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Sanzloroño-Ensayo-El Desafio Posmoderno A La Historia Del Tiempo Presente PDF
Sanzloroño-Ensayo-El Desafio Posmoderno A La Historia Del Tiempo Presente PDF
Si hemos traído la figura de las semillas del tiempo a este texto es porque
creemos que en ella se condensan dos tendencias, o anhelos, que alientan nuestra
exposición. Por un lado, estos granos son impredecibles y diferidos, constitutivos de lo
que, por ahora, llamaremos movimiento de la Diferencia en la historia5. Por otro, esta
concepción del tiempo, opuesta a la Historia como metarrelato, remite al futuro en tanto
1
William SHAKESPEARE, Macbeth, Madrid, Cátedra, 2001, pp. 74-76.
2
En el fondo de nuestro argumento se halla, no lo negaremos, el concepto de misreading de Paul de Man.
En efecto, la posibilidad de múltiples lecturas es la imposibilidad de la lectura, debido, según De Man, a
la estructura alegórica de todo texto. Véase Paul DE MAN, Alegorías de la lectura. Lenguaje figurado en
Rousseau, Nietzsche, Rilke y Proust, Barcelona, Lumen, 1990, p. 235: “El paradigma de todos los textos
consiste en una figura (o un sistema de figuras) y en su deconstrucción. Pero, dado que este modelo no
puede ser clausurado mediante una lectura final, engendra, a su vez, una superposición figurada
complementaria que narra la ilegibilidad de la narración anterior”. Y así sucesivamente.
3
Gianni VATTIMO, El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna,
Barcelona, Gedisa, 1986. Vattimo considera que la época posmoderna es el adecuado contexto de
recepción de las obras de Nietzsche y Heidegger, sus dos referencias principales.
4
Toda la obra de Negri está impregnada de Spinoza; citamos, como ejemplo, Antonio NEGRI, Spinoza
subversivo, Madrid, Akal, 2000.
5
Aunque la Diferencia está, por definición, diferida, no puede decirse que sea estacionaria, es decir, post-
histórica. Mantiene las posibilidades nunca agotadas de la apertura ontológica o el cambio sistémico en el
presente. Para este concepto, el texto fundamental es el de Jacques DERRIDA, “La Différance”,
Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra, 1989, pp. 37-62. Un excelente resumen del concepto de
Diferencia, más allá de Derrida, puede encontrarse en José Luis RODRÍGUEZ GARCÍA, Crítica de la
razón postmoderna, Zaragoza y Madrid, Prensas Universitarias de Zaragoza y Biblioteca Nueva, 2006,
pp. 129-165.
1
impulso utópico. Pues todo artefacto cultural porta en su forma no sólo diversos usos y
matrices sociales, sino también rastros del pasado y anticipaciones del futuro6.
Por otra parte, es intención de este trabajo delimitar los problemas que se
derivan de la relación entre un presente posmoderno y su representación histórica.
Desafíos que, dada la peculiar estructura de nuestra temporalidad, no tienen precedente.
No sería descabellado afirmar, creemos, que la Historia del Tiempo Presente (en
adelante HTP) denota una cierta reacción contra la condición posmoderna. En efecto,
tanto desde la historiografía como desde el marxismo, los dos ámbitos modernos que
aquí nos convocan, se ha acusado el impacto de las teorías que afirman la realidad del
fin de la Historia. O de su sucedáneo post-histórico, esto es, la “pérdida de tensión” de
las sociedades posmodernas7.
Si, como Fredric Jameson mantiene, “en el presente es donde se encuentran las
semillas del futuro”8, entenderemos que, bajo la óptica marxista del estadounidense, el
presente necesite ser pensado “dentro de la Historia”9. Otra asunto es si nuestro tiempo
propicia, o siquiera permite, tales pretensiones epistemológicas. Antes bien, siendo la
6
Para el uso del impulso utópico, las referencias obligadas son Fredric JAMESON, Arqueologías del
futuro. El deseo llamado utopía y otras aproximaciones de ciencia ficción, Madrid, Akal, 2009; y del
mismo autor, Documentos de cultura, documentos de barbarie. La narrativa como acto socialmente
simbólico, Visor, Madrid, 1989.
7
Para la historiografía del presente en momentos pasados, véase Gonzalo PASAMAR, “Formas
tradicionales y formas modernas de la ‘Historia del Presente’ ”, Historia Social, 62 (2008), pp. 147-169,
especialmente, pp. 148- 164; cita en G. PASAMAR, “Formas”, p. 165.
8
Cita de Felip VIDAL AULADELL, en su “Fredric Jameson, o la singularidad dialéctica de la teoría”,
Daimon. Revista de Filosofía, 40 (2007), p. 178.
9
Cita en Fredric JAMESON, El posmodernismo, o la lógica cultural del capitalismo avanzado,
Barcelona, Paidós, 1991, p. 101.
2
“pérdida del sentido de la Historia” un rasgo principal de lo posmoderno, nuestra
incapacidad para “modelar representaciones de nuestra propia experiencia presente”
debe ser leída como un síntoma de la condición posmoderna10. Pues, si entendemos la
modernidad como un discurso dominado por la gran narrativa, interpretaremos que el
desfallecimiento de ésta connota la existencia de una nueva estructura de sentimiento11.
A esta “modificación general de la cultura”, causada por “la reestructuración social del
capitalismo tardío como sistema”, Jameson le atribuye una completa ceguera histórica12.
O, en otras palabras, un “bloqueo de la imaginación histórica”13.
10
Citas en Fredric JAMESON, The Cultural Turn. Selected Writings on the Postmodern, 1983-1998,
Verso, London and New York, 1998, p. 20; y en F. Jameson, El posmodernismo, p. 52.
11
Véase Jean-François LYOTARD, La condición postmoderna, Madrid, Cátedra, 2000, pp. 9-10.
12
Citas en Fredric JAMESON, Teoría de la postmodernidad, Madrid, Trotta, 1996, p. 93.
13
Cita en F. JAMESON, The Cultural Turn, p. 91.
14
F. JAMESON, El posmodernismo, p. 101. La distinción entre ambas concepciones es uno de los
grandes logros de Jameson; véase su Teoría de la postmodernidad, pp. 85-96.
15
Cita en J.L. RODRÍGUEZ GARCÍA, Crítica, p. 71.
16
Cita en F. JAMESON, Documentos, p. 24.
17
Historia Universal en José Carlos BERMEJO BARRERA, Entre historia y filosofía, Madrid, Akal,
1994, pp. 237-250.
3
modernidad occidental. Lo posmoderno apareció como un “alivio” del peso burocrático
de unos metarrelatos que devaluaban el presente tanto como reprimían la Diferencia18.
La tiranía de la forma universal, al obviar las especificidades de lo heterogéneo, se ha
quedado sin sustento discursivo19.
18
Alivio en F. JAMESON, Teorías de la postmodernidad, pp. 235-240.
19
El arquitecto Charles Jencks fue uno de los primeros en registrar la rebelión posmoderna contra la
uniformidad modernista; véase Charles JENCKS, El lenguaje de la arquitectura posmoderna, Barcelona,
Gustavo Gili, 1984, pp. 9-37.
20
Cita en J.-F. LYOTARD, La condición, pp. 73 y ss.
21
Cita en Hayden WHITE, El contenido de la forma. Narrativa, discurso y representación histórica,
Barcelona, Paidós, 1992, p. 12.
22
F. JAMESON, El posmodernismo, pp. 33-34. El autor cita expresamente cuatro modelos hermenéuticos
de esquemas de profundidad: dialéctico, freudiano, existencialista y semiótico tradicional.
23
Véase F.JAMESON, Arqueologías, pp. 7-8.
4
que violentaba la inmanencia de lo heterogéneo o, en el vocabulario neoliberal de los
ochenta y noventa, la naturaleza humana24.
Fue esta presencia fantasmagórica del bloque oriental la que hizo presa del
inconsciente posmoderno, logrando vincular los proyectos utópicos con el paraíso
soviético del acero y del hormigón. La misma fotografía que también descalificó el
proyecto modernista. En efecto, las figuras desangeladas de la modernidad tardía
occidental, esto es, el gigantismo cuartelero y la tecnocracia keynesiana, sirvieron para
imprimir fuerza al imaginario anti-utópico de la posmodernidad25. A este respecto, 1989
fue la confirmación de un fracaso que ya había adquirido la silueta intratable de lo
sublime, es decir, de lo monstruoso e inexplicable26. Vista la quiebra del metarrelato,
veamos los tres factores en los que puede descomponerse la crisis de representación
histórica: la simultaneidad del tiempo, el bloqueo de la imaginación y, finalmente, la
ausencia del Sujeto.
24
Para la idea del mercado como algo natural, véase F. JAMESON, Teoría de la postmodernidad, pp.
199-217.
25
Las críticas a la rigidez de la última modernidad pueden hallarse en múltiples referencias. Citaremos,
por la importancia del libro, el repaso que David HARVEY lleva a cabo en su The Condition of
Postmodernity, Cambridge and Oxford, Blackwell, 2003, pp. 66-98.
26
Véase esta configuración de lo anti-utópico en F. JAMESON, Las semillas del tiempo, Madrid, Trotta,
2000, pp. 56-68.
27
Esta relación se trata con particular agudeza en J.L. RODRÍGUEZ GARCÍA, Crítica, pp. 45-81.
28
Cita en F. JAMESON, Teoría de la postmodernidad, p. 10.
29
Ibid., p. 232.
30
El libro clásico sobre la Posthistoire sigue siendo el de Lutz NIETHAMMER, Posthistoire. Has
History Come to an End?, London and New York, Verso, 1992.
31
Véase Israel SANMARTÍN, “El colapso del pensamiento teleológico y de las concepciones
historiográficas teleológicas”, Gallaecia, 26 (2007), pp. 267-283.
5
Historia. Sin embargo, la regresión no parece viable ni deseable. El metarrelato, la
metafísica o el Dios nietzscheano son como los barcos abandonados de una
reconversión industrial. Hoy se nos convoca a vivir sin asideros, sin esas narraciones
que, como el concepto althusseriano de ideología32, constituían nuestro “espacio social”
real, esto es, nuestro “referente primordial”33. De esta manera, se anuncia un modo de
vida que, al postular la contingencia, también prevé un presente libre de “la carga de la
Historia”34.
32
Véase Louis ALTHUSSER, “Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado”, en Slavoj ZIZEK (comp.),
Ideología. Un mapa de la cuestión, Buenos Aires, FCE, 2005, pp. 139-149.
33
Citas en Manuel CRUZ, Filosofía de la historia, Madrid, Alianza, 2008 (edición ampliada), p. 194.
34
Hayden WHITE, “The Burden of History”, Tropics of Discourse. Essays in Cultural Criticism,
Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1978, pp. 27-50.
35
Este “optimismo confiado” es uno de los rasgos que distinguen a las teorías pesimistas de la
posthistoire de la celebración alborozada de Francis Fukuyama, tal y como señala Perry ANDERSON en
su Los fines de la historia, Barcelona, Anagrama, 1996, p. 12.
36
J. C. BERMEJO BARRERA, Entre historia y filosofía, p. 217.
37
Descrédito del concepto de conquista de la naturaleza en F.JAMESON, The Cultural Turn, p. 91.
38
Lacan en F. JAMESON, El posmodernismo, pp. 61-66.
39
La “deshistorización [sic] de la experiencia” es el resultado de esta simultaneidad; cita en G.
VATTIMO, El fin de la modernidad, p. 17.
40
Cita en Abdelmajid HANNOUM, “What is an Order of Time?”, History and Theory, 47 (2008), p. 468.
41
Cita en Mark POSTER, Cultural History and Postmodernity. Disciplinary Readings and Challenges,
New York, Columbia University Press, 1997, p. 68.
6
representación. Ciertamente, ¿cómo podría representarse algo sin someterlo a un código
interpretativo?
Esta completa homogeneización del globo remite a una clausura del espacio y,
por ende, de la imaginación46. Hablamos de un proceso que ha eliminado los enclaves
de la diferencia histórica que antaño alimentaron una cierta “fantasía utópica”47. Es este
bloqueo anti-utópico el que imprime una singular fuerza al argumento de Fukuyama. Su
particular celebración del fin de la Historia articula este cierre imaginativo. Sin
embargo, la agobiante presión ecológica, o la aparente inexistencia de un principio
novedoso que empuje a la Historia48, no son motivo, creemos, de regocijo. El presente
queda como un reloj en suspenso a la espera de que un sujeto le dé cuerda de nuevo.
Así las cosas, la crisis de representación histórica parece más real de lo que
quisiéramos. Los proyectos que han intentado superar esta situación han sido
numerosos, y, en algunos casos como el de Jameson, brillantes. De este modo, la HTP
puede leerse como un intento de introducir al presente en la Historia49. Asunto más
espinoso de valorar es el resultado de semejante empresa. Nuestra brevísima respuesta,
aun estando presa de vacilación, tememos que no será afirmativa.
42
Supeditación real (acumulación intensiva y homogeneización completa) frente a supeditación formal
(acumulación extensiva y desarrollo desigual), en Michael HARDT y Antonio NEGRI, Imperio,
Barcelona, Paidós, 2002, pp. 237-238, 253; y pp. 209-224, respectivamente.
43
Véase el fin de lo Nuevo en F. JAMESON, Teoría la postmodernidad, pp. 219-240, especialmente,
pp.229-235
44
Ibid., p. 125.
45
El sistema mundial como lo Otro irrepresentable en F. JAMESON, El posmodernismo, pp. 75 y ss.
46
Véase tal constricción del espacio en F. JAMESON, The Cultural Turn, pp. 90-92.
47
Enclaves y cita en F. JAMESON, Arqueologías, p. 36.
48
La ausencia de principio histórico en Perry ANDERSON, Los fines, p. 131.
49
Véase Gonzalo PASAMAR, Formas, p. 164-169
7
el capitalismo tardío50. Sin embargo, declarar desde el principio la inviabilidad de una
HTP sólo parece ser un gesto nihilista. Pues tal declaración de imposibilidad demuestra
ser la misma condición de posibilidad del intento, aunque, ciertamente, no del fruto. En
virtud de lo dicho, trataremos de detectar una serie de problemas, creemos que
insolubles, de una Historia que ya no parece tener más sustento que la nostalgia por el
Ser51. Tres son, pensamos, los factores de perturbación de la HTP: el objeto, el sujeto y
la forma.
50
Véase Fredric JAMESON, “Foreword”, en Jean-François LYOTARD, The Postmodern Condition. A
Report on Knowledge, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1988, p. XIV.
51
La nostalgia por el Ser es denunciada, entre otros, por G. VATTIMO, El fin de la modernidad, pp. 23-
32.
52
Julio Aróstegui prefiere los términos de Historia Coetánea o Historia Vivida; véase para el carrusel de
nombres y para la preferencias de este historiador, Julio ARÓSTEGUI, “El presente como historia (La
idea de una análisis histórico de nuestro tiempo)”, en Carlos Navajas Zubeldia (ed.), Actas del I Simposio
de Historia Actual, Logroño, 1998, pp. 29 y ss.
53
Véase J. ARÓSTEGUI, “La historia del presente”, p. 48; y “El presente como historia”, p. 28.
54
Cita en G. PASAMAR, “Formas”, p. 166.
55
Para la diferencia entre crónica y narrativa, véase H. WHITE, El contenido de la forma, pp. 17-39.
8
sólo podemos entender el presente dentro de la Historia56. Ciertamente, sólo conocemos
mediante formas que, si bien portan cierto futuro en ellas, son, inevitablemente, parte de
lo ya acontecido. El presente, quiere esto decir, debe ser asimilado como pasado, como
parte de una Historia cuya estructura formal parece desintegrarse en lo posmoderno.
Vista la necesidad del futuro para pensar el presente dentro de la Historia, tal vez
podamos reformular ciertas críticas vertidas contra la HTP. Ésta, dice Aróstegui, no es
un periodo, sino una historiografía de lo vivido, de lo todavía inteligible59. Así pues, es
más bien “un concepto-categoría”, válido para cualquier presente60. Pero, aun cuando el
objetivo de nuestra investigación no fuese cualquier momento actual, sino el nuestro, el
futuro no sería necesario para hacerlo inteligible. Creer tal cosa, continúa, pertenece a
los complejos decimonónicos de la perspectiva y de la distancia objetiva. Y sabido es,
acaba Julio Aróstegui, que siempre podemos “atribuir un origen” a un “proceso social-
histórico” que sí puede “ser descrito”61.
56
J. ARÓSTEGUI, “El presente como historia”, p. 18.
57
Paul DE MAN, La resistencia a la teoría, Madrid, Visor, 1990, pp. 11-37. El uso que hacemos del
término sólo está lejanamente relacionado con el contenido del texto de De Man.
58
La relación entre el empirismo y el cercenamiento de lo utópico, en F. JAMESON, Arqueologías, p. 9.
59
J. ARÓSTEGUI, “La historia del presente”, pp. 44-46.
60
Cita en J. ARÓSTEGUI, “El presente como historia”, p. 42.
61
Citas en J. ARÓSTEGUI, “La historia del presente”, p. 46. Para el rechazo de las objeciones, pp. 44-51.
9
ya que el futuro es lo que nos permite ocuparnos de la Historia, aunque “él es
precisamente eso de lo que no se puede hablar”62.
10
Los diferentes posicionamientos de los nuevos sujetos, anunciados por Laclau y
Mouffe, tratan de superar, desde una ontología política distinta a la moderna, lo que se
revela como un vacío en la Historia69. Ésta, sin el polo de atracción discursivo del
Sujeto, tiende a la fragmentación70. Pero esto no significa que debamos lamentar nuestra
suerte. La nostalgia del Ser es una compensación comprensible, pero no parece
particularmente útil. Tampoco se presume saludable la búsqueda del Sujeto perdido. De
hecho, una de las mayores obras de nuestro tiempo, Imperio, constata esta realidad y
propone a la multitud spinoziana como protagonista. Así pues, no se desea un regreso al
pasado, sino que se parte de la condición posmoderna para poder superarla71. Por su
parte, la HTP, en tanto que precisa ser algo más que una “Historia Global”, se
encuentra, necesariamente, sin sujeto72. Hasta ahora no ha logrado definirlo con éxito.
Si se pretende tal representación, no creemos que sirvan las tradicionales figuras
modernas. Finalmente, dudamos incluso de que lo global pueda ser objeto de tal
articulación historiográfica.
69
Ernesto LACLAU y Chantal MOUFFE, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización
de la democracia, Madrid, Siglo XXI, 1987.
70
Según M. Cruz, la causa de la caída de las metanarrativas es la ausencia de un sujeto capaz de
articularlas; véase Manuel CRUZ, Filosofía del historia, Barcelona, Paidós, 1991 (edición original), p.31.
71
Esta es la interpretación que obtenemos de la obra de Hardt y Negri, a diferencia de la que parece
extraer I. SANMARTÍN, en “El colapso del pensamiento”, pp. 274-277.
72
Cita en Gonzalo PASAMAR, “Formas”, p. 168.
73
Creación del objeto por la teoría en M. POSTER, Cultural History, p. 156. H. White, por su parte,
señala que la interpretación ni representa ni reproduce, sino que más bien presenta y produce. Véase
Hayden WHITE, Figural Realism. Studies in the Mimesis Effect, Baltimore, The Johns Hopkins
University Press, 1999, p. IX.
74
H. WHITE, Figural Realism, pp. 66-86.
75
Elías José PALTI, Giro lingüístico e historia intelectual, Buenos Aires, Universidad Nacional de
Quilmes, 1998, p. 89.
11
su cierre narrativo, porque el futuro necesario para ello ha desaparecido junto con el
metarrelato. Sin embargo, no debemos desesperar ni aplaudir la llegada de lo post-
histórico. Ciertamente, los vestigios del pasado, como las formas, contienen esas
semillas del tiempo que se resisten a ser encerradas. Se presume que comparten un
doble estatuto ontológico, referido al ser del presente y al no-ser del pasado y del futuro.
Van, en este sentido, más allá de cualquier bloqueo de la imaginación histórica76. Por
ello, si bien consideramos a la historiografía del futuro un proyecto sólo defendible
mediante la gran narrativa77, creemos, sin embargo, que la recuperación de ciertas trazas
de lo utópico podría ayudarnos a rastrear, indirectamente, algunos rasgos de nuestro
presente78.
El motor principal que ha movido este texto se resume en las elegantes palabras
de Fredric Jameson:
Efectivamente, el eclipse del futuro nos deja, de momento, sin cierre narrativo;
y, por tanto, sin la posibilidad de una HTP más o menos satisfactoria. La crónica, y no
la narrativa, parecería la forma más adecuada para representar nuestro presente. Tal y
como se ha dicho antes, que el futuro no esté predeterminado, debería ser motivo
suficiente para que el presente escriba su propia historia. Pero el efecto no ha sido
liberar al presente del pasado, sino más bien una extraña paradoja. La clausura de la
76
Vestigios en F. JAMESON, Arqueologías, p. 12, nota 12.
77
Véase David J. STALEY, “A History of the Future”, History and Theory, 41 (2002), pp. 72-89.
78
Ésta es la intención, no bien resuelta, de Toby WIDDICOMBE, “Utopia, Historiography, and the
Paradox of the Ever-Present”, Rethinking History, Vol. 13, 3 (2009), pp. 287-316.
79
F. JAMESON, “La política de la utopía”, New Left Review (edición española), 24 (2004), p. 38.
12
imaginación, expuesta en la represión de lo utópico y, por tanto, de la historicidad,
revelan el cierre ideológico de nuestro sistema. Una restricción que revierte en la
destrucción de la utopía y, por ende, en la posibilidad de un cierre narrativo. Hoy resulta
más sencillo imaginar la destrucción del mundo que el fin del capitalismo80. No
obstante, podemos emplear tal aserto de un modo dialéctico, y tratar de “imaginar el
capitalismo a través de la imaginación del fin del mundo”81.
Por otra parte, es cierto, como señaló Juan José Carreras, que el descrédito de los
metarrelatos no comenzó en Auschwitz84. Antes bien, el crepúsculo de los dioses
modernos está relacionado con la emergencia de la posmodernidad. En cualquier caso,
los grandes relatos ya no pueden ser articulados sin que parezcan Prometeos
resucitados. Ni la disciplina que requieren, ni el Sujeto que necesitan, están ya
disponibles. La superación del bloqueo de la imaginación histórica, de llegar algún día,
deberá venir por otros cauces que no sean la restauración de los discursos de antaño.
Esta llamada a partir desde lo posmoderno no tiene que ser juzgada como
arbitraria o pesimista. En efecto, no deberíamos descartar que la paradoja de un presente
permanente no sea sino el ojo mismo del huracán, o una condena lanzada desde el
modernismo contra el colapso de su propia imaginación. Bloqueo que estaría
representado por el eclipse de los metarrelatos y del Sujeto moderno. No por casualidad
la eternidad de nuestro presente ha sido ratificada por Eric Hobsbawm85. En vista de
esto, ¿no estará Jameson atrapado en su concepción de la Historia? ¿No estará dentro de
esa tradición del marxismo occidental que no podía concebir más sujeto que la Clase
Obrera?86 ¿Ni más historia que la Historia?
80
F. JAMESON, Las semillas, p. 11.
81
Cita en F. JAMESON, “La ciudad futura”, New Left Review, 21 (2003), p. 103.
82
Cita en F. JAMESON, Arqueologías, p. 343.
83
Véanse las acertadas críticas al proyecto de una historia del futuro de D.J. Staley en Noël BONNEUIL,
“Do Historians Make the Best Futurists?” History and Theory, 48 (2009), pp. 98-104.
84
Véase Juan José CARRERAS ARES, Razón de historia. Estudios de historiografía, Madrid, Marcial
Pons, 2000, pp. 336-355.
85
Eric HOBSBAWM, Historia del siglo XX, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 12 y ss.
86
Debemos destacar la crítica de Laclau y Mouffe a aquellos que consideraban que sólo hay un Sujeto
posible, frente al cual los nuevos son marginales o falsos sustitutos. Por el contrario, la construcción de
13
Sea como fuere, en este texto hemos tratado de demostrar que la HTP es el
resultado de un bloqueo provisional de la imaginación. Por un lado, pretende superar la
actual condición posmoderna reintroduciéndola en la Historia87. Por otro, queda
atrapada en esta forma moderna de representación, aun cuando es consciente de la
necesidad de inventar otra. Pero tal vez no se trate tanto de crear como de rastrear lo que
las semillas del tiempo nos ofrecen. Efectivamente, el impulso utópico, que detectamos
en el inconsciente político de la HTP, nos indica que el presente no está muerto; es
decir, es posible seguir produciendo significado histórico. Pues podemos encontrar en
dicho impulso la presencia del deseo, que es, como escribe Bermejo Barrera, “la figura
en la que se encarna el futuro”88. Por tanto, concluiremos, la HTP no es tanto una
obsesión por registrar lo que va a desaparecer para siempre89, sino que es posible leerla
como la expresión del impulso reprimido del futuro.
Finalmente, deberíamos haber advertido que las tan citadas semillas constituyen
una metáfora como otra cualquiera. Tienen la ventaja de configurarse sobre una
ontología y una causalidad basadas en la discontinuidad posmoderna90. Siguiendo este
tropo, liberaremos a la historia y, de acuerdo con el proyecto de Nietzsche y White, nos
libraremos de la Historia91. Para ello no es preciso postular subrepticiamente el ruido y
la furia shakesperianos; las semillas del tiempo nos devuelven el futuro sin arrebatarnos
el pasado. No es deseable ni necesario abandonar el pensamiento histórico. Más bien
todo lo contrario.
sujetos sólo puede ser relacional, diferida y móvil; es decir, se anuncia una nueva ontología a partir de lo
posmoderno. Véanse estos apuntes en E. LACLAU y C. MOUFFE, Hegemonía, pp. 101-104. Para el
marxismo occidental, véase Perry ANDERSON, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Madrid,
Siglo XXI, 1979.
87
Véase G. PASAMAR, “Formas”, p. 169.
88
J.C. BERMEJO BARRERA, Entre historia y filosofía, p. 196.
89
Véanse Andreas HUYSSEN, En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en tiempos de
globalización, México, FCE, 2002, pp. 13-40; y J. ARÓSTEGUI, “El presente como historia”, p. 31.
90
Una educación en la discontinuidad del tiempo es la propuesta de H. WHITE en “The Burden”, Tropics
of Discourse, p. 50.
91
Véase Friedrich NIETZSCHE, Sobre la utilidad y el perjuicio de la historia para la vida, Madrid,
Biblioteca Nueva, 2003. En esta obra, el filósofo alemán sugirió poner la historia al servicio de la acción,
el presente y el futuro (pp.38-39).
14