1. La política exterior argentina y sus políticas profundas
a. El proyecto argentino: su inserción internacional y los antecedentes coloniales. i. Introducción. Es posible establecer categorías de captación de nuestra política exterior. Para ello es necesaria visualizarla entro de a estructuras en que tuvo lugar, o sea, el régimen internacional. Los impulsos provenientes de la realidad internacional promovieron todo un modelo de país. En conexión con este modelo surgieron las grandes tendencias de nuestra política exterior. ii. Época colonial. El “proyecto nacional del siglo XIX” comenzó a estructurarse en los tiempos coloniales. Así, el Reglamento del Comercio Libre de 1878, la autorización para comerciar con colonias extranjeras y neutrales, etc.- A partir de este cambio de política ocurrieron dos cosas. Por una parte, comenzó la explotación ganadera en gran escala, por otra, se produjo la decadencia de las industrias autóctonas. El aumento de la importancia del comercio ganadero trajo consigo una explotación brutal de las riquezas naturales. Las vacadas disminuyeron considerablemente, y el ganado cimarrón fue extinguiéndose insensiblemente. En cuanto a la decadencia de las industrias autóctonas, ello es consecuencia también de la orientación librecambista. Bajo forma artesanal había florecido durante el Virreinato vinos, frutas secas, tejidos de algodón, harinas, carretas, hasta embarcaciones se producían. La decadencia tuvo lugar a fines del siglo XVIII, cuando la introducción ilegal o clandestina cada vez más acentuada de géneros extranjeros hizo posible la competencia en calidad y precios. Se produjo así el colapso de la manufactura colonial y la industria quedó relegada al aprovechamiento y transformación de los productos naturales, en primer lugar ganaderos, y luego agrícolas. De aquí la gran importancia de la industria saladeril, que va a tener un predominio absoluto hasta el siglo XIX y se va a continuar naturalmente en la industria frigorífica. La industria argentina nace estrechamente ligada al campo, supeditada casi por completo a las actividades básicas. Las cuatro ramas ed actividad industrial que abarcaban los capitales nacionales eran la transformación de las carnes o subproductos, la molienda del trigo, y la elaboración de la caña y de la vid. iii. Acción del grupo rivadaviano. El grupo rivadaviano fue el primero que trató de orquestar racionalmente tantas medidas dispersas. A la ley de enfiteusis y a las leyes y decretos sobre trabajo obligatorio de los “vagos” se unieron el Tratado de Paz, Amistar, Comercio y Navegación con Gran Bretaña y el empréstito Baring Brothers. Pero singularmente reveladora es la política aduanera que tuvo un propósito fiscal y no proteccionista. La réplica al argumento librecambista es que “se establecería un monopolio por el que se vería estrechado el pueblo a comprar malo y caro”. iv. Proyecto alberdiano. Treinta años más tarde Alberdi habría de reproducir los mismos argumentos para unificar la inserción periférica: “La Aduana proteccionista es opuesta al progreso de la población porque hace vivir mal, comer mal pan, beber mal vino, vestir ropa mal hecha […] ¿Qué nos importa a nosotros que la bota que calzamos se fabrique en Buenos Aires o en Londres?”. En verdad toda la elaboración alberdiana está impregnada de europeísmo: inmigración, tratados, navegación. Alberdi trata de explicar por qué el proteccionismo funcionó en EE. UU. y no en Arg.: en primer lugar, aunque sin duda muy atrasado con respecto a los países industriales europeos, era cierto que poseía experiencia manufacturera y marítima Su comercio internacional era más diversificado, contaba con una población mucho más homogénea, adiestrada en las tareas que se desarrollaban los países europeos y en general, tenían un índice de alfabetización satisfactorio, etc. v. La generación del ’80. Tocó a los hombres de la generación de los ’80 concretar la realización del proyecto así pergeñado. Cierto es que contribuyeron a esta concreción factores: el flujo de la corriente inmigratoria y la guerra de Secesión en EE. UU. que culminó con el triunfo del Norte industrialista y empujó a Gran Bretaña a incrementar su abastecimiento en otros países periféricos. Hacia 1910 la Argentina se había convertido en un país periférico que más progreso había realizado y que ostentaba los índices de crecimiento más alto del mundo. El proyecto nacional de la Constitución de 1853 podía visualizarse en el tráfico de buques y ferrocarriles, en el desembarco incesante de inmigrantes, en las obras públicas, en el comercio, en la edificación urbana, en la alfabetización y el progreso agrario. Era el país que mantenía lazos más estrechos con Europa, especialmente con Gran Bretaña, que era su abastecedor y al mismo tiempo su cliente más importante. vi. Caracterización de las tendencias. En el marco global es posible ahora discernir cuáles fueron las tendencias profundas y significativas de la política exterior argentina. Ellas se derivan de la estructura del régimen internacional. A nuestro entender pueden conceptualizarse así: a) Afiliación a la esfera de influencia británica; b) Oposición a EE. UU; c) Aislamiento respecto de América Latina; d) Debilidad de la política territorial. 1. Influencia Británica. a. Dependencia nacional. Fue una afiliación racionalizada y nacional, en el sentido que por lo menos, desde un punto de vista económico y social, se trataba de obtener el mayor provecho posible de la situación. En cuanto al aspecto político, también significaba un esfuerzo por poner alguna limitación al flujo de la Potencia dominante. La diplomacia británica tuvo éxito en cuanto contribuyó a fomentar las oportunidades comerciales buscadas por los intereses británicos influyente. La diplomacia británica hubo de participar hábilmente en la política de la comunidad argentina, y aprestando un reducido apoyo a determinados intereses, ya privando a otros de este limitado apoyo. b. Revolución de Mayo: el reconocimiento de la independencia. Vimos cómo se perfilan las tendencias librecambistas. La Revolución de Mayo no hizo más que confirmarla: «Las consecuencias económicas inmediatas del acto político del 25 de mayo fueron un signo del creciente poder de lo varios intereses locales». Sin embargo, el reconocimiento de la independencia por parte de Gran Bretaña y de EE. UU. demoró bastante. En ambos casos, el reconocimiento se produjo cuando los obstáculos desaparecieron por sí mismos: la derrota definitiva de España en América, y el fracaso de las pretensiones españolas de obtener el apoyo de la Pentarquía para recuperar las colonias. c. La guerra con Brasil. Este conflicto comenzó por la declaración de guerra del Imperio de 1825. Las actividades bélicas traían como consecuencia el bloqueo del puerto de Buenos Aires y con ello un perjuicio considerable al comercio británico a la sazón de gran importancia, y por eso motivaron la intervención británica. Sin embargo, cuando el ministro inglés quiso presionar en favor de una paz negociada sobre la base del mantenimiento de la hegemonía brasileña en la “Provincia Cisplatina”, la respuesta fue negativa. Se prosiguió la guerra y el final fue la independencia de la Banda Oriental. d. Conflictos con Francia y Gran Bretaña. Durante el período rosista nuestro país mantuvo dos graves conflictos con potencias europeas. El primero, con Francia a raíz de la detención de súbditos franceses, y de las exigencias argentinas de que los extranjeros prestaran servicio militar. El segundo, con Francia y Gran Bretaña por el apoyo prestado por el gobierno de Rosas al general Manuel Oribe que, nuevamente, traía prejuicios al comercio debido al sitio de Montevideo. En todos estos conflictos, se llegó a la solución mediante tratados que significaban en gran medida la aceptación de las posiciones sustentadas por la Argentina. e. Doctrinas Elizalde y Tejedor. En diversos períodos las autoridades argentinas contestaron negativamente a reclamaciones británicas. La respuesta de Rufino de Elizalde afirma que “el gobernó argentino no admite el principio de que no pueden derogarse las leyes de la República, porque esa sería una limitación a su soberanía que no tiene el derecho de pedírselo por ningún gobierno extranjero”. Con motivo de perjuicios sufridos por súbditos británicos ora con motivo de levantamientos armados, ora por malones de indios, hubo consultas y reclamaciones por parte de diplomáticos británicos en 1871 y 1872. Carlos Tejedor sostuvo la tesis de que “los extranjeros desde que entran a un país, están sujetos a sus leyes y autoridades. Esas leyes son so iguales en todas partes pero, sea como quiera, favorables o no para el extranjero, le obligan igualmente”. f. Caso del Banco de Londres del Rosario. Este episodio también es muy significativo. En 1876 se había dictado en la provincia de Santa Fe una ley que ordenaba la conversión en oro de las emisiones de papel moneda autorizada por el gobierno provincial. Como el Banco de Londres no cumplió con la ley, el gobierno dispuso la detención del gerente, el embargo por 50.6000 pesos oro y la liquidación inmediata e la sucursal. El gerente sometió el asunto al representante diplomático inglés y éste reclamó oficialmente por la medida, basándose en que el banco era una sociedad británica. Bernardo de Irigoyen, canciller a la sazón, refutó esta apreciación y puntualizó los reales términos de la controversia: «[…]Pero en el estado del asunto no es posible al Gobierno nacional por intervención oficial. El Banco de Londres es una sociedad anónima a que ha dado existencia las leyes de Santa Fe. Si ha tenido lugar alguna infracción de ellas, si el banco ha sufrido perjuicio, si piensa que algunos funcionarios de aquella provincia han extralimitado sus atribuciones, tienen expeditos todos los caminos legales para demandar y obtener reparación. ‘La Constitución y las leyes de Santa FE y las leyes nacionales facilitan ampliamente todo los recursos ante los tribunales para la defensa integra de os derechos y delos intereses particulares. Y sólo cuando hay denegación de justicia, y cuando esos caminos, abiertos por la ley, son cerrados o notoriamente entorpecidos por los encargados de aplicarla, puede venir un asunto que afecta intereses extranjeros a la discusión diplomática […]». Su señoría manifiesta en su última nota que el procedimiento de las autoridades del Rosario constituye una de las más graves ofensas contra los súbditos de un país amigo. g. Doctrina Drago. Como es sabido, Luis María Drago, ministro de relaciones exteriores en 1902 enunció el principio del cobro no compulsivo de las deudas públicas. La nota había sido emitida con motivo de la intervención armada de Gran Bretaña, Alemania e Italia en Venezuela y reclamaba además la injerencia de EE. UU. en el conflicto a fin de garantizar la integridad territorial venezolana en base a la doctrina Monroe. Llama la atención que un país dependiente de G.N. adopte una actitud tan enérgica de defensa frente a otro Estado contrario a la metrópoli común. La explicación radica que en la Argentina era el país deudor más importante de G.B. y el gobierno temía que pudiera producirse en la Argentina una intervención británica similar a la venezolana. 2. Relaciones con EE. UU. a. Indiferencia, aislamiento y oposición. También en este período comenzó a advertirse el delineamiento de otra de las tendencias que hemos tipificado: la oca importancia de las relaciones con EE. UU., que a veces llegaron hasta la oposición. Gran Bretaña obtenía del país todas las ventajas de la dependencia colonial. b. Razones profundas y adicionales: cuestión Malvinas y comercio exterior. La explicación de esta actitud radica en su congruencia con el proyecto nacional. Evidentemente la aceptación de la influencia europea significaba como alternativa inevitable la desconexión con EE. UU. Por otra parte, este país, si bien mantenía una rivalidad continua con GB, aun con respecto América Latina no poseía una potencia razonable para desafiarla. Por otra parte, el intercambio comercial era de poca monta en comparación con el europeo. Pero también, desde el punto de vista político-diplomático, la situación no fue especialmente favorable. Ello se debió particularmente al episodio de las Malvinas. Fue en efecto debido a la acción de un buque norteamericano, el “Lexington”, al mando de Duncan. Que arrasó el establecimiento argentino en Malvinas, se desmanteló la isla, se destruyeron sus poblados y se encarceló a algunos habitantes. La posterior ocupación de las islas por Gran Bretaña parecería haber sido decidida aprovechando el conflicto planteado y sus repercusiones. c. Confrontación política con EE. UU. en el panamericanismo. Pero fue ene l seno del panamericanismo donde se advirtió con claridad la operatividad de esta tendencia. La Primera Conferencia Panamericana, convocada por el gobierno norteamericano con el propósito, entre otros, de promover una unión aduanera continental, fracasó debido fundamentalmente a la oposición argentina. 3. Aislamiento continental. a. El sentido del aislamiento. Actitud ante Congresos los de Panamá y de Lima. Luego de concluidas las guerras de emancipación, comenzó a delinearse una política de aislamiento político en América Latina. Esto se ve con claridad en las respuestas negativas o el poco favor que se dispensó a las propuestas de confederación latinoamericana. En 1847, el gobierno de Perú tomo la iniciativa de organizar en Lima un congreso al que asistieron Bolivia, Chile, Ecuador, Nueva Granada y Perú. La Argentina fue nuevamente invitada, pero el gobierno rechazó nuevamente la invitación. “Las extraordinarias circunstancias en que se encuentra la República Argentina o le permiten ocuparse de este asunto”. Las “Extraordinarias circunstancias” que mencionaba Rosas eran la intervención armada de Francia y Gran Bretaña. b. Tratado continental. El Tratado continental, firmado en 1856 en Santiago de Chile, establecía una suerte de garantía contra la agresión. Al ser requerida la adhesión argentina, Urquiza la rehusó. A pesar de esta negativa, algunos años más tarde, el gobierno de Perú, a través de su ministro en Buenos Aires, Seoane, insistiría en obtener la adhesión argentina. El resultado fe un intercambio epistolar bastante ácido: «La unión americana con los propósitos y en la forma que se pretende crear y se ha pretendido antes de ahora, es imposible y es inconveniente». c. Relaciones no solidarias: la política de poder regional. La competencia con el Brasil fue una confrontación de carácter hegemónico, en la que Gran Bretaña tuvo siempre bastante que ver. Así, por ejemplo, a pesar de los conflictos sostenidos con Gran Bretaña, Rosas gozaba del apoyo británico. “La caída del general Rosas dejó al gobierno británico en un aposición aislada”. Henry Souther estaba tan convencido de la necesidad de Rosas y su régimen, que le era abiertamente adicto, hasta el punto de que suscitó el rumor de que el dictador lo había sobornado. 4. Debilidad de la política territorial. a. Despreocupación y negligencia. Con la excepción de la época de Rosas, en la que se dio una gran importancia a los problemas territoriales vinculados con el litoral, no hubo en todo el período una preocupación genuina y generalizada por la preservación de al heredad argentina. El mismo Rosas trató con bastante displicencia la cuestión Malvinas, Patagonia y Alto Perú. La política que seguimos en materia territorial, fue de extrema debilidad. Virtualmente todos los conflictos de límites y las cuestiones territoriales afrontados por la República se resolvieron en su detrimento. Se advierte una despreocupación generalizada respecto de estas cuestiones. Lo propio ocurrió con el conflicto de límites con Chile, en que los territorios litigiosos fueron prácticamente divididos entre los dos países. Nos permitimos adelantar que en los conflictos que se plantearon por problemas territoriales se trataba siempre de superficies inhóspitas, lejanas, áridas, de ninguna manera aptas para la explotación agrícola-ganadera, que era el eje del proyecto nacional argentino en el siglo XIX.
2. Política Argentina Exterior Contemporánea.
a. Presidencia de Raúl Alfonsín. i. Principios, valores y necesidades prácticas. El sistema de creencias del gobierno de Alfonsín se nutrió de tres vertientes distintas: del pensamiento reformista latinoamericano en general, y del radicalismo en particular; y, por último, de las concepciones éticas tradicionales del partido radical. Estas últimas aportaron como creencia filosófica central el antropocentrismo. Esto es el reconocimiento de que el hombre es el centro de la actividad política, razón por la cual “ésta debe regirse con criterios éticos, procurando siempre el respeto de la dignidad humana”. Conforme a esta concepción de la acción política, la política interna y la política exterior deben basarse en las mismas aspiraciones y valores. El antropocentrismo hace a la política exterior una extensión natural de la política interna y no deja espacio para la clásica división realista entre una y otra. El idealismo en materia de relaciones internacionales, por su parte, fue entendido como un conjunto de supuestos, principios y valores que sirven para orientar la práctica política. En primer lugar, los principios fueron percibidos como escudos protectores frente a las intenciones y/o acciones de los estados más poderosos. Se puso acento en el respeto al derecho internacional. Antes bien, la adecuación de las conductas de los Estados al derecho fue percibido como el mejor camino para afirmar la independencia nacional de los países débiles. Segundo, el poder de guía que se asignó a los principios y valores fue acompañado de una creencia filosófica tradicional del radicalismo: la negativa a concebir a la política desde una ética utilitaria y a medir, en consecuencia, el resultado de la acción política tan solo en términos de costos y beneficios materiales. Tercero, el acento en la búsqueda o el logro de objetivos éticos en las relaciones internacionales tuvo, asimismo, mucho que ver con consideraciones prácticas, percibidas por la diplomacia radical como de carácter y alcance universal. ii. Las imágenes y su impacto en el diseño de la política exterior. Al asumir el gobierno, los máximos responsables de la formulación de la política de la administración Alfonsín hicieron una lectura del sistema internacional y de la situación del país: a) que el conflicto EsteOeste –entonces en una nueva fase de agudización- ejercía un impacto negativo sobre la estabilidad política de la Argentina; b) que las cuestiones Norte-Sur eran más importantes que las tensiones EsteOeste porque “afectan a la vida cotidiana de gran parte de la humanidad y establecen un irritante contraste entre los países que ha tenido la posibilidad de acrecentar su bienestar y los países bloqueados en el subdesarrollo”; c) que las relaciones internacionales habían sufrido una peligrosa distorsión al haberse “sustituido la concepción moral ene orden mundial por una concepción de poder”; d) que las variables económicas externas y sus tendencias entonces observables imponían fuertes restricciones a la supervivencia de la democracia y al desarrollo argentinos; e) que las dictaduras militares en la mayoría delos países vecinos eran un factor adicional de amenaza externa a la estabilidad democrática; y f) que las posiciones de Argentina en el mundo se habían deteriorado de manera extrema como consecuencia de las políticas interna y exterior del régimen militar. La diplomacia radical se propuso cuatro objetivos básicos: recuperar el prestigio externo del país; hacer frente a los problemas heredados del régimen militar que requerían un tratamiento especial, particularmente las cuestiones del Beagle y Malvinas; crear a través del vínculo con el exterior una malla protectora de la democracia argentina. 1. Los múltiples puntos de apoyo y la relación con Occidente. La “herencia” del Proceso es una variable fundamental para explicar y comprender el alto y diversificado perfil de la política exterior del gobierno de Alfonsín. Alfonsín intentaba revertir la mala imagen de Argentina en el mundo que se había formado durante os años del régimen militar. Tres hechos habían contribuido al desarrollo de la misa: las violaciones a los derechos humanos, la declaración de nulidad del laudo arbitral de la corona británica sobre la cuestión del Beagle y la ocupación militar de Malvinas. En un principio, el manejo de las relaciones con los países desarrollados de Occidente fue percibido como el mayor desafío inmediato para el éxito de esta política de “búsqueda de múltiples puntos de apoyo externo”. A este fin, desarrolló un esquema conceptual que se asentó en el reconocimiento de tres elementos básicos de la realidad del país a partir de los cuales se procuraría reconstruir la relación con el mundo: que Argentina es una nación occidental, no alineada y en vías de desarrollo. Dada la permanente manipulación y el uso abusivo por parte de las autoridades del Proceso del concepto de Occidente, se redefinió la “occidentalidad cultural” de Argentina, destacando tres aspectos principales. En primer lugar, se reconoció la existencia de u conflicto global de carácter ideológico sobre distintas formas de organización política-económicas y sociales, y la pertenencia de Argentina al conjunto de los sistemas que aseguran el pluralismo político, la tolerancia frente a la diversidad, el respeto a los derechos humanos y la libertad económica, de opiniones y de credo. En segundo término se rechazó la adscripción a alianzas militares en el marco de la por ese entonces recalentada rivalidad estratégica Este-Oeste. La exposición de esta diferencia era un aspecto clave para dar sustento teórico y práctico a la política de “recomposición madura” de las relaciones con EE. UU, que tendría como uno de sus pilares la creación de un espacio legítimo para las discrepancias bilaterales. 2. La fase defensiva de la política exterior. El cambio de la imagen de Argentina en el mundo mediante una política de alto perfil fue uno de los ejes estructurales de la acción externa del gobierno radical. El segundo y menos conocido, fue la utilización de la política exterior para proteger la democracia interna. Esta fase se puso en práctica de dos maneras distintas: la creación y desarrollo de redes de entrelazamientos internos externos que actuasen como disuasores frente a los sectores antidemocráticos. Por otro lado la política exterior procuró impedir, frenar o atemperar las consecuencias negativas de las variables políticas y económicas externas sobre el proceso de transición. Esto es crear una malla protectora frente a las amenazas exteriores. Las acciones desarrolladas frente a la crisis de América Central y las negociaciones con Fidel Castro tendientes a desarticular la expansión del terrorismo chileno hacia la Argentina se inscribieron en este marco de políticas defensivas. Asimismo, la reorientación de la participación argentina e NOAL tuvo mucho que ver con esta dimensión de la política exterior como malla protectora. El gobierno de Alfonsín insistió en la necesidad de que el NOAL recuperara sus principios fundacionales y sus valores más puros, el rechazo a la política de bloques, la oposición a la carrera armamentista y la abstención a integrar alianzas militares. 3. La fase ofensiva de la política exterior. La administración Alfonsín siempre reconoció que era extremadamente limitado lo que Argentina podía hacer para influir en el curso del conflicto Este-Oeste. Sin embargo, adoptó un perfil alto en el tema del desarme y la no proliferación nuclear vertical. Así entonces, la presencia internacional en el esfuerzo por detener la carrera armamentista nuclear y asegurar la paz mundial fue considerada menos una cuestión principista que una asunción de responsabilidad. Este supuesto fue el que movilizó a la diplomacia radical a elevar el perfil de Argentina en las cuestiones de desarme e la ONU y en el NOAL. Por otro lado, el desarrollo de un proyecto misilístico como el Cóndor II y la negativa a ratificar el tratado de Tlatelolco y adherirse al TNP restó credibilidad internacional al discurso oficial en pos de la paz y el desarme. Así como se consideró un actor secundario en el conflicto Este-Oeste, el gobierno de Alfonsín asumió que Argentina debía ser un actor directo en la cuestión Norte- Sur, dada la pertenencia estructural del país al mundo en vías de desarrollo. Este reconocimiento expreso de la condición de Argentina de país en vías de desarrollo fue acompañado de una percepción clara acerca de la diversidad del mundo subdesarrollado y de la coexistencia en su interior de intereses y prioridades distintas. La fragmentación de intereses y prioridades del Sur fue un argumento de uso corriente en los años del Proceso. Sin embargo marcaron diferencias de importancia respecto del régimen militar. Este último puso el acento en las diferencias y minimizó los intereses comunes intra-Sur, mientras que la administración de Alfonsín hizo exactamente lo contrario: destacó las coincidencias objetivas emergentes de la propia condición del subdesarrollo y dos aspectos que consideraba comunes a todos los países del Sur. El gobierno radical procura el fortalecimiento de las relaciones en los países del Sur, mediante el apoyo a diversos esquemas de cooperación. No obstante estos objetivos, las relaciones con el Sur encontraron en la práctica abundantes dificultades. La mayor complejidad y fluidez del orden mundial, la creciente interdependencia entre las naciones del Norte, el fenómeno de la difusión del poder habían dejado al Sur casi a la deriva y profundizado su incapacidad estructural. En este marco Latinoamérica puso pie en una fase histórica caracterizada por dos desafíos clave: la consolidación de la democracia y la realización de la integración. iii. Los ejes estructurantes de la política exterior del gobierno de Alfonsín. (Segundo texto) En el orden externo, la acción debía estructurarse en torno a los siguientes ejes: a) el desarrollo de una nueva relación madura con los EE. UU. que equidistara tanto del alineamiento automático como de posiciones de confrontación o ruptura; b) la participación activa y genuina frente a los problemas que integran la así llamada cuestión Norte/Sur; c) el fortalecimiento de las relaciones con América Latina, particularmente con los países del Cono Sur; y d) el fortalecimiento de las relaciones con Europa Occidental. 1. Las relaciones maduras con EE. UU. Con el propósito de sacar a las relaciones argentino-norteamericanas de su recurrente ciclo de acercamiento y hostilidad se diferenciaron dos niveles de las relaciones: el de las “convergencias esenciales” y el de los “disensos metodológicos” En el primero se situaron los aspectos que conforman la base de sustentación permanente del vínculo bilateral: “la democracia, el pluralismo la dignidad del hombre, los derechos humanos, la libertad y la justicia social”. El segundo nivel se reservó a las apreciaciones y posiciones distintas sobre los métodos para realizar o mantener e el mundo en desarrollo los principios y valores compartidos. Esta forma de aproximación a Washington, aunque permitió reencauzar la relación bilateral sobre bases más firmes y previsibles, tropezó con dificultades prácticas. Las políticas de la administración Reagan orientadas a recomponer y fortalecer la dominación norteamericana en la región, aunadas a la serie crisis interna del país, redujeron progresivamente el margen de acción del gobierno radical en el campo de os “disensos metodológicos”. Así, a partir de los últimos meses de 1984 la administración Alfonsín dejó de lado algunos de los proyectos acuñados al color del regreso a la democracia por ejemplo el pago sólo de la deuda externa legítima. Las posiciones asumidas frente a lo organismos internacionales y a la banca privad ay la puesta en marcha del Plan Austral en junio de 1985 allanaron el camino de la recomposición de relaciones con EE. UU. 2. Las relaciones con Europa Occidental. El énfasis inicial puesto en las relaciones con Europa apuntaba, específicamente, a diversificar os puntos de apoyo de la política exterior hacia Occidente y contrabalancear el peso de los EE. UU.Ç En este marco, el gobierno de Alfonsín desarrolló una acción diplomática que atravesó dos fases. La primera, procuró utilizar el capital político ofrecido por la recuperación de la democracia en el país para recomponer los vínculos políticos bilaterales y lograr apoyo económico por parte de algunos gobiernos europeos, particularmente una posición más benigna en el tema de la deuda y la apertura de oportunidades en el ámbito comercial. En esta fase, los países seleccionados para desplegar esta estrategia de aproximación a Europa Occidental fueron Alemania, España, Francia e Italia. Sin embargo las expectativas se vieron frustradas. En efecto, la retórica europea de apoyo a la democracia argentina no se tradujo en acciones concretas en la esfera económica. Los dirigentes europeos subordinaron su apoyo al gobierno argentino al cumplimiento de dos condiciones: el logro de la estabilidad económica y la firma de un acuerdo previo con los organismos multilaterales de crédito y la banca acreedora. A raíz de estas limitaciones, desde el inicio del año 1987 el Gobierno puso en marcha la segunda fase de la relación argentino-europea, más selectiva, orientada a crear u marco institucional de “mecanismos originales” que permitiera abrir canales de acceso al capital y a la tecnología europeos. El comercio pasó a un lugar secundario y la acción se orientó esencialmente a buscar asociaciones “particulares” privilegiando las inversiones, especialmente a las PyMES. b. La presidencia de Carlos Menem. i. El realismo periférico: un modelo teórico para la periferia del nuevo orden mundial. El realismo periférico es, por antonomasia, la política exterior de un Estado comercial. Los principios básicos del “realismo periférico” pueden resumirse en los siguientes: -La política exterior de un país vulnerable, empobrecido y poco estratégico, debe ser del más bajo perfil posible para evitar la confrontación, salvo en aquellos asuntos materiales vinculados en forma directa con su bienestar y su base de poder; adaptando sus objetivos políticos a los de esa potencia dominante; - Esta política exterior debe formularse teniendo en cuenta la relación costo-beneficios materiales y considerando os riesgos de costos eventuales. -Ella requiere de una reformulación y reconceptualización de la autonomía, en términos de la capacidad y costo relativos de la confrontación. Para Escudé, la reducción de costos y riesgos debe ser el principal objetivo de la dimensión política de un Estado dependiente, ya que enfrentar políticamente a los poderosos es contraproducente para el interés nacional de países dependientes, vulnerables y poco estratégicos. Para afirmar estos supuestos, el autor toma dos variables para el análisis de las estrategias políticas de la política exterior: “la emergencia internacional” y la “memoria histórica”, como factor racional o intelectual de los procesos de toma de decisiones en los Estados poderosos. ii. Las reformulaciones: autonomía y alineamiento. Escudé rechaza el concepto de autonomía (aquél que utilizo Puig en su doctrina), definido en términos de libertad de decisión o de acción. Para el autor, la autonomía se ha poseído “desde siempre”. No hay poder superior a los Estados. Sin embargo, Escudé presenta a la autonomía como una falacia, supuesta generadora de desarrollo, que considera a la dignidad nacional como parte del mismo, oponiendo ésta a la idea de que es el desarrollo el que permite la autonomía. Para él, la autonomía se construye desde el desarrollo interno, siendo ella la variable central de ese desarrollo –económico-, y por lo tanto el producto de maniobras de política exterior. Presenta a la autonomía como un proceso, que se construye mediante el desarrollo nacional, autorrestringiendo la libertad de decisión o de acción, es decir, aplicando un realismo periférico: no confrontación y alineamiento. Define así la autonomía limitando la extensión de su concepto a su capacidad de confrontación. De esta forma vincula la autonomía con la adaptación y a los objetivos más significativos de las grandes potencias. iii. Críticas. La primera cuestión que surge al percibir la relación entre un país periférico y el poder hegemónico es el carácter poco estratégico que Escudé le asigna al primero, en este caso la Argentina, en los intereses vitales de EE. UU. En su perspectiva pragmática, el realismo periférico niega o desconoce la existencia de supuestos básicos en una política exterior. Una segunda cuestión tiene que ver con la pretensión de que es posible formular una política de no confrontación internacional. Por último, es imposible desligar la no confrontación de lo efectos de la política internacional de las grandes potencias. Esta sola cuestión ha permitido vincular históricamente al realismo con la hegemonía, lo que hace oponer la política de las grandes potencias a todas aquellas de terceros Estados –periféricos- que busquen acrecentar su poder. iv. Factores externos e internos que condicionan la política exterior del Presidente Menem y sus ejes ordenadores Cuando Carlos Menem accedió a la primera magistratura del país en julio de 985, el mundo y Argentina transitaban circunstancias muy distintas a las que habían signado el primer tramo del gobierno de Alfonsín. En el orden externo el conflicto Este-Oeste daba sus últimos estertores, EE. UU. aparecería como líder indiscutido de la coalición vencedora de la guerra fría, la democracia, casi sin excepción, se había extendido a toda América Latina, la crisis de América Central se había aplacado y la cuestión de la deuda externa estaba encuadrada en un marco de negociación provisto por los gobiernos de los países acreedores y los organismos multilaterales de crédito. En lo interno, el centro de la escena política argentina estaba ocupado por las demandas económicas y sociales. Las situaciones de hiperinflación de 1989 no hicieron más que fortalecer de manera brutal estas demandas generalizadas. Era necesario introducir cambios en materia externa. Los principales argumentos utilizados por el Gobierno para dar cuenta del cambio de política son los siguientes: a) que el nuevo orden mundial se caracterizará por la interdependencia y la cooperación entre los países y por el triunfo de la democracia liberal; b) que en este orden existen condiciones para que la paz se sustente más e la seguridad colectiva que en el equilibrio de poder; c) que la globalización de la economía ha hecho obsoleto el modelo de crecimiento basado en la sustitución de importaciones; d) que este modelo acarreó al decadencia relativa del país y, por ende, la pérdida de gravitación de Argentina en el orden internacional; e) que la relación preferente con GB fue una de las claves para la inserción exitosa de Argentina e el mundo a fines del siglo XI y principios del siglo XX; y f) que, en consecuencia, el país necesita encontrar y desarrollar en forma pragmática nuevas relaciones preferentes para asegurarse una nueva reinserción exitosa en el siglo XXI. De acuerdo a este razonamiento, se puso en marcha una política exterior que se ordena alrededor de cuatro ejes. El primero es el abandono de las posiciones de confrontación política con los países desarrollados. Hay una crítica expresa al confrontacionismo inútil del gobierno radical. En su reemplazo, se propone una política exterior “normal”, “realista” y “pragmática”, que define el interés nacional en términos económicos. El segundo eje es el bajo perfil político en las cuestiones que ocasionan confrontaciones o fricciones con los países desarrollados. El tercer eje estructurante, fundado en el reconocimiento de la debilidad relativa del país, es que Argentina no puede –ni debe- pretender un alto perfil ni mucho menos una posición de protagonismo internacional. De acuerdo con esta lectura, se postula la concentración de la acción externa en muy pocas áreas del mundo que importan esencialmente desde el punto de vista de las necesidades económicas del país. Estas áreas son los EE. UU., los países vecinos de la región MERCOSUR, Bolivia y Chile, Europa Occidental y para más largo plazo, Japón y los países de industrialización reciente del Sudeste Asiático. Ciertamente, la nueva política exterior se basa en la necesidad de terminar con la tradicional hostilidad hacia Washington. Fiel a estos dichos, se han adoptado varias medidas importantes que no dejan dudas acerca de la firme voluntad de fortalecer esta relación preferencial. Así, el gobierno de Menem se abstuvo de condenar la invasión dispuesta por la administración Bush a Panamá. Envió dos naves de guerra al Golfo Pérsico para participar en la alianza multinacional contra Irak, manifestó su disposición a cooperar de manera creciente con el gobierno norteamericano en distintos temas de naturaleza global, cambió el perfil del voto argentino en la Asamblea General de la ONU, ratificó el Tratado de Tlatelolco, y por último desactivó totalmente el plan misilístico Cóndor II. La destrucción del plan Cóndor era otro de los pasos imprescindibles para acceder progresivamente al grupo de “naciones confiables del mundo” y para asegurar el apoyo del gobierno norteamericano en las áreas temáticas económicas de la relación bilateral y en los organismos multilaterales donde el voto de los EE. UU. es de suma importancia. En lo que hace a las relaciones con Latinoamérica, se cuestiona seriamente la “visión romántica” de la unidad latinoamericana de los sesenta, lo que podríamos llamar la concepción bolivariana de la integración. Se propone circunscribir el ámbito de acción regional y procurar concreciones específicas. Finalmente, el apoyo al funcionamiento afectivo del sistema establecido en la carta de ONU para garantizar la paz y la seguridad internacionales constituye el cuarto eje estructurante de la política exterior. Primero en la participación creciente de las fuerzas armadas argentinas en operaciones de mantenimiento de la paz en el marco de las Naciones Unidas. Segundo, en el rechazo y abandono de las políticas precedentes de búsqueda de desarrollo autónomo en áreas sensitivas. Y tercero, en la adopción de posiciones de alto perfil en el seno de la OEA para crear nuevos mecanismos de seguridad regional.