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De todos modos, se
puede leer inteligiblemente separado del resto. Es mayoritariamente expositivo pero hay
que tomar en cuenta que uno siempre intenta llevar agua para su molino y esta no es la
excepción. De modo que hay algunas elaboraciones personales aquí (muy menores). en
ningún caso puede sustituir la lectura de los trabajos originales. Verán que comienza
abruptamente sin decir buenos días. Ello se debe a que es un recorte de un trabajo más
amplio. Pese a la falta de elegancia que produce esta circunstancia no hay mayores
inconvenientes y debería ser comprensible luego de una lectura atenta.
1 En la PD se requiere (regla 7) que quien utilice este esquema argumental lo haga siempre y cuando su
interlocutor lo acepte. Aquí también la teoría es consensualista (Eemeren y Grootendorst, pp. 179-80).
1
asignara un peso mayor al de la opinión de los expertos. De hecho, debería atribuirle un
peso ínfimo. Debería adherirme a la opinión de los expertos (Kornblith, 2013, pp. 261-63).
¿Qué sucede si María, una experta sobre el tema, tiene una opinión discordante con
la ortodoxia? Obviamente, no habría adquirido su creencia simplemente por haber leído el
New York Times. María leyó las revistas especializadas, discutió con colegas y condujo
experimentos. Supongamos que es una de las investigadoras más prestigiosas en su
campo. De todos modos, como argumenta Kornblith, es razonable pensar que debería
seguir la opinión de la mayoría, o cuando menos tomarla en cuenta muy seriamente. Desde
luego, si ella posee nuevas evidencias todavía no publicadas, o nuevos argumentos todavía
no considerados bien podría ignorar la opinión de los demás expertos. Pero podemos
suponer que ello no es el caso. ¿Qué debe hacer entonces? Es cierto que ella tomó en
cuenta toda la evidencia de primer orden. Pero no puede simplemente obviar la evidencia
de segundo orden consistente en la opinión discordante de todos los expertos (Kornblith,
2013, p. 265). En estas condiciones, María debe tener presente la opinión de la mayoría y
asignarle menor peso a su propia posición. Desde luego, quizás esto no es lo que harían
los expertos en un caso similar. Quizás no sea lo mejor para su carrera personal. Quizás
no sería lo mejor para la empresa científica como un todo que se podría beneficiar de la
sana disidencia de personas convencidas de sus puntos de vista. Pero, desde un punto de
vista normativo, si atendemos a la política doxástica que debería seguir, parece razonable
pensar que María debería tomar muy seriamente la opinión de los expertos y hacerla
prevalecer. Proceder de otro modo sería actuar con soberbia y sobre valorar su propia
opinión. (Kornblith, 2013, p. 263).
¿Existen expertos en Filosofía? Los filósofos no se ponen de acuerdo entre sí. Esta
ausencia de consenso pone en duda la existencia de una genuina experticia en nuestro
campo. Es notorio que no hay consensos sustantivos y profundos sobre las cuestiones de
fondo en Filosofía. Desde luego, hay consensos técnicos en ciertas áreas como la Lógica
o la Filosofía del Lenguaje. Pero no existe consenso acerca de cómo responder a las
preguntas centrales del campo. Supongamos que analizo los argumentos pertinentes y
llego a la conclusión de que el Anti-Realismo Moral es verdadero –esto es, creo que no
existen hechos morales objetivos. Supongamos además que soy un experto sobre el
asunto. Ahora bien, soy plenamente consciente de que hay muchos pares epistémicos
(filósofos inteligentes, informados y críticos) que están en desacuerdo conmigo -quizás una
mayoría de ellos como sugiere el estudio de Bourget y Chalmers (2009). ¿Qué debo creer
al respecto?
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Como señala Kornblith, la razón por la que hay consensos sustantivos en la ciencia
es que los expertos tienden a formar creencias verdaderas o cuando menos
aproximadamente verdaderas sobre p. Por ello, la ausencia de consensos sustantivos en
Filosofía indica que no hay genuinamente expertos sobre p (Kornblith, 2013, p. 268). Desde
luego, existen lo que podríamos llamar expertos nominales, pero no existen expertos reales
en Filosofía. Existen profesores prestigiosos, con un gran número de publicaciones y muy
valorados en su comunidad. Pero la ausencia de consenso sugiere que no son expertos
reales y que su opinión no es genuinamente decisiva (Kornblith, 2013, p. 267). Estas
consideraciones motivan el siguiente argumento escéptico2.
Esta es una conclusión deprimente (Kornblith, 2013, p. 268). Después de todo, la mayoría,
si no todas, las preguntas centrales de la Filosofía son como p.
Nótese que, si bien resulta inicialmente plausible, el argumento parece auto-
refutarse. Incluso si suponemos que hay consenso sobre sus premisas (tal y como sugiere
Kornblith, 2013, p. 273) no hay consenso sobre su conclusión.
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Paradojas Filosóficas4
Kornblith señala que el argumento del disenso nos deja en una posición incómoda para la
que ella no tiene una salida (Kornblith, 2013, p. 274).
[…] ofrezco el argumento en el espíritu con el que creo que debemos ofrecer
cualquier argumento filosófico. Aquí hay un argumento. Las premisas parecen
verdaderas. Parecen llevarnos a cierta conclusión. Si alguien quiere rechazar la
conclusión parece que debe decir algo acerca del argumento: o bien ofrece razones
para pensar que alguna de las premisas es falsa, o bien ofrece razones para pensar
que, de hecho, las premisas no apoyan la conclusión. Por el momento, no veo una
manera de defender ninguna de estas alternativas. Y, por ello, encuentro al
argumento profundamente perturbador. (Kornblith, 2013, p. 274)
Esta es una situación recurrente en Filosofía. Nos enfrentamos a un argumento que deriva
una conclusión aparentemente falsa o incorrecta de un modo aparentemente válido, a partir
de premisas aparentemente verdaderas o correctas. Como señala Rescher, se hace
evidente que tenemos un sobre compromiso cognoscitivo (Rescher, 1995, p. 34). Y lo que
se requiere es una operación conceptual mayor. Si queremos salvar al paciente debemos
amputar un órgano. Debemos tomar una decisión trágica en la que necesariamente
sacrificaremos algo que inicialmente consideramos valioso.
La Filosofía está plagada de paradojas. Para Rescher esta es una característica distintiva
de la empresa. Los filósofos pretenden responder las “grandes preguntas” sobre la
posibilidad y los límites del conocimiento, la naturaleza última de las cosas, y la naturaleza
de los juicios morales. Pretenden ofrecer una imagen general, coherente e iluminadora del
mundo y del lugar que ocupamos en él. Para tal ambiciosa tarea contamos con algunos
datos, entre ellos: nuestras creencias de sentido común, las explicaciones científicas de los
fenómenos, la tradición, el saber popular y las enseñanzas de la historia (Rescher, 1995, p.
4“Elestado civil de la contradicción, o su estado en el mundo civil: ése es el problema filosófico.” (Wittgenstein,
2003 p.129)
5 “Puede ponerse a prueba una teoría lógica por su capacidad para resolver paradojas, y al meditar sobre
cuestiones lógicas es saludable acumular en la mente el mayor número posible de paradojas, ya que éstas
cumplen la misma función que los experimentos en la física”. (Russell, 1973, p. 38)
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32). En Filosofía todos estos testimonios deben ser tenidos en cuenta pero ninguno tiene
por qué considerarse sagrado. Ellos merecen nuestro respeto pero no necesariamente
nuestra aceptación.” (Rescher, 1995, pp. 33-4).
[…] estos datos constituyen una plétora de hechos (o pretendidos hechos) tan amplia
como para amenazar hundir cualquier barco que transporte una carga tan pesada.
(Rescher, 1995, p. 34)
(i) Parece haber buenas razones para aceptar cada una de ellas, pero
(ii) Tomadas juntas, son incompatibles entre sí.
En una situación así no podemos apelar a la evidencia para solucionar nuestra dificultad
(Rescher, 1995, pp. 36-7). Tampoco la lógica nos ofrece una respuesta. Debemos descartar
algún compromiso que prima facie consideramos valioso. ¿Pero cuál? Veamos algún
ejemplo concreto de aporía filosófica7:
6 En La Lucha de los Sistemas Rescher defiende una tesis más fuerte según la cual esta situación es inevitable
dada la naturaleza de la empresa (Rescher, 1995, 68-93; 101-135). Esta tesis más fuerte es polémica pero no
deja de tener cierta plausibilidad. Lamentablemente, no puedo tratarla aquí por limitaciones de espacio. La idea
central es que nuestros conceptos filosóficos pre-teóricos (persona, conocimiento, verdad, corrección moral)
tienen varias dimensiones que están en tensión entre sí. No obstante, muestran su utilidad en la práctica y por
ello sobreviven (son parte de una teoría folk en último término incoherente pero funcional). Cuando
emprendemos el proyecto socrático de definir con precisión y universalidad absoluta, para todo mundo posible,
los conceptos que sólo son funcionales en este mundo, inevitablemente los desestabilizamos y surgen las
paradojas (1995, p. 75). El “motor dialéctico” estaría en la incongruencia última de nuestros conceptos usuales
(vista desde el plano lógico del Entendimiento), en las limitaciones e imprecisiones ineludibles de nuestro
lenguaje –un lenguaje que no podemos, empero, abandonar y en el que debemos llevar adelante la Filosofía.
Como señala Rescher, estas ideas tienen un tono hegeliano y wittgenseteniano –lo que no es sorprendente (ver
Findlay, 1969, p. 19-20). Si bien la tesis más fuerte le otorgaría más peso al argumento, la tesis más débil, más
fácilmente comprobable, de que esta situación es, de hecho, característica (prototípica) en Filosofía es suficiente
para justificar y animar nuestras reflexiones presentes.
7 No todas las paradojas son una preocupación exclusiva de los filósofos profesionales. La reflexión cotidiana
bien puede devenir filosófica inadvertidamente. (a) Suprimir una vida humana es moralmente malo. (b) El
organismo fetal encarna una vida humana. (c) El aborto no es moralmente malo. (Rescher, 1995, p.39)
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No se trata de una elección sencilla. Negar (5) supone ir en contra del Principio de razón
suficiente. Negar (6) supone ir en contra de una manera natural de pensar en las acciones
libres. Y (7) también parecería prima facie verdadera.
Una opción siempre disponible es adoptar el Escepticismo o el Agnosticismo.
Podríamos descartar nuestro compromiso con cualquiera de estas afirmaciones declarando
su ininteligibilidad o nuestra incapacidad constitutiva para ofrecer respuestas razonables a
estas preguntas. Pero esta opción nos deja con las manos vacías. Constituye una suerte
de sobre reacción al problema que enfrentamos. Equivaldría a dar por muerto al paciente
antes que intentar una cirugía mayor. Por ello, la mayoría de los filósofos suele evitar ese
camino. El costo de adoptar el Escepticismo parece exagerado.
Para mentalidades más conservadoras, siempre es preferible adoptar una política
de reducción de daños. Esta es, sin dudas, la práctica predominante en Filosofía (sin ser,
de ningún modo, la única posición adoptada por los filósofos). Intentamos restaurar la
consistencia a la vez que salvamos lo que podemos, esto es, intentando conservar el mayor
número posible de compromisos previos. Ello supone, desde luego, calificar dichos
compromisos. El modo típico en el que los filósofos hacen esto es trazando distinciones.
Para la aporía anterior es posible seguir a Spinoza y optar por negar 6.2 aceptando 6.1.
(Rescher, 1995, pp. 97-8)
Al negar 6.2 concedemos algo, valga decir, que nuestro compromiso no calificado con 6 era
incorrecto. Pero mejor una concesión que la inconsistencia- o eso pensamos al menos. La
operación conceptual parece más razonable, parece preservar el mayor número posible de
órganos vitales en funcionamiento8.
Las aporías estructuran el espacio lógico de posiciones filosóficas disponibles.
Recordemos el trilema escéptico de Agripa –agregaremos 11 para tener una familia
aporética.
8Este movimiento filosófico sofistica nuestros compromisos. Strictu sensu, el resultado es un concepto más
complejo que el concepto inicial. De este modo, según Rescher, las distinciones forman parte del proceso
dialéctico-aporético de la Filosofía. Los nuevos conceptos tienden más tarde o más temprano a generar ellos
mismos paradojas que motivan nuevas distinciones y mayor complejidad conceptual, lo que genera mayor
sofisticación conceptual a partir de nuevas distinciones. (Rescher, 1995, pp. 115- 35) Este es un aspecto
interesante del pensamiento de Rescher cuya evaluación ameritaría emprender una investigación histórica
detallada.
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8. Aceptar una creencia1, basados en otra creencia2, que se basa en otra creencian... ad
infinitum, es racionalmente inaceptable.
9. Aceptar una creencia1, basados en otra creencia2, basados en una creencian, que
eventualmente se basa en la creencia1, es racionalmente inaceptable.
10. Aceptar una creencia polémica sin basarnos en ninguna creencia ulterior es racionalmente
inaceptable.
11. Hay creencias justificadas tales que resulta racionalmente aceptable adoptarlas.
7
Pluralismo Orientativo
Una paradoja admite diversas salidas. Pero, según Rescher, la razón teórica no puede
decidir la cuestión.
Elegir una salida de una aporía supone optar por un cierto tipo de recorte y de
restructuración de nuestros compromisos previos, en relación con otros recortes y
reestructuraciones disponibles. Supone proponer un tipo particular de negocio epistémico.
Por ello mismo habrá costos y beneficios. Toda solución tiene un costo de oportunidad. Si
queremos suscribir una solución, debemos asumir sus costos. Por ello, toda solución apela
a una valoración de costos y beneficios (1995, pp. 138-40).
Desde luego, la adopción de una posición filosófica, la adopción de una salida
particular a una dificultad aporética, es necesariamente argumentativa -si ha de contar
como genuinamente filosófica. No obstante, debemos distinguir dos tipos de argumentos
filosóficos. Como señala Rescher, podemos razonar a favor de una posición filosófica o
desde ella. En el segundo caso la argumentación es esotérica: nos dirigimos a quienes
comparten nuestras premisas y principios básicos, a quienes ya son adeptos a un cierto
tipo de valoración filosófica de los datos (1995, p. 141). La argumentación exotérica está
dirigida a quienes no comparten nuestros compromisos y valores fundamentales. Si de
todos modos pretendemos convertir a los incrédulos (a quienes todavía no tienen una
posición filosófica o a quienes tienen una posición contraria a la nuestra), la argumentación
deberá ser necesariamente diferente. En este caso:
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aseveraciones; exotéricamente sólo podemos buscar persuadir, asegurar aceptación
para ellas mediante recursos más laxos, más retóricos. (1995, p.141)10
10 Rescher asume aquí una concepción usual según la cual el objetivo perlocutivo de la argumentación es el de
convencer racionalmente a un interlocutor, modificar sus compromisos públicos y sus creencias. Como señala
Micheli, se supone que la argumentación busca obtener un efecto en nuestro interlocutor, en particular, busca
cambiar su actitud con respecto a un punto de vista. (Rescher, 1995, p. 123)
11 Hume puede describirse como el filósofo del nada más que. Su esquema filosófico es el siguiente: la tradición
pensaba que X era Y. Pero X no era nada más que Y. Un caso famoso es su explicación psicologista de la idea
de conexión necesaria. Su posición radicalmente naturalista de la Filosofía lo llevó a proponer tesis que
resultaron impagables para muchos (de modo análogo con el caso de Descartes –y con todos los grandes
filósofos). Resulta significativo que tanto la sensibilidad naturalista como la anti-naturalista se reencuentre en el
siglo XX, por ejemplo en la discusión sobre la normatividad del significado que motivó el libro de Kripke sobre
la paradoja wittgensteniana de seguir una regla. (Kripke, 1989) Muchos (entre ellos el propio Kripke) declararon
impagable el precio de suscribir una solución escéptica “humeana” a la paradoja. Otros tantos se mostraron
dichosos de aceptar los costos (Bloor, 2007; Kush, 2006).
12 “Es bastante obvio que en filosofía nuestras concepciones racionalmente adoptadas están destinadas a
depender de nuestros criterios de argumentación eficaz. La dificultad es que esta relación es de reciprocidad
simbiótica. Nuestro criterio para la argumentación exitosa dependerá también en parte de nuestras
concepciones sustantivas. No podemos valuar la total adecuación de un argumento filosófico
independientemente de evaluar la aceptabilidad de sus consecuencias. Siempre es relevante saber a dónde
nos lleva; si conduce seriamente ad absurdum, entonces algo está mal. Pero nosotros mismos debemos ser los
jueces de lo que es absurdo. Así, el razonamiento a partir de premisas o suposiciones, no importa cuán estricto,
nunca nos puede limitar, porque si no nos gustan las noticias siempre podemos matar a su portador. La cuestión
de la razonabilidad de sus conclusiones es siempre un factor relevante en la evaluación de los argumentos
filosóficos.” (Rescher, 1995, p.198)
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disponibles diversos esquemas de valores cognoscitivos, diversas axiologías de valores,
para enfrentar las aporías filosóficas. No hay una única salida racionalmente aceptable. Ni
la lógica ni el razonamiento evidencial nos dan una única respuesta correcta. Hay diversas
perspectivas racionales disponibles. Pero racional no es lo mismo que razonable. Una
perspectiva alternativa a la nuestra puede ser racional. Pero ello no la vuelve
inmediatamente razonable (desde nuestro propio marco valorativo).
Aceptar el disenso
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del campo podrían resolverse con los mismos métodos que usa la ciencia. Es una posición
esperanzada. Pero, respecto de los problemas fundamentales de la Filosofía, el disenso
sigue ahí. 14 sigue siendo un hecho de la vida.
Ello es natural si el PO es verdadero. Esta posición rechaza 13. Defiende la
posibilidad de un conocimiento auténtico, el filosófico, sin la necesidad del consenso. Según
el PO resolver una antinomia requiere de la adopción de valores cognitivos que nos
permitan elegir la posición más razonable de entre un número limitado de alternativas.
Adoptar esta meta-filosofía supone reconocer la radical heterogeneidad de la Filosofía y la
Ciencia. Pero no supone ir en contra de las posiciones filosóficas naturalistas. Adoptar una
filosofía naturalista es compatible con adoptar una meta-filosofía pluralista. Como siempre,
elegir una salida a una aporía supone costos. La aporía del disenso sistemático entre
filósofos pretendidamente expertos no es la excepción. El PO propone renunciar a la
esperanza del consenso. Nos propone renunciar a un compromiso que nos resultó atractivo
de modo pre-reflexivo. Por ello mismo es un dato. Negarlo supondrá un costo. Pero este es
un rasgo positivo del programa.
Una posición filosófica no puede ser auto-eximible; no puede decir de sí misma que
“otros soportan nuestro custionamiento, tú eres libre”. Y esto tiene implicaciones
importantes. Un escepticismo que niega todas las doctrinas no puede ser en sí mismo
doctrinal; la negación filosófica del escéptico de todo filosofar se aniquila a sí misma.
Una insistencia humeanamente positivista de que todo discurso significativo debe ser
matemático o “fundado en la experiencia” no puede sobrevivir a la aceptación de que
ella misma no es ninguna de las dos cosas. Aquí yace el mérito cardinal del PO vis-
à-vis sus rivales: es capaz de vivir conforme a la metodología filosófica que propugna.
(Rescher, 1995, p. 326)
La adopción de esta posición se fundamenta en el propio método que propugna. Hay otras
alternativas disponibles; pero todas tienen costos. Dado que la propia elección entre
alternativas rivales sigue de hecho este camino, esta opción “[…] tiene el mérito claramente
importante de apoyarse a sí mism[a] al surgir debidamente legitimad[a] en sus propios
términos” (Rescher, 1995, p. 327).
El PO propone rechazar la premisa 2 del argumento de Kornblith. Para mitigar los
daños es posible trazar una distinción:
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El PO rechaza 2.2 pero acepta 2.1. Según el pluralista orientativo puede haber expertos
reales que no se ponen de acuerdo porque la solución de un problema filosófico requiere
de la adopción de algún marco valorativo desde el cual evaluar las diversas salidas
disponibles a la dificultad aporética. Una vez adoptado un marco valorativo es posible
defender la superioridad de una salida frente a las demás. Pero no podremos imponer
racionalmente nuestra posición a quien se niega a aceptar nuestros valores fundamentales.
Puede ser racional adoptar posiciones alternativas a la nuestra, sin bien no las juzgaremos
razonables. Por ello: “En la filosofía simplemente no vamos a obtener consenso, y la
búsqueda de él es una búsqueda quijotesca.” (Rescher, 1995, p. 289)
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