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impulso básico: el ‘impulso sensual’ y el ‘impulso de la forma’ […] la reconciliación

entre los dos impulsos debe ser obra de un tercer impulso. Schiller define a este tercer
impulso mediador como el impulso del juego; éste es objetivo como la belleza y su
meta es la libertad […] ‘aquello que conduce a la libertad es la belleza.’” 115

Si bien, el hombre trabaja para cubrir sus necesidades básicas, también lo hace
para cubrir otras que no necesariamente son primordiales para su subsistencia; sino
más bien, son necesidades creadas, es decir, imaginarias, producto de una sociedad
consumista y cuyo componente afectivo es la de obtener placer del objeto deseado,
aunque sea por un momento, sin importar el precio. Por lo cual, el trabajo alienado y
autómata, ya tiene otro fin, el de consumir, no importa que sea, sólo hay que consumir
para obtener un placer inmediato e imaginario, en consecuencia.
Sin embargo, la esperanza de que el hombre pueda alcanzar su “verdadera
felicidad” con base en la libertad de decidir su destino, de tal modo que consiga
desarrollar sus potencialidades, es un planteamiento que para Max Horkheimer,
sociólogo y filósofo alemán, y otro integrante de la Escuela de Fráncfort, puede
transformarse en una realidad.
La visión optimista que tiene de la humanidad, le permite ver al hombre como un
ser que puede modificar y mejorar su realidad, al unísono que mejora su relación con el
mundo en general, en este caso podríamos decir, con los de su misma especie y el
mundo natural.
Aunque para ello, no basta sólo con pensarlo e imaginarlo como una posibilidad,
sino, lo interesante es cómo llegar a ese cambio tan deseado de nuestra especie, pues,
de antemano se sabe que, la hostilidad del modelo civilizatorio actual es un obstáculo
para alcanzar la emancipación del hombre, sin embargo, esto no es determinante para
impedir que el ser humano consiga su felicidad, aunque sea cobijado en la promesa de
un futuro mejor.
“La filosofía moderna comparte con la antigua su confianza en las posibilidades de la
humanidad, su optimismo respecto de las conquistas potenciales del hombre. La
afirmación es que la humanidad es, por naturaleza incapaz de una vida buena o de
alcanzar la mejor organización social posible ha sido refutada por los más grandes
pensadores […].
Desde Platón, la filosofía jamás abandonó el idealismo verdadero a saber, que es
posible instaurar la razón entre los hombres y las naciones. Sólo se ha deshecho del

115
MARCUSE, Herbert (1968). Eros y civilización, citado en: CORTINA, Adela (2008). La Escuela de Fráncfort.
Crítica y Utopía, p. 201-202

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