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J.

VAN DER PLOEG

¿ES POSIBLE UNA TEOLOGÍA DEL ANTIGUO


TESTAMENTO?
Actualmente el afán de comprender una teología del AT domina la investigación
bíblica. En estas condiciones parece superfluo preguntarse si existe la posibilidad de
escribir una teología de la Antigua Alianza. Queda, sin embargo, por determinar por
qué una obra o una ciencia puede titularse teología del AT, y lo que un nombre así
puede y debe significar.

Une «théologie de l’Ancient Testament» est-elle possible ?, Ephemerides Theologicae


Lovanienses, 38 (1962) 417-434

BUSCANDO UNA DEFINICIÓN DE TEOLOGÍA BÍBLICA

La solución depende evidentemente de la respuesta a una cuestión previa: ¿qué se


entiende por "teología"? Según la acepción tradicional, teología es la "ciencia de Dios".
En este sentido la usan Platón en la República y Aristóteles en las Meteorológica.
Supuesto que hay opiniones diversas sobre la esencia y existencia de Dios, y sobre el
conocimiento que puede tenerse de Él, también será necesariamente distinta la noción
de "teología". Tratemos al menos de comprender lo que los autores entienden
comúnmente por "teología bíblica".

Sto. Tomás se hubiese sorprendido si se le hubiese preguntado qué es "teología bíblica".


A sus ojos, Biblia y teología se identifican. En tiempos del Doctor Angélico, el profesor
de teología comentaba sus lecciones sobre las mismas páginas de la Biblia. Por esto se
le llamaba magister Sacrae Paginae. La expresión "teología bíblica", que todos
aceptamos hoy día, hubiese parecido a sto. Tomás y a sus discípulos una tautología
insoportable. La teología no era otra cosa que la doctrina de las Escrituras de los dos
Testamentos, la penetración profunda en su contenido y las conclusiones que, por vía de
razonamiento, se desprendían de ellas. Lo que hoy se llama "tradición", no jugaba, por
lo menos explícitamente, el papel preponderante que le concede la teología
contemporánea. Hoy, en cambio, las ideas, tanto católicas como protestantes, han
cambiado. Cuando en un ambiente católico se habla de "teología bíblica", sólo se alude
a una rama de la ciencia teológica. Aun concediendo que la teología bíblica es la fuente,
o por lo menos una parte, de la teología, se está muy lejos de identificarlas.

Puesto que la Biblia, el AT en partículas, nos ofrece un conjunto de datos, de


conocimientos, no coordinados, los autores de "las teologías bíblicas", queriendo hacer
ciencia, se esfuerzan por presentarnos estos datos, estos conocimientos, de una manera
sistemática y coordinada. Su empresa se verá tanto más coronada por el éxito -creen
ellos- cuanto más simple sea su sistema, reducido a un pequeño número de ideas y de
fórmulas relacionadas con lo que la Escritura dice de Dios o del hombre con respecto a
Dios.

Surgen las primeras dificultades. Desde que el "milagro griego" hizo nacer la ciencia en
el sentido propio de la palabra, sus adeptos modernos, sobre todo los occidentales,
experimentan la necesidad de ideas claras y aspiran a introducir el orden en las nociones
y en los hechos registrados. Así se explica que la teología cristiana tardara muy poco en
convertirse en una ciencia, al entrar en contacto con el pensamiento griego, adquiriendo
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un carácter doctrinal, dogmático. La palabra "dogma" deriva de la raíz dokeo (=pensar,


opinar). En griego, dogma posee el doble sentido de "opinión, creencia" y de "decisión,
juicio, decreto público". Así los dogmas de la Iglesia antigua eran a menudo opiniones o
juicios impuestos por unos Concilios y expresados en términos de una mentalidad
filosófica griega. Los que no los aceptaban eran excomulgados. Aun en nuestros días, el
anathema sit sigue a toda proclamación solemne de un dogma. Ser dogmático, pensar,
de una manera dogmática, son conceptos y realidades que forman parte de la mentalidad
de muchos cristianos. Lo sorprendente; del caso es que, aun los que no aceptan ser
"dogmáticos", defienden su actitud liberal como si se tratara de un verdadero dogma.

Así es como, con una mentalidad dogmática, o por lo menos con un espíritu que siente
necesidad de ideas claras y sistemáticas, más de un exegeta moderno ha abordado el
AT. Entonces ha nacido el problema; porque el AT no tiene nada de dogmático, en
sentido moderno, y es asistemático. El AT fue escrito por y para unos hombres que no
soñaron jamás en construir sistemas en el terreno de las opiniones religiosas, de las
creencias, de la fe. De ahí la pregunta: ¿es posible poner orden en este vasto conjunto de
ideas, de opiniones, de representaciones veterotestamentarias, en las que pocas revisten
la firmeza de un dogma o la claridad de una idea bien definida? En otras palabras, ¿es
posible con un conjunto de nociones mal ajustadas, y que muchas veces parecen
contradictorias;- organizar unos datos de manera científica?

CONTENIDO DE LA FE DEL AT

Dios creador

No pretendemos afirmar que el AT no contenga artículos de fe firmes y absolutos. Pero


no son numerosos. Ante todo existe la doctrina, o, mejor aún para el israelita el hecho
de la existencia de un Dios único, creador, dueño y señor del mundo. Sólo el insensato
puede dudar de ello (Sal 14,2). Los hagiógrafos del AT no han sentido nunca la
necesidad de demostrar la existencia de Dios; o el hecho de la creación, valiéndose de
pruebas racionales. Nadie ponía en duda estas dos verdades, por lo menos en un plano
doctrinal. El insensato se comportaba como si no hubiese un Dios justo; su negación no
se fundaba sobre un ateísmo teórico. "Vanos son por naturaleza todos los hombres que
carecen del conocimiento de Dios, y por los bienes que disfrutan no alcanzan a conocer
al que es fuente de ellos, y por la consideración de las obras no conocieron el artífice.
Sino que al fuego, al viento, al aire ligero, o al círculo de los astros, o al agua
impetuosa, o a las lumbreras del cielo tomaron por dioses rectores del universo" (Sab
13,1-2).

Los comentaristas modernos de éste y otros textos sapienciales, que acostumbran a


relacionar con Rom 1, 19-23, son del parecer de que los hagiógrafos afirman que se
puede probar la existencia de Dios a partir de la naturaleza. Digamos con todo, que el
autor de la Sabiduría estaba muy lejos de las "cinco vías" de sto. Tomás, y que el
raciocinio implicado en estos versículos no llega nunca a plena, diafanidad. Tengo la
impresión de que, para él, la existencia de la divinidad, o la de un Dios creador, era
evidente y no valía la pena demostrarla. Los paganos aceptaban que hay un dios -o
dioses- creador. Era preciso hacerles ver que esta divinidad no formaba parte del
cosmos creado por ella, sino que lo sobrepasaba, tal como Israel lo afirmaba de Yahvé.
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Se trataba, pues, de demostrar una vez más la grandeza y la naturaleza de Dios: su


trascendencia.

Elección de Israel

Al lado de los dogmas -valga la expresión- de la existencia de Dios y de la creación,


está el de la elección de Israel, con quien Yahvé ha pactado una alianza. Por la
conclusión de un pacto, Dios se convertía en el protector de su pueblo.

La elección de Israel es necesariamente una doctrina revelada. La teología protestante


gusta de representar la revelación divina como una revelación de Dios por Sí- mismo, a
través de sus actos, hechos, gestos. No es éste el lenguaje del AT, que afirma más de
una vez que Dios no se da a conocer, que se esconde, y que el hombre no podía
contemplar su mirada sin morir. Lo que revela Dios es sobre todo su voluntad y su
poder. Los actos milagrosos son los signos de su poder y la Ley es la expresión de su
voluntad. Recompensa a los que le sirven y castiga a los rebeldes. Toda la historia de la
Humanidad, y en particular la de Israel, lo demuestran con mil pruebas. Dios juzga a los
buenos y a los malos ya en esta vida, pero se reserva su juicio definitivo para el futuro,
"en el último juicio". En ciertas descripciones del futuro, ocupa un lugar predominante
una figura que más tarde se llamará "el Mesías"; en otras está ausente; y todo el acento
recae sobre la actividad salvadora inmediata de Dios.

Acabamos de formular las doctrinas más importantes que formaban parte de la fe de


Israel. Fe firmísima en ciertos aspectos, fluctuante en otros. Maimónides expresó la "fe"
judía de la Edad Media en un credo que comprende trece artículos: 1) Dios existe; 2)
Dios es uno; 3) Dios no tiene cuerpo; 4) Dios es eterno; 5) sólo Él debe ser adorado; 6)
ha hablado por los profetas; 7) sobre todo ha hablado por Moisés; 8) ha revelado una
Toral que posee autoridad divina; 9) la Torah es inmutable; 10) Dios es omnisciente;
11) Dios premia el bien y sanciona el mal; 12) Dios enviará su Mesías; 13) Dios
resucitará a los muertos.

Este credo es el de un teólogo. Contiene más de lo que se halla explícitamente en el AT


(art. 9); otros artículos anuncian doctrinas desconocidas por una gran parte, por lo
menos, de los libros veterotestamentarios (Art. 13).

Posición doctrinal

En tiempos de la Antigua Alianza, el que no aceptaba las verdades fundamentales de la


"fe" era tenido por insensato, por un necio. Su actitud pecadora sería ciertamente
condenada por Dios. Pero no se pronunciaba ningún anatema contra él, ni se le borraba
del pueblo de Dios por su incredulidad.

Bajo la Antigua Ley, fuera de algunas doctrinas esenciales, todo parece haber sido
opinión, creencia, parecer, a veces difíciles de captar por nosotros al variar muchas
veces de autor a autor. El punto de vista "teológico" de la fuente Elohísta del Pentateuco
es distinto del de la fuente Yahvista. En tiempos de Jesús y de S. Pablo, los fariseos
estaban plenamente convencidos de que había una resurrección de los muertos y una
verdadera vida en el más, allá; los saduceos, por el contrario; rechazaban estas
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doctrinas. Y ambas sectas convivían religiosamente, sin pronunciarse mutuos anatemas


y considerándose unos y otros miembros vivos del pueblo de Dios.

No concluyamos de todo esto que el AT no haya practicado el anatema. El "deberá


morir", expresión que se halla presente en muchos lugares de la Biblia y que posee una
serie de términos equivalentes, apunta ante todo a la exclusión de la comunidad por la
muerte; castigo que no hay que entenderlo, como un acto de justicia vindicativa, según
nuestra manera de ver. Ello se desprende del hecho de que a menudo no hay proporción
-juzgándolo con nuestras catego rías- entre el delito cometido y la pena impuesta (Ex
21,14-15; Lev 19,8; 17,10-14). Las penas de muerte, la expulsión de la comunidad de la
Alianza, no se imponen por herejías. Siguen siempre a actos de infidelidad a la Alianza,
actos que exigen una exclusión de la comunidad, por el peligro de contaminación.

DIFICULTADES PARA UNA TEOLOGÍA DEL AT: MENTALIDAD JUDÍA Y


CRISTIANA

Ortopraxia y ortodoxia

En el AT y en el judaísmo, ante todo son los actos lo que cuenta, mucho más que las
ideas. Con razón se. ha dicho del judaísmo que es mejor hablar de ortopraxia que de
ortodoxia. Para un cristiano, lo que importa ante todo es la fe; para un israelita, la ley. A
nosotros los cristianos, también hay que decirlo, la casi totalidad de esta ley, que hemos
llamado "ley ceremonial", nos interesa muy poco. Es verdad que más tarde surgió en el
interior de la Iglesia un derecho canónico complicado. Sin embargo, jamás se le ha
atribuido un origen divino, como a la ley de Moisés, ni un carácter inamovible. En la
Iglesia el derecho canónico es esencialmente humano. Se ha creído necesario, en la
medida en que la Iglesia, establecida sobre la tierra, ha tenido que organizarse. Bajo el
AT toda ley era expresión de la voluntad de Dios, que fundamentaba por igual los
preceptos.

El Israel del AT y el cristianismo son dos mundos diferentes, aunque uno haya nacido
del otro. El cristianismo, por lo menos hasta el nacimiento del liberalismo cristiano, da
gran importancia a lo que hay que creer y tiende a expresar la fe en un número de
fórmulas precisas que cada miembro de la Iglesia debe aceptar. Israel, por el contrarío,
no siente la necesidad de una fe explícita y circunscrita, sino que se preocupa de saber e
inculcar lo que el israelita tiene que hacer en todo instante. La Iglesia considera ante
todo la revelación de Dios como la comunicación de verdades que hay que creer y
confesar bajo pena de anatema. Para Israel, la revelación fue sobre todo la
manifestación de la voluntad de Dios, acompañada de signos de su poder,.para que el
hombre sepa lo que debe hacer. Esta diferencia de puntos de vista dificulta nuestra
aspiración de presentar en un sistema lógico lo que gustaríamos de calificar "el
contenido de la fe del AT".

Ambigüedad del lenguaje

La dificultad aumenta cuando se nota la falta, de claridad o el carácter a menudo fluido


de los conceptos del AT y aun de su vehículo de expresión; la lengua hebrea. El "campo
de significación" de una palabra hebrea es muchas veces vasto y carece de límites
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definidos. No basta haber aprendido la lengua hebrea durante varios años y poderse
servir de un diccionario para penetrar perfectamente en el espíritu del AT. Son
indispensables, no sólo una continuada familiaridad con el Libro Santo y su lengua, sino
también un sentido a la vez literario y psicológico muy afinado. La lengua es el espejo
del alma de un pueblo. La lengua y el alma-espíritu se influyen mutuamente.

Idea e imagen en Israel

Pero hay más. Puesto que se trata de buscar las "ideas", es importante preguntarse lo
que una idea representaba para un antiguo israelita. Nosotros, teólogos de la escuela de
Aristóteles, expresamos claramente nuestras ideas y razonamos según las frías reglas de
la lógica formal. Distinguimos entre "idea", "imagen", "representación", entre ideas
claras y circunscritas e ideas vagas y confusas, entre certeza, opinión, probabilidad,
posibilidad. Estas luminosas distinciones pasaban desapercibidas las más de las veces a
los autores sagrados del AT. Lejos de mí el prestarles una mentalidad primitiva,
prelógica, a la manera de Lévy-Bruhl.

Se puede afirmar que entre los antiguos hebreos la imaginación superaba en mucho a la
razón, al contrario de lo que ocurría en la mentalidad griega. Esta anotación es
importante a la hora de rastrear lo que llamaríamos "las verdades de fe" de los israelitas.
Hemos ya indicado que la fe jugaba entre los israelitas un papel bien distinto del que
ejerce en la vida de un cristiano ortodoxo, y que a menudo resulta difícil determinar si
hemos de habérnosla con una verdad religiosa que forma parte de la "fe" israelita o
solamente con una representación elaborada, o fuertemente influenciada, por la
imaginación.

Ahora bien, es innegable que el AT posee numerosas imágenes, representaciones


imaginativas al lado de ideas racionales muy elaboradas. La idea de la alianza, por
ejemplo, pertenece a esto que hemos convenido en llamar "el contenido de la fe" del
AT. También existe la convicción, en los autores de la baja época, de una "salvación"
futura, en otro mundo. Pero este dato de fe se presenta en un despliegue de imaginación,
dé representación y colorido imaginativo. Entre las palabras que el Deuteronomio
impone pronunciar a un israelita que ofrece sus primicias y que se han incluido en su
"credo", la palabra "pacto" no se encuentra, pero sí la idea de un Dios protector que está
en la base de la idea de la Alianza. El israelita exclama: "Un arameo errante fue mi
padre, y bajó al Egipto en corto número para peregrinar allí, y creció hasta hacerse gran
muchedumbre, de mucha y robusta gente. Afligiéronse los egipcios y nos persiguieron,
imponiéndonos rudísimas cargas, y clamamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, que
nos oyó y miró nuestra humillación, nuestro trabajo y nuestra angustia, y nos sacó de
Egipto, con manó poderosa y brazo tendido, en medio de gran pavor; prodigios y
portentos, y nos introdujo en este lugar, dándonos una tierra que mana leche y miel. Por
esto ofrezco las primicias de la tierra que Yahvé me ha dado" (Deut 26, 5-10). En este
"credo", el israelita reconoce a Dios como su salvador y protector.

En cambio, las diferentes descripciones de salvación, que vendrá después del último
tiempo de miserias y de horrores, no son "credos". El porvenir está descrito en términos
que recuerdan, ya el tiempo feliz del paraíso, ya la liberación definitiva de la opresión
asiría, babilónica, siríaca. La vuelta de la cautividad se entrevé como un nuevo éxodo.
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La fe de los israelitas no comprendía el gran número de detalles, que muchos exegetas y


teólogos cristianos ha creído deber aceptar como consecuencia de su propia fe en la
inspiración de la Biblia, inspiración considerada durante largo tiempo como una
revelación directa, susceptible de ser bien entendida fuera de todo estudio de las
circunstancias en las que ella fue entregada. Reconozcamos también que, a menudo, es
difícil decir en qué grado de certeza la Escritura nos comunica su pensamiento.
Corrientemente, sobre todo en las narraciones, la convicción del hagiógrafo no
comporta una certeza de fe en el sentido cristiano de la palabra.

Se hace necesario aceptar los textos sagrados según la intención y el grado de


trascendencia dogmática que sus autores inspirados les atribuyeron.

INTENTOS DE SOLUCIÓN

Teorías de Pedersen, Heinisch y Eichrodi

Por un lado J. Pedersen, violenta un poco la realidad atribuyendo a los antiguos


israelitas una mentalidad que puede decirse se halla viva en los pueblos primitivos de
África y Australia, interpretando las costumbres y creencias de Israel según las de
aquellos pueblos. Habla del "alma" y del "espíritu" y atribuye a estos conceptos una
realidad que no es la que les viene del mundo bíblico veterotestamentario.

En un sentido totalmente opuesto, Heinisch expone la teología del AT valiéndose de un


esquema prefabricado, que se diría sacado de un manual de teología dogmática
moderna. En su cuarta parte consagra incluso un párrafo a la aseitas divina, concepto
jamás sospechado por un sabio del AT. Peor todavía: hubo teólogos que gastaron sus
esfuerzos en elaborar la "teología" del AT, y aun del NT, únicamente con vistas a
proporcionar "pruebas escriturísticas" a los dogmáticos. De esta manera la Escritura
pasó a convertirse en la esclava de la teología dogmática, dejando de ser su fuente.

Todavía citaremos otro punto de vista deficiente: Eichrodt se esfuerza por leer todo al
AT a la luz de una sola idea, la Alianza, ciertamente importante, pero no exclusiva.

A la luz de todas estas dificultades, se comprende que ciertos autores hayan preferido
componer un manual de la "religión" del AT porque plantea menos problemas que la fe
propiamente dicha. Hay que pulir todas estas aristas antes de conseguir la elaboración
de la síntesis soñada, en lo que ocupa un lugar primordial la correcta intelección del
concepto "inspiración". En efecto, los autores inspirados nos han hablado "modo
humano", con un grado de convicción, de certeza que varía. según las circunstancias.
Sólo así se hace posible una "teología del AT". Ella nos. deberá mostrar lo que era la fe
de los israelitas, lo que eran sus representaciones religiosas y cómo se desarrollaron
eventualmente.

Teología del AT y Revelación

Von Rad, en el segundo volumen de su obra Theologie des Alíen Testaments, dice que
el objeto de la teología del AT "no es el mundo espiritual y religioso de Israel ni su
estructura psíquica; ni tampoco el mundo de su fe... sino solamente lo que Israel ha
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afirmado directamente de estos testimonios, de. lo que Israel ha confesado acerca de


Yahvé. Sin duda, debe de nueve y en gran medida aprender a escrutar las intenciones
kerigmáticas a través de cada documento y con mayor precisión que hasta ahora. Esto
significa que la fe de Israel está esencialmente fundamentada sobre una teología de base
histórica, sobre unos hechos preparados por la mano de Dios. Evidentemente nos
referimos a aquellos que existen para la fe de Israel..., no a los que son resultado de la
ciencia histórica crítica moderna..."

Von Rad rehusa sistematizar los artículos de fe. Sería una "abstracción... que jamás ha
existido en Israel". Prefiere analizar la fe viva, atestiguada por los diferentes libros
históricos del AT.

Los recensores de Von-Rad han reconocido que su teología del AT posee méritos
incuestionables, aunque algunos han pronunciado sobre ella un juicio muy severo. Las
duras críticas le reprochan que comparte con muchos teólogos protestantes una
concepción poco exacta de la Revelación. En efecto, muchos autores protestantes no
admiten. que se pueda aceptar una revelación divina esencialmente sobrenatural, y las
más de las veces directa. No creen que Dios haya revelado a ciertos hombres unos
conocimientos nuevos, iluminando sobrenaturalmente su espíritu, mientras que en el
pasado la revelación estrictamente sobrenatural fue considerada siempre como la
revelación a secas. Se distinguía de ella la natural. Creando el mundo visible Dios
reveló, se decía, algo de Sí mismo, dado que el efecto revela necesariamente y en cierta
medida la causa. "Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra
de sus manos" (Sal 19,2).

Hoy ciertos ambientes teológicos prefieren decir que Dios se reveló a los israelitas en
los sucesos que interpretaron como venidos de Él. Todo lo que era grande y maravilloso
era un signo de su presencia y de su acción inmediata. La "fe" les hacía creer que Dios
se "revela" en lo extraordinario. Así parece que la revelación se reduce a una
interpretación. humana de hechos naturales históricos.

Ahora bien, según la tradición cristiana, judía y bíblica, la revelación es otra cosa. Así
H.H. Rowley hizo notar que los sucesos extraordinarios que han aportado la salvación a
Israel, han sido interpretados por los hagiógrafos como "revelaciones" de Dios en la
medida en que fueron juzgados como tales por hombres iluminados sobrenaturalmente
por Dios; los profetas, por ejemplo. Estos hombres de Dios estaban convencidos de que
Yahvé se les dirigía sobrenaturalmente. Sí esta convicción no hubiese sido objetiva y
realmente fundamentada, los profetas no hubieran expresado más que una seguridad
puramente humana, y por tanto falible. Sabemos que eso no es así. Los profetas, Jesús y
los Apóstoles recibieron el Espíritu de una manera sobrenatural, y por este Espíritu, se
comunicaron con su mundo que no es el nuestro de aquí abajo. La teología llamó a
semejante comunicación revelación en el sentido objetivo de la palabra.

La teología cristiana es esencialmente la ciencia de la revelación porque ella nos


proporciona el objeto de la fe. Para Von Rad, por el contrario, la fe de Israel está
"esencialmente fundada sobre la teología de la historia". En otros términos, en esta
"historia" no se trata de detectar hechos históricos objetivos, sino de interpretarlos tal
como tomaron consistencia en la imaginación de los hebreos. Además, los hechos,
históricos o no, se ven sometidos a diversas expresiones en el AT. Y a partir de ellas, la
fe de los que las han transmitido debió revestir las mismas diferencias. Por esto se
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explica que -según Von Rad- la fe de Israel no esté fundada sobre un conjunto de datos
objetivos, sino sobre interpretaciones ampliamente subjetivas.

Hampel, en una recensión de la obra de Von Rad, le hace observar que sería más exacto
hablar de una "fe errónea" de Israel. Creo que Hempel tiene razón. Para Von Rad, la
teología del AT no es más que un análisis de opiniones falibles y variables - llamadas
"fe"- sobre los modos de actuación de Dios en la historia, historia que a veces se
presenta de manera poco acorde con la realidad objetiva. ¿Es preciso decir que un
teólogo católico no puede aceptar semejante posición, cuando ni siquiera, un exegeta
luterano, como Hempel, está de acuerdo con ella?

CONCLUSIÓN

En el AT la fe normativa - y con ello resumimos todo lo dicho hasta aquí- no queda


nunca expresada en un credo que comprenda un cierto número de artículos. Israel había
concluido una Alianza con el Dios vivo. Como fundamento de su pacto, existían ciertas
convicciones -ciertos "artículos de fe"- cuyo valor no se discutía jamás y que todos
aceptaban. Y no se estimaba necesario "formular" el deber de cada israelita de
aceptarlas. Junto a estas convicciones, había una gran diversidad de opiniones que jamás
fueron propuestas como verdades absolutas y, por tanto, sin derecho a ser puestas en
tela de juicio por el israelita.

A la hora de elaborar una teología del AT no lo podemos olvidar. La teología


veterotestamentaria no puede ser un sistema organizado de verdades de fe, en las que
nos esforzáramos por atisbar y determinar su sentido, supuesto que la fe intenta
descubrir (fides quaerens intellectum), lo que se puede hallar con la ayuda de una razón
bañada ya por la fe (scibile incredito). La fe de los israelitas contenía un pequeño
número de verdades fundamentales y un complemento de "teología" popular que de
ninguna manera pretendía organizarse en formas sistemáticas y racionales.

Por fin, el exegeta o teólogo cristiano, no puede olvidar jamás que el AT significa
necesariamente para él algo más que para el antiguo israelita. Sabe que es un pedagogo
con vistas a Cristo (Gál 3,24) que prepara los caminos del Señor. El cristiano ve en el
conjunto del AT una "preparación evangélica". Los autores sagrados han abrazado con
su visión inspirada la salvación futura que Dios debía realizar, al fin de los tiempos, en
Cristo. El NT nos enseña que esta misma salvación se ha cumplido ya en parte.

El teólogo, que se propone escribir una teología del AT, debe ante todo dejar que la
palabra inspirada le diga lo que tenga que decirle; pero su mirada se hará más penetrante
por la fe, que le da el poder de discernir mejor la voz de Dios. Gracias a la luz
sobrenatural de la fe comprenderá, mejor que en el mismo AT, el destino que Dios
reservó a su pueblo. Por la "visión conjunta del AT", el teólogo cristiano discernirá con
la certeza de la fe, la dirección en la que el pueblo de Dios marcha hacia su salvación.
En cuanto a los detalles, puede permitirse conjeturas, pero sin desorbitarlas.
Teológicamente hablando, la prueba del cumplimiento de la Antigua Alianza en el NT
se desprende más de la exégesis del NT, de la Tradición y del Magisterio de la Iglesia
que del análisis interpretativo del mismo AT. Por eso se comprende que los PP. de la
Iglesia pensaran que era necesario el Espíritu de Dios para comprender el sentido
"espiritual" de las Viejas Escrituras. Esto significa que sólo la fe descubre la profunda
J. VAN DER PLOEG

armonía entre los dos Testamentos, y no la exégesis científica y literal del Antiguo. Hay
que abordar el AT con el mismo espíritu con que fue escrito y redescubrir en él la fe.

Tradujo y condensó: FRANCISCO ROMA

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