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EDUCAR: EL PROBLEMA DEL OTRO

Cesar Ferro – Profesor en Historia – Docente Instituto Provincial de


Educación Superior en la Tecnicatura en Economía Social y
Desarrollo local – Extensión áulica Unidad Penitenciaria N° 15 – Río
Gallegos-Provincia de santa Cruz-República Argentina.-
Clases sistemáticas de estudio bíblico en Alcaidía Policial de Río
Gallegos en el contexto de actividades externas de una iglesia de
modelo evangélico de la ciudad.-
cesarferro@yahoo.com
INTRODUCCIÓN
Me permito utilizar, a modo de presentación, esta referencia al título del
libro de TzvetanTodorov, en este autor escribe acerca del encuentro de los
europeos y los americanos desde Colón en adelante, para disponer de una
expresión que me sostenga en la reflexión, al recorrer nuevamente algunos
aspectos del trayecto de aprendizajes que significó para mí participar en
experiencias educativas de lo que se ha dado en llamar en contextos de
encierro, o en contextos de privación de la libertad.
Primero, para explicitar qué tamaño tiene en mi mente la cuestión del otro.
No del otro como concepto abstracto, sino de este otro, a quien llegué una
vez, al tomar unas horas de clase. Este otro concreto toma la dimensión de
problema, en el sentido de un vínculo a resolver. No es un otro habitual. Es
otro a quien el aporte docente, de la educación, pretende ayudar a
integrarse en la sociedad desde un lugar diferente que aquel que lo llevó a
prisión.
Llegué a ese otro, por dos caminos que entiendo tienen alguna similitud: el
de la docencia, como parte del equipo de cátedra de la Tecnicatura en
Economía Social y Desarrollo Local, en el marco de un proyecto que se llevó
adelante en el contexto administrativo de lo que se llamó la Extensión áulica
del Instituto Provincial de Educación Superior Río Gallegos en la Unidad
Penitenciaria N° 15, de la misma ciudad. (Proyecto que entiendo continúa,
en la jurisdicción de otro Instituto de Educación Superior).
Y el de la iglesia, una iglesia de corte evangélico, como partícipe de la
actividad de llevar al interior de esa misma Unidad encuentros de estudio
bíblico. Actividad que también llevamos adelante – éramos un breve equipo
de dos – en la Alcaidía Policial de Río Gallegos.
Primero, una síntesis en dos líneas, de una experiencia que duró
aproximadamente dos años, y es ésta:
Del mismo modo que en cualquier interacción con personas, en
cualquier otro ámbito: me encontré con gente valiosa, y gente
complicada, como en cualquier otro lugar.
La diferencia era que estaban presos. Yo prefiero usar los nombres clásicos
para las cosas: contextos de encierro, o de privación de la libertad, resuenan
para mí como un tipo de eufemismos. Preso, y cárcel, definen con mayor
precisión el ámbito de actuación.
Privación de libertad, contextos de encierro, también podrían aludir a dar
clases a personas secuestradas, y, aunque todos sabemos que no se trata
de eso, me parece una saludable práctica llamar a las cosas por su nombre,
por este tema de la salud mental.
Es importante precisar otro asunto: “Preso” no me parece que sea una
categoría, ni que defina a un grupo social. Cuando menos, no más de lo que
“profesor en Historia” pudiese ser considerado un grupo identificable en
términos como “los profesores de Historia son así”, o “viste como son los
profesores de Historia”.
O sea: preso puede ir cualquiera, y lo escuché de personas que fueron
alumnos míos en ese contexto, y lo recuerdo cada vez que veo este desfile
actual de presos mediáticos que se han destacado por roles políticos y/o
económicos más visibles que la media social.
La Ley 27.375 modifica la Nro. 24.660, de ejecución de la pena privativa de
la libertad; expresa en su artículo 1°:
“Artículo 1° - Modifíquese el artículo 1° de la ley 24.660, el que quedará
redactado de la siguiente manera:
Artículo 1°: La ejecución de la pena privativa de libertad, en todas sus
modalidades, tiene por finalidad lograr que el condenado adquiera la
capacidad de respetar y comprender la ley, así como también la gravedad
de sus actos y de la sanción impuesta, procurando su adecuada reinserción
social, promoviendo la comprensión y el apoyo de la sociedad, que será
parte de la rehabilitación mediante el control directo e indirecto.”
(En http://www.ppn.gov.ar/sites/default/files/Ley%2027375.%20Ejecuci
%C3%B3n%20de%20la%20pena%20privativa%20de%20la%20libertad.
%20Modificaci%C3%B3n%20Ley%20N%C2%B0%2024.660.pdf )
La palabra clave es REINSERCIÓN.”
Dos señores que conocí como alumnos, hicieron un trabajo en mi casa.
Como yo a mi vez tenía que ir a trabajar, les dejé la llave de mi casa los días
que duró el trabajo. Francamente no sé si dejaría la llave de mi casa a
alguno de estos funcionarios políticos procesados que vemos
frecuentemente en televisión desfilar con cascos que no sé por qué, les
quedan chicos.
Pensando en estas cuestiones de la reinserción.
Las acciones educativas formales están muy relacionadas con esta idea de
la “reinserción social” desde un proyecto educativo desarrollado al interior
de una cárcel. Quedan pendientes respuestas acerca del concepto de
reinserción. Pensando en quienes quizá nunca estuvieron “insertos” en un
proyecto social, por formar parte del amplio grupo de los que nacieron
marginados por la economía, por la educación, por la formación en valores,
por la construcción de un sentido del orden, de una disciplina social. Y
pensando asimismo en quienes aparecen como “superincluídos”: personajes
mediáticos, en lo alto de la política, de los espectáculos, y que hoy son
presos famosos, aunque es muy importante recordar que nuestra
Constitución sustenta el principio de inocencia. Que implica que un
procesado preso no es un condenado, sino un inocente a quien se le intenta
probar un delito que el Estado entiende que cometió, y sobre quien pesa
una restricción conocida como “prisión preventiva.”
Como anécdota comentaré que en una ocasión, en Río Gallegos, paso por el
frente de una vivienda vinculada con uno de estos personajes mediáticos,
tal vez uno de aquellos a los que más difícil les resulte explicar el porqué de
“las manos en la masa”. Al lado de la puerta de esa casa, un cartel
aseguraba: “Vecinos en alerta.” Tal vez la imagen sirva para promover
algunas hipótesis acerca de quienes son penalizados en primer término por
esta sociedad, con relación a quiénes estos vecinos estaban “en alerta.”
Digo esto a riesgo de que se vinculen estos pensamientos con las hipótesis
de Eugenio Zaffaronni acerca de la selectividad de las agencias de represión
a la hora de identificar delincuentes.
Las cuestiones del delito y de la pena son temas complejos, propios de
especialistas; solamente dejo expuestas algunas preguntas que me hice
desde una breve experiencia docente en el ámbito penitenciario.
Esto que comento, no pretendo tampoco sustentar una idea de “preso
bueno”. Como dije antes, preso puede ir cualquiera, y no me parece que se
pueda armar un grupo social a partir de una variable tan específica como el
no poder salir a voluntad de un lugar y circular por la calle.
Tiene tanto sentido como decir “Los que manejan automóviles.” Tamaña
amplitud conceptual pide un recorte analítico. Lo mismo ocurre con las
personas que en algún momento de su vida están presas.
¿Se comparten códigos en ese ámbito? Y seguramente. Por las mismas
razones que se comparten códigos en cualquier grupo humano de
convivencia habitual.
Estoy reflexionando en voz alta, acerca de por qué comencé estos
comentarios con esta idea de “el problema del otro”. Y parece que voy por
un camino de definir conceptos por lo que no son.
Mal que le pese a algunas personas, una cosa que la cárcel no es: no es una
venganza de la sociedad contra aquellos que la lastimaron. No es una
venganza. Quiénes van a la cárcel, o quiénes no van, son decisiones del
Estado. Esa es una de las decisiones enormes del Estado, que establece
quienes quedan adentro y quiénes fuera. Un ejemplo histórico de la etapa
de formación del Estado – Nación: la operación militar de Julio Roca contra
los habitantes previos de Patagonia, que la historia conoce como conquista
del desierto. Donde por la vía militar se decidió que los indígenas no podían
formar parte de Argentina en tanto no dejaran totalmente de lado las bases
de su cultura.
Otra cosa que es importante – entiendo – tener en cuenta a la hora de
ejercer la docencia en una cárcel es que nosotros no somos jueces. Si
tenemos algún tipo de valoración previa acerca de las personas que están
presas, probablemente lo mejor sea abstenerse de trabajar allí. Esto tiene
una expresión concreta en no poner el acento en interesarse en los motivos
por los cuales alguien está preso. A veces la persona lo comenta, pero en
general allí debe quedar, puede ser un comentario, un desahogo, ganas de
charlar, pero es importante no registrar lo escuchado. Cuando alguien está
en prisión, buena parte de su vida personal queda expuesta y bajo control.
Ya es suficiente para esa persona. Por otra parte, en cualquier ámbito que
ejerzamos la docencia tenemos obligación de respetar los aspectos íntimos
de la vida de nuestros alumnos. Tampoco en eso la cárcel es diferente.
DESARROLLO
Trabajé en la Extensión Áulica del Instituto Provincial de Educación Superior
de Río Gallegos en la Unidad Penitenciaria N° 15 del Servicio Penitenciario
Federal, en el marco de la Tecnicatura en Economía Social y Desarrollo
Local, desde el 7 de octubre de 2014 hasta el mes de agosto de 2016, en el
dictado de las asignaturas Sociedad y Estado y Taller de Metodología e
Investigación Social. Como docente de la Tecnicatura, diré que todo el
proyecto educativo de la Unidad – incluyendo la construcción de un conjunto
de aulas, lo que ocurrió en el segundo año de mi trabajo allí – me parece
muy valioso. La implementación de una carrera terciaria en el interior de
una Institución de este tipo resulta en una acción concreta para mejorar la
vida de las personas. Esto es subjetivo, por supuesto; pero con todas las
dificultades que pueda tener la puesta en práctica del proyecto, quienes
trabajamos en la educación no podemos no creer que el estudio sistemático
y orientado no cambia positivamente los trayectos vitales de las personas a
quienes llega. Ofrece una opción que es innecesario repetir delante de
educadores: no se trata de una alternativa económica, se trata de cómo
cambia mi cabeza cuando estudio.
Las cuestiones interiores del proyecto, las relaciones interinstitucionales, los
problemas cotidianos referidos a la implementación, son cosas que
desconozco. Lo que yo ví es un trabajo orgánico desde las autoridades del
IPES, desde la Dirección Provincial de Educación Superior, en asociación con
las autoridades penitenciarias, que definieron un proyecto que sin duda
alguna le sirvió a la gente.
Yo no me dedico a la política. Nebulosamente, pienso que eso es política.
Hacer cosas que cambien la vida de la gente para bien.
La Unidad 15 parece ser-por lo que me han dicho-un espacio especial en el
contexto del sistema penitenciario federal. Una expresión que escuché más
de una vez en algunos alumnos fue: “yo sé que estoy en Disneylandia”.
Seguramente no por la fantasía, sino por la comparación con otros sitios de
detención. En el sistema federal, no lo sé. Solo digo lo que oí.
Otro aspecto que me impactó fue la productividad de los estudiantes.
Quisiera recordar que no estoy hablando de personas que estuvieran todo el
día sentados en una celda, y por lo tanto con tiempo para estudiar, y
escribir. No. Estos hombres trabajaban, estudiaban, y más de uno llevaba
adelante simultáneamente la carrera terciaria con la terminación de sus
estudios de nivel medio.
No pude evitar comparar ese interés con el de otros estudiantes en – diría –
contextos de libertad. Prácticos excelentes, alumnos exigentes, los encontré
con mucha mayor frecuencia en la Extensión Áulica que en otros ámbitos.
Paralelamente, iba trabajando de manera informal en la órbita de una
iglesia desde la que organizamos visitas de lectura bíblica no sistemática.
Eso me permitió tener algunos retratos del sistema de detención de
jurisdicción provincial.
No sé actualmente. En ese momento, los internos no trabajaban, cuando
menos no de manera sistemática, cotidianamente. Llegué a esos espacios
de manera casual, dado que unos detenidos procesados fueron trasladados
desde una localidad del interior, en la cual habían comenzado estudios
bíblicos con un hombre que era personal policial. El Pastor, a quién este
hombre le hizo saber de ese traslado, al enterarse que yo trabajaba en el
ámbito penitenciario, me preguntó si podía ubicar a esas personas, y
eventualmente continuar con los estudios, si ellos aceptaban. Así lo hice.
Comenzamos con un estudio genérico, básico, de la Biblia, y luego, pasado
el tiempo, nos dedicamos al libro de Apocalipsis. Si aquellos estudiantes –
los de la Tecnicatura - eran voluntarios, estos lo eran mucho más aún. No
hay reducción de pena, ni puntaje en el buen comportamiento, que esté
sistematizado en función de la práctica religiosa. Incluso hubo algún caso en
que conocedores de la organización de las iglesias evangélicas, nos
consultaron por las ofrendas. Al respecto, nos habíamos prohibido a
nosotros mismos aceptar ningún tipo de ofrenda monetaria ni de ningún tipo
por esta tarea que entendimos misionera.
Comentarios con referencia a este tipo de estudios: Uno): a diferencia de los
estudios formales, no existe estímulo educativo – no se reduce ni vincula en
ningún sentido con la pena el participar en actividades vinculadas a la fe
cristiana. Dos): la prisión implica una situación de sufrimiento e
incertidumbre; son las situaciones de ese tipo las que podrían favorecer el
acercamiento a la fe, la que representaría un consuelo ante todo aquello
que supera nuestra capacidad de control. Tres): el conocimiento bíblico
implica en sí la incorporación de un sistema de valores, aunque habrá sin
duda muchas personas que pongan en duda estas cuestiones, lo cierto es
que teníamos estudiantes perseverantes y que hacían la tarea: aunque es
un estudio asistemático, había una tarea para hacer.
Nosotros íbamos a trabajar desde nuestra fe evangélica. Pero recordemos
que la Iglesia Católica tiene en el nivel de los Obispados su Pastoral
Penitenciaria; la Conferencia Episcopal Argentina tiene su Comisión
Episcopal de la Pastoral Carcelaria Argentina. Imagino que una Institución de
ese tamaño tiene motivos poderosos para actuar en este ámbito.
CONCLUSIONES
El ejercicio de la docencia en contextos de encierro fue una experiencia
enriquecedora para mí. Extender ese ejercicio a la formación básica en
temas religiosos, incrementó ese enriquecimiento. He pensado acerca de la
pena. Una primera conclusión-que no es mía, sino constitucional-es que la
sanción del delito no puede ser doble. El encierro es parte. Pero he visto la
diferencia entre la Unidad 15, donde se construyeron un conjunto de aulas,
cómodas, abrigadas, adecuadas, y otros sitios en donde nuestros
estudiantes bíblicos compartían con nosotros pequeñísimos espacios multi
función, no preparados para nada en especial, pero caracterizables no
solamente por su escaso tamaño, sino también por su mal estado de
conservación. Y que eran utilizados, a veces para eso, a veces para la
entrevista de un procesado con su abogado, a veces para clases formales.
Por cierto, que una cosa excluyendo a la otra.
En todos los casos, siempre, recibí el trato más amable por parte de las
autoridades y personal del servicio penitenciario y de policía. Lo mismo
puedo decir de los estudiantes.
Para los antiguos griegos, política era el debate y decisión pública de los
asuntos de la polis. En una sociedad mucho más compleja como es la
nuestra, la idea de política también se complejiza, y se resignifica. Por eso
dije que entiendo política como acciones concretas que mejoren la vida de
las personas. Desde esa mirada, la Tecnicatura en Economía Social y
Desarrollo Local implementada en la Unidad 15, así como esas actividades
bíblico-misioneras que referí brevemente, pertenecen al grupo de aquellos
actos que, sin duda alguna, ponen a la luz lo mejor de cada uno de nosotros.
De todos los involucrados: alumnos, docentes, personal de policía, personal
penitenciario. Todos tenemos mucho muy bueno para dar a otros. Y no
olvidemos que – permítanme una reflexión cristiana – Jesús muere en una
cruz, que era un instrumento de sanción de delincuentes y disidentes del
Imperio romano. Y al último que perdona, es a un ladrón.

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