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Ensayo sobre pulsión y cuerpo

Leydi Damaris Restrepo Giraldo


Estudiante programa de maestría en Investigación Psicoanalítica
Séptima Cohorte Universidad de Antioquia-Sede Medellín

2019
En el campo del psicoanálisis, Freud fue el primero en establecer una clara

diferencia entre organismo, (del cual se ocupaba la medicina de su época) y cuerpo, este

último, afectado por causas psíquicas. Lo anterior gracias a la fenomenología de la histeria,

que era un enigma para los galenos de su época y que se caracterizaba por una incidencia

psíquica sobre lo orgánico, que producía una serie de efectos diversos, entre ellos:

imposibilidad de caminar, afonías, ataques convulsivos, perturbaciones de la sensibilidad

(anestesia o hiperestesia), perturbaciones de la actividad sensorial, parálisis, contracturas,

tos, cegueras y otras. Estos fenómenos antes mencionados, interrogaban el conocimiento y

las concepciones que tenían la medicina y la ciencia sobre el cuerpo hasta esa época,

inclusive al mismo Freud, pues la causa obedecía a unas alteraciones desconocidas o

enigmáticas, sin origen orgánico o anatómico.

Así podemos verlo en la cita siguiente:

La histeria es una neurosis en el sentido más estricto del término; vale decir que no se han

hallado para esta enfermedad alteraciones (anatómicas) perceptibles del sistema nervioso y,

además, ni siquiera cabe esperar que algún futuro refinamiento de las técnicas anatómicas

pudiera comprobarlas. (Freud, 2012/1888, p. 45).

En razón de la histeria en la época de Freud, es posible establecer desde el psicoanálisis,

una diferencia esencial entre organismo y cuerpo, aunque este autor no desarrolle de manera

conceptual este segundo término y sólo se empiece a realizarse con Lacan.

Sin embargo, diversas disciplinas como: la medicina, la anatomía y la fisiología, se han

enfocado en comprender el cuerpo desde el punto de vista del organismo, dirigiendo sobre el

mismo una mirada principalmente biologicista o mecánica, para asumirlo como un sistema,

tejidos, articulaciones, órganos, etc. y otorgarle a su vez un carácter de realidad

fundamentalmente anatómica-material. Así, por ejemplo, la anatomía considera al organismo


como una entidad descriptible, y lo define como un instrumento encargado de realizar

diversas funciones, a través de órganos concertados en la estructura corporal, a saber: eje,

tronco, miembros inferiores y superiores. (Unzueta y Lora, 2002, p. 12-13).

Ahora bien, el cuerpo dentro del psicoanálisis cobra un estatuto específico y distinto al de

la medicina, pues trasciendo la materialidad anatómica y orgánica, en tanto no se nace con

él, sino que se construye con otros y mediatizado además por el lenguaje. Por lo tanto, el

cuerpo, sólo se da en seres hablantes. Ante esto, Crisorio (1998) dice: “no se nace con un

cuerpo, existe un organismo”. (p. 6).

Si bien, el psicoanálisis no niega el cuerpo biológico, no es de éste del cual se ocupa. De

hecho, Lacan considera que “para hacer un cuerpo es necesario un organismo vivo más una

imagen” (Soler, 1998, pp. 12-13), y que por tanto, es necesario reconocer la cohesión de un

organismo; no obstante, sin olvidar que esta cohesión no será suficiente para otorgarle un

cuerpo. (Soler, 1998, pp. 13). Es por eso que desde el psicoanálisis, se concibe el cuerpo

como algo secundario; es decir, como una realidad que es construida paralelamente, o

desde lo biológico. Soler (1998), al decir que el cuerpo es realidad, aclara:

Decir que el cuerpo es realidad quiere decir que el cuerpo no es primario. Quiere decir

que no se nace con un cuerpo. Dicho de otra forma, yo digo que es de la realidad, pero

en el sentido donde la realidad, después de Freud, tiene un estatuto subordinado: el de

algo construido, secundario. (pp. 13).

Freud, por su parte establece una relación entre el yo y el cuerpo, aunque no se trata de

un cuerpo formalizado con el de Lacan, sino un cuerpo efecto de la formación del yo, como

superficie sobre el cual deviene el yo consciente, la conciencia de individualidad. Él lo

refiere así: “El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no es sólo una esencia-superficie, sino,

él mismo, la proyección de una superficie”. (Freud, 2012/1923 p. 27).


De otro lado, para este autor, el cuerpo es también un lugar del que parten

percepciones internas y externas, pero también sensaciones. Lo anuncia así en la

siguiente cita:

El cuerpo propio y sobre todo su superficie es un sitio del que pueden partir

simultáneamente percepciones internas y externas. Es visto como un objeto otro, pero

proporciona al tacto dos clases de sensaciones, una de las cuales puede equivaler a una

percepción interna”. (Freud, 2012/1923 p. 27).

Ahora bien, como se dijo anteriormente, el cuerpo en psicoanálisis es producto de una

construcción, y desde Lacan pasa por varios registros: imaginario, simbólico y real.

Desde el registro imaginario, podemos pensarlo desde el estadio del espejo que se

produce entre los 6 y los 18 meses. A partir del cual, ese cuerpo que antes se vivía como

desintegrado empieza a unificarse a partir de una imagen que es dada como Gestalt, en

tanto figura cerrada o completa del cuerpo que se instaura para dar apertura a conquistas

psíquicas y de otros ordenes, posteriores.

Es que la forma total del cuerpo, gracias a la cual el sujeto se adelanta en un espejismo a la

maduración de su poder, no es dada sino como Gestalt, es decir en una exterioridad donde sin

duda esa forma es más constituyente que constituida... (Lacan, 2009, p 100).

Es decir, en la primerísima infancia, antes del estadio del espejo, según Lacan, el niño es

un trozo de carne y tiene una experiencia de su cuerpo como fragmentado, no experimenta

una diferenciación entre su cuerpo y el de la madre, o respecto del mundo exterior.

Experimenta también el niño una serie de pulsiones parciales orales y anales desarticuladas,

pero luego, gracias al estadio del espejo se realiza una primera estructuración del cuerpo

imaginario a través de la imagen y la identificación con ella, a partir del momento en que el

niño se mira por primera vez en el espejo y reconoce la imagen suya que de allí regresa. Al
verse allí, se pregunta: -¿Soy yo?, - si eres tú, le confirma la madre. Él asume entonces que

es él, y se reconoce en dicha imagen, para identificarse a ella y producir una primera

afirmación de sí, un surgimiento de un yo (je) y de un cuerpo imaginario, pero también de

una alienación al otro. Según, Lacan (2009) “Basta para ello comprender el estadio del

espejo como una identificación en el sentido pleno que el análisis da a este término: a saber

la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen…”. (p. 100).

Durante el estadio del espejo el niño conquista una imagen completa de su propio cuerpo

y una identificación a ella como una unidad, lo cual le permite una formación incipiente de

su yo, dándole una sensación imaginaria de dominio, que contrasta con su falta de

coordinación motriz, turbulencia de afectos y tensiones agresivas. Esta identificación a su

propia imagen es primaria, pero dará lugar luego a identificaciones secundarias, al yo ideal,

al ideal del yo, lo cual es en el orden de lo imaginario, pues luego habrá de devenir el

cuerpo en lo simbólico.

Ahora bien, el cuerpo en el registro simbólico hace referencia al lenguaje, en la medida

de considerarlo construido y habitado por significantes, por palabras que vienen del otro.

Lacan llama cuerpo simbólico al lenguaje, en la medida de considerarlo como un sistema

ordenado por relaciones y leyes internas de funcionamiento. Es entonces el lenguaje el que

otorga el cuerpo al sujeto como un atributo, es lo que le permite asumir la posición en la

que se puede decir “Yo tengo un cuerpo”. De manera que una alteración en la relación del

sujeto con el lenguaje tendrá como correlato posible un trastorno en la asunción del cuerpo

como propio. (Millas, 2012, S. P).

Las palabras tocan el cuerpo, lo inventan, le dan forma, pero también lo afectan y le

producen sufrimiento, porque el cuerpo es marcado por el significante. Y en los casos de


psicosis donde hay dificultades simbólicas o del lenguaje, puede llegar a tenerse la

experiencia de un cuerpo fragmentado.

Ahora bien, el cuerpo en lo real, estaría dado por aquello imposible de decir o

regular respecto del cuerpo, lo que no se puede normalizar. Aquello del cuerpo que escapa

al lenguaje y a toda regulación formalización completa, como por ejemplo, el goce y la

pulsión. Acá el cuerpo habla o es hablado, puede experimentarse como poseído por aquello

imposible de bordear o simbolizar. Es el caso de una joven paciente de un hospital que vio

hace algunos años como su esposo fue asesinado y a partir de ese momento desarrolla

problemas en su voz y posteriormente un cáncer de garganta (esto segundo es una hipótesis

de la enfermera que le brindaba asistencia social), porque aquella escena vivida como

horrorosa fue algo que mantuvo siempre en silencio, debido a un imposible de decir, o

nombrar para otros y para sí misma1.

Por otra parte, respecto de la relación entre pulsión y cuerpo, Freud (2012b/1933-

1932), ubica el origen de la primera en el interior del cuerpo y la diferencia de un estímulo,

en tanto es constante y nunca logra ser satisfecha de manera definitiva. En otras palabras:

Una pulsión se distingue de un estímulo, pues, en que proviene de fuentes de estímulo

situadas en el interior del cuerpo, actúa como una fuerza constante y la persona no puede

sustraérsele mediante la huida, como es posible en el caso del estímulo externo. (Freud,

2012b/1933-1932, p. 89).

De otro lado, respecto de lo anterior, según, Millas (2012), “Lacan por su parte define a

las pulsiones como el eco en el cuerpo de que hay un decir [1]”. (S. P), es decir, el cuerpo

está habitado, poseído por las pulsiones, ellas producen un decir en él y lo hablan. Dice

además que “El circuito pulsional encuentra en el cuerpo el comienzo y el final de su


1
Esta historia la escuché de una enfermera conocida que cuidaba pacientes con cáncer en el programa
cuidados paliativos de un hospital.
recorrido en búsqueda de satisfacción”. (Millas, 2012, S. P). Si bien la pulsión encuentra

satisfacción en diversos objetos, no puede negarse que también es en el territorio del propio

cuerpo donde reside su fuente y desde donde empuja hacia su objeto en la búsqueda de la

satisfacción.

Pero el cuerpo y la pulsión tienen sus propias dinámicas y lógicas, a veces extrañas y

muchas de las cuales son inconscientes. La pulsión no marcha en el cuerpo de manera

armoniosa como si lo hace el instinto en el organismo o los animales. Ejemplos de ello son

los diversos casos de inhibición, angustia o síntoma, las parafilias, las zoofilias, las

perversiones o las dificultades sexuales maritales. Es por ello que en algunos casos pueden

presentarse desviaciones en la pulsión respecto del objeto, debido a que éste objeto cae bajo

el manto de la represión y resulta insoportable para el yo su satisfacción en él. Es de

advertir, sin embargo, la relación estrecha existente entre cuerpo y pulsión, pero también

entre cuerpo y el síntoma.

Esta relación la instituyó Freud a partir de considerar al síntoma como un modo

sustitutivo de satisfacción pulsional. El concepto de pulsión tal como lo entiende Freud,

supone tomar en cuenta una exigencia constante de satisfacción, que implicada en

determinadas zonas del cuerpo, debemos distinguir de cualquier necesidad de orden

biológico. (Millas, 2012, S. P).

La no sintonía entre pulsión-cuerpo y la relación cuerpo-síntoma, se entiende por

ejemplo en los siguientes casos: Una mujer de 30 años, que presenta inhibición sexual

respecto del acceso a poder gozar del cuerpo de su compañero sentimental. Ella lo ama,

pero esta inhibida para acceder sexualmente a él. No logra franquear ese dique

inhibitorio, no se autoriza a gozar del goce corporal, sino que lo deja en la fantasía. Cada

que intenta acceder a él, experimenta inhibición, algunas veces, acompañada de miedo o
angustia, tal vez, porque para el yo dicha satisfacción pulsional del ello podría resultar

peligrosa. Esta inhibición le produce sufrimiento, pero ahí también goza, porque en ella

también encuentra una satisfacción pulsional. Aunque la satisfacción no logra alcanzar

el objeto de satisfacción de su pulsión de manera directa, que sería el cuerpo de su

amado, esta se desvía hacia el síntoma que lo sustituye, es decir el sufrimiento que esto

le causa. La no armonía pulsión-cuerpo también pasa, por ejemplo, cuando un hombre es

impotente ante la mujer que ama, pero no ocurre lo mismo si se trata de una prostituta a

quien puede llegar a desear intensamente. O un joven de 16, a quien tuve la oportunidad

de escuchar en el hospital mental de Antioquia durante la presentación de pacientes hace

poco, que refería no gustar de hombres ni de mujeres, sino que preferiría masturbarse o

tener sexo con animales, razones por las cuáles se sentía raro y extraño respecto de su

cuerpo y su sexualidad. O un último caso, que escuché de un hombre que sólo se

excitaba sexualmente con su esposa si la tomaba desde atrás e imaginaba en su fantasía

que ella era un hombre, cosa que su esposa ignoraba y por la que él sentía culpa. En los

anteriores casos puede experimentase el cuerpo propio o ajeno, como algo extraño,

como un otro distinto a lo que creemos o quisiéramos.

Surge entonces la idea de la pulsión como algo que no hace lazo, en tanto algo de ella es

autista y solitaria, por no tener en cuenta al otro como sujeto, sino como un objeto de

satisfacción, aunque muchas veces es inconsciente y se oculte.

¿Es posible que un final de análisis logre siempre integrar una ética de la pulsión y sus

formas de goce del cuerpo?, ¿Cuáles serían sus límites y sus alcances?. Pues la pulsión es lo

que es, algo que no cesa de empujar y que busca satisfacerse, a pesar de los esfuerzos

culturales por educarla.


Referencias bibliográficas

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Argentina. Páginas 12. Disponible en línea.
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.117/pr.117.pdf

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Freud, S. (2012b/1933-1932). 32ª conferencia. Angustia y vida pulsional. En J. Strachey


(Ed.), Obras Completas (J. L. Etcheverry, Trad., Vol. XXII) (pp. 75-103). Buenos
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Freud, S. (2012b/1923). El yo y el ello. (Ed.), Obras Completas (J. L. Etcheverry, Trad.,


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Lacan, J. (2009) El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se
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editores. (Pp. 99- 105).

Millas, D. (2012) Cuerpos poseídos. Recuperado de: http://nel-medellin.org/millas-daniel-


cuerpos-poseidos/

Soler, C. (1998). El cuerpo en la enseñanza de Jacques lacan. Revista fundación freudiana


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Unzueta, C. & Lora, M, (2002). El estatuto del cuerpo en psicoanálisis. Universidad


católica boliviana. Vol. I, Año 1. Bolivia. Páginas 19. Disponible en línea
http://www.ucb.edu.bo/publicaciones/ajayu/v1n1/v1n1a09.pdf

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