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POR EMBRIAGUEZ *
INTRODUCCION
Los criterios para poder dar “mayor o menor” valor a las pruebas periciales se fundamentan
en el conocimiento actualizado que tenga el juez sobre los procedimientos científicos y
sobre las normas de ciencia médico – forense para cada actuación pericial.
En esta oportunidad trataremos sobre el dictamen de embriaguez, por ser la solicitud que
últimamente ha generado el mayor número de consultas, por parte de los funcionarios, a
las oficinas médico-legales, puesto que la confusión existente en la interpretación de esta
experiencia genera todo tipo de controversias que ameritan ser aclaradas.
En los procesos judiciales son múltiples los casos que relacionan de una u otra forma con
el estado de embriaguez de alguno de los sujetos implicados, pues es común en nuestro
medio que el licor sea el compañero indispensable de cualquier actividad social; se puede
llegar a afirmar que la intoxicación etílica es la única intoxicación aceptada socialmente a
nivel universal, debido a la gran distribución, comercialización y fácil adquisición de las
bebidas alcohólicas. Este fenómeno origina que ordinariamente cuando se habla de
“embriaguez”, se relacione esta situación con alcohol etílico, olvidando que existen
también muchas otras sustancias capaces de ocasionar un fenómeno de embriaguez en el
individuo que las utiliza.
Desde el punto de vista normativo, son también variadas las referencias que existen en el
Código Penal, en el código de Procedimiento Penal, en el Código de Tránsito y en los
códigos de Policía sobre el uso de alcohol y sustancias depresoras del Sistema Nerviosos
central y sobre el “estado de embriaguez”.
DEFINICION
*
Trabajo presentado en las IX Jornadas Internacionales de Derecho Penal. Universidad externado de
Colombia, Bogotá. 1987.
**
Bacterióloga Universidad Javeriana-Medica Cirujana. Universidad Nacional. Profesora de Medicina Legal
en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, Jefe de la sección de reconocimientos
forenses del Instituto de Medicina Legal de Colombia.
***
Médico cirujano Universidad Nacional. Especialista en Psiquiatría universidad Nacional. Profesor de
Medicina Legal de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional y en la Facultad de derecho de la
Universidad Santo Tomás. Profesor de Psiquiatría Forense del curso de Especialización en Derecho Penal de
la Universidad Externado de Colombia. Coordinador Científico Instituto de Medicina Legal de Colombia.
En el lenguaje técnico médico, la embriaguez se define como “estado de alteración
psicosomática producido por el uso o abuso de sustancias embriagantes”.
Por las consideraciones anteriores, el médico –forense debe aplicar sus conocimientos
clínicos para detectar y evaluar el estado de embriaguez, puesto que esta es una situación de
intoxicación que tiene diversos grados e intensidades y su diagnóstico debe realizarse como
en cualquier caso típico de intoxicación aguda, mediante un examen físico y luego,
dependiendo de los resultados del mismo, el médico determinará si se necesitan o no
exámenes paraclínicos complementarios. Este es el procedimiento recomendado y
utilizado en el Instituto de Medicina Legal, en donde se ha podido comprobar que el 90%
de los ebrios son intoxicados por alcohol etílico.
El hecho de que en Colombia exista una gran proporción de delitos cometidos bajo la
influencia del alcohol.
Y que no sean raros los hallazgos de altas concentraciones de alcohol en la sangre de los
occisos que llegan al Instituto de Medicina Legal para que se les practique la necropsia
forense, nos obliga a tratar detalladamente el tema de etanol, su absorción, distribución,
metabolismo, eliminación y efectos que causa en el cuerpo humano, para de esta manera
poder comprender claramente los procedimientos periciales y lograr la correcta
interpretación de los resultados del dictamen forense.
TOLERANCIA
Cuando se estudian los efectos del alcohol en el organismo, es indispensable tener presente
el fenómeno llamado tolerancia, definido como “aquella capacidad del organismo para
asimilar cada vez una mayor cantidad del fármaco, experimentando los mismos efectos”.
Esto significa que adultos habituados al uso del alcohol, sólo presentan signos clínicos de
embriaguez cuando han ingerido cantidades importantes de licor, mientras que los sujetos
no acostumbrados a beber, cuando lo hacen, presentan la sintomatología de la embriaguez
alcohólica con dosis bastante más pequeñas que las usadas por los individuos tolerantes.
Gracias al fenómeno de la tolerancia se ha podido comprobar que dos sujetos con iguales
cifras de alcoholemia, por ejemplo 80 miligramos por ciento no siempre presentan el
mismo grado de embriaguez. Los bebedores ocasionales, que no han desarrollado aún
tolerancia presentarán con estas cifras de alcoholemia mayor cantidad de signos d
embriaguez que aquellos bebedores habituales (tolerantes), quienes escasamente
presentarán algunos signos leves, o inclusive puede darse el caso que no presenten signos
clínicos de la embriaguez.
Además de lo anterior, tal como se postuló al comienzo del artículo, el individuo puede
embriagarse con un variado número de sustancias diferentes al alcohol. Como es obvio, en
estos casos, los niveles de alcoholemia serán negativos.
Por todo lo anterior se recomienda que la valoración pericial para dictaminar embriaguez se
realice mediante un cuidadoso examen físico, registrando los signos clínicos del examinado
y únicamente en casos específicos, a criterio del perito, se deben tomar muestras de sangre
para determinar alcoholemia.
Este criterio evita ciertos problemas en la interpretación de los resultado de las muestras de
sangre enviadas indiscriminadamente al laboratorio, puesto que los signos clínicos que
presenta una persona tolerante, es decir, el estado de embriaguez, que tiene es diferente al
que puede presentar una persona no tolerante, aunque las cifras de alcoholemia sean
bastantes similares en los dos.
En general puede aceptarse que niveles de alcoholemia entre 50 y 100 miligramos permitan
sospechar la presencia de embriaguez. Cifras mayores de 100 miligramos por ciento de
alcoholemia, son conclusivas de embriaguez. Lo anterior debido al hecho de que por más
tolerante que sea un individuo es imposible que se pueda asimilar, sin presentar signos
clínicos, cifras superiores a los 100 miligramos por ciento de alcohol en sangre.
El etanol causa efectos muy variados y amplios sobre el organismo humano, puesto que
alcanza todos los órganos y tejidos corporales, pero como el objetivo de este escrito es
aportar información sobre la técnica del examen médico- legal, nos limitaremos a
mencionar aquellos efectos psicosomáticos cuya manifestación clínica permite al perito
evaluar la embriaguez del sujeto y determinar el grado de la misma.
Resulta fácil entender que esta sintomatología es de difícil evaluación dentro del esquema
de la peritación médico-legal, si se tiene en cuenta que algunos de estos signos pueden ser
controlados voluntariamente por el examinado, sobre todo en su presentación inicial. Por
otra parte el perito médico, no tiene antecedentes sobre el comportamiento, el lenguaje y la
forma de ser del sujeto que está examinando, por el contrario el examen pericial para
embriaguez resulta en la mayoría de los casos, el primero y el único contacto del
examinado con el perito. Teniendo en cuenta lo anterior y en vista de la dificultad para
evaluar estos signos y para apreciarlos objetivamente, aconsejamos que se les de a los
mismos un valor relativo y que aunque deben anotarse dentro del dictamen forense, no se
utilicen para sacar conclusiones sobre la presencia de embriaguez ni el grado de la misma.
Algunos investigadores que han estudiado los efectos cuantitativos del alcohol, demuestran
que las manifestaciones de la intoxicación alcohólica a nivel del Sistema Nervioso Central
son las más útiles en la valoración de un individuo que ha ingerido alcohol.
Tanto las respuestas motoras como las sensoriales y sensitivas se ven afectadas
dependiendo de la concentración de alcohol en sangre y el umbral de susceptibilidad del
sujeto.
En realidad las alteraciones neurológicas son las que incapacitan más seriamente a un
individuo para realizar labores de responsabilidad y de cuidado, como sería conducir un
vehículo automotor. La impregnación de alcohol en el cerebro, ocasiona perturbaciones que
al comienzo son discretas pero que luego, dependiendo de la cantidad de licor ingerido se
van manifestando cada vez con mayor intensidad. En adultos normales los signos de
alteración neurológica pueden empezar a ser manifiestos con cantidades de 50 miligramos
de alcohol en sangre. Con estas cifras de alcoholemía se altera primordialmente la
capacidad de coordinar movimientos, sobre todo aquellos que exigen precisión en su
realización. Este signo se denomina incoordinación motora. El perito se puede valorar en
un examen este signo, mediante pruebas clínicas que califica como leve, moderada o
severa, según la intensidad con la cual se presente la mencionada incoordinación motora.
El test digital, el test de Golden o el test de Bourden, permiten evidenciar la incoordinación
motora leve que corresponde al primer grado de embriaguez aguda; los test de movimientos
rápidos alternos califican la incordinación motora moderada y la marcha sirve para evaluar
la incoordinación motora severa.
Con cifras superiores a los 50 miligramos, por ciento de alcohol, se produce en el cerebro
una influencia vasomotora, sobre el equilibrio de los centros funcionales vestibulares del
tronco cerebral, que se evidencia con la presencia del nistagmus postural. El término
nistagmus se refiere a un movimiento involuntario horizontal de los globus oculares como
respuesta refleja a un estímulo. En este caso el perito produce el estímulo consistente en
hacer girar al paciente sobre un propio eje, en movimientos de rotación, a una velocidad
máxima de cinco vueltas en diez segundos, para que posteriormente fije su mirada en un
objeto colocado a veinte centímetros de su nariz (veinte centímetros de distancia focal). Si
el examinado está bajo la influencia del alcohol, presentará un movimiento ocular
horizontal que se clasifica de leve a intenso. El nistagmus postural es un signo clínico al
que debe dársele gran credibilidad, desde que la prueba esté correctamente realizada, puesto
que por ser una respuesta refleja (involuntaria), no es posible evitarla ni tampoco
precipitarla voluntariamente, El examen clínico se continúa con la observación del
equilibrio y de la marcha, lo cual se denomina técnicamente como observación del polígono
de sustentación.
Cuando el examinado está embriagado, separa sus pies para caminar, para lograr así
mantener el equilibrio, lo cual ocasiona una marcha tambaleante (atáxica). Este signo se
anota en el reporte pericial como “ aumento del poligono de sustentación”, de carácter
discreto o evidente según la intensidad del mismo.
Otro signo que se evalúa durante el examen clínico por embriaguez es la dificultad en la
pronunciación de las palabras, llamado disartría. Es producto de la incoordinación de los
movimientos linguales, necesarios para la articulación correcta de la palabra.
Los hallazgos hasta aquí descritos son suficientes para evaluar el estado de ebriedad del
examinado, no obstante lo anterior, se presenta muchas otras alteraciones neurológicas a
saber: hay una lentitud en la respuesta refleja generalizada, la sensopercepción se altera, se
disminuye la agudeza visual y auditiva, hasta en un 35% en el primer período de la
embriaguez, se pierde progresivamente la visión periférica al igual que la capacidad de
convergencia ocular voluntaria y si la embriaguez es avanzada se puede presentar “
diplopia”. (visión doble). En general se observa que el ebrio, por la interferencia que hace
el alcohol en la conducción eléctrica de los nervios periféricos, lentifica sus movimientos y
las respuestas motoras. La intoxicación alcohólica también puede ocasionarle analgesia. El
alcohol puede causar otros efectos depresores como alteraciones en el estado de la
conciencia que fluctúan desde la somnolencia, la obnulación y la confusión hasta el estupor
y el estado de coma. En la situación de ebriedad avanzada, es característico encontrar a un
individuo incapaz de responder a los estímulos medio.ambientales, y si la dosis ingerida fue
muy elevada se puede ocasionar estado de coma e inclusive la muerte por parálisis
respiratoria de nivel central.
El dictamen para valorar si una persona está o no embriagada, debe entonces explorar
fundamentalmente el área neurológica, puesto que en conjunto esta signología es
específica, constante, e independiente de la voluntad del examinado, lo cual es de gran
valor y credibilidad diagnóstica.
En cuanto al área general se refiere, por ser las sustancias alcohólicas tan solubles en el
organismo humano, pueden penetrar e impregnar todos los aparatos y sistemas orgánicos,
dando efectos en variados sitios. Es así como el embriagado tiene un aspecto, o facies
característica: pupilas de diámetro aumentado (midriasis), ojos rojos (vasodilatación
conjuntival), rubicundez facial (Vasodilatación Cutánea), que consideramos en conjunto,
sirven como signos de apoyo complementarios para el diagnóstico de la embriaguez, de la
misma forma que lo hace el aliento alcohólico o tufo. Aunque el alcohol puede ocasionar
muchas otras alteraciones orgánicas, como aumento en la diuresis, náuseas, vómito, etc, no
es indispensable la comprobación de estas durante el examen pericial por ser síntomas de
poca objetividad.
CORRELACION CLINICA
Con los conceptos teóricos explicados anteriormente, se puede realizar un resumen que
correlaciones la signología clínica con el diagnóstico médico de la embriaguez en la
siguiente forma:
ALCOHOLEMIA
Al tener en cuenta el cuadro clínico y cada uno de los estadios descritos, se puede hacer un
cálculo aproximado de la cantidad de alcohol presente en un individuo, tal como se anotó
anteriormente.
La cantidad de sangre que se necesita para realizar la prueba química, oscila entre 5 y 7 c.c.
deben tomar ciertas precauciones como por ejemplo, no realizar la limpieza del área de
punción con antisépticos que contengan alcohol, pues hay algún riesgo de contaminar la
muestra, se debe adicionar una sustancia anticoagulante y preservativa para evitar la
contaminación bacteriana ya que el crecimiento y metabolismo de las bacterias puede
producir alcohol por fermentación adulterándose la muestra; se aconseja el uso de fluoruro
de sodio (F/Na) que cumple muy bien estas funciones. Es recomendable que la sangre
permanezca refrigerada hasta que sea procesada en el laboratorio.
A medida que la tecnología avanzada estos métodos se han ido perfeccionando, se inició su
uso son los conocidos borrachómetros o alcotest que informaba de manera cualitativa si
existe o no alcohol en el vaho del examinado; hasta las actuales que incluyen micro-
computadores que permiten saber cuantitativamente la concentración de etanol presente
informada en mgr%. La descripción de estos instrumentos no es el objeto del presente
escrito.
Vale la pena aclarar que estos instrumentos funcionan con base en la propiedad reductora
del etanol, por lo cual no son específicos sólo para esta sustancia, con la posibilidad de dar
falsos resultados, cuando son utilizados con otros compuestos reductores, como el humo del
cigarrillo, gasolina, etc. motivo por el cual la interpretación de resultados puede ser
discutible dentro de los procesos judiciales.
..
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.. NUEVOS CONCEPTOS MEDICO LEGALES
.. SOBRE EL DICTAMEN DE LESIONES PERSONALES
..
María Dolores Sánchez Prada*
RESUMEN
De la “incapacidad para trabajar o enfermedad” nos encontramos aquí uno de los conceptos
fundamentales de la pericia médica en el dictamen de “lesiones personales”. El legislador
en su sapiencia quiso graduar la punibilidad del actor, haciendo corresponder las penas
menores a las lesiones más leves y de menor compromiso vital, a la vez que reservó las
penas mayores para las lesiones más severas y de mayor gravedad; cuestión que quedo
plasmada en el texto del artículo 332 que a la letra dice “incapacidad para trabajar o
enfermedad” “ si el daño consiste en incapacidad para trabajar o enfermedad que no pase de
30 días, la pena será arresto de 2 meses a 2 años y multa de cien a un mil pesos. Si pasare
de 30 días sin exceder de 90, la pena será de 6 meses a 3 años de prisión y multa de un mil
a cinco mil pesos. Si pasaré de 90días, la pena será de 18 meses a cinco años de prisión y
multa de un mil a diez mil pesos”, entonces, el concepto de “incapacidad” debe manejarse
con claridad meridiana, pues es el lenguaje indirecto que el perito utiliza para informar al
juez sobre la magnitud del hecho punible, por lo tanto el médico forense no sólo debe tener
como criterio para fijar la incapacidad, el aspecto meramente clínico de la reparación
biológica de una lesión sino que su dictamen debe comprender el aspecto jurídico para ser
consecuente con la intención del legislador.
Una de las causas que genera interpretaciones erróneas en cuanto a las conclusiones de este
dictamen en lo referente a la incapacidad, es la redacción ambigua que utilizó el legislador
al encabezar el artículo 332 del Código Penal, así: “Incapacidad para trabajar o enfermedad
“que permite hacer dos interpretaciones diferentes. Primero, puede ser que al utilizar la
conjunción “o” infiera que el término “incapacidad para trabajar” es sinónimo de
“enfermedad”, cuestión esta que no resiste una crítica juiciosa pues es evidente que estos
términos no significan lo mismo, “incapacidad para trabajar” es el tiempo en que por
alteración orgánica o mental, el sujeto no puede desempeñar en su actividad laboral, en
cambio, “enfermedad” es un estado de alteración en la salud orgánica o mental de carácter
leve, moderado puede afirmar que una lesión leva, la cual ocasiona a un tejido un tiempo
corto de enfermedad, no incapacita en ningún momento al sujeto en su desempeño laboral.
Por lo anterior es obligante optar por la segunda interpretación, para la cual ubicaremos la
norma dentro del contexto legal. El título 13, capítulo segundo, del ordenamiento penal,
*
Médico Forense- Instructor Asociado facultad de Medicina U. Nacional, Jefe de Reconocimientos Médicos.
Instituto de Medicina Legal.
tutela el bien jurídico denominado “integridad personal. El artículo 332 que se refiere a la
“incapacidad para trabajar o enfermedad”, no protege el derecho al trabajo ni la capacidad
laboral, por lo que la designación “incapacidad para trabajar” no se refiere a la ejecución de
un “trabajo laboral”, sino debe interpretarse como referente al desarrollo de un “trabajo
funcional” de un tejido. De esta manera la conjunción “o” estará bien utilizada, pues ahora
sí se puede afirmar que la incapacidad de un tejido para desempeñar su “trabajo funcional”
normal y pleno se puede homologar el término enfermedad . Si la interpretación de los
términos anotados, no fuera esta última, ¿Qué pasaría con el desempeño o el menor de edad
que no trabaja y fuesen víctimas de una lesión personal? ¿ No ameritarían incapacidad para
trabajar? Con la interpretación hecha en segundo lugar no existe ninguna duda respecto a la
respuesta, es evidente que si sus tejidos fueron lesionados, necesitarán un tiempo para
recuperarse, que el perito fija sin tener en cuenta la situación laboral del lesionado.
Este punto de vista lo aclaró el legislador cuando en la reforma al código Penal de 1980,
sería una buena oportunidad para despejar plenamente estas dudas, si se utilizara en el
artículo 332 la denominación de “incapacidad médico –legal o incapacidad penal”, que la
diferenciaría completamente de la “incapacidad para trabajar” o “incapacidad laboral”.
Cuando un sujeto es víctima de una agresión física o psíquica, desde el punto de vista
medico y jurídico se ve expuesto a dos consecuencias: la primera sería el tiempo de
incapacidad y la segunda las secuelas, agrupadas por el legislador en los artículos 33 y
siguientes del Código Penal.
Estos dos criterios “tiempo de reparación” y “gravedad” de la lesión los debe tener en
cuenta el médico legista para emitir un concepto útil a la administración de justicia, pues si
olvida uno de ellos, es posible que emita una conclusión errada. Esta situación la ilustraré
mucho mejor con un ejemplo: si una persona recibe una herida profunda en el músculo
cuadriceps del muslo, amerita una incapacidad propia de tejidos blandos, pues se calcula
que se reparará antes de 30 días, además se trata de un daño corporal que no pone en
peligro la vida del lesionado ni la vitalidad de sus órganos o miembros por lo que se
confirma la incapacidad menor de 30 días. Pero si se tratase de esa misma herida en otro
músculo, en este caso el miocardio, la situación cambia, pues a pesar de que el músculo
cardiaco también es tejido blando y logrará su recuperación biológica en tiempo menor de
30 días, la gravedad de la lesión y la magnitud del compromiso vital obligan a fijar una
incapacidad superior a los 30 días.
Considero que también este concepto debe adecuarse un poco más a la realidad, con los
siguientes comentarios. Si bien es cierto que a las alteraciones que perduran después que el
tejido lesionado se ha reparado, la lengua española las denomina secuela, esto no siempre
es valido para la aplicación del término jurídico en la medicina legal. La práctica forense
nos expone continuamente ante la decisión de calificar o no como secuela aquella
alteración que observamos al día siguiente de cumplida la incapacidad y que sabemos
desaparecerá en un corto tiempo. Esta situación presenta dos opciones: Primera: aumentar
el tiempo de incapacidad hasta la desaparición total y completa de la lesión. Segunda:
Dictaminar esa alteración como una secuela de carácter transitorio. Cualquiera de estas dos
salidas no tendría problema alguno si fuésemos únicamente médicos clínicos y aplicáramos
las definiciones tradicionales.
Esta situación se resuelve adoptando los siguientes criterios: El tiempo de duración de una
lesión se refiere al número de días que necesita el tejido para lograr su reparación primaria
que no incluye todo el período necesario hasta la resolución absoluta, sino únicamente el
tiempo indispensable para que haya acumulación y proliferación de fibroblastos dentro del
tejido conectivo con regeneración y queratización de la superficie, tal como lo menciona el
doctor Ricardo Mora Izquierdo en su artículo sobre actualización del dictamen de lesiones
personales, es a ese período al que llamamos tiempo de reparación y lo utilizamos como
uno de los criterios para dictaminar la incapacidad médico –legal. El fenómeno biológico
de evolución de la cicatriz lo denominaré tiempo de recuperación, corresponde al período
de observación de la evolución que no se traduce ni como incapacidad ni como secuela,
pues no es ni una cosa ni la otra, es el período de latencia durante el cual la lesión se
recobra en una alteración importante, indicativa de gravedad respecto del daño de la
integridad personal.
Al realizarse este segundo dictamen (después del mes) se valora nuevamente la alteración y
si persiste su notoriedad se dictaminará la secuela. Pero aún después de este lapso de
observación, no siempre es fácil conocer con certeza el carácter transitorio o permanente de
ella, motivo por el cual se dará un plazo no menor a 3 meses, necesario para poder saber si
esta deformidad con el sólo paso del tiempo desapareció o perdió sus características
ostensibles, o si por el contrario las conserva alterando en manera importante la estética,
simetría y belleza del sujeto.
Segundo: Cuando la lesión altera una función, el tiempo de recuperación sería el necesario
para observar si esa dificultad funcional es realmente secuela o corresponde al período que
requiere ese órgano o miembro para recobrarse de la inmovilización o del tratamiento
médico quirúrgico. Este caso también debo ilustrarlo con un ejemplo: Si la lesión consiste
en una fractura de antebrazo la incapacidad médico – legal es de 60 días, tiempo que puede
coincidir con el período en que el miembro superior estará inmovilizado con yeso. Si
valoramos por segunda vez a este sujeto el día número 61, cuando apenas hace 2 o 3 días se
retiró el yeso, observamos que tiene limitaciones para el movimiento, lo que de ninguna
manera indica que existe una perturbación funcional de la extremidad, pues es necesario
conceder el llamado “tiempo de recuperación” que podrá ser también de unos 30 días para
que la función se rehabilite y después de esto sí sabremos si existe o no la alteración.
Se puede afirmar con base en lo anterior que no toda cicatriz constituye una deformidad, al
igual que no toda disfunción se dictamina como perturbación funcional.
Es válido otro ejemplo: Un individuo sufre una herida de antebrazo que secciona un
tendón, el manejo que se eligió es realizar una tenorrafia (sutura de tendón, 10 días después,
cuando el proceso inflamatorio haya desaparecido. Este paciente tendrá su miembro
inmovilizado durante un período de cuatro semanas. Si consideramos que la cirugía se
efectuó para corregir la escuela inherente a la sección tendinosa, tendremos que dictaminar
una incapacidad de tejido blando (aproximadamente 20 días), que correspondería al tiempo
de reparación primaria de esa lesión sin cirugía, pues es evidente que la cirugía se hace con
el propósito de evitar que la sección tendinosa ocasione alteraciones funcionales
permanentes, por lo tanto, el tiempo de recuperación dependiente dependiente de la cirugía,
no influye sobre la incapacidad sino afecta directamente el diagnóstico de secuelas. Esta
cirugía reconstructiva posiblemente logrará que la perturbación funcional del miembro, que
sin tratamiento sería permanente pase a ser transitoria. Por lo tanto al finalizar el
tratamiento este dictamen podrá informar incapacidad definitiva de 20 días. Como secuela,
perturbación funcional transitoria del miembro superior.
No quisiera este capítulo sin antes comentar que el período médico forense en el
desempeño de su difícil tarea, se continuará enfrentando a casos nuevos, en donde no se
pueden aplicar los lineamientos propuestos y deberá seguir primando su criterio clínico-
científico y su experiencia pericial. Es por lo anterior que reafirmo la imposibilidad de
generalizar pautas de conducta idénticas para todos los casos, ya que en los inusuales la
sabia decisión la tomará el perito con base en la claridad conceptual que posea.
BIBLIOGRAFIA
RESUMEN
Se dan las bases para la realización del dictamen pericial y se interpretan las figuras
forenses que trae el nuevo Código Penal Colombiano en relación al delito de lesiones
personales.
Mencionamos "utilizados por un agresor" para significar que el agente activo debió actuar
con dolo o culpa.
Finalmente agregamos en la definición: "sin que se produzca la muerte del individuo" para
excluir las lesiones, médicamente descritas que configuran el delito de homicidio.
Si seguimos a Irureta Goyena (8), tendríamos que DAÑO EN EL CUERPO es "el ataque a
la integridad anatómica del sujeto", nosotros agregaríamos, de carácter macroscópico. El
DAÑO EN LA SALUD sería: "El ataque a la integridad fisiológica", agregaríamos, o a la
constitución psíquica del individuo, y que puede significar una alteración funcional o
anatómica de tipo microscópico.
Este punto deberá ser contestado por el perito incluyendo los subtemas siguientes:
d) Los puntos de referencia de la lesión. Este literal sirve para situar un poco más
descriptivamente la lesión, refiriéndola a sitios anatómicos conocidos y de fácil
localización. Como el resto del primer numeral, está redactado en un lenguaje no
técnico, los puntos de referencia deberán escribirse en lenguaje sencillo y corriente,
diciendo por ejemplo: "a dos centímetros por encima de la tetilla izquierda" o "cuatro
centímetros por debajo de la rodilla derecha, etc.".
El literal sobre los puntos de referencia usualmente es muy apreciado por los funcionarios,
quienes lo entienden más fácilmente por estar redactado en lenguaje corriente, no técnico.
Cuando durante los hechos se hayan causado varias lesiones al ofendido, el perito
procederá a identificar, describir, localizar y dar puntos de referencia de cada una de ellas,
tal como se mencionó antes, pero para mayor claridad deberá numerarlas. En esta forma, en
dictámenes posteriores se referirá a cada lesión nombrándola con el número asignado en el
primer reconocimiento. Además este procedimiento facilita al funcionario la solicitud de
ampliación, explicación o aclaración del dictamen porque se puede referir por ejemplo a "la
herida número dos, etc.".
2. TIPO DE ARMA: Para la justicia es muy importante conocer el tipo de arma que causó
la lesión, porque en esta forma podrá correlacionar esta parte objetiva de la investigación
con las versiones de los testigos, el ofendido y el sindicado, y con las armas que se hayan
incautado durante la investigación.
Sin embargo, el dictamen médico-forense nunca podrá precisar exactamente cual fue el
arma agresora, puesto que el perito no estuvo en el lugar de los hechos, se limitará a
deducir, a partir de las características de la lesión y teniendo en cuenta el mecanismo de
producción de la misma, en una forma genérica, el tipo de arma causante.
b) De orden químico. Que causan la lesión o daño por acción de sustancias químicas que
se ponen en contacto con la superficie corporal o que se ingieren o son colocadas dentro
del organismo por vía parenteral, o por inhalación.
1
Hemos observado casos en los cuales no se siguió este procedimiento en el reconocimiento inicial y
luego, cuando era imposible distinguir la antigüedad de las lesiones, el lesionado reclamaba al médico por no
haber tenido en cuenta "estas otras heridas que también me hizo el mismo día".
d) De orden psicológico. Como amenazas, presiones psíquicas y en general
procedimientos no materiales capaces de causar perturbaciones psíquicas en la persona
víctima del delito, es decir, idóneos para causar un daño en la salud mental del
ofendido.
1. Instrumento de tipo cortante. Denominados así por tener filo, es decir, una arista
capaz de cortar o escindir los tejidos. Usualmente las armas cortantes causan
heridas poco profundas, más importantes en extensión que en profundidad, cuyos
bordes son regulares, nítidos, correspondientes y de fácil afrontación. Como
ejemplos podríamos citar cuchillas de afeitar, vidrios, barberas, uñas, etc.
2. De tipo punzante. Tienen un extremo muy agudo (punta) y penetran los tejidos en
profundidad perforándolos. Causan usualmente heridas puntiformes, de gran
profundidad y poca extensión en la superficie. En ocasiones causan heridas que
ponen en comunicación una cavidad real o virtual, interna con el exterior. Ejemplos
de ellas son leznas, clavos, puntil1as, agujas, etc.
8. Los medios físicos. Como calor, frío, electricidad, etc., causan lesiones
generalmente de tipo quemadura, variables en extensión y profundidad.
11. Los agentes químicos. Como venenos, ácidos y bases fuertes son capaces de causar
intoxicaciones internas o quemaduras y erosiones internas o externas, según sean
ingeridas o usadas tópicamente sobre la piel.
13. Las amenazas, Las coacciones. Las extorsiones, los chantajes, los secuestros y en
general las presiones de orden psíquico, llamada por algunos autores, violencia
moral o mental, son capaces de causar daño en la salud psíquica del ofendido dentro
de la figura forense de la perturbación psíquica, de la cual nos ocuparemos en el
aparte de las secuelas médico-forenses del delito de lesiones personales.
Conocido por el médico forense el mecanismo productor de las lesiones, por una parte y las
características de las mismas por la otra, se puede proceder a dictaminar sobre el tipo de
arma lesionante, lo cual corno ya vimos es de gran utilidad para la claridad del proceso.
Giraldo (13), define la incapacidad médico-legal como "la consecuencia natural y directa,
expresada en días de duración como el tiempo que tarda un organismo en cicatrizar o sanar,
luego de una lesión".
En el "Tratado de Derecho Penal" de José Vicente Concha (14), aparece: "No determina la
ley cual sea la especie de enfermedad o incapacidad que se ha de tener en cuenta para medir
el castigo. En esta materia hay opiniones diferentes: unos creen que la incapacidad de
trabajar se refiere a las tareas habituales o profesionales, otros piensan que se refiere al
trabajo corporal. La segunda opinión es la que prevalece entre los autores y en la
jurisprudencia para la imposición de la pena, en atención al carácter de las heridas, que se
gradúa por el término que dura el individuo inhábil para trabajar corporalmente. De otra
manera sucedería que el mayor o menor castigo no dependerá sino de la profesión u oficio
del individuo lesionado, cosa inadmisible a todas luces". Por otra parte, agregaríamos
nosotros, el individuo que no desempeña ningún trabajo, por estar desempleado o el que
producida por una contusión por un garrote o por una contusión por puntapié. En ambos casos el dictamen
debe decir únicamente: "ocasionada por elemento contundente"; en esta forma se auxilia a la justicia en orden
a la estricta verdad científica observada y analizada. Si el perito está suficientemente seguro de que' la lesión
fue causada por uña o por mordedura, debe proceder a decir: "causada por elemento cortante, probablemente
uña o diente", según el caso, pero se abstendrá de dictaminar: "por uña humana o por mordedura humana"
pues esta forma de redacción le quita objetividad al dictamen y aumenta el riesgo de equivocación.
vive de su renta, podría ser lesionado y sería muy difícil fijarle incapacidad para trabajar, si
prevaleciera el criterio de esperar hasta que estuviese en capacidad de desempeñar su
actividad laboral específica.
Uribe Cuana (15), expuso: "Entre nosotros, en el Instituto de Medicina Legal seguimos esta
teoría, y así, al fijar la incapacidad para trabajar que producen las heridas, no nos referimos
a incapacidad profesional, sino a incapacidad en general para cualquier trabajo, físico o
intelectual".
Pero los criterios para fijar la incapacidad médico-forense no pueden ser arbitrarios, sino
que deben ser criterios con bases científicas que tengan en cuenta las distintas etapas de la
cicatrización de los tejidos y las posibles complicaciones que puedan presentarse. Al
respecto dice Giralda: "La duración de la incapacidad, que el Código textualmente refiere
como incapacidad para trabajar, está fundamentada en el tiempo en que se demora el
proceso de cicatrización, y aunque éste no lo podemos definir con a exactitud de los
minutos, sí es posible tener un parámetro claro de la duración de la incapacidad de una
manera que sirva a la justicia para fijar sanciones. En cuanto a la duración de la incapacidad
es útil tener un derrotero, porque sería nefasto que la incapacidad fuera dada a capricho del
médico examinador. Es también importante saber que algunos estados anteriores de salud
llegan a modificar la duración de la incapacidad, de tal manera que una determinada lesión
produciría en una persona previamente sana, y bajo un tratamiento oportuno una
incapacidad, pero esa misma lesión en una persona con un compromiso de salud previo
produce una incapacidad mayor; estas circunstancias el médico ha de comunicárselas al
funcionario que conoce de la causa (16). Según el artículo 38 del Código de Procedimiento
Penal, los procesos
en los cuales la incapacidad no exceda de 15 días y no produzcan consecuencias son de
competencia de las autoridades de policía. Si la incapacidad excede de 15 días la
competencia será de un Juez Municipal o de un Juez de Circuito, dependiendo de las
secuelas que quedasen (artículos 36 y 37 del Código de Procedimiento Penal).
Si la incapacidad no pasa de treinta (30) días la pena será arresto, pero si excede los treinta
(30) días, la pena será prisión. Así mismo, a mayor cantidad de días de incapacidad
corresponde una suma mayor de multa (artículo 352 del Código Penal). Finalmente, si la
lesión sólo produjera incapacidad para trabajar o enfermedad que no pase de treinta (30)
días, la acción penal se extinguirá a petición del ofendido; es decir, hay Jugar al
desistimiento (artículo 342 del Código Penal).
En su 1ibro "Medicina Forense", el doctor César Augusto Giraldo, médico jefe del Instituto
Seccional de Medicina Legal de Antioquía da unos criterios generales sobre la forma de
fijar la incapacidad médico-legal, en cuanto a días de duración se refiere. Nosotros com-
partimos, en general, estas pautas, pero debemos advertir que deben tornarse como
derroteros genéricos y que cada caso deberá estudiarse en particular por aquello que "no
hay enfermedad sino enfermos" y que el dictamen pericial es propio para cada individuo, en
un momento dado y teniendo en cuenta determinadas circunstancias exclusivas de él.
En Medicina Laboral las incapacidades reciben los nombres de permanente, transitoria,
parcial y total, según incapaciten al individuo en una forma perdurable, o sólo por un
tiempo, o sólo para efectuar un porcentaje de sus actividades laborales, o le impidan
desarrollar toda su capacidad de trabajo, respectivamente.
Además, la incapacidad definitiva debe ser el requisito indispensable para poder entrar a
dictaminar sobre secuelas o consecuencias médico-legales. En otras palabras, hasta tanto se
haya fijado la incapacidad definitiva, deberá el perito proceder a dictaminar sobre las
secuelas en los artículos 333, 334, 335 y 336 del Código Penal. 3
Uribe CualIa dice que en las heridas hay que tener en cuenta unos factores intrínsecos y
otros extrínsecos. Entre los intrínsecos coloca la longitud, la profundidad, la hemorragia, la
clase de tejidos y órganos interesados, su importancia fisiológica, la regularidad o
irregularidad de los bordes, las pérdidas de sustancia, su unidad o multiplicidad, la
diseminación o confluencia la clase de arma empleada, la facilidad de infectarse o
contaminarse, el peligro en que se haya puesto la vida del agredido, etc. Al respecto dice:
"Estas son las principales circunstancias que se desprenden de la misma naturaleza de las
heridas y que las harán de mayor a menor gravedad. Todos estos elementos harán cambiar
sustancialmente la duración del proceso de reparación de las lesiones y por consiguiente de
la incapacidad para el trabajo” (18).
Según este autor, el perito médico deberá tener presente los factores intrínsecos al fijar las
incapacidades, cuestión que nosotros compartimos por tratarse de variables que
corresponden a la esencia misma de la lesión. En cuanto a los factores extrínsecos, el
profesor Uribe pensaba que se dividían en ocultos y manifiestos, entre aquellos colocaba
lesiones cardíacas más o menos compensadas, diabetes, aneurisma de la aorta, osteitis del
cráneo, etc. Al respecto creía que dichos factores no debían de tenerse en cuenta por el
perito al fijar la incapacidad y argumentaba así: "Estas enfermedades permanecen latentes,
a veces con muy pocos signos manifiestos. Por consiguiente, un agresor no tiene por qué
conocer las cuando produce una herida y no puede deducirse responsabilidad en que por
estas causas se prolongue un período de cicatrización, como sucede en el diabético, en que
con dificultad se cierran las heridas, o se agrave la insuficiencia cardíaca desconocida o se
produzca la ruptura de un aneurisma de la aorta o se fracturen los huesos del cráneo atacado
de osteitis, y esto con golpes insignificantes que no guardan proporción entre su
insignificancia y los efectos graves producidos".
3
Hemos visto dictámenes en donde se describe una herida por mordedura de perro (1), en los cuales no se
procede a dictaminar sobre incapacidad. Esta clase de experticia ha sido efectuada por peritos que sostienen
que "el perro no va a ir a la cárcel". Al respecto debemos dejar claro que desde que el perito describa una
lesión está en la obligación da fijar la incapacidad correspondiente. Unicamente cuando no haya signos
clínicos de lesión se abstendrá de colocar incapacidad médico-forense. En estos casos la redacción del
dictamen deberá decir: "no se aprecian signos clínicos de lesión que nos permitan dictaminar sobre
incapacidad y consecuencias" u otra fórmula semejante.
Además, si volvemos al ejemplo citado anteriormente, ya vimos que es bastante difícil dilucidar si una lesión
por mordedura es humana, canina o proveniente de otro animal, por una parte y por otra, sabemos también
que un perro puede ser usado como una arma poderosa, de tipo biológico, capaz de causar daña en el cuerpo
y, o en la salud y por lo tanto, el delito de lesiones personajes. Aunque el perro no haya recibido la orden de
atacar, la apreciación de la incapacidad médico-forense será de gran utilidad en el caso de haberse cometido el
delito de lesiones personales de tipo culposo, por otra parte, aun en procesos civiles, la determina ción de la
incapacidad médico-legal, en estos casos, es de gran utilidad para tasar la indemnización correspondiente.
Nosotros discrepamos por completo del concepto del ilustre profesor Uribe, pues pensamos
que el papel del médico-perito es el de pronunciarse sobre realidades clínicas del
examinado y no sobre hechos hipotéticos. Si la herida proferida a un diabético se demora
más tiempo en cicatrizar, a nuestro modo de ver la incapacidad médico-forense también
debe prolongarse, puesto que si bien es cierto que el agresor no conocía el estado
premórbido del ofendido, no es menos cierto que la realidad clínica muestra que éste tiene
una herida abierta, que se ha demorado x tiempo en cicatrizar y por lo tanto, ateniéndonos a
la definición de incapacidad médico-forense que dimos antes, el tiempo que gastan los
tejidos lesionados para obtener su reparación biológica primaria es el que se debe tener en
cuenta como incapacidad médico-forense.
Claro está que en ésta, como en las demás eventualidades mencionadas antes, el perito
deberá consignar en su dictamen aquello que le conste como antecedente, concomitante o
sobreviniente de la lesión que está describiendo, evaluando y dictaminando. Es al Juez al
que le corresponde hacer las disquisiciones jurídicas del caso y no debe ser el perito quien
se apropie de las funciones del juzgador, disminuyendo la incapacidad médico-forense real,
para considerar hipótesis teóricas, desconociendo realidades clínicas obvias. .
Creía el profesor Uribe que aquellos factores extrínsecos, individuales y manifiestos, tales
como la edad, el estado anémico, el embarazo, el estado de "pobre convaleciente", la
sordomudez, la demencia, la "degeneración", si se debían tener en cuenta por el perito al
fijar la incapacidad médico-forense porque: "por estar manifiestos en el agredido puede
apreciarlos un agresor". Al respecto, nuevamente debemos manifestar que no estamos de
acuerdo con el connotado tratadista, pues el perito debe evaluar la realidad de la lesión que
se somete a su dictamen y calcular, de acuerdo con los criterios de la ciencia médica, el
tiempo que van a gastar los tejidos lesionados para retornar a su integridad física anterior,
entendida, tal como se ha dicho, como reparación biológica primaria. No es procedente
entonces aumentar la incapacidad de una lesión porque se haya inferido a una embarazada o
a un sordomudo, pues estas condiciones no retardan la cicatrización, de por sí. Claro está
que, si en cada caso concreto, los tejidos se demoran x tiempo en sanar, esa será la
incapacidad médico-forense.
Nos parece que proceder en otra forma es salirse del papel de perito para adueñarse de las
funciones del Juez.
Igual criterio debe aplicarse a la cuestión de las complicaciones de las lesiones. A nuestro
modo de ver, las complicaciones aumentan la incapacidad y las secuelas. Así por ejemplo,
si en el primer reconocimiento se fijó una incapacidad provisional de ocho días a una herida
y después de una semana se observa; en el segundo reconocimiento, que hay presencia de
pus en la misma y que se ha vuelto a abrir por dehiscencia de dos puntos de la sutura, en el
segundo reconocimiento deberá aumentarse la incapacidad médico-forense y fijar una
nueva incapacidad provisional de 18 días, por ejemplo, a partir de la fecha en que fue
causada la lesión. Creemos que este procedimiento debe aplicarse en todos los casos
independientemente de la causa de la complicación, que podría ser debida a que el arma
agresora estaba infectada, a que el lesionado se descuidó y no se hizo tratar oportunamente
la herida o aun, a que se aplicó "tierra" encima, con el fin de perjudicar a su agresor.
Dilucidar esta cuestión es un problema de la investigación criminal, que compete al
funcionario instructor. Claro está que es obligación del perito hacer constar en su dictamen
todo aquello que le conste en relación a la evolución anormal de la lesión, ya que los
criterios de la ciencia médica le permitirán, por ejemplo, escribir: "la herida no ha recibido
ningún tipo de tratamiento, o, la lesión ha recibido un tratamiento adecuado, o en la historia
clínica figura que el lesionado no ha asistido a curaciones, o, el ofendido no se ha aplicado
la droga prescrita, o, hay evidencias de que el examinado se quitó el vendaje de yeso
prematuramente y por su propia cuenta, etc.". Pero el perito no podrá desconocer la realidad
clínica que se le pone de presente y fijar una incapacidad menor, pensando que "el pobre
agresor no tiene porque pagar por la complicación de la infección, porque él no se la causó
directamente". Este tipo de raciocinio deja traslucir la usurpación de las funciones dei Juez
por parte del perito, quien es un auxiliar de la justicia, pero no la persona que debe
administrarla. Por tales motivos, el médico deberá ayudar al esclarecimiento de los hechos,
dando cuenta al funcionario de las causas de las complicaciones, si le constan o puede
deducirlas razonablemente; pero no deberá disminuir la incapacidad médico-forense para
tratar de hacer justicia por su propia mano, pues ese sería un procedimiento poco imparcial,
anticientifico y fuera de lugar dentro del contexto pericial.
La anterior forma de pensamiento está en abierta contradicción con el criterio del doctor
Uribe Cualla, quien escribió: "Han opinado algunos que los agresores deben ser
responsables de todas las complicaciones que sobrevengan a un agredido, por razón de las
heridas recibidas, desde la simple infección hasta la muerte, y para defender esta teoría
extrema, argumentan que sin la producción de determinada herida no habrían sido posibles
dichas consecuencias; que por esta puerta de entrada o punto vulnerable de los tejidos se
expone al paciente a todas las posibles complicaciones, benignas o muy graves". y
continuaba:
"A nuestro modo de ver, este criterio peca por exagerado y envuelve una grande injusticia,
desde luego que siempre debe existir relación de causa a efecto, es decir, entre la naturaleza
de una herida y sus consecuencias. Si, por ejemplo, en una herida en que sólo se ha
interesado el espesor de la piel y la experiencia científica demuestra que suturada
oportunamente y haciendo las curaciones del caso, cicatrizan normalmente en 8 días; si se
presenta supuración abundante, que prolonga el período de cicatrización, esto no puede
cargársele al agresor, puesto que el perito reconocedor debe apoyarse en las reglas
generales de la normalidad de los fenómenos y no en los hechos excepcionales.
En aquel1os casos en los cuales el estado actual de las lesiones no le permita al perito
inferir razonablemente la evolución que han presentado y la rea1idad de los órganos
internos afectados, se debe recurrir a la historia clínica, la cual debe solicitarse, por
intermedio de la autoridad Competente, al sitio donde ha sido atendido el lesionado. Es
conveniente pedir que el resumen de la historia sea hecho en máquina, para facilitar su
lectura y obviar el problema de las letras ilegibles y los errores en la comprensión de dichos
manuscritos. Así mismo, el médico-perito deberá recurrir a todos los exámenes paraclínicos
del caso y, o, solicitar las interconsultas pertinentes con los especialistas, con el fin de
aclarar por completo su diagnóstico y poder fijar la incapacidad médico-legal con los
mayores fundamentos científicos y técnicos.4
Esta es una. conducta médica apropiada que sirve mucho al lesionado y sugiere a la
autoridad el procedimiento que debe seguirse .5
En ciertas oportunidades se solicita a los peritos dictaminar sobre la época de ocurrencia de
los hechos o sobre el tiempo de evolución que tiene determinada lesión.
El asunto es bastante comp1icado y difícil de resolver casi siempre, puesto que el médico
no posee usualmente los elementos de juicio indispensables para poder contestar
objetivamente esta cuestión. La consulta de la historia clínica del lesionado es de gran
utilidad e dichos casos, sin embargo, algunos de estos ofendidos no recibieron tratamiento
institucional, y entonces la situación permanece confusa. Sin embargo, intentaremos dar
algunas pautas muy generales que pueden ayudar en algo.
Una herida pequeña no complicada, cicatriza usualmente en cinco a siete días. El eritema
(enrojecimiento) y el edema (hinchazón) de los bordes de una herida hacen presuponer un
mínimo de 12 horas de evolución. La infección de una herida, con la aparición de pus, debe
hacer suponer un mínimo de 36 horas de evolución. La formación de costra en una herida
pequeña presupone una evolución de 24 horas aproximadamente.
Así mismo las equimosis van cambiando de color con el paso del tiempo, a medida que se
degrada la hemoglobina de la sangre; recién aparecidas son de color rojo, luego pasan a
violeta, más tarde a café rojizo, luego a verdoso para terminar en amarillento.
Estos criterios generales pueden servir, en algunos casos, para precisar lo que el examinado
dice sobre el tiempo de ocurrencia de la lesión y desde este ángulo, también pueden ser
útiles al funcionario.
4
Desafortunadamente, en nuestro país aún se carece en varios sitios de las facilidades de los laboratorios y del
concurso de médicos especialistas, lo cual dificulta mucho, no sólo el dictamen pericial, sino la misma
conducta terapéutica del caso.
5
En no pocos casos hemos observado lesionados Que vienen al Instituto de Medicina Legal o acuden a la
oficina seccional con la herida abierta, manando sangre, en el convencimiento de que en esa forma obtendrán
una incapacidad mayor, que la que les fijarían si se presentan con la herida ya suturada y tratada
científicamente. Aún más, hemos podido detectar procedimientos en los cuales la autoridad competente ha
aconsejado al ofendido "ir a donde los médicos legistas lo más pronto posible, antes de ir al hospital, para que
le pongan más días de incapacidad al ver la herida tan grande que tiene". Esta situación sólo refleja la gran
ignorancia que existe en cuestiones de medicina clínica y de medicina forense; pues por una parte, la demora
en la atención médica adecuada aumenta el riesgo de las complicaciones, una herida abierta está, más
propensa a infectarse y, por otra, la incapacidad médico legal no se cambia porque el dictamen se realice antes
o después de la sutura, puesto que siempre se calcula con base en la reparación biológica inicial y en los casos
poco claros se debe, tal como ya se mencionó, solicitar la historia clínica.
En la actualidad estamos trabajando en unas tablas que servirán de guía para poder fijar las
incapacidades médico-legales dentro de unos criterios generales; finalizaremos este aparte
con la transcripción de una sentencia de la Corte Suprema "la determinación del tiempo de
incapacidad producida por la herida debe estar debidamente comprobada. Sería arbitraria,
peligrosa y expuesta a error cualquier duración de incapacidad que por su cuenta
pretendiera hacer la autoridad judicial: aquí no tienen cabida las aproximaciones ni los
términos medios" (19).
El artículo 333 del Código Penal dice: "Si el daño consistiere en deformidad física
transitoria, la pena será de uno (1) a seis (6) años de prisión y multa de tres mil a diez mil
pesos. Si fuere permanente, la pena será de dos (2) a siete (7) años de prisión y multa de
cuatro a doce mil pesos. Si la deformidad afectare el rostro, la pena se aumentará hasta de
una tercera parte". El artículo 373 del Código Penal de 1936 hablaba de desfiguración facial
y de deformidad física reparables y permanentes; el nuevo Código suprimió la figura
forense de la desfiguración facial y quitó el término reparable, habiéndolo reemplazado por
el de transitorio.
Desde otro ángulo, los términos reparable y permanente no son contrarios, sino que,
inclusive pueden llegar a ser complementarios. Además, con los adelantos de la Medicina,
podríamos decir que casi cualquier lesión es susceptible de reparación, sería entonces
"reparable"; otra cosa es el juicio de valor sobre lo bien, regular o mal reparada que quedó
la lesión, después de aplicado el tratamiento respectivo. Por las anteriores razones, estamos
plenamente de acuerdo con la supresión del tan nombrado término de "reparable". Sin
embargo, como veremos más adelante, el calificativo "transitorio", con el cual se sustituyó,
tampoco es el más adecuado para aplicarse a las consecuencias médico-forenses de las
lesiones.
La Corte Suprema de Justicia se pronunció sobre el tema anterior, cuando dijo: "No son lo
mismo la desfiguración facial transitoria y la desfiguración facial reparable, pues aquello es
lo pasajero o temporal, y para las heridas, lo que evoluciona y se subsana por él solo,
mientras que lo reparable es lo que implica intervención del médico o cirujano para que no
queden huellas desfiguradoras o deformantes (20). .
También la Corte, definió la deformidad física en una sentencia que dice: "Por deformidad
física se entiende aquel defecto que altera la armonía o proporción de las partes del cuerpo
humano, o cambia su configuración exterior, citándose en los textos como ejemplo típico
de los primeros las muti1aciones de los miembros de locomoción y aprehensión, y de lo
segundo las cicatrices visibles en el rostro (21).
César Augusto Giraldo al hacer una definición de deformidad física escribió: "Es toda
cicatriz o mutilación que altere la configuración del cuerpo, percibida a través del vestido.
En la deformidad existe diferencia en los sexos: una cicatriz de 8 centímetros, por ejemplo,
no es deformidad en el tercio inferior del muslo o pierna de un hombre, pero sí en el de una
mujer; igualmente recibirá ese calificativo una cicatriz en miembros superiores, según el
sexo. Siempre que una cicatriz o defecto dé 1ugar a un apodo, no habrá duda de su
calificativo como secuela" (22).
Uribe Cúalla, al tratar el tema dijo: "En Medicina Legal, y de acuerdo con nuestras leyes
penales, debe entenderse por deformidad física todo efecto que cambie la integridad, la
proporción, el orden o la armonía que normalmente tienen o guardan entre sí las partes
constitutivas del cuerpo humano en su configuración exterior. Es decir todo aquello que
altere la modalidad normal con la que proporcionadamente intervienen los elementos
objetivos de la belleza en la constitución de lo que acostumbramos llamar las formas,
constituye una deformidad física. Este cambio puede afectar la hermosura del semblante, o
bien la esbeltez, soltura y elegancia del cuerpo en reposo o en movimiento, que es lo que
constituye la deformidad propiamente dicha. En la práctica se emplea genérica e
indiferentemente la expresión deformidad física para calificar uno cualquiera de estos
defectos estéticos. De tal suerte que toda imperfección en las relaciones, contextura y
conexiones que constituyen la modalidad de las formas, es considerada como una
deformidad física" (23).
Este autor exige que haya visibilidad de la cicatrización, "para que las demás personas se
den cuenta de que en realidad existe una alteración de orden estético", pero sigue la misma
tesis de que debe considerarse el vestido para dictaminar sobre este asunto.
Consideramos que el examen debe efectuarse con el individuo desnudo, por ese motivo no
le damos ninguna importancia al hecho de que las ropas tapen o no el defecto físico, pues
pensamos que esa no pudo ser la filosofía de la 1ey, puesto que el diagnóstico forense de la
secuela variaría con la moda, cuestión esta que suena absurda por completo. Tampoco
estamos de acuerdo con la visión de considerar que el sexo de la persona lesionada deba
tenerse en cuenta para diagnosticar la secuela, puesto que volveríamos a la discusión del
vestuario de uno y otro género.
En nuestra definición exigimos que el efecto sea importante, es decir notorio a simple vista,
detectable por un observador cualquiera, no calificado y sin que tenga que aproximarse a
menos de un metro de distancia del lesionado. Decimos "que altere externamente" para
hacer énfasis en que la deformidad debe hacer relación a la modificación de la
configuración externa del cuerpo; así no se calificará dentro de esta secuela la pérdida de un
riñón, por ejemplo, pues aunque está alterada la integridad y la función, no lo está la forma
corporal externa. Mencionamos "de manera ostensible" para significar que no toda cicatriz
llena los requisitos para ser considerada deformidad, sino que el defecto debe ser lo
suficientemente importante corno para ser notado fácilmente.
El artículo 373 del Código Penal viejo hablaba de desfiguración facial, que podría ser
también, como la deformidad física, reparable o permanente. Consideramos que el término
era redundante, pues la palabra desfiguración según el diccionario de la Real Academia
Española es: "Desemejar, afear, ajar la composición, orden y hermosura del semblante y de
las facciones", de manera que el calificativo "facial" sobraba realmente. En el artículo 333
del nuevo Código se suprimió el vocablo "desfiguración facial" y se reemplazó por el de
deformidad física que afecta el rostro. EL ROSTRO para la Medicina.-Forense es el
espacio anatómico delimitado por la línea de implantación del cabello, por arriba, el
borde del maxilar inferior, por abajo, y los pabellones auriculares a los lados. Cualquier
defecto que altere de manera importante la belleza, la simetría o la forma del rostro
deberá entonces ser calificado como DEFORMIDAD FISICA EN EL ROSTRO. Aquí es
necesario hacer la precisión siguiente: no toda cicatriz dentro del rostro deberá ser
calificada como deformidad física, sino que es necesario evaluar su longitud, su apariencia,
el sitio de localización y comprobar si realmente afecta de manera notoria la forma, la
simetría o la estética facial.
Además es importante tener en cuenta que puede existir deformidad física en el rostro, sin
que haya cicatriz, en una parálisis del nervio facial, por ejemplo, a consecuencia de una
lesión traumática. En este caso se altera ostensiblemente la simetría y la estética facial.
Tanto la deformidad física, como la deformidad física en el rostro y cualquiera otra de las
consecuencias o secuelas médico-forenses, deberá diagnosticarse únicamente cuando ya
haya terminado el período de la reparación biológica primaria y se haya fijado la
incapacidad médico-legal definitiva. Lo anterior debido al mismo concepto de SECUELA
entendida corno una alteración en la forma y/o en la función, que persiste una vez que ha
culminado la incapacidad médico–legal.
Uribe Cualla definió la perturbación funcional como: "Todo aquello que altere (aunque sea
en mínima parte) o suprima una función orgánica, sin que entonces haya que tener en
cuenta la imperfección estética ni la alteración de las formas". Sin embargo, el artículo 336
del nuevo Código Penal, al hablar de "pérdida de la función de un órgano o miembro"
restringió al sentido de disminución el término de perturbación funcional.
Giraldo, trae una definición más genérica cuando dice: "Una perturbación funcional es una
definida alteración fisiológica que coloca en inferioridad el organismo o altera la
homeoestasis" (26).
La Corte Suprema de Justicia (27), al respecto dijo: "Si las lesiones producen una
perturbación funcional transitoria, el hecho se reprime por la disposición del artículo 374
del Código Penal, no por la circunstancia de que la perturbación funcional transitoria
desaparezca en virtud de una intervención médica, o porque ella se extinga por "uso y
hábito de la función del órgano", sino por la sola modalidad de haber producido la lesión
una perturbación funcional de carácter transitorio, porque es propio de lo transitorio
terminar por cualquier causa". Y agrega: "Tampoco es exacta la afirmación de que el
artículo 374 es aplicable sólo para el caso de que la lesión produzca la perturbación
funcional transitoria de un órgano completo y no la de una parte del mismo. Porque tales
expresiones, en el campo del derecho penal, hacen referencia a la función que el órgano o
miembro desempeña, y no al sentido anatómico que le asigna la medicina en general".
Tal como dijimos antes, el diagnóstico de la secuela médico-legal sólo será válido cuando
ha terminado el período de la reparación biológica primaria, y el médico perito ha fijado
1a incapacidad definitiva.
El artículo 335 del Código Penal de 1980, dice: "PERTURBACIÓN PSIQUICA. Si el daño
consistiere en perturbación psíquica transitoria, la pena será de dos (2) a siete (7) años de
prisión y multa de cuatro mil a quince mil pesos. Si fuere permanente, la pena será de
nueve (9) años de prisión y multa de cinco a veinte mil pesos".
En este caso podrían estar, en ocasiones, las víctimas de los delitos de chantaje, de
extorsión, de secuestro, de violencia carnal, etc.
Este sería el caso considerado por los tratadistas clásicos como perturbación psíquica.
Esto último debe tenerse en cuenta en todos los casos en los cuales se sospeche simulación.
Si una persona recibe una lesión por proyectil de arma de fuego, a nivel de la quinta
vértebra lumbar, con sección completa de la médula espinal, se producirá una paraplejía
que debe dictaminarse como pérdida funcional del órgano de la locomoción o de los dos
miembros inferiores, que sin embargo siguen anatómicamente presentes en el organismo
humano. Igual cosa ocurriría en el caso de una lesión irreversible de tipo tóxico, por alcohol
etílico, por ejemplo, sobre los nervios ópticos. Aunque el individuo sigue conservando el
órgano de la visión (los dos ojos), desde el punto de vista anatómico, el diagnóstico del
dictamen médico-forense deberá decir: "pérdida funcional del órgano de la visión".
Este artículo es concordante con el número 377 del antiguo Código Penal y representa la
consignación de lo expuesto varias veces en la jurisprudencia (27), (30), (31), (32).
A. Que la examinada estuvo realmente en estado de embarazo. Esta cuestión suele poder
despejarse por el examen de la víctima o el parto prematuro. En estas ocasiones se
encontrarán signos clínicos inequívocos de haber estado embarazada y de haber expulsado
el contenido uterino, a saber: útero aumentado de tamaño y palpable por encima de pubis
(útero en involución), cuello uterino reblandecido y entreabierto, en ocasiones con
pequeños desgarros. Presencia de secreciones sanguinolentas (loquios) en el canal vaginal.
B. En el caso de parto prematuro, que éste haya tenido consecuencias nocivas para la
salud de la madre y, o, del feto. Este asunto se debe deducir también del examen
cuidadoso de la víctima, del recién nacido y del estudio de la historia clínica.
C. Que haya existido el antecedente de lesión personal. Este punto debe quedar resuelto en
el dictamen actual, de acuerdo con los criterios expuestos antes, o es posible obtenerlo
de un dictamen anterior por lesiones, en el cual debieron describirse las mismas,
efectuarse la apreciación sobre el arma agresora y fijarse la incapacidad provisional,
siguiendo las pautas que hemos venido discutiendo en el presente escrito.
E. Que se compruebe una relaci6n causa o efecto, no sólo desde el punto de vista
cronológico, sino como mecanismo desencadenante o productor del aborto o parto
prematuro, entre la lesión injerida y el resultado de la misma.
En el caso de no existir copia de la historia clínica, ni signos físicos que permitan seguir el
procedimiento anotado, el médico-forense deberá informarlo así a la autoridad, haciendo
énfasis en la ausencia de suficientes elementos de juicio para la adecuada elaboración del
dictamen pericial solicitado. En dichos casos será la investigación criminal la encargada de
resolver el asunto.
Es importante anotar que la Corte Suprema de Justicia estableció lo siguiente: "La lesión
que produjo como consecuencias incapacidad para el trabajo y aborto, se sanciona en
consideración a éste" (33).
Ala autoridad investigadora, le interesa de todas formas obtener un dictamen medico legal
por lesiones, de tipo definitivo, con el cual procederá a cerrar la investigación y fallar sobre
el caso.
Para proceder a efectuar un dictamen médico-forense del tipo “ relación medico legal” el
perito deberá tener en cuenta los siguientes puntos:
1) Es necesario que solicite por intermedio de la autoridad competente, la historia o la
copia de la historia clínica del sitio donde fue atendido el lesionado. Si no existe dicha
historia, por no haber sido atendido el lesionado en ninguna institución de salud, deberá
solicitarse una constancia del medico tratante particular. En el caso de no haber recibido
tratamiento alguno, la cuestión se torna más complicada.
Se procede entonces a efectuar una apreciación teórica del caso y a colocar la incapacidad
médico-legal definitiva que le correspondería a las lesiones descritas, teniendo en cuenta
los postulados anteriormente escritos.
Hay algunos casos en 1os cuales las lesiones descritas son suficientemente claras para que
el perito no tenga ninguna duda sobre el tipo de secuela o consecuencia médico-legal que le
ocasionó la lesión; en estos casos procederá a fijar las consecuencias o secuelas por relación
médico-legal.
En los casos de. relación médico-legal por lesiones se supone que existe una conducta
cierta y claramente definida como lesiones personales, hecho que no solamente ha sido
advertido por los testigos sino por el propio Juez instructor, quien solicita el dictamen
médico-legal. La ley procesal penal, trae varias formas o actuaciones de carácter simbólico
que tienen el mismo valor probatorio que si se practicaran con la presencia de las personas
o sobre las cosas ciertas. El articulo 415 del Código de Procedimiento Penal, por ejemplo,
permite la diligencia de careo con testigo ausente. El avalúo simbólico de una cosa o un
bien hurtado a su propietario y cuya desaparición sobrevino por ser de naturaleza fungible o
simplemente porque no se encuentra, también suele aplicarse, como ejemplo de. los casos
mencionados. En tales procedimientos el precio fijado por los peritos, en una forma teórica
y simbólica es el que el juzgador debe tomar como base y el que determina el daño y sirve
de base para la sanción.
En todo caso para proceder a dictaminar sobre legiones personales por relación médico-
legal, el perito deberá ser muy cuidadoso y ceñirse estrictamente a la información
consignada en la historia clínica del ofendido y, en los reconocimientos médico-legales,
practicados anteriormente al, lesionado y que obran en el proceso.
Si el estudio de la historia clínica y de los dictámenes anteriores no permite tener bases
científicas suficientes para hacer, por inferencia, el dictamen solicitado, "relación médico-
legal", el perito deberá informar a la autoridad competente de este hecho en forma clara y
escueta.
CONCLUSIONES
a) Clase de lesión;
b) Tipo de arma;
c) Incapacidad médico-forense, y
3. FILIPPI, Medicina Legal, citado por Uribe Cuana, op. ci.t., página 232.
4. PUJIA y SERRATRICE, citados por Uribe CuaIla, op. cit., página 232. 5.
5. LEGRAND DU SALLE, citado por Uribe Cuana, op. cit., página 232.
7. Corte Suprema de Justicia. Auto del 24 de octubre de 1980. "Gaceta Judicial", Vol.
XCIII, página 848.
8. IRURETA GOYENA, citado por Ortega Torres Jorge en "Código Penal Comentado",
14 edición, Editorial Temis, Bogotá, 1975, página 315.
9. Corte Suprema de Justicia. Casación del 11 de julio de 1946. "Gaceta Judicial", Tomo
LXI, página 142.
10. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del l8 de julio de 1958. "Gaceta Judicial Tomo
L"\XVII, página 587..
11. GIRALIJO G., César Augusto. Medicina Forense. Imprenta Nacional, 'Bogotá 1978,
página 20.
12. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del14 de julio de 1958. "Gaceta Judicial", Tomo
LXXV, página 709.
14. CONCHA, José Vicente. Tratado de Derecho Penal, citado por Uribe Cuana.
Obra citada, página 248.
19. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 80 de julio de 1928; "Gaceta Judicial",
Tomo XXXV, página 493.
20.Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 9 de mayo de 1950. “Gaceta Judicial”, Tomo
LXVII, página 281.
21. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 8 de Noviembre de 1954. "Gaceta Judicial",
Tomo LXXIX, página 314.
24. Corte Suprema de Justicia. Casación del 29 de abril de 1950. "Gaceta Judicial", Tomo
XXXVII, página 587.
25. URIBE CUALLA, Guillermo. Estudio sobre... Obra citada, página 85.
27. Corte Suprema de Justicia. Casación del 28 de octubre de 1946. "Gaceta Judicial",
Tomo LXII, página 148.
28. MORA IZQUIERDO, Ricardo. La perturbación psíquica como una consecuencia de las
lesiones personales. En Revista del Instituto Nacional de Medicina Legal de Colombia, año
3, Volumen 111, número 1, julio de 1978, páginas 93 a 105.
32. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 5 de abril de, 1951. "Gaceta Judicial", Tomo
LXIX, página 598.
33. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del SI de marzo de 1950. "Gaceta Judicial", Tomo
LXVII, página 245.