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Facultad de Artes

Escuela de Cine y TV

Metáfora
Por Carlos Satizábal
Profesor asociado
Universidad Nacional de Colombia
Escuela de Cine y TV
Facultad de Artes
Para mis estudiantes de la clase taller Dramaturgia I

Metáfora
Su principio creativo es: sustituir una cosa por otra.
Por ejemplo:
1.      El cielo descendió a nuestras manos. Aquí la palabra cielo
sustituye a la palabra niebla.
2.     La cinta de acero del río. La expresión cinta de acero sustituye a
la palabra corriente.
La metáfora crea una atmósfera y nos deja conocer algo que
ignorábamos. Amplifica lo que sabíamos y revela o descubre analogías
que no veíamos y que entrañan una nueva verdad.
Emily Dickinson lo dice en un poema suyo:
Di toda la verdad pero dila oblicuamente —
el Hallazgo en el Giro reposa.
Tan luminosa para nuestro débil Deleite
La Verdad es suprema sorpresa.
Como del Relámpago se tranquiliza al Niño
con alguna clase de explicación
Así la Verdad debe deslumbrar gradualmente
no sea que nos ciegue su resplandor —

Tell all the truth but tell it slant —


Success in Circuit lies
Too bright for our infirm Delight
The Truth's superb surprise
As Lightning to the Children eased
With explanation kind
The Truth must dazzle gradually
Or every man be blind —
 

La metáfora -en cuanto imagen poética que nos revela lo que estaba en
las sombras u oculto- podemos también llamarla iluminación.
Esta idea inspira al poeta Rimbaud a llamar a uno de sus libros
Iluminaciones.
Platón, en el Diálogo Ion o de la Poesía, recuerda que la poesía tiene la
virtud de iluminar al contagiarnos su fuerza, su energía: la inspiración.
Un contagio semejante a como la piedra imán contagia a los eslabones
de una cadena de hierro su magnetismo:
“En igual forma, la musa inspira a los poetas, éstos comunican a otros
su entusiasmo, y se forma una cadena de inspirados. No es mediante el
arte, sino por el entusiasmo y la inspiración, que los buenos poetas
épicos componen sus bellos poemas. Lo mismo sucede con los poetas
líricos. Semejantes a los coribantes, que no danzan sino cuando están
fuera de sí mismos, los poetas no están con la sangre fría cuando
componen sus preciosas odas, sino que desde el momento en que
toman el tono de la armonía y el ritmo, entran en furor, y se ven
arrastrados por un entusiasmo igual al de las bacantes, que en sus
movimientos y embriaguez sacan de los ríos leche y miel, y cesan de
sacarlas en el momento en que cesa su delirio. Así es que el alma de los
poetas líricos hace realmente lo que estos se alaban de practicar. Nos
dicen que, semejantes a las abejas, vuelan aquí y allá por los jardines y
vergeles de las musas, y que recogen y extraen de las fuentes de miel los
versos que nos cantan. En esto dicen la verdad, porque el poeta es un
ser alado, ligero y sagrado, incapaz de producir mientras el entusiasmo
no le arrastre y le haga salir de sí mismo. Hasta el momento de la
inspiración, todo humano es impotente para hacer versos y pronunciar
oráculos”.
La iluminación que nos concede la inspiración es el sueño y el deseo de
toda creación artística, de todo arte: la iluminación generosa que nos
entrega o nos descubre la metáfora que nos deje ver lo que estaba
oculto u olvidado, lo que yacía perdido o desconocido o innombrado o
invisible: encontrar la metáfora que levante el velo de ilusión o de
engaño o de irrealidad o de olvido que cubre la vida.
Picasso ha dicho que la inspiración existe, pero debe encontrarte
trabajando.
Y el maestro Gabriel García Márquez: que su trabajo es una suma de
transpiración e inspiración.
El trabajo que se enriquece con la inspiración es el trabajo de la poesía
que habla con imágenes poéticas, con metáforas.
En Poética, (1457b), Aristóteles define así a la metáfora:
“Metáfora: es transferencia del nombre de una cosa a otra; del
género a la especie, de la especie al género, de especie a especie, o
según analogía...”

“Del genero a la especie: “he aquí que mi nave se paró…”

Aquí el género sustituye a la especie: “porque el anclar es una especial


manera de pararse”: anclar es la especie: la especial manera en que se
detienen o paran las naves del mar. Parar es el género.

“De la especie al género: “miles y miles de esforzadas acciones llevó a


cabo Ulises…” El género, aquí, sería la palabra “muchas”. “Miles y miles
es una de las especies de ese género.

“De especie a especie: “sacándole el ánima con el bronce”, y “cortando


con el infatigable bronce”. Sacar y cortar son especies semejantes.
Y por analogía cuando se establecen semejanzas o equivalencias entre
varios términos: la vejez es a la vida como la tarde al día.
Y agrega Aristóteles: “se dirá, según esto, que la tarde es “la vejez del
día” o que la vejez es “la tarde de la vida…”
Para Aristóteles la metáfora transfiere el nombre de una cosa a otra en
razón de la analogía que existe entre esos nombres. Y esa analogía es de
carácter lógico como la que existe entre el género y la especie. Un
género agrupa un conjunto de especies que entre ellas tienen
semejanzas, analogías. Por ello se pueden sustituir mutuamente: el
género por una de sus especies, o una especie por su género o dos
especies del mismo género entre sí.
Pero también las palabras que dan sus nombres a las cosas se pueden
sustituir entre sí metafóricamente, porque la palabra que da su nombre
a una cosa no es la definición de la cosa: entre el nombre y la cosa que
ese nombre nombra hay una distancia. Y no solo porque como diría san
Agustín la palabra perro no ladra. Si no porque la palabra perro no
nos describe las características del perro: nombra al perro, pero no lo
define. “Solo la definición define y descompone una cosa en sus
partes.” (Aristóteles, Física, Libro I, 184b 11 y ss.).
Pero la metáfora puede ir -y va- mucho más allá de la lógica
clasificatoria, para dar a una cosa el nombre que
corresponde a otra, es decir: sustituir una palabra por otra.

O, como hacemos en los sueños para burlar la censura


moral, sustituir la cosa prohibida por otra, y así lo
prohibido pasa disfrazado, camuflado de lo que es
inofensivo a la moral.
La metáfora nos descubre semejanzas y analogías más allá de
las analogías y semejanzas lógicas.

La metáfora, incluso, disuelve, desteje las semejanzas lógicas


para revelar otro orden, otras relaciones que las ya
conocidas. Y nos revela lo desconocido.
La metáfora nos propone un modo de pensar que, además,
puede trasladarse a las acciones, a las cosas, a las imágenes,
a los colores, a las formas, a los sonidos. A todos los
lenguajes.
La metáfora sucede en todo lenguaje. La metáfora es, por
decirlo de modo metafórico, pero directo: el corazón del
lenguaje.
Sus dones de iluminación y revelación de lo que es invisible o
se nos oculta, son los dones que nos permiten conocer,
reconocernos, descubrir. Y comunicarnos.
La metáfora es la que permite las comparaciones, las
sustituciones, las equivalencias. La que hace posible a cada
lenguaje producir sentido y pensamiento. Y goce: sin la
metáfora no sería posible el humor. Ni el amor.
La metáfora es el corazón del modo humano y poético de
conocer y reconocer los seres y las cosas, de nombrar y de
habitar el mundo: poéticamente habitamos entre cielo y
tierra, ha dicho el poeta Hölderlin.
Las relaciones metafóricas que descubre la poesía pueden no ser de
analogía o semejanza, sino, al contrario de diferencias.
E incluso, como en la poesía conceptista, de contradicción: poesía que
hace sus metáforas con la unidad de los contrarios: el oxímoron.  
Con el oxímoron o unidad metafórica de los contrarios, la poesía nos
deja considerar y definir lo que de otro modo es imposible definir ni
siquiera considerar; por ejemplo: el amor.
Así lo hace don Francisco de Quevedo en el soneto Definiendo el Amor,
uno de los más bellos de nuestra lengua:
Definiendo el amor
Es yelo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
 
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
 
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.
 
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.

La definición de metáfora de Aristóteles puede también ampliarse a


una de las formas de la metáfora: tomar la parte -la especie-, por el
todo: el género. O al revés: tomar el todo por la parte. Es la forma
metafórica que luego se llamó sinécdoque.
Sinécdoque. Figura retórica que consiste en designar una cosa con el
nombre de otra con la que existe alguna relación, como las relaciones
entre:
a.     La especie por el género (y viceversa).
b.     El nombre del todo por la parte o la parte por el todo.
c.     La materia por el objeto.
d.    El singular por el plural (y viceversa).
e.     Lo abstracto por lo concreto.
Son sinécdoques:
‘Acero’ por ‘espada’: clavó su acero en el corazón.

‘Brazo’ por ‘trabajador’; también por oponente: “no da su brazo a


torcer”.

‘La ciudad se ha amotinado’ por el levantamiento de todos o de algunos


grupos sociales: la ciudad es el todo, quienes se han amotinado son una
parte de ese todo.
‘El hombre’ por ‘el género humano’, típica sinécdoque que quiere
naturalizar y consagrar en la lengua y en el habla cotidiana la
supremacía patriarcal.
Uno de los más bellos y hondos poemas filosóficos colombianos
Balada de la fórmula definitiva y paradojal, del maestro León de
Greiff, juega en su coro -en su fórmula definitiva y paradojal- con el
valor ético y total de la diferencia entre el todo y la parte:

“Todo no vale nada si el resto vale menos”.

Balada de la fórmula definitiva y paradojal


 
A Tisaza y Jovica;
locos también
 
I
Necias disquisiciones de fastidiosa ética:
mi cabeza, la ilusa, anda muy mal de juicio...
(¡peor la flaca bolsa, de irónica aritmética...!)
Le pregunté a la Esfinge que tengo a mi servicio:
-oh, ¿cuál será la fórmula de virtud o de vicio,
que rija mis futuros?- y los abstrusos senos
musitaron unánimes, en tono profético:
todo no vale nada, si el resto vale menos...!
 
II
Eblís llévese entonces la ilusión que acaricio,
me dije, seducido por frase tan sintética;
acudí, sin embargo, a otro dios más propicio:
al Buda que reniega la física kinética...
Pendía de sus labios de palidez ascética
y preso oí del verbo los indecibles trenos,
la turbia paradoja de recia apologética:
todo no vale nada si el resto vale menos!
 
III
Pero no satisfecho de esa sentencia herética
(tan absurda a las fibras de mi amante edificio),
fui tras otras palabras de más suave fonética,
que curasen mi trágico padecer adventicio.
Ninguna, nó, ninguna, dio con el artificio
de ese bálsamo amable de perfumes amenos!
Todas fueron acordes cantando el epinicio:
todo no vale nada, si el resto vale menos!
 
ENVÍO
¿A cuál? ¿A quién?: ¡al cínico señor del Maleficio,
al misterioso búho de alma peripatética!
Singlaremos entonces con rumbo al precipicio,
con rumbo al precipicio y a la nada hipotética,
pero iremos impávidos, ecuánimes, serenos,
diciendo la parábola desdeñosa y estética:
todo no vale nada, si el resto vale menos!
(1918)
Todo no vale nada si el resto vale menos es la fórmula que reconoce que
la poesía al usar la metáfora que toma la parte por el todo ha hecho de
la parte -del resto- algo que no puede valer menos que el todo. O el
todo quedaría valiendo nada. Es una ley no sólo del lenguaje y de la
poesía que ilumina la ética. También rige esta ley poética la valoración
de la naturaleza, describe lo esencial de la actitud y de la filosofía
ecologista: una hoja no vale menos que el árbol todo; si la hoja vale
menos, el árbol moriría. Una gota de agua no vale menos que toda el
agua del planeta. Un jaguar no vale menos que toda la selva. Y
también en los mitos indígenas de las selvas pluviales del Amazonas y
del Chocó o de África o de Oceanía, los mitos que reconocen en su saber
milenario que cada ser, cada estrella, cada árbol, cada hormiga, hace
parte de una misma energía vital.
Es una verdad ética, poética y mítica que está en la poesía, desde
siempre. Walt Whitman la consagró en sus Hojas de Hierba:

“Creo que una hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por
las estrellas,
y que la hormiga es perfecta, y que también lo son el grano de arena y
el huevo del zorzal,
y que la rana es una obra maestra, digna de las más altas,
y que la zarzamora podría adornar los salones del cielo…”

 
Metonimia: palabra que viene de las griegas met: más allá, y
onomazein: nombrar. Nombrar más allá. Es decir: cambiar el nombre,
dar otro nombre. La metonimia se rige por el principio metafórico de
cambiar el nombre de algo por el nombre de una de sus partes: la parte
por el todo. Es un procedimiento metafórico del lenguaje verbal y
escrito al que la lingüística moderna ha llamado metonimia.
 
Para el lingüista Roman Jakobson la metonimia equivaldría a lo que en
su bellísimo libro La Rama Dorada el etnógrafo e historiador de los
mitos James George Frazer llama: magia por contagio: el caníbal
adquirirá las fuerzas y virtudes de aquello que devoró. Y la metáfora
actúa o sucede en la magia homeopática o imitativa: una cosa por
otra, como cuando clavamos los alfileres del ritual vudú en el muñeco
que representa al enemigo y el desgraciado sufre entonces dolores
indecibles.
 
Podría considerarse que el proceso de la composición o elaboración
inconsciente del sueño que Sigmund Freud llama «desplazamiento»,
actúa de modo análogo a la metonimia. Y el que llama «condensación»
procede como la metáfora.
 
El desplazamiento en el sueño es una metonimia, porque subsume el
sentido de una representación en otra. Una señora muy casta se quiere
ir de monja. Sueña reiteradamente que entra a un gran salón lleno de
bellos hombres, muy elegantes, ella vestida de blanco y con unas
camelias en sus brazos, de pronto se siente mirada por ellos y descubre
que su vestido deja al descubierto sus senos o su sexo. La señora
despierta llena de aprehensión y llora de culpa. Sueña esto repetidas
veces. Es, para ella, tan casta, ese sueño una verdadera pesadilla al
despertar. Le remuerde el alma moral. Su amor a Cristo. Angustiada
por el remordimiento va al médico psicoanalista. Él le pregunta: ¿por
qué lleva camelias en el sueño? ¿qué asocia usted a esas camelias? Y la
cadena de asociaciones que parte de las camelias de su sueño la lleva a
reconocer que una vez sitió el deseo de probar el amor de los hombres
antes de entregarse al amor de Cristo. Ese deseo, en el sueño, es, a la
vez que representado, reprimido en la desnudez. Pero ella no puede
descubrir su evidente deseo en su desnudez soñada. Solo al preguntarle
el médico del alma qué asocia a las camelias ella lo descubre:
las camelias le llevan a recordar que hace un tiempo vio la película La
dama de las camelias y sintió que querría ser tan libre como esa mujer
que rige una aristocrática tertulia en el Paris de la belle époque y ama le
lleven sus pretendientes camelias para, al terminar la fiesta, escoger su
amante de la noche de aquellos que le han llevado las más bellas
camelias. La futura novicia desea probar el amor de un hombre bello
antes de irse al convento. La cadena del sentido procede asociando una
imagen a otra. Las camelias camuflan bajo ellas al deseo sexual que la
moral sexual religiosa abomina por sucia lujuria del demonio. Lo
desplazan. El desplazamiento en este sueño procede como una
metáfora en la poesía verbal o en la lengua: sustituye una cosa, el deseo
sexual, por otra: las camelias. Como en la poesía sustituímos ‘una
palabra por otra’, tomando la nueva palabra el lugar de la sustituida en
la cadena del sentido. O definimos una palabra con otras, como hace en
el soneto 1964 II el poeta Jorge Luis Borges:

la muerte, ese otro mar, esa otra flecha

 
Cuando se miran las diferencias -o mejor, las semejanzas- entre
metonimia y metáfora en sus usos en el lenguaje, en el sueño y en los
mitos, diferenciarlas radicalmente antes que verlas como semejantes se
me parece a ese procedimiento de partir un pelo en dos con el que se
burlaban los antiguos de quienes buscan diferencias sutiles para
polemizar. Lo digo a riesgo de que los psicoanalistas lacanianos y los
lingüistas me miren como a un pobre hombre que tiene ya secos sus
sesos y las entendederas.
 
Aquí una lista de metonimias de uso común en el habla española. Las
he tomado de san google wikipedia, interviniéndolas en algunas partes.
Aquí también resulta evidente que son metáforas comunes del lenguaje
cotidiano, que toman una cosa por otra:
Causa por efecto:
Carecer de pan (carecer de trabajo).
Efecto por causa:
Los niños son la alegría de la casa (causan felicidad).
Continente por contenido:
Tómese una copa (tomarse el contenido de una copa)
Se comió dos platos (comerse el contenido de dos platos)
Fumarse una pipa (fumarse el contenido de una pipa)
El símbolo por la cosa simbolizada:
Juró lealtad a la bandera (jurar lealtad al país).
Lugar por lo que en él se produce:
Un Rioja (un vino de Rioja).
Un Jerez (un vino de Jerez de la Frontera).
Marca comercial por objeto de la marca:
Pagó con Visa (tarjeta de crédito).
Autor por obra:
Un picasso (un cuadro de Picasso).
Escuchar a Bach (una composición musical de Johann Sebastian Bach).
Objeto poseído por poseedor:
El primer violín de la orquesta (se refiere al que toca dicho violín).
La parte por el todo:
Una ciudad de diez mil almas (hace referencia a los habitantes de la
ciudad, no implica una ciudad merodeada por espectros).
No había ni un alma (ni una persona).
El balón se introduce en la red (la portería).
El todo por la parte:
Lavar el coche (la carrocería).
La materia por el objeto:
Un lienzo (un cuadro).
El nombre del objeto por el de otro contiguo a él:
El cuello de la camisa.
El instrumento por el artista:
Son grandes plumas de la literatura clásica universal Cervantes,
Shakespeare y Dante.
García Márquez es la gran pluma universal contemporánea.

Composiciones:
Haiku:
Hacer una lista de diez momentos de energía de la Naturaleza; hacer
otra lista de diez momentos emotivos humanos. Luego ver cuál
momento de la naturaleza se puede unir con cuál momento emotivo
humano. Hacer siete haiku. Hacer este ejercicio al menos una vez cada
semana.

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