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Algunas reflexiones sobre la igualdad, la soberanía y la libertad en los procesos históricos argentinos

“Mas Dios ha de permitir


Que esto llegue a mejorar-
Pero se ha de recordar
Para hacer bien el trabajo,
Que el fuego pa calentar
Debe ir siempre por abajo”
Martín Fierro, José Hernández

Introducción

La cita del Martín Fierro que sirve como disparador para arrancar estas reflexiones nos cuenta que para
que un fuego caliente, tiene que venir desde abajo. Y justamente las reflexiones que intentaremos en
estas páginas, no llevan a que el problema de la igualdad es por lo general un problema de las clases
subalternas – los de abajo-. Quien más que esas clases - y en este caso el gaucho de mediados del siglo
diecinueve- para la búsqueda de la igualdad social.

El problema de la igualdad, es en última instancia, el problema de las ciencias sociales desde su


surgimiento. Desde el comienzo del capitalismo, con la construcción de la racionalidad moderna, y por
lo tanto de las ciencias, la sociedad se vuelve dinámica y sus cimientos cambian, se transforman. No hay
modelos sociales que se reproducen durante siglos, como en la época antigua o el feudalismo, la
revolución en el sistema de producción y reproducción transforma dramáticamente las sociedades.

Las ciencias sociales son pensadas para equilibrar, aminorar o acabar con las desigualdades sociales.
Desde el sistema de reformas sociales hasta el extremo de la revolución, se intenta amortiguar o
eliminar las distancias sociales, entre clases y/o grupos sociales. Así "los ingenieros sociales" o los
revolucionarios profesionales, con sus análisis teóricos y su acción – por la intervención del Estado o del
partido revolucionario- intentan lograr un equilibrio en el desequilibrio generado por el nuevo sistema.
Unos para mantener el sistema sin sobresaltos, sin que esas desigualdades amenacen la permanencia
del mismo, los otros para acabar con dichas desigualdades que pueden destruir objetivamente a la
sociedad.

Luego de las debacles sociales de fines del siglo diecinueve hasta mediados del siglo veinte, los
compromisos asumidos por las ciencias sociales extreman estos dos tipos de soluciones, por intermedio
de la intervención del Estado. En un sentido buscando contener a las clases sociales subalternas y en el
otro para destruir la sociedad de clases. No es aquí donde nos ocuparemos de esas experiencias, sino
solamente marcaremos su fracaso, en el sentido de que no pudieron ni eternizar el Estado Benefactor
en los países centrales, ni pudieron mantener la coexistencia pacífica superar en términos productivos,
ideológicos, culturales, sociales, etc. al capitalismo realmente existente, no pudieron quebrar la
subsunción real de las clases subalternas al capital. La caída del muro en última instancia mostraba
como la única forma de organizar a la humanidad en términos productivos y sociales era la relación
social del capital.

En las décadas que siguieron, las ciencias sociales justificaron las distancias sociales. De asumir que el
desequilibrio social se generaba de una estructura o sistema social se paso a pensar que las
desigualdades provenían de motivos económicos, antropológicos, culturales y /o biológicos. La
desigualdad no debía sufrir las “externalidades” del Estado. La desigualdad expresaba, una realidad
objetiva. A diferencia de lo que pasaba con Rosseau en el Discurso sobre el Origen de las Desigualdades
donde las desigualdades en nuestra sociedad no eran producto de las diferencias entre las personas sino
del sistema social, aquí las desigualdades eran producto de las diferencias, y la heterogeneidad es la
que permitía a las sociedades sobrevivir y desarrollarse. La libertad se asoció al libre desarrollo de las
desigualdades producto de las diferencias entre las personas y la igualdad se incorporó al discurso
dominante, o al sentido común, como lo contrario de la libertad, como lo totalitario, porque
supuestamente no permite el libre desenvolvimiento de las diferencia. Pero la libertad, o sea, el libre
desenvolvimiento de la reglas de la “mano mágica”, también lograban mediante el desarrollo del
capitalismo sin trabas del Estado o de la política, las disminuciones en las desigualdades sociales.

Pero la posmodernidad y sus teorías intimistas y subjetivistas, demostraron sus limitaciones. Mientras
más se aplicaban estas teorías a la realidad, más crecían las tasas de desigualdad, primero en el mundo
periférico y luego en el mundo central – quizás las actuales imágenes de las crisis europeas lo muestran
a las claras-. Los ricos cada día más ricos y los pobres cada día más pobres. Pero eso no es todo,
también los ricos heredan ricos y los pobres heredan pobres. Las repúblicas no iguala más a los
ciudadanos. El capitalismo, que traía la esperanza del “sueño americano”, hoy en día se convierte en
cada día más lejano. La fantasía, que en algún momento, en los países del capitalismo autocentrado o
en las economías en desarrollo como la Argentina- también llamados semicolonias en el marxismo
leninista- que todos los individuos son iguales ante la ley, se aleja para pasar a los que muchos autores
dan por llamar la Feudalización del Capitalismo o sea las desigualdades se inmovilizan por
generaciones.

Pero a las desigualdades entre las clases sociales de las naciones, había que agregarles las distancias
siderales entre nación y nación.

La desigualdad entre países

Muchos autores plantearon, desde la teoría de la dependencia hasta el marxismo periférico, que el
problema del equilibrio social en los países centrales o por decirlo de otro modo, el equilibrio de las
desigualdades entre las clases y los sectores de clase en esas sociedades se daba exportando el conflicto
social hacia la periferia. Esto significaba que la desigualdad en dichos países se tornaba tolerable, para
hacerla intolerable en la periferia. Las clases sociales subalternas de los países imperialistas – otro de los
conceptos centrales del marxismo después de 1880- coincidían con los intereses de sus clases
dominantes en la explotación del mundo periférico. Menores grados de desigualdad al interior de las
naciones de capitalismo autocentrado, o sea un acuerdo entre todas las clases sociales de dichos países
y mayor distancia ( o desigualdad) con los países periféricos. A la desigualdad entre los sectores sociales
dentro de las sociedades se genera la segunda carencia de igualdad: la que se da entre países
opresores y países oprimidos y/o países desarrollados y países subdesarrollados. En la primera
acepción los primeros países gozaban a costa de los otros en base a la extracción de riquezas de los
segundos, no permitiendo conscientemente su desarrollo. En la segunda interpretación, los países
subdesarrollados debían pasar por los pasos seguidos por los países industrializados.

La igualdad, como idea fuerza que orienta a grupos y clases sociales como un programa político, solo es
fructífera en aquellos grupos sociales, que perciben en el sistema, hostilidad, explotación y dominación.
Esos grupos carecen de oportunidades materiales y espirituales, y sienten las presiones del sistema en
su contra. En términos panfletarios, el sistema vive de ellos directa o indirectamente, pero ellos no
están invitados al banquete.

Nuestra reflexión central, necesitaba de esta reflexión inicial, para situarnos, en un país subdesarrollo ,
semicolonial o dependiente ( a gusto de la preferencia teórica del lector) como es la Argentina, y pensar
la igualdad en nuestro contexto, sumadas a la soberanía y la libertad como ideas fuerzas, que a veces
aparecerían como contradictorias con el concepto igualitario.

Artigas, Güemes y los movimientos libertarios de la independencia

Comenzamos con estas dos experiencias históricas de los pueblos de las Provincias Unidas del Rio de la
Plata. En un contexto de guerra contra la potencia española, sobresalen estás dos figuras de los Ejércitos
de la Independencia. En las dos figuras no puede reconocerse una procedencia de clase humilde, sino
por el contrario, su pertenencia a las familias hidalgas españolas.

En el proceso de independencia, las ideas de libertad y soberanía, en una primera instancia, son claras.
La independencia de España generaba para los virreinatos la libertad de poder elegir autoridades y por
los tanto de erigirse como naciones soberanas. La bandera de la igualdad, que presupone una demanda
social queda relegada en las primeras batallas. Por esa razón, la guerra de la independencia no atrae, en
un primer momento, a los sectores subalternos. Los mismos no interpretaban que la libertad de la
metrópolis significaba un cambio sustancial en sus condiciones de vida. Estos sectores se sumaron
masivamente a la lucha por la independencia, cuando la misma conllevo para ellos algún tipo de cambio
en las estructuras sociales.

Güemes y Artigas son representantes de los sectores sociales dominantes en términos económicos y en
ellos se ve como las clases sociales dominantes que querían la libertad de España, se “corren” de los
procesos y estos líderes deben apoyarse en otros sectores sociales para continuar su proyecto de
independencia. Tanto en Güemes como en Artigas – como en el Bolívar que vuelve de Haití- la lucha por
la independencia es sostenida por los sectores subalternos, que imprimen de contenido igualitario la
lucha soberana. En ambos procesos, en Artigas en forma explícita e insinuada en Güemes antes de su
muerte, la reforma agraria -forma histórica concreta que toma la lucha por la igualdad-aparece como
una necesidad para sostener la lucha contra los ejércitos enemigos.
Interesante momento de nuestra historia para pensar el comportamiento de las clases dominantes en la
Argentina. En un primer momento de los movimientos independentistas, estos sectores sociales,
acompañan activamente la lucha por la independencia, pero a medida que la guerra se prolonga y
entorpece el libre funcionamiento de las practicas mercantiles por un lado, y por otro aumenta el
margen de maniobra de las clases subalternas en términos sociales y políticos, estos sectores tienden a
negociar con los españoles y abandonar a sus líderes, obligando a estos a potenciar el acompañamiento
en aquellos sectores que en el sentido clásico marxista “no tienen nada que perder y todo por ganar”.
Asi la lucha por la independencia se transforma también en lucha por la mejora en las condiciones de
vida de los “de abajo”.

Así la lucha por la libertad y la soberanía, es esos primeros momentos de las Provincias Unidas del Rio de
la Plata, van directamente vinculados a la lucha por un democratización social, o mejor dicho a la lucha
por la igualdad.

Los movimientos nacionales y la igualdad

Por movimientos nacionales, en este apartado vamos a entender al Yrigoyenismo (devenido luego el
partido radical) y al Peronismo. Movimientos que si ser “revolucionarios” en un sentido clásico del
marxismo, son progresivos en el sentido que implican ampliación de derechos, incorporación de masas
al mercado laboral, mejora en los ingresos de los trabajadores, algún tipo de enfrentamiento con las
clases sociales dominantes externas y con los países imperialistas, etc.

Estas dos experiencias históricas, son claramente procesos de igualación social, en el sentido que
significan, en el primer caso, la incorporación de las clases medias al aparato del estado en todos los
sentidos (desde la universidad hasta el ejército) , en el segundo significa un empoderamiento en
términos políticos, sociales y culturales de las clases trabajadoras argentinas. Justamente en ambos
casos, siendo movimientos que pretenden ser soberanos frente a los poderes facticos internacionales y
locales

El objetivo de estas hojas, no es una reflexión histórica sobre la igualdad. Por eso el salto histórico
busca, solo concentrar la reflexión en los sectores sociales y su relación con el programa de la igualdad.
También su relación con dos ideas fuerzas, que para el autor, en nuestros tiempos, y más en nuestro
país son inseparables: la soberanía y la libertad. En el pensamiento liberal político clásico, surgido de los
países que habían transcurrido ya su revolución burguesa y habían obtenido y lugar acomodado en el
coro mundial y en donde la democracia parlamentaria, funcionaba sin grandes sobresaltos , la relación
entre la igualdad y la libertad, eran por lo menos problemáticas. La igualdad era la voz de las mayorías, y
la libertad era el permiso de expresión de las minorías.

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