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2009. En Temas y Problemas de la Arqueología Histórica, tomo II, compilado por M. Ramos, A. Tapia, F. Bognanni, M. Fernández, V.

Helfer,
C. Landa, M. Lanza, E. Montanari, E. Néspolo y V. Pineau, pp. 397-408. Universidad de Luján, Luján.

HORA DE VESTIRNOS: ANTECEDENTES Y PERSPECTIVAS DEL ESTUDIO DEL


CUERPO VESTIDO EN ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA

Melisa A. Salerno

RESUMEN

En las últimas décadas, antropólogos y sociólogos señalaron la importancia de considerar el


vestido y sus vínculos con el cuerpo en el estudio del mundo social. Frente a estas circunstancias,
resulta relevante preguntarnos por qué esta temática no despertó suficiente interés entre los
especialistas en arqueología histórica. Con el objetivo de responder este interrogante, en primer
término analizo los presupuestos que tradicionalmente afectaron el análisis de los cuerpos vestidos en
la disciplina. Posteriormente, presento distintas propuestas conceptuales que permiten orientar las
discusiones. Finalmente, refiero a un caso de estudio propio. El mismo pretende explorar los vínculos
entre vestido, cuerpo y represión en la última dictadura militar en Argentina (1976-1983). Frente a
quienes desconocen su potencial como vía de análisis, este trabajo intenta mostrar las formas en que el
cuerpo vestido modela –y es simultáneamente modelado por– prácticas e identidades, ejerciendo un
efecto directo sobre el presente y pasado de nuestras sociedades.

Palabras clave: vestido, cuerpo, arqueología histórica.

RESUMO

Nas últimas décadas, antropólogos e sociólogos assinalaram a importância de considerar o


vestido e seu vínculo com o corpo no estudo do mundo social. A partir disso, resulta relevante
perguntar-nos por que esta temática não despertaran suficiente interesse entre os especialistas em
arqueologia histórica. Com o objectivo de responder este interrogante, em primeiro termo analiso os
orçamentos que tradicionalmente afectaram a análise dos corpos vestidos na disciplina.
Posteriormente, apresento diferentes propostas conceptuais que permitem orientar as discussões.


Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas (IMHICIHU-CONICET).
melisa_salerno@yahoo.com.ar
2009. En Temas y Problemas de la Arqueología Histórica, tomo II, compilado por M. Ramos, A. Tapia, F. Bognanni, M. Fernández, V. Helfer,
C. Landa, M. Lanza, E. Montanari, E. Néspolo y V. Pineau, pp. 397-408. Universidad de Luján, Luján.

Finalmente, refiro a um caso de estudo próprio. O mesmo pretende explorar os vínculos entre vestido,
corpo e repressão na última ditadura militar em Argentina (1976-1983). Este artigo destaca o potencial
do corpo vestido como via de análise, e mostra alguma das formas em que este último modela –e
simultaneamente, é modelado por– práticas e identidades, tendo um efeito directo sobre o presente e
passado de nossas sociedades.

Palavras chave: vestido, corpo, arqueologia histórica.

ABSTRACT

In the last decades, anthropologists and sociologists pointed out the importance of including
dress and the connection with the body in the analysis of the social world. Considering this, it is
worthwhile to understand why this issue did not arouse too much interest among historical
archaeologists. With an aim to answer this question, I will discuss some of the assumptions which
traditionally affected the analysis of the dressed body in the discipline. Later, I will present different
conceptual frameworks that allow discussing the role of dress in social life. Eventually, I will refer to a
particular case study. The latter will explore the connection among dress, body and political repression
in the most recent military dictatorship in Argentina (1976-1983). This article asserts the potential of
the dressed body as a line of inquiry, and it shows some of the ways in which it shapes –and it is
simultaneously shaped– by practices and identities, having an impact on the past and present of our
societies.

Key words: dress, body, historical archaeology.

AL DESNUDO: UN ANÁLISIS DE LOS FACTORES QUE PROMOVIERON LA FALTA DE


INTERÉS SOBRE EL CUERPO VESTIDO EN ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA

El vestido comprende un conjunto de modificaciones (escarificaciones, tatuajes, pinturas) que


se efectúan sobre la materialidad del cuerpo, y una serie de suplementos (prendas, calzado,
ornamentos) que extienden más allá de la carne su voluminosidad (Eicher y Barnes 1994; Eicher y
Roach-Higgins 1994). El vestido y el cuerpo mantienen una relación estrecha, en tanto los cuerpos
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suelen presentarse vestidos durante las situaciones de interacción social. El estudio del vestido se
transforma, entonces, en una herramienta interesante para discutir las formas en que distintos grupos
representan y experimentan su propio cuerpo, y los modos en que se vinculan con el mundo que los
rodea (incluyendo las restantes personas y las cosas). La definición de identidades, las relaciones de
poder, el cambio y la reproducción social son algunos de los problemas que pueden ser abordados
mediante el estudio de un vestido “hecho cuerpo”.
Aproximadamente desde 1980, antropólogos y sociólogos se encontraron crecientemente
interesados en el estudio del vestido, destacando sus múltiples vínculos con el cuerpo (ver Davis 1992;
Barnard 1996; Entwistle 2000; Bourdieu 2000, 2002; Lipovetsky 2004). Hasta el momento, la mayor
parte de los trabajos se centró en el análisis del vestido en el mundo contemporáneo. De la misma
manera, las mayor parte de las investigaciones ignoró los rasgos materiales del vestido en los
contextos de estudio considerados21 (Crane 2000). Teniendo en cuenta estas ideas, la arqueología
histórica tiene mucho que ofrecer (Salerno 2006). Desde hace más de una década, esta disciplina es
comúnmente definida como el estudio del proceso de formación de la modernidad (Orser 1996)
mediante el análisis del mundo material (Deetz 1977). Sin lugar a dudas, el desarrollo de una
perspectiva histórica ofrece la posibilidad de comprender cómo ciertas expresiones del vestido se
tornaron comunes a lo largo del tiempo. Asimismo, la incorporación de un enfoque material permite
discutir las formas en que el vestido (es decir, las modificaciones y suplementos del cuerpo) contó con
un rol activo en la definición de la sociedad.
Tradicionalmente, la arqueología histórica centró su interés en el análisis de los objetos
recuperados en el campo. Por lo general, los mismos incluyeron restos de comida, contenedores,
vajilla, construcciones, entre otros. Estos materiales permitieron estudiar el desarrollo de distintas
prácticas en el mundo moderno (Mrozowski 2000; Zarankin y Salerno 2007). Llegado este punto, vale
la pena preguntarnos por el rol que los investigadores comúnmente otorgaron al vestido en arqueología
histórica. A través de una intensa búsqueda bibliográfica, considero posible señalar que el vestido
(especialmente, como realidad asociada al cuerpo) fue escasamente considerado frente a otros temas
de estudio (ver, sin embargo, DiPaolo Loren 2000, 2001; Voss 2008a, 2008b; Mann y Loren 2001;
Salerno 2007; Andrade Lima 2008). Estas circunstancias no pueden ser interpretadas como resultado
de una única causa. Por este motivo, en esta sección propongo analizar los discursos dominantes del
pensamiento moderno que pudieron impactar negativamente su análisis.
Los discursos dominantes comprenden ideas ampliamente extendidas en el sentido común y el
ámbito científico (Baumann 2007). Muchas de estas ideas constituyen prejuicios que fueron
naturalizados y permanecieron indiscutidos durante años2. En este caso intentaré explorar las múltiples
conexiones entre el vestido, el cuerpo y la mujer en el mundo occidental. Tradicionalmente, la
corporeidad y la feminidad resultaron temáticas negativamente valoradas en nuestra sociedad (Thomas
2009. En Temas y Problemas de la Arqueología Histórica, tomo II, compilado por M. Ramos, A. Tapia, F. Bognanni, M. Fernández, V. Helfer,
C. Landa, M. Lanza, E. Montanari, E. Néspolo y V. Pineau, pp. 397-408. Universidad de Luján, Luján.

1996). A partir de ello, se torna posible comenzar a discutir las formas en que estos factores
influenciaron las opiniones sobre la relevancia de los análisis sobre el vestido en arqueología histórica.
Siguiendo esta línea de trabajo, posteriormente consideraré las particularidades que definen la
materialidad del vestido en el registro arqueológico. Sin lugar a dudas, algunas de sus características
fueron entendidas como graves limitantes para el desarrollo de las investigaciones en la disciplina.

a) El cuerpo

El vestido se encuentra estrechamente asociado con el cuerpo. Para algunos investigadores,


este último constituye una mediación entre naturaleza y cultura (Lock 1993; Grosz 1994).
Específicamente, Butler (1990, 2002) señala la posibilidad de que no existan cuerpos pre-sociales,
distintos de los gestos y discursos que los atraviesan. Desde esta perspectiva, todos los cuerpos se
encontrarían constituidos por su estilización (Alberti 1999). Recientemente, algunos antropólogos
comenzaron a señalar que el vestido es un conjunto de prácticas (Entwistle 2000; Salerno 2006) que
involucran el cuerpo mediante modificaciones y suplementos. A pesar de esporádicos y tempranos
esfuerzos de investigación (ver Leenhardt 1961; Mauss 1979; Elías 1993), la corporeidad (la
dimensión social de los cuerpos, incluyendo sus prácticas y experiencias) no fue una temática
comúnmente abordada por las ciencias sociales hasta 1970 (Csordas 1999a; Citro 2004). Esta ausencia
puede ser explicada –aunque no de forma exclusiva– como resultado de los presupuestos dominantes
de la filosofía occidental (Grosz 1994). Sin lugar a dudas, estas ideas circunscribieron las posibilidades
de estudiar el vestido como uno de los fenómenos asociados al cuerpo.
En el mundo occidental, la definición dominante de cuerpo tiene una historia que se remonta a
la Antigüedad. Sin embargo, su concepción moderna fue sistematizada por Descartes en el siglo XVII
(Grosz 1994). Descartes (1968) señaló que los seres humanos se componían de dos sustancias
contrapuestas e irreductibles: cuerpo y mente. El cuerpo formaba parte de los objetos. Se trataba de
una máquina que respondía a los estímulos del medio mediante reflejos. Mientras tanto, la mente
formaba parte del sujeto. Era un ego descorporizado que generaba representaciones internas del
mundo exterior. Si bien complementarios, cuerpo y mente tenían un vínculo asimétrico. La capacidad
de pensamiento era el atributo definitorio de los seres humanos. La arqueología moderna y positivista
–como una de las ciencias del “hombre”– decidió privilegiar el estudio de los productos de la razón
(símbolos y representaciones). A diferencia de la mente, el cuerpo no era una posesión exclusiva de las
personas: compartía ciertos rasgos con objetos y animales. De esta manera, cuando los arqueólogos
abordaron el cuerpo decidieron hacerlo desde una perspectiva influenciada por la física (Le Breton
1995). Finalmente, el cuerpo anatomo-fisiológico se presentó a sí mismo desnudo, ignorando el rol del
vestido y otras prácticas culturales del cuerpo (Hamilakis et al. 2002; Joyce 2005)
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b) El género

Aproximadamente desde el siglo XV, el vestido occidental comenzó a ser asociado a la moda.
Desde la década de 1990, antropólogos y sociólogos consideran que la moda representa un fenómeno
exclusivo de la modernidad (Davis 1992; Barnard 1996; Crane 2000; Lipovetsky 2004). En pocas
palabras, lo definen como un sistema capitalista de producción y consumo, regido por una lógica
sistemática y regular de cambio en sus ideales estéticos. Hacia fines del siglo XVIII, las
transformaciones de la moda comenzaron a ser conectadas con la feminidad (Bourdieu 2000). En
Occidente, los discursos dominantes distinguen identidades femeninas y masculinas, asociándolas a
valoraciones contrapuestas (Grosz 1994; Butler 2002). Por lo general, el mundo masculino resulta
vinculado a rasgos activos, fuertes, independientes, mentales, éticos. Mientras tanto, el ámbito
femenino resulta conectado a rasgos pasivos, débiles, dependientes, corporales, estéticos. En el siglo
XIX, estos prejuicios fueron legitimados por modelos científicos que entendieron el género como una
materialización de diferencias presentes en los sexos biológicos (Díaz-Andreu y Sørensen 1998;
Spencer-Wood 1999; Vos 2006).
Si bien los investigadores actualmente definen la moda por su lógica de cambio, la naturaleza
de sus transformaciones no fue comprendida durante mucho tiempo. En el siglo XIX, se popularizó la
idea de que la moda era irracional, y sus transformaciones eran completamente caprichosas y
aleatorias. Los vestidos producidos por el sistema de la moda se encontraban dirigidos a cubrir y
adornar el cuerpo de las personas. Desde esta perspectiva, buscaban exaltar los sentidos y emociones
de quienes los apreciaban mediante criterios estéticos. Partiendo de una supuesta oposición entre
estética y ética, el vestido resultó asociado a la frivolidad y ausencia de pautas morales (Veblen 1953).
Teniendo en cuenta los prejuicios de género anteriormente mencionados, estos rasgos fueron
directamente vinculados a las mujeres. Si la arqueología (como las restantes ciencias sociales)
intentaba discutir los aspectos intelectuales de los seres humanos en el pasado (Zarankin y Salerno
2010), resulta posible comprender por qué buscó distanciarse de fenómenos aparentemente
irracionales como la feminidad y el vestido.

c) El registro arqueológico

La falta de interés respecto del vestido en arqueología histórica (y la arqueología en general)


también puede ser asociada con las particularidades que definen la materialidad de las piezas
excavadas (Salerno 2006). Es común que los artículos del vestido dejen pocas trazas identificables a
nivel arqueológico. Muchas de ellos fueron confeccionados con materiales degradables, se descartaron
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en bajas frecuencias, o sufrieron procesos de deterioro y fragmentación significativos en el contexto


sedimentario. Durante décadas, los arqueólogos consideraron que estos rasgos afectaban la
representatividad de las muestras (Gamble 1990). De la misma manera, entendieron que los estudios
sobre vestido (incluyendo aquéllos efectuados en contextos de la modernidad) dependían de la estricta
presencia de piezas arqueológicas. Frente a estas circunstancias, los restos de vestido fueron
considerados “pequeños hallazgos” que podían aportar poca o ninguna información relevante sobre el
mundo social.

NUESTRO VESTUARIO: PROPUESTAS CONCEPTUALES PARA EL ABORDAJE DEL


CUERPO VESTIDO EN ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA

Actualmente, los presupuestos que ignoraban o minimizaban el potencial del cuerpo vestido
en arqueología histórica están siendo discutidos. Este nuevo escenario permite reflexionar sobre el
potencial de diversas propuestas para el estudio de la temática. De forma gradual, algunos enfoques
están comenzando a ser explorados por los investigadores; mientras tanto, algunos otros aún no han
sido considerados.

a) Perspectivas semióticas

Estos enfoques retoman distintos aspectos de la antropología interpretativa de Geertz (1973) y la


arqueología contextual de Hodder. Desde su perspectiva, el vestido –como el resto del mundo
material– comprende un sistema de comunicación no-verbal que puede ser decodificado y leído por
los arqueólogos como si se tratara de un texto (Hodder 1991, 1994; Little 1992; Shackel y Little
1992). Por lo general, el vestido suele ser entendido como una “segunda piel” que transmite
información durante las situaciones de interacción social –principalmente, sobre quiénes son, quiénes
pretenden ser y qué hacen las personas (Joyce 2006). El significado de esta información no es unívoco,
sino que depende de la reconstrucción del contexto en que los cuerpos vestidos participan. Esta
propuesta ha sido aplicada en algunos trabajos con buenos resultados (ver Beaudry et al. 1991;
Mrozowski 2000; Andrade Lima 2008). Pero también puede ser criticada por la construcción de una
división artificial entre lo físico/natural y lo simbólico/cultural. Quizás por esta misma idea se ha
centrado en la representación del vestido, antes que en la experiencia de corporizarlo (Joyce 2005).

b) Enfoques post-estructuralistas
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Esta propuesta se encuentra fundamentada en la obra de Foucault. Específicamente, considera


las formas en que los discursos del saber-poder sobre el vestido pudieron constituir los cuerpos
durante la modernidad (Entwistle 2000). Las disciplinas refieren al control de las operaciones del
cuerpo mediante técnicas sutiles que procuran reticular el tiempo, el espacio y los movimientos. En
este marco, la vigilancia y el panoptismo constituyen elementos necesarios para imponer una relación
de docilidad-utilidad sobre los cuerpos (Foucualt 1988 [1975]). Durante la modernidad, las disciplinas
promovieron el uso de prendas específicas en contextos crecientemente diversificados (considerar, por
ejemplo, las reglamentaciones de las instituciones disciplinarias, y los discursos formulados por el
sistema de la moda) (Salerno 2006). De esta manera, se transformaron en elementos de control que
permitieron demarcar diferencias sociales, y obtener información sobre cada persona en cada
momento. Aunque presenta potencial interpretativo, esta propuesta ha sido prácticamente ignorada en
arqueología histórica. Una de las críticas que se podrían adelantar es un cierto desinterés por la
experiencia y la agencia.

c) Aproximaciones prácticas

Estos enfoques incorporan elementos de la fenomenología de Merleau-Ponty (1977 [1960],


1993 [1945]), la teoría de la práctica de Bourdieu (1977, 1984, 1997) y el paradigma del embodiment
de Csordas (1999b). Para estos autores, el cuerpo constituye el locus de la existencia (Merleau-Ponty
1993 [1945]), y la única forma que tenemos de “ser-en-el-mundo” (sensu Heidegger 2007). Se trata
del motor de nuestra acción, y posee la intencionalidad necesaria para proyectarnos hacia el mundo.
Con el objetivo de responder a la solicitación que las cosas y las personas ejercen sobre nosotros,
nuestro cuerpo debe –en primer lugar– comprenderlas. Este conocimiento no posee un sentido
intelectual. Por el contrario, se refiere a un “saber que está en las manos” (Merleau-Ponty 1993
[1945]:157).
El conocimiento práctico necesita que el cuerpo alcance cierto grado de familiaridad con el
entorno (Jackson 1983; Bourdieu 1999; Csordas 1999b). La incorporación de nuevos hábitos da cuenta
de estas circunstancias. En el mundo social, las personas comparten un mismo escenario en el que
desarrollan su experiencia (lo que no equivale a decir que experimenten exactamente las mismas cosas
–Crossley 1995, 2001). Allí se encuentran rodeadas por un espacio, cosas y personas semejantes. Por
este motivo, las formas de vincularse con el entorno también pueden presentar similitudes. El
“habitus” (sensu Bourdieu 1977) no sólo provee las bases a partir de las cuales se perciben las
similitudes en las prácticas. También otorga los fundamentos a partir de los cuales se reconocen las
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diferencias. Por este motivo, constituye un elemento central en los procesos de construcción de
identidades (Jones 1999).
Teniendo en cuenta las ideas expresadas, el vestido puede ser definido como un hábito o una
práctica a partir de la cual se “in-corporan” (sensu Warnier 2001) ciertas expresiones de la cultura
material. Para ello se demandan y modelan habilidades sensorio-motrices específicas. Si las personas
nos presentamos socialmente vestidas, la experiencia que solemos tener de nosotros mismos es la de
un cuerpo vestido. De manera similar, las formas en que nos encontramos vestidos modelan –y son
simultáneamente modeladas por– nuestra experiencia y acción sobre el mundo. En este sentido, el
vestido puede desempeñar un rol importante en la definición de las disposiciones adquiridas. En los
últimos años, algunos trabajos en arqueología histórica comenzaron a discutir el vestido como práctica
del cuerpo (DiPaolo Loren 2000, 2001; Voss 2008a, 2008b; Mann y Loren 2001; Salerno 2006, 2007).
Sin embargo, aún resta profundizar el trabajo efectuado.

UN CASO DE ESTUDIO: VESTIDO, CUERPO Y DICTADURA EN ARGENTINA

En esta sección pretendo mostrar un caso de estudio propio. Los detalles de este caso fueron
publicados de forma extensa en otro lado (Salerno 2007). Sin embargo, sus resultados ofrecen una
oportunidad interesante para discutir los vínculos entre vestido, cuerpo e identidad en este trabajo. De
la misma manera, el caso considerado permite reflexionar sobre la integración de diversas propuestas
conceptuales bajo la consiga de una “apropiación activa”3 . Según Bourdieu (1989:64), la apropiación
activa constituye el acto a través del cual el investigador extrapola ideas de distintas corrientes teórico-
metodológicas, reactivándolas y resignificándolas en el contexto de un nuevo trabajo. Este
procedimiento propone destacar los puntos en común de distintas orientaciones, otorgando mayor
flexibilidad a los investigadores en el tratamiento de las problemáticas estudiadas.
El principal objetivo del caso de estudio considerado consistió en explorar las estrategias
mediante las cuales la última dictadura militar en Argentina construyó –y posteriormente intentó
transformar– las identidades de sus opositores. Teniendo en cuenta este objetivo, en esta investigación
discutí las estrategias que apuntaron a la materialidad de los cuerpos de los sectores perseguidos
(principalmente, a través del vestido). Por un lado, analicé los discursos oficiales que intentaron
definir y marginar la categoría “subversivo” mediante la apariencia. Por otra parte, consideré las
prácticas que los militares impusieron a sus víctimas en los centros clandestinos de detención,
estudiando los significados y experiencias asociados a la presencia/ausencia de diversas expresiones
de la cultura material asociadas al cuerpo. Las líneas de información utilizadas comprendieron
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testimonios documentales y restos de vestimenta recuperados por el Equipo Argentino de


Antropología Forense.
La persecución de los enemigos por parte de la dictadura dependió de un proceso de
categorización social. Las categorías sociales no siempre resultan coincidentes con las definiciones
que los grupos construyen sobre sí mismos (Jenkins 1996). Ello se debe a que usualmente no son
resultado de procesos de auto-determinación, sino de imposición de identidades. Por lo general, la
construcción de categorías requiere el uso de estereotipos que facilitan la evaluación y el ordenamiento
de las personas. Durante la dictadura, los ciudadanos fueron descritos mediante un sistema binario que
buscó clasificarlos como buenos/ ordenados/ saludables/ capitalistas o malos/ enfermos/ caóticos/
socialistas (Archenti 2006). Las personas asociadas con estos últimos rasgos fueron consideradas
“subversivas”, en tanto expresaban resistencia ideológica y práctica frente las condiciones de vida en
el país (Junta Militar 1980).
La identificación de los “subversivos” demandó su estigmatización previa. Goffman (2003)
define los estigmas como atributos indeseables que desacreditan a las personas en las situaciones de
interacción social. Durante la dictadura, la subversión fue considerada una “enfermedad” que
demandaba la intervención del Estado para poder ser curada. Las autoridades señalaban que, como
cualquier dolencia, tenía síntomas legibles al nivel del cuerpo. Teniendo en cuenta su apariencia, los
grupos perseguidos fueron tratados como “desacreditados” o “desacreditables” (sensu Goffman 2003),
dependiendo de los atributos con los que se los asociaba. La condición de los desacreditados se
suponía fácil de percibir. Su esterotipo se plasmaba en la imagen del “guerrillero”, construida en torno
al uniforme de corte militar y las armas de fuego (Pigna y Seoane 2006). Mientras tanto, la condición
de los grupos desacreditables se pensaba difícil de detectar. A pesar de esto, los discursos oficiales
sugerían que ciertos detalles de la apariencia podían brindar pistas sobre la identidad de los
“subversivos”. Entre ellas destacaban el desorden y la informalidad del vestido –incluyendo el pelo
largo, la barba y las prendas de estilo “hippie” (Saulquin 2006).
De acuerdo al gobierno militar, los individuos identificados como “subversivos” debían ser
castigados. De esta manera, se diseñó un plan macabro para su secuestro, detención y muerte. Los
centros clandestinos tuvieron un rol importante. Allí, el poder represivo fue ejercido sobre los cuerpos
mediante la presencia/ausencia de diversas expresiones de la cultura material (CONADEP 1984). El
desnudo forzoso fue uno de los principales mecanismos empleados, cumpliendo diversos objetivos
interconectados. Por un lado, el desnudo procuraba negar la condición “cultural” de los detenidos,
aproximándolos a la animalidad y la pérdida de sus derechos. Por otra parte, intentaba transformar el
carácter supuestamente subversivo de los cuerpos en dominado. Por último, buscaba humillar a las
víctimas, controlar sus cuerpos y facilitar la tortura, intensificando la intensidad de ciertas experiencias
traumáticas y dolorosas –desde la picana al frío de las celdas.
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En los centros clandestinos, la corporización de nuevos artículos fue un mecanismo


comúnmente empleado para someter a las personas. Una vez concluida la tortura, los detenidos eran
obligados a vestir prendas diferentes a las propias. Las mismas eran obtenidas de otros detenidos o del
saqueo de las unidades domésticas durante los operativos de secuestro. El cambio de indumentaria
buscaba que las víctimas tuvieran dificultades para reconocerse a sí mismos y los demás, alterando sus
identidades y vínculos. Además de las prendas, los detenidos usualmente eran obligados a usar
capuchas, tabiques (tejidos que cubrían los ojos), esposas y grilletes. Estos instrumentos no sólo
negaban la posibilidad de reconocer a los captores y defenderse frente al ataque. También disminuían
la percepción sensorio-motriz de las personas, intentando transformarlas en entes pasivos, observados
y dominados.
Finalmente, vale la pena señalar que el poder represivo se extendió más allá de la vida de los
detenidos. Los vínculos entre cuerpo, vestido y muerte fueron principalmente analizados mediante una
muestra arqueológica. La misma se compuso de prendas asociadas a esqueletos de víctimas de la
represión, exhumados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en el Cementerio Municipal
de Avellaneda. En un primer momento, consideré que la indumentaria se podía transformar en una
línea de evidencia adicional para la identificación de personas. Sin embargo, las prendas analizadas
presentaron características diferentes a las mencionadas por los familiares en sus testimonios. En
numerosos casos, los cuerpos se presentaron parcial o completamente desnudos. Estas circunstancias
indicaron el paso de las personas por centros clandestinos. Como ya mencionamos, los militares
obligaban a los secuestrados a cambiar sus prendas una vez llegados a los centros de detención. Por
otra parte, los condenados a muerte eran usualmente forzados a vestirse con prendas limpias, siendo
posteriormente fusilados en “enfrentamientos fraguados” con las fuerzas militares. El desnudo o los
cambios de vestido dificultaron la identificación de los cuerpos, conformando estrategias que
perpetuaron la “desaparición” de las víctimas.

PALABRAS FINALES

Este trabajo intentó reflexionar sobre el potencial de estudio del vestido en arqueología
histórica. Como mencionamos, el vestido posee un vínculo estrecho con el cuerpo, y
consecuentemente con nuestras prácticas y experiencias. Para quienes no consideran el vestido un
problema de investigación relevante, el caso presentado intentó demostrar que la materialidad de la
apariencia no constituye un fenómeno frívolo o superficial. Por el contrario, tiene un efecto directo en
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nuestra propia realidad, conformando un elemento activo en la producción, reproducción y cambio de


nuestra sociedad.

NOTAS

1
Miller considera que las ciencias sociales frecuentemente olvidaron la importancia del mundo material como
consecuencia de su “humildad” (2000:5). En la vida cotidiana, las cosas que nos rodean son trivializadas e
ignoradas como resultado de nuestro constante contacto con ellas. Tradicionalmente, la mayor parte de los
antropólogos y sociólogos reprodujo esta tendencia. El predominio de los enfoques cartesianos resultó otro factor
decisivo. Desde esta perspectiva, los objetos fueron subestimados frente a los sujetos (quienes fueron definidos
como el fundamento de los análisis).
2
Los discursos dominantes de la modernidad no sólo afectaron la arqueología histórica, sino también la
arqueología en general y las restantes ciencias sociales. Desde la década de 1970, antropólogos y sociólogos
decidieron enfrentar esta forma de pensamiento. Sin embargo, no fue hasta 1990 que algunos trabajos en
arqueología comenzaron a adoptaron esta tendencia (ver Hodder 1991; Tilley 1994; Thomas 1996; entre otros).
A pesar del desarrollo de las corrientes postprocesuales, diversos presupuestos del pensamiento moderno aún
permanecen inadvertidos e indiscutidos por los investigadores.
3
A pesar de la heterogeneidad de conceptos considerados, es importante aclarar que los enfoques conectados
forman parte de las propuestas postmodernas que enfatizan el rol del cuerpo en el estudio de la realidad social.

AGRADECIMIENTOS

Agradezco a Andrés Zarankin, Silvia Citro y Félix Acuto por los comentarios realizados durante la preparación
del borrador de este manuscrito. También a los evaluadores del trabajo por sus sugerencias. Finalmente,
agradezco a mis compañeras Romina Rigone, Celeste Perosino y Mariana Segura por el apoyo brindado y la
información brindada.

BIBLIOGRAFÍA

Alberti, B.
1999. Los cuerpos en prehistoria: Más allá de la división entre sexo/género. Revista do Museo de Arqueologia e Etnologia
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