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G 11637 PDF
G 11637 PDF
10320,
REPUIJLICA DE COLOMBIA
i (BUOTECA NACIONAL
OB RA
N e. _ _ _ __
ANAQUEL
S ALA Ne .. J..!.___,___. . . .
MAT l'tiA
N TR O EL
Ne.
Ne.
\
_ · _ _ \\
_ •o•_oT"'_
14
DE
DERECHO ADMINISTRATIVO
DERECHO ADMINISTRATIVO
PARA EL AULA
DE
UNIVERSIDAD D E MO NTEVIDEO
POR EL
MONTEVIDEO ,
IMPRENTA ARTÍSTICA, DE DORNALECIIE Y REYES, EDITO!tES
CALLE DEL 18 DE JULIO, 77 Y 79
1895
. . 1
CARTA QUE PUEDE SERVIR DE PRÓLOGO
II
m
Los dos sistemas : Inglaterra y Francia.- Paralelos.-Doctrinas frag-
mentarias.- Obras públicas y fines del Estado en Inglaterra.
IV
Ingerencia del Estado en las obras públicas.- El plau del libro y las
doctrinas.- Diversos aspectos de los servicios administrativos.-
El interés privado y el interés público. - Palabras de Aucoc.-
El criterio de la utilidad pública: criterio estricto y criterio amplio.
-Julio Simón y el Prefecto Haussmann; Alvcar y la Avenida
de Mayo.
Se me escapa la pltm1a.
Quería simplemente decir que: respondiendo á la fe-
cunda iniciativa· del memorable rectorado de Alfredo V ás-
qucz Acevcdo, que creó la Facultad de Matemáticas, V d.
al hacerse cargo de la enseñanza de Economía Política y
legislación de Obras Públicas, que según el programa de
la Facultad corresponde al 4. 0 año del cmso para Ingenie-
ros de Puentes y Caminos, ha seguido con acierto la tradi-
ción y los ejemplos de loo grandes maestros franceses en la
Escuela ele Puentes y Calzachls y en los notables tratados
e::;peeiales que ofrece la Frant:itt en ::lll rica literatura sobre
VI
Labor ímprobn.-Á retaguardia de los di~cípulos.-Siguiendo la hue-
lla á los di;.<persos.- El crisol del nuevo aprendizaje.
,.
Vil
Le saluda afectuosamente.
Julio 12 de 1895.
TITULO PRIMERO
P••ellminar es
CAPÍTULO 1
del Estado todo límite definido, estableciendo que toda obra que
sea ventajosa para el público, lo que es muy raro que no suceda,
debe ser emprendida por el Estado, aun cuando no obtenga nin-
gún rendimiento inmediato, ningún beneficio directo, tangible y
fácilmente calculable. ( Cawes, tomo II, pág. 359.)
No entraremos á ocuparnos detenidamente de todas esas solu-
ciones, lo que nos obligaría á extendernos más de lo conveniente,
y lo que es peor, sin mayor resultado práctico. Nos limitaremos
por eso á ocuparnos de las que consideramos más dignas de es-
• tudio por ser de las que más celebridad y más aceptación han al-
canzado en la ciencia, en cuyo caso están la de M. Dupuit, dis-
tinguido economista y célebre ingeniero Inspector General de la Admi-
nistración de Puentes y Calzadas de Francia, y la que M. O. de La-
bry, ingeniero inspector también de la misma corporación, propuso
en el seno de la Sociedad de Economía Política.
Daremos por sentado desde ya que al tratar de la medida de la
utilidad de los trabajos públicos nos referimos principalmente á
las vías de comunicación, en sus diferentes clases, que son los
trabajos susceptibles de dar un movimiento directo é inmediato,
pues la cuestión tien~ que resolverse por principios distintos y
especiales, tratándose de otra clase de obras que, ó pueden tener
una importancia más bien moral que material, 6 cuya utilidad no
puede ser apreciada en términos numéricos, sino por consideracio-
nes especiales en cada caso, como sucedería, por ejemplo, si se
tratase de obras de defensa militar y de trabajos de salubrificación.
M. Dupuit parte del concepto económico de la utilidad y de la
diferencia que existe entre el valor en cambio y valor en 1~so, re-
sumiendo su doctrina en los siguientes términos :
Se entiende por riquezas las cosas que tienen la propiedad de
satisfacer nuestros deseos, cualesquiera que ellos sean ; esa pro-
piedad de las riquezas se llama utilidad.
La utilidad puede ser más 6 menos g1·andc, y por consiguiente
es una cantidad que puede tener por medida otra cantidad pro-
porcional;
El sacrificio máximo que uno está dispuesto á hacer para pro-
curarse una cosa que desea, ó el precio que nos induciría á pres-
cindir de ella, pnede servir de medida de la utilidad ;
Ese sacrificio ó ese precio no tiene relación con el precio venal
que se está obligado á pagar para procurarse el objeto que se
desea¡
cinco francos, pero que los compra á uno, y cuya utilidad por con-
siguiente es menor que cinco é igual á uno por lo menos.
Tales son los diferentes grados de utilidad que tendrían en el
caso propuesto los cien hectolitros consumidos por un mismo in-
dividuo, y de los cuales el primero tendría una utilidad de 50
francos por lo menos, y los últimos ochenta una utilidad entre uno
y cinco.
Prueba de esto es que si á consecuencia de un impuesto 6 de
cualquiera otra causa aumentase en cuatro francos el precio del
hectolitro, de manera que volviese á valer cinco francos en vez de
uno, inmediatamente desaparecerían del consumo ochenta hectoli-
tros, de modo que los cien que el consumidor compraba á un
franco se verían reducidos á 20; un impuesto de nueve francos
reduciría los veinte á diez, un impuesto de 19 francos reduciría esos
diez á cuatro, otro de 29 los reduciría á dos, y por último, con
un aumento de cuarenta y nueve francos el consumidor no com-
praría sino un hectolitro, y si al precio de cincuenta francos se au-
mentase todavía, se tendría entonces la utilidad de ese único hec-
tolitro que el consumidor paga á 50 francos, pero que no sabemos
si estaría dispuesto á comprar por un precio mayor.
Este ejemplo es concluyente y nos evita la necesidad de pre-
sentar otros análogos para demostrar que la utilidad de un ob-
jeto no sólo varía en cada consumidor, sino que es diferente tam-
bién para cada una de las necesidades de un mismo individuo.
La consecuencia de todo esto es que el hombre paga más 6
menos por un objeto, según sea mayor 6 menor la utilidad que
le atribuye, y que por consiguiente la utilidad para cada consa-
midor se mide por el precio que está dispuesto á dar en pago del
artículo, 6 en otros términos : la economía politica debe tomar por
medida de la utilidad de un objeto el sacrificio máximo que cada
consumidm· está dispuesto á hacer pa1·a p1·oc~trá1·selo, 6 de otro modo,
por el precio ó impuesto mínimo que le hm·ía desisti1· de comprarlo.
Ésta que acabamos de indicar es la utilidad absoluta ; eviden-
temente, si uno está dispuesto á dar 30 pesos por un objeto cual-
quiera 6 un servicio, es porque encuentra en ellos una utilidad
equivalente, ya sea que el objeto 6 servicio lo reciba á título gra-
tuito 6 que tenga que pagar por ellos un precio igual al indicado
6 menor, como de 20 pesos, por ejemplo.
Pero la situación del consumidor es muy distinta en cada uno
de esos dos casos : en el primero, aquél aprovecha los treinta 'pe-
Total. o o o o o o o o. o o 15 fr.
5060
"u u u 0.04 u
"
u u
"
u u
240
250
" u 0.05
u u
1000 " " u 0.06 f.l
" " 60
36000 $ 1010
6000 que sólo pagarían hasta 0.04 producirían una utilidad de $ 240
5000 " " " " 0.05 " " " " IJ. 250
1000 " " " " 0.06 " " " ~' ¡: 60
12000 550
1010
o 36 000 1010
1 27 000 9 000 90 920
2 19 000 8 000 160 760
3 12 000 7 000 210 550
4 6 000 6 000 240 310
5 1 000 5 000 250 60
6 o 1 000 60 o
36 000 1 010
o 36 000 $ o 10 100
o 10 27 000 2700 9 200
o 20 19 000 3 800 7 600
o 30 12 000 3 600 5 500
o 40 6 000 2 400 3 100
o 50 1 000 500 600
o 60 o o o
Tales son las dos teorías que hemos creído más del caso expo-
ner, no sólo por la celebridad de sus autores, sino también por-
que indudablemente son las que han dado una fórmula más exacta
para la solución del problema á que se refieren, en cuanto puede
caber la exactitud en esta cuestión tan fundamental como destinada
á ser siempre inaccesible al terreno de las soluciones fijas y pre-
cisas.
La importancia capital que el problema encierra, creemos que jus-
tificA plenamente el que le hayamos dedicado el presente capítulo;
y si bien una solución precisa y absolut:~ es prácticamente impo-
sible, como ya lo ha expresado el mismo señor Dupuit, esa circuns-
tancia, lejos de hacer menos útil, hace más necesario el conoci-
miento de las reglas y principios generales que le sirven de base.
Son ellas las únicas que pueden ensefíar á sacar partido de lo que
se sabe para aprender lo que no se sabe, indicar lo que falta, y
por consecuencia proporcionar el medio de buscarlo y de encon-
trarlo si es posible, ó de suplirlo si no lo es.
SECCIÓN I
de mencionar, es-
La prime ra de esas dos oficinas que acabamos
üe Dicie mbre de 1831
taba reglam entad a por los decretos de 19
de 1854 regla-
Y Enero 14 de 1839 ; y el decreto de 24 de Julio
menta ba las atribuciones de la segunda.
se referí an espe-
Las atribuciones de la Comisión Topog ráfica
imiento de la to-
cialmente á los V.aba:ios necesarios para el conoc
de tierra s, tanto pú-
pogra fía de la República, á la demarcación
entaci ón de las opet·aciones
blicas como particulares, y á la reglam
practicadas por los agrim ensor es.
la intervención
En cuanto á la Inspección Técni ca, á parte de
ucción de edifici os particu lat·e~, le corres-
que tenía en la constr
ectón ica de todo
pondí a también "abri r dictamen sobre la parte arquit
y demo strar cien-
edificio ú obra pública, analiz ar los proye ctos
ndo empre ndet·s e
tíficamente sus venta jas ó inconvenientes, no pudie
para aplica ción pú-
ninguna obra por el Estad o ni por partic ulares
mente su inform e facult ativo. " Le corres pon-
blica sin oir previa
conservación y de-
día igualmente "insp eccio nar y velar sobre la
Ministerio de Go-
cencia de los edificios públicos, dando cuenta al
ner al Gobie rno toda obra
bierno de lo que en ellos obser vase; propo
r los locale s adecua-
cuya construcción creyese oport una ; indica
inspec ciona r la cons-
dos para obras de conveniencia pública, é
ca."
trucción de todos los edificios con aplicación públi
organización ofre-
La necesidad de salva r las dificultades que esa
al servic io media nte una
cía en la práctica, y de dar más unidad
más conve nientemente
dirección única que permitiese reglam entar
á aquel las dos reparticio-
el ~jercicio de las funciones cometidas
ir esas dos oficin as en la Direc-
nes, llevó al Gobierno á refund
cas, que se dividi ó por e3o en dos
ción Gener al de Obras Públi
es de un Direc tor Gener al: la secció n To-
secciones bajo las órden
pográfica y la sección de Obras Públi cas.
ciones eran las
Dado el origen de dicha Dirección, sus atribu
, teniendo en resu-
mismas de las dos oficinas qt'e la precedieron
lo 5. 0
del decret o de su crellCi6n,
men, según agreg aba el artícu
los edifici os y delineación de te-
el derecho de inspección sobre
ión de todos los trabH-
rreno s particulares y públicos, y la direcc
el Gobie rno, por la Junta
jos que se emprendieran ya fue1·a por
.
E. Admi nistra tiva ó por asociaciones autori zadas
os y el Con-
Más tarde se creó la Dirección General de Camin
ele esas oficinas te-
sejo General de Obras Públi cas. La primera
de Ab1·il de 188!
nía por objeto, según ' result a de la ley de 15
hallan determi-
del Minist erio de Fomen to, y sus atribu ciones se
son las siguien-
nadas eH el artícul o 2. <le la ley de su creación, y
0
á su varied ad é
tes, que expon dremo s detalla damen te en atenci ón
n para facilit ar el conoci miento completo
impor tancia , como tambié
de ellas.
ará, dice el
El Depar tamen to Nacio nal de Ingeni eros se encarg
citado artícul o 2. o:
é inspec ción
a) Del estudi o, redacción de los proyec tos, dirección
nderse ya sea por el Go-
de todos los trabaj os públicos á empre
Admin istrati vas, de la organi za-
bierno , ya sea por las ,Juntas K
públic os, canale s de navega ción y
ción del servicio de Jos caminos
s, edifici os públic os y para el estable -
de riego, ríos, costas , puerto
cimiento de nueva s líneas de fenoca rriles.
ezcan al
b) De la inspección de las obras existe ntes que perten
!Gstatlo.
se resuel va
e) De constr uir las obras públic as en el caso de que
hacerl as por la Aumin istraci ón directa mente .
de las
el! De llamar á licitación públic a para la constrncción
somet er á éste
obras nutori zadas por el Poder Ejecut ivo, debiendo
respec tivo infonn e para la resolu ción que
las propu estas con su
cones ponda .
ales, de los
e) De vigilar la conser vación de los caminos nacion
de los puerto s y faros, propon iendo oportu na-
canale s naveg ables,
del person al idó-
mente al Gobierno un proyec to para la formación
neo con el objeto indicado.
de los tra-
f) Del examen de los proyec tos y de la inspección
conces iones del Estado .
b11jos á ejecut arse ó ejecut ados por
de propie dad de admin istraci ones
g) De la inspección de las obras
dichas obras tengan relació n con
públicns ó de particu lares, cuando
contro l técnico de los ferroc arriles
los in te reses genera les, y del
garant idos por el Estado .
h) De la inspec ción de las máqui nas, motor es
eléctl·icos y calde-
de guerra y la marin a nacional.
ras á vapor, incluso la de los buques
asunto s relativ os á las fábrica s
i) De la información de todos los
los ríos 6 canale s na-
é indust rias establ ecidas 6 á establecer·se en
vegables.
practi car es-
j) De indica r al Poder Ejecut ivo la necesidad de
al 6 depar-
tudios, de constr uir 6 repara r obras de canict er nacion
tamen tal.
6.
L. VA.REI.A.
al Cuerpo de In-
Fuera de esos alumnos, ~ólo pueden ingre sar
ción, que son auxi-
genieros otros empleados de la misma administra
n ayuda rles en la preparación
liares de aquéllos y tiene11 por misió
la vigila ncia y contr ol de los tra-
de los plano s y proyectos, en
bilida d. Esos emple ados, que,
bajos y en lo relativo á la conta
tamb ién sus conoc imien tos espe-
como es consiguiente, deben tener
el cuerp o de condu oteu1· s, que corre sponde
ciales, forman en Franc ia
ho español, y tiene
más 6 menos al de los sobrestantes del derec Se in-
de Ingen ieros .
una organización análo ga á la del Cuerpo or;
por la clase inferi
gresa á él por concurso, empezando siempre
n también esos con-
cuaudo han llegado :i la primera clase puede
a, sieud o el concurso el
ductoTes pasar á ser ingeBieros de tercer
único medio de obten er dicha plaza .
Esto es sólo en cuanto al ingreso.
nte sujetos á la ley
En cuanto á los ascensos, están rigurosame
nte forma : desde el puesto
del escalafón, reglamentado en la siguie
iero jefe de segunda,
de ingeniero de terce ta clase hasta el de ingen
servido dos años
no se puede pasar de trua clase á otra sin haber
da hasta inspector ge·
en la anter ior; desde ingeniero jefe de segun
der sin haber desem-
neral de esa misma clase no se puede ascen
itan cuatro años en
pefíado tres a!los el puesto inferior, y se neces
da clase, para ser
el desempeiío del puesto de inspector de segun
ascendido al de primera.
Ingenieros de Ca-
Otro tanto pasa en Espai ía con el Cuerpo de0
6. de su reglamento
minos, Canales y Puert os. Según el artículo
re por las plazas
interno) la entra da en dicho Cuerpo será siemp
án á ella los alumnos
vacantes en la última clase, pero sólo optar
, aprob ados en virtud de
de la Escu ela especial de la corporación
ment o por que éste se rige y
estudios hechos con sujeción al regla
que hayan sido clasif icado s por
guardando el orden correlativo en
lo 8. ) los ascen-
0
lece el artícu
la Junta de Profesores. Y según estali
de antigüedad y según
sos se conferirán invariablemente por o1·den
s) no pudiendo nadie obte-
el orden de clases y grados establecido
en la clase á que corres-
•ner ascenso sin haber cumplido dos aiíos
ior á que haya de
ponda, ni sin que resulte vacante en la super
pertenecer.
ía como en Franc ia
Esta sabia reglamentación, que tanto en Espaf
uu uniforme especial,
tiene de militar hast.<t la imposición de llevar
sólo es un medio de
prese nta desde luego dos ventDjas, pues no
tado, sino que ofrece
formar un perso nal competente y experimeu
cándolo es
Podíamos también haber tomado algo de eso, modifi
y á nuest1· os recurs os; y
claro con arreglo á nuestr as condiciones
o que sólo hemos imi-
siguiendo en todas esas indicaciones al model
más compl eta y ha-
tado en una parte, habríamos hecho una obra
os una organi zación mu-
bríamos dado al servicio de trabajos públic
cho más acertada y conveniente.
M. Béhic
Podemos muy bien decir aquí, lo que decía hace años
, en un inform e dirigid o al Ministro
entonces Consejero de Estado
en nombr e de una comisi ón encarg ada de
de Traba jos Públicos,
s de puente s,
prepar ar un proyecto de organización de los cuerpo
calzadas y de minas:
ón Pú-
"Se cree que la formación en el seno de la Admin istraci
pal procur ar á
blica, de cuer¡.,os especiales, tiene por objeto princi
as más ciertas y ga-
los individuos que hacen parte de ellos, ventaj
del person al de
rantía s más extensas. Ese modo de organización
que un solo
los servicios públicos, no tiene, por el contrario, más
ses genera les,
fin: es obtener la mejor gestión posible de los intere
desde largo
no encargando de regirlos sino á agentes prepar ados
s al servici o del Estado , una vez
tiempo, y vinculando esos agente
s de serias prueba s, por medio
que ellos han sido admitidos despué
cuya modic idad está com-
de ventajas, modestas si se quiere, pero
y c"n la consid eració n que
pensa da con la seguridad del porvenir
públic a, proyec ta sobre cada
un cuerpo que goza de la estimaciÓn
iento de la
uno de sus miembros; manteniendo, en fin, por el sentim
cido de las tradici ones, fuente de todo
solidariifad, el respeto esclare
progrebo, la emulación y la morali dad. "
, la que l1a
Es sin duda una organización tan ordenada y severa
al que con su
contribuido tan poderosamente á formar ese person
ón de Puen-
sobresaliente competencia ha dado á la Administraci
de que goza .
tes y Calzadat! de Franc ia el renombre universal
SECCIÓN II
-
pre salían par a satisfacer las nece
donde, como es sabido, no siem form arla s.
habían contribuido á
sidades de las localinades que o
Leg is.lativas tampoco ltan mostrad
Nttestras mismas Asambleas ción han
arta men tale s, cuy a organiza
más inte rés por las Jun tas dep ú-
dejá ndolas abandonadas á un sinn
descuidado bas ta la fecha, secu enc ia y sin
s sin orden ni con
mero de resoluciones gubernativa
s, que favo recer las tendencias absorben-
otra mira muchas de ella
.
tes de la adm inis trac ión cen tral
e, la Con stitu ción establece en su artículo 127 que
Por otra part Ad-
que se con trae n las Jun tas E.
par a aten der á los objetos á le la
fondos y arbitrios que seña
ministrativas, dispondrán de los ría per-
erá. Est a disposición hab
ley en la forma que ella establec
favo recer en cierto grado la autono-
mitido á nuestros legisladores les, si
desarrollo de los inte rese s loca
mía municipal y con ella el s se hu-
l~s rent as dep arta men tale
al mismo tiempo que se vota ban deja r
adm inis trar las, en vez de
biese facultado á las Jun tas para gu-
reglamentos ó las resoluciones
la pue rta abie rta par a que los rsos
la administración de esos recu
bemativ:ts ordenasen después hem os dich o, 110
uti,·o, que, com o
según el llriterio del Pod er Ejec s mun icip ales .
rable á los inte rese
lta sido siem pre del todo favo que
del espf ritu absorbente y cen tral izad or
A consecuencia, pues, inis trac ión loca l,
s prácticas de adm
siempre lta imperado en nue stra s los med ios de
o privaclos ele todo
los Dep arta men tos se han vist a-
á sus nec esidades propias, has ta que últim
acción par a aten der auto rizó á las Jun tas
zo de 189 2
men te un decreto de 21 Cle Mar a-
dire ctam ente el prod ucto de los impuestos municip
par a aplicar ó em-
por las leyes de su creación
les, dándoles el destino fijado ón
que no teng,..an ning una afectaci
pleando en mejoras locales los
especial.
sólo la Jun ta de Montevideo
Ant es de tan ven tajo sa reforma Pod er
la influencia apla stad ora del
l1abía conseguido sust raer se á aspi raci ón de
menos, la. con stan te
cen tral y real izar en part e al Leg isla tiva la
niendo de la Asamblea
la autonomía del municipio, obte rizó par a
ubre de 1888 que la auto
sanción de la ley de 17 de Oct á obra s
millones de pesos destinado
con trat ar el empr·éstito de seis Jun ta
de cometer exclusivamente A la
municipales, cuya ley además dar
sin otra limitación que la de
la inversión de esos fondos e Y. que nec esit a·
trat os que cele bras
cue nta al Ejec utiv o de los con rent as mun ici-
ió también que líls
sen aprobación sup erio r, establec
enu mer an son de pro pied ad exclusiva de la
pales que en ella se
mencionada Jun ta.
, tanto en materia de
digo Rural ha cometido á las municipalidades
iento de las aguas
caminos como en cuanto al uso y aprovecham
remos al tratar espe··
públicas, - de cuyas atribuciones nos ocupa
; y por último, debe-
cialmente de esas ramas de nuest ra legislación
que r~glamenta la eje·
mos citar el decreto de Ener o 8 de 1881,
adas con los fondos
cución de las obras públicas municipales coste
del Estado.
arán al principio de
Dicho decreto establece que las Junta s acord
realiz arse, formu lando los corres-
cada aúo las obras públicas á
S> de condi cione s por medio de la
pondientes proyectos y pliego
al, y de la Dirección
Dirección de Obras Municipales la de la Capit
para el orden en que
General de Obras Públicas las de campaiía;
que se clasifiquen en
dichas obra~i hayan de ejecutarse dispone
servicio público, y
u1·gentes, menos urgentes, de necesidad para el
va al Pode r Ejecu-
de simple ornato para las poblaciones, y reser
n y de designar las
tivo el derecho de apreciar esa clasificació
de aprobat· los pro-
obras que deban ejecutarse, como también el
yectos.
ho propio, inalie-
En resumen : las Junta s no tienen más derec
la Repú blica, que el de
nable, .garantido por la Constitución de
de la Carta funda-
pTOponer mejoras, como lo dice el artículo 126
i hacer lo en los casos
ment al; y en cuanto á ejecutar, sólo podr:
legisl ativas ó por reso-
en que estén autorizadas por disposiciones
que esas mism as resolucio-
luciones del Gobierno, y en la forma de la
n ; así resul ta del art. !26
nes ó disposiciones lo establezca ción
consi guien te, proce der á la ejecu
Constitución. Podrá n, por dada
muni cipal, en virtud de autor izació n
de una obra pública
el decreto de 8 de
por el Pode r Ejecutivo, de conformidad con
tadas con fondos del
Enero de 1881 si se trata de obras ejecu
de Marzo de 1892,
Estado, ó de acuerdo con el decreto de 21
la circular de 31 de
decreto que está limitado en sus efectos por
de 23 de Diciembre
Marzo de ese mismo arlo y por el decreto
n super ior para toda
de 1883, que las obliga á solicitar autorizació
en la ley de pre-
erogación que no esté expresamente autorizada
supuesto.
las Junta s están
Y aun pat·a las erogaciones autorizadas por ley,
aquélla no las ha fa-
bajo la dependenr.ia del Poder Ejecutivo, si
tir según les parezca
cultado para proceder por sí solas, é inver
esa autoridad que el
los fondos de que dispongan. En virtud de
muni cipali dades , la resolución de
Pode r Ejecutivo ejerce sobre las
26 de Abril de 1870 dispone que todos los contratos que las Jun-
tas celebren, ueberán ser sometidos á la aprobación de la supe-
rioridad, y es así también que aun en materia de vialic1acl, en que
las Juntas tienen facultades tan amplias y precisas, y hasta dis-
ponen de rentas especialmente afectadas á aquella clase de oLras,
el Poder Ejecutivo ha podido reglamentar la percepción de esos
fondos y la ejecución de esos trab11.jos, como lo ha hecho por la
circular de 20 de Junio de 1890, que prohibe á las municipalida-
des emprender obras de vialidad departamenta l sin la consulta y
autorización previa del Ministerio de Gobierno.
Tales ,;on las atribuciones que el Gobierno y las Juntas tienen
en materia de obras públicas departamenta les.
Debemos agregar para concluir con lo relati\'O á esta parte de
nuestra exposición, que fuera de su residencia, las Juntas desem-
peñan su cometido J..IOr me1lio de las Comisiones Auxiliares, crea-
das por el dec,·eto -ley de 22 de Octubre de 1867, y las que bajo
la dependeneia y c1irección de las primeras, tienen la administra-
ción particular de la localidad á qne pertenezcan.
Esto en cuanto á las autoridades de carácter ejecutivo. Ahora
con respecto á las corporaciones técnicas 6 consultivas, que tam-
bién forman parte de la organización del servicio de que altom
tratamos, debemos citar el Departament o Nacional.de Ingenieros,
que tiene los cometiilos que al principio hemos visto, en materia de
trabajos departamentales, y desempeña ademál:l las funciones que
por las leyes y resoluciones; gnbernativas que dejamos citadas co-
rrespondían á la Direceión de Obras Públicas; y por último, las In~:~
pecciones y Sub-inspecciones departamenta les creadas por el de-
creto de 5 de Marzo de 1875, para desempeñar en los Departa-
mentos, bajo la dependencia de dicha Dirección, los cometidos de
esta última; inspecciones que, por consiguiente, deberían estnr
ahora bajo la dependencia del Departament o N. de Ingenieros, pero
que no lo están, porque á pesar de haber sido creadas por el refe-
rido decreto y autorizadas por la ley de construcciones de Julio l:l
de 1885, no han sido nunca constituidas.
Debemos decir ahom dos palabras sobre la ,Junta de Montevi-
deo, con respecto á la cual rigen algunas disposiciones especiales
que . es oportuno hacer notar, lo mismo que algunos detalles que
ofrece su organización en el ramo de obras públicas departamen-
tales.
En primer lugar observaremos que las atribuciones de dicha
lece el Código
lle aquí el modo de pro-::eder al efecto, que estab
Rura l:
ctada s sean de
Art. 419. Cuando las obras de defen sa proye
á solicitud de los que
algun a consi demc ión, la Municipalidad local,
á todos los p1·opietarios
l11s prom uevan , podrá oblig ar á coste arlas
siemp re qne prest e su
que l1ayan de ser beneficiados po1· ellas,
por la parte de pro-
confo rmida d la mayo ría de éstos , comp utada
apare zca comp leta y facul-
pieda d que cada uno repre sente , y que
utilid ad que las obras hayan de
tativa ment e justif icada l:t común
cual contr ibuirá al pago según las ven -
produ cir. En tal caso, cada
btjaR que repor te.
de los intere sados 6
Art. 420. Para l1acer const ar la voluntltd
ellos á junta genet·al,
sea de la comunidad, se convo caní á todos
Jugar donde hayan de
qne se reuni rá ante la Municipalidad del
ésta desig ne, si inte-
const ruirse las obras , 6 ante la perso na que
res:Jsell á varia s locali dades .
de los concu rren-
Resultanclo la confo rmida d de la mayo r parte
artícu lo anter ior, nom-
tes, según el cómputo estab lecido en el
votos , una comisión q11e
bmrá n acto continuo y á plu!'alidad de
benef icio que haya de
forme el repar to de Mrga~ con arreg lo al
se ocupa rá de su re-
repor tar la propi edad contr ibuye nte, y luego
cauda ción y aplicación.
hará por el sistem a
Art. 421. La ejecu ción de las obras se
rá á cabo bajo la dirección
que la comunidad prefiera, y se lleva
vigila ncia de la comisión en-
de Ull ingen iero, media nte la nctiva
pagos , la cual rendi rá cuent a justif i-
carga da de la rec:mdación y
cada á sus comit entes .
pe1:judicados pl)r
Los que en cualq uier concepto se consi deren
n recun ir en queja á
los acuerdos y actos de la comisión, podrá
los actos de la comu-
la Municipalidad, quien ejerc erá sobre toaos
e.
nidad la alta inspección que le cot-respond
SECCIÓN I
ésta ha presen -
estudio de una comisión especial, y despu és que
públic a.
tado su informe, la Cáma ra lo discute en sesión
ión de presu-
N o es necesario decir que el estudio de la comis
nosot ros, no tiene
puesto en las condiciones en qne se hace entre
por lo gener al, los
utilid ad ni venta jas de ningu na clase, porqu e,
6nte la organ iza-
miembros de dicha comisión i¡;noran completam
cuyo conoc imien to com-
ción Y las neces idade s de cada servicio,
minucioso que dicha
pleto y detall ado exigir ía un estudio detenido y
comisión no puede hacer .
os Unidos, no es
Por eso en otros países , como Ingla terra y Estad
cuant os miem bros, sino la Cáma ra consti tuíua
una comisión de unos
de al estudi o de esa
en comisión ó comité gener al, la qne proce
és saiJcionadas en
ley, establ eciend o las conclusiones que son despu
sesión ordina ria.
por partid a, -lo
Nuest ras Cáma ras votan el presu puesto partid a
de trabaj o y una
qne repre senta en prime r lugar un recarg o inútil
bleas ;- bastar ía,
pérdi da de tiempo que no le sobra á nuest ras Asam
las partid as que
en efecto, con tomar en consid eració n solam ente
zcan modif icadas con rela-
recién vayan á. establ ecerse 6 que apare
s anteri ores. En se-
ción á las que ya existe n en Jos presu puesto
ademá s el incon venie nte
gundo lugar, esa forma ele votación tiene
nes de aumen to, y en
de abrir la puert a á todo géner o de mocio
ncias de la más rigu-
tercer términ o, aunqu e tenga todas las aparie
, desue que la misma ley
rosa fiscalización, es comp letam ente inútil
hacer las traspo sicion es que consi-
facult a al Poder Ejecu tivo para
muy criticada y que
dere conv enien tes,- facultncl ésta que suele ser
nte puede presta rse á serios abusos, como en
acord ada ilimit adame
de ver, con cier-
o.tros países lla sucedi<lo, pero que á nuestr o modo
arle al Ejecu tivo
tas restric cione s no es posible dejar de acord
partid a por partid a,
cuando los gasto s se autori zan detall adame nte,
encue ntra qne le
como entre nosot ros sucede, pues si el Gobierno
otra, no l1ay necesidad
falta un empleado en una parte y'le sobra en
da de la autori zación
de obligarlo á acudi r á la Asam blea en deman
te ser !Jecho por
para efectu ar ese cambio, que puede perfec tamen
facultades que el
aquél , sin meno scaba r en lo más mínimo las
ión de las rentas
Cuerpo Legis lativo tiene con respec to á la invers
y fiscalización de los gastos públic os.
un afio, que es
Uomo hemos visto, el presupuesto es votado por
estos casos, pues un pe-
el períod o gener almen te adoptado para
difícil la pre\' ÜJión acerta da de
ríodo más largo haría. todav ía más
los gastos y rentas de la Administración.
s,
ejecución de dichos presupuesto
económicas á que da mérito la e:
o de 1890 dispone lo sigu ient
el citado decreto de 13 de Juni
de ver no ha evitado el
sión de ejercicios, que :i nuest ro modo
e ese punto de vista era
decre to de 13 de Junio de 1890. Desd
ación del decre to de 5 de
mejo r, sin duda algun a, la regla ment
nía que los libros no
Dicie mbre de 1873, que á la vez que dispo
do mes despu és de ven-
se cerra sen hasta el últim o día del segun
para las exist encia s que acaso que-
cido el año, agreg aba que
las oficinas de recau dació n
dasen sin reali zar á fines de Febr ero,
su ingre so é inver sión,
abrie sen libro s auxiliar<Js en que cons tase
sos y gasto s corre spon -
cuida ndo siem pre ue no confu ndir recur
ior con los del actua l
dient es al presu pnest o del ano anter
ejercicio.
Ja organ izaci ón de Jos
En Fran cia la ley de 1834, que comp leta
inant emen te pagat· cualq uier gasto
ejercicios cerra dos, prohi be term
llos ejerc icios , sin la expre sa auto-
que perte nezc a á uno de aque
efect o anula dos á la termi nació n
rizac ión legis lativa , qued ando al
tados que no hubiesen reci-
del año todos los crédi tos presu pues
bido en aqné l la aplicación debida.
ra por lo gene ral, pues
Como dicha autor izaci ón legis lativa demü
de aprob ación de las cuen-
que se dicta conju ntam ente con la ley
e orden ar el pago de los
tas del ejercicio vencido, el Gobierno pued
estad o corre spon dient e que
atras os que J¡an sido inclu íuos en el
cuen tas del año, y siem-
se el~va al Ü11erpo LegislatiYO con l:ts
e de los crédi tos respec-
pre que esos atras os no exced an el límit
icio termi nado .
tivos inclu ídos en el presu puest o del ejerc
se voten , por vfa de
Ese derecho, que no impide el que luego
atend er á diehos pago s,
regul ariza ción, los fondos neces arios para
, y pued e ser acord ado
impo rta una facilidad para los acree dores
que en realid ad se trata de ero-
sin incon venie nte algun o, desde
izath s y que no habié ndos e efec-
gacio nes que estab an ya autor
lM fondo s que les corre spon dían
tuado todav ía, han dejad o libres
fnera de esa excepción,
por la ley del presu puest o vencido. Pero
os refiriendo y cuyas ven-
lo esencial del sistem a á que nos venim
ya hemos dicho, que
tnjas no es posible desconocer, es, como
vencidos pued e hacer se
ningú n pago cone spon dient e á ejercicios
. .
sin nuev a autor izaci ón legis lativa .
que, como hemos visto, se
El régimen de los ejercicios cerrados
dica en nada
refiere exclu sivam ente :t la contai.Jilid~td
y no perju
han perci bido el impo rte
los derec hos ele los acree dores qne no
do 0 pe1·ú ;údo, se eom-
de sns crédi tos dentr o del ejercicio venci
In caduc idad quinr ¡ueual,
plcta cu Fran cia con el prine ipiu de
en virtud del cual todos los créditos que por cansas no imputa-
bles á la Admiuistración no hayan sido liquidados y pagados
dentro de los cinco años cont:~dos desde la apertura del ejereicio,
que4an prescritos en favor del Estallo; principio que se justifica
no sólo por la necesidad de que cuanto antes queden definitiva-
mente arregla<los y chancelados todos los créditos coiTespontlientcs
á ejercicios expirados, sino también por cuanto puede ser un me-
dio de librar al Estado de reclamaciones atrasadas, cuya legitimidad
es por eso mismo de carácter muy dudoso, y con las cuales suele
sorprenderae al Lien recargllclo erario pí1blico.
Además del control admiuistratilro, existe también el legislativo,
que la Constitución ha estaLieeido en vari:w de sns s.'lLias dispo-
sieiones: en la del artículo 83, que obliga á los Ministros de Es-
tado á dar cuenta ,á las Cámaras, una vez abiertas sus sesiones,
del estado de toLlo lo concerniente á sus respectivos departamen·
tos; en la del artículo 82, que obliga al Poder Ejecutivo á clar
cuenta anualmente, y en los quince primeros días de la apertura
de las sesiones onlinarias, según la ley de 8 ue Agosto de 1883,
de la inversión de los fondos ilecha en el año anterior; y en la
que aetterda á la A~amb!ea el derecho de aprobar 6 reprobar en
todo ó en parte las cuentas que presenta el Poder Ejecutivo, á
cuyo efecto existe una Comi::.ión t1e Cuentas compuesta Je dos se-
nauores y tres representantes. (Ley de 17 de Mayo de li:i80.)
Cerno medida de garantía podemos citar todavía el juicio polí-
tico á que están smnctidos los )finistros mal1·en;at1orcs Lle fondos
públicos, según lo establece el artículo 26 de la Constitución ; la
responsabilidad penal establecida po1· el CóJigo de la materia, y
por último el control de la opinión pública que se efectúa por
meuio de la publicación ue los estados de Tesorería que ya el de-
creto de 2 ue Setiembre de 1847 mandaba hacer mensualmente y
que luego Yolvió :i ordenar otro dec1·eto de 29 de Diciembre de
1882, disponiendo que aquélla se l1iciese caJa dos meses.
Terminemos aquf la p1·imera parte de nuestra exposición de los
principios de contabilillad pública eonsiguados en In Jegislnción
del país.
No hay duda de que ellos puetlen ser completados con otras
disposiciones igualmente inspiradas en las necesidades de la ma-
yor fiscalización y en la mejor reglamentación de los gastos pú-
blicos; pero de torios modos, 110 es posible desconocer que si en
la prMtica toJo depenJie .lC solamente de )as disposiciones escri-
an contl'ibuído con
tns, las de nuest ro derecho positivo habrí
sión de los dinero~
much a más eficacia á gar:mtil' la buena inver
nacio nal. Desg rncia da-
pllblicos y asegu rar el orden en la hacie nda
princ ipios suele n faltar cierto s fac-
ment e en la aplicación de los
dar las leyes ni los regla ment os ad-
tores qne no d:m ni puede n
minis trativ os por más saLio s qne ellos sean.
SECCIÓ~ JI
, y también
cial, deberá n invert irlas en el pago de sus presup uestos
que las fa-
bajo la vigenc ia del decreto de 21 de Marzo de 1892,
ente sus entrad as, dándo les su destino
cultó pnra aplica r di rectam
por la ley á una erogac ión determ inada
á las que eEitén afecta das
las que no tengan tal afectac ión.
Y aplica ndo á mejora s locales
Juntas para
Terce ro : que si bien ese de~reto autorizó á las
en la forma que queda indica da, el ejercicio de
invert ir sus fondos
r de 20 de
esa faculta d está sujeto á lo que dispon e la circula
r de la Conta durfa
Junio de 1890, y á lo qne dispon e otra circula
pasad a á todas las Juntas ,
Gener al de fecha 31 de Marzo de 1892,
decret o del 21 del mismo mes
precis :tment e á consec uencia del
circular resulta
que mencionamos en el párraf o anterio r, y de cuya
o á las Juntas de la obligación de
qne ese decret o no ha eximid
para todas las erogac ion~s que no estén
exigir autori zación previa
lo dispon e el decret o de 23 de
autori zadas por la ley, como
anualm ente esa autoriz ación como
Diciembre de 18801 y de renova r
1891. Las Comisiones
lo dispon e otra circul ar de 18 de Junio de
para cualquier
Auxili ares necesi tan igualm ente autorización prrvia
ulo 4. 0 , de-
gasto no incluí do en el presup uesto vigente. (Artíc
creto- ley de 20 de Octub re de 1867.)
o de 8 de
En lo demás las Juntas están regida s por el decret
los fondos del
Enero de 1881 para los tralJ~jos ejecut ados con
de Noviembre
Estado , así como también por los decret os de 27
ya citado de 23 de Diciem bre do 1880, que estable ce
de 1860, y el
y los modos
las formalidades á que debe sujeta rse su contab ilidad
que anual y men-
de fiscalización ya sea por medio de las cuenta s
como por medio de
sualm ente deben presen tar al Poder Ejecut ivo,
icos de la localid ad.
la publicación de e8tados en Jos periód
dicho que ella
En cuanto á la Junta de Monte video, ya ltemos
sus fondos por la ley del emprés-
tiene la libre dispon ibilida d de
ento especi al de 4 de Diciem bre de
tito munic ipal y por su reglam
contab ilidad por el reglam ento de
Hl91, estand o ademá s regida su
de 13 de J !lnio de 1890 Y por
26 de Octubre de 1892, el decreto
en cuanto no
las demás disposiciones que antes l1emos indicado,
os de menci onar especial-
han sido deroga das por la que acabam
mente . 1
les, relati-
Hasta aquí hemos expue sto las disposiciones genera
como municipal;
vas á nuestr a contab ilidad públic a, tanto nacion al
trabajo s púhli·
pero la partic ularid ad que presen ta el servicio de
de gastos que ocasio na, sin que sea
ces por la gran divers iJad
CAPÍTU LO I
Estudios y t•I•oyecto s
Expi'O}Jiaciones
L. VARELA , 10.
Expropiacion es
(Continuación)
vez tenga que abonar á los terceros, los cuales sólo pueden accio-
nar directamen te contra el propietario .
Ese sistema pnecle tener la ventaja de ser el menos complicado
para la Administra ción, pero no es el que mejor la habilit<t para
resolver sobre indemnizac iones que conesponll en á terceros que no
son oídos, ni es tampoco el que más garantías ofrece para aqué-
llos, pues, como se comprende, puede haber casos en que el pro-
pietario no tenga gran interés en una indemnizac ión que aca~o va
á ser absorbida por un tercero, un usufructuar io, ó más aún, un
acreedor hipotecario . En tales condiciones, si se sigue el sistema
á que nos referimos, se obliga al propietario á litigar para otros,
lo que desde luego puede constituir una carga de una leg·itimidad
más ó menos discutible, teniendo además el inconvenie nte de que
en esa forma no siempre esos terceros saldrán suficientem ente ga-
rantidos.
Por eso nosotros creemos que, aun cuando nuestra legislación no
contiene ninguna disposición expresa sobre el caso, y aun cuando
tanto el artículo 4. 0 de la ley del 77 como el 44 7 del Código Civil
sólo se refieren al emplazami ento del propietario , no obstante, como
la misma ley dice que lo!l terceros harán valer sus derechos sobre
la i11clemnización, es indttdable que aquéllos estarían perfectame nte
facultados para intervenir en la fijación de ésta.
Decretada la expropiació n, el expropiant e no ocupa el inmueble
mientras no se le haya satisfecl10 al expropiado la indemnizac ión
correspond iente.
Ésta puede ser fijaila de dos modos: en forma amistosa, cuando
las partes convienen en la cantidad que debe ser abonada, 6 en
orma contradicto ria, cuando no ha sido posible llegar á un acuerdo
amigable. El primero tle esos dos procedimie ntos sólo puede ser
empleado cuando las propiedade s pertenecen á personas que tieuen la
libre disponibiliu au ele sus bienes ; en los demás ca8os, es dceir,
cuanuo se trata de Lienes ue menores, interdictos , ó en una pala-
bra, de personas que no tienen capacidad para disponer, la indem-
nización Jebe forzosamen te ser fijada en forma contradicto ria. Así
lo disponen el m·tículo 17 de la ley y el 456 del Código Civil.
Las legislacionc¡¡ varían mucho en cuanto al modo de fijar la in-
demnizació n en forma contrauicto ria; pero los diferentes sistemas
que al efecto adoptan, pueden retlucirso á tres funllamenta lcs, que
son los siguientes: fijación por la autoridad aclministrati\·a con ó
sin apelación ante la judicial ; por h\ ::nüoridad j uuicial con ó sin
Expl"O}Jiacion cs
cepto lo mismo que todos los qne rigen en esta materia es excep·
cional, no pudiendo en consecuencia aplicarse sino á los casos
taxati,famente indicados en la ley, resulta qne los peritos no tienen
facultad sino para fijar los daflos que la ley expresamente indica,
pero nada m¡\s.
Veamos ahora dos disposiciones importantes que rigen en los ca-
sos do expropiación parcial.
Si los trabajos que hayan de ejecutarse en lo que ha de ser
expropiado, ó el destino á que se consagra hubiesen de proc:Iucir un
aumento de valor inmediato y especial al resto de la propiedad, dice el
artículo 451 uel C. Civil, ese aumento será tomado en cuenta por los pe-
ritos para el avalúo de la indemnización. Este principio se justifica por
una razón de equidad, puesto que si como Juego veremos, la Administra-
ción además de pagar la pnrte de propiedau que ocupa debe abo-
nar la uepreciación causada á la parte restante, razonable es tam-
bién que, cuando en vez <le depreciación hay aumento de valor,
esto se le tenga en cuenta al pn)pietado para disminuir el importe
total rle la indemnización que haya de abonársele.
Pero es necesario, como la ley mny bien lo dice, qne ese au-
mento de valor ó ese beneficio sea especial é inmediato. Beneficio es-
JJecial quiere decir que sea exclusivo el propietario expropiado, por-
que si es común á otros, es claro que si á éstos no se les des-
cuenta para nada, tampoco se le debe descontar al primero. En
euan1o al beneficio inmediato, debe entenderse por tal, el que pueda
calcularse que tendrá el resto del inmueble por la nueva obra pú-
blica proyectada, indepenuientemente ue toda ventaja eventual que
más tarde pudiera aquélla oca>~ionar :í. la misma propiedad.
Sin desconocer la dificultad que por regla general puede ofre·
cm·se para apreciar ese aumento futuro de valor, puede aumi-
tirse el principio de la compensación tal cual lo establece el artí-
culo que acabamos , de recordar, es <lecir, siempre que se trate
, de nn beneficio especial al expropiado.
Pero esa condición no es exigida por el artículo 454, que se
refiere :i las expropiaciones para calles ó caminos públicos. Cuando
con ese objeto se expropia parcialmente un inmueble, la ley dispone
que tarnbi6n se teug;l en cuenta el aumento ele valor; pero no exige
que sea nn beneficio especial;- de donde resulta la injusticia que
antes hemos indicado, y que consiste en que al propietario expro-
piarlo se le descuenta el aumento de valvr 6 el importe de los
beneficios producidos á su propieuatl1 mientras que los demás pro·
L . VARgLA. 11.
LICITACIONES
públicos, sólo sirve en muchos casos para cohonestar con las apa-
riencias de las formalidades legales, actos 6 contratos por todos
conceptos reprobables.
Son por demás conoclclos los fraudes y confabulaciones á que
ese sistema se presta, y que se ponen frecuentemente en práctica,
burlando así las garantías que de él pudieran esperarse. Unas
vecw se compra la abstención de otros concurrentes, otras se
presentan prepuestas simulada¡; susc1·itas por individuos qae no
existen, 6 firmadas por personas completamente inhábiles 6 que van
con propuestas convenidas para favorecer al que les ha ofrecido 6
entregado nna cantidad de dinero por ese servicio; esos y otros
manejos más 6 menos culpables se usan con frecuencia para burlar
los intereses del Estado y satisfacer las aspiracio11es del que más
elementos tiene para poner en juego tales recursos.
Es cierto que todos esos fraudes pueden dificultarse en gran
parte por medio de las penas qne las leyes establecca contra los
que de cualquier modo atentan contra la libertad y la legalidad de
las subastas, por medio de ciertas medidas preventivas, como son,
por ejemplo, las que e:xigen que la firma del licitador sea autori-
zada por escribano público, las que fijan un número mínimo de
proponentes para que pueda haber licitación, las que exigen que
todo licitador presente un certificado de capaeiuad y deposite una
garantía, las que limitan el número y calidad de Jos concurrentes
por medio de autorizaciones espeeiales para concurrir á la licitación
y otras restricciones semejantes; pero es verdad tambi6n que no
siempre se consigue por esos medios evitar los manejos fraudulen·
tos á que nos hemos referido, y que aparezca como la propuesta
más ventajosa, no la que establezca realmente las mejores condi-
ciones posibles, sino la del proponente que ha tenido más elemen-
tos para influir sobre los demás concurrentes por cualquiera de
los medios indicados.
Queda entonces como última garantía el criterio y la rectitud de
la Administración, que no debe limitarse á aceptar la propuesta
que aparezca como la más favorable, sino que debe examinarla y
ver si en realidad ella ofrece las mayores ventajas que sea posible
obtener, y rechazarla en el caso contrario 6 cuando ella considere
·que puede llevar á cabo la obra 6 el servicio proyectado en mejo-
res condiciones que las indicadas en la más favorable de las pro-
puestas presentadas.
Y, como se comprende, de poco 6 nada serviría la licitación si
proyectos con tal ó cual objeto, sin que los proponentes tengan
los medios de realizarlos, siendo tan sólo su propósito obtener la
aprobación ó autorización del G0bierno, para después negociarla ó
buscar recién los medios de cumplir lo prometido. Lo consiguen
ó no; esto último es lo que ha sucedido muchas veces, resultando
así que el Gobierno ó el Cuerpo Legislativo han perdido lamen·
tablemente el tiempo, ocupándose de las propuestas tan inf0rmal
como inútilmente presentadas.
La ley ó los reglamentos generales pueden establecer que el
pliego de condiciones determinará en cada caso la naturaleza y
el monto de la garantía que deberá depositarse, y establecer
también cual será dicha garantía en los casos en que dicho
pliego nada establezca al respecto, como en los casos de propues-
tas presentadas sin licitación.
Esa garantía provisional debe quedar en beneficio exclusivo de
la Administración, en el caso de que no llegase á firmarse el con-
trato definitivo en el tiempo estipulado, ó de que el proponente ó
adjudicatario no constituyese la garantía definitiva en el plazo y
condiciones establecidas.
'l'ales son los principales medios empleados pHa g:trantir la
seriedad de las propuestas y la capacidnd de los proponentes; las
circunstancia s pueden hacer más oportuno 6 más eficaz el empleo
de uno ú otro, pero de cualquier modo los propósitos á que ellos
responden, deben ser siempre uno de los primeros objetivos de
toda buena reglamentaci ón de la materia de que tratamos. Por
eso la concurrencia ilimitada sólo debe aplicarse excepcionalm ente
en aquellos casos en que por la naturaleza ó la importancia del
objeto de la licitación; no sea necesario exigir aquellas formalidades .
.Así, · por ejemplo, el mismo artículo 3. del pliego de con-
0
CAPÍTULO I
as que pueden
Hemo s visto cuáles son los diferentes sistem
públicos y hemos
aplicat·se para la ejecución ge los trabajos
y venta jas que
indicado también los principales inconvenientes
respec to á la economía
ellos pueden prese ntar, especialmente con
Y buena ejecución de las obras.
as, considerán-
Vamos á examinar ahora aquellos mismos sistem
que se relaci ona con el carác ter
dolos desde el punto de vista
os estud ios;- y dejand o á un
jurídi co- administrativo de nuestr
por su propi a natura leza no da
lado el de administración, que
ial de aquel la índole , nos concr e-
lugar á ninguna cuestión espec
conces ión, empez ando desde luego
taremos al de ernpTesa y al de
nuest ra tarea por el primero de esos dos.
to del punto
Ante todo, ¿cuál es la naturaleza de ese cvntra
to de empresa es
de vista legal? Si, como hemos dicho, el contra
media nte el pago
el que tiene por objeto la ejecución de una obra
mfnima duda de
de un precio convenido, no puede caber la más
o Civil legisla bajo
que tal contrato corresponde á los que el Códig
el título de aTrendamiento de obra.
el artículo 1805
Habr á arrendamiento de oara 1 dice, en efecto,
CAPÍTULO II
SECCIÓN I
SECCIÓN U
§I
á
empresario, en cuyo caso éste tendría un derecho indiscutible
ser indemnizado. Esa indemnización se ha acordad o, entre otros
casos, en uno en que á consecuencia de varios accidentes, los inge-
des -
nieros prohibieron á un empresario que emplease para grandes
montes el procedimiento llamado de mina seca, general mente usado
en los trabajos que constituían el objeto de la empresa.
si f11ese del caso, y qne esa recepción sólo tiene un carácter provi-
sional, pudiendo aquéllos ser rechazados hasta la Tecepción defini-
tiva de los trabajos. Esto no quiere uecir, sin embargo, que la re-
cepción provisional no produzca niugún efecto. Ella no operará la
trasmisión de la propiellad, desde que no importa una aceptación
definitiva, y desde que hasta que ésta se verifique los riesgos son
por cnenta del empresa.rio i pero siemp1·e constituye una presunción
en favor de la buena condición de los materiales, presunción que
debería ser desLruída por la prueba en contrario de la Administra-
ción.
Como otra garantía qne responde al mismo objeto que las que
acabamos de indiear, los pliegos de condiciones establecen siempre
los puntos donde los materiales deben set· tomados.
A este respecto, el artículo 19 del pliego de condiciones de la
Administración de Puentes y Calzadas establece expresamente que
el empresario 'deberá tomar los materiales en los parajes designa-
dos al efecto, y el pliego adoptado por la Junta de la Capital
dispone también, en su artículo 10, que los materiales necesarios
para los caminos, tierra, piedra, etc., se extraerán de las propieda-
des y en las canteras que en los pliegos expresados se indiquen
ó que durante la construcción se determinen.
Agrega en seguida ese mismo artículo, que serán de cuenta del
empresario los gastos originados por la extracción, partición,
transporte, depósito é indemnizaciones debidas á los propietarios.
En cuanto á esta última prestación, debemos hacer notar q11e
la cláusula por la eual el empresario se obliga á abonar las in·
demnizaciones debidas á los propietarios, no pe1j ndicaría nunea al
derecho que éstos tienen de accionar direct,tmente contra la Ad-
ministración . Dicha cláusula constituye en efecto un convenio en-
tre aquélla y el empresario, que no puede sPr opuesto á terce-
ros, según la disposición expresa del artículo 1267 del Código Civil.
El mismo pliego parece haberlo comprendido asf, cuando en el
artículo siguiente ( 11) establece que cuando el ingeniero en jefe
lo solicite, los empresarios deberán justificar en forma haber cum-
plido con los reglamentos y LlispCisiciones de que habla el artículo
anterior, y haber abonado á l.os p1·opietarios el importe de los ma-
teriales y pe1:juicios de que trata el mismo artículo. Si los em-
presarios no hubiesen abonado el mencionado importe, la l\fnnici-
palidad podrá hacerlo de oficio, Llescontándolo de cualquier pago
mel'lsual que deba hacer á aquéllos.
Como garantía de las obligacio nes que hemos visto tiene el em-
presario , tanto con respecto á la ejecución de los trabajos , como
á la calidad de los material es, el pliego de condiciones de la Ad-
ministrn ción de Puentes y Calzadas consigna en 8us artículos 23
y 27, dos disposiciones importan tes que han sido reproduc idas en
los artículos 15 y 16 del adoptado por la Junta de Montevideo.
Establec e ese artículo 15, qne el empresa rio no puede hacer
ninguna alteració n 6 modificación á los proyecto s, planos, traza-
dos, niveles, etc., e:;tando obligado á hacer de nuevo é inmediata-
mente de ordenárs elo el ingenier o jefe, todo trabajo, obra, etc.,
etc., cuyas oimensiones y disposiciones no estén de acuerdo en los
planos y pliegos de condiciones, - ó no estén de acuerdo con las
óruenes del servicio, dadas por el ingenier o, se ha agregado en
las reformas del 92 al pl iego de la Adminis tración de Puentes y
Calzada s ( art . 1312 del Cóuigo Civil).
Con todo, puede suceder que los cambios ó modificaciones he-
chas por el empresa rio no perjudiq uen á la buena condición de
las obras, d.e manera que puedan ser aceptada s sin inconven iente
pone solamente su' industria y aquel en que pone también los ma-
teriales.
En el primer caso,. dice el artículo 1815, pereciendo la cosa, el
obrero no responde sin'o de los efectos de su impericia; sin em-
bargo, agrega, no puede reclamar ningún estipendio si perece la
cosa antes de haber sido entregada, á no ser que haya habido
morosidad para recibirla, ó que la destrucción haya provenido de
la mala calidad de los materiales con tal que haya advertido opor-
tunamente esta circunstancia al dueño.
Se comprende, en efecto, que el empresario que recibe los mate-
riales para devolverlos en la construcción que se le ha encargado,
cumple perfectamente por su parte, cuidándolos con toda la dili-
gencia de un buen padre de familia ( art. 1308 del mismo Código),
y que por consiguiente habiéndolo hecho así, ó en otros términos,
habiéndolos cuidado con toda esa diligencia y empleádolos en la
construcción según las reglas del arte, no tendría absolutamente
responsabilidad alguna si el edificio perece 6 se destruye por una
fuerza mayor. Debería él demostrar que ésa había sido la causa
de la destrucción ( art. 1526 del Código citado ) ; pero producida
la prueba, quedaría exento de toda responsabilidad. Por eso dice
el artículo 1815 antes citado, que sólo responde de sn industria.
Pero la ley ann establece además como regla general que si la
cosa perece antes de ser entregada, aunque sea pm· fuerxa mayor,
el empresario no pourá cobrar estipendio, á no ser que el que le
encargtí sstnviese en mora de recibirla.
Esa prohibición se funda en que, como al encargar la construc-
ción de una obra se contrata ésta y no el trabajo, no l1abiendo
obra entregada, no hay precio alguno que pagar. El principio será
poco equitativo si se quiere, pero es la solución dalla por la ley.
En eso se distingue, como antes hemos dicho, el contrato cele-
brado por el empresario, del celebrado por éste con los obreros,
quienes, como contratan su trabajo, tienen derecho á cobrar siem-
pre según el1
trabajo prestado y cualquiera que haya sido el re.
sultado obtenido por el propietario.
Ahora, si la cosa perece después de haber sido entregada y sin
causa imputable al empresario, perece para su dueño ; suce-
. diendo lo mismo en el caso de que el que la encargó esté en
mora de recibirla, pues la obra debe reputarse entregada, no pu-
diendo de ningún modo el propietario aprovecharse de su falta en
perjuicio del empresario.
éste, estaba sujeto á la limitación qne resulta del artículo 1H2G, rle
cuya limitación no puede el cesionario exonerarlo. Por otr:-1 p:ntc,
con ésto no se burla en lo más mínimo la buena fe del cesionario
que no debe ignorar el principio de la acción directa establecida
por la ley á favor de los obreros.
Más aún, nosotros creemos qne, si en vez de simple cesión hu-
biese haJ:lido una verdadera novación, de manera qne el rrédito con-
tra el empresario huLiese quedarlo totalmente extinguido y hubicí!e
sido sustituído por otro á favor del tercero cesionario, aun. en ese
caso los obreros conservarían su acción directa contra el propietario;
pues éste no podría oponerles af1uella novación, r¡nc sería nnla con
respecto á dichos obreros, y ni la Administnwión ni el empresario
habrían podido hacerla, porqne ni aquélla ni ésta han podido dar
por extinguido nn crédito que en parte correspondía directamente
á los obreros en virtud del citado artículo 1825.
Si ese artículo establece que la acción directa se limita á lo qnc
el propietario adeuda al empresario en el momento de notifi(':irsele
la demanda, es porque si aquél hubiese pago, no sería justo obli-
garle á pHgar dos veces; pero no habientlo lJabi<lo en realidau tal
pago, sino una cesión acompaña~a de novación, los obreros dehen
conservar íntegros sus derechos por lo que ya hemos dicho, y tanto
más, cnanto que sería muy du1losa la buena fe del propiehrio al
hacer la novación, pues, por regla general, el empresario que hace
cesión de sus créditos es porque sus negor>ios no Yan Lien ó por-
que tiene intención de defraudar á sus acreedores, obreros 6 apro-
viGionadores.
Como último argumento en fa.vor de la doctrina que venimos
sosteniendo, agregaremos qne si el contratista pudiese cetler váli-
damente sus créditos contra el propietario, 6 si ese crédito pudiese
ser válidamente embargado por un tercero, en la parte que con es-
pon da á los obreros 6 aprovisionatlores, el derecho concedido n es-
tos últimos por el artículo 18:25 rlcl Código Civil qnetlaría librado
completamente á la voluntad y á la. buena fe del empresario, lo
que en manera alguna puede ser admisible.
Estos principios que acabamos de establecer con respecto á los
obreros empleados directamente por el empresario, ¿se aplirnn tam-
bién á los empleados por los sub-tratantes?
A Imestro modo de ver esta cuestión no pneüe ser dudosn bnjo
el imperio de una disposición <:omo la contenida en el nrtícnlo n.o
del pliego de la Administración de Puentes y Calzadas y la del 5. 0
§II
indicado sólo existían yacimientos tales que sólo daban por cada
cuatro metros de tierra extraída un metro de arena mezclada, que
después del lavaje quedaba reducida á. cinco novenos, y que se-
guramente no podía ser ése el caso previsto en el contrato al fijar
el precio mínimum establecido.
Por el contrario, se ha resuelto que no había lugar á la fijación
de un nuevo precio en casos en que se ha justificado que la con-
dición de los desmontes, que 'el empresario pretendía que era
excepcional, estaba prevista en el contrato ; cuando la demanda
se ha fundado en pretendidas omisiones de los estados de precios,
etc., etc.
Otros ejemplos podríamos citar, pero creemos que para ilustrar
el punto basta con los indicados.
Es también otro principio consagrado por la jw·isprudencia, y que
por otra parte se ajusta á las leyes generales de los contratos,
que si la nueva cond.ición ue los trabajos proviene de circunstan-
cias que el empresario conocía ó debía conocer en el acto de la
adjudicación, no podría aquél pretender derecho }1lguno á un nuevo
precio.
Tal sucedería, por ejemplo, si se tratase de errores en el plano,
que por su naturaleza y por la profesión del empresario no hubie-
sen podido pasar inadvertidos para 6ste, si se bubiese estable-
cido que previamente á la adjudicación el empresario debía haber
hecho los sondajes necesarios para cerciorarse de la calidad del
terreno, etc.
El precio de las nuevas obrn.s debe fijarse contradictoriamente
con el empresario ; además, algunas legislaciones, como la francesa,
establecen las bases que para dicha fijación deberán tenerse en cuenta.
Los Imevos precios, dice el artículo 29 del pliego de la Adminis-
tración de Puentes y Calzadas, se determinarán según los del con-
trato ó por asimilación á los de las obras análogas, ó en caso de
que esa asimilación no sea posible, según los precios corrientes
en el país.
El pliego de la Junta de Montevideo no deterrnü1a como el fran-
cés las bases que deberán tenerse en cuenta, pero corno aquél, con-
cede al empresario el derecho de intervenir en la fijación que se
haga. El empresario, dice el artículo 8. 0 , se sujetará á cualquier
modificación de los planos, obras, trazados, nivelaciones, etc., orde-
nada por el ingeniero jefe y autorizada por la Administración .
Aquellas modificaciones se harán constar por un acta .firmada por
11.
§III
MEDID.Ad COERCITIVAS
§ IV
DE LA RESCISIÓN DEL CONTRATO
§V
único caso en que la demora sea ocasionada por una oposición in-
fundada del empresario. El hecho sería entonces imputable ex-
clusivamente á aquél; no podría de ningún modo pmjudicar á la
Administración, tanto más cuanto que ésta podría, desde el pri-
mer momento, poner á disposición del empresario la suma de que
se reconozca deudora.
Hemos hecho notar antes que el artículo 34 espafíol dis-
pone que el importe de los libramientos debe ser entregado pre-
cisamente al contratista ó á quien legalmente lo represente, y nunca
á otra persona, aunque eea aquél embargado por cualquier autoridad
judicial, cuyo embargo, en ningún caso podrá hacerse efectivo sino
en el saldo que quedase después de hecha la última recepción de
las obras, y en la fianza si no hubiese sido necesario retenerla para
el cumplimiento del contrato. La legislación francesa contiene una
disposición ente>ramente análoga (decreto del 2G pluvioso, año II,
Febrero de 1794 ). '
Como se ve, ambas disposiciones tienen por objeto asegurar á
los obreros y aprovisionadores que sirven á una empresa de traba-
jotJ públicos, el pago íntegro y puntual de sus respectivos haberes,
constituyendo á favor de ellos un verdadero privilegio sobre las
cantidades abonadas por la Administración, en virtud del cual
ningún tercero acreedor particular del empresario, pero extraiío á
los trabajos, puede tener derecho alguno sobre las referidas su-
mas, mientras con éstas no .hayan sido íntegramente pagados los
que han concurrido á la ejec11ci6n de las obras con su trabajo per-
sonal ó proveyendo á la empresa de los materiales necesarios.
N o· es éste seguramente un favo1· acordado al empresario, sino
un privilegio establecido por razones de un orden mucho más su-
perior. En primer lugar, importa al buen nombre, al crédito del
Estado, que los obreros y aprovisionadores empleados por las em-
presas que trabajan por su cuenta, sean íntegramente pagados;
en segundo lugar, hay un interés público en asegurar la marcha
regular de los trabajos y en evitar, por consiguiente, las interrup-
ciones que forzosamente ocasionaría 1:.1 falta de puntual cumpli-
miento en las obligaciones contraídas por la empresa con los que
concurren en una ú otra forma á la realización de los trabajos;
Y en tercer término, hay también necesidad de evitar el inconve-
niente de que el empeño que pone la Administración en asegurar
la buena marcha de las obras, entregando mensualmente can-
tidades á cuenta de ellas, no se vea frustrado por cualquier
L.V~. ~.
TITULO CUARTO
L 0 Memoria explicativa.
2. 0 Planos.
3. 0 Pliego de condiciones facultativas.
4. 0 Presupuesto, debiendo además acompañarse, cuando la obra
ha de ser objeto de explotación retribuida, la tarifa de los arbi-
trios que hayan de establecerse para su uso y aprovechamiento, y
las bases que se propo11gan para la aplicación de la expresada
tarifa, así como el cálculo de las utilidades probables de la em-
presa.
Como para la formación del proyecto en las condiciones indica·
das deben hacerse estudios previos que requieren generalmente la
ocupación de las propiedades privadas, el artículo 57 de la misma
ley dispone que al efecto que indicamos, el peticionario podrá so-
licitar del Ministerio de Fomento 6 de la corporación que corres-
ponda, la competente autorización, que llevará consigo :
Lo El poder reclamar la protecciün y auxilio de las autoridades; y
2.o El poder entrar en propiedad ajena para hacer los estudios,
previo el permiso del dueño, administrador ó colono si residiese
en la propiedad ó cerca de ella, y en otro caso, ó en el de nega-
tiva, con el del Alcalde, que deberá concederlo siempre que se afiance,
mediante un cómputo prudencial, el pago inmediato de los daños
que puedan ocasionarse.
Concedida la autorización, se fijará un plazo para la presenta-
ción del proyecto; el peticiouario debe presentarlo dentro del tér-
mino señalado, y en caso contrario, se considerará de hecho anu-
lada la autorización concedida, á no ser que el solicitante hubiese
pedido y obtenido una prónoga al efecto, la cual sólo se conce-
derá por una vez, de¡¡estimándose toda solicitud de segunda prórroga.
Presentado el proyecto, se devuelve al interesado la fianza depo.si-
tada, previa certificación de haber satisfecho todos los petjuicios que
hubiese ocasionado ( art. 21 del Decreto reglamentario).
Otra disposición que consideramos importante, por ser destinada
á garantir la seriedad de las propuestas y á evitar qne los Poderes
Públicos pierdan su tiempo considerando y discutiendo propuestas
sin fundamento, hechas por proponentes sin ca pita 1, y sin otr::~s mi-
ras que las de negociar la concesión después de obtenida, lo que
no siempre consiguen, es la contenida en los artículos 58 de la
ley y 23 del Decreto reglamentario, según los cuales, al entregar
el proyecto, los particulares ó C()mpañías que pretendan construir
y explotar la obra deberán acompaúar, como garantía del cumpli-
mismo Aucoc, al menos por regla general, y salvo que otra cosa
resultase de los términos expresos del contrato, la Administración
debe quedar siempre en libertad de hacer 6 110 los trab,1jos (, de
hacerlos en otras condiciones que las indicadas en la convención,
si entiende que así conviene á los intereses generales.
TÍTffi_JO SEXTO
CAPiTULO I
vas y sólo obligan á no hacer ó dejar que otro haga, las de uti-
lidad pública· pueden ser esencialmente activas y consistir en una
verdadera obligación de hacer, como ocurre, por ~jemplo, con la
que impone á los propietarios la obligación de cercar, la de plan-
tar árboles al bor<le del camino, la de hacer ciertas plantaciones
en los declives para impedir los daños de las inundaciones ó los
arrastres de tierras, y otras por el estilo.
Se distinguen de la expropiación, en que ésta, como ya hemos
tenido ocasión de decirlo, consiste en el desapoderam iento total ó
parcial de la pro¡¡iedad, que se incorpora al dominio del expro-
piante, mientras que la servidumbre constituye tan sólo una mo-
dificación en el goce 6 en la condición de dicha propiedad, pero
sin privar al propietario de su inmueble.
Alguno~ autores, y anu ciertas legislaciones , equiparan las servi-
dumbres permanentes á una expropiación parcial ; pero atendida la
naturaleza de uno y otro gravamen, no es posible admitir seme-
jante confusión, desde que la mutación de la propiedad, elemento
indispensable de la expropiación, no existe absolutament e en la
servidumbre.
En cuanto á la distinción que hay entre aquélla y los daños
ocasionados por los trabajos públicos, l1a dicho con toda razón
Jonsselin que el daño es un hecho, y no comporta la obligación
de soportar ningún gravamen, mientras que la servidumbre es un
derecho cuyo ejercicio está directa y expresnment e autorizado .
La distinción entre las servidumbres, las expropiaciones y los
daños, tiene una gmn importancia pdctica, especialment e del punto
de vista de las indemnizaciones á que respectivame nte puedan dar
luga1·.
La indemnización de los pe1jnicios causados procede siempre
tanto en el caso de los tlafíos como en el de las expropiacion es,
mientras que por las razones que más adelante expondremos, sólo
se debe por excepción en el caso tle las servidumbres de utilidad
pública.
Establecido ya e! fundamento de éstas y determinada su na
turaleza, vamos á vm· ahora cómo se constituyen, cómo se extin-
guen y las indemnizaciones á que pueden dar lugar.
Con respecto al primer punto, el artículo 5:m del Código Civil
establece que las servidumbres provienen de la ley 6 de la volun-
tad de los propietarios ; de manera que, según éso, la ley debe im-
poner las servidumbres que no sean cQm·encionales. Pero el at·tícnlo
441 del mismo Código dice á su vez, que el ejercicio de los dere-
chos de dominio queda subordinado á las prohibiciones que resul-
ten de las leyes 6 los t·eglamentos; de donde resulta que también
los simples reglamentos administrativos pueden impone¡· los gravá-
menes de que nos ocupamos.
Combinando esas dos disposiciones aparentemente contradicto-
rias, según Jos principios de derecho público que determinan el
dominio propio de la ley y de los simples reglamentos adminis-
trativos, podemos establecer que el principio de la servidumbre co-
rresponde á la primera, y la aplicación. á los ¡,egundos, que no
es posible que sea necesario aeudi1· al Cuerpo Legislativo cada vez
que la utilidad públi<>.a requiera la imposición de una servidumbre;
pero que es necesario que el Poder Administrador esté expresamente
1
facultado para imponerla en todos los casos en que las convenien-
cias generales lo exijan, y esa facultad sólo puede ser dada por
el legislador, á quien compete establecet· las limitaciones de todos
los derechos individuales, de aeuenlo con lo dispuesto por el artículo
130 de la Constitución de la República.
Las servidumbres, una vez constituídas en la forma qne acaba-
mos de indicar, sólo se extinguen por la derogación de la ley, del
decreto ó resolución administrativa en cuya virtud han Rido cons-
tituidas. Ni el desuso ñi ninguna otra circunstancia puede alegarse
contra ellas, desde que son el Poder Administrativo 6 el legisla-
dor en su caso, los úuicos Jlam:tdos á apreciar la necesidad ó la
utilidad de una servidumbre preconstituída. Si ésta no tuviese ya
razón de ser, debería en todo caso gestionarse regularmente su
abrogación. ·
Vamos ahora á considerar el tercer punto antes indicado, ó sea
e! relativo á las indemnizaciones á que dan lugar las servidumbres
de que tratamos.
En materi-a de expropiaciones hemos dicho que el principio ge·
neral, y absoluto podemos agregar, es que debe abonarse siempre
nna justa indemnización. N o sucede, sin embargo, así tratándose
de las servidumbres, pues con respecto á éstas, la doctrina más
comunmente aceptada por los tratadistas y la jurisprudencia esta-
blece que, por regla general, dichas servidumbres no dan lugar á
ninguna especie de indemnización, y que ésta sólo debe abonarse
en ciertos casos excepcionales .
.Tousselin, que ha tratado brillantemente en un interesante libro
esta importante materia de las servidumbres de utilidad pública,
nos da en los siguientes términos la razón de aquella doctrina :
..
y por último, entre las que siempre dan lugar á nna indemnización,
podemos citar la de acueducto, la de paso á que se refiere el articulo
290 del Código Rural, y varias otras establecidas en el mismo Có-
digo, como la de estribo de presa, de abrevadero y saca Je agua, ele.
¿Esta diferente condición de las servidumbres de utilidad pública
tiene alguna ra:z;ón de ser, y en caso afirmativo, hay algún
criterio que debe guiar al legislador par:t resolver cuándo una
servidumbre debe ser gratuita ó remunerada, ó tan sólo debe dar
derecho al pago de los perjuicios causados?
En cuanto al primer punto, se ha dicho que jurídicamente todas
las servidumbres son iguales ; de manera que considerada la cues-
tión bajo esa faz 1 no hay motivo alguno para hacer las diferencias
á qne acabamos de referirnos; lo que no quita, sin embargo, que
ellas se justifiquen por razones de equii!ad. La indemnización,
dice una requisitoria presentada á la Corte de Casación por el
Procm·ador General, no constituye ni una obligación para una parte
ni un derecho para la otra; ella no es sino la consecuencia de
esa modéración con que todo gobierno humano debe ejercer siem-
pre sns poderes, y no es debida, en consecuencia, sino en virtud
de una disposición expresa de la ley.
Hesuelto así el primer punto, ¿hay algún criterio que guíe al
legislador para resolver en qué casos la equidad exige ó aconseja
que se indemnice y cuándo no ?
Si para resolver esta cuestión se atiende tan sólo á la impor·
tancia de los pet:juicios que la servidumbre puede ocasionat'1 en
ese caso no puede establece1·se ningún criterio general y equita-
tivo, porque los petjuicios pueden v~triat· roncho según la naturaleza
de las servidumbres, y aun tratándose de servidumbres de una
misma clase pueden variar también según las condiciones de la
}Jropiedad y otras circunstancias que pueden actuar en cada
caso. .Además, tomando como guía ese criterio, sería necesario
abonar los perjuicios en todos los casos en que existan., pues de
otro modo el recomendable principio de la equidad, degeneraría en
una condenable desigualdad, favoredendo 6 petjndicando arbitraria-
mente intereses igualmente respetables. No se explicaría entonces,
no tendría justificación alguna el que la ley diga que debe págarse,
por ejemplo, la servidumbre de paso impuesta á los predios parti-
culares, cuando el camino público se halle intransitable, é imponga
á la vez gratuitamente otras Bel'\'Íuumbres mucho más onerosas, como
la de alineación, de cerco, de vereda, de altura de los edificios y
nes semejantes, que son las únicas que pueden considerarse como
una dependencia de la habitación 6 destinadas al uso exclusivo y
personal del propietario, Riempre que reunan la comlicióu del. ce-
JTamieuto antes indicado. Esa doctrina concilia mny justamente
las exigencias de la Administ.-ación con el rcRpeto á la propiedad,
y es la que ha inspirado desde entonces la citada jurisprudencia
y la que establecen hoy casi todas las legislaciones, sin embargo
de que algunas, como la italiana, sólo exigen para acordar el pri-
vilegio de la exención, que el predio esté totalmente cerrado.
Nuestra ley de 4 de Diciembre de 1890 ha establecido tambi6n
como base para la exención, las dos condiciones: la del destino y la
del ce!·ramiento del terreno; pero las ha establecido, no conjunta,
sino separadamente, y dándoles el mismo efecto á una que á otra,
de manera que, cualquiera de las dos que exista, el predio está
libre de la servidumbre de extracción. Están exentos de dicho
gravamen, dice el artículo 8. 0 de la citada ley, las casas, patios,
corrales, huertas y jardiMs, y en general todos los terrenos cerrados
por pared ó muro.
Según eso, basta que exista el cerramiento, para que no haya
lugar á la servidumbre ; pero, como por otra parte es raro que
fuera del radio de la ciudad, se cierren en la forma quo la ley
indica otros predios que los que tengan alguno de los destinos que
la misma ley menciona, resulta que en la práctica, la condición del
cerramiento va generalmente acompañada de la del destino, como
lo exige la legislación francesa, aunque á diferencia de lo que con
arreglo á ésta puede suceder, entre nosotros el solo destino de un
terreno ocupado por un jardín 6 una huerta, etc., bastaría para exone-
rarlo de la servidumbre, por más que sólo estuviese limitado por
un cerco más separativo que ele verdadero cerramiento, mientras
que según la legislación francesa es indispensable que en touos los
casos exista dicho cerramiento por medio de pared 6 en otra forma
equivalente según los usos del lugar.
Es indudable también que, además del respeto al domicilio, puede
alegarse en favor de la exención, la mayot· importancia de los per-
juicios que la imposición de la servidumbre podría ocasionar á los
predios que han sido exonerauos de ella.
s~an cuales fueren las condiciones exigidas para acordar la exo-
neración de la servidumbre, ocurre preguntar si aquéllas deben
existir antes de la imposición del gravamen, 6 si después de esta-
blecido éste puede lmcerse desaparecer por medio del cerramiento
de la propiedad 6 del nuevo destino que {~ ésta se le dé.
Por nuestra parte creernos que dichas condiciones deben ser an-
teriores á la imposición de la servidumbre, y que una vez estable-
cida ésta, no puede de ningún modo eludirse, pnes de lo contrario
el ejercicio de aquélla quedada librado completamente á la volun-
tad del propietario, lo que sería de todo punto contrario á los
principios que rigen la materia. Supóngase, corno dice Serrigny,
que el terreno designado fuese el único que encerrase los materia-
les necesarios : se comprende fácilmente cuánto podría pe1judicar
á los trabajos, si por un capricho del propietario quedase la Admi-
nistración 6 el empresario inhabilitado para continuar la extracción.
Ese peligro puede ser más ó menos fundado según los casos ;
puede ser verdad que, como Jo dicen Christophle y Auger defen-
diendo la opinión contraria, sea difícil que un propietario sólo
por capricho 6 por mala voluntad para con la Administración se
ponga á hacer los gastos que demanda el cerramiento por medio
de pa1·ed, y más aún si, además del cerramiento, debe dar al predio
el destino indicado por la ley; todo eso puede ser cierto, pero no
lo os menos que todas esas circunst:J.ncias ue carácter práctico y
de una verdad muy relativ<l, no dflsvirtúan en lo más mínimo el
principio que hemos sentado, porque uo prueban que la Adminis-
tración no tenga el derecho de sostener el ejercicio de una servi-
dumbre que ha sido regularmente impuesta.
Por otra parte, si bien es cierto que el derecho de cerrar el
predio 6 de darle el destino que su dueño quiera es inherente á
la propiedad, aquel derecho está limitado por la servidumbre que
ha sido debidamente establecida y cuyo ejercicio no puede quedar
librado á la voluntad tlel propietario, sin contrariar, como hemos
dicho, todos los principios que rigen las servidumbr"s de utilidad
púlJlica.
Además de las exenciones que la ley establece, debe aplicarse
en este caso, como en todos los de conflicto entre el interés gene-
mi y el privado, el principio de que debe predominar el primero
con el menor sacrificio posible del segundo. Por consiguiente, la
extracción de materiales debe hacerse siempre en la forma 6 con-
. d.iciones menos gravosas para los particulares, que permitan las
exigencias de la utilidad pública.
Dados los principios que hemos establecido en el capítulo ante··
rior, 110 puede ser materia alguna de duda para nosotros, que la
servidumbre de que tratarnos debe ser indemnizada. Constituye
ella uno de los casos más marcados de aprovechamiento directo de
L. VARilLA. 2-i.
los ante-
artículo 5. 0 la obligación de indemnizar los pe1:juicios; ni
Cuerpo
cedentes de su sanción, porque consta por éstos que el
en un sen-
Legislativo se propuso modificar el proyecto primitivo
haber excluid o
tido favorable al propietario, de manera que no puede
y en último tér-
una presh1eión que ya dicho proyecto imponía;
4. 0
mino, tampoco puede decirse que si el citado inciso del artículo
lo que
no hubiese tenido por objeto limitar la indemnización á
expresamente dice, no habda tenido razón de ser.
a-
N o sería exacta esa afirmación; dicho inciso se explica perfect
nosotro s, porque como
mente dentro de la interpretación dada por
ales no
el proyecto primitivo decía expresamente qne los materi
explota ción,
se abonarían sino en el caso de que estuviesen ya en
e, y
el legislador quiso hacer constar que deberían abonarse siempr
de ellos,
por eso dijo que la indemnización comprendería el precio
irse que fué su intenci ón limitar así
sin que de ahí pueda conclu
la indemnización debida al propietario.
que
Como regla general establece el Código Civil (artícu lo 445)
ó inmueb le sin
nadie puede ser privado de su propiedad mueble
te. Pero el
que reciba p1·eviamente la indemnización correspondien
al respec to dis-
mismo Código exceptúa de esa disposición lo que
valor
pongan leyes especiales; y si bien esa excepción no tendría
indemn izar impues ta por la
alguno en cuanto á la obligación de
lo hicimo s notar al hablar de
Constitución de la República, como
la época
las expropiaciones, puede tenerla y la tiene en cuenta á
ión de efectua r éste previa mente á la
del pago, porque la obligac
carácte r legisla tivo, de manera que puede
expropiación es de simple
to dis-
muy bien ser modificada ó suprimida por lo que al respec
pongan leyes especiales.
cen
Y una de las principales excepciones que las leyes estable
es con respecto á la extracción de materiales.
caso
El sistema de la indemnización pre-&'Ía presenta en este
ente
grandes dificultades de carácter práctico, que hacen sumam
difícil cuando no imposible por comple to su aplicac ión.
con el
Desde luego ocasionaría grandes demoras incompatibles
interés público y la buena marcha de los trabajo s.
los
Es cierto que el mismo Código Civil ha establecido que en
dad sin espera r el re-
casos de urgencia se podrá tomar la propie
deposi tar una suma
sY.Itado del juicio de indemnización, y con sólo
judicial ;
representativa del valor de la especie según el arbitrio
opinan que en el .caso de
- y hasta hay algunos autores que
sin embargo, que deban abonarse siempre los perjuicios que la im-
posición del gravamen pueda ocasionar á la pt·opiedad privada.
Por la misma circunstancia antes apuntada, las servidumbres á
que nos referimos, aunque no son temporales sino permanentes, no
dan lugar á la expropiación efectiva de la propiedad, como hemos
visto que sucedía con las que hemos tratado anteriormente.
Por último, las servidumbres á que ahora nos estamos refiriendo,
tampoco respetan la condición ni el destino de los predios, como
hemos visto también que lo hacen la de extracción de materiales,
la de ocupación y las demás á que se refiere la ley del 89, las
cuales no gravan las casas, patios, <'Onales, huertas y jardines, en
una palabra, las habitaciones y sus accesorios.
Esto puede ofrecer sus inconvenientes, especialmente en las ciu-
dades, pues debiendo verificarse de tiempo en tiempo trabajos de
inspección ó de reparación de las líneas, es fvrzoso que al ei'ecto
puedan penetmr á la propiedad privada, los emJllc:ulos de las res-
pectivas empresas, lo cual puede importar un me11oscabo del res-
peto debiuo á la habitación y al domicilio privado ; respeto que se
ha tratado de guardar en las demás servidumbres.
Pero se comprende también que la establecida en favor de las
comunicaciones telefónicas, que es la que más dificultades ofrece
desde este punto de vista, no permite distinción alguna según la
condición ó el destino de los predios, sino que debe gravar todas
las fincas urbanas indistintamente.
Pero aparte de eso, la molestia á que nos referimos no es una
condición indispensable de la servidumbre, sino que depende más
bien de la reglamentación de su ejercicio, como lo demuestra la
ley francesa de 28 de Junio de 1885, que, al autorizar al Estado
para establecer soportes en los edificios, sea en el interior de los
muros 6 en las fachailas sobt·e la vía pública, sea sobre los techos
ó terrazas de los edificios, ha impuesto la condición de que se
puede acceder por el exterior.
Hemos querido hacer estas ligeras observaciones, por cuanto tie-
nen una relación directa con algunos de los principios fundamen-
tales que hemos sentado en el presente título.
TITULO SEPTIMO
CAPÍTULO I
Principios gene••ales
Por otra parte, aun cuando sea cierto que las personas jurídicas
están exentas de responsabili(lad penal porque no son capaces de
delito ni tampoce pasibles de castigo, no puede decirse otro tanto
con respecto á la responsabilidad civil. Desde luego no puede
negarse que cualquiera persona jurídica pública ó privada, que el
Estado ó la Administración pueden ocasionar un daño del cual sean
causantes aunque sin intención de dañar, y que constituirá, por
consiguiente, sino un delito, por lo menos un cuasi delito en el sen-
tido de la ley civil, y que por lo tanto debe ser indemnizado.
Y no se diga que como la obligación de reparar el dafio supone
necesariamente culpabilidad en la persona obligada, no puede al-
canzar al Estado, porque como ente puramente de razón, como pe¡·-
sona ficticia, es incapaz de culpa. Ésta, en realidad, es una cues-
tión de palabras, porque si no lo es el Estado, si no lo es la persona
jurídica, lo son sus agentes 6 representantes por medio de los
cuales obra, que son en este caso los verdaderos autores del he-
cho, y cuyos actos, así com.o se reputan del Estado cuando directa-
mente lo benefician, deben reputarse lo mismo, cuando obliguen su
responsabilidad, siempre que los agentes obren dentro del límite
riguroso de su mandato y del fin propio de sus fnnciones; de otro
modo la acción y la existencia del Estado serían completamente
imposibles.
Por eso tiene mucha razón Jlleuci al afirmar que la responsabi-
lidad directa é indirecta del Estado es una cunsecuencía de su ne-
cesaria personificación en los funcionarios que lo representan y por
cuyo intermedio actúa.
Agréguese á eso que la responsabilidad civil no tiene como la
penal un carácter esencialmente personal é individual, sino que por
el conh·ario puede ser perfectamente colectiva y trasmisible, y se
verá que tampoco hay por ese lado imposibilidad alguna de que
el Estado, como cnalr¡uier entidad jurídica, sea responsable de los
actos ejecutados en su nombre por sus legítimoa representantes.
Todo estriba, pues, en la existencia de un derecho lesionado, y
en que el daño sea imputable á su autor.
No habría, por consiguiente, lugar á reparación alguna, si en
vez de un derecho lesionado, hubiese solamente privación de una
mera ventaja, ó de un goce precario que cualq ni era puede tener,
pero sin que sea propiamente objeto de un rlerecllO. Así, por ejem-
plo, se ha resuelto que un propietario no tiene derecho á ser in-
demnizado porque, á consecuencia de obras hechas en la vía
•
ministrativa para acordar ó negar la indemnización, según los ca·
sos y por medio de un cortejo de sutilezas jurídicas.
Veamos, sin embargo, qué debe entenderse por tales daños, se-
gún la interpretación más liberal, dada por la jurisprudencia del
Consejo de Estado, en su evolución hacia el abandono completo
de la fórmula.
¿El Consejo de Estado, dice Aucoc, ha querido decir que es pre-
ciso que la propiedad sea tocada por el trabajo público, por el
pico de los obreros ó por la obra ejerutada, de tal suerte que
un terraplén cuyo pie toque al muro da derecho á una indemni·
zación y no lo daría si aquél estuviese á algunos centimetros de
distancia? No; el Consejo ha querido decir, por la pal:.tbra directo,
que era preciso que el dafio fuese una consecuencia inmediata y
no lejana del hecho de la Admiuistración; y por la palabra ma-
terial, que era preciso que el daño consistiese en una disminución
de valor ó en una privación de goce fácilmente apreciable.
Hay á este respecto alguna confusión, no sólo en la j nrispru-
dencia, sino también en la doctrina, pues algunos autores, como
Gianquinto, por ejemplo, entienden que el que causa un detl'imento en
la estimación de la propiedad y en la opinión pública, y que puede
producir una deprel}iación en el valor venal ó locativo de la pro-
piedad misma, no es daño material, sino daño rnoml 6 de opinión,
como lo sería, por ejemplo, el que podría resultarle á una propiedad
por la construcción en sus inmediaciones, de un establecimiento pe-
nal; obra que no podría dar lugar á ninguna indemnización por la
depreciación que ocasionase á la propiedad, la vecindad de Jos
pTesidarios.
Y el daño material, dice el mismo autor, consiste en un deterioro
6 pe1juicio causado á la propietlad materialmente ( en sí misma ),
aunque sea sin tocarla. Tnl sedn, por ejemplo, un cambio de nivel
en la vía pública que hiciese muy difícil 6 imposible el acceso á
las habitaciones.
Como se ~e, hay alguna oposición entre el concepto que el es-
timable autor da del daño material y del moral 6 de opinión, y el
sentido en que la jurisprudencia del Consejo de Estado en Fran-
cia interpreta la fórmula del daño material y directo ; pero de todos
modos, como quiera que se entiendan tales daños y aunque pu-
diera llegarse á una inte¡·p1·etación que comprendiese todos los ca-
sos de indemnización exigidos por el derecho, es evitlente que la
distinción entre el daño directo y material, y el moral y el indi-
Hubiera sido tal vez más lógico que antes de entrar á investigar
contra quién puede ejercerse la acción de indemnización por los
perjuicios causados por los trabajos públicos, hubiésemos averiguado
quiénes son los que pueden ejercerla; pero como en el desarrollo
de la primera cuestión l¡emos de completar la doctrina sobre !11.
responsabilidad de la Administración de que nos ocupamos en
parte en el capítulo auterior, hemos preferido tratarla en el pre-
sente, dejando para el capítulo siguiente el estudio del segundo
punto.
Para resolver debidamente la ct:cstión propuesta debemos empe-
zar por hacer una distinción fllndamental, según se trate de obras
ejecutadas por el sistema de Administración, por el de empresa ó
por el de concesión.
Obms consh·uídas p01· Administmci6n.- Si los trabajos son eje-
cutados por Administración, dice Aucoc, ésta es la responsable,
va de sí. Los obreros son sus CJJeargados (préposés ), se aplica
aquí el artículo 1384 uel Código Civil, ó sea el 1298 del Código
Oriental.
Estamos perfectamente de acuerdo con la solución que indica
el citado autor, pero no en el fundamento en que la apoya. No
nos parece que en todos los casos de daños ocasionados por la
ejecución de trabajos públicos ejecutados por el sistema de Admi-
nistración, pueda aplicarse la disposición del artículo 1298 citado.
Creemos, por el contmrio, que aun cuando. sea ése el sistema se-
guido, debe hacerse la misma dü;tinción que la jurisprudencia ha
hecho tratando de los danos causados por los trabajos ejecutados
po1· empresa.
L. VARELA.
dre responde por Jo¡¡ hijos, el tutor por el pupilo, etc.; y tercero,
porque si se entendiera el artículo limitativamente, como sólo ha-
bla de los hijos, pupilos, discípulolil, aprenuices y domésticos, es-
taría excluíUa la responsabilidad de los patrones por los hechos
de sus dependientes 6 factores, la ue los empresarios por sus
obreros, y muchísimos otros casos que son los que dan más oca-
sión de aplicar el principio de la 1·esponsabilidad indirecta, que to-
dos los Códigos comprenden, y que no lw.y razón alguna para
excluir del principio general.
Dadas esas circunstancias, y debiendo regir á igualdad de razón
también igual disposición, según un aforismo jurídico universal-
mente admitido, nosotros somos de opinión que el principio de la
responsabilidad indirecta establecida por el artículo á que nos re-
ferimos, debe ser aplicado á todos los casos que se hallen en
las mismas condiciones que han serviuo de fundamento á la dis-
posición aludida.
La segunda cuestión no está exenta de dificultades, como lo
prueba el hecho de haber sido resuelta en sentidos compl~tamente
opuestos por la jurispruden cia de la Corte de Casación en Fran-
cia y la del Consejo ~e Estado, entendiendo la primera que Ja
disposición del artículo 1381 del Código Civil Francés se aplica
al Estado como á cualquier particular, y habiendo resuelto la se-
gunda que dicho artículo, como todo el Código Civil, sólo tiene
por objeto regir las relaciones de los particulares entre sí, pero
no las de la Administración con estos últimos; rigiéndose la res-
ponsabilid ad de aquélla por principios diferentes.
Para nosotros no puede ser objeto de duda que el citado ar-
tículo 1384, como el 1298 de lltlestl·o Código, se aplica perfecta-
mente al Estado ; en primer lugar, porque, como lo establecimos
en el capítulo anterior, el Estallo, por principio, debe ser respon-
sable, pues lo contrario sería suponer que Jos particulares pierden
ante él todos sus derechos, sería, en una palabra, sancionar la anu-
lación del individuo, sería volver á aquellos tiempos lle barbarie,
en que por una titulada razón de interés público se arrojaba desde
lo alto de una roca á los seres defectuosos; en segundo Jugar,
porque el derecho civil, como ya también otras veces hemos tlicho,
es la razón erigilla en ley, y como tal debe regular todas las re-
laciones jurídicas mientras no se halle derogado por otras dispo-
siciones expresas, que en este C<ISO no existen; en tercer lng:ll',
porque tudas las razones que han servido de base al principio de
hemos visto que esa falta se presume siempre que entre el comi-
tente y el encargado existe la dependencia que hemos indicado ; y
hemos visto también que la presunción de la ley no admite prueba
en contrario.
La otra excepción á que nos hemos referido com~iste en admitir
la responsabilidad subsidiaria de la Administración si el empresa-
rio resulta insolveute. Esa excepción se funda, primero, en que b
Administración tendría en el caso su parte de culpa por haber
contratado con un e111presario insolvente; y segundo, en que no
sería justo que el tercero pe1judicado quedase sin indemnización á
consecuencia de un hecho que habría estado en m~nos de la Ad-
ministración el evitarlo.
Esa segunda excepción, cuya equidad nadie pueue desconocer,
no es sino la aplicación del principio general según el cual cada
uno es responsable del dafío á que ha dado causa. Pero ya he-
mos visto cómo sin necesidad de apelar á ese principio, sería apli-
cable á la Administración la disposición del artículo 1298 del Có-
digo Civil.
Por otra parte, que el empresario respondería por los obreros
que trabajan á sus órdenes, tampoco puede ser objeto de duda.
No sucede otro tanto con respecto á la responsabilidad que por el
mismo concepto puede corresponder á la Administración, sobre
cuyo punto podrían citarse opiniones contrarias igualmente respe-
tables.
El propietario no responde, dice Laurent, porque él no ha con-
tratado ni directa ni indirectamente con los obreros del empresario.
Por nuestra parte creemos también que esa opinión es muy abso-
luta, y que la cuestión debe ser resuelta como la anterior, es de-
cir, según la intervención que el propietario se haya reservado en
la organización y dirección de los trabajos y personal de la
empresa.
Si esa intervención existe, si el propietario ó la Administración
se han reservado el derecho de aceptar 6 no los obreros contrata-
dos por el empresario y de exigir la separación de los que no le
ofrezcan las suficientes garantías de competencia, subordinación,
probidad, etc.,-derecho que hemos visto reservado en los pliegos
de condiciones generale11 á que hace un momento hemos hecho re-
ferencia,-nos parece que en tal caso la responsabilidad de la A<l-
ministración, como la del propietario, no puede ser puesta en duda,
puesto que las faltas de Jos obreros y de los subtratantes supon-
De la indemnización
Cualquiera que sea la naturaleza del dafío causado por acto pro-
pio ó de las personas por quienes debe uno responder, la repara-
ción debida no es posible en la gran mayoría de los casos sino
en forma de entrega de dinero, que es lo que constituye propia-
mente la indemnización.
La obligación de reparar el daño causado, como obligación de ·
hacer, tiene como todas las ue su clase, la condición de no ser
exigible eficazmente sino transformándola en obligación de dar. En
segundo lugar, no siendo posible obligar á reparar el daño en tan-
tas formas cuantas son las que aquél puede teHer, la más acepta-
ble, la e¡ue más llena su objeto, que es dejar al perjudicado
en la misma situación que si el daño no hubiera existido, la que
más satisface las exigencias de la justicia, es la que todas sus le-
gislaciones adoptan; es decir, la do la indemnización pecuniaria.
Ése es también el sistema seguido como principio general por
nuestro iferecho común, tanto en materia de faltas contractuales
como de delitos ó cuasi- delitos (artículos 1312, 1297 y 1317 del
Código Civil) ; lo que no quita, sin embargo, que en los contados
casos en que es posible hacerlo, se cumpla la misma obligación
principal, ya sea por el directamente obligado, ó por un tercero
á su costa, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 1313 del
mismo Código.
En materia de trabajos público~;, la forma de la indemnización
pecuniaria es aun más general que en el derecho común, porque
es más difícil que la Administración pueda ser obligada á ejecu-
tar las obras necesarias para volver al propietario dafiado sus pri-
mitivas condiciones. Desde luego, los tribunales de cualquier ja-
risdicción que sean, ordinaria ó contencioso- administrativa, no
pueden ordenar ninguna modificación en las obra11, en vista de las
disposi -
reclamaciones deduci das por el particu lar lesiona do. Las
la Adminis-
ciones de dichas obras sólo pueden ser ordena das por
r cuáles
tración activa, que es tambié n la única llamad a á aprecia
del interés
deben ser sus condiciones, en vista de las exigencias
ción es tambié n
público que ellas deben satisfa cer, y cuya aprecia
privati va de la misma Admin istració n.
tribuna les
Pero como la imposibilidad legal en que estaría n los
obras en el sentido 6 con
para obligm· á aquélla á modificar las
funda tan sólo en la divi-
el objeto á que nos hemos referid o, se
existe tan sóle en benefic io
sión é indepe ndenci a de Jos Podere s, y
por los particu lares
de la Admin istració n, no podría ser alegnd a
resolviese
para oponer se á las obras de reparac ión que aquélla
iente para
hacer espontáneamcntt>, toiempre que lo. juzgas e conven
y hacién -
Jos interes es genera les. Nada le impedi ría proced er así,
encuad rada dentro de su misión de
dolo, su conduc ta 110 sólo se
necesid ades pública s, sino •
velar por aquella s conveniencias y las
el artícul o
que tambié n se ajustar ía á la disposicióu conten ida en
, para librars e de
1313 del Código Civil, según la cual el deudor
r el hecho á que
los daños y perjuicios, puede ofrecer se á ejecuta
está obligado, pagand o tan sólo los perjuic ios de la mora.
, pues,
Con arreglo á esa disposición, la Admin istració n tendría
nir el monto de la indemn ización
el más perfect o derecho á di..;min
reclam ada, repara ndo ella misma el daño causad o.
nte, en
Pero esto que en el dererh o común puede hacers e fácilme
os sus dificult ades, sobre todo cuando
la materi a que tr~tam ofrece
dad misma
los trabajo s de reparac ión deben hacerse en la propie
podría la Ailmin istració n penetr ar en la
del reclam ante. ¿ Cómo
la volunt ad de su dueño y á título de
propie dad privad a contra
s? Á nuestro juicio sólo es·
ejecuta r tal ó cual clase de trabajo
a alguna
tando legal y expres amente autoriz ada, pues en maner
itamen te con-
puede supone rse que esa autoriz ación esté implíc
letm no
tenida en el citado artícul o 1313, cuyo espírit u y cuya
princip io
permit en supone r que contien e ningun a deroga ción al
fundam ental del respeto y la inviola bilidad del domici lio.
de repa-
Por toclas estas consid eracion es, la forma más genera l
como hemos dicho, la de la
ración de los perjuic ios causallos, es,
tampoc o por ahora en
indemnización pecuni aria ; no existie ndo
permit a indemn izar total
nuestr a legisla ción precep to alguno que
dades ó
ni parcial menle los daños, entreg ando otra clase de propie
por ejempl o, en materi a de exprop ia-
valores, como puede hacerse ,
•
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418 APUNTES DE DERECHO .ADMINISTRATIVO
tomando por ~ase los incendios que á veces pueden ocasionar los
ferrocarriles:
" Et fuego que esca.pa de las locomotoras, dice, produc-e á me-
nudo incendios: se pregunta si las compañías son responsables.
La afirmativa no. es dudosa cuando el daño suc9de por la mala
construcción de las locomotoras. ITa sido juzgado que el mecá-
nico que admite una locomotora en malas condiciones, comete el
delito de incendio por imprudencia, y una vez comprobado su delito,
la responsabilidad de la compañía es consiguiente. Cuando la
máquina está provista de un aparato apropiado para impedir la
salida de las llamas ó de las escorias por la chimenea, la cuestión
es dudosa.
La Corte de Burdeos ha decidido que las compañías eran sin
embargo responsables; toca á ellas, dice la sentencia, tomar las
precauciones debidas para evitar el peligro ; de lo contrario están
en falta. Si las medidas tomadas no bastan, deben tomarse otras
más eficaces; y, suponiendo que la ciencia sea impotente para
conjurar el peligro, las com'pañías no estarían menos obligadas á
indemnizar á los dueños de las propiedades incendiadas. En efecto,
el dafío necesario ocasionado por una industria debe ser á cargo
de la misma industria. Se aplican en este caso los pl'incipios que
rigen los establecimientos peligrosos. Vanamente la compañía invo-
caría la autorización que le ha sido dada; la Corte responde que
el Estado no ha concedido ni ha podido conceder el derecho de in-
cendiar las propiedades ribereílas de los caminos de hierro.
Otro caso.
A veces un viajero sin haber recibido lesión alguna en su persona
puede sufrir un pe1:juicio en sus intereses, por ejemplo, á conse·
cuencia de un retardo causado por una }'Otura ó avería de cual-
quier género ocurrida en la locomotora y que ha tenido por resul-
tado imterrumpir 6 demorar la marcha del tren. En casos seme-
jantes las compaiíías han pretendido exonerarse de toda responsa-
bilidad afegando también que el accidente era debido á una fuerza
mayor; pero la jurisprudencia ha resuelto que es obligación de las
empresas probar sus máquinas y tenerlas siempre en buen estado
de conservación.
El principio consagrado por e.~a doctrina y que en el fondo no
es otro que el consignado en el artículo 1317, inc. 2. 0 del Código
Civil, según el cual la fLierza mayor no libra de responsabilidad
cuando La sido precedida de una falta del deudor, es1 como se com-
CAPÍTULO I
CAPÍTULO I
ado
por la Corte de Casación. En el primer caso se habría sacrific
del artículo , que es establec er la garantí a decena! ,
el objeto principal
á lo que no .es sino uno de sus detalles , la presunc ión de falta.
,
En el segundo se interpr eta la ley de acuerdo con sus motivos
dictarla ,
con el fin principal que el legislador se ha propuesto al
la regla de
y sin que ni siquiera pueda decirse que se desconoce
interpre tación de las presunciones invocada por Lauren t, porque
sin
demostrado, como lo está, que la garantí a decena! debe aplicarse
distinción de construcciones, es obvio que la presunc ión de falta
en
que por la ley acompaña á aquella garantí a, debe seguir á ésta
todos los casos en que ella exista.
Acabamos de demostrar que la garantí a docenal se aplica indis·
tintame nte á toila clase de construcciones, y debemos agregar ahora
to
que están sujetos á ella tanto el empresario como el arquitec
director, y en au caso el ingenie ro, cuya condici ón legal es ente-
rament e análoga :\ la del segundo.
d
La responsnbilidall de estos últimos puede ofrecer mayor dificulta
siempre que se trate de ingenie ros ó arquitec tos particu lares, con-
sus
tratado s expresamcute por la Administración ó por uno de
causa- habientes para la dirección de una obra pública .
Pero en cambio puede ofrecer alguna duda cuando, en vez de
s-
contrat ados, sean aquéllos empleados ó funcionarios de la Admini
tración.
Á este respecto afirman Christophle y Auger, que los ingenieros
civiles ó militares, lo mismo que los demás funcionarios ó emplea-
dos públicos encargados de la dirección ó vigilancia de los traba-
ca-
jos, escapan á la aplicación de la respons abilidad decenal. Su
lidad de funcionarios, dicen, los pone al abrigo de toda averigu ación
es.
relativa á las faltas ó negligencias de que puedan ser culpabl
, su des-
La pérdida de la confianza de la Administración, agregan
r
titución en caso necesario, han parecido suficientes para garanti
de
su celo. Y agrega todavía Aucoc, refiriéndose á los ingenieros
la Administración de Puente s y Calzada s, que la respons abilidad
de aquéllos no sólo es puramente moral en los trabajo s del Estado,
s
sino que en virtud de una disposición del Ministro de Trabajo
Públicos, no se autoriz a á los ingenieros de dicha Admini stración
para dirigir trabajo s de las comunas y de las asociaciones sindi-
ga-
cales, sino á condición de que los interesa dos renunci en á las
rantías establecidas por los artículos 1792 y 2270 del Código
Civil.
' .
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456 APUNTES DE DERECIIO ADMINISTRATIVO
.......
' .•
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400 APUNTES DE DERECliO .AJ.>:MlNISTRA.TtvO
N o creemos que puede haber solidari dan, porque para qne ésta
exista es necesario que conste inequívocamente en la convención ó
que haya sido impuesta po1· la ley, ninguna de cu'yas circunstan·
cias existe en el caso de qne tratamos (artículo 1365 del Cóuigo
Civil) ; y en segundo lugar, la solidaridad es una condición esen-
cialmente personal, es un vínculo impuesto por la ley 6 por el
contrato á los diferentes deudores ó acreedores de una obligación,
con entera independencia del objeto de ésta, y por consiguiente
mal puede hacé1·sela derivar de la naturaleza de ese objeto ó de
su más ó menos divisibilidad.
Tampoco creemos que la responsabilidad pueda dividirse siempre
por partes proporcionales á la falta de cada uno. Á este respecto
estamos de acuerdo con Fremy Ligneville, cuando sostiene que la
responsabilidad es indivisible. Procediemlo el vicio de fnlta en la
dirección y de falta en la ejecución, claro está que el encargado
de una y otra deben ser responsables á la vez del daño produ·
cido ; pero cada uno debe serlo por el todo, porque también cada
uno e¡ responsable de la totalidad del daño, que debió conocerlo
y que pudo y debió evitarlo, y que le es, por consiguiente, imputa·
ble en su totalidad, como una consecuencia de los deberes de su
cargo. Por otra parte, tanto el director como el empresario de las
obras, siendo ambos responsables, no de una parte, sino de toda la
obra que les ha sido confiaua, son, por consecuencia, deudores ante
el propietario ó la Administración en su caso, de una reparación
también total, ya sea que la reparación se efectúe directamente por
los mismos obligados ó por un tercero á cuenta de aquéllos, que
estarían en ese caso obligados indivisiblemente al pago del importe
de los trabajos.
En el primer caso regiría la disposición del artícu Jo 1350 del Có-
digo Civil, según el cnal, aunque la cosa ó el hecho de la obliga-
ción sea divisible por su naturaleza, vendrá á ser indivisible la obli-
gación, si la relación bajo que los contrayentes han considerado
dicho objeto,. impide que éste, y por consiguiente la obligación,
admita división ni ejecución parcial; y en el segundo, regiría el in·
ciso tercero del artículo 1355 del mismo Código, según el cual,
aunque la obligación sea divisible como sería en este caso la de
pagar los trabajos hechos, no podrá dividirse cuando resulte de la
naturaleza de la obligación, de la cosa objeto de ella ó del fin que
las partes se han propuesto, que la intención de los contrayentes
ha sido que la deuda no puede cubrirse parcialmente.
podría hacerlo, como dice Monrlón, para hacer estatuir por un solo
y mismo jnzgamiento, sobre la demanda hecha contra él por el
acreedor y la demanda en repetición contra los demás codeudores.
La divisibilidad sólo potlría tener lugar con respecto á terceros,
conforme á lo dispuesto en el artículo 1305 del Código Civil; y
entre las partes contratantes, para la indemnización pecuniaria. que
los autores del dai'io estuviesen obligados ~ abonar, además de la
reparación de las faltas cometidas en las mismas obras. Entre
esas mismas partes, la responsabilidad podría ser solidaria, si hu-
biese existido combinación dolosa ó fraudulenta entt·e el empresa-
rio y el director de las obras, -en cuyo caso existiría tm delito
que sería regido en cuanto á sus efectos civiles pot· el Código Ci-
vil. ( Art. 28 del Código Penal, y 1305, inc. 1.0 del Código Civil. )
Agreguemos como observación final que, la responsabilidad de que
nos hemos ocupado no puede ser motivo de beneficio para la Ad-
ministración, y que, por consiguiente, ésta no podría aprovecharse
de aquélla para introducir modificaciones en las obras á expensas
de los obligados á la reparación de los dafíos causados, sino que
toda mejora que importase un cambio en las previsiones de los
contratos primitivos, deberá ser de cuenta exclusiva de la·Adminis-
tración.
TITULO DECIMO
CAPÍTULO I
Por el informe del año VIU, de que hemos hecho mención ante-
riormente, el Consejo de Construcciones Civiles establecía lo si-
guiente:
" Considerando, que si bien no existe ley positiva sobre el par-
ticulnr, existe, sin embargo, un uso que ha servido siempre de re-
gla y que debe fijar la jurisprudencia á este respecto;
Considerando que los emolumentos asignados á la función del
arquitecto son legítimos y deben ser graduados en razón de la
importancia de sus trabajos y de la situación de los tel'l'enos en
donde ellos son ejecutados, estima que en París de be abonarse á
loa arquitectos, por los trabajos ordinarios:
..
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!PUNTES b:m DERECI!ó Ab:M:INISTRATIVO 471
le parezca, sin que tenga por eso que abonár indemnización al-
guna al mandatario; pero, agrega, ha reconocido, á. la vez, que
nada impide á. las partes modificar las condiciones del contrato
por convenio:;: pmticulares, y estipular c.rpresa 6 tácitamente que el
mandato no podrá. ser revocado sin que el mandatario reciba una
indemnización.
Y sin dejar de reconocer las dificultades que á veces pueden
ofrecerse para justificat· la existencia de esa estipulación expresa ó
tácita, y por consiguiente de la renuncia al derecho absoluto de
revocación establecido por el artículo 2061 del Código Civil, es
indudable que si alguna vez puede suponerse fundadamente la existen-
cia de esa renuncia tácita, es con respecto al ingeniero ó arqnitecto á
quien se encarga de la dirección de una obra, en cuyo caso aquella
suposición estaría justificada, por la estrecha dependencia que existe
entre todas las opemciones ó todo¡¡ los actos de dicha dirección,
por las dificultades de todo género que ocasionaría al mandante
cualquier cambio inmotivado en las personas llamadas á diri-
gir la ejecución de los trabajos, por el derecho á los beneficios
resultantes de la dirección completa de las mismas obras, derecho
que el ingeniero ó arquitecto encargado de esa dirección habría
podido atribuirse, por el mismo objeto del mandato, por las dificul-
tades ya indicadas que le causaría al mandante todo encargo
parcial en la dirección de los trabajos, y por el perjuicio en
los intereses materiales, morales y profesionales que ocasiona-
ría al mismo directot· toda revocación inmotivada de su mandato.
Todo eso hace que, como lo observa Penanrún, el mandante no
pueda atribuirse de buena fe la reserva tácita del derecho de re-
vocación acordado por el artículo 2061 del Código Civil, sino
probando que por las circunstancias del caso, así debió entenderlo
también el mandatario.
Según lo observan Christophle y Auger, la jurisprudencia del
Con~ejo de Estado ha reconocido también el' derecho del arqui-
tecto 6 ingeniero arbitrariamente separado, á ser indemnizado por
la Administración.
De manera, pues, que, ya se suponga que la misión del arquitecto
6 ingeniero constituye un mandato -lo que nos parece que sólo su-
cede cuando aquélla tiene por objeto la dirección de las obras ú
otro acto en que igualmente exista representación del dueño con
respecto á tercrros, art. 1807 del Código Civil,- ó ya se suptmga
que constituye arrendamiento de obras, el que sólo creemos que
TITULO UNDECIMO
carác-
sin embarg o, que no todas las legislac iones les reconoc en el
ter que acabam os de atribuir les. Así, por ejemplo , en la legisla-
con-
<lión frances a, las cuestion es procede ntes de esa clase de
as al l\Iinistr o, ron apelació n ante el Con-
tratos están sometid
s~jo de Estado, cuando el aprovis ionamie nto
es hecho á este
admi-
último; y á la jurisdic ción civil, cuando es hecho á otra
nistraci ón.
nte
Pero por nuestra parte no encontr amos razón para semeja
diferenc ia, pues siendo esos contrnt os como los de arrenda miento
,
de obras, celebra dos igualme nte en el interés de un servicio público
distinta , y
no vemos por qué han de someter se á una jurisdic ción
no ha de establec erse la de los primero s con el mismo criterio
s,
que el que sirve par:t determi narla con respect o á los segundo
el interés de los referido s servicio s, tan
y que no es otro que
en juego en uno como en otro caso.
Por la misma razón pertm10cen también al orden de lo conten-
in-
cioso- adminis trativo, las dificultades que se susciten entre los
los honorar ios
geniero s ó arquitec tos y la Admini stración , sobre
pro-
debidos á Jos primero s, ya sea por la formaci ón de planos y
otro tra-
yectos, la direcció n y vigilanc ia de las obras, ó cualqui er
bajo para el cual hayan sitio especia lmente contrat ados.
no
En cuanto á los contrato s de concesi ón de tma obra pública ,
se cncuent l·an en el mismo
puede caber la más mínima duda de que
en
caso que los de empres a, de los cuales no se diferen cian sino
veces ltemos tenido ocasión de de-
la forma del pago, segCtn otras
iden-
cirlo; pero cuya diferenc ia no pCJjudica en lo más mínimo la
ambas clases de contrat o y que
tidad del objeto sobre que recaen
es el que determi na su carácte r adminis trativo .
El elemen to contrac tual, dice á este respect o 1aferri ere ( "Traité
esas
de la jurisdic tion admini strative " ), domina de tal modo en
todos
concesi ones, que la jurispru dencia (y el derecho positivo de
los países, podfase muy bien agregar ) las ha asimila do á los
con-
tratos ue obras pública s ( se refiere á los de empres a). Pero, á
os 4e locación de ser-
diferenc ia de éstos, agrega, que son contrat
en el
vicios con provisió n de materia les, y que existen también
derecho privado , las concesi ones ue obras están reserva das á la
supone la
Allmini stración 1 porque una de sus cláusul as esencia les
se le
iuteiTc nci6n del poder púLlico. Si bien la remune ración que
la
acuerda al concesi onario no consiste en un precio determi nado,
de
renta que percibe por el uso de la obra pública es una especie
ese silencio del legislador debe regir el principio general que concede
el recurso ante los tribunales ordinarios, siempre que se litigue un
derecho y no exista un tribunal especial llamado á resolver el caso;
y nos parece tanto más procedente la aplicación de ese principio,
cuanto que el mismo Código Rural establece en su artículo 631,
que son apelables ante los tribunales ordinarios las resoluciones
de la Administración en materia de aguas, cuando ellas lastimen
derechos adquiridos en virtud de disposiciones emanadas de la
misma Administración.
De todos modos, es un vacío ó una deficiencia más que debemos
notar en nuestra legislación de forma, pues la misma disposición
que acabamos de recordar ha caído en un extremo que el legisla-
dor hubiera debido evitar, porque no es razonable, bajo ningún
concepto, que sean los jueces ordinarios, según la importancia del
asunto, con arreglo al Código de Procedimiento Civil, los que de-
ban entender en los recursos contencioso- administrativos, contra las
resoluciones dictadas, ya sea en materia de aguas ó en cuales-
quier otros de los servicios públicos que la Administración des-
empefía.
Hemos examinado brevemente la cuestión de la competencia en
las diferentes materias que dejamos estudiadas en esta parte de
nuestro Curso.
Si mucho queda por hacer en el ramo de obras públicas en la
legislación de fondo, la de forma necesitamos mejorarla, corregirla,
completarla, de acuerdo con principios más científicos y consul-
tando, á la vez que las ex.igerrcias de la Administración, la necesi-
dad de proteger los derechos de los particulares que con ella
contratan ó los que ella pudiera lesionar.
Es necesario establecer con más precisión y con más unidad de
criterio los principios para resolver cuándo las resoluciones de l:t
Administración deben ser reclamadas ante la vía ordinaria ó ante
la jurisdicción especial de lo contencioso- administrativo, á fin de
evitar asf tanto el error de permitir que una resolución adminis·
trativa pueda ser revocada por cualquier juez de derecho común,
como el otro extremo no menos deplorable, de que las resolucio-
nes de aquella especie nunca puedan ser apeladas sino ante la .Admi-
nistración misma. .Además ue la naturaleza del recurso, conviene
también precisar cuándo éste podrá tener por objeto solamente
la reparación de los perjuicios caUSllllos por la resolución recla-
mada 6 también la revocación total de aquélla; y por último, es
FIN
INDIO E
INDIO E
Págs.
PROLOGO
Ent?·e pro(cs01·es. . . V
TÍTULO PRIMERO
Preliminares . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
CAPíTULO PRIMERO. - Concepto y clivisión de los 1J.'abajos pú-
blicos . . . . . . . . . . . . . . . . . .- . . 9
ÜAPÍ1'ULO SEGUNDO. -De la utilidad de los trabajos públicos. 2R
CAPÍTULO TERCERO. -El Estado y los trabajos públicos . . 45
CAPiTULO CUARTO. - Organización administrativa del servicio
de obras públicas. . . . . . . . . . 64
Sección pTimera. - Obras de interés general . . . . . . 64
Sección segunda. - Obras de interés local . . . . . . . 84
CAPíTULO QUINTO. - Contabilidad de la Hacienda y los tra-
bajos públicos . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Sección primera. -Contabilidad del Estado . . . . . . . 96
Sección segunda. - Contabilidad municipal y especial de los
trabajos públicos . . . . . . . . . . . . . . . . 111
TÍTULO SEGUNDO
506 ÍNDICE
Pága.
TÍTULO TERCERO
TÍTULO CUARTO
TÍTULO QUINTO
TÍTULO SEXTO
TÍTULO SÉPTIMO
Págs,
TÍTULO OCTAVO
TÍTULO NOVENO
TÍTULO DÉCIMO
TÍTULO UNDÉCIMO
.1