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Agente, obrar
El registro reflexivo de la actividad es un rasgo permanente de una acción cotidiana, que toma en
cuenta la conducta del individuo pero también la de otros. Es decir, que los actores no sólo
registran de continuo el fluir de sus actividades y esperan que otros, por su parte, hagan lo mismo;
también registran por rutina aspectos sociales y físicos de los contextos en los que se mueven. Por
racionalización de la acción entiendo que los actores –también por rutina y casi siempre sin
esfuerzo– tienen una “comprensión teórica” continua sobre los fundamentos de su actividad, es
decir, que son capaces de explicar, si se les pide, casi todo lo que hacen. Distingo el registro
reflexivo y la racionalización de la acción, de su motivación. Si razones denotan los fundamentos
de la acción, los motivos expresan los deseos que la mueven. Pero una motivación no se une tan
directamente a la continuidad de una acción como su registro reflexivo o su racionalización. Buena
parte de nuestra conducta cotidiana no reconoce motivación directa. Mientras que actores
competentes casi siempre pueden ofrecer un informe discursivo sobre las intenciones y razones
de su actuar no necesariamente podrán aducirlo sobre sus motivos. Una motivación inconsciente
es un rasgo expresivo de conducta humana. La noción de conciencia práctica es fundamental en
teoría de la estructuración. Es la característica del agente o sujeto humano hacia la cual el
estructuralismo se mostró particularmente ciego. No pretendo que el distingo entre conciencia
discursiva y práctica sea rígido e impermeable. Existen sólo las diferencias entre lo que se puede
decir y lo que en general simplemente se hace. No obstante hay barreras, centradas sobre todo en
una represión, entre conciencia discursiva y lo inconsciente. Todos estos conceptos se refieren al
agente. ¿Qué decir de la naturaleza del obrar? La duración de la vida cotidiana ocurre como un
fluir de acción intencional. Ahora bien, los actos tienen consecuencias no buscadas y éstas se
pueden realimentar sistemáticamente para convertirse en condiciones inadvertidas de actos
ulteriores. Por ejemplo, que yo hable en inglés con corrección es intencional; no lo es el aporte
que hago a la reproducción de la lengua. Se ha supuesto comúnmente que el obrar humano no se
define si no es por referencia a intenciones, es acción si quien la cumple tiene la intención de
obrar así. Quizás este punto reciba alguna verosimilitud del hecho de que ciertos actos no pueden
ocurrir si el agente no se los propone. El suicidio viene al caso aquí. Pero el suicidio no es
representativo de la mayoría de los actos humanos en su relación con las intenciones. Obrar no
denota las intenciones que la gente tiene para hacer cosas, sino, en principio, su capacidad de
hacer esas cosas, que es aquello por lo cual obrar implica poder. Acción es un proceso continuo,
un fluir en el que el registro reflexivo que el individuo mantiene es fundamental para el control del
cuerpo que los actores de ordinario mantienen en su vida cotidiana. Soy el autor de muchas cosas
que no me propongo hacer, y que quizás no quiero producir, a pesar de lo cual las hago. A la
inversa, puede haber circunstancias en las que intente lograr algo, y en efecto lo alcance, aunque
no directamente por mi obrar. Para comprender lo que 2 es hacer algo sin intención, tenemos que
lograr primero claridad sobre el modo de entender “intencional”. Defino este concepto como lo
propio de un acto del que su autor sabe que tendrá una particular cualidad y resultado, y en el que
ese saber es utilizado por el autor del acto para alcanzar esa cualidad o resultado. Si la
caracterización que dimos del obrar es correcta, tenemos que distinguir la cuestión de lo que un
agente “hace” de lo que es “buscado” o de lis aspectos intencionales de lo que se hace. Obrar
denota un hacer. Haceres no intencionales se pueden distinguir conceptualmente de
consecuencias no buscadas de haceres, aunque el distingo perderá sentido si el foco de interés cae
sobre la relación entre lo intencional y lo no intencional. Las consecuencias de lo que los actores
hacen con intención o sin ella, son sucesos que no habrían ocurrido si tal actor se hubiera
conducido diversamente. De ordinario nos inclinamos a pensar no que el agente “hace” en
términos de fenómenos que el agente tiene más o menos bajo su control. En la mayoría de las
esferas de la vida el control está limitado a los contextos inmediatos de acción o de interacción.
Rara vez se ha dado importancia a las consecuencias no buscadas de una conducta intencional.
Merton contrapone actividad intencional (funciones manifiestas) a sus consecuencias no buscadas
(funciones latentes), estas últimas muestran como actividades sociales en apariencia irracionales
pueden no ser en definitiva tan irracionales. Esto es esperable, según Merton, en el caso de
actividades o prácticas duraderas. Así un ceremonial, por ejemplo, puede cumplir la función de
reforzar la identidad grupal si proporciona una ocasión periódica en que los miembros dispersos
de un grupo se reúnan para participar de una actividad común. Establecido este punto, no puede
haber objeción a la insistencia de Merton en el valor de conectar consecuencias no buscadas de la
acción con prácticas institucionalizadas, que son aquellas, de hondo arraigo en tiempo y espacio.
Este representa el contexto más importante de tres grandes contextos de investigación en los que
se puede analizar el influjo de consecuencias no buscadas. En el primero el investigador procura
individualizar el papel de A en la cadena o secuencia, ¿qué habría ocurrido con los sucesos D, C, D,
E... si no se hubiera producido A? El investigador se interesa en acumular sucesos derivados de
una circunstancia iniciadora sin la que esa acumulación no se habría producido. Un segundo tipo
de análisis dirá que no se trata de una pauta de consecuencias no buscadas originada por un solo
suceso sino una pauta que resulta de un complejo de actividades individuales. Aquí un
determinado “resultado final” se toma como el fenómeno por explicar, y se muestra que ese
resultado final deriva de un agregado de cursos de conducta intencional. El tercer tipo de contexto
en el que se pueden pesquisar consecuencias no buscadas es el apuntado por Merton: aquel en
que el interés del analista recae sobre los mecanismos de reproducción de prácticas
institucionalizadas. En este caso las consecuencias no buscadas de la acción ofrecen las
condiciones inadvertidas de una acción ulterior dentro de un ciclo de realimentación no reflexiva
(lazos causales).
Obrar y poder
¿De qué índole es el nexo lógico entre acción y poder? Una acción nace de la aptitud del individuo
para producir una diferencia en un estado de cosas o curso de sucesos preexistentes. Un agente
deja de ser tal si pierde la aptitud de .producir una diferencia, o sea, de ejercer alguna clase de
poder. Es de primera importancia advertir que circunstancias de constreñimiento social en que
individuos carecen de opción no equivale a la disolución de la acción como tal. Escuelas asociadas
al objetivismo y a la “sociología estructural” supusieron que los constreñimientos operaban cual
fuerzas naturales, como si “carecer de opción” fuera equivalente a ser impulsado por presiones
mecánicas de manera irresistible y sin darse cuenta de ello. Entonces acción implica poder en el
sentido de aptitud transformadora y se puede expresar su relación como un aspecto de la dualidad
de estructura. Recursos son propiedades estructurales de sistemas sociales, que agentes utilizan y
reproducen en el curso de una interacción. En esta concepción, el uso de poder no caracteriza a
tipos específicos de conducta sino a toda acción, y el poder mismo no es un recurso. Recursos son
medios a través de los cuales se ejerce poder, como un elemento de rutina de la actualización de
una conducta en una reproducción social.
Estructura, estructuración
2. Una fórmula: an = n2 + -1
4. Es una regla que los obreros deben fichar a las 8:00 de la mañana
El uso de “regla” en 3 es equivalente a hábito o rutina, el uso es débil porque no presupone ningún
precepto básico a que el individuo obedezca ni sanción alguna que se aplique en respaldo del
precepto. El primer y cuarto caso representan dos tipos de regla, constitutiva y reguladora. El
segundo caso es el más pertinente de todos en su relación con estructura. Comprender la fórmula
no es lo mismo que proferirla o darle expresión verbal, es simplemente ser capaz de aplicarla en el
contexto y del modo correcto. Una fórmula es un procedimiento generalizable porque se aplicaba
un espectro de contextos y ocasiones, y es un procedimiento porque facilita la continuación
metódica de una secuencia establecida. ¿Cómo se relacionan las fórmulas con las prácticas en que
se comprometen actores sociales, y en qué clase de fórmulas estamos más interesados con
propósitos generales de análisis social? La noticia de las reglas sociales, expresada ante todo en
una conciencia práctica, es el núcleo de ese entendimiento que caracteriza a agentes humanos. El
grueso del saber que los seres humanos aplican en la producción y producción de encuentros
sociales cotidianos, es de carácter más práctico que teórico. Como señala Schutz los actores
emplean esquemas generalizados (fórmulas) en el curso de sus actividades diarias para resolver
según rutinas las situaciones de la vida social. Entender el procedimiento, o dominar las técnicas
de “hacer” actividad social, es por definición metodológico. O sea: ese entender no especifica (ni
podría hacerlo) todas las situaciones con las que un actor se puede encontrar; más bien
proporciona la aptitud generalizada de responder a un espectro indeterminado de circunstancias
sociales y de influir sobre éste. Los tipos de reglas más significativos para la teoría social se alojan
en la reproducción de prácticas institucionalizadas, o sea, prácticas sedimentadas a la mayor
profundidad en un espacio-tiempo