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El Neobarroco (reflexiones)

Si el arte barroco fue la válvula de escape escogida por el


hombre, para camuflar las crisis, que acompañaron los dolores de
parto de la modernidad, hoy el neo barroco resulta en la respuesta
a un mundo, donde la histeria religiosa, la acumulación de la
riqueza en poquísimas manos, las multitudes marginadas, la guerra
constante, el fin de la hegemonía de occidente, crea una
conciencia de crisis, que nos emparenta con el hombre del siglo
XVII.

Los pensadores de nuestro tiempo son claros, Zygmunt


Bauman,sostiene: “Las certezas han sido abolidas” y George Steiner
proclama: “No nos quedan más comienzos“. El barroco también es la
derrota de los ideales humanistas del Renacimiento, la conciencia
de que el mundo es un lugar cruel, de angustia, cambios constantes
y de horror, se disfraza con los oropeles engañosos de una
escenografía pesada y agobiante, ocultando así, su verdadera
naturaleza.

El hombre barroco se refugio en mundos artificiales, engendrados


por los artistas, músicos y artesanos. En las ceremonias
religiosas todos sus sentidos eran conmovidos, por la música, el
incienso, en ámbitos de luz y sombras, un misticismo sensorial de
lujo exquisito, que llevaban a golpear las puertas del cielo. Otro
ámbito, en que funcionaba políticamente, la fiesta barroca era la
corte, con su complicada etiqueta y sus diversiones, en especial
la ópera, un invento del barroco, de artificio y simulacro, de
teatralidad y éxtasis emocional.

Así como Calderón resumió el cosmos barroco en la metáfora de “El


gran teatro del Mundo”, el catedráticos Luis Vives-Ferrándiz
Sánchez, bautiza a nuestra época como: “La gran pantalla del
mundo”. Sostiene que “La representación ha ganado la batalla y lo
real se convalida por la realidad del espectáculo, convencidos de
que somos más vivos si nos convertimos en imagen”. Lo que Zizek ha
descrito como “fraude escenificado”. Google, Yahoo, Wikipedia,
YouTube, Flickr, Facebook, MySpace, Second Life, eBay, PayPal,
Skype, etc, ofrecen el escenario para festejar el fin de la lucha
de clases, de la igualdad, de los ideales progresistas y poner en
el centro de la escena el capitalismo de ficción, según la
definición del escritor Vicente Verdú (El estilo del mundo: La
vida en el capitalismo de ficción, 2003).

Las grandes corporaciones de noticias mundiales inventan una


realidad paralela de acuerdo a sus necesidades hegemónicas y el
hombre contemporáneo vive en un mundo virtual no tan alejado del
mundo escenográfico del barroco religioso o absolutista, un mundo
virtual que reclama el lugar de “una realidad mas verdadera que la
propia experiencia subjetiva e individual de lo real”.
El arte acompaña esa ficcionalidad neo-barroca, resaltando la
vanitas, la fugacidad de la vida y la banalización de la muerte.
Los vídeos y naturalezas muertas de David LaChapelle, el toque
caravaggiano de Roberto Ferri, el tenebrismo manierista de Odd
Nerdrum, el vestuario de Eiko Ishioka, las efímeras cosmogonías
del Cirque du Soleil. Los maestros de la fotografía digital
recrean al arte del trompe-l'oeil, el realismo obscuro de Joey
Lawrence, el erotismo de The Antic Staatsoper o los vanales
escenarios de Helen Sobiralski. ¿Y que decir de los mundos
angustiantes de Tim Burton? Directores como Tarsem Singh, en su
relato del mito de Teseo, (“Inmortales”, 2011), objetivamente opta
por una estética barroca para adornar el relato, incluso el final
con la pelea de los dioses entre las nubes, imita los techos
pintados por el jesuita Andrea del Pozzo, para la iglesia de San
Ignacio en Roma. La angustia del film “Melancholia” danés Lars von
Trier (2011) es barroca, un recorrido por la “noche oscura del
alma” de dos hermanas mientras el mundo esta condenado a muerte.
La realidad de una angustia sin salida es opresora y desesperante,
la única seguridad del hombre es la muerte, no hay super héroes
que salven al mundo, tal vez el amor, pueda ayudar a la “buena
muerte” al estilo del siglo XVII, el hombre actual,solo puede
repetir, según von Trier: “ «Vanitas vanitatum omnia vanitas»
(«Vanidad de vanidades, todo es vanidad»).

El “carpe diem” (aprovecha el momento) neo-barroco estalla en las


fiestas como Tomorrowland, donde se conjura la transitoriedad de
la vida, con el mito de la eterna juventud y el efímero éxtasis
químico de las drogas. Al decir de Verdú: “Nada muere en el
capitalismo de ficción, todo se rehace, se recicla”, por lo cual
se necesita ser “X-treme” para estar vivo.

El siglo XXI trajo el auge de las series televisivas, de altísima


calidad, contando historias que antes solo al cine les estaban
permitidas. En estas series, el barroco es omnipresente.
“Hannibal”, por ejemplo, producida por Martha De Laurentis y Bryan
Fuller. Con una cuidadísima producción estética, que remite a los
maestros flamencos y al claroscuro pictórico del siglo XVII, todo
lo sensorial es delicadamente elaborado, hasta los platos que el
protagonista sirve son diseñados por el chef español José Andrés.
Otras de las grandes series de estos últimos años, “True
detective” en su primer temporada se vale del relato múltiple, son
tres narradores en tres momentos temporales (1995, 2002 y 2012),
se destroza el tiempo lineal, en busca del policentrismo, se
produce una narración intertextual, donde la obra habla de la
obra, con el caso de “Las Meninas” de Velázquez, el barroco esta
presente. Son los pliegues de Deleuze, en el relato neo-barroco.
(El Pliegue; Leibniz y el Barroco. 1988).

La estética neo-barroca ha recreado un nuevo barroco musical. Se


da en este campo la contraposición de investigar con exactitud
para conseguir el sonido “original”, para ofrecer una
interpretación históricamente informada, pero la realidad, es que
el sonido, lo recreamos para el “hoy” y con pautas culturales del
“hoy” y todos aceptamos la convención que escuchamos música del
“ayer”, hemos reformado el pasado para renovarlo y hacerlo pleno
de significado para nuestra generación, no hay nada mas barroco
que esto.

La interpretación de la música barroca, hoy, muestra tanto los


intereses como las preocupaciones de los músicos actuales, en
especial el énfasis a una visión multicultural, centrada en el
mestizaje, grupos como L'Arpeggiata fundado en el 2000 por
Christina Pluhar, juegan con el barroco, el jazz y la música
étnica, la versión de “Zamba para no morir”, que hacen con
instrumentos antiguos, es impresionante.

De la mano del sello ECM, ha venido The Dowland Proyect, donde


John Potter, junto a músicos de jazz y de música antigua, recrean
algunas obras del laudista ingles del siglo XVII, John Dowland, a
través de una mirada contemporánea. Cada año se desentierran obras
y compositores, del siglo XVII y XVIII, el caso reciente de
Agostino Steffani, músico y sacerdote, cuya música es revivida por
la gran mezzosoprano, Cecilia Bartoli en el palacio de Versalles,
lugar nunca visitado por el compositor, filmado de manera
magistral.

Que mejor truco, neo-barroco, recrear la música del barroco


canónico del siglo XVII, por la técnica del reflejo espejado, de
la contemporaneidad, esto ocurre con la voz del contratenor como
un paliativo, a la falta de castrados. Extasiarnos ante la voz de
un hombre que emite voz aguda de mujer, es sin duda uno de los
placeres exquisitos, que esta época neo barroca nos depara, ese
juego sutil y ambivalente de cambio de roles y de sexo, que
estamos dispuestos a traspasar para gozar de una voz, que nos
engaña, como todo el barroco y alcanza su paroxismo alambicado en
los espejismos para los sentidos. El alemán Andreas Scholl, el
francés Philippe Jaroussky y el argentino Franco Fagioli, entre
otros, son los cantantes que crean la ilusión de la voz castrada,
recurriendo a una excepcional técnica de falsete.
En el aspecto musical el neo-barroco no deja de ser, al igual que
con el resto de las artes, sustitución, parodia, exceso, artificio
y simulacro.

George Steiner, tiene razón, “No nos quedan más comienzos“.

Santos Cantoni

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