Resolución de Conflictos en El S. XXI - (INTRODUCCIÓN) PDF

Introducción
¿Ha comenzado el siglo XXI marcado por la incertidumbre? ¿A partir del

11 de septiembre los ciudadanos del mundo se sienten inseguros? ¿Es la
intervención militar de un país, las amenazas de guerra a otros, la actua-
ción al margen del Derecho internacional, la mejor arma para combatir el
terrorismo? ¿La hegemonía militar de Estados Unidos y su intervención en
países que no comparten sus criterios son fuente del actual desequilibrio
internacional? ¿Será la Unión Europea capaz, en un futuro, de tener un cri-
terio común frente al uso de la fuerza? ¿Pretende Estados Unidos lograr el
control del petróleo en Irak y, además, dividir a la Unión Europea? ¿Que-
darán los Objetivos del Milenio relegados frente a las prioridades marca-
das para la lucha antiterrorista por la Administración Bush? ¿Cuáles son
las bases reales en las que se sustentan los conflictos contemporáneos?
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Quizás no tengamos una respuesta completa y satisfactoria para to-

das estas cuestiones que nos asaltan diariamente como ciudadanos, y eso
hace que sea una necesidad imperiosa que los centros de investigación
y educativos aborden estos interrogantes, de manera rápida y eficaz, con
el propósito de educar «en y para» el conflicto a nuestros jóvenes y a la
ciudadanía en general. Los brotes de grupos racistas, de nacionalismos
y de otras expresiones de violencia cotidiana evidencian que estamos
educando no para la tolerancia sino más para la confrontación e inclu-
so el aniquilamiento del «otro», del diferente, como forma práctica e
infalible de vivir con seguridad. Es fundamental analizar que vivimos en
un mundo complejo, enormemente plural, heterogéneo y dinámico,
expuesto a veces a fuerzas encontradas.
Guedán, Menéndez, Manuel, and Rubén Darío Ramírez. Resolución de conflictos en el S. XXI, Trama Editorial, 2005. ProQuest
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10 CONFLICTOS EN EL SIGLO XXI
Los historiadores han considerado, como paradigma irrefutable, que

las guerras son parteras de la civilización, de forma que la agresión y la
violencia se han convertido en medios para solucionar litigios, ya sea a
nivel interpersonal o en conflictos entre naciones. Quienes buscan pre-
textos para la agresión son dados a etiquetar a las personas, los grupos,
las sociedades o las naciones en amigos-enemigos, buenos-malos, inadap-
tados-resentidos. Una vez etiquetados, se sienten con autoridad para im-
poner, someter, torturar, aislar, bloquear y hasta asesinar a quien no si-
gue sus directrices. Los poseedores de la «verdad» y de los «valores»
adecuados no permiten el diálogo, la discrepancia o la opinión y, por ende,
todo el que cuestione su autoridad es un enemigo.
Hemos comenzado el siglo XXI inmersos en múltiples conflictos in-
ternacionales y de índole interna. Es un principio de siglo que gira en
torno a los efectos del 11 de septiembre de 2001 y a sus consecuencias,
las amenazas y las intervenciones preventivas en países terceros como
algo natural en la agenda de los gobernantes.
Y en esta situación la ONU tiene que desempeñar un papel pri-
mordial, frente a los Estados que quieren imponer por la fuerza su sis-
tema económico y cultural o frente a aquellos que ven en el terrorismo
la única vía de expresión de su inconformidad. Es imprescindible con-

tar con una organización sólida, que constituya un foro de discusión
donde buscar salidas políticas a la crisis mundial, una ONU que no sea
receptora de ultimátums y amenazas de los más poderosos.
Necesitamos también unos líderes maduros, conscientes, que no
se inclinen por las soluciones rápidas y devastadoras como la guerra.
La amnesia que sufrimos nos hace creer que las posiciones de fuer-
za son la única salida a la encrucijada del terrorismo. Se nos han ol-
vidado las dos guerras mundiales y los centenares de conflictos in-
ternos e interestatales, o el efecto del bloqueo económico sobre países.
En todos estos casos, lo que se ha conseguido es una cada vez más es-
casa posibilidad de subsistir y eso debe ser un permanente recorda-
INTRODUCCIÓN 11
torio que nos lleve a la búsqueda de salidas positivas y pacíficas de

los conflictos.
Es verdad que nada es más iluso, e incluso peligroso, que pensar que
se puede vivir la cotidianidad sin conflictos, o creer que hay soluciones
definitivas o paraísos invulnerables. Una sociedad civil, inmovilizada
por las manipulaciones de los medios de comunicación, paralizada por
los acontecimientos y apática para el debate, deja en manos de unos po-
cos las grandes decisiones que, a veces, pueden ser incluso declaraciones
de guerra. Recientemente, las multitudinarias manifestaciones que se
llevaron a cabo en numerosos países en contra de la guerra fueron una
esperanza contra el despotismo. Necesitamos, por tanto, sociedades ci-
viles fuertes, solidarias y responsables para elegir a gobernantes capa-
ces y que gestionen cambios de rumbo cuando los dirigentes se equi-
voquen.
No existe una vida social sin conflicto y por eso necesitamos educar
para la resolución de los conflictos de forma positiva, de manera proac-
tiva y no destructiva. Persuasión en lugar de coerción, diplomacia pre-
ventiva en vez de amenaza militar o embargo económico, cooperación
en lugar de individualismo, participación en vez de represión; pero sin
olvidar que, en algunas situaciones, entre los detonantes de los conflic-

tos armados internos se encuentran las crisis económicas, la exclusión so-
cial y la pobreza. El análisis de los conflictos debe hacerse desde la com-
plejidad; los planteamientos parciales, simplistas o reduccionistas son
negativos para la concordia y la convivencia pacífica.
El conflicto debe ser el pretexto para la mejora de la calidad de vida,
para el avance en los conocimientos que redunden en el beneficio general
y para la aplicación de fórmulas que contribuyan a elevar el nivel de de-
sarrollo humano. No podemos seguir realizando nuestras actividades
dentro del paradigma de «ganar o perder»: debemos también introdu-
cir en nuestro lenguaje términos como «compartir, cooperar y distri-
buir».
12 CONFLICTOS EN EL SIGLO XXI
La educación «en y para» el conflicto es imprescindible en un mo-

mento como el actual, en el que el mundo cambia a gran velocidad y la
sucesión de los acontecimientos es tal que nos dejan perplejos y no nos
permite digerirlos ni asimilarlos. Por ello, es necesario realizar una gran
campaña educativa para que los conflictos que surgen en el seno de los
vecindarios, entre los pueblos y entre las naciones, sean aceptados como
parte integral del desarrollo de la civilización y de la convivencia pací-
fica.
Es fundamental hablar en el aula de solidaridad, de justicia y de res-
peto al Estado de Derecho, tanto como hablar de pactos sociales, de
diálogo, de acuerdos, de negociación, de arbitraje y de mediación como
procedimientos para la resolución pacífica de los conflictos. La impor-
tancia de buscar alternativas positivas para solucionar éstos radica en
crear una esperanza de cambio en quien siente o percibe la necesidad de
modificar lo que le perjudica personal o grupalmente; es decir, cuantas
más opciones haya para solucionar un conflicto menor será la probabi-
lidad de que el individuo regrese a las reacciones primarias de lucha o huida
para resolverlo.
Las herramientas cognitivas, desarrolladas durante miles de años,
nos permiten superar —si nos educamos— las reacciones instintivas de

lucha eliminando al contrario, o de huida evadiendo los problemas. Es
precisamente la comunicación (verbal o no verbal) la que permite a los
individuos superar sus problemas, ya sea en el seno de la familia o del
vecindario, es decir, en el ámbito de lo local, para llegar al nacional y el
internacional.
Buscar alternativas para solucionar los obstáculos, problemas o con-
flictos es fundamental para evitar la agresión o eliminación del otro.
Cuando se buscan alternativas de solución a un conflicto estamos acep-
tando la pluralidad, la diversidad y la diferencia; entendemos que los
otros también tienen argumentos, derechos y esperanzas. Que en vez de
imponer podemos persuadir, ceder, aceptar y otorgar.
INTRODUCCIÓN 13
Quienes creemos en estas opciones tenemos que proponer y fomentar

nuevas fórmulas de convivencia, basadas en argumentos como: la paz es
posible, la justicia social es un objetivo básico, el diálogo es la mejor
fórmula para resolver los conflictos, el respeto y la tolerancia con el di-
ferente son fuente de desarrollo, la multiculturalidad es básica para la su-
pervivencia, la hegemonía política, económica y militar es dañina para
la paz mundial, los bloqueos económicos se convierten en genocidios,
la lucha contra el hambre es necesaria para la supervivencia en paz...
Nuestra labor es indicar la forma de descubrir la perspectiva positi-
va del conflicto: una fuente para la imaginación, la opinión y la pro-
puesta de alternativas que impulsen la transformación de la sociedad y
el desarrollo de las relaciones interpersonales sin distinción de idioma,
religión o cultura.
La división entre países buenos y malos, entre religiones buenas y ma-
las y entre culturas buenas y malas sólo conduce a la fragmentación de
las sociedades, que, de forma desesperada, adoptan salidas que conlle-
van el dolor y el sufrimiento de la humanidad. Nuestro deber es buscar
alternativas pacíficas para los conflictos de la nueva centuria.

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¿Ha comenzado el siglo XXI marcado por la incertidumbre? ¿A partir del

Quizás no tengamos una respuesta completa y satisfactoria para to-

Los historiadores han considerado, como paradigma irrefutable, que

la única vía de expresión de su inconformidad. Es imprescindible con-

torio que nos lleve a la búsqueda de salidas positivas y pacíficas de

olvidar que, en algunas situaciones, entre los detonantes de los conflic-

La educación «en y para» el conflicto es imprescindible en un mo-

nos permiten superar —si nos educamos— las reacciones instintivas de

Quienes creemos en estas opciones tenemos que proponer y fomentar

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