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Resumen Abstract
Las reflexiones que siguen se presentan The reflections reported herein deal
en torno al apoyo de la Iglesia about the support of the Chilean
Católica chilena en la reconstrucción Catholic Church in the social
del tejido social poblacional durante reconstruction during the military
la dictadura militar en Chile (1973 dictatorship in Chile (1973 -1990).
-1990). Se esbozan los estudios It outlines the studies that relate the
que relacionan el movimiento de movement of pobladores with new
pobladores con los nuevos espacios spaces created by the Church, through
generados por la Iglesia, a través the Basic Ecclesial Communities
de las Comunidades Eclesiales de (CEBs), which allowed the first to
Base (CEBs), que permitieron a los organize and act against the political
primeros organizarse y actuar frente a and economic exclusion of the
la exclusión política y económica del military regime.
régimen militar.
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Fabián Bustamante Olguín
Fecha de recepción:
15 de junio de 2011
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El rol de la Iglesia Católica en la reconstrucción del tejido social popular durante ...
Introducción
1
Espacio físico que ya tenía, gracias a su extensa red parroquial en poblaciones antes del
Golpe de Estado. Para una mayor profundización de la Iglesia Católica en las poblaciones.
Véase Salinas, 1994.
2
Los cambios que experimentó la Iglesia Católica bajo el concepto de una “Iglesia, pueblo
de Dios”, rompió con la visión eclesiástica tradicional para adoptar una perspectiva eclesial
más laica. Medellín planteó la tesis de un Dios libertador; un Dios de la Justicia que actúa
en la historia, liberando a su pueblo de la opresión; la Teología de Liberación radicalizó
el discurso, impregnado por los aires contestarios de los años 60, definiéndose como “la
Iglesia de los Pobres”, portavoz de los sectores más desprotegidos de la sociedad de la
época repercutiendo profundamente en todos los católicos latinoamericanos.
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Era una suerte de doble juego (Cruz, 2004:3): por una parte, la Iglesia aceptaba
la realidad de facto como producto de la crisis política3, con lo que elaboraba
una estrategia política para evitar ser considerada como enemiga del régimen4.
Pero, por otro lado, se empeñaba en proteger, de forma explícita, y, sin mayor
disimulo, a quienes recurrían a ella como la única institución que iba a hacer las
veces de “garante” de su condición de víctimas, la obsecuencia del Poder Judicial
frente a las nuevas autoridades y la clausura del Poder Ejecutivo.
El inicio del régimen militar en Chile tiene muchos aspectos, pero destacaremos
que se tiene lugar como un intento de resolver, desde otras trincheras ideológicas,
la crisis experimentada por el gobierno de Salvador Allende (1970-1973) en el
proyecto de socializar la economía mediante una fuerte injerencia del Estado. La
tensión generada llevó a que muchos pensaran que se había agotado el sistema
político partidista.
3
Aunque debemos aclarar que lo inevitable vino de la derecha, y no de la izquierda.
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Discrepamos con algunos autores que señalan que la Iglesia Católica actuó con ambigüedad
y demoró su accionar para condenar el Golpe Militar. Ver Fernández, 1996:138-141. Véase
también Angell, 1993:110. Este último dice: “Habían de pasar tres años y medio para que
la jerarquía eclesiástica comenzara a dudar del régimen”.
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a ello, el boicot económico y político, por parte de los Estados Unidos, resueltos
a hacer caer el gobierno de Salvador Allende, financiando –además- a la derecha
política opositora.
Estos sectores apelaron a las Fuerzas Armadas (FF AA) -para “salvar a la
nación” (bien absoluto) del “marxismo soviético”5 que atentaba contra “la
voluntad de Dios” (mal absoluto)-, quienes, a su vez, profesaban un ideologismo
conservador antiliberal y antidemocrático, de matriz tradicionalista/nacionalista,
que fue propia de la extrema derecha europea, y del cual existió una recepción
en Chile, iniciada por Alberto Edwards, Nicolás Palacios, Francisco Encina, Jaime
Eyzaguirre, Jorge Prat, entre otros6.
5
En un discurso en la Universidad de Chile en 1979, Pinochet dijo: “Esta dura acción
militar estuvo destinada a repudiar la obra totalitaria soviética, que, entronizaba en un
Gobierno obediente a sus fieles, lo había llevado a un estado de destrucción de los cimientos
democráticos, desde sus bases, por la violencia espiritual y material”. Véase Corporación de
Estudios Nacionales, 1983.
6
Para profundizar más sobre esta dicotomía entre bien absoluto y mal absoluto. Véase
Corvalán, 2007:137-149.
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Ni siquiera del propio bando militar se salvaron de la represión. Este es el caso de la
muerte de los generales Bonilla y Lutz que fueron sospechosas y ocurrieron en extrañas
circunstancias. Véase Guillaudat,1998:90.
8
Urzúa, 1992:714. Debido a la crítica que le hizo Leigh a Pinochet, por su personalización,
éste fue removido de su cargo en la Junta y nombró en su lugar al General Fernando Matthei
en el cargo de la Fuerza Aérea., eliminando toda disidencia al interior de la coalición militar.
9
Arrate y Pérez, Claudio, 2003:78. “Muy pronto las investigaciones del FBI apuntaron
hacia los aparatos represivos de la dictadura de Pinochet. A mediados de 1977, las
presiones internas y externas para terminar con la DINA obligaron a maquillar su servicio
de seguridad. El 13 de agosto de 1977, al conocerse que la DINA se transformaría en la
Central Nacional de Informaciones, no hubo mayor inquietud en los cuarteles secretos”.
10
Para mayor ampliación sobre este tema. Véase Amorós, 2004:363-368.
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El año 1982 se produjo una gran crisis económica que afectó principalmente a
los sectores de los pobladores del Gran Santiago, dando comienzo a las Protestas
Nacionales (1983-1986) influyendo en el término de la dictadura de Pinochet
con el plebiscito de 1988 y el regreso a la democracia.
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para este nuevo actor en escena: en primer lugar, una geográfica para delimitar
el universo poblacional, vale decir los que viven en la periferia de la ciudad
o vivienda deteriorada; en segundo lugar, una definición económica, que dice
relación con los que tuvieron una débil incorporación al sistema productivo y, por
último, una sociopsicológica, que dice relación con los que tuvieron relaciones
sociales o personalidades “marginales” (la teoría de la marginalidad) (Pastrana;
Threlfall, 1974:42). Al respecto, sostiene Mario Garcés:
Sin desmerecer los estudios del DESAL, éstos tuvieron una cierta visión
“paternalista”, ya que no consideraba a los pobladores como sujetos sino como
una “masa anónima” que necesitaba de apoyo externo y que no era capaz de
organizarse por sí mismo. De esta lógica surgió, con el gobierno de la Democracia
Cristiana del presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), una respuesta para
incorporarlos a la vida nacional. Para ello, se crearon entidades estatales como
la Promoción Popular, Operación Sitio, los Centros de Madres y las Juntas de
Vecinos para vincular a esos “marginales” al Estado y darles un espacio de
participación social. Esta intervención estatal, a su vez, representó una forma
de cooptación y de control de los pobladores. A todo esto, cabría preguntar,
¿hasta qué punto los pobladores fueron marginales? ¿No será que las autoridades
estatales comenzaron a tomar en cuenta a los pobladores en vista del fracaso del
gobierno de Frei en cuanto a la demanda popular por la vivienda?
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ellos en Chile existen leyes sociales, un Ministerio de Vivienda y los barrios que
hoy en día conocemos.
Entre los años 1932 a 1973, plantea Gabriel Salazar, las agitaciones sociales
asumieron predominante una forma “reivindicativa”:
Sin embargo, con la dictadura militar ya no fueron las “tomas de terreno” los
principales objetivos de los pobladores sino que las luchas estuvieron apuntaron
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Estas dos lecturas opuestas son válidas para los estudios del fenómeno de
los pobladores en un contexto dictatorial; un fenómeno que sorprendió por la
capacidad de movilización que puso -en jaque- la estabilidad de la dictadura
militar. Los pobladores tuvieron un protagonismo que opacaba al Estado, siendo
algo preocupante para una sociedad acostumbrada al peso del autoritarismo estatal.
11
Sin embargo, para este autor los pobladores no constituyeron un movimiento social sino
más bien fueron sujetos de acción colectiva orientadas a formas de integración social.
12
Fueron los sindicatos y las organizaciones de profesionales quienes llamaron a las
primeras protestas.
13
Cabe subrayar que el tema de los pobladores, su estudio y su relevancia dentro del
proceso histórico chileno es aún un campo abierto, no cerrado ni resuelto.
14
Véase Tironi, 1987a:64. En este último artículo, Tironi planteaba que el concepto de
pobladores es un eufemismo que se emplea ordinariamente para designar al sector social
que mejor representa el fenómeno de la desintegración.
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Claro está que, tras el quiebre del sistema político, el Estado ya no era un
interlocutor válido, por lo que resultó muy importante el carácter de “paraguas
democrático” (Guilladat; Mouterde, 1998:74) que adoptó la jerarquía católica15
para que, a través de él, los pobladores lograran diversificarse y organizarse.
La “explosión de las mayorías” que surgió en el año 1983 fue, de algún modo,
producto de la lenta rearticulación de la sociedad civil, proceso lento y sacrificado
trabajo que tuvo tanto como agente a la Iglesia Católica y sus redes como también
de las experiencias organizativas de los pobladores. Ahora, si bien la acción de
la Iglesia católica “en la base” puede considerarse como de “agente externo” al
movimiento de pobladores sostengo que, de alguna manera, la institución eclesial
vino a sintetizar una cultura “católica popular de los pobladores”:
15
Probablemente, si la Iglesia Católica no hubieses adoptado su defensa hacia los Derechos
Humanos, la represión hubiese sido aún mayor. Sobre este punto, David Fernández plantea:
“La reacción de la Iglesia chilena frente a la violación de los Derechos Humanos es lo
mínimo que se podía esperar de ella teniendo en cuenta la evolución del catolicismo social
en Chile”. Véase Fernández, 1996:147.
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Se les puede hacer la misma crítica a Gabriel Salazar y Julio Pinto quienes
plantean que la Iglesia Católica sólo hizo de “acompañamiento” solidario a la
resistencia a la dictadura (Cfr. Salazar; Pinto, 1999:262). Este argumento también
tiene relación con lo anterior. Los autores ven la acción de la Iglesia como algo
ajeno a la población y no visibilizan que dentro del mismo movimiento de
pobladores, existen también sujetos que motivados por sus creencias religiosas,
decidieron actuar. Además, no destacan, por ejemplo la labor de algunos
sacerdotes que se comprometieron en la lucha reivindicativa en las poblaciones,
que aparecieron como “portavoces legítimos” en la denuncia de los atropellos
y violencia ejercida por los aparatos del régimen17. Se podría afirmar que estos
autores tienen en mente la crítica a la Iglesia “oficial” más que la acción de la
Iglesia en “la base” que se comprometió con los pobres de la ciudad.
16
La labor de la Iglesia Católica, en su labor de defensa de los derechos humanos, recreó
la actividad de los partidos políticos ilegalizados (sobre todo de izquierda) para que
rearticularan su orgánica partidaria. Según Marcelo Robles, el punto de convergencia entre
la Iglesia y los partidos en la clandestinidad como el PC y el MIR, en Pudahuel, nació por
el despertar de la conciencia de los abusos de la represión, la marginalidad y el hambre.
El enfoque hacia esos problemas, hizo que existiese una aproximación y trabajo de las
Iglesias locales con los cuadros políticos que comenzaban a rearticularse al amparo de las
comunidades cristianas. Ver Robles, 2007:363-366.
17
De La Maza, Gonzalo; Garcés, Mario, 1985:112. Algunos sacerdotes comprometidos
con los más pobres se encuentran el Padre Dubois, Mariano Puga, Gonzalo Aguirre, entre
otros.
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Se podría afirmar que el control del espacio físico –como sostiene Bernarda
Gallardo (1986)- resultó una prolongación del ejercicio de control del poder militar-
estado sobre la población, por lo que el “lugar social” de los pobladores dejó de
ser un vehículo y lugar de encuentro, y pasó a ser una forma del autoritarismo. Se
trata –enfatiza Gallardo- de un control que busca disciplinar y exigir obediencia,
de dos formas: vigilando ese espacio y a la vez transformando en vigilantes a
los habitantes. Por tanto, ante una situación de vigilancia permanente por parte
de los aparatos represivos del régimen, los pobladores tuvieron en la iglesia el
espacio de libertad que les hacía falta.
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Estas comunidades tuvieron un gran auge a partir de 1975, y fueron diversificándose,
geográficamente, por la ciudad de Santiago y en otras ciudades del país. El mayor número
de comunidades se concentraron en las zonas oeste y sur (decanatos de Pudahuel Norte
y Sur, Estación Central, José María Caro, Santa Rosa), en menos medida en la zona norte
y en los sectores más pobres de la zona oriente. Hacia el año 1985 existieron unas 300
comunidades, en la capital, en su momento de mayor desarrollo. Véase Castillo, 1991:74
y Pastor, 1993:66.
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En suma, los espacios sagrados ofrecidos por la Iglesia Católica para mantener
las experiencias organizativas de los pobladores se fundaron una concepción
solidaria, a los márgenes del poder estatal, donde se puso a la persona como
centro, tomando en cuenta su vida integral tanto en lo personal, y familiar, como
en lo vecinal, cultural y religioso, más allá de su pertenencia de clase social u
orientación ideológica, permitiendo el fortalecimiento de la sociedad civil.
Conclusión
19
Véase Cuadernos de Historia Popular, s/f:24.
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humanos de la Iglesia Católica. Ella puso a disposición sus espacios sagrados para
que los pobladores extendieran sus lógicas organizativas y prácticas solidarias
ante una realidad hostil.
Pero más allá de todo eso, lo que quiero resaltar es que no se puede entender
el inicio de las protestas nacionales sin antes ver que la reconstrucción del tejido
social fue ayudado por el trabajo de las redes de la Iglesia en la base. Cabe
señalar que, en la atmósfera de miedo ante el terrorismo de Estado, la tradición
cultural católica de los pobladores que permitió facilitar, aún más, el trabajo de
recomposición social, la resistencia ante el miedo del terrorismo de Estado y –lo
más importante- la vuelta a la democracia.
Bibliografía
Arriagada, Genaro (1998), Por la Razón o la Fuerza. Chile bajo Pinochet, Santiago,
Editorial Sudamericana.
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De La Maza, Gonzalo (2005), Tan lejos tan cerca: Políticas públicas y sociedad
civil en Chile, Santiago, Editorial LOM.
Escalante, Fernando (1990), La política del terror. Apuntes para una teoría del
terrorismo, México DF, Editorial Fondo de Cultura Económica.
Espinoza, Vicente (1988), Para una historia de los pobres de la ciudad, Santiago,
SUR.
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Pastor, Aníbal et al. (eds.) (1993), De Lonquén a los Andes, 20 años de Iglesia
Católica, Santiago, Editorial Rehue.
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