En América Latina el populismo surge en el decenio de los años 30 y 40 del
siglo XX, con Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina, Cárdenas y su nacionalización petrolera en México. Como una respuesta a los cambios que implicó la depresión económica mundial de 1929. Se considera que estos populismos eran el producto de sociedades tradicionales, que no habían agotado su transición a la modernización. Además, eran populismos autoritarios, no se desarrollaban en contextos o escenarios democráticos. Eran regímenes incluyentes que buscaban construir estados que garantizaran la inclusión de sectores y capas sociales que estaban en la periferia, marginadas de la comunidad política, y de lo que se trataba era de que pasaran a formar parte de una comunidad política más amplia. Sin embargo, el nuevo populismo tiene lugar en un contexto de la democratización, respeta las reglas electorales de la democracia, y responde a un nuevo repertorio de acción política. Este nuevo populismo se desarrolla sobre la base de dos ideales, el ideal democrático electoral, y el ideal sustancialista del pueblo magnificado. Por ejemplo, Venezuela en los últimos 12 años ha desarrollado más de 15 elecciones tanto presidenciales como de gobernaciones, alcaldías y referéndum, la gente ha votado tanto en tan poco tiempo, como nunca antes. Uno de los peligros del populismo, y no solo del populismo sino de las democracias inconclusas en general, es la tentación autoritaria. El mayor riesgo está en que el populismo tiene entre sus premisas que el pueblo no se puede equivocar. Los que están contra el líder son contra el pueblo Se hace popular aquel hombre que por su condición humana permite empatía con el pueblo de manera intrínseca logrando, obtener el sumo de confianza necesaria para que el pueblo crea de forma absoluta lo que su líder dice o hace. Es importante aclarar que el populismo puede ser de izquierda o de derecha, y que incluso sus fronteras son muy poco claras y con facilidad pueden ser traspasadas, un populismo de izquierda puede degenerar en un populismo de derecha y de igual manera un populismo que inicia con signos claros de derecha puede terminar como un populismo de izquierda.