosa que parecería deducirse por
un razonamiento consecuente.
Existe en las publicaciones del movimiento anti-psiquiátrico, una evidente idealización
de la enfermedad, a la cual la conciben como la única forma de reacción posible por
parte del enfermo ante las presiones ante las que se ha visto sometido. Para ilustrar
sus concepciones recurren casi sitemáticamente a exponer casos clínicos
diagnosticados con Esquizofrenia, especialmente en sus formas limítrofes que por las
complejidades que presentan (imprecisión diagnóstica, escasa eficacia a los
tratamientos habituales, etc), se prestan pñara ser ejemplificadas como producto de la
patología familiar. AL presentar al psiquiatra como aliado de la familia en contra del
enfermo, olvidan a toda la gran masa de pacientes que, al contrario de lo que sucede
con el número relativamente reducido de los que deben ser internados, acuden
voluntariamente al psiquiatra para recibir ayuda, con o sin el consentimiento de sus
familiares, sin ser recluidos en ningún sanatorio ni dejar de cooperar activamente en la
sociedad en que viven. El movimiento anti-psiquiátrico ha denunciado muchas
insuficiencias y vicios de la psiquiatría y ha obligado a ésta a realizar un examen de
conciencia y a efectuar una revisión de muchos conceptos y postulados, entre ellos el
de los criterios de normalidad y anormalidad psíquica. Sin embargo aún partiendo de
ciertas y justificadas necesidades de renovación, la mayor parte de sus afirmaciones y
actirudes son gratuitas generalizaciones basadas en algunos acasos es cogidos con
evidente intención efectista, o bien especulaciones carentes de todo fundamento
clínico. La exigencia de un mejor estudio de las circunstancias familiares, personales y
ambientales para la comprensión de la enfermedad psíquica se halla ya implícita en los
primeros escritos de Freud y no ha sido abandonada, desde entonces, por el
psicoanálisis. EN la actualidad, a partir de las investigaciones y trabajos de Maxwell
Jones, este interés por la dimensión social del enfermo constituye una parte esencial
de los conocimientos y la metodología de la psiquiatría, sin que parezca que ello haya
de llevar una negación de todo el saber psiquiátrico acumulado durante generaciones
de científicos, a convertir al enfermo en una víctima idealizada, ni a renunciar al
derecho al tratamiento de las enfermedades mentales.
2. Renovación de la Psiquiatría: la utilización progresivamente más acentuada de las
técnicas de grupo en las instituciones cerradas y en las consultas ambulatorias: el
convencimiento de la necesidad de la psicoterapia, individual o colectiva, como
tratamiento de determinados trastornos psíquicos; la práctica de las comunidades
terapéuticas y la comprensión de la génesis de muchas enfermedades psíquicas gracias
a las investigaciones psicoanalíticas, por un lado, y los notables avances de la
psicofarmacología por otro, han abierto en los últimos añis nuevas perspectivas a la
psiquiatría, tanto en el aspecto asistencial como en el de la investigación, con un
mayor nivel de auto-exigencia por parte de las jóvenes promociones de psiquiatras, a
la vez frente a sí mismas y frente a la sociedad en que prestan sus servicios. El deseo
de una mayor claridad en el concepto y delimitación de la anormalidad psíquica es la
con secuencia inevitable de esta actitud.
3. Labor de prevención: en su interrumpido avance, la psiquiatría abandona la institución
sanatorial y la simple consulta externa de enfermos para reinsertarse más
profundamente en el seno de la sociedad a través de los movimientos y centros de
higiene mental. Ya no se trata únicamente de prevenir a nivel individual, sin de realizar
una labor profiláctica más amplia, de tipo social. Esto conlleva también una mayor
necesidad de diferenciar, en lo posible, entre la anormalidad y la normalidad psíquicas
para saber qué es lo que se ha de prevenir y en quien y como se ha de realizar esta
prevención.
Criterios generales:
1- Normalidad como salud, evalúa como normal la ausencia de síntomas, por lo tanto
existía una anormalidad con la presencia de síntomas.
El problema básico y fundamental de este criterio es que no hay síntomas fijos,
absolutos de anormalidad. Es decir, cualquier sentimiento, pensamiento y reacción
que nosotros observamos es un paciente mental puede ser también observado en una
persona normal. Generalmente de forma más controlada, más moderada y
socialmente más aceptable. Cualquier síntoma psicopatológico puede ser considerado
normal si su forma de expresión es normal. Escapan en esta definición por ejemplo los
trastornos de ideas delirantes o neurosis por problemas inter-relacionales.
4- Normalidad como proceso: El individuo normal debe ser capaz de manejar los distintos
períodos de su vida acorde a lo esperable para la etapa del ciclo vital que atraviesa. Los
cambios evolutivos son de extraordinaria importancia a la hora de describir la
normalidad, y determinadas formas de autorregulación del comportamiento que
pueden considerarse normal en una etapa del ciclo vital, pudieran considerarse
francamente anormal en otras. El insuficiente control emocional de un niño de la
etapa preescolar, lo cual es esperable para su edad, no debería existir en la
adolescencia o en la etapa de adulto joven. La psico-rigidez de un anciano no debería
existir en la niñez.
5- - Criterio social, la norma seria la opinión social predominante. El hecho de que una
conducta sea clasificada como normal o anormal va a depender de la reacción de los
miembros del grupo social de referencia. Todas las sociedades estimulan a sus
miembros para que adquieran y acepten unas pautas de conducta, costumbres y
sistemas de valores.
Ventajas de este criterio:
La principal es que promueve la identidad y solidaridad dentro de los grupos.
Contribuye al establecimiento y armonía en las reacciones sociales.
Inconvenientes o desventajas:
Es un criterio variable, relativo. Cambia con el tiempo y de unas culturas a otras.
Delimitar el grupo de referencia.
Una sociedad puede comportarse de forma patológica.
Criterios específicos:
Hay 5 criterios específicos que se manejan de forma conjunta, no son independientes entre sí.
Las funciones psicológicas que se evalúan son las inherentes al ser humano, es decir, son la
atención, la percepción, razonamiento, aprendizaje, memoria, comunicación y la afectividad
básicamente. Desde este punto de vista, personas con un trastorno mental no significa que
carezcan de la capacidad de pensar, sino que está deteriorada esa capacidad nada más.
- Eficacia del funcionamiento social, la base de este criterio está en la relativa incapacidad de la
persona para en primer lugar estar eficazmente conformado con el modelo cultural, y en
segundo lugar evitar comprometerse en acciones que difieren de forma drástica de la norma
cultural. Se usa el criterio para describir la forma básica de incapacidad de comprometerse a
unas acciones.
- Si los datos que disponemos indican una alteración o deterioro del funcionamiento
psicosocial.
- Si es la disfunción tan severa que desorganiza de forma significativa el ajuste social
o personal de la persona.
- Si puede explicarse este trastorno de la conducta mediante una explicación
natural.
- La familia
- La comunidad (amigos, vecinos, compañeros de trabajo,...).
- Profesionales que están legitimados para ejercer este rol.
Los tres grupos comparten la responsabilidad de evaluar una conducta como normal, estarán
de acuerdo en:
- Evaluación personal, en los desórdenes moderados en los cuales los déficit psicológicos no
son discernibles y si el ajuste social es adecuado en estos casos el sufrimiento interno de la
persona es el principal indicador de un problema psicológico.
De acuerdo con Belloch & cols todos los criterios son necesarios, pero ninguno es excluyente.
CARACTERÍSTICAS DE LA NORMALIDAD:
CRITERIOS DE ANORMALIDAD:
De acuerdo con Rosenhan y Seligman (1989), existen siete criterios que pueden utilizarse para
etiquetar el comportamiento como “anormal”:
- Actitudes positivas hacia uno mismo: Aceptarse a uno mismo implica que la
persona ha aprendido a conocerse a sí misma.
- Crecimiento y desarrollo: Supone el deseo de utilizar las habilidades que uno
posee
- Autonomía: Genera un grado de libertad emocional frente a las demandas sociales
y tomar responsabilidad de nuestras propias acciones.
- Percepción adecuada de la realidad: La capacidad de decir no lo sé cuándo no se
tiene la información suficiente para juzgar una situación.
- Competencia ambiental: Ser competente en las diferentes actividades, tanto en el
trabajo como en las relaciones personales
- Relaciones interpersonales positivas: La habilidad para disfrutar de la compañía de
los otros, dar y recibir apoyo, respetar al otro.
SALUD- ENFERMEDAD:
Es un estado completo de bienestar físico, mental y social que no sólo consiste en la ausencia
de enfermedad o dolencia.
SALUD MENTAL:
La salud mental es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un estado de bienestar
en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones
normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, siendo capaz de hacer
una contribución a su comunidad.” Por tanto, va más allá de la simple ausencia de enfermedad
mental.
La salud mental al igual que la salud física es un estado relativo y por lo tanto difícil de definir.
Que la salud mental es un estado relativo significa que las personas con un diagnóstico de
trastorno mental pasan periodos de tiempo en los que hay una relativa ausencia de síntomas.
A su vez las personas que denominamos mentalmente sanas también pasan por periodos en
los que puede haber una presencia de sintomatología psicopatológica.
- Meninnger, define salud mental como la adaptación o ajuste del ser humano a su
entorno y a él mismo con el máximo de efectividad y felicidad. Esta basado en el
concepto de adaptación del individuo.
- Freud, define salud mental como la capacidad de trabajar y de amar.
- Jahoda, define la salud mental debe reunir los siguientes requisitos:
- Ausencia de enfermedad.
- Tener una conducta normal.
- Tener un ajuste interno.
- Una adaptación al medio.
- Tener una correcta percepción de la realidad.
- Castila de Pino, habla de salud mental en términos de equilibrio entre los
diferentes polos del self (concepto de si mismo). Tiene que existir una congruencia
entre el concepto de unos mismo, congruente con el concepto que los demás
tienen de mí y con el concepto que yo creo que los demás tienen de mí.
● No están abrumadas por sus propias emociones (rabia, temores, amor, celos,
sentimientos de culpa o preocupaciones).
● Pueden aceptar sin alterarse las decepciones de la vida.
● Tienen una actitud tolerante, despreocupada, respecto a la propia persona y a los
demás, y son capaces de reírse de sí mismas.
● Ni subestiman ni sobrevaloran sus habilidades.
● Se respetan a sí mismas.
● Se sienten capaces de hacer frente a la mayoría de las situaciones.
● Consiguen placer de las cosas simples de la vida cotidiana.
¿Qué es un síntoma?
Es decir, un síntoma puede ser muchísimas cosas, y el hecho de que estén presentes no sirve
como confirmación definitiva de que la salud de alguien se vea comprometida: por ejemplo, un
paciente puede decir que le duele la cabeza (síntoma) sin que esto sea señal de que se tiene
una enfermedad.
El síndrome
La enfermedad
El concepto de enfermedad, como el de síndrome, es una entidad clínica, y por tanto tiene que
ver con los problemas de salud. Sin embargo, si un síndrome no es más que un conjunto de
síntomas ya estudiados e identificados como algo que tiene una entidad propia al tener una
forma típica de manifestarse, una enfermedad debe presentar, además de uno o más
síntomas, o cambios reconocibles en el cuerpo o bien una causa biológica conocida (o ambos
elementos).
Es decir, que un síndrome, al ser esencialmente un conjunto de síntomas, no tiene por qué
tener una causa conocida ni desarrollarse a la vez que alteraciones anatómicas.
Así pues, algunos síndromes pueden ser la manifestación de una enfermedad, pero otros no,
ya que sus causas pueden ser tan biológicas como, por ejemplo, sociales.
¿Qué es un trastorno?
En términos genéricos, por trastorno puede entenderse simplemente una alteración del
estado de salud normal debido o no a una enfermedad. El ámbito en el que es más frecuente
hablar de trastornos es del de la salud mental. Un trastorno mental suele ser entendido como
un cambio desadaptativo (y, por tanto, problemático) que afecta a los procesos mentales.
Muchas veces el término trastorno se utiliza como un modo más laxo de referirse a la
enfermedad en aquellos casos en los que las causas no están muy claras y las posibles
alteraciones anatómicas con las que está asociado pueden ser a la vez causa o consecuencia
suya. En el caso de los trastornos mentales esto se hace mucho, ya que muchas veces no
queda muy claro si los desequilibrios bioquímicos asociados a algunos trastornos son lo que
produce los síntomas o son un producto de una dinámica de interacción entre la persona y su
entorno.
De este modo, el concepto de trastorno sirve simplemente para describir las señales del
estado de anormalidad y de alteración de la salud en el que se encuentra una persona,
mientras que el de enfermedad señala una relación de causalidad, porque incluye las causas
concretas (etiología) de la falta de salud.