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Violencia de género, un freno para el desarrollo sustentable de

América Latina.

Gender violence, an obstacle to sustainable development in Latin


America
Nuvia Espinoza, Moisés Jaramillo, Cinthia Pinta, Yander Rivera, Adriana Rodríguez

Enfermería “C”

Resumen
Si bien las violaciones de los derechos humanos afectan tanto a los hombres como las
mujeres, su impacto varía de acuerdo con el sexo de la víctima. Los estudios sobre la
materia permiten afirmar que toda agresión perpetrada contra una mujer tiene alguna
característica que permite identificarla como violencia de género. Esto significa que está
directamente vinculada a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas
que se establecen entre varones y mujeres en nuestra sociedad, que perpetúan la
desvalorización de lo femenino y su subordinación a lo masculino. Lo que diferencia a
este tipo de violencia de otras formas de agresión y coerción es que el factor de riesgo o
de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer. A pesar de que ahora la violencia contra
las mujeres está incluida en muchas agendas internacionales (salud, derechos humanos,
desarrollo, paz y seguridad), todavía hay una brecha entre el reconocimiento del
problema, los compromisos, las declaraciones, las resoluciones y los documentos de
consenso, y la realidad de muchas mujeres en el terreno. En este artículo se exponen las
estadísticas de las mujeres que sufren de violencia de género a nivel latinoamericano,
asimismo se describen aspectos teóricos del tema y como esto representa un problema
para el desarrollo sustentable del continente.

Palabras claves: Violencia, género, feminicidio, Latinoamérica, mujer.

Abstract

While violations of human rights affect both men and women, their impact varies
according to the sex of the victim. The studies on the matter allow to affirm that all
aggression perpetrated against a woman has some characteristic that allows to identify it
as gender violence. This means that it is directly linked to the unequal distribution of
power and the asymmetric relations that are established between men and women in our
society, which perpetuate the devaluation of the feminine and its subordination to the
masculine. What differentiates this type of violence from other forms of aggression and
coercion is that the factor of risk or vulnerability is the mere fact of being a woman.
Although violence against women is now included in many international agendas
(health, human rights, development, peace and security), there is still a gap between
recognition of the problem, commitments, declarations, resolutions and documents of
consensus, and the reality of many women in the field. In this article the statistics of
women who suffer gender violence at a Latin American level are exposed, as well as
theoretical aspects of the subject are described and how this represents a problem for the
sustainable development of the continent.

Key words: Violence, gender, feminicide, Latin America, women.

Desarrollo

La Organización Mundial de la Salud señala que la violencia contra la mujer es uno de


los mayores problemas de salud pública a nivel mundial (WHO, 2011). Londoño y
Guerrero (2000) y Heinemann and Verner (2006), muestran que esta violencia es una de
las más dominantes en América Latina. Además, en los últimos años, la sociedad civil
en estos países ha mostrado su preocupación y rechazo a este tipo de violencia, por
ejemplo, a través de las marchas en Argentina, Chile, México, Perú y Uruguay bajo el
lema de Ni Una Menos. Se debe entonces investigar cuáles son los principales
determinantes de la violencia contra la mujer en América Latina y cómo se pueden
diseñar políticas públicas efectivas que reduzcan su incidencia.

Midiendo la violencia de género: limitaciones y avances

Varios estudios en países avanzados utilizan registros administrativos para medir la


violencia contra la mujer. Por ejemplo, Aizer (2010) y Card y Dahl (2011) recurren a
datos de denuncias policiales para sus investigaciones sobre EEUU. En la región,
Munyo y Rossi (2015) los usan para el caso de Uruguay y Agüero (2015) en Perú. Sin
embargo, el registro administrativo en la mayoría de países en América Latina es pobre
por varias razones.

En primer lugar, a diferencia de los EEUU, en la región varios países no tienen números
telefónicos como el 9-1-1, para llamar a la policía o para una emergencia relacionada a
la violencia contra la mujer. En los casos donde existen dichos números y asumiendo
que la policía responde y acude a las casas donde se reporta el incidente de violencia, no
siempre se registra el hecho ya sea por una falta de calidad en el servicio policial o por
corrupción.[ CITATION Ban18 \l 12298 ]

Segundo, el estudio de Palermo et al (2013) muestra que sólo 40% de las mujeres que
han sufrido violencia por parte de sus parejas han hablado sobre ello con alguien y que
el 7% ha hecho un reporte formal (ej., en la policía, juzgado o centro de salud). Palermo
y sus coautores muestran que hay diferencias regionales importantes en estas
estadísticas. Por ejemplo, en América Latina, 33% de las mujeres en situación de
violencia han hablado con alguien, pero sólo 14% han hecho un reporte formal. Como
muestran estos autores, la decisión de reportar no es aleatoria y hay factores
socioeconómicos que predicen la probabilidad de reporte. Por esto, los reportes
policiales en la región son insuficientes y sesgados.

Afortunadamente, la región ha empezado, aunque muy recientemente, a tipificar los


delitos asociados a la violencia contra la mujer. En la Figura 1 se muestra que antes del
2006 ningún país en Latinoamérica reconocía el feminicidio como un delito. Costa
Rica, en el 2007, es el primer país en hacerlo y al 2015 ya son 16 países que lo
reconocen.

Figura 1: Países en América Latina que tipifican el feminicidio como delito.


Teniendo en cuenta estas limitaciones, una de las fuentes de información con mayor
cobertura de feminicidios es la que mantiene la CEPAL a través de su Observatorio de
Igualdad de Género.[ CITATION Ban18 \l 12298 ]

En la Figura 2 se muestra que la tasa más alta de feminicidios se encuentra en los países
de Centro América. El Salvador y Honduras reportan tasas de más de 10 feminicidios
por cada 100,000 mujeres, lo cual es más que el triple de la reportada en la República
Dominicana y Guatemala que tienen la tercera y cuarta tasas más altas, respectivamente.
[ CITATION Ban18 \l 12298 ]

Figura 2: Feminicidios en América Latina: casos y tasas en el 2016

Asumiendo que la cobertura es homogénea entre los países incluidos en las estadísticas
de la CEPAL, todavía se está muy lejos de contar con información consistente en el
tiempo. Esto se muestra en la Figura 3. Nuevamente, utilizando los datos del
Observatorio, la figura muestra el número de casos de feminicidios (no la tasa)
registrados entre el 2005 y el 2015 y por país.[ CITATION Ban18 \l 12298 ]

El hecho más notable es lo desbalanceado que es el registro de datos. Por ejemplo, de


los 16 países de la muestra, sólo Costa Rica y Honduras consignan datos para todos los
años. En Bolivia sólo hay datos para el 2015 mientras que en Argentina, Ecuador y
Venezuela los hay desde el 2014. De esta manera es muy difícil hacer comparaciones de
tendencias para la región en base a los datos administrativos. [ CITATION Ban18 \l 12298 ]

A pesar de sus limitaciones en términos de cobertura, el registro de feminicidios es un


importante avance en la región. Sin embargo, estos sólo reflejan los casos extremos de
violencia: aquella que terminó con la muerte de la mujer. Una alternativa, es
implementar estrategias que permitan a los países recoger denuncias de violencia a fin
de evitar los feminicidios. Perú es un ejemplo que vale la pena mencionar. Desde 1999,
el Perú ha creado centros donde las mujeres pueden registrar denuncias y recibir
tratamiento y atención en caso de sufrir violencia por parte de sus parejas. [ CITATION
Ban18 \l 12298 ]

Factores de riesgo

América Latina está pobremente representada en los estudios de violencia contra la


mujer. Arango et al (2014) hallaron que entre enero del 2000 y abril del 2003 se han
publicado casi 60 artículos que revisan lo mas de 3,500 trabajos sobre el tema de
violencia contra la mujer a nivel mundial. Ellsberg et al (2015) concluye que hay 84
estudios con metodologías rigurosas (usando métodos experimentales o
cuasiexperimentales) pero más de un 80% de estos se refiere a sólo seis países todos de
altos ingresos (Australia, Canadá, Estados Unidos, Gran Bretaña, Hong-Kong y Nueva
Zelanda.) Bourey et al. (2015) se concentra en países de bajo y mediano ingreso y
encuentra sólo dos estudios para la región. [ CITATION Ban18 \l 12298 ]

En los dos Congresos Nacionales de Violencia celebrados en Madrid en los años 2009 y
2011 se analizó la cuestión de si era posible identificar algunos factores de riesgo
comunes en los casos de violencia sobre la mujer. Efectivamente, de los trabajos sobre
valoración del riesgo que se presentaron en ambos Congresos, se llegó a la conclusión
de que determinadas circunstancias podían suponer un incremento del riesgo para la
mujer de sufrir una agresión, riesgo que en los casos de mayor gravedad podían
desembocar en el homicidio o en el asesinato. Así, se consideró como tales [ CITATION
Jos13 \l 12298 ]:

 Embarazo de la mujer.
 Anuncio por la misma a su pareja del fin de la relación. Es efectivamente
revelador el dato de que el mayor porcentaje de muertes se produce en el ámbito
de una relación conyugal.
 Igualmente puede ser un momento crítico el de la presentación por la mujer de la
demanda de separación o divorcio cuando todavía existe convivencia porque no
ha recaído y la mujer no dispone de un domicilio donde estar junto con los
menores.
 Inicio por la mujer de una nueva relación sentimental.
 Celos obsesivos por parte del imputado.
 Constatación de que el imputado cuenta con antecedentes policiales o penales
por violencia de género, así como de órdenes de protección respecto de otras
mujeres.
 Antecedentes policiales o penales por delitos violentos.
 Problemas de dependencia al alcohol y las drogas del imputado.
 Posibles afecciones mentales en el imputado.
 Constatación de intentos de suicidio en la víctima. Sobre todo en los casos de
violencia habitual en los que considera que no hay salida.
 Puede igualmente ser expresivo de un riesgo mayor el anuncio o la constatación
de intento de suicidio por el imputado.
 Supuestos de reanudación de la convivencia pese a la orden o a la pena de
alejamiento.

Según Gómez, (2013) a dichos factores de riesgo, cabría añadir otros como el de la
especial vulnerabilidad de la víctima, como sería el caso de mujeres en situación ilegal
en nuestro país ante el miedo a una eventual expulsión en el caso de denuncia.

Igualmente, cabría considerar víctimas especialmente vulnerables a aquellas mujeres


que padecen problemas de adicción al alcohol o a las drogas; las mujeres de edad
avanzada, así como las adolescentes y aquellas mujeres que pueden padecer algún tipo
de trastorno psiquiátrico. En ocasiones, determinados patrones culturales o la
pertenencia a determinadas etnias también implican un factor de riesgo como sucede en
los casos de integrismo religioso, o en el caso de mujeres gitanas que rara vez denuncian
y si lo hacen acaban retirándose del procedimiento.[ CITATION Jos13 \l 12298 ]
Teniendo en cuenta que la mayoría de las mujeres que fueron muertas por sus parejas o
ex parejas mantenían la convivencia (63%), no cabe duda que la convivencia en el
mismo domicilio es un factor de riesgo que puede verse incrementado en determinadas
situaciones como cuando se reciben citaciones judiciales en el domicilio. Igualmente
puede ser un dato a tener en cuenta de cara a valorar la peligrosidad del imputado y el
riesgo en que pueda encontrarse la mujer, la pertenencia de aquel a determinadas bandas
o a grupos extremistas, en los que suele existir una presión por parte de otros de sus
miembros para que la mujer no declare o retire la denuncia.[ CITATION Jos13 \l 12298 ]

Estadísticas de Violencia de Género en Latinoamérica

América Latina es la región donde se presentan más asesinatos de mujeres por su


género. 14 de los 25 países del mundo con las tasas más elevadas de feminicidio están
en esta parte del mundo.[ CITATION Mar18 \l 12298 ]

Además, se estima que al menos una de cada tres mujeres mayores de 15 años ha
sufrido violencia sexual, lo que alcanza la categoría de epidemia, de acuerdo con la
Organización Mundial de la Salud.[ CITATION Mar18 \l 12298 ]

En Argentina, por ejemplo, según el Observatorio de Feminicidios de la ONG la Casa


del Encuentro, el único que en Argentina lleva una estadística de esta problemática
desde 2008, contabilizó que más de 2.500 niños se quedaron sin madre entre 2008 y
2015 a causa de los feminicidios. De hecho, en el último año, esta ONG registró 274
muertes de mujeres, de las cuales el 17 % había hecho una denuncia previa.
[ CITATION CNN16 \l 12298 ]

De hecho, 2018 ha sido un año difícil en cuanto a la violencia contra la mujer en


América Latina. En Chile, las denuncias por abuso sexual pasaron de 15.810 en 2016 a
16.336 en 2017, cerca de un 4 %. Además, en este mismo período los feminicidios
pasaron de 34 en 2016 a 43 en 2017.[ CITATION Mar18 \l 12298 ]

Además, en Latinoamérica, sólo 15 países cuentan con leyes contra el feminicidio y


Argentina es la única nación que cuenta con una ley de homicidio agravado por motivos
de género.[ CITATION BBC16 \l 12298 ]

En Ecuador, según datos del Instituto de Estadística y Censo (Inec) seis de cada 10
mujeres han vivido algún tipo de agresión. El tipo de violencia que más prevalece es la
psicológica (53.9%). Le sigue la física, que representa el 38.0%, y la sexual (25.7%). A
pesar de que la estadística muestra que la violencia psicológica es la más frecuente esta
es la que menos se denuncia, pues detrás de una agresión física y sexual existe una ola
de maltratos verbales y psicológicos que incluyen prohibiciones, imposiciones y formas
de desvalorizar a una mujer.[ CITATION Ama18 \l 12298 ]

En Brasil, cada día, tres mujeres fueron víctimas. Estas cifras, correspondientes a los
2.795 feminicidios ocurridos en 2017, son una de las motivaciones para la alarma que
ha encendido la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su
último informe, el cual revela que en la mayor parte de los países de la región, los
feminicidios son cometidos por alguien con quien la víctima tenía o había tenido una
relación sentimental.[ CITATION ELT18 \l 12298 ]

De los 23 países que fueron medidos, el que ocupa el primer lugar en crímenes de odio,
como se le cataloga judicialmente el feminicidio, es Brasil, por el número de casos. A
los 1.133 crímenes contra mujeres en ese país, le siguen los 345 en El salvador, 246 en
Honduras, 251 en Argentina, 221 en Guatemala y, en el sexto lugar, Colombia, con 114
feminicidios.[ CITATION ELT18 \l 12298 ]

Sin embargo, el informe resalta que El Salvador tuvo la tasa más alta de feminicidios
por número de habitantes, lo que “no encuentra paralelo en ningún otro país de la
región”.

Figura 4: Feminicidios en América Latina y el Caribe


 

En el país centroamericano se registraron 10 casos por cada 100.000 mujeres. Cabe


anotar que el informe de la Cepal no menciona cifras de México, que en el reciente
informe del Banco Interamericano de Desarrollo es mencionado como el país de
América Latina más violento para las mujeres.

La desigualdad, la violencia de género y la pobreza que presentan las mujeres


como un problema para el desarrollo sustentable de América Latina

La violencia contra las mujeres es una pandemia mundial, y América Latina y el Caribe
es la región más violenta para ellas. Esto, en gran medida, se atribuye a que la cultura
patriarcal tan arraigada rige prácticamente todas las costumbres y prácticas de la vida
diaria, las cuales han relegado y limitado los derechos y libertades de las mujeres. Esta
cultura naturaliza la violencia contra la mujer, produce estereotipos, perpetua y
reproduce la discriminación. En Latinoamérica, son las que más sufren los efectos de
los bajos niveles de ingreso y la desigualdad. A nivel mundial, la violencia de género ha
sido reconocida como una violación a los derechos humanos, además de que tiene
importantes implicaciones para la seguridad, la construcción de la cohesión social y el
sano desarrollo personal de las mujeres y las niñas de una sociedad. Aunado a dichos
costos sociales, también conlleva altos costos en la salud pública, la economía y la
justicia que, de no ser atendida y erradicada, acarrea consecuencias duraderas, como la
caída en la productividad y el crecimiento económico de los países. [ CITATION Reb18 \l
12298 ]

Hoy por hoy, muchas mujeres no pueden participar en los asuntos políticos porque se
encuentran con barreras como la violencia, la pobreza, la falta de acceso a una
educación de calidad o a asistencia médica, y la doble carga del trabajo remunerado y
no remunerado. Prueba de ello es que el porcentaje de mujeres en los Parlamentos en
América Latina es tan sólo del 22%. Porcentaje que es incluso menor, cuando se habla
de gobiernos locales.[ CITATION ONU15 \l 12298 ]

La entrada en masa de las mujeres de niveles superiores de educación al mercado de


trabajo, que ha sido el cambio más importante del siglo XX ha provocado cambios
significativos en la familia. En este marco las mujeres han asumido la mayor carga del
cuidado, ya que las normas culturales en la región tienden a designarlas como las
cuidadoras primarias del hogar, de manera que están enfrentando una triple carga: el
empleo, las tareas del hogar, y del cuidado de hijos y personas dependientes. [ CITATION
ONU15 \l 12298 ]

Todavía, una de cada tres mujeres en la región no dispone de ingresos propios, mientras
sólo el 11.7% de los hombres se encuentra en esta situación. Estas desigualdades son
mayores incluso en las áreas rurales, dónde por cada 110 hombres, 118 mujeres viven
en la pobreza. De hecho, a pesar de las mejoras en educación, estas brechas se
mantienen. [ CITATION ONU15 \l 12298 ]

El desempleo afecta en mayor medida a las mujeres jóvenes que a los hombres jóvenes,
y además las mujeres tienden a estar sobre representadas en la economía informal (58%
comparado al 50% para los hombres). Por otro lado, las mujeres continúan empleadas
en ocupaciones tradicionales con menor remuneración, como el servicio doméstico, el
secretariado o profesorado. Cuando se vuelven emprendedoras tienden a crear empresas
de menor tamaño que lo hacen los hombres en términos de ventas, costos, capital y
número de empleados. Esta situación de menor ingreso tiene efectos en la salud, la
nutrición, el acceso a la sanidad y el agua potable, la educación, el desarrollo de
habilidades profesionales, la tecnología y el desarrollo infantil. [ CITATION ONU15 \l 12298
]

Como la más visible manifestación de la discriminación hacia las mujeres, la violencia


contra las mujeres y las niñas es una de las violaciones de los derechos humanos más
extendida constituyéndose en una amenaza para la democracia. Es una barrera para el
logro de la paz, un problema de salud pública y justicia social, además de una carga a
las economías nacionales. Es una violencia basada en las desigualdades de género y en
la discriminación.[ CITATION ONU15 \l 12298 ]
De especial interés en esta región es el aumento de los casos de feminicidios (asesinatos
de mujeres por razón de género) en especial en México y Centro América. Se estima
que dos de cada 3 mujeres asesinadas en Centro América murieron por razones de
género. Este tipo de violencia tiene costos devastadores y fuertes consecuencias para la
vida de los individuos, las comunidades y los países.[ CITATION ONU15 \l 12298 ]

La desigualdad basada en la etnia es un ámbito de especial preocupación en América


Latina y el Caribe, donde conviven un alto porcentaje de población indígena y afro-
descendiente (33% de la población de la región, es decir: 50millones de indígenas y 120
millones de afro-descendientes). Además, 58 millones de mujeres de la región, viven en
áreas rurales[ CITATION ONU15 \l 12298 ]. En algunos países de América Latina, las
mujeres indígenas y afro-descendientes han de afrontar una triple discriminación: la
basada en su pertenencia étnica, en su género y la pobreza.

Población sin ingresos

En 1997, en América Latina, el 15,8% de los hombres no tenía ingresos, y las mujeres
sin ingresos alcanzaban al 47% de la región. Para el año 2016 el porcentaje de hombres
se redujo a 12,5% y el de mujeres a 29,7%. Si bien la brecha entre hombres y mujeres
que no reciben ingresos se redujo de 31,2% a 17,2%, tanto la brecha como el porcentaje
de mujeres que depende de ingresos ajenos sigue siendo muy alto.[ CITATION Luc18 \l
12298 ]

Figura 5: Población sin ingresos

Trabajo no remunerado
Como puede verse en los datos anteriores, la cantidad de mujeres sin ingresos propios es
alta. Sin embargo, estas cifras ocultan el tiempo que ocupan las mujeres en las tareas
domésticas y de cuidado de la familia sin recibir nada a cambio. En el siguiente gráfico
se expone la cantidad de tiempo semanal dedicado a estas tareas y la diferencia de
tiempo que dedica un hombre en estas tareas bajo la misma situación de no tener
ingresos.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Figura 6: Trabajo no remunerado

Como puede observarse en la figura 6, el tiempo dedicado equivale a cantidades


asimilables a un trabajo de tiempo completo. Este trabajo, sin embargo, no es
reconocido como parte del producto interior bruto (algunos países están intentan
incorporarlo), no es reconocida la mujer como trabajadora y, por lo tanto, no recibe
aportes para la pensión ni obra social. Algunos países han avanzado en reconocer a estas
mujeres como jefas de hogar permitiéndoles el acceso a una jubilación y un ingreso
mínimo, pero a nivel regional es mucho lo que falta avanzar.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Participación en el mercado laboral

La participación de las mujeres en el mercado laboral empezó a incrementarse a partir


de los años ´60. Durante la década del ´90 el aumento en la participación alcanzó el
1% anual, pero este ritmo se desaceleró durante el nuevo siglo en la mayor parte de los
países de la región.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]
Figura 7: Participación en el mercado laboral

En la figura 7 se muestra el nivel de participación de las mujeres en cada uno de los


países para 2017. Entre 2005 y 2017 Brasil aumentó la participación de sus mujeres en
el mercado laboral un 17,4% y Colombia un 8,8%. Perú, Ecuador y Uruguay crecieron
entre un 4% y un 5% y Argentina y Bolivia cayeron un 2,5% y un 0,5%,
respectivamente. El promedio regional se encuentra en un 53,2%.[ CITATION Luc18 \l
12298 ]

Para medir el nivel de desigualdad en la participación, comparamos este nivel con el de


los hombres y encontramos una brecha de participación del 27% promedio. Sin
embargo, como puede verse en la figura 7, la brecha aumenta o disminuye de acuerdo al
nivel de educación recibido.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Figura 8: Brecha de desigualdad en la participación según nivel de formación en%


En este sentido, si bien el estudio del promedio refleja la situación a nivel regional, la
participación según nivel de formación da una imagen más clara de quiénes son aquellas
mujeres que se han incorporado al trabajo y de qué forma.[ CITATION Luc18 \l
12298 ]

Como se observa en el gráfico anterior, las mujeres con un nivel de formación inferior
al básico tienen una participación mucho menor que los hombres con respecto al
promedio total, impulsado por los siguientes países Guatemala (58,2%), México (50%),
Nicaragua (49,2%), Honduras (48,3%), Venezuela (47,8%), Costa Rica (46,1%), El
Salvador (42,9%) y Argentina (41,4%).[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Solamente 3 países encuentran una brecha de participación mayor entre aquellas


mujeres de formación intermedia y aquellas de formación menor a la básica: Bolivia,
Ecuador y Perú. Como veremos posteriormente, estos países se caracterizan por
compartir más igualitariamente el trabajo no doméstico. Particularmente se destaca el
trabajo igualitario en la agricultura.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Asimismo, es notable cómo se reduce el nivel de desigualdad de participación para


aquellas mujeres que poseen estudios avanzados. Destaca, lejos de la media, Uruguay,
con una brecha de apenas 3,6%.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Desempleo

Una vez incorporadas a la población económicamente activa, la desigualdad persiste al


interior del mercado laboral.

Figura 9: Tasa de desempleo


Como se distingue en la figura 9, el desempleo redujo su brecha, en promedio, un 1%
entre 2000 y 2017; sin embargo, el efecto se produce al mismo tiempo que aumenta la
tasa de desempleo en los países de ingresos bajos, y aumenta la brecha en los países de
ingresos bajos y medio bajo.[ CITATION Luc18 \l 12298 ]

Con este indicador puede identificarse un primer vínculo entre la caída del empleo y el
aumento del desempleo femenino, entre la crisis y el impacto de la misma en la
desigualdad de género y viceversa.[ CITATION Luc18 \l 12298 ].

Según Solis, Montes, & Pinto, (2018) En el entorno al plano laboral, el desempleo en la
región es mayor entre las mujeres que entre los hombres, 9,1% y 6,3%, respectivamente.
A pesar que en la última década la tasa de desempleo femenina disminuyó en mayor
medida que la masculina y, en consecuencia, la brecha de desempleo por sexo
disminuyó, en 2010 había 9,3 millones de mujeres y 9 millones de hombres que
buscaban activamente un puesto de trabajo, pero no lo encontraban. Las mujeres
indígenas y afrodescendientes enfrentan mayores dificultades que sus pares masculinos
para insertarse en el mercado de trabajo.

Desde el punto de vista laboral en 2006 la tasa de desempleo de estas mujeres, fue en
promedio 85% mayor que la de su contraparte masculina, mientras que la tasa de
desempleo promedio de las mujeres no indígenas ni afrodescendientes supero en más de
60% la de su contraparte masculina. La tasa de desempleo de las mujeres indígenas en
Bolivia, Guatemala fue menor que la de los hombres no indígenas; lo contrario se
registró en Brasil, Chile, Ecuador y Uruguay para las mujeres indígenas y/o
afrodescendientes con respecto a los hombres no indígenas ni afrodescendientes (OIT,
2007). A pesar que la tasa de desempleo para las mujeres en América Latina disminuyó
ligeramente desde 2000 al 2010, con relación a los hombres, se puede apreciar (Figura
1) que continua siendo mayor para las mujeres.[ CITATION Sol18 \l 12298 ]

En Ecuador, en una semana, una mujer trabaja un promedio de 77,39 horas; mientras un
hombre trabaja 59,57 horas. Es decir, las mujeres trabajan casi un día (22,40 horas) más
que los hombres. De todas esas horas de trabajo, las mujeres reciben una remuneración
por 46,15 horas y los hombres por 51,36. Estas cifras se muestran en la última encuesta
sobre el uso del tiempo en el país presentada por el Instituto Nacional de Estadística y
Censos (INEC).[ CITATION ELU18 \l 12298 ]

Conclusiones

La violencia contra las mujeres limita su desarrollo y su participación en la vida política


y económica de un país. Es claro que, si se reduce la violencia contra las mujeres, la
construcción de una sociedad más justa y próspera se garantizaría, pues los países
lograrían un mayor y más equitativo crecimiento. En Latinoamérica, el desarrollo
normativo ha estado enfocado al endurecimiento de las penas como una estrategia para
resolver el problema social de la violencia contra las mujeres, pero a pesar de las leyes y
enfoques más severos, el problema de las agresiones contra la mujer persiste y amenaza
los derechos humanos, la salud pública, el desarrollo, la cohesión social y la seguridad.

Literatura citada

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