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Microcuentos
Microcuentos
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga
En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única
habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un
banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo
un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en
otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y
así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Todas las mañanas llego a la oficina, me siento, enciendo la lámpara, abrió el portafolio y, antes de
comenzar la tarea diaria, escribo una línea en la larga carta donde, desde hace catorce años, explico
minuciosamente las razones de mi suicidio.
Con los soles de finales de marzo mamá se animó a bajar de los altillos las maletas con ropa de
verano. Sacó camisetas, gorras, shorts, sandalias…, y aferrado a su cubo y su pala, también sacó a mi
hermano pequeño, Jaime, que se nos había olvidado.
Poco antes de la oración del huerto, un hombre tristísimo que había ido a ver a Jesús conversaba con
Felipe, mientras concluía de orar el Maestro.
–Yo soy el resucitado de Naim –dijo el hombre–. Antes de mi muerte, me regocijaba con el vino,
holgaba con las mujeres, festejaba con mis amigos, prodigaba joyas y me recreaba en la música. Hijo
único, la fortuna de mi madre viuda era mía tan solo. Ahora nada de eso puedo; mi vida es un páramo.
¿A qué debo atribuirlo?
–Es que cuando el Maestro resucita a alguno, asume todos sus pecados -respondió el Apóstol-. Es
como si aquél volviera a nacer en la pureza del párvulo…
La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto
de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo
de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.
Tengo gafas para ver verdades. Como no tengo costumbre no las uso nunca.
Sólo una vez…
La calavera del esqueleto que yacía debajo de las sabanas roncaba a mi lado, junto a mí.
El hueso redondo sobre la almohada tenía los cabellos de mi mujer, con los rulos de mi mujer.
Los dientes descarnados que mordían el aire a cada ronquido, tenían la prótesis de platino de mi
mujer.
Acaricié los cabellos y palpé el hueso procurando no entrar en las cuencas de los ojos: no cabía duda,
aquello era mi mujer.
Dejé las gafas, me levanté, y estuve paseando hasta que el sueño me rindió y me volvió a la cama.
PREGUNTAS MOTIVADORAS
¿Cuál considera qué es el mensaje que quiere dejar el corto?
¿Qué fue lo que más le llamo la atención de la animación o video?
¿qué fue lo que menos le gusto de la historia que se desarrolla en el corto?