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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SANTO DOMINGO

RECINTO MAO

MAESTRÍA EN LINGÜÍSTICA APLICADA A LA ENSEÑANZA DEL


ESPAÑOL

TEMA:
INFORMA DE LECTURA “ACTOS DE HABLA”

PRESERNTADO POR:
CARMEN REYES
FRANCISCO GARCÍA
CARLOS REYES
MERCEDES GUTIÉRREZ
ROLANDO PERALTA
La referencia como acto de habla

Existen contradicciones entre los autores con relación a las expresiones y aquello
de lo que se habla, o sea a lo que se hace referencia. Según los planteamientos
que hacen los filósofos, los nombres propios se consideran como referenciales; sin
embargo, Searle, John en su análisis afirma que cuando se trabajan otros géneros
de expresiones se puede observar que las descripciones singulares definidas,
algunas de ellas son expresiones referenciales otras no los son y otras son de
ambas. O sea, que los filósofos se enfocan en los nombres propios concretos y se
olvidan de los abstractos.

Para determinar si existe referencia se debe tomar en cuenta si admite la forma


del plural en algunos casos, además identificar a que tipo hacen referencia, ya que
algunas son categóricas y otras hipotéticas. Cabe señalar que no todas las
expresiones en el discurso son referenciales, aunque algunas veces aparecen
expresiones de otro tipo en el discurso sin tener su uso normal, sino que se habla
en el discurso de ellas mismas.

La diferencia en las oraciones que tengan el mismo nombre, es decir el mismo


sustantivo, no quiere decir que hagan la misma función en la oración, ya que una
se puede hablar de ella y en otra se habla para ella. Por ejemplo: “Pedro es un
beisbolista”. “Pedro” tiene cinco letras. Según los filósofos, el hecho de que uno de
los nombres tenga las comillas marca la diferencia, pero si se aplica el uso de este
signo nos damos cuenta que esa no es su función.

Por lo tanto, los nombres propios se utilizan para hablar en palabras acerca de
cosas que no son para ellas mismas, además no necesitan estar presentes
cuando se está hablando acerca de ellas. Otro aspecto que hay que destacar es
que los nombres adquieren el significado dependiendo de su uso, es decir un
nombre propio solamente puede ser un nombre propio si existe una diferencia
entre el nombre y la cosa nombrada. De manera que, si se hace referencia a la
misma cosa, no se pueden aplicar.

Tomando como referencia que no toda ocurrencia de una expresión referencial es


una ocurrencia referencial, el autor hace un análisis a la teoría de Frege y
Strawson Individuales y, donde deja bien claro las influencias de estos dos
autores. Existen dos axiomas generalmente reconocidos respecto a (a referencia y
a las expresiones referenciales. Estos son:

l. Cualquier cosa a la que se hace referencia debe existir '· Llamemos a esto el
axioma de existencia.

2. Si un predicado es verdadero de un objeto, es verdadero de todo lo que sea


idéntico a ese objeto, independientemente de las expresiones que se usen para
hacer referencia a ese objeto. Llamemos a esto el axioma de identidad.

Ambos axiomas dan lugar a paradojas, el primero debido a confusiones acerca de


lo que es referir, el segundo a causa de que algunas de sus reinterpretaciones no
son tautologías, sino falsedades.

Ante este planteamiento el autor propone un tercer axioma:

3. Si un hablante se refiere a un objeto, entonces él identifica o es capaz, si se le


pide, de identificar para el oyente ese objeto separadamente de todos los demás
objetos. Llamemos a esto el axioma de identificación.

Por consiguiente, debemos de hablar de tres axiomas: primero, cuando utilizamos


un sustantivo debemos de estar seguros que existe el objeto nombrado; segundo,
que lo que se diga de él sea verdadero y; tercero, que cuando se haga referencia
al nombre el oyente sea capaz de identificar el objeto que se hace referencia.
Desde mi punto de vista agregaría un cuarto axioma, que el nombre al que se
hace referencia, el oyente sea capaz de utilizarlo en otro contexto.

Para mostrar la conexión lógica entre el axioma de existencia y el axioma de


identificación el autor separa los géneros de expresiones. Gramaticalmente los
dividen en cuatro categorías.

l. Nombres propios, por ejemplo “Sócrates”, “Rusia”

2. Frases nominales complejas en singular.

Además, clasifica las expresiones como referente primario cuando el referente


corresponde a toda la expresión, y al referente de la parte, referente secundario.

3. Pronombres; por ejemplo, «éste, «esto», «yo, él, «ella y ello''·

4. Títulos; por ejemplo, el primer ministro, «el Papa''·

Para comprender estos planteamientos es importante establecer la diferencia


entre la referencia completamente consumada y referencia con éxito. Una
referencia completamente consumada es aquella en la que, de manera no
ambigua, se identifica un objeto para el oyente, esto es, cuando la identificación se
comunica al oyente la referencia definida el hablante selecciona o identifica algún
objeto particular sobre el cual va a decir algo a continuación, o sobre el que va a
preguntar algo, etcétera.

Las condiciones necesarias para la realización por parte del hablante de una
referencia completamente consumada son:

l. Debe existir uno y sólo un objeto al que se aplica la emisión de la expresión por
parte del hablante (una reformulación del axioma de existencia), y
2. Debe dársele al oyente medios suficientes para identificar el objeto a partir de la
emisión de la expresión por parte del hablante (una reformulación del axioma de
identificación).

Estas afirmaciones son cuestionadas por el autor.

El principio de identificación

El principio de identificación se refiere la capacidad que tiene el oyente para poder


identificar el objeto al que se refiere el hablante a partir de lo que éste dice. Ahora
bien, esta tarea no es solo responsabilidad del oyente, sino también del hablante.
Para que el oyente pueda lograr acertadamente la identificación del objeto, el
emisor debe de asegurarse que en sus enunciados se respondan las siguientes
preguntas relacionadas con el objeto: ¿Quién?, ¿Qué?, ¿Cuál? Otro factor que
permitirá al hablante ofrecer información clara para el oyente, será el uso de los
enunciados a los que Searle denomina “expresiones identificadoras”. Las mismas
incluyen los demostrativos como “este” y “ese” y términos descriptivos
singularizadores. Estas expresiones son de vital importancia para que se cumpla
el principio de identificación en el discurso del hablante, ya que según Searle este
principio se fundamenta en la capacidad del emisor de proporcionar una
descripción identificadora del objeto al que se refiere.

Con relación a las expresiones identificadoras es importante señalar que el


hablante debe emplear solamente aquéllas que ofrezcan información pertinente
del objeto al que se hace referencia, ya que la inclusión de características
superfluas puede confundir al oyente sobre la identidad del objeto referido. Un
ejemplo de esto lo tendríamos en el siguiente enunciado: “La única persona de
Ávila con 8,432 cabellos quiere llegar a ser duque”. El enunciado “El diputado por
Ávila quiere llegar a ser duque” sería más acertado, ya que los detalles que ofrece
son importantes para la identidad del objeto. Este último ejemplo pone de
manifiesto la necesidad de incluir otro tipo de información que permita al oyente
consumar la referencia.

En ese sentido se hace pertinente el uso de expresiones de referencia. Estos son


hechos sobre el objeto que, además de ser conocidos por el oyente, ofrecen
información singularizadora, con algún significado para el receptor. En este
principio se ve reflejada la concepción fregeana de que la referencia existe en
virtud del significado. Ahora bien, Searle destaca la importancia de diferenciar el
sentido de una expresión referencial y la proposición empleada por el hablante. De
acuerdo con este filósofo, los recursos lingüísticos empleados por el emisor a
veces no son suficientes para producir un enunciado singularizador que permita al
oyente lograr consumar el principio de identificación. Esto se debe a que el sentido
de las expresiones está dictaminado por el contexto en el que se producen las
proposiciones.

La predicación

Para explicar este concepto, el autor pone un ejemplo: “Juan está borracho” y cita
a Frege (Gottlob Frege, filósofo alemán) quien expresa que mientras Juan tiene
como referente a Juan, “…está borracho” tiene como referente a un concepto:
borrachera. Sin embargo, Frege prevé algo a lo que llamó “una mera
inconveniencia del lenguaje” para referirse a que si “…está borracho” se refiere al
concepto “borrachera”, éste no puede referirse a dicho concepto. Es posible que
(para aclarar más la idea), “borrachera” se refiera a una idea con la que podamos
describir este estado de ánimos a la que nos lleva el ingerir una cantidad
importante de alcohol, mientras que “… está borracho” describa la situación en
que ya está el individuo que ha tomado alcohol.

Sin embargo, John Searle contradice la visión de Frege, ya que entiende que sus
planteamientos se basan en una argumentación errónea. Es decir, Frege basa sus
juicios en dos direcciones distintas: “desea extender la distinción sentido
referencia a los predicados y al mismo tiempo dar cuenta de la distinción entre
expresiones referenciales y expresiones predicativas de acuerdo a su función.”
(Searle 1994). Según este autor, Frege crea un enunciado que remite
necesariamente a una propiedad, que no siempre sale reflejada al final. Además,
Frege presenta una explicación poco clara (metafóricas) entre la función de una
expresión referencial y la función de un predicado gramatical.

Serle dedica un gran tiempo a demostrar un error en el que, según éste, incurre
Frege, en el punto de la contradicción que supone “confundir” concepto de, con
propiedad de. Según Searle, en vez de decir (Frege) “un predicado gramatical se
refiere a un concepto” debería decir “un predicado gramatical adscribe una
propiedad”. Haciendo esta distinción (según los juicios de Searle), se elimina la
idea de que “las expresiones predicativas deben tener referencias”, y esto
descartaría las dificultades que dicha afirmación supone.

El nominalismo y la existencia de los universales

A diferencia de los nominalistas y los universales, que se refutan sus teorías unos
a otros, Searle trata de buscar el punto convergente. Según él, en el ejemplo
“Juana y María son cantantes”, hay algo en lo que las dos corrientes están de
acuerdo: existe algo común entre ellas, el hecho de ser ambas “cantantes”. Así
mismo, podrían estar de acuerdo en que ninguna tiene esa cualidad, si el
enunciado la negara en ambas damas.

En general, Searle hace una gran demostración de los componentes erróneos de


ambas corrientes, y plantea que puede haber afirmaciones de ambas partes, en
cuanto a “predicados significativos”; afirmar la existencia de una entidad, sin la
necesidad de comprometerse más allá de lo demostrable. En sus propias
palabras: “…si se quiere saber con qué nos comprometemos cuando aseveramos
que existe una entidad, debemos examinar los fundamentos que se avanzan para
demostrar su existencia.”
Compromisos ontológicos

Esta concepción es necesaria a la hora de analizar la estructura discursiva, ya que


está relacionada con el principio de la referencia analizado anteriormente.
Un “compromiso ontológico”, se menciona para hacer necesaria una proposición
en la cual la existencia de una cosa es presupuesta o implicada al afirmar la
existencia de otra. Esto hace que el hablante esté comprometido con el valor que
toman los enunciados o variables implicados en los planteamientos que realiza.

Quine hizo varios intentos para formular un “criterio para el compromiso


ontológico”. En uno de estos criterios establece que si en dos enunciados se
plantea el mismo compromiso, pero se expresan de manera diferente ya sea
porque uno es paráfrasis de otro, de estos enunciados surgirán compromisos
diferentes. Para ilustrar esta idea, observemos el siguiente ejemplo: “Hay cuatro
millas entre Nauplion y Tolon” y su paráfrasis: “Distancia en millas entre Nauplion y
Tolon = cuatro”. Según la concepción de Quine, la paráfrasis realizada permite
establecer cual es el alcance exacto del compromiso, ya que al ejecutarse esta
operación se eliminan entidades inoportunas y se expresa el compromiso de
manera más explícita.

Searle se muestra en desacuerdo con esta concepción y establece que las


paráfrasis tienen el mismo compromiso que el que se plantea en el enunciado
original. Resume de la siguiente manera su idea sobre el compromiso ontológico:
“una persona se compromete con la verdad de cualquier cosa que dice”.

Predicados universales

En sus discusiones sobre el lenguaje, Searle también se refiere a los predicados y


a los términos universales. Para comprender la relación de las expresiones
predicativas con las universales, se puede constatar que la existencia de cualquier
universal sigue de la significatividad del correspondiente término general.

Un lenguaje no podría contener la noción de “amabilidad” a menos que contuviese


una expresión que tenga la función “es amable” o es amable sin “amabilidad”. Esta
prioridad de las expresiones predicativas sobre los nombres de propiedades se
muestra por el hecho de que podríamos imaginarnos un lenguaje en el que es
posible hacer enunciados (y realizar otros actos ilocucionarios) que contiene
expresiones usadas para referirse a particulares y expresiones predicativas
derivadas que contienen expresiones usadas para referirse a propiedades - se
puede hablar de un lenguaje que convierta expresiones como “Sócrates” y “esta
raza” junto con “es un hombre” y “es roja” no se puede contener expresiones como
“sabiduría” “rojez”. Incluso no señalar las últimas expresiones a menos que
nuestro alumno comprendiese qué es ser rojo o ser sabio; comprender esto es
comprender el uso de los predicados correspondientes.

Desde que se denomina el uso de las expresiones predicativas es fácil derivar el


nombre de propiedad correspondiente o hablar de lo que es común de las cosas
que en términos generales es verdadero y el dispositivo paradigmático; para
hablar de ello es la forma gramatical de las expresiones referenciales, tales como
“sabiduría” “amabilidad” etcétera.

Esta aplicación de los universales explica que las condiciones semánticas son
diferentes para referirse a los universales semánticos y satisfacer el axioma de
identificación o lo que es análogo en el principio de identificación, es necesario tal
información factual. El axioma de identificación requiere que el hablante conozca
el significado del término general que subyace al término singular abstracto usado
para referirse al universal. Tal concepción derivativa de los universales
proporciona una fácil justificación para las teorías en las que sólo puede
predicarse universales y no particulares y cualquiera que sostenga la teoría
terminal, o la doctrina que pueda plantear un problema filosófico, ya que la
doctrina plantea problemas filosóficos y alega una simetría de sujeto y predicado.

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