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miércoles 3 de noviembre de 2010

El Ingreso Solar en Aries: Su Importancia Cosmológica

Como comentábamos en una anterior entrada, la carta más importante


basada en un acontecimiento astronómico cíclico anual es la del
Ingreso Vernal, que marca el momento temporal del comienzo de la
Primavera en el Hemisferio Norte, donde florecieron en la antigüedad
las más desarrolladas culturas que nos legaron este conocimiento, este
saber que hoy conocemos como Astrología.

Nuestros antepasados, que sin duda fueron grandes observadores de la


Naturaleza y sus ciclos, establecieron que existían correlaciones entre
los ciclos naturales en dimensión horizontal (terrestre) y los ciclos en
dimensión vertical (celeste).

Situados como estaban en la corteza de Gaia, corroboraron como la


vida de los seres que la poblaban, reinos animal y vegetal, parecían
manifestar una analogía paralela con el ciclo estacional anual. Así
percibieron que cuando la naturaleza despertaba en el mes de Marzo
aproximadamente a partir del Equinoccio Vernal, inicio de la Primavera
en el Hemisferio Norte, (fenómeno astronómico que se conoce desde la
más remota antigüedad, como demuestran cientos de edificaciones de
uso ceremonial repartidas por todo el mundo, donde este momento
anual queda reflejado en su arquitectura como un hecho inequívoco), la
vida parecía comenzar de nuevo tras el frío y la muerte invernales.

EL CICLO DE TRASLACIÓN
Establecieron de esta forma un paralelismo analógico con su propia
existencia asociando esta época con la del comienzo de su vida y
desarrollo. Pero había más, también podía, (en un ciclo menor diario
que se repetía ad infinitum), asociarse ese momento analógicamente
con el del amanecer, cuando el Sol parecía procurar el final de la
oscuridad, del sueño reparador nocturno de la “no existencia”, y traer
con su presencia en el cielo la actividad, la consciencia y la vida sobre
la Tierra.

EL CICLO DE ROTACIÓN Y SU ANALOGÍA


La noción de ciclo es básica en la naturaleza y en la vida: desde los
ciclos de las estaciones hasta los ciclos biológicos. Naturalmente, la
idea de ciclo está unida a las de tiempo, movimiento y ritmo. Y bien
puede afirmarse que la Astrología es, ante todo, el estudio de los ciclos,
en la medida en que los movimientos planetarios se ajustan a esta idea
y se reflejan en los fenómenos terrestres.

Así, el movimiento diario de la Tierra determina el ciclo cotidiano en


que se alternan el día y la noche, de la misma manera que el
movimiento (aparente) del Sol a lo largo del año determina el ciclo de
las estaciones. Y tanto en un caso como en el otro, estos ciclos tienen
cuatro momentos críticos o fundamentales: la salida del Sol
(amanecer), la culminación del Sol (mediodía), la puesta del Sol
(ocaso) y la anti-culminación del Sol (medianoche). Asimismo las
cuatro estaciones anuales: Primavera, Verano, Otoño e Invierno y los
también cuatro momentos temporales astronómicos que las inician:
Equinoccio Vernal, Solsticio de Verano, Equinoccio Otoñal y finalmente
Solsticio de Invierno

Fue por todo lo anterior que nuestros antepasados decidieron


inteligentemente que el año, el ciclo anual, comenzaba cuando la vida
hacía aparición de nuevo cada año en el comienzo de la primavera,
pues análogamente este momento presentaba claras connotaciones
similares al comienzo del ciclo menor diario en el instante del
amanecer, y extrapolándolo al de su propia existencia en el momento
del comienzo de su propia vida.

A partir de fijado ese momento comprobaron que el Sol culminaba


reinando en lo alto todos los días (Zenit), y ese momento tenía su
análogo en el ciclo anual de la primitiva agricultura, cuando los
cereales alcanzaban su máximo crecimiento y desarrollo. Entonces era
el momento de máximo calor, poco después del Solsticio de Verano, y
el calor era signo inequívoco del “reinado” del Sol, cuando este astro
llega a la máxima declinación Norte sobre el ecuador terrestre,
ocupando el grado 0 de Cáncer.

De nuevo captaron un paralelismo con su propia existencia, pues


alcanzado ese momento de plenitud, tanto solar,en el ciclo anual (ciclo
largo), como físico en el ser humano, comenzaban a declinar ambos,
haciéndose en el ciclo anual los días más cortos, con menos tiempo de
luz, tiempo que sin embargo se añadía al de la noche, y de similar
forma, tras la plenitud vital de la juventud, declinaba la fuerza en el ser
humano.

Habiendo establecido que la noche en el ciclo diario (ciclo corto) era


sinónimo de “no existencia”, sueño e inactividad, (por lo tanto
tendente a la muerte) comprobaron que a partir del mediodía, cuando
la fuerza del astro era máxima en luz y en calor, el Sol parecía declinar
y brindar menos de ambas, encaminándose en el siguiente periodo
hacia su morada nocturna, muriendo cada jornada en el oeste.

Por ello a este momento de máximo calor y luz le asociaron por


analogía con el periodo vital de máxima fuerza y energía en el ser
humano, a partir del cual menguaba esta idénticamente a como lo
hacia la fuerza solar tanto en el ciclo anual (largo), como en el diario
(corto). En ese momento el Sol parecía ir menguando su fuerza, luz y
calor, por lo tanto vida…….., análogamente a como experimentaba el
ser humano durante las últimas horas de duro trabajo en el campo.

La siguiente observación les llevo a comprobar que existía otro


momento en el ciclo largo (además del de inicio del ciclo anual) en el
que las horas de luz eran en duración idénticas a las de oscuridad. En
su pérdida de poder el Sol había cedido luz a la oscuridad y entonces la
duración de ambas estaba en un equilibrio exacto. Esto coincidía con el
tiempo de las cosechas cuando los frutos parecían llegar a su madurez
máxima, pasado el cual, si no se recolectaban, tendían a perder parte
de sus cualidades pudiendo incluso llegar a estropearse para su
consumo.
En el ciclo diario sucedía algo similar: El Sol, que había “reinado” en su
Zenit, perdía fuerza y “caia” hasta el horizonte occidental existiendo en
ese momento crepuscular vespertino un equilibro de luces y sombras
pasado el cual la oscuridad crecía y el Sol desaparecía bajo la Tierra
(era enterrado) en el horizonte, dejando un rastro de luz tras él, que
poco a poco menguaba hasta su desaparición total. Con su pérdida
también lo hacían de la faz de la Tierra el calor y la actividad humana
que lo acompañaban, y el hombre, tras la jornada de duro trabajo,
experimentaba como su propio cuerpo parecía menos cargado de
vitalidad e invitaba al descanso del sueño reparador, al reino de la
oscuridad y de la “no consciencia” por lo tanto tendía en alguna
manera hacia la muerte aparente.

Finalmente, y por último, existía un cuarto momento en el que


estacionalmente llegaban las nieves y el frío se volvía más intenso. Las
plantas y la vegetación habían muerto, las hojas caídas previamente se
habían podrido en el barro de otoño, y ya no quedaba rastro de vida en
ellas. Los animales incluso tendían a verse menos, esconderse o incluso
desaparecer durante este tiempo. La actividad humana, tanto agrícola
como ganadera, era mínima o inexistente. Los días se habían hecho
oscuros con un tiempo de oscuridad mayor que el de luz, incitando a
vivir más hacia adentro, refugiados de las duras inclemencias de los
elementos atmosféricos. El hombre vivía entonces básicamente de lo
que había podido almacenar durante los periodos estacionales previos,
pues entonces adquirir el sustento vital en forma de alimentos
resultaba imposible dada su ausencia total, ya que la tierra permanecía
entonces helada, estéril y yerma.

Esa victoria de la oscuridad tenia un momento en el cual era máxima,


tal como sucedía durante el ciclo diario tras la puesta de sol, el brillo y
el recuerdo de éste habían desaparecido por completo siendo la
oscuridad total la que reinaba, así como el silencio absoluto y la
inactividad similar a la muerte aparente. El hombre se hallaba en pleno
descanso, no consciente, por tanto era como si le hubiese sobrevenido
también la muerte.

Ese momento se producía alrededor del 21 de Diciembre en el ciclo


anual (por eso la raíz del nombre del mes procede del número diez,
como Noviembre nos conduce al nueve, Octubre al ocho, Septiembre al
siete etc, cuenta regresiva que si continuamos nos conduce finalmente
al mes de Marzo, mes de Marte el regente del primer signo zodiacal,
como mes número uno de la serie), en el ciclo diario correspondía con
la medianoche y en el vital humano se asoció con la muerte.

Pasado este exacto momento el Sol parecía ganar de nuevo minutos de


luz a la oscuridad hasta llegar una vez más, en duración, al equilibrio
de ambas, hecho que acontecía renovadamente en el nuevo año que
comenzaba el siguiente Equinoccio Vernal en el comienzo de la
siguiente estación primaveral, allá por el 21 de Marzo donde el ciclo
parecía repetirse de nuevo similarmente a como sucede en el ciclo
diario.
Estas conclusiones del hombre primitivo conducirían finalmente a la
concepción del pensamiento reencarnacionista, pues si la naturaleza
que moría cada ciclo volvía a renacer en Prima-vera (“primera
estación”, vemos de nuevo aquí la raíz del número uno), y el Sol que
moría cada día renovaba su vitalidad y se alzaba de nuevo triunfante
sobre las tinieblas cada amanecer, por analogía el ser humano también
debería hacerlo, renacer tras la muerte aparente.

EL CICLO ANUAL Y SU ANALOGÍA CON EL DIURNO

Publicado por "Egarciaber" en 11/03/2010

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