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LOS DIÁLOGOS DE PAZ DE

COLOMBIA EN LA GEOPOLÍTICA
ACTUAL
La apertura de diálogos de paz no representa
en sí una novedad respecto a la estratega
militarista desenvuelta por Estados Unidos en
Colombia; ya en anteriores oportunidades se
han producido procesos de diálogo, el último
de ellos Caguán (1999), como lo reconoció el
expresidente Andrés Pastrana, enmarcado en
la reconfiguración estratégica de las fuerzas
militares.
La búsqueda decidida y comprometida de la paz representaría un viraje sustancial en la
política agenciada históricamente por los Estados Unidos en Colombia; sin embargo, hasta
el presente no se denotan signos que indiquen una reorientación en tal sentido. Los resortes
que han movido hacia el actual proceso de paz hay que buscarlos en el agotamiento
estratégico de los planes norteamericanos de guerra, en la presión social por la solución
política del conflicto armado, en la urgencia del capital por financiar el territorio, las
materias primas y los recursos naturales y en la necesidad expansiva del “nuevo”
imperialismo en el contexto de la crisis sistémica.
En sus planes, el Estado norteamericano contaba con la derrota militar de la insurgencia al
cabo de una década de escalamiento e intensificación de la guerra. Sin embargo, la
pervivencia de la insurgencia ha determinado la conservación de un enorme aparato militar
que no es posible continuar sosteniendo y menos acrecentando, como lo supone la
expansión territorial del extractivismo y lo reclama la facción militarista de la clase
dominante colombiana.
La expectativa bajo la que se agenció la ofensiva militar de la última década fue la de
propiciar una derrota relativamente rápida a la insurgencia y, posteriormente, transitar hacia
una paulatina transformación del andamiaje militar hacia un formato más liviano en cuanto
a hombres, operatividad y, en general, gastos de seguridad y defensa. Ha sido la frustración
de dicha expectativa una de las razones que obligó al gobierno Santos a abrir la puerta a la
búsqueda de una solución política negociada.

LA PAZ DEL CAPITAL


Las intervenciones militares de Estados Unidos en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen,
Libia, por mencionar solamente las oficialmente reconocidas, denotan que Estados Unidos
no ha renunciado al ejercicio de la violencia y la fuerza para llevar adelante sus intereses,
los cuales se pliegan estratégicamente sobre la apropiación de los recursos energéticos y las
rutas de transporte. En este sentido, no cabe pensar que el respaldo norteamericano a la
búsqueda de la paz en Colombia responde a la adopción de una nueva convicción
geopolítica.
La paz propuesta por el Gobierno de Santos (quien sigue el libreto norteamericano y su
envolatada estrategia de guerra) no remite a la superación de las condiciones de injusticia,
antidemocracia y subordinación geopolítica hondamente arraigadas en el Estado y la
sociedad colombiana, aparece más claramente enmarcada en sacar adelante la geopolítica
norteamericana y los intereses del capital. En lo inmediato, la preocupación del gran capital
reside en lograr una paz rentable Para los intereses geopolíticos del gobierno
norteamericano y las transnacionales la búsqueda de la paz parece fundarse en el criterio
contable de costos y beneficios monetarios: ¿cuánto cuesta la paz, cuánto cuesta prolongar
la guerra y en qué escenario pueden fluir mayores ganancias? La paz planteada como una
operación contable de costos y beneficios, de modo que los “adelantos” a que
regateramente haya lugar serán recuperados con creces en “el posconflicto”, corre el riesgo
de nacer extraviada. La paz exige más que un regateo en torno a programas y proyectos de
“inserción social”: la finalización del conflicto armado no puede tasarse en términos de
costos y beneficios monetarios como parecen pensarlo las compañías trasnacionales y el
gobierno norteamericano, la paz debe partir de reconocer las históricas injusticias e
iniquidades políticas, económicas y sociales que están detrás del conflicto colombiano y de
asumir sus grandes responsabilidades en su surgimiento y desenvolvimiento. La paz de
Colombia tiene que encararse como un problema político, esto es, un problema de poder y
de horizonte social. La sobreexplotación y el saqueo de forma más intensa.
Con lo anterior podemos concluir que el caso anterior si tiene efectos geopolíticos , porque
estamos hablando de un conflicto interno del país o el territorio colombiano pero que afecta
o mueve a todo el mundo exterior porque la economía de la nación depende de las
relaciones entre los países para suplir sus necesidades y si el país está en ‘’ guerra’’ a
ninguna nación vecina le conviene hacer negociaciones con el territorio afectado , es decir
en un caso muy puntual , si a EE.UU le interesa invertir capital extranjero él debe estar con
total confianza de que Colombia esté capacitado tanto económico ,político y social por tal
motivo es indispensable mantener la armonía e ir en busca de la paz , para que de este
modo la geopolítica nacional no se vea afectada negativamente.

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