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FICHA: 1835969
SGA/ 1 de Dic. 2019
A veces tendemos unir los dos conceptos, hasta el punto de que pueden acabar por
considerarse similares, cuando en realidad no lo son. Es el caso de la relación que suele
establecerse entre el efecto invernadero y el cambio climático. Tanto es así que, por
ejemplo, sin el efecto invernadero no podríamos vivir en nuestro planeta, mientras que, por
el contrario, el cambio climático podría provocar serios perjuicios a la humanidad.
Desde mediados del siglo XIX hasta ahora se tiene evidencia científica de que la
concentración global de CO2 en el aire ha aumentado casi un 35%. Algo similar ha ocurrido
con otros GEI. De forma incuestionable, estos incrementos sólo pueden atribuirse a
actividades humanas. En el caso del CO2, fundamentalmente a la emisión masiva de GEI
en procesos de combustión y, en menor medida, a la alteración en el uso del suelo, como la
deforestación.
Por otra parte, se tiene una constancia irrebatible de que la temperatura media global en la
superficie terrestre ha aumentado casi 1º a lo largo del siglo XX. En lenguaje científico eso
es un cambio climático, pues dicha alteración es muy superior a la variabilidad natural del
clima a lo largo de los anteriores 1.000 años. La cuestión es si ambos hechos están
relacionados.
La única herramienta de que dispone la ciencia actual para discernir lo que ocurre en el
sistema climático son complicados modelos matemáticos de simulación del clima. Gracias al
extraordinario esfuerzo de miles de científicos, los modelos climáticos actuales han llegado
a ser capaces de reproducir los rasgos fundamentales del clima terrestre a lo largo de los
últimos 100 años, tanto a escala global como a escalas continentales e incluso regionales,
lo que es un indicativo de su fiabilidad. Pues bien, todos estos modelos, sin excepción,
atribuyen la mayor parte del cambio climático observado en el último siglo al incremento
antropogénico de los GEI en el aire.
YENNIFER ARCINIEGAS MORALES
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Pero lo más preocupante es que esos mismos modelos nos dicen que el cambio climático
observado podría incrementarse en los próximos decenios. Y que, si el ritmo de aumento en
la emisión de GEI por actividades humanas no se reduce, el cambio podría ser aún mayor,
hasta llegar a inducir impactos no deseables en muchas regiones del planeta, con efectos
serios sobre las actividades socioeconómicas e incluso sobre la salud.
Pero los científicos no se limitan a lanzar esta seria advertencia, también proponen
estrategias para mitigar la amenaza que sean compatibles con el desarrollo económico y
tecnológico, e investigan para discernir las zonas del planeta más vulnerables y para
diseñar acciones de adaptación a los posibles cambios climáticos a lo largo de este siglo.
En resumen, se trata de uno de los mayores retos a los que se enfrenta la ciencia en la
actualidad.
2. LLUVIA ÁCIDA
La lluvia ácida es cualquier tipo de precipitación con una alta concentración de ácido
sulfúrico y ácido nítrico.Es provocada por la acción humana, sobre todo debido al uso de
combustibles fósiles (petróleo y carbón) que provienen de las fábricas, vehículos, centrales
eléctricas y calderas.
Para conocer la acidez y alcalinidad de una sustancia se utiliza una escala de ph,
considerándose un nivel de 7.0 como neutro. A partir de dicho nivel, cuanto más bajo sea,
más ácida será esa sustancia. La lluvia normal tiene un ph aproximado de 5.6, mientras que
la ácida generalmente tiene un ph entre 4.2 y 4.4. La lluvia ácida afecta de manera fatal a
las masas de agua como lagos, ríos y mares. Provoca un cambio en su acidez que destruye
las algas y el plancton, y aumenta la mortalidad de los peces. Las masas forestales son
también víctimas de este fenómeno, al devastar los microorganismos que fijan el nitrógeno y
destruir de forma directa las hojas y ramas por contacto.
No solo los elementos orgánicos se ven afectados por la lluvia ácida; también lo sufren los
edificios e infraestructuras. La acidez disuelve el carbonato de calcio y deteriora el mármol y
la caliza, erosionando monumentos y esculturas. Es también el azote de las zonas agrícolas
debido a que desioniza el suelo, empobreciendoló y provocando estrés a las plantas, que
las hace más susceptibles a las plagas. Además, cambia y deteriora las condiciones
naturales de los ecosistemas acuáticos, impactando en la cadena trófica y afectando a un
número importante de especies. A los seres humanos no nos hace daño por contacto, si
no por evaporación de las partículas de nitrato y sulfato, que inhalamos podrían causar
enfermedades respiratorias.
Para reducir o mitigar la lluvia ácida; podemos realizar las siguientes acciones:
Para la formación del agujero de ozono se requiere gran cantidad de gases de halógeno
reactivos, temperaturas muy bajas para originar nubes de hielo o nubes estratosféricas
polares (NEP), aislamiento del aire de otras regiones estratosféricas y luz solar.
Los movimientos de aire atmosféricos transportan las sustancias agotadoras de ozono hacia
arriba y hacia los polos de ambos hemisferios. Las reacciones sobre las superficies de las
NEP o nubes de hielo hacen que las sustancias agotadoras de ozono se conviertan en
formas más reactivas de cloro (ClO), con gran poder de destrucción.
4. PÉRDIDA DE LA BIODIVERSIDAD
La forma general en cómo las sociedades nos hemos desarrollado, con una distribución
cada vez más urbana, con un aumento en nuestros patrones de consumo alimentarios,
energéticos y de nuestra forma de vida, tiene un impacto en la naturaleza que puede llegar
a afectar todos sus niveles de organización, desde el genético hasta los ecosistemas, que
se expresa en distintas escalas, y por supuesto, con gran intensidad en zonas muy
transformadas por la concentración de población humana.
“La pérdida de biodiversidad es rápida y continua. Durante los últimos 50 años, los
seres humanos hemos cambiado los ecosistemas más rápida y extensamente que en
cualquier otro período comparable de la historia de la humanidad. Las causas directas de la
pérdida de biodiversidad no muestran señales de disminución“. Ahmed Djoghlaf en:
Hasselink et. al. (2007).
Las mayores causas de la pérdida de biodiversidad está dada por las presiones vinculadas
a la agricultura, que abarcan 70% de la pérdida estimada de la biodiversidad terrestre. Por
ello, como punto crucial, recomienda reorientar las tendencias de los sistemas alimentarios,
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La composición de los residuos sólidos es otro de los factores importantes que deben ser
tenidos en cuenta en la gestión, especialmente para decidir las posibilidades de
recuperación, sistemas de tratamiento y disposición más apropiados.
También se puede apreciar que la calidad de los residuos sólidos de los países en vías de
desarrollo es bastante pobre comparada con la de los industrializados, lo que es importante
cuando se desea fomentar programas de tratamiento y reciclaje.América Latina y el Caribe
(ALC), los RSM tienen un mayor contenido de materia orgánica, una humedad que varía de
35 a 55% y un mayor peso específico, que alcanza valores de 125 a 250 kg/m3, cuando se
miden sueltos.
El efecto ambiental más obvio del manejo inadecuado de los residuos sólidos municipales lo
constituye el deterioro estético de las ciudades, así como del paisaje natural, tanto urbano
como rural. La degradación del paisaje natural, ocasionada por la basura arrojada sin
ningún control, va en aumento; es cada vez más común observar botaderos a cielo abierto o
basura amontonada en cualquier lugar.El efecto ambiental más serio pero menos
reconocido es la contaminación de las aguas, tanto superficiales como subterráneas, por el
vertimiento de basura a ríos y arroyos, así como por el líquido percolado (lixiviado), producto
de la descomposición de los residuos sólidos en los botaderos a cielo abierto.
La descarga de residuos sólidos a las corrientes de agua incrementa la carga orgánica que
disminuye el oxígeno disuelto, aumenta los nutrientes que propician el desarrollo de algas y
dan lugar a la eutroficación, causa la muerte de peces, genera malos olores y deteriora la
belleza natural de este recurso. Por tal motivo, en muchas regiones las corrientes de agua
han dejado de ser fuente de abastecimiento para el consumo humano o de recreación de
sus habitantes y la acumulación de estas basuras en drenajes, alcantarillados y demás, en
época de invierno crean inundaciones.
Los residuos sólidos abandonados en los botaderos a cielo abierto deterioran la calidad del
aire que respiramos, tanto localmente como en los alrededores, a causa de las quemas y
los humos, que reducen la visibilidad, y del polvo que levanta el viento en los periodos
secos, ya que puede transportar a otros lugares microorganismos nocivos que producen
infecciones respiratorias e irritaciones nasales y de los ojos, además de las molestias que
dan los olores pestilentes.
YENNIFER ARCINIEGAS MORALES
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Por lo tanto es necesario iniciar con el cambio de las 3r (reducir, reciclar, reutilizar), para
generar menos residuos sólidos y utilizar lo que más se pueda.