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310 FUNCIÓN Y CA..'4F<) r..;: LA p-~ d
de sus efectos; pues es por la vía de ese don por donde
realidad h.~ llegado al hombre y por su acto continuado ~
i·ARJANTES DE LA CURA-TIPO l.Ac.i\v
él la mantiene,
72:~
A I 55
Si el dominio que define este don de la palabra ha de bastar '
vuestr.a acción como a vuestro saber, ~a:tar~ también a vuei.u-:
devoc1ón. Pues le ofrece un campo pr1vdeg1ado.
Cuando los .Devas, los hombres y los Asuras -leemos en tf
[Jfe titulo, contrapartida de otro que promovía ta rúbrica to-
¡>rimer Bráhmana de Ja quinta lección del Bhrad-3.ranyaka Upa.
J,stJia inédita de cura-tipo, nos fue impartido en 195), de un
nishad- terminaban su noviciado con Prajapáti, le hicietcQ
este ruego: "Háblanos." plan del qlie era responsable un comité de psicoanalistas. E.sco-
(:dos de diversas tendencias, nuestro amigo flenri Ey les había
"Da, dijo Prajapati, el dios del trueno. ¿Me habéis entendid~>­
dtlegado en la Encyclopédie médico-chirurgicale para su incum-
y los Devas contestaron: "Nos has dicho: Damyata~ dorna~..
bmcia el encargo general que había recibido en ella él mismo
-con lo cual el texto sagrado quiere decir que los poéiert3 de
arriba se someten a Ja ley de la palabra. 'dt los métodos terapéuticos en psiquiatría.
Aceptábamos esa parte por la tarea de interrogar a dicha cura
"Da, dijo Prajapátí, el dios del trueno. ¿Me habéis entendido?" , bre su fundamento científico, el único de donde podría tomar
-;;¡o¡. Y los hombres respondieron: "Nos has dicho: Datta) dad" -con 0
S!i efecto lo que semejante título nos ofrecía de referencia im-
ello el texto sagrado quiere decir que los hombres se reconocen
por el don de la palabra. plícita a una desviación.
Desviación demasiado sensible en efecto: por lo menos cree-
"Da, dijo Prajapiti, el dios del trueno. ¿Me habéis entendido?" mos haber abierto su cuestión, si bien sin duda a contrapelo de
):' los Asuras respondieron: "Nos has dicho: Dayadhvam) haced
merced" -el texto sagrado quiere decir que los poderes de abajo la intención de sus promotores.
resuenan en la invoG1.ción de la palabra.11 , ¿Habrá que pensar que esa cuestión haya quedado ,-esuelta
por la retirada de este articulo, rápidamente puesto, por obra
Esto es, prosigue el texto, Jo que la voz divina hace oír en el
de dicho comité, en la cuenta de la ren.ovaci0n ordinaria en el
trueno: sumisión, don, merced. Da da da.
mantenimiento de la actttalidad en t·sta clase de obras?
Porque Prajapáti responde a todos; "Me habéis entendido." lvfuchos vieron en ello el signo de (2lguna precípitat.:iOn, expli-
cable en este caso por la manera misrna e:;, que cierta mayoria
se encontraba definida por nuestra critica. (El articulo apa-
reció en 1955.)

UNA CUESTIÓN 1fURCIÉLAGO: EXAMINARLA A LA LUZ DEL DÍA

"Variantes de la cura-tipo", este título constituye un pleonas-


1
mo, pero no sencillo:l señalándose con una contradicción, no
por ello es menos cojo. ¿Es ello torsión de sÚ· dirección a la
información médica? ¿O bien se trata de un abaldeo intrínseco j
a i3_ cu'estión?
Paso alris que hace las veces de paso de entrada en su pro-

• 1 En 1966, digamos que lo considerábamos abyecto. Esto que· nos sa.Ie

ae la garganta nos permite reescribir rnás ligeramente nuestro primer ca-


n Ponge acribe esto: r¿Jon (1966).
pitulo.
[31 l]

,1,"
312 VAlUANTts DE LA n ....
.
blema, por recordar lo que se presiente en el ptíblico: --~-
a .... ~ DE l.A CtlRA-TIPO
' \)l.~.

_Este rasgo puede parecer, en la cuestión presente, periférico.


313

que el psicoanálfsis n_o es una ter~péutica_ como las demás.~ r ro su alcance consiste precisamente en delimitarla con una
Ja rúbrica de las vartantes no quiere decir ni la adaptació .' ea que, apenas visible desde fuera, constituye el dominio
1
la cura, sobre la base de criterios empíricos _ni, digámoslo.n : ;~rerior de u.n círculo, sin que éste deje por ello de presentarse
nicos,2 a la variedad de los casos, ni la referencia a las variabl _rno si nada allí lo separase.
en que se diferencia el campo del psicoanálisis, sino una p~ 1.0 En ese silencio que es el privilegio de las verdades no discu~
cupación, puntillosa llegado el caso, de pureza en los medios tid:is, los psicoanalistas encuentran el refugio que los hace im-
los fines, que deja presagiar un estatuto de mejor ley que ~ xrrneables a todos loS criterios que no, sean los de· una dinámica,
etiqueta aquí presentada.
~e una tópica, de una economía que son incapaces de hacer
Se trata ciertamente de un rigor en cierto modo ético, fue~ yJ!er fuera.
del cual toda cura, incluso atiborrada de conocimientos psi.co. Entonces todo re'Conocirniento del ·psicoanálisis, 1 mismo
ar>-: :;ticos, no sería sino psicoterapia.
como profesión que como ciencia, se propone únicam'ente. ocul-
Este rigor exigiría una formalización, teórica según la enten. ¡:¡ndo un principio de extraterritorialidad ante el que el psico-
demos, que apenas ha encontrado hasta el dia de hoy más "'ti• Jnalista está en la imposibilidad tanto de renunciar a él con10
faG6ión que la de ser confundida con un formalismo práctico: de no denegarlo: lo cual Je obliga. a colocar toda validación d·e
o s·ea de lo que se hace o bien no se hace.
sus problemas bajo el signo de la doble pertenencia, y a armarse
Por eso no es malo partir de la teoría de los criterios teraptu. con las posturas de inasible que tiene el í\furciélago de la fábula.
ticos para esclarecer esta situación.
Toda discusión sobre la cu·estión· presente se abre pues con
Sin duda la despreocupación del psicoanalista en cuanto a ]Qi un malentendido, el cual se revela también por producirse a
rudimentos exigidos por el empleo d·e Ja estadística sólo puede contraluz de una paradoja de dentro.
compararse con la que es todavía usual en medicina. En él sin Esta paradoja se introduce ciertamente por lo que sale de
embargo es más inocente. Pues hace menos caso de apreciaCiorltl todas h1s plumas, y las znás autorizadas no lo demu·estran menos,
tan sumarias como: "m·ejorado", "muy mejorado", incluso "cu. a propósito de los criteríos terapeuticos del psicoanálisis. Que
rada", ya que está preparado por una disciplina que sabe des- esos criterios se desvanezcan en la justa medida en que se apela
prender el apresuramiento en concluir como un elemento en sí en ellos a una referencia teórica es grave,· cuando se alega la
mis1no cuesti(\nabie.
teoría para d.ar a la cura su estatuto. J\..fás grave cuando con tal
Bien advertido por Freud de que debe examinar de cerca los ocasión se haCe patente que los términos más aceptados no rou'es-
efci..:ros en su experiencia de aquello cuyo peligro queda sufi. tran de pronto otro uso que el de índices de la carencia o de
cientemen~e anunciado por el término furor sanandi1 no se aferra pantalias de la nulidad.
tanto a fin de cuentas a dar sus apariencias. Para hacernos una idea de esto, basta con referirnos a las co-
Si admite pues e1 sanar como beneficio por añadidura de la municaciones presentadas en el últirno congreso de la Asocia-
cura psicoanalítica, se defiende de todo abuso del deseo de cíón Psicoanalítica Internacional, reunido en Londres; n1erece-
sanar, y esto de manera tan habitual que por el solo ht:cho de rlan llevarse al expediente en su totalidad, y cada una ínte-
que una innovación se motive en é1 s-e inquieta en su fuero in· gramente.3 Extraeremos de una de ellas una apreciación mesu-
terno, reacciona incluso en el foro del grupo por la pregunta rada (la traducción francesa es nuestra): "Hace veinte años 4
automática en erigirse con un "si con eso estamos rodaví"1. en -escribe Edward Glover-, hice circular un cuestionario con el
el psicoanálisis".
fin de dar cuenta. de Io que eran las prácticas técnicas reales y
1
Salvo que se retome en la estructura lo que especifica a nuestra "clí-
"Cf. lnternntional ]ournal of Psycho·Analyús, 1954, núm. 2: todo el
nica" en el sentido que sostiene todavia de un momento de nacimieoto,
u time ro.
momento originalmente reprimido en el médico que lo prorroga, que ~ 1
l]P citado, p. 95. Se encontrará este artículo traducido íntegramente cu
convierte él mismo desde es.e momento en el niño perdido, cada vez má!. CI.
Michel Foucautt, El nacimiento de la clinica ... México, Siglo XXI, 1966. !as últimas páginas del volumen de este autor publicado bajo el título de
Trchniqiu de la psychanalyse, Presses Univenitaires de France, 1958.

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31-i ' !15
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C'Ul.A-lll-o
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VAlUANTEs DE LA f;..ll·¡,."'T.ES PE LA CURA·TIPO

las normas de trabajo de los psicoanalistas en 'eSte país (Gn.z:i c0'5 de diagnóstico, de pronóstico y de selección de los casos,
Bretaña). Obtuve respuestas completas de veinticuatro de nue,. practicarían, aunque fuese de manera aproximada, los mismos :::
Q.
tros veintinueve miembros practicantes. Del examen d-e las CUa- procedimientos técnicos. !'l·inguna de estas pretensiones podría ' 1
Ies. transpiró (sic) que no había acuerdo completo sino en seis ;oportar un control un por.o estrecho''. 6 ' 1
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de los sesenta y tres puntos planteados. Uno solo de 'esos se· Como se necesitarían diez páginas de esta Enciclopedia sólo
p'intos podía considerarse como fundamental, a saber: la nC:
sidad de analizar la transferencia; los otros se referían a mate.
p:ira la bibliografía de los artículo; y obras en que las autorida·
dts menos impugnadas confirman semejante confesión, todo
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rías tan menores como Ia inconveniencia de recibir regalos el recúrso al sentido común de los filósofos parece excluido para·
rechazo del uso de ténninos técnicos en el análisis, la evitac:Íón encontrar en él alguna medida en la cuestión de las variantes
de los con~ac'..os sociales: Ja_ a_bstención de c?~testar a las pregun. del tratamiento analítico. El mantenimiento de las normas cae
tas, la ob1ec1ón de pr1nc1p10 a las cond1c1ones previas y, de mis y más en el orbe de los intereses del grupo, con10 se mani-
n1anera bd.:,lante interesante, el pago de todas las sesiones en fie-sta en los Estados Unidos donde ese grupo representa Uil
que se falta a la cita." Esta referencia a una encuesta ya antigua Po':ier.
toma rn valor de la calidad de los practicantes, todavía reducid°' Entonces se trata menos de un standard que de un standing.
a una...;Iite, a los que se dirigía. La evocamos tan sólo por la Lo que hemos llamado más arriba formalismo es lo que Glover
urgencia, que ha llegado a s·er ya pública, de lo que no era sino designa como "perfeccionismb". Basta para darse cuenta de 1 /·

necesidad pe1sonal, a saber (es el título del artículo): definir ello señalar cómo habla de él: el análisis "pierde así la medida \

los "criterios terapéuticos del análisis". El obstáculo principal d-e sus límites"; se ve conducido a criterios de su operación "in·
-e~· designado allí en divergencias reóricas fundamentales: "No motivados y por tanto fuera del alcance de tOOo control", in-
necesitamos n1irar lejos -se prosigue- para encontrar sociedades cluso a una "mystique (la palabra está en francés) que desafía
psicoanalítica'> hendidas en dos (sic) por semejantes diferencias, el examen y escapa a toda discusión sensata".7
-eon i:rrupos ·e):tremos que profesan puntos de vista mutuarnente~ Esta mistificación -es en efecto el término técnico nara de~
incompatible~, cuyas secciones son mantenidas en una unión signar todo proceso que hace oculto para el sujeto el ofigen de
incómoda por grupos medios, cuyos miembros, como sucede con los efectos de su propía acción- es tanto n1ás :rotable cuanto
todos los eclécticos del mundo, sacan partido <le su ausencia que el análisis sigue conservando un favor que se acerl.dra por '
de originalidad haciendo una virtud de su eclecticismo, y pre- su duración, tan sólo por considerarse en una opinión [.,astante
tendiendo, de manera implícita o explícita, que, sin importar amplia que llena su lugar putativo. Basta para ello .-:on que, -en
las divergencias de principio, la verdad científica no reside sino los círculos de las ciencias humanas, suceda c¡ue esperándola de
en el compromiso. /\. despecho de este esfuerzo de los eclécticos éli se le dé esa garantía.
¡:~or salvar Jas apariencias d'e un frente unido ante el público Resultan de ello problemas que llegan a ser de interés públi-
científico y psicológico, es evidente que, en ciertos aspectos fun· co en un país como los Estados Unidos donde la cantidad de
damentales, las técnicas que ponen en práctica grupos opuestos los analistas da a la calidad del grupo el alcance de un factor
son tan diferentes como la tiza del queso." is sociológico embragado en lo colectivo.
Así pues el autor citado no se hace ilusiones sobre la oportu· Que el medio considere necesaria la coherencia entre técnica

l
nidad que ofrece el Congreso plenario, al que se dirige, de redu- y teoría no es por ello más tranquilizador.
cir las discordancias, y esto por falta de toda crítica sobre "la Sólo una aprehensión de conjunto de las divergencias, que
suposición ostentada y alimentada con cuidado de que los que sepa ir a su sincronía, puede alcanzar la causa de su discordia.
están en situación de participar en semejante propósito. com· Si se intenta esto, se adquiere la idea de un fenómeno masivo
F'artirían, aunque fuese grosso modo, los mismos puntos de vista, de pasividad, y aun de inercia subjetiva, cuyos efectos parecen
hablarían el lnismo lenguaje técnico, seguirían sistemas idénÚ· acrecentarse con la extensión del movimiento.
1
Las cursivas son del autor, /JP, p. 96.
1
TJP cit., p. 9!:í. 1
l]P, 1954, núi:i:i.,~, p. 96.

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.316 VARIANTES DE LA CUitA-l'IPQ vJJtlANTES DE LA CtJRA·TlPO 317

Por lo n1enos esto es lo qu·e sugiere la dispersión que se com- muestra pues redoblada con un desconocimiento interno a su
prueba tanto en la coordinación de Jos· conceptos como en su propio movimiento.
comprensión. Aquí es donde la cuestión d-e las variantes pued,~. si es que
Algunos buenos traba jos se esfuerzan por volver a ponerlos en su condición de ser presentada al público médico ha de ser
vigor y parecen tomar el cami,no ta jan te de: argüir sobre su.s correspondida, encontrar un favor imprevisto.
antinomias, pero es para volver a caer en sincretismos de pura Esa plataforma es estrecha: Consiste toda ella en que una prác-
ficción, que no excluyen la indiferencia ante las falsas apa. tica que se funda en la intersubjetividad no puede escapar a sus
riencias. leyes cuando queriendo ser. reconocida invoca sus efectos.
Se llega asi a celebrar que la debilidad de la invención no Tal vez .bro.tase ·suficiente el rayo haciendo ver ·que la extra-
haya permitido n1ás destrozos en los conceptos fundamentales, territorialidad cubierta d·e Ja que procede para extenderse el
los cuales siguen siendo los que debemos a Freud. Su resistencia psicoanálisis ·sugiere que. se la trate a la manera df' .-;n tumor
a ,, .• tos esfuerzos para adulterarlos se convierte en la prueba par la exteriorización.
a rn'l'1 t;-::.;iv u~ su consistencia. Pero sólo se rinde justicia a toda pretensión ·que se arraiga
1~al es el casO de la transferencia que se muestra a prueba de en Un desconocimiento aceptándola en té_rminos crudos.
toda teoría vulgarizante, y aun de la idea vulg-.ir. Cosa que debe

1
La cuestión de las .variantes de la cura, por adelantarse aquí
.a la robP~t,,_;:: !ü::geliana de su constitución: ¿qué otro concepto con el rasgo galante de ser cura-tipo, nos incita a no conservar
:id.y en efecto que haga resaltar mejor su identidad con la cosa. en e11a más que un criterio, por ser el único de qu-e dispone el
con la cosa analítica en este caso, cuando s·e pega a él con toda.s médico que orienta en ella a su paciente. Este criterio rara vez
las ambigüedades que constituyen su tiernpo lógico?
enunciado por considerárselo tautológico lo escribimos: un psi-
Este fundamento de tiempo es aquel con que Freud la inau.
coanálisis, tipo o no, 'es la cura que se espera .de un psicoanalista.
gura y que nosotros n1odulamos: ¿retorno o memorial? Otros se
{l'emoran en la cosa sobre este punto resuelto: ¿es real o desreaJ~
}_agaches interroga sobre el concepto: ¿necesidad de repetición
DE LA VÍA DEL PSICOANALISTA A SU 1'.fANTENIZ..HE."STO:
-0 repetición de la necesidad?¡¡
CONSIDERADO EN SU Of_<;VIACIÓN
Se capta aquí que los dilerr1as en que se enmaraña el practi-
cante proci::den de los rebajamientos por los cuales su pensa-
La observación que sin'e de pórtico· ai .capít"ulo precedente no
n1iento está en falta para con su acción. Contradicciones que nos
tiene otra evidencia sino irónica. Es que perfilándose sobre el
cautivan cuando, drenadas en su teoría, parecen forzar a su
pluma con alguna dváyxr¡ semántica donde se lee ab infenºori callejón sin salida aparente de la cuestión en su ..enfoque dog~
Ja dialéctica de su acción. mático, la reitera, bien mirado y sin omitir el grano de sal, por
Así una coherencia exterior persiste en esas desviaciones de 1a un juicio sintético. a priori) a partir del cual podrá sin duda
experiencia analítica que enmarca su eje, con el mismo rigor volver a encontrarse en ella una razón práctica.
con que las esquirlas de un proyectil, al dispersarse, conservan Pues si la vía del psicoanálisis se pone en tela de juicio en la
su trayectoria ideal en el centro de gravedad del surtidor que cuestión de sus variantes hasta el punto de rio recomendarse ya
trazan. sino de un solo tipo, una existencia tan precaria estalJlece que
La condición del malentendido, de la cual h·emos observado un hombre la mantenga y que sea un hombre real.
que traba al psicoanálisis en la vía de su reconocimiento, se Así, será por las solicitaciones ejercidas sobre el hon1bre real
A "Le prob!en1c du transfcrt•·, Re11. Franfaiu· de Psychanalyse~ 1952, por Ja ambigüedad de esta vfa como intentaremos m.edir, con
)6, número 1·2. el efecto que él experimenta, la noción que toma de ella. Si
11 En 1966, nadie que siga nuestra enseñania sin ver en ella que ta traru·
prosigue su tarea en efecto en esa ambigüedad, es que no lo
fcrencia es la intromisión del tiempo de saber.
Este texto, aunque reescrito, sigue escrupulosamente nuestros enunciad().'( detiene más de lo que es común en la mayoría de las prácticas
<le entonce<;. humanas; pero si sigue siendo permanente en esa práctica par~

j
·~

318 VARIANTES I>E LA ct..')'.,\.'tl:loo y,tJtlANTES DE LA CURA·TIPO
319 r.
ticular Ja cuestión del lín1ite que ha de asignarse a sus variantes, ¡0 s términos de su discurso, la abertura propia de la regfa que, !I
es que no se ve el 'término donde cesa la ambigüedad.
Entonces importa poco que el hombre real se descargue de
Je asigna como fundamental: a saber que ese discurso se prosiga
primo sin interrupción, secundo sin retención, esto no sólo en ~
cuanto a la preocupación de su coherencia o de su racionalidad
m
~!
Ja tarea de definir ese término en las autoridades que sólo sub.
vienen a ella dando gato por. liebre, o que se avenga a deseo. interna, sino también en cuanto a la vergü'enza de su llamado
nocerlo en su rigor, evitando poner a prueba ·el límite; en· los ad hominem o de su aceptabilidad mundana. Distiende pues de 11
dos casos será, por su acción, más burlado que burlador de él este modo el margen que pone a su merced la sobredetermina-
pero con ello no se hallará sino más a sus anchas para alojar ali{ ción d-el sujeto en la ambigüedad de la palabra constituyente 1 '·:.1
los dones que lo adaptan a él: sin darse cuenta de que al aban. y del discurso constituido, como si esperase que sus extremos se
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donarse aquí a la mala fe de la práctica instituida, la hace caer uniesen por una reveiación que los confunde. Pero esa conjun·
1 i
al nivel de las rutinas cuyos secretos dispensan los hábiles; secre. ción no puede operarse, d·ebido al límite poco notado en el que_
tos desde c~c mon1ento incriticables, puesto que están si'ernpre permanece contenida la prete'ndida libre asociación, por el c-_.a
subordinados a los 1nis1nos dones, aunque ya no los hubiese e~ la palabra del sujeto es mantenida en las formas sintácticas que
el n1undo, que ellos se reservan discernir. la articulan en discurso en la l'engua empleada, tal con10 la en-
A~eI que se deja, a este precio, aligerar de la preocupación tiende el analista.
de su rnisión se creerá incluso confirmado 'en ello por la adver. Por· consiguiente el analista conserva entera la responsabi-
tencia que resuena todavía con la voz misma que formuló las lidad en el pleno sentido que acabamos de definir a partir de
su posición d·e oyente. Una ambigüedad sin ambages, por estar i !.
reglas fund:nnentales de su práctica: de no hacerse una -idea
demasiado elevada de esa misión, ni menos aún el profeta de a su discreción como intérprete, se repercute en una secreta inti-
alguna verdad establecida. Así ese precepto, presentándose bajo mación que él no podría apartar ni siquiera callándose.
el n1odo negativo, por el cual el maestro pensó ofrecer esas Por eso los autores confiesan su peso. Por oscuro que perma-
regl<'~ a la comprensión, no abre sino su contrasentido a 1a nezca para ellos, por todos los rasgos en que se distingue un
falsa humildad. malestar. Esto se extiende desde el azoro, o aun de lo informe
En el carnino de la verdadera, no habrá que buscar lejos la de las teorías de la interpretación, hasta su rareza c1._-11stantemen-
a1nbigüedad insostenible qu·e se propone al psicoanálisis; está te acrecentada en la práctica por la postergación nunca propia-
al alcance de todos. Ella es la que se rcv1~la en la cuestión de lo mente motivada de su empleo. El vago término analizar viene
que· quiere decir hablar, y c<:da uno Ja encuentrá con sólo aco- a remediar demasiado a n1enudo la flotación que retiene ante 'J
ger un discurso. Pues ]3. locución misrr1a en que la lengua re- el de interpretar,- por defecto de su puesta al día. Sin duda es
1
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coge su intención rnás ingenua: la de entender lo que "quiere de un efecto de huida de lo que se 'trata en el pensamien10 .del r t¡
decir", dice suficientemente que no lo dice. Pero lo que quiere practicante. I..a falsa consistencia de la noción de contrátrans- 1 ¡¡
decir ese "quiere decir" es tan1bién de doble sentido, y depende ferencia, su boga y las fanfarronadas que abriga se explican por
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del oyente que sea el uno o el otro: ya sea lo que el hablante servir aquí de coartada: el analista escapa gracias a ellas de
quiere decirle por medio del discurso que le dirige, o lo que considerar la acción que le corresponde en la producción de li ~,

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ese discurso le enseña de la condición del hablante. Así, no la verdad.1º
sólo el sentido de ese discurso reside en el que lo escucha, sino La cuestión de las variantes se esclarecería de seguir ese efecto,
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que es de su acogida de la que depende qui·én lo dice: ·es a saber
el sujeto al que concede acuerdo y fe, o ese otro que su discurso
esta vez diacrónicamente, en una historia d'e las variaciones del
movimiento psicoanalítico, devolviendo a su raíz universal, a
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le entrega como constituido. saber su inserción en la 'experiencia de la palabra, la especie ·: : ¡
Ahora bien, el analista se apodera de ese poder discrecional de catolicidad paródica en la que esta cuestión torna cuerpo. l. .:'i:"~
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del oyente para llevarlo a una potencia segunda. Pues, además Por lo demás, no se necesita ser gran letrado p;:.ira saber que ¡: ;¡\ tt.
de que se pone expresamente para sí mismo, y aun p<tra eI suje-
to hablante, como intérprete del discurso, impone al sujeto, en º Tre! párrafos reescritos. l1
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32ü VARIANTES DE LA CUL\_.llJ.o ~/,.RJAl"<nS DE LA CURA·TI.PO
321

las palabras-clave que el hombre real_. aquí evocado, Utiliza sujeto francamente constituyente, puesto que sostenía los síntO::
de la manera más celosa para ilustrar con ellas su técnica no son mas en su sentido antes de que éste fuese revelado, y esto se com-
síen1pre las que concibe más claramente. Los augures se rubon. prueba directamente al reconocerlo en la astucia del desorden
zarían de urgirse demasiado unos a otros sobre este punto, y no en qúe lo reprimido pacta con la censura, en lo cual, observé-
les parece mal que· la vergüenza de los más jóvenes, por exten. moslo de pasada, la neurosis se emparienta con la condición
derse hasta los más novicios gracias a una paradoja que explican más común de la verdad en el habla y en lo escrito.
las modas actuales en favor de su formación, Ies ahorre esa Si entonces, una vez que el analista ha dado al sujeto la clave
prueba. de su síntoma, éste no deja por ello de persistir, es que el sujeto
Análisis del material, análisis de las resistencias, tales son los resiste a reconocer su sentido: y se concluye que es esa. resisten-
términos en que cada uno reíeriría el principio elemental como cia la que hay que analizar antes que nada. Entendamos
Ja palabra final de su técnica, y el primero aparece como cadu. que esta regla concede todavía fe a· la interpretación, pero será
co desde Ia p,.. _..ioción del segundo. Pero, puesto que la perti- de la vertiente del sujeto en la que va a buscarse esa resistencia
nencia de la interpretación de una resistencia se sanciona por' de la que va .a depender la desviación que se anuncia; y es claro
la emergenci:l de un "nuevo material", será en cuanto a la suerte que. la noción se inclina a considerar al sujeto como constituido
que habrá de reservarse a éste donde empezarán los matices y en su discurso. Basta con que vaya a buscar esa resistencia fuera
aun las di\'ergencias. Y resulta que si hay que interpretarlo de ese discurso mismo, y la desviación será sin remedio. No vol-
co1no anteriormente, habrá motivo para preguntarse si, en estos verá a interrogarse sobre su fracaso a la fünción constituyente
dos tiempos, eI término interpretación cons-erva eJ mismo sentido. de la interpretación.
Para responder a esto, puede uno referirse a los inicios del Este movirniento de dinüsión en el uso de la palabra justifica
afio 1920 en que se instaura el viraje (tal es el término consa. que se diga que el psicoanálisis no ha salido, desde entonces, de
grado 'en la historia de Ia técnica) considerado desde entonces su enfermedad infantil, término que rebasa aquí el lugar común,
como_ decisivo en las vías del análisis. Se motiva, en esa fecha, por toda la propied.ad que encuentra gracias al resorte -!e 'este
por un amortiguamiento en sus resultados, cuya comprobación mo\'Írnicnto·. donde to<lo se so5tienc en efecto por el paso en
hasta ahora sólo puede esclarecerse por la opínión, apócrifa o falso de método que cubre tl más grande non1bre en el psico-
no, en la que el humor del rnaestro toma a posteriori valor de análisis de niños.
previsión, de ser necesario apresurarse a hacer el inventario del l.,a noción de la resistencia no era sin embargo nueva. Freud
inconscien-te antes de que vuelva a cerrarse. había reconocido su efecto desde 1895 como manífiesto en la
1.o· que sin embargo queda marcado de descrédito en la téc- verbalización de las cadenas de discurso en que el sujeto consti-
nica. por el término mismo de "material" es el conjunto de los tuye su hístoria, proceso cuya concepción no vacila en dotar de
fenómenos ~n los que habíamos aprendido hasta entonces a en- imágenes al representar esas cadenas como englobando en su
contrar el secreto dei síntoma, dominio inmenso anexado por el haz el núcleo patógeno alrededor del cual se flexionan, para pre-
genio de Freud al conocimiento del hombre y que merecería el cisar que el efecto de resistencia se ejerce en el sentido transver-
título propio d·e "semántica psicoanalítica": sueños, actos falli- sal al paralelismo de estas cadenas. Llega íncluso hasta plantear
dos, Japsu~ del discurso, desórdenes de la rememoración, capri· matemáticamente la fórmula de proporcionalidad inversa de este
chos de la asociación mental, etc. efecto a Ja distancia del núcleo respecto de la cadena en curso
Antes del "viraje", es por el desciframiento de este material de mernorización, encontrando en ello, por eso mismo, la me-
como el sujeto recobra, con la disposición del conflicto que de- dida del acercamiento realizado.
termina sus síntomas, la remen1oración de su historia. Y -es igual- Está claro aquí que, si la inrerpretación de la resistencia en
mente por la restauración del orden y de las lagunas de ésta acción en tal cadena de discurso se distingue de la interpreta-
como se mide entonces el valor técnico que debe conced·erse cic>n <le sentido por la cual el sujeto pasa de una cadena a otra
a Ja reducción de los síntomas. Esta reducción comprobada de- más "profunda", es sobre el texto mismo del discurso donde la
muestra una dinámica en que el inconsciente se define como un primera se ejerce sin embargo, incluyendo sus elusiones, sus
322
~ 323
VAJUANTES DE LA CUkJ...l1J>oo, ~· ..\RlAr-,TES DE LA CUR.A-TJPO

distorsiones, stis elisiones, y hasta sus agujeros y sus síncopas. No hay sino que leer las frases qu-e abren el libro The ego anrf
La interpretacióri d'e la resistencia abre pues la misma arnbi~ ¡he mechanisms of defense, de Anna Freud: 1 2 "En ciertos pe· '
güedad que hemos analizado más arriba en la posición del riodos del desarrollo de la ciencia psicoanalítica, el interés teó-
oyente y que retoma aquí Ja pregunta: ¿Quién resiste? -El y 0 rico concedido al ·yo del individuo era abiertamente desapro-
respondía la primera doctrina, comprendiendo sin duda en ¿j bado .. - Toda ascensión del interés desde las capas más profun·
al sujeto p'ersonal, pero sólo desde el ángulo de manga ancha das hacia las más superficiales de la vida psíquica, y asimismo
de su dinámica. todo viraje de la investigación del Ello hacia el Yo eran consi-
Es en este punto donde la nueva orientación de la técnica se derados, en general, como un comienzo de aversión hacia el
precipita en un engaño: responde de la misma manera, descui. análisis", para escuchar, en el sonido ansioso con que preludian
dando el hecho de que se las ve con el Yo cuyo sentido Freud el advenimiento de una era nueva, la música siniestra en 1a
su oráculo, acaba df:' cambiar instalándolo en su nueva tópica: que Eurípides inscribe, en sus Fenicia.s, el lazo místico det per-
precisatnente con la mira de m·arcar bien que la resistencia no sonaje <le Antígona con el tiempo de retorno de la Esfinge sobre
es privilegio del Yo, sino igualmente del Ello y del Superyó. • la acción del héroe.
Desde ese momento nada de este último esfuerzo de su pen. Desde entonces, es un lugar común- ·tecordar que no sabemos
samiénto será ya verdaderamente con1prendido, como se ve en nada d'Cl sujeto sino Io que su Yo tiene a -bien darnos a conocer,
que los autores de la .o1a del viraje estén todavía en la etapa de y Otto Fenichel llega hasta proferir por las buenas, como una
dar vueitas bajo todas sus facetas al instinto de n1uerte, incluso verdad que no necesita discutirse, que "eS al Yo a .quien incum-
a en·marañarse sobre con qué propiamente -el sujeto ha de iden. be la tarea de comprender el sentido d·e las palabras"."
tificarse, si con el Yo o con el Superyó del analista, sin dar en FJ paso siguiente lleva a la confusión de la resistencia y de
ese camino paso que valga, sino cada vez más multiplicando la defensa del Yo.
un contrasentido irresistible. La noción de defensa, promovida por Freud, desde 1894, en
Por un v .... ~leo de la justa 'elección que determina cuál sujero una primera referencia de la neurosis a una concepción gene·
es acogido en l<! palabra, e! sujeto constítuyente del síntoma es ra1mente aceptada de la función de la enfermedad, vuelve a
tratado como constituido, o sea, como dicen, en material, mien· ser tomada por él, en su trabajo fundamental sobre la inhibi-
tras que el Yo, por n1uy constituido que esté en la resistencia, ción, el síntoma y la angustia, para indicar que el Yo se forma
se convierte en el sujeto al que el analista en Jo sucesivo va a de los mismos momentos que un síntorna.
apelar con10 a la instancia constituyente. Pero -el único uso sen1ántico que, en su libro- citado hace un
Que se trate de la persona en su "totalidad" es en efecto instante, la señorita :\nna Freud hace del término Yo como sujeto -,1
falso del nuevo concepto, incluso y sobre todo en que asegura del verbo muestra suficientemente la transgresión que co'nsagra
el enchufe de órganos llamado sistema percepción-conciencia. con él, y que, en la desviación desde <entonces :asentada, el Yo es ¡;.,
(¿Freud por otra parte no hace d'Cl Superyó el primer aval de ciertamente el sujeto objetivado, cuyos mecanismos de defensa
una experiencia de la realidad?) constituyen Ja resistencia.
El tratamiento se concebirá -entonces como un ataque que pone
Se trata de hecho del retorno, del tipo más reaccionario y por
ello cuán instructivo, de una ideología que er1 todas ]as demás como principio la existencia de una sucesión de sistemas de
defensa en el sujeto, lo cual queda suficientemente confirmado \! 1
partes reniega de sí misma por haber entrado simplemente en
quiebra. 11 por las vacuidad-es ridiculizadas a la pasada pcr Edward Glover,
y con lo que se da uno a bajo precio aires de importancia plan- ' 1
u Si con C!ta~ linea!, corno con nuestras lecciones, hemos aligerado bas·
tante el imperio de hastío contra el que van su.'l pe$Cozone.'l, para que al u Traducidas aquí al francés Por no!otros. [El Yo y los mecanismas de de·
recorrerla.'l aquí se corrija como por sí mi.'lmo su atila de emisión, añadá· fensa, Buenos Aire~, Paidós, varias ediciones. AS]
mosle ata nota: que en 1966 dirfamos que el Yo es Ja teología de la libre u Problemes de tech~ique prychanalytique, Presses Universitaires de Fran· "1
empre!-a, de~lgnándotei como patrono:J la ,tríada:· Fénelon, Guizot, Victor ce, p. 63. [Problemas de timica psicoanalítica, Rosario, Control, 1973, p.
Cowin. 93. AS]

_,.
~2<
VARtA1'i'TEs OF; U. ~-~
i.••):,l}.. ~"Tf.S DE LA CURA·TIPO 325
teando a tuertas y a derechas la, cuestión de saber si se ha ..
Jizado bastante bien la agresividad";" por cuyo expedien:"i nUnífestación de la presencia del sujeto pronto parece deberse
alma de Dios afirma no haber encontrado nunca de la
ferencia otros efectos sino agresivos.
,ran: referir: su pres·entación en su aspecto y su porte, la afectación
~e sus n1odales, y el saludo de su despedida¡ una reacción de
Así es como Fenichel trata de enderezar las cosas por lDedi ctitud en la sesión merecerá más atención que una falta de
de una inversión que las embrolla un poco más. Pues si bi~ :intaxis y será más apreciada por su índice de tonus que por su
no se sigue sin interés el orden que él traza de la operación que JÚ:::ince gestual. Una bocanada emocional, un borborigmo visce-
debe realizarse contra las defensas del sujeto al que considen ral serán testimonios buscados de la movilización de la resisten·
como una plaza fuerte -de donde resulta que las defensas tn cía, y Ja sandez a que llega el fanatismo de lo vivido no dejará
su conjunto no tienden sino a desviar el ataque de aquella qll(: Je encontrar en la intersubodoracíón su recóndito meollo.
por cubrir demasiado cercanamente lo que esconde, lo entr~ Pero, a medida que se separa más del discurso en que se ins.-
ya; pero .. a.mbién que esa defensa es desde ese znornento Ia prer¡. cribe la autenticidad tle la relación analítica, lo que sigue Jlq.
da esencial, hasta el punto de que la pulsi6n que oculta, de ofre. rnindose su "interpretación" corresponde cada vez más exclu-
cerse desnuda habría de considerarse como el artificio supremo siv¡!rnente al saber del analista. Sin duda, ese saber se ha acre-
panr-preservarlo-, la impresión de realidad que nos seduce en centado mucho en esa vía, pero no se pretenda haberse alejado
esa estrategia preludia el despertar que quíere que allí donde así de un análisis intelectualista, a menos que se reconozca que
desaparece toda sospecha de verdad, la dialéctica recobre su.s la comunicación de este sab<er al sujeto no actúa sino como una
derechos por aparecer que no ha de ser inútil en la práctica si suRestión a la cual el criterio de la verdad permanece ajeno. Por
tan sólo se le devuelve un sentido. es¿ un Wilhelm Reich, que ha definido perfectamen.te las con-
diciones de la intervención en su modo de análisis del carácter,
Pues no se ve ya ningún término ni aun ninguna razón a la
investigación dt: las pretendidas profundidades, si lo que descu. considerado con justicia como una etapa esencial de la nueva
técnic<l, reconoce no esperar su efecto sino de su insistencia. 15
bre no es más verdadero que lo que lo recubre, y, de olvidaflo,
el análisis se degrada en una inmensa chicana psicológica, cuyo Que el hecho mismo de esa s.ugestión sea analizaC: como tal
sentimiento nos lo dan más que suficientemente los ecos que no ia convertirá por -ello en una interpretación verdadera. Se-
pueden tenerse de su práctica en algunos. mejante análisis dibujaría solamente la relación de un Yo con
un Yo, Es lo que se· ve en la fórmula usual, que el analista debe
Si fingir fíngir, en efecto, es un momento posibl_e de Ia dia-
hacerse aliado de la parte sana del Yo del sujeto, si se la com-
léctica, no por ello es menos cierto que Ja verdad que el sujeto
confiesa para que se la tome por una mentira se distingue de lo pleta con la teoría del desdoblamiento del Yo en el psicoanáli-
sis.fe Si se procede así a una serie de -biparticiones del Yo del
que sería su error. Pero el mantenimiento de esta distinción
sólo es posible en una dialéctica de la intersubjetividad, donde sujeto Hevándola ad infinitUm, está claro que -se reduce, en el
la palabra constituyente está supuesta en el discurso constituido. límite, al Yo del analista.
Al rehuir efectivamente el más acá de la razón de este dis. En este camino, poco importa que se proceda según una fór~
curso, se le desplaza en el más allá. Si el discurso del sujeto mula en que se refleja bien el retorno al desdén tradicional del
podía, en Ultimo extremo y ocasionalmente, ponerse entre pa~ sabio por el "pensamiento mórbido", al hablar al paciente en
réntesis en la perspectiva inicial del análisis por la funci6n de "su lenguaje", no por -ello se le devolverá su palabra.
engaño, y aun de obstrucción, que pu'ede Henar en Ja revelación El fondo de la cosa no ha sido cambiado, sino confirmado
de la verdad, es en cuanto a su función de signo y de manera por formularse en una perspectiva enteramente diferente, la de
permanente como es devaluado ahora. Pues no es ya sólo que se
i~w. Rclch, "El análisis del carácter", Interno!. Zschr. iintl. P.sychoanal.,
le despoje de su contenido para ocuparse de su emisión, de su !9'?8, 14, núm. 2, pp. 180-106. Trad. ingl. en The Psychoanalitic Rea(ler, Ho-
tono, de sus interrupciones, incluso de su melodía. Toda otra garth Pres>, Londres, 1950. [El análisis del cardcter, Buenos Aires, Paid6~.
~arias ediciones. As]
u IJP, 1954, núm. 2, p. 97. i• R. Sterba, .. La suerte del Ego en .la terapia analltica", lnttrnat. J. Psy-

cho·Anal., 1934, núm. 2-3, pp. 118-126.


·~~

'
y,1.JUANTES DE. LA CURA·TtPO 527
326 VARIANTES DE. L\ CURA·TH'Q

la relación de -objeto cuyo papel reci·ente en la técnica vamos (1928, p. 209) no quiere que vengan de otro sitio sino del pre-
a ver. Sólo que, al 'referirse a una introyección por el sujeto, y consciente, es también de un ef'ecto de retorno de lo que se
bajo forma de buen objeto, del Yo del analista, permite soñar trata en la presente promoción de los efectos puestos bajo la
sobre lo que un hurón observador deduciría de ese banquete rúbrica de contratransferencia. 1'..l
m:stico en cuanto a la mentalidad del civilizado moderno, por Así, no puede sino seguirse -ergotizando en la irrelación en
poco que ceda al mismo extraño error que cometemos al tomar que se sitúa la instancia del Yo con sus vecinas para aquellos
al pie de la letra las identificaciones simbólicas del pensamiento que Consideran que representa la seguridad del sujeto.
que llamamos "primitivo". Hay que apelar al s·entimiento primero que da el analista,.-que
Qu'eda el hecho de que un teórico, opinando en la delicada no es en- todo caso el -de que el Yo sea su fuerte, por lo m_enos
cuestión de la terminación del análisis, establece crudamente cuando se trata del suyo y del fundamento que puede tomar
que implica la identificación del sujeto con el Yo del analista de él.
en cuanto que ese Yo io analiza.1 1 ¿No ·es éste el hueso -que necesita que el psicoanalista deba ser
Esta fórmula, demistificada, no significa otra_ cosa sino que' un, psicoanalizado, principio que S, Ferenczi lleva al rango de
al excluir su relación con el sujeto de tocio cimiento en la pa. seguncla . regla- fundan1ental? ¿'{ no se doblega el- psicoanalista
!abr.,. el analista no puede comunicarle nada que no haya red. bajo el-juicio que bien po<len1os llamar final de Freud, puesto
bido de un saber preconcebido o de una intuición inmediata, que fue 'expresado por él dos años antes de su muerte, a saber
es decir que no esté sometido a la organización _de su propio Yo. que "no alcanza generalmente, en su propia personalid.ad, el
Se aceptará de momento esta aporía a la que el an~í.lisis queda grado de normalidad al que quisiera hacer llegar a sus pacien-
reducido por n1antener en su desviación su principio, y plantea. tes"?2º Este veredicto asombroso, y sobre el que no hay vuelta
remos la pregunta: para asumir ser la medida de la verdad d'e <le hoja, sustrae al psicoanalista del beneficio de la excusa que
todos y cada uno de los sujetos que se confían a su asistencia, puede hacerse valer precisamente -en favor de toda élite, y es que
¿qué debe pues cpr el Yo del analista? se recluta en el común de los hombres. 1 ¡¡
Desde el n1omcntó en que está por debajo del promedio, la '• q
hipótesis más favorable es ver en ello el éfecto d~~ rebote de
DEL YO ES EL ANÁLIS!S Y DE SU FIN EN EL ANALISTA un desvali1ni'ento que lo que precede n1uestra que se origina

en el acto n1istno analítico.
Este tér1nino de aporía con qut:: rcsumin1os en la <lesembo&cada S. Ferenc1.i, el autor de la prin1era generac¡ón más pertinente
de este segundo capítulo la ganancia adquirida sobre el calle.
jón sin salida del prin1ero anuncia que pretenden1os sin duda
para cuestionar lo que se requiere de la p'Crsona del psicoana~
·¡
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lista, y especialrnente para el fin del tratamiento; evoca eri otfo
afrontar esta ganancia en el sentido común d·eI psicoanalista: [.! Ji.
lugar el fondo del problema. d 1! ,,
y ciertamente no complacernos en que pueda ofenderse por ello. En su luminoso artículo sobre la -elasticidad psicoanalítlca,21 ' ji i
Aquí también procederemos a observar que las nlismas cosas se expresa en estos términos: "Un problema hasta ahora no to-
exigen un discurso diferente de ser tomadas en otro contexto,
y prepararemos nuestra exposición recordando que, si han pre-
cado, sobre el que Hamo la aten_ción, es el de una metapsicologia
que está aún por hacerse de los procesos psíquicos del analista
¡,
. ¡, ¡:
¡''.
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valecido sobre la famosa "comunicación de los inconscientes" durante el análisis. Su balance libidinal muestra un movimiento
(considerada no sin razón en una fase anterior como el princi· pendular que le hace ir y venir entre ·una identificación (amor
pio de la verdadera interpretación) esa connivencia (Einfüh- del objeto en el análisis) y un control ejercido sobre sí, en cuan-
:1 l: \'
lung) , esa cotación (Abschiitwng) ante las cuales S. Ferenczi 18
ir W. Hoffer, "Tres criterios psicológicos para terminar el tratamiento", u Es decir de la transferencia en el analista (nota de 1966).
,., Freud, Análisis terminable y andlísis interminable, en G. W., t. 16, p. 93
:','·1.li ,'··.1-
Internat. ]. Psycho·Anal., 1950, núm. 3, 194-195. F '
[A. xxrtt, p. 249. Freud utiHza Ja expresión "erziehen wollen", que no es "qui·
19 5, Ferenc:zi, "Elasticidad de la técnica psicoanalítica", /nternat. Zschr.

iirztl.,. Psych~anal.,. 1928~ 14, núm. 2, 207·~ (en Probfeinas y mttodos del siera- hacer llegar" sino exactamcri.te "querer educar". As] i
S!. fntemat. Zschr. iirztl. Psychoarrol., 1928, núm. 2. p. 2fi7.
psico'andlisis; Buenos Aires, Paidós, pp. 77·88. As]

l
i
328 VARlANTEs DE LA Clrl.A-Tlf"O. \',>..RliU'TES DE LA CURA·TIPO 3'.¿9

to que es una acción intelectual. Durante el trabajo prolongado revela este conflicto se obtiene en un tiempo segundo de una
de cada día, no pueéle en absoluto abandonarse al placer de fase preliminar del tratamiento, sobre el cual W. Reich, en su
agotar libremente su narcisismo y su egoísmo en la realidad en concepción ya clásica en el análisis,23 señala expresamente que
general, sino solamente en imaginación y por cortos momentos su fin es hacer considerar al sujeto esa personalidad como un
No dudo que una carga tan excesiva, que encontraría difícil~ sfnton1a.
mente su igual en la vida, exige tarde o temprano la elaboración Es seguro que este punto de vista ha mostrado sus frutos en
de una higiene especial para el analista." una objetivación de estructuras tales como los caracteres llama-
!'al es la brusca consideración previa que toma valor por dos "fálico·narcisista", "masoquista", hasta entonces desatendi·
aparecer como lo que debe vencer primeramente en él el psico- dos por ser aparentemente asintomáticos, para no hablar de los
analista. Pues ¿qué otra razón habría para hacer de ella el exor. caracteres, ya señalados f)Or sus síntoinas, del histérico y del
dio de esa vía temperada QUP aquí el autor quiere trazamos de compulsivo, el agrupamiento de cuyos rasgos, cualquiera que
la inten·ención del analista con la línea elástica que va a tratar sea el valor que deba concederse a su teoría, constituye un
de definir? aporte precioso al conocimiento psicológico.
El orden de subjetividad que d'ebe en él realizar, eso es sólo Esto no da sino mayor importancia a la necesidad de dete.
lo que~ indica con una flecha en cada encrucijada, monótono nerse en los resultados del análisis cuyo gran artesano fue Reich,
por repetirse bajo avisos demasiado variados para que no busque en el balance que traza de ellos. Su saldo consiste en que el
uno en qué se parecen. Menschenkenntniss, Menschenforschung, margen del cambio que sanciona este análisis en el sujeto no
dos términos cuya ascendencia romántica, que los empuja hacia llega nunca hasta hacer solaznente que se traslapen las distan·
el arte de conducir a los hombres y a la historia natural del cias por las que se distinguen las estructuras originales.24 En·
hombre, nos permite apreciar lo que con ellos se promete el tonces -el efecto benéfico experimentado por el sujeto, gracias
autor, de un método seguro y de un mercado abierto - reduc· al análisis de esas estructuras, después de haber sido "sintoma-
ci6n de la ecuación ;---::rsonal - lugar segundo del saber - impe·~ tificaclas" en la objeti:vación de sus rasgos, obliga a precisar
i-io que sepa no insistir - bondad sin complacencia 22 - desean. n1ás de cerca su relación con las tensiones que el análisis ha
fianza de los altares de la beneficencia - única resistencia que resuelto. 'I'oda la t'eoría que Reich da de esto está fundada
atacar: la de la indiferencia (Unglauben) o del demasiado poco sobre la idea de que esas estructuras son una defensa del indi-
para mí (Ablehnung) - aliento a las expresiones malevolentes viduo contr2. la efusión orgásniica, cuya primacía en lo vivido
·- raodestia verdadera sobre el propio saber - en todas estas es la única que puede asegurar su armonía. Son sabidos los ex·
consignas, ¿no es el Yo el que se borra para dar lugar al punto- tremos a los que le ha llevado esta idea, hasta hacer que la CO·
sujeto de la interpretación? Por eso no toman su vigor sino por munidad psicoanalítica lo rechazara. Pero aunque no carecía
el análisis personal del psicoanalista, y especialmente por su fin. de razones para hacerlo, nadie ha sabido forn1ular bien en qué
¿Dónde está el fin del análisis en lo que se refiere al Yo? erraba Reich.
¿Cómo saberlo si se desconoce su función en la acción misma Es que hay que ver prin1ero que esas estructuras, puesto que
del psicoanálisis? Ayudémonos con esa vía de crítica que pone subsisten tras la resolución de las tensiones que parecen moti~
una obra bajo la prueba de los principios mismos a los que varlas, no desempeñan en ellas sino un papel de soporte o de
sostiene. material, que se ordena sin duda como el material simbólico de
Y sometamos a ella el análisis llamado del carácter. Éste se la neurosis, como lo prueba el análisis, pero que toma aquí su
expone como fundado en 'el descubrimiento de que la persona· eficacia de la función imaginaria, tal como se manifi'esta en Jos
lidad del sujeto está estructurada como el síntoma que experi· modos de desencadenamiento de los comportan1ientos instintuaH
menta como extraño, es decir que, al igual que él, oculta un
sentido, el de un conflicto reprimido. Y la salida del material que ~\V, Reich, "El anális.i!I del carácter.. , lnternat. Zschr, iirztl. Psychoanal.,
1928, 14, núm .. 2. Trad. ingl. en Tht: Psychoanalytic Reader, Hogarth Press.
a Fereno:i no imaginaba que pudiese un día pasar ar U!>O del panel Londres~ 195.Q [El análisis dt:l carácter, Buen~ Air~. Paidós, varias ediciones1.
publícitario (1966). ~Articulo cit., p. 196.
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330 VARIANTES DE. LA Cl.iit.A-TJt'Q \'J,.JtlANTES DE LA CUR.A·TJPO m ,i.,
les, n1anifestados por el estudio de su etología en el animal . n o lo menos el más evidente así como el más conocido de los datos. ,l
sin que este estudio 'haya sido fuertemente inducido por los de la experiencia analítica. ,J'!
~
conceptos de desplaza1niento, incluso de identificación, prove-. pero se descuida más fácilmente la don1inancia que se sefial<t
nientes del análisis. en esto de la relación narcisista, es decir de una segunda ena je- ' ,¡
l
; !~
Así Reich no cometió más que un error en su análisis del ca. nación por la cual se inscribe en el sujeto, con la ambivalencia
\~
rácter: lo que denominó "armadura" (character armor) y trató perfecta de la posición en que se identifica en la pareja perversa,
como tal no es más que un escudo de armas. El sujeto, despu6 eJ desdoblamiento interno de su existencia y de su facticidad. :~
Es sin en1bargo 'en el ·sentido "propiamente subjetivo puesto "así l
del tratamiento, conserva el peso de las armas que recibió de l
la naturaleza, ha borrado únicamente de ellas la marca de en valor en .] a perversión, mucho más que en su ascensión a una l
un blasón. objetivación reconocida)" donde reside -como lo demuestra ya i
Si esta confusión ha demostr~do sin embargo ser posible es
que la función imaginaria, guía de vida en el animal en la fija-
sólo la evolución de la literatura científica- eI paso qu·e el psi-
coanálisis ha hecho dar en su anexión al conocimiento 'del
L
ción sexual al congénere y en la ceremonia 'en que se desenca. hombre.
dena el acto reproductor, e incluso en el señalamiento del te. Ahora bien, la teoría del Yo en-el análisis sigue n1arcada por
rritoricP,"parece estar en el hombre enteramente desviada hacia un desconocimiento- de fondo si se descuida_ el periodo de su 1
la relación narcisista en que se funda el Yo, y crea _una agresivi. elaboración que, en la obra de Freud, va de 1910 a 1920, y en
dad cuya coordenada denota la significación que va a intentar el que· aparece como inscribiéndose enteramente en la estruc- \
demostrarse que es el alfa y omega de esta relación: pero el tura de la relación narcisista.
error de Reich se explica por su rechazo declarado de esta sig. Pues lejos de que el estudio del Yo haya constitui<lo nunca,
nificación, que se sitúa en la perspectiva del instinto de muerte, en la prim'era época del psicoanálisis, el punto de aversión que
introducida por Freud en la cúspide de su pensamiento, y de la la señorita Anna Freud quiere sin duda decir en el pasaje citado 1
que es sabido que es la l:'iedra de toque de la mediocridad de los~ 1nás arriba, es por. . cierto más bien desde que imaginaron pro- ¡
analistas, ya la rechacen o ya la desfiguren. 1noverlo en él cuando favorecen en verdad su subversión.
Así el análisis del carácter sólo puede fundar una concepción La concepción del fenón1eno del an1or-pasión con10 determi-
propian1ente rnistificadora del sujeto por lo que se denuncia en nado por la imagen del Yo ideal tanto como la cuestión plan-
'
él como una defens;i, si se le aplican sus propios principios. teada de la inminencia en él del odio serán los puntos que me-
Para restaurar su valor en una perspectiva verídica, conviene ditar del periodo antedicho del pcnsan1iento freudiano, si se
recordar que el psicoanálisis no ha ido tan lejos en fa revelación
<ie los deseos del hombre sino siguiendo, en las venas de la neu·
quiere con1prender como es debido la relación del yo con Ja
imagen del otro, tal como aparece suficientemente evidente ya
t
rosis y de la subjetívidad marginal del individuo, la estructura en el ·solo título, ·que -conjuga ,Psicologta de las .masas y análisis
propia de un deseo que muestra así modelarlo a una profundi- del Yo (1921) ;26 uno de los artículos Con los que Frcud inaugu- '\
dad inesperada, a saber el deseo de hacer reconocer su deseo.
Este deseo, en el que se verifica literalmente que el deseo del
ra el último periodo <le su pensamiento, aquel en que acabar:1
de deEinir al Yo en la tópica.
J
hombre se enajena en el deseo del otro, estructura en efecto las Pero este acabamiento no puede comprenderse sino a condi-
,r
pulsiones descubiertas en el análisis, según todas las vicisitudes ción de captar las coordenadas de su progreso en la noción del
de las sustituciones lógicas, en su fuente, su dirección y su ob- masoquismo primordial y la del instinto de muerte, inscritos.
jeto;211 pero lejos de que estas pulsiones, por mucho que nos en Más alld del principio de placer (1920) .'1 así como en la
remontemos en su historia, muestren derivar de la necesidad de concepción de la raíz degeneradora de la objetivación, tal como ¡
una satisfacción natural, no hacen sino modularse en fases que
:riss. Freud, Psicologla de las masas y análisis del Yo, en G. J.V._, x1u,.
l
reproducen todas las formas de la perversión sexual, tal es por
PP· 71·161 [A. XVI!!, pp: 67·136].
15
S. :Freud, ,Las pulsioncs y sus destinos, en G. l1'., x, pp. 210·32 (A. X""1 ~S. Frcud, J\!ás allá del principio de placer, en G. W., x1n, pp. 1·69 [A.
pp. 1!3·134]. XVIH, PP· 7 ·62].

i' 'lJ
333
.332 VARIANTES DE LA ..... , 1JJ.!·J...."'1Vi Df. L.\. ctrP-".·TIP'O
' '"'-'kA•Yl>Q
se expone en el pequeño artículo de 1925 sobre la Vernci' ~o hay, en efecto, 1nás realidad que ese toque de la muerte
(la denegación)

.28 • ••• n1arca recibe al nacer, detrás del prestigio nuevo que toma
(1.lY:'!.

. Sólo este est.udio dará su ~e.ntido a la subida progresiva del hombre la función imaginaria. Pues es ciertamente el mis~
('.íl, el

interés concedido a la agres1v1dad en la transferencia y en b rrio "instinto de muerte" el que en el an·imal se manifiesta en
resistencia, no menos que en el Malestar en la cultura (1929),. esJ función, si nos detenemos a considerar que al servir a la fi*
mostrando que .no se trata aquí de !a agresión que se ¡~ jación específica al congénere en et ciclo sexual, la subjetividad
gina en la raíz de ]a lucha vital. La noción de la agreli ·. se distingue en ello de la' imagen que la cautiva, y que el
00
dad resp_cnd~ por el contra:io al desgarramiento del suje: índividuo no aparece allí sino como representante pasajero de
contra s1 m1sn10, desgarranuento cuyo momento primordial es.a imagen, sino con10 paso de esa imagen representada -en la
conoció al ver a la in1agen del otro, captada en la totalidad de vida. Sólo al hombre esa imagen revela su significación mortal,
su Gestalt, anticipa:.,...: al sentimiento de su discordancia motriz. v de muerte al mismo tiempo: que él existe. Pero esta imagen
a la que estructura retroactivamente en imágenes de fragmenta"' ~ólo le es dada corno in1agen del otro, es decir le es hurtada.
ción. Esta experiencia· motiva tanto la reacción depresiva, re- A.sí el Yo no es una vez nlás sino la mitad del sujeto; y aun
cons~uida por la señora Melanie Klein en los orígenes del así es la que él pierde al encontrarla. Se comprende pues que
Yo, como el asumir jubíloso la imagen aparecida en el espejo, se apegue a ella y que trate de retenerla en todo lo que parece
cuyo fenómeno, característico del periodo <le seis u ocho meSoel, reproducirla en sí mismo o en el otro, y le ofrece, con su efigie,
el autor de estas líneas considera que manifiesta de manera su ~mejanza.
ejemplar, con la. constitución del Urbild ideal del Yo, la nalu- Desnüstificando el sentido de lo aue la teoría llama "identifi-
raleza propian1ente imaginaria de la función del Yo en el sujeto.31l caciones primarias", digamos que ~l sujeto impone si·empre al
Es pues en el seno de las experiencias de prestancia y de otro, en la diversidad radical de modos de relación, que van
iruinlidación de los primeros años de su vida donde el individqo desde la invocación de la palabra hasta la simpatía más inme*
es introducido a ese espejismo del don1inio de sus funciones, diata, una forma imaginaria, que lleva a él el sello, y aun le:.
<.londe su subjetividad permanecerá escindida, y cuya formación sellos sobreimpuestos, de las expe:cif:ncias de impotencia en que
in1aginaria, ingenuamente objetivada por los psicólogos como esa forma se n1odeió en el sujeto: y esa forma no es otra que
función sintética del yo, 1nuestra antes bien la condición que el Yo.
la ::i.bre a la dialéctica enajenante del Amo y del Esclavo. A.sí, para volver a la acción del análisis, es siempre en el punto
Pero si escas experiencias, que se leen también en el animal focal de lo imaginario en que se produce esa imagen donde el
en muchos momentos de los ciclos instintuales, y especialmente sujeto tiende ingenuamente a concentrar su discurso, desde el
en" la ceremonia> preliminar del ciclo de la reproducción, con momento en que está liberado, por la condición de la regla, de
todos los engaños y las aberraciones que implican, se abren, en toda amenaza de un "no ha lugar" dirigido a él. Incluso es en
efecto, a esa significación para estructurar duraderamente al la pregnancia visual que esa forma imaginaria conserva de sus
sujeto humano, es que la reciben de la tensión experimentada orígenes donde reside la razón de una condición que, por cru·
de la impotencia propia de esa prematuración del nacimiento cial que se la sienta en las variantes de la técnica, rara vez es
cuya especificidad reconocen los naturalistas en el desarrollo puesta en claro: la que quiere que el analista ocupe. en la sesión,
anatómico del hombre -hecho en el que se capta esa dehiscencia un lugar que lo haga invisible al sujeto: la imagen narcisista,
de la armonía natural, 'exigida por Hegel como la enfermedad en efecto, se producirá así tanto más pura y qu_edará más libre
fecunda, la falta feliz de la vida, en que el hombre, distinguién· ei campo para el proteísrno regresivo de sus seducciones.
<lose de su esencia, descubre su existencia. Pero el analista sabe, en cambio, que no hay que responder
~S. Freud, La negací6n, en G. W., x1v, pp. l 1-15 [A. XIX, pp. 253-257]. a los llamados, por insinuantes que sean, que el sujeto le hace
211 S. Freud, El malestar en la cultura, en C. H.... , x1v, pp. 419·506 [A. xxi,
escuchar en ese lugar, so pena de ver tomar cuerpo en ellos al
pp. 65-14-0].
30
J. La.can, ·•La agre!lividad en psicoanálisis" (1948) y "El estadio <lel amor de transferencia que nada, salvo su producción artificial,
espejo" (1919), cf. en este tomo, pp. 94 y 86. distingue del amor-pasión, ya que las condiciones que lo han
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334 VARIANTI:S DF. L-<. CCJJ,,.Tl:Joo fVLl·"-"'CT;S DE LA CURA·TlPO 3S1}

producido vienen, desde ese momento a fracasar por su ef !{10:33 en todas las formas abordadas, se delata la concepciórr'
34 ''
y el discurso analítico a reducirse al silencio de la pr~~
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urarnente dual que ha llegado a gobernar la relación analítica. ·~ l_!
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evocada. Y el analista sabe también que en la medida d~~ p Si la relación intersubjetiva en el análisis se concibe e-n efecto
carencia de su respuesta, provocará en el sujeto la agresivid,~ corno la de una dualidad de individuos, no puede fundarse sino !I
i:!
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incluso el odio, de la transferencia negativa. rn 1:1 unidad de una dependencia vital perpetuada cuya idea ha 1¡
Pero sabe menos bien que lo que responde 'es 1nenos impor. venido a alterar la concepción freudiana de la neurosis (neuro- '
tante en el asunto que el lugar desde donde responde, Pues n iis de abandono), como no puede efectuarse sino en la polari-
.;¡
puede conrentarse con la precaución de evitar entrar en e~ d;1d pasivación·activación del sujeto, cuyos términos iviichael ,,
juego del sujeto •. ya que el principio del análisis de la resisten. f\alint reconoce expresamente que formula11 el callejón sin '[
cia le ordena objetivarlo. ~!ida· que hace ·necesaria··su teoría.ils Semejantes errores se cali- i
Con sólo ~°"_.;.:,111odar, en efecto, su punto de mira sobre el oh. fican humanamente con la medida misma de la sutileza· q:Ue se
1
j'eto cuya imagen es el Yo del sujeto, digamos sobre los ra.s&J1 le encuentra a su connotación bajo una pluma tal.
1
de su carácter, se situará, no menos ingenuamente que lo ha~ No podrían rectificarse sin que se recurra a la mediación. que
el sujeto mismo, bajo el efecto de los prestigios de su propio constituye. entre los sujetos, la palabra; pero esa rnediación no
Yo~Y el efecto aquí no s·e mide tanto en los espejismos que es concebible sino a condición de suponer, en la relación irna·
producen como en la distancia- -que determinan de su relación ginaria· misn1a, la presencia de un tercer término: la realidad
con el objeto. mortal, el instinto de muerte, que se ha demostrado que condi-
Pues basta con que sea fija para que el sujeto sepa encon. ciona los prestigios del narcisistno, y cuyos efectos vuelven a en-
trarlo 'en ella. contrarse bajo una forma palmaria en los resultados reconoci.
Consecuentemente entrará en el juego de una connivencia m;h dos por nuestro autor como los del análisis llevado hasta su tér-
radical en Ja que el modelado del sujeto por el Yo del analista mino en la relación de un Yo con un Yo.
no sera sino la coartada d·e su narcisismo. Para qu-e la relaci?n de transferencia pudiese enton_ces esca-
Si la verdad de esta aberración no se confesara abiertamente par a estos efectos, seria necesario que el analista hubiera des-
en la teoría que se da de ella y cuyas formas hemos revelado pojado la imagen narcisista de su Yo de todas las formas del
más arriba, quedaría probada 'en los fenómenos que uno de lOl deseo en que se ha constituido, para reducirla a la sola figura i
!

analistas n1ejor formados en la escuela de autenticidad de Fe. que, bajo sus Ináscaras, la sostiene: la· del amo absoluto, la
renczi analiza de manera tan sensible como característicos de muerte.
los casos que él considera como terminados: ya nos describa ese
ardor- narcisista en que se consume el sujeto y que se le insta
Es pues ciertamente aquí dónde el análisis del Yo encuentra
su. término ideal, aquel en que el sujeto, habiendo vuelto a
!
encontrar los orígenés d·e su -Yo en ·una regresión ima:ginaria,
¡l .:
a ir a a pagar en el baño frío de la realidad, o esa irradiación, :¡ !
en su adiós, de una emoción ind1'Scriptible, y de la que llega _toca, por la progresíón rememorante, a su fin en' el análisis: o 'I 1

a anotar que el analista participa de ella. 3 1 Se encontrará su sea Ja subjetivación de- su muerte.
contraprµeba en la resignación decepcionada del mismo autor Y sería el fin exigible para el Yo del analista, d·el que puede :'
!1 i' '['.j 1

a admitir que ciertos seres no pued'Cn esperar nada mejor que decirse que no debe conocer sino el prestigio de un solo amo: 1

separarse del analista en el odio.32 la muerte, para que la vida, a la que deb·e guiar a través de tan-
Estos resultados sancionan un uso de la transferencia que tos destinos, le sea amiga. Fin que no parece fuera del alcance 1:1;
r¡ ~
1
corresponde a una teoría del amor llamado "primario" que sirve
como -modelo de la voracidad recíproca de la pareja madre- =M. Balint, "Amor Por la madre y amor maternal", lnlernat. J. PJycho-
Anal., 1949, p. 251.
1-1 M. Balint, "('..ambio de propósitos y de técnicas terapéuticas del psico·
~ M. Balint, "Sobre Ja terminación del análisis.", Internat. ]. p5ycho-An12l,, . ( .;
1950, p. 197. análhis", Jntemat. J. Prycho·Anal., 1950. Las observaciones sobre la two
:t!l M. Balint, "Amor y odio", en Primary !ove and psychoanalytit: ltchni· body'i prychology, pp. 121-124.
! 'I
que, Hogarth Press, Londres, p. 155. 11e:v. el apéndice del articulo .. Amor por la madre", citado más arriba.
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336
VAltIANTE,s l>E LA Ct.rui,.~ ,p:.rA!'fff.S DE LA CURA·TJPO ·3-37
humano -pues no implica que para él como para cualqu·
la muerte sea más'que prestigio-- y que viene tan sólo a ~~ Yo del analista en la forma obtenida del problema del que he- - ·
facer las exigencias de su tarea, tal como más arriba un ;:" 01
os revelado lo que pone en juego.
renczi la definió. ~ La cuestión referida ahora al saber del analista toma su
Esta condición imaginaria no puede sin embargo realiza.ne: fuerza del hecho de no implicar la respuesta de que el analista
sino en una ascesis que se afirma en el ser por una vía en sabe lo que hace, puesto que es el hecho patente de que lo des-
que t~o saber objetivo se~á puesto ~da vez más en estado ~ 1 conoce, en la teoría y en la técnica, el que nos ha llevado a des-
suspensión. Pues para el Sujeto la realidad de su propia muen plazarla hacia allí.
no 'es ningún objeto imaginable, y el analista, no más que cual~ Pues, considerándose averiguado que el análisis no cambia
quier otro, nada puede saber de ella, sino que es un ser pro- nada en lo real, y que- "lo cambia todo" para el sujeto, mientras
metido a la muerte. Entonces, suponiendo gue haya reducido el analista no pueda decir en qué consiste su operaáón, el tér-
tó<los los pre~·~ 6 1os de su Yo para tener acceso al "ser-para-Ja. mino "pensamiento mágico" para designar la fe ingenua que el
muerte", ningún otro saber, ya sea inmediato o construido.' sujeto del que se ocupa concede a su poder no aparecerá sino
puede tener su preferencia para que haga de él un poder, si como Ia· coartada d·e su propio desconocimiento.
bien.po por ~llo quede abolido. Si hay· en efecto abundantes ocasiones de demostrar la tonte-
Puede pues ahora responder al sujeto desde el lugar en que ría constituida por el empleo de este término en el análisis y
quiere, pero no quiere ya nada (1ue determine ese lugar. fuera de él, se encontrará sin duda aquí la más favorable para
Allí es donde se encuentra, si se reflexiona, el motivo del pro.. preguntar al analista lo que le autoriza a considerar privile-
fundo movimiento de oscilación que reduce el análisis a una giado su saber.
práctica "expectante" después de cada tentativa, siempre en. Pues el recurso imbécil al término "vivido" para calificar el
gañosa, de hacerla más "activa". conocimiento que le viene de su propio análisis, como si todo
La actitud del analista no podría sin embargo dejarse a la conocimiento nacido de una experiencia no lo fuese, no basta
indeterminación de una libertad de indiferencia. Pero la con. para distinguir su pensamiento del que le atribuye ser ur~ ~om­
3igna de uso de una neutralidad benevolente no le aporta una bre "no como los demás". Tan1poco se puede imputar la vani-
indicación suficiente. Pues si subordina la benevolencia del dad de este decir al se que lo refiere. Porque si no se tiene fun-
analista al bien del sujeto, no por ello le devuelve la disposi. damento, en efecto, para decir que él no es un hombre como
ción de su saber. los demás, puesto que se reconoce en el semejante a un hombre
en que se le puede hablar, no se yerra-si se quiere decir con eso
Llegamos pues a la pregunta que sigue: ¿qué debe saber, en
el análisis, el analista? que no es un hombre como todo -el mundo en cuanto que $e
reconoce ·en un ·hombre a un igual por el alcance de sus pa-
labras.
LO QUE EL PSICOANALISTA DEBE SABER: IGNORAR LO QUE SABE
Ahora bien, el analista se distingue en que hace de una fun-
ción que es común a todos los hombres un uso que no está al
La condición imaginaria en que desemboca el capitulo prece- alcance de todo el mundo cuando porta la palabra.
dente no ha de comprenderse sino co'mo condición ideal. Pero Pues es efectivamente eso lo que hace para la palabra del su-
jeto, aun con sólo acogerla, como lo hemos mostrado más arriba,
'' si se conviene en que pertenecer a lo imaginario no quiere decir
que sea ilusoria, digamos que ser tomada como ídeal no Ja hace en el silencio del oyente. Pues ese silencio comprende la pala-
por ello más desrcal. Pues un punto ideal, incluso una solución bra, como se ve en la expresión guardar silencio, que, para
IIamada en matemáticas "imaginaria", al dar el pivote de trans- hablar del silencio del analista, no quiere decir solamente que
formación, el nudo de convergencia de figuras o de funciones no hace ruido, sino que se calla en lugar de responder.
enteramente determinadas en lo real, son plenamente parte cons-
No ire_mos más lejos por este camino antes de preguntar: ¿qué ¿QUÉ ES LA
tituyente suya. Lo mismo sucede con Ja condición relativa al
es la palabra? Y trataremos de que aquí todo lo que digamoo PALABRA?
sea efectivo.
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V AAL\NTF.$ DE LA Ct.lkA-Tn-o y,>.JJ¡\N'TES DE U CUJ..'.·Tl?'O

Es así efectivamente como procede el discurso para con-vencer'; i! !\


Ningún corú:ept? sin embargo da el sentido de la palabra- . -·~ )
siquiera el concepto del concepto, pues ella no es CI senti:;1 palabra que implica la estrategia en el proceso del acuerdo. Y si :j
del sentido. Pero da al sentido su soporte en el símbolo q; se ha participado mínimamente en la empresa, o aun solamente I~ ·¡
ella encarna por su acto.
Es pues un acto y que, como tal, supone un sujeto. Pero no
basta decir que, en ese acto, el sujeto supone otro sujeto, pu.es
en el sostén de una institución humana, se sabe que la lucha pro-
5;gue sobre los términos, aun si las cosas han quedado acorda-
das, en lo cual se manifiesta otra vez la prevalencia del tercer
1
:.
'
11i
1
ES UN ACTO Y, i
COMO TAL, antes bien se funda en él como siendo el otro, pero en esa uni. término qu-e es la palabra. 1
INCLUYE AL dad paradójica del uno y del otro de la que hemos mostrado Este proceso se cumple en la mala fe· del sujeto, que gobier- '
SUJETO! na su 'discurso-entre el embuste, la ambigüedad y el error. Pero
más arriba qu'e, por su.intermedio, el uno se atiene al otro para 1
hacerse idéntico a sí mismo. esta lucha por asegurar una paz tan precaria no se ofrecería 1

Puede decirY" pues que Ja palabra se manifiesta como una con10 el campo más común de la intersubjetividad si ei hómbre
1
comunicación en la que no sólo el sujeto, por esperar del otro no estuviera ··ya todo él per-su'adido por la palabra, lo cual quie-
que haga verdadero su mensaje, va a proferirlo bajo una forma re decir que se complace en ella de extremo a extremo.
invertida, sino en la que ese mensaje lo transforma anunciando Es que también el' hombre, en la subordinación de su ser a
que és el mismo. Co1no aparece en toda fe otorgada, donde las !a ley del recOnocimiento, está atravesado por las avenidas de
declaraciones "'eres ini mujer" y "eres mi maestro" significan la palabra y por ende está abierto a toda sugestión. Pero se de-
"soy tu esposo", "soy tu discípulo". mora y se pierde en el discurso. de la convicción, debido a los
La palabra manifiesta pues ser tanto más verdaderamente una e-.pejísmos narcisistas que doininan la relación con el otro
palabra cuanto menos fundada está su verdad en lo que llaman de su Yo.
la adecuación a la cosa: la verdadera palabra se opone así para- Así la mala fe del sujeto, por ser tan constituyente <le ese dis-
dójicamente al discurso verdadero; sus verdades se distinguen curso intermedio que ni siquiera falta en la confesión de la
por esto: que la prirnera constituye el reconocimiento por 1os- amistad, se acompfi.~a <lel desconocimiento en que esto~. espeM
sujetos de sus seres en cuanto que están en ella inter...esados, jismos lo instalan. Esto es Jo que Freud designó corno la fun~ ' i
!

nlienrras que la segunda está constituida por el conocimiento ción inconsciente del Yo de su tópica, antes de den1ostrar su
de lo real, en cuanto que es apuntado por el sujeto en los obje- forma esencial en el discurso de la <len-egación (Vemeinung,
i ¡i
tos. Pero cada una de las verdades aquí distinguidas se altera 1925) .
por cruzarse con la otra en su vía. Si pues se. impone para el analista la conviccit)n idt3.l de que 1

Así el discurso verdadero, de desbrozar en la palabra dada los espejismos.del narcísisn10 se hayan hecho transparentes para
él, ·es para que sea permeable a la palabra auténtica del otro, '·i
. ¡;
los datos de la promesa, la hace aparecer como mentirosa, puesto
que compromete al porvenir, que, como dicen, no es de nadie, respecto de la cual se trata ahora de comprender cómo puede ! ;1.
y además ambigua, por cuanto rebasa sin cesar al S'er al que reconocerla a través de su discurso.
incumbe, en la enajenación en que se constituye su devenir. Sin duda ese discurso intermedio, aun en cuanto discurso del
Pero .la verdadera palabra, interrogando al discurso verdadero embuste y d·el error, no deja de dar testimonio de la existencia j¡
sobre lo qu·e significa, encontrará en él que la significación re- de la palabra en que se funda la verdad, en el hecho de que no
"fl
mite siempre a la significación, ya que ninguna cosa puede ser se sostiene sino proponiéndose como tal, y en que, incluso si ,.
mostrada de otra manera que por un signo, y consiguientemente se da abiertam-ente como discurso de la mentira, no afirma sino 11

Jo hará aparecer como abocado al error. más fuertemente la existencia de esta palabra. Y si se recupera, .:¡
¿Cómo, entre el Caribdis y el Escila de esa ínter-acusación de con este enfoque fenomenológico de la verdad, la llave cuya pér- 1.1 ¡

la palabra, el discurso intermedio, aquel en que el sujeto, en su dida lleva al logicismo positivista a investigar el "sentido del !
sentido", ¿no hace también reconocer en ella el concepto del r
; ·.i
~ 'ej
designio de hacerse reconocer, dirige la palabra al otro tenien-
do en cuenta lo que sabe de su ser como dado, no se vería oblí· concepto, en cuanto que se revela en la palabra en acto?
gado a los caminos de la astucia? Esa palabra, que constituye al sujeto en su verdad, le está
MI
34-0 VAR.!ANn:.s DE LA .-. .... .•• ~l'(TI..S DE LA ClillA·TIPO
•w·
sin embargo-·vedada para siempre, fuera de los raros morue -~-­ ,...._ 111is sutil, a la verdad de la palabra, no menos que de una re:
... ~á
d e su ex~stenoa en que prueva, cu n confus~mente, a captat~
n...,. cJ¡oría más grosera hecha a su honor -ya que la deu<la engen·
en la fe Jurada, y vedada en cuanto que el discurso intermedio drJ.da par el primero parece haber ensombrecido toda una
le destina a desconocerla. Habla sin embargo en todas parte¡. ,¡da de matrimonio y la del segundo no haber sido saldada
donde puede leerse en su ser, o sea a todos los niveles en ~ nunca- da el sentido en que se comprende .el simulacro de re-
ella lo ha formado. Esta antinomia es la misma del sentido ~u., dención que el sujeto fomenta hasta el delirio en el proceso del
Freud dio a la noción de inconsciente. gran trance obsesivo que lo ha empujado a llamar en su ayuda
Pero si esa palabra es no obstante accesible, es que ningu~ a freud.
verdadera ·palabra es únicamente palabra del sujeto, puesto que Entendamos sin duda que esta cadena no es toda la estructura
es siempre fundándola en la mediación de otro sujeto corno de Ja neurosis obsesiva, pero que se cruza en ella, en el texto
ella opera, y puestA que por ese camino está abierta a la caden~ del mito individual del neurótico, con la trama de los fantas-
sin fin -pero sin duda no indefinida, puesto que se cierra- mas donde se conjugan, en una pareja de irilágenes narcisistas,
de las palabras donde se realiza concretam-ente en la comunidad la sombra de su padre muerto y el ideal de la dama de sus
humana la dialéctica del reconocimiento. pensamientos.
i!:n la medida en que el analista hace callar en él el- discurso Pero si la interpretación de Freud, al deshacer en todo su
intermedio para abrirse a la cadena de las verdaderas palabra$, alcance latente esa cadena, va a llegar al resultado de hacer
en esa medida puede colocar en ella su interpretación reveladora. caer la trama imaginaria de la n-eurosis, es que para la deuda
Como se ve cada vez que se considera en su forma concreta simbólica que se promulga en el tribunal del sujeto, esa cadena
una auténtica interpretación: para tomar un ejemplo, en el le hace comparecer menos aún como su legatario que como su
análisis clásicamente conocido bajo el nombre de "el hombre testimonio vivo.
de las ratas", su viraje mayor se encuentra en el momento en Pues conviene meditar que no es solaxnente por un asumir sim-
que Frec.:i comprende el resentimiento provocado en el sujeto bólico como la palabra constituye el ser del sujeto, sino y_\..l.e,
por el cálculo que su madre le sugiere en el principio de ta por la ley de la alianza, en que el orden humano se distingue
elección de una esposa. Que la prohibición que semejante con· de la naturaleza, la palabra determina, desde antes de su na-
se jo i1nplica para el su jeto de comprometerse en un noviazgo cimiento, no sólo el estatuto del sujeto, sino la llegada al mundo
con la mujer que cree amar sea referida por Freu<l a la palabra de su ser biológico.
de su padre en contradicción de hechos patentes, y principal- Ahora b¡en, parece que el acceso de Freud al punto crucial
m'ente de éste que priva sobre todos: que su padre está muerto, del sentido en que el sujeto puede al pie de la letra descifrar
le deja a uno más bien sorprendido, pero se justifica al nivel su destino le fue abierto por el hecho de haber sido él mismo
de una verdad más profunda, que parece haber adivinado sin objeto de una sugestión semejante de la prudencia familiar
darse cuenta y que se revela por la secuencia de las asociaciones -cosa que sabemos por un fragmento de su análisis desenmas-
que el sujeto aporta entonces. No se sitúa en ninguna otra parte carado en su obra por Bernfeld- y tal vez hubiese bastado con
sino en lo que llamamos aquí la "cadena de las palabras", que, que en su tiempo no hubiese respondido de manera opuesta
por hacerse ofr en la neurosis como en el destino del sujeto, se para que hubiese dejado escapar en el tratamiento la oportu-
extiende mucho más allá que su individuo: a saber que una nidad de reconocerla.
falta de fe semejante presidió el matrimonio de su padre, y que Sin duda la fulgurante comprensión de que Freud da prueba
esa ambigüedad recubre a su vez un abuso de confianza en en semejante caso no deja de velarse muchas veces con los efectos
materia de dinero que, al hacer que su padre fuese excluido de su narcisismo. Aun así, por no deber nada a un· análisis pro-
del ejército, lo determinó al matrimonio. seguido en las formas, deja ver, en la altura de sus últimas cons-
Ahora bien, esta cadena, que no está con·stituida de puros trucciones doctrinales, que los caminos del ser estaban para él
acontecimientos, por lo demás to<los caducos antes del nacimien- expeditos.
to del sujeto, sino de un faltar, tal vez el más grave por ser el Este ejemplo, si hace sentir la importancia de un comentario
~
···?'"'""f
l 343
,~Af./'ri:S DE LA CURA-TIPO
342 VAlUANTEs OE LA OJl.A.lt.to
úpO pre(:edente de la formación por un maestro ("the earlier
de la obra de Freud para la comprensión del análisis, ne> toai,¡
aquí más lugar que el de trampolín para precipitar l:l salto
receptorship type of trainin'g").
Sobre el reclutamiento de los candidatos se expresa así: "An-
últ~mo en la cuestión pre~ente, a saber: e~ co~traste entre loi
taño eran, ante todo, individualidades introspectivas, marcadas
ob1etos propuestos al analista por su exper<encta y la disc:.·pu 114
par su inciinación al estudio y a la meditación, y que tendían \
necesaria a sti formación. t
a realizar una alta individualidad, incluso a limitar su vida so-
A falta de haber sido concebido nunca hasta su fondo, ni si.
cia! a las discusiones clínicas y teóricas con sus colegas. I.efan pro-
quiera aproximadamente formulado, este contraste se exp?'CS¡ digiosamente y poseían perfectamente la literatura analítica"~ ..
sin embargo, como es de esperarse de toda verdad no reconocida
"~fuy al contrario, puede decirse que la mayoría de los estudian-
en la rebelión de los hechos. ' tes de la última década ... no son introspectivos, que se inclinan
En el nivel de la experiencia en priiner lugar, donde nadie:
a no leer- nada más que la literatura que les indican en 'el pro-
le-da voz mejor- y_ue un l'heodor Reik, y poden1os conteniarn0$
grama de los institutos y no desean Sino acabar lo antes posible
con el grito de alarn1a de' su libro: Listening with the third ear,u 1
con lo que se exige para su formación. Su interés se dirige en
o sea en español: "oír con esa tercera oreja", con lo cual no primer lugar a la clínica más que a la investigación y a la teO- ...
designa otra cosa sino sin duda las dos de que dispone todo ría. Su motivo para ser analizados es más bien pasar por algo
hombre, a condición de que sean d·evueltas a la función que les que su formación exige ... I~a capitulación parcial de ciertos
discute la palabra del Evangelio. institutos ... en su prisa arnbiciosa y su tendencia a satisfacerse
Se verán allí las razones de su oposición a la exigencia de una con la aprehensión más superficial de la teoría está en 'el origen
sucesión regular de los planos de la regresión in1aginaria, cuyo de los problemas con que tenemos que enfrentarnos ahora en
principio ha ·establecido el análisis de las resistencias, no menos
la formación de los analistas."
que a las formas más sisten1áticas de planning en las que ésta Se ve suficientemente, en este discurso muy público, cuán gra-
se h'.J. adPl::tntado -a la vez que recuerda, por cien ejemplos vi- ve se presenta el mal y ta.mbién qué poco o nada. es comf'ren-
vos, !J. vía propia de la interpretación verdadera. Leyéndolo, dido. l,o que es de desearse no es que los analizados sean más
no podrá d·ejar de reconocer en él un recurso desgraciadamente "intros.pectivos'', sino que con1prendan lo que hacen; y el reme-
n1al definido a la adivínación, si el empleo de este término dio no es que los institutos estén menos estructurados, sino que
recobra su virtud <le evocar la ordalía jurídica que designa en no se enser1.e en ellos un saber predigerido, incluso si resu1n·e los
su origen (.A.ulo Gelio: Noche'i átir:rlí, t, ¡¡; cap. tv) recordando datos de la 'experiencia analítica.
que el destino hu1nano depende de la elección de aquel que va
a llevar a él la acusación de la palabra.
Pero lo que hay que comprender ante todo es que, cualquiera
que sea la dosis de saber así transmitida, no tiene para el' ana·
l; 1·

No nos interesaremos menos en el malestar que reina en todo


lo que incumbe a la forrnación del analista, y para no tomar
lista ningún valor formativo.
Pues el saber acun1ulado 'en su experiencia incumbe a lo ima-
·~~ 1.
sino su último eco, nos detendremos en las declaraciones hechas ginario, contra lo cual viene a tropezar constantemente, has.ta ~ \
el punto de haber llegado a regular su andadura sobre su ex· '~ '
en diciembre de 1952 por el doctor Knight en su discursp presi- 1

dencial a la Asociación Psicoanalítica Norteamericana.ª7 Entre p:oración sistemática en el sujeto. Ha logrado así constituir la ;'
los factores que tienden a "alterar el papel d-e la formación historia natural d·e formas de captura del deseo, incluso de
analítica". señala, al lado del acrecentamiento en número de identificaciones del sujeto que nunca habían sido catalogadas
los candidatos en formación, la "forma más estructurada de la en su riqueza, ni aun abordadas en su sesgo de acción, ni en la
ciencia, ni siquiera en la sabiduría, con ese grado de rigor, si :, i
enseñanza" 'en los institutos que la imparten, oponiéndola al
bien su lujuriancia y su seducción se habían desplegado desde ; fi.
' -~
Garden City Book, Nueva York, 1951.
:1o1 hace mucho tiempo en la fantasía de los artistas.
L1
n R. P. Knight, "Condiciones· actuales de la orgariizacióri del psicoaná- Pero aparte de que los efectos de captura de lo imaginario
lisis en los Estados Unidos", J. Am. Psychoanal. As.s., abr. 1953, I, núm. 2, son extremadamente difíciles de objetivar en un discurso ver-
pp. 197·22!.

; 1

j J
11 344 VAJUANTE!i O!. l.J,, CUU.'tlloo
,, 1 .:-.~ PE U CURA·TIPO
YA~-
M5 ~

J dadero, al que oponen en lo cotidiano su obstáculo mayor lo


cual amenaza constantemente al análisis con constituir una~
ues puede ser, como ellos, una vía en la que el ser se form-3.".
p Es efectivamente allí donde se encuentra la pasión que debe
dar su sentido a toda la formación analítica, como resulta evi-
ciencia en la incertidumbre en que permanece de sus límites
lo real, esa ciencia, incluso suponiéndola co~ecta, es sólo de
asistencia engañosa en la acción. del analista, pues sólo incumbe
U:. dente con sólo abrirse al hecho de que estructura su situación.
Se ha intentado percibir el obstáculo interno al análisis di~
a su depósito, pero no a su resorte. dáctico en la actitud psicológica de postulancia en que se pone
La experiencia en esto no da privilegio ni a la tendencia J.l.a.. e! candidato en relación con el analista, pero esto no es denun-
mada "biológica" de la teoría, que por supuesto no tiene de ciarlo -en su fundamento esencial, que es el deseo de saber o de
biológico más que la tennin0logía, ni a la tendencia sociológiet poder que anima al candidato en el principio de su decisión.
que llaman a veces "culturalista". El ideal de armonía "pul- Corno tampoco se ha reconocido que ese deseo debe tratarse del
sional", que - -~"indica una ética individualista, de la primen. rnísmo modo que el des-eo de an1ar en el neurótico, del que la
tendencia, no podría, es fácil concebirlo, mostrar efecto.s má5 sabiduría sabe desde siempre que es la antinomia del amor -si
humanizan tes que el ideal de conformidad con el grupo, por '1 0 es que no es a eso a lo que apuntan los mejores autores al de-
cual la segunda se abre a la golosina de los "ingenieros del al- clarar qu-e todo análisis didáctico está en la obligación de ana~
ma"', y la diferencia que se puede leer en sus resultados no !izar 1os motivos que han hecho esc.oger al candidato la carrera
proviene sino de la distancia que separa el injerto autoplástico de analista. 38
de un miembro del aparato ortopédico que lo sustituye, y lo El fruto positivo de la revelación de la ignorancia es el no-
que queda de tullido, en el primer caso, respecto del comporta- saber, que no es una negación del saber, sino su forma más ela-
mi'ento instintual (lo que Freud llama la "cicatriz" de Ja neu. borada. La formación del candidato no podría terminarse sin
rosis) no deja más que un beneficio inseguro sobre el artificio \a acción del maestro o de los n1aestros que lo forman en ese
compensatorio al que apuntan las sublimaciones en el segundo. no-saber; en ausencia de lo cual nunca será otra cosa que un
A decir verdad, si el análisis confina bastante de cerca coñ los robot de analista.
dominios así evocados de la ciencia para que algunos de sus con~ Y es sin duda aquí donde se comprend·e esa cerrazón del in-
ceptos hayan sido utilizados allí, éstos no encuentran su funda- consciente cuyo enigma indicamos en e! mon1ento del viraje
mento en la experiencia de esos dominios, y las tentativas que mayor de la técnica psicoanalítica y del que Freud previó, y no
produce para hacer naturalizar en él a la ciencia siguen estando en una frase rápida, que podría un día resultar de la difusión
en un susp'enso que hace que no se le considere en la ciencia misma, en escala social, de los efectos del análisis.39 El incons-
sino planteándose en ella como un problema. ciente se cierra en efecto por el hecho de que 'el analista "ya no
Es que también el psicoanálisis es una práctica subordinada porta la palabra", porque sabe ya o cree saber lo que ella tiene
por vocación a lo más particular del sujeto, y cuando Freud que decir. Así, si el analista habla al sujeto, que por lo demás sabe
pone en ello el acento hasta el punto de decir qu'e la ciencia otro tanto, éste no puede reconocer en lo que él dice la verdad
analítica debe volver a ponerse en tela de juicio en el análisis de naciente de su palabra particular. Y esto es lo que explica tam-
cada caso (v. "El hombre de los lobos", passim; toda la disru- bién los efectos a menudo asombrosos para nosotros de las in-
sión del caso se desarrolla sobre este principio) 1 muestra sufí. terpretaciones que daba Freud mismo. Es que la respuesta que
cientemente al analizado la vía de su formación. daba al sujeto era la verdadera palabra en que se fundaba él
El analista, en efecto, no podría adentrarse en ella sino reco- mismo, y que, para unir a dos sujetos en su verdad, la palabra
nociendo en su saber el síntoma de su ignorancia, y esto en 'el exige ser una verdadera palabra para el uno como para el otro.
sentido propiamente analítico de que el síntoma es el retomo Por eso el analista d·ebe aspirar a un dominio tal de su pala-
de lo reprimido en el compromiso, y que la represión aquí como
& }.{. Gitelson, "Problemas terapéuticos en el análisis del candidato nor-
en cualquier otro sitio es censura de la verdad. La ignorancia mal", lnlmiat. J. Psycho-Anal., 1954, 35, núm. 2, pp. 174-1S3.
en efecto no debe entenderse aquí como una ausencia de saber, ~S. Freud, El porvenir d~ la terapia p5icoanatítica (1911), en G. W., vni,
sino, al igual que el amor y el odio, como una pasión del ser; pp, 104-115 [A. JU, pp. 133-142].
VAIUANTES DE LA CURA ·TlPO 347
VA.lUA-NTES DE LA CURA-TI[>()
346 opinar sobre la cuestión de las variantes, se muestre sino como
bra que sea identica a su· ser. Pues no necesitara pronunciar un aficionado habitado de chismes?
muchas en el tratamiento, y hasta tan pocas que es de creerse Para evitar estos resultados, seria necesario que el análisis di-
que no se necesita en él alguna, para escuchar·, cada vez que con dáctico, d-el que todos los autores observan que sus condiciones
la ayuda de Dios, es decir del sujeto mismo, haya llevado un tra- nunca son discutidas sino bajo una forma censurada, no hun-
tamiento hasta su término, al sujeto salirle con las palabras mis- diese sus fines como su práctica en unas tinieblas cada vez más
mas en las cuales reconoce la ley de su ser. profundas, a medida que crece el formalismo de las garantías
Y cómo se asombraría de ello, él cuya acción, en la soledad que se pretende aportar en él: como lo declara Michael Balint
donde tiene que responder de su paciente, no incumbe solamen- y como lo demuestra con la mayor claridad, 41
te, como suele decirse de un cirujano, a su conciencia, puesto Para el analista, en efecto, la mera cantidad de los investigado-
que su técnica le enseña que la palabra misma que ella revela res no podría arrastrar los efectos de calidad dé la investigación
es asunto de un sujeto inconsciente. Así el analista, mejor que que puede tener para una ciencia constituida en la objeti-
cualquier otro, debe saber que no puede ser sino el mismo en vidad. Cien psicoanalistas mediocres no harán dar un paso a su
sus palabras. conocimiento, mientras que un médico, por ser el autor de una
¿No es ésta acaso la respuesta a la pregunta que fue el tor· obra genial en la gramatica (y no se imagine aquí alguna sim-
mento de Ferenczi, a saber: si, para que la confesión del pa· pática producción del humanismo médico) , ha mantenido du~
ciente llegue a su término, la del analista no debe también pro- rante toda su vida el estilo de la comunicación en el interíor
nunciarse? El ser del an·alista en efecto está en acción incluso de un grupo de analistas contra los v-i·entos de su discordancia y
en su silencio, y es en el estiaje de la verdad que lo sostiene la marea de sus servidumbres.
cuando el sujeto proferid. su palabra. Pero si, conforme a la ley Es que el análi.s:is, por progresar esencialmente en el no-saber,
d-e la palabra, es en él en cuanto otro donde el sujeto encuentra se liga, en la historia de la ciencia, con su estado de antes· de
su identidad, es para mantener en ella su ser propio. su definición aristotélica y que se llama la dialéctica. Por eso
Resultado bien alejado de la identificación narcisista, tan fi• la obra de Freud, por sus referencias platónicas, y aun presocrá-
namente descrita por M, Balint (v, más arriba), pues ésta deja ticas, da testimonio de ello.
al sujeto, en una beatitud sin medida, más ofrecido que nunca Pero por ello mismo, lejos de estar aislado, y aun de ser ais-
a esa figura obscena y fernz que el analista llama el Superyó, ~ lable, encuentra su lugar en el centro del vasto movimiento
que hay que entender cc'!lO el boquete abierto en lo imaginario conceptual que en nuestra época, ree~·~ructurando tantas ciencias
por todo rechazo ( Venverfung) de lo& mandamientos de la impropiamente llamadas "sociales", cambiando o recuperando
Y no cabe (luda de qoe--un análiSis didáctico·--tiene--este--efectó.,_ ~:·~L--
·pal a-bra. 4 º .f!l sentido.de ciertas secciones de la ciencia exacta por excelencia,
1a matemática, para restaurar Con CILi er asi"erit:O- C:le ·una ci-entía
si el sujeto no encuenua en el nada más apropiado pHa dar
de .la acción humana eI). cuanto que se funda en la conjetura,
testimonio de 1a autenticidad de su experi'encia, por ejemp-lo
el haberse enamorado de la persona que le abría la puerta en .casa reclasífica, bajo el no~nbre de cienci,~s hu1nanas, el cuerpo de
de su analista tornándola por la esposa de éste. Fantasía picarité las ci'encias de la intersubjetividad.
sin duda por su e~.peciosa conformidad, pero en la que r:o tieúe ~'-~~:'El análisis encontrará n1ucho que tomar en la investigación

por qué jactarse de ha:)er recibido el conocimiento vivido· dfl' lingüística en sus desarrollos modernos más concretos, para es~
Edipo: más bien está destinada a escamoteárselo, pues, de clarecer los difíciles prohlemas que le son planteados por la
darse en eso, no habrá vivido nada más que 'el mito de. verbalización en sus aspectos técnico y doctrinal. A la vez qu·e
trión, y a la manera de Sosias, es decir sin comprender _,,,,.,,. pueden reconocerse, de la manera más inesperada, en la elabora.
¿Cómo esperar entonces que, por muy sutil que hay<' podido':'#· ción de los fenómenos m<is originales del inconscíente, sueños y
presentarse en sus promesas, semejante sujeto, cuando tenga
.~ M. Ballnt, "Formación analítica y análisis didáctico", lntemat. J. Psy·
~s. ·Freud, "Historia de una neurosis infantil", en G. W., xn, P· cho-Anal., !%4, 35, núm. 2, pp. 157·162.
[A. xvu, p. 74).
M8 VAR.lAh'T.ES DE LA CURA·TIPO

síntomas, las figuras mismas de la retórica caída en desuso, que DE UN DESIGNIO


en uso demuestran dar sus especificaciones más finas.
La noción moderna de la historia no será menos necesaria al
analista para comprender su función en la vida individual del
sujeto.
Pero es propiamente la teoría del símbolo, retomada del as-
pecto de curiosidades con qm: se ofrecía en él periodo que Las muestras que siguen de nuestro seminario nos incitan a co-
podemos llamar paleontológico del análisis y bajo el registro de municar al lector alguna idea del designio de nuestra enseñanza.
una pretendida "psicología de las profundidades", lo que el Estos textos conservan aún la violencia de la novedad que
analista debe hacer entrar en su función universal. Ningún es- aportaban. Se medirá su riesgo comprobando que sus problemas
tudio será más apropiado para ello que el de los números ente- siguen estando en el orden del día, cuando les hemos aportado
ros, cuyo origen no empírico nunca meditará demasiado. Y, sin una elaboracidn que no ha dejado de afirmarse en su crt'tica ni
llegar a los ejercicios fecundos de la moderna teoría de los j ue- en su construcción.
gos, ni aun a las formalizaciones tan sugestivas de la teoría de Releyéndolos, nos complace encontrar en ellos tal suspensión
conjuntos, encontrará materia suficiente para fundar su prácti- sobre la represión a la que interesa la palabra signar, a la cual
ca con sólo aprender, como se consagra a enseñarlo el autor de en la hora actual viene a hacer eco una cuestión que se nos
estas líneas, a contar correctamente hasta cuatro (o sea a ínte~·: plantea sobre el lugar donde se sitúa el término olvidado, pre:
grar la función de la muerte en la relación ternaria del Edipo) .. cisable en los términos de nuestra topología: ¡es "el muerto"
No se trata con esto de definir las materias de un programa, evocado más abajo por nuestra dirección de la cura o el discurso
sino de indicar que para situar el análisis en el lugar eminente del Otro tal como lo fundó el informe de Roma?
que los responsables de la educación pública están en el deber A esta tarea en progreso, añadamos las dificultades persona~
de reconocerle, hay qu-e abrirlo a la crítica de sus fundamentos, les que pueden obstaculizar el acceso de un sujeto a una nocíón
a falta de lo cual se .degrada en efectos de soborno colectivo·. como la Verwerfung en la rnedida precisamente en qu,e más se
Es a su disciplina interior a la que incumbe sjn embargo evi- interesa en ella. Drama cotidiano donde se recuerda que -:;sta
tar esos efF'ctos ·en la formación del analista y por ende aportar enseñanza que abre a todos su teor1'a tiene por prenda la foima~
la claridad en ~'1 cuestión de las variantes. ción del psicoanalista.
Entonces podrá ser en tendida la extrema reserva con que Aquí se .Plantearía la cuestión de la dimensión de su influen-
Freud introduce las formas mismas, convertidas desde entonces cia, de atenerno_s en __P_rime.r _z_u.gar_ al h~c_h.~ . ~e __ que estqs. dos. ..!: ro~_
-en___ C_Stand;n< -de-·1a "ci..ifi~fipo-.. -en- estos férr'ninos·:-- --·-- -·zos-··hayan·· sido extraídos del primer número- agotado de [¡, re-
"Pero t.lebo decir expresamente que esta técnica no ha sido . vista La Psychanalyse, donde: la parte concedida a nuestros tex-
obtenida sino como la única adecuada para m.i p'ersonalidad; tos sólo mide imperfectamente, por su exceso misrno, el cuidado
no me aventuraría a negar que una i)ersonalidad médica consti· que les hablam.os de([icado.
tuida de 1nanera enteramente diferente pudiese verse arrastrada ¿Cómo evaluar lo que se impuso de la necesaria com.plejida·d
a preferir disposiciones diferentes respecto del enfermo y ··del de semejant'e ernpresa~ en el terreno de una exigencia de cuyo
problema por resolver." 42 estatuto vamos a hablar?
·Pues esta reserva dejará entonces de relegarse al rango e.de f../o r:s decirlo todo comprobar que tal o cual desmonte invec-
signo de su profunda mo...'1.estia) sino que será. reconocida cóm? tiva if--:1anta~ido aquí stt polvo seguiría siendo de actualidad.
afL:,·:nación d·e la verdad de que el <>ná.lisis no ptiede encontrar· Podría sugerirse iguc;.lmente· que el aire de esa revista retuvo
su medida sin(,• en las vías de una docta ignorancia. al campo francc's en la jJenc'ii"ente del deslizamiento del que dan
fe los Congresos internacionales del psicoanálisis. Y sucede a
.f.~ .S. Freud, "Consejos al médico en el t;:i.tamiento psicoanalítico", en'.'G, __veces que del extranjero nos regresa el asombto de su nau-
W ... YHI, p. 376 [A. xu, p. 111]. Pasaje traducido por el autor. fragio.

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